Palacio Desencatando de Mister Macallister

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PALACIO DESENCANTADO BE

MADRID: imprenta de F. Fuertes, Corredera de S. Pablo, 12. 1847.





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LA. llegada á esta corte del primer prestidigitador de Europa Mister Macallister, ha causado una especie de revolución en la sociedad madrileña: viejos y jóvenes, grandes y chicos, hombres y mugeres, pobres y opulentos, se vieron mágicamente sorprendidos con el talismán del tan célebre jugador de manos ; y á la vez corrían en busca de una localidad que los proporcionase el gusto de conocer á la notabilidad en moda. Pero lo mas triste era ver que gran parte de los que querían ser espectadores tenia que volverse triste á su casa por no haber podido hallar billete; estos eran los mas cautos, pues aun les quedaba esperanza de lograrlo al dia siguiente; pero otros ó mas ricos ó menos económicos, soltaban 40 rs. á un revendedor, instalándose en su luneta y alimentando de este modo el fraude y la codicia de los espendedores de billetes. De este movimiento, de este anhelo, se sigue que Mr. Macallister era el objeto de todas las tertulias, de todas las conversaciones , alabando unos y exagerando otros las sorprendentes suertes que solo á él^pertenecían. Alzóse por fin el telón del primer sueño de Mr. Macallister, y el público, dispuesto de antemano á ver cosas sorprendentes , se sorprendió y premió con sus aplausos al célebre prestidigitador estranjero que á fuerza de estudios y desvelos ha conseguido llegar al pináculo de la ciencia.


" t a voga de Macallister fué creciendo; el público le anhelaba, el Regio alcázar le llamaba , y en medio de tan repetidas ovaciones , ha permanecido impávido, recogiendo aplausos y dinero en cambio de algunas libras de pólvora y de dulces. Tanto talento , tanta ciencia, no pueden menos de ser elogiados , y asi nos hemos propuesto descorrer el velo que ha existido entre Mr. Macallister y el público, es decir; esplicar clara y terminantemente los medios que este célebre y nunca bien ponderado ingeniero mecánico ha empleado para ofuscar á sus espectadores, persuadidos de que nuestros lectores nos lo agradecerán, pues apenas habrá unoáquien no le haga cosquillas alguna de las suertes que vio y no comprendió. Quisiéramos, sin embargo, ofrecer al público una obra de mayor mérito considerada físicamente; pero habiéndonos propuesto describir tan solo las que ha ejecutado en la corte el célebre ingeniero, tendremos el sentimiento de ofrecer al público ilustrado muchas suertes de mal gusto, casi todas muy antiguas , y algunas de ellas ejecutadas al aire libre por el joven Isidoro en Chambery: (1) pero como forman parte del repertorio Macallister, repetimos que á fuer de exactos habremos de citarlas, tal como las hemos comprendido de la simple espectacion desde la luneta. Fácil hubiera sido á los editores de la presente obra el publicarla hace algún tiempo ¡ pero á fuer de buenos españoles no han querido hacerlo durante la permanencia del célebre Macallister en la corte por no perjudicarle en sus intereses y tener ocasión de dar una prueba de su caballerosidad. (1) Pueblo naciente que con el tiempo vendrá á ser un arrabal de Madrid: reunión dominguera de los criados, soldados, manólas, etc. Teatro de los triunfos del íío tino.


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NUMERO 1. •

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£J l escenario aparecerá con el gabinete mecánico completamente á oscuras: se presentará Mister Macallister, disparando un pistoletazo, y encenderá una infinidad de velas que estarán diseminadas por el tablado. Esta recreación, en la que ninguna parte tiene la destreza ni el escamoteo, pertenece puramente al dominio de la física esperimental en unión de la química; pues toda ella se reduce á efectuar la combustión del gas hidrógeno por medio de la chispa eléctrica; de modo que el pistoletazo que dispara el célebre profesor solo sirve para alucinar al espectador; nada tiene que ver con la combustión. La posición en que coloca nuestro ingeniero mecánico las velas de su gabinete, ó sea palacio encantado, favorece mucho al buen éxito de la recreación; nuestros lectores recordarán que su posición era horizontal, es decir en fila, aunque en varios escalones; pues los candelabros y demás luces que ocupan las mesas mecánicas , las presenta ya encendidas M." Macallister, quien contribuye sobremanera como en el curso de esta obrita se verá, al buen éxito y ejecución de los juegos. Una vez concebida la posición de las velas, fácilmente se comprenderá, que establecida una corrien-


— 8— té dé gas hidrógeno étt cada pávilo por medio de un tubito de cristal, é inflamándole por medio de la chispa eléctrica, á cuyo efecto debe haber en la parte interior del teatro una máquina que la desprenda, fácilmente se comprenderá, repetimos, que las velas hayan de encenderse todas, y con una celeridad admirable. Una cosa tan solo hay que observar, y es que la persona que está oculta y tiene en su mano la botella de Leide cargada y dispuesta para comunicar la electricidad, no hace uso de ella hasta oir la detonación de la pistola; pues de lo contrario pudiera suceder que faltase el tiro y aparecieran encendidas las velas, y esta seria una pifia imperdonable al primer prestidigitador de Europa ú á otro cualquiera. NUMERO 2. •

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P a p á conejo y primo pichón. Mr. Macallister ha ejecutado esta suerte de dos modos; el primero consiste en colocar el jugador dos mesitas pequeñas, una á cada lado del teatro; sobre ellas pone dos cajas de madera ó sean dos cofrecitos •

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— 9— construidos de modo que metiendo dentro un objeto cualquiera desaparezca, y en su lugar se encuentre otro. Oculto dentro de un cofrecito hay un conejo, y dentro del otro un pichón; pone el primero sobre la mesita de la derecha y el segundo sobre el de la izquierda. M.a Macallister le trae un pichón y un conejo vivos y enteramente iguales á los que hay dentro de los cofrecitos. Mete el pichón en el de la derecha, donde está oculto el conejo, y el conejo en el de la izquierda; tapa ambos cofrecitos, y como al echar la llave se corre un cajoncito interior que tienen á impulsos de un muelle oculto en un lado del cofre, resulta que papá conejo reemplazó á primo pichón y vice-versa. .

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NUMERO 3.

P a p á conejo j primo pichón. Comienza el jugador lo mismo que antes, por colocar dos mesitas pequeñas, una á cada lado del teatro; en seguida saca un chisme redondo de hoja de lata, que entre los jugadores lleva el nombre de mílanesa y tiene esta figura: este chisme es un tubo de •


— 10 — dimensión suficiente para contener un conejo y un pichón vivos: tiene otro fondo interior qué puede el jugador sacar ó no sacar según convenga, por medio de la tapa que sigue hasta dentro. Macalüster presenta un conejo y un pichón, y metiéndolos en la milanesa, en el hueco del centro los tapa. Después enseña una caja que los jugadores llaman caja de Escipion, y que hoy dia es ya muy vulgar en Madrid, pues hasta petacas de chasco se hacen por el mismo procedimiento: son de chasco porque el fumador ofrece un cigarro, enseña la caja llena, y cuando el convidado va á tomarlo se encuentra que la caja está vacia. Saca pues una caja de Escipion bastante grande para tener ocultos el conejo y el pichón, y enseñando al público que nada contie-

ne dice; que papá conejo y primo pichón van á pasar á la caja, lo cual verifica con solo ocultar los animálitos en la milanesa y hacerlos aparecer en la caja de Escipion. EUMEÍtO í.

l a s cartas vivas. El célebre ingeniero mecánico dá á escojer de una baraja francesa cinco cartas forzadas, después las


— 11 — mezcla con las demás barajando y las coloca en una cajita de esta forma; esta cajita tiene por la parte •

trasera un doble fondo donde hay otras cinco cartas iguales á las forzadas, y está dispuesto de manera que las cartas van saliendo por medio de un movimiento de reloj que hay en la parte inferior de la caja, el cual tira de una cinta colocada entre las cartas de esta manera, interponiendo á cada carta una tablita; de modo que á medida que la máquina va tirando de la cinta y arrollándola en un cilindro interior, las cartas van saliendo por su orden. Hace


_ 12 — subir el profesor un chiquillo, que á propósito se halla en la orquesta, le pone de espaldas al público, y enganchándole la maquinitaen el cuello de la chaqueta, toca á un muelle que bace andar la máquina de reloj y ejecuta la suerte. También puede hacerse este juego sin máquina de reloj, y consiste en hacer uso de una hebra larga de seda negra en vez de la cinta ; en este caso tira la esposa del jugador de la hebra y surte el mismo efecto. De este juego pasa el famoso Macallister al de NUMERO 5.

Xas cartas obedientes. Para no tenerse que cansar en dar otras cartas, el presente juego viene á ser una repetición del anterior, solo que en vez de colgar la maquinita de la chaqueta del chico, tiene otra igual puesta dentro del cuello de una botella llena de agua y colocada sobre la mesa; coje las cinco cartas que salieron de la suerte anterior, las mezcla de nuevo en la baraja y toda la coloca en la maquinita que está sobre la botella: en esta suerte hace una pequeña modificación que el público madrileño le aplaude con entusiasmo, y que en sí no vale nada : consiste en que una de las cinco cartas elegidas fué el as de pique (cartas francesas) y el caballero que la escojió está de acuerdo con Macallister para decir que se le ha olvidado la carta que escojió pero que cree que era el as de pique, á esto sale el as de pique, y cuando el jugador se la enseña á su compadre de la luneta dice: «ahora me acuerdo no era el as de pique sino el de coeur,» no se ha perdido nada, contesta el ingeniero mecánico, sople V. y se volverá el as de cceur : sopla el individuo y le muestra la misma carta convertida


— 13 — en as de coeur: esto se hace cortando el corazoücíto negro de un as de pique y pegándolo con un poco de azúcar quemada encima del de cceur, claro está que con solo separar con el dedo el jugador aquel pedacito pegado vuelve á ser encarnado el corazón del as en vez de ser negro. También se hace esta suerte pintando de nuevo de encarnado el corazón de la carta y ehándole encima antes que seque, polvos de salvadera, los polvos hacen aparecer negro el corazón , y una vez separados torna á su antiguo color. Este es uno de los escamoteos que hace con mas limpieza el célebre Macallister: verdad es que no tiene nada que hacer. A esta suerte sigue NUMERO 6.

121 florero mágico.


— lí — Para no tenerse que cansar , el gran prestidigitador en dar á elegir otras cinco cartas, el presen^ te juego viene á ser una repetición del anterior, es decir , que en el primer sueño tuvo tres sueños iguales el jugador ó sean tres pesadillas. Coje un florerito , por cierto no de muy buen gusto, pues en el dibujo hemos procurado mejorarle , le coloca sobre la mesa, y tocando un muellecito que sujeta las cinco cartas por detras, hace que aparezcan en la forma indicada en este grabado: por supuesto amenizando la suerte con un pistoletazo. : : Á .1!

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NUMERO 7.

litis seis coronas para las damas concurrentes. Creíamos los inteligentes que nos iba á presen?tar cinco coronas cada una con una de las cartas hasta ahora empleadas, y á las que parecía tener tanta querencia, reservándose la sesta corona para ponérsela él en la cabeza como digno premio á sus talentos , pera nos llevamos chasco: sin duda cono-r ció que ya debia cambiar de rumbo , y tenia razón. Pidió tres sombreros por supuesto, uno era de un compadre suyo, para tomarse con él (el sombrero) todo género de libertades, como pegarle trastazos, darle cortes con un cuchillo, etc, luego que los tuvo, puso uno sobre la mesa con la copa hacia abajo, y otro encima de este con la copa hacia arriba, cojió yn dado muy grande cubierto con una caja que imi-


— 15 — ta al mismo dado, metió todo junto en el sombrero inferior, teniendo cuidado de dejar dentro el dado

macizo sin que lo vean los espectadores, y sacando la cascara esterior enteramente parecida al dado; en esta disposición, tapa aquel sombrero con el otro, y pone la cascarilla sobre la copa de este, á la vista de todos, coje un cuchillo y dice que va á partir la copa para que pase el dado, pero se contenta con estropear un poco el sombrero de su compadre, tapa esa cascarilla con otra negra, y claro está que apretando un poco levanta las dos juntas haciendo ver que no hay nada debajo, para que aparezca el dado macizo en el sombrero inferior. Mientras el ingeniero enseña al público el dado, su esposa, que como ya hemos dicho, sabe cuando ha de andar lista, le sopla dentro de la copa de otro sombrero, las tres coronas para las damas concurrentes, y en medio una especie de cazolita de hoja de lata redonda, baja y ancha. Mister Macallister rompe tres huevos crudos y finje echarlos dentro del sombrero, pero realmente los echa dentro de la cazolita, después con un cuchillo echa tres poquitos de sal, y por último añade un poco de agua: hace que lo bate todo


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junto , peío tiene buen cuidado de no tropezar con la cazolita para que no se manche el forro del sombrero : el agua y la sal antes de echarla en el sombrero , la pone en una cazolita de hoja de lata pintada de blanco por la parte esterior para que parezca de loza, lo bate bien con un cuchillo y lo vierte dentro del sombrero con los huevos; después mete también la cazuela blanca, y apretando sin que lo vea el espectador, se trae consigo la cazolita interior donde están los huevos, porque la cazuela blanca está hecha de manera que ajusta perfectamente sobre la otra y no permite que se vierta nada ; el espectador cree que no ha hecho nada , y de este modo se sorprende cuando en vez de huevos, sal y agua, ve que saca el inglés tres coronas para las damas concurrentes: es decir, para tres de las damas que hay alli, no porque no haya mas que las tres damas concurrentes. ÍÍUMERO 8. •

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Los dulces fantásticos. Redúcese este juego á pedir un pañuelo, ponerle Sobre la mesa por la parte de atrás donde tiene todas las trampas, dejando colgar una punta, dar dos ó tres golpes con la mano sobre el pañuelo y la mesa, y meter con la otra mano unas 30 ó 40 almendras, que después se dejan caer en una bandeja como si hubieran salido del pañuelo que nada tenia. Esta suerte es toda ilusión, porque en seguida saca madama Macallister varias bandejas de dulces gordos, y no falta quien cree que todos aquellos dulces


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los sacó su esposo con la punta de los dedos de dentro del pañuelo. NUMERO 9.

El pavo real. Este es un pajarraco imitando muy bien aun pavo real; pues está vestido del plumaje natural: es una pieza bien hecha; pero como juego de. manos no vale nada; pues madama Macallister mueve por debajo del tablado los resortes necesarios para que el pavo salude, se rasque, abra la cola, etc. También come y bebe el pájaro, pero esto es mentira; porque los cañamones que le dá Macallister en una cajita, se van á la parte inferior y el pájaro no los traga, y el agua que le dá en una copa se marcha por nn agujero que tiene y cae al suelo, sino que la distancia que media entre el jugador y el público no per-mite ver ciertas cosas, que hechas en una sala particular serian notadas; por eso repetimos que es mas fácil trabajar en un teatro con nueve mesas mecánicas, escotillones, esposa, criado, chiquillos amaestrados, ó sean pequeños payasos, y dos filas de lunetas de compadres, que no en una sala particular donde el menor movimiento del jugador es observado por todos: allí se necesita destreza, aquí solo se requiere tener máquinas y caer en gracia. Con este pavo hace Macallister otra recreación que consiste en mandar escribir en un papel el nombre de una persona, el de una ciudad, y el de una flor para que lo acierte el pavo. Coje el papelito escrito, lo cambia por otro que pone en el pico del pavo, y el verdadero se lo echa á su esposa que está debajo del tablado, hace que digan varios nombres y al llegar al verdadero, v. gr. Londres, clavel y Pe2


— 18 — rico, el pavo^responde Quaa.... es decir, no es el pavo sino doña Luisa. NUMERO 10.

SLos objetos h e c h i z a d o s . Presenta Mister Macallister una cajita de marfil, la da al público y encarga que metan dentro tres ó cuatro cosas como sortijas, monedas , etc., esto lo hace el publico sin qne lo vea el jugador, y en seguida este pidiendo un pañuelo coje la cajita con los objetos, y la cambia por otra igual que mete dentro de unpañuelo, y dice á un concurrente que lo tenga bien apretado, porque los objetos se van á marchar. A esto sube al tablado,, deja la cajita con los objetos, y coje un anteojo la^rgo, y mientras se lo da á otro espectador para qué mire, sumuger ha cojido la cajita y se marcha adentro donde mira los objetos, y los mete en un botecito que en seguida deja sobre la mesa. Macallister sube al tablado por el talismán, y su muger le dice bajito, v. gr. una sortija con camafeo: entonces él pregunta al del anteojo si ha visto algo, le contesta que no, y cojiéndoloe! prestidigitador, dice; si lo veo, es una sortija con camafeo : vuelve arriba su muger, le dice una peseta ; y él repite: la otra cosa estar un pieseto. ¡Bravo ! esclama el público ; y la tercera \ez su muger le dice un pendiente, y Macallister repite una pendiento : ¡ magnífico! repite el patio. El jugador coje el bote que dejó su muger sobre la mesa con las tres cosas ; le coloca en el escenario sobre un trípode y lo tapa con un cubilete, baja á las lunetas, y cojiendo un pellizco del pañuelo que el espectador cree tener asido con la caja y los objetos, dice uno, dos, tres, pasa; y se oye un ruido que el público


__ 1 9 _ cree ser el del objeto que pasa, pero que realmente es producido por un garbanzo ó judia que el criado por la parte de adentro deja caer sobre un cubilete: hace lo mismo con los otros objetos; y por último dice que pase también la caja; lo cual ejecuta quedándose con ella en la mano y sacudiendo el pañuelo para que crean se pasó también. Esta es una figurita como de media Yara representando á Mercurio con un libro en la mano izquierda y un martillo en la segunda que sirve para dar golpes sobre, Una campana de reloj que tiene colocada debajo de aquel brazo. Este monigote se maneja corno el pavo real por debajo de la mesa mecánica par medio de puntas que le hacen saludar, tocar la campana, etc.; por consiguiente tampoco es juego de destreza. Y á propósito de este juego, debemos dar á Mr. Macallister un consejo de amigos, y es que suprima lo de que el Mercurio consigne cuál es la señorita mas enamorada de las concurrentes, pues con esta rancia ocurrencia, ademas de proporcionar un mal rato al bello sexo, pone en evidencia á una persona no debiendo ser, porque el público que paga tiene un derecho á hacerse respetar, y paga con el objeto de divertirse, no de fastidiarse. Esta es una gracia de mal tono, que tan solo se permite al man* quito de los perros, cuyo público es muy distinto del que ha engruesado los bolsillos del célebre ingeniero mecánico. NUMERO H .

Las pildoras del célebre llorison. Saca el jugador dos bolas de madera macizas bastante gruesas, una encarnada y otra negra; pide dos pañuelos y mete una bola dentro de cada pañuelo, atándolas con una de sus puntas; en seguida las co-


— 20 — loca sobre la mesa cambiándolas inmediatamente por otros dos envoltorios parecidos á aquellos^para lo cual fácil es conocer que hubo de pedir pañuelos ya preparados para que los envoltorios se parezcan. A esto la diestra M." Macallister cojeólos verdaderos, se los lleva adentro, y coloca los pañuelos solos en un bote cualquiera de doble fondo; de modo que al enseñar su esposo aquel bote al público parece que nada contiene. Hecho esto, el célebre ingeniero mecánico presenta dos copas de madera iguales y de esta forma, las cuales contienen cada una una bola

hueca también de madera dividida en dos mitades, de las cuales una ajusta en la tapa y otra en la parte inferior de la copa; de modo que puede hacerse aparecer y desaparecer la bola siempre que se quiera. Presenta, pues, como hemos dicho estas dos copas al parecer vacias, las tapa, y colocándolos envoltorios que parecen contener las dos bolas primitivas, los pone cada uno sobre cada una de las mesas laterales, que siempre están cubiertas con grandes tapetes; tapa los envoltorios uno después de otro con dos cubilletes bastante grandes, y después que su criado ha entrado en las dos mesas por medio de


— 21 — un escotillón del tablado, y quitado por una trampa que hay practicada en la mesa los envoltorios, entonces el sabio Macallister levanta ambos tapetes para que el público vea que no hay nadie debajo: esta operación la hace con una desenvoltura y aplomo dignos del famoso Philippe. (1) Dispuestas las cosas de esta manera, hace Macallister que desaparezcan las bolas y los pañuelos, y pasen las primeras á las copas de madera, y los segundos al bote que su esposa dejó sobre la mesa. NUMERO 12.

El paraguas diabólico. Pide al público el prestidigitador cuatro pañuelos de seda, y los coloca sobre la mesa; después saca un cañón como de media vara ya cargado; le pone sobre una mesa lateral, y mete dentro los cuatro pañuelos, los ataca con un atacador, y al hacer esta operación los empuja hacia la cureña, dando lugar a que su criado, que está oculto debajo de la mesa, (ya hemos dicho que tienen estas mesas tapeta y bien largo) tire de ellos y se los lleve á M" Macallister, la cual se entretiene allá adentro en colocarlos sobre las varillas de un paraguas que no tiene tela. Después de esto, pone el célebre inglés el cañón en el suelo y llama al chiquillo de la orquesta; en seguida saca un paraguas cualquiera con una funda de papel, le quita la funda y le abre enseñando al público que nada tiene; y para poder asegurar mas la identidad del paraguas, y que el espectador vea que no le cambia, pide un pañuelo de batista á una se(\) Célebre prestidigitador de París, á quién es fama Macallister sirvió de ayudante, y de quien aprendió.


— 22 — ñora de las lunetas, compinche suya, y le ata al mango del poraguas; cierra este, y vuelve á ponerle la funda de papel. A esto su muger le trae una co-

lumna hueca de madera capaz para contener dentro el paraguas ¡ la coloca su esposo en el centro del teatro encima de una trampa que hay en el tablado; mete el paraguas dentro de la columna, y dice al chico que prenda fuego á la mecha; en el momento de la esplosion le quitan por debajo del tablado el paraguas que metió, y le dan otro con un pañuelo igual al que le dio la señora de a la luneta, y ademas los cuatro pañuelos que puso M. en las varillas; abre el paraguas, y deja estupefacto al público haciéndole creer que ha desaparecido el tafetán del paraguas, y ha sido reemplazado por los cuatro pañuelos. NUMERO ! 3 .

El sombrero sin fondo ó 300 regalos para los espectadores. Esta suerte que tantos aplausos y algo mas ha


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valido al señor Macallister, hace ya tiempo que la hemos visto ejecutar en Madrid, y no siempre áestranjeros ; pues el señor Cerví la ejecutó en el teatro del Museo: pero como era español, por desgracia suya, no tuvo espectadores, y por consiguiente ni ganó fama ni otra cosa mas positiva. Consiste, pues, este juego, en pedir tres sombreros á los espectadores, y colocando uno encima de cada mesa, coger v. g. el de enmedio, y sacar de dentro de la copa multitud de flores en ramilletes pequeños, carracas chicas, dulces, pitos, estampas, y todo lo que se quiera, siendo objetos de poco volumen, no porque no puedan sacarse objetos grandes , como después se verá, sino porque siendo chicos se multiplican con mas facilidad; y ocupándose el célebre Macallister en repartir cositas pasa el tiempo á las mil maravillas, y parece que ha sacado muchas mas cosas de las que fueron en realidad. Coge, pues, el sombrero de en medio, y arrimándose con cualquier disculpa á la mesa lateral, que está á la derecha del espectador lleva el sombrero en la mano izquierda, y su criado le coge y le dá otro lleno de regalos, teniendo cuidado de meterle al mismo tiempo algunos cubiletes de hoja de lata unos dentro de otros para que no ocupen y le sirvan al célebre ingeniero de discnlpa para arrimarse á la mesa otra vez, so pretesto de ponerlos encima de ella, y volver á cambiar el sombrero por otro lleno: esta operación la hace dos ó tres veces, con la cual hay lo muy suficiente para estar repartiendo objetos durante media hora; hasta que por último el criado le dá el primitivo sombrero bien atestado de pluma fina, y muy apretada. Cuando ha cogido este sombrero Mr. Macallister, pone al chico un capuchón de color de rosa, y colocándole de frente al público, él se pone detras sobre una silla,


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y vá poco á poco soltando la pluma de modo que parece una lluvia continua de pluma la que cae sobre el pobre muchacho del capuchón. De vez en cuando mueve Macallister el sombrero para hacer creer á los espectadores que no hay mas; pero lo hace de una manera estudiada, y de modo que nunca esté boca abajo para que no se caiga la pluma. NUMERO U.

l<as fuentes d e TOeptuno. Esta suerte, ó sea la producción acuática que Mr. Macallister fué el primero que la hizo en público en Madrid, y que tanto ha gustado por su novedad, la practicó varias veces usando el trage de tonelete, como el mas á propósito para ella,- hasta que habiendo oido si era ó no indispensable aquel trage para dicha suerte, se arriesgó á ejecutarla de frac el dia 25 de febrero, y mas valiera que no lo hubiera hecho, pues aunque la moda de los faldones anchos le favorecían bastante, no fué suficiente para que los espectadores de las lunetas colocados en bajo trasluciésemos ciertas cosas. Consiste, pues , esta suerte, en presentar al público un trípode ó sea velador, colocarle en medio del escenario, y poniéndose el ingeniero mecánico sobre un banquito, embozarse casi con un chai grande, y hacer aparecer sobre el trípode dos ó tres palanganas de cristal llenas de agua y aun con peces. El trípode y el banquito lo colocan M.a Macallister y su criado, y el primer prestidigitador de Europa se está por allá adentro largo rato; después aparece tapándose el cuerpo con el chai, y andando muy despacio hasta colocarse sobre el ban-


— 25 — quillo, alli mueve también muy despacio el chai hasta que echándose una punta á un hombre y otra á otro, tapa el trípode, y descolgándose de la cintura una palangana que lleva oculta, la coloca sobre el trípode y la enseña después al público quitándola el chai que la cubría: en la primera palangana saca un líquido que se inflama inmediatamente, y que consiste en poner en contacto con el agua uu pedazo de potasio, lo cual se inflama en el acto, y hace arder unas estopas que alli están á prevención. Las palanganas son todas de cristal, redondas y chatas, y tienen un borde en la parte superior que permite atarlas una vejiga bien apretada para que no se vierta el líquido, y atarla al dicho borde, cuyas vejigas se quitan con mucha facilidad debajo del chai, sin que el público lo vea, arrollándolas después dentro del mismo chai que arroja al suelo para en seguida tomar otro que le dá su diestra esposa. Según nuestro parecer, no debería hacer ese cambio de chales, pues como ya hemos dicho, favorecido por la distancia, podia muy bien arrojar las vejigas hechas unas pelotillas á cualquier rincón sin que nadie lo viera. Según hemos oido al señor Klichnique, pensaba hacer esta suerte en el teatro del Instituto, vestido de mono, al mismo tiempo que nuestro ingeniero lo verificase en la cruz cou tonelete: pero habiéndole sabido este, le rogó de tal manera para que no lo hiciera, que aquel tuyo á bien acceder á ello, privándonos de ver y añadir una habilidad mas á las muchas que le hemos visto ejecutar. NUMERO 15.

El menage egipcio. Es una consecución del juego anterior, pues en la misma forma hace aparecer un gallo y dosgalli-


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ñas que lleva escondidas en los faldones y á las que ha tenido cuidado de apretar los picos con una cuerda para que con su canto iutempestivo no le vendan. NUMERO 16.

El payaso j el arlequín en el baile pantomímico. Este es un juego que de puro sencillo y conocido no debiéramos hacer mención de él, pero como nos hemos propuesto no omitir nada de cuanto ha ejecutado el célebre prestidigitador, habremos de ocuparnos de esta recreación á fuer de exactos si bien lo hagamos someramente. Consiste este juego en tener dos monitos de cartón como de una cuarta de alto con las coyunturas anudadas por el estilo de los que venden en tiempo de ferias, y con los cuales se divierten los chicos tirando de un hilo y haciéndolos bailar. Hay sin embargo que advertir, como circunstancia indispensable, que en la cabeza han de tener un sombrero de tres picos ó cualquier otro adorno que permita en-


— 27 — ^ancharles en un hilo invisible que pasa de un candelero á otro, y que tirando de él una segunda persona parezca que los monos de cartón bailan solos sobre la mesa. NUMERO 17.

SLos canarios que se convierten en huevos. Presenta al público el jugador un chisme compuesto de un cerco de madera ó cartón y una jaulita de alambre en su parte superior con dos canarios

dentro; lo coloca en la mesa de enmedio y lo tapa con un pañuelo: al taparlo quita la jaulita y planta otra con dos huevos: claro está que cuando el célebre Macallister levanta el pañuelo, se hallan los canarios convertidos en huevos. Fácilmente comprenderá el lector que para esta suerte no necesita el primer físico de Europa poner en ejercicio todos sus talentos. Debemos sin embargo hacer mención del escamoteo de los huevos, lo cual ejecuta del modo siguiente. Después de haber cubierto el aparato con el cubilete, y mientras el individuo hace la operación por debajo de la mesa, el jugador coje un huevo con la mano derecha, le pasa á la izquierda, y dice que va á pasar donde están los canarios; pero


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entonces no hace el escamoteo porque pasó efectivamente el huevo de una mano á otra, enseña el huevo en la izquierda y le pasa de nuevo ;á la derecha: entonces hace qUe le pasa á lá izquierda, y soltándole en el cajón al tiempo de cojer el talismán que está sobre la mesa, se da con él unos cuantos golpecitos sobre las uñas de la mano izquierda que figura tener el huevo; el ruido que producen esos golpecitos quieren parecerse al del talismán contra el huevo, ó por lo menos asi lo creen los que no saben : de este modo abre la mano izquierda y hace creer que pasó un huevo ; lo mismo hace con el otro, y lo demás ya lo sabe el lector. NUMERO 18.

L a ¡supresión improvisada ¿ Pide un pañuelo blanco á una señora y da á escojer una carta de la baraja á otra persona; en seguida coje la carta y la mete dentro del pañuelo llevándosela al tablado , lo coloca sobre la mesa lateral, y dándole unos cuantos golpes encima, se lo cambia el individuo que está debajo por otro pañuelo que tiene pintado al temple y en el centro la misma carta : y para que la persona que escojió v. gr. la sota de copas bubiera de cojerla por fuerza, presenta el célebre ingeniero una baraja que se compone toda ella de sotas de copas. Luego que cambia el pañuelo^ le abre y enseña al público aquella impresión improvisada; pero como no le parece regular devolver el pañuelo á la señora en el estado en que se encuentra, llama á un chiquillo, le hace que le ayude á tener el pañuelo, y con una vela quema el pañuelo por el centro haciéndole un agujero que pasa el brazo: hecho esto, hace que se enfada con el


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chico, y cojiendo una botella de agua, le moja ásu placer; después va á la mesa lateral y dándole unos cuantos golpes como antes , se lo cambia por debajo el mismo zángano que anteriormente, pudiendó en seguida devolverlo á su dueño sano y salvo. NOTA.—Esta suerte fue muy aplaudida. NUMERO 19.

El naranjo del paraíso. Pide Macallister una sortija y la mete en una cajiia al subir al tablado cambia la cajita por otra

que tiene otra sortija, y su muger coje la buena y se la lleva : saca después tres pedazos de cinta; una blanca, otra encarnada, y otra azul; hace que un compadre suyo que está en el palco de proscenio, elija la cinta blanca, y á otras señoritas que hay en el otro palco de en frente las obliga á que elijan la azul; por consiguiente le queda la encarnada: saca la sortija mala de la caja, y hace que una señorita la ate la cinta roja, y llamando al muchacho le dice que la meta en la pistola, pero como no cabe en el cañón, le dice que la aplaste con los dientes, lo cual hace el chico sin dificultad, por ser una sortija del-


— 30 — gada de cobre. A esto M.a Macallíster ha metido ya dentro de una naranja la verdadera sortija con otra cinta roja, y trae el tiesto con varias naranjas; dispara el prestidigitador, y claro está que la sortija aparece dentro de una naranja atada con la cinta roja. NUMERO 20.

Huevo método tle íiacer café* Presenta al público una caja maqueada bastante grande, llena de cañamones, y un bote de lata pintado esteriormente, alto poco mas de medio pie: le enseña al público para que vea que está vacío, y dice que le va á llenar de cañamones; le mete efectivamente en la caja maqueada; pero en vez de llenarle de cañamones, le pone, sin que lo vea el público, una tapa que viene perfectamente al bote, y que tenia escondida entre los cañamones, la tapa está hueca como un dedo, y Macallister llena todo ese vacio con cañamones de modo que parece estar lle-

na y no lo está. Hecho esto lo cubre con una tapa también de lata, y le vuelve á destapar, llevándose con la tapa en este movimiento, la especie de cazolilla que contiene los cañamones, y quedando por


— 31 — consiguiente vacio el bote: en seguida coje otra tapa igual en su esterior á la primera, la cual tiene un seno en la parte superior lleno de café caliente: este seno tiene un agujero en la parte superior y otro en la inferior, de manera que aunque el seno esté lleno de líquido no puede salir, porque el agujero superior se halla tapado con ün pedazo de cera: coloca Macallistcr esta tapadera sobre el bote, y quita la cera de modo que todo el café baja al bote. Descubre

el bote, y por consiguiente en vez de cañamones contiene café líquido y caliente. Entre él y su muger echan azúcar en algunas tazas, y el célebre profesor se prepara á la siguiente suerte. NUMERO 21.

Receta para hacer leche. Claro está que habiendo café falta leche, si es que como Mr. Macallister se quiere hacer café con leche.


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Para esta suerte presenta otra caja maqueada como la anterior llena de avichuelas, hace la misma operación con otro bote como el anterior, lo tapa de la misma manera, y convierte las avichuelas en leche. Solo que esta suerte se la hemos visto hacer de dos maueras, es decir; que una vez le sirvió el mismo procedimiento para el café y la leche, y otra varió esta última, pues el bote contenia de antemano la leche ; fingió llenarlo de avichuelas por medio de la tapita ya iudicada, robando esta tapita al cubrirla con el cubilete ó tapadera grande. Este modo de operar le favorece mucho, pues al ir á tapar el bole con la tapadera grande, hace como se le ocurre enseñarla á los espectadores; y como realmente uo tiene ninguna trampa, esta ocurrencia dá mayor realce ala suerte. Hecho esto, sirven el café con leche, y se pasa media hora repartiendo tazas. NUMERO 22.

D e un simple lápiz s a c a 4LOO banderas que repartirá á los concurrentes. Antes de hacer esta suerte se retira el señor Macallister teniendo á su disposición todo el tiempo que su esposa tarde en recoger las tazas, y empleándole en llenarse la manga de pnntos que viste su brazo izquierdo con sendos manojos de banderitas. Estas banderitas son de tela de varios colores, y pegadas todas en unas astitas de esparto teñido ó de otra cualquier materia delgada y ligera: el modo de hacer estos manojos es arrollar una bandera á un lado, y la otra que vá encima en distinta dirección , cuidando de ponerlas muy apretadas para que no abulten; de modo que asi dispuestas puede


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hacerse un manojo con muchas banderitas, y que apenas ocupe espacio, Cuando sale el distinguido profesor á hacer esta suerte se presenta al público trayendo un pañuelo de seda agarrado por una punta con cada mano, de modo que tape á la vista del espectador el inmenso bulto que ofrece el brazo izquierdo por estar lleno de banderas. Enseña el pañuelo por ambos lados, y pidiendo un lápiz á uno de los concurrentes, pone los dos brazos en alto tapándolos con el pañuelo, y de dentro saca primero una bandera mucho mas grande, la arroja, y en seguida vá sacando todos los manojos de las pequeñas. NUMERO 23.

El arlequín ingles. Este juego tiene el mismo mérito que el del pavo real y el Mercurio galante, es decir; que su mérito es puramente mecánico, y como tal de ninguna manera puede llamarse juego de manos ni de destreza. Consiste en un cajón cuadrilongo que puesto

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— 34 — sobre la mesa mecánica del medio, se abre por impulso de una persona oculta, y aparece deutro un arlequín que ejecuta varios ejercicios, y está asido por las manos á una barra hueca que le comunica el movimiento. Este monigote, que repetimos, está perfectamente hecho, fuma metiéndole Macallister una pipa en la boca, y echando humo por dentro la persona que lo maneja, que siempre lo es M.a Macallister. Y finalmente, manda el profesor á su arlequín que se quite la careta y lo ejecuta levantándose esta hacia el sombrero, lo cual no deja de chocar, pero es preciso hacerse cargo que el pobre no puede soltar las manos. NUMERO 24.

JLos anillos del Endostan. Esta suerte, una de las mas brillantes y modernas del famoso Philippe de París, la vimos ejecutar en Madrid por la primera vez á Mr. Pierre, el que presentó al público un bonito teatro pintoresco. Entre todas las suertes que ejecutaba aquel estranjero, la de los aros era la única que gustaba al público, pues que casi todas las noches la pedia , y esta es la ocasión de confesar en honor de la verdad, que á ningún prestidigitador se la hemos visto ejecutar con mas aplomo y destreza que á Mr. Pierre. Sus otras suertes eran de poca monta , pero la de los aros era su capo dl oppera. Mr. Macallister, á pesar de sus talentos y de su reputación europea, hace esta suerte con mucha precipitación, echándolo todo abarato, como vulgarmente suele decirse: y esta misma precipitación hace que el espectador no la aprecie y aun se fastidie de aquel eterno ruido de aros enlazados sin hilacion ni método. Para hacer esta suerte el eminente profesor comienza por sacar media docena de


— 35 — aros de latón, délos cuales cinco están completamente soldados, y el sesto está abierto en esta forma; es

decir, que en uno de los cabos de la abertura hay un huequecito, y en el otro un pitón; de modo que por la fuerza elástica se mantiene cerrado, pero se abre con facilidad cuando se quiere para dar paso á otro. Mr. Macallister dá á reconocer los seis aros; pero tiene buen cuidado de entregar el abierto á un compadre suyo que tiene en la orquesta, y le elige en la orquesta para que no pase á manos del público; y al subir la escalerilla, cuando ha recogido los que andan por las lunetas, su compadre le dá el del busilis : con este y otros dos empieza la suerte haciendo que pasen unos dentro de otros, y luego coge sobre la mesa un gran manojo de aros que tiene soldados unos con otros, y alli es donde se está un buen rato no haciendo mas que agarrarlos por distintas partes, y bastante apartado del público. NUMERO 25.

Los pichones viajeros. Saca el jugador lo que en término facultativo se llama una milanesa que ya esplicamos anteriormente, y cubriéndola con una grande tapadera, roba


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fácilmente el cubilete interior y los dos pichones vivos que mete Macallister. Después saca un cajón

grandecito de caoba que al jiempo de cerrarse levanta una tapa que cubre otros dos pichones iguales, ocultos en su fondo. Hecha esta esplicacion no es difícil comprender cómo nuestro ingeniero mecánico mete los pichones en el bote y hace que aparezcan en la caja. NUMERO 26.

El chapeo de l a t a t a r a b u e l a de IMister Macallister. Esta suerte, parecida á la del sombrero sin fondo, es de bastante brillo y consiste toda ella en tener un sombrero hecho á propósito, muy flexible, y con fondo doble, y colocar en el hueco de ambos multitud de ramilletes de cuatro hojas, carracas, estampas , pitos, etc. El sombrero puede volverse lo de dentro á fuera, sin que nada revele su contenido; teniendo cuidado al sacar las flores, de introducir los dedos por la abertura practicada al propósito. Ademas Mr. Macallister, tan aficionado á tener compadres en todas partes, no se contenta con los objetos


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que buenamente puedan caber en el sombrero, sino que tiene algunos diestros ocupados en las lunetas, que al bajarse al suelo le llenan de nuevo el chapeo, y siga la broma. NUMERO 17. Operación de cortar la nariz á uno de los coneiwrentes, de manera que no quede duda alguna: inmediatamente será curado. Esta suerte, tan antigua como desusada por su vulgaridad, no tuvo Mr. Macallister inconveniente de ejecutarla ante el respetable público de Madrid. Para ello se vale el célebre y nunca bien ponderado profesor de un manólo, compadre suyo, pues de otra manera no se comprende que un manólo aguarde impávido la soba de un estrangis ante todo un público. El jugador enseña un cuchillo verdadero, y cuando tiene á su víctima sentada en una silla, le coloca un peinador para que se vea bien la sangre que ha de salir: á esto cambia el cuchillo por otro; en cuya muesca mete las narices del paciente, y al mismo tiempo oprime una esponja que tiene en la mano izquierda empapada en color encarnado, y finje que le corta las narices. NUMERO 28.

I.a naranja encantada. Pide el profesor un pañuelo blanco y dos monedas, las que ata á las puntas de aquel, haciéndolo después todo un buruñoque pueda coger en una naranja, lo pone sobre la mesa, y M.a Macallister se lo cambia por otro pañnelo parecido, llevándose el verdadero para meterlo dentro de una de las naranjas de*un tiesto de naranjo que después presenta. Para dar lugar á que la diestra profesora tenga allá dentro


— 38 — el tiempo suficiente para introducir el pañuelo en la naranja vacia, su digno esposo pide mas pañuelos de seda, los ata todos juntos con la punta de uno de ellos, llama al chiquillo, le dice que abra la boca, mete todos los pañuelos en una pistola de trompa, le dice al chico que al salir el tiro le vá á introducir en la boca todos los pañuelos, pero nada de esto ejecuta sino que lo hace para ganar tiempo í en seguida deja la pistola de trompa sobre la mesa, y el individuo que está debajo le saca los pañuelos de un golpe porque están atados, y le mete unos pedazos de pañuelos que en la superficie aparentan ser los verdaderos. Mientras el oculto ayudante hace esta operación, Macallister coge el pañuelo blanco que le dejó su muger con otras monedas metidas, le hace al chico que le tenga, le moja todo con agua, y á esto su muger presenta el naranjo; aqui Macallister coje la pistola de trompa, hace como que ataca con los pañuelos, y lo que hace en realidad es colocar aquellas puntas qne figuran ser los pañuelos en un escondite lateral que tiene la trompa, y donde el tiro no puede dañarlas al salir, introduce en el mismo escondite el pañuelo blanco mojado, suelta el tiro y aparecen varias naranjas. Coje dos de entre ellas, una se la regala al chico y la otra contiene el pañuelo blanco y las monedas. NUMERO 29.

¿«os pañuelos en el pilón de azúear. Como en la suerte anterior pide varios pañuelos de color y uno blanco, y durante toda ella solo dovuelve este ultimó, resulta que falta entregar los de color El jugador presenta dos pilones de azúcar hechos á propósito, es decir; enteramente huecos pero for-


— 39 rados de papel azul en su esterior como si fueran macizos, pregunta: ¿en cuál de los dos pilones quiere el público que aparezcan los pañuelos?y donde quiera que se escoja allí estarán, porque todo consiste en poner el pilón elegido sobre la trampa de la mesa para que el ayudante movible los introduzca. En seguida rompe Macallister con un martillo y un desenfado estraordinario el pilón, y en su interior aparecen los pañuelos atados como él los habia puesto en la pistola de trompa. NUMERO 30.

L.os dos relojes volantes. Pide el jugador un pañuelo y dos relojes, mete estos dentro de aquel, y haciéndole nn buruño lo introduce todo en el trabuco de trompa, dejándole sobre la mesa de la derecha: en seguida llama al chico, le dice que abra bien la boca porque le vá á tntroducir con el tiro el pañuelo y Jes relojes: á esto ya ha habido tiempo suficiente para que su oculto ayudante (que está debajo del tapete) le quite el pañuelo y los relojes, y le ponga un pedazo de tela parecido á aquellos. Coje nuestro ingeniero el trabuco, y fingiendo que dispara al chico, y este por su parte que tiene miedo, dá lugar para que Doña Luisa Macallister le traiga y ponga sobre la mesa de en medio una enorme cabeza de cartón parecida á la que vemos todos los dias á la puerta de los tiroleses. Viendo que el chico no quiere que le descerraje el tiro, dispara su arma contra la cabeza, no sin haber colocado el pedazo de tela eu el seno del trabuco donde la pólvora no puede despedirlo. Sale el tiro, y en cada ojo de la cabeza aparece un reloj, y en la boca un pañuelo, lo cual ejecuta otro ayudante que


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á la esplosion no tiene mas que soltar un hilo qu« sostiene los tres objetos. NUMERO 31.

El plumero de l l u s t a f á . Saca el jugador un pañuelo grande de señora, ó bien lo pide si entre él público hay alguna que quie-1 ra prestarlo, pues cualquier pañuelo sirve: pide también un duro, y haciendo que lo pone debajo del pañuelo, se queda con él, y en su lugar pone otro duro que tiene prevenido, al cual se halla atado con una cuerdecita un plumero verde de chacó de infantería, oculto todo en la manga izquierda del jugador, esta operación y escamoteo del duro es fácil de ejecutar porque el chai grande lo tapa todo. En seguida coje por fuera sujetándolo con el pañuelo el duro fingido, y dentro queda colgando el plumero: hace subir al tablado á uno de sus ayudantes, y le dice que tenga el duro cubierto con el pañuelo: después saca un tubo de lata capaz de contener el plumero: este tubo ó cañuto está hecho de manera que su tapa contiene un seno que después de tapado el cañuto, puede destaparse y figurar que está dentro el plumero, aunque no lo esté, porque en el seno de la tapa hay Una tablita redonda con unas plumas verdes pegadas. Enseña pues el tubo , hace ver que está vacio, y mete dentro un plumero igual al que tiene el ayudante debajo del pañuelo grande: mete á la vista de los espectadores el plumero y lo tapa dejándolo en seguida sobre la mesa lateral. Es de advertir que el cañuto está abierto por debajo de modo que dejándolo sobre la mesa, no falta una alma tun caritativa que quita el plumero del cañuto sin que lo vea el público, quedando por consiguieute vacío. Para


— 41 — dar lugar á que le quiten el plumero, se dirige nuestro célebre profesor al ayudante, y diciéndole cuatro tonterías, anuncia al público que el plumero del tubo va á desaparecer y se va á hallar debajo del pañuelo en Yez del duro. Luego se dirige á la mesa donde está el cañuto, y levantando la tapa fingida, dice: \oh el plumero esídaqui, ahora pasar dientro de la pañuela de esa caballera! Y levantando el pañuelo saca el plumero, teniendo cuidado de que no tea el público el duro que tiene arado. Destapa el cañuto y está vacío. En seguida pide el duro al ayudante, y como este contesta que no le tiene; hace que se lo saca de las narices, para lo cual no hay que ser un Pinetti, ni un Boston, pues el verdadero duro le tenia él guardado desde un principio. Esta suerte, como otras muchas de las que ha ejecutado Macallister en Madrid, tendría mas variedad y mérito si el duro apareciera donde estaba el plumero, y este donde estaba aquel, por lo menos asi lo hacen algunos aficionados de Madrid, los cuales á mas de tener que hacer los juegos sin recursos del tablado , no tienen obligación de saberlos ejecu-


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tar mejor que el que se dedica á este género de ocupación para ganarse la subsistencia. NUMERO 32.

E l robo descubierto. El célebre prestidigitador manda subir á la tabla á dos de los muchachos que siempre tiene apalabrados, y preguntando al público con cual de ellos quiere que haga la suerte, escoje el que le dice otro compadre que tiene en la platea; hace que el otro se marche, y al que queda le hace sentar de frente al público en una silla que tiene ya dispuesta, le da una baraja y le dice que escoja una carta y se la guarde en el bolsillo, en la inteligencia que Macallister se va á meter adentro , y cuando vuelva ha de adivinar el robo, vase efectivamente, y mientras tanto el muchacho coje media baraja y se la mete en el bolsillo en vez de una carta como se le dijo , (esto lo hace de acuerdo con Macallister) al volver el profesor le dice: ¡ pero hombre si te has guardado media baraja! no señor, responde el ensenado chico , no me he guardado mas que una sola carta. Eres un embustero, contesta el maestro , y para probártelo, ahora verá el público si tengo ó no razón, y diciendo y haciendo le saca del bolsillo muchas cartas mas de las que se metió, y ademas unas cuantas palomas vivas. Las cartas que le saca demás, las lleva el chico ya en el bolsillo y otras que lleva Macallister y los pichones están escondidos con mas cartas detras del respaldo de la silla, por cousiguiente el primer prestidigitador de Europa no tiene mucho que trabajar en este juego.


— 43 — NUMERO. 33.

!La tienda chinesca. Este es un juguete que representa una casita de cartón de la que salen un chino y una china sirviendo los dulces que piden los concurrentes elegidos

entre una lista que 'presenta el célebre ingeniero. Colocado sobre la mesa mecánica del medio, no es difícil concebir que una persona oculta pueda tocar el resorte de los anises, almendras, grajea, etc., según lo pida el público, y aun oirse el ruido que produce al caer en el vaso que el mono tiene en la mano. Esta suerte, que tampoco podemos llamar juego de manos, estriba toda en su mecánica, y es mas digna de figurar en la tienda de don Carlos Scropp, donde sin disputa hay juguetes de mayor mérito que no en el magnífico pabinete ó palacio encantado de Macallister.


— 44 — NUMERO 34.

Escamota ge sorprendente* Por la primera vez Mr. Macallister sacará de una naranja natural una señora de cinco pies y tres pulgadas de estatura. Esta suerte anunciada con tanto estrépito por el célebre profesor, produjo todo el efecto que su autor se esperaba en cuánto á la parte pecuniaria, pues el teatro estuvo lleno; pero por otro lado no produjo el menor efecto en el público , pues ademas de ser de suyo muy insulsa, todo el público se apercibió de la superchería. Consiste en presentar una mesa á propósito con un cajón disparatado y dé balancín, es decir, con un fuerte muelle que le impele hacia arriba, dentro del cual debió estar dona Luisa Macallister, y á fé á fé que no muy cómoda; coje el ingeniero una naranja, la coloca sobre aquella mesa, y bajando desde las bambalinas un grande cubilete, tapa la naranja, y de alli á poco quita el cubilete y aparece en vez de la naranja madama Macallister en un estado indecible de ajamiento : sus vestidos, su peinado y aun los fuertes colores que aparecen en su rostro, todo revela la-difícil y angustiosa posición que aquella buena señora había tenido dentro del cajón. Este se subió solo á medida que doña Luisa salió de dentro de él. Lo cierto es que Mr. Macallister solo ha presentado una vez esta suerte al público de Madrid, y probablemente habrá tenido para ello dos razones, la primera que no gustó á los concurrentes, y la segunda que sin duda la amabilidad de doña Luisa no llega hasta el estremo de quererse encerrar todos los dias en un cajón á trueque de cojer nna sofocación por agradar al público.


— 45 — NUMERO 35.

Los girantes en l a nuez. Pide un guante negro á un compadre suyo, presenta encima de la mesa una naranja, un limón, un huevo y una nuez: es de advertir que la naranja que presenta está ya preparada y tiene* dentro otro limón, otro huevo, otra nuez y otro guante igual al del compadre. Dice Macallister que va á pasar el guante dentro de la nuez , y lo escamotea cual si fuera una bola, después dice que ya está el guante dentro y que va á hacer pasar la nuez dentro del huevo, lo escamotea de la misma manera, dejando caer el huevo en el cajón donde antes dejó caer la nuez, y por último hace lo mismo con el huevo y el limón, hasta que cojiendo un cuchillo parte la naranja y se encuentran dentro todos los objetos. NUMERO 36.

Una aventura de Cinülermo Tell. Presenta el profesor Macallister una bandejita con varias balas verdaderas, hace que escojan una, y un compadre suyo la señala con un cuchillo, la coje, se la lleva al tablado, y la cambia por otra, hecha con pólvora y goma, carga la pistola, finge que mete un taco y mete después la bala de pólvora, resultando de esto que no puede matar á nadie. Doña Luisa le trae dos manzanas , manda escoger una (las dos están preparadas, es decir , las dos tienen un agujero hasta el medio) y se la da á su mujer para que la tenga á la altura de la cabeza. A esto Macallister ha dado á su esposa la verdadera bala, y como esta sabe tanto de escamoteo como su marido , la mete en el agujero que tiene la manzana.


— 46 — Dispara el profesor su pistola, y la bala aparece dentro de la manzana. Lo raro de este juego es que teniendo la bala bastante fuerza para llegar á la manzana, no tenga la suficiente para taladrarla de parte á parte, y eso que dispara casi á boca de jarro. NUMERO 37.

L a cocina diabólica. Saca el jugador una caldera bastante grande, la enseña al público para que vea que está vacía; pero es una caldera doble con comunicación en el asa que está hueca, y esta asa tiene un agujero en su parte inferior: hace subir al tablado á dos muchachos, á uno le viste de cocinero con gorro, mandil, chaqueta , etc., y al otro de cocinera con lo mismo y marmota: manda á su criado que le traiga unos cuantos cubos de agua hasta llenar la caldera en colmo: á esto los muchados están en un lado del teatro ocupados en pelar un par de pichones. Entre Macallister, su criado y su muger, colocan la caldera en una barra hueca que atraviesa el teatro; pero la coloca cerca de un bastidor del teatro, y lo hace de modo que el agujero del asa cae justo encima de otro agujero que hay en la barra hueca, y por medio de un sifón se va chupando y desapareciendo toda el agua de la caldera. Esta operación requiere algún tiempo: por eso Macallister entretiene á los chicos, pelando y fingiendo que hacen salsas: cuando están pelados los pichones , los mete Macallister ó los chicos dentro de la caldera, después viene doña Luisa y trae una tapa que coloca encima de la caldera, esta tapa deja caer un círculo de hierro y se detiene en el fondo de la caldera en un escaloncito que tiene, tapando de esta suerte los pichones muertos, y haciendo


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aparecer en lugar del agua dos pichones vivos. Para dar mas tiempo al sifón , Macalüster se entretiene en encender Un hachón y hace que calienta la caldera por debajo, destapándola de vez en cuando hasta ver que toda el agua desapareció. NUMERO 38.

ÍLos pañuelos volantes. Pide doce pañuelos, sube un chico al tablado y el profesor coloca los pañuelos sobre la mesa; alli hace que los envuelve en un papel, pero la verdad es que los mete por la trampa de donde los coje un ayudante, y en lugar de los pañuelos mete en el papel como un par de libras de dulces. Pasa M.a Luisa con disimulo, coje los pañuelos y se los lleva Macalüster toma el envoltorio de papel que figura tener los pañuelos, y se lo pone al chico encima de la cabeza, carga una pistola y dice al chico que se este quieto, porque de un pistoletazo va á estampar los pañuelos y la cabeza en el bastidor. Dispara, y los pañuelos aparecen todos atados por una punta colgando de las bambalinas. Desata el envoltorio y reparte los dnlces. NUMERO 39.

íi» sartén sombrero, o el almneerzo. Pide Macalüster tres sombreros, uno de ellos se lo dá un compadre, coloca el del compadre en la mesa de en medio, y los otros dos uno sobre cada una de las mesas laterales. Coje uno de estos últimos y mete dentro un chisme de hoja de lata ; cuando lo ha metido, sin que lo vea el público saca dos ó tres huevos, los rompe y los echa al parecer den-


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tro del sombrero, pero realmente caen dentro del bocal; luego echa aceite y un poco de pávilo de una luz: finalmente, hace que lo bate con una varita, y pasa la copa del sombrero por cerca de una luz para que se fria la tortilla, hasta qup metiendo un chime que ajusta sobre el otro que tiene los huevos crudos hace como que yá á volver la tortilla, y sacándolo todo junto, enseña una tortilla que estaba debajo del bocal que metió en el sombrero: esta tortilla empero ha de estar hecha con muy poco aceite, y después muy seca entre un paño para que la chupe toda la grasa y no manche la copa del sombrero. Esta es otra de las suertes que se hacen en Chamberí al aire libre: es una de las que contribuyen mas á la reputación del joven Teodoro. Los soldados, las mauolas, las criadas y niñeras, todos aplauden en coro á la sartén sombrero ó la merienda. NUMERO 40.

El sombrero de Madrid en 1354. Concluida la anterior suerte devuelve el sombrero á su dueño y coje el del compadre, que como ya hemos dicho está en la mesa de en medio. Dice á su lacayote que lo devuelva á su dueño; pero enterado de antemano el fámulo de lo que ha de hacer, al bajar del tablado se escurre en la tabla que pasa por la orquesta, y cayéndose aplasta con su enorme peso el sombrero del caballero compadre. Finge que se incomoda el célebre Macallister por la torpeza de su criado, pero asegura al dueño del sombrero que él lo compondrá, y aun se lo volverá á la usanza del año 1354. Para esto llama á un chico, le dice que tenga el sombrero , y cogiendo un cuchillo le corta el ala: vá á devolvérselo al dueño, pero no le parece


— 49 — regular en aquel estado, coje una botella de espíritu de vino , y le humedece de modo que arrimándole una luz arde todo él, hasta que por último Doña Luisa le trae una sombrerera de cartón, la cual contiene un sombrero igual al primitivo, pero que el público no lo vé; mete dentro el mal parado sombrero , y dándole unos golpes, vuelve á levantar la

tapa y aparece el sombrero sano y salvo, y aun mas nuevo que el otro, porque realmente este puede ser un sombrero nuevo, y el otro sombrero víctima uno viejo. NUMERO 41.

I ¿as llaves que pasan a todas partes. Pide Macallister cinco ó seis llaves pequeñas, y otras tantas sortijas, las mete todas en un llavero, después dentro de un cofrecito que se abre por un costado; manda cerrar la llave un sugeto cualquiera, y 4


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que se quede con ella; al subir al tablado abre la trampa del cofre, saca las llaves, y después de ha-

berle vuelto á cerrar ale coloca sobre la mesa , y deja las llaves donde M. Macallister las pueda cojer y meter dentro de un naranjo que en seguida presenta al público, trayendo ademas un laurel, en el cual hay también otro sortijero con otras llaves y sortijas. Presenta nuestro ingeniero un trabuco de trompa, y pregunta en cuál de los dos tiestos se quiere que aparezcan las llaves y sortijas al disparar el tiro. Como habiendo mucha concurrencia es muy fácil que unos digan en el naranjo y otros en el laurel, por esta razón el célebre prestidigitador tiene las llaves verdaderas en uno y las falsas en otro. Asi, pues, cuando le dicen «en el naranjo» «en el laurel» entonces el dice á todos voy á contestar: primero hace que pasan al laurel (donde están las falsas) dispara el tiro, y aparecen las llaves en el laurel; abre la cajita el sugeto que tiene la llave, y el cofrecito está vacio. Vuelve al tablado el profesor, y metiendo las llaves falsas en otro trabuco, dispara y aparecen las verdaderas en el naranjo.


— 51 — NUMERO 42.

La botella infernal, que eehavtno y pañuelos a un tiempo. Esta suerte la ejecuta siempre Mister Macallister después de los doce pañuelos volantos ú otra cosa análoga para poder quedarse con tres ó cuatro pañuelos de compadre, y devolver los otros. Sabido esto. Doña Luisa se lleva alia dentro los tres ó cuatro pañuelos de la suerte, y los mete dentro de una botella que no tiene fondo, y que tiene tapado el cuello por su parte inferior, de modo que entre el tapón interior y el propio de la botella, hay un es-

pacio en el que cabe muy bien jiña copa de vino: la botella es muy oscura , los pañuelos los mete doña Luisa por debajo, y en esta disposición presenta la botella en la escena. El eminente profesor coje otros pañuelos iguales, y metiéndolos en un trabuco de los consabidos, dice que al dispararlo van á pasar á la botella: antes de hacerlo coje un vaso y destapando la botella echa vino, y hace que lo beba su ayudante (un chiquillo) para que el público vea que


— 52 — la botella está llena, pero en realidad le dá el vino que estaba en la cabidad indicada. Dispara el trabuco, rompe la botella, y aparecen los pañuelos muy secos, con grande admiración de los que no le comprendieron. NUMERO 43. Las monedas profélicas: suerte que ejecutará doña Luisa Rous de Macallister. Esta suerte tan manoseada ya por el célebre Mantilla (célebre por su torpeza) consiste en tener un -vaso de cristal con un agujero en el fondo: se piden dos duros á los concurrentes, se meten dentro del vaso , y este se pone sobre la mesa, y sobre una de las puntas mecánicas, claro está que meneando la punta una persona oculta, entrará por el agujero del vaso; y dando un impulso á los duros, estos bailarán al compás de lo que toque la orquesta, bien sea la polka bien las habas verdes. A esto se reduce la suerte que ejecuta M.a Macallister, y á fé que pudiera haber desempeñado otros» de mas mérito, pues como ya hemos dicho, sabe escamotear mejor que su marido. NUMERO U. Las piezas del diablo: suerte que ejecuta Mr. Macallister con dos de los concurrentes. Esta suerte , que el español don Antonio Cervi1 ejecuta con sorprendente destreza, consiste en saca ' un pañuelo y pedir otro á un compadre: en el suyo tiene una peseta cosida en una punta, y tiene ademas un pedazo de pañuelo del mismo color que el del compadre. Pide á uno de los concurrentes una peseta y la pone en medio del pañuelo que es suyo, pide á otro un duro y lo pone sobre el otro pañuelo: después se dirige al pañuelo de la peseta y haciendo que la pone dentro y retuerce el pañuelo, la saca


sin que lo vean y en su lugar pone la que tiene cosida en una punta, lo entrega á una señora y encarga que lo tenga apretado: después se dirige al otro pañuelo, y efectúa un escamoteo (el mejor que le hemos 'visto) del modo siguiente : la peseta que quitó del otro pañuelo y el duro lo mete dentro del trapito que tiene oculto , y reiméndolo con el centro del pañuelo lo retuerce y parece que es todo un pañuelo con solo un duro dentro. Hecho esto entrega este pañnelo á otra señora: en seguida dice qne la peseta que tiene la otra señora va á desaparecer y á reu*nirse con el duro que tiene esta, y dirigiéndose á la de la peseta la dice que suelte el pañuelo, y como la peseta que hacia el bulto está cosida á una punta, el jugador sacude el pañuelo y ni cae nada ni nada snena. Después se dirige á la otra y trayendo unas tijeras y una bandejita, hace que caiga el duro y la peseta, pues corta enteramente el pañuelo, es decir, el trapo: hecho esto coje el pañuelo y quitando los recortes de tela que quedaron al cortar el trapito, lo entrega sano y salvo á la persona. Esta suerte es invención de un tal Boston, célebre ingeniero mecánico, es decir, jugador de manos inglés que ahora está en Alemania. NUMERO 45.

El huevo vivo.

Llamaremos asi á una suerte que ejecuta Macalister, pues hace que un huevo ande al rededor del ala de un sombrero, y después que corre por su brazo hasta el sombrero, etc. Esto consiste en vaciar un huevo y meterle una cerda la cual se sujeta por medio de una muletilla que entra dentro del huevo y por la otra estremidad se lo ata el prestidigitador á un botón. Claro está que llevando siempre el sombrero hacia donde termina la cerda, el huevo pare-


— 54 — cera andar; y lo mismo con el brazo. Esta suerte es muy sencillaj, pero hay que tenerla muy practicada,

pues de lo contrario suele acontecer que el huevo se escurra y quede colgando del botón, lo cual equivale á enseñar la punta de la oreja. Hasta aqui todas las suertes que Macallister hatenidoel honor de ejecutar delante del público de Madrid. Si los lectores han podido echar de menos algunas, es porque dicho señor tiene la costumbre de anunciarlas bajo otro nombre, sin duda con el inocente objeto de hacer aparecer mas vasto su repertorio : asi pues sepa el curioso lector que ! las llaves y los anillos encantados es la misma de las llaves que pasan á todas partes. Los dos relojes volantes es la misma que la cabeza de Lucifer. La producción acuática es la misma que las fuentes de Neptuno. El menage egipcio es el gallinero egipcio. La metamorfosis de los viageros es lo mismo que los pichones viageros. La botella encantada tal como la 6otello infernal. Y á este tenor otras muchas que no recordamos eu este momento.


ÍNDICE. Caps. 1. 2. í. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. lí. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23.

Págs.

Preparativos de Mister Macallister. Papá conejo y primo pichón. Papá conejo y primo pichón. Las cartas vivas. Las cartas obedientes. El florero mágico. Las seis coronas para las damas concurrentes. Los dulces fantásticos. El pavo real. Los objetos hechizados. Las pildoras del célebre Morison. El paraguas diabólico, El sombrero sin fondo ó 300 regalos para los espectadores. Las fuentes de Neptuno. El menaje egipcio. El payaso y el arlequín en el baile pantomímico. Los canarios que se convierten en huevos. La impresión improvisada. El naranjo del paraíso. Nuevo método de hacer café. Receta para hacer leche. De un simple lápiz saca 400 banderas que repartirá á los concurrentes. El arlequín inglés.

5 8 9 JO 12 13 14 16 17 18 19 21 22 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33


24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42: 43. 44. 45.

Los anillos del Indostan. Los pichones viajeros. El chapeo de la tatarabuela de Mr. Macallister. Operación de cortar la nariz á uno de los concurrentes de manera que no quede duda alguna: inmediatamente será curado. La naranja encantada. Los pañuelos en el pilón de azúcar. Los dos relojes volantes. El plumero de Mustafá. El robo descubierto. La tienda chinesca. Escamotage sorprendente. Los guantes en la nuez. Una aventura de Guillermo Tell. La cocina diabólica. Los pañuelos volantes. La sartén sombrero ó el almuerzo. Ei sombrero de Madrid en 1354. Las llaves que pasan á todas partes. La botella infernal que echa vino y pañuelos á un tiempo. Las monedas proféticas. Las piezas del diablo. El huevo vivo.

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Biblioteca Regional de Madrid JoaquĂ­n Leguina

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