Voces de la calle, voces de la historia: El pregón callejero de la ciudad de Bogotá

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En la actualidad, los pregoneros aún no han perecido, sin embargo, con la variedad de ruidos de la ciudad, con la amplia oferta de entretenciones en el seno de los hogares, con las difíciles condiciones económicas, la expresión cultural por ellos representada ha sufrido diversas transformaciones que ponen en riesgo la continuidad de sus prácticas. Estos comerciantes se ubican en sitios especiales y hacen uso de diversos recursos que pueden distinguirlos. En cuanto a la espacialidad, es necesario señalar que las relaciones establecidas por éstos con las calles se marcan por la movilidad. Algunos son vendedores estacionarios, otros ambulantes, e incluso existen quienes se hallan a medio camino entre estas categorías. Entre los primeros, es necesario recurrir a diferentes escenarios de la ciudad. Sobre las calles que, por tradición y diferentes dinámicas de urbanización, se han constituido como las principales de la capital –la carrera Séptima y la décima, la calle 19, las del sector de Chapinero, del Restrepo, del Tunal, de Santa Librada en Usme, del Rincón en Suba, entre otras–, se encuentran vendedores que extienden sus productos sobre mantas en el suelo. Cualquier peatón puede ver sus mercancías, pero sus voces se hacen escuchar no sólo para recordar los bienes ofrecidos, sino que también para referir sus precios, sus características, o cualquier otra palabra que sirva para atraer la atención, para hacer efectiva una venta. Dan cuenta de las promociones, hacen comentarios sobre las ventajas de lo que ofrecen, se dirigen directamente al individuo ubicado más cerca de sus puestos, irrumpen en su vida, y le dicen algunas palabras que tratan de romper su inicial resistencia y aprehensión para acercarse: “Siga caballero”, “¿Puedo ver sus aretes, señorita?”. Ellos se sitúan en los lugares de concurrencia, se resisten a las fuerzas de la ley que tratan de desplazarlos de sus sitios, se encuentran en el corazón de las actividades cotidianas. Puede vérseles llegar a mitad de la mañana y marcharse justo cuando los crepúsculos traen de regreso la oscuridad. A mediodía hacen pausas para comer con prontitud, y se encuentran siempre en medio de animosas conversaciones con sus colegas y rivales. Las calles son los lugares en los cuales habitan y pasan sus días; sin importar el sol, huyendo a las intermitentes lluvias, venciendo la vergüenza, 10


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