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ME LLAMO...
Me llamo... Julio Verne
Me llamo... Julio Verne
«¿A quién no le gustaría dar un paseo por la Luna? ¿O viajar en submarino? ¿O hacer un largo viaje en globo? A todos nos gustaría, a vosotros y a mí mismo. Sin embargo, hay una diferencia importante: vosotros ya lo podéis hacer. Yo, en cambio, lo tuve que imaginar. Me llamo Julio Verne, fui escritor, y para muchos, el inventor de la ciencia ficción.»
www.parramon.com
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Otros títulos Marco Polo Leonardo da Vinci Albert Einstein Saint-Exupéry Gandhi Alejandro Magno Vincent van Gogh Mozart Cleopatra Picasso Miguel de Cervantes Shakespeare Marie Curie Teresa de Calcuta Charles Chaplin
ISBN 978-84-342-2681-4
A partir de 9 años
Julio Verne Con mi imaginación llegué a la Luna
Jordi Cabré Víctor Escandell
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Proyecto y realización Parramón Ediciones, S.A. Dirección editorial Lluís Borràs Ayudante de edición Cristina Vilella Texto Jordi Cabré Ilustraciones Víctor Escandell Diseño gráfico y maquetación Zink Comunicació S.L. Dirección de producción Rafael Marfil Producción Manel Sánchez Cuarta edición: mayo 2007 Julio Verne ISBN: 978-84-342-2681-4 Depósito Legal: B-22.935-2007 Impreso en España © Parramón Ediciones, S.A. – 2004 Ronda de Sant Pere, 5, 4ª planta 08010 Barcelona (España) Empresa del Grupo Editorial Norma de América Latina www.parramon.com Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier recurso o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático, o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.
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Hola... ¿A quién no le gustaría dar un paseo por la Luna? ¿O viajar en submarino? ¿O hacer un largo viaje en globo? A todos nos gustaría, a vosotros y a mí mismo. Sin embargo, hay una diferencia importante: vosotros ya lo podéis hacer. Yo, en cambio, lo tuve que imaginar. Me llamo Julio Verne, fui escritor, y para muchos, el inventor de la ciencia ficción. Porque fui el primer escritor famoso que no se dedicó sólo a escribir historias, sino que se esforzó en imaginar las posibilidades de la ciencia y las aventuras que podían surgir de los inventos. Por ejemplo, fui el primer escritor que imaginó un submarino. En mi época, nadie podía imaginar una embarcación que sirviera para navegar bajo el agua. Tampoco existían los cohetes espaciales, ni los helicópteros. Nunca pudimos subir a ninguno de ellos, ni siquiera verlos, ni saber su forma. Pero, por suerte, yo tenía mucha imaginación. Gracias a esta facilidad pude hacer disfrutar a la gente con muchísimos viajes increíbles. Les hice imaginar el fondo del mar, el centro de la Tierra, los países más exóticos del mundo, la superficie de la Luna… Por eso fui un escritor tan famoso: porque soñé grandes aventuras y porque hice soñar a todos los que me leyeron.
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18 / Me llamo... Visité a no menos de quince editores, que no quisieron publicar mi novela. Hasta que al final conocí al editor Jules Hetzel, mi futuro amigo. Me aconsejó algunos cambios, no obstante: de hecho, la novela antes se titulaba Un viaje en los aires. Y me contrató para que escribiera ¡tres novelas cada año, durante veinte años! Eso suponía un enorme trabajo, pero escribir era mi pasión. Y otro factor me ayudó: el éxito de Cinco semanas en globo fue espectacular. Todo el mundo compraba y leía la novela. Era exactamente el tipo de libro que hacía falta en ese momento. A partir de ese instante fui haciéndome famoso, a mis treinta y cinco años. Mis Viajes extraordinarios (así se titulaban en las revistas mensuales) eran muy populares. ¡Llegué a escribir cuarenta y seis entregas! Según Hetzel, el propósito de la serie era resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos elaborados por la ciencia moderna y rehacer, bajo la atractiva forma que le es propia, la historia del Universo. Con tanto éxito pude comprarme un barco, el editor me pagó el doble por cada libro, viví en un buen barrio y hasta pude viajar, con mi hermano Paul, a los Estados Unidos. ¡Por fin las cosas funcionaban!
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Viaje al centro de la Tierra El profesor Otto Lidenbrock, un excéntrico científico, acaba de encontrar un libro muy antiguo de un conocido sabio. De pronto, hojeando sus antiguas páginas, un papel cae al suelo. Al leer el manuscrito, descubre unos extraños jeroglíficos, muy antiguos, que llega a descifrar con la ayuda de su sobrino Axel. Cuál es su sorpresa cuando descubren… ¡que son las instrucciones para iniciar un viaje al centro mismo de la Tierra! Ésa fue mi segunda novela. ¿Quién se resistiría a realizar un viaje semejante? Por supuesto el profesor Otto Lidenbrock no lo piensa dos veces, aunque a su sobrino no le parezca tan buena idea. Sin embargo, el profesor, su sobrino y el valiente guía Hans emprenden por fin un fantástico viaje, que los llevará a descubrir grandes maravillas en el interior de nuestro planeta…
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34 / Me llamo... Esa misma noche, Phileas Fogg le dice que se prepare, que van a iniciar un viaje único: ¡la vuelta al mundo en sólo ochenta días! Una verdadera locura, surgida de una apuesta en un club de millonarios del que el señor Fogg es miembro. La apuesta consiste en conseguir dar la vuelta al mundo en ese número de días, y hasta les indica cuándo y dónde se encontrará en el momento de su llegada. ¡Eso sí es una apuesta arriesgada! Os invito, muy encarecidamente, a leer esta novela. Con ella viajaréis por todo el mundo, de continente en continente, viviendo intensamente los países que los personajes irán conociendo, lugares sorprendentes, situaciones al límite, la fascinación (o, incluso, el terror) ante lo desconocido… Claro, a vosotros no os impresiona el hecho de tardar ochenta días en dar la vuelta al mundo, porque tenéis aviones supersónicos, pero en mi época eso era impensable. Además, es más divertido así, ¿verdad? Nunca suceden demasiadas aventuras a bordo de un avión. Y también sé que, en vuestra época, con los ordenadores podéis viajar muy lejos en sólo unos segundos. ¡Ay, si yo hubiera podido! Nunca hubiera escrito tantas aventuras… ¿O quizá sí?
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50 / Me llamo... Así pues, con esta novela intenté retratar con exactitud a un país que no era mi tierra natal y del que me informé sobre todo gracias a mis lecturas. Para un escritor la imaginación es importante, pero también lo es la documentación, la investigación y la curiosidad sobre el mundo real que nos rodea. «Por la patria y por el zar»: esa frase podría resumir todo el argumento de la obra.
Enfermo Tanto trabajo terminó por afectar mi salud. Tenía dolores en el estómago y a veces me desmayaba, o sufría parálisis en la cara. Y al final se le sumó una diabetes, que me fue quitando la vista y el oído. Recuerdo lo que escribí un día a mi hermana: «Cada vez veo peor, querida hermana. He perdido también un oído: gracias a esto sólo corro el peligro de oír la mitad de las tonterías y de las mezquindades que corren por el mundo. Es un gran consuelo». Como veis, a pesar de todo, nunca perdí el sentido del humor. También me interesé por la política. Fui elegido concejal de Amiens por la lista radical, ocupándome de asuntos culturales, como teatros, escuelas y urbanismo. Inauguré el Circo Municipal. Pero nunca paré de escribir, y eso a pesar de que la gente que tenía a mi alrededor iba desapareciendo: murieron mi editor Hetzel, mi madre y mi hermano. Por supuesto, eso cambió un poco el tono de mis novelas. En esta época me incliné a imaginar que los avances científicos no llevaban al progreso de la Humanidad, sino que conducían siempre a la dominación de los seres humanos.
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«¿A quién no le gustaría dar un paseo por la Luna? ¿O viajar en submarino? ¿O hacer un largo viaje en globo? A todos nos gustaría, a vosotros y a mí mismo. Sin embargo, hay una diferencia importante: vosotros ya lo podéis hacer. Yo, en cambio, lo tuve que imaginar. Me llamo Julio Verne, fui escritor, y para muchos, el inventor de la ciencia ficción.»
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Otros títulos Marco Polo Leonardo da Vinci Albert Einstein Saint-Exupéry Gandhi Alejandro Magno Vincent van Gogh Mozart Cleopatra Picasso Miguel de Cervantes Shakespeare Marie Curie Teresa de Calcuta Charles Chaplin
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