Los recuerdos del porvenir

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ticias de ella: uno la habia visto pasea.ndose por Mexico Iba del brazo de Hurtado, riendose como en aquellas no ches en que Francisco Rosas la llevaba a caballo hasta La Canas. Otro contaba en voz baja haber visto el brillo de s traje en la feria de Tenango y como cuando el se acerco saludarla se Ie hizo perdediza. -iDe seguro de miedo a que yo Ie dijera al general s paradero! Otros mas crelan en su muerte y olan por la noches la risa de Julia rodando por las calles como u fantasma. -Anoche olmos su risa subiendo y bajando la calle de Correo hasta que se metio por la rendija del porton de los Melendez, peno por el jardin y luego se encerro en e pabellon. AlII se paso la noche con el riendose de Rosas y de verlo tan desgraciado por ella. Y mirabamos al general pensando que Hurtado tenIa mas poder que d. Francisco Rosas sentia que 10 miraba mos y se alejaba como los tigres antes de saltar. -iPobre hombre! Ana Moncada dejo caer el bordado para espiar detras de los visillos el paso de Francisco Rosas. Iba ahora con la camisola militar abierta y los ojos cerrados sobre SI mismo. -iMIralo, Isabel, ahl va! &1 solo se castigo! La joven se acerco al balcon y por encima del hombro de su madre vio la figura alta del general, inmovil en su desdicha, andando calles para ir a la cantina a emborracharse. -iPobrecito! Isabel volvio a ocupar su silla y clavo ferozmente la vista en el rostro impasible de su madre: "Ya se 10 que pien足 sas, que es justo que exple su pecado"... Desde la noche en que desaparecieron Julia y Felipe Hurtado, Isabel da足 ba vueltas por el corredor y las habitaciones de su casa pisando sombras resbaladizas que la obligaban a dejarse caer de silla en silla. No queria visitar a sus tIos: temia en足 contrarse con la invisible presencia del forastero flotando en el jardin. Tampoco queria ver el pabellon en donde 152


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