Los tres estudiantes

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-En la primera planta está Gilchrist –le informó Soames-, un muchacho muy alto, estudioso y atleta; se especializa en salto en largo. Su padre tenía dinero, pero lo perdió en las carreras. Mi alumno quedó en la pobreza, pero es muy trabajador. Arriba vive Daulat Ras, un hindú callado, serio y estudioso, aunque el griego es su punto débil. En el último piso está Miles MacLaren, brillante cuando le da por trabajar, pero inconstante y bastante haragán. Holmes visitó a los tres estudiantes en sus habitaciones y, con excusas, les pidió un lápiz prestado. Pero, ninguno se parecía al que estaba buscando, por eso descartó esa primera pista. También interrogó a Bannister, el asistente, que manifestó su preocupación y remordimiento por haberse dejado las llaves olvidadas en la puerta. A la mañana siguiente, cuando estaba desayunando, mi amigo Holmes me sorprendió con la frase que suele decir cuando resuelve un enigma: “Elemental, Watson: he solucionado el misterio”. Interrumpimos el desayuno y nos trasladamos al colegio; el profesor se encontraba muy nervioso. Ya estaban por comenzar las evaluaciones y él no tenía su problema resuelto. El detective Holmes hizo llamar a Bannister y a Gilchrist y comenzó a reconstruir la cronología de los hechos tal como habían sucedido: -Cuando llegamos, examiné la ventana para calcular cuán alto tenía que ser el hombre para que pudiese ver desde fuera los papeles que había sobre la mesa. Debía ser por lo menos tan alto como Gilchrist. Él se había pasado la tarde practicando en las pistas de atletismo. Al pasar por delante de la ventana, vio las evaluaciones. Luego, advirtió la llave olvidada en la puerta y, descuidadamente, dejó sus zapatillas en la mesa del profesor. Mientras el alumno todavía estaba dentro, el profesor Soamers regresó, se precipitó dentro de la habitación y recogió las zapatillas. Sobre la mesa había quedado un pegote de tierra que cayó al suelo; otro pegote se desprendió y cayó detrás de las cortinas, donde se había escondido Gilchrist para no ser advertido por Soames. Esta mañana me acerqué a las pistas de atletismo y comprobé que tienen una arcilla negra idéntica a la hallada sobre el escritorio de Soames; además, hay allí un aserrín fino que se les pone encima para evitar que los atletas resbalen. ¿Es verdad, señor Gilchrist? -Sí, señor, es verdad –dijo Gilchrist-. Pero estoy arrepentido, y no me presentaré a la evaluación. Viajo hoy mismo a Rhodesia: Bannister me ha puesto en el buen camino. Bannister había sido empleado de la familia de Gilchrist en los buenos tiempos y quería mucho al muchacho. Cuando descubrió su engaño, lo convenció de no presentarse a la prueba e intentó protegerlo para evitarle complicaciones. -Bien, Soames –dijo Holmes-, creo que hemos resuelto su pequeño problema, y en mi casa nos aguarda el desayuno. Volvamos, amigo Watson. En cuanto a usted, caballero Gilchrist, confío en que le aguarde un brillante porvenir en Rhodesia. Por una vez ha caído usted muy bajo. Veremos lo alto que puede llegar en el futuro. Arthur Conan Doyle (Adaptación de María Eugenia Pons.—Extraído del Manual 6 Puertos de Palos)


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