Pacific Union Recorder en español—Otoño|Fall 2021

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PACIFIC UNION

OTOÑO 2021

EN ESPAÑOL

Una obra maestra

La promesa del Espíritu Serie sobre la justicia social Sesión constituyente


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Declaración de justicia social Todos y cada uno de los seres humanos son sagrados. Creados a la imagen de Dios, todos Una obra los seres humanos han maestra sido dotados de dignidad, valor e innumerables oportunidades. Idealmente, las sociedades deberían de ejemplificar La promesa del Espíritu igualdad, equidad, respeto Serie sobre la justicia social Sesión constituyente y libertad hacia todas las personas. La maldición del pecado distorsiona y corrompe tanto al individuo como a la sociedad. Dominar o marginar a los demás tiene su origen en el egoísmo y la avaricia, aun cuando no se le reconoce como tal y termina produciendo racismo, discriminación e injusticia. Ese patrón destructivo de conducta es quebrantado por la obra redentora de Dios tal como lo enseña la Biblia y, en última instancia, se revela en Jesucristo. La Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sido llamada a proclamar el mensaje transformador y reconciliador del Evangelio y a oponerse a toda práctica y política que perpetúe los prejuicios y la desigualdad. En el cumplimiento de su misión, el cuerpo de Cristo debe desafiar el racismo, la discriminación y la injusticia por parte de las personas y la sociedad, al tiempo que obra deliberadamente para proveer oportunidades equitativas para que todas las personas puedan experimentar la redención y la restauración de Dios. PACIFIC UNION

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El Espíritu prometido para nuestro tiempo La obra maestra La obra de arte de Sarah Nuestra imagen Reflejo El plan maestro El nuevo chico La caída Un canto de amor Peligroso para la salud El nuevo tipo Si estás dispuesto Regalos envueltos en amor Transformación El nuevo corazón de papá Misión cumplida Sin salida Administración históricamente diversa elegida para dirigir a la Pacific Union Conference Descarga el Recorder en español en tu teléfono celular. Para iPad/iPhone: abre tu lector QR y escanea el código. Para Android: activa la extensión de escaneo QR en tu navegador de Internet, selecciona después «escanear código QR».

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E N E S PA Ñ O L

El Pacific Union Recorder en español es una publicación trimestral que llega a alrededor de 20,000 hogares adventistas en Arizona, California, Hawaii, Nevada y Utah. Nuestra misión es informar, educar e inspirar a nuestros lectores a la acción en todas las áreas del ministerio. Director Ray Tetz Editor Alberto Valenzuela Edición de copia Virginia Félix • Beatriz Hinojosa Diseño/diagramación Stephanie Leal • Alberto Valenzuela Casa publicadora Pacific Press Publishing Association www.pacificpress.com

Adventist Health 916-742-0429 Brendan Collins collinbm@ah.org

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El Espí prometido p nuestro tiem

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Por Bradford C. Newton

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íritu para mpo

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ue Jesús mismo quien trazó nuestro derrotero. «Rogaré al Padre y él os dará otro Consolador, para que permanezca con vosotros para siempre» (Juan 14:16). Encontramos después, en las palabras pronunciadas a la joven iglesia justo antes de su ascensión al cielo, él «les ordenó que no se apartaran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, “que”, les dijo, “habéis oído de mí”» (Hechos 1:4). Qué bendición es saber que el don empoderador del Espíritu Santo —el Consolador— permanece con la iglesia de Dios para siempre. Pensé en esos versículos varias veces durante la sesión constituyente de la Unión del Pacífico que acaba de concluir. A medida que se presentaron informes sobre los ministerios a los delegados, a medida que se tramitaron los asuntos de la iglesia, y a medida que la iglesia se reunió en adoración y alabanza, experimentamos una vez más la presencia permanente del Consolador que, siempre y para siempre, se encuentra entre el pueblo de Dios y es la promesa del Padre para la iglesia. Nuestra experiencia me ha recordado el testimonio del pastor W.T. Knox, quien sirvió como el primer presidente de la Pacific Union Conference y quien más tarde se convertiría en tesorero de la Conferencia General. En 1913, en la celebración del 50 aniversario de la Conferencia General, Knox se puso de pie para expresar su gratitud a Dios, diciendo: «El progreso de la obra... ciertamente ha ido mucho más allá de las expectativas de su pueblo. Él ha hecho más de lo que en esos días le pedimos o pensamos... Estoy muy contento de que Dios haya reunido a un pueblo de casi todas las naciones, tribus, lenguas y personas que hoy se regocijan en el mensaje del tercer ángel. Le agradezco por las muchas maneras como él está haciendo posible que este pueblo lleve esta verdad al mundo» (General Conference Bulletin, vol. 7, 16 de mayo de 1913, pág. 5). Los adventistas en el suroeste del Pacífico se enorgullecen de ser parte de la próspera membre-

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Hay más de 220,000 adventistas en la Unión del Pacífico, adorando en 806 iglesias y compañías. La Palabra de Dios se predica en las iglesias adventistas en aproximadamente 30 idiomas diferentes cada sábado. sía global de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, cuya membresía está compuesta por unos 20 millones de personas que viven en la mayoría de los países del mundo. Esa diversidad se refleja en la membresía de las siete conferencias que conforman la Pacific Union Conference, una de las nueve uniones que conforman la North American Division de la Conferencia General de los adventistas del séptimo día. Casi 55 millones de personas viven en los cinco estados del suroeste del Pacífico —en Arizona, California, Hawaii, Nevada y Utah—. Hay más de 220,000 adventistas en la Pacific Union, adorando en 806 iglesias y compañías. La Palabra de Dios se predica en las iglesias adventistas en aproximadamente 30 idiomas diferentes cada sábado. Como familia de Dios, estamos seguros de la presencia de Dios en nuestro medio. Cuando nos reunimos en adoración o para estudiar en una video llamada, el Consolador está con nosotros. Cuando celebramos su amor y su gracia en 6 Pacific Union Recorder

el ciclo semanal del sábado, el Espíritu de Dios nos acompaña. Cuando buscamos su dirección en el estudio de la Biblia o contemplamos la forma en que hemos sido guiados y bendecidos, es la promesa del Padre que nunca estaremos solos. El Espíritu está presente en los ministerios de nuestras iglesias. En nuestras aulas y clínicas, en nuestros santuarios y escuelas, y en los corazones y manos de todos aquellos que ministran en el nombre de Cristo, somos empoderados por el Espíritu que Jesús mismo prometió a su iglesia. Es por eso que el apóstol tiene la audacia de preguntar: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Problemas o dificultades o persecución o hambre o desnudez o peligro o espada?... En todas estas cosas somos más que vencedores a través de aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el fu-


turo, ni ningún poder, ni la altura ni la profundidad, ni cosa alguna en toda la creación, podrán separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:35, 37-39). Tenemos la bendición de saber lo que significa estar seguros en los brazos de Jesús. Al proveer para la guía y el cuidado futuros de su iglesia, nuestro Señor anticipó las necesidades de nuestra época. Los problemas que nos acosan, las erróneas voces de autosuficiencia, el vacío de vidas desprovistas de valores y las consecuencias del pecado que enmarcan toda la vida en nuestro planeta: esos temas no escapan a la atención y el cuidado del Salvador. Jesús sabía que en un mundo que negaría la existencia de Dios, el recorrido para sus seguidores no sería fácil. Los más cercanos a Él, sus discípulos, experimentaron la dura realidad de un mundo sin gracia casi de inmediato. El apóstol Pedro es el que lo reconoce más llanamente. Sabiendo algo acerca del rechazo, no utiliza palabras delicadas para describirla. «Sobre todo, debes entender que en los últimos días vendrán burladores, burlándose y siguiendo sus propios malos deseos. Dirán: “¿Dónde está esa ‘venida’ que prometió? Desde que nuestros antepasados murieron, todo sigue como ha sido desde el principio de la creación”» (2 Pedro 3:3-4). Nuestro amoroso Salvador también anticipó esa situación y, así como prometió que el Espíritu de Dios vendrá a nosotros con poder y consuelo, también presentó la forma como la crisis se resolverá: «Muy ciertamente les digo, viene un tiempo y ahora ha llegado cuando los muertos escucharán la voz del Hijo de Dios y los que la escuchen vivirán» (Juan 5:25). Creo que esa declaración plantea preguntas importantes para la iglesia de Dios en la actualidad. ¿Estamos viviendo en el tiempo que Jesús predijo? ¿Podría ser que la promesa de que «los muertos escucharán» podría significar que incluso aquellos que ahora niegan y

se burlan de la existencia de Dios llegarán a conocer su gracia y su salvación? ¿Hay un papel para nosotros, como individuos y como organización? A todas esas preguntas, la respuesta es un rotundo ¡SÍ! En estos tiempos en los que abundan los escépticos, cuando el mundo enfrenta grandes dificultades y agitación, cuando cada nuevo día trae noticias de una nueva crisis, ¿quiénes serán los que llevarán el mensaje de salvación de Dios? ¡Hemos recibido ese llamado! «De nuevo Jesús dijo: “¡La paz sea con vosotros! Como el Padre me ha enviado, yo les envío”. Después sopló sobre ellos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”» (Juan 20:21-22). Como él es el Buen Pastor, nosotros somos los pastores de este momento en la historia. Como él es el Príncipe de Paz, somos testigos de su poder para salvar vidas. Como él es la cabeza, nosotros somos su cuerpo: sus manos, sus pies, su corazón para salvar y su voz para proclamar la salvación. Estamos encargados de la más seria de todas las tareas: compartir las buenas nuevas de la salvación a la humanidad, con la fuerza del Espíritu Santo y el poder que nuestro Señor proporciona. Buscamos tu gracia, oh Dios, como hermanos y hermanas dentro de tu familia y en vista de tu gran misericordia. Nos ofrecemos como un sacrificio vivo, procurando ser agradables ante tu presencia y santificados por ti, porque esta es nuestra adoración verdadera y apropiada. Concédenos que podamos conocerte, para que no nos conformemos al modelo de este mundo, sino que seamos transformados por ti, en nuestro espíritu y en la renovación de nuestros corazones y mentes. Amén (Adaptado de Romanos 12:1-2) _____________________________ Bradford C. Newton es el presidente de la Pacific Union Conference

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La obra maestr «¡L

Por Charles Mills

a pieza está vendida!», proclamó el subastador, puntuando la declaración golpeando su mazo contra el podio de madera. La reunión de conocedores del arte estalló en ansiosos vítores y aplausos. ¿Qué acababa de pasar? Se había escrito un capítulo de historia más. Antes de esa venta en la subasta de Christie’s en 2017, la pintura «Salvator Mundi» había cambiado de manos muchas veces por una amplia variedad de precios. El problema era que nadie estaba exactamente seguro de su autenticidad. Durante hacía mucho tiempo se había considerado una copia. Pero después de años de investigación y numerosos esfuerzos de restauración y limpieza, la verdad finalmente surgió después de años de abandono. «Salvator Mundi» (latín por «Salvador del Mundo») era, de hecho, una obra nada menos que de Leonardo da Vinci. El precio de subasta ese día de noviembre fue un récord de cuatrocientos cincuenta millones trecientos mil dólares. ¿Qué sucedió para hacer que ese bastante modesto cuadro de Cristo con la mano derecha levantada y la mano izquierda sosteniendo lo que parece ser un orbe de vidrio, fuese tan valioso? ¡En 1953, esa misma pieza había cambiado de manos en una subasta de Sotheby’s por solo cuarenta y cinco libras esterlinas! La respuesta no era el valor del lienzo o las pinturas. No era quién era el dueño de la obra o cómo se exhibía. Su valor provino de un solo lugar: el artista que la pintó.

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Este número especial del Pacific Union Recorder en español está dedicado a examinar la declaración de justicia social adoptada por el comité ejecutivo de la Pacific Union Conference el 23 de septiembre de 2020. Charles Mills, un contribuidor frecuente al Pacific Union Recorder y autor de una gran variedad de artículos y libros ha escrito estos artículos basados en cada una de las frases que constituyen la declaración.

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ra Pinceladas He pintado cuadros; desde a mano alzada hasta pintar por números. Nadie va a pagar cuatro millones y medio de dólares por mis esfuerzos. He aquí el por qué. Mientras administraba la estación de radio KANG-FM en Pacific Union College a mediados y finales de la década de 1970, mi patrón me dijo que una de las ventajas de mi trabajo era que podía tomar un curso universitario de mi elección, gratuitamente. Después de graduarme de Southern Missionary College solo unos años antes, no estaba exactamente ansioso por volver a colocarme en el entorno del aprendizaje universitario como estudiante. Pero, había una clase en PUC que me llamó la atención. Arte. Más concretamente, la pintura. Era enseñada por el extremadamente talentoso y profundamente apasionado Vernon Nye. Pensé que si alguien podía llevarme más allá de la pintura por números, sería este tipo. Quienes le conocieron pueden entender mi fascinación por sus habilidades concedidas por el Señor para recrear la realidad en el lienzo. Era algo más que increíble. Asi que me inscribí y con entusiasmo comencé a asistir a sus clases. Vernon era paciente. Era amable. Y, al final del curso, fue brutalmente honesto conmigo. «Tal vez sea mejor que sigas en la radio», sugirió con una sonrisa cálida y paternal. También tenía razón. Verás, mis pinceladas

(acuarela en este caso) no agregaban nada al lienzo, excepto algunas formas y colores interesantes y algo irreconocibles. El pincel en mi mano no lograba obtener nada de valor real. El pincel en la mano de Vernon Nye creaba imágenes impresionantes. El mismo pincel. Los mismos colores. El mismo lienzo. Diferente artista. Sacralidad Al igual que el arte, la vida humana —y su carácter sagrado— se definen por quién la creó. Nuestras obras, nuestros logros, nuestro linaje, nuestro nivel de espiritualidad no significan nada. Nuestro valor proviene del hecho de que, hace mucho tiempo, el Dios Creador se inclinó sobre un pedazo húmedo de tierra y comenzó a hacer lo que solo él puede hacer: crear vida a partir del barro. Fue este carácter sagrado innato lo que motivó a ese mismo Dios Creador a colgar de una cruz y morir la muerte de un pecador en lugar de todas sus obras maestras que necesitaban restauración. Él conocía nuestro valor. Él comprendió nuestro valor. Hoy, Él nos pide que consideremos a todos nuestros hermanos y hermanas en esta tierra con el mismo ojo de artista. Toda vida humana es sagrada y de valor incontable debido a aquel que sostuvo la brocha.

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La obra de arte Por Charles Mills

«Me encanta ese arte porque amo al artista. Sé lo mucho que se preocupa por todas las criaturas de Dios».

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arah entró en la cocina con una gran sonrisa en su rostro. Era jueves y, en su cómoda casa en las afueras de la ciudad, eso significaba una cosa. ¡Comida mexicana! Papá siempre preparaba tacos o burritos para la cena del jueves por la noche y a Sarah le encantaba. Efectivamente, estaba su padre parado frente a la estufa, con un colorido delantal que cubría su uniforme de conductor de autobús. «Mi armadura de chef», le llamaba a su delantal. Sarah disfrutaba de la forma como su padre hacía todo dramático, incluso al cocinar comida mexicana para la cena. «Hola, Sarah», la saludó su padre, agitando un cucharón cubierto de salsa de tomate como si estuviese blandiendo una espada, «¿tienes hambre?» «Sí», respondió Sarah, riéndose de las únicas palabras que su padre sabía en español, «tengo mucha hambre. Gracias por preguntar». En ese momento, espió algo nuevo que colgaba en la puerta del refrigerador: un gran trozo de papel sostenido por dos imanes en forma de una margarita. «¿Qué es esto?», le preguntó. Su papá sonrió. «Esa es la última obra de arte de un artista famoso que algún día será lo suficientemente rico como para comprar a todo México». La niña se rió. «Papá. Esa es mi pintura para la clase de arte. No es muy buena».

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SERIE SOBRE JUSTICIA SOCIAL – HISTORIA PARA LOS NIÑOS


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e de Sarah «¿Qué quieres decir?», respondió su padre, estudiando la imagen de acuarela cuidadosamente. «Es la vaca y el pájaro más hermosos que jamás haya visto». «Es un caballo y una flor». Su papá frunció el ceño. «¿En serio? Waw. Eres muy talentosa». Se inclinó para verla mejor. «Puedes hacer que un caballo y una flor se vean como una vaca y un pájaro. ¡Es algo impresionante!» Sarah sacudió la cabeza. «Bueno, me alegro de que pienses así. Mi maestra no estaba muy emocionada». «Oh, ¿qué sabe ella?», le dijo su padre de regreso a la estufa. «Obviamente, no reconoce el talento real cuando lo ve. Es una verdadera obra de arte. Es por eso que la puse en el lugar de honor, en la puerta del refrigerador, donde lo veré todos los días». Sarah se sentó en la mesa de la cocina y observó a su padre durante un largo rato. Siempre era tan halagüeño; tan positivo. Ella realmente lo apreciaba. Miró después su pintura. «¿Por qué te gusta?», le preguntó. «¿Por qué crees que es una obra de arte?» Su papá agregó una pizca de condimento a la salsa burbujeante en la estufa y luego miró en el horno las conchas para tacos que se horneaban. «Me encanta ese arte porque amo al artista. Sé lo mucho que

se preocupa por todas las criaturas de Dios. Es por eso que pinta sus cuadros. Si eso es lo que ve cuando mira a una vaca o un pájaro...» «Caballo y flor», le corrigió Sarah. «Perdón, caballo y flor», corrigió su papá, «entonces esa es una hermosa interpretación de un caballo y una flor. ¿Quién soy yo para decir lo contrario?» Su papá pensó por un momento. «Es por eso que amo a nuestros vecinos, o a las personas con las que trabajo, o a la buena gente que viaja en mi autobús todos los días. Cuando los miro, veo belleza. Todas son obras de arte creadas por Dios mismo. Todos son sagrados». Sarah asintió lentamente. «Me doy cuenta», dijo en voz baja. «Siempre le dices cosas bonitas a la gente. Les animas y les dices que todo va a estar bien». Su papá sonrió de oreja a oreja. «Y ahora, mi joven artista, ¿estás lista para una comida mexicana?» Sarah sonrió. «Estoy lista. ¿Sabes una cosa papá?» «Dime». «Mañana voy a pintar otra cosa que amo». «¿En serio? ¿Qué?» «A ti». Sarah notó que una lágrima se deslizaba por la mejilla de su papá. «Guardaré un lugar para esa pintura en el refrigerador», le dijo con orgullo.

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Nuestra image Por Charles Mills

Charles Mills es autor de más de 50 libros publicados y más de 300 artículos. Mills comenzó su carrera en Faith for Today y en el Adventist Media Center en Newbury Park, California. Durante los últimos 35 años, ha sido productor independiente en los medios, escritor y presentador de radio/ televisión.

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er un cristiano adventista del séptimo día ofrece algunas ventajas bastante únicas no compartidas por los miembros de otras iglesias. Influye en cómo interpretamos y aplicamos las Escrituras. En ningún lugar es esto más evidente que cuando leemos Génesis 1:26 donde Dios dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen». Hay quienes insisten en que la palabra «nuestra» implica que Dios estaba hablando de sí mismo y de los ángeles. Otros dicen que la usó como lo hacen a menudo los reyes y gobernantes humanos al hacer proclamaciones o decretos, como en «el “nosotros” real». Pero podemos saber, sin lugar a dudas, que cuando Dios dijo «nuestra», se refería a los miembros de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En otras palabras, la imagen en la que fuimos creados incluye atributos de los tres miembros de la Deidad. Para mí, eso es emocionante. ¡Fui creado para reflejar a la Trinidad y todo el poder y el amor que ofrecen! Tú y yo fuimos dotados de un tipo especial de consciencia que nos diferencia de todas las otras criaturas formadas para habitar este mundo. Tenemos la capacidad de razonar, de usar la moralidad como guía, de comunicarnos con palabras y símbolos, y de disfrutar de un sentido de propósito. Lo más significativo de todo esto es que somos capaces de entender la verdad, experimentar el amor y apreciar la belleza. Esos dones nos permiten disfrutar de la vida al máximo y también modelan —sirviendo como representantes de la Trinidad aquí en la tierra— el increíble cuidado y la tierna consideración que el Cielo tiene por cada ser humano. Responsablemente Hay otro aspecto de nuestro linaje divino que muchos pasan por alto. Con esa sólida conexión con nuestras raíces, se nos ha asignado la tarea de «gobernar» o administrar toda la creación de Dios. Es

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Alcance de primera He disfrutado de una larga asociación profesional con la Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), el esfuerzo principal de nuestra iglesia hacia aquellos cuyas vidas han sido tocadas por la tragedia, los desastres, o la necesidad. No solo he creado programas de radio y anuncios de servicio público para ellos, sino que también colaboro regularmente con su ministerio. Su lema es un reflejo perfecto de la conexión

que todos compartimos con la Trinidad. Simplemente afirma que ADRA está «sirviendo a la humanidad para que todos puedan vivir conforme a la voluntad de Dios». Las bendiciones de Dios estaban destinadas a todos y si algunos se encuentran sin ellas por elección o por alguna tragedia, nuestro trabajo como seres humanos es ir a su rescate y ayudarles a restablecer las desaparecidas conexiones. Nuestra responsabilidad, creada por Dios, es ofrecer dignidad, valor y un sinfín de oportunidades para dar lugar a la esperanza y a la salud. Ese pensamiento hizo eco de las palabras de un ex presidente de ADRA cuando le pregunté: «¿Deberíamos sentirnos culpables cuando nuestras vidas pareciesen estar tan bendecidas mientras que el desastre golpea a otros tan violentamente?» Me respondió de esta manera: «No. Debemos sentir un sentido de responsabilidad para ayudar a los demás cuando y donde podamos». Eso es exactamente lo que hacen las personas «creadas a imagen de Dios».

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nuestra responsabilidad cuidar, proteger y nutrir a todas las demás criaturas que deambulan por este mundo, ya sea que esa criatura camine sobre dos patas o más. Esa comprensión debe estar al frente y al centro de la cosmovisión cristiana y ayudar a dar forma a nuestra actitud hacia la humanidad. De repente, la forma como tratamos a los demás, cómo respondemos a las necesidades que nos rodean, cómo gastamos nuestro tiempo, talento y tesoro, se enfocan claramente. Nuestra tarea principal no es solo disfrutar de un sentido de dignidad y de valor —y aprovechar las oportunidades que se nos presentan—, sino también compartir esas bendiciones con los demás. Como representantes del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se nos ha dado el privilegio de informar a quienes nos rodean de su conexión innata con el Reino de Dios, para hacerles saber que son mucho más de lo que creen ser.

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SERIE SOBRE JUSTICIA SOCIAL – HISTORIA PARA LOS NIÑOS

Reflejo Por Charles Mills

«Mira Michael», le había dicho. «Cuando estás tan profundamente concentrado, te pareces a tu madre».

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ichael estudió su reflejo en el espejo durante largo rato, tratando de ver si algo que un maestro le había dicho ese mismo día era cierto. Volvió la cara hacia la izquierda, luego hacia la derecha, y finalmente levantó la barbilla ligeramente. No. No podía verlo. Simplemente no podía verlo. Anteriormente, mientras estaba parado en la pizarra de la escuela resolviendo algunos problemas de matemáticas antes de salir al recreo, la señorita Thompson le había llamado desde su escritorio en la parte delantera de la habitación. «Michael», le había dicho. «Cuando estás tan profundamente concentrado, te pareces a tu madre». El niño se inclinó más cerca del espejo y trató de mirar profundamente completamente ensimismado. No. Simplemente se parecía a Michael con unos mechones de cabello castaño y rebelde, ojos marrones y piel morena. Su madre, por otro lado, tenía el pelo lacio y los ojos color avellana. Lo único que tenían en común era la piel morena e incluso eso se veía diferente a la suya. La piel de su madre siempre estaba lavada y suave. Él por lo general, estaba cubierta con los resultados del último partido de fútbol, la aventura en el patio trasero con su perro Sparky o rastros de lo que había disfrutado para la cena. Finalmente, Michael decidió que la mejor manera de averiguar lo que la señorita Thompson vio era ir a mirar a su madre. La encontró sentada en su silla favorita junto a la ventana leyendo un libro. Se paró frente a ella, mirándo su cara, estudiando cuidadosamente cada curva y rasgo. Después de un largo rato, su madre levantó la vista de su lectura. «¿Se te ofrece algo?», le preguntó.


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Michael frunció el ceño. «No me parezco a ti en lo absoluto», le dijo. «La señorita Thompson está equivocada». La madre sonrió. «A ver. Tenemos la misma forma de ojos y de nariz. Nuestras barbillas también son algo parecidas». «¿En serio?» preguntó Michael asombrado. «¿Realmente me parezco a ti? ¿Por qué?» Su madre cerró su libro y sonrió. «Bueno, tiene sentido. Soy tu madre. Tu papá y yo te creamos. Por lo tanto, no debería sorprenderse si te pareces a uno o a los dos». Hizo una pausa. «Y hay alguien más a quien te pareces». «¿A quién?» «A Dios». «¡A Dios!», exclamó Michael mientras se sentaba en una silla cercana, sacudiendo la cabeza. «No me parezco a Dios». Su madre se inclinó ligeramente hacia adelante. «Bueno, piénsalo. Cuando el Creador formó al hombre del barro, fue justo después de que Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Como somos sus descendientes, podemos estar bastante seguros de que tenía dos ojos, dos orejas, una nariz, dos brazos, dos piernas, dos manos, dos pies y cabello, al igual que nosotros». Michael, pensó por un momento. «¿Me parezco a Adán y Eva?» «Sí, y a Dios, o al menos una versión terrenal

de él», le dijo su Madre. «Por supuesto, el pecado nos ha dañado. Envejecemos, nos lesionamos o enfermamos, no nos cuidamos bien, otras personas nos lastiman, nuestros hábitos nos cambian. Pero sí, creo que todos nos parecemos a Adán y Eva... y a Dios. Fuimos creados a su imagen. »Es por eso que debemos amar a las otras personas. Es por eso que debemos cuidarles y tratarles de manera justa. Todos venimos de la misma mano del Creador. Cuando Jesús murió en la cruz fue para salvar a todos sin importar lo que el pecado nos hubiese hecho; no importa cómo fuésemos, nos vistiésemos o hablásemos. Todos somos exactamente iguales ante los ojos de Dios». Michael se apresuró a regresar al espejo y miró su reflejo. «Sí», pensó, «supongo que me parezco a mi madre y a todos los demás en todo el mundo». Ese pensamiento lo hizo sentirse feliz.

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El Plan Maestro Por Charles Mills

En el Plan Maestro de Dios, las sociedades humanas disfrutaban de igualdad individual, justicia para todos, respeto por los demás y la libertad de aceptar o rechazar esas normas establecidas por el Creador. 16 Pacific Union Recorder en español

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ios nunca tuvo la intención de que Adán y Eva fuesen los únicos habitantes humanos en la tierra. Tendría que haber más gente, mucha más. Era parte del Plan Maestro del Creador. No tenemos idea de lo que implicaba el mandamiento antes del pecado de «ser fructíferos y multiplicarse». Solo sabemos que Adán y Eva fueron invitados a ser co-creadores en esta tierra, llenándola de personas tan sabias y tan profundamente espirituales como ellos. Nunca se definió cómo se lograría eso. Pero, el resultado final sería una sociedad humana basada en los ideales y estándares de Dios. Podemos vislumbrar esos conceptos basados en lo que el Creador dijo a Adán y Eva justo después de que les dijo que «llenasen la tierra» (Génesis 1:28). Es importante recordar que las palabras usadas en Génesis reflejan generaciones de la humanidad viviendo fuera del Plan Maestro de Dios. Sólo cuando imaginamos la vida en un ambiente sin pecado podemos comenzar a entender lo que el Creador realmente estaba diciendo. También es importante considerar lo que Dios no dijo al establecer su derrotero para la sociedad. En ninguna parte les dijo Dios a Adán y Eva que dividiesen el mundo en secciones y confinasen a los individuos a esas secciones según algún tipo de criterio. Las palabras «someter» o «gobernar» tenían que ver con la administración y el cuidado de los recursos naturales y los animales de la tierra, no con un rígido dominio sobre otras criaturas, incluyendo a los demás seres humanos. Las sociedades humanas basadas en el Plan Maestro de Dios tenían todas las mismas metas. Todos debían ser co-creadores y co-cuidadores de la creación. Para reflexionar El diseño del Creador para la humanidad incluía la oportunidad para que todos cultivasen y cosechasen alimentos. «Entonces Dios


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o dijo: “Te doy cada planta portadora de semillas sobre la faz de toda la tierra y todo árbol que tenga fruto con semilla en ella. Ellos serán tuyos como alimento» (versículo 29). Una vez más, la igualdad era la regla. Nadie se quedaba fuera. Luego viene una declaración que puede sorprender a muchos. «Y a todas las bestias de la tierra y a todos los pájaros en el cielo y a todas las criaturas que se mueven a lo largo de la tierra, a todo lo que tiene el aliento de vida en sí, doy toda planta verde como alimento» (versículo 30). Parece que incluso los animales fueron incluidos en la ecuación de igualdad de Dios. La idea de que los humanos sacrificasen animales para comer no era parte del plan. Esa tragedia vino después, después del pecado. Entonces aquí tenemos a Adán y Eva siendo instruidos para cuidar la tierra y a cada criatura viviente en ella, disfrutar de las plantas como alimento, vivir sus vidas basados en el libre albedrío y crear muchos, muchos más individuos como ellos para que hiciesen lo mismo. En el Plan Maestro de Dios, las sociedades humanas disfrutaban de igualdad individual, justicia para todos (incluyendo a los animales), respeto por los demás y la libertad de aceptar o rechazar esas normas establecidas por el Creador.

vemos un plan muy diferente en acción. Pero Dios nos llama a un estándar más alto, a un ideal brillante que es tan extraño a la sociedad moderna como el pecado lo fue para el Edén entonces. La buena noticia es que no tenemos que esperar a que el Cielo produzca los cambios necesarios para realinear a nuestro mundo con el original Plan Maestro de Dios. Podemos comenzar a tratar a las personas como hermanos y hermanas ahora mismo, apoyar sus derechos humanos ahora mismo, aceptar sus diferencias ahora mismo y exigir que se les den las mismas oportunidades y opciones que disfrutamos ahora mismo. ¿Cómo? Al seguir otro mandamiento que el Dios Creador presentó mucho más tarde cuando dijo: «Mi mandamiento es este: Amaos los unos a los otros como yo los he amado» (Juan 15:12).

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Un estándar más elevado Cuando consideramos nuestro mundo de hoy

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SERIE SOBRE JUSTICIA SOCIAL – HISTORIA PARA LOS NIÑOS

El nuevo chico Por Charles Mills

«Si fueses un chico nuevo en la escuela y no conocieses a nadie, y te sintieras como un extraño, y tal vez tuvieses dificultades para entender lo que decía el maestro porque no hablabas inglés bien, ¿cómo te sentirías?» 18 Pacific Union Recorder en español

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asó algo emocionante en la escuela?» La mamá preguntó mientras Jerry se sentaba en su silla favorita. «Más o menos», respondió el niño. «Un chico nuevo se sentó a mi lado en la clase de ciencia». «¿Un chico nuevo?» «Sí. De algún tipo de un país lejano. Siria o India o África o en algún otro lugar». Su madre sonrió. «Qué bueno. ¿Qué te dijo?» «Nada». «Y tú, ¿qué le dijiste?» «Nada». Su madre frunció el ceño. «¿No se hablaron?» Jerry negó con la cabeza. «¿Por qué debería hacerlo? Ni siquiera le conozco. Y él no me conoce. Además, no tenemos nada de qué hablar». «Hay algo de lo que podían haber hablado», le dijo su mamá. «¿De qué?» «¡De ciencia! ¡Ambos estaban en clase de ciencia!» «Bueno, sí. Pero, no creo que me vaya a llevar con él de todos modos. Se ve extraño». «¿Extraño? ¿Qué quieres decir?» «No sé. Tal vez no sea extraño. Tal vez es simplemente diferente. Su pelo, su piel, sus ojos. Incluso la forma como habla. No sé, diferente». Su madre se acomodó en el taburete junto a la silla de Jerry. «Déjame hacerte una pregunta». «A ver». «Si fueses un chico nuevo en la escuela y no conocieses a nadie, y te sintieras como un extraño,


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y tal vez tuvieses dificultades para entender lo que decía el maestro porque no hablabas inglés tan bien, ¿cómo te sentirías?» Jerry pensó por un largo rato. «Supongo que... ¿me sentiría un poco avergonzado? ¿Un poco perdido?» «¿Y qué querrías que alguien hiciera; alguien como el estudiante sentado a tu lado?» «Bueno, tal vez podría decir algo como: “Hola. ¿Cómo estás?”» Su madre sonrió. «Eso me suena como un buen plan». El niño exclamó asombrado. «Espera un minuto. Sé lo que estás haciendo. Me estás haciendo sentir como que soy el chico nuevo para que pueda averiguar qué debo hacer y decir si me siento al lado de un chico nuevo niño en la clase de ciencia, ¿verdad?» Su madre asintió. «O en la iglesia, o en la tienda, o en el autobús, o en el juego de pelota. Hay muchos “chicos nuevos” en este mundo y, tienes razón, probablemente se sientan avergonzados y perdidos como tú te sentirías. Cuando alguien dice “hola” o “¿cómo estás?”, no se siente tan solo». «Ahora me vas a decir que Jesús también quiere que hablemos con extraños, ¿verdad? «¡Extraños en la escuela o la iglesia o sentados a tu lado en el autobús, sí! Jesús dijo algo acerca de cómo debemos tratar a los chicos nuevos en nuestra vida. Leímos el versículo la semana pasada

durante el culto matutino. ¿Recuerdas?» Jerry frunció el ceño de nuevo, luego se iluminó. «Espera. Ya recordé. ¿Algo acerca de hacer a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros?» Su madre sonrió. «¡Estabas prestando atención cuando tu papá leyó ese versículo! ¡Muy bien! Decía: “Así que en todo, haz a los demás lo que quisieras que te hiciesen a ti” Mateo siete, doce. Ese es un versículo muy importante. Si queremos ser tratados de una manera justa, con respeto, y que se nos permita ser quienes somos, tenemos que permitir a los demás ese mismo privilegio». Su madre le miró fijamente. «¿Te imaginas cómo sería este mundo si todos... Me refiero a todos... hiciesen lo que Jesús dijo? ¿Qué pasaría?» Jerry sonrió. «De algo estoy seguro», declaró. «Habría muchos menos extraños y muchos más amigos». «Entonces», le dijo su madre, «¿qué vas a hacer la próxima vez que te sientes al lado del chico nuevo?» El niño levantó ligeramente la barbilla. «Voy a decirle: “Hola. ¿Cómo estás? ¿Sabes lo que es una supernova?”» Su madre asintió. «Eso me suena como un muy buen plan», le dijo con orgullo.

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La caída Por Charles Mills

Fueron invitados a hacer muchos más humanos, a cuidar jardines, incluso a nombrar a los animales. Su enfoque se dirigía hacia la naturaleza, hacia el medio ambiente y hacia los demás.

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ómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo se convirtió la justicia social en un problema? ¿Cómo es posible que haya quienes se enfurecen contra el establecimiento de programas y políticas que promuevan la igualdad, la justicia, el respeto y la libertad? La respuesta tiene vínculos directos con un evento que tuvo lugar hace mucho tiempo. Motivados por las palabras del diablo, «seguramente no morirán» (Génesis 3:4), Adán y Eva transfirieron su lealtad de un poder sobrenatural a otro. Entregaron las llaves de su reino a Satanás y eligieron vivir según sus reglas y guiarse por su visión de la sociedad. ¿Cuál era esa visión? Mira a tu alrededor. Es a donde va la sociedad cuando camina en sintonía con el diablo. Es interesante notar el opuesto énfasis que ofrecieron los dos poderes que compitieron por los corazones y las mentes de los primeros habitantes humanos de la tierra. Dios habló acerca de cómo su presencia podría beneficiar a la tierra y a las criaturas que vagaban por ella. Fueron invitados a hacer muchos más humanos, a cuidar jardines, incluso a nombrar a los animales. Su enfoque se dirigía hacia la naturaleza, hacia el medio ambiente y hacia los demás. El énfasis de Satanás era muy diferente. Contrario a lo que Dios había dicho, el diablo redirigió los pensamientos de Eva a una dinámica nueva y emocionante. «“Ciertamente no morirás”, le dijo la serpiente a la mujer. “Porque Dios sabe que cuando comas de ella tus ojos se abrirán y serás como Dios, conociendo el bien y el mal”» (Génesis 3:4, 5). «No morirás. Tus ojos se abrirán. Serás como Dios». Por primera vez en la corta historia de la tierra, los habitantes humanos estaban siendo invitados a pensar internamente en lugar de externamente. Se les pedía que se colocasen a sí mismos y a sus necesidades por encima de todo lo demás. «¿Qué quiero? ¿Cómo me hará sentir?


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¿Cómo me beneficiará?» se convirtió en la nueva normalidad. Injusticia social Su respuesta abrió la puerta a la injusticia social que continúa hasta el día de hoy. El almacenar recursos, la protección de empleos, la separación de las tribus, el sistema de castas, el racismo, la esclavitud, la supremacía blanca, pueden remontarse a esa decisión en el jardín cuando Adán y Eva eligieron pensar en sí mismos primero y en los demás en segundo lugar. El pecado tiene que ver con el pensamiento interior. Se trata de mí contra ti. Se trata de egoísmo. No debemos sorprendernos a dónde nos ha llevado ese egoísmo como sociedad. Fuimos advertidos. La larga lista de maldiciones que el Creador declaró contra la serpiente, Adán y Eva debido a sus elecciones, refleja perfectamente dónde estamos hoy como sociedad (Génesis 3:14-19). Las maldiciones no son juicios Necesitamos tener en cuenta que esas maldiciones no son juicios de Dios. Son simplemente las condiciones que el pensamiento interno crea naturalmente.

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Es lo que sucede cuando la presencia, el poder y la protección de Dios son rechazados. Como un astronauta que sale al espacio sin un traje espacial, Adán y Eva —y nosotros— debemos vivir la vida en un ambiente muy alejado de lo que Dios tenía en mente cuando creó este mundo. El pensar internamente forma un vacío mortal a nuestro alrededor. La buena noticia es que hay esperanza y el ideal de Dios para la sociedad todavía se puede construir, incluso en la atmósfera del pecado. Tu y yo podemos proporcionar un lugar donde la gente pueda encontrar seguridad y comfort. Podemos pensar exteriormente, abrazando a aquellos a quienes son rechazados por las personas que piensan internamente. Podemos, con nuestra voz y nuestras acciones, restablecer la justicia social, ofreciendo a los necesitados y a los que no son como nosotros igualdad de oportunidades para la felicidad y la libertad. El diablo puede haber distorsionado y corrompido el plan original de Dios, pero podemos cambiar las tablas contra él tornando nuestra lealtad hacia Dios y pensando externamente con amor.

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Un canto de am Por Charles Mills

«Los pájaros tienen su canto para cantar. También lo hizo tu abuela. Su canto era el amor».

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isa miró fijamente las palabras talladas en la fachada de piedra de la tumba. Quería llorar, pero no le quedaban más lágrimas. Se le habían agotado. Habían pasado varias semanas desde que se enteró de que su abuela estaba enferma. Después había escuchado a su mamá y a su papá hablar acerca de medicamentos, máquinas y tratamientos con nombres raros en algún hospital. Incluso había visitado el edificio donde se alojaba su abuela, pero no podía entrar porque existía el peligro de que ella también se enfermase. Todo lo que podía hacer era decirle «te amo» a una ventana en lo alto donde una enfermera ocupada y enmascarada aparecía de vez en cuando. A Lisa le habían dicho que su abuela estaba en esa habitación, acostada en una cama, tratando de respirar. Entendió que había algo llamado Covid-19 acechando al mundo. Había vivido con el temor de que ella o alguien que conociese se contagiase y se enfermase mucho o incluso muriese. Efectivamente, eso sucedió. Ahora, su abuela se había ido. Todo lo que quedaba eran recuerdos felices, palabras talladas en la piedra y un lugar vacío en su corazón. «¿Por qué?», musitó la niña. «¿Por qué sucedió esto?» La madre de Lisa se acercó a su lado y la tomó de la mano. Permanecieron de pie durante un largo rato mirando a la lápida. Cuando su madre habló, sus palabras fueron vacilantes y tristes. «Tu abuela murió a causa del pecado», le dijo. Lisa parpadeó. «¿Pecado? Pensé que había muerto de Covid-19». «El pecado hizo posible el Covid-19», afirmó su madre. «Sin pecado, nada se enferma, nada se pone triste, nada muere». «Odio el pecado», sollozó Lisa. «Me robó todas las lágrimas». Su madre se sentó en el suelo junto a la tierra recién sacada de


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mor la tumba y Lisa se le unió. Las dos escucharon a los pájaros en lo alto y sintieron el viento fresco en sus rostros. «A tu abuela le encantaban los pájaros», dijo su madre. «Ella conocía sus cantos. ¿Recuerdas?» «Sí», Lisa estuvo de acuerdo. «Me enseñó algunos de sus nombres. Me enseñó el del petirrojo y el carbonero y el gavilán. Me enseñó acerca los patos ánades real y los gansos de Canadá y los colibríes. La extraño mucho». Su madre asintió. «Tu abuela lo hizo porque quería que supieras sobre los dos mundos». «¿Los dos mundos?» «Sí. La tierra y el cielo. En la tierra, donde está el pecado, hay tristeza y llanto. En el cielo, sólo hay felicidad y amor». Lisa frunció el ceño. «Pero, mi abuela siempre estaba feliz. Amaba a la gente. Ella vivió en esta tierra». «Eso es porque ella trajo el cielo a la tierra», dijo su mamá. «Quería que todos supieran que puede haber más que pecado en nuestras vidas. Podemos disfrutar de un poco del cielo aquí mismo, ahora mismo. Cuando Satanás dice: “Sé injusto, irrespetuoso, menosprecia a las personas, encadena sus libertades”, la abuela insistió en que actuemos como Dios y seamos respetuosos, seamos justos, permitamos que las personas sean quienes son y sigan sus sueños. Al hacer eso, po-

demos compartir lo much que amamos a Jesús y decirles lo mucho que les ama». Su madre sonrió, mirando las ramas del árbol en lo alto. «Los pájaros tienen su canto para cantar. También lo hizo tu abuela. Su canto era el amor». Lisa asintió lentamente, dejando que las palabras de su madre penetrasen en su quebrantado corazón. «Un canto de amor», pensó en voz alta. «Me gusta eso. Ese es el canto que la abuela me enseñó. Ese es el canto que voy a cantar cada vez que piense en ella». Miró hacia la lápida. «Gracias abuela», susurró. «Gracias por enseñarme tu canto de amor». Las dos se pusieron de pie y se alejaron en las sombras de la tarde, dejando que la fresca brisa susurrara a través de las ramas y que los pájaros trinasen sus cantos entre las hojas.

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Peligroso para la Por Charles Mills

La injusticia social en forma de racismo no solo perturba las vidas de las personas a las que se dirige, sino que también puede ser mortal para sus hijos por nacer.

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uando se ignora la justicia social, incluso los no nacidos sufren. Kim Anderson entró en dolores de parto con su primer hijo dos meses y medio antes de tiempo. «No pude llevar a mi bebé a casa», recuerda. «En lugar de recostar suavemente a mi recién nacido en la suave cuna de su propia pequeña habitación, tuve que viajar de regreso al hospital todos los días para mirar a mi preciosa creación atada a cables, monitoreada por máquinas y durmiendo irregularmente en una incubadora que controlada su medio ambiente». ¿Qué había pasado? La respuesta presenta un peligro oculto durante mucho tiempo cuando se ignora la justicia social. Según un estudio de 2006 realizado por el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de los Centros para el Control de Enfermedades, la mortalidad infantil de niños nacidos de personas blancas con grados universitarios es de alrededor de 3.7 muertes por cada mil nacimientos. Para las personas afroamericanas con grados universitarios, como Kim Anderson, ese número se eleva a 10.2 muertes por cada mil nacimientos, casi tres veces más. Afortunadamente, la pequeña Danielle sobrevivió y finalmente asistió a la Universidad de Emory donde estudió salud pública. Pero, las cicatrices emocionales de ese evento aún persisten en su madre muchos años después. Los científicos recién están comenzando a identificar algunas de esas cicatrices. La investigación realizada por los neonatólogos Richard David y James Collins — de Chicago— y reportada en el documental «Unnatural Causes» descarta la genética como un factor en el aumento de la mortalidad infantil en las minorías. Citan información recopilada durante el movimiento en favor de los derechos civiles de las décadas de 1960 y 70 que mostró una marcada mejora en las tasas de natalidad saludables para las mujeres afroamericanas a medida que


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la salud la sociedad se volvió más solidaria y los prejuicios raciales se desvanecieron un poco. Pero a medida que los programas sociales perdieron apoyo durante las décadas de 1980 y 90 y el racismo una vez más fluyó sin control en toda la sociedad estadounidense, esas tasas de natalidad saludables cayeron rápidamente. En contraste, los números siempre se han mantenido en el lado positivo en otros países. Los ajustes genéticos tardan generaciones en efectuarse. El odio afecta rápidamente. ¿Cuál es la conclusión? La injusticia social en forma de racismo no solo perturba las vidas de las personas a las que se dirige, sino que también puede ser mortal para sus hijos por nacer. Dejar de reflexionar Como cristianos, cuando de alguna manera le damos la espalda a las personas o mostramos poco o ningún respeto por lo que creen o quiénes son, hemos dejado de reflejar al mismo Dios que estamos tratando de representar. Por el contrario, la aceptación, el respeto y la justicia social tienen el poder de sanar. Cuando saludamos y sonreímos a ese nuevo vecino de otra cultura, cuando eliminamos ordenanzas de larga data en nuestra comunidad que discriminan por motivos de color o credo, cuando apoyamos la adaptación religiosa en el lugar de trabajo, cuando

vemos a las personas como iguales e insistimos en que disfruten de los mismos derechos, libertades y recursos que exigimos, estamos produciendo un efecto positivo en sus vidas hasta el nivel celular. Kim Anderson, ex CEO de Families First, una organización sin fines de lucro en Atlanta, dice que hay tres pasos para curar el racismo, incluso aquel que no es reconocido como tal. Comienza con las intenciones. «Primero», dice Kim, «necesitamos ser intencionales sobre nuestro deseo de aprender, intencionales sobre la ampliación de nuestros horizontes, intencionales sobre nuestras interacciones positivas entre nosotros. »En segundo lugar, tenemos que modelar eso para nuestros hijos y nietos. »Y, finalmente, podemos usar los medios de comunicación para reaccionar ante las desigualdades cuando las vemos. ¡Tenemos que hablar! Si no desafiamos amorosamente a nuestros amigos o a las personas con las que vamos a la escuela, a la iglesia o al trabajo, la ignorancia y la injusticia se perpetúan a sí mismas». A todos se nos ha dado la oportunidad de unirnos a un ministerio de salud ordenado por el Cielo al expresar, con nuestras palabras y acciones, el significado completo de la poderosa invitación de Cristo a combatir el racismo, la discriminación y la injusticia. «Un mandamiento nuevo les doy», dijo. «Ámense los unos a los otros» (Juan 13:34).

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El nuevo tipo Por Charles Mills

Poco a poco, muchos de los estudiantes a quienes, al principio, les gustaba pasar el rato con el nuevo chico, comenzaron a mantenerse alejados de él.

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ared se puso de pie y miró al nuevo tipo. Este sonriente extraño había llegado la semana pasada y ya estaba en el mejor equipo de béisbol. El maestro lo había llamado dos veces para que leyera un poema en la clase de inglés y había hecho reír tanto a Tommy, el amigo de Jared, en el almuerzo, que le había salido leche de la nariz. ¿Qué hay de interesante que fuese de otro país? ¿Qué hay de interesante que hablase con un acento extraño? ¿Qué hay de interesante que pudiese correr más rápido que un venado? El hecho era que a Jared no le caía bien porque cuando el nuevo tipo estaba cerca, nadie le prestaba atención. Bueno, Jared pensó con el ceño fruncido, nadie va a entrar a mi escuela y tomar mi lugar como el estudiante más popular de quinto grado. Tengo que hacer algo! Pero, Jared no quería decir mentiras sobre el nuevo tipo. Él era cristiano y los cristianos no mienten. Pero tuvo una idea. Diría la verdad, pero de una manera que hiciese que la gente lo pensase dos veces antes de hacerse amigos del nuevo tipo. «Claro, corre rápido», se dijo Jared a sí mismo después de que el nuevo tipo había robado la segunda base durante un juego más tarde esa semana, «pero nunca lo he visto batear un jonrón». «No me gusta su acento», susurró Jared durante la clase de inglés. «Sí, puede hablar inglés, pero hay muchas palabras que dice que no entiendo». «Algunas personas piensan que es gracioso», musitó Jared mientras veía al nuevo tipo entretener a quienes estaban sentados en su mesa durante elmuerzo en la cafetería, «pero sus bromas me parecen infantiles. Me gustan los chistes sofisticados, como los de la televisión».


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«Claro, el nuevo tipo obtuvo una buena calificación en ciencia. Pero su padre es un conserje, así que no puede ser tan inteligente». «Oh, mira. El nuevo chico tiene un nuevo par de tenis. Probablemente se las robó». «¿Viste en las noticias que el país del que es el nuevo tipo acaba de invadir a otro país y mataron a un montón de personas? No, señor. No voy a confiar en el nuevo tipo. ¡Podría querer matarme!»

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Funcionó Y funcionó. Poco a poco, muchos de los estudiantes a quienes, al principio, les gustaba pasar el rato con el nuevo tipo, comenzaron a mantenerse alejados de él. Comenzaron a circular historias acerca de su familia, su pasado e incluso su amor por los Estados Unidos. Pronto, el nuevo tipo se convirtió en alguien a quien rehuir, avergonzar y ridiculizar. Finalmente, al nuevo tipo no le quedaba nadie con quien sentarse durante el almuerzo. Nadie lo eligió para estar en su equipo de béisbol y, cuando el maestro le pidió que leyera un poema en la clase de inglés, habló en voz tan baja que nadie podía escucharlo. Su confianza y su sonrisa se habían desvanecido. Pero, Jared no estaba celebrando. Reconoció lo que había hecho y la idea de que había lastimado al nuevo tipo le molestaba profundamente, especialmente por la noche cuando no podía dormir. No había dicho mentiras, pero tampoco había

dicho toda la verdad. Se dio cuenta de que no era así como se suponía que debía actuar un cristiano. Al día siguiente, Jared llevó su bandeja durante el almuerzo a la mesa donde el nuevo tipo comía solo. Se sentó, le sonrió y le contó un chiste divertido. El nuevo tipo sonrió y le dijo otro. Jared se rió a carcajadas. «Cuéntame la del perro y la cabra», le dijo Jared. «Realmente me gustan tus chistes». Cuando el nuevo tipo contó la historia del perro y la cabra, Jared se rió, y también lo hicieron los estudiantes sentados en la mesa de al lado y en la del otro lado.

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Si estás dispues Por Charles Mills

El patrón destructivo de la injusticia social puede quebrantarse. Sin embargo, se necesitan personas que estén dispuestas a hacer esa labor. Al igual que Jesús, tú y yo tenemos recursos disponibles para lograr cosas asombrosas en nombre del amor. 28 Pacific Union Recorder en español

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epra. Si bien es rara hoy en día, hubo un tiempo en que era una de las enfermedades más temidas en el mundo. Los que eran afligidos por esa enfermedad eran considerados parias, indeseables y peligrosos. Se veían obligados a vivir una vida de aislamiento y abandono. Consideremos esta descripción: Los signos de lepra son úlceras indoloras, lesiones cutáneas de máculas hipopigmentadas (áreas planas y pálidas de la piel) y daño ocular (sequedad, parpadeo reducido). Más tarde, se pueden desarrollar ulceraciones grandes, pérdida de dedos, nódulos de la piel y desfiguración facial. La infección se propaga de persona a persona por secreciones nasales o gotículas (medicinenet.com). Si alguna vez hubiera una razón para rechazar a un individuo, para mantener su distancia, para llevar a una persona a la reclusión, esa parecería ser la razón. Sin embargo, alguien con esa enfermedad se acercó a Jesús en un pequeño pueblo cerca de la costa de Galilea. Ese hombre no estaba en las etapas iniciales de su enfermedad. Estaba completamente cubierto de lepra. «Cuando vio a Jesús, cayó con la cara al suelo y le rogó: “Señor, si estás dispuesto, puedes limpiarme”» (Lucas 5:12). «Si estás dispuesto». No había cuestión de habilidad. No estaba diciendo: «Si eres capaz». El leproso sabía del poder de Cristo para sanar. Había escuchado historias sobre Él. Tenía confianza en que ese hombre, ese extraño, ese maestro viajero, podría librarlo de su maldición mortal. «Jesús extendió su mano y tocó al hombre» (versículo 13). Jesús le tocó. Los leprosos no podían ser tocados. Ni siquiera podía uno acercarse a ellos. ¿Por qué? Porque la enfermedad po-


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sto dría contagiarte. Era altamente contagiosa. Tocar a un leproso era ponerse en peligro. Pero, Jesús extendió su mano e hizo lo inaudito. Después su suave toque fue seguido por un anuncio que cambió la vida de ese hombre. Jesús le dijo: «”Estoy dispuesto. Sé limpio”. E inmediatamente la lepra le abandonó». Dispuesto a actuar El patrón destructivo de la injusticia social puede quebrantarse. Sin embargo, se necesitan personas que estén dispuestas a hacer esa labor. Al igual que Jesús, tú y yo tenemos recursos disponibles para lograr cosas asombrosas en nombre del amor. Recuerdo las muchas clínicas médicas adventistas que he visitado. Algunas estaban en claros de la selva, otras escondidas en pequeños pueblos, otras alojadas en grandes hospitales. Nací en un centro médico misionero en una colina azotada por el viento a las afueras de la ciudad de Seúl, Corea. Viví al lado del sanatorio y hospital de

Manila en las Filipinas y pasé un año viviendo en el segundo piso de una clínica de un solo médico mientras servía como estudiante misionero en Kobe, Japón. Los pacientes que acudían a esos maravillosos establecimientos tenían fe en el personal médico. Su pregunta no era «¿Puede ayudarme?» Era: «¿Está dispuesto a ayudarme?» Hoy, tu y yo nos enfrentamos a un mundo lleno de enfermos. Algunos son víctimas de sus propias decisiones. Pero muchos —posiblemente la mayoría— son víctimas de algo igual de dañino. Sus condiciones mentales y físicas son a menudo el resultado de racismo, discriminación e injusticia social evidentes. Se les niegan las bendiciones que muchos de nosotros disfrutamos. Son considerados parias, indeseables o incluso peligrosos. Han sido abandonados y despreciados por la sociedad. Luego vienen a nosotros, sin preguntarnos: «¿Puedes ayudarme?» No. Su pregunta es: «¿Estás dispuesto a ayudarme?» Podemos hacerlo. Ellos lo saben. Tenemos los recursos, habilidades, conocimientos y herramientas que necesitan tan desesperadamente. La forma como respondemos a su súplica es una clara demostración de cuán ansiosos estamos por reflejar al Dios que adoramos. ¿Estamos dispuestos a acercarnos y tocarlos?

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Regalos envuel Por Charles Mills

«¿Cómo puede vivir allí?» Heidi le susurró a su madre. «Esa casa es horrible». Su madre asintió. «Seguro que lo es. Estoy seguro que les gustaría vivir en otro lugar si pudiesen».

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eidi presionó su nariz contra el vidrio frío de la ventana del auto mientras su madre conducía a casa desde la tienda. La niña estaba emocionada porque en dos días sería Navidad. «Mira», dijo, señalando a una niña que caminaba por la acera nevada en el límite de la ciudad. «Esa es Cindy. ¡Está en mi clase en la escuela!» Heidi estaba a punto de bajar la ventana y gritar «Feliz Navidad» cuando vio a la niña dar vuelta y comenzar a caminar hacia una casa escondida entre una pequeña tienda de comestibles y una gasolinera. Las palabras se atoraron en su garganta. La casa apenas estaba en pie, sus cimientos se desmoronaban y el techo del porche se inclinaba hacia un lado. Había basura en el patio y un auto viejo sobre bloques de cemento descansaba en la entrada de grava. «¿Cómo puede vivir allí?» Heidi le preguntó a su madre. «Esa casa es horrible». Su madre asintió. «Seguro que lo es. Estoy segura que les gustaría vivir en otro lugar si pudiesen». Heidi se sentó y pensó durante largo rato mientras el auto continuaba su viaje a casa. Estuvo callada durante la cena y ni siquiera se rió cuando su hermano mayor accidentalmente dejó caer su sándwich en su regazo. Cuando su madre le recordó que era su turno de lavar los platos, simplemente dijo: «Está bien», y se dedicó a lavar los platos. «¿Estás bien?», le preguntó su madre, de pie en la puerta de la habitación de Heidi más tarde esa noche. «No eres tan energética como de costumbre. ¿Te sientes enferma?» «No», respondió la niña. «Solo estoy preocupada». «¿Por qué?» «Por Cindy. No creo que vaya a tener una Navidad muy bonita.


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ltos en amor toy haciendo una caja de Navidad para Cindy. Somos casi del mismo tamaño y sé que a ella le gusta el mismo tipo de muñecas que me gustan a mi. Cuando termine, la llevaré a su casa con esa estatuilla del niño Jesús que compré hace un par de años. Ah, y las galletitas. Sé que le gustan las galletitas». La niña hizo una pausa. «Solo que hay un problema. No tengo más papel de regalo navideño». Su madre se sentó en la cama. «No te preocupes», le dijo. «Puedes envolver tus regalos en amor. Cindy y su madre estarán muy contentas. Le estás dando un maravilloso regalo de Navidad». Heidi levantó un colorido vestido de muñeca. «¿Quieres decir esto?», le preguntó. «No», le dijo su madre. «Estás dispuesta. Ese es el mejor regalo de todos». ISTOCK.COM/STUDIO-54-FOTO

Ni siquiera pueden permitirse arreglar el porche o su automóvil. Ahora que lo pienso, a la hora del almuerzo en la escuela, Cindy come mucho... como si estuviese realmente hambrienta. Luego toma algunas galletas y manzanas adicionales y las pone en su mochila. Creía que solo le gustaba comer». La niña hizo una pausa. «Pero, ahora creo que está llevando comida a su madre. Eso no es bueno. ¿Qué puedo hacer para ayudarla?» «Esa no es la pregunta correcta», le dijo su mamá en voz baja. «¿No lo es?» «No. Debes preguntarte: “¿Estoy dispuesta a ayudarla?” Si lo estás, descubrirás qué hacer». Una lágrima se deslizó por la suave mejilla de Heidi. «Estoy dispuesta, mamá. Realmente lo estoy». Temprano a la mañana siguiente, su madre la encontró en lo profundo de su desordenado armario, arrastrando los pies como un ratón en busca de queso. «¿Se puede saber qué estás haciendo?», le preguntó. «Estoy dispuesta», dijo la niña sonriendo. «Estoy recogiendo ropa que ya no me queda bien, juguetes y cosas con las que no juego. Ah, y me gustaría que hornearas algunas de esas galletitas de coco, ¿sí?, las que tienen el glaseado amarillo». «Claro. ¿Se acerca alguna ocasión especial?» «Más o menos», dijo la niña sonriendo. «Es-

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Transformación Por Charles Mills

La Biblia fue su arma preferida en sus batallas por la justicia social y la igualdad en el trato con todas las personas. Es lo que usó para proclamar el mensaje transformador y reconciliador del evangelio. 32 Pacific Union Recorder en español

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abíamos estado en la carretera durante horas a lo largo del árduo camino de tierra. Cada pocos minutos, un camión cargado con troncos recién cortados pasaba a toda velocidad en la dirección opuesta, arrojando espesas nubes de rojizo polvo sobre nosotros, llenando nuestras fosas nasales, hiriendo nuestros ojos y dificultando la respiración. Revisé para asegurarme que mi equipo todavía estuviese protegido del polvo que se acumulaba. Si iba a regresar de ese viaje con un registro fotográfico de lo que vimos, las cámaras y la película guardadas dentro de las cajas a mis pies tenían que estar protegidas a toda costa. Mi tarea era simple. Viajar a esa jungla sudamericana y tomar fotos de cierto pueblo lleno de gente muy especial. ¿Qué los hizo especial? Cada miembro del asentamiento era un cristiano adventista del séptimo día. A diferencia de sus vecinos que adoraban a muchos dioses, algunos de los cuales decían que vivían en árboles, ríos y serpientes, esos hombres, mujeres y niños adoraban solo a un Dios, el Dios del cielo. Los asentamientos que pasamos revelaron con vívido detalle la pobreza que se apoderaba de la tierra. Lejos de la riqueza relativa de las ciudades, esos aldeanos pasaban sus días haciendo poco más que tratar de sobrevivir. Debido a su gran necesidad, tenían poca autoestima. Sus casas, patios y carreteras reflejaban el vacío y el desaliento que llenaban sus corazones. Sus alrededores eran insalubres —por decir lo menos— y había habido informes de disturbios violentos entre los diferentes grupos en esa área. El muy maltratado vehículo en el que viajábamos disminuyó la velocidad y salió de la carretera principal y comenzó a aden-


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n trarse en la jungla. Pronto nos encontramos con un pequeño y aislado pueblo ubicado en un claro junto a los rápidos de un río. El conductor encontró un lugar sombreado debajo de una arboleda y apagó el motor. Perspectiva muy enfocada Mirar el mundo a través del visor de una cámara ofrece una perspectiva muy enfocada. Mientras la película se movía silenciosamente frente a mi lente, fui testigo de la vida cotidiana de un pueblo cuya existencia misma había sido transformada. Sus sencillas casas, amuebladas con solo lo esencial, estaban limpias y ordenadas. Sus céspedes estaban recortados, los caminos bien marcados y los baches rellenos. ¿Dónde estaban los cerdos errantes, las pilas de basura, los olores inconfundibles de la enfermedad? ¿Dónde estaban los niños de aspecto harapiento y el semblante ceniciento de sus padres? Esas personas se veían sanas y presentables; sus ojos claros, sus rostros brillantes de esperanza. ¿Había sido ese

pueblo realmente como los demás? ¿Cómo fue posible un cambio tan asombroso? Me llevaron a la pequeña casa de troncos y paja del maestro misionero adventista de esa área. Me recibió con una amplia sonrisa y me permitió el privilegio de ver el lugar que llamaba su hogar. A través del ojo de mi cámara, observé una alfombra de hierba en el suelo, una manta cuidadosamente doblada, una pequeña cómoda colocada junto a la cama y un par de sandalias. Entonces entendí. Descansar sobre la manta estaba la razón de la transformación —la razón por la que ese pueblo se veía, olía y sonaba diferente y la gente actuaba de manera más solidaria—. Con sus cubiertas desgastadas por el uso y las páginas amarillentas por el tiempo, una copia de la Palabra de Dios esperaba en la quietud del sofocante aire de la tarde, lista para levantar el espíritu del lector y del oyente por igual, lista para crear imágenes claras de cómo se supone que se debe vivir la vida incluso cuando está cargada de pobreza. El dueño de esa Biblia había tomado las palabras muy en serio y había difundido las Buenas Nuevas por todo el pueblo. Esa era su misión. La Biblia fue su arma preferida en sus batallas por la justicia social y la igualdad en el trato con todas las personas. Es lo que usó para proclamar el mensaje transformador y reconciliador del evangelio.

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SERIE SOBRE JUSTICIA SOCIAL – HISTORIA PARA LOS NIÑOS

El nuevo corazó Por Charles Mills

Debemos decirle a la gente: «¡Cuidado! El pecado le hará daño, le hará triste, incluso le enfermará». Después podemos decir: «¡En lugar de hacer eso, haga esto!»

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«¿T

e vas a morir?» El Sr. Parker levantó la vista de la pantalla de su computadora cuando una voz familiar lo llamó desde la puerta de su oficina en casa. «¿Qué dijiste?», preguntó el hombre. «¿Te vas a morir?», repitió Thomas, su hijo, con los ojos llenos de miedo y tristeza. «No quiero que te mueras». El Sr. Parker negó con la cabeza mientras le indicó a su hijo que se sentara frente a él en la gran silla amarilla junto al librero. «¿Por qué piensas tal cosa?» «Porque», le dijo el niño, «escuché al médico decir que si no haces algunas cosas, te vas a morir». «También lo escuché decir eso», respondió su padre. «No estaba bromeando, ¿verdad?» «No». El hombre se recostó en su alta silla de oficina. «Mi ataque al corazón me dio miedo, Thomas. Quiero decir fue algo realmente aterrador. Pero estoy muy contento de que los médicos hayan podido ayudarme a superarlo. Abrieron algunos pasajes en mis arterias para que mi sangre pueda fluir rápidamente dentro y fuera de mi corazón nuevamente. Ahora me siento mucho mejor». «Entonces, ¿por qué dijo eso el médico?» «Bueno, tuve el ataque al corazón porque no me estaba cuidando bien. Estaba comiendo muchos alimentos grasosos, salados y azucarados que obstruían mis arterias con suciedad pegajosa. No estaba haciendo mucho ejercicio. Me preocupaba mucho. Todas esas cosas pueden enfermar mucho el corazón de uno». «¿Te dijo el médico lo que tenías que hacer para que no te... o sea... para que no te mueras?» «Sí, lo hizo», le dijo su papá mientras recogía una carpeta de su


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ón de papá hacer en este mundo, Thomas. Se supone que debemos decirle a la gente: “¡Cuidado! El pecado le hará daño, le hará triste, incluso le enfermará”. Después podemos decir: “¡En lugar de hacer eso, haga esto!” Y les mostramos todas las hermosas instrucciones en la Biblia para vivir una vida sana y felizmente». Thomas asintió lentamente. «¿Es como si les mostráramos cómo tener un nuevo corazón?» «¡Exactamente!» Su padre hizo una pausa. «Gracias por preocuparte por mí, Thomas. Pero, estoy bien. No me voy a morir pronto». El niño sonrió y se puso de pie. «Amo a tu nuevo corazón, papá», le dijo. «Mi nuevo corazón te ama, Thomas», respondió su padre con una sonrisa.

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escritorio. «Me dio esto». Le entregó una hoja de papel a su hijo, quien lentamente leyó las palabras en voz alta. «Coma muchas frutas, verduras, granos, semillas y nueces. No coma productos de origen animal como carne, leche, huevos y queso. Beba agua, no refrescos. Salga a caminar alrededor de la cuadra. Encuentre maneras de ser feliz y trate de no preocuparse». Thomas miró a su padre. «¿Estás haciendo todas esas cosas?» «Lo estoy haciendo», le dijo su padre con firmeza. «Todos los días. Estoy haciendo esas cosas para poder vivir una vida larga, saludable y feliz contigo y con tu madre. Hacer lo que está en esa lista ayudará a evitar que mi corazón se enferme de nuevo. Es como si estuviera construyendo un nuevo corazón dentro de mi pecho». «Entonces, ¿por qué dijo el médico que te ibas a morir?» «Ese es su trabajo», explicó su papá. «Verás, los médicos hacen dos cosas importantes por sus pacientes. Primero, les dicen qué les pasa, qué enfermedad tienen y por qué la tienen. Mi médico dijo que tenía “enfermedad cardíaca”. Segundo, los médicos le dicen a las personas lo que necesitan hacer para sanar, para recuperarse nuevamente, para volverse fuertes y saludables, para vivir muchos más años felices». El hombre pensó por un momento. «Sabes, hacen lo mismo que se supone que debemos

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Misión cumplida Por Charles Mills

Nuestra misión como cristianos es proporcionar la oportunidad para que todas las personas experimenten la redención y la restauración de Dios.

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ué se supone que debe hacer una iglesia en un mundo envenenado por el racismo, la discriminación y la injusticia? Jesús proporciona un plan de acción. Como dice el canto, «Zaqueo era un hombre pequeño». Era pequeño tanto en estatura como en carácter. Como principal recaudador de impuestos obligaba a sus compatriotas a pagar impuestos a los despreciados romanos que ocuparon sus tierras por la fuerza. A menudo recolectaba más de lo necesario, haciéndose muy rico. ¿Es de extrañar por qué el pueblo judío lo despreciaba? Un día, como se registra en Lucas capítulo 19, Zaqueo estaba en Jerico haciendo lo que sabía hacer mejor cuando escuchó que Jesús, el famoso rabino que sanaba a los enfermos, estaba de paso. Zaqueo decidió que quería ver a este popular extraño. Pero siendo un hombre pequeño, pararse en una multitud curiosa le brindaba una vista perfecta de las espaldas y los vientres. Nunca dejó que su falta de altura interfiriera con sus elevados planes, buscó una solución y la encontró muy cerca. Las higueras de sicomoro salpicaban el terreno y justo al frente había un espécimen maravilloso, con ramas resistentes y suficientes hojas para ocultar su curiosidad. Llegó el Gran Maestro rodeado de atentos discípulos. Zaqueo sonrió para sí. Había encontrado el mejor asiento de la casa para el espectáculo que se desarrollaba ante sus pies. Al llegar al árbol, Jesús se detuvo de repente. Lentamente, con una sonrisa que se extendía en a su rostro robusto y bronceado por el sol, miró hacia arriba, directamente a los ojos de Zaqueo. El recaudador de impuestos sonrió conscientemente. «Hola», dijo deseando ser mucho más pequeño de lo que ya lo era. «Zaqueo», le dijo el Gran Maestro, «baja inmediatamente. Debo visitar tu casa hoy».


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a Atónito, el hombre hizo el largo viaje desde la rama del árbol hasta el suelo. «¿Quiere venir a mi casa?», le preguntó. Cristo asintió. «Por aquí», tartamudeó Zaqueo, señalando el camino. «Sígame». Más tarde, después de que Zaqueo y Jesús habían pasado algún tiempo juntos, una cosa increíble le sucedió a ese hombre. Creció. No en altura, sino en carácter. «Señor», anunció conforme se registra en el versículo ocho: «Desde hoy voy a dar la mitad de mis posesiones a los pobres y si he engañado a alguien en algo, le pagaré cuatro veces esa cantidad». La injusticia de Zaqueo hacia los demás había sido desafiada de una manera que beneficiaba a todos los involucrados. Pecador encubierto Un día, justo después del amanecer, Jesús estaba pasando un rato tranquilamente en el templo de Jerusalén cuando un grupo de hombres lanzó a una mujer a sus pies. «Maestro», le dijeron — Juan capítulo ocho, nos presenta la historia—, «esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. En la Ley, Moisés nos mandó apedrear a esas mujeres. Ahora, ¿qué dices?» En silencio, Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la arena con su dedo. No tengo idea de lo que escribió, pero los hombres vieron algo allí que

La injusticia de Zaqueo hacia los demás había sido desafiada de una manera que beneficiaba a todos los involucrados. los hizo decidir que estaban tarde para una cita muy importante en otro lugar. Pronto, solo Jesús y la acusada permanecieron: la pecadora y el Salvador de pie frente a frente. «Mujer», le dijo en voz baja, «¿Nadie te ha condenado?» La mujer, sintiendo que esa confrontación iba a resultar muy diferente de lo que había esperado, respondió en un susurro: «Nadie, señor». Las siguientes palabras que salieron de la boca de Jesús, combinadas con la historia de Zaqueo, cambiaron la forma como yo consideraba la misión global de nuestra iglesia. Mirando atentamente a los ojos de una mujer sorprendida en adulterio, Jesús le dijo: «Entonces yo tampoco te condeno. Ve ahora y deja tu vida de pecado». Nuestra misión como cristianos es proporcionar la oportunidad para que todas las personas experimenten la redención y la restauración de Dios.

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Sin salida Por Charles Mills

A veces, ser cristiano requiere enfrentar las cosas malas que le suceden a las personas, crear un plan de acción y venir a su rescate. Con Dios trabajando a tu lado, siempre hay una salida.

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lice Hall de Bar Harbor, Maine, conducía a casa desde el trabajo y decidió tomar un atajo a lo largo de la playa. Olvidó lo rápido que pueden llegar las mareas y de repente se encontró estancada en aguas saladas profundas con olas oceánicas en constante aumento golpeando contra sus puertas. Estaba atrapada. No había salida. uuu Walter Koester levantó la vista justo a tiempo para ver toneladas de tierra cayendo directamente sobre él. Su padre, que trabajaba cerca, tomó lo único que pudo encontrar, una manguera de jardín, y la arrojó rápidamente al pozo que habían estado cavando. Justo cuando su hijo lo agarró, el deslizamiento de tierra enterró completamente al niño bajo ocho pies de tierra. Walter se metió el extremo de la manguera en la boca y trató de tomar una bocanada de aire. Pero hubo un problema. La manguera estaba llena de agua. Walter estaba en un enorme problema. No había salida. uuu Frank Brown, un técnico de rayos X que trabaja en el Hospital Bellevue en la ciudad de Nueva York, instruyó a su paciente a recostarse cuidadosamente sobre la mesa. Una enfermera que le asistía, Grace Fusco, observaba a Frank apagar la máquina para poder hacer algunos ajustes menores. Pero debe haber habido un corto en algún lugar del cableado. Frank de repente encontró cerrando con su mano un circuito de setenta y cinco mil voltios de electricidad. No podía hablar ni moverse. La enfermera corrió hacia el técnico y le agarró de los


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hombros. Setenta y cinco mil voltios la golpearon como un autobús a toda velocidad, tirándola hacia atrás a través de la habitación. Grace trató dos veces más de rescatar al hombre sostenido en las garras ardientes de la corriente. Dos veces más se encontró lanzada contra la pared. Frank Brown estaba a punto de morir. No había salida. Pero entonces... Las aguas continuaban subiendo. Alice Hall miró desesperadamente alrededor de los confines de su auto que se hundía lentamente. Sin linterna. Sin teléfono. Su mano golpeó el volante, haciendo que sonase la bocina. Había que esperar. La bocina. ¡LA BOCINA! El capitán Fred Hayes, un marinero que vive junto al océano, inclinó la cabeza hacia un lado y apagó su radio. ¿Qué estaba escuchando? Entonces, palideció. Esa bocina en la distancia estaba tocando la señal de socorro internacional conocida por todos los marineros. TUT-TUT-TUT, T-U-U-T, T-U-U-T, T-U-U-T, TUT-TUT-TUT. ¡Eso era un SOS! Salió corriendo de su casa y vio el auto en los rompeolas, rápidamente llamó a algunos amigos, tomó un bote y se apresuró al rescate. La mujer se salvó justo cuando la marea envolvía al automóvil en sus acuosos brazos.

uuu Walter Koester sabía que si quería respirar aire fresco por la manguera, tendría que beber primero toda el agua que había en la manguera del jardín, así que eso fue lo que hizo. Cuando la manguera finalmente quedó vacía de agua, pudo aspirar un poco de aire para poder respirar. Pronto los rescatistas conectaron un tanque de oxígeno al otro extremo. Después de dos agonizantes horas, Walter estaba libre —tembloroso por la terrible esperiencia por la que había pasado pero sin sed en lo absoluto. uuu La conmoción en la sala de rayos X llamó la atención de otro técnico en el pasillo. Lo que vio lo horrorizó. Hizo después algo muy científico, no tan heróico como el atrevido arrojo de la enfermera, pero mucho más efectivo. Corrió hacia el interruptor maestro en la pared y cortó toda la electricidad que entraba en la habitación. Frank Brown cayó totalmente inconsciente al suelo. Había sufrido quemaduras y shock, pero los médicos dijeron que se recuperaría. Lo cual se llevó a cabo. Lo mismo que la enfermera. A veces, ser cristiano requiere enfrentar las cosas malas que le suceden a las personas, crear un plan de acción y venir a su rescate. Puedes tener la seguridad de que, con Dios trabajando a tu lado, siempre hay una salida.

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Administración históricamente diversa elegida para dirigir a la Pacific Union Conference Por Faith Hoyt y Ray Tetz

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radford C. Newton ha sido elegido presidente de la Pacific Union Conference, reemplazando a Ricardo B. Graham, quien se retira después de 14 años de servicio como presidente y más de 46 años en el ministerio. Elegida para ocupar el cargo de secretaria ejecutiva que Newton ha ocupado desde 2008, Sandra E. Roberts, presidenta de la Southeastern California Conference, es la primera mujer en ser elegida para servir en la administración de la Pacific Union Conference y dentro de la North American Division. Los delegados afirmaron el cargo de tesorero a Stephen V. Mayer, mientras que Leon B. Brown, Sr., presidente de la Nevada-Utah Conference, fue elegido para servir como vicepresidente, reemplazando a Jorge Soria, quien se retira después de 47 años en el ministerio. Las elecciones fueron una parte importante de la agenda de los delegados de la 31ª sesión constituyente de la Pacific Union Conference, celebrada del 15 al 16 de agosto en Tucson, Arizona. Los delegados también votaron sobre los coordinadores de los ministerios étnicos y adoptaron cambios en los estatutos que redesignan esos cargos —lo mismo que el de la directora de educación— como vicepresidentes de ministerios especializados. En esos cargos se desempeña VicLouis Arreola III, vicepresidente de ministerios de Asia y el Pacífico; Virgil S. Childs, vicepresidente de ministerios negros; Berit von Pohle, vicepresidente de educación; y Alberto Ingleton, vicepresidente de ministerios hispanos. Las jubilaciones del pastor Ricardo Graham y el pastor Jorge Soria provocaron emotivas reacciones de gratitud de parte de los delegados. Cada uno de ellos habló con afecto por la Iglesia Adventista del Séptimo Día y su aprecio por los muchos años de servicio en la Pacific Union. Cada uno de los líderes que se jubilaron expresó gratitud a sus cónyuges como sus socios en el ministerio. Actuando en nombre de la Pacific Union Conference, Bradford y Jennifer Newton reconocieron y expresaron formalmente su agradecimiento al pastor Ricardo Graham y a su esposa, Audrey Weir-Graham, y al pastor Jorge Soria y a su esposa, Lina Soria, por su dedicado servicio.

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De izquierda a derecha: Leon B. Brown, Sr., vicepresidente; Sandra E. Roberts, secretaria ejecutiva; Bradford C. Newton, presidente; G. Alexander Bryant, presidente de la North American Division; Stephen V. Mayer, tesorero.

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POR RONALD D. GRAYBILL

a considerado alguna vez cómo se escribieron los libros de Ellen White? ¿Ha considerado la enorme cantidad de escritos que produjo? Ellen White utilizó la ayuda de más de 20 asistentes literarios para convertir sus manuscritos, escritos a mano, en prosa pulida. Luego, tanto antes como después de su muerte,

sus escritos publicados fueron corregidos, combinados, extirpados, ampliados, revisados, modernizados, adaptados, simplificados, traducidos, reimpresos y reformateados. Este libro es la historia de cómo sus visiones se sometieron a esas revisiones. Explica los procesos editoriales que comenzaron cuando puso su pluma por primera vez en la tinta y la puso en el papel. Incluso describe ese bolígrafo y ese papel. Un siglo después de su muerte, los escritos de Ellen White continúan generando interés y fascinación y la gente continúa preguntándose cómo pudo producir tantos libros y artículos en su vida. Ron Graybill muestra en este libro cómo el estudio de sus escritos originales a mano ilumina su labor. Considera también la labor de sus asistentes literarios y cómo le ayudaron en sus publicaciones. Este libro no procura disputar la inspiración de Ellen White sino que trata de comprender el complicado proceso por el que pasó la publicación de sus libros y sus artículos. Este es un estudio muy esperado que generará más investigación y una mejor comprensión de las publicaciones de la señora White. —Denis Fortin, profesor de teología histórica, Andrews University

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