50 grandes Momentos de la Copa América

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Pablo Alejandro Lisotto

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Lisotto, Pablo 50 grandes momentos de la Copa América : recuerdos continentales . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Alarco Ediciones, 2015.

128 p. ; 20x14 cm.

ISBN 978-987-1367-58-0

1. Deportes. I. Título CDD 796

Fecha de catalogación: 13/04/2015

Ediciones Al Arco: www.librosalarco.com.ar e-mail: contacto@librosalarco.com.ar

Ilustración de tapa: Gustavo Damiani e-mail: tavodamiani@yahoo.com.ar

Diseño de tapa e interior: Ana Paoletti. e-mail: anapaoletti@gmail.com

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A mi esposa Inés, que con su amor, compañía, aguante, aliento y paciencia hace que todo en mi vida sea más sencillo.

A mis dos preciosos hijos, Lucas y Nicolás, con quienes disfruto cada día de la maravillosa experiencia de ser padre.

A mis viejos, mi hermano, mi familia y todos mis amigos, que están siempre.

A Marcos González Cezer y Julio Boccalatte, por volver a confiar en mí para este nuevo proyecto y permitirme seguir aprendiendo.

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Prólogo El 11 de junio próximo, en la hermana República de Chile, dará comienzo uno de los certámenes más prestigiosos del deporte mundial: la Copa América de Fútbol. El Ministerio de Educación de la Nación, tal como lo ha hecho durante el pasado Mundial de Fútbol 2014, está presente en las aulas de todo el país con una serie de publicaciones que buscan fomentar la lectura crítica alrededor de las distintas temáticas que este evento continental abre como posibilidad en el plano educativo.

Para cumplir con este objetivo, hemos seleccionado tres publicaciones de Ediciones al Arco, cada una de las cuales nos permite abordar este evento desde distintos enfoques y a la vez, en conjunto, trazan un itinerario de lectura donde se traman las grandes historias con las pequeñas anécdotas y aquello que es estrictamente deportivo con los fenómenos sociales y políticos que lo envuelven y condicionan.

En primer lugar, Curiosidades de la Copa América, nos sitúa frente a la fuente inagotable de grandes y pequeñas historias que este evento ha ido construyendo en sus 99 años de vida. En efecto, fue en nuestro país y con el propósito de celebrar el Centenario de nuestra Independencia, que la pelota comenzó a rodar en los eventos americanos, allá por 1916. El segundo título, 50 grandes momentos de la Copa América. Recuerdos continentales, se adentra en los sucesos más destacados de la historia de la Copa y traza las complejas relaciones entre deporte, política y vida social. El último de ellos, Copa América increíble, anécdotas imperdibles, nos transporta al ámbito más íntimo de estos encuen-

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tros, a sus personajes y a las curiosas historias que rodearon a cada una de las ediciones de este campeonato.

Esta es una de las formas en que, así como lo hicimos en 2010 y 2014 durante los pasados Mundiales de Fútbol, hemos decidido estar presentes en un evento que seguramente acaparará la atención de una gran porción de nuestros alumnos y docentes.

Esperamos que la lectura de estos materiales, su análisis y discusión en clase, antes o después de los partidos a disputarse, sea un aporte firme a la siempre anhelada vinculación entre educación y deporte, pilar de toda enseñanza integral.

Pero, por sobre todo esto, y por tratarse de un acontecimiento centrado en nuestro continente, es nuestro deseo que este vínculo planteado a través del deporte más popular, sea una oportunidad para conocer más de nuestros hermanos de América, de aquellos que son nuestros compañeros en esta aventura que los pueblos de esta parte del mundo estamos llevando adelante: la construcción de un continente en paz, con justicia social y libertad para todos y todas.

Alberto Sileoni Ministro de Educación de la Nación

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1 > Copa América: la prehistoria Si bien el Campeonato Sudamericano de selecciones fue creado para celebrar el centenario de la Independencia argentina y su primera edición oficial se produjo en 1916, la competencia tuvo un antecedente en 1910, donde la historia de nuestro país también tuvo mucho que ver.

Fue ese año cuando se disputó el primer torneo internacional de selecciones en Sudamérica. Se llamaba Copa Centenario Revolución de Mayo 1910 y participaron Chile, Uruguay y la Argentina, que se consagró campeón. Sin embargo, la Confederación Sudamericana de Fútbol no reconoce esa competencia como oficial, ni la incluye en las estadísticas de la Copa América.

Pese a no aparecer en los libros, aquel fue el primer torneo a nivel selecciones que existió. Se jugó en Buenos Aires, donde en el partido inaugural la “Celeste” goleó 3 a 0 a Chile. El primer gol lo señaló José Piendibene, el mismo que seis años después convertiría el primer tanto de la edición de 1916, ya oficial.

La selección “albiceleste” hizo valer su condición de anfitriona y aplastó primero a Chile 5 a 1, luego a los “charrúas” 4 a 1 y finalmente se consagró campeona.

Seis años después, sí, llegó el certamen oficial, el Campeonato Sudamericano. Con cuatro equipos; a la Argentina, Uruguay y Chile se les sumó Brasil. Y, como consecuencia de la precariedad con la que fue organizada aquella primera edición, hubo varios acontecimientos que, por desprolijos o por insólitos, son dignos de rescatar.

En el partido inaugural, jugado el 2 de julio, Uruguay aplastó a Chile por 4 a 0. Tras el encuentro, directivos del país trasan–7–

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dino denunciaron a sus rivales, afirmando que habían incluido en su equipo a “dos africanos profesionales”. Los señalados eran los morenos Isabelino Gradín y Juan Delgado, hijos de esclavos pero uruguayos de nacimiento.

Incluso Gradín, que se proclamó goleador de aquella primera edición con tres conquistas, era un reconocido atleta y hasta poseía el récord sudamericano en los 400 metros llanos.

Poco después, el 10 de julio, la Argentina debía enfrentarse a Brasil. Mientras los futbolistas se preparaban en el vestuario del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires para salir al campo de juego, un dirigente de la Asociación Argentina de Football notó que apenas había 10 futbolistas: el gran delantero Alberto Ohaco no había llegado a tiempo desde su trabajo. El hecho, increíble, parecía no tener solución.

La improvisación tomó cartas en el asunto y uno de los dirigentes argentinos no dudó en ir a buscar al delantero de Huracán José Laguna, que había ido a la tribuna a disfrutar del clásico como hincha. Laguna no sólo jugó, sino que apenas un puñado de minutos después marcaba el 1 a 0 y se convertía en el héroe de la tarde, más allá de que después Manoel Alencar igualó para los brasileños y así, 1 a 1, terminó el partido.

Además de la goleada de Uruguay a Chile y del empate de la Argentina con Brasil, el equipo nacional aplastó 6 a 1 al conjunto trasandino, que luego igualó 1 a 1 con Brasil. Por último, los charrúas vencieron 2 a 1 a los “verdeamarelos”.

Tras cinco partidos, finalmente el primer Sudamericano llegó a su cierre el 16 de julio: Argentina versus Uruguay. O eso se pensó en un primer momento. Porque en aquella jornada no se definió nada. Ocurrió que la gran convocatoria de público desbordó las gradas de GEBA. Los incidentes no tardaron en llegar y a

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los 5 minutos de juego las autoridades no tuvieron mejor idea que suspender el partido y postergarlo para el día siguiente. Eso desató la barbarie de varios grupos de hinchas que, indignadísimos, prendieron fuego los tablones del estadio: pudo haber terminado en tragedia.

El 17 de julio, entonces, Uruguay y la Argentina definieron el primer Sudamericano en cancha de Racing Club, en Avellaneda. El árbitro de aquel partido fue el chileno Carlos Fanta, que también era el entrenador del seleccionado trasandino. El partido culminó 0 a 0, y con ese resultado el equipo “charrúa” se coronó campeón.

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2 > El creador de la Copa América Si bien la historia tiene eslabones que no terminan de unirse, todo parece indicar que la creación de la Copa América fue obra de un argentino.

Una investigación realizada por el periodista Oscar Barnade da cuenta de que en 1913, José Susan, que fuera futbolista y dirigente del viejo Estudiantes de Buenos Aires y también árbitro, presentó el proyecto de un Sudamericano ante las autoridades de la Asociación Argentina de Football.

Como respuesta a aquella inquietud, en la edición del diario La Argentina del 16 de octubre de 1913 se publicó el siguiente texto: “La Asociación Argentina de Football resuelve realizar anualmente un concurso de football instituyéndose al efecto la Copa América. Serán invitadas a adherirse a este proyecto las ligas uruguayas, chilena y brasileña, debiendo enviar en caso afirmativo un equipo para disputar la Copa”.

“Este torneo se efectuará en Buenos Aires, en fecha que con prudente anticipación fijará el Consejo. Si algunas de las ligas adherentes desean que el torneo se realice en el lugar de su asiento, deberá solicitarlo en la reunión de delegados que se efectuará durante la época de juego del año anterior. Es entendido que cada liga en tal caso correrá con la organización y gastos que el torneo demande. Las representaciones constarán de diez y siete personas, pudiendo ser su número mayor pero sin cargo para la liga invitante”.

“Este trofeo no podrá ser obtenido definitivamente, pero si alguna de las representaciones que lo disputen vencen tres años

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seguidos o cinco alternados, serán acreedores a una copa estímulo. El equipo vencedor y referee que actúen en los matchs serán premiados con medallas de oro, los demás equipos recibirán una medalla de plata en la que designará la clasificación obtenida. Este proyecto ha sido presentado a la Asociación por el delegado del club Estudiantes, señor J. Susan. Será tratado en la próxima reunión del Consejo y posiblemente aceptado”.

Como se sabe, el torneo finalmente se realizó. Tres años después se anunció el primer Sudamericano para celebrar los 100 años de la independencia argentina. Este torneo fue impulsado por el uruguayo Héctor Rivadavia Gómez, periodista, político y entonces dirigente de la Asociación Uruguaya de Fútbol.

La Copa que se puso en juego desde 1917 fue la que había donado Ernesto Bosch, Ministro de Relaciones y Culto, para el triangular que disputaron la “albiceleste”, Uruguay y Chile en 1910, pero los laureles se los llevó Rivadavia Gómez.

Sin embargo, desde la edición de 1916 el torneo fue claramente lo que había pensado José Susan, cuyo nombre se perdió con el correr de los años.

Un detalle apoya la fuerte teoría de que el creador del Sudamericano de selecciones fue un argentino, y se basa justamente en el nombre del trofeo, ya que más allá del apoyo e impulso que le dio el uruguayo Rivadavia Gómez a la cuestión, el primero que habló de Copa América fue José Susan, en su proyecto de 1913.

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3 > El primer goleador Como toda gran historia, existe un punto de inicio. Y en el caso de la Copa América (el torneo de selecciones de fútbol más antiguo del planeta), este se dio el 2 de julio de 1916, en el estadio del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, donde se desarrolló esa primera competencia. Hace casi 100 años.

En ese espacio de Palermo se disputó el primer partido del entonces llamado Campeonato Sudamericano, en el cual Uruguay goleó a Chile por 4 a 0.

Pasaron 44 minutos antes de que José Antonio Piendibene inscribiera para siempre su nombre en la historia, al marcar el primer gol del certamen. Piendibene había nacido el 5 de junio de 1890 en el barrio de Pocitos, en Montevideo, y era el menor de ocho hermanos.

Habían pasado casi ocho años de su debut cuando “Piendi” tuvo la gran oportunidad de formar parte del seleccionado ‘charrúa’ en el Campeonato Sudamericano, y vaya que lo aprovechó. El goleador fue una de las piezas clave para que los uruguayos se quedasen con el título en suelo porteño.

Tal fue el esplendor de Piendibene que la revista El Gráfico, y otros medios de la época, lo nominaron el mejor jugador de aquellos años, e inclusive para muchos uruguayos fue el mejor futbolista de la era Amateur en el país oriental.

El célebre periodista uruguayo Diego Lucero lo describió con su estilo: “Salve Divino Maestro, Señor de la Cortada, Rey del Pase, Monarca del Cabezazo, Emperador de la Gambeta, Sultán del Dribbling, Soberano del Taquito”.

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La existencia de este delantero, un verdadero adelantado a su época, resultó fundamental en el desarrollo del fútbol uruguayo. Fue apodado El Maestro porque, además de su estilo exquisito, era un canto al juego limpio.

Diversos conflictos con la Federación oriental le impidieron participar de los Juegos Olímpicos de París, en 1924. Pese a su ausencia, Uruguay se quedó con el oro. De todos modos, logró tres Sudamericanos con su seleccionado.

Además de su destacada labor con la ‘Celeste’, Piendibene fue la primera gran figura de Peñarol, donde anotó 280 goles en 469 partidos, con un sorprendente promedio de 0,59 (más de un tanto cada dos encuentros). El autor del primer gol de la historia de la Copa América falleció el 12 de noviembre de 1969.

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4 > Chilena española El recurso popularmente conocido como ‘chilena’ resulta bello, artístico, atrapante. Cuando sucede, pareciera que el ballet se adueñara del fútbol por un instante. Y tiene su origen en el Sudamericano Copa América.

A lo largo de la historia hubo diversos especialistas para esta pirueta, que consiste en pegarle al balón en un punto cercano a la cabeza, pero con el pie, y con el cuerpo de espaldas al arco rival. Dos de ellos son latinoamericanos. Uno fue el uruguayo Enzo Francescoli y el otro, el mexicano Hugo Sánchez, entre tantos más.

Lo curioso de esta cuestión es el primer futbolista que realizó esta maniobra dentro de un campo de juego fue el defensor español Ramón Unzaga, que en la edición de 1916 defendía los colores de Chile, según la poca documentación que se tiene de aquella época.

Unzaga había nacido en Bilbao en 1894, pero este vasco de pura cepa emigró a Chile a los 12 años. Lejos de su tierra, encontró reparo en el deporte. Practicó atletismo (100m llanos, 110m con vallas, salto en alto, salto con garrocha y lanzamiento de jabalina), natación y waterpolo. Sin embargo, halló en el fútbol su lugar en el mundo.

A los 18 años decidió adoptar la ciudadanía chilena y fue por entonces que comenzó a exhibir su pirueta en los campos de juego.

Según varios medios de la época, la primera vez que Unzaga hizo en público una maniobra de estas características fue en enero de 1914, en el estadio El Morro, de Talcahuano. Primero la bautizaron “chorera”, en honor al club donde él jugaba entonces

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(Escuela Chorera), pero después de ejecutarla en varias ocasiones durante los Sudamericanos de 1916 y 1920, la prensa le dio el nombre para siempre: chilena.

Unzaga fue el capitán del seleccionado de Chile en los Sudamericanos de 1916 y 1920, y le costó imponer como válida su jugada innovadora y de una enorme destreza física.

De hecho, el mismo futbolista declaró al diario Sur de Concepción, el 30 de diciembre de 1918: “En dos ocasiones el árbitro me cobró falta por un salto de lujo que daba a fin de rechazar la pelota alegando que fouleaba al jugador contrario. Este mismo jugador se aprovechó de mi jugada y el árbitro me cobró para colmo a mí la falta. Me vi obligado a observarle al árbitro su error, alegándole que reconocidos jueces no me la habían penado. Siguió después un cambio de palabras que trajo por resultado la orden del Sr. Beitía (el árbitro) para que abandonara la cancha. Me negué a salir de la cancha para arreglar cuentas. Lo hice y afuera de ella tuve con el señor Beitía un cambio de bofetadas”.

Ni la FIFA ni la Conmebol tienen una posición definida acerca de si Unzaga es realmente el creador de la chilena. Otros historiadores afirman que todo comenzó unos años antes, en Perú, donde intentan imponer que a fines del siglo XIX, en la localidad del Callao, ya se practicaba lo que ellos llaman chalaca.

Sin embargo, la escasa documentación apoya más la versión que tiene como protagonista a Unzaga, que desde mayo de 2014 tiene su propia estatua que homenajea su pirueta. La escultura, obra de la artista María Angélica Echavarri, tiene unos tres metros de altura y se elaboró con más de 600 kilos de cobre y bronce. Está ubicada en aquel estadio El Morro, de Talcahuano, que también lleva su nombre.

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5 > Muerte en la Copa Durante el Sudamericano de 1919, realizado en Brasil, se produjo un hecho trágico.

El 17 de mayo, en el estadio de Laranjeiras (viejo estadio de Fluminense, Río de Janeiro), Uruguay enfrentó a Chile por la segunda jornada del campeonato. Los bicampeones ‘celestes’ se ilusionaban con un tercer título consecutivo para ratificar la hegemonía de aquellos años. Y el 3 a 2 del debut frente a la Argentina, el clásico rival, les permitía soñar con otra vuelta olímpica.

El partido con Chile fue duro. Pero Héctor Scarone y José Pérez establecieron el 2 a 0 antes del primer tiempo, y con ese resultado culminaría el encuentro.

Sin embargo, hubo un hecho que golpeó al torneo y a todo el fútbol sudamericano.

El arquero de la “Celeste” se llamaba Roberto Chery. En una jugada de riesgo, el guardameta evitó con gran esfuerzo el gol del equipo trasandino. La estirada y la mala caída le trajeron consecuencias letales: Chery quedó tendido en el suelo, revolcándose de dolor. La falta de previsión ante situaciones de este estilo provocaron que se demorara la atención médica sobre el jugador y se perdieran minutos fundamentales para su ayuda.

La proeza le produjo al arquero el estrangulamiento de una hernia, por lo cual debió ser internado en un hospital de Río de Janeiro.

Mientras Chery luchaba por su vida, el torneo siguió adelante y el 29 de mayo Brasil se coronó campeón, al vencer a Uruguay por 1 a 0 en el desempate. Un día después, el arquero “cha-

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rrúa” fallecía a los 23 años en el hospital de Río, como consecuencia de la hernia producida durante la competición, tiñendo de luto al Sudamericano.

Ante la consternación generalizada, las autoridades brasileñas organizaron la Copa Roberto Chery, con la que recaudaron dinero para sus familiares. Si bien la idea original era que la disputasen brasileños y uruguayos, estos últimos no tenían el ánimo suficiente para encarar el encuentro. Así fue como la Argentina, con los colores de Uruguay, jugó contra Brasil, que usó la camiseta de Peñarol, club donde se desempeñaba el arquero.

El partido, disputado en la cancha de Fluminense el 3 de Junio de 1919, terminó 3 a 3, y el trofeo finalmente fue obsequiado a Peñarol, donde se exhibe en sus vitrinas junto a un busto de Roberto Chery.

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6 > De la cancha al trabajo y del trabajo a la cancha Si existe una situación dentro del Campeonato Sudamericano que expone lo que significaba ser futbolista en la época amateur, poniendo en evidencia el espíritu mismo del “jugar por jugar” y sin ambiciones económicas de por medio, sin dudas esa se produjo en 1919.

La segunda edición del torneo se realizó en Montevideo, Uruguay, y duró apenas 15 días. El certamen, protagonizado por apenas cuatro seleccionados (los locales, Argentina, Brasil y Chile), arrancó el 30 de septiembre y culminó el 14 de octubre, jornada en la que Uruguay se coronó bicampeón Argentina tuvo un arranque prometedor, con un 4 a 2 ante Brasil (dos goles de Alberto Ohaco, uno de Pedro Calomino y el restante de Antonio Blanco) que terminó siendo holgado pero que arrancó complicado; y un 1 a 0 frente a Chile (Luis García, en contra).

Entonado con esas dos victorias, el equipo albiceleste se ilusionaba con ganar el título. Sin embargo, el plantel “albiceleste” recibió un cachetazo de realidad. Porque tras el triunfo ante los chilenos, los jugadores argentinos debieron volver al país para reincorporarse a sus empleos.

Así fue como el miércoles 6 de octubre abandonaron Montevideo para cumplir con sus patrones y regresararon el jueves 14 a tierra uruguaya, horas antes del partido decisivo frente a los locales.

Unas 40.000 personas vibraron con el clásico del Río de la Plata, que fue arbitrado por el chileno Juan Livingstone.

Tal vez producto del viaje, del cansancio laboral o simple-

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mente por una cuestión de superioridad futbolística, la selección argentina cayó 1 a 0 (gol de Héctor Scarone) y se quedó con las ganas de quitarle la corona a los locales.

Luego, cada uno de los integrantes de ese plantel volvió a sus respectivos trabajos.

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7 > El partido más largo del mundo El Sudamericano se realizó por primera vez en Brasil en 1919. Todos los encuentros del torneo (siete) se disputaron en el Estadio Manuel Schwartz, popularmente conocido como Estadio das Laranjeiras y usado entonces por el popular Fluminense de Rio de Janeiro.

Este torneo estaba originalmente programado para 1918, pero una epidemia de gripe que azotó a la ciudad carioca postergó su realización e hizo trizas el plan de que se disputara todos los años.

Como seleccionado anfitrión, Brasil quiso demostrarle a la región que estaba en condiciones de quedarse con la Copa.

En el debut, el local exhibió todo su poderío y aplastó a Chile 6 a 0, gracias a tres goles de Arthur Friedenreich, dos de Neco (Manuel Nunes) y el restante de Haroldo Domingues.

El segundo partido era mucho más exigente. La Argentina aguardaba agazapada y con sed de revancha, tras el 2-3 ante Uruguay en el debut. Sin embargo, Brasil volvió a dar muestras de su ambición y venció 3 a 1, con tantos de Heítor Domingues, Amilcar (Barbuy) y Adolpho Millón Junior. Carlos Izaguirre había establecido el 1 a 1 parcial.

El 26 de mayo se vieron las caras brasileños y uruguayos.

El que ganaba se coronaba campeón. Pero en un encuentro intenso terminaron 2 a 2 (goles de Neco para el local, y de Isabelino Gradín y Carlos Scarone para los “charrúas”), y hubo que recurrir a un desempate, inédito hasta entonces.

Fue así como tres días después, el 29 de mayo, ambos ri-

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vales volvieron a verse las caras, esta vez ante un estadio Laranjeiras colmado con 35.000 almas, y el arbitraje del argentino Juan Pedro Barbera.

El partido fue de una paridad total, y el 0 a 0 resultó inquebrantable a lo largo de los 90 minutos. El campeón recién se conocería después del tiempo suplementario. Se jugaron dos períodos de ¡treinta minutos! (es decir, otra hora de juego) para definir al ganador. Y allí parecía que tampoco habría tantos, lo cual hubiera generado un nuevo partido, dada la inexistencia de la definición por penales en esos años.

Pero, por suerte, llegó el gol. A los 2 minutos del segundo tiempo suplementario, el paulista Arthur Friedenreich, apodado “El Tigre” o “El mulato de ojos verdes”, anotó el 1 a 0, para delirio de los hinchas locales, darle a Brasil el primer título de campeón sudamericano y, de paso, para llegar a cuatro conquistas y consagrarse, junto a su compañero Neco, como el goleador de la competencia.

En total, brasileños y uruguayos disputaron 150 minutos para definir el Sudamericano de 1919, estableciendo un récord de tiempo de juego reglamentario disputado que jamás logró superarse.

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8 > El racista Entre los hechos destacados de la historia del Sudamericano Copa América existe uno que resulta inverosímil. Ocurrió en la previa de la edición de 1921, disputada en la Argentina.

Poco antes de que comenzara el torneo, el Presidente de Brasil, Epitacio Lindolfo da Silva Pessoa, anunció la prohibición de la participación de jugadores de raza negra en la Selección de su país. De manera inexplicable, le impidió al entrenador Ferreira Viana Netto citar a los futbolistas morenos, históricamente los más habilidosos de Brasil.

Así las cosas, Brasil debutó ante la Argentina con once futbolistas blancos: Kuntz; Telefone, Barata, Laís, Alfredinho; Dino, Zezé, Candiota; Nonô, Machado y Orlandinho.

Pese a la inferioridad de condiciones manifiesta, el conjunto brasileño hizo lo que pudo en suelo argentino, donde perdió 1 a 0 en el debut con los locales y 2 a 0 con Uruguay en la despedida. En el medio, pudo golear 3 a 0 a Paraguay.

Lo paradójico fue que este veto provenía del mismísimo presidente del país perjudicado, que era un destacado profesor de Derecho.

La medida se prolongó hasta la edición de 1922, donde de todas maneras Brasil, como anfitrión, logró quedarse con la Copa, tras derrotar en la definición a Paraguay por 3 a 0.

Al margen del plano futbolístico, Da Silva Pessoa fue parte de una etapa de gobierno en donde se produjeron constantes revueltas militares y que culminó con la Revolución de 1930, donde asumió el mando Getúlio Vargas.

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9 > Perdió por abandono La edición de 1922 se jugó en Brasil entre el 17 de septiembre y el 22 de octubre. Formaron parte cinco selecciones: los locales, Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile.

El formato de competición fue de todos contra todos, a una rueda. Allí, la paridad fue sorprendente. En tiempos en los que un triunfo entregaba dos puntos, al finalizar los 10 partidos hubo tres equipos que culminaron con 5 unidades: Brasil, Paraguay y Uruguay.

El equipo anfitrión había tenido un mal arranque, con un 1 a 1 ante Chile, único punto que logró el conjunto trasandino en la competencia. Luego llegaron otras dos igualdades ante Paraguay (1 a 1) y Uruguay (0-0). La alegría llegó en el último juego, donde un 2 a 0 ante la Argentina ilusionó a los locales con una posible consagración.

Los paraguayos y los uruguayos tuvieron casi la misma actuación: ambos derrotaron a Chile y la Argentina e igualaron con Brasil. Por eso, el duelo entre ambos resultaba trascendental. Allí, el 12 de octubre, en el estadio Das Laranjeiras, Paraguay venció a Uruguay 1 a 0, con gol de Carlos Elizeche a los 7 minutos.

Ese resultado le impidió a los “charrúas” coronarse campeones, razón por la cual protestaron ante la organización del torneo porque consideraron que el árbitro brasileño Carlos Santos había favorecido a los “guaraníes” a los efectos de darle alguna chance al seleccionado local. Por eso, ante la igualdad de puntos y la inminente realización de un triangular para definir al campeón, la selección “Celeste” decidió… retirarse de la competencia.

Así fue como Brasil y Paraguay disputaron un desempate, en el cual los locales golearon 3 a 0 y se coronaron ante su público.

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10 > Conflicto en la vecindad Si bien en los años 20 y 30 existía una constante competencia futbolística entre argentinos y uruguayos, la relación en general era cordial y de mutuo respeto.

En la estadística, por entonces los “charrúas” estaban un escalón por encima de los “albicelestes”. Hasta antes del Mundial de 1930 (el primero de la historia), de 12 Sudamericanos disputados, Uruguay se había quedado con 6 y la Argentina, con 4.

Además, la “Celeste” se había consagrado a nivel internacional, colgándose las medallas de oro en fútbol en los Juegos Olímpicos de Paris 1924 y Amsterdam 1928.

Para ejemplificar la sana competencia entre ambos países, basta un detalle: cuando Uruguay se coronó en los Juegos Olímpicos de la capital francesa, celebró la conquista latinoamericana con dos amistosos contra la Argentina, uno en Montevideo (11) y el otro, en Buenos Aires (1-0), la tarde que Cesáreo Onzari, puntero izquierdo de Huracán, marcó por primera vez un gol directo desde el tiro de esquina, bautizado desde entonces como gol olímpico, porque fue anotado “a los olímpicos”.

Sin embargo, la gran expectativa que generó en 1930 la definición del primer Mundial de fútbol de la historia, dejó de lado cualquier vestigio de amabilidad.

La final se disputó el 30 de julio en el Estadio Centenario el 30 de julio. Dos horas antes del partido, los hinchas argentinos habían colmado las gradas pero, descontrolados, querían ingresar a más gente. Por eso, el árbitro belga John Langenus le pidió ayuda a la Policía, que exageró los cuidados en la zona.

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La final de uruguayos y argentinos en el estadio Centenario de Montevideo fue “a cara de perro”. Con peleas desde el comienzo (por la elección de la pelota) hasta el último minuto. Como es sabido, la “albiceleste” ganaba 2 a 1 al final del primer tiempo (disputado con balón argentino), pero los locales lo dieron vuelta 4 a 2, ya con balón uruguayo.

Tras el partido, el día posterior a la final fue declarado fiesta nacional en Uruguay. Mientras, en Buenos Aires, la Policía se enfrentó a un grupo de exaltados fanáticos argentinos que querían prender fuego la embajada “oriental”.

Esos incidentes pusieron en jaque las relaciones diplomáticas entre ambos países, que futbolísticamente no volvieron a verse las caras por un largo período. Ese distanciamiento motivó la interrupción de los Sudamericanos hasta 1935. Fueron seis largos años entre la edición de 1929, que había ganado la Argentina de local, y la disputada en Perú, donde Uruguay volvió a tomar las riendas del torneo.

Pese a la pelea, entre la final del Mundial y el Sudamericano del 35, argentinos y uruguayos se enfrentaron en seis ocasiones de manera amistosa (o algo así), en donde la albiceleste ganó en cuatro ocasiones y perdió en dos.

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11 > La primera expulsión y la viveza criolla Hasta la edición de 1937, realizada en la Argentina, los árbitros jamás habían tenido que echar a un futbolista del campo de juego durante la disputa de un Sudamericano. Fueron 21 años y 13 ediciones de juego limpio (y tolerancia de los jueces).

El hombre que se ganó el extraño honor de convertirse en el primer expulsado de la historia del Sudamericano fue el uruguayo Juan Emilio Piriz.

La situación se dio el 10 de enero de 1937, cuando Chile goleó a los “charrúas” 3 a 0 en el Gasómetro, el viejo estadio de San Lorenzo de Almagro.

Los dos goles de Raúl Toro y otro de Manuel Arancibia sorprendieron a los defensores del título, y esa derrota los dejaba afuera de la lucha por el bicampeonato.

Los uruguayos no soportaron la caída, y cuando quedaban cinco minutos para el final del partido, el árbitro argentino Bartolomé Macías se hartó y decidió echar del campo de juego a Piriz, inmortalizándolo por un hecho no tan feliz.

Apenas seis días pasaron antes de que otro futbolista fuera echado de la cancha, en épocas donde las tarjetas amarilla y roja no existían y toda decisión de ese estilo se establecía apenas con la orden de palabra.

En este caso, el protagonista fue el argentino Antonio Sastre. El partido ante Perú se terminaba con victoria por 1 a 0. Sin embargo, el juez uruguayo Aníbal Tejada echó al defensor “albiceleste” cuando quedaban seis minutos y los peruanos buscaban a toda costa la igualdad. Sin embargo, el equipo local siguió con

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once jugadores en el campo. ¿Cómo fue posible? En una breve y rápida muestra de la popularmente llamada viveza criolla, el técnico Manuel Seoane aprovechó el revuelo generado por la expulsión de Sastre e hizo ingresar a Héctor Blotto, como si se tratara de un cambio.

Ni el equipo rival ni el árbitro Tejada notaron la trampa, y la Argentina logró aguantar el resultado y lograr una victoria fundamental rumbo al título.

Hasta hoy, la selección que más expulsiones sufrió fue Uruguay, con 33.

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12 > Boca, Independiente y Peñarol se copan La historia de Boca Juniors, Independiente de Avellaneda y Peñarol de Montevideo se entremezcla en varios aspectos. Son de los equipos más grandes de la Argentina y Uruguay, de los que más torneos locales han ganado y han sido protagonistas de la Copa Libertadores de América, el torneo continental más importante a nivel clubes, donde el “Rojo” es el máximo ganador, con siete (1964, 1965, 1972, 1973, 1974, 1975 y 1984); Boca tiene seis (1977, 1978, 2000, 2001, 2003 y 2007); y los “Mirasoles”, cinco (1960, 1961, 1966, 1982 y 1987). Es decir, son los tres equipos más campeones del certamen.

Sin embargo, otro gran orgullo los une. Por situaciones tan distintas como curiosas, los tres formaron parte del prestigioso Sudamericano Copa América.

Lo de Independiente se produjo primero. Por el Sudamericano de 1937 que se jugó en nuestro país, Brasil debía enfrentar a Perú… el 27 de diciembre de 1936 (el certamen comenzó en el año previo, cuestiones de la improvisación de entonces). Y como ambos equipos jugaban con camiseta blanca, les tocó a los brasileños cambiar de indumentaria.

No queda claro por qué, pero ese día, en el Viejo Gasómetro de San Lorenzo de Almagro, Brasil usó la casaca del club de Avellaneda. Evidentemente le dio suerte, porque terminó ganando el encuentro ante los peruanos por 3 a 2.

Apenas unos días más tarde, el 3 de enero de 1937, Brasil debía enfrentarse ahora con Chile por el Sudamericano disputado en la Argentina.

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El encuentro se jugó en la vieja cancha del club de la Ribera, donde los brasileños ganaron 6 a 4, con goles de Patesko (2), Carvalho Leite, Luiz Oliveira (2) y Roberto para los vencedores, y de José Avendaño, Raúl Toro (2) y Guillermo Riveros para los trasandinos.

Pero lo más destacado de esa jornada fue un episodio similar al ocurrido antes: como Chile también usaba camiseta blanca, Brasil decidió utilizar la casaca del equipo que jugaba de local en ese escenario, es decir la azul y oro.

Esa tarde, Brasil (o Boca) formó con Jurandir, Jaú, Nariz, Tunga, Brandão, Canalli (46 m Alfonsinho), Roberto, Luiz Oliveira, Carvalho Leite (46 m Niginho), Tim y Patesko, según la disposición del entrenador Adhemar Pimenta.

Lo de Peñarol es similar, pero no tiene final feliz Venezuela se sumó a la gran fiesta continental de selecciones en la edición de 1967, realizada en Uruguay. Su primer partido oficial fue el 18 de enero, en el estadio Centenario y frente a Chile.

Por entonces, Venezuela utilizaba una camiseta roja, muy similar a la usada entonces por los jugadores del país trasandino.

Como ninguno de los dos tenía una indumentaria alternativa, los organizadores del torneo debieron resolver la cuestión en minutos. Se realizó un sorteo que derivó en que fueran los venezolanos los que cambien el atuendo.

Alguien fue al depósito del mismísimo estadio y encontró las camisetas de Peñarol, que acababa de coronarse campeón de América y del Mundo el año anterior.

En instantes, los futbolistas venezolanos se pusieron la casaca del “aurinegro” y se aprontaron para jugar. Los jugadores que enfrentaron a Chile con la ‘pilcha’ de Peñarol fueron Vito Fasano, David Motta, Freddy Elie, Luis Zarzalejo, José Vidal, Antonio

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Ravelo, Sebastián Gala, Argenis Tortolero, Luis Mendoza, Humberto Scovino y Rafael Santana, quienes estaban dirigidos técnicamente por Rafael Franco.

Pese al cariño y el aliento que los uruguayos les brindaron a los venezolanos, el ganador fue Chile, que venció por 2 a 0 con dos goles de Marcos.

Pese a la derrota, el club Peñarol recuerda con simpatía aquella experiencia de 1967, cuando su equipo “jugó” la Copa América.

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13 > Infiltrados A lo largo de las 43 ediciones del Sudamericano, o Copa América, apenas en dos ocasiones se proclamó campeón un equipo dirigido por un entrenador de otra nacionalidad. Perú, en 1939 con el inglés Jack Greenwell; y Bolivia, en 1963, con el brasileño Danilo Alvim.

De los dos, el caso de Greenwell resulta más extraño, porque en 1939 condujo a Perú a su primer trofeo continental y se convirtió en el primer y único europeo en consagrarse en esta competición americana.

Este hombre, nacido en la localidad de Crook en 1884, probablemente sea un completo desconocido para el lector. Sin embargo, realizó una notable carrera en el Barcelona de España, donde jugó entre 1912 y 1917, y luego lo entrenó entre 1917 y 1923 (donde además formaba parte del plantel) y de 1931 a 1933, convirtiéndose en el técnico que más tiempo estuvo al frente del equipo catalán en toda la historia, con ocho años en total, superando incluso a grandes figuras como el holandés Johan Cruyff.

Tras su experiencia en España, donde además del Barça dirigió a Sants, Castellón, Espanyol, Mallorca, Valencia y Sporting de Gijón, Greenwell se convirtió, en 1939, en el nuevo entrenador del Club Universitario de Deportes, con el que se consagró campeón nacional, y de la selección peruana, con la que alzó la primera Copa de la historia albirroja.

Sólo cinco países formaron parte de aquella edición, desarrollada enteramente en Lima: Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay y el local, ya que poco antes del comienzo se retiraron Colombia,

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Argentina, Bolivia y Brasil. Ante esa situación, la organización del torneo determinó que se realice un sistema de todos contra todos, a un partido.

Perú superó 5 a 2 a Ecuador, 3 a 1 a Chile y 3 a 0 a Paraguay. En tanto que Uruguay derrotó 6 a 0 a Ecuador, 3 a 2 a Chile y 3 a 1 a Paraguay. Sin proponérselo, ambos equipos disputaron la última fecha del pentagonal casi como si fuera una final. El 12 de febrero de 1939, Perú derrotó a Uruguay por 2 a 1 y se consagró por primera vez en el Sudamericano, mientras Greenwell, sin saberlo, se metía para siempre en la historia de la competencia.

El caso de Alvim es diferente. Porque a diferencia de Greenwell, él sí era de estas tierras. Nacido en Rio de Janeiro, sobreviviente del plantel brasileño que sufrió el Maracanazo en el Mundial de 1950, se hizo cargo de la selección de Bolivia de cara al Sudamericano de 1963. Allí, el conjunto del altiplano hizo pesar su rol de anfitrión y debutó con un emocionante empate ante Ecuador. Fue 4 a 4 en La Paz. Luego, ganó de manera consecutiva los otros cinco partidos para coronarse campeón invicto. En su camino triunfal derrotó a Colombia (2-1), Perú (3-2), Paraguay (3-0), Argentina (3-2) y Brasil, a quien en otro dramático choque derrotó 5 a 4, con un gol determinante de Máximo Alcócer, a cuatro minutos del final. Así, de la mano de un DT brasileño, Bolivia logró su primer y hasta ahora único campeonato Sudamericano.

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14 > El verdadero árbitro bombero Sin proponérselo, José Bartolomé Macías es el responsable de la famosa y habitual acusación “árbitro bombero” que hasta hoy se escucha en cualquier lugar donde ruede una pelota y suene un silbato, y que le sirve a los hinchas para acusar de sobornado a aquel juez que, según ellos, “bombea” a su equipo.

Ocurrió lo siguiente: una vez, mientras dirigía un partido de primera división, se produjo un incendio en una de las tribunas.

Rápido de reflejos y en pos de evitar una tragedia, Macías ayudó a los bomberos a apagarlo, sosteniendo una manguera.

En su edición posterior a dicho encuentro, la revista El Gráfico publicó una imagen que lo registró para siempre y un epígrafe que decía: “Bartolomé Macías, árbitro y bombero”.

De allí en más, las generaciones de hinchas fueron transfiriéndose esa frase a modo de insulto, hasta nuestros días. Pero José Macías fue mucho más que aquella anécdota.

Macías es el árbitro que más partidos dirigió en la historia del Sudamericano o Copa América, con 25 encuentros a su cargo entre 1937 y 1946. Su debut se produjo el 21 de enero de 1937, empate 2-2 entre Perú y Chile en Buenos Aires, y su despedida fue el 16 de enero de 1946, cuando Brasil goleó 3 a 0 a Bolivia, también en Buenos Aires.

Fue un adelantado a su tiempo, un verdadero personaje que disfrutó de su rol. Además de su récord prácticamente imbatible, este referí fue el que más superclásicos arbitró en la historia, con 11 Boca Juniors-River Plate en su haber.

En sus 21 años de carrera dirigió más de 400 encuentros,

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y fue el primer árbitro argentino en formar parte de un Mundial de fútbol, cuando en Uruguay 1930 impartió justicia en sendos 3 a 0 de Estados Unidos, ante Paraguay y Bélgica.

Ya sobre el final de su carrera, su espíritu inquieto lo llevó a bucear en aguas nuevas y en 1947 fue técnico de un equipo de Atlanta muy competitivo, que se había reforzado con figuras de entonces, como por ejemplo el delantero Adolfo Pedernera, de River. El experimento fue un fracaso rotundo, y el Bohemio descendió por primera vez.

Macías continuó como entrenador un tiempo más, antes de regresar al arbitraje.

Más tarde se dedicó al periodismo deportivo y hasta presidió el Colegio de Árbitros de la AFA. El “árbitro bombero” original, el verdadero, falleció en abril de 1966, pero dejó una huella profunda y un par de marcas muy difíciles de superar.

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15 > De goleador a barrendero Juan Andrés Marvezi tuvo su momento de gloria en el Sudamericano de 1941, disputado en Chile. Este centrodelantero argentino anotó cinco goles en un categórico 6 a 1 a Ecuador. Con esos tantos, Marvezi no sólo igualó una marca de 1926, cuando el uruguayo Héctor Scarone también había anotado la misma cantidad de goles en un mismo partido, sino que le sirvieron para coronarse como el máximo artillero del torneo.

Pero aquellas épocas de ensueño duraron poco. Apenas dos años después de ese torneo, este tucumano deambulaba sin pena ni gloria por la segunda división del fútbol argentino, tras un frustrante paso por Racing Club.

Otra vez en Tigre, donde había marcado nada menos que 101 goles entre 1937 y 1941 cuando el “Matador” estaba en Primera, y lo elevaron a la altura de prócer y máximo anotador del club de Victoria, Marvezi intentó volver a ser. Reencontrarse consigo mismo.

No lo logró, porque a comienzos de 1944, y tras anotar 15 goles con la casaca de Tigre, debió volver a Racing. A los 28 años y sin lugar en el equipo, Marvezi colgó los botines.

El caso tomó notoriedad en la revistas de época, donde se preguntaban qué había sucedido con ese tremendo goleador que se había destacado, tanto en el fútbol argentino como en la selección. Qué le había sucedido a esa gran promesa que había pasado en dos años de titular en la “albiceleste” a suplente en un equipo de segunda división.

Décadas después, ya cuando aquel 6 a 1 a Ecuador se con-

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virtió apenas en un dato más de la enorme historia del Sudamericano y la Copa América, trascendió un rumor que fue callado durante varios años. Aparentemente, a Marvezi lo afectó una cuestión sentimental. Poco después del Sudamericano de 1941, su esposa lo dejó y se habría ido a vivir con un gran amigo del delantero, que además era compañero suyo en Tigre.

Jamás se reveló la identidad del tercero en discordia.

Golpeado en lo anímico, Juan Andrés no rindió como se esperaba en la Academia y apenas mostró destellos de su calidad en su regreso a Tigre. Por eso el imprevisto retiro.

El último dato que se tuvo de Marvezi es que se refugió en Mendoza capital, para luego mudarse a la zona de Munro y Villa Martelli, donde trabajó como barrendero de la Municipalidad de Vicente López. Adicto al alcohol, murió en abril de 1972, a los 56 años.

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16 > Los romperredes El argentino Norberto “Tucho” Méndez y el brasileño Tomás Soares da Silva, más conocido como Zizinho, comparten un récord tan prestigioso como prácticamente inalcanzable.

Ambos son los máximos goleadores de la historia de la Copa América, con 17 conquistas, y casualmente ambos fueron contemporáneos.

Esa cifra, tal vez accesible en tiempos de competencia continental cada uno o dos años, resulta una vara muy alta para los futbolistas de la actualidad, que con mucha suerte llegan a jugar cuatro ediciones a lo largo de sus carreras, más allá de que los goles ya no abundan como antes.

Zizinho (1921-2002) se destacó como mediocampista en Flamengo y fue parte del plantel brasileño que sufrió el Maracanazo del Mundial 1950 ante Uruguay.

Si bien jamás se consagró como goleador del Sudamericano, Zizinho se dio el gusto de ganarlo en 1949 y de jugar otras cinco ediciones (Uruguay 1942, Chile 1945, Argentina 1946, Perú 1953 y Perú 1957).

Su primer gol en la competencia fue el 31 de enero de 1942, en Montevideo, cuando anotó el quinto de Brasil en el categórico 5 a 1 ante Ecuador. Días más tarde volvió a convertir en el 1 a 1 frente a Paraguay.

En la edición de 1945, en Chile, otra vez Ecuador sufrió a este goleador en particular y a Brasil en general. Zizinho marcó el quinto y el sexto de un 9 a 2 imborrable.

Buenos Aires tuvo en 1946 el placer de ver en acción a Zi-

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zinho, que señaló un tanto en el 3 a 0 ante Bolivia e hizo cuatro en un 5 a 1 a Chile.

Como local, en el Sudamericano de 1949, este delantero tuvo su mejor producción, anotando cinco goles en el torneo que ganó Brasil. Marcó el octavo de un 9 a 1 a Ecuador, el cuarto y el octavo de un aplastante 10 a 1 a Bolivia, el primero de un 2 a 1 a Chile y el segundo de un 5 a 1 a Uruguay.

En 1953, en Lima, Zizinho apenas apareció para sumarle uno a su cuenta personal, en un 3 a 2 sobre Chile.

La despedida de este gran goleador del Sudamericano se produjo en 1957, en la edición realizada en Perú. Allí, Zizinho marcó un tanto en un 3 a 2 frente a Chile y otro en un 9 a 0 a Colombia, para sentenciar un total de 17 goles.

En tanto, el primer tanto en la Copa de “Tucho” Méndez (ídolo inoxidable de la historia de Huracán de Parque Patricios) se produjo el 7 de febrero de 1945, cuando la Argentina aplastó a Colombia 9 a 1 en Chile. Unos minutos después, anotó otro. También en Santiago marcó el gol en el 1 a 1 ante Chile, y los tres con los que la Argentina derrotó a Brasil 3 a 1 y se encaminó rumbo al título.

Un año después, en Buenos Aires, “Tucho” festejó ante Uruguay, y por duplicado frente a Bolivia y Brasil, para dar otra vez la vuelta olímpica.

La edición de 1947, en Ecuador, sirvió de despedida para este goleador de antología, que con seis conquistas más elevó su marca personal a 17 festejos. En esta ocasión lo sufrieron Paraguay y Ecuador, y Bolivia y Uruguay en dos ocasiones.

La voracidad de este artillero de antaño fue premiada con el tricampeonato en suelo ecuatoriano.

Completan el top 5 de máximos artilleros de la historia el peruano Teodoro Fernández y el uruguayo Severino Varela, ambos

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con 15 conquistas, y un quinteto que sumó 13 goles: los brasileños Ademir y Jair Rosa Pinto, el uruguayo Héctor Scarone y los argentinos José Manuel Moreno y Gabriel Omar Batistuta, el único futbolista de la historia reciente que aparece dentro de este grupo selecto.

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17 > Inoxidable Sergio Livingstone nació en Santiago de Chile el 26 de marzo de 1920 y es una de las figuras destacadas que tuvo el Sudamericano Copa América en toda su historia.

Ocurre que este arquero es el dueño del récord de partidos disputados en la competencia, con 34 encuentros entre la edición de Chile 1941 y Perú 1953. Apenas uno más que el volante brasileño Zizinho.

Su relación con el fútbol estuvo desde la cuna. Y no es una frase hecha. Su padre, Juan Livingstone Eves, tenía origen escocés y fue considerado un precursor y uno de los responsables de la llegada de este deporte a Chile. De hecho, cuenta la leyenda que fue don Juan el que llevó la primera pelota al país trasandino.

El pequeño Sergio tenía el destino sellado, y a los 8 años comenzó su propio camino, defendiendo el arco del Colegio San Ignacio. Luego de un breve distanciamiento con el deporte, en el cual aprovechó para estudiar Derecho, Livingstone se enfocó en convertirse en el mejor arquero chileno de ese entonces. Y lo logró con actuaciones memorables.

Su debut en la selección de Chile se produjo el 2 de febrero de 1941, por la tercera jornada del Sudamericano Copa América disputado en Santiago. El arranque fue muy promisorio. Mantuvo su valla invicta y el equipo goleó 5 a 0 a Ecuador.

Sin embargo, derrotas ante Uruguay y la Argentina dejaron a los anfitriones con las manos vacías.

El tercer puesto fue la mejor ubicación que tuvo Livingstone en el Sudamericano. Lo logró en 1941 y lo repitió cuatro años

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después, cuando el torneo volvió a Chile en 1945.

Su último partido en la competencia se produjo el 28 de marzo de 1953, en el estadio Nacional de Lima. Ese día, Chile y Bolivia igualaron 2 a 2, pero el encuentro se suspendió a los 21 minutos de la segunda etapa y se lo dieron ganado a los trasandinos por la conducta antideportiva del conjunto boliviano.

En su trayectoria tuvo un breve paso por el fútbol argentino, donde en 1943 defendió los colores de Racing Club. Sin embargo, el amor por la Universidad Católica fue más fuerte y priorizó el cariño de su gente por sobre lo económico.

Este hombre, apodado el “Sapito” por sus habituales saltos para ganar en la altura, se convirtió en una pieza fundamental de la selección chilena por sus enormes cualidades bajo los tres palos, e inclusive fuera de ellos.

En épocas donde el arquero era muy vulnerable, Livingstone tenía la lucidez suficiente como para saber salir a tiempo a cortar una jugada de peligro. Sin dudas, era un adelantado a su época. Y su personalidad y sus aires de imbatibilidad le permitieron ser parte de un homenaje curioso e infrecuente.

El 21 de febrero de 1954, Chile recibió a Paraguay en Santiago, por las Eliminatorias Sudamericanas rumbo al Mundial de Suiza de ese año. Livingstone, como era habitual entonces, atajó en gran nivel. Sin embargo, no pudo evitar la derrota de su equipo, que fue vencido por 3 a 1. De todas maneras, y en reconocimiento a la notable actuación del arquero local, apenas terminó el encuentro los futbolistas “guaraníes” corrieron hasta donde estaba el “Sapito” y lo levantaron en andas. La imagen quedó inmortalizada en las páginas de la revista chilena Estadio, muy popular por entonces en la región.

Sergio Livingstone, tal vez el mejor arquero que tuvo Chile y el hombre récord de la Copa América.

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18 > El gracioso, al hospital Ocurrió el 27 de marzo de 1955, en plena disputa del Sudamericano realizado en Chile.

Ese día, Uruguay y la Argentina reeditaron el clásico del Río de La Plata en el estadio Nacional de Santiago. El equipo “albiceleste” tenía un gran plantel, con el arquero Julio Musimessi, los defensores Pedro Dellacha y Federico Vairo, y los delanteros José Pepino Borello y Angel Labruna, entre otros.

La diferencia con los “charrúas” era muy notoria, aunque el primer tiempo terminó apenas 2 a 1 para el equipo nacional, dirigido entonces por Guillermo Stábile.

Sin embargo, en la segunda etapa la Argentina fue una máquina y pasó por arriba a su rival, marcándole una goleada histórica e inolvidable: 6 a 1, con tres goles de Labruna, dos de Rodolfo Micheli y el otro de Borello.

El clima estaba caliente y los uruguayos sólo querían dos cosas: que el encuentro se terminara y que la “albiceleste” no hiciera más goles. Cuando quedaban diez minutos para el final, y con el partido 5 a 1, Stábile dispuso que entrara Norberto Conde en lugar de Labruna.

Irónico, y agrandado por la “paliza”, Conde no tuvo mejor idea que, apenas ingresado, preguntarle a un rival: “Señor, ¿cómo va el partido?”. El receptor de la cargada no era otro que Matías González, un rústico defensor uruguayo, que por su actuación en la final del Mundial de Brasil 1950 se había ganado el apodo de “El León del Maracaná”.

La respuesta no se hizo esperar. González le aplicó un tre-

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mendo puñetazo a Conde, que quedó desvanecido por el golpe, trasladado inconsciente al vestuario y terminó hospitalizado. En su reemplazo reingresó Labruna, que anotó el último gol. Como era de esperar, el árbitro chileno Juan Carlos Robles expulsó al recio zaguero “charrúa”.

Conde no pudo disputar el partido decisivo frente a Chile, pero igual celebró la conquista de la Copa por parte de Argentina y se llevó de recuerdo una anécdota, o más bien una trompada, inolvidable de aquel torneo.

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19 > Choque esos cinco A lo largo de las 43 ediciones que se realizaron hasta aquí del Sudamericano Copa América se convirtieron 2.381 goles. Sin embargo, apenas cuatro futbolistas lograron anotar cinco tantos en un mismo partido.

El primero fue el uruguayo Héctor Scarone, uno de los primeros grandes delanteros que tuvo la Celeste y apodado “El Mago”. Este tetracampeón del Sudamericano (1917, 1923, 1924 y 1926) y bicampeón de los Juegos Olímpicos (Paris 1924 y Amsterdam 1928), se anotó en la historia el 28 de octubre de 1926.

Ese día, en el Campos de Sports de Ñuñoa, Santiago, Scarone marcó cinco veces en el contundente 6 a 0 de los “charrúas” ante Bolivia. El otro lo anotó Angel Romano.

La marca fue igualada el 16 de febrero de 1941, también en Santiago de Chile, pero esta vez en el estadio Nacional. Allí, el argentino Juan Marvezi anotó cinco goles en el 6 a 1 a Ecuador, por la segunda presentación “albiceleste” en aquel Sudamericano. El restante lo marcó José Manuel Moreno.

Un año después fue el propio “Charro” Moreno el que se agregó al selecto grupo de “pentagoleadores”. Este tremendo delantero, integrante de la inolvidable “Máquina” de River, anotó cinco tantos en el histórico y jamás igualado 12 a 0 de la Argentina a Ecuador, en el Sudamericano de 1942. El dato curioso de ese encuentro es que Herminio Masantonio marcó cuatro y estuvo a un gol de sumarse al récord. Los otros tantos “albicelestes” fueron obra de Enrique García, Adolfo Pedernera y Angel Perruca.

El último futbolista que marcó cinco goles en un mismo en-

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cuentro válido por la Copa América fue el brasileño Evaristo. Este delantero nacido en Rio de Janeiro, y uno de los pocos en darse el lujo de jugar en Barcelona y Real Madrid, de España, se floreó en el categórico 9 a 0 de su selección ante Colombia, en el Sudamericano de 1957.

Aquel partido se disputó el 24 de marzo, en el estadio Nacional de Chile, y los otros tantos del conjunto “verdeamarelo” fueron convertidos por Pepe, Didi (dos) y Zizinho.

Si bien han pasado 58 años y ningún otro futbolista pudo igualar esta marca, la ilusión siempre está latente. Porque los récords están para ser quebrados.

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20 > Una Copa, un título Si hubiera que enumerar a los mejores futbolistas de cada país de Sudamérica, es un hecho que en algunos el debate sería eterno. Pero en otros no. Para Argentina es Maradona; para Brasil, Pelé; y para Perú… Teófilo Cubillas.

Este hombre nacido en la localidad limeña de Puente Piedra, el 8 de marzo de 1949, marcó un antes y un después en el fútbol y en la selección de Perú.

Apodado “El Nene”, Cubillas se destacó y fue ídolo en uno de los clubes más populares de su país: Alianza Lima. Desde su habitual posición de número 10, lideró un seleccionado “albirrojo” que fue protagonista de los torneos continentales en la década del 70.

Dueño de una capacidad técnica envidiable, una fuerza y un cambio de ritmo letal y de una pegada de media distancia precisa, Teófilo puso en claro desde sus primeros juegos que iba a dejar huella. Con un agregado: su caballerosidad deportiva, que lo condujo a que jamás recibiera expulsiones a lo largo de su intachable carrera.

La Copa América pudo haberse quedado sin el honor de incorporarlo a su rico cuadro de honor, e inclusive a su historia. Sin embargo, la edición del 75, disputada sin una sede fija, fue el momento ideal para verlo en la prestigiosa competencia.

Perú fue el claro protagonista del Grupo B en la etapa inicial. Allí, venció a Bolivia de local y de visitante y derrotó en casa a Chile, tras el empate ante los trasandinos en el debut. En épocas de dos puntos por cada partido ganado, una cosecha de siete unidades sobre ocho posibles lo clasificó con holgura a las semifinales.

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El estadio Mineirao, de Belo Horizonte (Brasil), fue testigo, el 30 de septiembre de 1975, de un partido bisagra. Y si 25 años antes había habido un ‘Maracanazo’ en la final del Mundial de 1950, en esta ocasión bien podría hablarse de ‘Mineirazo’. Perú le ganó al local en los últimos minutos por 3 a 1, con dos goles de Cubillas y el restante de Enrique Casaretto. Roberto Batata había establecido el empate transitorio para Brasil.

Cuando para la revancha se esperaba una fiesta peruana, el 2-0 a favor de Brasil resultó casi una bofetada: los albirrojos, de todas maneras, accedieron a la instancia decisiva, frente a Colombia.

En la ida, disputada el 16 de octubre en El Campín de Bogotá, el conjunto colombiano ganó 1 a 0, con gol de Ponciano Castro. En la vuelta, fue 2-0 para los peruanos, con tantos de Juan Carlos Oblitas y Oswaldo Ramírez.

El desempate se jugó seis días después, en campo neutral.

El estadio Olímpico de la UNV de Venezuela, en Caracas, hospedó el desenlace. Las expectativas fueron grandes, pero el partido dejó que desear. Sin embargo, gracias a una conquista de Hugo Sotil, Perú pudo alzar su segunda y hasta ahora última Copa América, tras la consagración de 1939.

Y Cubillas, en su primera y única participación en la competición, pudo gritar campeón.

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21 > El Pibe No se escribirá aquí sobre aquella entrañable película en la cual un alegre vagabundo, interpretado por Charles Chaplin, adopta de manera imprevista a un niño abandonado. Sin embargo, el protagonista de este texto es un artista.

Tal vez no de galera y bastón, como Chaplin, pero sí con melena y campeón.

Curiosamente, también se llama Carlos. Y su apellido es Valderrama.

Este colombiano, apodado “El Pibe”, nació el 2 de septiembre de 1961 en Santa Marta, capital del Departamento de Magdalena, y marcó un antes y un después en la historia del fútbol colombiano.

Si bien ya había debutado en la selección mayor en 1985, durante las eliminatorias sudamericanas rumbo al Mundial de México 1986, donde hizo su primera gran aparición en sociedad fue en la Copa América de 1987, realizada en la Argentina.

Allí, Valderrama tuvo una actuación sobresaliente que inclusive eclipsó a Diego Armando Maradona, flamante campeón mundial en México, donde se ganó el reconocimiento como mejor futbolista de la Tierra.

Colombia integró entonces el Grupo C. En el debut, el conjunto “cafetero” derrotó 2 a 0 a Bolivia, y fue Valderrama el autor del primer tanto. El otro fue obra de Arnoldo Iguarán, quien unos días después marcó todos los goles del 3 a 0 a Paraguay.

Ya en semifinales, el equipo conducido por Francisco “Pacho” Maturana se enfrentó a Chile. Allí, en Córdoba, la paridad fue

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absoluta, y el 0 a 0 recién pudo quebrarse en el tiempo suplementario, donde Bernardo Redín ilusionó a los de amarillo sobre el final de la primera etapa. Pero el sueño duró poco, porque el conjunto trasandino salió con todo a la segunda etapa extra y lo dio vuelta en dos minutos, con tantos de Fernando Astengo y Jaime Vera, que le dieron a la “Roja” el pasaje a la final.

Lejos de desmoronarse, Colombia llegó al partido por el tercer puesto sin nada que perder y todo por ganar. Una derrota ante la Argentina hubiera sido lógico, y una victoria, histórica. El 11 de julio, y ante unos 40.000 espectadores, el equipo de Maturana le faltó el respeto al equipo anfitrión y flamante campeón del mundo, con Maradona y Claudio Caniggia en cancha.

La tarea de Colombia fue sobresaliente y tuvo en Valderrama al director de orquesta ideal. Su porte y su melena rubia quedaron marcados a fuego en los espectadores, que se llenaron los ojos con sus tacos, sus gambetas y sus cambios de frente perfectos.

A la media hora, Colombia ya ganaba 2 a 0 y tenía dominado el encuentro. Los goles de Gabriel Gómez y Juan Galeano fueron simples consecuencias de la superioridad que se vio en el campo. Sobre la hora, Caniggia logró el descuento, que apenas decoró el resultado.

Colombia finalizó en una histórica tercera posición, pero además el equipo fue escogido como el mejor del torneo; Francisco Maturana, el entrenador más destacado, Arnoldo Iguarán resultó ser el máximo goleador; y Valderrama se llevó el premio a la figura de esa Copa. Además, el “Pibe” fue premiado ese año como el mejor futbolista de América.

No sería la primera vez que un equipo conducido por Valderrama, en el campo, y Maturana, desde el banco, amargarían a una selección argentina en el estadio Monumental. Seis años

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después, y por las Eliminatorias Sudamericanas rumbo al Mundial de Estados Unidos 1994, Colombia humillaría a la “albiceleste” con un 5 a 0 demoledor, que dejó al conjunto dirigido por Alfio Basile al borde de la eliminación y finalmente lo mandó a un inédito repechaje con Australia. Pero claro, esa es otra historia.

Valderrama jugó otras cuatro Copas América. En Brasil 89 Colombia se despidió en primera rueda, mientras que en Chile 91 culminó cuarta, y en Ecuador 93 y Uruguay 95 volvió a subirse al podio.

“El Pibe”. Un artista que derrochó alegría a sus espectadores y coleccionó aplausos.

Como Chaplin.

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22 > La magia de Maradona Diego Armando Maradona participó de tres ediciones de la Copa América. Con apenas 19 años, formó parte del certamen de 1979, donde utilizó un curioso, inédito e inexplicable número 6 en su espalda; y estuvo en Argentina 1987 y Brasil 1989.

Así como en los tres casos se le negó el título, el torneo continental tampoco pudo darse el lujo de ver la mejor versión del astro argentino.

Sin embargo, hubo una jugada en la que dejó su sello y que se convirtió, quizás, en la acción más importante que realizó el “Pelusa” en la Copa América.

El 14 de julio de 1989, la Argentina se enfrentó a Uruguay por la rueda final del campeonato disputado en Brasil. Apenas seis días antes, ambos seleccionados se habían visto las caras por primera vez, por el Grupo B. Entonces, en Goiania, la “albiceleste” derrotó 1 a 0 a sus vecinos, con gol de Claudio Paul Caniggia.

Sin embargo, la situación era diferente. Porque el equipo dirigido por Carlos Salvador Bilardo venía de perder 2 a 0 con Brasil, y un nuevo tropiezo los dejaba afuera de la lucha por el título, mientras que los “charrúas” arribaban al clásico del Río de la Plata con la tranquilidad que les había dejado el 3-0 a Paraguay en el arranque de la segunda fase.

El partido era muy parejo, pero discreto. Con escasas situaciones de gol para ambos. Sin embargo, a los 39 minutos de la primera etapa, el lateral Roberto Sensini le ganó una pelota al delantero uruguayo Antonio Alzamendi y quiso jugar atrás con el arquero Nery Pumpido: el pase fue malo y terminó en los pies de Rubén

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Sosa, quien le amagó al “1”, que quedó sentado, y definió con suavidad frente al arco vacío. El 1 a 0 golpeó fuerte en el equipo nacional. A todos menos a Maradona, que enseguida buscó revancha.

Poco antes del final del tiempo inicial, el defensor José Luis Cuciuffo recuperó un balón. La pelota le llegó al volante Pedro Troglio, quien tocó rápido con Diego.

Con la lucidez que siempre lo caracterizó, Maradona, parado dentro del círculo central, miró de reojo al arquero Javier Zeoli y le pegó un fuerte zurdazo, desde 50 metros.

La pelota sobrevoló el campo de juego, ante la sorpresa y el “ooooooh” de los fanáticos que habían colmado el estadio Maracaná de Rio de Janeiro. Pero esta vez, el destino le dijo que no al “Diez”. La pelota picó literalmente en el travesaño y recién volvió a picar afuera del área, ante la bronca argentina, el susto uruguayo y el delirio generalizado.

Maradona, enfurecido, insultó al aire e hizo un gesto con su brazo derecho, caminó ocho pasos y luego se agachó y le pegó dos puñetazos con ambas manos al césped. Luego respiró hondo, se puso los brazos en jarra y sintió que esa noche no era para la Argentina.

Cuando faltaban 9 minutos, Sosa anotó el segundo gol, liquidó el asunto y la Argentina quedó fuera de carrera.

Pese a ello, aquel remate desde media cancha que hizo Diego Armando Maradona en la Copa América de 1989, y en el mítico Maracaná, se recuerda como una de las jugadas más espectaculares que se vio en la historia de la competencia.

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23 > 40 años, ¿no es nada?

Brasil tiene la particularidad de ser una de las grandes potencias mundiales, y a la vez convertirse en uno de los pocos seleccionados que debió sufrir prolongados períodos de tiempo sin festejos.

Vale recordar el caso de las Copas del Mundo: es el único conjunto que formó parte de todas las ediciones y el más ganador, con 5 conquistas, pero padeció una llamativa mala racha entre 1970 y 1994: 24 años estuvo Brasil sin ser campeón mundial, grandísimos jugadores que quedaron envueltos en la llamada era ‘post Pelé’.

Y en la Copa América ocurrió algo similar. Porque si bien el conjunto ‘verdeamarelo’ no es el que más trofeos continentales tiene, aquí también debió pasar penurias.

En épocas de amplio dominio argentino y uruguayo, el ‘Scratch’ se había anotado con tres Copas América. La de 1919, la de 1922 y la de 1949, con un detalle: las tres habían sido realizadas en Brasil.

Ni el más pesimista hincha brasileño de esa época imaginó que pasarían ¡40 años! antes de que la escuadra ‘verdeamarela’ volviera a coronarse, recién en 1989 y otra vez de local. En esas cuatro décadas entre una consagración y otra pasaron 13 ediciones y se dieron hechos casi inexplicables.

Como si el fantasma del ‘Maracanazo’ hubiera prolongado su vida más allá del Mundial de 1950, Brasil fue segundo en cuatro oportunidades (1953, 1957, 1959 y 1983). Además, en otras cinco ediciones terminó entre los cuatro primeros, ratificando que

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seguía siendo potencia, pero que algo más pasaba.

La edición de 1989 se jugó de nuevo en Brasil, 40 años después de la última vez.

Pese a tener un gran equipo plagado de estrellas, entre las que sobresalían los delanteros Bebeto y Romario, el comienzo del conjunto local dejó dudas. Porque tras un lógico triunfo por 3 a 1 frente a Venezuela en el debut llegaron dos igualdades sin goles que oscurecieron el panorama, frente a Perú y Colombia. Para alivio de los organizadores, el 2-0 a Paraguay ratificó el pase a la fase final.

Allí sí apareció el gran equipo que todos esperaban. La dupla Bebeto-Romario funcionó de maravillas, y entre ambos marcaron los seis goles con los que Brasil superó a la Argentina (20), Uruguay (3-0) y Paraguay (1-0) para volver a levantar una Copa América tras 40 años, sonreír otra vez, hacer feliz a su gente y, sobre todo, quitarse una mochila muy pesada de encima, algo que quedó en evidencia hasta hoy, ya que de las 9 ediciones posteriores a la de 1989, Brasil se quedó con cuatro y llegó a un total de 8, para afianzarse como el tercer seleccionado más ganador, detrás de Uruguay y la Argentina.

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24 > Ni el “Flaco”, ni el “Narigón” Cuando en 1974 la Asociación del Fútbol Argentino estableció que la selección nacional sería la prioridad número uno, más de uno se habrá ilusionado con un porvenir plagado de trofeos, ya sea mundiales como continentales.

Lo concreto es que apenas dos entrenadores lograron alzar la Copa del Mundo. Ellos fueron César Luis Menotti, en 1978, y Carlos Salvador Bilardo, en 1986. Y si bien tuvieron la posibilidad de demostrar su sapiencia y plasmar en el continente lo logrado a nivel mundial, los dos dejaron un sabor a frustración en sus experiencias en la Copa América.

Las oportunidades de Menotti fueron dos. Primero en la edición de 1975, sin sede fija, cuando se quedó afuera en la fase de grupos: aplastó a Venezuela (5 a 1 como visitante y 11 a 0 en Buenos Aires), pero cayó de visitante y de local ante Brasil.

En 1979, el flamante campeón del mundo presentó un equipo sin sus grandes figuras, pero con el capitán Daniel Passarella y una joven promesa, Diego Maradona, que inexplicablemente usó la camiseta número 6. Lejos de ser protagonista, derrotas por 2 a 1 contra Bolivia y Brasil dejaron a la “albiceleste” sin puntos y con una enorme amargura.

La Copa América de 1983 fue la primera prueba grande para Bilardo. Sin embargo, el “Doctor” no llevó a todas sus figuras y prefirió resguardar a Maradona, que a fines de 1982 había sufrido una severa hepatitis.

El 2 a 2 del debut ante Ecuador como visitante complicó el panorama de un grupo B que se completaba con Brasil. La victoria en el

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Monumental de Núñez ante los “verdeamarelos” (1 a 0 con gol de Ricardo Gareca) provocó ilusión. Sin embargo, un nuevo 2 a 2, esta vez de local frente a los ecuatorianos, derivó en que sólo habría una chance de acceder a las semifinales: había que ganar en el Maracaná.

El 14 de septiembre del 83, Brasil hizo su negocio y con el 0 a 0 avanzó a la siguiente instancia, con lo que eliminó a la “albiceleste”.

La edición de 1987 se realizó en la Argentina, y Bilardo sabía que esa era la gran chance de coronar el romance entre el plantel campeón del mundo y su gente.

Sin embargo, la experiencia fue frustrante. Un opaco 1 a 1 con Perú y una lógica goleada 3-0 a Ecuador puso al conjunto local en semifinales. Allí, Uruguay ganó 1 a 0 y mando a la “albiceleste” a jugar por el tercer puesto, algo así como el mismísimo infierno para el “bilardismo”. El 1-2 frente a Colombia sirvió para que la amargura fuera aún mayor.

Dos años después, en Brasil, Bilardo y Maradona disputaron su última Copa América como entrenador y futbolista de la Argentina. Otra vez el juego malo, la carencia de reacción y el aroma a ciclo concluido de varios integrantes de aquel plantel derivaron en una “Maradona-dependencia” abrumadora.

Pese a ello, las victorias frente a Chile y Uruguay y los empates contra Ecuador y Bolivia provocaron un esbozo de ilusión.

El baño de realidad fue tremendo. Dos 0-2 consecutivos, ante Brasil y Uruguay, y un olvidable 0 a 0 contra Paraguay dejaron a la selección de Bilardo otra vez con las manos vacías, y sin haber podido marcar goles en la rueda decisiva.

Pese a sus inolvidables logros a nivel mundial, bien puede decirse que Menotti y Bilardo pasaron completamente inadvertidos por la historia de la Copa América.

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25 > Los chapulines A lo largo de la historia, el seleccionado de Brasil le dio al fútbol mundial grandes duplas ofensivas. Sin dudas, una de ellas fue la que conformaron Bebeto y Romario, entre finales de los 80 y mediados de la década del 90. Pero no todo fue color de rosas para estos dos hombres que tantas alegrías le dieron a la torcida “verdeamarela”, porque antes de paladear el sabor de la victoria debieron masticar el polvo de la derrota.

La primera competencia en la que ambos jugaron juntos fue en los Juegos Olímpicos de Seúl 88, donde Romário da Souza Faria y José Roberto Gama de Oliveira brillaron y, a fuerza de goles, condujeron a Brasil hasta la final frente a la Unión Soviética. El ansiado oro olímpico quedaba al alcance de sus manos.

Romario abrió entonces el marcador para los de amarillo, pero un tanto de penal de Igor Dobrovolski postergó todo al tiempo suplementario, donde Yuri Savichev les dio la victoria a los europeos.

Casi sin tiempo para reaccionar, al año siguiente, 1989, se realizó en Brasil la Copa América, situación ideal para dejar en el pasado aquel tropiezo olímpico y alegrar a su pueblo, tan pendiente cuando de fútbol se habla. Pero había más: hacía 19 años que Brasil no era campeón del mundo, y ¡cuarenta! que no se consagraba a nivel continental, desde el lejano Sudamericano de 1949, disputado también en tierras “verdeamarelas”.

La fase inicial fue discreta. Los locales culminaron segundos por diferencia de gol, por detrás de Paraguay. Sin embargo, accedieron a la fase final.

Allí se vio al mejor Brasil del torneo. Ante la Argentina, el

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equipo dio cátedra. Esa noche, en el Maracaná de Rio de Janeiro, Bebeto y Romario se lucieron ante un conjunto “albiceleste” que jamás supo cómo contrarrestar tamaña exhibición. Un desorientado Diego Maradona hasta soportó un caño que le hizo un irrespetuoso Romario en el medio de la cancha. Fue apenas 2 a 0, con un tanto de Bebeto y otro del “Chapulín”.

La goleada a Paraguay (dos de Bebeto y uno de Romario) sólo sirvió para preparar la fiesta. Ni los fantasmas del Maracanazo se atrevieron a aparecer por Rio de Janeiro aquel 16 de julio de 1989, exactamente 39 años después del triunfo uruguayo en el Mundial de 1950. El ajustado 1 a 0 (Bebeto) bastó para coronar al mejor equipo del torneo, que tuvo también al goleador (el propio Bebeto), con seis conquistas.

Esta dupla le daría muchas más alegrías a Brasil, porque ambos fueron los responsables de romper la racha de 24 años sin títulos mundiales, cuando condujeron a su seleccionado al título de campeones en Estados Unidos 1994. Y poco después, ya sin Bebeto, Romario también se dio el lujo de ser una suerte de eslabón entre la vieja y la nueva generación de cracks, al compartir la dupla de ataque con un joven Ronaldo, bautizada como RoRo, y levantar la Copa América una vez más, en Bolivia 1997.

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26 > Una delantera letal Se conocieron en persona a mediados de 1991, durante las prácticas en el predio de la AFA en Ezeiza, donde el seleccionado de Alfio Basile se ponía a punto para disputar la Copa América en Chile.

Uno tenía 22 años y venía de triunfar en Boca Juniors, donde había explotado como goleador temible y había sido fundamental para que el “xeneize” ganara de manera invicta el torneo Clausura (más allá de que la reglamentación de la época no entregaba títulos al ganador de un semestre, y en la final fue Newell´s, monarca del semestre anterior, el que dio la vuelta olímpica).

El otro llegaba con 24 años, tres de experiencia europea y una medalla de subcampeón del mundo colgada del cuello. Había aparecido como una estrella fugaz en 1987. Y no porque le faltaran condiciones, sino todo lo contrario. Su velocidad superlativa lo destacó inmediatamente en River. Tanto corrió, que en 1998 llegó a Italia para defender los colores de Verona y más tarde mudarse a Atalanta.

Uno había nacido en la ciudad santafesina de Reconquista, el 1 de febrero de 1969. El otro, apenas dos años y un mes antes, en Henderson, provincia de Buenos Aires, un 9 de enero de 1967.

Gabriel Omar Batistuta y Claudio Paul Caniggia, de ellos se trata, fueron la dupla ofensiva elegida por Basile para Chile 91. Y la unión fue explosiva. Cercanos en lo generacional, prácticamente desde el primer instante hubo química. El 9 dominaba el área y sus alrededores y el 7 desbordaba con su tremenda velocidad de atleta.

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En el debut ante Venezuela, Batistuta metió dos goles y Caniggia el restante, de cabeza. Ya en el 1 a 0 a Chile se vio una muestra de lo que era capaz de hacer esa dupla: “Cani” bajó de manera fenomenal el saque de arco de “Goyco” y habilitó a “Bati” para que éste, pura potencia, se hiciera un espacio entre los defensores y definiera junto a un palo para abrir un partido muy cerrado frente a los locales.

Pero donde la dupla funcionó de maravillas fue en el categórico 4 a 1 ante Paraguay. El primer tanto llegó después de que Caniggia le cediera, de taco, la pelota a Batistuta, tras un pase de “Leo” Rodríguez. El siguiente llegó tras un pique en velocidad de “Cani”, que terminó con un centro y un tanto de un joven Diego Simeone. El tercero lo hizo Leonardo Astrada, tras una buena jugada del 7 y un rebote que dio el arquero José Luis Chilavert.

La frutilla del postre llegó a los 36 minutos de la etapa final: “Bati” recibió sobre la derecha, unos metros después del mediocampo, y enseguida se la tiró en profundidad a “Cani”. El “Pájaro” le sacó 10 metros en un segundo a su defensor, que prefirió tirarse al suelo. Sin marca, el 7 argentino le amagó para un lado y para el otro a un desconcertado Chilavert, que ni siquiera pudo derribarlo, y luego definió suave, junto al palo más lejano.

Golazo.

Sobre la base de un gran equipo, no resultó extraño que la selección argentina se coronara campeón de América después de 32 años de frustraciones.

Sin embargo, en la memoria colectiva quedó para siempre el recuerdo de esa dupla fantástica que conformaron en Chile 1991 Batistuta y Caniggia.

O simplemente, el “Bati” y el “Cani”.

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27 > Ni Pelé, ni Maradona Si bien la discusión por el orden en el que se los pone cuando se habla de los mejores futbolistas de la historia será interminable, no caben dudas de que el brasileño Pelé y Diego Armando Maradona están en lo más alto de la cima.

Sin embargo, a ambos les quedó atragantado un hecho singular. Ni “O Rei” ni el “Pelusa” lograron consagrarse en la Copa América.

Fueron dueños del mundo, pero no del continente.

En el caso de Pelé, bautizado oficialmente con el nombre de Edson Arantes do Nascimento, apenas tuvo una ocasión. Fue en la Copa de 1959, en la Argentina.

Apenas un año después de la aparición mundial del brasileño en Suecia 1958, Pelé exhibió todo su potencial en suelo argentino. Sin embargo, en un sistema de disputa de todos contra todos, el calendario determinó que en la última jornada se vieran las caras el conjunto “verdeamarelo” y la selección albiceleste, con el detalle de que una igualdad consagraría a los locales.

El 4 de abril, en el estadio Monumental, Juan José Pizzutti abrió el marcador para la Argentina, y el propio Pelé igualó poco después. Lo dicho: el 1 a 1 coronó a la “albiceleste” y le provocó una de las primeras grandes frustraciones al joven Pelé, que ya pintaba para crack del fútbol mundial y que, con ocho conquistas, quedaría grabado a fuego como el goleador de aquella edición.

Maradona, en cambio, tuvo tres oportunidades de alzar la Copa América.

La primera fue en 1979, un año después de la primera consagración mundial de la Argentina. Pero en una edición realizada

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sin sede fija, el equipo que entonces conducía César Luis Menotti deambuló sin pena ni gloria, con derrotas ante Bolivia y Brasil que provocaron la eliminación en la fase de Grupos.

Todo hacía prever que la edición de Argentina, en 1987, sería una continuación de la fiesta que había sido México 86. El continente descontaba que Maradona y compañía, bajo el mando del obsesivo entrenador Carlos Salvador Bilardo, ganarían la Copa en casa, prácticamente sin despeinarse. Pero las cosas no resultaron tan sencillas para el conjunto nacional.

Un empate con Perú y un triunfo frente a Ecuador bastaron para que el equipo culminara líder del Grupo B. Pero en esa época, el campeón vigente recién ingresaba al torneo el semifinales, y entonces la Argentina se las vio con Uruguay, que, sin desgaste, la venció 1 a 0 y la mandó a jugar por el tercer puesto, donde perdió 2-1 con Colombia.

La despedida de Maradona de la Copa América se dio en Brasil, en la edición de 1989, otra vez con Bilardo como DT. Allí se apostó por un equipo que mezclaba la experiencia del 86 con nuevos valores, como Claudio Caniggia. Pero el desgaste comenzaba a sentirse. Y este torneo resultó una previa de la ineficacia ofensiva que se padecería un año después, en el Mundial de Italia (en el que llegó a la final 0-1 ante Alemania con apenas cinco goles convertidos).

De hecho, en Brasil 1989 el equipo nacional apenas marcó dos goles (ambos del “Cani”) en siete partidos disputados. Lo curioso es que esa cosecha, algo similar a lo que ocurriría en Italia 90, le bastó para terminar tercero en la tabla final.

Paradojas del destino, la Argentina ganó con claridad las dos ediciones posteriores (Chile 91 y Ecuador 93), ya sin Diego, que había renunciado a la selección tras el Mundial de Italia; y con el “Coco” Alfio Basile en el banco.

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28 > El equipo del “Coco” Para la selección argentina, la Copa América de Chile que se realizó en 1991 fue la situación ideal para iniciar una nueva era.

Después de 17 años, al seleccionado no lo dirigían ni César Luis Menotti (1974-1982), ni Carlos Salvador Bilardo (19831990), los dos entrenadores que condujeron al equipo “albiceleste” a las únicas dos Copas del Mundo que posee hasta ahora.

“Yo no soy ni menottista, ni bilardista. Yo soy basilista”, declaraba, a fines de la década del 90, justamente, Alfio Basile, el elegido por Julio Grondona, entonces presidente de la AFA, para el cargo.

El “Coco” hizo una profunda renovación. De hecho, apenas dos futbolistas se repitieron en relación al plantel que se había quedado con el subcampeonato del mundo un año antes, en Italia: el arquero Sergio Goycochea y el defensor Oscar Ruggeri, elegido capitán ante la ausencia de Diego Armando Maradona, que había anunciado su retiro del seleccionado.

Basile debutó oficialmente como entrenador de la Argentina el 19 de febrero de 1991, en un amistoso que el equipo le ganó 2 a 0 a Hungría en Rosario.

Ni su más fanático admirador imaginó entonces que este bahiense, que entonces tenía 47 años, conduciría una selección que dejaría huella, que permanecería 33 partidos invicto y que levantaría dos Copas América.

Tras ese comienzo triunfal frente a los húngaros, Basile se enfocó en la competencia continental, que ese año se realizaría en Chile. En épocas donde los seleccionados todavía tenían ma-

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yoría de integrantes jugando en el país, el DT aprovechó esa comodidad de contar con los futbolistas cerca para conocerlos y que se conocieran entre ellos.

Así fue como el excepcional semestre de Gabriel Batistuta y Diego Latorre en Boca Juniors los colocó casi de manera automática en la lista de citados. Lo mismo con el volante de San Lorenzo Leonardo Rodríguez, entre otros.

Ya en Chile, el equipo fue adquiriendo confianza con el correr de los partidos. El esperable 3-0 ante Venezuela en el debut sirvió para ajustar los engranajes, y el 1 a 0 ante los locales fue importante. Pero donde realmente se notó que ese grupo tenía pasta de campeón y que sería casi imposible derrotarlo fue en la exhibición que dio ante Paraguay, a quien aplastó por 4 a 1, con unas actuaciones sobresalientes de una dupla que quedó en la historia, integrada por Batistuta y Claudio Caniggia.

El 3 a 2 a Perú decoró la clasificación a la fase final con puntaje perfecto, 11 goles a favor y apenas tres en contra.

Ya sin margen de error, la Argentina chocó con Brasil el 17 de julio en el estadio Nacional. El partido, con sabor a final, terminó 3 a 2 a favor de los dirigidos por Basile, con dos goles de Darío Franco y uno de “Bati”.

El 0 a 0 frente a Chile le dio vida a os locales y emoción a la definición. Obligada a ganarle a Colombia, la Argentina esperó con mucha expectativa aquel 21 de julio.

Hasta esa competencia, el conjunto “albiceleste” no lograba alzar la Copa América desde hacía 32 años, más precisamente desde el Sudamericano de 1959. Por eso, la alegría tras el 2 a 1 frente al equipo “cafetero” fue por partida doble. Los goles de Diego Simeone y Batistuta (goleador de la competencia con 6 conquistas) cerraron esa brecha de sinsabores y a la vez consa-

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graron a un equipo que jugó de manera brillante.

Dos años después, en Ecuador, el seleccionado de Basile sufrió para retener el título. El camino fue áspero, con una clasificación a cuartos de final ajustada (un triunfo sobre Bolivia y dos empates ante México y Colombia).

Ya en la segunda fase, el equipo se encomendó a la experiencia para atajar penales de su arquero, Sergio Goycochea, y así dejó en el camino a Brasil y a Colombia para llegar a la definición ante el debutante México. El partido fue muy cerrado y estuvo 0 a 0 hasta los 18 minutos de la segunda parte. Pero fue la tremenda potencia goleadora de “Bati”, primero con la derecha y más tarde con la zurda, lo que resolvió una final complicada, en donde la “Tricolor” cumplió un dignísimo papel.

Poco después, el ciclo de Basile sufrió un gran cimbronazo con el 0-5 que le encajó Colombia en el Monumental, por las Eliminatorias del Mundial 94. Sin embargo, aquel bicampeonato logrado por el equipo del Coco no sólo marcó un claro dominio continental de la “albiceleste”, sino que hasta nuestros días fue la última gran conquista del seleccionado nacional de mayores de la Argentina.

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29 > Fortaleza Oriental El caso de Uruguay es especial. Además de ser el seleccionado que más Sudamericanos / Copas América logró en toda la historia (15 hasta la actualidad), tiene el honor de haberse consagrado campeón en las siete ediciones que lo tuvo como anfitrión. Hasta aquí, cada vez que el torneo continental se disputó en suelo uruguayo, el conjunto local lo ganó.

Resultó algo lógico en 1917, 1923 y 1924, ya que por entonces los “charrúas” eran una potencia del fútbol en todo ámbito (continental, mundial y olímpico). Sin embargo, también alzó la Copa ante su gente en 1942, 1956, 1967 y 1995), cuando quizás no era el principal favorito al título.

Es probable que la última Copa América ganada por Uruguay en su casa hasta hoy sea la que más se recuerde. Por cercanía en el tiempo, pero también porque tuvo condimentos cuasi épicos. En primer lugar queda claro que la “Celeste” no era candidata. Brasil, campeón mundial (se había coronado en Estados Unidos 1994); y la Argentina, que llegó a la cita como bicampeón vigente luego de sus consagraciones en Chile 1991 y Ecuador 1993, eran los más claros favoritos.

Así las cosas, la edición número 37 de la Copa América se puso en marcha el 5 de julio de 1995. Uruguay arrancó a paso firme, con una goleada 4 a 1 a Venezuela y un apretado 1 a 0 a Paraguay. El 1 a 1 con México sólo sirvió para asegurarse el primer lugar del Grupo A. En el Grupo B, Brasil fue de menor a mayor y el único seleccionado que ganó sus tres primeros partidos: 1 a 0 a Ecuador,

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2 a 0 a Perú y 3 a 0 a Colombia.

Finalmente, en el Grupo C, la Argentina sufrió un traspié increíble, inesperado y humillante, que alteró los planes. El 0-3 ante Estados Unidos dejó al equipo entonces dirigido por Daniel Passarella en el segundo puesto del Grupo C, y lo mandó a jugar los cuartos de final frente a… Brasil.

El encuentro entre “albicelestes” y “verdemarelos” se disputó en la ciudad de Rivera, el 17 de julio. El delantero Abel Balbo abrió el marcador para la Argentina a los dos minutos de juego.

Apenas siete minutos después, el atacante Edmundo igualaba. No se había llegado a la media hora cuando el goleador Gabriel Batistuta decretó el 2 a 1, tras una grave falla del arquero Taffarel.

La Argentina controló el partido y el pase a las semifinales se acercaba. Sin embargo, cuando restaban nueve minutos para el pitazo final, el volante Jorginho envió un centro al área desde la derecha y el delantero brasileño Tulio Costa, tras bajar el balón alevosamente con la ayuda de su antebrazo izquierdo, anotó el 2 a 2 con un remate cruzado ante la salida del arquero “albiceleste” Hernán Cristante, que con razón reclamaba la mano del rival.

El árbitro peruano Alberto Tejada marcó el centro del campo y el empate fue inamovible. En la definición por penales Brasil tuvo mejor puntería, ganó 4 a 2 y accedió a las semifinales, donde derrotó a Estados Unidos por 1 a 0.

Uruguay, en tanto, venció a Bolivia 2 a 1 y a Colombia 2 a 0 para que la final soñada fuera una realidad.

El partido decisivo tenía así a los “charrúas” de un lado y a los brasileños del otro. En los locales era un secreto a voces que aquel sería el último partido oficial del ídolo Enzo Francescoli.

Eso, y las ganas de volver a ganar una Copa América en casa justo contra Brasil-, potenciaron a los uruguayos, que pese a sa-

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berse inferiores en lo futbolístico, protagonizaron una final emocionante. El 1 a 1 provocó que el campeón se definiera por penales, algo inédito hasta entonces (luego se repetiría en Perú 2004).

Francescoli, Pablo Bengoechea, José Herrera, Álvaro Gutiérrez y Sergio Martínez anotaron todos los remates del equipo “charrúa”. Enfrente, Roberto Carlos, Zinho y Dunga convirtieron, pero Túlio falló (justicia poética) y la Copa se quedó una vez más en tierra uruguaya, como lo indica la historia.

Además, Uruguay posee un récord que intimida: jamás perdió de local. Ni cuando fue anfitrión, ni cuando disputó partidos en ediciones sin sede fija. En total, fueron hasta aquí 38 encuentros, de los cuales ganó 31 y empató 7. Una estadística avasallante, que el equipo “charrúa” volverá a exponer en la próxima década, tal vez en 2027.

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30 > Papelón El 14 de julio de 1995, en la localidad uruguaya de Paysandú, la selección argentina protagonizó una situación bochornosa, de las peores en su historia de Copa América.

Luego de dos triunfos ante Bolivia (2-1) y Chile (4-0) en el Grupo C del certamen en Uruguay, el equipo nacional debía enfrentar a Estados Unidos, un combinado claramente inferior y con escasa experiencia. De hecho, aquella era su segunda participación en la competencia, luego de un debut olvidable en Ecuador 1993 (un empate y dos derrotas).

La cuestión es que con la clasificación y el primer lugar de la zona prácticamente asegurados, el técnico argentino, Daniel Passarella, decidió darles descanso a varios titulares para que llegaran en óptimas condiciones a los cuartos de final.

El entrenador hizo ¡nueve modificaciones! Y sólo dejó, de los habituales “fijos”, al defensor Roberto Ayala y al goleador Gabriel Batistuta.

Tal vez sin proponérselo, el DT argentino menospreció al rival, que había vencido 2 a 1 a Chile en el debut, y había tropezado con Bolivia 1 a 0 en la segunda fecha.

Y los norteamericanos no perdonaron.

Grande fue la sorpresa cuando a la media hora de juego Estados Unidos ganaba 2 a 0, gracias a los goles del delantero Frank Klopas, con un derechazo rasante desde la puerta del área, y del defensor Alexi Lalas, que fue a buscar un ‘buscapié’ al primer palo y terminó convirtiendo de taco.

La calculadora pasó a tener un protagonismo inusual en el

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banco de suplentes argentino. Porque con un tanto más, los estadounidenses se adueñarían del primer lugar por diferencia de goles y modificarían el plan de quedarse en Paysandú para enfrentar a México, para verse obligados a mudarse a la limítrofe Rivera y vérselas con Brasil…

El equipo “albiceleste” formó esa noche de la siguiente manera: Carlos Bossio; Ricardo Altamirano, Ayala, Néstor Fabbri, Gabriel Schurrer; Marcelo Escudero, Hugo Pérez, Marcelo Espina, Marcelo Gallardo; Alberto Acosta y el “Batigol”.

Ni los ingresos desesperados de Ariel Ortega y Diego Simeone lograron revertir el papelón. Y si bien es cierto que la Argentina generó situaciones de riesgo, lo concreto es que no pudo convertirlas. Ni siquiera quiso entrar un cabezazo con destino de red del “Cholo”, que el defensor Mike Burns salvó sobre la línea.

El sopapo final llegó a los 13 minutos de la segunda etapa. Estados Unidos recuperó un balón en el mediocampo, Eric Wynalda condujo el contragolpe y habilitó a Joe Moore. Todo indicaba que el cierre de Ayala sería suficiente, mientras “Chiquito” Bossio también salía a cubrir el arco. Sin embargo, Moore se esforzó para llegar antes que el “Ratón”, logró conectar el balón, eso descolocó a Bossio, y Wynalda, solo en la puerta del área chica, la empujó sin inconvenientes al fondo de la red.

La Argentina recién tomó conciencia de la gravedad de la situación cuando el árbitro brasileño Márcio Rezende decretó el final del partido. Con el 0-3 a cuestas, había que viajar a Rivera, a enfrentar a Brasil.

La situación, impensada, caló hondo en el aspecto anímico del plantel, que de todos modos tuvo una muy buena actuación frente al clásico rival.

Allí, el conjunto albiceleste ganaba 2 a 1 y dominaba, pe-

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ro a 9 minutos del final, el delantero Oscar Tulio igualó 2 a 2 después de bajar el balón con una mano alevosa que el árbitro peruano Alberto Tejada no vio. Poco después, Brasil fue más preciso en la definición por penales y la Argentina se despidió de la Copa América del 95.

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31 > Simplemente “Chila” El hombre sabe que está frente a una nueva situación histórica. No es la primera ni será la última, pero el hecho del 17 de junio de 1997, es muy especial. Paraguay iguala ante la Argentina 0 a 0 en el estadio Félix Capriles, de Cochabamba. Faltan 16 minutos y los “guaraníes” deben ganar para no quedarse afuera de la Copa América de Bolivia.

Al ajustado triunfo por 1 a 0 frente a Chile le siguió un impensado 0-2 contra Ecuador que complicó los planes del equipo ‘albirrojo’. La irrupción del conjunto amarillo desarticuló cualquier previsión, que descontaba que “guaraníes” y argentinos serían los que se clasificarían a la siguiente etapa sin problemas.

José Luis Félix Chilavert, de él se trata, respiró hondo y atravesó todo el campo de juego apenas el árbitro uruguayo Jorge Nieves marcó la infracción dentro del área.

El arquero de Paraguay sabe que es la pieza más importante de su seleccionado. Su personalidad y sus espaldas se han acostumbrado a cargarse al equipo al hombro en situaciones adversas, y a absorber la presión en momentos límite.

“Chila” conoce al colega que tiene enfrente, Carlos Roa. Apenas 16 días antes se habían visto las caras, cuando por la fecha 15 del torneo argentino Lanús recibió a Vélez.

Roa era un ferviente admirador del paraguayo. “Si hay dos penales, el primero lo patéas vos y el otro, yo. Quiero saber qué se siente hacer un gol”, le había dicho “Lechuga” Roa a su compañero Oscar Mena días antes de ese encuentro entre el equipo del sur bonaerense y el ‘Fortín’ de Liniers.

El defensor del “Granate” falló un tiro desde los 12 pasos – 72 –

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en el primer tiempo, y en el segundo se produjo una nueva falta a favor de Lanús adentro del área de Vélez. Y allá fue Roa, a cumplir su sueño. Y le rompió el arco a Chilavert, con un remate fortísimo. Esa tarde, el local ganó 3 a 1 y el paraguayo se fue expulsado.

Por todo eso, este nuevo duelo entre ambos arqueros tiene más presión psicológica que deportiva. Chilavert está sediento de revancha y Roa sueña con amargarlo de nuevo.

Y entonces Nieves da la orden. Y “Chila” da uno, dos, tres y cuatro pasos antes de meterle un zurdazo a la pelota, que irá a inflar la red cerca del palo derecho de Roa, que vuela hacia la izquierda y mira, espectador de lujo, cómo Chilavert se cobra venganza.

Sobre la hora, la Argentina llegará a la igualdad con otro penal, ejecutado por Marcelo Gallardo. Sin embargo, eso no bloqueará el pasaje de Paraguay a cuartos de final, ni el de José Luis Félix Chilavert a la historia de la Copa América.

Al fin y al cabo será su único gol en la competencia, y quizás uno de los más importantes de los 62 que este arquero fuera de serie marcó a lo largo de su carrera sin igual.

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32 > Récord insólito La vida de película de Martín Palermo también tiene un capítulo dentro de la centenaria historia de la Copa América de selecciones de fútbol.

Todo sucedió en la edición de 1999, desarrollada en Paraguay.

Allí llegaba el seleccionado argentino conducido por Marcelo Bielsa, con la ilusión de volver a alzar el trofeo continental, esquivo desde Ecuador 1993. Era la primera prueba importante para el técnico rosarino, que había asumido tras el Mundial de Francia 1998 y en reemplazo de Daniel Passarella.

Bielsa armó un equipo competitivo, entremezclando futbolistas ya afianzados en la “albiceleste” con una nueva camada. Como el Boca Juniors de Carlos Bianchi había dominado el fútbol argentino con claridad y coronándose bicampeón (Apertura 98 y Clausura 99), el “Loco” Bielsa no dudó en incorporar las mejores piezas del conjunto “xeneize”. Así fue como seis de los 22 integrantes del plantel procedían de Boca: Hugo Ibarra, Walter Samuel, Diego Cagna, Juan Román Riquelme, Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo.

El “Titán” Palermo venía de romper un récord. Había marcado 20 goles en 19 partidos, consagrándose como el delantero más eficaz de la historia de los torneos cortos, algo aún imbatido. Pero las cosas no se dieron como se habían imaginado.

Tras el debut triunfal (3-1 a Ecuador, con dos goles de Palermo y uno del “Cholo” Diego Pablo Simeone), llegó el choque con Colombia, en el estadio Feliciano Cáceres, de Luque.

Apenas se jugaban cinco minutos cuando el árbitro paraguayo Ubaldo Aquino sancionó el primer penal de los ¡cinco! que cobró

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esa noche. Este a favor de la Argentina. Allí fue el delantero. Se acomodó, pateó y su remate reventó el travesaño del arco defendido por Miguel Calero. Apenas unos instantes después, otra sanción terminó con el gol de penal de Iván Córdoba para los colombianos.

Poco después de la media hora de juego de la segunda etapa, Palermo tuvo su segunda chance desde los 12 pasos. Pero esta vez, su disparo se fue alto, lejos del arco. Acto seguido, Colombia se ponía 2 a 0 y Bielsa, en tanto, se iba expulsado por un supuesto exabrupto al árbitro.

Parecía que todo estaba sentenciado, pero el conjunto “cafetero” anotó un tanto más y, sobre la hora, Aquino fabricó otro penal para la Argentina.

La búsqueda de revancha personal encegueció a Palermo, que no estaba anímicamente en condiciones de patearlo. Pero lo hizo. Consecuencia lógica: su remate, fuerte y a media altura, fue desviado por Calero.

Tres penales errados en una misma noche. Un récord mundial insólito que Palermo inevitablemente se guardó para siempre en su extraordinaria vida de película.

Pese al traspié, la Argentina se recuperó con un claro triunfo ante Uruguay por 2 a 0. Palermo, esa noche, anotó el segundo con un fuerte zurdazo, pero con una particularidad: su ojo derecho estaba completamente inflamado, como consecuencia de un codazo que había recibido en la jugada previa al tanto.

Ya en cuartos de final, el equipo albiceleste se enfrentó a Brasil, que ganó por 2 a 1 y más tarde fue campeón. La Argentina tuvo en este encuentro otro penal a favor, y esta vez no fue Palermo el encargado. Se hizo cargo Roberto Ayala. Pero su remate, anunciado y mordido, fue atajado por Dida.

La maldición de los 12 pasos continuaba..

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33 > El fenómeno Mucho antes de que el portugués Cristiano Ronaldo acaparara junto a Lionel Messi las portadas de los diarios deportivos y los comentarios en las redes sociales, gracias a su encarnizada y leal competencia por ser el mejor jugador del mundo, hubo un futbolista que marcó una época y se convirtió en uno de los mejores de la historia.

Ronaldo, el original, nació en Rio de Janeiro el 22 de septiembre de 1976.

Ronaldo Luís Nazário de Lima, según su documento de identidad, se destacó desde un primer momento en el Cruzeiro de Belo Horizonte, exhibiendo una potencia sorprendente y una notable capacidad de definición frente a los tres palos.

Su paso por la Copa América dejó huella. Apenas disputó dos ediciones (1997 y 1999) y en ambas se consagró campeón.

En la edición realizada en Bolivia, el “Fenómeno” marcó cinco goles. Fueron dos en el 5 a 0 a Costa Rica, otros dos ante Paraguay, en cuartos de final, y uno fundamental: el que inclinó la balanza a favor de Brasil en la gran definición ante Bolivia.

Con el partido 1 a 1, Ronaldo tomó la pelota unos metros antes de ingresar al área rival. Cuando la pisó, le pegó un tremendo zurdazo cruzado al balón, que se metió en el ángulo izquierdo.

Luego, Zé Roberto sentenció el 3 a 1.

En ese torneo se popularizó la famosa dupla Ro-Ro, integrada por Ronaldo y por Romario, que atravesaba su última etapa como futbolista.

Dos años después, y con apenas 22 años, el 9 brasileño vol-

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vió a hacer de las suyas en tierras paraguayas, donde encontró a dos socios de lujo: nada menos que Rivaldo y Ronaldinho. Entonces Brasil fue una verdadera fiesta. Una aplanadora imbatible.

El camino en el Grupo B resultó muy cómodo. Paliza de 7 a 0 a Venezuela (dos de Ronaldo), 2 a 1 a México y 1 a 0 a Chile (el “Fenómeno”, de penal) para clasificarse a la siguiente instancia con puntaje ideal.

Ya en cuartos, la Argentina apareció en el horizonte. El partido, duro y parejo como suelen ser los clásicos, terminó 2 a 1 a favor de los de “amarillo”, gracias a los goles de Rivaldo y Ronaldo, que dieron vuelta una historia que comenzó complicada, tras el tanto tempranero de Juan Pablo Sorín.

Otra vez México fue el rival de las semifinales, donde Brasil ganó 2 a 0.

En la definición ante Uruguay, la orquesta tocó los 90 minutos. Con dos goles de Rivaldo y uno de Ronaldo, la “verdeamarela” ganó 3 a 0, retuvo su título de campeón de América y dejó atrás la frustración de la derrota ante Francia 0-3 en la final del Mundial 98.

El “Fenómeno” no pudo participar de la edición de 2001 porque poco antes había sufrido dos graves lesiones en el tendón rotuliano, y prefirió cuidarse para llegar en óptimas condiciones al Mundial de 2002, donde se coronó campeón y goleador.

Pese a su breve participación, no quedan dudas de que Ronaldo engalana la gran historia de la Copa América.

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34 > El “Manizalazo” Suele decirse que las cosas no ocurren de casualidad. Que muchas veces es sólo un guiño del destino el que determina nuestro camino. El simple hecho de estar en el momento justo y en el lugar indicado permite que se produzcan situaciones maravillosas. Una de ellas ocurrió en la Copa América 2001, y tiene a Honduras como protagonista.

Colombia era el país que tenía designada la realización de una nueva edición del torneo continental. Sin embargo, diversos hechos de violencia protagonizados por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) pusieron en jaque el proceso de paz que se intentaba consolidar en el país y la seguridad no sólo de sus habitantes, sino de los planteles de cada una de las selecciones que disputarían el campeonato.

Se analizó cambiar la sede, pero el presidente colombiano, Andrés Pastrana, fue terminante: “Quitarle la Copa a nuestro país es el peor de los atentados.”, declaró en un mensaje televisado a toda la nación.

El siguiente intento fue postergarlo para enero o agosto de 2002, pero aquí apareció la empresa Traffic, dueña de los derechos de televisión, para poner el grito en el cielo. Además de amenazar con una eventual demanda a la Conmebol por daños y perjuicios, los directivos argumentaron que en enero se disputaba la Copa de Oro de la Concacaf, donde participaban México y Canadá; y en agosto, según ellos, no tendría sentido una competencia continental a poco de finalizado el Mundial 2002.

Sin mucho margen, la Conmebol confirmó la realización de

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la Copa América 2001 en la sede y fechas previstas inicialmente.

Es decir, del 11 al 29 de julio.

Canadá –invitado especial- desistió de ir, y en su reemplazo entró Costa Rica. Y la Asociación del Fútbol Argentino se mantuvo firme en su postura de no asistir al certamen por temor a cualquier inconveniente de seguridad que pudiera sufrir su plantel, entonces conducido por Marcelo Bielsa y en un momento brillante, que lo erigía como uno de los máximos favoritos a quedarse con la corona continental.

En negociaciones contrarreloj Honduras fue invitada de urgencia y su participación quedó confirmada la noche previa a la inauguración del campeonato. Es decir, según el fixture de la competencia, apenas 48 horas antes de su primer partido.

“Honduras aceptó anoche participar en lugar de Argentina en la Copa América que arrancará hoy en Colombia”, decían diversas publicaciones de esos días de absoluta desprolijidad. “Cuando nos propusieron la invitación, inmediatamente dije que sí. Es algo muy importante que hay que aprovechar”, declaraba Ramón Maradiaga, DT de Honduras, que al mismo tiempo reconocía que todavía no había hecho la convocatoria de jugadores. “Estamos asumiendo un riesgo, pero trataremos de cumplir lo mejor posible”, agregaba.

Al día siguiente, el plantel de Honduras llegaba a destino en un avión de las Fuerzas Armadas de Colombia.

El debut llegó el viernes 13 de julio en Medellín, ante un equipo en situación similar: Costa Rica, el reemplazante de Canadá, que finalmente ganó 1 a 0. Lejos de pasar vergüenza, los hondureños derrotaron muy bien a Bolivia 2 a 0 en el segundo partido.

El conjunto centroamericano llegó al tercer encuentro, frente a Uruguay, con tres puntos y un solo resultado posible para avanzar a los cuartos de final: ganar. La “Celeste”, que suma-

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ba 4 unidades, continuaría en el torneo con una igualdad.

El partido, el 18 de julio, fue muy parejo y tuvo momentos de alta emoción. Pero los goles no aparecían. Hasta que a cuatro minutos del final, el volante Amado Guevara recuperó un balón cerca del mediocampo, avanzó rumbo al área uruguaya, jugó con el delantero Saúl Martínez, éste le devolvió la pared y Guevara, solo frente a Adrián Berbia, la colocó junto al palo derecho del arquero. Con el 1 a 0 Honduras eliminó a los “charrúas” y se metió en cuartos de final para desatar el delirio de todo su pueblo.

Cualquiera podía pensar que los dirigidos por Maradiaga estaban más que satisfechos con lo logrado hasta ese momento.

Error. Habría más emociones y sorpresas en el torneo.

En cuartos, Honduras debió enfrentarse a Brasil. El partido, disputado el 23 de julio en Manizales, tenía en teoría un resultado cantado. Los brasileños ya saboreaban el pase a “semis” y un seguro enfrentamiento con Colombia, que venía por ese lado de la llave.

Es que, aún cuando Brasil había llevado a un plantel de segunda categoría, existía un abismo de diferencia entre ambos seleccionados. Sin embargo, el fútbol tiene la maravilla de poner en igualdad de condiciones a cualquiera.

Contra lo imaginado, el partido fue parejo. En la primera mitad fue Brasil el que tuvo las mejores chances de la mano de su figura, Denilson; pero cada vez que fue exigido, el arquero hondureño, Noel Valladares, respondió con seguridad.

Ya en la segunda parte llegó el primer golpe: Saúl Martínez conectó casi en el área chica un centro enviado desde la derecha, la pelota dio en el poste y regresó para el campo, pero en el camino pegó en el defensor Juliano Belletti para irse, mansa, al fondo de la red. Era el 1 a 0 para Honduras, en un estadio de Manizales que desbordaba de hinchas colombianos alentando a los centroa-

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mericanos, un poco por el cariño hacia los más débiles y otro poco por conveniencia, ya que –lo dicho- el ganador de ese partido se enfrentaría con el seleccionado cafetero en semifinales.

Brasil intentó llegar a la igualdad y hasta hubo cinco minutos de tiempo adicionado, casi como un guiño para que los de amarillo evitaran el papelón. Pero los planetas, esa noche, se habían alineado a favor de Honduras. Antes del cierre nació un contragolpe comandado por Guevara y continuado por Limber Pérez, que corrió con lo que le quedaba de aire unos 50 metros con pelota dominada hasta meterse al área rival por derecha. Allí, en lugar de pegarle al arco, tuvo la lucidez de ver que por adentro ingresaba solo su compañero Saúl, y hacia allí fue el balón, con caño incluido al desesperado defensor que quiso evitar lo inevitable.

Saúl enfrentó al arquero Marcos y definió junto a un palo. 2 a 0.

La fiesta fue total cuando el árbitro paraguayo Ubaldo Aquino decretó el final del partido. Parecía que se jugaba en un estadio hondureño. Mientras, los futbolistas de Brasil se retiraban cabizbajos, evitando ser el centro de los flashes en las postales de la derrota.

El sueño de Honduras tropezó en semifinales, donde Colombia hizo valer la fortaleza de su localía para derrotarla 2 a 0. Lejos de deprimirse, y ya en el encuentro por el tercer puesto, los centroamericanos le jugaron otra vez de igual a igual a Uruguay, que tenía sed de revancha por lo ocurrido en la fase de grupos y venía de perder su partido de semifinales frente a México por 2 a 1.

El choque por el bronce terminó 2 a 2. Pero Honduras ganó por penales 5 a 4 y se trepó a un histórico tercer puesto en la Copa América 2001, de la que además se llevó el premio al mejor futbolista del torneo, que recibió Amado Guevara.

De estar de vacaciones al podio de América en un puñado de semanas. Una de esas historias que sólo el fútbol puede escribir.

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35 > Colombia, a lo grande Colombia es, hasta aquí, el último país que se sumó al selecto grupo de campeones de la Copa América. Al mismo tiempo, es el último que se consagró siendo anfitrión.

Todo eso ocurrió en la edición de 2001, que cerca estuvo de cambiar de sede, como consecuencia de una fuerte escalada de violencia, con secuestros extorsivos incluidos. Sin embargo, el pueblo colombiano pudo resolver sus problemas y afrontó la organización del torneo continental de manera brillante.

En dicho país, todos coincidían que era el gran momento para ganar la Copa. La condición de local, sumado a un gran plantel y a la sapiencia de un técnico consagrado como Francisco “Pacho” Maturana, les permitía a los colombianos soñar despiertos.

El camino fue brillante. El 2 a 0 a Venezuela (goles de Freddy Grisales y Víctor Aristizábal), el 1 a 0 Ecuador (Aristizábal) y el 2 a 0 a Chile (Aristizábal y Eudalio Arriaga), le permitieron a Colombia clasificarse primera del Grupo A, con puntaje ideal y con la valla invicta.

Ya en cuartos, el primer escollo fue Perú. Sin embargo, no resultó inconveniente alguno para los locales. Categórico 3 a 0 y a semifinales, gracias a dos goles de Aristizábal y otro de Giovanni Hernández.

Las semifinales fueron contra un rival impensado, Honduras, que sorprendió al mundo y logró una victoria memorable frente a Brasil. Sin embargo, y pese al cariño que los hinchas colombianos le habían tomado a los centroamericanos, el equipo “cafetero” no perdonó y avanzó a la gran final con un gol de Ge-

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rardo Bedoya (parte del plantel de Racing Club que en 2001 cortó con decenas de años de sequía) y otro de Aristizábal.

El 29 de julio de 2001 se convirtió en un gran día para la historia del fútbol colombiano. Esa tarde, y ante México, el seleccionado conducido por Maturana ganó 1 a 0 con gol de Iván Córdoba y levantó por primera vez la ansiada Copa América. Además, aquel equipo estableció dos récords. Por un lado posee la mejor campaña de la historia, con seis victorias en igual cantidad de partidos y 11 goles a favor. Por el otro, el arquero Oscar Córdoba acumuló 540 minutos sin recibir goles, una plusmarca aún vigente.

El vistoso fútbol colombiano se merecía ser campeón de América. Y lo consiguió.

En 2001, el fútbol latinoamericano dejó atrás una deuda.

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36 > El extraterrestre Como consecuencia de la moda iniciada en el Mundial de Inglaterra 1966 y los Juegos Olímpicos de México 1968, las mascotas también se hicieron presentes en la Copa América, desde 1987. Sin embargo, y antes de enumerar a cada una de ellas, vale recordar la historia de la mascota de Colombia 2001, tal vez la más insólita y más ignorada junto al perro Striker del Mundial de Estados Unidos 1994.

El caso de Amériko es muy particular, porque fue presentado antes del torneo de 2001, pero una vez que la pelota comenzó a rodar, literalmente desapareció de todos lados. Cuando se les preguntaba a los organizadores dónde estaba Amériko, estos respondían: “Se quedo durmiendo en el hotel”, para eludir el tema.

Lo cierto es que hubo un fuerte repudio del pueblo colombiano hacia este personaje, lo que derivó en que, literalmente, lo escondieran.

Muy lejano a las tradiciones del país anfitrión, Amériko fue descripto por sus creadores, la Organización Comercial Copa LLC, como “un extraterrestre del planeta Ko, que llegó al país para disfrutar del torneo”. Realmente inexplicable.

Según su biografía oficial, ”Amériko, del planeta Ko, es un extraterrestre turquesa con inmensos ojos azules y un peinado con los pelos parados. Tiene dos brazos y dos piernas diseñadas para correr, saltar y girar en ángulos rectos, tan rápido como se lo permita el aire. Siempre anda con un balón, que en realidad es un satélite vivo llamado Biosat que pertenece a su anatomía, como un órgano externo que utiliza para sentir, y viajó millones de kilóme-

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tros para llegar a Colombia a participar en la Copa América”.

La mascota fue diseñada en Miami, Estados Unidos, y según sus creadores el boceto se inspiró en el manga japonés, con dibujos del estilo Dragon Ball Z y Pokemon, pero con detalles específicos de los futbolistas colombianos: la actitud de victoria y poder del “Chicho” Serna, Jorge Bermúdez y Leonel Álvarez; el color del pelo del “Pibe” Valderrama y la caballerosidad y solidaridad de Andrés Escobar y Willington Ortiz. Inédito.

Además de Amériko, formaron parte de la Copa América otras diez mascotas, mientras espera agazapada la de Chile 2015.

Como se dijo, la primera que tuvo una mascota fue Argentina 87. La edición número 33 de la gran competencia continental de selecciones presentó a Gardelito, que representó lógicamente la pasión de nuestro país por el tango, resumido en el cantante más popular: Carlos Gardel. Curiosamente, allí comenzó la rotación organizada de las sedes, para que cada país pudiera ser sede anfitrión.

Para la edición de 1989, en Brasil, el simpático personaje se llamó Tico, un pájaro conocido con el nombre de Sabiá, ave símbolo de São Paulo desde 1966 y del país “verdeamarelo” desde 2002.

Cuando en 1991 la Copa llegó a Chile, la mascota se llamó Guaso. Era una figura que mezclaba un moderno trazado a mano alzada de un hombre a caballo, que personificaba a los habitantes del centro y sur del país trasandino, popularmente conocidos como Huasos.

Ecuador rompió los moldes. Lejos de una persona o un animal, la sede de la Copa América del 93 tuvo como mascota a una verdura. Así fue como Choclito sorprendió a propios y extraños, e incluso generó polémica por la falta de identidad ecuatoriana que

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tenía el choclo, que no representaba la imagen del país. Junto a la naranja bautizada Naranjito en el Mundial de España 82, son las dos mascotas de verdulería de la historia de las grandes competencias.

Como para exhibir que aquello de la garra “charrúa” no es sólo una frase, Uruguay 95 tuvo a Torito como mascota. El ícono era la imagen de un toro con la camiseta celeste y con pezuñas pintadas como botines, y se inspiró en la ganadería, una de las principales fuentes de recursos de la nación.

Una mulita, o armadillo, fue la mascota de la Copa América de 1997 que se realizó en Bolivia. El país del altiplano buscó en su rica fauna autóctona para crear a Tatú, que vestía el uniforme del seleccionado local.

La Copa llegó luego a Paraguay, donde esperaba Taguá, una figura basada en el taguá, también conocido como Pecarí del Chaco o jabalí, animal habitual en la región. Al igual que su antecesor, Taguá vistió los colores del seleccionado local, con el detalle de que en esta ocasión el personaje también exhibía un mate, o tereré, en su mano derecha, ponderando a aquella bebida tan tradicional del Paraguay.

Tras el papelón de Amériko, fue Chasqui el personaje que identificó a la edición de 2004, en Perú. La idea se basó en los chasquis, que eran los mensajeros del Imperio Inca, “personas preparadas físicamente desde su juventud para recorrer los extensos caminos construidos por el Sapa Inca”. El detalle de la correa roja del morral atravesándole el pecho representaba la camiseta de la selección peruana.

La segunda ave mascota que tuvo la Copa América fue Guaki, en Venezuela 2007. La figura estuvo inspirada en un guacamayo bandera, ave emblemática del trópico y en peligro de ex-

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tinción. Su nombre se debe a que el colorido plumaje de sus alas exhibe el amarillo, el azul y el rojo, que dominan la bandera nacional de Venezuela.

Fue obra de una adolescente venezolana llamada Jhoyling Zabaleta, cuyo diseño fue seleccionado entre cerca de 4 millones de propuestas.

La rueda giró y otra vez la Argentina hospedó a la Copa América. Y la mascota volvió a ser un ave. Esta vez se llamó Suri y era un ñandú, tan característico de las llanuras pampeanas. El logo resultó muy similar al que nuestro país exhibió en el Mundial sub 20 de 2001, entonces bautizado Ñandy. Aparatoso y con un cuello incómodo y demasiado flexible, Suri se ganó la popularidad a fuerza de presencia constante y simpatía.

Por último, la edición de Chile 2015 tendrá como protagonista a Zincha, un zorro culpeo que fue bautizado por los fanáticos a través del sitio oficial del certamen continental.

Su nombre nace de una combinación entre zorro e hincha y, según los organizadores. “destaca la importancia de los millones de seguidores que tiene el fútbol sudamericano”.

La historia continuará en 2016, con la Copa América centenaria, a realizarse en Estados Unidos, donde la capacidad de inventiva de los que crean mascotas volverá a sorprender.

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37 > El minuto fatal Probablemente, una de las mejores selecciones argentinas de los últimos tiempos fue la que se vio en la Copa América de Perú 2004. Todavía dirigido por Marcelo Bielsa (a quien la AFA le renovó el contrato a pesar de la eliminación en primera fase del Mundial Corea-Japón 2002), un plantel plagado de estrellas, pero a la vez solidario y comprometido con la causa, caminó a paso firme rumbo a la final.

Entonces ya eran 11 los años que llevaba la selección mayor sin títulos.

Futbolistas de la talla y el talento de Javier Saviola, Juan Pablo Sorín, Roberto Ayala, Andrés D´Alessandro, Roberto Abbondanzieri, Carlos Tevez, Luis “Lucho” González y un joven Javier Mascherano, entre otros, construyeron una campaña que fue convirtiendo al equipo en el gran candidato.

El debut fue aplastante, una exhibición. Contundente 6 a 1 a Ecuador, que jamás supo contrarrestar el poderío ofensivo albiceleste. La derrota 0-1 con México fue un llamado de atención en el momento justo, como para ajustar las clavijas y salir con todo ante Uruguay, a quien venció por 4 a 2, otra vez con gran nivel.

En cuartos de final tocó Perú, el local, y fue un partido cerrado que sólo se resolvió gracias a un tiro libre que Carlos Tevez, con un remate magistral, cambió por gol.

El encuentro de semifinales ante Colombia es digno de atesorarse por siempre y exhibirse en cualquier escuela de fútbol y de entrenadores de la Argentina. Esa noche del 20 de julio, en Lima, el equipo albiceleste humilló a los de amarillo, 3 a 0, con un

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trabajo colectivo maravilloso que terminó de consagrar como favoritos a los conducidos por Bielsa. Los goles: Tevez, “Lucho” González y “Juampi” Sorín.

Casi como si los organizadores lo hubieran soñado, Perú tuvo la final más esperada: Argentina vs. Brasil.

Aquel 25 de julio 2004, en Lima, el conjunto nacional salió a imponer su ritmo y su juego. Así fue como a los 20 minutos, una buena jugada entre “Lucho” González y Tevez terminó con el Apache en el suelo, luego de que Luisão lo derribara cuando ingresaba al área.

El árbitro paraguayo Carlos Amarilla no dudó y sancionó penal.

El “Kily” Christian González se hizo cargo del remate, fuerte y al medio del arco, y la Argentina se puso 1 a 0.

Cuando se terminaba el primer tiempo, el propio Luisão anotó el 1 a 1, de cabeza, para desconcierto albiceleste. El resultado no se correspondía con lo visto en el campo de juego. Sin embargo, así es el fútbol.

La segunda etapa fue pareja, y ninguno de los dos equipos daba el brazo a torcer. Todo indicaba que se venían los penales para definir al campeón. Sin embargo, a tres minutos del final, una pifia defensiva de Brasil le dejó servida la pelota a César Delgado, el “Chelito”, que le dio con alma y vida para inflar la red. La locura fue total. Era, o al menos parecía, el final de 11 años de frustraciones.

A la Argentina sólo le faltaba hacer correr la bola y dejar que pasara el tiempo, bien lejos del área propia. Tevez y D´Alessandro se encargaron de tener la pelota cerca de uno de los banderines del córner rival.

Ya no quedaba nada. El festejo argentino en el banco de suplentes era inminente. Se jugaban dos minutos de descuento y Brasil tenía la última, con un centro desde antes de la mitad de

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cancha que, inexorablemente, caería en el área albiceleste.

Llegó la pelota aérea y Ayala la cabeceó de nuevo hasta el mediocampo. Diego la tomó y encaró por la derecha para luego enviar el último centro. Los defensores argentinos no lograron sacarla y Adriano, en el último instante, la mandó al fondo del arco defendido por Abbondanzieri. Increíble, pero real.

La Copa se definiría por penales.

El mazazo que significó para la Argentina recibir ese 2 a 2 sobre la hora sin dudas influyó en el ánimo de los ejecutantes. El primer remate, de D´Alessandro, fue atajado por el arquero Julio César; y en el segundo, Gabriel Heinze lo tiró muy por arriba del travesaño… La precisión brasileña pudo más y pese a los tantos del “Kily” y de Sorín, fue el ”verdeamarelo” el que celebró.

Por un minuto fatal, la Argentina se quedaba otra vez con las manos vacías.

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38 > Coperos Así como el caso del peruano Teófilo Cubillas es sorprendente por su efectividad (una Copa América disputada con su equipo nacional y un título), existe un futbolista que es exactamente la antítesis al crack limeño: el volante ecuatoriano Alex Aguinaga es uno de los jugadores que más participaciones tiene en esta competencia centenaria de selecciones. Sin embargo, jamás logró consagrarse. Álex Darío Aguinaga Garzón, según su documento, nació el 9 de julio de 1968 en la localidad de Ibarra, provincia de Imbabura, y tuvo asistencia perfecta a las ocho ediciones disputadas entre Argentina 1987 y Perú 2004.

Lo más cerca que estuvo Aguinaga de dar la vuelta olímpica con su selección fue en 1993, cuando precisamente como selección anfitriona, Ecuador realizó un gran torneo y llegó hasta las semifinales.

El conjunto amarillo cumplió un notable trabajo en el Grupo A, donde culminó primero en su grupo y con puntaje ideal, luego de derrotar a Venezuela (6 a 1), a Estados Unidos (2 a 0) y a Uruguay (2 a 1), con dos goles de Aguinaga, que no volvió a convertir en esa edición.

Las ilusiones de los hinchas locales crecían a la par de la confianza de los futbolistas. Ya en cuartos de final, Ecuador goleó 3 a 0 a Paraguay, pero en semifinales chocó con México, que lo dejó afuera de la gran definición con un claro 2 a 0. En el partido por el tercer lugar, los anfitriones, dolidos por la frustración de haber estado tan cerca de la final, cayeron 1 a 0 con Colombia y no

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pudieron treparse al podio.

De todas formas, Aguinaga siempre dejó en claro su entrega total por su seleccionado, y su compromiso lo llevaron a un lugar de privilegio en la historia de la competencia entre los jugadores con mayor cantidad de presencias.

El que lidera esta estadística es el uruguayo Ángel Romano, que participo de ¡nueve! Sudamericanos / Copas América, con una “pequeña” diferencia en relación a Aguinaga: Romano se consagró campeón en seis ocasiones 1916, 1917, 1920, 1924, 1925 y 1926), en otra fue subcampeón (1919), y en las dos restantes, tercero (1921 y 1922). Datos inigualables.

Romano nació en Montevideo el 2 de agosto de 1893 y murió el 22 de agosto de 1972. Fue apodado “El Loco” y se destacó en las décadas de 1910 y 1920, tanto en su equipo, Nacional, como en el seleccionado “charrúa”. Además, tuvo un paso por Boca Juniors, y también sumó a su envidiable carrera una medalla de oro olímpica, cuando Uruguay se coronó en París 1924.

En total, Romano marcó 12 goles, y en dos oportunidades fue el máximo artillero de la Copa América: en las ediciones de 1917 y 1920.

Las desprolijidades de aquella época amateur del fútbol lograron que, mientras jugaba en el equipo “xeneize” (1913-1914), Romano también pudiera defender los colores de la selección argentina en un puñado de encuentros.

En total fueron 23 los partidos que jugó Romano en la Copa. La cifra es baja porque no todas las selecciones de Sudamérica formaban parte del torneo. Por ejemplo, en el Sudamericano de 1924 jugaron sólo Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile.

A menos que cambie el sistema de juego (en la época de Romano, había Sudamericano todos los años), no habrá manera

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de superarlo, ya que en la actualidad la Copa América se juega cada cuatro años. En este contexto, y sólo como ejemplo, Lionel Messi, que debutó en esta competición en 2007, lo igualaría en la edición de 2035, si es que a los 47 años sigue con voluntad y en condiciones físicas como para jugar en la selección argentina…

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39 > Abbondanzieri y los penales Como ya se escribió, la final de la Copa América 2004 fue un golpe al corazón para la selección argentina comandada por Marcelo Bielsa. Cuando el equipo celebraba por anticipado la conquista del trofeo y el 2 a 1 ante Brasil parecía inamovible, una pelota llovida en el área “albiceleste” culminó con la oportuna aparición de Adriano, que sentenció el 2 a 2 y envió la definición a los penales.

En el arco argentino estaba Roberto Abbondanzieri, un hombre que había esperado pacientemente su oportunidad en el arco de Boca Juniors siendo suplente del colombiano Oscar Córdoba durante años, para disfrutar de su momento y consagrarse campeón de América y del mundo en 2003 con el equipo de la Ribera. En aquella final de la Intercontinental con Milan, de Italia, el “Pato” se recibió de especialista en atajar penales, al detener los remates de Andrea Pirlo y Alessandro Costacurta.

Sin embargo, así como desde los 12 pasos había encontrado la gloria un año antes, todo indicaba que eso no sería así otra vez. Apenas 24 días antes de la final ante Brasil, Abbondanzieri había disputado la definición de la Copa Libertadores de América frente al Once Caldas, de Colombia. Esa noche, en Manizales, el “Pato” cumplió con su tarea y detuvo dos remates, a Arnulfo Valentierra y a Wilmer Ortegón. Sin embargo, los futbolistas de Boca erraron ¡sus cuatro remates! y perdieron la Copa.

Golpeado en lo anímico por el agónico empate brasileño en la final de la Copa América Perú 2004, Abbondanzieri nada pudo hacer ante los remates de Adriano, Edu, Diego y Juan, que le dieron a los “verdeamarelos” una nueva conquista.

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El tiempo cicatrizó heridas.y el arquero regresó a Boca, donde unas semanas después se encontró ante una chance de revancha. Como campeón de la Copa Libertadores de 2003, el equipo “xeneize” enfrentó al Cienciano de Perú, que le había ganado la Sudamericana a River, para definir al nuevo monarca de la Recopa.

El partido se jugó en el estadio Lockhart, en Miami, y fue la última edición en la que la Recopa se definió en campo neutral.

Desde la edición siguiente, volvió el sistema de jugar ida y vuelta.

Boca lo ganaba bien 1 a 0, gracias a un gol de Carlos Tevez. Sin embargo, como si la película de la Copa América se hubiera repetido, en el último minuto de juego llegó el empate de Cienciano, por intermedio de Rodrigo Saráz.

Inesperadamente, otra vez los penales se entrometieron entre Abbondanzieri y una Copa.

Como había sucedido en el torneo continental disputado en Perú, tal vez la impotencia del agónico empate desconcentró al “Pato”, que vio cómo Sergio Ibarra, Carlos Lobatón, Giuliano Portilla y Santiago Acasiete anotaban para los de rojo, mientras Carlos Tevez y Fabián Vargas no convertían los suyos y le entregaban la copa a los peruanos.

El desquite llegó un año después, cuando en la definición de la Copa Sudamericana 2005 ante Pumas, de Guadalajara, Roberto Abbondanzieri no sólo contuvo el remate de Joaquín Beltrán, y vio cómo fallaban Leandro Augusto y Gerardo Galindo, sino que pidió patear el penal definitivo y lo convirtió. El que le dio a Boca una nueva estrella internacional.

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40 > Los otros Hasta la edición de 1991, disputada en Chile y ganada por la selección Argentina de Alfio Basile, sólo los equipos sudamericanos jugaron la Copa América. No todas compitieron desde el inicio, en 1916. Hubo torneos de 4, 5, 6, 7 y 8 participantes hasta 1975, cuando dijeron presente los 10 seleccionados de la zona y no volvieron a ausentarse.

Sin embargo, a partir de Ecuador 93 y con el objetivo de “abrir las fronteras”, se hizo habitual que dos seleccionados ajenos a la región sean invitados a la competencia. Eso permitió, además, darle mayor prolijidad al sistema de juego: una primera fase con tres grupos de cuatro equipos.

México resultó el más favorecido con esta determinación, ya que participó de todas las Copas América disputadas desde entonces. Su presencia, lejos de ser decorativa, potenció el nivel del torneo. Incluso, en su debut en tierras ecuatorianas, el “Tricolor” llegó hasta la final, donde cayó 2 a 0 con la Argentina.

Con menos historia y jerarquía, pero con más mercado televisivo, Estados Unidos también supo aprovechar las tres invitaciones que recibió, en 1993, en 1995 (donde se dio el gusto de golear 3-0 a la Argentina) y en 2007. No es casualidad que sea sede de la Copa América Centenario 2016, del 3 al 26 de junio del próximo año, con 16 selecciones participantes.

Costa Rica también formó parte de la competencia más antigua del mundo a nivel selecciones. Los “Ticos” debutaron en Bolivia 1997, donde cosecharon sólo un punto (0-5 con Brasil, 14 con Colombia y 1 a 1 con México).

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El conjunto centroamericano se propuso mejorar para su siguiente participación. Así fue como en Colombia 2001 terminó como líder del Grupo C, tras vencer a Honduras 1 a 0, igualar 1 a 1 con Uruguay y golear 4-0 a Bolivia; y se metió en los cuartos de final, donde por esas cuestiones curiosas de los fixtures debió volver a chocar con el equipo “charrúa” (mejor tercero), que ganó 2 a 1 y sacó a los “ticos” del certamen.

Tres años después, en Perú 2004, Costa Rica volvió a pasar la fase de grupos. En esta ocasión como el segundo mejor tercero, detrás de Uruguay. En la zona C había caído 1 a 0 con Paraguay y 4 a 1 con Brasil, pero el 2 a 1 sobre Chile lo metió otra vez en cuartos de final, donde fue eliminada por Colombia, que la venció 2 a 0.

Luego de su ausencia en Venezuela 2007, los “Ticos” volvieron a la Copa América en Argentina 2011. El debut fue con derrota (0-1 ante Colombia), pero el triunfo frente a Bolivia por 2 a 0 ilusionó al seleccionado centroamericano con dar el batacazo y meterse otra vez en cuartos de final. El último partido del Grupo A fue frente al local. El equipo anfitrión no había arrancado bien, y tras el 1 a 1 con Bolivia y, sobre todo, el pálido 0 a 0 frente a Colombia, la única chance de pasar a la siguiente fase era con una victoria.

En Córdoba, el equipo conducido por Sergio Batista se hizo cargo de su rol protagónico en la historia y goleó 3 a 0, con dos goles de Sergio Agüero y uno de Ángel Di María, para sellar el pasaporte “albiceleste” y la despedida costarricense.

Lo de Japón en 1999 fue más bien decorativo y enfocado a la estrategia comercial previa al Mundial de 2002, que el país nipón organizó en conjunto con Corea del Sur. Japón no tenía los pergaminos suficientes como para for-

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mar parte de una competición legendaria, y era una completa ridiculez que un seleccionado de un país asiático disputara la Copa América. De todos modos allí fueron los orientales a Paraguay, en donde pasaron sin pena ni gloria por el Grupo A, donde cayeron 3 a 2 con Perú y 4 a 0 con los locales. Al menos lograron rescatar una unidad en la despedida, cuando igualaron 1 a 1 con Bolivia.

Paradojas de la globalización, dos de los tres goles convertidos por los nipones los hizo… un brasileño. Wagner Lopes había nacido en 1969 en el Municipio de Franca, Sao Paulo, pero se nacionalizó japonés durante su periplo como futbolista por esas tierras.

El que se metió en la historia fue Atsuhiro Miura, quien con su tanto a Perú se convirtió en el primer y hasta ahora único futbolista japonés en anotar en la Copa América.

Por último, en 2001 se produjo una situación curiosa, que terminó con una de las mayores hazañas de la historia del torneo.

Pero lo realizado por Honduras en tierras colombianas merece un capítulo aparte…

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41 > La Cenicienta Venezuela siempre fue considerada la selección más débil del continente. Y así lo avalan las estadísticas: jugó 15 ediciones.

De 55 partidos en total, ganó 4, empató 12 y perdió 39; anotó 41 goles y recibió 163.

En total, sumó hasta aquí apenas 24 puntos sobre 165 posibles. Es decir que cosechó solo el 14,5 por ciento de las unidades, la peor cifra de todos los que participan habitualmente de la Copa América (lo de Japón es peor, pero sólo disputó la edición de 1997).

Venezuela fue el último seleccionado de Sudamérica en incorporarse al torneo y es, además, la víctima de una de las peores goleadas de la historia de la competencia: 0-11 ante la Argentina, en 1975.

En su debut, en la edición de 1967 disputada en Uruguay, la “Vinotinto” logró su primer triunfo, gracias a una goleada 3-0 frente a Bolivia. Unos días antes, Rafael Santa Fontes (nacido en las Islas Canarias de España, pero criado en Caracas), había convertido el primer gol de Venezuela en la Copa América, en un olvidable 1-5 ante la Argentina.

Tras esa experiencia inaugural, donde cerró su actividad con un 3-5 ante Paraguay, pasaron 40 años y cinco meses hasta 2007, cuando organizó por primera vez la competencia. En ese lapso disputó 41 partidos, con 8 empates y 33 derrotas, en los que marcó 22 goles y recibió 135. Un bochorno.

Cuando, en 2007, Venezuela fue sede de la Copa América, su estructura futbolística ya venía desarrollando un cambio de mentalidad, iniciado a fines de la década del 90 con la contrata-

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ción del DT argentino José Omar Pastoriza, el “Pato”, símbolo ineludible de Independiente de Avellaneda.

En ese 2007, Venezuela, aprovechando su localía, no sólo quebró esas cuatro décadas sin victorias, sino que se dio el lujo de culminar primera e invicta incluso empatándole a Uruguay. Por esas cosas de la organización, el equipo “charrúa” terminó como el segundo mejor tercero y ser convirtió en el siguiente rival de la “Vinotinto”. Allí, la Celeste impuso su jerarquía y cortó el sueño local.

Lejos de derrumbarse, Venezuela tomó esa experiencia como un punto de partida y se empeñó en dejar en claro su crecimiento, tanto en las siguientes Copas América como en las Eliminatorias rumbo a los Mundiales de Sudáfrica y Brasil.

En la clasificación a la Copa del Mundo de 2010, la “Vinotinto” dejó atrás su fama de equipo fácil. Sumó 22 puntos y quedó apenas a dos de Uruguay, que disputó el repechaje. Además se dio el lujo de empatarle a Brasil como visitante y ganarle a Bolivia en la altura, en una actuación más que digna.

El camino a Brasil 2014 tampoco terminó con el pasaje a la competencia, pero trajo grandes alegrías, como la histórica victoria como local ante la Argentina. En esta ocasión sumó 20 puntos y quedó otra vez muy cerca de Uruguay, que con 25 disputó el repechaje una vez más.

La Copa América de Argentina, en 2011, sirvió para reafirmar el crecimiento del fútbol venezolano. En su debut, en La Plata, le empató 0 a 0 nada menos que a Brasil, cuando en la previa sólo se hablaba de cuántos goles meterían Neymar y compañía.

El 1 a 0 a Ecuador y el emotivo 3 a 3 con Paraguay colocaron a la “Vinotinto” en la siguiente etapa.

Ya en cuartos de final, el equipo conducido por César Farías volvió a sorprender. Frente a un aguerrido Chile, Venezuela ganó 2

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a 1 (goles de Oswaldo Vizcarrondo y Gabriel Cichero) para meterse por primera vez entre los cuatro mejores del continente. La emoción era total en el estadio de San Juan, donde la cercanía con Santiago hacía posible un marco completamente a favor de la “Roja”.

La semifinal ante Paraguay se disputó en Mendoza. En otra dignísima tarea, el conjunto venezolano igualó 0 a 0 con los “guaraníes” y hubo que recurrir a los penales para determinar contra qué seleccionado definiría el torneo Uruguay. Allí, los dirigidos por Gerardo Martino tuvieron mejor puntería y ganaron 5 a 3. En el partido por el tercer puesto, un renacido Perú goleó 4 a 1 y se trepó al podio.

Pero nada pudo opacar lo realizado por Venezuela, que si bien demostró haber dejado atrás el mote de Cenicienta de Sudamérica, aún quiere seguir viviendo este hechizo.

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42 > La Copa, en casa La Argentina es el país donde más veces se disputó el Sudamericano Copa América, con nueve ocasiones. Curiosamente, en nuestro país se disputó la primera y la hasta aquí última edición.

Si bien hubo una edición no reconocida por la Conmebol en 1910 (ver capítulo “Copa América: la prehistoria”), la primera competición oficial data de 1916, cuando se llevó a cabo el torneo de selecciones que sirvió para celebrar el centenario de la Independencia argentina. Allí, el seleccionado local disputó un cuadrangular con Uruguay, Brasil y Chile.

“Albicelestes” y “charrúas” definieron al ganador en la última jornada, donde con el 0 a 0 la “Celeste” se coronó como el primer campeón.

El torneo volvió a suelo argentino en 1921, cuando se disputó la quinta edición, de la que también formaron parte Uruguay, Brasil y Paraguay. Allí, el conjunto nacional se consagró con comodidad, derrotando 1 a 0 a los “guaraníes”, 3 a 0 a los brasileños y 1 a 0 a los uruguayos, sellando tres victorias y ningún gol en contra.

Recién en la novena edición el Sudamericano regresó a la Argentina. Fue en 1925, donde apenas tres equipos protagonizaron la competencia con menos participantes de la historia. El local hizo valer su condición y se quedó con la Copa, ganando tres partidos (dos veces a Paraguay y una a Brasil) e igualando el último ante los propios brasileños.

Paraguay, Uruguay y Perú viajaron a la Argentina en 1929 a disputar la edición número 12, donde los locales otra vez domi-

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naron la competencia, al ganar sus tres partidos y culminar con puntaje ideal.

Debieron pasar ocho años para que el Sudamericano se disputara otra vez en suelo argentino. En 1939, durante la edición número 14, la selección nacional levantó su quinto trofeo frente a Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile y Perú.

La 19na edición también se jugó en la Argentina, en 1946, y los locales se coronaron una vez más, esta vez con puntaje ideal. Cinco partidos jugados y cinco ganados, con 17 goles a favor y apenas 3 en contra.

El Sudamericano del 59 fue la edición número 26 del torneo, y tuvo la particularidad de que ya eran siete los equipos en competencia (se había sumado Bolivia). Y fue la Argentina, el equipo anfitrión, el que se quedó con la Copa, tras un partido decisivo emocionante ante el Brasil de Pelé, que un año antes se había proclamado campeón del mundo en Suecia. Fue la última consagración antes del doblete logrado en Chile 91 y Ecuador 93, con Alfio Basile como DT. La Copa América se disputó por octava vez en nuestra tierra en 1987. Allí, la Argentina de Diego Maradona y dirigida por Carlos Bilardo tenía todo servido para celebrar ante su gente, apenas un año después de levantar la Copa del Mundo en México. Sin embargo, Uruguay la amargó en semifinales y la venció por 1 a 0, y luego Colombia la derrotó 2 a 1 y le impidió subirse al podio.

La última Copa América disputada en la Argentina fue hasta aquí la de 2011. La novena realizada en nuestro país y la edición número 43 de la historia.

Otra vez el conjunto anfitrión partió como candidato, con Lionel Messi como máxima figura. Y otra vez fueron los uruguayos los que amargaron a la “albiceleste”, esta vez en cuartos de

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final, para dejarlos en el camino y, más tarde, proclamarse una vez más campeones de América en Buenos Aires.

De continuar el lapso de cuatro años entre torneo y torneo, y la rotación de países, la Copa América debería disputarse otra vez en la Argentina en 2051.

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43 > Me caso y vuelvo Para el delantero Edivaldo Rojas, el 2011 no fue un año más.

Después de muchísimas batallas legales, este futbolista de origen brasileño logró entonces conseguir la nacionalidad boliviana, como su madre.

Esa documentación, amparada en un artículo de la Constitución de Bolivia, le permitió a Rojas ser considerado por el entrenador Gustavo Quinteros como uno de los integrantes del plantel “verde” que disputaría la Copa América en la Argentina. Después de varias idas y vueltas, el delantero finalmente fue convocado a último momento por el DT. Lo curioso fue que, estando ya en suelo argentino, aclimatándose y en la concentración previa al torneo, el futbolista le pidió permiso a su entrenador para viajar a Curitiba, Brasil, el 17 de junio y cumplir con un compromiso muy personal: contraer matrimonio con su novia, Cibele, y madre de su hijo, con quien convivía desde hacía cuatro años.

Ante la sorpresa del pedido, Quinteros no tuvo otra alternativa que concederle el permiso, ya que Rojas, de 25 años, tenía agendada la fecha de su casamiento mucho antes del sorpresivo e inesperado llamado del técnico.

“Tengo que agradecerle al entrenador, porque entendió la situación y me liberó. Al fin y al cabo, mi casamiento ya tenía fecha fijada aun antes de que yo me nacionalizara boliviano. El casamiento fue maravilloso”, expresó entonces el jugador.

Su esposa, en tanto, reconoció que el enlace casi se cancela, porque Rojas estuvo a punto de no viajar, como consecuen-

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cia de la falta de vuelos tras la erupción del volcán Puyehué.

La fiesta fue muy breve para Edivaldo, que regresó inmediatamente a la Argentina para ultimar detalles con su selección.

“La luna de miel será después. Por ahora, me quedaré con Marcelo Moreno”, expresó el delantero, aludiendo a su compañero de ataque.

Días después del maratónico viaje de ida y vuelta, Rojas fue clave en el partido inaugural del campeonato, anotando el gol con el que Bolivia sorprendió en La Plata a la Argentina, que más tarde llegó a la igualdad final con un tanto de Sergio Agüero.

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44 > Uruguay, (casi) siempre presente Así como Brasil es el único seleccionado que disputó las 20 ediciones de la Copa del Mundo que se disputaron hasta aquí, en el Sudamericano Copa América ese lugar bien podría ocuparlo Uruguay. En total, hasta Argentina 2011 se jugaron 43 ediciones del torneo continental más antiguo del mundo, y la “Celeste” formó parte de 41.

Las únicas dos veces en las que los “charrúas” no dieron el presente fue en las ediciones de 1925, realizada en la Argentina, y en la de 1963, disputada en Bolivia.

El primer faltazo se debió a una serie de conflictos políticos internos y la creación de una liga paralela a la oficial. Eso provocó un total desconcierto, tanto en los espectadores como en los propios futbolistas. Ante la posibilidad de presentar a un combinado de jugadores que no estuvieran a la altura de la competencia, Uruguay, que era el flamante campeón olímpico por su medalla dorada ganada en los Juegos de París 1924, decidió “bajarse” del torneo poco antes de que comenzara.

En el caso de 1963, los “charrúas” declinaron la invitación de viajar a competir a Bolivia. Quizás, una de las razones de esa determinación haya sido no querer jugar en la altura de La Paz, con todo el desgaste físico que eso genera.

Más allá de esas dos ausencias, prácticamente no se concibe una Copa América sin Uruguay. No sólo porque es el seleccionado que más participaciones tuvo (41 hasta aquí, contra 39 de la Argentina), sino porque además fue siempre protagonista.

En total, el conjunto “Celeste” levantó la Copa América en

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15 ediciones. Pero además fue seis veces subcampeón, ocho veces tercero y cuatro veces cuarto. Es decir que en apenas ocho ocasiones, los “charrúas” no culminaron entre los cuatro mejores del continente.

Hasta antes de la edición de 2015, Uruguay disputó 190 partidos, de los cuales ganó 106, empató 33 y perdió 51, en los que convirtió 391 goles y recibió 211. En total cosechó 351 puntos y su promedio de eficacia es de un 61,57 por ciento.

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45 > Finalista a las trompadas La semifinal de la Copa América 2011 disputada en Mendoza tuvo a un protagonista inesperado.

De un lado Paraguay aguardaba confiado, tras dejar en el camino a Brasil en cuartos de final, por penales, en una jornada histórica en la cual el equipo “verdeamarelo” no convirtió ninguno de sus cuatro remates.

Del otro aparecía la revelación del torneo: Venezuela, que en la instancia anterior había eliminado a Chile 2 a 1 en San Juan, con lo que también estropeó el negocio de varios agentes de turismo, que esperaban ver el estadio Malvinas Argentinas plagado de hinchas de la Roja, dada la cercanía con su país.

El partido entre paraguayos y venezolanos, disputado el 20 de julio, fue duro, luchado, con provocaciones y piernas fuertes.

Ninguno de los dos equipos advirtió que ese día se celebraba en la Argentina el Día del Amigo.

Venezuela estuvo más cerca, e inclusive reventó dos pelotas en los postes. Pero el 0 a 0 provocó que el rival de Uruguay en la gran final se definiera por penales. Y por esa vía, los paraguayos estuvieron más efectivos y ganaron 5 a 3, gracias a los remates de Néstor Ortigoza, Lucas Barrios, Cristian Riveros, Osvaldo Martínez y Darío Verón. La mala puntería de Franklin Lucena le puso punto final al sueño venezolano.

Todo parecía que terminaba en paz. Sin embargo, tras el desenlace se armó un escándalo. Una vez que la clasificación paraguaya a la final estuvo concretada, algunos jugadores del seleccionado “guaraní” provocaron a sus rivales, que no tardaron en reaccionar.

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El señalado como el provocadr fue Ortigoza, a quienes los jugadores de la “Vinotinto” empezaron a perseguir por todo el campo de juego, y a quien lograron alcanzar y agredir.

Tras ese primer encontronazo, los incidentes se generalizaron y todo se convirtió en una verdadera batalla campal. No sólo entre los futbolistas, sino también entre varios integrantes de los cuerpos técnicos.

Fueron cinco minutos de caos, con futbolistas que se fueron rengueando por las agresiones recibidas, como fue el caso del defensor paraguayo Iván Piris. Recién unos minutos después, y gracias a la intervención policial, se logró restablecer el orden.

Tal vez no sea la más grave ni la única, pero sin dudas la gresca entre paraguayos y venezolanos fue la última que se vio en la Copa América.

Finalmente, Paraguay cayó en la final ante Uruguay por 3 a 0, mientras que Perú goleó 4 a 1 a Venezuela y la dejó con las ganas de treparse al podio.

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46 > La dinastía Forlán Pocos hechos en la historia del fútbol mundial se asemejan al que protagoniza Diego Forlán y su familia.

El rubio delantero de Uruguay se consagró campeón de la Copa América disputada en 2011 en la Argentina. Eso sería apenas un detalle, si no fuera porque ese mismo trofeo lo había logrado su padre, Pablo Forlán, en el Sudamericano de 1967. Y aun cuando esto pudiera ser igualado, se agrega un detalle sorprendente: el entrenador de aquella selección “charrúa” que se coronó en suelo oriental hace 48 años se llamaba Juan Carlos Nino Corazzo, abuelo materno de Diego Forlán.

La trilogía de campeones de América es un hito único en el mundo. No existen antecedentes de lo que protagonizaron Nino, Pablo y Diego.

Pero además, la consagración de “Cachavacha”, en 2011, también sirvió para que Uruguay ratificara lo que había exhibido en el Mundial de Sudáfrica 2010, donde logró un histórico cuarto puesto, luego de arribar a las semifinales tras 40 años de amarguras.

Más allá de que en 1995 logró consagrarse campeón de la Copa que organizó, lo cierto es que aquella fue la única alegría a nivel selecciones entre 1990 y 2010. Incluso, en esas dos décadas sólo participó de las Copas del Mundo de Italia y Sudáfrica, y en el medio apenas fue a Japón-Corea del Sur 2002, donde fue eliminado en la fase de grupos por… Senegal.

El retiro de grandes figuras como Rubén Paz, Antonio Alzamendi, Enzo Francescoli y Rubén Sosa, y la falta de recambio, complicaron al conjunto “Celeste”, habituado a ser protagonista.

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En la Copa América, el conjunto “charrúa” siempre fue un claro candidato al título, y de hecho es el que más trofeos tiene.

Sin embargo, la sequía comenzó a preocupar.

Tras el título de 1987, Uruguay fue subcampeón en la edición de 1989. Luego, en 1991 se quedó afuera en la fase de Grupos, donde quedó tercero de la zona B, detrás de Colombia y Brasil. Dos años después, en Ecuador 93, fue segundo del Grupo A, detrás de Ecuador, y se despidió en cuartos de final, donde Colombia lo venció por penales.

Tras la alegría del 95, que en este contexto resultó un oasis en medio del desierto, llegó tal vez la mayor frustración: en la edición de 1997, en Bolivia, fue eliminado en la fase de Grupos, al quedar tercero, detrás de los locales y Perú.

Los “charrúas” esbozaron una sonrisa en 1999, cuando en Paraguay arribaron a la gran final otra vez. Pero Brasil fue demasiado y goleó 3 a 0.

En Colombia 2001, la Celeste pasó la fase de Grupos de casualidad, como mejor tercero y apenas 4 puntos de 9 posibles, detrás de dos equipos sin historia en la competencia: Costa Rica y Honduras. El primero participaba por primera vez y el segundo debutaba… Pese a ello, en cuartos Uruguay superó a los “Ticos”, para luego caer con México en semifinales.

En el partido por el tercer puesto, Honduras volvió a amargar a los de celeste, al derrotarlos por penales y quitarles la posibilidad de subirse al último escalón del podio.

La edición de 2004 fue similar. Otra vez entró por la ventana a los cuartos de final como mejor tercero (y con 4 puntos), donde venció a Paraguay para caer en semis con Brasil por penales. Allí sí logró el tercer lugar, tras un 2 a 1 a Colombia.

Lo de 2007 también bordeó el papelón. Uruguay terminó

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otra vez tercero en su grupo, detrás de Venezuela y Perú. Las curiosidades del fixture hicieron que los “celestes” se las vieran en cuartos con la “Vinotinto”, a la que golearon 4 a 1. En semi se quedaron afuera, por penales y frente a Brasil. Esta vez, México ganó el partido por el tercer puesto.

A lo largo de todas estas experiencias, Uruguay jugó bien, mal y, por lo general, regular. Ganó algunos encuentros y perdió otros inverosímiles ante rivales ignotos. Sin embargo, el mayor problema fue que había perdido su marca en el orillo: la garra “charrúa”.

La “Celeste” se reencontró con esa descripción histórica en el Mundial de Sudáfrica 2010. Allí volvieron a alinearse los planetas con cracks como Forlán, Edinson Cavani, Luis Suárez y Sebastián Abreu, entre otros, y la conducción del “Maestro” Oscar Washington Tabárez.

Aquel seleccionado culminó en un histórico cuarto puesto, tras caer en semifinales 1 a 0 ante Alemania, y en el partido por tercer puesto frente a Holanda, por 3 a 2. La “Celeste” no quedaba entre los cuatro mejores del mundo desde México 1970, cuatro décadas atrás. Y encima, la FIFA designó a Forlán como el mejor futbolista de esa edición.

Lo que ocurrió un año después en la Argentina fue una consecuencia de lo que se había gestado en tierras sudafricanas.

Un plantel prácticamente idéntico llegó confiado a la Copa América. Dos empates 1 a 1 (ante Perú y Chile) llenaron de nubarrones el sueño. Pero la victoria ante México depositó a los “charrúas” en cuartos de final.

El duelo de esa instancia fue ante la Argentina. El clásico del Río de la Plata, tan habitual en partidos decisivos, esta vez se convertía en una final anticipada. El partido terminó 1 a 1, y allí

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los “charrúas” sacaron a relucir otra vez su clásica garra. Ganaron por penales, dejaron a su rival de siempre otra vez afuera del torneo que organizó (como en 1987) y se metieron otra vez entre los cuatro mejores.

La semifinal ante Perú fue un cómodo 2-0. La gran definición aguardaba. Habían pasado 12 años desde aquella paliza de Brasil en la final de 1999.

El partido disputado el 24 de julio en el estadio Monumental fue contra Paraguay. Allí, Uruguay jugó el mejor partido del torneo y liquidó rápido a su rival. A los 11 minutos, Suárez marcaba el primer gol, y poco antes del entretiempo, Forlán aumentaba.

Con el partido sentenciado, el mismo Forlán selló el 3 a 0 a un minuto del pitazo final, para escribir su propia historia de dinastía campeona.

Esa tarde, Uruguay volvió a levantar la Copa América en suelo argentino, pero por sobre todas las cosas terminó de confirmar que la garra “charrúa” había regresado.

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47 > La esperanza brasileña Brasil fue desde siempre una cuna de cracks para el fútbol sudamericano y mundial.

La última gran estrella que surgió de esa cantera inagotable es Neymar.

Nacido el 5 de febrero de 1992 como Neymar da Silva Santos Júnior en Mogi das Cruzes, municipio del estado de São Paulo, lleva sobre sus espaldas el peso de ser la nueva joya, el hombre que invita a soñar con el sexto título mundial y con una nueva Copa América.

Su debut en la competencia fue un fiasco. El 3 de julio de 2011, la torcida “verdeamarela” fue al estadio Ciudad de La Plata a ver cuántos goles le iba a hacer Brasil, flamante bicampeón de América y con Neymar en sus filas, a la siempre débil Venezuela.

El 0 a 0 fue criticado por propios y extraños. Un seleccionado alejado de su estilo característico, y conducido por Mano Menezes, envalentonó a un conjunto “vinotinto” que se animó y que logró un empate histórico.

Tras otra igualdad (2 a 2 con Paraguay), el “Scratch” pudo ganar en su última presentación en el Grupo B, donde el 4 a 2 a Ecuador le sirvió a Neymar para anotar sus dos primeros goles en la competencia (Pato marcó los otros dos).

Parecía que Brasil pisaba fuerte otra vez. Sin embargo, todo duró un suspiro. En los cuartos de final, ante Paraguay, el equipo “verdeamarelo” no sólo no pudo convertir goles durante el juego, sino que tampoco logró señalar ni uno de los cuatro penales de la definición, entregándole en bandeja el pase a semifinales a

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los “guaraníes”, que sellaron la serie 2 a 0 para sorpresa de la noche platense.

La frustración de Neymar recién se calmó dos años después, cuando ya con otro entrenador, Luis Felipe Scolari, Brasil logró la Copa Confederaciones (preparación para el Mundial que organizó en 2014) desplegando un fútbol de alto vuelo.

Neymar estuvo tan inspiradísimo que además se alzó con el premio al mejor jugador del torneo y al máximo goleador.

La edición de 2015 le servirá al crack que comparte sus días con Lionel Messi en Barcelona para tomarse revancha de aquel sinsabor de 2011, y de la anticipada salida del propio Mundial 2014, donde se quedó fuera del torneo en la victoria ante Colombia en cuartos de final tras una fuerte infracción de Juan Camilo Zúñiga, que le lesionó la espalda de un rodillazo que lo dejó fuera de combate.

Las esperanzas de todo Brasil están depositadas en el 10 “verdeamarelo”, que arriba a Chile con jóvenes 23 años, y dos temporadas de importante experiencia en Barcelona.

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48 > “La Pulga” Si bien sigue escribiéndola, Lionel Messi también tiene su capítulo en la historia de la Copa América.

El crack rosarino debutó en la competencia en Venezuela 2007, con flamantes 20 años, como parte de un plantel argentino con muy buen pie en donde se destacaban él, Pablo Aimar, Juan Román Riquelme, Fernando Gago y Juan Sebastián Verón, entre otros. El DT era Alfio Basile, que reemplazaba a José Pekerman y a quien la AFA le había dado una nueva oportunidad tras lo ocurrido en el Mundial de los Estados Unidos de 1994.

En el debut, Leo fue una de las figuras junto a Pablo Aimar, en el contundente 4 a 1 sobre los Estados Unidos (dos goles de Hernán Crespo, uno de Aimar y otro de Carlos Tevez).

La segunda experiencia fue frente a Colombia: el resultado final fue un categórico 4 a 2 y Messi fue fundamental en una acción en la que terminaron cobrándole penal, y que sirvió para que Crespo estableciera el temporario 1 a 1.

El cierre de la fase de grupos fue contra Paraguay, con la tranquilidad de saberse en cuartos de final de antemano. Allí, la “Pulga” fue suplente, pero cuando ingresó le dio un envión más que importante al equipo en lo ofensivo. Y el 1 a 0, con gol de Javier Mascherano, prolongó el optimismo reinante en el plantel.

Ya en cuartos, Leo desplegó su sorprendente velocidad con pelota dominada, y encontró en Riquelme a un socio de lujo. Entre ambos marcaron tres de los cuatro goles con los que la Argentina aplastó a Perú. El otro lo anotó Mascherano.

La semifinal frente a México le permitió a Leo marcar el gol

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más lindo del torneo: con la Argentina 1 a 0 y el “Tricolor” en plena ofensiva, un contragolpe letal terminó con el crack ingresando al área por el vértice derecho del ataque y picando la pelota por encima del arquero Oswald Sánchez, que nada pudo hacer ante tamaña exhibición de calidad.

El balance de Messi en el torneo fue muy bueno, pero el sinsabor de quedarse con las manos vacías después del contundente y exagerado 0-3 ante Brasil en la final tardó en digerirse.

La revancha llegaría cuatro años después, ahora como anfitrión. Argentina 2011 era el escenario ideal para que Leo logre su primer título con la selección mayor, tras el Mundial Sub 20 en 2005 y el oro olímpico en Beijing 2008. Ya no estaba Basile; el orientador táctico era Sergio “Checho” Batista.

Sin embargo, no todo fue como se esperaba. El pálido 1 a 1 ante Bolivia en La Plata y el decepcionante 0 a 0 frente a Colombia en Santa Fe (con silbidos incluidos por parte del público) complicaron el panorama albiceleste, que debió salir a ganarle a Costa Rica. El 3 a 0 frente a los “Ticos” y, sobre todo, el enorme cariño que le brindó tanto a Messi como a todo el equipo el público cordobés, encendieron de nuevo al crack y al plantel.

Pero el mal arranque derivó en una clasificación en el segundo puesto y un rival duro en cuartos: Uruguay.

El escenario fue otra vez Santa Fe, con lo cual la Argentina sabía que el público miraría de reojo. El encuentro, luchado y con todos los condimentos de un clásico de barrio, culminó 1 a 1.

Y en la definición por penales, la “Celeste” tuvo mejor puntería y ganó 5 a 4.

Messi buscaba explicaciones en el suelo santafesino ante esta nueva frustración, con ganas de volver a intentarlo cuatro años más tarde, en este 2015.

La “Pulga” llegará a la cita en tierra chilena con 27 años, – 118 –

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y cumplirá 28 en plena competencia (24 de junio). Tal vez sea la anteúltima oportunidad, y la última en plena vigencia. Pero si grandes futbolistas de la historia como Diego Maradona, Pelé o Alfredo Di Stéfano no lograron ganar la Copa América, ¿por qué Messi sí debería tener la obligación de hacerlo? ¿Un título más o menos cambiaría su categoría de crack del fútbol mundial?

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49 > La maldición de la Copa Si hay algo que identifica a la Copa América es, precisamente, su trofeo: el elegante premio que recibe el campeón mide 75 centímetros de alto y 30 centímetros de diámetro, y cuenta con una fuerte base de madera que sostiene sus nueve kilos de peso.

Su costo estimado de 6.000 francos suizos no es nada en relación a lo que realmente vale ganarlo en el campo de juego.

Prestigio, trascendencia, gloria. Todo suma cuando un seleccionado levanta sobre sus hombros semejante Copa.

La historia cuenta que la Copa fue un regalo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina a la Conmebol en 1916, precisamente cuando se creó la entidad que nuclea al fútbol sudamericano y se disputó la primera edición de la competencia, para celebrar el centenario de la Independencia argentina.

El trofeo fue adquirido en una joyería porteña y costó unos 3.000 francos de la época: está decorado en plata, y sobre la base de manera se fueron incorporando pequeñas plaquetas que recuerdan a los campeones de cada una de las ediciones.

El más ganador de esta competencia, hasta antes de que se dispute Chile 2015, es Uruguay, que suma 15 títulos y además es el campeón defensor. Lo sigue la Argentina, con 14. Luego aparecen Brasil (8), Paraguay (2), Perú (2), Bolivia (1) y Colombia (1).

El último equipo que se sumó al exclusivo lote de ganadores fue Colombia, que curiosamente también fue el último anfitrión que logró coronarse ante su gente, en 2001.

También existe un mito que habla de una supuesta maldición, y los hechos parecen ratificarlo: ningún equipo que ganó la Copa logró repetir en el Mundial siguiente. Creer o reventar, esto se – 120 –

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dio en los 20 mundiales que se dieron hasta hoy, con el siguiente detalle:

Edición

Campeón Sudamericano vigente

Campeón Mundial

Uruguay 1930

Argentina

Uruguay

Italia 1934

Argentina

Italia

Francia 1938

Argentina

Italia

Brasil 1950

Brasil

Uruguay

Suiza 1954

Paraguay

Alemania

Suecia 1958

Argentina

Brasil

Chile 1962

Argentina

Brasil

Inglaterra 1966

Bolivia

Inglaterra

México 1970

Uruguay

Brasil

Alemania 1974

Uruguay

Alemania

Argentina 1978

Perú

Argentina

España 1982

Paraguay

Italia

México 1986

Uruguay

Argentina

Italia 1990

Brasil

Alemania

Estados Unidos 1994

Argentina

Brasil

Francia 1998

Brasil

Francia

Corea-Japón 2002

Colombia

Brasil

Alemania 2006

Brasil

Italia

Sudáfrica 2010

Brasil

España

Brasil 2014

Uruguay

Alemania

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50 > Todo es estadística En la historia de la Copa América se llevan convertidos hasta aquí 2.381 goles en 725 partidos disputados, con un promedio de 3,28 tantos por encuentro. Hubo ediciones con más festejos, como la de Perú 1937, con 37 en seis partidos y una marca inalcanzable de 6,17 por encuentro; y otras más mezquinas, como la de Argentina 2011, que con su promedio de 2,1 goles arañó la cifra más baja (2 tantos por partido en 1922).

El seleccionado que más convirtió fue la Argentina, con 427 conquistas. La “albiceleste” es también el equipo que más triunfos cosechó: 112 en 177 partidos. Y Uruguay es el líder en lo que hace a mayor encuentros disputados en la competencia, con 190 (ganó 106, empató 33 y perdió 51).

El futbolista que más partidos disputó en el Sudamericano Copa América fue el chileno Sergio Livingstone, con 34 presencias.

Las mayores goleadas las protagonizó la Argentina: 12-0 a Ecuador en 1942 y a Venezuela 11 a 0, en 1975. El podio lo completa Brasil, con un categórico 10 a 1 a Bolivia en 1949.

Los máximos goleadores de la competencia son el argentino Norberto “Tucho” Méndez y el brasileño Zizinho, ambos con 17 conquistas.

El primer gol lo anotó el uruguayo José Piendibene, en el 4-0 a Chile de 1916. El número 100 lo hizo otro “charrúa”, Juan Heguy, en un 2-0 a Chile de 1922.

El 500 lo marcó el argentino José Manuel Moreno, durante el aplastante 12 a 0 a Ecuador, en 1942. El 1.000 lo señaló el

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chileno Enrique Hormazábal, en un 7-1 a Ecuador, en 1955. El 1.500 lo gritó el brasileño Nelinho, en un 2-1 a la Argentina, en 1975. El 2.000 fue obra del mexicano Luis Hernández, en un 1 a 1 con Costa Rica, en 1997. Y el por ahora último, el 2.381, fue convertido por el uruguayo Diego Forlán, que selló el 3 a 0 ante Paraguay en la definición de Argentina 2011.

Los únicos seleccionados de la Conmebol que hasta aquí no ganaron jamás la Copa son Chile, Ecuador y Venezuela. Uruguay la alzó en 15 ocasiones, la Argentina en 14, Brasil en 8, Paraguay y Perú en 2, y Colombia y Bolivia, en 1.

El entrenador que más encuentros dirigió en la competencia fue el argentino Guillermo Stábile, con 44 encuentros.

El único seleccionado que tiene historial positivo frente a todos los demás rivales es la Argentina, aunque vale destacar que con Uruguay (13 triunfos, 4 empates y 13 derrotas) y Estados Unidos (una victoria y una caída) la paridad manda.

El país que más participaciones tiene en el torneo es Uruguay, con 41 presentaciones. Lo sigue la Argentina, con 39.

El estadio Nacional de Chile es el escenario que hospedó más partidos de la Copa América, con 68. Lo sigue el Centenario de Montevideo, con 65.

La ciudad donde más encuentros se jugaron es Buenos Aires, con 84 encuentros.

Algunos números del torneo de selecciones más antiguo del planeta.

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Bibliografía Historia de la Copa América (Confederación Sudamericana de Fútbol) Revista El Gráfico Pasionlibertadores.com Canchallena.com 442.perfil.com.ar Ole.com.ar www.wikipedia.com Diario La Nación Diario Clarín Archivo TEA y DeporTEA Archivo Diario La Nación

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50 grandes momentos de la Copa América (Recuerdos continentales)

> Índice > Prólogo 1 > Copa América: la prehistoria 2 > El creador de la Copa América 3 > El primero 4 > Chilena española 5 > Muerte en la Copa 6 > De la cancha al trabajo y del trabajo a la cancha 7 > El partido más largo del mundo 8 > El racista 9 > Perdió por abandono 10 > Conflicto en la vecindad 11 > La primera expulsión y la viveza criolla 12 > Boca, Independiente y Peñarol se copan 13 > Infiltrados 14 > El verdadero árbitro bombero 15 > De goleador a barrendero 16 > Los romperredes 17 > Inoxidable 18 > El gracioso, al hospital 19 > Choque esos cinco 20 > Una Copa, un título 21 > El Pibe 22 > La magia de Maradona 23 > 40 años, ¿no es nada?

24 > Ni el “Flaco”, ni el “Narigón” 25 > Los chapulines

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PABLO ALEJANDRO LISOTTO

26 > Una delantera letal 27 > Ni Pelé, ni Maradona 28 > El equipo del “Coco” 29 > Fortaleza Oriental 30 > Papelón 31 > Simplemente “Chila” 32 > Récord insólito 33 > El fenómeno 34 > El “Manizalazo” 35 > Colombia, a lo grande 36 > El extraterrestre 37 > El minuto fatal 38 > Coperos 39 > Abbondanzieri y los penales 40 > Los otros 41 > La Cenicienta 42 > La Copa, en casa 43 > Me caso y vuelvo 44 > Uruguay, (casi) siempre presente 45 > Finalista a las trompadas 46 > La dinastía Forlán 47 > La esperanza brasileña 48 > “La Pulga” 49 > La maldición de la Copa 50 > Todo es estadística Bibliografía

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