Doncella de Venganza

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LOS ANIQUILADORES DE PLANETAS ORIGEN

POR CECILIA OLIVEROS CRUZ

Los Aniquiladores de Planetas: Origen © Número de Registro: 03-2009-120213182200-01

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Doncella de Venganza ¿Lo escuchas, ahí en el fondo, debajo del silencio? Los gritos apagados de los que ya están muertos. ¿Sientes el frío de sus almas encadenadas? Esperando ahí, bajo la oscuridad. Los ojos que lloran, la mano que ahorca. Sí, aun tú lo has sentido. Cuando estás solo, en esos momentos en que jurarías ser observado, y percibes una mano extraña a punto de tocarte el hombro, pero no hay nadie. Solo tú, el silencio y la oscuridad. Primer día “Lunes 18 de noviembre, año 226 después del Éxodo y la Colonización” Querido diario: Estoy volviéndome loca. Mi mente flota por rumbos extraños, haciéndome sentir más rara de lo usual. Escucho cosas y veo cosas que no existen, más bien, que no deberían existir. Como sí no fuera solamente yo, sino otros anidando en mi cabeza. Pienso ideas que no son mías, se que son de ellos, y las ponen en mi cráneo… ¡pero “ellos” no existen! Estoy enloqueciendo. Y sigo tan sola…” Una noche pesada cayó sobre la Mansión Bates, sin embargo, no todos se encuentraban dormidos. Ranchi Bates estaba sentada en su cama, abrazando sus rodillas, en un vano intento por mantenerse despierta. Sus sueños intranquilos se habían transformado últimamente en vividas y terroríficas pesadillas, haciéndola retorcerse, sudar y gritar profundamente al despertar, dejando sólo un pálido reflejo del horror padecido, en el oscuro y perdido reino de lo incomprensible. A pesar de todo, no podía continuar sentada el resto de la noche. Paulatinamente se recostó, sus ojos descansaron, mientras su frágil cuerpo reposó sobre su lecho. Una quietud la inundó inesperadamente, mientras las luces y los sonidos de la habitación se hacen más lejanos e indistintos. Respiró profundamente, y, por un momento, olvidó todo. Hasta que empezó a soñar. Esa noche fueron gusanos. Gusanos traslucidos, permitiendo ver en su interior partes corporales de sus anteriores presas, grande como perros, viscosos, malolientes, arrastrándose lentamente por los pisos y las paredes, dándole a la Mansión Bates el aspecto de estar hecha de carne latiente. Fueron hacia Ranchi, quien aún permanecía en cama, paralizada por el miedo. Los oía estrujarse entre sí


y chillar, ansiosos, olisqueando los borde de sus sábanas, trepando sin parar por los doseles y las cortinas, dejando tras de sí un camino de baba espesa. Estaban por todos lados, cubriendo el piso, las ventanas, el techo, la puerta… Uno se puso muy cerca de su pie, pero Ranchi continuaba sin poder moverse, mientras otro se adhierí a su mano y se arrastraba, inmenso y pesado, como una gigantesca babosa hambrienta. Lo sentía en su piel, en su carne. Ella gritó. Lejano al principio, pero se volvió pronto agudo, escalofriante. Hacía vibrar los tímpanos y latir el corazón. Punzante, eterno. Si el horror tuviera voz, esa sería seguramente la suya. Pero aunque su grito fue descomunal y colmado de espanto, nadie en la Mansión Bates despiertó. Solo ella abrío los ojos al alba y la realidad. Mañana. Eran las 06:30 de la mañana, hora en que el radio despertador se enciende. Una voz femenina comenta: “-… retomando la nota anterior, muchos sectores de nuestra sociedad aplauden la firme posición de nuestro flemático Primer Ministro, Wilhem Bates, al rechazar categóricamente y por principio la posibilidad de establecer algún tipo de contacto con culturas extra terráqueas…-“ Ranchi estába cepillándose los dientes en su baño propio, mientras escucha la voz de su padre en el noticiero. Lo oía más ahí que en casa. “-… nos mantendremos firmes a nuestras tradiciones y costumbres, tal como lo hemos estado logrando durante estos tres siglos. Continuaremos demostrando nuestra lealtad a la amada Tierra, rechazando todo tipo de tecnología o influencia provenientes de otros mundos, preservando así nuestra identidad planetaria y nuestras más profundas raíces culturales humanas. No necesitamos a la Confederación.“ Ranchi estaba peinando su largo y azabache cabello. Pensó en sus adentros: <<Bien hecho papá. Asegurándote de que continuemos viviendo en el pasado otros trescientos o cuatrocientos años más>> La voz carente de tono de la periodista continuó:


“-… este comentario salió a la luz con el motivo del reciente mensaje enviado por la organización interplanetaria llamada Confederación de Sistemas, con el propósito de invitar a nuestro mundo a integrarse a sus filas. Nueva Standford Beta, a través del Gobierno Global, rechazó diplomáticamente cualquier oportunidad de que esto sucediese, además de reforzar medios para frenar y evitar cualquier tipo de invasión ideológica. Pasando a otros asuntos, el Ministro de Economía…-“ Apagó su despertador. Estaba ya vestida para el colegio, con ese feo uniforme que la hacía ver más flacucha que un palo de escoba. - No puedo evitar salir de mi habitación - se decía al observarse amargamente al espejo por más que quiera. Al menos puedo tratar de regresar lo más rápido posible. Allá afuera es un lugar peligroso. Tuvo una extraña sensación cuando cruzó el umbral de la puerta y dio una última mirada a su reflejo. Por un pequeño instante, creyó ver su imagen permaneciendo encerrada en el espejo, saludándola. El padre de Ranchi era el primer Ministro del Gobierno Global del planeta Nueva Standford Beta, y esto era decir que casi nunca tenía tiempo para ella o su hermano menor, de ocho años. En realidad, como Primer Ministro nunca tenía tiempo para nada ni nadie. Su esposa la Primera Dama, Mildred Bates, cumplía con todas las obligaciones que su posición le exigía. Dama de sociedad, aristócrata por herencia y gusto, evitaba por todos los medios pasar tiempo en exceso con sus hijos “La maternidad no era para mí” decía orgullosa en sus reuniones de té. Entonces, los menesteres de la vida diaria, como el desayuno e ir a la escuela, le concernían al mayordomo Richard, hombre en la madurez de la edad, firme como un árbol y con cerebro de piedra. Y Richard, encargado totalmente de que los niños Bates fuesen atendidos y educados como debiese, los apuraba ahora a comer y a subir a la limosina sin perder un solo segundo. Claro Richard no era ni un padre ni una madre, pero a él no le interesaba serlo. A nadie la interesaba serlo. Lo único tolerable del trayecto a la abarrotada ciudad de Nueva Londres Tercera, era que podría conversar con Derek, su hermano menor. A esa edad, su increíble genialidad era explotada inhumanamente. No obstante estar matriculado en más materias que cualquier estudiante avanzando de la Universidad de Nueva Londres, todavía tenía que aguantar las


titánicas sesiones con tutores privados. El no era tratado como un niño, sino como un experimento de laboratorio. -

Te ves desvelada, Ranchi – dijo Derek, con voz queda.

-

Si… - contesto ella, desanimada.

-

¿Pesadillas?

Ranchi asintió. - Si quieres, trataré de escaparme de mi tutor de física aplicada hoy en la tarde. Podríamos… platicar. Sin que nos oigan. La ternura de Derek siempre conseguía florecer una sonrisa en el pálido rostro de Ranchi. Su inocencia era como una estrella, flotando alto en un mundo de niebla fría, a la cual Ranchi giraba la vista cuando la tristeza era insoportable. Derek, el niño genio, al igual que ella, adolescente inadaptada, no era feliz. La única cosa que hacían soportable su mundo gris y vacío, era ese profundo y puro amor de hermanos que se tenían, el cual, hasta el momento, aun nadie había reparado en tratar de destruir. Un graffiti estuvo pintado una vez en alguna de las paredes traseras del colegio de Nuestra Señora de la Piedad, a donde Ranchi asistía ahora: “El cielo se ha quedado en la Tierra y a Nueva Stand nos hemos traído el infierno” Los estudiantes comunes no entendían la metáfora, pero para Ranchi, presente cuando el director y dos conserjes lo borraban con brochazos de pintura blanca, era poesía descarnada. Sentía eso todos los días de su vida. Ranchi tenía el cuerpo de una niña de doce años, conociendo apenas la pubertad, un pelo largo, lacio y azabache, origen de innumerables bromas de mal gusto, y hasta esos días, usaba gafas de mica, acentuando su aspecto de nerd. Tartamudeaba al ponerse nerviosa, y tropezaba a menudo, cayendo al suelo muy regularmente de formas absurdas y graciosas. Está demás decir que no tenía amigos, permaneciendo la mayor parte del tiempo sola, leyendo en la biblioteca o en algún rincón oscuro del gran jardín. Entraba solo al salón en tiempo de clase, o si no tenía opción. Ella trataba de ocultarse siempre, pues la regla era que, si alguien estaba aburrido o simplemente deseaba hacer reír al otro, molestase a Ranchi.


Ella, a esa hora de la mañana, caminaba rápidamente por los pasillos, queriendo pasar desapercibida hasta su próxima materia, cuando uno de los varios bravucones que paseaban ociosos se fijo en su presencia. - ¡Bueno días, su alteza Bates! ¡Papá se oyó muy bien en el radio hoy! ¿No es así? Aunque… - gritaba, llamando la atención de sus compañeros, cargando cada palabra con sorna y desprecio - una duda sigue aquejándonos a todos los ciudadanos ¡No ha declarado oficialmente tú adopción! ¿Cuándo aclarará eso, eh? Carcajadas ardientes como brasas caían en la desprotegida Ranchi. Trató de acelerar el paso, peso en su ensimismamiento, choco con otro joven que venía en dirección contraria, haciéndole dejar caer sus libros y blocks de notas. Musito algo como un “lo siento”, pero el muchacho también estaba aburrido. - Vaya, para ser aristócrata eres demasiado torpecita. Seguramente no eres capaz de dar dos pasos en tu casa sin romper algo. Veamos, – tomó un libro del suelo - aburrido, aburrido, aburrido… - decía mientras pasaba las hojas ausente de cuidado o interés. - iPuaj! iPayton! A ver si tú encuentras algo que valga la pena entre tanta basura. El libro salió disparado de la mano del joven, a otro situado varios pasos atrás de Ranchi. Mirándolo como si fuera un calcetín sucio lo aventó a otro compañero. - Tonta –dijo el iniciador de la broma - ¿No vas a ir por él? – Golpeó con brusquedad su hombro empujándola hacia atrás - Muévete, estúpida. Ranchi asustada, corrió hacia el último en tener su libro. Justo antes de tomarlo, salió volando a otra meno, y ella volvió a correr tras él torpemente. Las risas y las burlas eran como balas, una lluvia de puñales enterrándose en su alma. Anteriormente, una situación así hubiera continuado por un buen rato, hasta la aburrición de los muchachos o la llegada de un prefecto. Ranchi correría entonces al baño más cercano a llorar sola, derramando lágrimas de vergüenza y rabia. Sin embargo, eso no fue exactamente lo que ocurrió en esta ocasión. << Estoy harta. >> Ella tropieza, cae de rodillas, mientras otra tormenta de carcajadas la cubre de pies a cabeza. Antes de apoyarse para dejar el suelo, ve sus manos, encontrándolas bañadas de sangre. << ¿Me habrá cortado con algo? No siento nada>>


El piso está inundado de sangre, ha caído un charco profundo oscuro con olor penetrante. Ella no puede creerlo. Alza la mirada de sus manos y rodillas, su rostro se encuentra con una luz rojiza, un atardecer tardío y melancólico, desabordándose por los ventanales rotos. Todo está pintado de sangre. Levantándose lentamente, ella se pregunta si eso era real, o una ilusión, si había quedado inconsciente o cayó dentro de una de sus propias pesadillas. A su izquierda, no muy lejos, descubre los cadáveres decapitados de la pandilla de bravucones, con la sangre fluyendo aún de los tocones de sus cuellos. Unos aún se retuercen. <<< ¿Y las cabezas? >> Al apartarse el cabello de la frente, percibe humedad que mancha de más rojo las yemas de sus dedos. Con cautela, ve hacia arriba, encontrando la respuesta. Colgados del techo, están los cráneos hendidos de los muchachos, y, al parecer, de muchos más, pues todo el suelo está cubierto con la sangre y los sesos que gotean lentamente ellos. Ranchi observa consternada. El techo esta repleto de cabezas colgantes, cercenadas brutalmente. Incontables cabezas. Une voz susurrante lejana y confusa, acaricia el oído de Ranchi: << No lo permitas>> Otra diferente, más cercana y vibrante agregó: << Mátalos a todos>> Un coro amorfo, discordante, unido tan solo por repetir las mismas palabras dice sin cesar: << No lo permitas. Mátalos a todos. A todos. Mátalos ya. Mátalos a todos. >> Ella esta a punto de gritar, sin embargo, hace un esfuerzo superior a sus fuerzas, y aprieta los párpados, aferrando sus oídos con ambas manos hasta dolerle. << ¡No sé donde estoy, pero quiero irme! >> -¿Qué te pasa ahora cerebrito? Ante ella la realidad retorna. La luz del próximo medio día, la limpieza aséptica del plantel, personas y maestros caminando entre los salones, y, por desgracia, los bravucones. -¡Bah! ¡Vámonos! Uno de ellos lanza su libro a la cabeza, Ranchi hace caso omiso del duro golpe en su sien y continua estática, sin mover una fibra de su cuerpo. Antes de atreverse a dar un paso escucha claramente a un niño pequeño, compartiéndole un secreto. <<Tú eres la Doncella de Venganza>>


El significado de esas últimas palabras, ella no lo sabía. El mediodía y un par de horas después del medio día habían pasado, y el odioso momento de regresar a la Mansión Bates no podía aplazarse más para Ranchi. Por cierto, ni Ranchi o Derek llamaban “casa” u “hogar” a la Mansión. No vivían, estaban recluidos allí. Derek salía más tarde de la Universidad, así que Ranchi estaba sola, en el asiento del pasajero en esa lujosa antigüedad moviéndose por las calles de Nueva Londres. Una ciudad falsificada, copia demasiado fiel de lugares arcaicos y decadentes. Uno nunca podría sentirse pertenecer ahí. Posiblemente eso deseaban los planificadores, el que sus habitantes tuviesen siempre ese deseo imperioso de regresar al verdadero origen, a la lejana y, posiblemente muerta Tierra. Por supuesto, tenía edificios grandes y lujosos, condominios, complejos habitacionales, plazas comerciales, estadios… pero se sentían fríos y vacíos, destinados a la ruina desde el momento mismo de su construcción. Incluso los jardines y parques tenían esa visión de invierno perpetuo, aferrarse a florecer en una tierra infértil, crecer y reverdecer en un mundo moribundo. Ranchi veía por la ventanilla con la barbilla apoyada en una mano. Observaba a todas esas gentes en su vaivén interminable, carentes de sentido, sin propósito. Moviéndose sólo por el hábito de hacerlo. El porqué, no importaba. <<Son normales>> pensaba <<Daría lo que fuera por ser normal>> Estaba empezando a sumirse en una de sus continuas depresiones, cuando la asaltó una sensación de ser observada fijamente. Giró la cabeza de improviso y descubrió los ojos del chofer enmarcados en el espejo del retrovisor, fijados en ella y sin ningún intento de disimulo. La joven se percibió indefensa, intimidada, sus mejillas se ruborizaron levemente y, para escapar de esa bochornosa situación, fingió buscar algo en su mochila, tratando de sacudirse esa inquietante mirada de encima. El semáforo cambió de rojo a verde, el automóvil se movió y el chofer volvió de nuevo su atención hacia la abarrotada calle. Hubiese sido el fin del incidente, a no ser de esas palabras inesperadas, salidas del ambiente. <<Malnacido. No te fijes en él. Es un cerdo. Querrá hacerte lo mismo que me hizo a mí. Cerdo asqueroso>> Otro mensaje críptico roza sin previo aviso el oído de Ranchi.


<<El hombre vestido de negro, en la moto del mismo color, lleva siguiéndolos casi seis cuadras. Pasará a tu lado en la próxima intersección. >> Una inquieta multitud de pensamientos burbujean en la mente de la chica. << ¿De dónde salen esas voces? >> Quería hablar con alguien, quien fuera. Por desgracia, no hay otro ser humano cerca más que el chofer indiscreto y algo – una especie de premonición, un sentido de alerta - gritaba sin cesar que no era nada sensato dirigirle la palabra, sin contar la advertencia misteriosa de la voz sin rostro escuchaba apenas unos momentos . Ranchi cerró los ojos, respiro hondo y empezó a repetirse a sí misma cientos de veces, tratando de convencerse: <<No estoy loca. No oí nada, los nervios y la adolescencia. Eso es>> El automóvil continúa su ruta, encontrándose con el próximo semáforo, antes de doblar a la derecha para unirse al trayecto de otra repleta avenida. Súbitamente, una idea apareció ante ella. << ¡Semáforo! ¿Estará en rojo? >> Deseando no ver a nadie, se acercó un poco a la ventanilla de su izquierda, la más próxima. Junto al auto estaba una motocicleta negra, deportiva, con pintura impecable, sobre la cual viajaba un hombre alto, vestido con una gabardina, y toda esa oscuridad alrededor suyo no hacía más que resaltar lo blanco de su tez, y potenciar su apostura. Traía gafas de sol, su cabello negro y corto estaba un poco revuelto por el viento. Y sin embargo, lo más importante del encuentro, es que estaba mirándola. A través de las gafas, la ventanilla y la corta distancia, la observaba. Así fue como Ranchi lo conoció. Misterioso, distante, increíblemente real. El automóvil se movió, entonces la veloz motocicleta tomó distancia, perdiéndose en los torrentes del tráfico. Confundida, Ranchi se sumergió en sus turbulentos pensamientos, flotando entre cientos de preguntas, ausente de rumbo. Sin percatarse de lo que hacía, una débil sonrisa ocupó sus labios. <<A pesar de todo, era muy guapo…>> Desafortunadamente, la leve alegría de su rostro se disolvió al continuar el retorno, pues él seguía siendo la visón fugaz de un extraño desconocido y ella se dirigía a la fría Mansión


Bates, sin escapatoria o alternativa. El mundo seguía corriendo delante suyo, sin muestras de detenerse. Tarde. Aun cuando fuese un atardecer hermoso, con un gigantesco sol rojo descendiendo en el gris horizonte, tiñendo de púrpura la monstruosa ciudad, como si amenazara quemarla por completo, la Mansión Bates, residencia oficial de la familia del Primer Ministro, era deprimente. Un lugar creado para matarle las esperanzas a cualquiera, vivir allí desmoronaba el espíritu. Pocos, muy pocos permanecían de buena gana y por mucho tiempo bajo sus muros, mezcla de museo-galería-salón de eventos-cárcel-pabellón de torturas-mausoleo. Nadie reía adentro, ni siquiera hablaban fuerte. Flotaba en el aire la impresión de reprimenda constante, castigo y opresión. Decían que una vez en vez de alguien perdía la cordura dentro de la Mansión. Al parecer Ranchi sería la siguiente. << ¡Cállense! ¡Cállense! ¡Salgan de mi cabeza! ¡Ustedes no existen! >> Regresar a la intimidad de su recamara no fue el descanso esperado durante el bizarro día. Estaba acurrucada en una esquina de la habitación, cubriéndose los oídos, murmurando suplicas sin respuesta. << ¡Ya! ¡Por favor! ¿Qué me está pasando…? >> Temblando, asustada, trataba de apartar su mente de esas voces, innumerables voces, guturales y pavorosas, las cuales la embistieron súbitamente, apenas pusiera un pie en su querido refugio. Voces de mujeres, hombres, niños, y otras tan gastadas y confusas que solo podían percibirse palabras mordidas, envueltas en siseos fríos y fétidos. Cayó al piso por la confusión, perdiendo el sentido,

y cuando recobró algo de control de sí misma, se

descubrió acostada boca abajo, aun con su uniforme. - Esto es en definitiva lo mas raro que me ha pasado. – Se incorporo paso a paso de la alfombra y apoyo sus manos en la cama - Quizás si continuo haciendo lo de siempre, me sienta mejor. Distraerme… - fue a su cómoda, a buscar ropa limpia – Debo hablar con alguien, Derek, incluso papá o mamá. Incluso aceptaría la propuesta de mamá a ir a ver al psiquiatra. Estoy urgida de explicaciones… no… no de explicaciones, solo quiero que alguien me escuche…


Ranchi siempre había sido una chica triste. Solitaria, abandonada, caía fácilmente en depresiones profundas. Lloraba con suma facilidad, desahogándose, llamando a gritos atención, que alguien voltease y se percatara de su existencia. << ¿Por qué no hablas con nosotros?>> - ¡Oh no! - gritó la chica aterrorizada - ¡Oh no! ¡Otra vez no! Las voces no habían desaparecido, le daban un respiro, eso era todo. << ¡Fríelos en su sangre! ¡Malditos enfermos! >> <<Debiste arrancarle cuello cuando tuviste la oportunidad. Puedes volar, ¿No lo sabes?>> <<Duele mucho… aun después de tanto tiempo, aun duele…>> Ella respira rápido, poniendo todos sus esfuerzos en no perder la calma. Pero la impresión la tiene rígida, y solo está allí, incapaz de moverse, escuchando, tratando de creer que nada es real y pronto pasará. <<Este desorden… todos revueltos, putrefactos, revueltos… una masa nauseabunda… eso somos…>> - Estoy imaginando esto. Aun no sé lo que me pasa, pero encontraré la forma de detenerlo. Nada de lo que oigo es verdad. Solo son ilusiones, mentiras. Va al ropero y saca algo de ropa formal. Si por ella fuera, bajaría a almorzar en jeans, pero el mayordomo la dejaría sin comer. No tenía más remedio que usar ese traje viejo y grande que le quedaba tan bien como la funda de una almohada. - Estúpido planeta pasado de moda- dijo mirándose en su espejo de cuerpo entero, juzgando lo horrible del vestido –Perezco un tubo enrollado en papel higiénico… incluso yo misma me haría burla. Y mi mamá me obligó a ir a una fiesta con esta cosa puesta. Me dieron ganas de ahorcarme, ahí, en medio de todos. << Fue vergonzoso. Lo único bueno es que mamá por fin desistió de llevarnos a sus recepciones>> Una alucinación menos mórbida que la presenciada en la mañana estaba desarrollándose en los ojos de Ranchi. ¡El espejo conversaba con ella, su reflejo le respondía! - ¿Quién eres? – Musitó, asustada y sin razonarlo demasiado <<Valiente pregunta. Soy tú ¿Quién más? Por si no te has dado cuenta, le hablas a tu reflejo ¿Qué esperabas?>>


- Esto es muy extraño… necesito ver a un doctor, a un psicólogo… estoy… esto no es normal. Me estoy volviendo una demente… << No somos normales. Y eso de la demencia… bueno, eres tú la que está hablando sola todo el tiempo>> - ¿Por qué dices eso? El reflejo le contestó con una burlona sonrisa golpeándose la sien con la palma abierta de la mano. << ¡Yo soy tu! Siempre hemos sabido que no encajamos en ningún lado, la única diferencia radica en…>> - ¿Qué tu estas ahí dentro y yo estoy afuera? << Aparte. Se supone que yo acepto lo que soy y…>> - Yo no – murmuro la Ranchi “real” – entonces, las voces espantosas de hace un rato, ¿van a…? Su reflejo la interrumpió. << Se la respuesta a eso. Por lo tanto tu también. Vamos progresando>> Inesperadamente, tocan enérgicamente a la puerta. Ranchi grita de la sorpresa. - ¿Pasa algo, señorita Bates? - No… solo estaba… ¿Quién habla? - Soy Richard. Hora de cenar. Se esfuerza por apartar su mirada y su mente del espejo, la curiosidad humana la retenía, incitándola a continuar explorando esa inexplicable visión, sin embargo el peligro de verse sumida inevitablemente en la locura era razón suficiente para hacer todo lo necesario por salir huyendo de ahí, y esconder lo visto y lo oído en algún rincón apartado del olvido. Dio la media vuelta, lentamente, salió de la habitación y cerró la puerta en sus espaldas. << Ojala y solo sean mis nervios. Que desaparezcan las visiones, los sonidos. Deseo que todo vuelva a la normalidad. >> Ranchi no era una estudiante excelente. Era muy buena, pero como su hermano era un genio excepcional, sus estándares subían hasta por las nubes. Después de comer trataba de recluirse en la biblioteca de la mansión, en parte porque así se aseguraba privacidad, evitando los comentarios insidiosos de sus padres. Era relajante


ocuparse en otras ideas inocuas, datos ajenos y ejercicios mentales, robándose de los libros algunos contados momentos de paz. Derek no estaba en el comedor, y al parecer no pudo eludir al tutor de esa tarde. Sus padres, como de costumbre, en alguna fiesta, junta u otro lugar que no fuese la mansión. Ranchi, así continuaba sola. – Muy bien – se decía, al finalizar un hondo y complacido suspiro – creo que ocuparme en algo me hizo sentir mejor. Este, oficialmente ha sido el día más extraño en toda mi vida. ¡Me urge que acabe! Dejó para el final un fastidioso trabajo, un auto-lavado de cerebro, encargado por su profesor de redacción. El propósito final del texto no era precisamente evaluar su habilidad gramatical – por fortuna bastante precisa – sino la cantidad y calidad de devoción a las normas del planeta. Cualquier texto con aroma a rebeldía o descontento, sería enviado sin demora al director de la institución. Y eso solo traía problemas, si no es que una deshonrosa expulsión. Por ese motivo, ella tomo varias hojas en blanco, una pluma y comenzó a escribir. - Vamos. Sigamos trabajando. Así dejare de ver cosas – dijo con seguridad. Primero, el titulo: “Yo, mi familia y mi entorno” <<Puaj>> pensó << ¿habrá alguien que no tenga idea de mi familia? Lo dudo. Es de mí quien seguramente no saben nada. >> “Mi nombre es Ranchi Bates, hija del primer ministro del Gobierno Global, Wilhem Bates, y su esposa, Mildred Bates. Tengo un hermano menor, el niño genio, Derek Bates>> Tachó la palabra “genio”. <<El pobre ya se siente como animal de circo, no veo porque yo tenga que exponerlo más>> “Tengo diecisiete años y…” Borroneó la última oración. <<Creo que no escribiré nada de mí, por el momento. Como si a alguien le importara. Acomodaré algunas líneas más tarde para hacerles saber que existo. >> Releyó lo poco que tenia y prosiguió. Optó por escribir algo de lo más complicado, el entorno.


-“Vivimos en el planeta capital de un sistema de tres planetas… “<< Eso se ve estúpido. >> “El sistema planetario Nueva Standford, colonia de la amada Tierra, consta de tres planetas, de los cuales, el segundo contando desde nuestro sol, Nueva Standford Beta es el planeta capital. Estamos regidos por un Gobierno Global, constituido por un Primer Ministro, y un Parlamento, encargadas de dirigir…” << Va bien. Pero no se que poner después, en lugar de “dirigir cada minúsculo aspecto de nuestras patéticas vidas.” Mejor continúo con otra idea. >> “El planeta de Nueva Standford Beta cree devotamente en la fidelidad a nuestra amada Tierra. “ <<< Nadie cree. Nos obligan. >> “Por lo que hemos decidido, voluntariamente, congelar nuestra cultura y avances tecnológicos en los obtenidos durante los primeros veinte años del siglo XXI de nuestra querida Tierra.” << No me convence. A mi profesor le parecerá aceptable. >> “Se castigará a aquel que use, adquiera, divulgue, desarrolle o promueva tecnología exterior a la terráquea, así como ideas, modas o costumbres. Vivimos en una colonia de la Tierra, es decir, la Tierra misma. Se prohíbe absolutamente el contacto con seres o gente del exterior. ” << ¿De dónde saqué todo eso? >> Borró el último párrafo, hasta el último signo de puntuación. <<Si tienes en mente el castigo, dice papá, es que ya pensaste en el delito, lo último bien pudo haber sido mi nota suicida. >> La amenaza de la página blanca hizo volar sus ideas alrededor de la sociedad vacía, sus padres ausentes, su infeliz soledad, la escuela que tanto detestaba, el sentirse siempre ausente, extraviada… <<Tengo mucho que anotar, pero nada que pueda ser leído. Seguiré mañana, al fin tengo una semana de plazo. >> Noche.


No serían menos de las diez cuando Ranchi guardó sus libros y carpetas, al salir de la espléndida biblioteca. Decidida a buscar a Derek, comenzó su recurrido por la inhóspita mansión, antes de dormir. Tenía que hablar con alguien, buscar tranquilidad, apoyo, convencerse de que no había nada anormal o patológico en ella. Buscaría y obtendría tención de quien fuese. Una jaqueca llegó de improviso a la nerviosa Ranchi. Le dolía como si tuviese una bomba estallando dentro de su cabeza. Estaba atravesando la galería principal, en dirección al ala este de la mansión, cuando su dolor de cabeza se volvió terriblemente insoportable. Lo intuía, sintiéndolo venir. Un recuerdo afloró en medio del sufrimiento. <<Se la respuesta a eso. >> Ellos nunca se fueron. Estaban allí. <<No, no, no…>> Voces aisladas, visiones trastornadas, presentadas en la lejana mañana volvieron amplificadas muchas veces, amparadas en la oscuridad, haciendo retumbar sus pensamientos, repletando su cabeza de murmullos roncos, lamentos agónicos, sollozos estremecedores. Moverse alentaba a una manejada de sonidos, golpeándola si descanso. Dar un paso agitaba la realidad en torno suyo, revelando ojos brillantes, ilusiones terribles, percibiéndose más vividas e impactantes que el mundo material, ahora borroso y frágil ante sus incrédulos ojos, desmoronan a su paso, lanzándole mensajes horripilantes a la menor provocación. Ranchi se aferraba a las paredes, intentando lavar con lágrimas los fantasmas en su mirada. <<No es verdad… no puede ser. ¡No existen! >> Corrió por el pasillo en el centro del segundo nivel del ala este de la mansión. Muchas partes estaban cerradas y oscuras, dirigiendo su camino hasta el final, a un apartado y aislado salón de baile. La tétrica atmósfera nocturna de la Mansión Bates vacía, contrastaba fuertemente con la luz que escapaba por las rendijas de esa hermosa puerta de cedro. A pesar de estar totalmente cerrada, la música y el bullicio alegre se filtraban a través de ella, irradiando una atractivo sensación de calidez. Podía percibirse que adentro se celebraba una fiesta, y la gente allí reía, bailaba y bebía, apartados del silencio opresivo del resto de la mansión. Ranchi detuvo su carrera y se acercó lentamente a la entrada. Quizás no tenía idea de quienes estaba adentro, o el motivo de tal reunión, pero de algo estaba segura, eso era


real, estaba sucediendo justo en ese momento frente a ella. Empujó con cautela una de las dos enormes hojas de la puerta. - ¿Desea algo? Un mayordomo entrado en años - James o Percy, al parecer, pues Ranchi no los conocía bien a todos - estaba de pie, obstruyéndole el paso, vigilando. -¡Gracias al cielo! - exclamó aliviada- Quiero hablar con… - pero el mayordomo interrumpió la frase instantáneamente. -Sus padres están ocupados en este momento. Están en una reunión con varios miembros del Parlamento. Lo mejor será que hable con Richard, él es el encargado de la atención a ustedes. -Yo…- dijo Ranchi, enfadándose poco a poco - No me siento bien. Es urgente que hable con ellos, papá, mamá, alguno de los dos. Por favor. Pero el mayordomo no estaba para entender razones. -Si usted no se siente bien, deberé decirle a… Ranchi fue embargada por un sentimiento repentino y embriagada de ira. Por primera vez en su vida, gritó. -¡Son mis padres! ¡Deseo, necesito urgentemente hablar con mis padres! ¡No los he visto en dos meses! La repuesta, a pesar de ser helada, no enfrío su cólera. -Cierto. Pero, además de ser sus padres, son unas personas muy ocupadas. El mundo luminoso del breve vistazo dado a la fiesta, con su luz, su gente y su algarabía, se le cerró en sus narices. El portazo del mayordomo la regresó de pronto a la oscura y vacía Mansión Bates, donde ella continuaba estando sola. <<Corruptos, enfermos, decadentes, víboras venenosas revolcándose en sus inmundicias>> <<No perteneces aquí>> -Por favor – decía - Váyanse… se los suplico. << ¡Ahí estaba! ¡La del vestido amarillo, cuajada de joyas! ¡Ahí! ¡Ahí! ¡Arpía! ¡Falsa! ¡Asesina! >>> << Siempre hemos estado aquí. Contigo. >> << Somos tú. >>


Sin proponérselo abiertamente, había regresado en sus propios pasos y estaba de nuevo en la galería principal, en donde se exhibía gran parte de la colección de arte de la familia Bates. Pinturas, esculturas, grabados y otras rarezas traídas de la amada Tierra, incluyendo una Biblia antiquísima, todos dispuestos en exhibidores cuyo único fin era la vanidad y presunción. De día, algunas obras parecían agradables, pero, de noche, a Ranchi se le presentaban obscenas y vulgares, terroríficas, trozos de pesadilla estampados y enmarcados, observándola con saña. Las voces se hacían más poderosas, innegables. << Somos tu misión >> << ¡Malditos bastardos, engreídos, hipócritas! >> << ¡Regresa allí! ¡Hazlo! ¡No esperé tanto tiempo para nada! >> << ¡Se supone que tú eres la Doncella de la Venganza!>> Las insistentes voces quebraron sus nervios de cristal, la soledad era insostenible, Ranchi se creía la persona más miserable del mundo. - Cuando se enteren - decía a sí misma - me encerrarán en un manicomio, para no salir. No más Ranchi. Subió escandalosamente las escaleras hacía el tercer nivel de la Mansión Bates, la llamada Sala Magna, donde se ofrecían los cenas más suntuosas y se realizaban la mejores fiestas. Su esplendor se evaporaba sin la comida, música o ruido de personas, y ahora que Ranchi pasaba por ella, se veía opaca y lúgubre. Tenía dos terrazas en direcciones opuestas, una con vista a la fachada y la entrada principal, y la segunda dirigida a la parte trasera, orientada a los jardines interiores y justo encima de la gran piscina y área de veraneo. Había pensado anteriormente en hacer esto, saltar para morir ahogada y ser descubierta en la mañana siguiente, imaginando la reacción de sus padres, el escándalo al publicarse como la hija del primer ministro se había quitado la vida sin razón. Había dejado de llorar, estaba decidida. Su existencia de humillaciones no llevaría a ninguna parte, y debe acabar. La mochila y los libros estaban tirados en el suelo. Ranchi se había subido a la barandilla de la terraza, con los pensamientos más sombríos que nunca antes había tenido. << Solo un paso. >> resonó dentro de su cabeza <<Un paso, una caída, me hundiré y no volveré a salir. Eso será todo. >>


Las voces infatigables se volvieron incomprensibles, estaban mezcladas, palabras traslocadas en oraciones partidas en pedazos. << Solo un paso. >> Ranchi cerró los ojos fuertemente, mordiendo sus labios para no gritar, la noche esperaba afuera, delante de ella, para envolverla. Dio ese único paso. Sin embargo no cayó. << ¡Oh! ¡Por todos los cielos! ¿Qué sucede? ¿Qué está pasando conmigo? >> Ranchi no sintió la caída rápida y el azote del agua fría. Fue como si se hubiese sumergido en los vientos, y éstos la sostuvieran como una hoja de otoño. Percibió cada hebra de cabello flotando en diferentes direcciones, con el empuje del aire jugueteando con sus dedos, elevándola, cosquilleando en sus pies. Y moverse era como nadar en un mar etéreo, con todas esas fuerzas gigantescas golpeando su cuerpo por doquier, elevándola para alcanzar los cielos nocturnos, o tirando de ella hasta sumirla en los abismos. <<Otra alucinación. >> pensaba Ranchi << Puede ser que… ya haya caído y… no, no… no estoy volando. No puedo estar volando>> Abrió los ojos en ese momento y se descubrió a sí misma sosteniéndose en los aires a unos veinticinco metros por encima de la piscina. De repente recordó su pánico a las alturas y cayó. Y aunque el descenso fue impresionante, posteriormente le fue menos perturbador que el hecho de volar. El agua la golpeó en la espalda, pero no perdió el conocimiento. Los sucesos se movían demasiado rápido y su quebrada mente no tenía capacidad para asimilarlos. Imágenes, voces, la capacidad de vuelo, y, en ese momento, los cadáveres. Pues ante los ojos de Ranchi, ella no había caído en la esterilizada e higiénica piscina, sino en un depósito fangoso de agua limosa y maloliente. Alrededor flotaban cardúmenes de algas hediondas y basuras. Salió a la superficie mas por instinto que por deseo, horrorizada con esta nueva imagen. No solo desechos y plantas maltrechas andaban allí. Manos, pies, brazos, piernas, cabezas y ojos, numerosos, putrefactos, palpitantes, se dirigían a Ranchi. Las manos trataban de aferrarla y las bocas verdes de las cabezas bufaban: << ¡Ayúdanos! ¡Ayúdanos!>> << ¡No te niegues a ti misma! ¡Acepta nuestro poder! >> << ¡Debes hacerlo! ¡Ya es tiempo! >>


<< Todos revueltos… todos podridos… sácanos… >> Pataleando llegó a la orilla, y arrastrándose salió de ella. Su único pensamiento era llegar a su dormitorio lo más rápido que fuera posible, así que corrió, trastabilló y cayó varias veces, abandonando incluso sus gafas en el fondo de esa horrible piscina. A tientas, encontró la puerta de su cuarto, se despojó con asco de las ropas mojadas y se arrinconó en la pared. Blanca de terror, el grito más espeluznante que podía dar aun estaba germinándose en su garganta. Se repetía una y otra y otra vez: - No es real, no ocurrió, no es real… no lo fue. Pero las voces no cesaron, y no la dejaron sola. << ¿Estas cómoda así? Ponte tan siquiera la bata. >> Ranchi explotó, y gritó a todo pulmón: - ¡CALLATE! ¡NO EXISTEN! ¡SON SOLO…! En ese momento, se percató de que le gritaba al espejo. Se había refugiado justo enfrente de su gran espejo de cuerpo entero, alojado en una puerta del ropero. << Te vas a resfriar. >> contesto su tranquilo reflejo. Ella temblaba sin control, de frío y de miedo, sollozando histéricamente. Su mente empezaba a fracturarse. -

¿Qué… esta pasando? ¿Por qué me esta…? Dios, dios, dios….

<< Relájate. Respira pronfundamente.>> -

Tengo mucho… frio…. El cuerpo… me duele….

<< Cambiate de ropa y métete a la cama>> -

¿Quién eres? ¿Qué quieres de mi? ¿¿¿Por qué están en mi cabeza???

<< Ya lo sabrás, ahora, tranquilízate. Ponte ropa seca y verás que te sentirás mejor>> Sin saber claramente lo que estaba haciendo, fue a tomar una toalla y una pijama seca de su cómoda. Mecánicamente, se secó y vistió, dándole la espalda al espejo. <<Mucho mejor ¿Eh? >> Ranchi no hizo caso al reflejo. Decidió pensar que todo era producto de su imaginación. - Solo quiero que se acabe- contestó bruscamente Ranchi- Quiero que todo sea como antes, sin voces de fantasmas, revelaciones, y sin…


El recuerdo del pequeño vuelo recién ocurrido le cerró la boca. Un libró cayó de pronto de sus estantes. Saltó de sorpresa y fue a ver que había en el suelo. Era un libro de cuentos, y quedó abierto justo en la ilustración de un orgulloso y gallardo caballero negro, montado en un corcel de color carbón, portando una espada y un estandarte. << ¿Te recuerda a alguien? >> Temblorosa lo regresó al sitio original. Apenas se dio la media vuelta, cayó de nuevo, volviéndose a abrir en la misma página. -Me rindo…- dijo Ranchi - Me rindo. Observó despacio el dibujo. Un caballero, un paladín, oscuro, misterioso… como el hombre que conoció en la carretera, aquel que, según los espíritus estaba siguiéndola. Mezcló su recuerdo con la imagen, y el resultado, disipó de momento las nieblas de horror que la asfixiaban. -Posiblemente- se dijo en voz alta- ustedes no son tan malos… puede que… si existan, y me digan…- las palabras se atoraron, y no salieron. << Solo abre tu mente un poco. >> Con el libro entre sus brazos, se dirigió al espejo, y ambas, su reflejo y ella, tenían la misma tímida sonrisa. - ¿Habré conocido a mi caballero negro? << Si tu lo crees.... >> - Era guapísimo… Pero, quizás solo sea coincidencia. << ¿Cómo se llamará? >> - Aun no lo sé. Con imágenes de castillos, dragones, y un caballero silencioso en el papel de su guardián, Ranchi concibió el sueño. El enigmático hombre de la motocicleta la protegió, en efecto, y al menos por esta noche, de las pesadillas. Segundo día “Martes 19 de noviembre, año 226 después del Éxodo y la Colonización” Querido diario:


No sé si llamarle locura a lo que tengo, o más bien exceso de cordura. Veo cosas que se supone no deben verse, y estoy empezando a hacer cosas que los demás quisieran hacer. ¡Es espeluznante! Siempre supe que era anormal, y lo que me aterra ahora es darme cuenta de lo exageradamente anormal que en realidad soy. La frágil cubierta del mundo cae ante mí en minúsculos fragmentos, revelando trozos de su podredumbre interna” Mañana. Ranchi tuvo un sueño muy extraño. Primero, se encontraba bajo una tormenta eléctrica, y tenía frente a ella a una joven, al parecer danzando bajo las gotas de lluvia, los rayos caían en sus pies y manos, pero no le hacían daño, como si bailasen con ella. Después, solo escuchó una voz la de su despertador matutino, comentando: “… un nuevo ataque del anarquista Max Timlar y su movimiento autodenominado Emancipación ha tenido un saldo de quince muertos y gran cantidad de heridos, por la explosión de un dispositivo con armas químicas hoy en la madrugada, en una de las estaciones mas concurridas del metro de la ciudad. A pesar del comunicado, claramente ofensivo y amenazante del mencionado líder rebelde, el Parlamento y voceros del Gobierno Global no han tomado medidas conciliadoras o de negociación. - El Gobierno Global no tiene nada que ver con terroristas. - indicó Patrick Adams, vocero del Primer Ministro - Nuestra policía y los miembros concernientes del ejército son los que encabezarán las investigaciones y procedimientos de los culpables. Con respecto al hecho de que Emancipación exigía la apertura de nuestros puertos especiales a otros sistemas conocidos, y la aceptación de tecnologías extra terráqueas, el vocero agregó: - De ninguna manera cederemos en alguna de estas absurdas peticiones. Un grupo de cobardes que recurre a eso actos de violencia sin sentido no va a hacernos cambiar nuestras queridas tradiciones y nuestros credos más profundos. El general Connors, encargado de las pesquisas, aseguró…” Sin embargo, Ranchi no veía nada, solo tenía el sonido de la voz, y el resto era un gran lienzo blanco, la siguiente imagen que recordaba era la de un vestido de noche y unas


zapatillas. Estaban en una bolsa de plástico, colgados en un gancho, con Richard sosteniéndolos. Su boca se movía sin pausas, pero ella solo captó la última oración: - Su madre desea que vista esto, la noche del domingo para la recepción que se ofrecerá a los miembros del Parlamento. - Pero ni siquiera es mi talla - se veía replicar Ranchi- no tengo tanto por delante y no uso zapatillas… Y, en lugar de que Richard contestara, el vestido lo hizo por él. - Tu madre me escogió, fin de la discusión. Si eso era extraño, lo fue más al verse a sí misma sentada frente de la mesa desayunando, las dos Ranchi estaban platicando, ignorando a Richard, a la ama de llaves y al resto de la servidumbre. <<Nuestra madre ni siquiera sabe nuestra talla. Háganme el favor>> - Fue igual que la vez pasada. Ella cree que soy una supermodelo, esa bolsa de basura se me caía por todos lados. << ¿Recuerdas cuando papá olvidó que edad teníamos en esa entrevista antes de las elecciones? El reportero nos conocía mejor. >> - Solo se saben nuestros nombres porque la gente se los dice todo el tiempo. Si nos perdiésemos en una multitud, no lograría encontrarnos. <<Aparte del apellido, nadie creería que somos sus hijos. Comparten más momentos divertidos con los mayordomos. >> -Tú lo has dicho. << No, tú lo has dicho. >> Nuevamente el lienzo blanco, y ella se encuentra en salón de clases. Todos la están viendo. Escucha que la llaman “¡Señorita Bates! ¡Señorita Bates!“ <<Estúpido sueño ¿Cuándo piensa acabar? >> -¡Señorita Bates! Entreabre los ojos, mientras se disipa la sensación de somnolencia. Ve el techo de su cuarto, y una gran araña verde avanzando a través de él. La araña excavó un agujero, y se perdió. <<Sigo dormida. Si no despierto, llegaré tarde al desayuno. >> -¡Señorita Bates!


Escucho risas. Muy despacio, sus párpados acabaron de abrirse, y se percató de no estar en su cama, sino en su pupitre del colegio, sentada y rígida como un maniquí. Tarta de no parecer asustada, al examinarse y comprobar que no traía puesta, todavía la pijama. Por algún motivo, su profesor estaba furioso. -¡Señorita Bates, repita en este justo momento la última oración de la clase o la enviaré castigada directamente a la oficina del director! Pero Ranchi continuaba adormilada y pensaba solo en como diantres llegó a la escuela estando completamente inconsciente. -¡Estoy esperando, Señorita Bates!- le espetó el maestro << “El fundamentalismo aristotélico fue la base del pensamiento en la Alta Edad Media” >> dijo la voz de un joven, que, por supuesto, no estaba allí. <<Eso fue lo que dijo>> agregó. Ella volvió a decir las mismas palabras como un autómata. El profesor frunció el ceño y se abocó a escribir algo en la pizarra acrílica. La clase miraba a Ranchi con desprecio y extrañeza. Ante ellos, se estaba durmiendo justo a la mitad de la lección. Ella comenzó a hablar en sus adentros. << ¿Y eso que fue? >> << Lo ignoro>> contestó la voz <<Solo ese simio erudito entiende de lo que esta hablando. Te dije lo que oí, simplemente. >> Mientras ella comenzaba a hacer anotaciones en su carpeta, murmuró muy suavemente: - Sospecho que hoy va a ser mucho más extraño que el día de ayer… En un receso, fue al baño de chicas a lavarse la cara, los párpados se le cerraban y aún no se sentía completamente lúcida, y tardo algo de tiempo en mirar el chorro cristalino del grifo. - Esto no es solo la adolescencia - se decía al mojar las yemas de sus dedos en el agua- Es algo… quizás… me está pasando algo. Verdad o mentira, me está sucediendo a mí. <<Esta dentro de ti. Siempre ha estado dentro de ti. Ahora está saliendo. >> Sin darse cuenta del cambio, veía ahora sangre fresca en lugar de agua. Hacía remolinos el lavamanos, y espumeaba. Metió completamente las manos, y contuvo un sorbo entre sus palmas cerradas. -Yo sé que es agua limpia. Tú también lo sabes.


<< ¿Has pensado alguna vez que lo más interesante del mundo no es lo que sabes, sino lo que no sabes y te empeñas por ignorar? >> Mojó su rostro y por fin llevó sus ojos al espejo del baño, que rodeaba las tres paredes del lugar. Los hilillos rojos escurrían por su barbilla y sienes. No se sentía fresca, sino, tibia. - ¿Estas tratando de decirme que estoy loca? <<Si quieres llamarlo locura, por mi está bien. Mejor dicho, estoy tratando de que te percates de que ya lo eres. >> - No estoy loca. << ¿Quién dice? >> Clavo la mirada en su reflejo. -Una palabra más y juro por Dios… El reflejo sonrió. -¡Aquí estás, señorita dormilona! Tres muchachas altas, rubias, delgadas y demasiado semejantes entre sí, como muñecas de fábrica, entraron al baño ruidosamente, llamando la atención lo más posible. Era el clásico trío de porristas populares, con novios guapos y cerebros secos, las cuales también disfrutaban molestar a Ranchi. Todo con tal de divertirse. - ¿Tratando de ser menos nerd con lentes de contacto? – dijo una, apoyada de espaldas a la pared. -¡Buena idea! Lástima que la fealdad sea un problema mas difícil de esconder - dijo otra, al entrar a un excusado y cerrar la puerta. << ¿Lentes de contacto? >> Ranchi escudriño su cara en el espejo frente al lavabo, y recordó entonces dónde habían quedado sus gafas la noche anterior. No las uso durante todo el día, y lo más sorprendente de todo es que no las necesitaba en absoluto. Su vista era perfecta. <<Está ocurriendo. Conmigo. Dentro de mí>> - …claro, necesitarás una docena de implantes para parecer un chica de verdad, porque así como estás… -¡La fortuna para los cirujanos plásticos! - Lástima, la idiotez no tiene cura ¡Lo siento!


No todos los pensamientos de Ranchi se perdieron en su totalidad. Las voces, sentimientos, impulsos emergían de ella sin control o freno. El reflejo suyo el espejo se veía enfadado. Le gritaba. << ¡No lo permitas! ¡Tú eres mejor que ellas, más poderosa! >> << ¡Tengo miedo! >> << ¡El miedo no es para ti! ¡A lo que en realidad tienes miedo es a lo que está en tu interior, a lo que tienes que liberar! >> Las burlas seguían y seguían. Aunque Ranchi trataba de no prestar atención, continuaba taladrando en sus oídos, las risas no paraban de caerle a cántaros. Justo cuando ella rompería a llorar, y huiría a esconderse en un rincón solitario, las voces llegaron, intensas, perfectamente claras. << ¡Mátalas! ¡Ahora! >> << ¡Por favor… por favor…>> << Estoy aquí, tan sola… en el limbo…>> << ¡Fríelas en su sangre! >> Al borde del colapso, Ranchi dirigió una mirada suplicante al espejo. << No puedo más. >> << Solo hazlo. >> -… y entonces yo dije ¿Cómo es que alguien tuvo la genial idea de invitar a la fenómeno de Ranchi a la fiesta? ¡Oh perdona, Ranchi estás aquí! ¡Eres tan insignificante que…! Un rugido y el lavabo al cual Ranchi se aferraba se deshizo en pedazos. Un rápido movimiento y ella enterró su puño cerrado 10 centímetros en el concreto, a escasos milímetros del rostro de una de las tres amigas. Después, silencio. - Cierren la boca. Las muchachas, asustadas e incrédulas, huyeron. Ranchi quedó entre los destrozos, sacando su brazo de la pared fracturada, jalando tras de sí fragmentos de ladrillo. No había marcas en sus nudillos, y no le dolían. Encuentra un lápiz labial en el suelo, olvidado en le escape de las chicas burlonas. -Así de que esto se trata. Esto es. Escribe con letras grandes en el espejo, en la totalidad de su longitud. “Yo soy la Doncella de Venganza”


Deja el baño derruido y pintarrajeando de carmín con paso lento como si caminara por una cuerda floja en un lago precipicio sin fin. El mundo toma un color extraño. Se sentía diferente. Escucha gruñidos roncos y abundantes a su espalda. Ladridos, aullidos y gritos de terror. Al voltear, con sumo cuidado, encuentra a una jauría de perros hambrientos, manchados de coágulos en su pelambrera, voraces de carne, arrancando a dentelladas y arañazos pedazos del prefecto Payton. Sus alaridos de dolor, hielan el alma. Pero los ojos rojos y malignos de los perros enormes no dejan de mirarlo, sus colmillos afilados no dejan de morderlo. Ranchi ve un charco de sangre con restos de huesos, y las bestias revolcándose salvajemente en él. Regresa a su camino con rumbo a la biblioteca, hablando para sí. -Eso pasa por regañarme en medio de todos. Si lógico. Perfectamente racional. Así es este mundo, un lugar ordenado y perfectamente racional. Le faltaban un par de horas al sol para iniciar su descenso al horizonte, y Ranchi estaba de nuevo, como el día anterior, en las asfixiantes carreteras de Nueva Londres Tercera, en su automóvil de lujo e indiscutiblemente sola. Miraba la ciudad con desgana, tratando que el chofer dejara de espiarla. Las voces eran más débiles, semejantes a un susurro marino, adormecedor. Estaba cansada, pero no podía permitirse dormir en el auto. Así, cerró los ojos y se recostó hacía atrás, estirando su cuello y su pecho. Llegó un alto, y a pesar de no ver lo ocurrido a su alrededor, sintió la mirada libidinosa del chofer a su pequeño busto y a su abdomen plano. << Maldito enfermo. Lo que daría por cortarle la cabeza. >> << ¿Y porque no lo haces? >> << Porque entonces no habría nadie quien me lleve a la Mansión Bates, además de que no se conducir. >> Cambió de posición, acercándose más a la ventanilla derecha, para escapar del espejo del retrovisor. Entonces escuchó a una mujer anciana diciéndole lo más despacio posible, como si quisiese que a Ranchi le quedase claro, sin espacio a dudas. <<Es muy fácil llegar. Nadie va ahí ahora, clausuraron el lugar… Tienes que bajar en la octava avenida, Charity and Mercy, tomar la vía descendente, avanzando cinco cuadras y buscar un cafetín de mala pinta, “Rigley`s”. Esta enfrente, justo al pasar la calle. Solo tienes


que entrar. Es fácil de identificar. Con todo, el hombre de negro te vigilará, como lo ha estado haciendo todo este tiempo. Esta allí, ahora, sentado en la plaza, con un expreso en la mesa, leyendo un libro pequeño. Te mira a través de sus gafas oscuras>> Ranchi da un salto y abre su ventanilla. Están en movimiento, pero muy pronto se detienen de nuevo. Pasan frente a un café al aire libre, provisto de mesas y sillas, justo enfrente de la calle. A pesar de estar repleto, ella lo encuentra de inmediato. << ¡Sí! >> pensó Ranchi, tratando de contener su alegría. Sentado con elegancia y la pierna cruzada, en una mesa solitaria, la observa, con el libro entre las manos. Su actitud está leyendo, pero sus ojos están en ella. Las miradas se encuentran de nuevo, el tiempo que tarda él en vaciar su taza de un trago, cerrar el libro e irse. El automóvil de Ranchi continúa su trayecto. Murmura con ternura: -Caballero negro… La sonrisa dulce del encuentro sobrevive el retorno a la Mansión Bates, porque lo ha visto dos veces ya, y si mañana se dirige al sitio mencionado por la voz de la anciana, tendría oportunidad de verlo una tercera. Reflexionado, se dio cuenta de que hasta ese momento, las voces no habían mentido. Tampoco parecían querer dañarla. << Mañana. Iré mañana. >> Valdría la pena intentarlo. Tarde. Ranchi está metida en la bañera. No tiene hambre ni ganas de hacer los deberes. Relaja su cuerpo y su mente en el agua perfumada, disfrutando de un inesperado silencio. Hunde por completo su cuerpo en la espuma, conteniendo la respiración. De pronto, la temperatura baja demasiado, tanto, que parece estar metida en un cubo de hielos. << ¿Olvidé dejar abierta la llave del agua caliente? >> Al sacar la cabeza y tomar una bocanada de aire, descubre que todo ha cambiado. Esta sumergida en un líquido espeso y pardo, con partes corporales cercenadas. Su baño no es el mismo ya. Esta oscuro, como si fuera la noche madura, las paredes de mosaico están ruinosas y manchadas, con arañazos profundos, por doquier. El lavabo, espejo, retrete y demás muebles se ven desvencijados, rotos con toneladas de óxido.


<<No…>> Su respiración se hace más pausada y profunda, puede verse el vaho que sale. Toca su rostro, empapado en esa sustancia viscosa. Algo borbotea desde el fondo de su bañera. Un cadáver se levanta, semi-descompuesto, con la mitad del rostro arrancado; podría parecer que en vida se trataba de una mujer, pues conserva mechones de cabello largo y su torso se ve delgado y delicado. El único ojo que conservaba era verde, y miraba sin parpadear a Ranchi, inyectado de sangre. Comienza a hablar rápidamente, con demasiada prisa, mientras coágulos negros caían de sus maltrechos labios. Sus dientes estaban rotos y algunos eran amarillos. << ¡Estúpida! >> Le decía << ¡Eres una estúpida! ¿Por qué no lo hiciste? ¡Te dije que lo hicieras! ¡Se suponía que tenías que matarla! ¡Eres la Doncella de la Venganza! ¡Tienes que hacer cumplir nuestra venganza, liberarnos de esta agonía infecta a la que hemos estado atados por años! ¡Años! ¿Para qué supones que son tus poderes? ¿Para qué te dimos fuerza, energía, libertad? >> Solo la boca de este cuerpo sin vida era lo que podía moverse con tanto vigor. El resto, estaba congelado, dando la impresión de ser solo restos de una marioneta destrozada. << ¿Eh? >> Continuaba vociferando sin perder tiempo e ímpetus <<Lo diré otra vez, tienes que matar al…oh no… mira lo que me hizo, mira mi cuello ¡La sangre! Oh no… solo tienes que mirarlo… su nombre es… oh no…>> El cuerpo se desmorona entre carne, huesos y sangre, disolviéndose en la tina de Ranchi, en una repugnante y pavorosa escena. Pero su vista está perdida, su rostro se muestra ajeno, distante, inmune al horror que la rodea. Respira con lentitud, dejando su boca entreabierta. Torpemente saca su infantil cuerpo de esa bañera grotesca y va al espejo del lavamanos con su temblorosa desnudez. Esta sucio y cubierto de vapor, por lo que pasa la palma de su mano solo una vez. Se ve a sí misma bañada en sangre y carne podrida, lo limpia una segunda vez. Y, al hacerlo, la imagen desaparece. Ella está ahí, frente a su reflejo, empapada, desnuda, con frío. El horror de Ranchi estalla por fin y la hace liberar un grito espantoso, agudo, capaz de distorsionar las dimensiones, haciendo estallar todas las ventanas de ese piso, fragmentando su reflejo hasta hacerlo polvo. Después de eso, cae desmayada.


Noche. << Helado. Helado de chocolate >> Un fuerte gruñir de su estomago despierta a Ranchi. << ¿Dónde estaré ahora? >> Lo primero que ve es su almohada. Estaba acostada boca abajo en su propia cama, con ropa de dormir y cubierta de mantas. Al revisar el reloj de su buró, se da cuenta de la hora: una de la madrugada. Incorporándose, rasca su cabeza. Sus recuerdos están hechos un desastre. - ¿En que momento me seque y me puse la pijama? Creo que no cené, porque tengo un hambre inmensa. ¿Y tú, no tienes nada que decir al respecto? - dijo lanzando la pregunta al espejo. << Vamos a la cocina por algo de comer. >> - De ninguna manera. El encargado de la cocina cuenta hasta el último fideo de sopa. Robar comida no está permitido. << ¡Estás en tu propia casa! Solo es tomar un refrigerio>> - Además, está lejos, y no me gusta caminar por la mansión a oscuras <<Déjame enseñarte un truco. ¿Lista? >> Ranchi observó escéptica al espejo. Su reflejo se puso de lado, y, de sorpresa, apareció frente a ella un portal negro, un pedazo de vacía oscuridad bordeada de rayos. -¡¿Qué es eso?! - gritó Ranchi El portal desapareció y su reflejo se dirigió a ella. <<Un portal al mundo negativo. No me preguntes exactamente de que se trata el mundo negativo, porque no lo sé bien. Lo más importante es que los puedas utilizar para ir a cualquier lugar conocido. >> - ¿Cómo es que tu sabes hacer eso y yo no? <<Tu si sabes hacerlo. Aun no lo has intentado, piensa que es como respirar, nadie te enseño, naciste haciéndolo. >> Esa explicación no dejó muy convencida a Ranchi -Si por supuesto- contestó sarcásticamente - Es como volar ¿No? Siempre he podido, solo que no he tenido ganas.


<< ¿Por qué simplemente no lo haces? Visualiza la cocina, la puerta de la heladera y lo que la rodea. Anda, incrédula>> Ranchi cierra los ojos y recrea en su imaginación cada detalle de esa espléndida cocina, el refrigerador norme, repleto de helado, pasteles y otras viandas que a menudo les negaban. Su estómago volvió a rugir con más fuerza. -Solo conseguí que me diera más hambre. << ¿Segura? >> Ante la asustada Ranchi se hallaba un agujero oscuro, etéreo, de su misma altura, carente de olor, sonido, sustancia. -¡Cielos! << Entra en él. No pasará nada. >> Da un paso y su pierna desaparece dentro del portal. Cubre su rostro con las manos y s proyecta hacia adentro. Cuando la otra pierna cruza, siente que el piso ha cambiado. Ya no está la alfombra de su habitación, sino losetas de mármol pulido y encerado. Al descubrir su cara, ahoga una fuerte exclamación. -La cocina… me... estoy en la cocina… junto… ¿Cómo? La imagen suya obtenida en la bruñida superficie de la heladera le contesta. <<Primero la comida ¡Me muero de hambre! >> Helado de varios sabores, carnes frías, sopa de cebolla, pastel de carne y albóndigas fueron su tardía cena. Ranchi comió como hace tiempo había querido hacerlo, movida por el gusto y el hambre, con las manos, escandalosamente, con libertad. <<Podrías decir que el mundo negativo es la ausencia del mundo. Esta detrás de las cosas, lo que vemos y percibimos. Pero no se puede entrar mucho tiempo en él, nadie lo ha hecho. Tú puedes crear portales, para usarlo como atajo entre diferentes lugares del mundo material. Es decir, entrar y salir, no más. >> -¿Hasta dónde puede llegar?- preguntó Ranchi a la voz dentro de su cabeza mientras comía un gran pedazo de tarta de queso -¿Cómo es que puedo hacerlo? <<Llegarás tan lejos como te lo propongas. Puedes llevar a una persona contigo, solo a una. Y podrías ir a cualquier lugar que esté claramente dibujado en tu memoria. Si no lo conoces, no podrás ir. >> -Es decir, ¿puedo ir a otro lado del mundo con solo ver fotografías? ¿Así funciona?


<<No, es decir, aun no. Estas empezando a explorar tu propio poder, aún no estás preparada para tales retos. Tu energía interna, aun está dormida. >> -¿Y como es que tengo estas habilidades? <<Naciste con ellas. Ha llegado la hora de que las ejerzas. Tu eres la Doncella de Venganza>> -No entiendo… no entiendo nada. Daría lo que fuera para estar con Derek. El es un genio, y me explicaría en un tris este lío extraño en el que estoy metida. Mi mundo se ha puesto de cabeza, me encuentro perdida dentro de los mismos lugares en los que he estado toda mi vida. Recordó uno de los pocos momentos en que visitaba la habitación de su hermano menor, para conversar y hacerse reír juntos. Su cama, sus libreros, su escritorio. Derek sería el único niño en Nueva Londres que no tenía juguetes. - Creo que le llevaré un poco de éste- dijo Ranchi al sacar medio galón de helado de vainilla- a él le fascina. El portal estaba a sus espaldas y ella entró en él. Salió dentro de la recámara de su hermano y le dejó su premio encima de su escritorio. Lo vio dormido, iluminando la fría habitación con su inocencia. Regresó por medio de otro portal a su propia recámara. -Bien, ahora solo somos tú y yo. El espejo perpetuo, su imagen paciente, la veía divertida sentada en la cama. <<Cool ¿No? >> Ranchi se metió a la cama sin cepillarse los dientes, abrazó su almohada, buscando refugio. -Es… dices que todo está dentro de mi cabeza. Puede ser que… por fin perciba la realidad y lo que la conforma en su más completa y expresiva demencia; o eso encerrado dentro de mí ha comenzado a trastornar el mundo a donde quiera que vaya. O simplemente estoy enloqueciendo, para volverme la más desquiciada dentro de este planeta incoherente. << Caballero negro…>> - De acuerdo…- murmuró sonriente. Sus ojos se cerraron, un velo negro cayó sobre sus pensamientos, y no oyó o vio nada más hasta la luz de la mañana. Tercer día


“Miércoles 20 de noviembre, año 226 después del Éxodo y Colonización. Querido diario: Loca o cuerda, ya no importa. Verdad o mentira, ambas son absurdas. La gente esta loca, pero soy la única que se da cuenta. Y las voces, las voces nunca cesan. Nunca se van, nunca callan. He olvidado cómo suena el silencio. Y están ellos, los que solo yo veo. Muertos, asesinados, destazados. Estan ahí todo el tiempo. Hoy obtuve una gema azul que no me puedo quitar. Pero ignoro lo que significa.” Mañana. Ranchi se levantó como todos los días anteriores, pero en esta ocasión pinchó su dedo índice con la punta de un lápiz hasta sacarse sangre y comprobar que en efecto estaba despierta. Después hizo lo acostumbrado, cambiarse, cepillarse y escuchar el noticiero. “… se han levantado incontables cargos criminales al auto nombrado líder del movimiento rebelde, Emancipación, el Sr. Maximilian Timlar por crímenes que van desde robo, daño a propiedades gubernamentales, actividades terroristas, y, desde el último ataque a un centro de oficinas en Walkden Segunda, asesinato en primer y segundo grado. El Ministro de Justicia, Dave Holm, comentó: - Cuando este individuo altamente peligroso, sea capturado, será condenado a nada menor que tres o cuatro cadenas perpetuas, y créanme cuando digo que estamos buscando por todos los rincones de nuestro planeta. Maximiliam Timlar, el cruel e irreflexivo líder de Emancipación ha causado ya por lo menos una docena de disturbios en Nueva Standford Beta, además de varias amenazas e intentos francos de asesinato a miembros del Gobierno Global. Ante esta actitud desafiante, nuestro Primer Ministro, Wilhem Bates, dio este comunicado a los medios en una conferencia de prensa: “- Será prioridad mía y de mi mandato acabar de raíz con el movimiento rebelde de Emancipación. Nada ni nadie que atente contra la paz y nuestras amadas costumbres escapará libre y sin castigo. Cualquiera que sea relacionado directa o indirectamente con Timlar o sus asociados, será procesado como el peor de los criminales, condena de


inmediato a pena máxima. Yo me encargará de que así sea, y preservar así nuestra querida identidad planetaria.” La comentarista continúa: “Se sospecha que Maximilian Timlar cuenta con una gran red terrorista, según comenta el Sr. Holm. Pasando a otras noticias, el XII Congreso de…” Solo al escuchar todos los días el noticiero matutino, Ranchi recordaba como sonaba la voz de su padre. Pudiera ser que su salud mental estuviera en declive, o en realidad ella se volviese más receptiva a lo par normal, como fuese, los demás alrededor suyo empezaban a percatarse de su extraño comportamiento. El mayordomo Richard, notando su mirada ausente por todo el desayuno le preguntó varias veces si tenía fiebre o alguna dolencia física. Solo respondió insípidamente; con un tono de voz tan lejano que parecía hablar dormida. -Estoy bien. Estoy bien. Su hermano Derek también notó la desconexión con su entorno y la cuestionó tímidamente acerca de sus pesadillas en las noches previas. A lo que ella, si era totalmente ella en eso momento, contestó: -He dejado de estar dormida, si esa es tu duda. En el colegio, su situación no mejoró un ápice. Caminaba tambaleante, tanteando el piso a cada paso, apoyándose de las paredes, y al sentarse en las clases fijaba los ojos en el pizarrón o en su carpeta para permanecer totalmente quieta el tiempo restante. Al levantarse de su asiento, lo hacía sumamente despacio, o no se levantaba. La mofa de sus compañeros llegó puntualmente al momento, pero a Ranchi parecía no afectarle. Veía cosas horripilantes, sucesos e impresiones que no ocurrían ante los otros, tan solo dentro de los artificios de su mente. Por algún motivo, evitaba los espejos y superficies reflejantes. Hasta que por fin, una de sus maestras, desconcertada porque Ranchi logró pasar 10 minutos corridos sin pestañear, le dijo que si deseaba ir a la enfermería. Ella no abrió la boca, dejó su silla como si saltara de un risco altísimo y se perdió en la puerta. Obviamente, ni el doctor o la enfermera encontraron algo malo o inusual, físicamente hablando, pero decidieron otorgarle permiso para ir a casa. Justo cuando iban a telefonear a la Mansión Bates, reaccionó súbitamente, como si en ese preciso instante hubiera recuperando la noción de donde estaba. Interrumpió a la enfermera al decir:


- No es necesario, preocupará a mis padres. Llamaré a mi chofer, él me recogerá a la salida. Aún continuando con la mirada perdida y el paso indeciso, tuvo la suficiente astucia para fingir utilizar su arcaico celular, incluso una breve conversación inexistente con su chofer. Ya cerca de la salida, comenzó a expresarse con confianza, al irse paulatinamente aclarando sus sentidos. Incluso tenía ánimos para hablarse a ella misma en voz baja: - Cállense, cállense, o terminaré de convencer al resto del mundo de que estoy loca. En especial tú, llorón. Denme 5 minutos de paz, por todos los cielos. Pasó el acceso de salida con su vigilante para llegar a la calle trasera del gran colegio. Avanzó varias cuadras en sentido inverso al centro de la ciudad, mientras se despejaba. -Lo voy a hacer, ya les dije que si. Desaparezcan porque no me dejan ver nada. Tuve suficiente con soportar toda la mañana sin vomitar al ver sus exhibiciones de dolor y miseria, lo único que quiero es concentrarse para tomar un taxi. La alucinación de encontrarse en el interior de un matadero hediondo con reses recién destripadas colgando por doquier acababa de desvanecerse. -¿A dónde?- preguntó el taxista, poco después de que Ranchi abordara <<Charity and Mercy>> llegó a su mente. Y ella respondió. -Charity and Mercy No eran más de las once de la mañana la hora de su llegada al Rigley´s, un antro con apariencia de fumadero chino, atascado de cocainómanos y varias especies de drogadictos, tomando sus dosis a esa hora del día. Caminó frente al lugar lo más rápido posible, intentando ocultar la mirada y su nerviosismo. Llamaba particularmente la atención una colegiala solitaria andando sola por esos sitios, así que varias mujeres grotescas apostadas en una esquina la observaron con insistencia. Su corazón comenzó a latir ruidosamente. <<Puedes matarlos, si quieres>> Ranchi murmuro suavemente, al mirar a ambos lados - No empiecen… Enfrente se hallaba un edificio casi demolido. Todavía podía verse la inscripción en la fachada. “Museo Harrington”. Sin embargo, había dejado de ser museo hacía varios años, cuando la alcaldía de la ciudad decidió mover todos los objetos de valor al entonces recién construido Museo Terráqueo. En el abandonado Harrington, solo dejaron la basura, las ratas y el polvo. Las grandes y pintarrajeadas puertas de madera estaban aseguradas con


una cadena de candados. Por lo visto, ni siquiera a los ladrones de la zona les interesó robar el edificio <<Fácil>> Ranchi tomó una sección de la cadena con ambas manos, y jaló en direcciones opuestas, usando toda su fuerza. Muy al principio, se sintió ridícula, pues no pasaba nada, pero solo un instante después, el metal comenzó a estirarse, y los eslabones estallaron. El resto se deslizó como una serpiente tintineante hasta caer al suelo. El rostro de la joven se coloreó de alegría al descubrir que al menos una de sus alucinaciones resultó cierta. Observó con gusto sus manos: - Mi fuerza. Mi nueva fuerza. Adentro del ruinoso y tétrico edificio, las cosas se veían pintadas con telarañas y mantos de mugre, derruido, maltrecho, abandonado a medio destruir. Había cajas de embalar sin cerrar por doquier. - Basura y más basura- comentaba Ranchi con toda la libertad posible en ese vacío lugar, hurgando más al fondo del edificio, entre muebles desvencijados y paredes cubiertas de moho. Pasó varios pasillos sin rumbo establecido, encontrando solo salas huecas y cuartos estrechos que debieron ser oficinas. Llegó por fin a la parte posterior del caserón a una habitación con incontables trastos y tablas rotas. - Quizás este era el almacén de mantenimiento. - dijo Ranchi al levantar varios baldes apilados entre sí. Había una escalera de caracol metálica, olvidada en una esquina. <<Sube>> Sus pasos retumban en ecos mientras asciende. Abre la siguiente puerta y entra a los restos de una cafetería, atravesándola rápidamente. Pero entre la cafetería y la siguiente área del museo el piso esta derrumbado, por lo menos, unos quince metros. - Así que este era el gran agujero en el techo… Ranchi no puede saltar esa distancia, y justo cuando sus quejas sobre el mal diseño y pésima construcción de viejo museo están por acabar, las voces le susurran: <<Fácil>> -¿Fácil? – responde - ¡Fácil! Solo si pudiera…oh… ya veo. La primera vez que lo hizo sencillamente se dejó caer. Pero ahora se trataba de avanzar. <<Solo un paso>>


<<Hazlo. Abre tu mente>> Fue envuelta por un torbellino de voces, relajando sus músculos, desapareciendo la tensión. Podía sentí las vibraciones del viento, cada una de ella golpeando suavemente la piel bajo sus manos, como si el aire se condensare y volviese un espacio palpable. Percibió su cuerpo tan ligero, sumamente ligero, capaz de elevarse con solo retener el aliento usando el aire atrapado en sus pulmones. Así, inspiró lento y profundo, proyectando su pie derecho un poco más allá. No tocaba más el suelo. Luego, el otro pie. Y ya estaba flotando. <<Calma. Uno no camina aquí, es mas como… nadar>> Ranchi no sabía si lo que oía en su cabeza eran ideas propias o dichos de los espíritus. Aparecían palabras con o sin sentido, impersonales, adaptado o no a las circunstancias. <<Permítele a tu deseo impulsarte. Déjalo llevarte a donde tu razón lo impide.>> - Es desear… Una tenue luz brilla en sus ojos, su cabello se agita en espirales alrededor de su torso, y Ranchi se alza levemente en medio del ambiente rancio del olvidado museo. Abandona el temor y la incredulidad, ella es extraña y sobrenatural, ha llegado el tiempo de aceptarlo, aceptarse a sí misma. Se ve desplazarse sobre el vacío hasta descender suavemente en el otro extremo de la sala, en una parte una entera del segundo piso. Sus pies tocan la firmeza del concreto, y la luz abandona sus ojos. -¿Dónde estaré ahora? Si esas eran las salas de exhibición, no lo parecen. La segunda planta está en peores condiciones que la primera. Hay paredes derrumbadas, puertas caídas y una monstruosa montaña de cajas de cartón ocupando todos los espacios vacíos. El único lugar medianamente entero es una maltrecha habitación, especie de oficina y archivero. Ranchi se abre paso entre las cajas roídas por cucarachas, tratando de ignorar la gruesa capa de polvo formadora de costras grises en los anaqueles y la pequeña ventana al exterior; en especial ese característico aroma a encerrado y desecho de roedores. << En el escritorio. Cajón izquierdo, inferior tómalo. >> Lentamente, como el anuncio de una gran marea, fue apareciendo una ensordecedora cacofonía de sonidos, revolviéndole la cabeza. Todos decían cosas semejantes, señalando el escritorio y el cajón. Estaban aturdiéndola, por si fuera poco su fuerza se salía de control, y


lo que debía ser un ligero empujón a un sillón de piel estorboso y oxidado, acabó en un hoyo nuevo en la pared. - Concéntrate, vamos, enfócate a lo que haces… Parecía que el escritorio estaba hecho de papel, pues se deformaba allí donde Ranchi ponía sus dedos. Arrancó el cajón de golpe, con un simple movimiento. Las voces eran gritos desgarradores, perforando sus pensamientos, vociferando frases idénticas, una y otra y otra vez. <<¡HAZLO! ¡TERMINA CON LO QUE EMPECÉ!>> << Entrégalo, úsalo>> << La verdad debe salir a la luz>> Ranchi ha sacado una bolsa de plástico. En el interior, hay un guante de tela, de caballero, con manchas de sangre. A un lado, un cuchillo, también ensangrentado. Una nota aún es legible: “Esta prueba vale diez millones de euros planetarios. Deposite el dinero a la cuenta que ya le indicamos, o el planeta entero sabrá que el futuro Primer Ministro colecciona mujeres muertas” -

¡NO! ¡DIOS! ¡NO!

<< Asesino. Un maldito asesino>> << Ahí está la prueba, tienes que matarlo>> << La policía no servirá de nada ahora. ¿Tienes idea de cuantas…?>> -

¡NO! ¡Malditos, malditos sean! ¡Me han traído aquí para esto! ¡Yo no quería saber! ¡Yo no quería saber!

Los sentimientos de la chica y el dolor de la vergüenza azotan su frágil mente. Cae de rodillas, cierra los ojos, y el mundo alrededor suyo se arma y destruye en infinitos espejismos. Un vértigo monstruoso que consumía su realidad. -

¿Por qué…?

<< La verdad te hace libre>> << La verdad es asquerosa. >> << Dimos, ¿eras más feliz antes, ignorante y ciega?>> << Debes vengarnos. Debes vengar a esas mujeres muertas >> << Sabes que lo que él es. >>


<< Lo sabes >> -

Es mi padre….

Trata de levantarse y caminar. Una sinfonía espeluznante nublaba los sentidos de Ranchi, haciéndola incapaz de oír otra cosa que las voces incontrolables, o los sonidos tétricos de renovadas visiones. Sus ojos tenían imágenes existentes solo en su delirio, transportándola de la oficina derruida, a un anfiteatro, una sala de disecciones, o una azotea oscura, y a otros lugares dignos de pesadilla. - ¡Basta! ¡Deténganse! ¡Por favor! ¡BASTA! << No se detendrá >> << No de detendrá jamás >> << Hasta que tu lo pares >> << Hasta que lo hagas con tus propias manos >> Ella cae. El entorno se esfuma. No hay más allá que las voces en su mente. Busca en el fondo de su corazón alguna razón para no hacer caso a esas palabras, una razón para callarlas y contradecirlas. Debe existir un motivo importante para que ella no mate a su propio padre. Alguna pizca de amor, un detalle de cariño. Quizás comprensión alguna vez, un toque de dulzura o apoyo. Pero por más que piensa, por más que examina sus recuerdos, no encuentra ninguna. Ranchi carece de razones para no matar a su padre. << Aún no. Aún no puedo >> Su propia voz en débil, comparada con las voces de los muertos. << No te preocupes, pequeña, lo harás cuando estés lista>> <<Porque nosotros te hicimos>> << Y a nosotros nos perteneces >> En su mano derecha, una nube de vapores celestes cada vez más brillantes, se enrolla entre sus dedos, dispersándose rápidamente en el aire, abandonando así un gran zafiro de bordes ovalados en el dorso de su mano, engarzado en un guantelete de piel negra. La gema liberaba listones de luz azul que buscaban a Ranchi y la abrazaban, estrechándose unas y dispersándose otras. Magia desconocida liberándose por fin. << ¿Qué es esto? ¿De dónde ha salido?>> << Un regalo.>> << Un recordatorio de lo que eres>>


<< La venganza de los muertos>> Su alma desbordó por la boca. El grito liberado hace vibrar el edificio entero. Confundida, trató de escapar. Sin embargo, olvidó donde estaba y el cómo había llegado hasta allí, así que corrió a ciegas y cayó por el agujero del suelo hasta golpear la planta baja, haciendo un ruido seco. La mente y el cuerpo, por fin se separan. << ¿Dónde estoy? >> << Abre los ojos >> Una mar negro se extendió bajo sus pies, atravesando el horizonte. Ranchi estaba flotando sobre esa pacífica inmensidad, tomando un poco de su calma. Pero no es agua estática lo que está allí abajo. Era un líquido negro, oleoso y denso. Lo tocó en su zapato << Parece petróleo. >> <<Son recuerdos. Almacenados aquí para no disolverse jamás. >> Inclinó ligeramente su cabeza, inspeccionando la superficie. Parecía tener un oleaje muy lento, pues su reflejo casi no se mueve. Bajo una mirada más cuidadosa, descubrió otras imágenes más que la suya propia. Sucesos pasados, personas hablando, desconocidos en varios tipos de acciones, algunas en movimiento, como trozos de películas al azar. Una cantidad infinita de impresiones fugaces de vidas sucedidas. Ranchi no dejó de observar. << Recuerdos >> De pronto, el sol emerge en la lejanía, con una luz rojiza llena de violencia. El calor del amanecer aumenta demasiado rápido. Ranchi descubre que no es la luz del día lo que avanza hacia ella, pues en el punto donde la oscuridad del mar recibió al sol, un fuego nace sin frenos, corriendo hacia a ella, alimentándose de la negritud líquida. Oleadas de llamas voraces se dirigen hacia Ranchi, quien solo cubre su rostro con los brazos. Todo está rebosante de fuego, no hay alguna escapatoria. << Este es el origen de tu poder. Ira contenida en los recuerdos, ardiendo fuera de control. Deseos de venganza aún sin cumplir. >> El fuego la bañaba, y no tardaría en consumirla hasta los huesos. El mar tranquilo que Ranchi vio al principio, era ya una tormenta despiadada de llamas y furia. Y eso fue lo último que vio. << Levántate. Hora de irnos. >> << Este no es lugar para ti. >>


Con un dolor insoportable en cada centímetro de su cuerpo, especialmente la cabeza, Ranchi deja el suelo. En esta ocasión no se encuentra con el fuego abrasador devorándola, o las sábanas desarregladas de su cama o incluso en el pupitre del colegio. Despierta justamente en el último lugar donde se quedó: el desvencijado interior del Museo Harrington - Curioso. Era muy parecido al petróleo. Se veía y olía igual, además de incendiarse de la misma manera, como si hubiese estado metida en las entradas de Nueva Standford comentó para si, sacudiéndose el polvo. – Demonios… no se su podré caminar… Revisó su reloj de pulsera, increíblemente intacto, y con asombro se percató que solo pasaron cuarenta y cinco minutos desde haber bajado del taxi a las afueras de Rigley´s. Al parecer, no paso mucho tiempo inconsciente. - Si me apresuro, podré llamar al chofer justo a la hora de la salida del colegio -No será difícilmente inventarle algún pretexto. Avanzó hacia la calle principal, al principio con lentitud. El dolor se dispersaba con facilidad, y pronto tuvo otras cosas en qué preocuparse. Tan enfrascada estaba en sus planes que no se dio cuenta de tres hombres observándola a una cuadra de distancia, siguiéndola en cuanto ella comenzó a moverse. Por mala suerte Ranchi tenía que atravesar un callejón apartado como atajo en su ruta, momento justo en que los hombres se le fueron encima. Uno le sujetó del cuello, torciéndole el brazo, y los otros dos revisaban su mochila. - ¡Vamos niña estúpida! ¿Dónde traes dinero? - ¡Maldita sea! – Dijo uno al ver solo sus libros - ¡Algo que valga la pena! - Yo no… - tartamudeo Ranchi - no traigo mucho efectivo. - Eso lo dirán tus bolsillos. ¡Vacíenlos! Solo salió de ellos su celular, un par de billetes de poco valor, y su cartera con identificaciones, lo cual enfureció a los tipos. -¡Miren esto! – dijo uno de ellos al ver su credencial de estudiante -¡Tenemos a nada más ni nada menos que la hija del… La bala entró en el ojo izquierdo aun antes de que acabara de oírse el disparo con silenciador. Sus compañeros asustados miran para todos lados desenfundando navajas. -¿Quién carajos esta allí? ¡Muéstrate! Ranchi sonríe. El susto valió la pena.


<< ¡Es él! ¡Las voces tenían razón! >> De una sombra apartada sobresale un hombre alto, completamente vestido de negro, cubierto hasta por encima de la nariz con una máscara, negra también. Uno de los ladrones se lanza intempestivamente a atacarlo con la navaja por delante, pero el caballero de Ranchi se aparta lo suficiente para cogerlo en movimiento, sujetarle la cabeza, y quebrarle el cuello. El último en pie está congelado de miedo. Balbucea torpemente, mientras su puño armado baila por doquier. -¿Quién eres? ¿Qué pasa contigo? Lo que siguió fue demasiado rápido. Impulsado por el pavor, el ladrón trató de atacar al desconocido, quien sin ningún tipo de esfuerzo sujetó su antebrazo, jalándolo hacía si, enterrando el cañón de su pistola entra las costillas del adversario. - Asaltando niñas. Escoria. Un disparo más y el peligro para Ranchi hacia concluido. Ella estaba radiante de emoción, al contrario de él, quien se notaba serio y distante. Al despojarse de su máscara y guardar el arma, hizo el primer comentario. - Creí que eras inteligente. Escaparte de tu escuela a lugares así, en tiempos como éstos, indica unas ganas locas de suicidarte. Ranchi tratando de no tartamudear, responde con una pregunta. - ¿Cómo te llamas? El hombre sonríe secamente, pareciendo más una mueca que una expresión genuina. - No importa - y agrega haciendo de menos la duda de Ranchi- ¿Dónde te encontrarás con tu chofer? - ¿De qué forma averiguaste eso? - responde sorprendida. - Tampoco importa- dijo él, hiriente como el filo de un cuchillo- Debemos irnos de aquí lo más rápido posible. La tomó del brazo con rudeza y la llevó casi a rastras en dirección a la avenida principal. - ¿Cuál es la prisa? - dijo Ranchi al percibir la mano fuerte de su caballero apretando sus huesos - Aún no te he dicho donde encontraré al chofer. -Déjame adivinar. La parada de autobuses a seis bloques de aquí, en la Avenida Tercera. -¿Estabas espiándome?- preguntó ella simulando estar ofendida, pues en realidad le encantaba la idea que su enigmático protector la observase de cerca.


- Es demasiado peligroso que andes sola por ahí - contestó él. - ¿Eso importa? Parecía que el caballero negro de Ranchi estaba pensando su respuesta. Después de un par de minutos, dijo al fin: -Podría decirse que sí Al principio de la caminata era él quien la estaba jalando con sus grandes y firmes pasos. Gradualmente, sin un cambio perceptible, Ranchi aumentó su velocidad y la amplitud de sus zancadas, para ir ahora con él, a su lado, como si los dos hubiesen acordado moverse juntos, avanzando al unísono. El silencioso hombre de negro se extrañó de esa actitud, al verla como se esforzaba para caminar al paso suyo, sin hacer mas preguntas, concentrada en el simple hecho de acompañarlo. Al tener cerca el punto acordado, es decir, la parada de autobús, la soltó. - Espera aquí y mantente quieta. Estarás segura. Era el momento de la despedida, y Ranchi se sonrojó, al bajar apenada la mirada. - Gracias por ayudarme allá y… me gustaría saber, claro, si es posible que yo lo sepa, ya que no quieres darme tu nombre… no se porque… si algún día - entre más hablaba, se tornaba más roja e inquieta -si algún día, podré volver a verte. Volver a… El recurrió nuevamente a su mueca imitadora de sonrisa - Si todo sale bien, nunca volverás a saber de mí. Era una calle transitada, y justo en ese momento, el autobús histórico llegó a la parada y una multitud bajó de él, mezclándose con otra pequeña multitud que se abalanzó para subir, haciendo que el hombre de negro se perdiese con facilidad. Ranchi vuelve a quedar sola con sus voces. - Entonces, te llamaré Caballero Negro El sonido de un claxon conocido la saca de sus pensamientos. Durante todo el trayecto a la Mansión permanece callada, apática y ausente. Al desvestirse del uniforme del colegio en su cuarto, repara que su mano derecha pesa más de lo usual. Cuando la alza a la vista, la golpean los recuerdos del museo. Aún tiene la joya alojada en el guantelete que lleva puesto. La gema está en su mano y no puede quitársela. Tarde.


El triste crepúsculo entraba por los hermosos ventanales de la Mansión Bates, tratando de combatir el frío mármol con la tibieza de su luz roja y moribunda. Pero la Mansión Bates siempre salía victoriosa, consiguiendo mantener a toda costa su gélida perfección. Desde el punto de vista estético, era una obra maestra, un elogio de artes. Poseía una arquitectura espléndida, colmada de esculturas, pinturas, fuentes, arcos, vitrales, tapices, buen gusto derrochándose hasta en los cubiertos del magnífico comedor. Cada habitación emanaba, estilo, opulencia. Fue pensada y construida para ser hermosa, más no para que las personas vivieran ahí. Al adentrarse en la Mansión, los individuos se transforman en cuadros, bustos, una pieza más de mobiliario, cuyo único fin es realzar la belleza de la misma. Siempre imperaba el silencio, haciendo que los ecos distantes de los pasos se clavasen más fuertes en nuestras impresiones. Un vacío deseoso de vida, que devoraba almas, voluntades, y no dejaba nada a cambio. Los Bates siempre han poseído a la Mansión, desde su llegada a la Colonia. Los orígenes de Nueva Standford fueron escritos por las pugnas entre dos clases sociales perfectamente diferenciadas: la gente común, “los colonos”, o, como diría alguien sin tacto y exagerada sorna, “los trabajadores de fuerza”, y el otro, los aristócratas, ricos y poderosos, integrantes del Gobierno, y principales defensores de los principios terráqueos. Pertenecientes sin duda a los altos nombres de la aristocracia, los Bates eran los principales dueños de las procesadoras petroleras, abundantes en el planeta. Y a pesar de todo sentido común, continuaban extrayéndolo, refinándolo y utilizándolo. Inclusive lo enviaban a la Tierra, mediante cargueros intersistemas piloteados por computadora, pues nadie de la gente común podía dejar el planeta ni costearse voluntariamente un viaje a la Tierra. Eso estaba reservado a los aristócratas, y, en esos días, muy pocos iban ya. La Madre Tierra se estaba convirtiendo en el vulgo una leyenda, un cuento de hadas, eran tres generaciones pasadas en las que nadie había ido o regresado de ella. Ranchi estaba acostada boca arriba, en su cama. Solo ella tenía un universo de sonidos golpeando sus oídos, mientras el resto de la Mansión disfrutaba la paz del atardecer. Acaricia la gema al observarla. Las voces se intensifican y se hacen más cristalinas, al hacer contacto sus dedos con esa piedra mágica.


<< Solo tienes que oírlos para conocer su verdad. Escuchar y escuchar. >> << ¡Detenlo! ¿Cuántos más tenemos que morir? ¡Puedo verlo cerca de ti! >> << La amaba, y me traicionó. Quiero que le digas cuanto la sigo amando, antes de que la mates como la perra que es. Es lo único. >> <<Te lo suplico… por favor… >> Al ser interrumpida en su soledad por el mayordomo Richard llamándola a cenar, el espejo intenta platicar de nuevo. << ¡Detesto a ese estirado! El planeta podría acabar de irse al carajo y el permanecería quieto como una tumba si mi madre no le dice que se mueva. Tiene el cerebro de una piedra y la imaginación de un ladrillo. Por eso encanta a nuestros padres. Es capaz de encubrir nuestras muertes solo para permanecer en su puesto. >> Desgraciadamente ella no tenía el talante para platicar con su subconsciente - Cállate, tú siempre tienes algo que decir.- y cerró la puerta tras de sí. Solamente cenarían Ranchi y Derek ese día. Los señores Bates, como de costumbre, tenían compromisos. Utilizaban el comedor principal, con toda su pompa y circunstancia, acompañados a sus espaldas por el carcelero Richard. Tanta elegancia quitaba a ellos el apetito, y a Ranchi dio por juguetear un poco con la sopa. - Srita. Bates, esa no es una actitud propia de una joven con su edad y posición - reprendió Richard - Si no desea comer eso, haré que retiren el plato. Y después de un chasquido de dedos, un mesero le quitó su entretenimiento momentáneo. Entonces alzó la mirada de la mesa y Ranchi se percató de que Derek tampoco comía. En honor a la verdad, lucía peor que ella. Se le veía cansado, ojeroso, nervioso, con los ojos enrojecidos. Aprovechando una distracción del mayordomo, le preguntó: - ¿Sucede algo? - Pues…- fue lo que alcanzó a contestar, antes de la interrupción de su vigilante. -Hora del segundo plato Ante ellos se hallaba un platillo muy pretensioso y nada paladeable, semejante a berenjenas rellenas de requesón y crema ácida, mas otro ingrediente misterioso, otorgándole un color rosado. Los hermanos ocultaron una simultánea mueca de asco. Derek tuvo una idea para conseguir un rato a solas con su hermana, originada en esa grotesca comida. - Esta crudo


El mayordomo no esperaba una respuesta parecida. -¿Perdone? - Digo que esto -y Derek enterró su tenedor como astabandera en medio del plato - esta crudo ¿Han cambiado al chef? - No, señor. - Averigua entonces el motivo de habérnoslos servido así. No debe tener este tipo de olor a hierbas silvestres, te lo puedo asegurar porque lo he comido antes. - Disculpe, señor, pero puedo decirle… - A mi madre le desagradaría saber – continuo Derek sin tregua - el hecho de que usted ya no nos atienda como es debido. Quizás ella considere sustituirlo, o removerlo de nuestro servicio. Richard frunció el ceño, y de mala gana, se llevo los platos a la cocina. Justo al dejar el comedor, Derek y Ranchi se acercaron presurosos a hablar entre sí con la voz más baja posible. -¡Estoy en serios problemas, hermanita! ¡Muy serios! -Antes que nada, relájate. Debes contarme todo. -Si papá se entera, me mata. No he podido dormir de la preocupación, el no debe enterarse porque si lo hace… Ahora si Ranchi estaba asustada. No ha habido travesura de Derek capaz de no permitirle dormir. - ¿Qué paso? ¿Qué hiciste? - Promete que no te vas a enojar. - Prometido. - Promete que no le vas a decir a papá. - Prometido también, pero para que te saque de ésta, debes… - ¡Papá me va a matar! - ¡Derek! - De acuerdo, resulta ser…- unos pasos se acercaban rápidamente - Diablos, es Richard. Mañana, a las cinco en la biblioteca. Hora de la tarea, así que nadie nos molestará. - ¿Y tus tutores? - Veré como me deshago de ellos. ¡Tienes que ayudarme!


Se sentaron en sus lugares en el momento preciso de la entrada del mayordomo con un carrito y dos filetes al limón. Trae una cara avinagrada y los sirve sin decir una sola palabra, sin embargo, no intenta disimular en nada su enojo. Mientras comen, los hermanos sonríen. Al menos la estrategia de Derek valió la pena. Noche. Una tormenta eléctrica brilla en los cielos, azotando con pesadas gotas de agua la ventana de Ranchi, quien intentaba dormir, mas sin embargo, los relámpagos atraían demasiado su atención. Deberían ser ya más de la once de la noche, habían apagado las luces de la Mansión y ningún sonido interrumpía el fragor de los truenos, haciéndolos oírse más fuertes y terriblemente cercanos. Abandonando la idea de permanecer acostada, Ranchi se sienta en la cama. - Recuerdo que tuve un sueño - dice refiriéndose al espejo, sin mirarlo- de una chica bailando con los rayos. Caían en sus pies y manos, jugando con ella. Por fin busca a su reflejo, pero este no se encuentra, solo la imagen de su cama vacía. -¿A dónde habrá ido? Un relámpago estalla justo detrás de la mansión, en un viejo olmo de los jardines. Ranchi saltó y corrió a su ventana. -¡Llegué tarde a verlo! ¡Maldición! Me gustaría que cayera otro exactamente ahí, solo para observarlo. Sería divertido. Un grave retumbo inesperado cimbró los muros del edificio, acompañando al gigantesco relámpago golpeando de nuevo ese árbol, justo en el mismo punto. Increíble. -¡Por todos los cielos! No puede ser. La tormenta continuaba furiosa, sin embargo, la guerra de truenos se detuvo. La mente de Ranchi trabajaba. << ¿Por qué no? Podría ser, con todo lo ocurrido… solo hay una forma de saberlo. >> -Uno más. En el mismo lugar.


Una portentosa saeta golpeó y carbonizo el tronco, siguiendo las órdenes de Ranchi. Para cualquiera, el hecho de ver a tres rayos caer en idéntica posición sería maravilloso, pero ante los ojos de la chica aún no era suficiente. -En el árbol de la izquierda. Otro. El asombroso milagro volvía a repetirse, convenciéndola de que cuantiosos gigowatts obedecían los caprichos de su voluntad. Ella olvidaba la cautela y la cordura, y dio rienda suelta a su recién descubierta habilidad destructiva. -en el pino más alto. Dos. Varios habitantes de la Mansión, asustados ya por lo bizarro de la tormenta, dejaron sus habitaciones para ser testigos de cómo dos relámpagos destrozados un tronco bajo la salvaje lluvia, mientras el terror subía por su sangre ante tal inquietante fenómeno lejos de su entendimiento. Pero nadie tuvo la ocurrencia de hacer lo que Ranchi hacía, correr descalza en pijama por los oscuros pasillos en dirección a la azotea, detenida en seco por una idea repentina. << ¡Estúpida! ¡Puedo teletransportarme directamente a la tercera planta! He estado ahí, lo recuerdo bien, es cosa de concentrarme. >> Sin tardanza alguna, el portal apareció ante ella, quien entró enseguida en el. La terraza y su cielo libre la esperaban en el paso siguiente. << Escaleras inútiles. Puedo volar. >> Sus ideas liberaron a su cuerpo del suelo, dejando bajo sus pies la terraza y flotando sobre la lluvia y el viento helado, alcanzando así el techo del tejado. Ranchi no poseía el total control de sí, se trataba más de los espíritus utilizándola como canal, despertando a la Doncella de la Venganza. Un frenesí sobre natural embriagaba su cabeza. Comenzó a irradiar luz celeste por los ojos, y un vapor espeso rodeaba sus manos y sus pies, luchando contra el aullido del viento tratando de destrozar su delicado cuerpo, que se mantenía firme a su precaria posición. -¡A mí! El huracán de alaridos y gritos la inundaba de rabia ajena. Un sinfín de voces, mensajes, súplicas sin respuesta. << ¡Grítalo! Reclama tu puesto>> << Tú eres nuestra. >>


La gema se enciende con fuego celeste. Los rayos se han condensado en sus palmas, creando un orbe de poder místico. Ranchi siente la electricidad arrastrarse por sus nervios, deslizarse por cada una de sus fibras musculares, abordando en su cerebro y friéndolo despiadadamente. Los fantasmas asaltan su boca y desgarran su garganta. Con una voz ajena a la suya, con una energía que no le pertenecía, estremeció a la tormenta, aguardando sin miedo los relámpagos azules descendiendo del negro cielo directamente a sus manos abiertas - ¡YO SOY LA DONCELLA DE VENGANZA! Un relámpago zafiro casi divino, monstruoso e iracundo, rompe la tempestad moribunda por su centro al abandonar las estrellas y desciende velozmente por el éter, hasta golpear con toda su fuerza la frente de Ranchi, quien ni siquiera alcanza a gritar. Su frágil organismo se desvanece, sumergido violentamente en una negritud informe, al extraviarse su mente en las profundidades de la inconsciencia. El último recuerdo del evento es el poder eléctrico anidando dentro de ella. -

Yo soy la Doncella…

Unas dos o tres horas antes e amanecer Ranchi despierta en su cama por estar titiritando fuertemente. -¡Cielos! ¿Por que tendré tanto…? ¡Dios, estoy empapada! Su azabache y largo cabello estaba mojado hasta la raíz, al igual que su ropa, sábanas y buena parte del colchón. Temblando de frío apartó sus ropas chorreantes mientras buscaba algo seco en el ropero. El reflejo en el espejo bostezó perezosamente al observarla con curiosidad. - ¿Dónde te metiste?- le preguntó Ranchi al ponerse un camisón limpio sobre su desnudez. << Por ahí. ¿A ti que te paso?>> respondió la Ranchi del espejo, restregándose los ojos << ¿Por qué me despertaste? Estaba soñando con el caballero negro.>> Al ponerse unas calcetas secas, le dio por comentar en voz alta. - ¿Qué me pasó? No tengo la menor idea, creí que tu lo sabrías << ¿Yo? Yo estaba dormida >> -

Por cierto, la chica del sueño que te conté la otra ocasión era yo. Siempre fui yo. Aunque sucede algo curioso.


<< ¿Qué cosa? >> Agregó el reflejo por pura cortesía, porque ya se estaba metiendo de nuevo a la cama cuando Ranchi continuaba sentada meditando. - No recuerdo si estaba bailando. Cuarto día. “Jueves 21 de noviembre, año 226 después del Éxodo y Colonización”” Querido diario: Hay ocasiones en las que verme al espejo origina en mí una oleada de pavor. Hay otras en las que empiezo a carcajearme fuera de control en el silencio. Situaciones en las cuales lloraba hasta quebrarme la cabeza, ahora me parecen patéticas y ridículas. Van a morir, lo he visto, todos van a morir.” Mañana. El cuerpo delgado de Ranchi continúa la rutina diaria, es decir, dejar la cama, ir al baño, vestirse, mientras su mente viaja por distantes mundos, regresando al suyo justo en el momento de escuchar el noticiero. Dos palabras atraen su curiosidad, haciéndola acercarse al radio aún con el cepillo dental rebosante de espuma atrapado en su boca. << ¿Tratado Tallgeese? >> “… es una situación insostenible. Es el momento de firmar el Tratado Tallgeese. Pretender que somos la única colonia terrestre en esta galaxia es absurdo. Han llegado los tiempos de aceptar que hay vida afuera de nuestro planeta, vida inteligente y desarrollada, con clara disposición además, de cooperación y respeto. Por otra parte, si persistimos en nuestra obsoleta actitud, seremos blanco atractivo de todos los criminales intersistemas que busquen planetas aislados con el único propósito de evadir la justicia de la Confederación Maximiliam Timlar, terrorista de vocación y criminal por afición, es solo el más conocido de cientos de delincuentes que cada semana encuentran formas de llegar a nuestro mundo por medio de naves espaciales ilegales. De continuar con nuestra ceguera y egoísmo, no tardaremos en convertirnos en el sistema Therios y Nueva Standford Beta en el terriblemente famoso Planeta Sin…”


La comentarista interrumpe. - Esto es un fragmento del polémico discurso del Viceministro Robinson ante el parlamento, dado ayer por la tarde, mientras se intentaba llegar a un acuerdo sobre ciertos ajustes a la legislación penal con respecto a los contactos extra terráqueos. El discurso fue interrumpido abruptamente por órdenes del Ministro Bates, quien tomo el sitio del orador y respondió severamente: “El Gobierno Global de Nueva Standford, nunca, por ningún motivo firmará el Tratado Tallgeese. Este aumento en los índices de criminalidad y terroristas es una treta de la Confederación de Sistemas para atraernos a sus redes, con una falsa ilusión de protección. Mientras la Confederación persista con sus maniobras intimidatorias, el sistema de Nueva Standford se mantendrá más alejado de influencias externas a la Madre Tierra…” - Así concluyó - continúo la comentarista - una acalorada sesión de debates en la Cámara Alta, mientras que las muestras de repudio a las ideas del Viceministro Robinson no se hicieron esperar. Pasando a otras noticias, la Dirección Planetaria de Justicia dictaminó…” Ranchi tenía aún el sabor del desayuno cuando subió a la limosina con Derek. Ambos se hallaban absortos a sus ideas propias, hasta que sus miradas se encontraron por casualidad. Un apagado gesto fue su saludo. - Hoy, a las cinco, en la biblioteca - dijo Derek suavemente. - Hoy, a las cinco, en la biblioteca - repitió Ranchi. Tomaron sus manos. Fuera cual fuera el problema de Derek, no importaría, pues era una oportunidad única para estar juntos. En la hora del almuerzo, Ranchi comía su emparedado en la cafetería concurrida. Lo bueno de estar siempre sola es que puedes escuchar sin interrupciones las conversaciones de los demás, por tal motivo estaba completamente al tanto de lo dicho por Shermie y Jenny, las dos estudiantes a su espalda con la plática más interesante de todo el comedor. - … espantoso, terrible, aun no puedo creerlo, ¿Qué clase de monstruos…? ¡Lo encubrieron todo! ¡Ni una palabra en la televisión! Dios… - Cuéntame más, Shermie… no entiendo cómo es que tu hermano… - ¡Despierta! - contestó bravamente la chica, mientras la voz se le quebraba - El derrumbe del túnel de salida a Knockville no fue un accidente, fue una obra de Emancipación, esos


enfermos explotaron decenas de bombas, en la hora pico del tráfico, colapsando los tres pisos de la autopista. - Pero en las noticias… - Sí, yo también sé lo que dijeron: “un accidente…” Pero estaba… yo estaba hablando con mi hermano por celular y… lo último que le oí… las bombas… el vio estallar las bombas… El llanto le impidió continuar. Ranchi dejó la mesa y fue a tirar su basura a un cesto cerca de la puerta, aprovechando el lugar para descubrir de qué hablaban tan excitadamente un grupo de muchachos. - … lo de Knockville es poco comparado con Nueva Osborn. - ¿Del otro lado del planeta? - Una cuadra comercial, en la ciudad más grande del distrito. Repleta de gente. Desapareció hasta las raíces. Varios murmullos de asombro. - Creo que la mencionaron en las noticias de anoche ¿Cierto? - Sospechan de bombas nucleares. Están investigando. - Estará difícil que atrapen a Timar. Está más loco que una cabra, eso lo hace resbaladizo, yo digo… Las conversaciones son interrumpidas por un aviso urgente en los altavoces. Solicitan a los alumnos quedarse donde están y la completa cooperación a una inspección policía emergente. Nadie esperaba eso, principalmente porque la gran mayoría de integrantes de Emancipación salían de las universidades. A pesar de las dudas y cuestionamientos por parte de los académicos, los policías armados entraron al plantel, ocupando hasta los rincones más apartados. Podría oírse flotar por los pasillos la discusión abierta ante el profesor O´Connors y el jefe de policía Sanderson, moviéndose ambos rápidamente entre la muchedumbre nerviosa. - ¡Esto es ridículo! -resoplaba el profesor al tratar de seguirle el paso al fornido teniente ¡Solo son muchachos! ¡Perderá su tiempo, aquí no hay ninguno de esos maniacos descarriados! Busque en la Magna Universidad de Nueva Standford, está infestada de ellos. Dos policías llevan sujetos firmemente a tres alumnos de último grado. Los jóvenes se ven asustados, pero uno de ellos esta aterrorizado y no es capaz de levantar la vista de sus zapatos ante la presencia del director, ruborizado, perlado de sudor y mas tembloroso que


sus compañeros. El teniente Sanderson examina las pruebas encontradas en sus bolsillos y mochilas: varios discos sin rótulo, propaganda escrita de Emancipación, planos de la escuela, y, ante la incredulidad del profesor, armas de fuego y cartuchos. - ¿Qué es lo…? - exclamaba escandalizado el profesor O´Connors; no tardo en reconocer a su propio hijo, el más nervioso de los tres - ¿Bryan? ¿Tú…? El jefe de policía está complacido y orgulloso como un pavo real, e interviene en la conversación sin pizca de tacto. - Teníamos el informe de un posible atentado en este colegio. Aparentemente estos muchachos tomarían la escuela antes del arribo de Max Timlar y un grupo mayor de terroristas, pertenecientes a Emancipación. Por fortuna, logramos detenerlos justo a tiempo. - ¿Es cierto eso? - el profesor O´Connors se encontraba en shock, era incapaz de creer que su propio vástago tuviese algo que ver con rebeldía - ¿Hijo? Los policías comienzan a movilizarse bruscamente con los jóvenes sospechosos. El teniente satisfecho con su cacería, agregó. - Serán interrogados y posteriormente sometidos a juicio por alta traición. Gracias a su edad, quizás eviten la pena de muerte. Lo mantendremos informado. - ¿Bryan? ¿Mi Bryan? Dime… lo que sea… El profesor buscaba ansiosamente los ojos del muchacho, caminando a un lado suyo, jaloneándolo del brazo para hacerlo reaccionar. Bryan temblaba un poco menos, y dirigió una última señal a sus compañeros antes de quemar las velas y tirarse por la borda. - Vivimos en una celda, nuestros espíritus, nuestras mentes. Hay que liberarlos. Hay que salir de aquí. Consiguieron zafarse de sus guardias, y mientras uno los golpeaba frenéticamente, los dos restantes sustraían .sus pistolas. Inútil fue la advertencia del padre y el grito de “¡Alto!” del teniente. Reeducados por Timlar, sabían escapar, luchar y matar. Elegirían el suicidio antes de traicionar a la causa. No era la primera vez que abrían fuego contra policías armados, pero si la primera en fallar. Dejaron de ser muchachos inocentes mucho tiempo atrás. Ranchi escuchó en su salón los disparos ocurridos en el piso superior. Estaba apoyada de espaldas a la pared, ocupada con sus voces. << Venían por ti. >> << Ellos te quieren ¿Por qué razón crees que el caballero negro te sigue? >>


<< La hija del primer Ministro del Gobierno Global. >> << Morirán. >> << El mundo completo arderá. >> Proveniente de la gema, nace una llamarada azul, una flama que crece y se expande a través de su ropa, de su cuerpo, por sus manos, los pisos, muros, techos, avanzando rápidamente, carcomiendo las superficies, las personas. El ambiente se torna lúgubre, nocturno y el fuego se magnifica hasta que todo está ardiendo, transformándose en cenizas y polvo. Sin embargo, nadie grita. << Otra ilusión. >> Un serio policía se acerco a ella. - ¿Señorita Bates? ¿Podría…? El agente de la ley interrumpe su oración al notar la extraña expresión que poseía. Una mezcla de mirada amenazante, pero distante, con el rostro inclinado hacia la izquierda, los labios ligeramente entreabiertos, y los ojos más fríos que hubiese visto atravesando como si no existiera. En verdad, para Ranchi, no existía, era solo un esqueleto carbonizado andante en la mitad de una tormenta de fuego celeste consumiendo la tierra y las cosas sobre ella. - ¿Señorita Bates? Los ojos giran independientes a la cara y se posan en él. - Tercera fila, segunda banca contando desde el escritorio. Negra con cierres metálicos. Buen provecho – acercándose, alza los brazos permaneciendo con idéntica extravagante actitud - ¿Va a registrarme? El policía da un paso atrás, asustado. -No, no es necesario. Ranchi camina dentro de su fuego, sin prestarles atención a las miradas incrédulas. -Chico listo. Pero igual morirás. Todos van a morir. Poco a poco recupera su tímida normalidad, y para cuando su auto regresa a la Mansión, es la misma chica asustadiza de siempre y el recuerdo de la inspección finalmente la hace temblar. Tarde.


Inquieta por las insistentes y en aumento, insinuaciones de su chofer, Ranchi se excusa de la servidumbre y Richard, para encerrarse en la biblioteca, con una hora de adelanto a la cita con Derek. Con el fin de tranquilizarse, conversa con el espejo de cuerpo entero colocado cerca de la entrada. - Me parece detestable. ¿Te percataste como nos miraba? << Malnacido. Incluso se relamió los labios. >> - Podríamos decirle a Richard. ¡A quien sea! << No nos creerían. Se ha metido en la bolsa a todos en la Mansión incluyendo a nuestros padres. Estúpido gato zalamero. >> - Como sea, no podemos dejarlo así. Tratará de tocarnos… << ¡Tocarnos! ¡Violarnos! ¡Es obvio! ¡Lo ha hecho antes y hay que detenerlo! >> - ¿Cómo? << Partiéndole la maldita cabeza. Estrangularlo hasta reventarle el cuello. >> - Soy incapaz de hacer cosas así. <<Oh, si lo crees. En realidad, aun no te has dado cuenta>> - No sabes los que dices- respondió groseramente al darse la media vuelta, sin embargo, su reflejo aun le respondió: << ¿Lo crees? ¿No será al revés? >> Ranchi abandonó el espejo y fue a sentarse en un mullido sillón. Sacó una libreta de su mochila con una pluma para continuar la inconclusa redacción “Yo, mi familia y mi entorno” abandonada por más de cuatro días. -Veamos… - y comenzó a escribir. “El planeta Nueva Standford Beta se caracteriza por la abundancia de combustible fósil, es decir, petróleo, e cual es aún utilizado por la Madre Tierra en muchos de sus territorios. Por tal motivo, continuamos con nuestro deber de extraerlo, refinarlo y procesarlo para su envío a nuestro planeta natal por naves automatizadas.” Revisó un esquema en un libro básico de geografía de Nueva Standford Beta. << Básicamente son obleas de tierra flotando en mares de petróleo. El mundo entero está hecho de petróleo. Perfores donde perfores, vas a encontrarlo a borbotones. >>


Miro su mano. La gema azul seguía ahí. Antes, trató de cortar el guante con tijeras, con navajas, trato de quemarla o corroerla con ácido. Inútil. Intentó golpear la joya con objetos pesados, rayarla con clavos o mancharla con pintura. Inútil también. -

Por si fuera poco, tengo esta piedra encima. Parece que los fantasmas me hablan a través de esta cosa, cuando no pueden meterse a mi cerebro. Y ya que no te vas a ir pronto – curiosamente, Ranchi desarrolló habilidad para monólogos y soliloquios – voy a ponerte un nombre. Gema de…

<< Gema del Pacto >> -

De acuerdo, sea quien seas, voz salida de mi cabeza. Gema del Pacto. ¿Porque se supone que tengo un pacto con ustedes los muertos?

<< Así es >> -

Genial. Ahora aparte de soportar a los vivos, deberé lidiar con fantasmas.

Unos pasos cortos y rápidos se acercan a su sillón. Sacada de sus enigmáticos pensamientos, consigue recuperar la compostura. Su hermanito Derek se encuentra con ella, quien nota la pesada mochila a su espalda. Ambos se abrazaban y Ranchi le da un beso en la frente. - ¿Y bien? - dice ella dejando su confusión atrás - ¿De dónde sacas que papá va a matarte? -De esto. Emerge de su mochila una computadora portátil. Tecnología del año 2028 de la Madre Tierra. - ¡Guau! Le va a dar un ataque se te ve usarla ¿Como la obtuviste? - dijo Ranchi - Me la dio la misma persona que me dio éstas. Vaciando la bolsa en la mesa, dejo caer varias revistas. Por ningún motivo eran ejemplares comunes, sino de la publicación más popular y económica de los sistemas exteriores. -¡Los cien más buscados en la galaxia! - exclamó Ranchi pálida de la sorpresa - ¡DEREK! ¡Material extra terráqueo! ¡Prohibido! “Los cien más buscaos en la galaxia” era algo menos que un pasquín. La vendían en todas las estaciones de combustible espaciales, e inclusive algunas las regalaban en la compra de un six-pack. Tenía cupones para descuentos en cerveza, anuncios para refacciones de reactores de antimateria en pésimas condiciones, el tablero de resultados de las ligas más populares del blitz ball, promociones en comida rápida irken, descuentos en armas y


municiones… aparte de una lista actualizada de los más escurridizos criminales buscados por la Confederación de Sistemas, a través de la DCSR - Dirección de Crímenes sin Resolver. Hecha de papel de plástico, atascada de hologramas con chips de datos, cualquiera en el resto de la galaxia la tiraría a la basura después de la segunda leída. Pero para este par de chicos de Nueva Standford era material novedoso, increíble, fascinante y sumamente peligroso, lo que las hacía aun más atractivas. - No es todo -dijo Derek - ¿Ah no? -No. Mira. La computadora mostraba varios planos pertenecientes a artefactos demasiado complejos como para que ella lograra entender a primera vista de que se trataba. Podía intuirse, a la velocidad en la que desfilaban por la pantalla, su gran extensión y su número de cientos. Ranchi tragó saliva, se acomodó en su asiento, y con la expresión más seria que tenía, dijo: - Bien, Derek. Estoy lista para escuchar tu versión de la historia. El pequeño se sentó a su lado, inhaló profundamente y relató: - Son bombas nucleares, doscientas noventa y siete bombas nucleares de las que al menos yo sé de su existencia. Conocí a un tal Dean… y - ella sujeto su mano, estrechándola - se que siempre me han dicho que no hable con extraños, pero es que me sentía tan solo… - Prosigue, no te preocupes. - El consiguió hacerse mi amigo, me llevaba las computadoras, video juegos, y dulces, y estas revistas… y… bueno, un día me pidió un favor. Dijo que esa era una tesis, un protocolo… el diseño de un detonador universal, y no uno cualquiera, quería uno para implantarse en el endocardio, en los tejidos de conducción eléctrica. Capaz de activarse al cesar los latidos del corazón. - El niño se lanza a los brazos de su hermana, completamente asustado - ¡Te juro que yo no lo sabía! ¡Creía que solo era teoría! ¡Nunca pensé que en verdad fuera a construirlo! ¡Ahora tengo mucho miedo! Ranchi lo abrazaba con cariño, colmándolo de besos y caricias. -Eres un niño, hermanito, no lo olvides, ese malvado te manipuló, eres inocente no tienes la culpa de nada, absolutamente de nada… Derek sollozaba, acurrucado en el pecho de su hermana.


- Me arrebato los originales, amenazó con matarme si le contaba a la policía… creo que es un criminal intersistemas o, lo peor, un integrante de Emancipación. - Calma, calma… - En cuanto me enteré de lo ocurrido en Nueva Osborn, comprendí lo que había hecho, la gente con la que estaba tratando, no era teoría… eran bombas reales, destinadas a matar gente inocente… me dio mucho miedo. - Tranquilo - interrumpió Ranchi - es mi turno de ponerme a pensar. - ¿Le dirás a mi papá? ¿A la policía? - Ni a uno ni al otro. Tiene que existir alguien en quien se pueda confiar. De entre los recuerdos de la semana emerge una imagen. Él. - Arreglaré esto - una idea espontánea, brillante la arremetió inesperadamente y casi sonriendo, limpia las lágrimas del atribulado rostro infantil - pero quiero que dejes de creer que tienes la culpa, porque no es así ¿de acuerdo? Escúchame bien ¿Tienes copias, respaldos, de lo que armaste, lo que descubriste? - Si…si, las tengo. - Excelente. Necesito absolutamente toda la información de los planes concernientes de ese tal Dean. Planos, fotos, archivos, suposiciones, bocetos, no importa, almacenada en discos o memorias digitales. También necesitaré tu computadora y las revistas. - ¿Vas a destruirlas? - Voy a llevarlas a alguien que si podría averiguar el fondo de esto, incluso como detenerlos. - ¿En serio? ¿De quién se trata? Ranchi titubeó. - Er… te contaré con más calma en otra ocasión. ¿Cuándo podrás dármela? -Agregó rápidamente para evitar el enigmático tema. - Mañana, si me apresuro. - Viernes, el sábado…bien. Veremos ese día. Derek se aloja en el seno de Ranchi y libera un dulce respiro. - Que lindo es tener una hermana mayor… Noche.


Eran alrededor de las dos de la mañana y Ranchi aún estaba sentada a una de las seis cocinas de la Mansión, apoyando la cabeza sobre sus brazos recogidos encima de la fría barra de servicio, observando fijamente la lata abierta de soda de sabor fresa abierta frente a sus narices. En esta noche, voces y pensamientos no le permiten dormir. Tomó el último trago de refresco, bostezó como oso y volvió a acomodarse sobre la barra. Estaba helando, y ella solo traía puesta el pijama de franela. - Daría lo que fuera por estar en mi cama. Al añorar la tibieza de las sábanas y la suavidad de las almohadas, recordó la horrible sensación que la hizo tirarse de ahí, el percibir claramente incontables brazos aferrándola con fuerza, enterrándole sus uñas ardientes, jalándola salvajemente, como si desearán desgarrarla a pedazos mientras la dejaban sin aliento. << Rayos. Ahora sí que estoy agotada. >> Vino a su memoria otra espantosa visión ocurrida en el baño, en donde la tina estaba rebosante de órganos humanos arrancados, corazones, pulmones, hígados, cerebros y demás vísceras, flotando como peces muertos en agua turbia, al tiempo que su lavamanos chorreaba una sustancia verdosa sanguinolenta, con un olor nauseabundo. - Es el colmo. Lo peor, por sí lo anterior era poco, era escuchar demasiadas voces al unísono, una gritería infernal que logró confundir sus sentidos hasta marearla y hacerla vomitar. A Ranchi le fastidiaba la idea de que precisamente a esas horas la Mansión Bates era el sitio más silencioso del planeta, siendo ella la única persona incapaz de disfrutarlo. Extrañaba el silencio. << Quiero dormir. >> Cuando abría un cajón de su cómoda, la puerta del ropero, o un compartimiento de su tocador, la perseguía una insistente alucinación morbosa, incontables extremidades cercenadas como dedos, orejas y manos, cayendo sobre de ella o saltando hacía su cara, era capaz de sentirlos todavía tibios y latientes, húmedos e intentando moverse por su cuenta. En vista de que no podría permanecer tranquila en su habitación, decidió buscar aire fresco fuera de allí, abriendo un portal a la cocina que más conocía, y bebió algo para refrescar su boca.


- Siento como si me hubiesen devuelto la cabeza después de jugar rugby con ella. Dejando aparte el silencio, extrañaba la oscuridad. El poder descansar los ojos en el negro vació, carente de formas, movimientos o sonidos. Poder relajarse en la noche absorbente, con la seguridad de no esperar monstruos acechantes o terrores agazapados. Dejar de encontrar personas en lo oculto en las esquinas, o en las sombras inclinadas de los umbrales. - Déjame decirte que no tengo miedo. Dejé de sentir miedo desde el principio. Es solo que ya me estoy hartando. Me gustaría que todo se esfumara para regresar a ser sorda, ciega y muda. Y dormida. ¿Tú también tienes sueño? Buscó su reflejo en la plateada puerta del refrigerador, pero al parecer tenía otros planes acerca de cómo pasar la noche. - Sería genial descubrir a donde se larga… Parecía que por fin se dormiría. Sus párpados eran pesados y sus ideas más lentas, mientras un ligero entumecimiento trepaba por sus pantorrillas. Fundía recuerdos, impresiones, con fantasías, y podía verse volando lejos de allí, rodeada de relámpagos cayendo en sus manos, incendiarse cual una antorcha, el mar de petróleo poniéndose el rojo para llenar los cielos de fuego y humaradas tóxicas. << Fuerza aumentada. Teleportación. Electroquinesis. Hipersonía >> << Mientras no practiques, solo podrás utilizar una habilidad a la vez. >> Ranchi parpadea varias veces, incorporándose lentamente. Notó un cambio en el estilo de las voces, quienes continúan emitiendo fases sueltas, pero más semejantes a fragmentos de lecciones, comenzando con su susurro disimulado entre esa cacofonía escalofriante, y yendo en aumento hasta ser entendibles, para fundirse de nuevo con las demás. Ella se despabiló un poco y prestó atención. << Aquí y allá, si lo ves, puedes estar…>> <<… ¡Los insectos! ¡Los insectos!...>> <<…déjanos en paz, este no es el momento para eso…>> <<… solo puedes llevar uno. De lo contrario, te succionará el alma por los ojos…>> <<…destruirlo todo solo con dejarlo salir…>> <<…tú guarda silencio, la confundes…>> <<…al principio podrás mover cien veces tu peso. Aunque con un poco de práctica…>> <<…exageras, siempre haces lo mismo. Solo lo importante…>>


<<…cuando quieras gritar, hazlo. Entonces ellos tendrán su castigo…>> <<…sin límites, veloz, hasta la noche y de regreso. Que tu mente te lleve y el viento te sostenga…>> <<… ¡Los insectos!...>> Ranchi siente un cosquilleo sobre sus brazos que avanza en dirección a la palma de sus manos. Observa y descubre miles de animalitos arrastrándose por su piel, una variedad increíble de gusanos, cochinillas, lombrices, hormigas, cucarachas, unos que ni la misma Ranchi conocía, cuanto bicho rastrero existiese, devorando su ropa, entrando y saliendo de su carne al roer sus huesos. - Esta es una nueva - dice, al sacudir los dedos. Deseando asegurarse de que no es real, cierra los ojos y rápidamente los abre de nuevo. Nada. -¡Ja! ¡Lo sabía! Escucha unos pasos acercándose. Ella sale de su somnolencia y aguza el oído. La desgarrada voz de una chica grita, opacando a sus compañeras. << ¡Cerdo! ¡Maldito! ¡Mátalo! ¡Mátalo! >> Dubitativa, tarda en ponerse de pie. A la puerta aparece su chofer, vestido informalmente con sudadera y jeans, presa también de sed nocturna. - Buenas noches, Srita. Bates - saluda amablemente al entrar. - Buenas noches…eh… - respondió ella tímidamente. Había olvidado su nombre. - Andrew. - parecía amable y cortés, pero Ranchi no baja la guardia. Él abre el refrigerador y toma una botella de agua -¿Me creería si le dijera que usted era la última persona que esperaría encontrar por aquí? << Eso no puede ser bueno. >> pensó Andrew se acercó, apoyándose en la barra de servicio, en el lado opuesto. - En algo tenía que parecerse a su madre - continuó con expresión amigable - La Sra. Bates es mala para recordar nombres. Afortunadamente, excusando ese insignificante detalle, usted es radicalmente diferente. Mucho más simpática, desde donde yo lo veo. << Definitivamente no es nada bueno. >> El hombre no paraba de observarla, parecía que trataba de adivinar lo que traía puesto debajo de la ropa. En sus ojos había peligro, una amenaza perturbadora.


-Y, al contrario de la señora, usted prefiere la soledad. ¿Se ofendería si le pregunto porque? Esa era la señal de Ranchi para tener que liberarse de él lo más pronto posible. - Ah… yo…pues… creo que mejor me iré a la ca… es decir…- trastabillando de nervios, emprendió la escapatoria dando los pasos más largos de su vida a la puerta de salida. Buenas noches, hasta mañana. - Entonces buenas noches- respondió Andrew quien comenzó a seguirla - ¿me permitiría…? En el momento en que Ranchi salió de la cocina, giró a la izquierda, entró presurosa a un corredor oscuro y atravesó un de sus portales directo a su habitación. Cuando él terminó la frase “¿me permitiría acompañarla a su cuarto?, ella ya había desaparecido. Contrariado, decidió dejarlo para después y esperar la siguiente oportunidad. -Por poco… De vuelta a su cama abrazando la almohada, y el corazón a punto de salirse del pecho, Ranchi luchaba por ignorar las voces furiosas. << ¡Estúpida cobarde! ¡Te dije que lo mataras! >> - Para ti es fácil decirlo. Estas muerta. Aun no. << ¡Diablos! ¡Te lo dije! ¿Qué estas esperando? - Aun ni estoy lista. Todavía no. Abandonándose al sueño, murmuró dulcemente antes de dormirse profundamente. - Desearía que mi caballero negro estuviese aquí, conmigo. Quinto día. “Viernes 22 de noviembre, año 226 después del Éxodo y Colonización” Querido Diario: La situación pasa de pésima a catastrófica. El mundo esta bullendo de problemas, sin paz por ninguna parte, acabándose los lugares seguros. Puedo ver como se mutilan entre sí, queman sus restos, profanan sus memorias. Degenerados, descompuestos, echados a perder. Puedo verlos, alrededor mío. Solo saben pedir una cosa: venganza. Solo desean venganza.”


Mañana. Al despertar por el sonido de su radio, Ranchi siente el cuerpo hecho de jalea. No quiso levantarse hasta después de rodar varias veces bajo las sábanas, saboreando esa rica sensación. << De todas formas me cambio rápido y me teletransporto a la puerta. Esta mañana no tengo ganas de desayunar. >> Hoy en el noticiero daba noticias importantes: “… y persistió a pesar del notable descontento de la audiencia ante tales subversivas piezas su discurso, por parte del Viceministro Robinson quien finalmente aceptó salir de la sala, ante los innegables abucheos y muestras de disconformidad de la Cámara Popular. Una seria llamada de atención emitida por nuestro Primer Ministro, Wilhem Bates logró impedir que el Viceministro continuara difundiendo su mensaje durante la III Asamblea Gubernamental, celebrada ayer en Blackpool II, a la cual asistieron…” Ranchi por fin se arrastró de la cama al cuarto de baño, y se daba una ducha para conseguir despertarse de una vez por todas. Cuando el radio fue audible de nuevo, relataban otra nota sangrienta del famoso movimiento anarquista Emancipación. “…con un saldo de cincuenta y dos muertos, más una cantidad considerable de heridos, terminó el secuestro de la alcaldía perteneciente a Rotherham Épsilon, con el suicidio colectivo de los quince terroristas que mantuvieran en jaque por más de seis horas a las fuerzas policiales y militares presentes en el lugar de los hechos. Algunos sobrevivientes al sitio comentan: - Fue espantoso - decía la voz de una mujer madura - disparaban sin compasión ante cualquier pretexto. Nos trataban como ganado para sacrificio. - Solo Dios sabe lo que querían. - otro testigo, una voz masculina demasiado ronca - Entraron a cada departamento u oficina, los tomaron a todos y apilaron en el vestíbulo. Vi como esos desquiciados ejecutaban un rehén cada tres minutos, sin decirnos nada, solamente mataban. Las pesquisas por parte del Ministerio de Justicia apuntan…” La chica no prestó atención a esa parte del noticiero ya que estaba tratando de hacer que su lacio y largo cabello se mantuviera peinado. Cuando la gran cola de caballo quedo en su sitio, y justo antes de despedirse del espejo, escuchó la última noticia.


“-…aprovechará la oportunidad para dar una conferencia de prensa donde revelaron datos importantes de nuestra situación actual, además de los planes a seguir en política global, comentó el Primer Ministro Wilhem Bates. - Ofreceré una recepción diplomática este domingo 24 de noviembre en la Mansión Bates, para intercambiar puntos de vista entre miembros del Parlamento, Cámara Popular, gobernadores y empresarios más participativos en lo que a economía panetería se refiere. Por supuesto, la prensa estará invitada.” Ranchi apaga el despertador al dar un suspiro de resignación. - Diablos, lo había olvidado. Odio las fiestas de mamá. Después del incidente de ayer, el ambiente en el Colegio de Nuestra Señora de la Piedad era tan tenso que ni siquiera se podía respirar con confianza. El director cayó en un colapso nervioso, dimitió de su puesto, quedando el subdirector Jameson a cargo del plantel. Y no tan solo los maestros eran presos de la paranoia, también los alumnos. Miradas hirientes, empujones agresivos y acusaciones ridículas impedían enfocarse en las clases de los nerviosos profesores, quienes tenían la absurda consigna de actuar con total normalidad. A mitad de la mañana el presidente del consejo estudiantil tuvo una genial idea de solicitar al subdirector y prefectos otra revisión minuciosa de mochilas en busca de material peligroso. Cuando tocó el turno de Ranchi de ser examinada nuevamente, la voz invisible de una muchacha le dijo un comentario sarcástico tan atinado que empezó a reírse descontroladamente en el momento en que vaciaban su bolsa al escritorio. Ella ocultó su rostro entre las manos y escapó corriendo precipitadamente a la azotea del ala norte, único lugar solitario disponible. Ahí, liberó su boca y dejó escapar las carcajadas histéricas escalofriantes jamás escuchadas, cayendo al piso y retorciéndose a causa de los rictus de risa. << Basta, suficiente. Dije que ya fue suficiente. >> Sin embargo, no se detenía. Pulmones y laringe continuaban emitiendo carcajadas siniestras, mientras su mandíbula comenzaba a desencajarse. << ¡Dejen de hacer eso! ¡Deténganse! >> La respiración se alentaba y la risa se desvanecía en jadeos, la sonrisa final remanente en su boca dolorida pronto desapareció.


- Me duele el estómago… tú tienes la culpa ¿Qué te has creído? Menuda broma. Por favor, permanezcan callados un buen rato, tengo que planear lo de mañana y… ¿con quién diablos estoy hablando? Las alturas hacen ver distintas las situaciones. Como si uno pudiese salir del mundo y obsérvalo bajo una lente de aumento, lejos de sus minúsculos problemas. Sin embargo, la claridad del día no ahuyenta la pesadumbre bajo la cual Ranchi está enterrada. << Tengo que lograr escaparme. Debo ayudar a Derek a toda costa, aun sí eso incluye detener a ese psicópata. >> De pie justo en el borde de la azotea, con las puntas de los zapatos apoyándose en el aire, observa el bullicio citadino alrededor del aislado colegio. Respiró profundo y dirigió su mirada a la lejanía. Nueva Londres se veía más deprimente de lo acostumbrado. << Encontrarlo y entregarle las pruebas, y pedirle que… es un total desconocido, ¿podré confiar en él? Dios, es ridículo ¿de qué forma? ¿Cómo lo encontraré? Ni siquiera se su nombre, o profesión, o sus intereses… ¿Y si no logro verlo? ¿Si no consigo convencerlo? ¿O lo que es peor, si él no es capaz de hacerlo? ¿De dónde obtuve la idea de que él podría ayudarme? Sin embargo, el lío gigantesco en que Derek está metido sobrepasa mis capacidades. Los espíritus dicen…>> Por curiosidad y gusto, examina nuevamente a la luz solar esa joya que le dio por llamar Gema del Pacto. Brilla como un trozo de cielo cristalino, dotado de perfecta forma y color, siendo esta imagen la que trae gozo a su ánimo. <<Los espíritus. Las voces… ¿Quién asegura que las voces…? Por ellas descubrí que él me seguía, y por ella obtuve esta joya. Existe, en mi mano, es real. La única prueba en mi poder de que no estoy enloqueciendo por completo. >> El viento fresco agita su cabello junto con su falda. Ranchi siente latir sus tímpanos al ritmo de su corazón. Una gran emoción la embarga, enroscándose dentro de su pecho. << ¿Por qué no simplemente creer? Los espíritus son más reales para mí que el resto del planeta. Es falso que mis padres se aman, que Nueva Standford es genial. Quizás si les abriese las puertas a la verdad, si aceptara la podredumbre de mi mundo, la mediocre autocomplacencia de mi familia, tendría una felicidad fuerte, duradera, resistente a los embates de los demás. Hay que aceptarlo, estoy enloqueciendo y mi vida es un asco, pero puedo sobrevivir a ello. >>


Las dudas se han esfumado. Y no por que fueran resueltas. Carecían de importancia, sentido. Ranchi cierra los ojos y relaja los brazos, permitiendo a los sonidos mundanos y estridentes de la ciudad atravesarla y mezclarse con las caóticas voces de su cabeza. << Confío en él porque deseo hacerlo, de la misma manera en que confío en los espíritus. Refugiarme en mi locura, a vivir desamparada y cuerda. Estar convencida ciegamente en ser la Doncella de…>> Su momento de privacidad es interrumpido por un pequeño alboroto juguetón subiendo escandalosamente las escaleras. Pronto, salieron al encuentro de Ranchi un grupito de tres jovencitas acompañadas de un muchacho. Fueron a ella, quien continuaba dándoles la espalda, en el borde, observando los rascacielos en el centro de Nueva Londres Tercera. Ellos le gritaron, pero ella los ignoraba por completo. Incrédulos ante su falta de reacción. - ¡Hey! ¡Llamando a la antisocial…!- Una de las chicas, le dio a Ranchi un empujón en el hombro demasiado fuerte. Ya que ella continuaba en una posición excéntrica, donde el equilibrio era vital, el golpe inesperado la hizo perder el balance y proyectarse fuera de la azotea. Antes de percatarse de su situación, estaba cayendo sin detenerse desde una altura de tres pisos. Pero los gritos oídos no eran suyos. - ¡MALDICIÓN! - ¿QUÉ HICISTE? - No era mi intención… no… no quería… carajo…- balbuceaba la muchacha blanca de terror. - ¡La hija del Primer Ministro! ¡Estás en problemas! ¡Vámonos! Los cuatro jóvenes volvieron a padecer el susto de sus vidas, en el instante de comenzar a huir precipitadamente. Ranchi estaba un paso detrás de ellos, con un semblante oscuro. Lucía ciertamente diferente, más dura, intimidante. Sus ojos eran lanzas, y ningún rasgo de temor quedaba en su rostro. No podían lidiar con eso. - Te vimos caer. - dijo una de ellas, escondiéndose tras el muchacho. En el trayecto del descenso, no le fue nada difícil abrir un portal y regresar a la azotea. O bien, ir a cualquier sitio que le viniese la gana. Pero quería decir unas palabras, y mirarlos orinarse del miedo. - ¿Qué tiene de divertido fastidiarme? ¿Les causa gracia? ¿Han pensando en matarse ustedes solas, taradas?


Los jóvenes carecían de respuesta. Ver cómo caía rápidamente a la tierra y luego tenerla justo a sus espaldas era lo suficientemente aterrador para mantenerlos asustados y con la boca cerrada. En especial porque Ranchi lucía tenebrosa, terrible, acercando lentamente su mano al cuello de Demian, el muchacho del grupo, detrás del cual las tres chicas temblaban tanto o más que el, quien no hacía por detenerla. << Sus sesos asquerosos desparramados por el pavimento, ahorcado en sus tripas, hacerlo comerse sus propios ojos, quitarles la piel a ellas para usarla de alfombra…>> - ¿Ranchi? - tartamudeó Demian - ¿Ranchi? Fue un accidente, Jessica no quería para nada… ¿Ranchi? ¿Puedes…escucharme…? La mano se detuvo a milímetros de la tráquea. Permaneció allí, tan solo por unos segundos, solo lo suficiente para hacerles notar de la que se habían salvado. <<Títeres carentes de ama, de esta sociedad patética. Engendrados y moldeados en la fábrica del infierno, carne de molino. Inocentes, aún. >> - No valen la pena. Al demonio con ustedes. Dio la media vuelta y dejó la azotea. No se preocupó por la bizarra e inexplicable imagen dejada tras de sí. Unas voces le comentaban suavemente que estaban convencidas de que ese, seria el último día de escuela por el resto de su vida. - Al demonio con todo. Con todos ustedes. Tarde Una hora antes de cenar, Ranchi entra al dormitorio de Derek lo más discretamente posible. El niño se encuentra frente a su cama, rotulando unos discos compactos. - ¡Llegaste! - Por supuesto, ni muerta te abandonaría con este problema. ¿Conseguiste lo que te pedí? No te has metido todavía en un problema del cual yo no pueda sacarte ¿o sí? Derek sonríe gustoso, abraza a su hermana y le entrega la laptop. - Planos. Esquemas, mapas, directorios de integrantes, agendas, programaciones de ataques, listas de armas, toda su información. - ¿En qué forma…? Espera, no me digas. Eres un genio ¿podremos darle un vistazo?


Encendieron la computadora. Revisaron la abrumadora cantidad de archivos almacenados, algunas copias de respaldo del dispositivo que el mismo diseño. - Por todos los cielos… - Si tuviéramos más tiempo… - Pero no lo tenemos. - Ranchi apagó bruscamente el sistema y tironeó el enchufe de la pared. - Si dices que se llevo los originales, imagino que te habrás arriesgado demasiado para obtener esto, y esos buitres sospecharán tarde o temprano. Tenemos que deshacernos lo más rápido de la evidencia. ¿Y las revistas? Derek sacó de debajo de la cama un paquete envuelto en papel oscuro. -Diecisiete números. Este…- el pequeño buscó valor y palabras correctas- ¿Es absoluta e imprescindiblemente necesario deshacerme de ellas también? Puedo esconderlas perfectamente, te aseguro que nadie se percatara de su existencia. Ranchi suspiró. Las revistas eran la única válvula de escape a su hermanito, lo único remotamente divertido que tenía. - Derek… lo se, pero si algo muy malo pasa y descubriesen… El niño le entregó a su hermana el paquete, resignado. - Papá me enjuiciaría y encarcelaría. De nada valdría ser su hijo y tener solo ocho años. Ella distrajo a su hermano se ese sentimiento desamparador y llamó su atención a un estuche de más de cincuenta discos abierto sobre la colcha de la cama. - ¿Y eso? - señaló la pila sin rotular aún afuera del estuche. - Ah, eso. Más datos, la mayoría son diagramas de bombas nucleares e instrucciones de armado. Éstos - tomo seis de color negro, catalogados con etiquetas – contienen secuencias de treinta y dos números, agrupados en series de tres, aunados a otro código de diez dígitos. Estaban guardados con éste – y le mostró a Ranchi el séptimo disco, señalado por un signo de interrogación – Dean enloquecería si supiera que los tomé. No me permitía ni verlos. Aun que en realidad no tengo idea de su contenido. - Despreocúpate. Quizás… – y calló súbitamente para no revelar sus íntimos pensamientos - escondámoslo todo ¿tienes una mochila grande? Bombas nucleares sembradas en toda la superficie del planeta, dispositivos con armas biológicas ocultos en las ciudades, batallones de mercenarios traídos por Max Timlar desde el espacio ¿Con que motivo? Solo él lo sabría a ciencia cierta. Después de intercambiar


unas palabras con el espejo del ropero, donde guardó la mochila con el material prohibido, un anuncio saca a Ranchi de tales lúgubres meditaciones. Es la hora de cenar, mamá y papá están en la Mansión Bates. Una tortura lenta y despiadada es cenar con los señores Bates. No muestran compasión o misericordia por la víctima inocente con la cual comparten la mesa. Apenas inicie el entremés, los Bates lanzan el ataque, cruel, sin tregua, a los puntos débiles. Para el primer plato las defensas habrán caído a la par de la moral, y para el postre, el comensal seguramente suplicará a gritos terminar la comida con una muerte rápida. Cuando se trata de la familia, es decir, los niños Bates, porque no hay más allá de los niños Bates, los señores practican sus técnicas más insidiosas. Con alguien tienen que entrenar. - La cena está servida, Srita. Bates. << Oh, vaya. Tengo un mal presentimiento cerca de esto. >> << Olvida la angustia. Estamos contigo. >> Ranchi entra a pasos rápidos al comedor. Un murmullo apenas sale de sus labios. - Un muy mal presentimiento. El Sr. Wilhem Bates está en la cabecera, a su derecha, la Sra. Mildred Bates. Ranchi siente una manita aferrada a la suya. Derek recién acababa de llegar. Richard esta en la puerta, más serio de lo habitual. - Por favor tomen asiento. Aunque su “por favor” sonaba a un “apúrense, no me hagan perder el tiempo” los niños notaron como el mayordomo contenía la mayor parte de sus muestras de desprecio y despotismo. Los señores Bates estaban presentes, no podía correr riesgos. Ranchi y Derek ocupan el extremo opuesto de la mesa, testigos apartados de la conversación animada entre los esposos Bates. - ¿El viceministro es soltero? – preguntaba la señora Bates, hurgando en vidas ajenas, como era su naturaleza. - No – respondió el Sr. Bates, tratando de que su esposa olvidara el asunto – su mujer es joven. Y atractiva - añadió, sin poder ocultar lo preciso que era en esos menesteres. - ¿Tiene hijos? - insistió la Sra. Bates - Uno. - respondió él, casi con dolor - Cumplirá tres años en cuatro meses.


-¡Dios! - puso el suficiente énfasis en la oración para verse ridícula - Justo en este momento de la carrera de su marido. La compadezco, nada como el peso de un hijo para valorar la soltería. << La gente tiene hijos señora. Quizás a usted le hubiese convenido que la castraran. >> << ¡Ay, no! >> pensó Ranchi, clavando los ojos en el plato vacío <<Ustedes van a empezar y ni siquiera han servido la sopa. >> - Seamus

es la persona mas crédula de Nueva Londres - prosiguió el Sr. Bates -

desgraciadamente, existen enormidades de borregos tontos capaces de fascinarse con su optimismo estúpido. Intenté de sacarlo del escenario por años. Tratado de Tallgeese – soltó un resoplido despectivo - ¡Bah! Los reto a invadirnos. La Tierra vendrá de inmediato a reclamar lo que es suyo. << La Tierra está muerta. Todos están muertos. Polvo, olvido y nada más. >> << ¿Lo quisiste matar también, zorro carroñero?>> << ¿Podrían callarse? >> intervino Ranchi a las voces mientras se metía a la boca la cuchara << Mi padre… >> Vio el guante con la gema azul en el límite de su visión. Recordó el cuchillo y la sangre cerca. Ambas eran reales. Ambas ocurrieron. El gutural susurro de un hombre le dijo: << Lo ha hecho. Conmigo. >> << Varias veces. >> << Asesino. >> Ranchi vio a su padre discretamente. Le atemorizaba, no lo dicho por los espíritus, sino que ella misma lo sabía ahora. Trataba de mantenerse enfocada, apartando la imagen de su propio padre dándoles ordenes a matones sin rostro. Escuchaba constantemente atrocidades de completos extraños, pero escucharlas de su progenitor era perturbador. Inútilmente, trataba de calmarse. Derek tampoco se veía contento. Callado, ausente, con su genial mente trabajando en laboratorios imaginarios, como si no quisiera estar allí. Porque en realidad no desea estarlo. - Una salida más del carril y lo encerraré. Un magnífico ejemplo para revolucionarios rebeldes. Solo aguardo algo salido de su lengua mínimamente relacionado a Emancipación y – dio un fuerte puñetazo sobre la mesa, sacudiendo vasos, platos y cubiertos - ¡Bam! Lo


mismo va para ese tal Timlar. Cuando consigan atraparlo será condenado a muerte sin demora. Pagará así el daño ocasionado a nuestro amado planeta. << La vanidad es tu perdición. Deseas dominar, controlar, sojuzgar. Cualquiera que te desobedezca es un criminal. >> << Tu padre es un tirano, Doncella. >> Sirven el segundo plato. Ranchi y Derek ni siquiera respiran fuerte. Sin embargo, los niños Bates pasaban desapercibidos fácilmente. La voz de su madre, potente y aguda, acaparaba fácilmente la atención. -…creo que estudiaba una de sus hermanas en el mismo colegio que Ranchi. Vivaracha y activa, ganaba en un parpadeo los corazones de los chicos. Al contrario de nuestro adefesio, desgraciadamente. La miro en ocasiones e ignoro a quien se parece, yo a su edad estaba llena de energía, amigos, ambiciones, diversión. Richard dice que está todo el día encerrada en su habitación, sin llamadas telefónicas por parte de nadie. ¿Diecisiete años sin vida social? Patético. << ¡Suficiente! >> replicaba Ranchi silenciosa << ¡Basta! >> << Tienes alma y corazón. Un espíritu hambriento. Ella es solo carne y como tal, se desintegrará. >> << Muñeca inflable. >> - Deberías sacarla de compras mas a menudo - dijo el Sr. Bates después de un sorbo de vino – la ropa que usa es horrenda. La edad que tiene y continúa sin usar maquillaje o tacones altos, debería darle vergüenza. Ni siquiera es capaz de peinarse decentemente. ¿Pretendes todavía mostrar “mi lado familiar” ante los medios, con ella luciendo así? - Solo comenté que hubiera sido lindo llevarnos a ese banquete. Bien conoces mi estrecha agenda, pero este sábado la arreglaré correctamente, aun cuando haga el berrinche de su vida. - Payton quiere presentarnos a sus hijas, de veintiún y veinticinco años, y lucen como todas las damas. Ranchi no volverá a avergonzarme. La mano de Ranchi temblaba de rabia bajo la mesa << ¿Piensas seducirlas, maldito? >> << Ignora sus palabras o te envenenará >> << Tomar, tomar, tomar, dejarlos en los huesos, robar las esperanzas, la alegría. >>


<< Asqueroso hipócrita. >> << Es mi padre, es mi padre…>> << Pregúntale a sus secretarías. Lo que las ha vuelto. Las bestialidades cometidas con ellas. >> << ¡Es mi padre! >> <<No. Nunca deseó serlo. Nunca lo ha sido>> Los Bates hacían eso regularmente, hablar de ella como sí no estuviese allí criticándola y juzgándola, sin miramientos. Sentadas a lo lejos, ocupados en su charla, hablando de las inversiones y accesorios que son sus hijos, sin tomarles atención o preguntarles nada. Caretas parlantes. - Mildred, espero tener ya listos los preparativos para la recepción. Debe ser perfecta. - Por supuesto, Wilhem. Menú y música enteramente terráqueos, incluyendo las flores de los arreglos. Jeremiah organizará al resto de la servidumbre y Richard se asegurará de que Ranchi luzca presentable. Con Derek, no se que hacer. - Sir Gideon quiere conocerlo. Asistirá. - Niños, mal necesario. -Son requisito para formar una familia. Formalidades. La campaña para gobernador iba mal, y tú proyectabas una imagen muy dulce estando embarazada. Gané puntos con eso. De haber sido varón, hubiese sido perfecto. Lástima que fue niña. << No te quisieron. Nunca te necesitaron. Una compra inútil. >> - Derek en cambio, atrae la atención magníficamente. Preguntan diariamente por él. El juez Thomas tiene la intención de retarlo al ajedrez, y no solo él, docenas de personas. - Tuvimos que tenerlos a ambos. Pero no volvería a embarazarme. Detesto estar en cinta. Es odioso. - En cambio - el Sr. Bates ignoró a su esposa - sería capaz de llevar a Ranchi a mis reuniones, si fuera más guapa y extrovertida. << Un juguete defectuoso. Estorbo. Lastre. >> << Usted considera la lujuria muestra de vida y energía, cuando no es más que el fondo hambriento de su propia degradación. >> Tenía ansias de explotar, llorar amargamente hasta disolverse en lágrimas, levantarse de la mesa, saltar encima y desahogar su frustración en vociferaciones y violencia. Unas voces la


incitaban a hacerlo, pero Ranchi estaba convencida de la inutilidad de mantener la mentira bajo la cual se cobijaba su vida y su cordura. Ahí no hay amor, nunca lo habría. Traídos ella y su hermano para llenar los huecos de las sillas, para que los reporteros pudiesen decir que los Bates eran una familia, aun cuando no quisiesen serlo. Los niños eran un estorbo y así se les hacía sentir durante cada uno de los momentos de su corta vida. Ni siquiera eran considerados dignos de recibir insultos o maltratos. La indiferencia dolía, y de nada servirían los gritos angustiantes de la trastornada Ranchi. Los Sres. Bates no la escucharían, pues para ellos no existía. Sus únicos compañeros, eran las voces. << Olvídalos. El fuego los devorará. >> << Todos van a morir. >> << Tu eres la Doncella de la Venganza. >> El Sr. Bates levantó la mano derecha y chasqueó prepotentemente los dedos. El mayordomo Richard acudió solicitud a su lado. - ¿Desea algo? - ¿Cómo está la agenda de Derek para mañana en la mañana? - dijo al sorber el café - El rector de la Universidad hablará con él acerca de sus materias. El niño está a la perspectiva. Sus vivos ojos negros se prenden en la distante figura de su padre, quien, al parecer, lo ignora. - Sesión de estudio con el doctor Finnegan, física cuántica aplicada. - ¿Y su desempeño es…? - Excelente. El joven señor adelanta a su maestro. - Suspéndela. Concreta una cita con el rector. - Entendido, Sr. Bates. Bajo su semblante inexpresivo, Ranchi ocultaba fastidio, viendo a sus padres con tristeza y decepción. << ¿Por qué no le preguntas a Derek? ¡Está frente a ti! ¡Al menos dirígele la mirada! ¡Por Dios! ¡Solo tiene ocho años! >> << Traicionero, adúltero, carente de escrúpulos, abusador de poder, dispone de vidas y muertes a su egoísta voluntad. >> << Soy incapaz de seguir soportándolo. >>


Semejante a una televisión prendida o a un radio al máximo volumen, los Bates hablan de su fea e inaceptable hija, destrozándola con palabras y gestos. Ranchi Bates es un requisito social, y no más. - Tiene tiempo que no probaba esta tarta - decía la Sra. Bates al cortar un minúsculo trozo – Exquisito, sencillamente exquisito - Entonces, ¿harás los arreglos? - pregunta su esposo. - Lo intentaré. Con Ranchi no puedo asegurarte nada. Es engorroso tener todavía a su edad que preocuparnos por ella. - Pierdo fácilmente la paciencia. Pienso que por ese motivo no se me da la paternidad. - Cuando alcancen la mayoría de edad, recuperaremos la libertad. Esperaremos unos pocos años más. << Con gusto se desharían de ti. >> << Ignóralos. >> << Ellos ya están muertos. >> << Su verdadera naturaleza esta ante tus ojos. >> Ranchi alza la cabeza y la dirige a sus padres. Dos manchas de tinta, borrones negros sin forma o sustancia. Como torres de humo sumamente denso y pesado. Ocupan sus asientos y de ellos emergen voces, temblando imperceptiblemente al viento. <<.El color de sus almas. >> Ranchi y Derek permanecieron en sus asientos, mientras les retiran los postres a medio comer. Los niños Bates son un estorbo y así se les hace sentir. Noche Ignorar los sentimientos funciona por un tiempo. Encerrar el dolor, la frustración, la tristeza junto a la melancolía en el rincón más apartado de nuestro ser, tratando de convencerse de lo bien que se encuentra el mundo, dejarnos bañar por el lavado de cerebro diario de quienes insisten en decir que nosotros somos los del problema. Funciona, por un tiempo, sin embargo, irremediablemente, la cárcel cede. Descubrimos nuestra infelicidad, nuestra angustia, viva, real, anidando en una diminuta fracción de nuestros pensamientos.


Engañarnos deja de ser posible, negar lo horrible y absurdo del infierno que nos envuelve, es inútil. Un llanto desgarrador esta atrapado en el invernadero de la Mansión Bates. Un invernadero hermoso, de dos pisos y construido enteramente de cristal, destinado a cultivar la mayoría de las flores y plantas interiores necesarias para adornar la Mansión. Era una gran obra de arquitectura, mandada a diseñar y edificar por Mildred Bates, quien actualmente no ha puesto ningún pie en ella. El llanto proviene de Ranchi, rodeada de la tenebrosa naturaleza nocturna. Sumida en la pena, desgarraba el silencio con sus enérgicos sollozos. - ¿Por qué? ¿Por qué nadie me ama? ¿Tan horrenda soy, tan estúpida? ¿Por qué mantienen viva, cuando serían más felices si estuviese muerta? Enormemente deprimida por la cena, se teletransportó al invernadero, el sitio más alejado y vacío de la mansión a esa horas. Gritaba a las sombras, a la soledad, expresándose con total libertad, poniendo el dolor en su boca y dejarlo volar en sus lamentos. -¡Inútil! ¡Bulto deforme! ¡Papá lo dijo! ¡Mamá lo dijo! ¡Los avergüenzo! ¡Me encerrarían en una celda si pudieran! ¡Debí disolverme en las entrañas de mí madre, como ella quería! << Estás aquí por nosotros. >> << Te dimos el hálito de vida. >> << La razón de tu existencia. >> << Solo tu cumplirás nuestras venganzas. >> Ranchi esta corriendo sin dirección alguna, asustada, temblorosa, cayendo y levantándose, cegada por la emoción, impulsada por un miedo incomprensible. - ¡Déjame en paz! ¡Váyanse! ¡¿Acaso no entienden?! ¡Soy incapaz de ayudarlos! ¡Déjenme sola! ¡Soy una torpe, retrasada, no sirvo para nada! ¡Nada! << Está en ti: dentro de tu espíritu. >> << Escúchanos, nadie más puede hacerlo. >> << Solo tú cumplirás nuestras venganzas>> - Oh no, oh no. - moviéndose confundida entre los sacos de fertilizante y las cunetas de tierra, aún sollozando, choca contra un estante cargado de escandalosas herramientas, que caen en tropel al piso. << Cuando descubras la horrible verdad, serás libre. >>


<< Eres nuestra. >> << Nosotros somos tú. >> - Ustedes… ustedes… - intentando probarse a sí misma, sujeta una afilada tijera de jardín y expone la brillante hoja encima de su muñeca izquierda. – No me tendrán por más tiempo, me liberaré de ustedes para siempre. Daré fin a las voces, al terror, al sufrimiento. No más locura, lo haré, lo voy a hacer. << Es tarde para eso. >> << Estamos dentro de ti. >> El filo del metal se acerco velozmente a la suave piel de Ranchi. Muy rápido y con muchas fuerzas. -¡DIOS MÍO! Las tijeras se calientan, ponen al rojo, funden, carbonizan y desintegran, antes de perderse en el aire, justo después de que Ranchi las soltara aterrorizada. << Incapaz de morir. >> << Aun cuando en realidad quisieses hacerlo. >> << Recuerda. >> Cae de rodillas, permaneciendo así con el cuerpo flojo y los ojos vacíos. Retrocede en sus memorias, un año, dos, tres, la vida entera. La respuesta era simple, increíble y aguardaba en su interior hasta que estuviese lista para creerla. - Ya he muerto. Una vez. Los hechos cristalinos se condensan, formándose claros, comprensibles. - Mamá tomó puños de pastillas abortivas con whisky y cocaína cuando tenía cuatro meses de embarazo. Ebria y desesperada, se apuñalo a sí misma con un cuchillo de cocina, destrozándose su útero. Y entonces, morí. La respetable Sra. Bates, tirada en el suelo de su lujosa habitación, ajena al dolor gracias a las drogas, manchándose con su propia sangre, cada vez más débil y torpe, desgarrando su vientre con tal de asesinar a la criatura dentro de sí. La respetable Mildred Bates. - Ustedes conservaron mi alma, infundieron vida en ese pequeñito trozo de carne maltrecha, y me regeneraron, regresándome a las entrañas de mi madre y logrando que sobreviviera en ellas. Hicieron un bebe saludable de un aborto inevitable. Mamá vomitó sus venenos por semanas.


La pequeña Ranchi crecía sin detenerse, los ultrasonidos no mostraban nada anormal a los perplejos médicos, y cuando nació, inhaló aire del mundo, y abrió los ojos ante él, ansiosos, rebosantes de energía. Su corazón latía y estaba viva. - Intentó sofocarme con un cojín a los dos días de nacida. Quizá matarme de nuevo, pero no lo consiguió porque ustedes…- hizo una pausa y miró su vacío alrededor - estaban allí. Entre más presionaba la almohada contra la nariz y boquita de la bebé, ésta lloraba más y más fuerte. Incluso apretó su cuellito hasta dejarle la marcas de sus retocadas uñas, pero la bebé continuaba berreando intensamente, al cabo que la señora Bates no podía oír otra cosa que esos chillidos quebrándole los oídos y estallándole la cabeza. En un esfuerzo último, cuando aplastaba con sus dos manos la almohada hasta casi fracturar su frágil cráneo, la señora Bates escuchó como la bebé soltaba un poderoso grito, el cual rompió los objetos de cristal en toda la habitación, fracturó una pared, y la mando volando a ella de espaldas para golpearse la nuca con el perfil de una mesa. Cuando despertó, no le contó a nadie de las vividas pesadillas padecidas en ese momento, las cuales aún continúan persiguiéndola. << Efectúa las venganzas. >> << Blande nuestro poder. >> << ¡Duele y quema! ¡Sácame de aquí! ¡Me lastima! >> << Puedes acabar con ellos si quieres. >> Ranchi se levanta insegura y avanza entre los cultivos de flores, internándose en lo más profundo del invernadero, iluminado tan solo por la escasa luz de luna que gotea entre las hojas. - Todavía me quiere muerta. Por eso Andrew es mi chofer. Lo sabe, lo sabe todo, lo que ha hecho. No le importa. Quiere que lo haga conmigo. Quiere que me viole, asesine y tire mi cuerpo a un basurero. Por que aún me quiere muerta. << Observa. >> La luna, en lo alto, esta desmoronándose. Ella se percata de su caída a la tierra en rocas luminosas y polvo de plata, y como retumba ferozmente al destrozarse su núcleo en pedazos. Selene, la luna de Nueva Standford, cae a la superficie sin que nadie pueda evitarlo. - ¿Eso…?


Desde las macetas diminutas hasta las enormes piletas de tierra hierven, y de esa tierra borboteante emergen brazos descarnados, torsos cundidos de gusanos, arrastrándose fuera de sus agujeros, reptando a pedazos hasta los pies de Ranchi. Cráneos deformados y aplastados brotan y ruedan, hablando a través de quebradas mandíbulas. Un ejército grotesco, miles por doquier, ocupándola todo, llenándolo todo. << ¡Ayúdanos! >> << ¡Por favor, te lo suplicamos! >> << Rogamos, imploramos. >> << Tú eres la Doncella de Venganza>> La pútrida legión recitaba fundidas en una, voces que sonaban frías, hirientes, terriblemente agudas, trepando su mente, perforando su conciencia. Innumerables cadáveres tratando de abandonar sus tumbas, aferrarse a la vida arrancada brutalmente de las formas más aberrantes y absurdas jamás imaginadas. Entonces, Ranchi gritó. No es espanto, rabia o sufrimiento aquello que sale de sus cuerdas vocales. Es energía. Energía más allá de la comprensión mundana, capaz de torcer planos astrales, hacerlos expandirse y contraerse, regresarlas a su origen. La dimensión visible vibra como un diapasón. Los cristales revientan, el invernadero completo estalla y derrumba, dejando caer una tempestad de filosos vidrios. Ranchi mira al cielo desafiante, no se mueve ni un centímetro, ni siquiera cubre su rostro. Observa con seguridad la multitud de dagas transparentes dirigiéndose a su encuentro, y su amenaza de cortarla en pedazos. Aprieta los puños y mantiene su vista arriba. << Sabes lo que pasará. >> La gema en su mano brilla, y una delgada burbuja celeste la cubre totalmente, desviando la lluvia de cristal. Ranchi permanece intacta, rodeada solamente por un círculo de vidrios molidos. Alza la imperturbable piedra azul solo lo suficiente para observarla mejor. -Yo soy la Doncella de Venganza La noche termina en su cama, abrazando su oso favorito de felpa. El agotamiento y el cansancio van cerrándole los párpados. -Por fin voy a dormir… Deja atrás los magníficos poderes recién descubiertos, las voces perpetuas de los espíritus que siempre han estado acompañándola, y su identidad como Doncella. Ahora es una


princesa oscura, viendo a un valeroso caballero negro, cabalgar hacia a ella bajo la luna en algún reino de fantasías. Sexto día. “Sábado 23 de noviembre, año 226 después del Éxodo y la Colonización Querido diario: Mande hoy al demonio a mi depravada madre, causé un ataque de pánico a nuestro cuerpo de seguridad, incineré un auto, puse de cabeza a la policía de Nueva Londres, además de freír al hombre que intentó violarme, pero al carajo con lo anterior. Hoy conocí a mi guardián. Estuve lo suficientemente cerca para escuchar su voz, conocer el color de sus ojos, hasta sentir un poco el calor de su espalda. Nunca me he enamorado así. ¡Sí! ¡¡Enamorada!! Mi protector, mi caballero negro…” Ésta fue la última anotación del diario de Ranchi Bates. Mañana << Maldita sea. Olvidé desprogramar el despertador. >> Ranchi se revuelca perezosamente dentro de su cama, abrazando la mullida almohada, y recogiendo su oso de peluche del suelo con un solo brazo. Trata de animarse con la idea de que es sábado y no tiene escuela. Escuchó el noticiero mientras colectaba ánimos para levantarse. “-…quien continuó sus muestras de rebeldía a pesar del llamado a la unificación, dada por el Primer Ministro Bates, con él, son varios ya los alcaldes y gobernadores de distrito que ponen en cuestión la prohibición de contactos extraplanetarios, intimidados por los sangrientos actos terroristas de Max Timlar. - La integridad del Gobierno Global pende de una telaraña. – comentó el gobernador del distrito Canterbury, donde se localizan dos de las ciudades más dañadas por Emancipación, Nueva Halifax y Sutton – los ciudadanos, la gente común, están muriendo, y la única solución del Primer Ministro es ofrecer una fiesta. Ha llegado el tiempo de que Canterbury y otros distritos igualmente asolados por el terrorismo tomen acciones por su cuenta.


- Relacionado con lo anterior, el parlamento, encabezando por el secretario Seth Valliant, ha removido de su cargo al Viceministro Robinson, ya que él fue quien convocó a la disconformidad durante la última junta de gobernadores, alcaldes, según fuentes fidedignas. - Esa fue la gota que derramó el vaso - dijo el secretario Valliant - consiguió engatusarlos con ideas separatistas y reaccionarias. Puso en peligro al Gobierno Global, y por esa razón, lo hemos destituido. Se sospecha incluso de relacionarse con Timlar y su grupo. Si reincide, será enjuiciado por alta traición. Pero no todos concuerdan con la decisión tomada por el Parlamento. Arabella Mathyas, alcaldesa de Conwy, otra ciudad duramente golpeada por Emancipación, declaró a lo medios. - Deshacerse del viceministro no detendrá a Emancipación. Esos carniceros continúan libres. Podrán encarcelar a Robinson, pero Timlar seguirá masacrado inocentes hasta que el Primer Ministro, el Parlamento y los demás parásitos del Gobierno Global saquen sus cabezas del agujero y lo tomen en serio. Comentario originado por la noticia dada a primera hora, la demolición de la alcaldía y seis bloques a la redonda, en la ciudad costera de Nueva Bangor. Los testigos refieren haber presenciado el como las casas, calles, inclusive postes de luz y sistemas de drenajes se vinieron abajo. El centro de la ciudad desapareció en cuestión de minutos. Las muertes estimadas ascienden a cientos de miles, y las pérdidas económicas, incalculables. Emancipación se adjudicó inmediatamente el atentado, renovando peticiones y amenazas. Pero, a pesar de lo ocurrido, la ley de prohibición de contactos extraplanetarios, sigue en pie. - No retrocederemos un paso, ni cederemos terreno ante cobardes anarquistas o débiles de voluntad que tiran al drenaje siglos de tradición e identidad planetaria – dijo el Primer Ministro, entrevistado a la salida de una reunión extraordinaria con miembros del ejercito – La legislación continua vigente, al igual que la caza de Timlar y la destitución de Robinson. La integridad del Gobierno Global resistirá eso y más” Pasando a otra nota, el general O´Hara, comisionado para investigar a Emancipación reveló…” Lo único rescatable del insípido desayuno para Ranchi, fue que, entre el té amargo y una colección de frutas secas y rancias, le comunicó a Derek su intención de buscar ese mismo


día a su caballero negro. El rostro del niño recobró vida y asintió alegremente. Las cosas se arreglarán - Señorita Bates - interrumpió Richard bruscamente. Los niños recobraron las posiciones rígidas y acaronadas de golpe. - su madre concertó una cita solo para usted con la estilista Románika. Andrew la llevará, pues ella no podrá acompañarla a esa hora. - Está bien - respondió Ranchi, desanimada. Entre estar sola con Andrew y el estilo snob de Románika y la ausencia de su madre, no podía decidir que era la peor. - Sin embargo - continuó Richard - se encontrara con usted esta mañana en la Plaza Real, apenas finalice el desayuno. Compraran ropa y accesorios para la recepción planeada para mañana domingo. - De acuerdo. - Indudablemente, esta era la peor. La Plaza Real, a orillas de la ciudad, era el centro comercial más lujoso y exclusivo, donde los adinerados hacían alarde de derroche. La cantidad de vigilancia aumentó considerablemente por el movimiento de emancipación, además, ¿qué rebelde no querría destruir uno de los sitios mas representativos de la banalidad, ostentación y excesos de la decadente élite aristocrática? La Boutique Parnasos semejaba un museo de cera, principalmente por su abundancia de maniquíes. Y también las personas adentro adoptaban rápidamente la apariencia de maniquíes, ya que tanto hombres y mujeres trataban de ocultar su deforme humanidad convirtiéndose en preciosos muñecos, perfectos, hermosos y huecos en su interior. A Ranchi no le agradaban los guardaespaldas, quienes la escoltaron desde la limosina a la entrada de la boutique. Normalmente viajaba sin ningún tipo de seguridad, pero los asesores del Primer Ministro le recomendaron demostrar preocupación por su hija, especialmente después de la última amenaza de Timlar con secuestrar a la heredera Bates. Eso no le preocupaba a la señora Bates quien tenía, al momento de llegar Ranchi a la tienda, una colina de ropa y varios encargados alrededor suyo zumbando como abejas. - Mientras ese maniaco de Timlar - decía la señora Bates a la dueña del local, al inspeccionar un lujoso vestido en el aparador - permanezca suelto, no correré riesgos. Los felicito por doblar el número de cámaras de vigilancia en la plaza. Yo nunca salgo sin…por cierto ¿ya llegó Ranchi? - Esta detrás de usted, señora Bates.


- Excelente - no volteó a verla - Charlotte, encárgate. La despampanante Charlotte se dirigió a ella con un gesto de asco, Ranchi tenía muy poco busto, caderas estrechas, y sus muslos ni siquiera sobresalían. Se sintió tan atractiva como un burro de planchar. - Sí… - murmuró la encargada, pensando en cómo salir de ese lió - Esperemos encontrar algo aquí… ¿Por qué no te sientas y yo…eh… busco en el almacén? Las siguientes fueron dos tediosas horas de probarse ropa hasta la exasperación. << Soy más fea que un sapo verrugoso >> se decía Ranchi al caer sentada frente al espejo de su espacioso vestidor. << Nada en esta estúpida tienda me sirve. Grandes, ajustados, holgados o ridículos. Parezco un palo de escoba. Si mi madre viera, podría desistir por fin de tratar de vestirme como una estrella de cine. ¿A quien…? No le interesa. >> Ranchi escuchó la inconfundible carcajada de su madre en los cambiadores vecinos. Al momento se oyó también las risillas de varias dependientas. << Divirtiéndose. Si yo le hablase, se enfadaría por molestarla. Esta tan ocupada consigo misma, ella, ella y nadie más. >> Trató de acomodarse un largo vestido negro de noche, sin mangas y con demasiados holanes, cayéndosele del escote y dándole el look de un plumero puesto de cabeza. << ¿Cuántos me he puesto? Luzco pésima con todos, como una vagabunda poniéndose trapos sacados de la basura. >> << Entonces agarra cualquiera, para largarnos ya de aquí. ¡Estoy desesperándome! >> Ella repara en los tres espejos rodeándola. -Ah. Tú. Los distintos reflejos jugueteaban a su manera con el vestido. El de enfrente arrancaba los holanes, la Ranchi de a derecha, lo rompía de la cintura, la Ranchi de la izquierda lo había tirado al piso y lo estaba pateando. << Llévate este, es negro. Punto final. >> << ¿Éste? Pero…>> << Con grapas, tijeras y cinta de aislar, quedará arreglado. >> - Cuando mi madre me vea… << ¡Al diablo con tu madre! >> Gritó el reflejo al frente suyo, acompañado del sentimiento de los demás << ¡Al diablo el mundo! Deja de torturarte. Tu misma acabas de decirlo, no


le interesa. Podríamos ir disfrazadas de vampiresas y no se enteraría hasta ver las fotos en el periódico. >> << Y no somos feas >> agregó la Ranchi de a derecha << Es que nuestra belleza no compagina con la horrorosa moda de Nueva Londres. >> Ranchi miraba desesperada a sus tres reflejos, y solamente la Ranchi de la derecha igualó sus ojos vidriosos. Ambas se acercaron un poco. << Lo se, lo se, te entiendo, es normal sentirse así. Menospreciada ignorada. Está bien si te sientes así ahora. >> Sus manos se juntan a través de cristal. La Ranchi de afuera esta a punto de llorar, mientras el reflejo trataba de consolarla. <<Sssscht, tranquila, esto no es importante. Cuando llegue nuestro momento nadie se fijará en lo que traes puesto. >> Deprimida, alcanzó a su madre en la caja. El día apenas comenzaba. En la zapatería, corrió con la misma suerte, principalmente porque no usaba zapatillas y tanto su madre como las encargadas insistían en hacerle usar tacones de diez centímetros con punta de alfiler. Después de muchos intentos por fracturarle los tobillos, la señora Bates volvió a dedicarse a sí misma y las encargadas a fingir que no existía. << Parece feliz así. >> La señora Bates pidió no menos de una docena de pares, para combinar con los trajes recién comprados, y entre más hacía trabajar a las encargadas y ver como crecía el montículo de zapatos descartados, su alegría crecía exponencialmente. << Los únicos momentos en que la veo contenta es cuando esta de compras>> << Pobre, ha de sentirse tan sola. Tú por lo menos nos tienes a nosotros. >> Ranchi despega los ojos de los pies, y alza la frente. Y ve fantasmas por doquier. - Nunca sola. Realizó otro intento infructuoso por usar zapatillas de aguja. Trató de dar unos pasos seguros con unos tacones delgadísimos. << Diablos, es inútil. No sirvo para esto. >> << ¿En serio te gustaría ser como ella? >> Una joven sentada al lado suyo tenía un acceso de risa ridícula y chasqueaba los dedos para llama la atención. Ranchi noto que tenía la nariz igual a muchas muchachitas más. Debió


sentirse incómoda por Ranchi, pues giró medio cuerpo con garbo y se carcajeó más estúpidamente. << Todos van a morir. >> Tomo un par de zapatos negro al azar y se las estampó en el pecho a la dependiente. << Empiezo a creer que tienen razón. >> Una mujer sin ningún color natural en el cuerpo las recibió a la entrada de Delmónico´s el centro de belleza más exclusivo de la Plaza Real. -¡Señora Bates! ¡Qué agradable sorpresa! Venga, venga, póngase cómoda, déjeme mostrarle lo último para esta temporada y… Al contrario de su eufórica madre, Ranchi se veía taciturna. Con un ademán, la señora Bates volvió a deshacerse de ella. -Ve a curiosear, dile a una de las asesoras que intente darte un cambio de imagen. Mandaré llamarte cuando acabe. Ranchi sabía que era un estorbo para su madre, pero no había imaginado serlo para las otras personas. Dio la espalda y se alejo justo cuando la señora Bates tomaba lugar en un esponjoso sillón y varias encargadas comenzaban la caravana de cosméticos y joyería. Parecía una reina regodeándose con las adulaciones de sus súbditos. << Mírala. Adora ser el centro de atención. >> Charlaba y reía con las jóvenes, cálidamente, como si fuesen amigas entrañables. Estaba radiante. << Pensándolo un poco, es lo único que tiene. Con ese marido obscenamente adúltero, buscaría evadir la realidad. De cualquier forma. >> << Pobre. Es lo único que tiene. >> << Ahogada en su mediocridad, con una vida vacía e infeliz. >> El ambiente alrededor de Ranchi se transformaba sutilmente. Lo que ve no es exactamente lo que existe, con la única diferencia de unos pequeños detalles. Pequeños y escalofriantes detalles. << Eres capaz de ver las almas. >> << Las verdaderas almas. >> Ranchi no distinguía a las demás personas. Reconocía los objetos, los muebles, pero en lugar de individuos, tenía frente así borrones de luz, imágenes difusas de rostros y cuerpos.


Algunos oscuros, como nubarrones espesos de humo, otros grises, como niebla fría y húmeda. La gran mayoría lucía manchada y sucia, indefinida, pálida. La luz escapaba rápidamente, una noche falsa caía sobre Ranchi. Y las flores de arreglo detrás suyo, orquídeas rojas con hileras de pequeñas colmillos le susurran: << Hará contigo lo que hizo conmigo y culparan a terceros. Cerdo. Tú vas a matarlo. >> << Debes hacerlo o nunca se detendrá. >> << Falsos. Máscaras. >> Las visiones toman el control y Ranchi se pierde entre muebles caminantes, fantasmas vaporosos, ojos arrancados exhibiéndolos en los aparadores sobre cojines de terciopelo, bajo una noche sofocante y sin fin. << Almas corruptas. Arderán en el infierno>> Confundida, camino rápidamente hasta lo que parecía una puerta, pero resultó ser un espejo. Chocó de frente y el sonido claro del golpe hizo que los demás voltearan a verla - ¿Se encuentra bien? – preguntó una vendedora de perfumes cerca de allí. - Sí…- parpadeó varias veces y descubrió aliviada que la noche y las visiones habían acabado. Ranchi se desplomó en un sillón, frente a otro gran espejo, donde estaba un reflejo suyo riendo con todas las costillas. << Malditos espejos. Continúa, anda. >> << Aprenderás a modular tu habilidad. Verás las almas solo cuando lo desees.>> << Estoy harta. Ni muerta encajará en esta ciudad, en este planeta. Harta de fingir y morderme la lengua. >> << Falsos. Máscaras. >> << Me largo de aquí. >> Se metió a un vestidor cercano y abrió un portal hasta la azotea del edificio, tomando como referencia un pararrayos visible desde la calle. Y ya que podía volar, aparecer a tres metros del suelo no significa gran problema. << ¿Creerán que he dejado de odiarla? >> El aire fresco le asentaba bien. Sentía una energía nueva naciendo en su interior, ganas de pensar y entender. << Es decir, se que mi madre es un monstruo cruel, enterrada en toneladas de joyas y sedas, pero, vivir con el misógino prepotente de mi padre, a pesar de haberse casado con él solo


por su fortuna… su único refugio es ir de compras. Es como una muñeca. Y uno no puede estar enojado siempre con una muñeca estúpida. >> De pie y con los brazos extendidos disfruta el viento. Los guardaespaldas notaron ya su ausencia, y están buscándola desesperadamente. Gente en la carretera señala hacía arriba, preguntándose “¿Cómo diablos llegó esa chica hasta allá?” << Ser una sociópata inadaptada es un precio muy bajo por los misterios incomprensibles que me aguardan. >> La multitud da paso a la policía, llamándola por altavoces, sin embargo Ranchi continua ignorándolos. Cuando su mente se relaja percibe más fácilmente a aquellos que se deslizan debajo de nuestro plano. Rostros invisibles empapados en miseria, sucesos inexistentes sacados del secreto, recuerdos dolorosos negándose a morir, flotando en el ambiente hasta dar con ella. << Es real, estoy segura, toda mi vida lo ha sabido. Real, pero desfasado en tiempo y espacio. Gente que sufrió, y aún continúa sufriendo, perdidas en su desierto de rencor. Soy la única capaz de escuchar sus lamentos, enterarme de su persistente existencia, como sombras débiles de lo que alguna vez fueron, aferrándose a su venganza. >> El gentío es más abundante, al igual que las patrullas. Miran a lo alto con admiración, curiosidad y asombro. El cuerpo de seguridad de los Bates empieza a vociferarse órdenes entre sí, al moverse rápidamente entre las escaleras y los elevadores, tratando de llegar a la azotea. << El portal. Soy el nexo entre la diversión física, y el oscuro inframundo, donde aguardan los espíritus. Ellos me han dado poderes. A la más solitaria, triste, desdichada e incomprendida de este nefasto planeta. >> << Cuando realmente creas, nuestra energía se abrirá ante ti, sin enigmas, renaciendo más poderosa, temible e implacable. >> << Sus ojos que lloran, su garganta que grita, su mano que ahorca. >> Escucha llamados acercándose, los pasos azotando el concreto, encontrándola en cuestión de minutos. Pero Ranchi no piensa en eso. << Cobrarás nuestra venganza. >> Siente la altura bajo ella, sin embargo, no significa nada. Esta de pie en la cornisa. Los gritos son claros ahora.


- ¡Señorita Bates! ¡Señorita Bates! << Puedes finalizar esto. Ahora. >> << Es inevitable. Todos van a morir. >> << Libera tu interior. >> - No. Su propia voz la hizo reaccionar. Recordó de pronto sus dudas y angustias, la realidad de Ranchi Bates. - Todavía no. Aun… tengo miedo. No se porque, no se a que, pero aun no puedo hacerlo. Todavía no estoy lista. Un portal se abre y la traga. Nadie es testigo de su escapatoria. Los guardaespaldas, consternados, están petrificados del susto. Nuevamente, se esfumó. - ¿De que diablos…? – y nadie se atrevió a decir nada. Ranchi estaba en la acera de enfrente, esperando a su chofer. Cuando el resto del mundo le preguntó donde había estado y como había salido, repetía tercamente. - Me fui hace horas. No me he movido de aquí desde entonces. ¿Qué caso tenía decir más? Sería inútil. Tarde La mochila siempre estuvo ahí. Mecánicamente, al acabar sus rituales matutinos, se le ajustó en la espalda. Cierto, tuvo que quitársela al probarse ropa, pero procuró no apartarse de ella más de un paso, tenerla frente todo el tiempo, y al terminar apenas con ese inútil suplicio, volvió a sujetársela con fuerza. Con solo pensar en su contenido, origen y destino, la carne se le ponía de gallina. << Una de las cosas más peligrosas e irracionales que he hecho. Puede que funcione. >> En esos momentos viajaba sola con Andrew, su chofer, hacia la cita con la estilista Románika, a través de las interminables calles de la ciudad. La Señora Bates tenía rato ya de haber partido a otros compromisos. << Que horror. Seguramente mamá le habrá dicho que me corte el pelo hasta la nuca y lo tiña de rubio. Inclusive, hasta rizármelo ¿Por qué odiará mi cabello? A mi me gusta. >>


Tomo entre sus dedos un grueso mechón. Lo único que Ranchi apreciaba de sí misma era su cabello, largo hasta la cintura e intensamente negro. << ¿No deberías pensar en algo mas productivo? >> Un sobresalto la sacó de su ensoñación. Estaba a punto de dormitar. << Cierto. Necesito un buen plan. Voy a volver a perderme, y por varias horas, lo menos que deseo es originar sospechas o preguntas indiscretas. Una idea podría ser…>> El estómago le rugió. El desayuno quedó muy atrás y Ranchi no ha probado bocado desde entonces. Además, tener visiones espectrales a cada momento acaba abriendo el apetito. << Con un demonio, no voy a efectuar ningún escape secreto con hambre. Le diré ahora a ese enfermo que se detenga. Quizá hasta me desaparezca de una vez. >> Vio a través de la ventanilla del automóvil en movimiento, buscando un lugar para comer, fuese donde fuese. Con sorpresa, Ranchi notó que no reconocía la calle donde viajaba. Miró y miró, pero nada le parecía familiar, solo la Torre Maxford, ubicada al lado del Parlamento, haciéndose más y más pequeña. Comprendió al instante que no se dirigían el centro de la ciudad, en realidad se dejaban de este. - Andrew… - ¿Si, señorita Bates? - ¿Esta es la dirección correcta? Richard dijo al salir que el salón de Románika quedaba atrás de la casa de la Opera, pero no la veo por ningún lado. Deberíamos ya haber llegado. El corazón le latía violentamente. Sabía de antemano que la excusa sería una mentira. - Recargaremos gasolina, señorita Bates. Será rápido. Una viborilla de sudor frío corrió por la espalda de Ranchi, mientras un temblor frenético sacudía sus manos. Las voces explotaron con furia, entorpeciendo su juicio. << Es inevitable. >> << Tienes que matarlo. >> Sintió claramente una aguja enterrándose en su frente, haciéndola llevar la cara al espejo retrovisor del conductor. El semáforo pasaba del verde al rojo, y Andrew la observaba. << No necesito esto. No ahora. >> Cambió de posición agachándose sobre sus rodillas, por unos minutos. << Sabes lo que sucederá. >> << Puedes detenerlo. >>


<< Solo tienes que matarlo. >> << Olvida el miedo. >> << Solo tienes que matarlo. >> << ¿Y… si no puedo?>> interrogó Ranchi a los espíritus en silencio << ¿si no lo hago? >> << Sabes lo que sucederá. >> Ella volvió a escudriñar alrededor, confirmando sus temores. Estaban dirigiéndose sin retrasos a la periferia de Nueva Londres Tercera, el cinturón de miseria, repleto de sitios solitarios, peligrosos y sin policías. El automóvil volvía a detenerse en otro cruce, y Ranchi contuvo las ganas irresistibles de gritar. << ¡Aun no estoy lista! >> De golpe, abrió la portezuela a su derecha, saltando a la carretera, y emprendió la huida tan rápidamente como le permitían sus débiles piernas. Estaba repleta de miedo, miedo a Andrew, a las calles oscuras y miedo a ser brutalmente asesinada. Pero le tenía más miedo a sí misma, a ese momento ineludible, en el cual el lúgubre poder que aguarda encadenado en su alma lograra soltarse, carente de frenos, guías, ley. Sentía la amenaza arañándole la espalda, y escuchó a alguien persiguiéndola, sin embargo no volteó a mirar. << Por favor, así no puedo. Por favor no me pidan matarlo con mis manos desnudas. Aun no se como hacerlo. >> La velocidad de su carrera disminuía, pues un dolor en el costado dificultaba su respiración. Ranchi no tenía entrenamiento para mantenerse calmada y concentrada en situaciones de pánico, el terror nublaba sus ideas fácilmente. Pronto, perdió completamente la orientación, metiéndose en callejuelas vacías, entre condominios derruidos y abandonados. Las voces gritaban tanto en su cerebro que le impedían poner atención en su entorno. << Ustedes solo piden y ruegan, piden y ruegan, pero soy yo quien va a poner sus manos en él, sentir su piel, y apretarle el cuello, y la sangre me va a bañar, y sus huesos van a quebrarse entre mis dedos, ¿Qué tal si con todo eso…? Y si tengo que golpearlo, abrirle la cabeza, y verlo a los ojos, y que si me pide misericordia… y yo no pueda matarlo… porque sentiré culpa y no quiero sentir culpa, o tener su rostro ensangrentado y desecho acosándome en mis pesadillas… ¿y que si no lo mato? ¿Qué pasaría si soy incapaz de matar a nadie, por más que lo intente? ¿Qué pasaría si no sirvo para eso?


Ranchi sabía que era la Doncella de Venganza pero ¿eso que implicaba? ¿En que se transformaría? ¿Un monstruo enajenado, un espíritu terrorífico? A pesar de moverse sin descanso, la presencia tras Ranchi se acercaba sin remedio. La chica estaba tratando de esconderse entre unos botes de basura cuando una mano imprevista le sujetó el cabello, tiró de él, aferrando a la vez la nuca y estrellándole el rostro contra una pared. No pensó en defenderse, sino en que nunca antes había sentido tanto dolor en un instante tan minúsculo. Sin oportunidad a reaccionar su brazo izquierdo fue torcido cruelmente. << Puedo y debo matarlo, pero todavía tengo miedo. >> El atacante golpeo de nuevo la cabeza de Ranchi contra el muro. Fue innecesario ver la cara del maldito. Antes de desmayarse, estaba segura de que se trataba de Andrew. La negritud lleno su mirada, y Ranchi se perdió en su interior. << ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Levántate! >> << Despierta, Doncella. >> Sus pies no podían separase y percibía perfectamente como éstos, sus piernas y la parte baja de su espalda eran arrastrados por el pavimento. Cuando quiso mover las manos, escuchó el tintinear de unas esposas. La boca le sabía a trapo, pero al menos puedo abrir los ojos. Estando tan cerca del suelo, las cosas como tomas de agua y automóviles, lucen inmensas. << Diablos. >> Andrew la llevaba como un fardo, tomada de las axilas a un garaje sucio y mal cuidado, iluminado únicamente por una bombilla amarillenta en el indefinido fondo. Ahí adentro, estaba estacionado un auto distinto al de la familia Bates. En una inoportuna epifanía, Ranchi dedujo el ardid de Andrew: la violaría, asesinaría y dejaría su cuerpo desgarrado en el auto de algún enemigo político del señor Bates, quien fácilmente adjudicaría el crimen a Emancipación, y a Timlar, lo cual no seria increíble, ya que ellos habían predicado en incontables ocasiones hacer exactamente lo mismo. Así, la señora Bates por fin se libraría de su estorbo, el señor Bates eliminaría a otro más de sus impotentes contrincantes, y Andrew tendría una noche de diversión y una muesca más en su cinturón. Ranchi se maravilló con lo lógico y práctico de la situación. Andrew la cargó sin esfuerzo, y no tuvo problemas en meterla al asiento trasero. Dejó la portezuela abierta y corrió a cerrar una cortina metálica del garaje. Había un penetrable olor a gasolina revolviéndole el estómago y la mente.


- Calladita, pequeña perra. - Andrew estaba casi sobre Ranchi, acercando su boca a la de ella - La señora se alegrará cuando le cuente todo lo que te hice… El tener a ese bastardo encima de su frágil cuerpo, la distraía de sus capacidades sobrenaturales, haciéndola creerse indefensa y desprotegida. El aliento ardiente del hombre escocía sus mejillas. Mientras tanto, las voces aullaban, bufaban clamando por sangre, por venganza. << ¡Nos perteneces! >> La lasciva lengua de Andrew se acercaba al cuello de Ranchi, quien asqueada trataba de evitar al horrible contacto. Entonces, las voces cesaron inexplicablemente. El microscópico silencio de su cabeza fue roto por el dulce murmullo de un niño. << Siempre pura. Jamás tocada. >> Un rayo apocalíptico, portador de fuerza destructora completamente imparable desborda de los cielos, atraviesa las nubes, y el edificio entero, cayendo con todo su poder sobre la cabeza del maldito, justo antes de tocar a Ranchi, pulverizándolo instantáneamente. << ¡Invoca tu escudo! >> Ranchi finalmente logra enfocarse para ordenar mentalmente a la gema liberar la esfera azul alrededor suyo. Siendo honestos, ella no sabía muy bien lo que estaba haciendo, pues aun estaba esposada y amordazada, pero veía con claridad el fuego azul nacido del rayo bañar velozmente los restos retorcidos del auto. Aun en ese estado de confusión, estaba segura de recordar que fuego y gasolina, no eran una sana combinación. << ¡Concéntrate! ¡Concéntrate! >> Tuvo la oportunidad de ver el centro mismo de una tremenda explosión. Incrédula, se percibió envuelta en una vorágine de destrucción, protegida por algo tan delgado como una burbuja de jabón. Los trozos de auto sobre los cuales aún estaba recostada se sacudieron y temblaron, el techo carbonizado voló entre las llamas, junto con varias partes de la carrocería, permaneciendo solamente el asiento renegrido bajo la espalda de Ranchi. La cortina metálica explotó de adentro hacia afuera, escupiendo fuego azul y humo negro. Cuando el calor descendió un poco, y las llamas se agotaron, abandonando restos cenicientos e irreconocibles de un infame garaje olvidado, los muros crujieron peligrosamente y Ranchi sabía que no podía hacer otra cosa que continuar esforzándose con


vehemencia, pues lo único que la mantenía a salvo era su escudo paranormal, y no tenía tiempo para intentar liberarse. << Un poco más. >> El piso entero se le desmoronó encima, pedazos gigantescos de concreto rompiéndose sobre su caparazón cristalino, y pronto la construcción completa cayó estrepitosamente como un castillo de naipes. Ranchi permanecía en su posición, atada, encerrada y sepultada en el interior de su burbuja, lo único que impedía a toneladas de escombro aplastarla como un insecto. << Tranquila. Piensa. >> << Libérate. >> << ¡Soy una tarada! ¡Mi fuerza aumentada! >> Tardo más en recordarlo que en hacerlo. Las esposas y cuerdas se desgarraron igual que tiras de papel. - Estoy olvidando algo…Cielos… ¡un portal! El espacio de vacío se abrió bajo ella, tomándola entera, soltándola en el sitio más nítido y cercano que había en su memoria, una vieja cabina telefónica frente a la entrada de garaje. Pero en su lugar estaba una montaña de escombros humeantes, haciendo que la caída de Ranchi no fuese nada cómoda. -¡Augg! ¡Maldición!- una varilla le arañó la espalda y su cabeza rebotó como una pelota sobre unos tabiques. Para colmo, las voces regresaban. << Siempre pura. Jamás tocada. >> << Nos perteneces. >> Mareada, confundida y con piernas de gelatina, inició su andar hacia la calle en busca de auxilio. Los ojos se le hacían pesados, sin embargo, pudo distinguir una motocicleta negra avanzando en dirección a ella. Ranchi alzo torpemente un brazo, mientras se detenía y el hombre que la conducía bajaba ágilmente, sus pasos tambaleantes se hacían cada vez más lentos. -No aguanto más… El hombre de negro fue rápidamente a su encuentro. Ranchi se ha detenido, permanece de pie, cubierta de polvo, a punto de desmayarse. Busca sus ojos tras las gafas oscuras, suplicando.


- Ayúdame Finalmente, se desploma sin energías, su cuerpo y su mente están exhaustos, pues han hecho demasiado para su inexperiencia. Los brazos de él impiden que toque el suelo. Noche. Ranchi despierta. Esta muy oscuro, a excepción de la luz proveniente de la habitación vecina, llegando a través de una ventana muy alta. Girando el cuerpo, se ve recostada en una colchoneta delgada, arropada con una ligera manta gris. Su área esta limpia y vacía, y la puerta metálica luce nueva en comparación con el resto del lugar. Ranchi relaja el cuerpo, estrujando la manta sobre su pecho. << ¿Qué significa “siempre pura, jamás tocada”? >> << Vírgen. >> << En todos los aspectos. >> Acomodándose de costado, observo la reluciente puerta. Perecía pesada. << Yo soy virgen. ¿Debo mantenerme así por siempre? ¿Besos y abrazos están incluidos? De hecho, tampoco he tenido ninguno de los dos>> << Lamento decirte que sí. >> << ¡Hey! >> << Vírgen, en todos los aspectos. >> << Nos perteneces. A nosotros y nadie más. >> << Mientras seas Doncella de Venganza. >> Tuvo la impresión de que la habitación estaba siendo usada para otra cosa, pero fue vaciada precipitadamente. Podían verse arañazos en el suelo, dejados al arrastrar objetos pesados. << Esperen un momento. Hay algo que no entiendo ¿Cómo pudo él cargarme, tocarme? Con lo mucho que me gusta…>> << Porque te estaba protegiendo. >> - ¿¡Es decir que tengo un rajado cinturón de castidad del inframundo!? Un par de voces masculinas llegan al oído de Ranchi, sentada en la colchoneta más atenta que nunca. << ¿Me habrán escuchado? No debí gritar.>>


Volvió a recostarse. La palabra “rajado” permaneció en su lengua, haciéndola juguetear con ella. Repitió suavemente varias veces: - Rajado… rajado… << ¿De donde pude haberla sacado? >> Una molestia en la nuca le recordó su aterrizaje sobre la torre de ladrillos calientes. Enfocó la atención en la discusión entre los dos hombres. La primera era la voz de su protector, fue reconocida al instante, siendo una voz seria, profunda y sumamente concisa. La otra voz era más fuerte, agresiva, como un ataque de vocablos rudos, repleto de maldiciones, sin embargo más fluida, espontánea, con más energía. Y, en efecto, usaba demasiado la palabra “rajado”. << De tanto escucharla dormida, la aprendí subliminalmente. >> La voz de su protector decía: - … solo suposiciones. - Mira, el hecho de que no sea un plan súper complicado no significa que sea estúpido -Si que lo es. Tus métodos son estúpidos, tu plan es estúpido, tus razonamientos son estúpidos. -¡Deja de llamarme estúpido, rajado engreído! Puedes ser lo suficientemente idiota para creer la basura escupida por ese malnacido, pero yo no dudo de que sea un rajado cuento de mierda. A ese bastardo no le creo ni la hora, aun cuando tenga el reloj clavado en la frente. - Escucho tus opciones. - Seguir moviendo piedras hasta dar con otro soplón. Este planeta de tarados se tragó enterita la pastilla de Maxie, para colmo, todas sus bolas de cañón están demasiado enajenadas para hacerles escupir la pasta. - ¿Puedo recordarte que es el mismo plan que propusiste apenas aterrizamos en este planeta? ¿El mismo plan que no nos esta funcionando? - Aja, mira, jodido señor-soy-demasiado-bueno-para-esta-mierda, ¿qué rayos tienes que decir tú acerca de… Ranchi aguardaba de pie justo detrás de la puerta. Cierto, era nueva, metálica y muy pesada, pero en perfecto equilibrio con los goznes, necesitando solo un ligero empujón de la chica para abrirse por completo. -…eso?


Las miradas de los tres se cruzaron y a ella le dieron ganas de evaporarse. Paseaba la vista por la abarrotada habitación, atascada de objetos usuales e inusuales, como cajas de cartón, pilas de periódicos, latas de cerveza vacías y apachurradas, empaques de comida, bolsas con ropa, armas, muchas armas, municiones de todo tipo, unas granadas colgando del techo en racimos, refacciones de automóviles, televisiones, galones de gasolina, e incluso varios modelos de computadoras portátiles desconocidas para Ranchi. Y, contra toda ley de la física, estaba una mesa tapizada de papeles, revólveres e incontables cartuchos. No tardo en darse cuenta de donde estaban todas esas cosas que sacaron a la carrera de su habitación. - Bu… bu… bu…- tartamudeó Ranchi antes de ser interrumpida por su salvador. - Buenas noches, señorita Bates. Lo mejor para usted es regresar ahora mismo a su cuarto. Entre menos sepa de nosotros y nuestros objetivos, más segura estará. Un fugaz recuerdo sacude a la chica. - ¡LA MOCHILA! - Ranchi busca histéricamente en sus hombros encontrando las cintas de la bolsa, gritando entonces ante la incrédula mirada de los hombres - ¡SI! ¡Entera! - La ofrece a su caballero negro a manera de trofeo -¡A ti te buscaba! ¡Debes tener esto! ¡Necesito tu ayuda! - Señorita Bates... - Llámame Ranchi, por favor, escúchame… - Srita. Bates, escúcheme usted primero a mí. Si supiera lo que somos, y de donde venimos, su prehistórico Gobierno Global la quemaría por brujería. Voy a pedírselo muy cortésmente, regrese a su cuarto es este mismo instante, o me obligará a amarrarla para meterla en un saco y devolverla de inmediato a la Mansión Bates. - Por favor, antes tienes que oírme, mucha vidas… - Lo sentimos - interrumpió el otro individuo, mas alto y musculoso, sentado aún a la mesa sobre una motor chamuscado - Somos… es decir, no somos un maldito ejército de salvación desinteresada. Se suponía que no tendríamos ningún contacto con los objetivos y dirigió una acusadora mirada a su compañero – así que iremos los dos a dejarla lo antes posible a su mansión. ¡Y quise decir los dos, supersoldado! Sin embargo, Ranchi no lo dejó levantarse del motor. No tenía opción, jugaría verdad por verdad.


- Mi hermano, el niño genio Derek Bates, fue manipulado por un tal Dean, quien estoy segura pertenece a Emancipación, para diseñar y fabricar un detonador universal, con el fin de ser implantado en el corazón. Muy probablemente, el corazón de Timlar. Este detonador activaría los cientos de bombas nucleares traídas por ese enfermo a mi mundo. - Y detuvo su recitación por agotársele el aliento. Apenas tomo aire, continuó sin tregua - Toda la información, los planos del dispositivo, la ubicación de las bombas, y sabrá Dios cuanto más, esta dentro de esta mochila. La lanzó al centro de la desordenada mesa, derribando montones de cartuchos y ríos de papeles por el suelo. El fortachón adoptó una expresión de alegre y genuina sorpresa, mientras que el caballero negro de Ranchi permanecía aun de pie con actitud amenazadora. - ¿Por qué nos dices esto? - No lo quiero, no lo necesito. Confío en ti. Se que puedes detener esta locura - No me conoces. - No necesitas siempre conocer a alguien a la perfección para depositarle tu confianza. Ambos fueron interrumpidos por una innegable sensación de ser examinados cuidadosamente. En efecto, el tipo fornido miraba sin disimulo a Ranchi de los pies hasta la cabeza, y luego se volteó para escudriñar el semblante de su camarada. Levanto la ceja derecha y dijo por fin: - ¿Hay algo que yo deba saber y que casualmente olvidaste mencionarme? Su amigo respondió con seguridad y una mirada asesina. - No. El estómago de Ranchi rompió la tensión, dando el gruñido más grande que puedo emitir. - Augg… El fortachón rebuscó por debajo de la mesa y sacó un empaque de una caja térmica, mientras el otro escarba entre los cachivaches para desenterrar un banco. - ¿Quieres una hamburguesa? Es curioso como cambian las situaciones. Hace un par de minutos se olfateaba un terrible asesinato a punto de cometerse, y ahora están los tres sentados en sus asuntos, Ranchi comiendo sin pudor, el tipo grandote bebiendo cerveza, y el misterioso protector tecleando en la computadora hallada en la mochila.


- ¿Qué hacen los aristócratas - preguntó el fortachón al pasarle a Ranchi una botella de agua - cuando conocen a alguien por primera vez? - Presentarse - contestó parcamente Ranchi mientras decidía el trozo de hamburguesa que mordería. - ¿Y eso que es? - replicó el fortachón - Dicen su nombre. - respondió ella, en una pausa de masticación con la boca llena - A veces, también su profesión - y tragó ruidosamente. - Supersoldado. - ¿Sí? - murmuró él sin apartarse de la pantalla - ¿Ya te presentaste con la señorita Bates? - No. - ¿Cuándo piensas…? Olvídalo, lo haré por ti. Yo soy Thunder X, y mi alegre compañero de parrandas es Alex T. Somos cazarrecompensas intersistemas en busca de oportunidades y dinero fácil. ¿Qué me dices de ti? - Bueno - tomó un sorbo de agua - creo que ya me conocen. Ranchi Bates, hija del Primer Ministro del Gobierno Global, la Heredera Bates… - ¡Heredera! ¿De…? - Presuntamente cuando mis padres mueran me quedaré con todo. - ¿Falta mucho? - Thunder…- dijo Alex sin moverse de su posición, sacándole involuntariamente una risa a Ranchi. - Accidentes pasan - continuó el aludido - Como éstas tan metida en esto igual que nosotros, te daré un amplio panorama de la situación. - Pero entonces descubrió los números donados por Derek de “Los cien más buscados de la galaxia”, perdiendo inmediatamente el hilo de la conversación -¡Mira! ¡Me faltaban estas dos! - abocándose inmediatamente a leerlas. - Al parecer, Thunder es el único capaz de considerar coleccionar esa basura -dijo Alex a Ranchi, apagando la computadora. - Trató de decirte que nosotros vinimos por Timlar. Es un peligroso criminal, fichado y buscado por la Confederación de Sistemas. La recompensa por su cabeza alcanza seis cifras de créditos - ¿Créditos? - preguntó Ranchi.


- Moneda de la Confederación. Maximiliam Timlar se dedica a crear revoluciones en cada sistema que pisa. No es nada ortodoxo en sus métodos, así que su lista de crímenes abarca todas las permutaciones conocidas de la palabra terrorismo. - En Granada 3 - agregó Thunder, dejando las revistas de lado - casi gana. Lástima que las bombas de neutrinos mataron a la población entera. - Megalomaníaco, paranoico y obsesivo. Quiere su imperio personal cueste lo que cueste. Ha causado millones de muertes… - …pero es mas resbaloso que un pez. Siempre escapa. - En esta ocasión fue un poco más listo de lo usual, y decidió venir a sembrar a la anarquía en un sistema no integrado a la Confederación, es decir, Sistema Nueva Standford - Resumiendo, buscamos la cabeza del maldito. Venimos de incógnito. Déjame decirte que aterrizar en tu planeta es endemoniadamente fácil, deberían poner satélites de vigilancia o algo parecido, de lo contrario… - Te vigilábamos. Eras un blanco atractivo para Timlar. Sin embargo, aun no se te ha acercado. Ranchi había terminado de comer. Ellos dos le inspiraban simpatía, haciéndola sentir sumamente cómoda. Deseó no apartarse de ellos, encontrar una medida extrema para mantenerse a su lado, olvidarse de la aristocracia, de su mundo. Pero eso sería injusto, pensó ella, sería cruel, el no traer a Derek. Debía regresar, al menos por él. << Ellos se irán, apenas atrapen a Timlar. Yo me quedaré. No hay alternativa.>> Alex termino de guardar los discos examinados. Mirándola como si no quisiera hacerlo, dijo: - Nos quedaremos con la información. Voy a darte una nota con lo que debes decir ante la policía y tu servicio de seguridad ¿entendido? - Si… - Sigue… - ¿Puedo ir al baño? - dijo Ranchi tímidamente. Quería retrasarse para grabarlos en sus recuerdos un poco más. Alex puso los ojos en blanco y le señalo una puerta escondida tras unas tablas rotas. Y ya adentro lo único que hizo fue mirarse al espejo. << Todo resuelto, lo encontré y me ayudará. Todo funcionará. Puede que hasta salvemos o Nueva Standford. >>


Su reflejo parecía molesto. << No lo entiendes. >> << ¿Qué pasa contigo? Todo estará bien. >> << No. Es inevitable. >> << ¿Qué es inevitable? >> << Todos van a morir. >> El fuego brotó del espejo, desbordándose del marco, cayendo por el lavamanos y pintando las paredes, naciendo el reflejo de Ranchi, quien ardía como una antorcha azul, y este fuego corrió por doquier, apoderándose de la realidad, ante la impotente mirada de la Ranchi del exterior, quien, asustada, cayo de espaldas en el estrecho baño. << Es inevitable. >> -¡¿Vas a tardarte mucho?! Los toquidos bruscos de Thunder borraron la visión. Ella se levantó, mojó su cara y trato de serenarse. << ¿Qué es inevitable? >> Al salir, vio a Thunder de nuevo sentado en el motor, abriendo otra lata de cerveza. La chica trató de despedirse adecuadamente. -Yo… quisiera... - Se fue por allá. - señaló una puerta recién descubierta, tras unos anaqueles Ranchi no necesitó mas. - De acuerdo ¡Gracias! Tras bajar corriendo las escaleras, encontró un estacionamiento vacío, y a Alex afinando una motocicleta. Él, al verla llegar, le señaló una chamarra de cuero y un casco, descansando encima de un tonel. - Póntelos, y esconde tu cabello. Nadie debe reconocerte. Ella se acercó a Alex, quedando la motocicleta como barrera entre los dos. La chamarra le quedaba algo grande. - ¿Puedo hacerte una pregunta? Alex no le prestó atención. Aun así, Ranchi continuó. - Tu… te vi matar a esos ladrones. Por la forma en que lo hiciste… sospecho que ya has matado antes ¿cierto?


El permanecía ocupado con sus herramientas. Ella no desistió. - Quería preguntarte… quiero saber… si es posible… yo tengo que hacerlo, pero el miedo… no quiero tener miedo, a sentirme culpable, a arrepentirme, y… deseo saber… si es posible… algún día, dejar de sentir temor. Es decir, hacerlo, y no sentir nada. Solo hacerlo. Como tú. Sin apartarse de la llanta trasera, Alex preguntó - ¿Hacer que? - Matar Una lúgubre sonrisa, casi diabólica, aparecía en la boca de Alex, haciéndolo verse más atractivo, y a la vez, con un toque de perversidad. - ¿Por qué querría una chiquilla matar a alguien? - Soy incapaz de decírtelo. No me creerías. - Claro que no te creería. Seguramente esa fue una de las preguntas que hacen las damas cuando quieren interesar a alguien cautivamente, o para hacerse ver así mismas atrevidas y arrojadas. Una niña aristócrata no tiene idea de la muerte ¿Dime, has vito un cadáver, o sangre, alguna vez? ¿Te desmayaste? Ranchi tenía una mezcla de ofensa y decepción. Buena parte de ella la impulsaba a estrellarle la motocicleta en la cabeza. Aun así, no podía culparlo por ser escéptico. A decir verdad, incluso a ella misma le cuesta trabajo asimilarlo. Se limitó a mostrarse furiosa. - He visto cosas capaces de matarte de temor. Ranchi se puso a trenzar su largo cabello. Alex sacó de su chaqueta una computadora de bolsillo, y alargó la mano para acercársela a ella, evitando cualquier tipo de contacto visual. -Marca la mansión en el mapa. Nos ayudará a evitar a la policía. La chica tomo bruscamente la microcomputadora y se la guardó en la chamarra. Regresó a su trenza incompleta sin decir palabra. Alex, desde abajo, no resistió la curiosidad, y alzo los ojos para mirarla. Ella no era como las mujeres fatales y voluptuosas que él evitaba siempre, sino todo lo contrario. Miró sus zapatos cerrados, sus calcetas antes blancas, ahora sucias de polvo y grasa, llegándole hasta las pantorrillas. La falda larga azul marino, de tablones amplios, semejante a un uniforme colegial. La chamarra cubría el pecho, pero como no estaba cerrada, podía notarse el suéter de estambre agujereado que traía puesto originalmente. El rostro de Ranchi era lo más enigmático ante Alex. En ese justo momento,


tenía la pantalla de la computadora justo a la altura de su nariz, y ella hacía ese gesto característico de cuando uno esta tratando de ver claramente algo diminuto. Alex viajo por su larga cabellera brillante, hasta terminar en sus ojos negros. Negros como la noche, negros azabache, negros como el vacío. Dada la actitud de Ranchi, daban ternura, pero el estaba seguro de que si sus ojos tuviesen rabia, y lo mirasen, serían terribles. Ranchi proyectaba inocencia peligrosa. Semejante a un pozo profundo de boca oscura, inofensivo en el exterior, tenebroso en las profundidades, el cual atrae a mirar, a agacharse, y, por último, a caer dentro de él, descendiendo al fondo interminable con la seguridad de haber hecho lo correcto. - Estoy lista - y se puso el casco. Alex parpadeó un par de veces y subió a la moto. Ella se sentó detrás de él, pero no la tocó. - Sujétate - Alex suavizó un poco su tono de voz tratando de parecer amable -Puedes tomarme de la cintura, si gustas. << Solamente me llevará a la mansión. Por favor, no le tiren un rayo encima.>> El viaje con Alex en motocicleta a toda velocidad por las calles de Nueva Londres fue espectacular. Atravesaron túneles, calles en sentido contrario, vueltas temerarias en la autopista, y lo más genial de la travesía fue saltar del puente levadizo del gran río de Támesis II, en el centro de la ciudad, justo cuando éste empezaba a elevarse. Ranchi se prendía en la chaqueta de Alex, apartando la cabeza contra su espalda, ignorando el vértigo y las ganas de vomitar. La vista, estupenda, valió la pena. Cuando Alex la sintió tan cerca de sí, percibió una chica indefensa y temerosa, perdida en un sitio enfermo. Bien podría ser cierto, se dijo a si mismo, ser el único interesado en defenderla. - Llegamos. Deteniéndose dos cuadras antes de la Mansión, Ranchi bajó y le devolvió el casco con la chamarra, dándose unos minutos para memorizar la nota. - Veamos… “Fue un intento de secuestro por parte de Emancipación,… pelea local… escapé en la confusión… mi chofer muerto…“ Fácil. Creo que es el fin. Gracias por… Alex la interrumpió inesperadamente, con manos y ojos en el volante. -Es una habilidad. Una capacidad inherente a los seres humanos, oculta en nuestro interior. Esta dentro de ti. La diferencia en nosotros es que desarrollamos esa habilidad, como si fuese cualquier otra. Habilidades artísticas, igual a pintores, habilidades de razonamiento,


dan científicos. Nosotros desarrollamos nuestra capacidad de matar a otras personas. Entrenas el cuerpo, la mente, y a base de práctica y disciplina, te percatas de que es un oficio, solo eso. Las primeras muertes son difíciles, por supuesto, pero la práctica, igual que en el resto de los oficios, te hace superarlo. Si como mencionaste, es algo obligatorio para ti, tienes parte del camino adelantado. Confía en tus capacidades y libera tu potencial. Quizás sea para lo que estas hecha. La actitud de Ranchi volvió a la ensoñadora adoración del principio. Alex le sonrió sutilmente. - Gracias - dijo ella. - Ve a casa, tus padres estarán preocupados. << Ni se te ocurra. >> << ¿Viste lo sucedido al cerdo? ¡A el también le pasará! >> << Imposible. >> Ranchi deja de acercarse lentamente, absteniéndose de pedirle un beso. -Oh, no… ellos no estarán preocupados. Le pagan a gente para hacer eso. Mi hermanito, sí. << Es la última vez que lo veré. Por favor. Solo uno. >> << No. >> << Nunca volveré a encontrarlo. >> << No. >> Alex permanece imperturbable. Obviamente, la chica intenta algo, pero él se mantiene firme en su norma personal de no involucrarse con nada ni nadie. Ranchi, sonrojada, se retira varios pasos. - Adiós. A pesar de haberla tenido tan cerca de casi poder ver el fondo de sus ojos, Alex se mantiene frío. Así ha sido siempre y así tiene que ser. << A veces los sentimientos son mas peligrosos que las armas. >> - Adiós. La motocicleta partió y Ranchi caminó a paso vivo hacia la Mansión. <<Deseo que este estúpido mundo se vaya al demonio. Así estaré cerca de él una vez más. >>


Alcanzó el bullicio de las patrullas, los policías enloquecidos moviéndose por doquier como hormigas salvajes, interrogando a cuanto transeúnte pasase de allí. Al tenerla a la vista, se le fueron encima como buitres, pero Ranchi no les prestó atención a ninguna de sus preguntas, ni se dignó a declarar nada hasta ver a su hermano Derek junto a ella. Cuando lo abrazó, comprendió que el resto del planeta no le importaba en absoluto, y, sin duda alguna, podía irse al demonio. Séptimo día. Mañana. El silencio flota en la recámara de Ranchi, quien dejo la cama solo por reflejo. El despertador esta apagado y tiene que consultar la hora en su reloj de pulsera. Recuerda entonces la ajetreada noche anterior, y el tirarse a dormir sin cambiar la ropa en absoluto. Su boca sabia amarga, además de sentirse incómoda y olorosa. - Necesito un baño Trató de encender el radio o el reproductor de discos, sin éxito. No había electricidad. << Que raro. >> Durante su larga ducha, desde las siete de la mañana hasta las ocho y media, el silencio continuó. Al cepillarse los dientes, tuvo un mal presentimiento. No era capaz de precisar a que se debía o las bases para esa sensación de fatalidad inminente. Pero algo cambiaría, algo resultaría mal. Se sentó frente al tocador a secarse el cabello, y, al hacerlo, veía sus objetos cotidianos con desazón. Exclamó espontáneamente, al acabar de usar el peine de nácar que le perteneció a su abuela: -Hoy es el último día. Repasó la cama, el ropero, los libros, sus únicos confidentes, el oso de felpa sonriendo encima de la colcha, y la familiaridad de su habitación liberó en el corazón de Ranchi una oleada de tristeza. Estaba despidiéndose de su único refugio, separándose de los objetos preciados, sus pequeños tesoros que le proporcionaban minúsculos fragmentos de felicidad. Estaba convencida de iniciar en ese momento un largo y tortuoso viaje, no hacia un lugar


mejor, si no a un destino desconocido, un futuro que podría ser mucho peor que el presente. Algo acabaría ese día. << Es inevitable. Por fin lo entiendo. >> Muy lentamente, cerró y guardo en el cajón su crema favorita. Al vestirse, acarició el único suéter que no aborrecía. Recorrió con los dedos los lomos de sus libros preferidos. Con lágrimas en los ojos, abrazó su oso de felpa. << Adiós. >> Salió a desayunar. Al apagar la luz tras de sí, dedicó un último pensamiento a su amada habitación. << Ha llegado el último día. Lo perderé todo, finalmente. >> A pesar de estar sentada la mesa junto a Derek, Ranchi esta exageradamente distraída. No siendo bastante el sentirse deprimida, poseía una barahúnda de voces fragmentándole la mente, transformando al desayuno en una batalla campal por mantenerse lúcida. Alcanzó a oír como el mayordomo Richard explicaba a Derek los motivos del apagón general de la Mansión Bates, y que tardarían al menos cuatro horas en repararlo, pero nada más. - ¿Ranchi… estás bien? Se sorprende así misma tratando de comer sus panqueques, sin embargo es incapaz de ensartarlos en el tenedor. Derek tironeó de su brazo, haciendo que ella girara la cabeza hacia él, aunque sus ojos tardaran un poco más en hacerlo. Ver a su hermanito con gesto de asustado la ayuda a retomar el control de su cuerpo. - ¿Estas bien? - Me duele la cabeza - ¿En serio? - preguntó suspicazmente el niño - ¿Segura? - La dichosa fiesta. Hay demasiada gente. Mamá andará seguramente por ahí, histérica, supervisando los detalles. Creo que no me apetece verla, al menos durante toda la mañana. - Por desgracia - respondió Derek - es inevitable que asistamos ambos a la recepción. << Inevitable. >> Ranchi agita la cabeza, sacudiendo vistosamente su cabello - Por favor, no repitas esa palabra - ¿Ine…? - Esa


- ¿Por qué? - Digamos que me saca de quicio - De acuerdo. - continuó Derek, extrañado por esta nueva y excéntrica faceta de su hermana - Vamos a una habitación de huéspedes, en el ala este. Si nos movemos rápido, Richard nos perderá la pista y a mamá no se le ocurriría buscarnos ahí. Decididos, dejaron las sillas y huyeron del comedor logrando esquivar a su carcelero. Una demencia cursi cubría la Mansión Bates. Personas de limpieza, encargados de los arreglos, técnicos colocando cámaras y detectores de metales, ayudantes de las cocinas organizando los víveres para la cena, mozos puliendo la cubertería de plata, limpiando las valiosas vajillas, floristas cerciorándose de que las delicadas y raras especies terráqueas permanecieran inmaculadas en sus jarrones. Y más allá, levantaban un templete para la orquesta de cámara, transportando con precaución extrema los instrumentos musicales. Con todo, esta horda tenía que arreglárselas sin electricidad, compitiendo por espacio contra una docena de ingenieros inspeccionando centímetro a centímetro de la instalación. Para colmo, cantidades anormales de reporteros husmeaban con cámaras y grabadoras, molestando a los trabajadores, especialmente al regimiento de policías, sobrepasado en número y actividad, ineficaz en mantener el orden en ese torbellino de personas ocupadas y malhumoradas. - Por cada uno que consiguen identificar y registrar, diez acceden a la Mansión por la puerta principal sin problemas. - comentó Derek tratando de alegrar un poco a su hermana. El abrió la puerta de la habitación, y casi tirando de su mano, lleva a Ranchi al borde de la cama. - Recuéstate. - Estoy bien. - ¿Tienes hambre? Casi no comiste en el desayuno. Espera, conseguiré algo sabroso. Vuelvo enseguida. - Derek, en serio, no… Pero el niño estaba ya cerrando la puerta al irse. - ¡No tardo! Así, Ranchi se encontró nuevamente sola. Se acostó en esa cama desconocida, abrazando la fría almohada, cuidando quedar de espaldas al espejo del tocador vacío. Hubiese dado lo que fuera por regresar solo una semana en el tiempo, cuando su mundo era sencillo, mamá,


papá, cerrar la boca y esconderse, tratan de crecer y sobrevivir. A su debida hora, casarse con un patán ansioso de integrarse en la fortuna familiar, igual que su padre, para derrocharla sin vergüenza en vicios y mujeres. Ranchi, como su madre seguiría cerrando la boca, convenciéndose a sí misma de lo bien que estarían las cosas. Desgraciadamente, Ranchi había cambiado hace tan solo una semana. Ahora escuchaba las voces de los muertos. Empezó a llorar, con energía, con rabia, cubriendo su rostro con la almohada. Y el silencio de la soledad se rompió: << ¿Por qué estas llorando? >> Ranchi respondió explosivamente. - ¡Porque odio estar aquí! ¡Porque no quiero tener cadáveres hablándome a cada momento, pidiéndome hacer atrocidades! ¡Deseo ser normal! ¡Una chica normal! << Nunca lo hemos sido. Pensé que estaba claro. Nuestra concepción misma… >> - ¡Cállate! << Somos extrañas, inusuales, pero podemos ser felices. Ser normal no significa siempre ser feliz. Nosotras podemos serlo. >> - ¡CÁLLATE! ¿TU QUE SABES? << Yo soy tú. >> - ¿En serio? - la chica estaba inflamada de ánimo destructivo, tenía que liberarlo, aun contra ella misma. – Entonces ¿Por qué me sermoneas? ¿No deberías sentir mi angustia? De rodillas sobre la cama. Con los puños estrujando la colcha, gritaba. El reflejo suyo, por otro lado, no se enfadaba, ni decepcionaba, mucho menos alimentaba la discusión. << Aun no aceptas tu naturaleza. Por eso todavía puedes verme. >> Ranchi dejó de mirar al espejo y volvió a recostarse. Los espíritus no la dejaban tranquila. << Esta vivo. >> << Libre. >> << Tienes que matarlo o nunca se detendrá. >> << Sádico. Enfermo. Animal. >> << Egoísta. Debe morir. >> << La venganza más grande. >> - ¡Por todos los cielos! - se retorcía bajo la colcha - ¿De quien están hablando? Andrew esta muerto, deberían estar contentos.


Los recuerdos avanzaron como páginas de un libro. El secuestro, Andrew, el rayo, Alex y más precisamente, unas palabras de Alex. De pronto, lo resolvió. Tuvo la impresión de que le abrían el cráneo con un hacha ¿Por qué no lo había descubierto antes? - Timlar. “Millones de muertes sin sentido.” Millones… Se sintió muy tonta por haber creído que la muerte de su pervertido chofer sería el final de todo. Cierto, cumplió una venganza. Pero siempre hay otros demonios sueltos, arrancando vidas, sembrando venganzas. Millones de venganzas, en el caso de Timlar. - Quieren que mate a Max Timlar << ¿Lo ves? >> Ranchi se encontró de nuevo en el espejo. -En serio, no quería gritarte. No lo entendía. Dejaron este mundo sin oportunidad de desquitarse. Para esto estoy ¿cierto? Para ayudar a los muertos a cobrarse. << Mas bien, por los vivos. >> - ¿Los vivos? << No eres la única presa de Timlar. >> En el espejo, Derek abre la puerta, jalando un carrito de servicio repleto de platos. << Derek. >> El niño encontró a su hermana tumbada de lado, cubierta aún con la colcha - ¿Estas despierta? Hice bocadillos. - No tengo hambre - contestó entre su nido de almohadas. La idea de su desprotegido hermano al alcance de ese psicópata esfumaba su apetito - Anda, por favor Derek acercó el carrito a la cama, haciendo tintinear los vasos y los platos. - Saque algo de la cocina. Nadie me vio. Ranchi emergió de su mortaja y observó al niño a través de sus párpados hinchados. Tanta ternura era irresistible. - Gracias, en realidad… - Mira - el niño le acercó un plato - emparedados. Este es de mermelada, este de mantequilla y este es de…- separó los panes para escudriñar en su interior - creo que de queso, pero no recuerdo de cual le puse. Los hice yo solo.


Ella sonrió contra su voluntad. Deseaba permanecer aislada y triste, pero la inocencia del niño levantaba su ánimo. - Traje bebida también ¿Quieres? - En serio… - Es jugo. Adivina cual. - Manzana. -¡Exacto! ¿Cómo lo supiste? La chica continuaba callada, algo confundida y desganada, pero mejoraba. Derek puso ante ella una caja de pañuelos. - Sospeché que llorarías - el toma otro plato - Puedes acabártelos. Encontré pastel de fresa en una nevera sin vigilancia y te lo traje, pero si no se te antoja, me lo puedo comer yo. - Eres muy atento esta mañana, Derek - dijo Ranchi tratando de parecer alegre. El niño dejo el pastel y toco con cariño la mano derecha de su hermana, donde reposaba la gema.. - Vi esta joya desde el otro día, pero no te dije nada. Note también que la usas todo el tiempo, tratando de esconderla bajo las mangas de la ropa. - Olvídalo - dijo Ranchi mostrándose desinteresada. - Debí decir algo. - No importa. -Tenía tanto miedo de que papá descubriera lo que hice, que lo ignoré. Lo siento. El niño estaba profundamente acongojado. Por su rasgos infantiles podía verse lo serio que estaba, lo arrepentido que se sentía. Ranchi recordó que no solo ella sufría dentro de la Mansión Bates, sino también él. El niño genio encerrado en solitario, estudiado y examinado como un experimento de laboratorio. Solo se tenían el uno al otro, y Ranchi estuvo a punto de olvidar lo importante que era eso. - Derek… - Soy yo quien debe apoyarte, tu debes contarme tus problemas y o resolverlos. Se supone que soy un genio. - Hermanito - intervino Ranchi dulcemente - el hecho de que seas demasiado inteligente no significa que tengas mas responsabilidades. Eres un niño pequeño. - Pero soy tu hermano.


- Y yo soy tu hermana mayor - Ranchi le plantó un beso en la frente - Quiero tu bienestar – continuó Derek – y esta semana te he visto alterada, a veces actúas raro... - Eso es algo… - Prometo ayudarte, como sea, de cualquier forma << Tú no eres la única presa de Timlar. >> La puerta se abre bruscamente, sorprendiendo a los niños. La alta silueta de Richard, recta y rígida, se impone en la intimidad de la habitación. -Su madre, la señora Bates, solicita su presencia de inmediato. Ranchi y Derek se toman de las manos para seguir a su carcelero. El pequeño, asustado camina casi adherido a la pierna de su hermana, sin embargo, Ranchi no tiene miedo. Esta ocupada con una idea singular que le brotó de repente <<Puedo matarla, si quiero>> Tarde. Con cada paso, la Mansión Bates se tornaba… inquietante. Ranchi sabia que todo eso anidaba en su cabeza, pero es no era para nada ningún tipo de consuelo. Lo único ciertamente real era la mano de Derek aferrando la suya mientras el atardecer bermejo atravesaba los ventanales. Y era por Derek que no se perdía en sus alucinaciones, con el miedo mantenido a raya. Tenía fortaleza suficiente incluso para enfrentar a su terrorífica madre. << Solo cuando cierras los ojos, ves la verdad. >> Creía haber caminado por días, subiendo y bajando escaleras dentro de la Mansión, siendo esta el aparato digestivo de un ser monstruoso, por lo cual, el ambiente se veía rojo, sanguinolento, reptante, los muebles moviéndose al ritmo del latir de unas venas gigantescas, o acompasado con unos pulmones inexistentes. A veces las puertas se deslizaban sobre las húmedas paredes, que no eran otra cosa que la cara exterior de órganos misteriosos, apelmazados entre sí. Las personas estaban allí, para ser digeridas y desechadas por la Mansión Bates, asimiladas y destruidas sin rebelión. U otros eran parásitos glorificando a la Mansión, adulándola, para que ella les otorgara una limosina


suficiente para mantenerlos medio vivos, solo lo necesario para seguir arrastrándose en esas entrañas sofocantes. Y Ranchi metida ahí adentro, como una enfermedad latente, una pequeña espora aguardando el momento exacto para descubrirse, dar a conocer su existencia y matar a la Mansión Bates en el proceso. - Una pequeña espora. Derek le pellizcó la palma de la mano izquierda. - Hermanita, lo hiciste de nuevo. La señora Bates, en su acostumbrada pose de reina, elegantemente sentada en un sillón, escuchaba los reportes de la organización de la fiesta. Al notar la llegada de sus hijos, se dirigió a mayordomo Richard. - ¿Qué…- murmuró Ranchi - hice de nuevo? - Actuar raro. Alejados varios pasos, los niños escuchaban a su madre hablar de ellos sin dirigirse a ellos - …y a Derek, su mejor traje. El azul no, detesto el azul. El verde de lino, cruzado. Péinalo y que no se separe de ti. Con Ranchi… Dios… intenta ponerle el vestido lila de escote en la espalda, si no, el amarillo de encaje ceñido. Por último, si los anteriores no sirven, el café oscuro, largo, de tirantes. Te lo ruego, zapatillas a juego. Encárgasela a Sara, mi peinadora, ella sabrá como se las arregla. Un tocado alto, con adornos acorde al vestido. - Si señora. - Que no salgan hasta estar presentables. En especial Ranchi. Nuestra popularidad esta descendiendo y lo último que necesitamos es fotos de ella en fachas. - Si señora. - De acuerdo, continuemos con… Ranchi soltó por un momento a Derek. Adelantándose a Richard, miro a su madre directo a los ojos. - Aún estoy viva. La señora Bates se llevó el susto de su existencia. Estaba a un gesto se tratar de ahuyentar a Ranchi como si fuese una mosca. - ¿De que hablas? Pero Ranchi firme en sus pies, con los puños cerrados y el rostro gélido, desafiante. - Andrew no consiguió matarme, y tu tampoco.


Los demás presentes, servidumbre de los Bates, atestiguaban estupefactos. La señorita Bates nunca le había dirigido la palabra a su madre en ese tono. No solo eso, parecía a punto de golpearla. Ante la irrespetuosidad de Ranchi, la señora Bates derramó su cólera, tratando de apagar su rebeldía. - ¡Mocosa desagradecida! ¡Cómo te atreves a dirigirte así a tu madre! ¡Eres un engendro inútil! ¡Un aborto fallido! El odio y el desprecio eran para camuflar el miedo, un miedo a lo inexplicable. Los recuerdo de lo anormal de la llegada de Ranchi y sus éxitos de supervivencia, asustaban a la señora Bates, quien no comprendía como su hija, desde su propio vientre, y aun indefensa en la cuna, era más poderosa que ella misma. Eso la asustaba. Y Ranchi lo sabía. - Aún estoy viva. << Y por mucho mas tiempo que tú. >> Sin esperar respuesta o reacción, Ranchi dio la media vuelta, y la pasar al lado de Richard, le espetó. - Vete al carajo, malnacido. Regresó con Derek a paso vigoroso, tomándolo entonces del brazo para salir de la habitación, y regresar así a los intestinos de la Mansión Bates << Prefiero mis rajadas alucinaciones a continuar soportando a esas hienas. >> Derek estaba sorprendido. - ¡Hermana! ¿En realidad mamá trató de asesinarte? ¿Cuándo? ¿Por qué? - Espera un momento, - dijo ella, al detenerse ambos en un pasillo casi a oscuras - necesito hacer algo. Sin preámbulos, procedió a vomitar sobre una planta de interior << Creo que lo espíritus no se referían a esto cuando me decían “Libera tu interior”. >> - ¡Por los cielos, Ranchi! ¡Realmente estas enferma! Ella se limpiaba la boca con la manga del suéter, respirando trabajosamente. - Acaba de darme sed. -¡Claro! Recién… ven, necesitas descansar. El pequeño Derek condujo de nuevo a su hermana a otra vacía habitación de huéspedes, haciéndola recostarse en la cama y ofreciéndole un vaso de agua. - Tómatela toda y permanece tranquila.


Ser atendido es una agradable sensación. Al tener a su hermanito a su lado haciendo lo posible para confortarla, Ranchi comprendió que su deber consistía en defenderlo, resguardarlo de demonios invisibles y criminales sin castigo. Si para garantizar su felicidad, tendría que sumergirse en la locura, bien valdría el precio. << El único inocente en un mundo corrupto. >> Derek toca la frente de Ranchi, examina sus pupilas, y toma el pulso de su muñeca. Parece saber lo que esta haciendo. - ¿También eres doctor, Derek? - Puedo serlo si quiero. Abre la boca - Ranchi le muestra juguetonamente la lengua - Como si fuera tan difícil. << Tú no eres la única presa de Timlar. >> << El único inocente en un mundo corrupto. >> << El último día. >> << Los fantasmas de la Mansión Bates te engendraron. >> << Es hora de que lo sepas. >> << Ira contenida en los recuerdos, ardiendo fuera de control. >> << Deseos de venganza aún sin cumplir. >> << Necesitaban un vehículo. Te crearon a ti. >> << En el vientre de Mildred Bates. >> << La futura madre. >> << Aun no aceptas tu naturaleza, por eso puedes verme. >> << Quizás sea para lo que estas hecha. >> << Es inevitable. >> Ranchi busca un espejo. Hay uno de cuerpo entero, pegado a la puerta del ropero sin usar, junto a la cama. Ambas se miran con cariño, extendiendo sus manos para tocarse con gentileza. Derek no interrumpe a su hermana, observándola curioso de su actitud. << ¿Entonces? >> << Lo tomo. El poder, la insanidad. Ustedes son reales. Los fantasmas en mi cabeza. Porque no puedo seguir negándolo, escondiéndome en mi interior. Yo soy tu. ¿No es así? >> << Así es. >>


<< Voy a extrañarte. >> << Oh no. Nos encontraremos cada vez que mires tu reflejo. >> Los rostros gemelos comparten una idéntica sonrisa. Un único pensamiento funde los espíritus, antes divididos por la duda y el temor. Nunca más. << Yo soy la Doncella de la Venganza. >> Busca aún que su reflejo actué por cuenta propia, pero no tarda en comprobar lo inútil de sus acciones. Mueve los brazos, gira la cabeza, y el reflejo se comporta igual que ella. Con seguridad, también piensa lo mismo. << Tengo tanto sueño…>> - ¿Te duele algo? El niño continúa atento. Las poses anormales, en lugar de alejarlo, lo instan a ayudarla más. - El cuello, un poco. - Un analgésico podría ayudarte. Efusivamente, Ranchi toma a su hermanito de la cintura y lo sube a su lado en la cama. - ¡El cariño de un niño es la mejor medicina que existe! - ¡Aguarda! ¡Me haces cosquillas! - dice Derek entre risas y retozos - Oye, ¿te puedo preguntar algo? - Adelante - ¿A quien le entregaste…? - ¡Hey! Tardaste en investigar eso. ¡Creí que me acribillarías de preguntas desde la noche anterior! - A decir verdad, no quería abrumarte. Entonces, ¿me dirás…? - Esta en buenas manos. - ¿Puedes contarme algo más? - No. - ¿En serio? - Muy en serio. - ¿De verdad? - De verdad. - ¿Por qué? Ranchi rió con ganas. Derek era su única alegría.


- Esta en buenas manos - Me gustaría conocerlo - dijo resignado - sospecho que es alguien genial. - Lo es Derek, lo es. Ranchi permanece acostada, con los ojos cerrados, y en el hueco de sus brazos Derek encuentra su lugar. Ella va durmiéndose lentamente, al escuchar el arrullo de la respiración corta y rápida del niño. Una tranquilidad arrebatada. Afuera, el confundido agotado policía inspecciona los papeles de una camioneta perteneciente al servicio de banquetes. El chofer, un hombre corpulento parecía confiado, sin llamar la atención. Era el joven sentado en el asiento del copiloto quien despertó sospechas del agente de orden. No por su actitud, relajada y distante, tampoco por usar gafas amarillas, tan de moda entre los muchachos. Lucia normal. Tal vez, demasiado normal. No, eran las coincidencias más que las diferencias, aquellas que intrigaban al policía. Todos los días repasaba con la comandancia entera la descripción física de Maximiliam Timlar, y, cada vez que la memorizaba, le parecían aun más vagas y confusas. Individuo masculino, entre veinticinco y veintinueve años de edad, estatura aproximada, un metro setenta y cinco centímetros. Complexión atlética, cabello aparentemente rubio, sin deformidades físicas aparentes, cicatrices visibles o tatuajes. Color de ojos, características de la dentadura desconocidos. Una descripción con la que encajarían millones de personas en el planeta. Incluyendo este. - ¿Podría quitarse la gorra y los anteojos? El muchacho, aunque a segunda vista, parece más inmaduro, busca al policía a través del conductor, preguntando, con un gesto amable. - ¿Por alguna razón en especial? Antes de responder, un concierto de bocinas, cláxones e improperios cayó sobre el policía. - ¡Esto se está derritiendo! ¿Sabe lo que cuesta esta maldita escultura de hielo? - ¡Me faltan dos entregas más! - ¡Llevo aquí tres horas! ¡Los mariscos empezaron a apestar! - ¡De allá adentro no dejan de llamarme por la radio! ¡Creen que tuve un accidente! Sin otra opción, el policía se apartó del camino. - Continúe, continúe….


El chofer corpulento y el joven de gafas amarillas entraron por la puerta de servicio, y descargaron varias cajas de la camioneta, uniéndose a otros compañeros suyos, que llegaron previamente a la mansión. - Estamos listos. Tyrone se encargó de la electricidad, Adam de los teléfonos, con lo que trajiste, metimos todas. - ¿Todas? - el joven se quita el gorro, peinando con la mano sus cabellos dorados, apartándose después las gafas - ¿los demás están en posición? - Esperan tu orden. Dana ya aseguro el objetivo, y el resto de los hombres ocupan ya la mansión. Max, estamos listos. Maximilian Timlar abre con un patada la caja de manteles frente a él, y saca un pesado revolver, del puñado de armas escondidas dentro. Verifica que este cargado. - Cambiemos un mundo. Noche. Un estruendo saca a Ranchi de su inusualmente pacifico sueño. Extiende una mano sobre la cama para buscar a Derek con el tacto. No lo encuentra. La habitación esta obscura como fauces de lobo. A tientas, prende la lámpara de cabecera, pero no sirvió de mucho. La oscuridad provenía de afuera, absorbiendo la pequeña recamara de huéspedes. Un estruendo más, semejante a una pequeña explosión, llama su interés. << Eso no se oye como una botella de champaña. >> Habiendo escuchado desde su nacimiento el estallido del corcho al salir disparado de la boquilla, era capaz de identificarlo sin esfuerzo. Ranchi abandonó su último refugio para buscar a su hermano en una de las cocinas cercanas. << Ojala y Richard no lo hayan atrapado. >> Inesperadamente, la Mansión Bates permanecía callada, aún en penumbras. Los pasillos carecían de iluminación, y las voces exuberantes de la mañana y tarde se habían perdido. << Para ser una de las fiestas de mamá, le falta ambiente. >> Esperaba chocar con un bullicio infernal, entre mas se acercaba a la cocina, pero no encontró a nadie, a pesar a pesar que las luces estaban encendidas. No había camareros entrando y saliendo, ayudantes o la voz del chef Schieving vociferando contra los demás.


Solo estaba la luz. A Ranchi no le dio buena espina la puerta entrecerrada y se asomó sigilosamente. Al principio, creyó que se trataba de otra alucinación, cerró los ojos, se palmeó la frente y volvió a abrirlos. Regreso un par de pasos después de cerrar la puerta, respiró profundamente y entro de nuevo. Llegó a pellizcarse un brazo. Era inútil. La visón no desaparecía. - Es real. << Esta aquí. >> Los cocineros y el chef estaban apilados unos uno sobre otro con la ropa blanca manchándose por el fluir de la sangre a través de los múltiples agujeros de bala perforando sus cuerpos, la cocina tenía un aroma a pólvora, por un tiroteo reciente. Detrás de la barra, habían abandonado los cadáveres de tres policías degollados. Su sangre se unía con la de los cocineros, formando una fuente en los pies de Ranchi. Atrás, frente a una despensa, varias mucamas yacían con los vestidos desgarrados y heridas por doquier. Una tenía el cuchillo asesino alojado en el pecho, clavándola a la pared. Ranchi se puso en rodillas en medio de esta pesadilla, metiendo las manos en el lago de sangre. - Es real. Esta vez no lo estoy imaginado. Esta sucediendo. << Esta aquí. >> Entre los brazos y piernas de los cadáveres de blanco, encuentra al mayordomo Richard, aun con esa expresión exclusiva del miedo incontrolable. - Deja de quejarte. Fue rápido. El ojo estalló, no tuviste tiempo de gritar. Créeme te fue mejor que a ellas. - Y señaló a las mujeres amontonadas en el rincón. Se irguió empapada en sangre, manchándose sin querer el rostro y el cabello. Al dirigirse a la salida, vio un tentador cuchillo dentro del metálico lavamanos. Pero no lo tomó. << El horror, la sangre y el silencio. >> << Estoy en casa. >> Percibió los primeros sonidos de la noche al acercarse a las puertas cerradas de la biblioteca. Gritos y disparos. Observó cautelosamente por una estrecha rendija. El refugio favorito de ella y Derek era ahora un pabellón de ejecuciones. Una veintena de rehenes, hombres y mujeres, colocados en hilera como una exhibición, retorciéndose y suplicando a través de sus mordazas. El terrorista, con tripié y luces, filmaba las ejecuciones poniendo a


la víctima ante la cámara antes de dispararle en la sien, mientras decía su nombre y su cargo. Luego, sin piedad o ceremonia, lanzaban el cuerpo aún tibio en una esquina, encima de los anteriores infortunados. Quizás, lo más aterrador para los rehenes restantes, era saber que ellos serían los siguientes. << ¿Qué pretenden? >> Ranchi conocía algunos de los aristócratas atrapados, principalmente políticos amigos de su padre. Varios, efectivamente, merecían la muerte, pero con un poco mas de dignidad. - ¡De rodillas! - gritaba el comandante, quien manejaba la cámara, a un sudoroso hombre con el traje casimir arruinado - ¡Mira a la lente! - el ejecutor le arrancó la cinta sobre los labios y amenazó rápidamente con su pistola. -Yo… no… no he hecho nada - balbuceaba el acusado tratando de no romper a llorar. - ¡Di tu nombre! ¡Profesión y cargo! - Marcus Swift. - sacudía las manos atadas a la espalda, pero el mercenario que lo sujetaba del cuello no le daba oportunidad a más – Egresado de la Universidad… diplomático… yo no he hecho nada. - Diplomático. Un cargo muy productivo para la sociedad. ¿Qué hacías para su alteza Bates? - Ocupaba… yo era… soy… por favor, no entiendo que quiere de mi… el Primer Ministro… - ¡¡El Primer Ministro es un cerdo egoísta, manipulador y ególatra!! ¡Al igual ustedes, lacayos viviendo a costa de los colonos! ¿Eres aristócrata? - Si - instantáneamente, el Sr. Swift se percató de su gravísimo error- ¡No! ¡No lo soy! Cada palabra pronunciada por el comandante hervía de odio y desprecio. Al parecer si creía en la causa. - Por lo visto, estas orgulloso de tu historia. La mía dice, hasta donde yo se, que los colonos llegaron a este planeta, lo hicieron habitable y construyeron las ciudades con sudor y sus propias vidas. ¿Qué hacían los aristócratas? Mandar. Sentarse en sus tronos y exigir obediencia de los “no nacidos en la Tierra”. Los aristócratas devoran el trabajo de los colonos, envician con drogas y alcohol para mantenerlos tranquilos mientras haraganean, idolatrando la roca obsoleta que continúan llamando Tierra. Aristócrata de mierda.


- ¡No! - gritó desesperado el próximo ejecutado -¡Nunca lo he sido! - Sin embargo, sus suplicas vueltas explicaciones eran inservibles. - Por tu clase, y por pertenecer a la corte del corrupto Ministro Bates, tu condena - la pistola sobre la oreja del señor Swift presionó aún más - es la muerte. Ranchi estaba a punto de tratar de detener ese asesinato sin sentido, siendo sorprendida justo en ese momento por una poderosa mano que le sujetó el suéter y la blusa por la espalda, elevándola como si fuese una cría de gato transportada a su nuevo nido. Empujó los batientes de la puerta con las narices, y, antes de poder zafarse, un vozarrón proveniente de un casco de motociclista profirió en maldiciones, sacudiéndola como una muñeca de trapo. - ¡Pelmazos! ¡La entrada sin vigilancia, miren la cosita que los espiaba! – y la agitó ante el resto de mercenarios, como si no fuese lo suficiente notoria. - ¡Bájame bruto! ¡O juro que te voy a…! - gritó Ranchi, sin ser atendida por su captor, quien siguió con sus improperios. - Mejor lo llevaré yo mismo con Timlar, zoquetes, porque son capaces de perderla de nuevo. ¿Dónde rajados de está? - ¿Quién diablos eres tú? - el comandante olvidó de momento la ejecución para acercarse a los recién llegados. - Estoy con el escuadrón de Dana. H. Gordy. Me envió a echarles una mano. - Dana no me comentó nada de eso. - Te llamó por radio varias veces. Al ver que no respondías, vine a investigar. Pero el comandante seguía sin tragárselo. Ranchi notó que el bruto la sujetaba con firmeza, casi protegiéndola con su poderoso brazo. - No te creo. - Ese es tu problema. - Enséñame tu cara. - Diablos, no. - el captor de Ranchi hizo sonar su casco con dos golpecitos del cañón de su gran revólver - He oído de sus gatillos inquietos siempre atinándole a las cabezas. Vi sus pequeños accidentes en Nueva Soho y, no gracias, aun quiero mis sesos adentro del cráneo. - Estas haciendo que pierda la paciencia, imbécil.


- Y tú me estás retrasando. ¿O prefieres que te reporte a Timlar que no le entregaste a la niña Bates de inmediato? - Seré yo quien la lleve al tercer piso, mientras tú… - ¿Seguro que es el tercero? Dana menciono el segundo. - ¡Tercer piso! - gritó endiablado el comandante - ¡Sala magna! ¡Estoy seguro idiota! ¡Entrégamela! - Gracias malnacido. Es justo lo que necesitaba saber. El grandulón dejó caer a Ranchi con un empujón hacía abajo, para obligarla a apoyar los codos y rodillas al piso, mientras el mandaba a volar al comandante unos tres metros de espaldas con un excelente gancho al hígado. Casi instantáneamente disparó con su inmensa arma en la mano derecha a los dos mercenarios que corrían a intentar llevarse a Ranchi. Solo necesitó girar sobre sí, manteniendo una pierna en su misma posición, para interceptar al tipo que iba directo a golpearle la nuca con el mango de su metralleta. La chica no alcanzó a ver en que momento desenfundó la escopeta de triple cañón, pero si cuando se la enterró en el abdomen, ensartándolo como una brocheta. Ni bien terminaba de morirse, cuando el grandulón disparó con el arma metida en el cuerpo del mercenario derribando al último de ellos, quien los apuntaba desde el fondo de la biblioteca. Habían pasado poco más de un minuto, cuando mucho, y cuatro cadáveres más aparecieron en la escena. Desde la perspectiva de Ranchi, este hombre era un gigante. - ¡Maldito embustero! El comandante logra alzar medio cuerpo para dispararles. Ella levantó sin dudarlo la mano con la joya puesta y gritó: - ¡NO! Un pálido campo de fuerza detuvo las balas en el aire, haciéndolas remaches incandescentes. Dos miradas sorprendidas captaron esa aura protectora alrededor de Ranchi y el grandulón, pero solo una recobró la concentración cuando la delgada esfera azul se desvanecía después de detener la última bala fallida. - Buena distracción, pequeña El comandante cayo muerto por los disparos del gigante, sin tiempo a comprender lo que había sucedido. Ranchi lo veía exhalar por última vez, mientras éste luchaba por sacar su escopeta de entre las costillas donde estaba atascada.


- ¡Rajado pedazo de carne muerte! ¡Suelta mi arma! ¡Carajo! ¡Esta porquería me sofoca! Con la mano libre se apartó el casco, y, ahí adentro estaba… - ¡THUNDER! - Ranchi saltó de alegría y abrazó afectuosamente la pierna del cazarrecompensas, haciéndolo tambalearse ligeramente - ¡Creí que jamás te vería! ¡Estupendo! ¡Genial! - Igualmente…- por fin zafó su escopeta y la sacudía de sangre y vísceras - ¡Ya suéltame! ¡Debería azotarte por pasear en la Mansión en estado de trance! ¿Qué te pasa? - ¡Hey! Antes que nada ¿tú que haces en la Mansión? - Timlar. No pongas esa cara, ya sabías eso. Logramos meternos en su organización apenas ayer. Vamos a cazarlo como a una rata, pero tú te vas a esconder muy bien, porque ese bastardo tiene a tu familia, y te quiere a ti para completar la colección. - ¿Mi familia? ¿Derek está con ellos? - Los sacrificará como pollos, para instaurar su utopía paradisíaca o alguna tontería similar. Está rabioso, buscándote hasta por debajo de las alfombras. Alex ya esta con tu hermano, pero de momento no puede hacer nada hasta que llegue a darle un empujón. La alegría de Ranchi fue demasiado efímera. Cubrió su rostro con ambas manos, pensando desesperadamente “¿Qué voy a hacer ahora?” - Cosa curiosa. - dijo Thunder Ranchi entendió que se refería a la Gema de los Elegidos. Se apenó y volvió a esconderla bajo la manga. - Creía que no conocías tecnología extraterráquea. - No es tecnología - ella cambio abruptamente el tema - Thunder ¿Sabes llegar a la Sala Magna? - Eso espero - Bueno. Si ya viste esto… - descubrió la gema - supongo que no habrá problema si ves esto otro. Ranchi atravesó un portal hacía el mundo negativo que tenía a sus espaldas, y desapareció sin despedirse. Thunder arqueó las cejas. - Una rajada súper heroína. Cortó las cuerdas del Sr. Swift y lanzó la navaja al alcance de su mano.


- Va a tener que liberarse usted mismo, además de soltar a los demás. No tengo problemas en hacerlo yo, pero hay cosas que hacer. Por cierto, a la primera oportunidad, lárguense de aquí. Maximiliam Timlar era partidario de la violencia. De la violencia con un fin. Estaba seguro de que lo arrebatado era lo ganado, de que si alguien vencía en una disputa, era porque estaba en lo correcto. Viajó de mundo en mundo para incitar rebeliones, guiar revoluciones y derrocar gobiernos. Si uno le preguntase el porqué de sus acciones, respondería diciendo que en las sociedades siempre deben de haber revueltas, y el fin último de los gobiernos es ser destruidos. Luego diría que su misión es despertar a los sumisos y alentar a los reprimidos. Obviamente, el no le confía a nadie su ilusión de ser nombrado máximo libertador y forjador de naciones, o el deseo oculto de regir un planeta sostenido en los hombros de sus seguidores. Por otro lado, revisando la ficha criminal de la Confederación de Sistemas se encuentra una descripción de Maximiliam Timlar como un hombre obsesionado por el poder, cuya satisfacción se asienta en disponer de vidas y recursos, excusándose con motivos políticos. Pero es solo un ejercicio déspota de creación y destrucción, manipular a la humanidad para beneficio propio. Y los que lo conocen en persona, muy pocos, dirían que a Timlar simplemente le gusta matar personas. La Sala Magna se convertiría, en poco tiempo, en un matadero. El plan era torturar y asesinar a los Bates, la familia más importante de la aristocracia, a manera de símbolo ante el resto del planeta. Mataría también a los miembros del Parlamento, inaugurando así una poderosa rebelión de colonos en Nueva Standford, poniéndose él, por supuesto, a la cabeza. Sus mercenarios aplastarían al ejército, y los terroristas intimidarían a la población restante, garantizando que nadie proteste cuando él se adjudique el puesto del nuevo Presidente del Gobierno Global. Por desgracia, la Heredera Bates, última y más importante integrante de la aristocracia, continuaba sin aparecer por ningún lado. - ¿Donde está esa chiquilla? - gritaba Timlar, agitando peligrosamente el arma en su mano ¡Encuentren a esa ratita pusilánime! ¡No podemos perder más tiempo o tendremos al maldito ejército encima!


A su lado, estaba Dana, su más ferviente colaboradora. ¿Por qué permanecía con él, obedeciéndolo sin chistar? Digamos que creía en sus palabras. - Vamos a empezar sin la niña. Dana, trae al fenómeno. Los tres Bates estaban de espaldas a la pared, amarrados fuertemente, con los labios sellados con cinta. El Sr. Wilhem se había cansado de gritar, pero Mildred no de llorar, siendo Derek el único que permanecía sereno, ocupado con sus incontables pensamientos. Un poco más allá, cerca del balcón interior, aquel en donde Ranchi se lanzó sin éxito a la piscina, varios miembros del Parlamento aguardaban su turno para partir a la otra vida. Dana fue sin distracciones hacía el niño, y, a pesar de ser mujer, carecía de algún tipo de piedad maternal en su semblante. Arrastró a Derek de la camisa, cortó con brusquedad sus ataduras, poniéndolo de pie a jalones. Le arrancó al final la cinta sobe la boca, antes de apretar el filo del puñal sobre su cuello. Timlar se dirigió a los aterrorizados Sres. Bates - Verán dentro de poco los sufrimientos causados a los colonos de este planeta, resultados de su indiferencia criminal. ¿Importaba si cientos de miles de familias tuviesen hambre? Ustedes eran ricos y prósperos, con orgías y servidumbre ¿A quien le interesaba si Nueva Standford estaba infectada con enfermedad y miseria? Dana pondrá todo ese dolor y humillación en el cuerpo de su hijo, hasta llegar al punto donde nos supliquen matarlo. Derek sabía, y había aceptado, lo inútil de gritar en ese momento por ayuda o implorar por su vida. Timlar y sus hombres demostraron con derroche su desprecio a los demás, por lo que el pequeño genio estaba seguro de que ese era su final. A menos que sucediese algo no compatible con las miles de situaciones probables plateadas por el mismo. Y cuando Derek estuvo seguro, al sentir el filo helado lacerando su piel, de que todas sus predicciones fatales estaban en lo correcto, uno de los matones de Timlar no tuvo reparos en volarle la cabeza al compañero de la izquierda. - ¡Un infiltrado! Los ocho mercenarios siguientes se abalanzaron al desertor, pero este era más rápido, más hábil, y sin duda, más fuerte que ellos. << Aficionados. >> Con un hábil giro, evitó las balas. Armado con una pistola en cada mano y un pulso impecable, eliminó a un par. Derribó al más cercano con una patada baja, y antes de


levantarse por completo, eliminó a otro con un tiro certero en medio de la frente. Confundió a los cinco restantes con una grácil pirueta, quienes se dispararon entre si. << Casi me da pena por ellos. >> Los únicos tres sobrevivientes lo rodearon, para perforarlo a fuego cruzado. << Casi. >> Bajo los googles verdes sujetos en su frente y justó la capucha de spandex negro. Y se hizo invisible. Trataron de volver a verlo a base de gritos y maldiciones, pero no funcionó. Timlar temblaba de ira. - ¡Es un traje de tecnología fantasma terran! ¡Encuéntrenlo! El arma de uno de los mercenarios se movió por cuenta propia y disparó a los demás, ante la atónita vista de su portador - ¿Qué demonios crees que estas haciendo? - ¡Yo no fui! ¡Alguien debió…! ¡ARGGGGGG! Sin terminar la frase, el lado izquierdo de su cuello se rasgó como una tela vieja. Timlar y Dana habían quedado sin hombres. Él apuntaba a los Bates y ella aferraba al niño con pavor. - ¡Voy a cortarle la cabeza! ¡Lo despellejaré! ¡Muéstrate o te juro que lo mataré! De pronto, la mujer sintió un intenso dolor en el brazo que sostenía al pequeño y no tuvo otra opción más que soltarlo. Apareció una profunda herida a través de la manga de su camisa, la cual pronto empezó a gotear. Derek estaba en el piso, aturdido pero intacto. Dana quiso cogerlo con el brazo sano, pero su nuca quedo rígida gracias a unos fríos dedos invisibles. - ¿Estás ahí? ¡Vamos, maldito! La voz sin cuerpo habló al oído de la mujer. - No te muevas El desertor reapareció detrás de Dana, sosteniendo una larga navaja brillante a punto de rebanarle la tráquea. Timlar, al tener de nuevo identificado al enemigo, recuperó la arrogancia. - ¿Nadie te ha dicho que ese trasto que vistes es obsoleto? Los buenos asesinos ya no usan esa porquería. - Soy cazarrecompensas. Puedo llevarte entero o por piezas, tú eliges.


- ¿Recompensa? - interrumpió Dana, aun sujeta por el asesino - ¿Quién ofrece una recompensa para ti, Max? ¿De que se trata esto? Decías… - Maximiliam Timlar en un criminal buscado por la Confederación de Sistemas, señorita… - Un revolucionario cazado por los poderosos de la galaxia, y mi misión… - …que promete cualquier cosa para engatusar adeptos… - … es llevar la esperanza de libertad a cualquier planeta que desee escucharme, para acabar con las injusticias… - …sin importarle cuanta vidas acabe o cuantos mundos perezcan - … por los medios sean necesarios. - ¿Le comentaste a tu amiga del sistema Jano? La mujer miraba a Timlar con la boca abierta. Nada era cierto, todo eran perspectivas. - ¿Qué… paso en Jano, Max? - preguntó tímidamente - Una revolución. - Contestó Timlar. – Una gran revolución. - Una catástrofe nuclear. – Contestó el cazarrecompensas- El planeta permanecerá estéril por millones de años - Eso no estaba planeado, Dana. No tenía que acabar así - Pero así fue, Timlar. Ninguna de tus excusas cambiara eso. Maximiliam Timlar tenía el cañón de su arma firme en el aire, apuntando al cazarrecompensas. Si tenía temores o dudas acerca del fin de su misión, no lo demostraba. - Vales muchos créditos, Max. Entrégate o… - ¿Crees que necesito a esa perra? Lo importante era la causa. Dana y el resto del planeta, eran desechables. Timlar le disparó a ella para que las balas atravesaran su cuerpo y llegaran al cazarrecompensas, quien por desgracia vestía una coraza bajo su traje fantasma, y soltó pronto a la mujer quien cayó muerta aún con el desconcierto y la sorpresa en los ojos. Timlar apuntó a Derek. - Me tiene sin cuidado tu estúpido código, asesino. Mujeres, niños, da igual. Son excelentes mártires. Siempre se recuerda la muerte de un niño. Justo en el peor momento, justo en el peor lugar, un boquete en el plano físico se abre entre los dos adversarios. Ranchi calculo mal el sitio de teletransportación y su rostro salió del agujero negro a centímetros del cañón humeante de Timlar. - Demonios


Estaba a merced del maniático, estorbaba la línea de tiro del cazarrecompensas con su espalda, y lo peor de la situación era que no tenía la más mínima idea de lo que estaba haciendo. Timlar tuvo un golpe de suerte. - Vaya, vaya. Te esperaba. - Déjala. Ranchi reconoció inmediatamente la voz de su caballero negro, y le dieron ganas de ir a esconderse tras su espalda. - Asesino - continuó Timlar - quizás a ti si te importe la princesita. Tira el arma. Se escuchó el caer de la pistola de Alex. << ¡Se preocupa por mi! ¡Se preocupa por mí! >> << Estupendo. Ahora preocúpate por ti misma. >> - Mocosa estúpida - le decía Timlar marcándole la frente con su arma - ¿De donde sacaste ese desplazador espacial? Se ve que no tiene ni idea de cómo usarlo. Ranchi replicó con otra pregunta. - ¿Por qué haces esto? Timlar sonríe. Le encanta exponer sus motivos - Este planeta necesitaba ser sacado del medioevo. Solo encausé a los colonos que deseaban hacerlo. - Pero causaste mucho sufrimiento, vidas perdidas, ciudades destruidas… - Reses para el sacrificio. En las guerras siempre hay bajas. Si vas a cambiar algo, debes demoler lo anterior, la plebe no reacciona hasta no ver sangre. Además, les hice un favor en terminar sus ridículas existencias. Ranchi buscaba los ojos de Timlar, pero le parecía ver dos orificios vacíos, ocupado con cristales opacos y deslucidos. No había alma en esos ojos. << Verlos en su verdadera forma. >> Parpadeó y encontró frente a ella un hombre que no era un hombre, una mancha amorfa de tinta negra, en cuya superficie viajaban hilillos granate. Maldad mezclada con la sangre robada de millones de victimas. Ranchi le hizo una confesión a ese espectro nebuloso, oscuro y tenebroso semejante a la raíz de un terrible abismo. - Tengo que matarte. La carcajada de Timlar retumbó por la Sala Magna.


- Y… exactamente, ¿Cómo piensas hacerlo? Niña boba. Crees que conoces el sufrimiento porque mami y papi te hicieron la vida miserable. A pesar de tu ridícula existencia, eres valiente. Una valiente sin cerebro. Timlar espera que Ranchi discuta o rompa a llorar. Pero encuentra en la chica una fuerza indescriptible, la cual hace brillar delicadamente sus ojos, como titilantes estrellas de zafiro. - Escapaste de la justicia. No de la venganza. La chica lanza su brazo derecho, atravesando sin dificultad el tórax de Timlar con el crujir de sus costillas. El esternón se parte en fragmentos, y, por la espalda, a un lado de la columna, una mano emerge con su sangrante trofeo. - Tengo que matarte. Por segunda vez en menos de una hora, el heraldo de la libertad ve algo sorprendente: su propio corazón dando los últimos latidos en el puño de la niña Bates, quien, impactada por sus propias acciones, lo deja caer. << Ya esta. >> << Aún no. >> << Ustedes dijeron, que esto era el final. Lo maté, lo hice. >> << Aun no. >> << No comprendo… ustedes pedían…>> << Míralos en su verdadera forma. >> Ranchi sentía como Alex la sacudía de los hombros, al hablarle rápidamente, incluso percibir parte de su emoción, la exasperación que le causaba verla absorta, poseída. Ella, sin embargo, escuchaba las infinitas voces alojadas en su cabeza, presenciando trozos de odiosos recuerdos, fundidos en la visión de almas corruptas, una galería de bestias escondidas dentro de cuerpos humanos. << Víbora enjoyada. Maldita traidora. Se lo dijo a todos. No me dejo otra más que suicidarme. Ponzoña asquerosa. >> << Corrompió a mi hijo, pervirtió a mi hija, sedujo a mi esposa y me mando a la tumba. Hijo de perra. >> << Déspota, malagradecido. Ordeno que me tiraran al basurero con una roca atada al cuello. Falso. Dos caras. >> << Matarme como un animal. Solo por estorbarle. >>


<< ¡Cerdos, culpables, pecadores! >> << Ratas crueles, alimañas infectas. >> << ¡Merecen morir! ¡Todos y cada uno de ellos! >> Ranchi pasaba de una decadente fiesta al fondo de un sucio río, del llanto de una madre ante su bebe muerto, a las risas obscenas de un grupo de ebrios. Viajo por un hotel suntuoso a una fábrica olvidada, de los gritos desgarradores de una mujer, a un hombre que suplicaba por su vida, también por un lote baldío donde enterraban a alguien vivo, y a el interior de una limosina pintarrajeada con sangre. Vio a su padre cubierto de sudor y una expresión diabólica, y vio a su madre recostada en un diván, con un cigarrillo en la boca y una jeringa en el brazo. << ¡Mátalos a todos! >> Las voces de los fantasmas, una tormenta de odio azotando el frágil espíritu de Ranchi, la hicieron derrumbarse sobre sus rodillas, cubriéndose con ansia los oídos, intentando opacar así los gritos, aminorar el dolor << Esta dentro de ti. >> La rabia y la desesperación provenían de ella. Al igual que la bruma azul brotando por sus pies, plasma eléctrico envolviéndola lentamente, mientras una delicada burbuja se alzaba alrededor, encerrando y conteniendo la energía. Alex recibió un latigazo de carga electrostática, y dejo de gritarle. Intentó acercarse de nuevo, pero la burbuja era dura como el metal, y liberaba descargas eléctricas al mínimo contacto. Se estaba encapsulando dentro, el plasma casi llega a sus hombros, permaneciendo agachada, aferrando sus hombros, como si una agonía intensa la agobiara al mover su cuerpo. Por fin, Ranchi es capaz de escuchar las palabras de su caballero - ¡Señorita Bates! ¿Qué ocurre? ¿Usa algún tipo de arma? ¡Por favor dígame! - Todos van a morir. Es inevitable. No puedo soportarlo más, ya no… - ¿De que esta hablando? ¡Dígame! Alex esta más cerca de la peligrosa esfera, atestiguando el último intento de liberación de la chica. Las delgadas manos golpean el interior de su jaula, con los cabellos flotando en luminosidad azul. Los ojos negros centellean furiosamente, fríos terribles. - Llévate a mi hermano. Váyanse.


Thunder llegan retrasado a la Sala Magna. Ve el caos y el reguero de cuerpos, pero el sol azul, tan grande que casi toca el techo, es demasiado para el. No puedo creer que niña Bates este metida adentro. Alex retrocede paso a paso, jalando a Derek, quien aun no se levanta totalmente del piso - ¡Supersoldado! ¿Qué carajos es eso? Alex sigue su costumbre de ignorar a Thunder y permanece atento a Ranchi. Derek se escuda entre las piernas de su nuevo protector. - Explíquese. - Corran. - ¿Ranchi? - Corran. – Señorita Bates… El grito, mas allá de la capacidad humana, es un estruendo deformado y amplificado por los fantasmas. Miles de almas aúllan por su garganta. - ¡¡CORRAN!! Alex sujetaba al niño de la cintura, cargándolo con un solo brazo. Detrás de ellos va Thunder, aún confundido por la inexplicable situación. Esta demás decir que salen de la Mansión lo mas rápido que pueden - ¿Qué diablos? - decía Thunder durante la huída. - Hay que largarnos - Alex bajaba a saltos las escaleras. - ¡Aguanta! ¡¿Y el bastardo de…?! - ¡¡Hay que largarnos!! Derek trataba de escabullirse, sin éxito, considerando su tamaño y la fuerza del brazo de Alex. - ¡MI HERMANITA! ¿Qué LE VA A PASAR A MI HEMANITA? ¡Debo quedarme con ella! ¡Suéltame! ¡Suéltame! Subieron al auto, lanzando al niño al asiento trasero, quien aun permanecía histérico y berreando ansiosamente. Alex conducía a toda velocidad por la ciudad con un dominio increíble. - ¡Maldita sea! ¿De que diablos estamos huyendo? - No lo se. Enciende los propulsores extras.


- ¿Más rápido? ¡Con una mierda…! - voltea hacia Derek e interrumpe sus gritos de “¡Ranchi! ¡Ranchi!” - ¡deja de ladrar! ¡Ponte el rajado cinturón de seguridad o te partirás la cabeza al caerte del asiento! - ve de nuevo a Alex - ¿Podrías al menos contarme lo que viste? – Lo suficiente para convencerme de mantenernos lo mas alejados posible de la Mansión Bates. - Viniendo de ti… - Algo me dijo que las amenazas de la señorita Bates son ciertas. - ¿Cuáles? - Los matará. Sinceramente, no tengo ganas de averiguar como lo va a hacer. La burbuja de Ranchi estaba repleta. Aquellos que no pudieron escapar no daban crédito al magnifico fenómeno ocurriendo en ese momento. - Finalmente. Ranchi era el conductor de esa misteriosa energía, concentrándola alrededor suyo. - Venganza La burbuja se resquebrajo rápidamente, como el cristal de un estanque, y por las fisuras se escapa luz y electricidad celeste, relámpagos quemando al toque. El fuego nace y se expande, arrasando, transformando en cenizas las riquezas y en polvo los lujos. Los señores Bates se consumen como varitas secas y el resto del Parlamento desaparece en un remolino ascendente de aire caliente. El fuego destruye a los hombres y sus recuerdos, desvaneciéndolos en una ráfaga violenta. La Mansión Bates es devorada por los rayos, estallando a los vientos como si sus macizas paredes no fueses más que trocitos de papel. La tierra tiembla ante el nacimiento de una estrella, preámbulo a la destrucción de un planeta. Luz azul y fuego azul, iluminando el corazón de la ciudad, para después bañarla con vapores negros y una onda de catástrofe. Los gritos de los culpables se suman al bramido de la explosión, un canto de liberación para los espíritus deseosos de venganza. Así, un gran trozo de Nueva Londres Tercera se había evaporado, sin quedar nada en su lugar, quizás solo una vaga memoria del magnifico edificio ahora, inexistente. Derek y sus dos acompañantes adultos presenciaron el derrumbe de la Mansión Bates con las dos cuadras que la rodeaban, las llamas y los escombros ardientes volando incluso hasta la distancia segura donde se hallaban. La nube de humo tardó algo de tiempo en disiparse


mostrando al terminar los restos irreconocibles de una de las construcciones más antiguas del planeta. Donde se erigía el símbolo de la poderosa aristocracia, estaba un calcinado terreno sembrado de cacharros retorcidos. Derek lloraba a un lado de Thunder. Era imposible creer que Ranchi sobreviviese. - Sugerencias, supersoldado. El auto de su escape se había estrellado en una de las columnas de la entrada de un estadio deportivo, a las orillas de la ciudad. Fuera de cualquier pronóstico, estaban ilesos. Alex, apartándose del niño, dijo: - Regresaré a buscarla. - Repite eso. - Tengo un fuerte presentimiento - ¿Eres ciego? ¡Eso recién…! - No, vi perfectamente como un niño acaba de perder a su familia - y le regresó un revelador gesto diciendo “fíjate en tus palabras, animal” - especialmente a su única hermana. Tengo el fuerte presentimiento de que podré encontrarla. -alzó el tono de su voz para que Derek escuchara más fácilmente - Algo me dice que así será. Regreso en dos horas. -¡Claro! Tomate todo el tiempo necesario. No aguarda, recién me acuerdo de que… ¡ah, sí! ¡El famoso dispositivo de ese tarado de Timlar volará Nueva Londres en menos de treinta minutos! ¡Junto al resto de ciudadanos en este rajado planeta! Alex lanza a las manos de Thunder un chip con retos de sangre seca. - Conté con la oportunidad de extraerlo. No preguntes como. Estoy bastante seguro de haberlo sacado antes de la última contracción. La vocecilla del pequeño Derek, palidecía comparada a la de estos hombres rudos. - Existe un sistema de respaldo. Alex y Thunder voltearon a verlo. El pequeño limpiaba sus lágrimas - Se activarán al azar y en secuencia. Aun cuando lograsen desarmar la mayoría de las bombas, bastará que una estalle en el manto de petróleo para incendiarlo, y hacer que el planeta, literalmente, hierva. El petróleo arderá por siglos debajo de la superficie, volviendo a Nueva Standford inhabitable. Este mundo esta condenado.


- Y nosotros estamos jodidos - añadió Thunder - ¿Cuánto falta para que se active la primera? - Seis horas. Sospecho. - ¿Entonces? Alex señaló discretamente a Derek, al sacar un pequeño control del chaleco. - Nos lo llevamos. Usaré el Apokalipse. Los veré allá arriba. Una nave apareció de la nada y Alex abordó en ella, despegando. Derek estaba muy triste y no opuso resistencia cuando Thunder lo tomó de las axilas y lo montó en sus anchos hombros. - ¿Quieres que te cuente un secreto? Derek asintió. - El supersoldado, capitán Alex para ti, a veces tiene un sexto sentido bárbaro. - No te entiendo -Si, hay ocasiones en que percibe a un enemigo por la espalda, un sitio peligroso cerca o cuando un aparato se va a descomponer, antes de que ocurra. Y hay otras ocasiones en que esta seguro de cosas que nadie creería, y esas también ocurren. La mayor parte del tiempo son calamidades, pero, en tu caso, pueden ser buenas. - ¿Esta tratando de decirme que el capitán Alex tiene una especie de… percepción extrasensorial? - Llámale como gustes, pero lo que si se es que si el supersoldado apuesta su vida en encontrar a tu hermana, es porque cree en ello y porque de alguna maldita manera va a conseguirlo. Ya te tocará verlo. ¡Aguanta, no me jales el pelo! -¿A donde vamos? - Escondimos la otra nave dentro del estadio. A Alex le gusta ese juguete de alta tecnología, pero a mi me gustan grandes y aguantadoras. Tanta explosión me dio hambre, espero haber guardado algo de pizza en el Nexus 1, ¿te gusta la pizza? - Si, pero no la como mucho. -Hay que arreglar eso cuando subamos al Deathbird. Va a gustarte. Te divertirás como loco. Hombre y niño llegan a la nave, preparándose para olvidar ese mundo y seguir con sus vidas.


Octavo día. Mañana. << ¿Qué es lo que hay en mis manos? >> Ranchi no sabía donde estaba parada. Más allá de la espesa bruma gris rodeándola, nada se distinguía. El suelo estaba con una gruesa capa de polvo, la cual se alzaba en remolinos horizontales cada vez que ella daba un paso. Parecía nadar en un mar de polvo, sin fondo y sin final, elevándose en torbellinos delicados, descendiendo sobre sus dedos abiertos, como copos frágiles dispersándose solo con su aliento. << Es ceniza. >> Formas difusas en la ceniza bailaban. Rostros incompletos, las alas de un pájaro. Sin saber a donde ir, Ranchi se recostó en esa cama de polvo y muy pronto éste la cubrió, como si se transformase poco a poco en una estatua de piedra. Columnas de ceniza subían a las alturas, miles de diminutas mariposas en formación, y mas allá de donde podía verse, una luz mortecina luchaba por separar las nubes oscuras. El viento soplaba tiernamente, no para arrastrar el polvo, si no para jugar con él. << Es hermoso. >> Ranchi se sintió en paz. Extendió los brazos grises y sonrió. Por fin tenía silencio. << Las cenizas de un mundo corrupto. Los espíritus vuelan en ellas y regresan en casa. >> Siluetas de hombres y mujeres formadas por el polvo se perdían al mínimo susurro del viento, originando nuevos torbellinos. Ranchi elevó ligeramente su mano, y rápidamente un pequeño cúmulo de polvo se agrupó en su palma. << Eres libre. >> La chica sopló con dulzura, y el polvo se alzó para formar la figura de una joven de pelo largo, alegre como el sol. << Gracias. >> El espectro miró a las nubes, para desintegrarse en espírales que subían al cielo. << Creo que es hora de volver. >> Las nubes huyen y el viento aumenta su fuerza, llevándose consigo las cenizas las cuales acarician los oídos de Ranchi.


<< Gracias, Doncella de Venganza. >> La luz se torna diferente, más intensa, artificial. Un frío repentino la hace acurrucarse y estremecerse. El ambiente se conforma, y aun cuando no puede ver, siente la dura superficie donde reposa, incluso la amplitud de la habitación. Esa luz sintética atraviesa sus párpados casi dolorosamente. Percibe unas pequeñas manitas cubriéndola con una sábana, y alguien moviendo objetos cerca de ella, con la presencia de una personita apostada frente a su cara. La luz no se va, pero el frío disminuye. El lecho continua demasiado rígido y estrecho. Ranchi tarda de ubicar los latidos de su corazón. << ¿Estaré muerta? >> Las manitas le apartan el cabello de los ojos. Y Ranchi los abre. - Sabía que despertarías. Ella trata de incorporarse, pero poco le faltó para caerse. Estaba sobre una plancha de operaciones siendo la luz blanca proveniente de las lámparas del quirófano, con su ropa sucia, desgarrada y cubierta con costras de sangre. A su izquierda estaba una mesa baja repleta con pinzas, tijeras, bisturís, y más artículos médicos desconocidos para ella, que por fortuna, parecían no haber sido utilizados. En el piso estaba un reguero de campos plásticos estériles, unos sucios y otros no tanto. Para completar la escena, los tres monitores en la cabecera parpadeaban todavía con el mensaje de “muerte clínica” - Dime que no me morí. - No te moriste. Ignóralas. - Derek señaló las pantallas.- Es que olvidé desconectarlas. - Dime - ella se sobaba la nuca dolorida - que no me operaste. - No te operé. - Entonces ¿Por qué diablos me dejaste en la plancha? - El capitán dijo que podrías estar seriamente herida. ¡Te encontró en el fondo de un cráter, con kilos de escombro encima, bañada de sangre! Pensamos que te habrías fracturado algún hueso, o estallado algún órgano, sin embargo te examinamos por completo y resultaste sana. ¡Sana! Así que te dejaron aquí, en lo que disponían de una habitación más confortable. La chica preguntó, frotándose el rostro: - ¿Qué hora es? ¿Qué día es hoy?


- En mi reloj, apenas es el mediodía, en lunes 25 de noviembre, año 226 después del Éxodo y la Colonización, pero creo que pronto dejaremos de usar ese calendario. Baja de ahí, te preparé un baño y un almuerzo. Te enterarás del resto mientras comes. Ranchi tenía la sensación de que las piernas de le desprendieron del torso al caminar, pero mejoró rápidamente cuando el agua caliente cubrió su entumido cuerpo. La cabina de la ducha estaba hecha de forma transparente, el inodoro casi triangular, también de algún material ligero y resistente, la regadera misma no sobrepasaría el tamaño de una moneda, pero dispersaba maravillosamente el agua. El jabón que usaba también era inusual, pues hacía poca espuma y no poseía aroma. - ¡Tendrás que arreglártelas sin shampoo, hermanita! - gritaba Derek detrás de la puerta de estrecho baño - ¡Thunder no usa y Alex no quiso prestarme el suyo! << ¿Thunder? ¿Alex? >> Ranchi solo se medio cubrió con la toalla blanca depositada cobre el lavabo y salió chorreando agua del cabello, cara y resto del cuerpo. - ¿DÓNDE ESTAMOS, DEREK? El niño recién terminaba de acomodar sobre una silla metálica la camiseta y el pantalón de hombre más pequeños que pudo conseguir para que Ranchi vistiera. - Tu ropa vieja la deseché, a excepción de los zapatos. Con respecto a tu pregunta, de acuerdo, comenzaremos por ahí. Cuando los conociste, ¿te mencionaron el hecho de que poseían una nave? - No. Al menos no explícitamente ¿A qué viene a cuento eso? - Estamos en ella. La llaman Deathbird. Es una nave nodriza de colonización, es decir gigantesca, lo que significa… - Lo que significa… - … que estamos en el espacio. Mas precisamente, el hemisferio oculto de Selene, nuestro satélite natural, aunque el Deathbird es un poco más grande que ella… será mejor que te relate lo demás cuando tenga el estomago lleno. Vistiendo la ropa limpia – donada por Alex – siguió a Derek hasta la cocina. Estaba segura de que una nave espacial no luciría como las que salen en las películas, sin embargo, aun así, su primer encuentro con el Deathbird mezcló decepción, asombro e incredulidad. Había cerraduras digitales que no funcionaban, puertas automáticas sostenidas con llaves de


tuercas y secciones completas de paredes con cubiertas de titanio oxidadas y abolladas. Por otra parte, tenía tantos pasillos, salidas y áreas en blanco, que sin ayuda de Derek, se hubiese perdido en menos de cinco minutos. Cuando llegaron, Ranchi vio por fin lo que Derek llamaba cocina. - No se parece a las que teníamos en la Mansión. - Sonará cínico – dijo Ranchi – pero me alegro. Era un espacio muy pequeño, cubierto de anaqueles y módulos, despensas y cajoneras, interrumpido por varios electrodomésticos descompuestos. El aparato más semejante al horno yacía estallado por dentro, quizás a la primera vez que intentaron usarlo. Lo único que no estaba averiado era el equivalente a refrigerador, de una proporción descomunal para el resto de la cocina, la cual evidentemente nunca habían usado de la forma correcta. Ranchi tomó lugar en la pequeña mesa de aluminio, mientras Derek encendía un horno de microondas acomodado sobre lo que debía ser el área de preparación de alimentos. - Este se lo compraron al llegar a Nueva Standford. También se abastecieron generosamente de comida congelada, por lo que necesitaron el microondas. Dicen que los víveres son muy baratos en el sistema, y no podían dejar pasar la oportunidad, así que comeremos de lo nuestro por unos seis meses y después, no se… - el horno dio un pitido y Derek sacó la primera porción de spaghetti con albóndigas. - ¡Listo! Supongo que tendrás hambre. De beber solo hay agua purificada o cerveza. Un par de hombres rudos no son buenos en la cocina. Ranchi devoraba ávidamente, por lo que mientras durara el plato, se limitó a escuchar. Y el plato duró mucho, pues Derek preparó también barritas de pescado, cuadritos de pizza y macarrones con queso, todos del gusto de ella. - Timlar tenía otros medios para activar los dispositivos nucleares. Aun cuando el chip instalado en su corazón fue desactivado – Derek hizo una pequeña pausa y tragó saliva – el sistema de respaldo inició el conteo final. Cuando Alex te sacó de los restos de la Mansión, justo al otro lado del planeta, Oxford Quinta fue borrado de la superficie. ¿Recuerdas las clases de geografía? - Recuerdo lo orgulloso que estaba el profesor – respondió Ranchi masticando un gran cucharada de pasta – de que Nueva Standford estuviese rellena de petróleo como un caramelo de licor.


- El petróleo se incendió, calentando el subsuelo, acelerando así la detonación del resto de las bombas nucleares. Soho Segunda, Nueva Gales, Durkheim y Large Sidmouth son historia. Lo peor es que todavía hay bombas activas y enterradas por el resto del planeta, Por su programación o por el crudo ardiendo, explotarán. Ranchi permaneció con la vista en el plato. Derek continuó. - Algo bueno salió de esto. - ¿En serio? ¿De la destrucción de un planeta? - El chivo expiatorio de nuestro padre, el Viceministro Robinson, acaba de organizar la evacuación de los sobrevivientes, hace no más de media hora, según oí en las señales de emergencia. Supongo que utilizan los viejos transbordadores interplanetarios destinados a la Tierra que aún funcionan, viajando ahora a Nuevas Standford Primera y Tercera, cargadas de gente en lugar de petróleo. Restablecieron comunicación con esas colonias y al parecer, ellos también tienen medios para sacar a todos los que puedan. Las leyes absurdas de papá fueron desechadas inmediatamente, al igual que su Gobierno Global. Para todos nosotros, es un nuevo inicio. El niño sacó del refrigerador un bote de helado, sirviendo dos abundantes porciones en cuencos plásticos transparentes. Eran casi cuadrados y captaron la atención de Ranchi por unos segundos. - Exploré la nave todo lo que pude. No he dormido desde que subí con Thunder. Aparte del microondas no tienen ningún aparato eléctrico que conozca. Ese de allá parece un procesador de alimentos, o una licuadora, pero no funciona. Lo repararé para poder hacernos malteadas. Cuando veas el resto de Deathbird, te encantará. Computadoras con pantalla táctil de pared, navajas láser, televisión holográfica, ¡la nave de Alex se hace invisible! ¡Es como si hubiésemos viajado al futuro! – Añadió, algo mas calmado, mientras miraba los restos renegridos de lo que pudo haber sido una tostadora – Un futuro descompuesto. - ¿Malteadas? – Respondió Ranchi con una sonrisa, probando el helado violeta intenso – Este lugar te ha fascinado. Derek metió una montañita de helado en su boca. - No pensarás en regresar a Nueva Londres después de lo ocurrido, ¿cierto? Con respecto a Nuevas Standford Primera y Tercera, no son mucho mejores, además… papá y mamá…


Alex no los encontró. Quedamos huérfanos. Que no es tan malo, desde cierta perspectiva, pero, por el otro lado, eran la única familia que teníamos. Después de todo, los Bates no éramos muy apreciados. Nuestra dichosa herencia, era la Mansión, y los miles de millones de euros planetarios que valían nuestras extensísimas reservas de crudo familiar estarán quemándose por siglos. No estamos seguros allí. Imagina nuestro regreso, los que no quieran asesinarnos, querrán manipularnos. Ranchi apartó su tazón y escondió la cabeza bajo los brazos. Un planeta aniquilado, la muerte de sus padres, desamparo, caos, destrucción. Ella era la responsable, así como también de su futuro vagabundo, de esconderse y arreglárselas para sobrevivir. ¿Ese era el deseo de los espíritus para ella y su hermano? ¿Sacrificar la vida propia, la de los seres que amaba, por ser la Doncella de Venganza? << ¿Fuiste tu quien sembró con cientos de bombas tu propio planeta? >> << No. >> << Desencadenaste lo impostergable. El ya pagó el precio. Aguarda. >> << Te falta saber una cosa más. >> - ¿Ranchi? ¿Estás triste? - Si – respondió con la cara pegada a la mesa - Ah… bueno. Yo no creo que fuese tu culpa. Por lo que vi… bueno, ese enfermo hubiese acabado con Nueva Standford por cualquier excusa. Por lo que vi… tú salvaste mi vida. Con respecto a papá y mamá… nunca nos criaron… realmente. Siempre fue Richard. Ranchi volvió a erguirse, apoyándose en la silla, frotándose los ojos. Derek estaba tan animado que contagiaba energía. - Yo creo que estaremos mejor sin ellos. Adiós gritos, ropa incómoda, y docenas de viejos chiflados poniéndome a resolver problemas como un simio entrenado. ¿Ves? ¡Hasta hablo con más libertad! Los hermanos rieron con ganas y Ranchi volvió a su helado. Derek aún tenía temas que ventilar. - Los convenceré de que nos lleven con ellos. - ¿Queeeeee? – Ranchi se atragantó con la última gota de helado.


- Si. En algo seremos útiles. El Deathbird es genial y definitivamente nunca, nunca regresaré a Nueva Standford. A ninguna de las tres. Se que será difícil, pero, quiero quedarme. Aunque tú eres la mayor y es tu decisión. La camiseta de Alex se sentía cálida y acogedora. Los pantalones le quedaban anchos, pero con tijeras, grapas y cinta de aislar… frotó sus manos contra el pecho, disfrutando el contacto de la tela, e imaginando que, en algún momento, él la traía puesta… - Nos quedamos - ¡EXCELENTE! Derek bajó de un salto, y jaló a su hermana de la mano, tirándola de la silla. - ¡Ven! ¡Te enseñaré lo que descubrí apenas esta mañana! ¡Por allá esta la armería #23, esta es una salida al hangar más cercano! ¡La sala de comunicaciones es espectacular! Ranchi y Derek exploraron el interior de la nave, un futuro que sus padres les negaban continuamente, no solo a ellos, sino a un mundo entero. El futuro estaba ahí, solo tenían que extender las manos y alcanzarlo, para sumergirse en él. Tarde. Thunder silbaba plácidamente al sacar una lata de cerveza del refrigerador. Los niños Bates curioseaban por ahí, seguidos discretamente por él mismo. Alex se acerca sin hacer absolutamente nada de ruido. - ¿Les decimos? – pregunta Thunder al abrir su lata. - Adelante. Derek le enseña a Ranchi como funcionaba la holovisión, y zapeaban entre los mil quinientos canales recibidos, divirtiéndose de lo lindo, cuando Thunder y Alex los hicieron sentarse en los sillones raídos del área de telecomunicaciones. - Antes que nada, Srita. Bates, ¿Cómo se siente? – dijo Alex, tan rígido como una estatua. - Bien. – Contestó ella, controlando su tartamudeo – Yo y Derek estamos bien. - Enhorabuena. Entonces, pasemos a otro asunto. Señorita… - Por favor, llámame Ranchi. Ranchi y Derek. Olvidemos el “Bates” - Si eso desea… Ranchi. Tenemos un problema. Un problema económico. - La cuestión – intervino Thunder – es que mataste a nuestro objetivo.


- ¿Timlar? - Ése. - Según las reglas de los cazarrecompensas, si matas al objetivo de alguien, ya sea intencional o accidentalmente, debes pagarle el monto completo de la recompensa ofrecida por él. En este caso, estamos hablando de unos… - Cinco millones de créditos – puntualizó Alex. - ¿QUÉ COSA? - Verás, nosotros realizamos una buena serie de gastos para venir a este sistema, introducirnos de incógnito e investigar. Esperábamos recuperar con creces la inversión al capturar a Timlar, pero… - ¡Mataste al rajado bastardo! - ¡Hey! Estaba poseída por los espíritus. ¡No quería hacerlo! - ¿Qué te dije acerca de las reglas de los cazarrecompensas? - Pero no tenemos nada. ¡La fortuna entera de los Bates desapareció! - Tenemos eso en cuenta – dijo Alex – Así que, considerando su precaria posición, decidimos hacerles una oferta. - Se me bajan a la de ya a Nueva Standford Primera para conseguir el dinero y a quedarse definitivamente o… - Trabajan para saldar la deuda. Es una deuda seria, así que será un trabajo serio. Muy en serio. Los niños intercambiaron miradas, y estaban dispuestos a dar su respuesta cuando Alex los interrumpió nuevamente. - Tienen ocho horas para pensarlo. La última transmisión de su sistema reporta que el Sr. Robinson llamará a la Confederación, así que nos iremos lo más rápido posible, antes de que nos relacionen con lo ocurrido. Sin decir más, se despidió con una cabezada, dio la media vuelta y salió de la sala. Thunder permaneció con ellos unos momentos más, degustando su cerveza. - Chica, ¿ya viste como esta tu planeta? Ranchi negó con la cabeza. - Presta. – le apartó el control de las manos y apuntó a la pantalla. – Imágenes de las cámaras exteriores del Deathbird, y algunas sondas vigía.


Un atardecer oscuro de Nueva Standford, con el sol escondiéndose detrás del planeta, como si se incrustara en él, mientras la negra superficie era iluminada con ríos de fuego, apareciendo esporádicamente hongos blanquecinos de las explosiones nucleares. - A que nunca creíste ver como se calcinaba tu mundo por… - miró al niño - ¿Cómo dices que se llamaba? - Televisión. - Esa antigüedad. Te veré al rato. Chica, preparas la cena. - ¿Yo? – Preguntó Ranchi desafiante - ¿Por qué? - Esta en tus genes. - Aja. - Los hombres tenemos un cromosoma Y, que anula los poderes del X. Las mujeres tiene dos X, así que se amplifican, por eso las mujeres saben hacer cosas de mujeres, como lavar, limpiar, cocinar, cosas de esas. - Thunder, nunca he tomado una sartén en mi vida. - Aprenderás rápido. Esta en tus genes. El fortachón los deja finalmente solos, sin darle oportunidad a ella para discutir. Los niños volvieron a ver su maltrecho planeta, incendiándose como la cabeza de un fósforo. En su noche, la superficie llameante brillaba con más brío. Podía verse una que otra nave escapando de allí, encaminarse a los otros dos planetas vecinos, absorbidos por la distancia. Ranchi pensó en un momento en las personas a bordo de esas naves, embarcadas en un nuevo Éxodo, abandonando el fantasma de la Amada Tierra. Una vida nueva, para todos. Eso era algo bueno. << El mundo entero arderá >> - Hermanita… - ¿Si? - ¿En realidad te encuentras bien? - Si. – Ranchi cambió el canal, y el holovisor volvió a emitir imágenes tridimensionales de un programa de variedades colorido y escandaloso. - ¿Crees que nos dejen quedarnos? - Se que lo harán. - ¿Por qué estás tan seguro? El niño contestó con alegría.


- ¡Soy un genio! Un par de horas más tarde, justo cuando Ranchi y Derek descongelaban carne en el microondas, Thunder se aseguró de que nadie lo siguiese y entró a su propia habitación. Dentro del desorden monstruoso imperante, localizó la cama, se lanzó sobre ella, y buscó bajo el colchón. Sacó un estuche de discos, aquél que Ranchi les entregó días antes, abriéndolo con emoción. Tomando de guía un trozo de cable amarillo con bordes abiertos, puesto entre las páginas, descubrió hasta ese momento, que faltaban seis discos. - ¡Carajo! ¡¡Supersoldado!! Alex estaba en otra área, donde tenían varias computadoras. Lo especial era la conexión directa a la red galáctica de información: Net. Tenía en ese momento dos terminales encendidas, pero al parecer no encontraba aquellos que buscaba afanosamente en su tecleo frenético. La dificultad fue resuelta cuando Thunder entró por la puerta con su lata de cerveza en la mano izquierda y un disco negro en la derecha. - Cuanto a que los códigos no entran. – le acercó el disco a Alex – Faltan las contraseñas. Alex gruñó e insertó el disco en una ranura de su computadora. - No puedo creer que Timlar almacenara información en estas reliquias. - Recuerda que en Nueva Standford Segunda se hubiese visto muy raro con esas memorias de silex ultradelgadas. Debía adaptarse a lo que tenía. - Pero discos… - Deja de quejarte. ¿Confirmaste tus sospechas? - El niño copió los números bancarios de Timlar y su gente. Las contraseñas y saldos aproximados. Son tres juegos de contraseñas por un número, por lo que se trata de mucho dinero. - ¿Cuánto? - Me llevará tiempo vaciarlas todas. El maldito fragmentó todo su capital en cientos de cuentas. - Pero son de tres contraseñas, compadre. Ya sabes, una contraseña si es menor de cien mil créditos, dos, si es mas de cien mil, y menos de quinientos mil, y las de tres… - Mas de quinientos mil hasta los diez millones, exceptuando las de cuatro y cinco contraseñas, obviamente mejores, pero no creo que Timlar metiera tanto dinero en un solo banco. Repito, me llevará tiempo. Posiblemente muchas estén vacías.


- Oye, y ¿si lo que sacamos de estas cuentas salda la deuda de los principitos? - ¿Los niños Bates? ¿Por qué lo preguntas? - Digo, nos habrán pagado sin saberlo. La recompensa estaría saldada. - No me hagas decirte de nuevo que tardaré comprobando… - Ese no es mi punto. Alex se entretuvo momentáneamente pasando datos mediante la interfaz holográfica. Tocaba una pantalla con el dedo, y arrastraba una secuencia de números, mirándose en tercera dimensión al pasar por el aire, y luego los colocaba en la segunda pantalla, pegándolos con un golpecito en el renglón vacío. No funcionaba a la perfección porque el proyector parpadeaba y unos números caían, pero las computadoras hacían su mejor esfuerzo. Al fin, respondió. - Me da pánico imaginar lo que pasaría si la chica anduviese sola, sin vigilancia, en un mundo indefenso. Viste lo que hizo. Esas habilidades parecen, además de inexplicables y espeluznantes, listas para salirse de control. Podría causar muchas más catástrofes de las ocurridas ahora. Dañar no tan solo a los demás, sino a ella misma. - Yo pensaba en el chiquillo – dijo Thunder – Lo que fue capaz de crear, engañado por un fanático traicionero. Alguien podría aprovecharse de su genialidad, engatusándolo, obligarlo a hacer algo rajadamente peligroso, como una mega bomba, un arma que fría planetas… que se yo. Él es el genio. También necesitaría vigilancia, tenerlo bajo cuidado. - Ranchi es más vulnerable que Derek. Detecté algo, en su interior, algo que no domina del todo. Una especie de… - y agregó, como queriendo involucrar a Thunder en sus propias desiciones – Viste lo que hizo. - Entonces nos los quedamos. Ni una sílaba de las cuentas millonarias secretas de Maxie, ¿entendido? Alex retornó a las pantallas, acomodando ese revoltijo de información antes de intentar buscar en Bussines-net los bancos correspondientes. - Considerando – dijo, sin mirar a su colega – que deseen quedarse. Thunder estaba retirándose, compactando la lata vacía en su musculosa mano. - Relájate. La chica no se irá. Le sonríe pícaramente a Alex, aunque éste no lo ve. Pero capta la intención.


Noche Era oficial. Apenas pasadas diecinueve horas de la hecatombe iniciada por la destrucción de la Mansión Bates, el liderazgo del Viceministro Robinson, y la participación intensa por parte de los colonos, permitieron la evacuación del cuarenta y cinco por ciento de la población sobreviviente en Nueva Standford Segunda. Los otros dos planetas, incapaces de mantener a tantas familias desamparadas, propusieron la solicitud de ayuda a la Confederación de Sistemas. No hace más de diez minutos, como escucharon Ranchi y Derek por su propio receptor de señales de comunicación interestelares, el Viceministro Robinson ha conversado con el Director General de la Confederación, Kyo-sa. La Confederación le ha contestado. - ¡Con una mierda, vienen para acá! ¡Demonios! Thunder estaba sentado a la mesa de la cocina, comiendo un grueso corte de carne usando solo el tenedor, Ranchi y Derek lo acompañaban, mas por cortesía que por hambre, pues habían picado toda la tarde de las alacenas, probando galletas energéticas, frituras irken de Comidortya, hamburguesas de rynth, y una bolsa entera de bolitas de queso que le escamotearon a Thunder. De igual manera, la carne olía deliciosa y era de mala educación no compartir el pan y la sal con el anfitrión. - ¿No esperas a Alex? - Nah. Come cuando se le pega la gana, y no le gusta que lo vean. No me preguntes porqué. – un trozo de carne medio masticada y algo sangrienta saltó de sus dientes, y cayó con mala suerte dentro del plato. – Pero creo que vendrá a hablar con ustedes, ya va a cumplirse el rajado plazo. ¿Decidieron? - Si, – dijo Derek, tan feliz que no podía ocultarlo – mi hermana y yo… Alex entró a la cocina. Se acercó a la mesa y jaló una silla. Derek de inmediato le puso un plato. - ¿Querrá comer algo, capitán? - Gracias Derek, pero… - el niño tenía una expresión tan solícita que ignorarla era una ofensa – puedes traerme agua. De… - Sus propias botellas. Ya se donde las guarda, capitán. Enseguida la traigo.


Alex enfriaba nuevamente su expresión mientras buscaba algo en los bolsillos de su pantalón. Tronó los dedos y se levantó. - ¿Pasa algo? – preguntó Ranchi al poner mas filetes en la mesa. - Olvide mi computadora personal. La deje en el puente. - Iré por ella. Se donde esta el puente, e igual ya la conozco. ¿Es la que me prestaste ese día que fuimos a la Mansión en moto? El “supersoldado”, apodo que le quedaba a la perfección, evitaba normalmente situaciones íntimas o de familiaridad. Pero, al igual que la cara radiante de Derek, la tierna sonrisa de Ranchi y su desinteresada amabilidad le funcionaban a Alex como un cuchillo en la garganta. Era muy difícil negarse. - Si. Esa es. - Ahora vuelvo. El Deathbird era tan grande que llegar al puente tomaba media hora de camino, atravesando puertas, pasillos y dos escaleras. Sin embargo, Ranchi aprovechó el tiempo para pensar. << Un nuevo comienzo, si, un nuevo comienzo. Eso es bueno. >> Bien pudo haberse teletransportado de una vez, pero no quería avergonzarse a si misma con su inexperiencia o hacer el ridículo. Debía dar una buena impresión, especialmente a Alex. << Tengo que entrenar mis habilidades hasta dominarlas sin esfuerzo. Usar un solo poder a la vez va a ser un engorro, pero si es cierto lo dicho por los espíritus, que practicando lo suficiente, podré hacer lo impensable. >> En el espacio, las voces eran débiles y confusas. Ranchi se alegraba con esta paz del vacío infinito, tanto, que tarareó una canción, y saltaba al ritmo de imaginario de la melodía. - ¿Cómo será la música de otras colonias? Investigaré eso. Aunque sospecho que ni Alex o Thunder conozcan los grupos de moda. El puente era el área mejor conservada de la nave. Thunder vivió ahí un tiempo, pero Alex logró convencerlo de que dormir, comer y arreglar lanzamisiles junto a la consola matriz de navegación podría resultar peligroso. Era amplísima, de varios metros de alto, con un espacio abierto uniendo los dos pisos de computadoras, ambos a la vista de la monumental pantalla principal, donde se desplegaba información importante. Debajo de la pantalla ligeramente cóncava, estaban constelaciones de interruptores, teclados, palancas, visores y pantallas personales, diseñados para una tripulación numerosa. La mayoría estaba apagada,


y Ranchi se preguntó como dos hombres podían pilotear una nave de semejante envergadura. << Con mucho trabajo, supongo. >> Alex dejó la pantalla maestra encendida, con las imágenes de las cámaras exteriores. En el centro estaba el planeta negro, transformándose sin detenerse en una roca estéril y caliente. Rodeándolo, se encontraban el resto de las cámaras del Deathbird. Podían observarse al mismo tiempo el despegue de las naves de evacuación, su viaje, una visión global de Nuevas Standford Primera y Tercera, y la nueva partida de las mismas por más sobrevivientes. << Thunder sabía que el Gobierno Global no tenía la tecnología en satélites o radares para detectar naves mas avanzadas que las construidas en los inicios del siglo XXI de la Tierra. Por eso se aventuraron a dejar el Deathbird, con todo y su enorme tamaño, detrás de Selene. Aquí estamos y nadie repara en nosotros. Y aunque lo hicieran, de momento están más ocupados en salvar sus vidas. >> La microcomputadora de Alex estaba a la vista, sobre el único sillón en todo el puente, debajo de la pantalla. - Algún día aprenderé a usar estos aparatos. Ya perdí mucho tiempo, mejor me teletransporto. << Ojala y no aparezca en medio de la mesa. >> Por suerte, el portal de salida la dejó justo enfrente de la puerta de la cocina. Podía oír la conversación de Thunder, la voz más atronadora del pequeño lugar, diciendo: - Yo me conformo con que mi arma funcione, mi cerveza esté fría, y las motos arranquen. Lo demás sale sobrando. Y de lo que me decías, el shampoo es para niñas y maricas, así que tu hermana si puede comprarse uno. - Con la cantidad de medios de transporte disponibles, Derek, Thunder aún prefiere moverse en esos vejestorios. - Son fáciles de arreglar, andan donde sea y puedo disparar mientras conduzco, no pido más. Ranchi entra creando un silencio. Los dos hombre la miran y ella le entrega a Alex el encargo. Toma su lugar, mirándolos a ambos suspicazmente. - ¿Y bien?


- Gracias. – Dice Alex al encender la computadora en su mano – La Confederación de Sistemas vendrá para acá. No podemos postergar nuestra salida, por lo que es tiempo de decidir. ¿Se bajan a Nueva Standford Primera, les perdonamos temporalmente la deuda y se las arreglan como pueden en un planeta arruinado, sin familia o albergue? - ¿O permanecen aquí, trabajando como robots, hasta pagar la última fracción de los cinco millones que nos deben? Según las tarifas, acabarán… - … en diecisiete años, seis meses y tres días, según el calendario de Nueva Standford. Los hermanos volvieron a cruzar miradas. ¿En realidad estaban seguros? Contestaron al unísono. - Elegimos el trabajo. - Perfecto. – Alex buscaba datos en su pantalla táctil con la pluma digital – Derek, te encargarás de conocer y rediseñar los sistemas operativos de la red informática interna del Deathbird, según tus capacidades. Tengo entendido que lo relacionado con computadoras y electrónica pertenecen a tus áreas favoritas. - ¡Si! ¡Me encantan! - Será tu primera asignación. Ranchi, tú te encargarás del mantenimiento. Derek, ¿acabaste de cenar? – el niño asintió efusivamente – Bien. Ven conmigo. - ¿A dónde vamos? - Telecomunicaciones. Cuanto antes te involucres con las tecnologías existentes en la galaxia, mejor. Los dos dejaron la cocina y avanzaron a paso vivo por el pasillo de salida. Tenían que, pues era área quedaba a una hora o más de distancia. Solos, Ranchi y Thunder acabaron sus bebidas. - Exactamente, ¿Qué se supone que tengo que hacer? – dijo Ranchi. - Limpieza y reparación de la nave. –Thunder sacó un grueso cigarro, encendiéndolo al inhalar – Puedes empezar por traerme una cerveza. Luego, lavando los trastos, limpiando la cocina, arreglando las habitaciones, esterilizando el baño, puliendo pisos, raspando el óxido… - También tengo que entrenar, es decir…


- ¿Hablas de tus superpoderes? No te preocupes, los necesitarás para hacer arrancar la lavadora. Yo no he podido. Ah, también te encargas de la ropa. Hace un buen que ni Alex o yo… - Ahórrate los detalles. Ranchi suspiró resignada. Se levanta para recoger los platos y llevarlos al fregadero. Thunder la mira impávido. - ¿Y mi cerveza?


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