EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU MUJER CON UN SOMBRERO

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también una especie de serenidad. Siempre le habían interesado las plantas, y este interés, tan constructivo, y tan alejado de la zona de peligro, de la acción y de la relación humana, se lo fomentaron vigorosamente en el hospital prisión donde vivía. Se hizo cargo de un terreno olvidado y desatendido y creó jardines de flores, jardines de plantas aromáticas, jardines de todo tipo. Parecía haber logrado una especie de austero equilibrio, en el que a las relaciones humanas, las pasiones

humanas,

tan

tempestuosas

anteriormente,

las

había

reemplazado una calma extraña. Unos lo consideraban esquizoide, otros sano: todos creían que había logrado alcanzar una cierta estabilidad. Transcurridos cinco años empezó a salir bajo palabra, permitiéndosele abandonar el hospital con permisos de fin de semana. Había sido muy aficionado al ciclismo y se compró una bici. Y fue esto lo que precipitó el segundo acto de su extraña historia. Bajaba pedaleando, de prisa, como le gustaba a él, por una cuesta bastante pendiente, cuando surgió de pronto un coche, mal conducido, en dirección contraria, en una curva sin visibilidad. Donald intentó desviarse para evitar el choque frontal, perdió el control y acabó precipitándose violentamente, de cabeza, contra el firme de la carretera. Sufrió una grave herida en la cabeza (grandes hematomas bilaterales subdurales,

que

se

drenaron

y

evacuaron

de

inmediato

quirúrgicamente) y contusión grave en ambos lóbulos frontales. Permaneció

en

coma,

hemipléjico,

casi

dos

semanas,

y

luego,

inesperadamente, empezó a recuperarse. Y entonces, en ese momento, empezaron las «pesadillas». El regreso, el re-amanecer, de la conciencia, no fue dulce: vino acompañado de una vorágine y una agitación desagradables, en que Donald, semiconsciente, parecía debatirse violentamente y exclamaba sin cesar: «¡Oh Dios!» y «¡No!». Al aclararse más la conciencia, se aclaró con ella el recuerdo, el recuerdo pleno, un recuerdo que ahora resultaba terrible. Había varios problemas neurológicos (adormecimiento y debilidad del lado izquierdo, ataques y déficits graves del lóbulo frontal)


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