NUMERO 1

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CLOSE-UP

Let's go! Javier Avilés Les dice Pike a los hermanos Gorch. ¿Por qué no? Responde Lyle con un brillo en la mirada que se refleja en la de su hermano. Salen. Un gorrión queda muerto en el suelo de la casucha. Dutch les espera fuera, sentado en el suelo afilando un trozo de madera. No cruzan ninguna palabra. Sonríe. Clava el palo en el suelo. Los cuatro cogen sus armas y, mientras suena una canción, mientras el redoble del tambor aumenta de volumen, avanzan entre las tropas de Mapache, hasta llegar al patio donde se reúne el mando mayor de su ejército. Desde que Pike dijo “Vamos”, hasta el momento en que se plantan ante el general han pasado cuatro minutos. Ah, los gringos otra vez. ¿Qué quieren? Queremos a Ángel. De acuerdo, les daré a Ángel. Mapache coge a Ángel y le degüella delante de ellos. Los cuatro disparan a Mapache matándolo. Han pasado dos minutos desde que entraron en el patio. Entonces llega la pausa más demoledora de la historia del cine. Las tropas de Mapache intercambian miradas con Pike, Dutch y los hermanos Gorch. Se suceden los rostros, las miradas, la indecisión. Entonces la risa de Ernest Borgnine. En una entrevista concedida por Ernest Borgnine a El Postre, un programa de Radio3, el actor declara: - Sam Peckinpah era un director de actores, no sé si me explico. Era un hombre que te permitía hacer lo que querías. Pero sabía que si te dejaba solo, llegarías con un montón de ideas equivocadas (…) Recuerdo otro par de cosas de ese rodaje, recuerdo que le dije a Sam Peckinpah en la escena que le cortan la garganta a Jaime Sánchez, que se la corta el general con un cuchillo, le dije que en ese momento sentía que yo no podía sonreír. Y Sam me dijo, Hazlo. “Hazlo igual que siempre. Será maravilloso”.

OjO de buey

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