Domínguez
Shaw (1981)9 destaca que el líder supera al promedio de los miembros de su grupo en inteligencia, escolaridad, perspicacia y elocuencia. También en aspectos de sociabilidad como confiabilidad, actividad, espíritu de cooperación y popularidad; y finalmente, en sus habilidades de comunicación. 1.3.
Sobre el discurso
Las lenguas viven en el discurso y a través de él. Y los discursos nos convierten en seres sociales y nos caracterizan como tales. A diferencia de lo que ocurre con el código escrito, el habla no requiere de un aprendizaje formal, se “aprende” a hablar como parte del proceso de socialización y, asimismo, el entorno sociocultural desempeña un papel fundamental en la adquisición y desarrollo de la competencia discursiva oral. “El hecho de que en sociedades existan diferencias y desigualdades se refleja también y de forma muy clara en el diferente y desigual acceso de las personas a los “bienes” lingüísticos y comunicativos”, explican Calsamiglia y Tusón (2002:43), añadiendo que una enunciación oral prototípica se caracteriza por tres rasgos fundamentales: la participación simultánea de las personas que intervienen en ella, a quienes llaman “interlocutores” (en vez de emisores y receptores); la presencia simultánea de quienes interactúan, compartiendo el espacio y el tiempo; y los interlocutores activan, construyen y negocian en la interacción una relación interpersonal basada en sus características psicosociales, como el estatus, los papeles o la imagen, entre otras (íbid:30). Según la teoría de los actos del habla, planteada por John Austin en 1962, se enfatiza su dimensión pragmática, en tanto que hablar es hacer y cada enunciado emitido posee un significado literal o proposicional, una dimensión intencional y una dimensión que repercute en la audiencia. Para Calsamiglia y Tusón (2002:10), esta distinción entre lo que se dice, la intención con que se dice, y el efecto que lo que se dice con esa intención causa en quien recibe el enunciado, será crucial para influir y persuadir a la audiencia, ya que sitúa el proceso de interpretación de intenciones en el marco de la conversación y, como consecuencia, se incorporan factores sociales y cognitivos que pueden adoptar formas
18