OSHO: El Libro De La Mujer

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del hombre es rápida, dos, tres minutos como mucho; en ese tiempo la mujer no llega a darse cuenta de lo que se ha perdido. En lo que respecta a la reproducción biológica, el orgasmo no es necesario. Pero en lo que respecta al crecimiento espiritual, el orgasmo sí es necesario. En mi opinión, es la experiencia orgásmica del gozo lo que ha dado a la humanidad en los primeros días la idea de la meditación, de buscar algo mejor, más intenso, más vital. El orgasmo es la indicación de la naturaleza de que tienes dentro de ti una cantidad tremenda de gozo. Sencillamente te deja que lo pruebes, luego puedes iniciar tu búsqueda. El estado orgásmico, incluso el reconocimiento de ese estado,es algo muy reciente. Tan sólo en este siglo los psicólogos se dieron cuenta de los problemas a los que se enfrenta la mujer. A través del psicoanálisis y de otras escuelas psicológicas se llegó a la misma conclusión, que se está privando a la mujer del crecimiento espiritual; que ella no pasa de ser una sirvienta doméstica. Por lo que respecta a la reproducción, la eyaculación del hombre es suficiente, así no hay problema biológico; pero sí psicológico. Las mujeres son más irritables, criticonas, descontentas, y la razón de ello es que se las ha privado de algo que es su derecho natural; y ni siquiera saben qué es. Sólo en las sociedades occidentales la generación joven ha tomado conciencia del orgasmo. Y no es una coincidencia que la generación joven haya iniciado la búsqueda de la verdad, del éxtasis, porque el orgasmo es momentáneo, pero te permite vislumbrar el más allá. Dos cosas suceden en el orgasmo: una es que la mente detiene su chachara constante, durante un momento se vuelve no mente; y lo segundo es que el tiempo se detiene. Ese momento único del gozo orgásmico es tan inmenso y tan pleno que es igual a la eternidad. En los primeros tiempos, el hombre se dio cuenta de que esas son las dos cosas que te dan el mayor placer posible, en lo que respecta a la naturaleza. Y fue una conclusión simple y lógica que si puedes detener tu mente parlanchína y volverte tan silencioso que todo se detenga -incluso el tiempo-, entonces eres libre de la sexualidad. Ya no necesitas depender de la otra persona, hombre o mujer; eres capaz de alcanzar este estado de meditación tú solo. Y el orgasmo no puede ser más que momentáneo, pero la meditación se puede extender durante las veinticuatro horas del día. Un hombre como Gautama el Buda vive cada momento de su vida en el gozo orgásmico, no tiene nada que ver con el sexo. Me han preguntado una y otra vez por qué tan pocas mujeres se han iluminado. Entre otras razones, la más importante es: nunca saborearon el orgasmo. La ventana al enorme cielo nunca se abrió. Ellas vivieron, produjeron niños y murieron. Fueron utilizadas por la biología y el hombre como fábricas, para producir niños. En Oriente, incluso ahora, es muy difícil encontrar a una mu-jer que sepa lo que es el orgasmo. Se lo he preguntado a mujeres muy inteligentes, educadas, cultas, no tienen ni idea. De hecho, en las lenguas orientales no hay ninguna palabra que se pueda usar como traducción de «orgasmo». No era necesaria; sencillamente, ese tema nunca se tocó. Y el hombre ha enseñado a la mujer que sólo las prostitutas disfrutan del sexo. Ellas gimen y gritan, y casi se vuelven locas; si quieres ser una dama respetable no debes hacer tales cosas. Así, la mujer permanece tensa, y en lo más hondo de sí se siente 26


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