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Domingo 6 de marzo de 2016

porque deseaba saber qué descubrí en esos autores y, sobre todo, que no estaba en los otros. Lo demás fue largo y tendido. Hablamos de obras, de fragmentos de esas obras; comentamos avatares, cotilleamos sobre la vida de esos y otros seres, no siempre escritores, pero sí artistas. Cuando nos despedimos, ella, calle arriba, yo, calle abajo, le pedí me autorizara dar su nombre. “Ni loca”, contestó mientras apretaba el paso. Ahora, cuando lee estas líneas, quizá esté cambiando de opinión. Suerte para la próxima, querida amiga. También del norte, no escritora pero sí artista, es Amanda Karina Lozano López, Lola Lo Zano (Agua Prieta, Sonora; 1978). Como en innumerables casos, su formación académica como licenciada en Contaduría y Administración y maestra en Impuestos, parece desconectada de su vida profesional. Quizá es sólo percepción engañosa. Lozano, que pretende ser como Raquel Tibol (Entre Ríos, Argentina; 1923 a 2015) y recién a adoptado a Fortunata, bien puede ser de esas que destacan la narrativa del norte o la escritura del desierto o como quiera llamarle. No. No escribe, insisto; ella es artista. Entre lo que destaca, está su participación en el proyecto 40 artistas, apoyado por el PECDAZ; la exposición Libertad y el seguimiento de proyectos iniciados dos o tres años atrás, siempre contemplando la labor gráfica, explorando distintas técnicas y su permanencia en el Taller Veta Gráfica. Lector, en esta ocasión, Lozano aceptó –aunque con ciertas contingencias– escribir. En sus palabras, poco menos de 400, anota sobre el arte, la libertad y la frontera; la marcada por la geo-política y que aparece como un retrato similar en todas partes del mundo cuando dos concepciones del mundo se encuentran y los mercados económicos parecen escindir bestialmente un río. Posdata. Al fin. Ella, calle arriba, yo, calle abajo, gritó: “¿Por qué no Alejandro García Ortega (León, Guanajuato; 1969)” y de vuelta a casa empecé la tercera lectura de La noche del Coecillo (1993).

FORMA Y FONDO

La Veta Gráfica fue fundada en 2008 por el maestro grabador Alberto Ordaz y Karina Lozano (coordinadora) con el propósito de crear un espacio en el estado donde los artistas interesados pudieran desarrollar las artes gráficas, al mismo tiempo que se da oportunidad al público que desee desarrollar su potencial artístico y humano. Su misión es fomentar la creación, producción, difusión y resguardo de la obra gráfica. Apoyar la formación y profesionalización de oficios afines a la gráfica. Contribuir a que la sociedad tenga acceso a la creación artística, independientemente de su condición social. La filosofía de La Veta Gráfica es promover en los individuos una relación sensible y creativa con su entorno, en un marco de respeto entre los hombres y la naturaleza. Buscando siempre un modelo sustentable en el que no separemos la ecología del arte y la educación del trabajo. Entre sus propósitos está el de consolidar iniciativas artísticas e intelectuales para convertirlas en programas estables que se mantengan a muy largo plazo. Establecer redes con otros proyectos culturales que compartan nuestra misión: fomentar y apoyar la creación de otros recintos culturales dedicados a la creación artística.

CRÍTICA NTR

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EL ARTE NOS HACE LIBRES, EL ARTE NOS HACE HUMANOS Soy la prueba fehaciente de que el acercamiento al arte en cualquiera de sus manifestaciones logra una metamorfosis en las personas. Soy de la frontera del norte del país, de una pequeña ciudad donde se vive una subcultura que nace de la naturaleza de la situación geográfica. La frontera es un lugar donde quedan varados sueños, ilusiones, inocencias y muchas vidas. El punto es que por ahí pasan todas y cada una de las sustancias que representan un negocio multimillonario y, por lo tanto, se es más fácil y viable colaborar en este tipo de actividad que perder el tiempo en asistir a la universidad. Adicional a esto, es difícil y cansado estar ahí y ver desde el jueves hasta el domingo las calles y los espacios saturados de spring breakers. Ya lo ilustraron en Los Simpson, hasta hay una canción de Manu Chao; en fin, es un lugar caótico… Pero hay un movimiento, un cambio de percepción y de concepción cuando se tiene la suerte de acercarse al arte. El arte, en cualquiera de sus expresiones, es un camino, un vuelo, un viaje del cual uno regresa sin ser el mismo. La música, la pintura, la escritura, la escultura, el teatro, la danza, todas, son manifestaciones de un ser humano que como creador se ha vertido y da vida a un nuevo lenguaje, que habla en síntesis de tragedias, comedias, fantasía, sueños, miedos, historia; que habla de la vida y sus infinitas posibilidades. El punto es que, cuando se tiene un acercamiento al arte, existe la posibilidad de abrir la mente, de desdoblamiento del espacio, de las personas; es generar a través de la sensibilidad y, en forma automática, de crear una conciencia del entorno y de uno mismo. Es como cambiar el chip y dejar de comportarse en automático. El arte es como ser políglota. Interpretar o intentar conocer al arte es percatarse de esos idiomas; es conmoverse de las cosas tal vez más sencillas; es saber, escuchar, contemplar, leer, escribir, observar y admirar tanto el lenguaje como al creador, al ser humano. *Docente-investigador de la Universidad Autónoma de Zacatecas


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