Padres e hijos

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Iván Turgueniev

Padres e hijos

para mí? Odintsova mordió una punta de su pañuelo. -Piense usted lo que quiera; pero yo me vaya aburrir cuando usted se vaya. -Arkadii se queda -observó Basarov. Odintsova encogió se levemente de hombros. -Me aburriré -repitió. -¿De veras? En todo caso, no será por mucho tiempo. -¿Por qué lo supone usted? -Pues, porque usted misma me ha dicho que sólo se aburre cuando se altera el orden establecido. Usted ha dispuesto de un modo tan infaliblemente regular su vida, que en ella no puede haber lugar ni para el aburrimiento ni para la tristeza..., para ningún sentimiento penoso. -¿Y le parece a usted que yo soy infalible..., es decir, que yo he dispuesto con tal regularidad mi vida? -¡Claro! Y, si no, ahí va un ejemplo: dentro de unos minutos darán la diez, y ya sé de antemano que usted me echará de aquí. -No, no le echaré, Yevguenii Vasilich... Puede usted quedarse. Abra esa ventana... Siento algo de ahogo. Levantóse Basarov y empujó la ventana. Abrióse ésta de un golpe ruidosamente... No esperaba él que se abriese con tal facilidad; además, temblábanle las manos. La oscura suave noche penetró en el cuarto con su cielo casi negro, sus árboles vagamente rumorosos y el fresco olor del aire y puro aire. -Baje los visillos y siéntese -rogóle Odintsova-. Me gustaría hablar un poco con usted antes de su marcha. Cuénteme algo de sí mismo; nunca habla de sí mismo usted. --Procuro hablarle de cosas útiles, Anna Serguieyevna. -Es usted muy modesto... Pero yo querría saber algo suyo, de su familia, de su padre, por el cual nos deja. "¿Por qué dirá esas cosas?", pensaba Basarov. -Todo eso es muy poco interesante, -dijo en voz alta-, máxime para usted; somos gente oscura... -¿Y usted piensa que yo pertenezco a la aristocracia? Basarov alzó los ojos y los fijó en Odintsova. -Sí -confesó en tono tajante. Ella se echó a reír. -Ya veo lo poco que me conoce, aunque esté usted convencido de que todas las personas son semejantes y de que no vale la pena estudiarlas por separado. Alguna vez le contaré mi vida...; pero antes me ha de contar usted la suya. -La conozco a usted poco -repitió Basarov-. Puede que tenga 78


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