Padres e hijos

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Iván Turgueniev

Padres e hijos

acarició la doble papada de Mitia con la punta de su larga uña del dedo índice. El niño se fijó en el canario y sonrió. -Este es el tío -díjole Zenichka, inclinando sobre él su rostro y zarandeándolo levemente, en tanto Duniascha, sin hacer ruido, colocaba en la ventana una velita encendida, humeante, poniendo debajo un groch. -¿Cuántos meses tiene? -preguntó Pavel Petrovich. -Seis; pero va a cumplir siete. -¿No ha cumplido ya ocho, Zedosia Nikolayevna? -precisó, con cierta timidez, Duniascha. -No. ¡Ocho! ¿Cómo es posible? -el niño volvió a sonreír, posó la mirada en el arcón y, de pronto, cogióle a su madre con sus cinco deditos la nariz y los labios-. ¡Rico! -exclamó Zenichka, sin apartar la cara de sus dedos. -Se parece a su hermano -observó Pavel Petrovich. "¿Adónde irá a parar?", pensó Zenichka. -Sí -continuó PaveI Petrovich, como hablando consigo mismo-; la semejanza es innegable. Con atención, casi con tristeza, mirólo Zenichka. -Es el tío -·repitió, ya en voz queda. -¡Ah, Pavel! ¡Mira dónde estabas! -sonó de pronto la voz de Nikolai Petrovich. Volvióse rápidamente Pavel Petrovich y frunció el ceño; pero su hermano lo miró con tal alegría y gratitud, que no pudo menos de responderle con una sonrisa. -Tienes un hermoso nene -dijo, y miró el reloj-; pero yo vine aquí por el té... Y adoptando una expresión indiferente, Pavel Petrovich salióse acto seguido de la habitación. -¿Vino espontáneamente? -preguntó Nikolai Petrovich a Zenichka. -Sí; llamó y entró. -Bien. Y Arkascha, ¿no ha vuelto por aquí? -No. ¿No debería yo ir a visitarlo, Nikolai Petravich? -¿Por qué? -Yo pienso si no sería mejor al principio. -No... -dijo, balbuciendo, Nikolai Petrovich, y se restregó la frente-. Antes sería preciso... Pero buenos días, muñeco -exclamó con súbito entusiasmo, y acercándose al rorro, besólo en el cuello; después de lo cual agachóse un poco y posó sus labios en la mano de Zenichka, que albeaba como leche sobre el fondo rojo de la blusita de Mitia. -Nikolai Petrovich, ¿qué tienes? -balbució ella, y bajó los ojos, y luego, suavemente, volvió a alzarlos... Seductora era la expresión de sus ojos cuando miraba como de soslayo y sonreía, zalamera y un poco boba. 31


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