MATERIALES COMPLEMENTARIOS SOBRE FLAUBERT

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28 ex[254]cepcionales por hombres corrientes que son fiel reflejo de un medio social, el gran fresco literario donde habían quedado retratados Charles Bovary, Homais, Bournisien, Rodolphe, Léon y, sobre todo, Emma, fue objeto de culto y de imitación; y esto vale para otras literaturas en las que prendieron las tesis naturalistas, como España, donde la mejor novela del siglo XIX, La Regenta, de Leopoldo Alas, debe mucho a Madame Bovary. Sin embargo, los naturalistas no practicaron de manera ortodoxa la noción de realismo que plasma la novela de Flaubert. Ésta ganó para la ficción ciertas zonas inéditas de la experiencia humana, pero sin excluir las que eran desde hacía siglos el cuerpo de la narrativa. Este proceso totalizador se detuvo y empobreció porque los naturalistas se concentraron de modo excluyente en la descripción de lo cotidiano y lo social y porque adoptaron hábitos formales que se repetían mecánicamente de novela en novela. Algunos libros de Zola son todavía legibles y no hay duda que los cuentos de Maupassant tienen una notable calidad artística, pero, considerado como conjunto, el naturalismo dejó un saldo menor, porque los novelistas a menudo descuidaron la forma. '‛Pour qu’une chose soit intéressante, il suffit de la regarder longtemps", había dicho Flaubert.11 Sí, pero en su caso aquello que resultaba interesante como asunto literario, era sometido a un tratamiento formal escrupuloso, capaz de dotarlo de categoría artística. Lo mediocre ―lo normal― sólo llega a tener vida literaria si el creador consigue imbuirle cierta excepcionalidad (del mismo [255] modo que lo excepcional sólo vive en literatura si se presenta con las facciones de una cierta normalidad), es decir como una experiencia privilegiada y única. Lo notable de Madame Bovary es que sus seres vulgares, de ambiciones y problemas pedestres, impresionan, por obra de la estructura y la escritura que los crea, como seres fuera de lo común dentro de su manera de ser común. Muchos movimientos que se proclamaban realistas fracasaron porque para ellos el realismo consistía en tomar pedazos de la realidad común y genérica y describirla con la mayor fidelidad y una mínima elaboración artística. Una cosa no excluye la otra: la elección de un tema “realista” no exonera a un narrador de una responsabilidad formal, porque, sea cual sea la materia sobre la que escribe, todo en su libro será tributario en última instancia de la forma. Flaubert advirtió en los escritores que se decían sus discípulos desdén por el factor puramente estético y esto lo horrorizaba. Por eso se negó a asumir el papel de fundador que le conferían y muchas veces execró el realismo (“On me croit épris du réel, tandis que je l’exècre; car c’est en haine du réalisme que j’ai entrepris ce roman”, le dijo a Madame Roger des Genettes a propósito de Madame Bovary),12 no porque este vocablo le sugiriese una temática que le repugnara, sino desinterés por “el estilo” y “la belleza” que eran para Flaubert la razón de ser de la literatura. Se lo explicó a George Sand, quien le había mencionado la enorme influencia que tenía entre los jóvenes escritores: “À propos de mes amis, vous ajoutez ‘mon école’. [256] Mais je m’abîme le tempérament à tâcher de n’avoir pas d’école! A priori, je les repousse toutes. Ceux que je vois souvent et que vous désignez recherchent tout ce que je méprise et s’inquiètent médiocrement de ce qui me tourmente. Je regarde comme très secondaire le détail technique, le renseignement local, enfin le côté historique et exact des choses. Je recherche par-dessus tout la beauté, dont mes compagnons sont médiocrement en quête. Je les vois insensibles, quand je suis ravagé d’admiration ou d’horreur”.13 Esta absorbente pasión estética es tan esencial a Madame Bovary como que incorporase a la novela el tema de la vida mediocre. Toda una serie de escritores, entre ellos algunos de los más grandes prosistas modernos, admiran este aspecto formal con negación u olvido del otro y de este modo se declaran flaubertianos por razones opuestas a las de un Zola o un Maupassant. El 11

Carta a Le Poittevain, s. f., septiembre de 1845, Corresp., vol. I, p. 192

12

Carta s. f., de octubre o noviembre de 1856, Corresp., vol. IV, p. 134

13

Carta s. f., de fines de diciembre de 1875, Corresp., vol. VII, p. 281.


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