liahona agosto

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n una ocasión, cuando estaba en un auto con mis amigos, ellos se pusieron a conducir el vehículo demasiado rápido. Nos detuvo un policía y me sentí muy avergonzado. Recordé las palabras de mi padre acerca de velar por mi porvenir. Aquella experiencia me ayudó a decidir la clase de amigos que quería tener.

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Su fuerte presencia a medida que mi padre explicaba las Escrituras. Ese tipo de experiencias con mi padre fueron el comienzo de mi propio testimonio del Padre Celestial y de la Iglesia. Siempre pensé que la Iglesia era verdadera, pero el solo hecho de pensarlo no era suficiente. Mi padre me tomó de la mano y la colocó sobre la barra de hierro. La manera en que cuidaba de mí fue la clave de mi testimonio y de mi firmeza interior en cuanto al Evangelio. Durante aquellas reuniones, no sólo aprendí de él muchas cosas de las Escrituras,

sino que también aprendí que mi padre me amaba de una manera que yo no alcanzaba a comprender en aquel momento. Muchas otras veces me invitaba a ver una película o a comer juntos, y sé que fui protegido gracias a los cuidados de él. Ahora que soy padre comprendo que me amaba de una manera muy especial. El escoger amigos con prudencia

Cuando tenía 16 años, la mayoría de mis amigos de la escuela no eran miembros de la Iglesia, pero sabían que yo lo era.


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