¡Junto a la iglesia!

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Junto a la Iglesia‌ A la memoria del Lic. Víctor Manuel Elizondo Mora


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ada pueblo en cada país del planeta Tierra mantiene en su acervo cultural cientos de historias y miles de leyendas que se atesoran en lo más profundo del sentimiento urbano, situaciones propias que se traducen a través de los años en la historia que marca el perfil distintivo y la identidad local propia de cada uno de los habitantes que lo conforman. Estamos plenamente seguros que todas esas características se fueron forjando en Costa Rica a la sombra casi maternal de una pequeña capillita, de un templo o de una hermosa iglesia que dieron base y arranque al desarrollo cultural y urbanístico de todo lugar habitado de nuestro país. Hace muchas décadas, al final de un largo plano inclinado que corre hacia el sur del Valle Central y plenamente cubierto de una exuberante vegetación; un pequeño grupo de personas se asentaron alrededor de una plaza solitaria y a la sombra de una humilde Iglesita de lodo piedra y paja, en ese lindo ambiente la pequeña comunidad de Cubujuquí se vio nacer: Alegre, coqueta, divertida y llena de esperanza. Así como su ciudad, un lluvioso 15 de octubre de 1897, muy cerca de la no menos humilde Iglesia del Carmen nació uno de sus más preciados hijos quien con ojos vivaces miro por primera vez la tenue y cálida luz de su linda ciudad, esa mirada inocente que fue el comienzo de un largo recorrido a través de una prodigiosa y longeva vida gracias a la cual hoy los heredianos contamos con una identidad histórica bien definida y arraigada a nuestro suelo, situación que nos induce a mirar siempre hacia el futuro de una manera pura, fuerte y libre. Fue una luz en el camino constante de lucha en contra de la amenaza permanente de miserables intenciones particulares, elevo siempre su bordón defensivo en contra de lo impuro y lo corrupto, nos mostro como llevar el control directo ante la avaricia de una


desordenada ciudad capital que crece día a día con el incidental propósito de convertir a la ciudad de Heredia en un barrio más de su conglomerado circuito urbanístico. Ese apasionado e inolvidable personaje que nació muy cerca de las entrañas de su ciudad, no fue ni más ni menos que don Víctor Manuel Elizondo Mora, preclaro abogado que dejo tras de sí una larga y honrada carrera judicial y sobre todo el respeto y cariño de todo un pueblo al que amo y defendió férreamente desde lo más profundo de su generoso corazón. Abogado, Juez, Soldado, Diputado, Escritor, Cronista, Magistrado, Maestro, Amigo, Esposo, Padre y Abuelo, sus actos de vida y sus interesantes obras literarias mostraron siempre lo mejor de la esencia humana buscando resaltar los mejores valores éticos y morales del ciudadano dirigidos a esa juventud sana y fuerte que hoy como siempre son el futuro de nuestro país. Como Juez de la republica rescato la esencia misma de las personas y sin dejar de ser justo también fue humano; fue un profesional único, con un gran corazón. Ante mis ojos de niño, don Víctor era el buen señor de los de los tirantes, del bastón de madera y la camisa a cuadros que siempre amable y con fino humor nos saludaba a mi padre y a mí, era un señor jovial y amistoso que casi siempre estaba acompañado por su inseparable compañero “SOMBRA”. Sombra era su fiel amigo, era un perrote que aparentaba ser bueno y manso, pero en verdad era feo, desgarbado y gruñón; según recuerdo era medianamente peludo, de negro, canoso y arrepentido pelaje, algo viejo y de ladrar apagado pero siempre al lado seguro de su amo y que junto a él disfrutaban de un justo y tranquilo retiro hogareño, mecidos únicamente por el compas rítmico del argentino tañir de las campanas de su parroquia amada y claro que algunas


veces se les veía también caminar juntos y pensativos por las aceras históricas de su querido Barrio del Carmen. A don Víctor le encantaba recordar el lejano significado de su apellido “Elizondo”, cosa que le hacía mucha gracia ya que la traducción popular del idioma Vasco de Navarra al castellano es precisamente “Junto a la Iglesia”, así como su vida. Conocí a don Víctor más de cerca en mis años de estudiante y a pesar de su edad siempre mostraba ese ímpetu de hombre admirable que le caracterizaba desde joven sin perder esa humildad que nos hacía ver lo grande de su persona, siempre nos brindaba su ayuda de una manera modesta y muy agradable, sin esperar nunca recompensa alguna más que el de enseñarnos bien. Era como su labor cumplida del día a día. Hasta el final de sus días fue un maestro de juventudes. Era un hombre inquebrantable, nunca dio un paso atrás en sus grandes luchas, no solo en su honrada y brillante carrera judicial si no también en sus obras de rescate cultural e histórico que desarrollo a través de sus escritos, de sus entretenidos libros, de sus queridas asociaciones ALA (Heredia) y TEA (Alajuela), de su importante periódico cultural “La Campana de Cubujuquí”, de sus asociaciones deportivas (C.S.H. y L.D.A.), del Movimiento SCOUT y sobre todo de ese amor entrañable que siempre demostró a su hermosa familia y a su querida ciudad de Heredia de la cual fue su máximo exponente por excelencia. Don “Vicho”, como lo conocían sus amigos, siempre mostró en su vida pública esa gran valentía que le era propia, de pluma ágil pero certera nunca permitió injusticia alguna, pero como buen caballero paladín de la verdad desde niño gozo de una gallardía innata que se traducía en el aprecio y el respeto que le prodigaban siempre las personas que le conocían.


Fue primero entre los primeros, lanza en ristre, siempre estuvo presente de manera activa en los momentos más importantes y difíciles que le toco vivir a nuestro país a lo largo del siglo XX (Guerra de Fronteras con Panamá 1921 y Hechos Políticos de 1948-1949). A nuestro parecer fue un verdadero defensor de su país, pero principalmente el verdadero defensor histórico de su ciudad amada. Entre sus obras publicadas tenemos las siguientes: EL GRANUJA (Teatro Escolar), BAJO EL MANTO DE TEMIS Y OTROS CUENTOS (Cuentos y Anécdotas Judiciales), EL SANTO MAESTRO (Teatro Biográfico de don Bosco en Versos), LECCIONES DE FINANZAS Y DERECHO FISCAL (Texto Universitario), CUENTOS PARA NIÑOS (Lectura Infantil), ONCE COLUMNAS (11 Biografías de Heredianos), DE MI HEREDIA DE ANTAÑO (Crónicas de Carácter Histórico sobre la Ciudad), RECUERDOS DE LA VIDA DE UN JUEZ (Autobiografía Personal y Profesional). Don Víctor Manuel Elizondo Mora fue varias veces homenajeado y condecorado por su fecunda labor en todos los ámbitos de la sociedad, falleció en la ciudad de Heredia a la edad de 87 años el día 15 de marzo de 1985, dejándonos una larga vida de recuerdos, proezas y deseos cumplidos, pero también el amor incondicional que siempre le prodigo su pueblo, ese pueblo que le quiere y le respeta hoy en día y que siempre le dijo “SÍ” a su pujante e inquebrantable fé en el futuro luminoso de su linda y querida ciudad de Heredia, la ciudad de todos los heredianos. Costa Rica en estos días desea galardonar sabiamente a don Víctor Manuel con la máxima distinción que otorga nuestro país a un ciudadano distinguido, el de “BENEMERITO DE LA PATRIA”. Por justicia, él como pocos, de verdad se lo merece. Justamente los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia,


los Diputados de la Provincia de Heredia y los Munícipes de la ciudad de Heredia al unisonó claman a la Asamblea Legislativa por que este honroso homenaje a tan ilustre persona se otorgue muy pronto, el pueblo también lo desea ansioso y así será, aunque desde hace muchos años don Vicho ya había sido premiado por ese mismo pueblo en lo más profundo de su ser. Le otorgo su mejor Medalla al Merito: ¡Aquella singular medallita de amor fraterno que sin existir físicamente le fue prendida directo a su corazón! Manrique Álvarez

Junto a la Iglesia…


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