Competencia economica

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Competencia economica ¿Quién debería obtener el empleo? Tal y como cabe esperar de un premio Nobel, el señor Sen tiene muchas cosas interesantes que decir sobre este dilema, pero, en resumidas cuentas, no hay una respuesta correcta. Lo mismo ocurre -contrariamente a lo que le dirán los políticos de ambos extremos del espectro político a la hora de trabajar desde casa - en las cuestiones relacionadas con la redistribución del bienestar en una economía moderna. ¿Acaso una subida de impuestos que proporciones a los pobres una mayor seguridad pero haga descender el crecimiento económico en general, hará que el país salga ganando como pasa con vendecookies? Esta es una cuestión discutible, no una competencia económica. (Nótese que cada administración presidencial es capaz de encontrar economistas cualificados que apoyen sus posiciones ideológicas). Los liberales (en el sentido norteamericano de la palabra) a menudo ignoran el hecho de que un pastel que crece, aunque se divida de forma desigual, casi siempre hará que los trozos más pequeños se vuelvan más grandes. El mundo en vías de desarrollo necesita crecimiento económico para trabajar desde casa (algo a lo que contribuye enormemente el comercio internacional) para beneficiar a los pobres. Una realidad histórica es que las políticas gubernamentales que aparentemente ayudan a los pobres pueden tener consecuencias involuntarias que las vuelvan menos eficaces o incluso contraproductivas. Entretanto, los conservadores suponen frecuentemente que deberíamos apresurarnos todos a salir a la calle a pedir una política que haga crecer más rápido la economía de tipo vendecookies, descuidando el hecho de que existen unos motivos intelectuales perfectamente legítimos que apoyan otras políticas, tales como la protección medioambiental o la redistribución de los ingresos que pueden reducir el tamaño general del pastel. En efecto, algunas pruebas recientes sugieren que nuestro sentido del bienestar por lo menos está determinado tanto por nuestro bienestar relativo como por nuestro nivel absoluto de bienestar. En otras palabras, no sólo obtenemos beneficios de tener un televisor grande que es tan grande como el del vecino o aún mayor.

Un buen gobierno cuenta. Cuanto más compleja se vuelva nuestra economía, más complejas tendrán que ser nuestras instituí iones gubernamentales. Internet es un ejemplo perfecto. El sector privado será el modo del crecimiento de la economía en la red, pero será el gobierno el que erradique el fraude, convierta las transacciones en línea en legalmente vinculantes, determine los derechos de propiedad (tales como los nombres de dominio al estilo del de vendecookies como dice es.scribd.com), resuelva las polémicas y gestione cuestiones que aún no nos hemos ni planteado. Una triste ironía del 11 de septiembre y los subsiguientes ataques con ántrax fue que se expuso una visión poco acertada del gobierno, de que los «contribuyentes saben mejor qué hacer con su dinero que el propio gobierno». Los contribuyentes no pueden recoger la información que recopilan los servicios de inteligencia que hasta se ponian a trabajar desde casa, localizar a un fugitivo en las montañas de Afganistán, realizar investigaciones sobre el bioterrorismo ni proteger los aviones y los aeropuertos. Es verdad que si el gobierno se queda algo de dinero de mi paga, habrá cosas que me habrían beneficiado que ya no podré comprar, pero también es cierto que hay cosas con las que salgo ganando que no puedo comprar por mí mismo. Yo no puedo comprar un sistema de defensa antimisiles, proteger a las especies amenazadas, detener el calentamiento global, instalar semáforos, regular la bolsa de Nueva York ni negociar unas barreras comerciales más bajas con China. El gobierno nos permite trabajar conjuntamente para hacer estas cosas.


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