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Número 10 / 2018 ISSN 1817 - 5724

Director: Carlos Henríquez Consalvi, "Santiago" Colaboraciones: Carlos Henríquez Consalvi Ana Longoni Gustavo Pineda Jackelyn López Tania Primavera Preza Álvaro González Soriano Stephanie Corado Edición, transcripción, corrección textos: Tania Primavera Preza Diagramación: Pedro Durán Fotografías: Archivo Histórico MUPI Giovanni Palazzo

Carta del Museo....................................................................................................3 Los films de Alfredo Massi, memoria en movimiento / Carlos Henríquez Consalvi ............................................................................................. 4 La hemeroteca, tesoros documentales...................................................................9 Juicio a Farabundo Marti ......................................................................................12 Retratos de ofendidos ............................................................................................14 Partituras vicentinas antiguas / Álvaro Dagoberto Gónzales Soriano ............................ 16 El ojo de Gio .........................................................................................................18 Zelié de las sombras a la luz / Jackelyn López ........................................................... 22 Volcán adentro, de como se rescataron los manuscritos de San Antonio Abad / Gustavo Pineda ............................................................................................................. 24 Cronica de (un primer) viaje / Ana Longoni .............................................................. 28 Hugo Lingo, 100 aniversario / Stephanie Corado Hernández ..................................... 32 La memoria visual.................................................................................................34 Bordadoras de memorias ......................................................................................38 Días de radio .........................................................................................................42 Justo Armas y los billetes falsificados.....................................................................44 Maya, el arte en la memoria / Tania Primavera Preza ............................................... 46 Salarrué, ¿inventor de una tablatura musical? / Ramsés Calderón .....................49

Distribución: Ivón López de Colorado Museo de la Palabra y la Imagen 27 Av. Norte, #1140, Urb. La Esperanza San Salvador, El Salvador PBX: (503) 2564-7005 mupi@museo.com.sv www.museo.com.sv @tejiendomemoria Museo de la Palabra y la Imagen Publicado con apoyo de Fundación Interamericana

En esta entrega de Trasmallo presentamos una selección de los tesoros documentales que conserva el Museo de la Palabra y la Imagen, muchos de los cuales fueron donados por la sociedad salvadoreña atendiendo al llamado a sobreponernos al caos de la desmemoria. Les invitamos a hacer un recorrido por la apasionante historia cultural y política de El Salvador, a través de fuentes primarias de nuestras memorias. Un multifacético abanico que pasa por la “Selva Roja” de Salarrué, las huellas de Zelié y Maya, juicios que involucran nada menos que a Farabundo Martí y a Justo Armas, los inéditos films de Alfredo Massi, fichas policiales de los ofendidos, reseñas de las obras de Hugo Lindo, manuscritos de los Historiantes de San Antonio Abad, hasta los memoriosos bordados producidos por las refugiadas en los campamentos de ACNUR. Y comenzamos el 2018 con la satisfacción de haber obtenido en Cartagena, el Premio Iberoamericano de Educación en Derechos Humanos, Oscar Arnulfo Romero. Carlos Henríquez Consalvi, "Santiago"


A través de estas filmaciones podemos reconstruir sucesos históricos, conocer paisajes ya desaparecidos, o reencontrarnos con la imagen en movimiento de personajes de la época, ministros, diplomáticos, el presidente Hernández Martínez, o el mismo Alfredo Massi, tripulando un aeroplano al cual le había adaptado su cámara cinematográfica de 35 milímetros. A partir de las imágenes y la narración de Lorotone, en el presente tenemos la posibilidad de acceder a imágenes de El Salvador de los años treinta, como lo podremos observar en los siguientes fotogramas, acompañados por El MUPI mantiene un permanente esfuerzo trascripción de la banda sonora de los noticieros: por rescatar y difundir la historia salvadoreña Traslado del oro, desde el Banco Occidental atesorada en el cine producido en El Salvador. En el 2012, el MUPI recibió parte del legado hacia el recién creado Banco Central de Reserva cinematográfico de Alfredo Massi, pionero del de El Salvador “Observamos a Guardias Nacionales custodiando cine salvadoreño en los años treinta, integrado por la escena, mientras el banquero Juan Shiling abre las cámaras de cine, proyectores, y objetos. bóvedas blindadas, y entrega el oro acuñado a las El archivo fílmico de Alfredo Massi fue autoridades nombradas por el supremo gobierno, y a resguardo por su familia hasta que los entregó los directores del nuevo Banco Central. La cantidad a la Universidad de Tulane, para desarrollar su de oro acuñado a que nos referimos asciende a la digitalización; institución académica que entregó muy respetable suma de un millón ciento un mil, una copia digital al MUPI del noticiero Lorotone. quinientos noventa y cinco colones… Filmado en 32 milímetros este fue el primer noticiero fílmico producido en El Salvador. Se proyectaba antes de cada película en los cines capitalinos de los años treinta. Iniciaba con una parodia a la Metro Goldwyn Mayer, pero en vez del rugiente león, aparecía un loro criollo, cantando y balanceándose en la estaca. Filmado por Alfredo Massi, el sonido estuvo a cargo de Alfredo Mejía, y en sistema sonoro Devry.

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Creemos oportuno en estos momentos, comentar muy favorablemente, la acertada creación del Banco Central del Estado, que gracias al decidido esfuerzo del gobierno presidido por el general Maximiliano Hernández Martínez, pasa hoy del terreno de la teoría a la mas hermosa realidad.”

Creación del Banco Central de Reserva “Y ahora tenemos a la vista, la fachada del Banco Central de Reserva de El Salvador, situado en el centro comercial de la ciudad capital, en la 2ª. Calle Oriente. El edificio, no solamente es una obra de belleza arquitectónica si no que reúne en si, todas las condiciones de un banco moderno a la altura de uno de igual índole en otras partes del mundo. En los seis meses desde su fundación, se ha visto palpablemente los beneficios que la creación de este banco ha proporcionado a la vida económica del país, entre los cuales podemos citar la estabilidad del colón salvadoreño, lo que corrientemente llamamos “cambio”, que ha traído consigo, el aumento del valor de la moneda nacional…” Transmisión del poder “Previa la protesta de ley, la honorable Asamblea Nacional da posesión del elevado cargo de presidente de la república al señor general don Andrés Ignacio Menéndez, en virtud del depósito que con licencia concedida por aquel augusto cuerpo, hace del mando supremo de la nación el señor Maximiliano Hernández Martínez…” “…En virtud de las facultades constitucionales la Asamblea Nacional Legislativa que me honro presidir, autorizo al excelentísimo general don Maximiliano Hernández Martínez a depositar la

presidencia de la república, en el primer designado excelentísimo general don Andrés Ignacio Menéndez ,y hoy se verifica con la solemnidad debida el acto de entrega de la jefatura del poder ejecutivo… El excelentísimo general don Maximiliano Hernández Martínez les muestra en esta ocasión una vez más, su respeto a la ley y a la voluntad del pueblo.” El Vaticano condecora a la primera dama Narración: “Una producción de Lorotone. La Compañía Nacional de Espectáculos, tiene el honor de presentar la condecoración de la excelentísima señora doña Concha de Hernández Martínez esposa del señor presidente de la República de El Salvador, por el excelentísimo nuncio apostólico monseñor Alberto Levame. El santo padre Pío XI, ha recompensado a la primera dama de esta República con la medalla Benemerinti, por su labor desinteresada y constante en obras benéficas.” El Nuncio Apostólico: “Aprovecho la ocasión para invocar sobre ese hogar, del mismísimo señor presidente, las mejores bendiciones de Dios. Para que Dios no falte en ustedes, y tengan una vida feliz… De los mejores lujos de vida… Y al entregarle señora primera dama de esta República esta condecoración permítame también que formule mis mejores deseos por la prosperidad, la bienaventuranza de esta tierra salvadoreña a la que yo me siento ligado con tintes profundos” (Aplausos). Curiosamente no se le permite a la primera dama pronunciar las palabras de agradecimiento, es un hombre quien lo hace: Arturo Ávila, Subsecretario de Relaciones Exteriores, es quien da el discurso, dando gracias en nombre de la señora de Hernández Martínez. Un detalle que debe haber recibido con atención Prudencia Ayala, quien por esos años libraba su lucha por darle voz a la mujer salvadoreña. Recepción ofrecida por el Nuncio Apostólico En otra imagen del noticiero, aparece monseñor Levame frente al general Hernández Martínez, en el acto de entrega de sus credenciales como representante del Vaticano. El presidente de la República le responde: “La decisión recientemente tomada por vuestro augusto soberano su santidad Pío XI, de elevar al rango máxima representación en El Salvador, ha sido doblemente apreciada por el gobierno al saber que para el desempeño de tan delicado

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cargo se había escogido a persona de vuestro conocimiento. Podéis estar seguro excelentísimo señor Nuncio de que la misión espiritual de paz y de amistad encomendada en vuestras altas dotes encontrará siempre el decidido apoyo en mi gobierno.

el río Lempa. El estero de Jaltepeque. El puerto de La Libertad. Imágenes que nos muestra la capital de los años treinta, el campo Marte, catedral al centro ,el cerro San Jacinto y luego pasa sobre La puerta del diablo.

Recepción diplomática del Ministro Plenipotenciario de México Luis Padilla Nervo En el salón, todos de pié escuchan al General. Esta fue la respuesta del presidente de la República: “Nada mas cierto como vuestra excelencia afirma que las semejanzas espirituales en nuestros pueblos unidos por una fiel fraternidad ante la historia y solidarizados ante nuestro futuro por una constante tradición racial que ningún evento ha podido destruir…” Se observan aviones sobre el cielo de San Salvador, y luego se muestra el desfile militar en el Estadio Flor Blanca. Frente al palco presidencial pasa la caballería, al son de la banda musical. El nuevo gabinete rinde la protesta de ley En primer plano Hernández Martínez, acompañado por Newton D. Baker, Ministro de la Guerra de los Estados Unidos de América. Los funcionarios elegantemente visten de frac, los militares lucen sus medallas.

El pueblo de Tepetitán bajo el lodo Las imágenes captadas por Massi desde el aeroplano, muestran las zonas inundadas por las tormentas, sobrevuela el puente de la IRCA sobre

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Simulacro de guerra del ejército salvadoreño En el noticiero Lorotone de agosto de 1934, el ejército hace maniobras militares, el narrador del noticiero Lorotone, con engolada voz: “Jefe de operaciones conferenciando con sus oficiales para dictar las órdenes que realizarán en este simulacro organizado para el 4 de agosto en los festejos agostinos. El tema a desarrollar es el siguiente: tropas enemigas en fuerte número y bien equipadas, han tomado posesión por sorpresa del Campo de Aviación Militar de Ilopango. El gobierno se apresta con sus tropas a desalojar al enemigo y recuperar la posición. Aquí vemos a las tropas que participan en el simulacro, escalonadas al lado norte de la línea férrea. Esperando las órdenes para lanzarse al asalto y rescatar el lugar ocupado por el enemigo, este es numeroso y en posición favorable para defender la plaza ocupada, pues la configuración del terreno obliga a los atacantes a desplegarse en grupo abierto… Un escuadrón de artillería iniciará el ataque por medio de sus patrullas con las avanzadas y establecer el contacto con el enemigo. Participan también las tropas de la guardia cívica de San Salvador. La aviación militar que se supone ha salido de su base de occidente, ya ha tomado el aire para dirigir el tiro de la artillería y lanzar poderosas bombas en el campo ocupado. El ataque comienza, la caballería en aprestos de combate y a pleno galope, establece contacto con las tropas enemigas y de esta manera,


tanto la artillería como la caballería saben a punto donde dirigir su ataque.” “Aviones de la primera cuadrilla disparando sobre las ametralladoras y haciendo blanco en su objetivo, magnífica puntería. La batería de artillería al mando del mayor Emilio Rosales esta realizando los disparos, ya habiendo sido localizado el enemigo… Entra en acción el campo blindado con ametralladoras dotado de cinco máquinas que vomitan el fuego y el plomo. La moderna máquina de defensa de demoler trincheras va a efectuar un asalto que culmine en resultado eficaz, siguen los aviones disparando sus ametralladoras contra el supuesto enemigo. Podemos ver ahora una sección de infantería atrás del carro tanque el cual va listo al ataque a la bayoneta. Oyese a la distancia los clarines. Preparando a la tropa para dicho asalto. Terminado el ataque de la infantería en el cual el tanque blindado entró ya a último momento. Y ahora empieza pues, ha cambiado de posición la batería, y la tenemos aquí cerca para concluir con el ataque final al aeropuerto de Ilopango.”

Estas escenas se desarrollaban en el marco de las fiestas agostinas de 1934. dos años antes, en enero de 1932 ese mismo ejército y Guardia Cívica, utilizaron ese poder de fuego para arrasar con población campesina e indígena, ocasionando en un lapso de tres meses, miles de muertos en ciudades y cantones de la región de Los Izalcos.

el Parque Barrios con abundantes árboles. El ministro de Relaciones Exteriores Miguel Ángel Araujo, le responde a un periodista extranjero los motivos que llevaron a reconocer el nuevo Estado del Manchukuo, y a Pu-yi como su emperador.

La gran catástrofe del 7 de junio de 1934 Narrador: “Vista panorámica de la ciudad de San Salvador. A continuación presentamos a ustedes la catástrofe ocurrida debido al terrible ciclón que azotó en el memorable día del jueves 7 de junio de 1934, fatal coincidencia pues fue en un mismo día, es decir un jueves, y en la misma fecha, 7 de junio de 1917. Es decir, hace 17 años esta capital fue destruida casi totalmente por un violento terremoto motivado por la erupción del volcán de San Salvador. Ese coloso que con su penacho de nubes están ustedes ahora contemplando, y que se yergue majestuoso sobre la ciudad capital para presentar una vista panorámica completa de la ciudad, enseñamos aquí el cuartel El Zapote. Ahora vemos casa presidencial. Y ahora tienen ustedes enfrente la estación inalámbrica

Gobierno de El Salvador reconoce el Estado de Manchuria Se observa el Palacio Nacional visto desde catedral, un guardia dirige el tráfico, los transeúntes vestidos a la usanza de la época, y

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Venustiano Carranza, que fue por unos días la única quien viajó por tierra en auto. A su regreso ya que podía ponernos en comunicación con los países del había hecho contactos con laboratorios de cine, y vino preparado para dedicarse a la fotografía exterior…” y la cinematografía.Desde los años treinta El gobierno ordena al capitán Ramón Munes, comenzó la carrera cinematográfica, realizando Jefe de la Aviación Militar Salvadoreña, que las primeras producciones en El Salvador, como sus aviones sobrevuelen las zonas arrasadas. “Águilas Civilizadas” estrenada en 1927. Uno de los aeroplanos es piloteado por capitán Massi se asoció con los hermanos Alfredo Hernán Barón; Alfredo Massi sube e instala la cámara del noticiero Lorotone, con la cual capta y Federico Mejía para filmar el noticiero impresionantes tomas aéreas que muestran Lorotone. Filmaron los II Juegos Deportivos diversas regiones del país azotadas por el Centroamericanos y del Caribe en 1935. En 1938 huracán, un excepcional documento audiovisual se casó con Matilde Paniagua, una de las mejores sobre los estragos originados por el fenómeno sopranos de la época, con quien procreó tres hijos, Fiorella, Alfredo y Lucía. natural, Sonsonate, Suchitoto… Formó su propia empresa en 1953, a la que llamó Cinefoto Massi & Co., representando a marcas y accesorios de fotografía, cine y sonido, además de realizar comerciales para televisión. Su obra se estima en 80 producciones, 25 realizadas en formato de 35 mm entre 19321934 y 55 en formato de 16 mm realizadas entre 1940 y 1966. La República Italiana le otorga el “Grado de Commendatore” y la “Orden de Cavallieri”. Entre sus obras pueden mencionarse: La Revolución en Marcha, el Buen café salvadoreño o la Presa 5 de Noviembre. En 1979 se retiró, dedicado a organizar sus películas. Murió el 7 de enero de 1981, a los 81 años. El Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) recibió en 2012 parte del legado cinematográfico de Alfredo Massi integrado por cámaras de cine, proyectores, diapositivas y objetos utilizados por el pionero del cine en El Salvador. La entrega de este legado fue efectuada por la familia del cineasta: Fiorella, Alfredo y Lucía Massi.

Alfredo Massi (1899-1981).

Pionero del cine en El Salvador, nació el 2 de octubre de 1899 en San Remo, Italia. Después de participar en la primera guerra mundial como soldado, trabajó en teatro en París. Llegó a El Salvador en junio de 1923, siguiendo a su hermano el piloto aviador Enrico Massi, pionero de la aviación en el país. En 1927 fundó el Conservatorio de Música. En 1928 viajó a Nueva York acompañando al argentino Barone

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"Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero todos los textos. Y no solamente los documentos de archivo [...] También un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testimonios de una historia viva y humana, saturados de pensamiento y de acción en potencia [...] Porque la historia se edifica, sin exclusión, con todo lo que el ingenio de los hombres puedan inventar y combinar para suplir el silencio de los textos, los estragos del olvido." Lucien Febvre A través de su desarrollo histórico, la sociedad salvadoreña ha resguardado en las publicaciones periódicas la memoria de imágenes y sucesos, así como las ideas fundamentales de cada época. El Museo de la Palabra y la Imagen ha rescatado importantes publicaciones que se encontraban a punto de desaparecer, por los rigores del clima, las guerras o la desidia. En la hemeroteca del MUPI los investigadores tienen acceso a centenares de títulos, tanto de periódicos, como de revistas y boletines que datan de 1871 a 1992, algunos de ellos digitalizados.

Comercial” que se difundió en la década de los años 20, y “El Diario del Pueblo” de 1923 a 1926; el MUPI también posee solo un ejemplar de cada uno, los semanarios eran dirigidos por el señor N. Cabezas D. Una de las colecciones con gran significación histórica es el Diario Latino del año 1932, que recoge los sucesos de ese fatídico año para las comunidades campesinas e indígenas. Periódico fundado en 1890, y entre sus directores figuró Miguel Pinto. Actualmente, en conjunto con la Biblioteca Nacional de El Salvador se desarrolla la digitalización de tan importante fuente histórica del periodismo salvadoreño .

Una curiosa publicación se trata de “La Semana”, semanario artesanal escrito a mano, en cada portada se le colocaba una fotografía original. El ejemplar que resguardamos, circulaba en Zacatecoluca en 1906, dirigido por J. Bernardo y administrado por Salvador Cañas. De la ciudad de Santa Ana, poseemos ejemplares de los años veinte de “El Heraldo

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“La Jodarria” fue una publicación satírica creada en 1957 por Roque Dalton, Roberto Cea y otros miembros del Círculo Literario Universitario. Su lema: “órgano viril al Servicio del mal humor”. En sus páginas figuraban críticas contra el gobierno del Coronel José María Lemus, figuras públicas y del clero conservador de la época. En una entrevista, Salvador Cayetano Carpio se expresó respecto a esta publicación: “Todo el pueblo esperaba el periódico “La Jodarria”, del que Roque, durante varios años fue el natural director. En la publicación se exhibía toda la podredumbre y la maldad del régimen,


en un lenguaje saturado –podríamos decir- del desahogo popular, pero del desahogo más “mal educado”, con las palabras más picantes, más duras que tiene el vocabulario guanaco”. Durante los años setenta El Salvador vivió una etapa de gran agitación social frente a décadas de dictaduras militares. En este contexto surgieron periódicos que fueron perseguidos por el gobierno de turno, tal es el caso de “La Crónica del Pueblo”, periódico que circuló en la década de los setenta, dirigido por José Napoleón González, y su jefe de redacción, el poeta Jaime Suárez Quemain, quien fue asesinado por los llamados escuadrones de la muerte. El neuropsicólogo salvadoreño Carlos Alfredo Villalobos donó al MUPI una valiosa colección de “La Crónica del Pueblo” de 1978 a 1980. Se elabora un índice del periódico, para su consulta pública. De esa misma época, el MUPI posee 55 ejemplares de “El Independiente” de 1979 a 1980, dirigido por Jorge Pinto, hijo, medio que también sufrió persecución y atentados. Estos son algunos de los Tesoros Documentales resguardados en la Hemeroteca del Museo de la Palabra y la Imagen, muchos están digitalizados y al servicio público en su sede en San Salvador y algunos se encuentran en el repositorio digital que puede consultarse en la web: http://ladi.lib.utexas.edu/hemeroteca. Son esfuerzos que desde nuestra iniciativa ciudadana, y sin apoyos del Estado, se desarrollan frente a los estragos del olvido.

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A partir de diversos documentos podemos constatar que durante 1931, en El Salvador se producen una serie de huelgas, manifestaciones y actividades propagandísticas en las que se detecta la participación de Agustín Farabundo Martí, líder del recién creado Partido Comunista . El 7 de abril de 1931, Martí es capturado por la policía bajo la acusación de ser un “agitador comunista”, y remitido a la Penitenciaría Central de San Salvador. Ese día le solicita al juez segundo de primera instancia criminal: “quiero defenderme personalmente… no quiero permanecer silencioso ante el ultraje infringido a mi libertad ciudadana… no está catalogado en los códigos el delito de “agitador político”… salta a la vista la incongruencia policiaca al tenerme como un infractor de leyes del “Estado”, cuando tengo perfecto derecho a transitar el territorio de mi “patria”, lo mismo que a profesar la fe que yo quiera, y a pensar libremente pues actualmente no hay ley que me restrinja el uso de derecho tan sagrado”. Posteriormente Martí solicita se le asigne como abogado defensor al doctor Alfonso Cañas. En el interrogatorio del 8 de abril declaró tener 35 años de edad, de oficio mecánico-chofer, originario de Teotepeque, hijo de Pedro Martí y Socorro Rodríguez de Martí, ya fallecida. En relación a la acusación de ser un agitador comunista, respondió: “que no tiene conocimiento de que alguna organización comunista le haya conferido la responsabilidad de “agitador comunista”, qué según Marx es el encargado de llevar una agitación de tal naturaleza, como

Documentos que según la policía, fueron decomisados a Martí.

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una idea para que la adopten las masas”… Cuando el juez le pregunta si reconoce como suyos los documentos que la Dirección General de Policía, afirmó le fueron decomisados, Martí no los reconoce como suyos.

Ocho meses después, condenado a muerte por su involucramiento en el levantamiento indígena y campesino, el 1 de enero de 1932 Martí permanece de pie, esperando la descarga del pelotón de fusilamiento.

La policía presentó a tres testigos. Manuel Pérez de 42 años, comerciante, afirmó que Martí es agitador comunista, que le consta por habérselo comunicado el mismo Martí, y que para el día 20 de marzo, tenía organizada una manifestación comunista. Este testigo dijo entender por comunismo “la unión de muchas personas, ignorando los fines con que se reúnen tales personas”. Por su parte el testigo José Valladares, 21 años, albañil, afirmó que Martí es comunista, porque una vez lo estuvo convenciendo para que se hiciera comunista, a lo que él se negó “porque tenía miedo”. Carlos Jiménez Valdés declaró que Martí le dijo: "comprendo que la entrega de estos documentos me van a perder, pero soy comunista por convencimiento científico, y aunque esto me lleve a la cárcel no dejo de hacer propaganda a favor de la causa comunista pues el triunfo del comunismo está cerca, y cuando nosotros los comunistas coronemos ese ideal, estarán bajo nuestras plantas todos los burgueses con su gobierno, y verá en el sóleo presidencial a un obrero capacitado para regir bien los destinos del país”.

Comunicación del Comité Ejecutivo del Socorro Rojo Internacional, donde se informa que el día 20 de marzo de 1931, se llevó a cabo en la capital una manifestación de “desocupados” en la que tomaron parte mas de 200 personas, las cuales fueron “brutalmente disueltos” en el parque Barrios por la Policía, la Guardia y escuadroneros de caballería, habiendo resultado varios golpeados y encarcelados.

Según estos documentos el 23 de abril de 1931 la Corte Suprema de Justicia confirma la libertad de Martí, “por no aparecer mérito suficiente para su detención”. Pero el líder revolucionario no cesa sus actividades políticas, un mes después de ser liberado, el 4 de Junio de 1931, el Gobernador de Sonsonate redacta una carta donde le ubica en esa ciudad, penetrando en la cárcel pública, donde se dedica “a reconocer a sus compañeros que están recluidos allí y permitiéndose además, que tomara fotografías de sus personas”.

Boletín del Buró Latinoamericano de la Internacional Comunista. Editado en Buenos Aires, fechados en noviembre y diciembre de 1930.

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El Museo de la Palabra y la Imagen resguarda estos registros policiales, mediante los cuales las dictaduras militares sistematizaban la información sobre personas que consideraban opositoras, las cuales eran encarceladas, torturadas, o desaparecidas. Existen evidencias de que esta información era compartida con los cuerpos de inteligencia de Estados Unidos, involucrados en las luchas contrainsurgentes en América Latina. Estos documentos con retratos e información personal, reseñaron a amas de casa, sindicalistas, campesinos, maestras, obreros, estudiantes, abogados, escritores...

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Tula Alvarenga Roque Dalton Manlio Argueta Ítalo López Vallecillos Hildelbrando Juárez Rosario Luna Rosa María Braña de Castellanos Camilo Minero David Alejandro Luna Roberto Armijo Salvador Cayetano Carpio Jacinto Castellanos Rivas Ricardo Castro Rivas Silvia Castellanos Yolanda Guirola Schafik Handal Leonardo Heredia Gabriel Gallegos Valdés

Tomás Guerra Ángel Góchez Marín Jesús Góchez Castro Tránsito Huezo Córdova de Ramírez Tirso Canales Raúl Monzón Roberto Castellanos Julia Mojica Abel Cuenca Napoleón Rodríguez Ruiz Álvaro Menéndez Leal José Domingo Mira Miguel Mármol Farid Abdala Handal Miguel Antonio Granillo Alejandro Dagoberto Marroquín Ricardo José Bogrand…

Estos documentos cobran relevancia, si consideramos la desaparición de archivos pertenecientes a los cuerpos represivos, pues como se ha afirmado, una de las instrucciones que emitió el alto mando militar de la época, fue la de hacerlos desaparecer. Es interesante constatar la multiplicidad de oficios y la extracción social de estas personas que en su conjunto, representaron al país que se opuso de diversas formas a sesenta años de regímenes opresores. Estos retratos son testimonio de una época signada por la violación de los derechos humanos: asesinato, tortura, desaparición forzada. Rostros que en El Salvador de hoy, cobran vigencia para comprometernos a denunciar y luchar, contra todo tipo de ilícitos cometidos por órganos del estado en nombre de la seguridad ciudadana.

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Desde mi niñez me interesó la historia familiar, ya que mi abuela paterna, Maruca Galdámez de González, con quien me unió un vínculo muy fuerte, me contaba historias y anécdotas sobre sus antepasados, entre ellos su madre Ángela Miranda de Galdámez, su abuelo Manuel Eugenio Miranda, su tía abuela Josefa Miranda, su tío abuelo Francisco Miranda, su tía y madrina Adriana Miranda, quien era prima hermana de su madre; así como también me hablaba sobre la ciudad de San Vicente, de donde eran originarios. A la vez, mientras yo la escuchaba atentamente y le hacía preguntas al respecto, veíamos fotografías antiguas de aquellos y de esa ciudad, en las que yo apreciaba los bellos edificios públicos que existían en esa época, su gente, sus fiestas y personajes, lo cual me motivó que años más tarde, comenzara a elaborar nuestro árbol genealógico, a visitar a parientes, alcaldías, parroquias, con el fin de recabar más información familiar y de la ciudad de San Vicente. Esta ciudad tiene fama de ser cuna de músicos extraordinarios, tradición que nació a principios del siglo diecinueve, cuando llegó a radicar a esa ciudad, a petición del cura de la Parroquia de San Vicente, el muy virtuoso filarmónico proveniente de la ahora Guatemala, Don Antonio Crescencio Miranda y Castellanos (1770-1860), abuelo del abuelo de mi bisabuela, el General Indalecio Miranda Ayala, héroe nacional y soldado de mil batallas, (1826-1901), músico que comenzó a difundir el arte de la buena música, a enseñar a los vicentinos el amor a esta y a interpretarla con excelencia. Fue así que en esa tarea llegué al Museo de la Palabra y la Imagen. Comencé a visitarlo en busca de más información y fotografías que fueran de mi interés; conocí sobre su clara y definida misión, como es conservar la cultura salvadoreña, también conocí a sus integrantes, personas serias y profesionales, por lo que me sentí identificado con ello. Afloró en mí el espíritu de historiador e

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investigador nato que tengo, por lo que comencé a colaborarles con investigaciones, a donarles o prestarles material histórico, como revistas, folletos, fotografías antiguas de San Vicente y de San Salvador, fotografías del conflicto social de 1932, entre otros, que pertenecen a mi familia desde mis tatarabuelos. Es entonces que con el afán de investigar sobre la historia familiar, en una de las visitas realizadas, aproximadamente por el año dos mil uno, a la casa de una pariente anciana en San Vicente, la señorita Concepción Miranda Merino, quien conocía del tema, me mostró fotografías antiguas y dos baúles deteriorados que contenían partituras de música de la época de su padre, el reconocido filarmónico Don Luis Miranda Silva y a quien pertenecieron. Y considerando que eran, a mi juicio, un tesoro único y maravilloso, a pesar de encontrarse deterioradas, le pedí a la señorita Miranda Merino que me las diera. Aunque al principio fue difícil convencerla de esto, pues le tenía mucho aprecio a las partituras, le hice ver que se perderían al ser comidas por la polilla o que


alguien por descuido podría echarlas a la basura - como ocurrió con las fotografías de sus padres y abuelos, luego del terremoto del dos mil uno - y al explicarle que mi intención era donarlas al MUPI para que las restauraran y fueran conservadas, ya que a mi parecer no habría mejor destino para ese invaluable tesoro musical vicentino, es que consigo convencerla para que me las entregara, siendo así que yo las dono al MUPI, en donde las restauraron, fueron catalogadas y las han conservado, pudiendo en la actualidad ser consultadas y estudiadas por quien tenga interés. La música contenida en las referidas partituras, compuesta por músicos descendientes de don Crescencio Miranda, es de valses, motetes, música religiosa, marchas, entre las cuales está la “Marcha General Indalecio Miranda”, que espero algún día sea interpretada por una orquesta filarmónica, pues cabe recordar que en la ciudad de San Vicente fueron fundadas prestigiosas orquestas filarmónicas, como las famosas Orquestas Lírica y Verdi, integradas solo por hombres, de la que fue director por muchos años Don Luis Miranda Silva, la Orquesta Violetas Vicentinas, integrada únicamente por mujeres, de la cual formó parte mi bisabuela paterna, Ángela Miranda de Galdámez, quien tocaba la mandolina, su hermana Sara Miranda de Ramírez, virtuosa violinista, y la tía de ambas, hija del General Miranda, Josefa Miranda Reyes, que interpretaba la bandurria. Posiblemente estas orquestas interpretaron la música que se encuentra en las partituras rescatadas, las que estoy seguro son una ventana a la sociedad de nuestros antepasados, por medio de las cuales podemos conocer su nivel cultural, sus costumbres, sus fiestas, su manera de pensar, de sentir, porque son expresiones culturales de finales del siglo diecinueve y principios del veinte, que están ahí esperando ser estudiadas y, mejor aún, interpretadas. El que estas partituras antiguas se encuentren resguardadas en el MUPI, es una oportunidad única que tienen los investigadores para conocer nuestra auténtica cultura salvadoreña, llegar a sus raíces, puesto que son documentos únicos y originales, que tal vez solo puedan compararse con los que existen en los grandes y

afamados museos del mundo, que conservan la música universal más conocida, pero no tienen la música compuesta por músicos de su propio país. Espero que como salvadoreños dimensionemos el gran tesoro cultural que se encuentra resguardado en el Museo de la Palabra y la Imagen, al cual agradezco la importantísima labor cultural que realiza al promover y conservar parte de nuestra cultura y de nuestra idiosincrasia.

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Giovanni Palazzo. Foggia, Italia. (1954). Para los amigos Gió. Es un ser que vive y se alimenta de ideales, poseedor de un “sagrado fuego interior”, cultivando la voluntad de colocar en primer plano los valores de justicia, solidaridad y amistad, en un mundo que está desafortunadamente lleno de oportunidades para la documentación y la denuncia. A principios de los años 80, Gió llegó a San Salvador por tierra, pasando por Guatemala, fue a Nicaragua, donde la revolución sandinista estaba en marcha. En El Salvador emergía la lucha social y en medio de la guerra civil, tuvo la oportunidad de ser testigo de atrocidades indecibles, capturando todo con su ojo mágico, tuvo que esconderse para evitar ser considerado un espía, y posteriormente fue capaz de enviar sus imágenes a Europa gracias a un truco especial. Hasta noviembre de 1988 fue capturado y deportado. Salvó su vida sólo porque logró esconder todo el material fotográfico que documentaba los horrores de ese régimen. Actualmente, ha confirmado su capacidad de documentar la vida y las actividades de las expediciones científicas que explican los fenómenos astrofísicos. Sus imágenes recientes hablan de África (Kenia, Marruecos, Sahara) y Siberia (Tunguska, que en 1908 llegó el misterioso impacto de un asteroide). En Europa , Gió continuó su labor para crear conciencia sobre los problemas del tercer mundo, creando un canal de información fotográfica en grupos, organizaciones y comités sensibles a las cuestiones.

Guerrillera / Campamento guerrillero / El Cacahuatique, Morazán. 1981

Refugios / Campo de refugiados / La Virtud, Honduras. 1981.

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Guerrilleras / Morazán

Niñas y niños / Campamentos de refugiados

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Marcha de COMADRES. San Salvador. 1986.

ManifestaciĂłn calles de San Salvador

Mujer guerrillera y bebĂŠ


Vendedoras ambulantes / Carretera a San Vicente. 1981

Soldados

Coronel Domingo Monterrosa / Santa Clara, San Vicente. Agosto 1982.

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En la última entrevista que ofreció Olga Salarrué al Museo de la Palabra y la Imagen, ese fue su deseo: dar a conocer la obra de su madre Zelié Lardé. El MUPI resguarda el Legado Salarrué, en el que se encuentran correspondencia familiar, pinturas, dibujos, ilustraciones, esculturas y objetos personales. Documentos que cuentan la vida de Salarrué, su esposa y sus hijas. Hemos querido que la voz de Olga sea escuchada, y en ese empeño el MUPI ha realizado diversas exposiciones donde proyectamos esa gran historia de Zelié, para que como ser humano y como pintora sea reconocido por la sociedad salvadoreña. Zelié nació el 11 de agosto de 1901, en el seno de la familia Lardé Arthes, Ancestros entre los que se destaca Jorge Lardé y Arthés (padre de Jorge Lardé y Larín), así como Alice Lardé y Arthes investigadora científica, poeta y hermana

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de Zelié. La vida de Zelié Lardé estaba destinada para el arte, talento que ella fue desarrollando de manera autodidacta. Cuando sus manos tocaban el lienzo, o el instrumento musical, surgían obras llenas de sensibilidad y humanismo. Con gracia y alegría su arte se enfocó en la campiña cuscatleca, sus inicios en la pintura primitiva se podría describir como coloridos poemas, que plasman la cotidianidad del campesino salvadoreño. Une su vida en 1922 con el también artista Salvador Salazar Arrué "Salarrué", unión de la cual surgen tres hijas: Olga, Maya y Aída. Aun en su nuevo ciclo maternal sigue practicando la pintura. En diciembre de 1937 participó en la exposición de artes plásticas en Instituto “Francisco Menéndez”, donde presentó “Muñecos de trapo”, donde sutilmente muestra la imagen del indígena salvadoreño. Zelié inculcó el arte en sus hijas, quienes desde pequeñas generaron obras que demostraron habilidades con el pincel. Fue Maya, su segunda hija, quien retomó de su progenitora la visión del campo salvadoreño. Madre e hija participaron en la exposición “Muestra Histórica de la Pintura Primitiva Salvadoreña” en la Galería Forma. Zelié Lardé colabora con su esposo en la ilustración de la primera edición de su libro “Cuentos de Cipotes”, donde deja una huella permanente de su creación artística. Luego de una larga enfermedad, un 27 de Octubre de 1974, Zelié finalizó su recorrido vital, el país perdía una gran artista y un extraordinario ser humano. A pesar del tiempo, su obra sigue viva y palpitante en las ilustraciones de "Cuentos de Cipotes", en sus cartas que resguarda el MUPI, en sus pinturas y dibujos, donde plasmó con amor las escenas cotidianas de nuestros pueblos, las fiestas, las plazas, el país de ensueño imaginado.

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Las láminas chorreaban culebritas de vidrio por sus canales y tras la cortina de agua, Chepe Rabia fruncía el ceño solemne entonando el "pífano" o el "carrizo" como le decían los toñecos al pito o chirimía. Este es el son de encadenado que se toca en "la historia", fijate bien… yo captaba la melodía fácilmente pero cuando la repetí en el pífano, Chepe argumentó: ¡nombe! ¡así nues! Yo repetí como tres veces la misma melodía pero don Rabia se reía sacudiendo sus mechones lacios y mostrando su dentadura de Juan Pueblo. Reímos mucho y don Chepe me invitó a una sopa de frijoles recién cortados, tortillas coronadas por un puño de sal y chiltepes. Yo intrigado mientras don José hacía llorar el carrizo por todo el paisaje serpentiforme del volcán, tierra de brujos que se convierten en chompipes, tuncos o micos. Le conté al poeta Ricardo Lindo, y éste sacando entre el humo de su pipa, una sonrisa, me dijo: ¡Ah maravilla! acaba de descubrir la magia en un pito indígena… unos años antes, había ocurrido una masacre en El Despertar, que era una casa de retiros de San Antonio Abad, donde habían sido asesinados varios jóvenes y el padre Octavio Ortiz a manos de efectivos de la Guardia Nacional. Seguramente mi apariencia de veinteañero barbado, coronado por un sombrero de explorador y portando una grabadora Sony inmensa despertaba más desconfianza que otra cosa. Pero me permitieron permanecer en la casa de los Cañénguez que era donde ensayaban Los Historiantes. Después de unos meses, me ofrecieron un vaso lleno de "Muñeco"…hubo un silencio prolongado de pito y tambor, Los Historiantes congelados viéndome, comprendí que era mi visa a la aceptación. Cuatro largas horas después, hacía un esfuerzo especial para no caerme del banquito en el que estaba sentado. Ismael Cañénguez complacido por haber pasado mi prueba, me invitó a una deliciosa sopa

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de frijoles con el consabido chile y las tortillas de maíz morado… ¿no quieren otro traguito? Don Celso Cañénguez su octogenario padre, llegaba al atardecer cargado de un tronco que había recogido desde la cima del Picacho. Después de descansar un rato comenzó a descargar golpes de su hacha lentos pero firmes sobre el tronco, mientras Ismael me explicaba detalles de "la historia", pues era algo serio a diferencia del Baile del Cuche de Monte y El Torito Pinto que eran juegos, por eso los danzantes firmaban un documento con cláusula donde se comprometían a bailar durante los ensayos y presentaciones bajo pena de pagar una multa y costear los trajes de Los Historiantes de no cumplir. Después de haber hecho leña el tronco, Don Celso me regaló una sonrisa tierna, paternal, divertido por mi sombrero de explorador. Acordé con Ricardo Lindo, visitar a los viejos historiantes, pues el Maese estaba escribiendo un libro sobre el teatro popular en El Salvador. Tomaba notas de nuestras incursiones de los


fines de semana que iniciábamos normalmente "a las siete de la madrugada" como él decía. Cierta vez, caminábamos agitados buscando la casa de don Mercedes, un viejo historiante, vadeábamos las hondonadas del volcán, hasta que llegamos a la "Sastrería London" en medio de un cafetal, todo era surreal, y la morería de don Mercedes era un mundo de otra época, de reyes que eran el "turbión de toda la Europa" que tenían bajo sus órdenes a "cien mil abencerrajes" de espadas coloniales, de cascos llenos de monedas y coronados de chinchintoras, basiliscos y sirenas…eran mediados de los 80s, pero era la edad media, aunque volcán afuera, desfilaban las aspas de los helicópteros y los ojos negros de las ametralladoras nos miraban desde las tanquetas. También visitamos la casa donde estaban guardados los textos copiados por don Hermeregildo Hernández, historiante quien había dejado sus parlamentos a don Luis, su hijo. Mire bien -me dijo Ricardo Lindo, esto de Los Historiantes se va a terminar en unos pocos años, los dos fumando al atardecer viendo crecer las hondonadas oscuras en el volcán. La virtuosidad de Ricardo Lindo plasmó estas vivencias en el Esplendor de la Aldea de Arcilla libro que conservó hasta el día de hoy en su original como un preciadísimo tesoro. El Loco Tilo, era un anticuario y excelente falsificador de antigüedades del centro de San Salvador, de joven había sido sindicalista y había desafiado en duelo a un ex oficial nazi que trabajaba como capataz en Acajutla. Tilo se complacía con mi irreverencia al formalismo del derecho, cuando aparecía

con mi código civil descuadernado y mi corbata enrollada con el saco apuñados en mi mochila. Acordamos ir a visitar a don Luis, pues estaba vendiendo todos los elementos de Los Historiantes a un extranjero según me habían contado. Quedamos de juntarnos una tarde, así que fui con mi cebadera, cotona y barba, me senté en una banca del parque San José a esperar con mi Delta encendido…pude ver que tres policías nacionales iban rodeándome según ellos, disimuladamente. Observé la sombra del que estaba a mis espaldas ya apuntándome con su G-3…papelessss!! Chasquido de fusil, quiacés aquí? Cómo te llamassss? A quién esperasss? Sssssss ssssss sssssss…me iba creciendo una rabia pero yo respondía tranquilamente…mirá vos andás disfrazado con tu barba, así no te parecés a tu foto en la cédula…sos sospechoso…saqué mis argumentos de estudiante y defensor de derechos humanos, enfatizados con ráfagas de humo de mi cabuya de Delta y el pelo erizado de la cólera.…no podés estar aquí andáte…no señor tampoco tiene derecho a echarme no estoy molestando a nadie…unos minutos después, El Loco Tilo se reía de lo lindo por mi episodio de confrontación con "lautoridá" con la que él había tenido tantos enfrentamientos en su pasado de sindicalista. Don Luis nos mostró algunas máscaras de historiantes muy viejas, de madera de cedro, pues las actuales eran de madera de pito, material que es liviano pero que es tradicional ya que el árbol de pito, tiene una significación muy especial en la visión Mesoamericana.


Luego, de un cajón viejo, sacó los manuscritos que pude examinar de cerca y me impresionaron por la buena caligrafía, eran cuadernos cocidos a mano, algunos con pasta de pergamino. La mayoría databan del principios del siglo pasado y hasta uno del antepasado. El Loco Tilo compró unas cuentas de plata que fueran de algún rosario antiguo y yo gasté casi todo mi salario en los manuscritos. Siendo documentos esenciales pensé en reservarlos para un mejor tiempo. Los manuscritos fueron guardados hasta que llegara el tiempo apropiado, aun faltaban varias cosas que vivir como abogado de derechos humanos, las visitas a la Guardia Nacional, Policía Nacional, Policía de Hacienda, para buscar desaparecidos, presos políticos, las incursiones a las zonas de guerra, los bombardeos nocturnos, las entrevistas a ex miembros de escuadrones de la muerte. Una vez pude parar a un agente de la G2 que estaba torturando a una combatiente herida en el Hospital Rosales, otra vez un coronel me amenazó con su ametralladora, yo le desafié a que disparara (tratando de imitar quizá al Loco Tilo), aunque después salí del cuartel todo tembeleque… también me tocó apoyar a los jesuitas que sobrevivieron a la masacre en 1989, noches de

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luces de bengala y el rugido de ametralladoras eléctricas en el cielo, metidos en este gran volcán de la guerra…pito y tambor en ritmo agitado, son de encadenado, moros y cristianos chocando sus espadas, era la guerra de los 80s pero era la edad media también….país de agitada tierra, donde reinó Xipe Totec el desollado, de movimientos telúricos serpentinos, de violentos volcanes, es que no puede ser de otra forma? ¿qué Cuzcatlán, qué tierra de preseas es esta?...los manuscritos de Los Historiantes, de Taborlán de Persia, de Los Doce Pares de Francia, de Fierabraz, del Cerco de Zamora y otros, ahora están conservados en el Museo de la Palabra y la Imagen, y los descendientes de aquellos danzantes pueden consultarlos, al final es su herencia. Un pito y un tambor aún suena en San Antonio Abad y un chompipe danza con las plumas desplegadas al son de los redobles de don Ismael Cañénguez, cae la tarde y es preludio de brujos convertidos en nahuales entremezclados con viejos guerreros medievales de Volcán.


El teatro de moros y cristianos seguramente se instaló en lo que hoy es El Salvador, al inicio de la evangelización de las comunidades indígenas, pues fue un medio eficaz de introducirles a la religión católica. Es un teatro bailado y actuado al son del pito y el tambor, donde se evocan las guerras (fantaseadas las más de las veces) entre moros y cristianos, donde el moro al final siempre es vencido o convertido al cristianismo. Es posible que los precolombinos hayan tenido sus propias danzas donde rememoraban sus hazañas y tradiciones tal y como lo refiere Gonzalo Fernández de Oviedo sobre los bailes de areitos que tenían los nativos antillanos. Y estos cantares les quedan en la memoria, en lugar de libros de su acuerdo; y por esta forma recitan las genealogías de sus caciques y reyes o señores que han tenido, y las obras que hicieron, y los malos o buenos temporales que han pasado o tienen; é otras cosas que ellos quieren que á chicos é grandes se comuniquen é sean muy sabidas e fijamente exculpidas en su memoria. (Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, haciendo referencia a los areitos que eran danzas donde evocaban sus memorias y tradiciones)

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Ana Longoni Investigadora del CONICET y la Universidad de Buenos Aires

En mi cuarto de infancia en Lima colgaba de la puerta del armario -apenas sujetado con chinchesun afiche alargado y pequeño, serigrafiado en rojo y negro. Allí, entre rostros y fusiles, se leía la consigna “¡viva el FMLN!”. No recuerdo cómo llegó a mis manos. Estaba junto a un cartel homenajeando a los mártires de la masacre de Trelew y a un Cristo que me clavaba los ojos, vigilante. Esa constelación de místicas atravesó mi niñez: la guerrillera, la cristiana. Al poco tiempo nos mudamos a Chicrín, un ínfimo pueblo minero en Los Andes centrales, a 3,700 metros de altura. Recuerdo muy bien que al año siguiente regresaba de la escuela corriendo para sintonizar la radio Siete Mares ( junto con la olla a presión, uno de los pocos objetos “de valor” que logramos llevarnos al exilio). Tratábamos de captar una señal clandestina que se transmitía desde Guatemala, “Radio Noticias del Continente”, que nos informaba el día a día de los avances del frente sandinista contra la dictadura de Somoza. El 19 de julio de 1979 festejamos el ingreso a Managua entre los ecos de la gigantesca cordillera peruana. Muchos años después, en julio de 2016, llegué a Centroamérica por primera vez. En el aeropuerto de San Salvador me recibió Paula Álvarez, alma máter de La Casa Tomada, la más entusiasta y entrañable anfitriona. El viaje se concretó por invitación de otra querida amiga, Tamara Díaz Bringas, que estaba curando la X Bienal Centroamericana. Tamara me propuso el desafío de colaborar en un ejercicio de activación del

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trabajo que algunos jóvenes artistas salvadoreños (The Fire Theory y Fredy Póker Solano) estaban haciendo en el Archivo Histórico del Museo de la Palabra y la Imagen. A la mañana siguiente, bien temprano, ya estaba entrando a la casona del MUPI, conversando largamente con Santiago y su equipo, trabajando horas en el fabuloso archivo. Un portentoso proyecto que se sostiene y se despliega por la voluntad de un pequeño colectivo de resguardar los documentos y disponerlos al uso público. El MUPI empezó a idearse en 1992, cuando se firmaron los Acuerdos de Paz con la guerrilla y el impulsor de la mítica Radio Venceremos decidió crear “un rincón de la memoria” con los materiales que conservaba de la experiencia radial durante la larga década de insurgencia. Ese objetivo inicial se vio claramente desbordado al devenir el MUPI en el mayor archivo existente (¿o el único?) de la historia social salvadoreña, impulsado por la vacancia de iniciativas semejantes y la ausencia de políticas de archivo en torno a esos procesos por parte del Estado. El MUPI es una referencia inequívoca para quienes han resguardado documentos de luchas populares y manifestaciones culturales, y quieren preservarlos y volverlos disponibles para otros.


La experiencia del MUPI se emparenta con iniciativas de archivo en otras partes de América Latina, tales como el CeDInCI (Buenos Aires), la Casa Museo Mariátegui (Lima) o el Centro de Fotografía (Montevideo). Proyectos ciudadanos para salvaguardar documentos, a la vez que generar condiciones de socialización e investigación. El motor que impulsa estos esfuerzos es aquel "pacto secreto entre las generaciones pasadas y las nuestras" del que hablaba Walter Benjamin: nuestra responsabilidad impostergable de dar la voz a los sujetos anónimos, derrotados y olvidados de la historia, porque de ello depende nada menos que el curso que asuma nuestro tiempo. Al mediodía de aquella primera jornada de intenso trabajo en el MUPI nos escapamos a almorzar a la casa que comparten Santiago y su hijo Camilo (mi salvador informático), su bella guarida de los sueños construida en medio de un cerro verdísimo y de los quiquiriquís a deshora de los gallos vecinos. Esa tarde, Santiago me contó de los meses que vivió en Buenos Aires en el encendido 1973 junto a Soledad Bravo, en casa de Mercedes Sosa. Otra coincidencia: habíamos logrado llevar muy pocos discos al exilio, que escuchábamos hasta gastarlos. Uno de ellos era el hermoso “Cantos de Venezuela” (grabado en 1974). Con ese disco aprendí “Pajarillo verde” y las canciones de ordeñé venezolanas que fueron las nanas con las que, muchos años después,

arrullaba a mi hijo. “Lucerito de la mañana/ préstame tu claridad”… Aquella noche no pude dormir. Tenía congeladas en las retinas y tomándome el cuerpo entero las imágenes de la masacre de El Mozote ocurrida en diciembre de 1981: había visto consternada, enmudecida, la carpeta de fotos resguardada en el MUPI, y luego escuchado los relatos de Santiago sobre lo que allí encontraron cuando él y un par de personas más entraron al pueblo varios unos días después de la matanza. Novecientas personas masacradas: niños, mujeres, ancianos. Todos acribillados. Apenas sobrevivieron (se les escabulleron al escuadrón Atlacatl) dos testigos, Rufina –que perdió a su marido y a sus cuatro niños allí- y un niño. Insomne, daba vueltas al hecho de que no solo los asesinaron, sino que luego dejaron abandonados sus cuerpos con total impudicia. Deshumanizaron sus despojos hasta el punto de negarles el derecho a ser sepultados. Igual que Creonte al prohibir dar sepultura a Polinices. Cuando Santiago junto a otros periodistas llegaron a El Mozote encontraron el horror sin nombre. Cientos de cuerpos amontonados e irreconocibles, comidos por perros, aves y alimañas. Fotografiarlos es denunciar una y otra vez al mundo lo ocurrido.

Iglesia El Rosario, Mayo 1986

Rufina Amaya, sobreviviente de la masacre de El Mozote

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Si Antígona cavó la sepultura de su hermano ella misma, celebrando el ritual a pesar de la prohibición del rey y a costa de su propia vida, Rufina ha hecho de su vida entera un memorial. Lo que más me impacta de su testimonio (además de su imperiosa necesidad de mencionar como una caricia el nombre y la edad de sus cuatro pequeños hijos, hasta llegar a María Isabel, de nueve meses, arrancada de su pecho) son los sonidos que repone a esta pavorosa y abismal escena que las fotos muestran. Los llantos y clamores, las órdenes militares, los disparos, los quejidos, el silencio. Un día antes de regresar a casa, conocí la Iglesia El Rosario de la mano de The Fire Theory y del saber preciso y gentil de Rafael Alas. Fue un viernes a la mañana temprano. El sol empezaba a filtrarse por los vitrales y -a medida que avanzaba- la luz mutaba de colores e intensidades. Nunca había estado en una iglesia así. Ubicada en el corazón del centro histórico de San Salvador, concentra una larga historia que se remonta a 1545, cuando se emplazó una primera iglesia en ese lugar frente a la Plaza Libertad, entonces la Plaza de Armas. Sucesivos sismos obligaron a volver a construirla desde cero varias veces a lo largo de los siglos. El templo actual, construido entre 1964 y 1971, es un espacio llano y sin jerarquías. Como otras iglesias de esos años en América Latina, su diseño, arquitectura y forja -a cargo de Rubén Martínez- intentaron plasmar la propuesta popular, democratizante y abierta de la Teología de la Liberación. En los años setenta y ochenta, la Iglesia El Rosario fue una cita de referencia en la trama urbana, el punto de llegada de muchas marchas de protesta masivas y lugar de refugio de manifestantes ante la represión. Ya estábamos yéndonos de la Iglesia, cuando nos topamos con una lápida que recordaba a las veintiuna personas asesinadas en las calles por el Ejército el 29 de octubre de 1979: tuvieron que enterrarlos allí en una fosa común porque la represión no les permitía salir. En el MUPI, la noche anterior, había conocido y conversado un ratito con Lucio Atilio Vásquez, “Chiyo”, cuyos dos hermanos yacen allí, José Santos e Hilario, de 23 y 25 años. Él, entonces, era un niño que colaboraba con la Radio Venceremos, y hoy es un pilar del trabajo educativo que hace el MUPI

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transmitiendo a las nuevas generaciones la experiencia histórica reciente, y conectando las violencias cotidianas del presente con ese pasado irresuelto.

La experiencia de recorrer la Iglesia y sus inmediaciones (los restos de la otrora fastuosa “París de Centroamérica”, despoblados y abandonados por los poderosos y reapropiados por nuevos habitantes y otras vitalidades) fue aún más intensa por lo que ya conocía de ella, gracias al acervo documental del MUPI. Junto a los artistas, habíamos localizado varias fotos que daban cuenta de un uso del edificio que había llamado la atención tanto de Póker Solano como de The Fire Theory: la multitud, al concluir sus largas marchas desde la Universidad Nacional hasta Plaza Libertad (la ruta histórica de las manifestaciones en la ciudad de San Salvador), trepaba a la parte exterior del edificio parabólico para colgar allí sus banderas y pancartas. El frente combado se convertía así momentáneamente en una extensa superficie de escritura, una página capaz de contener los decires de muchos, un palimpsesto donde podían coexistir consignas políticas y gremiales con llamados a bailes populares o festivales y anuncios de pequeños comercios. La inscripción de un poema urbano, a muchas manos, que al invocar la foto volvía a resonar. Interrogando estas fotos con los artistas aprendí mucho: ellos no habían estado allí, en esas marchas (no habían nacido aún o eran muy niños), y se sorprendían con la potente visualidad de aquellas intervenciones que ya no se ven, esos modos contundentes de ocupar la calle y la iglesia, los cuerpos de los manifestantes trepados al frente del edificio para anudar los carteles ante una nutrida multitud. No habían estado allí pero podían leer en esos documentos visuales muchos detalles porque llevan inscripta en la memoria


colectiva una larga sucesión de acontecimientos trágicos, que conforma la trama -invisible pero insistente- del tiempo presente. Sin dudarlo, podían situar la fecha de una marcha como previa al terremoto de 1986, porque la glesia aún tenía alto su campanario, o reconocer el origen de las máscaras que portaban los integrantes de determinada columna sindical, o explicar el entrecruzamiento de una tradición religiosa devenida en recurso político. La memoria activa en sus cuerpos, en sus miradas y sus modos de habitar la ciudad. La semana que estuve en El Salvador resultó corta para todo lo que había que bucear en los archivos, colecciones y exposiciones del MUPI. Apenas alcancé a revisar parte de la extensa colección de gráfica política y la de arpilleras bordadas. La historia de idas y vueltas de esas telas me resulta significativa: las bordan comunidades desplazadas por la guerra y las envían a Italia en agradecimiento por una campaña solidaria. Los italianos, muchos años después, deciden repatriar esos fragmentos de historia a El Salvador. Es emocionante percatarse también de cómo ese método artesanal que surgió en las cárceles chilenas durante la dictadura de Pinochet se propagó en distintas geografías latinoamericanas como una herramienta poético-política compartida. Hace un tiempo visité el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación en Bogotá, y allí estaban reunidas haciendo arpilleras las Madres de Soacha, cuyos hijos fueron secuestrados y asesinados por el ejército en el sonado caso de los “falsos positivos”. Pude conocer también la pionera potencia feminista de Prudencia Ayala, reclamando con desparpajo su derecho de ser candidata a presidenta. Encontrarme con el registro oficial del primer interrogatorio policial al poeta y militante Roque Dalton (donado, insólitamente, por uno de sus captores). O las fotos tomadas por el mismo Oscar Arnulfo Romero antes de ser monseñor, escondidas durante 30 años por una amiga Santos Delmi Campos que murió en 2015, y a quien se las confió cuando intuyó la inminencia de lo peor. Los materiales reunidos en el MUPI –además de su valía per se- tienen ese plus maravilloso de cómo sobrevivieron, cómo salieron finalmente a la luz, cómo llegaron allí. Me llevé de El Salvador esas historias y muchas otras. Las largas charlas con Don Mario en los

enrevesados trayectos entre La Casa Tomada y el MUPI. Su optimismo y su decidida calma no se me borran: su alegría si lograba llegar a su distante casa y jugar un partidito de fútbol con sus hijos y vecinos a las once de la noche. Conocer a Paola Miranda, del Teatro del Azoro, y poder ver luego, en un festival en Buenos Aires, la obra “Los más solos” me permitió asomarme a cuatro historias reales de hombres internados en el pabellón psiquiátrico de la cárcel de Soyapango, vidas arrasadas por la guerra en los años ochenta y también por su después. Tratar de entender la lógica de dominio territorial de las maras, y cómo permea la lectura de los cuerpos, sus marcas, sus desplazamientos. Simón Vega me acompañó al aeropuerto ya de regreso, explicándome con paciencia que la carretera que transitábamos divide dos territorios confrontados, y que sus habitantes tienen vedado unirlos en sus tránsitos cotidianos. El relato sin salida de una señora que criaba sola a sus hijos, y no sabe qué puede hacer con su hijo preadolescente: hasta cuándo puede tenerlo encerrado en casa, y si sale, cómo eludir a la mara que controla el barrio. Y si se mudan de allí, ya portan el estigma de provenir del territorio “enemigo”. Los integrantes de las fuerzas armadas –igual que los mareros- ocultan sus identidades con pasamontañas o navarone. Así imaginan preservarse y a la vez se vuelven amenazantes, incógnitos. Conocí infinidad de formas del miedo y también los modos en que la vida –a pesar de todo- se abre lugar. Durante esa intensa semana que viví en El Salvador ocurrió un hecho inesperado, que muchos evaluaron con escepticismo y otros con tenue expectativa: la derogación de la amnistía firmada en 1992, que dejó impunes todos los crímenes de la guerra interna de los ochenta. Lo que acontezca de aquí en más en este dolido país dependerá en buena medida de que las nuevas generaciones (los artistas que conocí, los hijos de Don Mario, los hijos de la señora sin salida), que no vivieron directamente la guerra de los ochenta reconozcan hasta qué punto su presente está atravesado por los conflictos y tensiones irresueltos que retornan, insisten, mutan de forma para hacerse lugar. Que exista iniciativas como el MUPI resulta en medio de este complejo paisaje condición de posibilidad de que ese balance crítico pueda avanzar.

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La colección de documentos de Hugo Lindo fueron donados al Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), en diciembre de 2007, por la familia del autor, Héctor, Astrid y Ricardo Lindo. Se procedió a realizar inventario y codificación del fondo como una medida temporal. En el año 2013 le propuse al MUPI realizar el proyecto de catalogación y digitalización del Fondo Hugo Lindo como parte de mi servicio social como alumna de la Universidad de El Salvador, con el propósito de colocar al servicio público la información sistematizada mediante normas archivísticas. El Fondo Documental Hugo Lindo está conformado por 9 cajas, que contienen poemas, cuentos, novelas, documentos manuscritos, reseñas de libros, entrevistas, recortes de periódicos, cartas, fotografías, reconocimientos, así como también, documentación personal y escritos de autores salvadoreños y extranjeros. Se catalogaron 6 cajas, las cuales están en proceso de digitalización; las otras 3 cajas contienen fotografías del autor. El Fondo esta ordenado en 125 folders con producción literaria, documentación personal, recortes periodísticos, correspondencia, reconocimientos, discursos, análisis de sus obras, entrevistas y fotografías. Luis Alvarenga consultó en 2010 el archivo del Museo de la Palabra y la Imagen, donde obtuvo obra inédita, la cual incluyó en el tercer volumen de la poesía completa de Hugo Lindo, titulado “Mañana será el asombro”. RESEÑA DELAUTOR Hugo Ernesto Lindo Olivares nació el 13 de octubre de 1917, en el departamento de La Unión, y muere el 9 de septiembre de 1985. Desde muy joven mostró habilidad para la literatura. Con tan solo 16 años de edad publicó su primer obra titulada “Prisma al Sol” (1933). Luego publica otras obras poéticas: Clavelia (1936), Poema Eucarístico (1943) en el cual manifiesta un dominio en la forma y el lenguaje; Dos afluentes de Sangre (1947), Libro de horas (1948), Sinfonía

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del Iímite (1953), de este libro se extrae su poema “De la poesía”, que es considerado por Elizabeth Gamble Miller como “el poema clave de la estética poética de Hugo Lindo”. Territorio del sentido (1955), Trece instantes (1959), Varia poesía (1961). Con Navegante río (1961), Lindo alcanzó la madurez poética, maneja sentimiento e ideas combinándolas con elaboradas, obteniendo el Primer Premio de los Juegos Florales Centroamericanos y Panamá, Quetzaltenango en 1962. Sólo la voz (1967) y Maneras de llover (1969), poemarios traducidos al inglés. Sólo la voz/Only the voice, (1984), y Maneras de llover/The ways of rain: and other poems, (1986). Otros libros de poemas Este pequeño siempre (1971), Sangre de Hispania fecunda (1972), Resonancia de Vivaldi (1976), Aquí mi tierra (1979); Fácil palabra (1985) es un libro claro y


sencillo, contiene poemas que fueron escritos en Madrid y San Salvador durante su cargo de Embajador en España (1970-1972) y luego a su regresó al país (1981-1982). Cuenta con tres obras póstumas, Prólogo a la noche y Casi en la luz (1999) publicadas por la Universidad José Matías Delgado, el libro Desmesura (1992) es autobiográfico, y lo concluye el mismo año en que falleció. Complemento circunstancial (1982) y Capítulo de ausencias (1984) se encuentran compiladas en su antología Mañana será el asombro, que consta de tres volúmenes publicados en 2005, conmemorando sus 25 años de fallecimiento, el segundo volumen en 2008 y el tercero publicado en 2010. Lindo también incursionó en la narrativa: Guaro y Champaña (1947), Aquí se cuentan cuentos (1959), Tres cuentos (1962) y Espejos paralelos (1974). Escribió cuatro novelas: El Anzuelo de Dios (1956), ¡Justicia, Señor Gobernador! (1960), catorce hasta 2002, novela social con contenido jurídico que refleja el contexto salvadoreño de la época. Posteriormente se publicarían sus otras dos novelas: Cada día tiene su afán (1964) y Yo soy la memoria (1983). Entre otras publicaciones destacan sus ensayos La integración Centroamericana ante el derecho internacional (1971), Recuento: anotaciones literarias e históricas de Centro América (1969), y Elementos de filosofía general (1949-1950). Muchos de sus poemas fueron publicados en periódicos nacionales: El Diario de Hoy (19361953), La Prensa Gráfica (1941), y en La Tribuna (1946-1947). En revistas, se encuentran sus escritos: Cultura (1955-1980), La Universidad (1967), Vida Universitaria (1964), ECA (1946-1949), Cipactly (1952), Ars (1955), Pájara Pinta (1966); y Ateneo (1966). Su obra Libro de horas recibió el premio Centroamericano de Literatura en Guatemala, 1947. En 1972 fue condecorado por el Gobierno de España con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, y miembro de honor del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. En 2005, su obra se declara Patrimonio Cultural, por decreto de la Asamblea Legislativa de El Salvador.

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Una de las colecciones más interesantes de nuestro Archivo Histórico esta constituida por cientos de afiches que reflejan una singular época histórica en El Salvador (1979-1992), relacionados con acontecimientos sociales, culturales, políticos y fundamentalmente relativos al conflicto armado de los años ochenta. Estos afiches fueron diseñados e impresos en diversos lugares, algunos en mimeógrafos o imprentas clandestinas en el país, otros producidos por los llamados Comités de Solidaridad en diversos continentes, y otros realizados por reconocidos artistas internacionales como Guayasamín. El MUPI conserva los dibujos originales realizados en el exilio mexicano por el salvadoreño Oscar Soles, quien diseñó afiches de películas documentales realizadas por el Sistema Radio Venceremos. Uno de los los centros culturales mas prolíficos en la realización de afiches sobre las luchas sociales salvadoreñas, fue “The Mission Cultural Center for Latino Arts (MCCLA)” en San Francisco, California, establecido en 1977 por artistas y activistas comunitarios con una visión compartida para promover, preservar y desarrollar las artes culturales latinas. En este décimo número de Trasmallo, presentamos ejemplos de estos documentos que ahora se constituyen en fuente de estudio para investigadores y público interesado, en proceso de digitalización, algunos de los cuales se pueden consultar en el en el repositorio digital: http://ladi.lib.utexas.edu/es/hemeroteca

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Una de las mas preciadas colecciones que conserva el Museo de la Palabra y la Imagen esta integrada por las mantas bordadas por las mujeres refugiadas en los campamentos de ACNUR en Honduras. Durante el conflicto armado de los años ochenta, muchas familias tuvieron que abandonar sus hogares, y en el exilio, su vínculo con el terruño fue, entre otros, la continuidad de esta tradición campesina, una práctica cultural en las que en un principio se representaban pájaros, flores y paisajes. En 1981 se fundaron los primeros talleres de bordados, y las refugiadas pronto comenzaron a dibujar sus historias personales, algunas de ellas con la intención de denunciar las masacres y otras violaciones a los derechos humanos en sus comunidades de origen. En ese sentido, este trabajo artesanal colectivo, se constituía en un ejercicio de memoria, sanador y reparador. La experiencia de bordar, permitía de manera simbólica, zurcir aquellas partes de sus vidas que quedaron rotas o rasgadas por la violencia.

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Estos bordados fueron enviados a países de todo el mundo, significando una fuente de ingresos para el desarrollo comunitario, y también cumpliendo con el propósito de incentivar la solidaridad internacional. El MUPI se ha dado a la tarea de repatriar desde los mas apartados lugares del mundo,

estas coloridas mantas, conscientes de su valor histórico. Sin imaginarlo, aquellas manos campesinas hilaron la realidad histórica y social de El Salvador, que ahora se convertirán en la exposición itinerante, “Bordadoras de memorias”

Mujeres convirtiendo en memoria la madeja de hilo, para que a través del bordado, la palabra y el recuerdo representen las vivencias de aquellos días del exilio.

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En septiembre de 2017, en el Centro Juvenil de Quebrachos, Ciudad Segundo Montes, se desarrolló el encuentro de “Bordadoras de Memorias”, donde un grupo de 25 mujeres de Morazán, compartieron sus recuerdos sobre ese trabajo artesanal que hicieron en los refugios de Colomoncagua. Un equipo del Museo de la Palabra y la Imagen, desarrolló una dinámica donde hubo testimonios, el canto de Felipe Torogoz, y se realizaron nuevos bordados reflejando los imaginarios del presente.

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Dias de radio Durante once años Radio Vencermos transmitió desde las montañas de Morazán, marcando un record de radiodifusión clandestina. Su personal fue guardando uno a uno, los cassettes con las grabaciones diarias, y regularmente enviadas al exterior para garantizar su conservación. Algunas cintas se perdieron en combates o naufragaron en las pequeñas embarcaciones en que eran trasladados, pero una parte importante fueron repatriados por el Museo de la Palabra y la Imagen, y sometidos a procesos de limpieza y digitalización. En la actualidad, la colección Radio Venceremos se ha convertido en una fuente audiovisual de gran interés historiográfico, al conservar miles de voces y sucesos relacionados con esa crucial etapa que vivio El Salvador, de enero 1981 a enero 1992. Este archivo se conserva en el local del MUPI en San Salvador. Para consulta de investigadores y público interesado, existe una muestra en la web de Bibliotecas de la Universidad de Texas, Austin. http://av.lib.utexas.edu/index.php?title=Category:Radio_ Venceremos


En los audios de este archivo, se pueden escuchar entrevistas, partes de guerra, reportajes desde los campos de batalla, el noticiero “Plomo Informativo”, la radionovela de humor “La Guacamaya subversiva”, el espacio cultural “Los poderes creadores del pueblo”, el teatrillo popular “La piedra de moler”, los poemas enviados por combatientes al “Concurso Roque Dalton”,

los espacios históricos sobre 1932, voces como la de Ronald Reagan, Fidel Castro, Napoleon Duarte, Guillermo Manuel Ungo, las homilias de Monseñor Romero, o la entrevista a un Viceministro de Defensa hecho prisionero de guerra, al ser entregado a la Cruz Roja. En fin, los audios históricos de una intensa década.


En los acervos del Museo de la Palabra y la Imagen se encuentra este curioso documento que registra el juicio donde Justo Armas en 1896 declara como testigo, a raíz de haber recibido billetes falsificados en pago a sus servicios como proveedor de banquetes a la sociedad salvadoreña de la época. Justo Armas fue un singular personaje cuyo origen se desconoce. En el año 1871 ya se le ubica en San Salvador como huésped de la familia del vicepresidente Gregorio Arbizú. De porte distinguido, se mostraba en público descalzo, en cumplimiento de una promesa a la Virgen del Carmen por haberle salvado en un naufragio. Según la leyenda, Justo Armas era en realidad Maximiliano, Archiduque de Austria, emperador de México, quien supuestamente se había salvado de ser fusilado al ser perdonado por Benito Juárez, quien también era masón.

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La denuncia sobre la falsificación se interpuso ante Manuel Cisneros, Juez Segundo de Primera Instancia de lo Criminal, quien anexó al expediente, muestra de estos billetes del Banco Internacional.


Según algunas fuentes, Justo Armas “falleció en San Salvador en 1936, a los 104 años”, aseveración que no es cierta, si tomamos en cuenta su declaración jurada ante un juez, el 23 de enero de 1897, donde afirma tener 48 años, por lo cual habría muerto a los 87 años.


Cartas con tu letra diminuta, canciones en tu voz, dibujos, historietas, cuadernos infantiles, fotografías. Cada objeto o documento tuyo resguardado en este museo, es una cápsula del tiempo que nos sumerge en tu mundo creativo. Pinturas con memoria e historia. No tienen fecha. Solo tu nombre: “MAYA”, así, con mayúscula. Esa sos: María Teresa Salazar Lardé “Maya”. La solitaria, la brusca y dulce, escritora, artista multifacética, que brillás con luz propia. Inevitable fue entrar al arte, y a los tres años comenzás a dibujar, tomás el lápiz y hacés corazones. Te fascinaban los dibujos de Gustave Doré y los cómics. Tu familia forma la estrella de mar de cinco puntas, son artistas. Tu padre es Salvador Salazar Arrué “Salarrué” y tu madre Zelié Lardé Arthés, junto a tus hermanas: la mayor Olga y la menor Aída; conformaron un núcleo muy especial. Amantes de la Verdad, la Belleza y la Justicia.


Naciste en San Salvador, el 26 de diciembre de 1924, y tu muerte el 17 de junio de 1995, sin un centavo, en el Hospital Rosales de San Salvador. Cuidaste de tus padres hasta el final de sus días. Es por vos, que Ricardo Humano recibió el Legado Salarrué en 1994, antes de ser devorado por las polillas en la casa de Los Planes de Renderos “Villa Montserrat”, posteriormente en 2003, él lo entrega al Museo de la Palabra y la Imagen. Aqui en el MUPI es donde tuve mas contacto con ustedes desde ese tiempo. En los archivos, dice que vos con tus hermanas, Olga y Aida, realizaron su primera exposición en octubre de 1942, en la Rotonda del parque Cuscatlán. Y otra, inaugurada el 12 de marzo de 1946, en el Club Internacional, en San Salvador, siempre las tres hermanas. En 1946 visitaste Nueva York con tu familia, cuando tu padre, Salarrué, fue nombrado agregado cultural. Expusiste en una muestra colectiva salvadoreña en 1951, en el United States National Museum y en la Smithsonian Institution. Tus hermanas contraen matrimonio y crean su familia, Olga se radica en Nueva

York, y Aída en Ciudad de México. Vos siempre solitaria. Siempre en el arte. Siempre con tus trenzas. Vivís en El Salvador junto a tu madre, mientras tu padre continúa hasta 1958 trabajando en Nueva York. Estudiaste piano con Ion Cubicec, te interesaron diversas filosofías y religiones. Entraste a un monasterio en Panamá, donde también diste clases de dibujo. Escribiste una novela llamada “Rosas tempranas para un obispo griego”, que se comieron las polillas. ¿Qué mas se sabe de vos? Intento entrar en tu mundo. En tu silencio. Regresaste de donde estabas, al enterarte que tu madre estaba enferma. La pintora Zelié Lardé, murió el 27 de octubre de 1974, año en que se publicó, con tus ilustraciones, otra edición de “Cuentos de Cipotes” de Salarrué. La noche del 27 de noviembre de 1975, muere tu amado Dagdito, tu papá. Villa Montserrat quedó en silencio. Por veinte años habitaste sola la casa, hasta tu partida. El rosal esta ahí. Tu habitación también. Las gradas hacia el fondo del jardín.

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Tu sueño era el dibujo, la música, el piano… El MUPI muestra por primera vez dieciséis pinturas tuyas en la exposición “Maya: color y memoria”. Creaciones en técnica mixta, tinta china, crayolas, acuarelas, en estilo ingenuo o primitivo (naíf). Pero vos decís que no quisiste hacer naíf: “Cuando yo quería hacer “ingenuo”, lo que hice fue fijarme, primero en las cosas que mi madre (Zelié) hacía. Pero lo que yo quería hacer era distinto. Habían unos niños chiquitos como de tres años, afuera de una casa. Se le veían tres lados a la casa. Entonces, lo pinté. Y tenía cuidado que no tuviera absolutamente nada de perspectiva. Porque los primitivos tratan de imitar la perspectiva. Entonces yo suprimí completamente la perspectiva. Si pintaba una muchacha con un cántaro, la mano estaba aquí, el cántaro aquí...”. Esas pinturas revelan tu sutileza y dulzura. Dibujas las imágenes que atrapaste en la memoria, instantes, o en los paseos dominicales con tu padre por los caminos de Cuscatlán.

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Pero también, hay otras pinturas, otros dibujos muy diferentes como La muerte tras la puerta, desconocido, cuyo original es resguardado en el museo, se ve a una mujer de vestido largo que lleva en su mano un guante rojo, mientras una calavera de pie tras la puerta sostiene el otro guante. En la colección del MUPI hay un manuscrito de Salarrué, sobre su hija, y que transcribí: “en Maya ha nacido un lenguaje franco que hace florecer en forma inteligente una ingenuidad casi angelical, que despoja el dibujo y el color de toda vacilación y toda torpeza plástica, propias de la expresión infantil y sus restricciones. Un sentimiento de abstracción, al mismo tiempo ensoñadora e informativa”. En Maya, el dibujo es una pasión. Vivir para el arte. Entro al museo, te saludo. Veo tus acuarelas en la nívea pared. Estás aquí, mas bien, ustedes Los Salarrué, están aquí, y habitan encarnados en sus obras, cápsulas en el tiempo. Maya, has dejado la abundancia de la artista sin encargo, la artista que florece en la sonrisa de niñas y niños cuando contemplan tus pinturas y se sorprenden al descubrir la belleza de Cuscatlán.


Conversando con Carlos Henriquez Consalvi, Santiago, le comenté que quería componer una serie de divertimentos para guitarra, basados en obras de Salarrué: Cuentos de Barro y Cuentos de Cipotes. De inmediato me informó que el archivo del MUPI tenía varias partituras para guitarra, realizadas por el propio Salarrué. Sin dudarlo un

instante, le solicité conocerlas, pues he venido realizando la investigación y compilación de la música salvadoreña, y en el 2013 publiqué “Compositores Salvadoreños vol. I, Música para Guitarra”, así que esta novedosa noticia venia a llenar un vacío en la historia del acervo musical salvadoreño.

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Santiago me mostró las piezas, y con gran sorpresa me doy cuenta que estaban escritas en una especie de tablatura, pues Salarrué no sabía escribir con notación. Transcribí estas partituras en notación moderna, pero me voy encontrando con la sorpresa que no era una tablatura común, y aunque Salarrué indica el orden de las cuerdas, no hay una guía que determine la tonalidad, el tiempo, el compás, así como el valor de cada nota; estas fueron ordenadas en cierta forma que podría indicar el ritmo. Por otra parte, tienen ciertas líneas verticales, las cuales, algunas abarcan unas cuerdas, y en otras partes, todas las cuerdas. Yo nunca había visto este tipo de tablatura, lo que me llevó a revisar y estudiar un poco la tablatura antigua de guitarra, y en particular los tres tomos de Gaspar Sanz “Instrucción de Música sobre la Guitarra Española (1674)”, “Libro Segundo de cifras sobre la guitarra Española (1675)” y “Libro tercero de música de cifras sobre la guitarra Española (1697)”; también consulté a colegas y profesores especializados en diferentes países del mundo, los cuales también me respondieron no conocer ese tipo de tablatura.

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Lo anterior dicho me ha llevado a una conclusión: a pesar de tener definido que notas son, y utiliza el mismo patrón de tablatura indicando la sexta cuerda en la parte inferior y la prima en la superior, Salarrué creó una especie de guía personal que le sirviera como recordatorio de como va la pieza; por el momento, estoy trabajando en las diferentes posibilidades de como él la pudo haber interpretado, leyendo el patrón de su “códice”. Estas piezas fueron escritas en varios lugares, incluyendo Estados Unidos, cuando Salarrué fue agregado cultural en la ciudad de Nueva York, algunas podrían estar basadas o tener aires de la mitología Vasca, donde parte de sus ancestros tenían raíces. Dicho esto, esperamos que en un futuro no muy lejano publiquemos el estudio de éste material, así como las respectivas partituras ya transcritas, como una contribución a la historia del arte guitarrístico salvadoreño, a partir del genio creador de Salvador Salazar Arrué, nuestro multifacético Salarrué, y poder resolver el enigma: ¿fue él en verdad inventor de una tablatura musical?


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