Karl Marx - El capital II

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El Capital, tomo II

Karl Marx

como hace frecuentemente A. Smith, en contradicción con su propia visión profunda, estableciendo la magnitud de la mercancía post festum por adición de sus partes integrantes. Ramsay observa, en contra de Ricardo: “Ricardo olvida que el producto no se distribuye en su totalidad entre el salario y la ganancia exclusivamente, sino que es necesario reservar también una parte para reponer el capital fijo”. (An Essay on the Distribution of Wealth, Edimburgo, 1836, p. 174.) Por capital fijo entiende este autor lo que aquí llamamos capital constante: “El capital fijo existe bajo una forma en la que, aun contribuyendo a la producción de la mercancía en elaboración, no contribuye, sin embargo, al sostenimiento del obrero” (p. 59). A. Smith se rebelaba contra la consecuencia obligada de su descomposición del valor de la mercancía y también, por tanto, del valor del producto anual de la sociedad, en salario y plusvalía, y, por consiguiente, en simple renta: contra la consecuencia de que, en estas condiciones, todo el producto anual podría consumirse. No son nunca los pensadores originales los que sacan las consecuencias absurdas de sus teorías. Eso lo dejan para los Says y los MacCullochs. Say no toma la cosa muy a pecho, en realidad. Lo que es para uno adelanto de capital es para el otro renta y producto neto, o lo era; la diferencia entre producto bruto y neto es puramente subjetiva, y “así, el valor global de todos los productos se distribuyen en la sociedad d’Economie politique, 1817, II, p. 64). “El valor total de cada producto está formado por las ganancias de los terratenientes, de los capitalistas y de los industriosos” (el salario figura aquí comme profits des industrieux!) (26) “que han contribuido a su elaboración. Esto hace que la renta de la sociedad sea igual al valor bruto producido y no, como opinaba la secta de los economistas” (los fisiócratas), “igual al producto neto de la tierra”. Este descubrimiento de Say se lo apropia también, entre otros, Proudhon. Storch, que acepta también en principio la doctrina de A. Smith, encuentra, sin embargo, que la aplicación práctica que de ella hace Say es insostenible. “Si se admite que la renta de una nación es igual a su producto bruto, es decir, que no hay que deducir de éste ningún capital” consumir improductivamente el valor íntegro de su producto anual sin menoscabar en lo más mínimo su renta futura ... Los productos que forman el capital” (constante) “de una nación no son Considérations sur la nature du revenu national, y 150). Sin embargo, Storch se olvida de decirnos cómo puede coordinarse la existencia de este capital constante con el análisis del precio que él toma de A. Smith según el cual el valor de la mercancía sólo encierra el salario y la plusvalía, sin contener capital constante alguno. Sólo a través de Say se da cuenta de que este análisis del precio conduce a resultados absurdos, y las últimas palabras que él mismo escribe acerca de esto rezan así: “que es imposible descomponer el precio necesario en sus elementos más simples” (Storch, Cours d’Economie Politique, Petersburgo, 1815, II, p. 141). Sismondi, que se ocupa especialmente de la relación entre capital y renta y que, en realidad, hace de su concepción especial de esta relación la differentia specifica de sus


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