Karl Marx - El capital II

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El Capital, tomo II

Karl Marx

señor no se diferencian en nada, en cuanto trabajo. Considerado como tal trabajo, con referencia a los valores o productos útiles creados por él, no se percibe diferencia alguna en el trabajo de estas seis jornadas. La diferencia recae exclusivamente sobre las diversas condiciones sociales en que se despliega la fuerza de trabajo durante las dos mitades de este período de trabajo de seis días. Pues bien: lo mismo ocurre con el trabajo necesario y el trabajo excedente del obrero asalariado. El proceso de producción finaliza en la mercancía. El hecho de haberse invertido en su producción fuerza de trabajo aparece ahora como una cualidad material de la mercancía: la cualidad de poseer valor; la magnitud de este valor se mide por la magnitud del trabajo invertido en ella; a esto se reduce el valor de las mercancías y en esto y exclusivamente en esto consiste. Si trazamos una línea recta de una determinada magnitud, “producimos” (de un modo meramente simbólico, claro está, cosa que desde luego sabemos) en primer lugar, por la naturaleza del trazado, ejecutado con arreglo a ciertas reglas (leyes) independientes de nuestra voluntad, una línea recta. Si dividimos esta línea en tres segmentos (que, a su vez, pueden responder a determinado problema), cada uno de estos tres trozos seguirá siendo una línea recta, y la línea entera de la que forman parte no se distinguirá en nada, por esta división, de lo que es una línea recta, para convertirse, por ejemplo, en una curva de cualquier clase. Ni podemos tampoco dividir una línea de una magnitud dada de tal modo, que la suma de estas partes sea mayor que la misma línea indivisa: a su vez, la magnitud de ésta no se halla tampoco determinada por las magnitudes de las líneas parciales, cualquiera que sea el modo cómo de determinen. Por el contrario, son las magnitudes relativas de éstas las que se hallan circunscritas de antemano por los límites de la línea de que forman parte. La mercancía fabricada por el capitalista no se diferencia en nada, desde este punto de vista, de las mercancías producidas por un obrero independiente, por una colectividad de obreros o por esclavos. Sin embargo, en nuestro caso el producto del trabajo y todo su valor pertenecen íntegros al capitalista. Al igual que cualquier otro producto, éste tiene que convertir la mercancía, mediante su venta, en dinero, para poder seguir manipulando con él; tiene que transferirla a la forma de equivalente general. Examinemos el producto–mercancía antes de que se convierta en dinero. Este producto pertenece íntegramente al capitalista. De otra parte, como producto útil del trabajo como valor de uso–, es en su totalidad producto de un proceso de trabajo ya efectuado; pero no así su valor. Una parte de este valor no es más que el valor, reencarnado bajo una nueva forma, de los medios de producción empleados para producir la mercancía; este valor no se ha producido durante el proceso de producción de esta mercancía, pues lo poseían ya los medios de producción con anterioridad al proceso de producción e independientemente de él, y precisamente como exponentes de él han entrado en este proceso; lo único que se ha renovado y transformado es su forma de manifestarse. Esta parte del valor de la mercancía constituye, para el capitalista, un equivalente del capital constante adelantado por él y consumido durante la circulación de la integrante del valor de la nueva mercancía producida. Tan pronto como ésta se convierte en dinero, este valor que ahora existe bajo forma de dinero tiene que volver a convertirse en medios de producción, que adoptar su forma primitiva, determinada por el proceso de producción y por


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