Traduit de l'arabe

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esteticista que, descargado de la agresividad del anterior, buscaba resaltar lo más diferente y pintoresco. Un mundo de palacios, mujeres bellísimamente sensuales, y paisajes de desiertos o ciudades llenas de cúpulas y calles laberínticas. Esa recreación exótica, llena de clichés y estereotipos, realizada a través de multitud de obras de reconocidos pintores y grabadores, fue también un excelente reclamo publicitario utilizado por muchas marcas comerciales. La atracción del oriente inventado fue utilizada de manera recurrente para vender todo tipo de productos, desde cosméticos a alimentarios, compañías de transporte y empresas de promoción turística, produciendo una particular colección de carteles publicitarios de gran interés artístico pero también sociológico. España contó con una rica producción propia en la que al Oriente lejano se le añadió nuestro particular Oriente local, Al-Andalus. Iconos del legado andalusí, como la mezquita de Córdoba, la Alhambra y el Alabaicín granadinos, fueron rica fuente de inspiración publicitaria para tan insólitos productos como bebidas, galletas, tabaco, etc. En un ambiente inspirado entre el orientalismo de AlAndalus y el de las Mil y Una Noches, esos carteles comerciales incitaban a aproximarse a sus productos como si de algo especialmente exótico y diferente se tratase. Una idea romántica del ser oriental que transportaba a la sociedad europea hacia mundos supuestamente lejanos, tan irreales como tan cercanos eran los verdaderos árabes que formaban parte de la propia Europa, y sobre los que se creó otra mirada bien diferente.

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En el mundo real, la empresa colonial trajo consigo una importante aportación humana a través de la emigración árabe a Europa que se arraigará generacionalmente en la misma y aportará una identidad nueva a la pluralidad europea y contribuirá a su desarrollo socioeconómico y nacional, aunque el pensamiento europeo elaborará una interpretación discriminatoria hacia ellos y su universo cultural. La afirmación de la superioridad cultural europea, llevará a interpretar a las “otras” culturas a través del anclaje culturalista: como inferiores y retrasadas, antagónicas con la modernidad e incapaces de progreso si no renuncian a los supuestos lastres culturales y religiosos de su identidad original, ya sea ésta árabe y/o musulmana. A partir de entonces, ese marco interpretativo que estructura a la opinión pública, domina el discurso mediático y dicta el magisterio intelectual en nuestras sociedades occidentales, se intensificará en los momentos políticamente más hegemónicos (la nueva consagración de la supremacía occidental tras la Guerra del Golfo y su compañero de viaje culturalista de la teoría del Choque de civilizaciones) o más desafiantes (el 11/S y la estigmatización colectiva de árabes y musulmanes).

E l i n soporta b le pes o de l a su pu esta d eca d en c ia El “fenómeno de la decadencia” forma parte del paquete culturalista que de los árabes suele acompañar a las visiones dominantes europeas y occidentales.


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