Una perspectiva de desarrollo para Costa Rica

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"... Los japoneses después de la Segunda Guerra Mundial no adoptaron el Estado de Guerra Fría. Su gobierno no intentó convertirse en dueño del economía ni en dueño de la sociedad sino que más bien se reconstruyó después de la contundente derrota siguiendo las pautas tradicionales del siglo XIX. Por supuesto, en el terreno militar no tenía otra opción, pero tampoco instituyó casi ningún programa social. La única excepción fue el Seguro de Enfermedad, que le fue impuesto por los victoriosos norteamericanos durante la ocupación. Japón no nacionalizó la industria; de hecho, y hasta que la señora Thatcher hiciera lo mismo como primer ministro en Gran Bretaña en los ochenta, Japón fue el único país desarrollado en el cual se devolvieron a la propiedad privada industrias que habían sido nacionalizadas anteriormente, por ejemplo la industria del acero. (...) El gobierno en Japón trabaja en estrecha colaboración con las grandes empresas, otra vez sin diferencia con la forma en que el gobierno en la Europa continental trabajaba en estrecha colaboración con los intereses económicos a finales del siglo XIX; de hecho tampoco es muy diferente de la forma en que el gobierno de Estados Unidos trabajaba con los intereses empresariales o agrícolas alrededor del cambio de siglo." [32] Es innegable que la intervención del Estado en la economía, a pesar de los criterios liberales decimonónicos clásicos, forma parte de las tradiciones de la sociedad moderna, a veces en un sentido y a veces en otro. En el caso de Japón, Drucker afirma que: "... está casi totalmente ausente de las esferas a las que se ha trasladado el gobierno del siglo XX en el resto del mundo. El gobierno de Japón sigue siendo primordialmente un guardián." [33] Las esferas a la que se refiere son: por un lado, el tiempo económico (las fluctuaciones económicas, la gestión de la economía para impedir o controlar recesiones y depresiones), y, por otro lado, el uso de los impuestos y otros medios fiscales para redistribuir la renta nacional (esto último, ha favorecido en el mundo, además, el uso político de los fondos públicos). En efecto, en Japón y las otras economías se ha dado una intervención en la economía muy fuerte, pero no fuera de los márgenes que las mismas potencias capitalistas occidentales tuvieron en algunos momentos de su propio desarrollo. El punto central es que más que la cantidad de intervención, lo decisivo es la finalidad y la incidencia de la misma. A lo largo del planeta, hemos presenciado muchas experiencias de intervención estatal en la economía, extremas como las comunistas y fascistas pero, también, otras que aunque menos dramáticas también obstaculizaron el progreso colectivo. El asunto en debate es ¿cuál es la intervención estatal que mejor se adapta a las circunstancias históricas, políticas, nacionales e internacionales, y que pueden sostener el desarrollo? ¿Y cuál es su factibilidad en escenarios locales o internacionales? Querer no es poder. Aquí hay política, y ésta siempre será el arte de lo posible. Las respuestas no pueden ser prescripciones universales en un sentido u otro.

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