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www.milenio.com 12 o Miércoles 24 de octubre de 2012

Miércoles 24 de octubremilenio de 2012 o 31

Política

Opinión

DUDA RAZONABLE CAMBIO Y FUERA

CARLOS PUIG dudarazonable@milenio.com o Twitter: @puigcarlos

ADRIANA MALVIDO

Que Mancera no se equivoque, el problema no son los micros

adriana.neneka@gmail.com

De monumentos y bronces

L

a relación del ciudadano con la calle es un indicador de calidad de vida. Lo que ve, lo que huele, lo que pisa, lo que escucha, la oportunidad de convivir armónicamente con los otros y de compartir espacios fuera de casa, es todo un reflejo de desarrollo cultural. En el entorno urbano los monumentos adquieren el valor que los ciudadanos les otorgan a lo largo del tiempo y eso depende del significado que aquéllos adquieren en su vida. El Ángel de la Independencia, la Diana Cazadora y mucho más recientemente, “las alas” del escultor Jorge Marín en Paseo de la Reforma, son piezas que los ciudadanos han hecho suyas, como centro de reunión, de protesta, de fiesta, de juego… lo que no ha sucedido con la Estela de Luz. Y no solo porque carece de valor estético, sino por lo que significa para la gente: arbitrariedad, corrupción y despilfarro sembrados en pleno Paseo de la Reforma, a la altura de Chapultepec, uno de los pocos espacios públicos que nos quedan como símbolo de identidad. Por eso resulta incomprensible la autorización del Gobierno del Distrito Federal para la instalación de un monumento de bronce que representa a Heydar Aliyev, ex gobernante de Azerbaiyán, sobre Reforma, frente al Museo de Arte Moderno. Ya inaugurada la estatua con la imagen del dictador, ex agente de la KGB, sentado y cruzado de pierna, en el llamado “parque de la Amistad”, y ante el desconcierto público y las protestas, se anunció hace dos días una nueva comisión, integrada por Gabriel Guerra, Gerardo Estrada y Guillermo Osorno, para resolver el destino del monumento. Y de otro más, en la Plaza Tlaxcoaque, dedicado al “Genocidio de Jodyali”. Según personal de la embajada de Azerbaiyán, la inversión de su gobierno para rehabilitar los dos espacios públicos fue de más de 80 millones de pesos. El tema, que puede llevar a un conflicto diplomático con Azerbaiyán, si la comisión recomienda que se retiren los monumentos, merece debatirse a fondo. ¿Quién decide por todos nosotros el paisaje urbano? ¿El gobernante, el delegado en turno, el que financia la rehabilitación de un espacio público, sea quien sea? ¿Es que ya todo está a la venta? ¿No hay criterio ético ni estético que valga? Recientemente, Felipe Calderón encargó tres bustos de bronce que serán instalados en la Secretaría de Gobernación en homenaje a Blake, Mouriño y Abascal. Pocas voces cuestionaron la decisión, aun y cuando los tres funcionarios panistas fallecidos, amigos del presidente, poco tienen que ver con los símbolos que nos identifican a todos los ciudadanos. Su destino es un espacio cerrado en Bucareli que, en el imaginario colectivo, no hemos asumido como nuestro. Pero la calle sí. La Ciudad de México, que tantas batallas ha ganado en términos de libertades y derechos democráticos, tiene una asignatura pendiente con el paisaje urbano. Y las autoridades, con la ética. M

MARIO FUANTOS

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n una de las pocas declaraciones que ha hecho en esta larga transición, Miguel Ángel Mancera, el próximo jefe del Gobierno de Distrito Federal, ratificó algo que me dijo en campaña en En 15: que en su administración terminará con los microbuses. Explicó que le interesa terminar con esta idea de “un vehículo, un hombre”, y crear empresas por ruta. El cambio que esto permite es terminar con la competencia por el pasaje, donde los choferes reciben pago sin importar el tráfico o la cantidad de personas que transporten. Eso es en teoría, por supuesto. Mancera haría bien en hablar con el actual secretario de Transporte

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y revisar qué ha sucedido, por ejemplo, con el transporte público en la lateral de Periférico, donde se sustituyeron los micros por camiones de una sola empresa. Nada ha cambiado. Los nuevos choferes —que en un principio hasta corbata vestían— siguen metiéndose en carriles centrales, rebasándose a costa de la seguridad de los otros automóviles, compitiendo por pasaje —ahora por diversión—, parándose donde se les da la gana, las unidades se empiezan a deteriorar porque a operadores y empresas no les importa. No está mal la idea de acabar con el esquema de “un hombre-un vehículo”. Es necesario, pero de nada sirve si no se empieza por aplicar la ley frente al transporte público de la ciudad. Sean empresas públicas, concesiones o cooperativas. En 2011, por ejemplo, según las cifras de la SSP del DF, no se pusieron más de tres multas diarias a micros y taxis por levantar pasaje donde no se debe, rebasar de manera

indebida, entrar a vías primarias donde están prohibidos, o por hacer base donde no deben. Es decir, la nada. En ese mismo año, parte de la responsabilidad de supervisión del transporte público fue trasladada al Instituto de Verificación Administrativa, en el que los verificadores para micros, autobuses y taxis no suman más de cincuenta. Una vez más, la nada. En el fondo, nuestro peligroso y mortal caos vial no es un problema de tipo de vehículos o modalidad de propiedad —aunque yo creo que el transporte público colectivo debería ser operado por el gobierno—, es un problema de aplicación de la ley. De voluntad de ejercer el poder. Si se concesiona, como se decidió en la ciudad, entonces no queda otra más que normar y sancionar. El asunto del transporte público en la ciudad no es muy diferente a tantos otros en el país. La falta de aplicación de la ley produce impunidad, que hace que los actos ilegales se repitan una y otra vez… Como en otras industrias, los “entes regulados” deben sentir a su regulador para no hacer lo que les pegue la gana. Micros o autobuses, es igual cuando no hay autoridad. Miguel Ángel Mancera debe saberlo. No son los micros, es la aplicación de la ley. Nada más. M

LA MIRADA TENSIÓN EN MORELOS

Más de un centenar de policías estatales llegó ayer al filo de las 10:30 horas a la comunidad de Huexca, a unos 10 kilómetros de Cuautla, Morelos, para resguardar la maquinaria pesada con la que la Comisión Federal de Electricidad pretende construir una planta termoeléctrica y un gasoducto. Foto: Alma Lafayet/Cuartoscuro


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