Miguel Betancourt, Colores y Texturas

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Betancourt: Colores y texturas 23 

Desde muy joven tuve la oportunidad de viajar a ciudades lejanas y visitar los museos de arte más renombrados. He visto vastas colecciones en el MoMA, el Louvre, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y el Museo Reina Sofía, entre otros. Cuando ingreso a un museo y me enfrento a millares de manifestaciones artísticas y fusiones culturales – a veces confusas, sombrías o puramente conceptuales – lo que busco son esas imágenes de ensueño, como las de Klee, Pollock, Kandinsky o Miró. Con poca consciencia de que estos artistas habían sido antecesores e inspiradores de mi padre, me llenaba de emoción – y lo continúo haciendo – cuando sentía que sus obras se comunicaban con mi alma a través de juegos cromáticos, trazos expresivos, colores puros y figuras mágicas. Presumo que esta predilección estética se debe al contexto en el que crecí, y a mi búsqueda de lenguajes genuinos: ese rojo apasionado de Asombro antiguo (1997), el azul misterioso del Quito moderno (2004), la celeridad y movimiento ondulante de los colores ultramar de Ciudad que flota en la memoria (1987), el espíritu fuerte de Árbol y pájaros (1996), las imágenes transfiguradas que brotan de Flora y fauna en cabeza femenina (2009) son todas estas emociones, sensaciones y delirios que yo descubrí y desarrollé a través de esta experiencia artística. Supongo también que mi atracción por la construcción y planificación de ciudades, mi encanto por las formas, la arquitectura, el caos y las tonalidades de los paisajes urbanos se origina en cuadros como Ciudad Flotando, (1989) o Ciudad al amanecer (2009), Entrada al Paraíso (1997), o Jerusalén (1998). A través de colores fuertes, materiales y texturas múltiples (cáñamos, periódicos, ceniza y arena) los trabajos de Betancourt nos introducen al paisaje pictórico y nos sumergen en fragmentos de ciudades y lenguajes conocidos e imaginarios. A su vez, esos paisajes retaceados, texturados, con abundancia de detalles y simbologías culturales le dan a uno los elementos perfectos para reconstruir sus propios escenarios. Cuando uno se enfrenta a estas obras esa experiencia de descubrir realidades es ineludible – indistintamente de si uno observa al cuadro por partes o en su totalidad. Mi contacto con sus creaciones citadinas y vegetales ha influido de manera definitiva en mi percepción, entendimiento y relación con el mundo. El mismo ejercicio creativo al que mi padre nos induce con su pintura, es el que yo repito analógicamente cuando exploro ciudades, cuando las estudio desde una visión panorámica, o en sus fragmentaciones espaciales y problemáticas sociales. Esa flexibilidad para mirar y amar el caos, festejar los contrastes –culturales, religiosos, políticos– como formas de encontrar


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