Catálogo MICGénero 2012

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Presentación

Esta muestra pretende acercar los estudios de género a un público amplio y diverso que puede o no estar familiarizado con estos temas a través del cine. Los estudios de género aplicados al cine propician formas de entender fenómenos sociales con una perspeciva crítica, es decir, permiten la revisión y la relectura de manifestaciones estéticas que tratan —directa o indirectamente— temas relativos a relaciones de poder, sexualidad y roles de género, entre otras. Partimos de la idea de que los estudios de género se prestan para analizar películas que no necesariamente manejan un discurso ideológico afín a los mismos. En este sentido, esta muestra se plantea, no como un foro restringido a cierto tipo de cine, sino como una invitación a cuestionar la forma de ver películas desde una perspectiva de género a partir de todo tipo de producciones cinematográficas, incluyendo cine clásico, largometraje y cortometraje de ficción y documental, cine comercial, estudiantil y experimental. El propósito de esta muestra es establecer puentes entre los estudios de género y la experiencia cinematográfica de manera accesible. Esto implica analizar cómo se establecen los roles sociales alrededor de problemáticas como estereotipos, discriminación, imposición y subversión de estructuras de género, etc. Desde esta perspectiva, la relación entre cine y teoría no es de oposición, sino que ofrece la posibilidad de complementarse en tanto que surgen de una interpretación de dichas problemáticas presentes en la vida cotidiana. La idea de realizar una muestra de esta naturaleza surge a partir de que observamos una necesidad de difundir las teorías y propuestas de los estudios de género a través de un medio masivo que ha sido construido en torno a cuestiones de género y ha permeado, a través de la creación, reiteración y


replanteamiento de convenciones sociales, el imaginario colectivo. De este modo, los temas de los estudios de género pueden trascender el plano meramente académico y tener una influencia que permita la transformación social. Para ello, complementaremos la proyección fílmica con mesas de debate conformadas por especialistas en cinematografía y género. Dado que el eje central de los estudios de género permite abarcar perspectivas tan amplias como los distintos feminismos, las masculinidades críticas, las minorías de género y la diversidad sexual, entre otras, pretendemos organizar una muestra anual que se centre en un tema muy específico que cambie año con año. Entre las diferentes temáticas que abarcarán las siguientes ediciones de MICGénero, están ecofeminismo, cine de culto y cine latinoamericano. MICGénero pretende ser un medio para promover la diversidad inherente tanto al cine como a los estudios de género. Esperamos que sea de su agrado.


Al equipo de MICGénero le llena de gusto poder mostrar las películas que integran esta primera muestra de cine, en el marco de la discusión sobre el género y la discriminación por edad. La selección de las películas estuvo determinada por el encuentro entre estas dos perspectivas, puesto que consideramos que suscita problemas de gran actualidad e importancia para nuestro país. MICGénero, en su primera edición, pretende ser un espacio en el que el placer de ver cine se encuentre con el conocimiento que aportan los estudios de género. En MICGénero confluyen feminismos, masculinidades, diversidad sexual y estudios queer con la experiencia fílmica que generan cortometrajes, largometrajes y documentales. Asimismo, deseamos que llegue a un público con intereses diversos, tan diversos como los estudios de género mismos y como el cine en general. Quiero agradecer a las distintas instancias que se han sumado a este viaje: las instituciones que nos cobijan, los patrocinadores, las salas, el equipo de trabajo; pero, sobre todo, a ustedes que se acercan a este nuevo foro. Para ustedes es este esfuerzo. Sean bienvenidos a la experiencia cinematográfica y reflexiva de esta primera muestra. Esperamos que sea de su agrado y que contemos con su apoyo y su presencia para poder seguir construyendo MICGénero y mejorar en el futuro. ¡Disfrútenlo! Adán Salinas Alverdi Director general MICGénero



Presentación .................................................................................................. 7 Programación del CCU ................................................................................... 13 Programación por sedes ................................................................................ 16 Etarismo y relaciones intergeneracionales .................................................... 19 Juventud ........................................................................................................ 23 Confluencias .................................................................................................. 33 Vejez .............................................................................................................. 45 Confluencias .................................................................................................. 55 Estudios etarios y perspectiva de género. Aproximaciones teóricas ............. 67 Créditos ......................................................................................................... 128 Agradecimientos ............................................................................................ 129



PROGRAMA centro cultural universitario Sala Julio Bracho Del 28 de agosto al 9 septiembre de 2012 INAUGURACIÓN

CENTRO CULTURAL UNIVERSITARIO 28 de agosto Mesa redonda 16.00 hrs.

“Los estudios etarios y de género” Presentan Marta Lamas Directora de la revista debate feminista Marisa Belausteguigoita Directora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) Rocio García Gaytán Directora de INMUJERES Adán Salinas Alverdi Coordinador de AMAPCiA A.C. y director de la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género Proyección Miss Representation, Jennifer Siebel Newsom, EUA, 2011 Cóctel + ensamble contemporáneo de flautas función transversa

Myriam Albor Erika Flores David Sanginés

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juventud programa centro cultural universitario 28 de agosto

JUVENTUD 29 de agosto

Soy esclava, Gabriel Range, Reino Unido, 2011 L’apollonide, Bertrand Bonello, Francia, 2011

Mesa redonda 18.30 hrs.

Mujeres jóvenes al límite The Day I Became a Woman, Persia, 2000

30 de agosto

Paria, Dee Rees, EUA, 2011 Tomboy, Céline Sciamma, Francia 2011

Mesa redonda 18.00 hrs.

Construcción de la identidad sexual Nuestro día vendrá, Romain Gravas, Francia, 2010 31 de agosto

CONFLUENCIAS Encuentro de cortometrajes

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Bella Durmiente, Julia Leigh, Austrailia, 2011 Conferencia magistral 18.00 hrs. Deborah Dorotinsky Alperstein Mi semana con Marilyn, Simon Curtis, Reino Unido, 2011 1 de septiembre

Fish Tank, Andrea Arnold, Reino Unido, 2010 La vida, ante todo, Oliver Scmitz, Sudáfrica, 2011

Mesa redonda 18.00 hrs.

Desplazamiento de roles sociales en torno a la problemática etaria Los colores de la montaña, Carlos César Arbeláez, Colombia, 2010

2 de septiembre

El niño de la bicicleta, Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, Francia, 2011 Polisse, Maïwenn Le Besco, Bélgica, 2011

Mesa redonda 18.00 hrs.

Violencia y abuso sexual a menores Elisa K, Jordi Cadena y Judith Colell, España, 2010


programa centro cultural universitario 4 de septiembre

VEJEZ La muerte del Sr. Lazarescu, Cristi Puiu, Rumania, 2005 !Women Art Revolution, Lynn Hershman-Leeson, EUA, 2010 Conferencia magistral 18.00 hrs. Ilana Boltvinik El violín, Francisco Vargas, México, 2005 En 80 días, Jon Garaño y José María Goenaga, España, 2010

5 de septiembre

La vida empieza hoy, Laura Mañá, España, 2010 Arte y erotismo Louise Bourgeois: la araña, la amate y la mandarina, Marion Cajori

Mesa redonda 18.00 hrs.

y Amei Wallach, EUA, 2008 El rey de las máscaras, Tiang-Ming Wu, China, 1996

6 de septiembre

William S. Burroughs: el hombre dentro, Yony Leyser, EUA, 2010 Masculinidad crítica en la vejez

Mesa redonda 16.00 hrs.

7 de septiembre

CONFLUENCIAS Abrir paso al mañana, Leo McCarey, EUA, 1937 Esperando la carroza, Alejandro Doria, Argentina,1985 Desde que Otar se marchó..., Julie Bertucelli, Francia, 2003 Conferencia magistral 18.00 hrs. Carlos Bonfil ¿Qué hacemos con la abuela?, Étienne Chatiliez Francia, 1990

8 de septiembre

35 tragos de ron, Claire Denis, Francia, 2008 Relaciones intergeneracionales: amistad y familia Mary y Max, Adam Elliot, Australia, 2009 Hacia el sur, Francia, Laurent Cantet, 2005

Mesa redonda 18.00 hrs. 9 de septiembre

Venus, Roger Michell, Reino Unido, 2006 Deseo sexual Lejos de ella, Sarah Poley, Canadá, 2006

Mesa redonda 18.00 hrs.

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programación por sedes

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Película/Sede

CCU

Cine Lido

MMujer

CCEspaña

CCUT

MACG

Miss Representation, 2011

Agosto 28 18:00 hrs

Agosto 31 16:00 hrs

Sept. 11 16:00 hrs

Soy esclava, 2011

Agosto 29 12:00 hrs

Agosto 31 18.00 hrs

Sept. 11 18:00 hrs

La casa de tolerancia, 2011

Agosto 29 16:00 hrs

Agosto 31 20:00 hrs

Sept. 11 20:00 hrs

The Day I Became a Woman, 2000

Agosto 29 20:00 hrs

Paria, 2011

Agosto 30 12:00 hrs

Sept. 1 16:00 hrs

Sept. 4 16.00 hrs

Tomboy, 2011

Agosto 30 16:00 hrs

Sept. 1 18.00 hrs

Sept. 4 18.00 hrs

Nuestro día vendrá, 2010

Agosto 30 20:00 hrs

Sept. 1 20:00 hrs

Sept. 8 14:00 hrs

Encuentro de cortometrajes CCC

Agosto 31 12:00 hrs

Sept. 5 18:00 hrs

Sept. 8 16:00 hrs

Bella durmiente, 2011

Agosto 31 16:00 hrs

Sept. 2 16:00 hrs

Mi semana con Marilyn, 2011

Agosto 31 20:00 hrs

Fish Tank, 2010

Sept. 1 12.00 hrs

Sept. 3 18.00 hrs

Sept. 18 18:00 hrs

La vida, ante todo, 2010

Sept. 1 16.00 hrs

Sept. 2 20:00 hrs

Sep. 18 16:00 hrs

Los colores de la montaña, 2010

Sept. 1 20.00 hrs

Sept. 3 16:00 hrs

El niño de la bicicleta, 2011

Sept. 2 12.00 hrs

Polisse, 2011

Sept. 2 14.00 hrs

Sept. 2 18.00 hrs

Elisa K, 2010

Sept. 2 20.00 hrs

Sept. 5 20:00 hrs

La muerte del Sr. Lazarescu, 2005

Sept. 4 12.00 hrs

¡W.A.R. Women Art Revolution, 2010

Sept. 4 16.00 hrs

El Violín, 2006

Sept. 4 20.00 hrs

Sept. 12 12:00 hrs

En 80 días, 2010

Sept. 5 12.00 hrs

Sept. 12 14:00 hrs

Sept. 8 12:00 hrs

Sept. 9 12:00 hrs

Sept. 18 20:00 hrs Sept. 11 18.00 hrs Sept. 9 14:00 hrs Sept. 11 16:00 hrs Sept. 3 20:00 hrs

Sept. 9 16:00 hrs

Sept. 11 19:00 hrs


programación por sedes

MMujer

CCU

Cine Lido

La vida empieza hoy, 2010

Sept. 5 16.00 hrs

Sept. 5 16:00 hrs

Louise Bourgeois: la araña, la amante y la mandarina, 2008

Sept. 5 20.00 hrs

Sept. 8 18:00 hrs

El rey de las máscaras, 1997

Sept. 6 12.00 hrs

William S. Burroughs: A Man Within, 2010

Sept. 6 13.30 hrs

Abrir paso al mañana, 1937

Sept. 7 12.00 hrs

Sept. 13 12:00 hrs

Esperando la Carroza, 1985

Sept. 7 13.30 hrs

Sept. 13 14:00 hrs

Sept. 27 18:00 hrs

Desde que Otar se marchó, 2003

Sept. 7 16.00 hrs

Sept. 13 16:00 hrs

Sept. 27 20:00 hrs

¿Qué hacemos con la abuela?, 1990

Sept. 8 12.00 hrs

35 tragos de ron, 2008

Sept. 8 16.00 hrs

Sept. 12 19:00 hrs

Mary y Max, 2009

Sept. 8 20.00 hrs

Sept. 13 17:00 hrs

Hacia el Sur, 2005

Sept. 9 12.00 hrs

Sept. 14 12:00 hrs

Venus, 2006

Sept. 9 16.00 hrs

Sept. 14 14:00 hrs

Lejos de ella, 2006

Sept. 9 20.00 hrs

Sept. 14 16:00 hrs

MACG

Sept. 29 18:00 hrs Sept. 12 16:00 hrs Sept. 27 16:00 hrs

Sept. 8 20:00 hrs

Sept. 11 16.00 hrs

Sept. 8 16:00 hrs

Sept. 12 17:00 hrs

Arrugas, 2011 CLAUSURA

CCEspaña

CCUT

Película/Sede

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Sept. 13 19:00 hrs

Sept. 27 20:00 hrs Sept. 29 16:00 hrs

Sept. 14 19:00 hrs

Centro Cultural Universitario, CU (CCU) Avenida Insurgentes Sur 3000, Coyoacán, 04510, Ciudad de México, Distrito Federal • 01 55 5622 5570 Centro Cultural Bella Época Cine Lido, Tamaulipas 202, Condesa, 06170, Ciudad de México, Distrito Federal • 01 55 5276 7110 Museo de la Mujer República de Bolivia 17, Centro, Cuauhtémoc, 06020 Ciudad de México, Distrito Federal • 01 55 5795 9596 Centro Cultural España en México (CCE) República de Guatemala 18, Centro, Cuauhtémoc, Ciudad de México, Distrito Federal • 01 55 5521 1917 Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT) Ricardo Flores Magón 1, Tlatelolco, Cuauhtémoc, 06990 Ciudad de México, Distrito Federal • 01 55 5583 0961 Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) Av. Revolución 1608, San Ángel, Álvaro Obregón, Ciudad de México, Distrito Federal • 01 55 5550 3983



Etarismo y relaciones intergeneracionales


etarismo y relaciones intergeneracionales

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Culturalmente tendemos a clasificar la vida de acuerdo a ciertas etapas que se definen a partir de la edad. Esta clasificación sirve para diferenciar periodos y asignar roles pertinentes a cada uno: niñez, madurez, vejez. Dichas categorías han sufrido distintos cambios a raíz de factores sociales, culturales, económicos y fisiológicos. Por ejemplo, la invención del término adolescencia como una pausa entre la niñez y la edad madura es una muestra de que la madurez sexual ha dejado de implicar la emocional. Un segundo ejemplo es la forma en la que se habla de una “primera juventud", pues por diversas razones la adolescencia se ha extendido hasta los veintes. Por último, cabe mencionar la constante reticencia a nombrar la vejez como tal y la búsqueda de la corrección política por medio de la generación de conceptos complicados y tibios: "adultos mayores", “personas de la tercera edad", "adultos en plenitud", etc. Quizá esto último pueda considerarse un reflejo del miedo a la muerte y del rechazo social que los viejos enfrentan por pertenecer a ese grupo etario. Estos términos no sólo sirven para marcar los periodos de edad, sino que también determinan la percepción cultural y social de cada uno y los roles aceptados para cada etapa. Cuando los factores fisiológicos eran lo único relevante para definir la madurez de una persona, no existía, por ejemplo, la pederastia. Una niña (es decir, una mujer que dentro de nuestro contexto sería considerada una niña) que había alcanzado la madurez sexual era perfectamente capaz de ser madre y esposa. No era necesario cuestionarlo, mucho menos penalizarlo. Hoy en día esas prácticas aún existen; sin embargo, se suelen juzgar desde la perspectiva de cada cultura, y de esta manera se crea un conflicto ético y moral que debe ser analizado desde ángulos distintos. Por su parte, la vejez significa cosas diferentes para las distintas culturas. En algunas implica sabiduría y conocimiento, para otras simplemente un estorbo o un problema de salud pública. La juventud, por último, también genera conflictos diversos; puede motivar problemas sociales relativos al periodo prolongado de inmadurez o puede ser percibida como sinónimo de ignorancia. La pregunta es: ¿cómo definir estas etapas si los factores que las sustentan varían tanto?


etarismo y relaciones intergeneracionales

La edad es una de las muchas barreras que impiden u obstaculizan construir relaciones de equidad: es un factor más de diferencia que varía, asimismo, según el género. Sin embargo, estas diferencias pueden y deben ser estudiadas y comprendidas de manera que no se conviertan en una pretexto más para discriminar. Los estudios etarios comprenden temas como la gerontofobia, el etarismo o discriminación por edad, y las crisis etarias. Si se les aproxima desde una perspectiva de género, se les puede combinar con otras cuestiones, como las masculinidades críticas, el feminismo y los estudios culturales. Además, estas aproximaciones ofrecen una perspectiva interesante a través de la cual se pueden analizar fenómenos culturales y sociales como la invención de la vejez como enfermedad, el desarrollo de medicina especializada para cada edad, la jubilación, los estigmas sexuales de cada etapa, etc. Por otra parte, la edad es una fuente de estereotipos y problemáticas muy diversas que han sido retratadas ampliamente en el cine. Existe una gran variedad de películas que abordan la vejez, la juventud descarriada, el deseo sexual entre personas mayores, las relaciones intergeneracionales familiares, sexuales o de amistad, la violencia o el abuso a menores y viejos, el desplazamiento de los roles sociales, las implicaciones de enfermedades relativas a la vejez, etc. Estos son algunos de los temas que se abordarán durante las mesas redondas y conferencias magistrales de la primera edición de la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género (MICGénero) “Etarismo y relaciones intergeneracionales".

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Juventud


Juventud La juventud es considerada tradicionalmente como una etapa de autoconocimiento o un periodo formativo. Para fines de este bloque, el concepto de juventud incluye tres etapas que pueden ser definidas de manera independiente: la niñez, la adolescencia y la madurez. Los protagonistas de estas películas deben enfrentarse a su realidad de forma distinta y tomar decisiones fundamentales. Aunque la juventud muchas veces se asocia con una rebeldía del tipo de arranques viscerales e injustificados de violencia, emancipación del seno familiar, independencia económica, apropiación del cuerpo y superación de los miedos, también vale la pena mirar retratado el otro lado en el que esta rebeldía y autoconocimiento natural de la juventud se ve interrumpido por fuerzas ajenas a la voluntad propia. En este bloque no sólo se retrata el ímpetu de la juventud, sino también la imposibilidad de decidir, la imposición de un estilo de vida, la privación de la libertad y el sometimiento a la voluntad de otros "más fuertes" o de "la mayoría". El primer bloque aborda dos temas relativos a la juventud: las mujeres jóvenes en situaciones extremas y la formación de la identidad sexual durante la infancia y juventud. A primera vista, las tres películas que conforman cada mitad del bloque no tienen mucho en común, sin embargo en conjunto permiten un análisis muy completo de los problemas antes mencionados. La primera parte comprende una película sobre la esclavización de una mujer desde sus años formativos, un filme preciosista y algo cínico sobre la prostitución femenina y una cinta que cuenta la historia de tres mujeres de distintas edades en Irán. Estas películas permiten hablar de temas de suma importancia: mujeres que emprenden viajes voluntarios o forzados y que tienen que tomar decisiones, desde cómo enfrentar la realidad que viven en su país o en su profesión, hasta cómo romper con la vida que les ha sido impuesta. La segunda mitad de este bloque retrata la formación de la identidad sexual en personas muy diferentes: una niña, una adolescente y un veinteañero. Estas películas tocan temas de discriminación sexual y racial, pues los protagonistas tienen que luchar para superar los obstáculos que la misma sociedad, la familia, los amigos y ellos mismos imponen. Los tres filmes tienen tonos muy distintos: una comedia dramática de inocencia y descubrimiento, una road movie repleta de violencia y un melodrama social.


juventud

Miss Representation

Miss Representation 2011 Documental 89 min. Estados Unidos Jennifer Siebel Newsom Jennifer Siebel Newsom, Jessica Congdon, Claire Dietrich, Jenny Raskin Eric Holland Svetlana Cvetko, John Behrens, Ben Wolf Nancy Pelosi, Condoleezza Rice, Jane Fonda, Geena Davis, Rosario Dawson, Catherine Hardwicke, Katie Couric, Daphne Zuniga, Paul Haggis, Gloria Steinem, Pat Mitchell, Lisa Ling, Dolores Huerta, Dianne Feinstein, Cory Booker, Margaret Cho Girls’ Club Entertainment http://www.missrepresentation.org

Título original Año Género Duración País Directora Guión Música Fotografía Reparto

El creciente consumo de información ejerce una fuerte influencia sobre la forma en la que se construye la identidad nacional, política e individual de los grupos expuestos a ella. Este filme se enfoca en el efecto que este fenómeno tiene en las mujeres y los estándares que la publicidad y la industria del entretenimiento que promueven. Los contenidos perpetuados en las revistas, películas, programas de televisión, e incluso dentro de la política y el deporte, generan percepciones que afectan el desarrollo de hombres y mujeres por igual. El documental hace hincapié en el hecho de que una mujer, a pesar de su posición y éxito dentro de algún ámbito político o social, puede ser señalada o menospreciada por las decisiones que toma sobre su cuerpo. Este documental está dirigido a un público estadounidense, pues refiere principalmente a esta cultura. Sin embargo, este fenómeno impacta a nuestro país, en el sentido de que fomenta la alienación y genera problemas para la juventud mexicana que busca imitar los medios que consume, muchos de ellos provenientes de Estados Unidos.

Sinopsis

Casa productora Sitio oficial

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juventud

Soy esclava

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Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Reparto Producción Sitio oficial Datos adicionales

Sinopsis

I Am Slave 2010 Drama 82 min. Reino Unido Gabriel Range Jeremy Brock Harry Escott, Molly Nyman Robbie Ryan Wunmi Mosaku, Isaach De Bankolé, Lubna Azabal, Yigal Naor, Hiam Abbass, Nonso Anozie, Nyokabi Gethaiga, Nasser Memarzia, Selva Rasalingam, Amaar Sardharwalla, Jameel Sardharwalla Channel 4; Altered Image / Borough Picture Company / Potboiler Productions / Slate Films http://www.channel4.com/programmes/i-am-slave Basada en la vida de la activista Mende Nazer

Basada en hechos reales, esta película realizada para la pantalla chica, relata la vida de Mende Nazer; secuestrada y esclavizada desde los 12 años. Después de seis años, Malia, es mandada a Londres, en donde pierde su nombre y con ello, su identidad. El filme condena el abuso y sufrimiento que persiguen a la protagonista que da voz a las personas que han sido despojadas violentamente de su libertad.


juventud

La casa de tolerancia

L’apollonide (Souvenirs de la maison close) 2011 Drama 125 min. Francia Bertrand Bonello Bertrand Bonello Bertrand Bonello Josée Deshaies Hafsia Herzi, Jasmine Trinca, Adele Haenel, Noémie Lvovsky, Louis-Do de Lencquesaing, Céline Sallette, Iliana Zabeth, Alice Barnole, Xavier Beauvois Les Films du Lendemain, My New Picture 2011 Premios Cesar, mejor vestuario, 8 nominaciones • 2011 Festival de Cannes: Selección oficial • 2011 Festival de Gijón, Sección oficial largometrajes

París, finales del siglo XIX. Los elegantes lupanares de la Ciudad Luz siguen siendo un buen negocio para sus dueños y una "alternativa" de vida para las jóvenes que no vislumbran un futuro. Bertrand Bonello se interna en un burdel para narrar una historia coral sobre la vida de las mujeres dedicadas a la prostitución. Cuenta con lujo de detalle su preparación, su desarrollo y los problemas que enfrentan.

Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Reparto Casa productora Premios

Sinopsis

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juventud

The Day I Became a Woman

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Título original Año Género Duración País Directora Guión Música Fotografía Reparto Productora

Sinopsis

Roozi ke zan shodam 2000 Drama social 78 min. Irán Marzieh Meshkini Marzieh Meshkini, Mohsen Makhmalbaf Mohammad Reza Darvishi Mohamad Ahmadi, Ebrahim Ghafori Fatemeh Cherag Akhar, Hassan Nebhan, Shahr Banou Sisizadeh, Ameneh Passand, Shabnam Toloui, Sirous Kahvarinegad, Mahram Zeinal Zadeh, Norieh Mahigiran, Azizeh Sedighi, Badr Iravani Makhmalbaf Productions

Narra la historia de tres mujeres en distintas edades: Hava, una niña, Ahoo, una mujer joven, y Hoora, una anciana. Las historias abarcan conflictos propios de la edad de cada una y dejan ver los problemas sociales que enfrentan como mujeres en Irán. Hava cumple 9 años y su madre le dice que ya es una mujer. Sin embargo, esta transformación significa que ya no podrá jugar con su mejor amigo y que debe cubrir su cabeza con un chador. Ahoo participa en una competencia de ciclismo a pesar de que su esposo no lo permite. Éste la sigue y le ruega abandonar la competencia y la amenaza con el divorcio. Ahoo no se detiene simbolizando la libertad con la que sueña. Hoora es viuda y acaba de heredar una fortuna. Decide comprar todas las cosas que nunca pudo tener: muebles, un refrigerador para cumplir su sueño de beber agua fría, etc. Las tres historias se complementan para abordar temas sociales y culturales de este país.


juventud

Paria

Pariah 2011 Drama 86 min. Estados Unidos Dee Rees Dee Rees Bradford Young Adepero Oduye, Pernell Walker, Kim Wayans, Charles Parnell, Aasha Davis Northstar Pictures / Sundial Pictures http://www.pariahthemovie.com/ 2011 Festival de Sundance, mejor fotografía • 2011 Premios Gotham, mejor director revelación • 2011 Independent Spirit Awards, nominada a mejor actriz

Película que narra la historia de una adolescente de 17 años, Alike, que sufre el rechazo algunos miembros de su familia y amigos cuando comienza a expresar abiertamente su identidad y preferencia sexual. El título hace referencia a un concepto que Hanna Arendt propone para hablar del espíritu liberador judío, tomado de la descripción de Max Weber de los judíos como un pueblo de parias. En la película Alike declama: “…mi espíritu emprende el vuelo. No quiero correr, quiero escoger”. A lo largo de la película, Alike defiende su decisión y, a pesar de los obstáculos sociales que se le oponen, logra consolidar su identidad, aceptar su diferencia, apropiarse de su condición de paria y re-significarla.

Título original Año Género Duración País Directora Guión Fotografía Reparto Producción Sitio oficial Premios

Sinopsis

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juventud

Tomboy

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Título original Año Género Duración País Directora Guión Fotografía Reparto Casa productora Premios

Sinopsis

Tomboy 2011 Drama 82 min. Francia Céline Sciamma Céline Sciamma Crystel Fournier Zoé Héran, Malonn Lévana, Jeanne Disson, Sophie Cattani, Mathieu Demy, Cheyenne Lainé Hold Up Films / Arte France Cinéma 2011 Festival de Gijón, premio del público (Sección Rellumes) • Festival de cine de Berlin 2011, mejor película LGBT;

Tomboy aborda el tema de la identidad sexual a través de los ojos de un personaje que enfrenta un mundo nuevo. A partir de una historia sencilla de autoconocimiento, esta película explora los aspectos que conforman la interacción y los problemas que conlleva. La perspectiva infantil ofrece una serie de interpretaciones interesantes, pues se trata de un tema que no está determinado por la edad, pero que sí puede ser entendido de manera distinta desde ojos más o menos inocentes. Mikael, de 10 años, se enfrenta a su nueva vida sin ayuda, ya que tiene un secreto.


juventud

Nuestro día vendrá

Notre jour viendra 2010 Drama/Road Movie 90 min. Francia Romain Gavras Romain Gavras, Karim Boukercha Sébastien Akchoté Andre Chemetoff Vincent Cassel, Olivier Barthelemy, Justine Lerooy, Vanessa Decat, Boris Gamthety, Rodolphe Blanchet, Chloé Catoen, Sylvain Le Mynez, Pierre Boulanger UGC Distribution

Remy, un joven amargado y enojado que no encaja en su entorno, se rebela contra su familia y la sociedad. Patrick, terapeuta de Remy, decide apoyarlo y unirse a él. Estos personajes tienen algo en común: son pelirrojos. Ambos han sufrido discriminación por su color de cabello y embarcan en un viaje de violencia y venganza hacia Irlanda, donde supuestamente los pelirrojos son más comunes. Durante el viaje Patrick y Remy agreden a todos los que no son como ellos y se justifican en su dolor. Nuestro día vendrá es la ópera prima de Romain Gavras, hijo del aclamado Costa Gavras. En ella se retrata el otro lado de la discriminación: cómo el papel de víctima rebelada y la no aceptación de sí mismo sólo genera más violencia e intolerancia. En esta película se ve a dos hombres, uno joven y uno más viejo, que comparten la inseguridad de ser diferentes. Sin embargo, deciden usar esa diferencia como excusa para cometer crímenes y demostrar su propio racismo.

Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Reparto Productora

Sinopsis

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Confluencias


Confluencias El primer bloque sobre confluencias toca un tema fundamental de las relaciones intergeneracionales: el abuso. Éste puede ser ejercido de distintas formas, ya sea por medio de violencia psicológica y sexual, o por el desplazamiento de los roles de edad, los cuales obligan a niños o jóvenes a actuar como adultos ante la carencia de una figura materna o paterna fuerte o confiable. Las relaciones de adultos y niños o jóvenes suele implicar roles de autoridad y obediencia. En distintas culturas el rol de madres, padres e hijos cambia, pero en muchos casos los adultos tienen un poder sobre los jóvenes del cual se puede abusar. La posición de cabeza de una familia o adulto responsable otorga ciertas licencias, incluso cuando dichas personas han perdido la autoridad moral para ejercerlas por hábitos poco saludables, abandono, negligencia y, en los casos más extremos, por someter a sus hijos a violencia sexual y psicológica. Los personajes de las películas que conforman el segundo bloque confrontan o revierten la autoridad y el abuso al que han sido sometidos. En algunas de ellas, los personajes son víctimas de las circunstancias y se ven forzados a madurar de manera acelerada y prematura, pues tienen que enfrentar situaciones que no permiten la inocencia de la juventud. La historia de una adolescente en busca de una figura paterna para contrarrestar la negligencia de su madre alcohólica y que, contradictoriamente, repite sus pasos; el viaje de una hija para descubrir la verdad y proteger la dignidad de su madre enferma; la vida de una joven que no puede pagar sus estudios por lo que tiene que recurrir a la prostitución; y la infancia interrumpida de un grupo de niños que tienen que enfrentar la guerra, sirven como ejemplos de la inversión de los roles clásicos de adultos y jóvenes. La segunda parte incluye un thriller policiaco, una cinta contemplativa acerca de la aceptación tardía de un trauma del pasado y un drama sobre un niño que busca a su padre ausente a pesar del abandono.


confluencias

Encuentro de cortometrajes

Como pez en el agua México, 2009 / 35 mm / 27 min. / Color / Ficción Dirección: Jimena Montemayor Sinopsis: La historia de un viejo y un adolescente enamorados de la misma mujer.

Estío México, 2009/19 min 45 seg. Dirección: Mariana Musalem Ramos Sinopsis: Regina tiene 43 años y Román, su hijo 18. Ellos pasan el verano acompañados del mejor amigo de Román, Julio, quién comienza a sentirse atraído por Regina y a ella no le es indiferente.

Busco Empleo México, 2010 / 35 mm / Color / 30 min. / Ficción Dirección: Francisco Valle R. Sinopsis: Mariana, recién despedida de su trabajo de 10 años, busca empleo en una corporación pensando la hará feliz. Durante el proceso de selección se dará cuenta que lo atractivo del mundo que idealiza está basado en mentiras e hipocresía. Mariana saldrá sin el empleo pero redimensionará su valor como persona.

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confluencias Una habitación vacía México, 2010/35mm./Color/14 min. Dirección: Diana Peñaloza Díaz Sinopsis: Un niño busca establecer comunicación con su abuelo enfermo a través de una puerta cerrada.

• intermedio • • • • •

Stella Maris México, 2010/Super 16mm/35 mm/Color/10 min. Dirección: Marie Benito Sinopsis: Un padre y su hija de 10 años emprenden un viaje hacía el océano con un propósito particular.

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Desierto México, 2010/35 mm/15 min 30 seg. Dirección: Christian Rivera Sinopsis: Un novio busca a su novia en un desierto mágico, ahí descubrirá que el camino directo no siempre es el más corto.

De niño México,2011 / 16mm / Color / 13 min / Ficción Dirección: Cristina Esquerra Sinopsis: Alfredo, un hombre callado y reservado, se ve obligado a regresar a la casa de su abuela. Dentro de esta, recordará los días de infancia que quedaron marcados en su memoria. Sin saberlo, Alfredo tendrá que enfrentarse una vez más al recuerdo de su peligrosa abuela.


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Bella Durmiente

Sleeping Beauty 2011 Drama 104 min. Australia Julia Leigh Julia Leigh Ben Frost Geoffrey Simpson Emily Browning, Rachael Blake, Ewen Leslie, Peter Carroll Screen Australia 2011 Festival de Cannes, Selección oficial • 2011 Festival de Sitges, selección oficial de largometrajes.

Lucy, una estudiante universitaria de belleza única, entra al mundo de la prostitución al aceptar un trabajo que consiste en dormir un sueño inducido a lado de clientes que pagan por ello. Lucy renuncia a su memoria y conciencia y se convierte en un objeto inanimado que puede ser utilizado como tal. La separación de mente y cuerpo hace que Lucy sea una muñeca, un ser vacío que no recuerda y, en teoría, no sufre. Esta película es contemplativa, lo cual reitera la inacción y vulnerabilidad de un personaje que renuncia a su voluntad. La referencia a los cuentos de hadas, el ambiente fantástico y ciertos aspectos de la estética exagerada de esta película generan cierto desapego y artificialidad. Un efecto bastante parecido al de los cuentos de hadas interpretados desde la cultura de consumo, donde la mujer es un premio o algo que se puede adquirir. Este desapego está personificado en Lucy, que es víctima de su propia belleza e ingenuidad.

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Mi semana con Marilyn

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My Week with Marilyn 2011 Drama 101 min. UK/EUA Simon Curtis Adrian Hodges basado en la novela de Colin Clark Conrad Pope, Alexandre Desplat Ben Smithard Michelle Williams, Eddie Redmayne, Kenneth Branagh, Emma Watson, Judi Dench, Dominic Cooper, Derek Jacobi, Julia Ormond, Toby Jones, Dougray Scott, Simon Russell Beale, Zoë Wanamaker, Geraldine Somerville BBC Films / Lipsync Productions / Trademark Films / UK Film Council / The Weinstein Company Globo de Oro 2011; Mejor actriz comedia o musical, Michelle Williams • Independent Spirit Awards 2011: Mejor actriz, Michelle Williams Marilyn Monroe es un ícono, quizá más por su vida descarriada y controversial, que por su trabajo. Esta película se desarrolla en el año 1956 durante la filmación de "El principe y la corista" dirigida y protagonizada por Laurence Olivier. En el rodaje, Marilyn conoce a un joven asistente de dirección de 23 años recién salido de Oxford: Colin Clark. Durante la ausencia de su nuevo esposo, el dramaturgo Arthur Miller, Marilyn pasa una semana con el joven, quien la introduce a los placeres de su mundo. La gran estrella comparte sus frustraciones y deseos con este nada famoso pero ambicioso chico. Marilyn Monroe suele ser retratada como una mujer intoxicada por la fama. Esta película presenta una faceta más humana y vulnerable de este entrañable personaje y se aleja del cliché.


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Fish Tank

Fish Tank 2009 Drama 124 min. Reino Unido Andrea Arnold Andrea Arnold Robbie Ryan Katie Jarvis, Kierston Wareing, Michael Fassbender, Harry Treadaway, Jason Maza, Jack Gordon, Charlotte Collins, Brooke Hobby, Chelsea Chase BBC Films / Kasander Film Company / Limelight / UK Film Council Festival de Cannes 2009, Premio del Jurado • Premios BAFTA 2009, Mejor filme británico

Mia es una adolescente que sólo tiene un interés en la vida: el baile urbano. Sin embargo, las frustraciones inherentes en casa hacen que su camino sea difícil. En muchos sentidos, Mia es la típica adolescente malentendida que sufre por el placer de sufrir, tiene una mala actitud y suele reaccionar de manera agresiva. Un padre ausente, una madre alcohólica y una hermana menor que roba la atención, la han orillado a cerrarse ante el mundo. Cuando su madre lleva a un nuevo novio a casa, Connor, Mia ve la posibilidad de llenar el vacío que siente por la falta de una figura paterna. Al mismo tiempo ve una forma de vengarse de su madre por no darle la atención que necesita. La relación entre Mia y Connor se vuelve muy intensa, más por el hecho de que ambos anhelan tener una familia, que por la evidente tensión sexual que existe entre ellos.

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La vida, ante todo

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Life, Above All 2010 Drama 105 min. Sudáfrica Oliver Schmitz Dennis Foon, basado en la novela Los secretos de Chanda de Allan Stratton Ali N. Askin, Ian Osrin Bernhard Jasper Khomotso Manyaka, Keaobaka Makanyane, Harriet Lenabe, Lerato Mvelase, Tinah Mnumzana Coproducción Suráfrica-Alemania; Dreamer Joint Venture Filmproduction / Enigma Pictures / Niama Film / Senator Film Produktion

Khomotso Manyaka interpreta de manera impecable a Chanda, una niña de 12 años que se enfrenta a los prejuicios y rumores que la comunidad lanza contra su madre y que destruyen a su familia. La joven nunca la abandona y emprende una búsqueda para desenterrar la verdad. En realidad esta película revela el miedo que rodea a la ignorancia y la forma en la que las mismas comunidades crean círculos de intolerancia y rechazo cuando se sienten expuestos a un peligro que prefieren negar. Esto es un reflejo de la postura que Sudáfrica mantuvo durante mucho tiempo ante el SIDA, la cual trajo consecuencias devastadoras para la población, entre ellas una profunda desinformación y mitificación del virus. La vida, ante todo es una historia de amistad, amor y lealtad.


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Los colores de la montaña

Los colores de la montaña 2010 Drama 88 min. Colombia Carlos César Arbeláez Carlos César Arbeláez Camilo Montilla, Oriol Caro Oscar Jiménez Hernán Mauricio Ocampo, Nolberto Sánchez, Genaro Aristizábal, Natalia Cuéllar, Hernán Méndez Coproducción Colombia-Panamá; El Bus Producciones

Esta película está narrada a través de la perspectiva de personajes infantiles que tienen una visión diferente del mundo. Su perspectiva comienza a cambiar cuando toman conciencia del conflicto bélico que se desarrolla a su alrededor y el cual afecta la vida del pueblo en el que viven. Manuel tiene nueve años y acostumbra jugar futbol con una pelota vieja todos los días. Triunfar en este deporte es su mayor aspiración. Cuando su padre le regala un balón nuevo, Manuel ve su sueño más cerca. Sin embargo, la pelota cae a un campo minado. Manuel y sus amigos poco a poco descubren el peligro que los rodea y, entre las aventuras que emprenden para recuperar el preciado objeto, las señales de la guerra comienzan a asomarse y a hacerse cada vez más presentes. La inocencia de los protagonistas contrasta con la seriedad del contexto, el cual los obliga a madurar.

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El niño de la bicicleta

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Le gamin au vélo 2011 Drama 87 min. Bélgica Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne Alain Marcoen Cécile De France, Thomas Doret, Jérémie Renier, Fabrizio Rongione, Egon Di Mateo, Olivier Gourmet Coproducción Bélgica-Francia-Italia 2011: Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado (Ex-aequo) • 2011: Premios Cesar: Nominada a Mejor película extranjera • 2011: Premios del Cine Europeo: Mejor guión. 4 nominaciones, incluyendo mejor película • 2011: Globos de Oro: Nominada a mejor película de habla no inglesa • 2011: Independent Spirit Awards: Nominada a Mejor película extranjera • 2011: Satellite Awards: Nominada a Mejor película de habla no inglesa • 2011: Festival de Valladolid - Seminci: Sección oficial largometrajes a concurso

Cyril, un niño de 11 años, es abandonado por su padre en una casa hogar. El niño tiene la ilusión de que volverá por él. Sin embargo, esto no sólo no sucede, sino que su padre confiesa haberle mentido. Samantha, una peluquera, acepta cuidarlo los fines de semana y se convierte en algo parecido a una madre para él. Cyril sufre por el abandono e intenta acercarse a su padre por medio de ciertas acciones y a través de su bicicleta. Los intentos son fallidos y resultan frustrantes para él y para Samantha. Cyril es un personaje que muestra claramente el ímpetu de la juventud, tanto en un aspecto positivo como en uno negativo. Como todo niño, tiene necesidades que no puede satisfacer por sí mismo: un hogar, una figura de autoridad, etc. Como consecuencia, Cyril se niega a seguir reglas, aceptar límites y busca aceptación en los lugares menos indicados.


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Polisse

Polisse 2011 Drama 127 min. Bélgica Maïwenn Le Besco Maïwenn Le Besco Gabriel Yared Pierre Aïm Maïwenn Le Besco, Riccardo Scamarcio, Karin Viard, Marina Foïs, Nicolas Duvauchelle, Sandrine Kiberlain, Anthony Delon, Frédéric Pierrot, Louis-Do de Lencquesaing, Emmanuelle Bercot, Laurent Bateau Chaocorp 2011: Festival de Cannes: Premio del Jurado • 2011: Premios Cesar: Mejor montaje y actriz revelación (Naidra Ayadi). 13 nominaciones

Drama policiaco sobre la unidad infantil del Departamento de Policía de Paris, dedicado a investigar abuso a menores, crímenes sexuales, violencia familiar, etc. Melissa es una reportera fotográfica que es reclutada para colaborar con los policías de esta división. Comienza una relación amorosa con Fred, un policía duro que cuestiona las reglas y llega a extremos para cumplir con su trabajo. La vida de los miembros de este grupo se filtra a su trabajo y genera un ambiente conflictivo entre ellos. Es una película que destaca por ser una genial mezcla de géneros, desde comedia ligera hasta el más oscuro drama.

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Elisa K

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Elisa K 2010 Drama 71 min. España Judith Colell, Jordi Cadena Jordi Cadena, basado en la novela Elisa Kiseljak de Lolita Bosch David Gallart, Marc Gómez del Moral, Marc Prades, Bernat Vilaplana Sergi Gallardo Aina Clotet, Clàudia Pons, Lydia Zimmermann, Hans Richter, Jordi Gràcia, Pep Sais, Ramón Madaula, Nausicaa Bonnín, Maria de la Pau Pigem Oberon Cinematogràfica 2010: Festival de San Sebastián: Premio Especial del Jurado • 2010: Nominada al Goya: Mejor guión adaptado

Elisa cumplirá 11 años en el invierno. Pero todavía faltan 4 meses y eso es mucho tiempo para ella. Así que no piensa en eso. A Elisa le encanta su nuevo vestido blanco y los juegos mecánicos. Es una niña feliz. Sin embargo, todas estas pequeñas cosas que son importantes para una persona de 10 años, dejan de serlo cuando un amigo de su padre la hace llorar. Él le dice que si deja de llorar le regalará una pulsera de plata. Nadie sabe lo que ha pasado, ni siquiera Elisa, quien 14 años después llama a su madre para decirle que acaba de recordar algo terrible. Esta película explora lo traumático del abuso sexual, lo difícil que es para las víctimas ponerle nombre, entenderlo. Sin embargo, estos traumas cambian por completo a las víctimas, incluso cuando no se es consciente de ello. La memoria de Elisa escoge guardarle el secreto y, aunque siempre ha estado ahí, latente, no sale a la superficie hasta que llega el día en el que le encuentra sentido.


Vejez


Vejez La vejez implica problemas muy diversos, desde el rechazo social y la falta de apoyo por parte de las instituciones, hasta la aceptación del cuerpo y la sexualidad. La vejez es retratada de muchas maneras. Por una parte puede ser entendida desde el punto de vista de la tradición y la sabiduría ancestral; por la otra, puede ser percibida como una condición que convierte a las personas en un lastre social. Las películas que conforman el tercer bloque son de índoles muy distintas y abarcan temáticas que incluyen sexualidad femenina, homosexualidad, discriminación, arte, literatura, prejuicios y tradiciones culturales. La primera parte analiza la sexualidad femenina durante la llamada "tercera edad". En ocasiones, se considera que el deseo sexual tiene fecha de caducidad, sin embargo se trata de un prejuicio sin fundamentos. Esta sección comprende cintas de ficción, tanto de drama como de comedia, y de cine documental que aluden a la pérdida de apetito sexual y al redescubrimiento del mismo. La segunda parte analiza el concepto de masculinidad y cómo éste se modifica a partir de la edad. Un documental y un filme de ficción sirven como plataforma de reflexión para señalar los factores críticos dentro de la definición típica de masculinidad y cómo estos mismos pueden ser revertidos y resignificados.


vejez

La muerte del Sr. Lazarescu

Moartea domnului Lazarescu (The Death of Mr. Lazarescu) 2005 Drama 153 min. Rumania Cristi Puiu Cristi Puiu, Razvan Radulescu Andreea Paduraru Andrei Butica, Oleg Mutu Ioan Fiscuteanu, Luminita Gheorghiu, Mimi Branescu, Dana Dogaru, Florin Zamfirescu, Mihai Bratila, Monica Barladeanu Mandragora Movies 2005: Festival de Cannes: Mejor película (sección "Un Certain Regard") • 2006: Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor actriz secundaria (Gheorghiu)

El señor Lazarescu está solo; tiene una hija que no vive en Rumania y su esposa está muerta. Está enfermo y lo sabe, pero eso no evita que siga bebiendo. Ante el malestar, el Sr. Lazarescu llama a una ambulancia. El personaje se convierte en un inconveniente cada vez mayor, pues no lo atienden en el primer hospital al que llega, ni en el segundo, ni en el tercero. Su salud se deteriora y la desesperación de la encargada de transportarlo crece. Sin embargo, la sola compañía de ésta alivia el estado de abandono en el que el Sr. Lazarescu está sumergido. Esta película retrata la soledad de la vejez y el rechazo social al que un hombre enfermo, solo y alcohólico se enfrenta. Uno de los personajes dice: "Si quieres lo llevo directo al crematorio. Igual se está quejando de que tiene frío". El resultado es una comedia negra y cruda: el último día en la vida del señor Lazarescu.

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¡W.A.R. Women Art Revolution

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Título original Año Género Duración País Directora, productora y guionista Música Fotografía Reparto Producción Premios Sitio oficial Sinopsis

¡Women Art Revolution 2010 Documental 83 min. EUA Lynn Hershman-Leeson Carrie Brownstein Brad Hoffart, Hiro Narita Eleanor Antin, Janine Antoni, Judith Baca, Judith Brodsky, Cornelia Butler, Tammy Rae Carland, Judy Chicago, Alexandra Chowaniec, Beatriz da Costa Zeitgeist Films Selección oficial del festival de Toronto, Sundance, Panorama en Berlín, Festival Internacional de San Francisco, y el Festival de Derechos Humanos http://womenaartrevolution.com/ Este documental muestra el movimiento feminista a través del arte. Es una crítica a la recepción de éste por parte de las autoridades que cuestionan su valor artístico por tratarse de manifestaciones abiertas de la sexualidad femenina. El arte que aquí se documenta, así como la experiencia de las artistas, formó parte fundamental de la lucha civil contra la discriminación y por la hegemonía masculina que dominaba, y en muchos sentidos todavía domina, la industria cultural. Este documental es una revisión de un pasado cercano que todavía se asoma, pues el número de artistas mujeres que participan en exposiciones en museos sigue siendo bajo. W.A.R. demuestra que el arte no se puede callar y, aunque el camino sea largo, conseguirá difusión. Más de 50 artistas y académicas participan en este documental que tardó más de 40 años en completarse. Las entrevistas retratan la evolución del arte en torno a temas como la discriminación, el racismo, la sexualidad, el poder, las instituciones, etc.


vejez

El violín

El violín 2005 Drama 98 min. México Francisco Vargas Quevedo Francisco Vargas Quevedo Cuauhtémoc Tavira, Armando Rosas Martín Boege Paré Ángel Tavira, Dagoberto Gama, Fermín Martínez, Gerardo Taracena, Silverio Palacios Cámara Carnal Films

Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Reparto Productora

Esta película cuenta la historia de tres generaciones de una familia representada en tres hombres: Don Plutarco, su hijo Genaro y su nieto Lucio. Esta familia vive de hacer música y son parte de una comunidad aparentemente normal, sin embargo, apoyan a un grupo guerrillero que se opone el gobierno opresor. Cuando el ejército invade el pueblo, los planes del movimiento se ven frustrados, pues les es imposible conseguir las municiones que habían almacenado en su maizal. Genaro no considera que su padre tenga la fuerza suficiente para ser parte activa de este grupo y lo subestima. Mientras tanto, Don Plutarco prueba lo contrario cuando entabla una amistad con el militar de más alto rango posicionado a las orillas del pueblo por medio de la música que toca en su violín. Don Plutarco utiliza su talento y su carisma para llegar a las municiones y hacer valer su participación en la guerrilla.

Sinopsis

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En 80 días

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Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Reparto Casa productora Sitio oficial

Sinopsis

80 egunean 2010 Drama 105 min. España José María Goenaga, Jon Garaño José María Goenaga, Jon Garaño Pascal Gaigne Javier Aguirre Itziar Aizpuru, Mariasun Pagoaga, José Ramón Argoitia, Ane Gabarain, Zorion Agileor, Patricia López Irusoin / Moriarti Produkzioak http://www.80egunean.com/index_cas.php

Axun tiene 70 años. Comienza a cuidar al ex esposo de su hija en un hospital. Ahí se reencuentra con Maite, amiga íntima de la adolescencia. Retoman su relación con facilidad, pues lo que las unía entonces sigue vivo en ellas. El reencuentro es divertido y cómodo hasta que Axun descubre que su amiga es lesbiana. Esto genera un conflicto entre las protagonistas, pues se encuentran en un momento en el que pueden reevaluar sus vidas y cambiarlas. Lo que siente por Maite confunde a Axun, quien tiene que tomar una decisión. Esta película toca el tema de la sexualidad femenina de manera muy interesante, ya que la aborda desde la amistad entre dos mujeres mayores.


vejez

La vida empieza hoy

La vida empieza hoy 2010 Comedia 90 min. España Laura Mañá Laura Mañá, Alicia Luna Xavier Capellas Mario Montero Pilar Bardem, Rosa María Sardá, Mariana Cordero, Lluís Marco, Sonsoles Benedicto, Osvaldo Santoro, María Barranco, Eduardo Blanco, Fernando Tielve Ovideo / TVE / Televisió de Catalunya http://www.lavidaempiezahoy.com 2010: Festival de Málaga: Premio de la crítica

Título original Año Género Duración País Directora Guión Música Fotografía Reparto

Se suele creer que a cierta edad la vida sexual llega a su clímax y una vez que se ha alcanzado comienza el inevitable declive. Sin embargo, esa "cierta edad" varía y puede llegar, incluso, a la vejez. Esta película es un recordatorio de que el cuerpo sigue vivo hasta el último momento y siempre es capaz de sentir placer. El proceso de envejecimiento no conlleva necesariamente la pérdida del apetito sexual o de la necesidad de contacto humano. En La vida empieza hoy, un grupo de viejas y viejos cambian su perspectiva de la vida a partir de una clase de sexo que los obliga a confrontar problemas relativos a la vejez, aceptar su cuerpo, escucharse unos a otros y satisfacer las necesidades que la sociedad muchas veces cree inexistentes.

Sinopsis

Casa productora Sitio oficial Premios

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vejez

Louise Bourgeois: La araña, la amante y la mandarina

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Título original Año Género Duración País Directoras Guión Música Fotografía Reparto Producción

Sinopsis

Louise Bourgeois: The Spider, the Mistress and the Tangerine 2008 Documental 99 min. Estados Unidos Marion Cajori y Amei Wallach Carmen Borgia Mead Hunt, Ken Kobland Pandora Tabatabai Asbaghi, Jean-Louis Bourgeois y Louise Bourgeois Zeitgeist Films

Louise Bourgeois es una de las escultoras más influyentes del arte estadounidense contemporáneo. Desde los años 60 sus piezas abstractas que tocan temas como la sexualidad humana y el abandono han sido reconocidas internacionalmente. Las realizadoras Marion Cajori y Amei Wallach ofrecen una mirada profunda al arte de Bourgeois a través de este documental. En él se retrata a la artista, sus métodos de trabajo, su vida, la relación con su familia y la forma en la que el arte la ayudó a sobrevivir. Esta emblemática escultora murió en 2010. El documental la retrata en sus últimos años de vida, una mujer que, a pesar de la edad, mantiene una vitalidad envidiable. Bourgeois dice: "No se trata de saber usar materiales; los materiales no son el tema del artista. El tema son las emociones y las ideas".


vejez

El rey de las máscaras

Bian Lian (King of Masks) 1997 Drama 101 min. China Tian-Ming Wu Ming lun Wei Jiping Zhao Mu Dayuan Zhigang Zhang, Zhigang Zhao y Renying Zhou Shaw Brothers

El acto de un viejo artista, Wang, es famoso en las calles de su comunidad. Sin embargo, este viejo no busca fama ni fortuna, sino un joven que pueda heredar sus conocimientos. La tradición de su arte dicta que sólo puede enseñar la magia de las máscaras a un sucesor masculino. Su deseo se cumple cuando un día compra a un niño en el mercado negro. Sin embargo, éste revela un secreto que pone al rey de las máscaras en una encrucijada. Esta película retrata los dilemas que implica seguir una tradición y los problemas que implica cuestionarla o romperla.

Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Reparto Producción

Sinopsis

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vejez

William S. Burroughs: A Man Within

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Título original Año Género Duración País Director Guión Música Reparto Productora

Sinopsis

William S. Burroughs: A Man Within 2010 Documental 87 min. EUA Yony Leyser Yony Leyser Sonic Youth, Patti Smith William S. Burroughs, David Cronenberg, Genesis P-Orridge, Iggy Pop, Patti Smith, Gus Van Sant, John Waters, Peter Weller BulletProof Film

William Burroughs es uno de los autores más controversiales de la literatura estadounidense moderna. Su obra, incluso más que su vida, ha sido objeto de críticas por tratar temas como sexualidad, homosexualidad, violencia, drogas, entre otros, de manera burlona y muchas veces grotesca. Este documental narra su vida a través de imágenes de archivo nunca antes vistas y entrevistas de amigos, artistas y admiradores como David Cronenberg, Iggy Pop, John Waters, Patti Smith, Gus Van Sant y Genesis P-Orridge. Se trata de una mirada al hombre detrás del mito.


Confluencias


Confluencias En el último bloque se aborda otro tipo de relaciones intergeneracionales, de amistas y familiares. La convivencia entre jóvenes y viejos puede ser complicada, pero también, en muchos sentidos, es enriquecedora. Los jóvenes y los viejos tienen muchas cosas en común, la más evidente es la falta de reconocimiento por parte de los sectores dominantes de la sociedad. Las personas jóvenes son confundidas en muchas ocasiones por personas ignorantes o carentes de experiencia. Al mismo tiempo, lo viejos pueden ser considerados personas incapaces de resolver problemas y que necesitan cuidados especiales. En este sentido, tanto jóvenes como viejos sufren discriminación, pues muchas veces dependen económicamente de sus familiares y por ello son considerados miembros inútiles o inactivos dentro de la sociedad. En las películas que conforman este bloque, estas dos edades generan empatía y relaciones de reconocimiento, a pesar de la diferencia etaria que existe en ambos lados.


confluencias

Abrir paso al mañana

Make Way For Tomorrow 1937 Drama 91 min. EUA Leo McCarey Viña Delmar, Helen Leary, Noah Leary, basado en la novela The Years are So Long de Josephine Lawrence George Antheil, Victor Young William C. Mellor Victor Moore, Beulah Bondi, Fay Bainter, Thomas Mitchell, Porter Hall, Barbara Read Paramount Pictures

Título original Año Género Duración País Director Guión

Bark y Lucy Cooper son una pareja de ancianos que reciben una mala noticia: perderán su casa. Ante su penosa situación económica, la pareja recurre a sus hijos, sin embargo éstos no pueden hacer mucho por ellos. Dos de los hijos le ofrecen hospedaje a uno de sus padres, es decir, nadie tiene el espacio necesario para alojar a los dos. El matrimonio, entonces, se ve obligado a separarse por primera vez en 15 años. Antes de separarse, Bark y Lucy deciden pasar sus últimos momentos juntos en una especie de segunda luna de miel. Cada uno irrumpe en la vida de sus hijos y se convierten en lastres. Los hijos no son malintencionados, pues su crueldad está justificada de cierta forma, y los padres no buscan ser una molestia. Sin embargo, los puntos de vista de jóvenes y viejos chocan, lo cual permite una serie de situaciones cómicas y al mismo tiempo dolorosas.

Sinopsis

Música Fotografía Reparto Productora

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confluencias

Esperando la carroza

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Sinopsis

Esperando la carroza 1985 Comedia 87 min. Argentina Alejandro Doria Alejandro Doria & Jacobo Langsner Feliciano Brunelli Juan Carlos Lenardi Luis Brandoni, China Zorrilla, Antonio Gasalla, Julio De Grazia, Betiana Blum, Mónica Villa Juan Manuel Tenuta, Andrea Tenuta, Cecilia Rossetto, Enrique Pinti, Darío Grandinetti, Lidia Catalano Rosafrey / Susy Suranyi y Asociados

Esta película es un clásico de la comedia argentina. Es considerada una obra de culto. Esta comedia negra costumbrista está basada en la obra de teatro homónima de Jacobo Langsner. Es la historia de una familia que tiene un viejo problema: Mamá Cora. La viuda de más de 80 años vive con uno de sus cuatro hijos, Juan, y su esposa. Este matrimonio atraviesa problemas económicos que, aunados a la presencia de la anciana, los orilla a pedir ayuda a sus hermanos. Los cuatro hermanos discuten quién se quedará con Mamá Cora. Una reunión familiar de domingo se torna en una verdadera pesadilla en la que todos defienden sus intereses y descuidan a Mamá Cora, quien desaparece. Culpas, rencores e intrigas salen a relucir en medio de la confusión.


confluencias

Desde que Otar se marchó

Depuis qu’Otar est parti... 2003 Drama 103 min. Francia Julie Bertuccelli Julie Bertucelli, Bernard Renucci Antoine Duhamel, Dato Evgenidzé, Arvo Pärt Christophe Pollock Esther Gorintin, Nino Khomasuridze, Dinara Drukarova, Temur Kalandadze, Rusudan Bolqvadze, Sasha Sarishvili, Duta Skhirtladze, Abdallah Mundy Coproducción Francia-Bélgica; Les Films du Poisson / Arte France Cinema / Entre Chien et Loup / Studio 99 Grand Prix de la semana de la crítica • Grand Rail D’Or para mejor largometraje en el Festival de Cannes 2003

Ada vive con su madre Marina y su abuela Eka. La mayor alegría en la vida de las tres mujeres proviene de las cartas que reciben de Otar, el hijo ausente que emigró a París. Estas cartas son particularmente importantes para Eka. La relación que sostienen es muy difícil, sobre todo porque Marina busca la aprobación y el amor de su madre, quien sólo muestra interés por Otar. Un día Ada se entera de que Otar ha muerto de manera repentina. Sin embargo, esta noticia sería terrible para la abuela; por ello Marina y Ada deciden esconderla de Eka y simplemente continuar enviando cartas firmadas por Otar. A pesar de que Marina siempre ha estado en segundo lugar ante los ojos de su madre, no tiene el corazón para decir la verdad. Esta mentira blanca repercute de profundamente en la vida de las tres y genera más mentiras. Esta película permite una mirada a la relación madre e hija en dos generaciones y la forma en la que una madre repite los errores de la otra. La actuación de Esther Gorintin de 90 años, cuya carrera actoral comenzó en 1999, es impactante.

Título original Año Género Duración País Directora Guión Música Fotografía Reparto Productora Premios

Sinopsis

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confluencias

¿Qué hacemos con la abuela?

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Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Reparto Producción

Sinopsis

Tatie Danielle 1990 Comedia 110 min. Francia Étienne Chatiliez Florence Quentin Gabriel Yared, Gérard Kawczynski Philippe Welt Tsilla Chelton, Catherine Jacob, Isabelle Nanty, Neige Dolsky, Eric Prat, Laurence Février, Virginie Pradal France 3 Cinéma / Sofimage / Images Investissements / Téléma / Les Productions du Champ Poirier / Sofica Créations

La anciana tía Danielle dice que sufre por su salud. En realidad sólo está amargada y disfruta hacerle la vida imposible a la gente que la cuida. Es manipuladora, calculadora e imposible. La gente a su alrededor no sabe qué hacer y simplemente le cumplen sus caprichos para evitar berrinches y enojos. Después de que su cuidadora muere, Danielle se muda con su sobrino a París. El muchacho es demasiado tolerante y no puede con ella. Sin embargo, la familia se va de viaje y dejan a la tía bajo el cuidado de una enfermera que no está dispuesta a tragarse sus mentiras manipuladoras y desenmascara su juego. Entablan una relación difícil y la tía Danielle por fin obtiene lo que necesita: una mano dura que no le crea el cuento de anciana cascarrabias.


confluencias

35 tragos de ron

35 rhums 2008 Drama 100 min. Francia/Alemania Claire Denis Claire Denis, Jean-Pol Fargeau Agnès Godard Grégoire Colin, Alex Descas, Mati Diop, Nicole Dogue, Eriq Ebouaney, Jean-Christophe Folly Coproducción Francia-Alemania; Pandora Filmproduktion

Lionel es un viudo silencioso de mediana edad. Lleva una vida tranquila en un departamento que comparte con su hija veinteañera, Joséphine. Aunque es de pocas palabras, el cariño que le tiene a su hija es evidente. Lionel sostiene una relación intermitente con una inquilina del mismo edificio, quien tiene un amigo que participa en manifestaciones políticas y también vive ahí. Los cuatro comienzan a actuar como una familia, comen juntos, hacen reuniones y se cuidan mutuamente. Sin embargo, todo cambia cuando la relación de Noé y Joséphine se torna romántica. Lionel sufre una crisis al darse cuenta de que está envejeciendo y de cuánto depende de su hija, pues su retiro está cada vez más cerca. Su crisis se acentúa porque Joséphine podría emprender su camino a una nueva vida y dejar a su padre atrás.

Título original Año Género Duración País Directora Guión Fotografía Reparto Productora

Sinopsis

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confluencias

Mary y Max

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Título original Año Género Duración País Director Guión Música Fotografía Producción Sitio Oficial Premios

Mary and Max 2009 Comedia, animación 88 min. Austrália Adam Elliot Adam Elliot Dale Cornelius Gerald Thompson Melodrama Pictures http://www.maryandmax.com/ 2009: Festival de Annecy: Mejor película (ex-aequo con "Coraline") • 2009: Festival de Berlín: Oso de Cristal (mención especial - Generation 14plus)

Sinopsis

Esta película narra la amistad de Mary, una niña de 8 años que vive frustrada en una familia disfuncional en Melbourne, y Max, un judío solitario de Nueva York que sufre una enfermedad mental muy grave. Mary le manda cartas a Max para escapar de su realidad y obtener la atención que sus padres le niegan. Max, por su parte, se ve obligado a enfrentar ciertas cosas que lo alteran y desatan sus manías. La relación de amistad entre dos personas de edades diametralmente distintas, con perspectivas similares, pues se encuentran aislados de la sociedad y tienen muy poca información del mundo. Ambos crean su propia realidad y la comparten y, así, alivian la soledad que los aqueja. Mary y Max crecen juntos a lo largo de esta comedia negra de animación que explora dos personas que, por su edad y condición, son ignorados y aislados en su entorno.


confluencias

Hacia el sur

Vers le sud 2005 Drama 107 min. Francia/Canadá Laurent Cantet Laurent Cantet, Robin Campillo, basado en la novela de Dany Laferrière Pierre Milon Charlotte Rampling, Karen Young, Louise Portal, Ménothy Cesar, Lys Ambroise Coproducción Francia-Canadá Festival de Venecia 2005, Mejor joven actor o actriz emergente (Ménothy Cesar)

Tres mujeres de mediana edad desencantadas con su vida y con los hombres viajan a Haití en busca de sexo y aventura. El gobierno de Baby Doc parece no tocar al hotel "La petite anse", pequeño paraíso tropical en el que las mujeres se hospedan. Ellen y Brenda están enamoradas de Legba, un bello joven de 18 años que satisface sus fantasías sexuales. Ellen declara: "Siempre pensé que a cierta edad tendría que pagarle a un joven para amarme, pero no pensé que sucedería tan rápido". Legba les deja ver el mundo real, la pobreza y los horrores de la dictadura. Las mujeres se dan cuenta de que viven en una burbuja, sin embargo, ellas creen ser la causa de los problemas del joven. Esta película analiza el deseo sexual en la juventud y en la madurez dentro de un contexto de injusticia social. En este filme las líneas que separan amor y erotismo son tan borrosas como las que separan la realidad social y la fantasía tropical. Las protagonistas deciden creer la mitad de la verdad.

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Sinopsis

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confluencias

Venus

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Sinopsis

Venus 2006 Drama 94 min. EUA Roger Michell Hanif Kureishi Corinne Bailey Rae Haris Zambarloukos Peter O’Toole, Leslie Phillips, Jodie Whittaker, Vanessa Redgrave, Richard Griffiths, Andrea Riseborough Filmfour / UK Council / Miramax Films / Free Range Films http://www.golem.es/venus/ Nominada al Oscar, 2006: mejor actor (Peter O'Toole) • Nominada al Globo de Oro, 2006: mejor actor de drama (Peter O´Toole) • Nominaciones a los BAFTA, 2006: mejor actor (O´Toole) y actor secundario (Phillips) Esta película narra la relación de Maurice, un viejo actor que ya no puede interpretar más que a ancianos moribundos, y Jesse, una joven ignorante amante de la chatarra y la música pop. Tras la llegada de la problemática sobrina de su amigo Ian, la vida de Maurice deja de girar en torno a las reuniones con sus amigos y las quejas que comparten. El viejo ayuda a Jesse en su carrera como modelo y le enseña de arte. Jesse, por su parte, le da a Maurice una última oportunidad de sentir, pues permite cercanía con ciertos límites, claro. El deseo que el viejo siente por ella es evidente, sin embargo, ambos saben que se trata de atracción inocente, pues Maurice sufre de impotencia causada por una operación. Sin embargo, el amor que se gesta en su mente se vuelve muy fuerte y ella no sabe cómo lidiar con sus sentimientos. Esta es una historia de amor imposible y amistad entre dos personas que no comparten ningún referente cultural o social.


confluencias

Lejos de ella

Away From Her 2006 Drama 110 min. Canadá/Reino Unido/EUA Sarah Polley Sarah Polley basada en el cuento “The Bear Came Over the Mountain” de Alice Munro Jonathan Goldsmith Luc Montpellier Julie Christie, Gordon Pinsent, Olympia Dukakis, Wendy Crewson, Kristen Thomson, Michael Murphy The Film Farm & Foundry Films Globo de Oro 2007, Mejor actriz, Julie Christie • National Board of Review 2007, Mejor actriz • Círculo de Críticos de Nueva York, Mejor actriz y mejor película • Festival de Toronto 2007, Mejor película canadiense • Asociación de Críticos de Los Angeles 2007, Premio Nueva Generación

Título original Año Género Duración País Directora Guión Música Fotografía Reparto

Fiona y Grant llevan toda su vida juntos. Son un matrimonio feliz. "Tenía 18 años cuando me dijo: 'Creo que sería divertido que nos casáramos'. Nunca he querido estar lejos de ella", dice el personaje intepretado por Gordon Pinsent. De pronto su vida se rompe cuando Fiona sufre lapsos de pérdida de memoria. Lo que empieza como pequeños descuidos podría volverse peligroso para ambos. Por esta razón, Fiona decide ingresar a una residencia en donde podrán cuidarla. La separación es devastadora para Grant, quien no quiere dejarla sola, pero sobre todo, no quiere dejarla sola sin él. La vida de ambos cambia radicalmente y descubren un nuevo camino que jamás hubieran imaginado.

Sinopsis

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Estudios etarios y perspectiva de g茅nero. Aproximaciones te贸ricas


Agradecemos a la revista Debate Feminista el permiso para la reproducci贸n de los siguientes textos que aparecieron publicados en los n煤meros 41 y 42 (2010). www.debatefeminista.com


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life

Los estudios etarios como estudios culturales1 Más allá del slice-of-life2 Margaret Morganroth Gullette Pero la mente humana no, nada tiene que ver con la edad. Mientras digo esto se me llenan de lágrimas los ojos. Gertrude Stein, 1936 (a la edad de 62 años)

Dividiendo el curso de la vida en "etapas" Durante el último siglo en los Estados Unidos, conforme la edad se ha convertido en una herramienta para dividir categorías y determinar subjetividades, el concepto de "etapa" de la vida se ha vuelto más prominente y realiza cada vez más esa labor enfática. Empecemos con la imperiosa tendencia a segmentar la vida continua en partes imaginarias, que es reificada por las denominaciones. Mi análisis de la guerra fraguada entre la generación x y los boomers apunta hacia dicha tendencia. El Occidente había logrado arreglárselas durante mucho tiempo con menos categorías (niñez, juventud, madurez, vejez), con fronteras difusas entre ellas y entremezclando las unas con las otras. Sin embargo, alrededor de la década de 1880 empezamos a atestiguar la rápida sucesión de reescrituras de la vejez como problema médico, de la invención de la jubilación, la "pediatría", la "gerontología", la "geriatría", la "adolescencia", los años de la mediana edad, el traslado del climaterio masculino de los 63 años a la mediana edad, las "flappers", la "Generación Perdida", la "madre que estudia un posgrado", el "nido vacío". Todo esto había ocurrido hacia mediados de los años treinta en los Estados Unidos. A partir de entonces, podemos identificar la aparición de los "adolescentes" en los años cuarenta, los "baby boomers envejecidos" en los ochenta y las "generaciones x y y" en los noventa (Chudacoff 1989; Cole 1992; Graebner 1980; Spacks 1981; Gullette 1995). Decir "cenizo" y "dorado" ya no es referirse a colores, sino a denominaciones de edad. Los nuevos personajes traen consigo sus pseudobiografías. Encima de todo esto, ahora existen los "viejos jóvenes" y los "viejos viejos". Los gerontólogos mismos han creado subdivisiones de la vejez; se trata de un gran catálogo de ficciones de etapas. Quienes han nacido lo suficientemente tarde en la historia como para ser vulnerables, cargan no sólo con una denominación de clase etaria, sino también con una de los llamadas "cohortes" encima de la "generación". Las categorías difusas (llamadas "etapas" sin comillas por aquellos que se niegan a considerarlas invenciones culturales) son promovidas por la ciencia social dominante, mientras los periodistas repiten como pericos estas etiquetas. Se trata de identidades que en ciertos contextos pueden dominar por encima de todas las demás. La "vejez" fue quizá la primera categoría etaria que sufrió esa desindividuación, esa degradación (Cole 1992: xix; Gruman 1978); sin embargo, esta tardía inclinación hacia la cosificación se ha extendido a etapas más tempranas del curso de la vida. Hoy en día, "tener cincuenta" o ser "de la generación x" puede parecer más significativo en algunos contextos que, por ejemplo, ser mujer, chicano

Este texto conforma el décimo capítulo del libro Aged by Culture. Se reproduce aquí su versión traducida con permiso de la autora. © Margaret Morganroth Gullette 2 Slice-of-life hace referencia a una categoría de texto realista en la que se presenta una secuencia fragmentaria de eventos de la vida de una persona sin que necesariamente haya un conflicto, un clímax o una resolución (N. de la T.). 1

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o gay, no sólo en el imaginario dominante del curso de la vida, sino también para la persona en cuestión. Se supone que pertenecer a una categoría etaria permite predecir ciertos atributos, estilos (o incluso más marcadamente, "culturas"), intereses grupales, valores y hasta sentimientos. Algunas personas se ajustan casi instantáneamente para encajar, o decir que encajan, en la descripción más reciente de su grupo etario designado. La edad misma, que de hecho es neutral, puede servir como indicativo de envejecimiento como decadencia y por lo tanto puede desplazar a otras identidades personales e idiosincráticas. Se podría agregar la edad —no sólo la vejez, sino cualquier otra etapa— como otra identidad que, al faltar una conciencia crítica (a través de la crítica cultural, la autobiografía etaria, el movimiento antidecadentista), puede parecer totalizadora. Ahora bien, no todos los individuos en todo momento viven la clase etaria, la etapa, la cohorte designada o la generación como categorías inflexibles principales. Como observó Glenda Laws, "la edad es intermitente". La cultura todavía insiste en el género, la clase, la orientación sexual y la raza. Las atribuciones de la clase etaria cambian con el tiempo para algunos (como los de la generación x), por lo que se puede afirmar que hay cierta flexibilidad dentro de algunas designaciones. "La mediana edad" no tiene fronteras distintivas: es peligrosamente maleable. Todas las fronteras son turbias, y deben serlo, pues no tienen una realidad objetiva. Las personas pasan de una clase etaria a otra, pero no cambian de cohorte designada (los de la generación y no pasan a ser de la x). Transitamos entre sentirnos o no envejecidos por la cultura. La diferencia por edad es otra de las "fronteras esencialistas" que puede utilizarse para dividir a la ciudadanía y a la fuerza de trabajo y así dificultar la existencia de coaliciones políticas (Brown y Martin 1995: 63). Genera un consenso aparente de que ciertas clases etarias son hostiles entre sí. Entre los dos segmentos que más destacan en la actualidad, los adultos jóvenes y la mediana edad, se dice que las ventajas de poder son cada vez más competidas —respecto a quiénes merecen los empleos, la seguridad social, un futuro—. Los conceptos "juventud" y "niñez" se usan contra los viejos. Estos últimos —muchos de los cuales son irremediablemente pobres— son representados por lo regular como "vejetes avaros" que poseen riquezas históricas. Sin embargo, en una época en la que se ha vuelto norma hacerse viejo antes de morir, los milagros de la salud pública y la farmacología no evitan que la longevidad sea realmente problemática para quienes la viven.3 Sin importar qué tan bien le esté yendo a muchos viejos, el adjetivo "anciano" se ha convertido en un problema, debido a que se trata de un símil devastadoramente intratable. Decir "ancianidad" es impensable, así que se requiere de un eufemismo: "envejecimiento" ocupó y sigue ocupando su lugar, pero también ha llegado a tener el significado implícito de decadencia e incluso se llega a aplicar a los jóvenes, como cuando se dice que "la generación x está envejeciendo". "Joven" y "viejo" son, por lo regular, formas sencillas de implicar "bueno" y "malo". El tropo circula en todo tipo de discursos, desde la biotecnología hasta la música pop, desde las ciudades "jóvenes" a las industrias "en ocaso", de la "vieja" Guerra Fría a la "nueva" economía globalizada.4 Cuando un gobierno no da mantenimiento a sus barcos, la prensa evita señalar responsables llamándoles de forma condescendiente "flotas envejecidas"; las viviendas urbanas descuidadas han pasado a ser "unidades habitacionales añosas". Cuando los gerontólogos inventaron por primera vez los conceptos "viejo joven" y "viejo viejo", se trataba sólo de divisiones cronológicas burdas. Luego los términos pasaron a ser evaluativos, ya que no eres realmente un "viejo viejo" a menos de que estés viejo y enfermo. Sin embargo, si tienes ochenta y ocho, estás sano y manejas un organismo sin fines de lucro de medio tiempo, como lo hace mi madre, ¿puedes negar que eres un "viejo viejo"?

Incluso en tiempos anteriores y en lugares donde la expectativa de vida era cuarenta o cincuenta años, la realeza y los ricos —incluyendo a las mujeres que sobrevivieron el parto— vivían largas vidas. Esto sigue siendo cierto. 4 Sobre el etarismo en el discurso biotecnológico, véase Woodward (1994); sobre la retórica de la juventud durante la Guerra Fría, véase Medevoi (1997a). 3


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life Todas las etapas después de la preedípica han sido problematizadas. Se percibe que la niñez está en un riesgo cada vez mayor, y aún se discute si es a causa de la pérdida de la inocencia o de la pérdida de la autonomía. También se considera que los niños son peligrosos; una prueba de esto se supone que son los suicidios entre niños de primaria, a pesar de que han disminuido considerablemente desde hace tres décadas (Males 2001: 3). Aunque la "juventud" es objeto de culto, algunos la perciben como un conjunto de crisis (drogas, crimen, suicidio, desempleo). La juventud siempre ha sido y sigue siendo una "edad peligrosa", desde los chicos y chicas malas y los Beat de los años cincuenta, hasta las juventudes del 68, los yuppies, los raperos de los ochenta, y los buenos para nada, los vividores, las zorras y las madres adolescentes de los noventa. En los años noventa, la prensa inventó el término "superdepredadores juveniles", a pesar de que se sabe que los crímenes más violentos los cometen los adultos.5 Incluso cuando la salud y el dinero dan brillo al estereotipo de los ricos a medida que dejan la juventud atrás, la mediana edad disminuye sus perspectivas, de modo que es cada vez menor la edad en la que empieza a temerse —criticarse y ser objeto de burla— el estado de ser "no joven". La "vejez" se está convirtiendo en una alarma de incendios. Las cuestiones negativas ligadas a una edad o una etapa se han propagado a lo largo del curso de vida. El discurso popular relativo a la edad se ha multiplicado: los adagios y las bromas, la inserción de la edad en temas cotidianos (salud, alimentación, ejercicio). Aún hay mucho por decir si se quiere estar al día, y cada vez hay más ocasiones en las que se espera que se hagan referencias a la edad (por lo general con sus desventajas patentes). Todos los que cuentan sus memorias personales ponen mayor atención que antes a la edad, a las edades previas. Me doy cuenta de esto en las conversaciones, y me parece tanto aburrido como aterrador. Aunque el término "crisis" suele asociarse sólo a la mediana edad, y sólo la "vejez" carece de un nombre cortés para denominarla, las reconstrucciones que se hicieron durante el siglo pasado han logrado plantear cada etapa del curso de la vida como una forma de crisis. Cada edad es problemática; o más bien tener una cierta edad es el verdadero peligro. Aunque este es sólo un breve resumen, comprende los extraordinarios cambios modernos y posmodernos en este aspecto particular de la edad, el desmembramiento del curso de la vida: entre más categorías etarias y mayor énfasis en las divisiones entre ellas, mayor es la creación de estereotipos etarios y, por tanto, mayores las posibilidades de hablar y pensar en la edad. Lo que podría llamarse de manera más formal el "modelo de crisis secuencial" de las edades ocurre dentro de una narrativa decadentista y al lado de la coerción para cambiar de forma perpetua sin envejecer jamás. La edad como sistema se vuelve cada vez más totalizante, mientras que el hábito de pensar en ella como algo natural se ha atrincherado con mayor profundidad. Aún no conocemos el rango total de sus efectos; sin embargo, las lágrimas de Gertrude Stein ya habían respondido, en mi opinión, a los primeros indicios del cambio (Stein 1973: 63; Gullette: 1993), ya que, para Stein y sus contemporáneos, la narrativa cientificista de la decadencia causaba dolor al asegurar que la creatividad irremediablemente disminuye con las hormonas. Como poeta y filósofa, fue capaz de negar y al mismo tiempo admitir las lágrimas en el mismo suspiro comprimido. No tuvo que fingir felicidad. Quizá es que entonces había una menor censura por parte de las imágenes positivas contra el envejecimiento. Ningún individuo que esté expuesto a las aculturaciones dominantes actuales puede salir ileso del discurso cultural etario y de las narrativas sobre el envejecimiento, en sus íntimas valoraciones, los juicios de otros, las prácticas autobiográficas, las expectativas tangibles y las tendencias hacia la nostalgia.6 Potencialmente, todos nosotros, sin importar nuestra edad cronológica,

Sobre la adolescencia como una "edad peligrosa", véase Spacks (1981: 91) y Hareven (1995: 123); sobre los "chicos malos" de los cincuenta, véase Medevoi (1997b). Sobre la tendencia excesiva a calificar a los adolescentes de criminales, véase Templeton (1998: 13-14). 6 La cuestión sobre quién podía ser relativamente inmune al concepto de decadencia en la mediana edad es de inmenso interés potencial: los gerontólogos y críticos etarios, la gente de subculturas o religiones que mantienen los valores tradicionales, las feministas, la gente con una resistencia narcisista instintiva hacia las fuerzas derogatorias, el 10% superior de la curva salarial; los miembros de estos grupos pueden tener algún tipo de inmunidad. 5

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas podemos reconocer que tenemos un papel en los estudios etarios. Su objetivo no puede convertir a la edad en algo irrelevante —ya es demasiado tarde para ello—, sino que debe entender cómo y por qué la edad está siendo enfocada con tanta insistencia. **********

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Los estudios etarios tienen como objeto, idealmente, realizar este trabajo en general. Mas en lo que compete al estudio de las "etapas" desmembradas, se ve ofuscado por los fragmentarios acercamientos del tipo slice-of-life inherentes a sus subdisciplinas. Para fortalecer este campo emergente, deseo argumentar en este punto que hay una gran necesidad de convergencia entre la gerontología crítica y los estudios culturales.7 Otras aproximaciones, cuyos imaginarios sobre el curso de la vida son más continuos —como la teoría de la auto/biografía, la antropología de campo, la historia social o la psicología del desarrollo—, también podrían fundirse con los estudios culturales para enfocarse de forma crítica en la división del curso de la vida en etapas. Espero que lo hagan. Mis dos puntos de partida actuales tienen significación simbólica. Para converger, los gerontólogos críticos tendrían que expandirse más allá de sus áreas de especialidad, de la vejez y los viejos. Tendrían que lidiar con el hecho de que suelen atorarse inconscientemente en la mediana edad (incluso las feministas que escriben sobre las mujeres usan los cuarenta o cincuenta años de la "vida tardía" como el Otro de la juventud sin hacer mayor comentario). Al reconceptualizar, los gerontólogos se descubrirían explotando lo que Christoph Conrad ha llamado "esa unidad artificial" sobre la que se ha basado la "competencia autodefinida" de la gerontología (Conrad 1992: 66). Cuando los críticos culturales, cuya relación con la edad está más bien enterrada en el subconsciente, voltean la mirada hacia "la edad", en su mayoría inciden en una forma de juvenismo. "Los jóvenes" (que suelen ser casi siempre hombres de contextos urbanos) ocupan el lugar del proletariado como una clase vanguardista; sus gustos encantan de nueva cuenta el fenómeno de la cultura pop. Ya sea como el resistente sujeto sexy de la crítica o como una especie en peligro de extinción, la juventud desplaza a todos los Otros. Los críticos culturales tendrían que volverse lo suficientemente conscientes de la "edad" como lo han hecho con otras categorías de la diferencia. La gerontología crítica y los estudios culturales comparten ideas y valores que les permiten entender la ideología etaria, y proporcionan herramientas complementarias para confrontarla. Ambos campos, influenciados por el feminismo, el posestructuralismo, las teorías multiculturales y las de izquierda, comparten el compromiso de examinar las prácticas culturales, las condiciones económicas y las políticas públicas desde la perspectiva de su nivel de participación con el poder. Aunque ambas disciplinas tienen conciencia histórica, su nivel de participación en el fluctuante mundo contemporáneo las vuelve consciente y nerviosamente "presentistas". Sus practicantes tienen el compromiso de permitir que la gente se vuelva y permanezca activa, de ser agentes activos. Harry Moody describe la gerontología crítica como una disciplina enfocada en "los problemas de justicia social [...] que interpreta el significado de la experiencia humana [...] y comprende las tendencias culturales". Stuart Hall, el carismático ex director del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de Birmingham, Inglaterra, explicaría su disciplina en palabras similares. Ambas aproximaciones saben que la cultura lidia literalmente con la vida y la muerte; sirva el racionamiento de los servicios de salud como ejemplo de esto (Moody 1993: xv; Hall 1992: 278; Bennett 1992; Bell 1997: 158).8

Aquí pongo entre paréntesis tanto a las diversas "ramas" de la gerontología crítica como al hecho de que sus teóricos son percibidos como "periféricos" por el resto del campo (Achenbaum 1997: 21, 23). 8 El sida en África sería otro ejemplo. 7


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life Finalmente, algunos gerontólogos podrían ser considerados "intelectuales orgánicos" en situaciones que los críticos etarios —que saben que el término viene de la obra de Antonio Gramsci— podrían imitar. Estos intelectuales públicos —muchos de los cuales son feministas— hablan de, desde, para y por el grupo que estudian. Pienso en Barbara MacDonald, Baba Copper, Maggie Kuhn, Bernice Neugarten, Betty Friedan, los Riley, entre otros. Sus esfuerzos han involucrado a la gente en un movimiento autoconsciente (con organizaciones adjuntas, como las Panteras Grises), que aboga en favor de políticas públicas progresistas. Hay personas que aunque no conocen el significado de "clasificación según el grupo etario" llaman a sus legisladores cuando los derechos de los viejos se ven amenazados. Hacen que sea más difícil para los medios disipar estas amenazas. Los estudios etarios también necesitan crear su propio grupo de presión de interesados. No es una tarea fácil. ¿Quién habla en nombre del curso de la vida? ¿Cómo podríamos aprender a hacerlo? Una transfusión mutua de palabras clave puede ser la forma y medida de intercambio. Keywords in Sociocultural Gerontology es el título que Andrew Achenbaum, Steven Weiland y Carole Haber tomaron prestado, como lo mencionan en el prólogo, de uno de los fundadores de los estudios culturales: Raymond Williams (Achenbaum, Weiland y Haber 1996). La decisión exacta de qué conceptos deben de ser propiedad de la comunidad podría ser —o al menos a mí me gustaría que lo fuera— una cuestión filosófica intrincada. Aquí propongo sólo una lista corta, para tratar de provocar la producción de inventarios más completos sin elevar el nivel de incomodidad de forma prematura. Los estudios etarios deberían estar tan listos para usar tanto "representación" como "estratificación por edad", tanto "coyuntura histórica" como "etarismo", tanto "hegemonía" como "conciencia etaria".9 Los estudios etarios deberían lidiar de forma tan expedita con los "imaginarios del curso de la vida" como con los "de la juventud" y los "de la vejez". Deberían ser como otras disciplinas humanísticas socialmente orientadas y también como las ciencias sociales que son históricas y materialistas y están narrativamente orientadas, en tanto que todas estas tienen habilidades textuales y están en armonía con el discurso científico tanto como lo está la teoría feminista. Sería un campo de estudio ideal. Sin embargo, en realidad es un "campo" que casi ni existe, que apenas en 1993 recibió su nombre, aunque esto no tiene por qué ser necesariamente desalentador. Los estudios culturales mismos, que datan tan sólo de los años sesenta y que han sido descritos por algunos de sus practicantes como "imposibles", han provocado inmensas reorientaciones cognitivas. La reconciliación de ambos, sin duda, no estará libre de altibajos. Los estudios etarios hacen una oferta que tanto la crítica cultural como la gerontología crítica —con sus honrosas excepciones entre las facciones feministas y humanistas— han rechazado de forma un tanto consistente: esto es, el estudio de las narrativas, puesto que estas son coautoras del curso de la vida. Es muy evidente la sensibilidad de los críticos culturales hacia las historias que son inherentes a la cultura de masas (como las encuestas periodísticas, las entrevistas, la televisión por cable, los clubes literarios, la música pop, las novelas rosas, y las prácticas como la moda, el físicoculturismo y el karaoke), que ponen a la par de otros tantos signos e instrumentos de conciencia como diarios, poesía, ficción, películas, el caso psicoterapéutico, el sermón. Sin embargo, la mayor parte de los críticos culturales no tiene buen olfato para la narrativa. En los estudios etarios, el análisis coyuntural requiere sensibilidad hacia las formas en las que "los problemas y asuntos" históricos permean las historias de vida. Conforme evolucionamos, la edad y el envejecimiento se vuelven un residuo personal, de historias que hemos escuchado, recibido o rechazado, renegociado y vuelto a contar. El análisis etario vincula todos estos vehículos ideológicos,

9 Curiosamente, los términos "coyuntura" y "representación" también están ausentes de A Dictionary of Cultural and Critical Theory, editado por Michael Payne.

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas cuando le es posible, a las retóricas y políticas sobre la edad y el envejecimiento. La especulación es la fuerza de resistencia —el poder y el riesgo— de todos los estudios culturales. Como un puente que une el archipiélago cuyos muelles deben estar sobre varias islas, los estudios etarios deben expandirse en todas las direcciones en busca de un alcance explicativo. En este punto es imposible y prematuro tratar de examinar la totalidad del espacio en el que estos dos corpulentos jugadores se aproximan uno a otro. En cambio, presento a continuación tres "casos" que involucran una aproximación crítica a estudios recientes sobre etarismo, etarismo en la mediana edad y crisis de la juventud (voy cronológicamente hacia atrás, en la prosecución de mi método experimental). Fueron elegidos como casos que me permitieron fijarme en las direcciones similares a las que pueden orientarse los estudios etarios, nombrar los problemas particulares que pueden mermar su efectividad y demostrar que el trabajo hacia una nueva coyuntura es emocionante y productivo. Es más, justamente son los retos que plantean los estudios etarios los que los vuelven el lugar ideal para realizar el trabajo que se presenta a continuación.

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Caso 1: en contra del etarismo y la gerontofobia En su crítica a "la ideología fundamentalmente etarista de la cultura occidental del siglo xx", Kathleen Woodward, en su emblemático libro Aging and Its Discontents, se enfoca en el psicoanálisis freudiano y en la literatura canónica moderna. Por medio de la sutil lectura que hace de fotografías, cartas, ficción y teoría; de la combinación de reto y respeto por sus influyentes fuentes; de su perspectiva acerca del terco rechazo de varias personas que viven en cuerpos viejos o enfermos a ser reescritos de forma positiva, y de la escritura casi siempre positiva de su propia experiencia, Woodward hizo de la vejez algo textualmente interesante. Aunque no acepta la idea de la vejez como un "significante vacío", vacía de significado varias representaciones etaristas y de pánico gerontofóbico (Woodward 1991).10 El libro proporcionó ímpetus para cuestionar el etarismo (y, por añadidura, el etarismo en la mediana edad, el culto a la juventud, etc.) en las posiciones más altas de la cultura. La clave de su argumento es que el etarismo dentro del psicoanálisis freudiano (que de forma atinada describe como "una teoría principalmente de la infancia") proviene de la propia autobiografía del Freud maduro. Tenía cuarenta años cuando su padre murió; "mucho después de que su vida hubiera acabado", según creía el hijo. En opinión de Woodward, "las personas de mediana edad son las más aprehensivas hacia la vejez". También Freud se vio envejecido por su cultura al interpretar su propia experiencia; quizá se vio influido por el mismo parloteo sobre decadencia hormonal que provocó las lágrimas de Gertrude Stein, pues creía haber experimentado un climaterio a los cincuenta. Una vez que asoció la mediana edad con la decadencia, prestó una más cuidadosa atención a su propio descenso progresivo hacia la vejez. "Freud consideraba que envejecer era más amenazador que la muerte misma" y "desplazó su miedo a la vejez hacia la muerte". Dado que había basado la transferencia en la catexis sexualizada, concluyó que la verdadera base para el análisis le había sido negada en la vejez pues, como le dijo con frustración a la poeta H. D., "No consideras que amarme sea digno de tu tiempo" (Woodward 1991: 26, 35, 82, 38, 51). Construyó una "teoría" sobre la rigidez psíquica que avanza con los años, no sólo en las mujeres de más de treinta, como es bien sabido, sino también en los hombres. Al respecto, Teresa Brennan comenta que "los analistas posteriores lo tomarían en serio y estarían en contra del análisis de las personas de más de cuarenta, argumentando que la psique ya está demasiado arraigada a sus caminos" (Brennan 1999: 134). La teoría antietarista de Woodward está construida de tal forma que invita al desarrollo de otras líneas de investigación. Su capítulo sobre Freud llevó a Brennan a meditar sobre las causas de la "rigidez"

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Sobre la diferencia entre etarismo y gerontofobia, véase Woodward (1992).


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life que no están vinculadas a la vejez, ejemplificadas por la "’madre de una gran familia’, de Iris Murdoch, por lo general acabada antes de tiempo", o por la gente que tiene razones para ser "demasiado rígida" a los cuarenta. En uno de los ensayos de la importante colección Figuring Age, Brennan ofrece una teoría del desarrollo del ego que hace que desde la infancia sea necesario aprender lecciones, establecer "puntos fijos" para el yo y seguir "caminos" de forma interactiva. En el proceso, el ego debe "atar" la "energía libremente móvil que era tan abundante en su juventud". La desventaja (en Freud la energía es finita) es que esto reduce el nivel de energía para otros proyectos. A largo plazo, asegura Brennan, "entre más veamos las cosas desde nuestro punto de vista fijo, el ego es más fuerte; [...] [nuestros caminos están] más sedimentados, [...] envejecemos más y nos acercamos más a la muerte" (Brennan 1999: 134, 137-138 [las cursivas son mías]). Brennan se rehúsa a ver este viaje psíquico como uno ahistórico, desprovisto de género, uniforme e irreversible, y por tanto nos recuerda de forma brillante las causas sociales. Se debe a que una "parte masculina" más fuerte busca "ahuyentar el envejecimiento" y reducir la ansiedad ante las amenazas de cambio que él (porque suele ser un hombre) acerca de forma parasitaria a las energías nutritivas de otro; además proyecta "aquello que está determinado por la ansiedad y es confuso" hacia "la parte femenina", la cual lo absorbe. Del mismo modo, conforme envejecemos, tanto hombres como mujeres debemos no sólo lidiar con nuestra propia sedimentación, sino también con "los desperdicios" producto de los afanes de los jóvenes y poderosos Otros (Brennan 1999: 140). Las imágenes culturales, según la teoría de Brennan sobre los yos permeables, tienen efectos "energéticos". Cuando son negativos, se acumulan sobre los vulnerables subalternos como una forma de desperdicio anaeróbico. Sin embargo, Brennan encuentra diversas prácticas que se contraponen a la rigidez: ver una obra de teatro, meditar, tener la suerte de una "jubilación jubilosa". Se supone que una de ellas también puede ser unirse al movimiento de los estudios etarios. Muchas prácticas "concentran su energía psíquica en aquella conciencia novedosa y estimulante que está libre del yo" (Brennan 1999: 134). Considero que el ensayo de Brennan lleva la psicología del yo hacia el campo de la política cultural. En su teoría, aunque la construcción de los caminos que sirven de apoyo al ego comienza a edad temprana y es progresiva, su componente negativo puede agravarse o atenuarse a cualquier edad. Puede que sea posible desligar aún más la rigidez psicocognitiva de sus mundanas y sucias metáforas de "sedimentación", "desperdicio" y "encostramiento". Me parece que estas vinculan la decadencia a la edad (y, de forma irracional, a la muerte), a pesar del intento deconstructivo de Brennan. Podemos notar que incluso en una fase de la vida centrada en el ego, como la adolescencia, la costra puede romperse cuando el individuo se enamora o se encuentra con la intensidad de los estudios universitarios. Si la ansiedad ata a la energía e incrementa la crueldad interpersonal, los críticos etarios bien podrían publicar inventarios cada vez más grandes de las fuentes de ansiedad construidas por la sociedad: la obsesiva necesidad de cambio del capitalismo que está motivada por las ganancias, el agotamiento de los cuidados infantiles y de los parentales, el exceso de trabajo. Las respuestas al síndrome biosocial, formado por los caminos vinculados por la ansiedad, la proyección y el parasitismo, vendrían, sin duda alguna, de la política (sin detenernos en los productos antienvejecimiento): más aumentos y más poder a medida que la gente de las clases desfavorecidas envejece, más discusión sobre la relación entre el fin de semana (traída a ustedes cortesía de los sindicatos de trabajadores de los Estados Unidos) y una sexualidad feliz, más control de los trabajadores sobre las condiciones del empleo. En pocas palabras, es la agenda de los "valores familiares" junto con el énfasis adicional que da Brennan a los beneficios psíquicos y éticos. Aún más importante es que podemos cuestionar el vínculo entre la "energía móvil libre" y los infantes que no pueden gatear o hablar. El uso de la energía creativa, en oposición al potencial, suele venir (en el caso de aquellos que tienen libertad debido a la clase a la que pertenecen) con la agencialidad de los adultos. Esa libertad puede incluso durar después de que la enfermedad debilita al organismo: pensemos en Flannery O’Connor escribiendo a pesar del lupus. Por otro lado, debido a que el trabajo puede ser

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tan demandante, la libertad para la creatividad puede sufrir tan sólo después de la jubilación, como le ha ocurrido a muchos artistas "ajenos". La inercia no tiene por qué ser un correlato del aumento de edad. Incluso en las circunstancias menos óptimas podemos volvernos más enérgicos si encontramos el amor recíproco o un trabajo estimulante. Podemos volver a concebir los antiguos caminos que hemos "creado cariñosamente" como hitos de la identidad, al tiempo que reconocemos que también hemos comenzado nuevos caminos estimulantes en otros lugares. ¿Quién tiene la autoridad para decir que la "sedimentación" es inherente al ser humano? Como seres doblemente múltiples, ¿acaso no podemos experimentar a cualquier edad cierta fijeza buena, cierta fijeza innecesaria, cierta movilidad buena y cierta movilidad excesiva al mismo tiempo? ¿Podemos aprender a percibir que los porcentajes cambian de forma irregular a lo largo del curso de la vida? Todo este material podría formar parte de nuestras autobiografías etarias. Quizá la deconstrucción de la gerontofobia también requiere cercenar múltiples suturas entre las metáforas del "envejecimiento" genérico (como la energía prestada y los sedimentos pesados) y la de la "pulsión hacia la muerte" que Freud planteó. Woodward afirma que "para poder reescribir por completo la ideología del cuerpo envejeciente en Occidente, tendríamos que reescribir el significado de la muerte. Y esto es algo que es improbable hacer con facilidad" (Woodward 1991: 19). Aunque ella misma comienza con el cercenamiento de varias maneras. La propia desesperanza estoica de Freud de hecho tenía poco que ver con la edad per se: como señala Woodward, durante dieciséis años se sometió a múltiples cirugías a causa del cáncer. Si no partimos del psicoanálisis, sino de la sociología crítica, de la historia o de la memoria antietarista, la "muerte" puede ser diferenciada con mayor facilidad de la vejez. David Sudnow argumentaba hace años, después de haber presenciado 250 muertes en hospitales, que las "definiciones procesales" (que ocultan el momento de la muerte de una persona a otros pacientes) tratan el morir como algo distinto incluso de la enfermedad severa. Hace años, cuando ayudé a cuidar a mi padre que estaba en etapa terminal, me sorprendió que al entrar en coma repentinamente, un doctor lo trató como si fuera "esencialmente un cadáver". Mi padre luchó con tremenda energía en contra de su enfermedad terminal, incluso después de la parálisis. Aquellos que lo vieron resistir nunca más han podido asociar la muerte con la inercia. La enfermedad lo atacó a la edad de sesenta y ocho, y murió antes de tener la oportunidad de envejecer. En una cultura antietarista, confundir la enfermedad o la vejez con la muerte sería condenado como una imposición prematura de "muerte social", así como confundir la enfermedad con la vejez sería mal visto y se consideraría un cruel error de categorización (Sudnow 1967: 65).11 Caso 2: en contra del etarismo en la mediana edad La invención de la "mediana edad" es una prueba definitiva del drástico cambio secular del "envejecimiento". Ahora que muchos luchan con el significado de clase etaria, sería absurdo que cualquier persona dentro de la cultura dominante levantara su voz y negara su existencia. La mediana edad, que alguna vez fuera una peana sin etiquetas contra la cual se medían implícitamente las demás clases etarias, es ahora sólo un tema de interés especial, como la niñez o la vejez, pero que carece de un grupo de presión. Escribir sobre un invento que está en constante cambio ha sido uno de mis proyectos desde principios de los ochenta, desarrollado bajo el título Midlife Fictions (se volverá claro por qué mi propio trabajo es uno de los casos aquí tratados).

11 Véase mi sugerencia de que los viejos y los enfermos escriban sus propias memorias en vez de dejar que sus hijos de mediana edad expropien su experiencia para escribir "recuentos filiales de enfermedad y muerte" (Gullette 1997: 208-11). Woodward explica que el deseo de la mediana edad de ver al padre/la madre debilitado/a o humillado/a es un tipo de "complejo edípico inverso", en el que los hijos disfrutan tomar el lugar del padre/la madre en el asiento de poder (Woodward 1991: 34, 37, 43).


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life Los problemas que planteé siguieron expandiéndose. En la obra que luego se convirtiera en Declining to Decline, la primera pregunta era cómo demostrar lo que intuía: que en las últimas décadas, en los Estados Unidos, la categoría cultural "mediana edad" había reafirmado su estatus ontológico como parte del ser humano (Benson 1997; Hepworth 1987). El libro dio un gran paso al fragmentar la cacofonía de Discursolandia y presentar evidencia sobre la construcción social de la decadencia masculina. Las tiras cómicas, anécdotas y novelas acerca de "la entrada" a la mediana edad, los artículos periodísticos sobre cirugía plástica en hombres; todo esto cumplía la función de sugerir que los hombres de mediana edad, un grupo que antes había estado protegido por el doble estándar del envejecimiento, estaban siendo expuestos a una "estructura de sentimiento" relativamente nueva para ellos: la decadencia. Las mujeres absorbían del movimiento y la ficción feministas un sentido complejo de "progreso" en la mediana edad. Aun así, ellas también estaban siendo enfocadas por un sistema penetrante y engranado que promovía la decadencia en la mediana edad. Fue el haber agregado a los hombres lo que naturalizó más a la clase etaria. La universalización de la mediana edad deshace el trabajo del "envejecimiento positivo", aun si sus partidarios trabajan incansablemente para fortalecer la resistencia intrapsíquica. El envejecimiento se volvió una queja unisex, con exposición en la niñez o la adolescencia y que comienza en la mediana edad. Tuve que redefinir mi objetivo: explicar el poder creciente del etarismo en la mediana edad. Mientras que mi campo de evidencias se hacía más extenso, la edad seguía siendo una herramienta analítica ignorada en casi todos los talleres teóricos. Sin embargo, descubrí ciertos desarrollos (críticos, socialistas, feministas, postestructuralistas) que eran útiles si se les concebía de nuevo, enfocándose en ellos de forma exclusiva y suficiente. Aquí escojo sólo algunos ejemplos. Los estudios de hombres profeministas me alentaron a examinar al género supuestamente privilegiado en su momento supuestamente supremo, la mediana edad; mientras tanto, la izquierda feminista me permitió distinguir derecha/padre de capitalismo, lo que me animó a releer el patriarcado como una institución que está siendo apocada por la globalización. El antipositivismo implicaba que ya no tenía que dar respuesta a la pregunta "¿cuándo comienza la mediana edad?" con un número cronológico, como aún lo hacen varios científicos sociales. En vez de eso, podía preguntar: ¿en qué contexto?, ¿para qué tema?, ¿a qué nivel de empleo o consumo? Y esa negativa me ayudó a llegar al concepto de "imaginarios del curso de la vida". Foucault me llevó al análisis de Sandra Bartky sobre cómo el poder construye emociones como la vergüenza femenina (Bartky 1990). La sociología y la historia de las emociones me permitieron escribir sobre la construcción de las emociones en la mediana edad y sobre otros sentimientos relacionados con la edad. Por tanto, Declining to Decline comienza con una escena de ansiedad etaria. La investigación histórica ya me había demostrado que las personas de la mediana edad nunca han sido homogéneas en cuanto a privilegios. Antes de 1900, cuando la "economía gerontocrática" era dominante, ¿qué bien le hacía la jerarquía etaria a los esclavos u obreros de mediana edad o a las mujeres que ya habían rebasado la edad reproductiva? Aquellos que estudian a los "padres" y a las "madres" en la historia, o en las películas y la ficción, deben estar conscientes de que es muy diferente ser padres de un bebé a serlo de hijos de mediana edad. Afortunadamente han comenzado a aparecer narrativas subdominantes sobre la mediana edad: los antropólogos culturales Katherine Newman y Thomas Weisner están realizando un trabajo muy interesante sobre este tema (Newman 1998: 259-93; Weisner y Bernheimer 1998: 211-58). A medida que se vuelve más difícil ignorar el rango completo de condiciones de la mediana edad, los sesgos clasistas del envejecimiento positivo parecen ser más notorios. Dado que los contextos de la mediana edad son tan heterogéneos, tuve que ir más allá de pensar que mi evidencia era simplemente literaria o "alta" para comprender todos los artefactos de la ideología etaria. ¿De qué manera se formula un imaginario de la mediana edad para que los oyentes entiendan lo que implica "que cincuenta años no son nada", que sepan qué tonos de respuesta son posibles y qué refutaciones no? ¿Cómo circulan las ideas sobre la edad de una tira cómica a una conversación, o se tergiversan al pasar de los datos a la ficción? ¿Cómo es que las circunstancias extratextuales también presionan a los

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seres humanos para que tengan sentimientos y creencias más dañinos con respecto a envejecer y a pasar a otra edad de la vida? La economía política feminista me obligó a no pasar por alto los datos económicos: encontré que pocos economistas disgregan las estadísticas del desempleo para descubrir los datos sobre la severa pérdida del empleo alrededor de los cincuenta. Las piezas que idealmente requiere un crítico etario —discursos, prácticas y condiciones materiales— se ensamblaron. Tenía un relato históricamente notable y de gran urgencia psicológica; el relato ya tenía nombre —crisis de la mediana edad—, aunque este nombre podía prestarse a malas interpretaciones: implicaba que lo que ocurre es sólo personal, intrapsíquico, trivial y ocasional, cuando en realidad el etarismo en la mediana edad es un peligro para la nación y para el curso de la vida. La pieza faltante era la resistencia: imaginar un programa político, un colectivo posible capaz de llevarlo a cabo, un yo más resistente que se sume a este colectivo. Para alentar a ese yo, desarrollé el género híbrido itinerante que llamo "autobiografía etaria". Aunque la historia se niegue a revelar "la fuerza modeladora de la situación actual del escritor", como comenta Carolyn Steedman, la auto/biografía feminista y la antropología nos han mostrado formas de traer aquella situación a la vida (Steedman 1987: 21 [las cursivas son mías]).12 Esta forma mixta me permitió ser un testigo actual, y de alguna manera me obligó a serlo. Escribí acerca de ser arrastrada por la historia, acerca de aprender a contar mi propia y diminuta narrativa esperanzadora sobre el progreso cuando era una niña cuyas lecturas estaban empapadas de la frialdad de la Guerra Fría, y acerca de sentirme obligada por la cultura del shopping y por la terapia de reemplazo hormonal a aplicar la narrativa de la decadencia a mí misma durante la mediana edad. Escribí sobre mi madre y sobre mi hijo, como lo hago ahora. A ellos no les molesta que cuente sus historias privadas, pues escribir en contra de ciertas imposiciones puede liberar a todas las generaciones. Dado que cada vez partí de momentos indelebles de confrontación cultural, salté rápidamente entre mi vida y la de ellos; busqué no privilegiar de forma consistente el estudio de un segmento de la vida. Estaba consciente de que yo no estuve influenciada por la generación x cuando tenía la edad que tiene ahora mi hijo, y que no disfruté de la seguridad de la mediana edad, tanto a nivel financiero como corporal, que tuvo mi madre a esa edad. A través de los saltos de esta práctica comparativa, hallé otra forma históricamente justificable de romper con los estudios fragmentarios del tipo slice-of-life. A lo largo de la vida somos envejecidos por la cultura. Me gustaría que las personas me explicaran cómo llegaron a esta conclusión. Algunos, que como Brennan meditan sobre las ventajas y desventajas de los intercambios de energía, y otros, que como yo divagan entre las biografías etarias de sus familiares, simplemente nos encontramos en un lugar crítico novedoso que va más allá de la obsesión por las etapas. Nos volvemos críticos etarios que de pronto tenemos imaginarios de todo el curso de la vida con los cuales lidiar, además de (y no en lugar de) partes aisladas. Esto cambia el objeto de estudio. Volveré a la nueva problemática que esto trae consigo después del tercer caso.

Caso 3: en contra de la "juventud en crisis" La juventud "está presente sólo cuando su presencia es un problema, o se considera un problema", según Dick Hebdige, quien ayudó a fundar los estudios sobre las subculturas juveniles en Gran Bretaña. El crítico cultural Lawrence Grossberg considera que la juventud es "un significante vacío" (Acland 1995: 28; Grossberg 1992: 175-77). El impresionante libro Youth, Murder, Spectacle, de Charles Acland, demuestra cómo una figura significante de la juventud —"la juventud desatada"— ha sido llenada para crear una sensación de crisis en los Estados Unidos. La juventud desviada —"y esto es doblemente cierto para las

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Me vienen a la mente dos ejemplos: Ruth Behar y Lila Abu-Lughod.


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life juventudes afroestadounidenses e hispanoestadounidenses— se ha vuelto cada vez más central a nivel simbólico, [...] [y] se le define como una amenaza para la estabilidad del orden social". Acland nos advierte que la crisis descrita en su libro "no es la de la ‘verdadera’ juventud"; por el contrario, sostiene que se trata de "un constructo discursivo" que suele imaginar que la "juventud blanca con una movilidad cada vez mayor representa a los Estados Unidos en su conjunto". Al igual que la mayoría de los críticos culturales, cree que tales ficciones tienen "efectos profundos en la formación de un imaginario de la juventud, así como en las vidas reales de los jóvenes" (Acland 1995: 10, 20, 41). El tema de estudio de Acland es la representación del crimen juvenil en los años ochenta y los debates que se generaron en torno a él. Se enfoca en el caso de un asesinato de una mujer de clase media alta (Robert Chambers ahorcó a Jennifer Levin en Nueva York en 1986, caso conocido como "Preppy Murder"), y sigue sus permutaciones a lo largo de los reportes noticiosos, la confesión del crimen, las fotografías, los editoriales, las películas para televisión, los talk shows. Con cada medio demuestra cómo funcionó el discurso sobre el crimen: primero, cómo los dos personajes principales fueron narrados y cómo el sistema legal participó en esta narración; luego, cómo contribuyó este discurso al mantenimiento de las relaciones sexuales y de género y los estereotipos raciales tradicionales, y, finalmente, cómo se extendió la crisis. Los detalles que presenta son fascinantes. La prensa eligió el asesinato de Levin en lugar de una violación múltiple y asesinato que fue presenciado por oficiales de la policía que no hicieron nada para detenerlo. La difunta fue presentada como una seductora pervertida, como si hubiera tenido el "papel masculino del violador", mientras que al asesino se le asignó el papel de "chica bonita pero tonta" que hizo lo que Levin le pidió hasta que las cosas se salieron de control. Las confesiones de Chamber parecían revelar "la verdad de la sexualidad femenina adolescente", más que la verdad de su propia misoginia e histeria sexual masculina. Acland argumenta que "a medida que el crimen inicial está siendo dejado muy atrás, una crisis general de la juventud se ha establecido [a través de] la actividad incontrolable de las llamadas de alerta" (Acland 1995: 14, 48, 73, 83, 112). ¿Cómo puede ocurrir todo esto? Acland nos proporciona algunas pistas: "la siguiente generación, como concepto retórico, ha traído consigo la impresión de visión y esperanza", aunque ahora los jóvenes "no pueden esperar tener, ni remotamente, la misma calidad de vida que tuvieron sus padres" (Acland 1995: 4). Por influencia de los estudios etarios, Acland está tratando de determinar las repercusiones económicas y políticas que conlleva usar la clase etaria para construir una crisis. ¿Acaso a mediados de los ochenta varios padres e hijos adultos ya anticipaban un futuro decadente para "los jóvenes"? Fuimos testigos de la aparición del estereotipo del "bueno para nada" durante la primera recesión de la administración Bush. Luego pasamos años caracterizando nuevamente a la generación x como valiosos adictos al trabajo, que iban más allá del síndrome de los boomers y opacaban la crisis de la economía de la mediana edad. Los estudios etarios también proponen que el estudio minucioso de una sola clase etaria puede estar acompañado (para empezar) de un cuestionamiento sobre cómo otras clases etarias se ven afectadas. Acland señala que la retórica de la juventud en crisis apunta su dedo inquisitivo hacia los "padres negligentes", en particular hacia las madres trabajadoras, y que todas las guerras etarias tienen un prejuicio conservador. "El concepto ‘generación’ no tiene una esencia fundamental excepto como problema", afirma previamente (Acland 1995: 24). Diversas construcciones de la diferencia agravan los problemas para dos o tres generaciones y, tal y como él lo demuestra, también para los grupos marcados por la raza o el género. Sin embargo, Acland mismo intensifica la diferencia generacional cuando inventa "la mirada disciplinaria del adulto" en la cinematografía y decide que tiene "una función patriarcal cuando intenta imitar las cualidades de lo económico social" (Acland 1995: 118). Es probable que la "mirada adulta" esté tomada del modelo de la "mirada masculina", un concepto de la teórica Laura Mulvey que sacó a la crítica cinematográfica de su niebla universalizadora y le dio una perspectiva de género. "La mirada disciplinaria del adulto" podría sin duda servir para el análisis en muchos campos. Mas el uso de Acland construye un monolito homogéneo de "adultos" censuradores. "La mirada patriarcal" podría ser un término más fructífero; al menos

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admite que el poder está distribuido de forma desigual entre hombres y mujeres adultas. Ignora el género de los cineastas (los cuales siguen siendo primordialmente hombres) y sus edades cronológicas y motivos psicológicos. Muchos de ellos le dan la espalda a la noción de perspectivas "adultas", debido a que sus espectadores ideales tienen entre doce y 28, o entre quince y 24, o ellos mismos son hombres jóvenes, o porque aunque sean más viejos siguen identificándose con su yo joven o con la juventud en general. La tendencia a homogeneizar a los grupos etarios "más viejos" surge de un profundo problema de los estudios culturales: Leerom Medevoi parafrasea a Angela McRobbie13 cuando dice que es su "larga aventura amorosa con la cultura juvenil masculinista [la] que le otorga un carácter romántico a la ruda rebeldía de los chicos de la clase trabajadora" (Medevoi 1997b: 165). McRobbie agregó a las jóvenes, lo cual fue una estrategia importante, aunque esto sigue otorgando una variabilidad intracohorte y una individualidad autoritaria únicamente a los jóvenes. Ciertamente, agregar a ese Otro que alguna vez fue ignorado, ese Otro sexualizado o racializado o marcado por el género, por lo regular simplemente fortalece una clase etaria. Existe cierto prejuicio contra la madurez per se. Para varios críticos culturales sería condescendiente sugerir que los valores o puntos de vista de la gente joven pueden mejorar a medida que "maduran". Acland lo expresa de una forma un tanto extraña: "La cultura de la juventud contiene todo el atractivo de ese tiempo contencioso que está fuera de la adultez". Tiene una concepción errónea del desarrollo; lo considera "el sencillo flujo hacia la adultez" (Acland 1995: 121, 137 [las cursivas son mías]). Tampoco se le ocurre que los actores que personifican a los padres a veces también encarnan otros modelos además del "económicamente productivo" o el absolutamente fracasado. (Me vienen a la mente Kevin Klein en Life as a House y Meryl Streep en One True Thing. La aparente reconciliación entre padres e hijos casi adultos es más fácil de imaginar para los cineastas si los padres están muriendo.) En los estudios sobre la juventud, envejecer y llegar a la madurez parece ser, en ocasiones, imposible de imaginar; la mediana edad, a través de una especie de defectuosa caída en desgracia, parece una "cultura parental" represiva e inexpresiva; las relaciones intergeneracionales parecen inherentemente conflictivas. Los críticos, que han sido insidiosamente socializados por la ideología de la decadencia, pueden enfrentarse a ciertas dificultades al recordar que las diferencias al interior de una cohorte también son constructos, o al reconocer que la sutil guerra del capitalismo contra la mediana edad es mala incluso para los jóvenes. No se dan cuenta de que su propio imaginario imita el culto dominante a la juventud, que el culto a la juventud refuerza el etarismo en la mediana edad, y que este último recrudece la gerontofobia. Ciertamente, los estudios etarios pueden tener conciencia de clase e incluso en muchas maneras ser antijerárquicos, sin ser hostiles a priori al desarrollo, a la veteranía y a las políticas intergeneracionales. La edad es un nuevo y afable demonio Cuando los críticos ponen en primer plano la clase etaria de su elección e ignoran o hacen menos a otras, suele ser por una buena razón, como puede ser enfocar la resistencia a la gerontofobia, el etarismo en la mediana edad y la juventud como crisis. Sin embargo, la fragmentación de la edad nos encierra en diminutos terrenos aislados construidos por la cultura dominante. El trabajo sobre la mediana edad que realicé antes de este lo demuestra: se volvió, de forma gratificante, más interdisciplinario sin salirse de ese campo. Incluso ahora considero que la corriente de los estudios sobre la mediana edad es fuerte. La diferencia es que, como crítica etaria, debo justificar este enfoque, algo que, desafortunadamente para todos nosotros, no es difícil de hacer. Todavía estamos muy rezagados en el camino de los estudios etarios. En términos generales —con sus honrosas excepciones—, contamos con estudios del tipo slice-of-life que

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El importante libro de McRobbie se titula Feminism and Youth Culture (1991).


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life son sofisticados, fascinantes y reveladores, y es posible que pronto haya más, debido a que dicha pericia es difícil de obtener y sigue siendo valiosa. Para llevar a cabo estudios etarios de forma apropiada, algunos críticos y teóricos requieren estudiar el concepto de imaginarios del curso de la vida, de modo que aquellos que se especializan en etapas específicas puedan trabajar con un sentido de la problemática global. (Algunos gerontólogos humanistas, como Jay Gubrium, trabajan con el concepto de "la vida completa", que los sensibiliza al escuchar a los informantes viejos. Mas el método de ir "en busca de la vida como un todo" no parece requerir de entrevistas a los ancianos sobre su exposición a las sucesivas culturas etarias del siglo xx, ni de hacer ese mismo tipo de preguntas a los jóvenes, las cuales nos permitirían otorgar una perspectiva histórica a los imaginarios [Weiland 2000: 238-40].) Ciertamente, las representaciones de las crisis de la vejez, la mediana edad y la juventud operan de manera simultánea en la cultura estadounidense, de formas antagonistas y curiosas. Debería haber cierta especulación con respecto a si estas "tres" crisis se interrelacionan y de qué manera lo hacen (y si, como he demostrado, existen muchas más que sólo tres). ¿Estas crisis estarán secuenciadas en la "imaginación popular" de tal modo que los actuales adultos jóvenes creen en ellas y anticipan para sí mismos uno u otro imaginario de su época? ¿Violencia y falta de respeto al principio de la adultez; caminos rígidos y rigor mortis del otro lado; en el medio, jubilación prematura forzada, ya sea literal o metafórica? O quizá, para alguna clase más alta, belleza, flexibilidad y promesas en la juventud; consumos excesivos, larga vida y amigos comprados al final; en el medio, una competencia entre el síndrome "demasiado tarde" y una alta curva edad/salario, llegada positiva y saludable a la mediana edad, jubilación por elección. Decadencia o progreso, con todo el posible rango de respuestas genéricas, desde la resistencia heroica hasta la desesperación. Sin embargo, debemos cuestionar si la gente de las diferentes cohortes "lee" esa misma secuencia. Si eres un niño que entra o sale del museo de ciencia, no estás aprendiendo las mismas narrativas que aprendían los niños en los años cuarenta. Si tienes treinta años, es probable que estés haciendo una lectura errónea o que te estés saltando los capítulos que se supone que los boomers deben estar atendiendo. Si tienes ochenta, es posible que "la mediana edad" no tuviera el mismo significado que tiene para los que ahora tienen cincuenta. No sirve de nada contestar con brusquedad, "Todo esto es irreal" o, en todo caso, "¿Quién está hipostasiando las cohortes ahora?" Las ficciones etarias tienen efectos, supuestamente diferentes, según la clase, raza, orientación sexual, y también según la etapa. Sin tener que reificar toda la construcción de la cohorte, deberíamos ser capaces de investigar esta hipótesis. Hay una pregunta final: ¿será posible, fenomenológica o lógicamente, que el estatus social de todas las clases etarias qua clases etarias esté en decadencia? Aun cuando se es lo suficientemente privilegiado para leer o escribir la versión de la clase alta de la narrativa progresista, ¿existe un dejo amargo al ser recordado que se tiene una cierta edad? Esto vendría de la metateoría histórica de que la edad se está volviendo una identidad cada vez más totalizadora y negativa. Un politólogo predijo en los años noventa que los debates sobre políticas públicas se pondrían cada vez más en términos de "juventud versus vejez". Es probable que para el próximo milenio la edad sea lo que la raza [y yo agregaría el género y la orientación sexual han] sido para la segunda mitad del siglo xx: un problema de alto perfil y muy divisorio para el cual será extremadamente difícil encontrar soluciones que funcionen (MacManus y Turner 1996: 252).14

Para una revisión de los factores que pueden crear mayor o menor conflicto entre los grupos etarios entre ahora y el año 2020, véase Bengston (1993: 3-23). 14

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Una vez que los términos inapropiados para un problema se han afianzado, las soluciones no hacen más que exacerbarlo. La ideología etaria será probablemente manipulada de formas conocidas: para construir biografías estándar que excluyan nuestra dulce particularidad —incluso cuando no terminen en pesar por el final de la vida—, para obligar a los grupos a combatir por los bienes supuestamente escasos, para dividir a la ciudadanía y a la fuerza de trabajo (y promover los estudios sincrónicos), para explicar la historia e imposibilitar la solidaridad intergeneracional. La forma en que se construye la edad es oportunista; para diversas fuerzas políticas altamente conservadoras es oportuna. La teoría etaria está entrando en movimiento en el momento oportuno. Esa es mi esperanza. Necesita priorizar qué es aquello contra lo que quiere resistirse. Aquí me he adelantado al debate al identificar la fragmentación del curso de la vida como un enemigo gigante contra el cual enfrentarse. Mas los estudios fragmentarios del tipo slice-of-life per se no son el obstáculo principal al querer fomentar nuestra conciencia etaria. Podemos profundizar nuestras sospechas hacia las divisiones etarias y atribuciones por etapa, aquellas que heredamos y aquellas que la ideología nos impone después. (Creo que tengo cierta ventaja porque nací antes que los boomers y no me sentí personalmente afectada por su falsa caracterización.) Varios críticos culturales y gerontólogos críticos aceptan que existe la necesidad de analizar los imaginarios del curso de la vida y de volver a teorizar "la vida completa". Las dificultades para la práctica son conceptuales, psicológicas, disciplinarias. Incluso para los críticos etarios, fusionados y deconstructivos, la edad puede resultar ser la categoría más resistente a la erosión, el más biológico de todos los supuestos que damos por sentado e incluso (como parte de un curioso remanente de orgullo positivista) la única verdad que queda. Es más, cualquier crítico etario maduro en un momento dado escribe desde una edad, una generación, una experiencia histórica de envejecimiento, reconfortado por la ilusión de solidaridad generacional que viene de haber pasado de una edad a la siguiente. Las generaciones deben unirse en contra del desmembramiento del curso de la vida. Al tiempo que deconstruyen las diferencias entre etapas y cohortes, los estudios etarios podrían también enfatizar la variedad de conexiones y continuidades: las similitudes y la reciprocidad entre generaciones familiares, las influencias mutuas, los vínculos entre los segmentos de vida ficticios y las aproximaciones hacia la "vida completa" (existen múltiples representaciones de estas, aunque parecen un tanto sentimentales [¿no son simplemente ideales?], a menos que se les promueva de manera explícita como resistencias a la fragmentación y a la guerra etaria). Kathleen Woodward cumple este requisito, además de haber reescrito la narrativa edípica al describir de manera conmovedora los lazos afectivos entre ella y su abuela. La historiadora Tamara Hareven demuestra cómo "una generación transmite a la siguiente los efectos de las circunstancias históricas que modelaron su historia de vida". Los psicólogos muestran cómo la individuación adolescente afecta a los padres de mediana edad. La compiladora de memorias Alix Kates Shulman, en A Good Enough Daughter, expone cuánto puede una cuidadora de mediana edad disfrutar a su frágil y graciosa madre que padece Alzheimer. Las críticas culturales Jenny Hockey y Allison James han encontrado que los tropos de la dependencia construidos para controlar a los niños se usan también para marginar a los ancianos (Woodward 1999; Hareven 1996: xiv; Shulman 1999; Hockney y James 1993). Quizá la autobiografía etaria requiere encontrar maneras más persuasivas y valorizadoras de describir las formas de continuidad personal. Si fuéramos capaces de empezar la narración de nuestra vida desde una base del curso de la vida completamente lisa, sería más fácil para el yo confeccionar de forma amorosa sus propios clímax y marcadores de vida (a los que Jo Spence atribuyó una gran importancia). Algunas feministas —como Margaret Urban Walker y Judy Long, por dar sólo un par de ejemplos— critican la narrativa continua ya que puede ser demasiado lisa, modelada de manera distorsionada para ser como las carreras (que antes eran todas de hombres) de las clases medias (Walker 1999; Long 1989). Mas la creencia en la continuidad no garantiza la ausencia de asperezas ni el progreso; no puede prometer nada más que una mayor medida de resistencia interna contra el desmembramiento y una capacidad intensificada de alerta hacia las amenazas externas. Si las personas tienen nombres para las vicisitudes del destino y de la historia


Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá de slice-of-life a las que han sobrevivido (holocausto, exilio, contrarrevolución, depresión, tragedia familiar, enfermedad crónica), ¿no podremos entrenarnos para nombrar la aceleración y aquellas máquinas fragmentadoras a las cuales sobrevivimos? Sobrevivir a la ideología de la decadencia puede volverse algo más que un simple estilo de vida o una broma, algo más heroico, a medida que tomamos más en serio los asaltos de todas las deshumanizadoras máquinas de tiempo. La continuidad del curso de la vida podría ser visualizada de forma alternativa, en los lugares en los que tenga sentido, como basada en la metáfora de la evolución de las identidades. En mi opinión, la "mecha" podría ser tan sólo que el yo más reciente recuerda. Su útil arrogancia acerca de su derecho a contar sus historias a su manera podría multiplicarse exponencialmente para formar una resistencia, si la gente considerara que ser posesivo al contar sus historias —sin interferencia excesiva de las narrativas maestras— es un derecho personal y colectivo sagrado. De cualquier manera, poner de formas aceptables el acento en la continuidad psicológica va a importar más en este siglo, a medida que los teóricos etarios nos ponen en posición de contestar la pregunta "¿qué imaginarios del curso de la vida podemos desarrollar para reemplazar el modelo de crisis secuencial de las edades?" A medida que se identifican más subsistemas de la narrativa de la decadencia, nuestra creatividad conjunta tendrá que buscar ideales compartidos y plataformas políticas sobre las cuales construir un movimiento antidecadentista. Sin importar el nombre que le pongamos a este movimiento, ¿cómo podemos hacer del "curso de la vida" una causa significativa? Intensificar la conciencia etaria es un requisito. Una pedagogía crítica puede formular un entrenamiento apropiado a cualquier nivel, desde programas para niños —como Head Start— hasta organizaciones para viejos —como Elderhostel—. ¿Cómo podrían los profesores preparar a los niños menores de quince a enfrentarse a la cabina que digitalmente envejece el rostro en todas sus posibles formas? ¿Cómo podrían preparar a los padres y abuelos para que involucren a los niños que han pasado por la cabina? Los críticos etarios que monitorean los medios pueden tratar la "edad" como una especialidad para la cual se requiere pericia y poner a los sospechosos alegatos sobre la diferencia etaria a la defensiva. Los investigadores pueden proporcionar información que asegure a otros el valor subjetivo y la sensatez epistemológica de su causa. ¿Qué principios subyacen a un movimiento antidecadentista? ¿La objetividad? ¿Desde el punto de vista de qué edad? ¿La igualdad? La longevidad igualitaria es un derecho humano. Dado que está bastada en la salud y el bienestar desde el nacimiento y a lo largo del curso de la vida, podría congregar a más seguidores del seguro de salud nacional. "La igualdad etaria", sin embargo, podría ser un objetivo algo traicionero. Los teóricos de las otras dicotomías corporales y los otros críticos culturales orientados a la juventud, que han luchado por la igualdad en otras áreas, no deberían caer en la trampa en este caso. Dentro del contexto capitalista neoliberal —aunque probablemente ocurre lo mismo dentro de cualquier contexto— no podemos permitirnos el automatismo de permitir ciegamente que la jerarquía etaria se escape de la memoria histórica. Si aquellos que están en la mediana edad fueran competidores "iguales" a los jóvenes en la fuerza de trabajo, la carrera salarial hacia el fondo ya habría sin duda pisado fondo. Debemos estar dispuestos a conservar el alegato de que, en las circunstancias históricas actuales, la jerarquía etaria es la única justa y universal, y que una jerarquía etaria económica y democratizada a lo largo de la vida laboral es la base de una sociedad decente. Los gerontólogos y politólogos, conscientes de la devaluación cultural que puede afligir incluso a los "viejos jóvenes" más prósperos, y los críticos culturales, preocupados por el futuro de la juventud, deben prestar su autoridad moral para mejorar y ampliar la legislación y las instituciones que reconstruyen la veteranía, sustentan los modestos clímax de edad/salario de la mediana edad y restringen las peores inequidades dentro de las clases etarias. Si dejamos de considerar a la mediana edad como una época de respeto, aparte de cualquier otra pérdida que traiga consigo, perdemos toda esperanza de luchar contra el etarismo y la gerontofobia en los Estados Unidos. Y, dado el alcance mundial de las multinacionales, cualquier pérdida de poder que puedan provocar aquí será más fácil de exportar a otros países. En Europa oriental, en el Sur mundial (donde quiera que las clases medias se estén expan-

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas diendo, quizás asistidas por gobiernos que dependen de los ingresos fiduciarios seguros y de una alta tasa de empleo), el etarismo en la mediana edad puede evitar que las personas que envejecen y llegan a esta etapa obtengan una recompensa por su experiencia, ayuden a sus hijos, ahorren un poco y conserven su dignidad hasta la vejez. La edad es una causa, como la raza y el género, que legítimamente se alía con los principios de la narrativa de la libertad, la justicia económica y los derechos humanos. Hay muchas formas de contribuir a la revolución. **********

Studies in Optimistic Philosophy (1903) fue el subtítulo de un famoso texto temprano sobre la longevidad. A comienzos del siglo xxi, los estudios etarios pueden empezar a ser optimistas conforme aprendamos conjuntamente a nombrar a todos los enemigos actuales del curso de la vida, incluso en nosotros mismos y en nuestras disciplinas, cuando podamos describir con precisión los métodos que emplean e instituir nuevas resistencias que tengan alguna posibilidad de tener éxito • Traducción: Ariadna Molinari Bibliografía

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Las jóvenes y el feminismo: ¿indiferencia o compromiso?

Las jóvenes y el feminismo: ¿indiferencia o compromiso?1 Oralia Gómez-Ramírez y Luz Verónica Reyes Cruz

El interés central que ha desencadenado este trabajo radica en saber si en la actualidad existe indiferencia o compromiso por parte de las mujeres jóvenes ante el feminismo en nuestro país. Para resolver esta interrogante nos hemos basado en el diálogo con cuatro mujeres jóvenes que se asumen como feministas, así como en las reflexiones y experiencias personales de las autoras de este artículo. Las cuatro mujeres jóvenes con las que conversamos tenían, al momento de las entrevistas, entre 21 y 29 años de edad. Dos de ellas eran integrantes de Elige, red de feministas menores de 30 años interesadas en la promoción de derechos sexuales y reproductivos entre las y los jóvenes; otra colaboraba en Católicas por el Derecho a Decidir, agrupación feminista con trabajo e historia tanto en el ámbito nacional como internacional; y una más se identificaba como anarco-feminista sin pertenencia, en ese momento, a ningún espacio laboral, académico u asociación política feministas.2 Las autoras, por nuestra parte, nos incluimos como informantes y en el momento de la elaboración de este artículo participábamos en el proyecto de la revista feminista independiente Las Genaras: mujeres, género y feminismo. Al realizar las entrevistas Oralia Gómez tenía 26 años y Luz Verónica Reyes, 32; ambas tuvimos nuestros primeros acercamientos al feminismo cuando éramos menores de 20 años y, en esa medida, muchas de las reflexiones vertidas adelante reflejan nuestras propias experiencias como jóvenes feministas. Las experiencias de nuestras entrevistadas ocupan un lugar importante en este artículo. Debido a nuestra formación como etnólogas, consideramos que los relatos de vida conforman una fuente preciada y significativa de información que, en el contexto de este trabajo, nos permitió acercarnos a la experiencia vivida de las mujeres jóvenes en su paso por el feminismo, dar voz y presencia a las jóvenes feministas que realizan trabajo directo con otras jóvenes, que no son usualmente protagonistas de los espacios privilegiados del feminismo, y, finalmente, dar luz sobre algunos de los factores que posibilitan o imposibilitan la identificación de las jóvenes con los postulados de las luchas feministas. Nuestro artículo aborda un tema de importancia central para el feminismo: el de la reproducción y continuidad del movimiento. La reflexión que presentamos conforma un primer acercamiento al tema y posibilita la posterior investigación de otros aspectos de esta problemática, tales como: el punto de vista de las jóvenes que no

Una versión preliminar de este artículo fue presentada por las autoras en el ii Foro Nacional en Estudios de Género efectuado por la Universidad Autónoma de Guerrero en la ciudad de Acapulco, Guerrero, el 22 y 23 de junio de 2005. [Este artículo apareció en Estudos feministas, vol. 16, núm. 2, Florianópolis, may/ag. 2008, pp. 387-408. Agradecemos a las editoras y a las autoras el permiso para su reproducción.] 2 Agradecemos la generosa colaboración de Leslie, ex integrante del Colectivo de Mujeres Punks y Anarquistas Feministas; Elizabeth Plácido Ríos y Perla Sofía Vázquez Díaz, integrantes de Elige, Red de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos; y de Leticia García Solano, integrante de Católicas por el Derecho a Decidir. Todas ellas jóvenes feministas que accedieron a platicar con nosotras, ya fuera en persona o por medios electrónicos, estimulando nuestras reflexiones en torno al tema y proporcionándonos a través de sus experiencias elementos clave para la realización de este trabajo; sin embargo, sólo nosotras nos responsabilizamos por cualquier interpretación o afirmación realizada a lo largo del presente ensayo. 1

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas se asumen como feministas, y las cuestiones de "raza" y clase como elementos clave en la exploración de las posibles causas por las que las jóvenes se asumen o no como feministas. En ese contexto, el presente ensayo aborda primeramente algunos de los elementos que influyen en la despreocupación y el desencanto que las jóvenes tienen ante el feminismo. Seguimos después con los ejes que, por el contrario, sí influyen en su interés y camino al feminismo, para después emprender el escrutinio del discurso, agenda y accionar político de las jóvenes feministas. En estrecha relación con ello se encuentran el debate sobre la continuidad del movimiento y las distintas ópticas entre generaciones de feministas, por lo que las abordamos brevemente. Asimismo, a lo largo de este texto hemos intercalado las posturas y experiencias que algunas jóvenes feministas tienen en torno a los temas tratados. Finalmente, apelamos al paso del feminismo de la soledad al feminismo compartido, como estrategia para incorporar más jóvenes a las filas del movimiento feminista, y para lograr apreciar a las mujeres que, sin participar de los espacios establecidos, se saben y se piensan feministas. ¿Feminista yo?

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El feminismo ha impactado indudablemente la vida de las mujeres jóvenes. Somos herederas de los logros que, mediante el compromiso, el trabajo, la militancia y la persistencia de las mujeres que nos antecedieron, ahora disfrutamos. Sin embargo, los derechos y las formas de vida que ellas imaginaron y fraguaron para nosotras son, por una parte, escasamente reconocidos; por la otra, muchas veces se piensan como posibilidades acabadas y ya justas para las mujeres. De tal manera, resulta inquietante que, incluso retomando postulados feministas en sus vidas, muchas jóvenes se nieguen a reconocerse como herederas de las luchas feministas y, aún más, que cedan ante la apariencia de que la igualdad entre hombres y mujeres ha sido lograda. El auge de la nueva ola del feminismo durante la década de los mil novecientos setenta estuvo caracterizado por la presencia de las mujeres jóvenes, con aspiraciones transformadoras y con expectativas revolucionarias en torno a sí mismas y la sociedad a la que pertenecían. De manera contraria, en el presente, la percepción de que las jóvenes se alejan cada vez más del feminismo es la imperante (Bustamante 2004). Entender este fenómeno requiere tomar en cuenta aspectos como la situación sociocultural de principios del siglo xxi, la estigmatización que todavía se asocia al vocablo "feminista", y la ceguera ante la inequidad existente entre hombres y mujeres a la luz de lo que otras feministas ya obtuvieron para nosotras, como el derecho legal al voto y a la educación. El asunto también puede leerse como una problemática interna del movimiento feminista. Así lo ha hecho Marta Lamas (1996, 2002), quien considera que dos son las razones fundamentales por las que no se ha podido impactar a las jóvenes: de un lado, el que estas no se identifiquen con formas organizativas no propias; y del otro, la ineficacia política para favorecer en los discursos su participación. Ella menciona que el distanciamiento de las jóvenes obedece además al desprestigio, el ridículo y la estigmatización asociada a las posiciones feministas, así como al velo de la igualdad que impide que ellas se cuestionen la opresión. Realizando una suerte de caracterización de los factores que inciden sobre las jóvenes para no asociarse y asumirse como feministas y comprometerse en esa lucha política, encontramos lo siguiente: situación sociocultural actual, velo de igualdad, estigma de ser "feminista", repercusiones en la propia subjetividad y carencia de impacto del movimiento feminista. Adelante explicamos estos factores con mayor detenimiento. Situación sociocultural actual El contexto sociocultural reinante es cruento. Las problemáticas que se enfrentan son, en un contexto amplio, la falta de empleo, una economía mermada, derechos laborales erosionados, entre otras. Las


Las jóvenes y el feminismo: ¿indiferencia o compromiso? jóvenes en este escenario están influidas además por las imágenes proyectadas en los medios acerca de lo que deben anhelar y la forma en la que deben lucir, por lo que sus preocupaciones y expectativas se traducen en apatía hacia movimientos políticos y sociales. El hastío de la juventud es generalizado; las condiciones sociales actuales no posibilitan que las y los jóvenes se involucren y reivindiquen causas como propias.3 Velo de la igualdad Las cumbres de El Cairo y Beijing, efectuadas en 1994 y 1995 respectivamente, significaron un avance importante en la consolidación de las propuestas del feminismo (gem/Elige 1999). La presencia de las reivindicaciones feministas en el ámbito internacional ha sido crucial en términos jurídicos; no obstante, muchas de esas proclamas no han logrado implementarse en los niveles regional, nacional, local y, en última instancia, personal, por lo que la igualdad entre hombres y mujeres no resulta otra cosa más que un mito. Como ya mencionamos, existen avances significativos en el reconocimiento de la igualdad de los derechos de las mujeres, de sus capacidades, así como de su incorporación a los distintos ámbitos de la vida. Al mismo tiempo persisten valores, prácticas y creencias que ubican aún a las mujeres en un lugar de discriminación y opresión. Esta realidad de las mujeres en la actualidad de vivir a un paso entre lo tradicional y lo moderno ha sido denominada como sincretismo de género por Marcela Lagarde (2001). En este sentido, los logros de algunos de los derechos civiles, políticos, sociales y educativos de las mujeres ponen en entredicho la persistente desigualdad y discriminación en su contra. Este hecho es el que genera un "velo" entre la población joven, que vive las inequidades como "naturales". Y esa supuesta igualdad entre los hombres y las mujeres se usa como uno de los argumentos más frecuentes para no involucrarse ni reivindicarse como feminista (Sánchez 2005, en.pers.). Mira, en el caso de las más jóvenes pienso que no quieren asumirse feministas porque les ha tocado vivir en una época en donde ya se tiene un terreno ganado, y que al parecer es un mundo en el cual las mujeres podemos hacer ya todo lo que queramos, en donde sólo se trata de voluntad. También creo que las líderes feministas han tenido poco acercamiento hacia la población joven, y de ahí se desprende que domine esta idea tan confusa del feminismo como un alter del machismo, y no como un movimiento político, social y ciudadano que no sólo vela por los derechos de las mujeres, sino por relaciones más equitativas en todos los sentidos y ámbitos entre las personas.4 Es importante lo del velo de la igualdad. Efectivamente, como ha habido una generación que ha logrado ciertas cosas, la mayoría no dice "¡ay, qué bueno que seas tan macho!", entonces los análisis tienen que ser más finos. Por ejemplo a mí se me hizo un nuevo tema saber qué mujeres estudian qué carrera y por qué; ahí se ve que prevalecen ciertos estereotipos. Se debe ir más allá del trabajo doméstico en la casa, porque si no, no sirve de referencia en los talleres.5 Pesa el velo de la igualdad porque el alcance de las organizaciones feministas es poco. Pero la lógica de los medios de que las cosas ya cambiaron y de que las mujeres están en todos lados es más pesada. El año pasado tuvimos un taller en Tláhuac; fue difícil trabajar sobre feminismos con las chavas. Hay una reflexión más desde los hombres para transformarse, ya que el contexto los obliga. Ellas dicen "yo ya puedo ir a donde quiera", "yo ya puedo estudiar". Se tiene que buscar una estrategia para quitar ese cascarón. Creo que la violencia de género es una de las estrategias más viables para hacer posible esa sensibilización, porque está el rollo del acoso al cuerpo, del por qué te nalguean o la parte de las relaciones de poder en la pareja, las prácticas internalizadas de violencia. En grupos de chavos, que ya tienen un rollo de participación debajo

Alma Rosa Sánchez, 2005, entrevista personal, por Oralia Gómez y Luz Verónica Reyes. enep Acatlán, 20 mayo 2005. La doctora Alma Rosa Sánchez, académica mexicana especializada en el estudio histórico del movimiento feminista mexicano, aceptó generosamente conversar con nosotras y compartir sus puntos de vista en torno a la relación de las mujeres jóvenes con el feminismo. 4 Leticia García Solano, integrante de Católicas por el Derecho a Decidir. 29 años. Entrevista electrónica por Oralia Gómez y Luz Verónica Reyes. Messenger de Microsoft, 19 de mayo de 2005. 5 Elizabeth Plácido Ríos, integrante de Elige. 29 años. Entrevista personal por Oralia Gómez y Luz Verónica Reyes. Instalaciones de elige, 19 de mayo de 2005. 3

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas de la prepa, es muy pesado. El velo de igualdad me ha tocado con mujeres adultas que lo ven más fuerte "mi hija ya tiene todo lo que yo nunca tuve". No hay manera de convencerlas de que las cosas se modificaron sólo en el espacio público y no en el privado.6

La mayoría de las y los jóvenes parecen aceptar y vivir conforme a las ideas básicas del feminismo, como el derecho a la educación o al trabajo en el ámbito público para todas y para todos, pero aunque estas sean ideas propias del feminismo, se niegan de manera abrupta a reconocer su origen. Ciertos triunfos en cuanto a derechos se interpretan como la consecución de "igualdad" y, en tanto, ya no se cuestiona el mantenimiento intacto de la opresión hacia las mujeres (Bustamante 2004). Persiste la impresión de que la igualdad está ya conseguida y, en consecuencia, que el feminismo es anacrónico (Santos 2003). El velo de la igualdad nos alcanza; las jóvenes no sienten la necesidad de declararse feministas. Estigma de ser "feminista"

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El temor a ser vistas como "feministas" también incide en la desvinculación juvenil hacia este movimiento. Una expresión de la persistencia del estigma y el rechazo asociado a ser una "feminista" ha quedado claro inclusive entre las propias jóvenes feministas, que han propuesto nombrar de manera distinta al feminismo o inventar un nuevo concepto que lo contenga (gem/Elige 1999). El vocablo y, más allá, su contenido, genera mucha resistencia. Los prejuicios y las descalificaciones están extendidos; no existe una conciencia clara sobre las razones por las que sirve ser feminista (Sánchez 2005, en. pers.). La concepción negativa de las feministas es fuerte, y todo esto se debe a la enorme desinformación al respecto, provocando que las jóvenes no quieran identificarse con algo que tiene una carga de descalificación ante la sociedad. Ser "feminista" se equipara a ser bruja, mala-madre, solterona, come-niños, odia-hombres, lesbiana. El rumor indica que las feministas son antihombres, abortistas, libertinas, amenazantes (Espinosa 2002). Como el feminismo es equiparado con el machismo, se piensa en aquél como un machismo al revés; y las jóvenes que se llegan a reconocer como feministas se encargan siempre de dejar en claro que ellas no caen en los "extremos" y que son "moderadas" (Fernández Poncela 2000). La palabra "feminismo" sigue produciendo mucha oposición, por lo tanto, es difícil encontrar jóvenes que se definan como tales. De lo contrario despertarían enojo, desconfianza, reserva y descalificaciones (Bustamante 2004). Para mí fue difícil frente a los cuates colocarme como feminista. Ahora lo siento más fuerte. Hemos hecho entrevistas con chavas sobre su opinión en contextos de enfoques de género y supones que te dirían algo bueno, pero hay un total rechazo a la palabra "feminista". A mí no me tocó un rechazo tan fuerte, pero la "mujer corta-penes" aparece inmediatamente. Pero ¿existirá? "Las radicalidades a mí no me gustan", dicen aunque sepan de género. "Yo no quiero ser así". Existe un imaginario antifeminista colectivizado de manera impresionante. Con los compañeros en la universidad hay un rechazo fuerte. Ni las académicas que se asumen pueden decirlo; académicas que son brillantes, que no esperas que te digan cosas horrendas del feminismo. Ahora que buscaba a una asesora feminista: "¡cómo crees que soy feminista!". Les parecía aberrante la definición. Entonces es muy difícil, te tachan de corta-penes. Hay un rechazo colectivo (Vázquez, en. pers.). Retos, los puedo englobar en la estigmatización, pues la gente sigue pensando que el ser feminista es sinónimo de machorrota. Este término fue el que me ha tocado que me digan, sobre todo mis dizque cuates de la escuela; por otra parte con la mayoría de mis amigas de la secu y la prepa, que son muchas, más bien es la onda de "no digas que eres eso porque si no vas a espantar a los chavos" o "no te vas a casar " (García Solano, en. electr.). Ha sido hace como cuatro años que me hago más consciente de que efectivamente no hay tantas chavas que se acercan para ser feministas. Ser feminista implica un riesgo, un estigma, cómo te ven las demás. Y dicen: "tengo otras prioridades, tengo escuela, tengo que equilibrar entre mi vida y la causa" (Plácido, en. pers.).

Perla Sofía Vázquez Díaz, integrante de Elige. 23 años. Entrevista personal por Oralia Gómez y Luz Verónica Reyes. Instalaciones de elige, 19 de mayo de 2005.

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Las jóvenes y el feminismo: ¿indiferencia o compromiso? El feminismo se sigue proyectando al exterior como poco atractivo, así que las y los jóvenes no se identifican con él (Santos 2003). Repercusiones en la propia subjetividad Si ponemos atención a las experiencias de las jóvenes que se asumen como feministas veremos que el proceso de volverse feminista no es fácil. Asumirse abiertamente como tal no es sencillo para estas mujeres, además de traer costos personales y familiares en sus vidas (gem/Elige 1999). En mi vida cotidiana, yo pienso que me empezó a caer el veinte, cuando comencé a dejar de desvivirme sólo por los demás. Es decir, era la típica que por amistad, cariño o noviazgo, le resolvía la vida a las personas que estaban a mi alrededor, siendo yo la penúltima o la última para tomar en cuenta mis cosas. Tal vez pueda parecer poca cosa, pero el darte cuenta de que tú tienes que, como lo dice una de las tesis del feminismo, "estar en el centro de tu vida", y que ello significa tomarte en cuenta en todos los sentidos, a veces resulta una sacudida bastante gruesa, cuando has creído toda tu vida que lo importante es ser leal e incondicional con la gente que quieres, aun a costa tuya (García Solano, en. electr.). Esa parte tan confrontativa de hablar de feminismo hizo que hablar de feminismo fuera un proceso de rebeldía. "Ahora sí, yo voy a hacer lo que quiero porque soy feminista". Yo soy la única hija, la chiquita, era complicado que yo hiciera cosas más allá de lo que mi hermano hacía. Para mis padres fue difícil entender, yo era la argüendera de todo lo que pasara en la casa. Tuvo que ver con los conflictos madre-hija en la adolescencia; estuve en desacuerdo con todo lo que ella dijera. Fue muy difícil, fue confrontativo, conflictivo. Cuestionar quehaceres del hogar generaba castigos. No tenía comprensión del papel de mi madre. En ese momento fue de pleito (Vázquez en. pers). El feminismo me obligó a repensar mi vida. El proceso ha sido... nunca lo había pensado. Un miedo velado, creo que todavía lo hay, de salir a espacios y que te descalifiquen que te digan que eres radical. Yo pregunto qué es radical. La actitud es "vamos a hablarlo". Dependiendo del estigma que se me atache. Luego digo "sí, sí soy feminista, ¿y?". Otras veces, después de un tiempo de relacionarnos digo "soy feminista". Lo que me pesaba era no tener argumentos teóricos de lo que decía, me hacía dudar de asumirme como feminista. Las veía como que hablaban sin fundamento: "todas las mujeres del mundo son golpeadas". Yo decía, "¿todas las mujeres son golpeadas? ¿Todas?". El irme construyendo argumentos de una manera más fundamentada es lo que me ha ido definiendo como feminista, tener idea de lo que dices (Plácido, en. pers.).

Saberse, aceptarse y asumirse como feminista es un proceso lento que genera mucho conflicto, ya que el ambiente en el que esto se lleva a cabo es hostil. La reconstrucción de la identidad femenina es dolorosa, puesto que implica la confrontación con una misma. Las contradicciones se experimentan cuando las jóvenes se percatan de las cosas que las marginan, nulifican, oprimen y excluyen cotidianamente y, al mismo tiempo, no tienen elementos para enfrentarse a ello. Aparejado a la intensidad de los fenómenos en los que han reparado a partir de su acercamiento al feminismo, también se puede optar por una postura de comodidad, en la que no se confronte a la familia, la pareja o a la realidad imperante. Por eso, muchas de ellas toman conciencia y se manifiestan en desacuerdo, es decir, tienen una resistencia pasiva y no se encaminan hacia la resistencia activa (Sánchez 2005, en. pers.). Carencia de impacto del movimiento feminista Por último, es importante retomar las ideas ya esbozadas de Marta Lamas (1996, 2002) en torno a la ineficacia política del movimiento feminista para generar estrategias para acercar al feminismo a las jóvenes, así como para generar espacios en los que las jóvenes emprendan formas organizativas que les sean propias. Como resultado, esta temática ha cobrado relevancia de unos años a la fecha al interior del movimiento feminista, no sólo en México, sino en toda Latinoamérica, por lo que la, hasta ahora, falta de estrategias para formar cuadros de feministas jóvenes, así como para dialogar con las ya existentes, pudiera subvertirse. ¡Yo, feminista! Es relevante hacer patente que además de las mujeres jóvenes que no se han acercado al feminismo y de las que reniegan de él, se encuentran aquellas que sí lo han hecho.

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas De acuerdo con las historias personales de estas feministas se observa que algunas contaron con padres que las impulsaron y madres decididas y fuertes. Otras, en cambio, fueron testigos de situaciones injustas hacia otras mujeres, lo que las llevó a coincidir con el feminismo. Algunas más crecieron en familias tradicionales con madres sumisas y padres autoritarios y represivos, lo que las confrontó desde pequeñas con la desigualdad existente entre los hombres y las mujeres (gem/Elige 1999). Los espacios en los que estas mujeres han tenido sus primeros contactos con el feminismo son diversos y, a través de ellos, han logrado rasgar el velo de la igualdad para emprender luego el camino hacia el aprendizaje y el accionar feministas. Si recordamos que hasta ahora se ha hablado de la ineficacia política del movimiento feminista para atraer a las jóvenes y si, en tanto, queremos repensar las maneras en las que se podría lograr interesarlas, es importante identificar las maneras en las que algunas jóvenes sí se han acercado al feminismo. Dentro de ellas tenemos: la academia, el desempeño laboral y profesional, los movimientos sociales, los espacios comunitarios religiosos, las figuras femeninas y, finalmente, el acercamiento autodidacta. Academia

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El trabajo de las feministas en la academia encuentra todavía mucha resistencia, cuestionamiento y descalificación; sin embargo, la creación del Programa Universitario de Estudios de Género en la Universidad Nacional Autónoma de México ha contribuido a que se institucionalicen ese tipo de indagaciones y, en consecuencia, a que los espacios para las académicas feministas no sean tan restringidos. Ha sido este espacio académico relevante en la afirmación feminista de las jóvenes. Muchas de ellas iniciaron en el contexto educativo su participación política. Los centros de estudios de género como el Programa de Investigación Feminista del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, el programa de Estudios de la Mujer en la Universidad Autónoma Metropolitana, el Programa Interdisciplinario en Estudios de la Mujer del Colegio de México, así como las cátedras de feminismo desde la sociología y la antropología en la Universidad Nacional Autónoma de México, además del ya mencionado Programa Universitario de Estudios de Género han funcionado como espacios de aleccionamiento en los que algunas jóvenes dan comienzo a sus procesos feministas. La academia, además, ha tenido un impacto directo en el derrumbamiento del mito de la igualdad, y muchas de las académicas feministas consideran que es esa su tarea fundamental, la de develar por medio de datos reales que la igualdad es una falacia (Sánchez 2005, en. pers.). En un nivel más teórico comienzo a ir con Marcela Lagarde al seminario. Me metí más al desarrollo teórico porque me invitó Andrea Medina (Plácido, en. pers.).7 Mi acercamiento fue vía académica, por alguna maestra del cch que era feminista. Le dio sentido a mis incógnitas personales; fue por ahí. Fue muy complicado (Vázquez, en. pers.). Tiene que ver con mi propia biografía, ya que antes de llegar a la universidad mi mundo era muy reducido: de la casa a la escuela y viceversa. Entonces, conocer otras cosas siempre te abre el panorama. Yo empecé a asumir mi feminismo en el último año de la carrera, a partir de este acercamiento al seminario, que además me permitió acercarme no sólo en clase sino en otros espacios como conferencias, foros, presentaciones de libros que tienen que ver con el tema (García Solana, en. electr.).

Por lo tanto, la lectura de libros de autoras feministas, la participación en cursos, talleres y seminarios sobre la desigualdad existente basada en el género, lleva, en no pocos casos, a las jóvenes a reconocerse y a asumirse como feministas (gem/Elige 1999).

La doctora Marcela Lagarde es una reconocida feminista en el ámbito latinoamericano; fue diputada federal en la pasada lix Legislatura y presidenta de la Comisión Especial para Conocer y dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana. Andrea Medina, por su parte, es reconocida joven activista y directora del Centro de Investigación y Dirección para la Mujer en la ciudad de Guadalajara. 7


Las jóvenes y el feminismo: ¿indiferencia o compromiso? Desempeño laboral y profesional Otro de los escenarios de contacto con el feminismo lo conforma el espacio laboral. Debido a que el movimiento se ha oenegizado, el ámbito laboral y el ámbito de la militancia se han fusionado, por lo que la actividad remunerada y la participación feminista no son ajenas. Las jóvenes activistas surgen así de los espacios institucionales conquistados, ya sea desde las organizaciones no gubernamentales o las instituciones de gobierno. Esta situación es nueva a la luz de la experiencia de las feministas históricas, quienes surgieron de los movimientos de masa más radicales o de los partidos políticos de la antigua izquierda (Álvarez et al. 2003). Me involucré a través de dos chavas jóvenes en un proyecto comunitario en Iztapalapa, que buscaba saber qué hacer con las mujeres en esas colonias marginales. Yo tenía un perfil de derechos humanos; cultura ciudadana y derechos humanos, esa área. Tomé un curso en cedepac de defensoras populares desde una perspectiva feminista. Luego una chava de las fundadoras de Elige me llama y ahí entré más en el tema de feminismo y mujeres. La que me invita es Lydia Alpízar, una de las fundadoras de Elige. [...] Por las organizaciones civiles, yo llegué por ahí (Plácido, en. pers.).8

El trabajo cercano con algunas feministas, en este ámbito, es una motivación para las jóvenes que, ante sus posturas de vida, reflexionan sobre la situación de desigualdad que viven las mujeres (gem/Elige 1999). Movimientos sociales Aparecen también en escena los nuevos feminismos vinculados a otros movimientos sociales, como el movimiento antiglobalización o globalicrítico (Grup de Lesbianes Feministas 2000). Yo empiezo a leer sobre feminismo regresando de la movilización en Cancún. Comenzamos a trabajar para el 25 de noviembre de ese mismo año, empezamos a leer, a hacer círculos de estudio. Hicimos unas jornadas en el espacio anarcopunk en el Chopo de jornadas contra la violencia contra las mujeres y organizamos algunos talleres y pláticas.9

En el país, por ejemplo, se ha presenciado un movimiento emergente de jóvenes feministas influidas por el movimiento zapatista y los movimientos estudiantiles, por lo que en 1998 se llevó a cabo el Primer Encuentro Nacional de Jóvenes Feministas (Álvarez et al. 2003; Dávila 1997). Espacios comunitarios religiosos Los espacios comunitarios religiosos, fundamentalmente los católicos, parecen incidir igualmente en la definición hacia el feminismo. Yo comencé a hacer trabajo comunitario porque mi familia estuvo muy cercana a la iglesia, estuvo muy cercana a los grupos eclesiales. Ponerle el nombre tan difícil del feminismo a lo que me cuestionaba era difícil. "¿Por qué mi hermano hace eso y yo no? ¿Por qué yo tengo que cuidarme y él no?" Mis procesos de autodefinición fueron muy conflictivos y muy confrontativos en contextos de hombres. "¿Por qué no había mujeres que dieran la misa?" Esa parte fue muy difícil, creo que nunca lo fui superando (Vázquez, en. pers.).

Cuando las jóvenes han crecido en contacto con las organizaciones eclesiales de base, desarrollan un sentido de participación en la comunidad, por lo que luego, una vez que han encontrado el feminismo, es más fácil desencadenar este proceso. Se debe resaltar que una gran mayoría de las mujeres en la actualidad profesan una creencia religiosa; en ese sentido, resulta crucial contar con algún espacio de reconciliación, como el de las Católicas por el Derecho a Decidir.

Lydia Alpízar es actualmente directora ejecutiva de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (awid por sus siglas en inglés). Leslie, estudiante de sociología. 21 años. Entrevista personal por Oralia Gómez y Luz Verónica Reyes. Ciudad Universitaria, 17 de mayo de 2005. 8

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas Figuras femeninas Debe reconocerse, además, el papel de las mujeres valiosas con las que las jóvenes han tenido contacto en sus vidas; mujeres que fueron importantes debido a que las apoyaron o a que fueron sus referentes. Así, el reconocimiento a la fortaleza de la madre o de la abuela resulta nada desdeñable, pues fueron ellas quienes las influyeron para pensar que sus vidas podían ser más equitativas y justas. En otras ocasiones fue alguna feminista la que les posibilitó la crítica (gem/Elige 1999). El hecho es importante, pues es la madre, una amiga o una maestra quien por vez primera habla, introduce e informa en torno al feminismo. Tuve una primera experiencia cuando trabajé en una ong, en la cual no me sentía integrada. Yo decía "¿esto es el feminismo? No quiero saber del feminismo". Ya cuando entré a una institución de trabajo con perspectiva de género y a la academia, y conocí a Marcela Lagarde, me reconcilié y digo "sí, yo soy feminista, y lo he sido desde hace muchos años". Cuando tuve una mayor información sobre el feminismo y un trabajo diferente, fue que me hice de una versión más académica e informada, fue que me asumí como feminista (Reyes 2004 y reflexión personal). Hicimos un taller en el Foro Social Mundial sobre jóvenes feministas, sobre cómo se acercaron al feminismo. El acercamiento fue por otras feministas, feministas con la actitud de decir qué era el feminismo. En otras ocasiones fue por la academia y también por la identificación de las injusticias. Esos tres motivos encontramos (Plácido, en. pers.). Por referencias a los procesos personales que conozco, sí es necesario que encuentres una serie de reflejos para que te autodefinas: un libro, una maestra, una amiga que te diga "eso se llama feminismo" (Vázquez, en. pers.).

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Acercamiento autodidacta La nueva generación ha vivido su transición al feminismo de manera diferente a las mujeres pioneras, debido a la brecha que les abrieron las que antecedieron (gem/Elige 1999). A diferencia de estas, a las jóvenes les ha tocado vivir su feminismo más en el aislamiento, por lo que no es sorprendente que muchas de ellas sean autodidactas. Los libros feministas están en las bibliotecas; si a eso agregamos su participación en otro tipo de organizaciones cuya identidad no se agota en el feminismo desde las que piensan en el cambio social, se comprometen además con la lucha feminista. Comenzamos con la decisión de armar "La Periódica", nos encontramos con un grupo de chavas lesbianas, son las Lesbianas Autónomas, y comenzamos a platicar y les interesó el proyecto del periódico y empezamos a trabajar. Salió el primer número, pero sentimos la necesidad de ponernos a estudiar más, sabíamos lo más básico, pero nos hacía falta más sustento e hicimos un grupo de estudio (Leslie, en. pers.) Llevaba a la par el activismo más político y en lo personal llevaba la parte feminista. En la organización en la que trabajaba no había una vinculación con el feminismo. Eso hizo que mis primeros acercamientos fueran en una parte más personal. "Quiero cubrir dudas que tengo y entonces voy a un taller." En esas andanzas, cuando yo estaba trabajando en promoción juvenil, tenía una compañera feminista que llevó una convocatoria de derechos sexuales. Dije "sí, quiero un taller de eso". Y así me acerqué a Elige; entré a un proceso de formación. Después de cinco años, se presentó la reflexión de qué implica una organización feminista: juntar activismo político con un activismo político feminista. Intenté por la vía de la investigación, pero no había esta empatía de decir "acércate, lee esto, puedes hacer esto". No era de generar procesos amigables, no los identificaba por ningún lado (Vázquez, en. pers.). Por mi experiencia personal supe desde niña que "algo" andaba mal entre los hombres y las mujeres. Le puse nombre cuando llegué a la preparatoria y leí para una clase un libro de Graciela Hierro. Fue ahí que me interesé y comencé un acercamiento y formación de manera autodidacta. Me pensaba feminista. Luego, un día fui a una conferencia de Elizabeth Maier y habló del feminismo e hizo una caracterización de algunas de sus corrientes. Entonces me comprometí más seriamente en definir mi postura política dentro del feminismo. Por algún tiempo me sentía sola, como que yo era la única que pensaba así, pero ya en la universidad, encontré algún eco con otras chavas y decidí pasar de la reflexión a la acción, participando en encuentros y discusiones sobre la agenda feminista. Mi primer acercamiento propiamente académico al feminismo fue algunos años después en un diplomado (Gómez 2004 y reflexión personal).10

Graciela Hierro fue académica fundadora del Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México. La académica Elizabeth Maier, por su parte, trabaja y lleva a cabo sus investigaciones en el Colegio de la Frontera Norte, localizado en la ciudad fronteriza de Tijuana. 10


Las jóvenes y el feminismo: ¿indiferencia o compromiso? Accionar joven: hacia la construcción de una agenda Una vez que ya hemos planteado cómo llegan las jóvenes (que lo hacen) al feminismo, es necesario realizar un breve análisis del discurso, el accionar político y la agenda feminista joven. Primeramente se tiene que tomar en cuenta que buena parte del feminismo en México se relaciona con la lucha feminista en América Latina. En este sentido, los encuentros feministas latinoamericanos y de El Caribe han impreso nuevas líneas de acción y reflexión al movimiento, al mismo tiempo que han mostrado las preocupaciones sobre las que se hace mayor hincapié en determinadas épocas (100 Encuentro… 2005; gem/Elige 1999). En los feminismos latinoamericanos un eje emergente ha girado en torno a la temática de generación, es decir, en torno al cuestionamiento de una de las formas desiguales de ejercicio del poder tomando como base la edad de las activistas (gem/Elige 2000). Y esta preocupación se ha visto reflejada incluso en la estructura del x Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, llevado a cabo en octubre de 2005 en Brasil, por lo que se incluyó el tema de las generaciones como uno de los ejes centrales de la discusión ("100 Encuentro…"; "Manifiesto…" 2005; López 2005; Plácido 2005, "Pronunciamiento…" 2005). Lo que hoy se aporta es la visión de la generación. Creo en eso. Cuando empieza el rollo de las mujeres jóvenes, ellas colocan el tema de la democracia y de la apertura de espacios al interior del movimiento (Plácido, en. pers.).

Las jóvenes feministas están conscientes del hecho de que la joven generación no está a salvo de las desigualdades que experimentan todas las mujeres en el patriarcado; esto es, que el sistema patriarcal las sigue afectando y, por tanto, su identificación como feministas trasciende su generación. En este sentido, las jóvenes comparten con las adultas la certeza de que el feminismo aún es vigente; más aún, se mantienen en la lucha muchas de las reivindicaciones que las feministas históricas hicieran, como el derecho a decidir, el derecho a tener placer, la búsqueda de un mundo equitativo. Al mismo tiempo, las jóvenes sostienen que la agenda feminista se ha ampliado y que las mujeres jóvenes, por el hecho de vivir en contextos socioculturales con sus propias especificidades y debido a que su accionar político es diferente, necesitan ser consideradas en sus propias dimensiones (gem/Elige 1999). El argumento de fondo indica que la identidad juvenil, en su entrelazamiento con la identidad de género, produce condiciones de inequidad y de opresión diferenciadas. He ahí la razón por la que las jóvenes han llamado a la consolidación de un grupo de "jóvenes feministas", con la finalidad de seguir conquistando espacios y hacer que el feminismo crezca reconociendo las problemáticas específicas de las jóvenes. Buscan, pues, lograr un posicionamiento político y teórico frente al feminismo desde la condición generacional de jóvenes, explorando nuevas formas de hacer feminismo desde su realidad; su objetivo es lograr la creación de una agenda propia que se inserte en el movimiento feminista mundial (gem/Elige 1999). Preocupadas por la definición propia de su accionar político, las jóvenes feministas sostienen que su accionar privilegia la negociación como una importante estrategia para lograr los objetivos del movimiento feminista. Se reconoce además que, transgrediendo el imaginario que se tiene de las jóvenes como superficiales, apáticas, objetos sexuales, dependientes, desorientadas, además de obedientes de las normas y de lo esperado e incapaces de determinar por sí mismas sus necesidades, demandas y proyectos, ellas proponen, cuestionan y se organizan a través, por ejemplo, de la creación de la Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos o la más reciente Red de Mujeres Jóvenes Feministas de América Latina y el Caribe ("Declaración del Caucus…" 2004; Hernández 2004; Pronunciamiento… 2005). Yo sí creo que hay formas distintas, un cuestionamiento. "Por qué tenemos que estar en la forma que ustedes han estado". La idea de estar de tiempo completo sin vida personal o "por qué en el espacio que ustedes tienen". "Si no estás así, de tiempo completo, no estás." Las jóvenes responden "sí, sí estamos; elaboramos documentos, armamos grupos de reflexión, estamos en la academia, estamos haciendo teatro". Eso también es activismo y también es participación (Plácido, en. pers.).

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas En otros casos, estas jóvenes se organizan en torno a proyectos creativos, ya sea desde los espacios autónomos o desde los institucionales, y generan, entre otras cosas, publicaciones. Podemos pensar en Eligiendo, boletín de Elige Red de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos; La Periódica, publicación del Colectivo de Mujeres Punks y Anarquistas Feministas; o la propuesta en la que nosotras mismas participamos y que llamamos Las Genaras. Las jóvenes feministas se muestran contentas de serlo. En cuanto a los beneficios, yo te puedo hablar que, tanto a nivel personal o profesional, he tenido muchas satisfacciones; primero, porque ello me ha permitido ser una persona que no tiene que pedir permiso para expresar lo que piensa y formarse un proyecto de vida tal vez un poco distinto al de las personas que me rodean de manera más cercana; y en lo profesional, qué te puedo decir, me ha dado la oportunidad de desarrollarme en lo que estudié, pero además, en algo que es totalmente congruente con mi forma de pensar, que además representa un espacio para seguir reflexionando (García, en. electr.).

Todo lo que se busca es desentrañar los problemas inéditos, las nuevas formas de reproducción del patriarcado, de un lado; y del otro, las nuevas formas de acción de las jóvenes que se adecuan a la realidad actual que muchas veces no había sido prevista por las pioneras (Espinosa 2002). El compromiso de las jóvenes continúa, y ellas se encargan de desgarrar con su feminismo el velo de la igualdad (Bustamante 2004). ¿El movimiento en extinción?

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Ante este panorama, la pregunta inaplazable en el debate apunta a la presencia o ausencia de las mujeres jóvenes en el movimiento feminista. Y la respuesta requiere de dos ángulos: el primero, encargado de reconocer el indudable compromiso de las jóvenes hacia el feminismo; el segundo, encargado de recordarnos la indiferencia, cuando no la aversión, que aún persiste en muchas jóvenes en torno al feminismo. Si nos enfocamos en la segunda parte de la respuesta, la existencia de jóvenes feministas parece haber estado bajo sospecha; el rumor sostiene que no hay tales. Sin embargo, aunque este temor tiene referente, lo cierto es que si atendemos a la primera parte de la respuesta, las jóvenes feministas sí existen. El cuestionamiento ha trascendido al ámbito regional, y en el pasado Encuentro Feminista de Brasil se discutió la inclusión y la expansión del movimiento feminista, esto es, su continuidad y sostenibilidad (100 Encuentro… 2005). Dependiendo de la óptica a la que se apele, se habla de "entrega de estafeta" o de "acompañamiento"; de un lado, como forma de entregar el movimiento a las jóvenes y, del otro, con la idea de no desconocer los saberes que tanto las jóvenes como las adultas tienen (gem/Elige 1999). La propuesta de la transferencia de experiencias de la que hablan las jóvenes feministas es significativa, ya que consistiría en el intercambio entre unas y otras como forma para avanzar en la agenda del proyecto feminista. Los espacios de formación incluirían la capacitación para el trabajo de cabildeo, la negociación, la formación de cuadros para la representatividad en el poder público y la incursión en los medios de comunicación, entre otros. Todo ello apunta a que la información, el acceso a los recursos, los contactos y las relaciones se compartan, teniendo confianza para delegar actividades a las jóvenes e intercambiar los puestos de liderazgo (gem/Elige 2000). A pesar de estos esfuerzos, la crítica al feminismo latinoamericano de que no ha logrado formar interlocutoras jóvenes que secunden las ideas persiste. Y, en ocasiones, se ha sostenido que las ideas feministas no son algo que se pueda heredar por el simple hecho de que a las pioneras les parezcan adecuadas para las mujeres; es decir, que las mujeres jóvenes por sí mismas tendrían que sentir la pasión, las ganas y la necesidad de involucrarse en el feminismo (Sánchez 2005, en. pers.). De cualquier manera, predomina la postura que reconoce la urgencia de nuevas líderes, por lo que se sugiere otorgar autoridad a muchas más mujeres, además de ir construyendo una progresiva sustitución generacional (Lamas 2000). El diálogo intergeneracional resulta entonces importante para poder resolver la percepción de las feministas jóvenes acerca de la desconfianza que las mayores tienen de ellas para liderar el movimiento, la falta de una agenda clara que trascienda las diferencias, así como el problema de las connotaciones negativas asociadas al término "feminista" (Castillo 2000). Otro asunto que se ha


Las jóvenes y el feminismo: ¿indiferencia o compromiso? discutido ha sido la importancia de incluir los asuntos de las jóvenes en la agenda mundial de los derechos de las mujeres ("Mujeres jóvenes" s.f.). Del feminismo de la soledad al feminismo compartido Todo esto en cuanto al debate sobre la in/existencia de jóvenes feministas y de las estrategias emprendidas para lograr su identificación con la lucha. Sin embargo, también se ha planteado la ir/relevancia de asumirse como feministas, si en la práctica encontramos que están comprometidas con la cultura feminista. Ellas son mujeres que, desde el arte, el cine, el teatro, la radio, la pintura, contribuyen, sin nombrarse "feministas", a develar las desigualdades y a construir un mundo diferente. En este sentido la afanosa búsqueda de "jóvenes feministas" requiere una lectura más cuidadosa, pues quizás no las encontremos si las estamos buscando bajo el título de "feministas" (Medina y Wilson 2003; Sánchez 2005). La preocupación ante la poca participación de las jóvenes en el "movimiento" resulta cierta si pensamos al movimiento feminista como el activismo realizado desde los espacios con acción directa en la toma de decisiones y en el establecimiento de la posición política feminista, trabajo generalmente desarrollado en las organizaciones no gubernamentales y entre grupos de académicas reconocidas. No obstante, si miramos al "movimiento" como algo dinámico, tendremos que aceptar que la emergencia de nuevos temas y formas de abordarlos amplían la noción de feminismo limitado a ciertos espacios establecidos de manera unívoca, esto es, que el feminismo hoy día tiene diversas maneras de vivirse y de actuarse (gem/Elige 2000). La mentada ausencia de jóvenes feministas mira solamente en una dirección, y excluye a las mujeres que no asumen las demandas históricas o que no participan desde los mismos espacios de la militancia feminista en que las adultas han incursionado (Espinosa 2002). ¿No será acaso que muchas de estas jóvenes, que no son consideradas desde el "movimiento" como jóvenes feministas, viven su feminismo en soledad? ¿No será que aun fuera de los espacios establecidos se piensan y se saben feministas también? No nos parecería raro que, ante las circunstancias socioculturales actuales y la consiguiente desarticulación política, estas jóvenes se vivan feministas en la individualidad; sin embargo, creemos que la posibilidad de tener interlocución con las iguales es fundamental también. No dudamos que las disidentes/resistentes, aquellas que plantean desacuerdos y objetan el mundo, ni que las rebeldes/subversivas, aquellas que rompen límites y hacen lo que está prohibido, puedan dar el paso siguiente: el de la trasgresión o la construcción de alternativas a partir de la recuperación de la memoria histórica de la resistencia y la subversión, recuperando los recursos de las que nos han antecedido para tejer otras maneras de ser. Y entonces ser transgresora implica pasar del feminismo de la soledad al feminismo compartido, ese en el que se repara que hay personas con las que se puede discutir y crear propuestas. Este nuevo feminismo compartido recuerda lo relevante que es sentirse acompañada, llevar el proceso feminista con alguien, pues ya no se trabaja desde la soledad. ¿No será entonces que allá afuera del "movimiento" están un buen puñado de chavas viviendo sus feminismos de la soledad, esperando que desde el movimiento se implemente una acción que rompa con la fragmentación y el aislamiento social y que les muestre el eco de otras mujeres que andan caminando en el mismo proceso y con las cuales se puede construir un espacio acogedor? Cuando me involucré, yo no me llamaba feminista. Veía las cosas con mucho recelo. Sí reconocía la desigualdad, pero le entraba de una manera muy crítica. Me preguntaba qué tan fundamentado estaba lo que se estaba diciendo, qué tan cierto era. Pero con el tiempo se reafirmó, fue un proceso de reafirmación progresiva. Después ya me declaro feminista, como en los últimos tres años. Se debe a que he tenido procesos de reflexión más profunda, como ir al diplomado. Encontrar a otras chavas feministas, eso me reafirma más. [...] Muchos cuestionamientos, crisis personales; me deja una bandera de lucha. El feminismo es un espacio que puede ser muy acogedor, donde puedo encontrar algunas respuestas a preguntas compartidas con otras chavas. A pesar de los estereotipos clásicos, a nivel personal el activismo, me ha abierto muchas puertas. [...] Sí, creo que te ayudan a sentirte impulsada y apoyada, te hacen no sentirte sola. Creo que es importante ver que hay otras chavas que están en el frente, ver que tú puedes hacer eso; por eso son importantes esos espacios. Cuando

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas alguien dice "soy feminista" te animas a expresarlo. Te animas más. Es un espacio en que te atreves a decir las cosas que no dices cuando sientes que estás sola. Por ejemplo, en campañas de derechos humanos te vas con más calma, pero acá hay un acompañamiento (Plácido, en. pers.).

La ventaja de un paso así sería doble: por un lado la incorporación de más jóvenes a las filas del movimiento feminista; por el otro, la visibilización de mujeres que, sin participar de los "espacios" del movimiento, se asumen feministas. El feminismo está ya en la vida de las mujeres, pese a que muchas veces corra silencioso. Aunque las jóvenes feministas son herederas de los avances logrados por el movimiento feminista, todavía se tienen muchos retos por delante; entre ellos, el rescate de la memoria de la construcción de los derechos de las mujeres y la generación de un orgullo identitario de género. Y estamos seguras que ya hay mujeres jóvenes comprometidas con ello • Bibliografía

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Una buena encarnación

Una buena encarnación Hortensia Moreno

En marzo de este año, mi madre cumplió 89 años. Antes de este momento, tenía yo muy pocas razones para reflexionar acerca de la vejez. Dar el viejazo Hay una escena en La muerte le sienta bien (Death Becomes Her de Robert Zemeckis, 1992) que me puede arrancar carcajadas incontenibles: una de las heroínas de la cinta, interpretada por Meryl Streep —la actriz en ese momento tiene 43 años—, va manejando su automóvil en una noche de tormenta; suenan y relumbran relámpagos y truenos. De pronto, Streep mira por el espejo retrovisor y suelta un grito escalofriante. No la amenaza un monstruo ni ha visto un fantasma; lo que la hace estremecer es su propia imagen. Hay algo más que frivolidad en el grito, incluso en el contexto de la oda a la frivolidad que consigue orquestar esa divertidísima película: la todavía rutilante estrella de la pantalla representada por Streep acaba de dar el viejazo. No puede haber nada más aterrador para alguien cuya principal fuente de realización, riqueza y reconocimiento está en el cuerpo. En una película de Juan Manuel Torres, seguramente de la década de 1970, la protagonista, personificada por la espectacular Mercedes Carreño, se toma una foto cada día —close-up en blanco y negro—, la revela y la imprime en tamaño carta. Dice que quiere ver cómo envejece. Supuestamente, la secuencia fotográfica permitiría percibir algo que la mirada cotidiana oculta con misericordiosa ternura: así como no oímos crecer la hierba, tampoco nos vemos envejecer. El instante parece detenerse en el peculiar medio fotográfico; no obstante, el ejercicio tiene que ser la evidencia más objetiva y palpable del paso del tiempo: en el momento en que se cierran las laminillas del obturador, la modelo ha dejado de ser la persona que quedó retratada en la imagen. Así, día con día, la mujer fotografiada es un día más vieja que su última foto. La vejez no se va instalando en forma paulatina, con la tersura de un atardecer tropical y veraniego. No se va una volviendo vieja dulce y suavemente, instante tras instante a lo largo de los años, con tiempo para hacerse a la idea o ir tomando provisiones. No. La vejez llega de un día para otro, como un pariente incómodo que se presenta sin previo aviso y acampa en medio de la sala sin preguntar. No ocurre tal cosa como que una se dé cuenta minuto a minuto, semana a semana, mes con mes, de los pequeños cambios, del deterioro gradual que se refleja en la insensible profundización de las arrugas, en la multiplicación de las canas, en la paulatina pérdida del entusiasmo. Sino todo lo contrario: un día, el viejazo te golpea como con un bat. Puede ser porque viste tu semblante en el retrovisor, tu reflejo en una vidriera o una fotografía; puede ser a causa de cualquiera de las miles de imágenes que nos pueblan en cámaras, teléfonos y computadoras. La imagen, vista al azar, acusa una extraña familiaridad que nos llama la atención y nos hace exclamar: pero ¿quién es esa mujer tan acabada? Y sólo después de un momento de indecisión nos damos

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cuenta de que esa imagen nos pertenece: soy yo. Una mujer que representa exactamente la edad que tiene. Ni un día menos. La revisión cotidiana en el espejo es cómplice de nuestra complacencia. Nos dice lo que queremos oír: espejito, espejito, ¿quién es la más bonita? No nos deja ver lo que está ocurriendo con descarada impunidad en nuestra apariencia. Creemos que un poco de maquillaje aquí, un poco de tinte acá, un color en la blusa, un pliegue en la falda, seguirán haciendo la magia. Y por eso la imagen nos golpea como un mazazo, porque nos seguimos sintiendo de dieciocho cuando estamos a punto de cumplir sesenta años.1 Ese extrañamiento respecto de nuestro propio rostro —el que lleva a Streep a gritar de horror— no nos es ajeno al común de los mortales. A mí me pegó un día mientras me miraba en el espejo. Soy miope como topo. Por lo tanto, esto de ver siempre ha sido un tema para mí. Desde los nueve años, los anteojos son mi única posibilidad de llevar una vida razonablemente funcional. Los días más difíciles que puedo recordar de mi existencia han estado marcados por la infame mancha de la pérdida o la rotura de mis lentes; sin ellos no puedo hacer nada. Desde que tengo algún control sobre el asunto, procuro guardar en el lugar más seguro de mi casa unos de repuesto para no sufrir el horror de no ver. Sin lentes estoy prácticamente lisiada. Mi par de gafas de culo de vaso es lo primero que me pongo al despertar y lo último que me quito cuando ya estoy metida en la cama. Sin embargo, ver a través de mis lentes nunca ha significado ver bien. Veo bastante mal —como "fuera de foco"— y estoy acostumbrada. En el cine, me acomodo, cuando muy atrás, en la tercera fila. En la vida real, procuro moverme siempre por los mismos lugares y, no lo niego, padezco la incertidumbre de si la micro que viene allá por la esquina es la que me llevará a mi destino. Pero se puede vivir en esta ciudad sin saber qué dice el letrero donde va el nombre de esta calle o aquella avenida, entre otras cosas, porque ese letrero suele faltar en las zonas donde más se necesita. Quizás esa cortedad de vista sea una de las mejores explicaciones de mi vida profesional: la miopía es incluso cómoda cuando una trabaja leyendo. Y luego, desde que se me declaró francamente la presbicia, traigo puestos los lentes para ver de cerca durante la mayor parte del día; es sólo cuando tengo que abandonar el seguro reducto del escritorio y aventurarme por el mundo exterior cuando me pongo los de ver de lejos. Para acabarla de amolar, durante varios años —como de 2000 a 2010— sostuve la misma graduación en mis anteojos (ya entonces con más de diez dioptrías en cada lado), con la extrañísima idea de que mi falta de visión era un asunto irremediable y simplemente yo no podía ver bien de lejos (porque de cerca veo de manera aceptable, aunque siempre a través de la cristalina magia de mis lentes). Hace poco fui a mi consulta más o menos anual con el oftalmólogo y me hizo un examen de agudeza visual; resultó que había una diferencia muy severa entre aquella graduación y la que requieren mis ojos. Con la nueva prescripción, me mandé a hacer lentes nuevos. De modo que de pronto veía a través de la graduación más precisa que haya yo tenido en alrededor de una década. Mi vida mejoró en ciertos aspectos y empeoró en otros: ahora ya sé que la micro en que voy subida es precisamente la que va para mi casa; pero no puedo leer ni siquiera el menú en el restaurante sin hacer un aparatoso cambio de lentes. Y, sobre todo, no estaba preparada para el susto que me llevé una mañana durante el rato que transcurro frente al espejo, mientras me peino o me cepillo los dientes. El grito y el espanto se me hicieron presentes el día que me encontré frente a frente con mi imagen en el espejo, después de casi una década, cuando me miré con la nueva graduación. Ese fue el mazazo. El batazo. Porque con mis otros lentes yo me reconocía cada mañana y me encontraba muy bien, fresca y

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Es muy probable que esta figuración esté anclada en el reemplazo hormonal.


Una buena encarnación lozana como una muchacha. No me había dado cuenta de cuánto se me nota que soy una señora de más de 55 años (57, para ser exactas, desde junio pasado). Desde luego, el efecto de visión clarísima pasó muy pronto. Hace semanas que no veo eso. Es decir, a pesar de que me sigo mirando más o menos detenidamente y cada vez con mayor curiosidad, no he vuelto a gritar de asombro porque, aparentemente, ya me acostumbré a mi cara de cincuentona. La complacencia cómplice de nuevo. Y me encuentro francamente encantadora. Esta flagrante manifestación de la vejez no solamente sucede cuando nos vemos a nosotras mismas; más bien dicho, nos ocurre mucho más a menudo con los demás. Ocurre cuando dejamos de ver a alguien durante demasiado tiempo. La imagen que conservamos de esa persona se mantiene de la misma edad, como una foto. Pero la persona cambia en relación directamente proporcional con el transcurso del tiempo. Es lo que nos hace exclamar: ¿qué te pasó?, ¿te picaron las abejas africanas? Lo cual puede sonar poco cortés, pero es muy explícito respecto de la sorpresa que nos abruma ante esa apariencia indudablemente conocida, pero tan diferente de la que permanecía en nuestra memoria. Y ocurre también con la gente demasiado cercana, a la que vemos tan a menudo que la dejamos de ver: nuestras amigas, nuestra familia. Hasta que un día noto con sorpresa inenarrable que mi hermanita, la nena, dejó de ser una niña hace muchos años. El malestar en la denominación Hace tiempo me pregunto cuándo y cómo fue que "viejo/a", "vejez", "anciano/a", "senectud" o "decrepitud" se volvieron malas palabras. Pareciera como si el prestigio y el honor que les correspondieron en otras épocas —o quizá solamente en mi muy personal imaginario— se hubiesen convertido en oprobio e ignominia. Busco pistas en el diccionario de sinónimos y encuentro, para "viejo", entre otros (muchos), los siguientes adjetivos y sustantivos: vejestorio, carcamal, caduco, rancioso, senil, ruinoso, arruinado, derruido, anticuado, primitivo, estropeado, deteriorado, raído, acabado, achacoso, ajado, chocho, derrotado, marchito y fiambre. Desde luego, no todos se aplican sino de forma metafórica a esa persona a la que el diccionario de la lengua se refiere como "de mucha edad" o "que ya no es joven"; la voz "viejo" (y desde luego, su par en femenino) se utiliza indistintamente para denominar personas y cosas. Es quizás esa indistinción lo que la ha vuelto tan incómoda y necesitada de eufemismos. El "lenguaje políticamente correcto" —siempre infortunado e hipócrita— viene en nuestro auxilio con perlas tan notables como "persona de la tercera edad" o "adulto en plenitud". Inmediatamente empiezan a sonar las alarmas: "¡cuidado, cuidado, estás pisando terreno peligroso!" ¿Cómo me atrevo a poner en la misma página, en tan promiscua contigüidad, a la gente "de mucha edad" o "que ya no es joven", con epítetos tales como caduco, arruinado, anticuado, deteriorado, raído o derrotado? Valgan esas características para las cosas —en este mundo de cosas que se vuelven viejas en muy poco tiempo y entonces las tiramos a la basura porque ya no sirven para nada—, pero no para las personas. La idea de una "adultez en plenitud" quiere subrayar que la gente no caduca, nunca es anticuada y, por cierto, no asume ninguna derrota por el sólo hecho de seguir cumpliendo años después de la séptima década. De manera paradójica, dirigirnos a las personas que ya no son jóvenes como "adultos en plenitud" —en lugar de decirles simplemente viejos/as o ancianos/as, o usar los diminutivos que el habla popular de Chilangolandia todavía despliega con soltura por estos rumbos— no les devuelve su dignidad, sino al contrario: es una manera de subrayar precisamente que la única edad valiosa es la juventud. El lenguaje políticamente correcto que destierra la terminología de la vejez lo único que consigue es barrerla debajo de la alfombra. Entre los lugares más comunes y más visitados por esta ocultación está la idea de que la vejez es sólo un estado de ánimo. De alguna manera queremos convencernos de que se puede seguir siendo joven —y estar en plenitud— durante toda la vida. Ahí es donde viejo/a y vejez se vuelven malas palabras. Insultos. Pensamientos inadecuados. Y, desde luego, vehículos de la discriminación.

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Porque la discriminación siempre está basada en alguna clase de certeza física, en la comprobación de una diferencia corporal palpable. Y aquí —con los viejos, como ocurre con las demás formas de la discriminación— se acoge en la afirmación de un postulado de superioridad: inclusive las personas adultas mayores reconocen que ser joven es mejor que ser viejo. Sin embargo, ese juicio de valor se parece demasiado a otros decires no por verdaderos menos mentirosos; por ejemplo, que ser rico es mejor —o más fácil, o más proclive a la felicidad— que ser pobre, güera que prieta,2 nacional que extranjero, sano que enfermo, hombre que mujer; decires que, de alguna manera, se complementan bastante con la idea de que no es mejor la circunstancia, sino la persona a quien esta beneficia —como si alguien se mereciera ser rico, güero, hombre… o joven— y de pronto uno viene y dice que los ricos —los nobles, la aristocracia que ya desde los griegos significaba "el gobierno de los mejores"— son más buenos que los pobres con la misma desfachatez que se dice que los jóvenes son mejores que los viejos. No obstante, tal afirmación tiene un sustrato material: conforme vamos dejando atrás la juventud, cada vez se hace más notable la pérdida de una ventaja física que antes nos estaba garantizada. Quizá por esa certeza yo había venido a creer —junto con buena parte de mi generación—, en algún momento de desorientación total, que la vejez era una forma de vida defectuosa. A la que le falta algo. Pero nada más pensar un poco y te das cuenta de que es exactamente igual de intensa, fundamental y completa que todas las demás circunstancias de la vida. Ninguna determinante de forma definitiva. (La única [de] terminante es la muerte, y quizá no deba considerársele en ninguna medida como una circunstancia entre todas las demás.) Uno de los aspectos más impactantes de la vejez es la disminución de la autonomía. Quizá también por eso es tan aterradora: nuestros más vivos temores tienen un fundamento mucho más que imaginario. Se trata de la edad del despojo. Todo en la vejez implica pérdida: se pierden destrezas, afectos, posibilidades. Se pierde el oído y la vista, es decir, los sentidos que funcionan a distancia. Se pierde movilidad. Se pierde el control hasta del esfínter. Se pierde, de manera casi irremediable, solvencia económica. Hace falta ser muy rico para que la jubilación no afecte severamente el poder adquisitivo de las personas. En unos pocos años, los ahorros —de los pocos privilegiados que pudieron guardar y tuvieron previsión y disciplina para pensar en el futuro— se evaporan, las rentas se convierten en una gestión inmanejable y las pensiones se adelgazan. De pronto, gente que lleva décadas de autosuficiencia monetaria se vuelve dependiente. Dejar de trabajar no sólo significa dejar de recibir un salario y las prestaciones asociadas, sino también retirarse del mundo público para recluirse más o menos en el espacio doméstico. La materialidad se encarga cada día de demostrar, a su manera, con sus reglas, que hay diferencias. Diferencias biológicas —como las que distinguen a los machos de las hembras— perceptibles a primera vista, de manera muy clara, entre gente joven y gente anciana. Pero la analogía es fatalmente imperfecta, porque resulta mucho más difícil —aunque no imposible en estas épocas— transmigrar de un cuerpo de hombre a uno de mujer, y viceversa, que transcurrir de la juventud a la vejez.3 De ahí la común experiencia: la gente adulta mayor sabe lo que significa haber sido joven de una manera que las personas pobres o prietas suelen no compartir con la experiencia contraria. Aquí es donde el lenguaje políticamente correcto se manifiesta como el síntoma de un malestar. Sin su concurso tal vez seguiríamos sin darnos cuenta del escándalo que significa el anuncio en un periódico

Permítaseme la incorrección política en aras de la discusión; comparto con Marisa Belausteguigoitia el afán por visibilizar nuestro racismo/ clasismo/sexismo con artimañas lingüísticas que pueden parecer ultrajes. Para documentar estas ideas véase Belausteguigoitia (2009). 3 Este ejemplo es fallido: un/a transexual no dirá "cuando yo era mujer" o "cuando era hombre" de la misma manera en que alguien dice "cuando yo era joven", porque en la transexualidad suele existir la certeza de haber sido desde siempre lo que se reclama en la transformación quirúrgica u hormonal; no se transcurre de un sexo al otro, simplemente se corrige un cuerpo que estaba equivocado. 2


Una buena encarnación donde se ofrece trabajo sólo a menores de 35 años (de la misma manera que es un escándalo restringir las oportunidades de trabajo a los varones o a las personas "con excelente presentación"). Ciertamente, este esfuerzo por reintegrar con pleno derecho a quienes no son jóvenes en la actividad productiva abrió las puertas de la escuela a toda una generación de mujeres que se dieron el lujo de terminar sus estudios o de echarse un posgrado en su cuarta o quinta o inclusive —como yo misma— en su sexta década. Y sin embargo, el malestar sigue ahí. Tal vez la manera de encarar el malestar en la denominación requiera de una reinterpretación de la experiencia: ¿qué significan frases tales como "quienes ya no son jóvenes"? No es sólo que estemos construyendo "la vejez" —y "la juventud"— en un sentido imaginario; no es que nada más la estemos "re-significando": la estamos produciendo materialmente como nunca antes había existido. No sólo hay una cantidad mucho más grande (en términos absolutos y relativos) de personas adultas mayores que en cualquier otra época, sino que además las edades a que llegan esas personas tienden a rebasar todas las expectativas promedio de los tiempos precedentes. En particular, en esta época, durante la cual la inveterada precariedad de la vida humana pareciera haber quedado atrás,4 un particular grupo de edad —el de 65 años y más— se convirtió en una masa de dimensiones tan considerables que no puede permanecer invisible. Aunque es peor todavía: el inmenso y creciente grupo de las "personas plenas" pretende seguir al frente de la función, anhelo que la gente de esa misma edad en otras épocas ya había dejado atrás pacífica y melancólicamente. El protagonismo —cuya expresión más flagrante es el actual narcisismo exhibicionista de los rockeros de los años sesenta y setenta— que ahora quiere experimentar una enorme masa de adultos/as mayores era excepcional hace dos o tres o cinco décadas: únicamente los genios, las estrellas inmarcesibles —es decir, las que no se marchitan— y los grandes poetas seguían en el candelero después de la vejez, mientras que el común de los vejestorios caducos carcamales se mantenía en una prudente sombra y abría paso a los jóvenes. Quizá convenga relacionar el problema con un fenómeno cuyo origen tiene que ver con el auge demográfico posterior a la Segunda Guerra Mundial, el famoso baby boom que marcó una época de prosperidad sin precedentes, sobre todo en los países industrializados del Occidente capitalista encabezado por Estados Unidos. Las personas ahora "en plenitud" pertenecen a la cultura del rock and roll, uno de cuyos lemas fundamentales, allá por la década de los sesenta, conminaba a toda una generación de adolescentes a no confiar en nadie mayor de treinta años. Sólo había una manera en que esa desconfianza podía ser sostenida: morir joven. Aunque, en cierto sentido, tan radical solución viene a ser tan contradictoria como la propia disyuntiva, porque tal vez lo que vuelve tan aterradora la vejez es precisamente su alianza con la muerte. No digo que la imaginería que abomina de la vejez haya comenzado entonces; por ejemplo, existe una copiosa producción iconográfica donde se relaciona la edad provecta con la repugnancia que desde tiempo inmemorial nos inspira la muerte. Si revisamos el espeluznante volumen de imágenes que colecciona Umberto Eco en su Historia de la fealdad (Lumen, 2007), tal vez no nos sorprenda demasiado que las representaciones del mal, la monstruosidad o la vileza tengan que ver tan a menudo con la muerte y con la decrepitud, el mejor reconocido de sus emisarios.

Para no discutir sobre esa noción tan resbalosa —"superación de la precariedad de la vida humana"—, me remitiré a la comparación entre indicadores estadísticos y demográficos; como la esperanza de vida media al nacer, que en México, en 1930, era de 34 años (1950=47, 1970=61, 1990=71) y de 2000 a la fecha, de 75. O el crecimiento de la población mundial, la cual en 1750 era de 700 millones; a inicios del siglo xix, de mil millones; en 1950, de dos millares y medio de millones; para 1975 ya era de más de cuatro mil millones, y en el momento actual se acerca con rapidez a los siete mil millones de personas; véase inegi (2001; 2009) y Population Reference Bureau (2009; s.f.). 4

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Desde luego, el único requisito de la muerte es la vida; pero los tres Jinetes del Apocalipsis que acompañan al tenebroso personaje —la guerra, el hambre y la peste— suelen ser leídos como circunstancias contingentes, como catástrofes del azar que interrumpen el flujo "natural" de la existencia. En cambio, la vejez simboliza la antesala de la muerte; su mera vecindad con el final de la vida la convierte —como a toda frontera— en un lugar peligroso. En las décadas de los setenta y ochenta —marcadas para la cultura rockanrolera por los movimientos pacifistas, sobre todo en contra de la guerra de Vietnam, por terribles hambrunas representadas en la tragedia de Bangladesh y, más adelante, por la epidemia del sida—, la solución material al duro dilema entre la vejez y la muerte sólo la asumieron ciertos/as héroes/heroínas de la juventud que decidieron irse pronto —por la "puerta falsa", en la flor de la edad, con más o menos ruido— o nada más se dejaron llevar por la corriente, mientras que la inmensa mayoría optó por seguir viviendo en la extrañísima ilusión de que se podía transcurrir por el tiempo sin envejecer (como si se pudiera llegar a los treinta años sin cumplirlos). Las condiciones de posibilidad de semejante pretensión están apuntaladas en una industria que abarca indumentaria, dieta, acondicionamiento físico, cosmética, endocrinología, odontología, medicina y cirugía plástica, por lo menos. Una industria nacida en los países ricos, pero que se extiende y penetra en los sectores privilegiados —y no tanto— de los países pobres. Sólo un inmenso esfuerzo disciplinario combinado con un ininterrumpido bombardeo mediático podía perpetuar los estilos de vida de una estirpe que se había propuesto burlar al destino desterrando para siempre a los Cuatro Jinetes: una vez superada la escasez crónica que había azotado a la humanidad desde el principio de los tiempos, una vez evadida —en Estados Unidos— la obligación del servicio militar, una vez encontrado el remedio de las peores enfermedades, a nuestros envoltorios carnales no los alcanzaría la decadencia. Con las nuevas tecnologías del cuerpo impediríamos la senilidad. Y ciertamente —como un ideal que la ciencia prometió a nuestros tiempos con irresponsabilidad proverbial—, nuestra generación sería la primera capaz no sólo de postergar indefinidamente la muerte, sino de erradicarla, como se había erradicado la polio o la viruela. Julieta cumple setenta años Es así como la generación que condenó al más absoluto e irracional de los descréditos al grupo de los mayores de treinta años comienza en el nuevo milenio a duplicar la edad límite. Y el calendario sigue corriendo, cada día a mayor velocidad. Hacía falta reconstruir el perfil de la edad provecta para vivirla "en plenitud". De modo que el paso del tiempo y los cambios físicos que impone a nuestros cuerpos adquirieran una nueva y completamente inédita significación. Tener cincuenta años en el momento actual es bien diferente que hace cincuenta años. Ciertamente, una importante fracción del grupo de las personas "en plenitud" sigue consumiendo, y esto da lugar a fenómenos tan novedosos como el de que algunas películas se entreguen a la misión de recuperar el romance para la gente mayor. Elsa & Fred, de Marcos Carnevale (España/Argentina, 2005) debe ser el ejemplo más patético, pero no es el único: la comedia romántica incluye ahora, entre su repertorio de personajes elegibles para los sentimientos más cursis y los rituales de emparejamiento más improbables —incluidos el enamoramiento súbito, la pasión desenfrenada, el noviazgo bucólico y la boda de blanco—, a todos los grupos de edad. El grupo de las "mujeres maduras" es uno de sus blancos más importantes. Así lo ha comprendido, entre otras, la realizadora Nancy Meyers, quien escribió y dirigió el éxito de taquilla Alguien tiene que ceder (Something’s Gotta Give, 2003), con Jack Nicholson, Diane Keaton y Keanu Reeves. En el momento de la filmación, Nicholson tiene 65 años; Keaton, 56, y Reeves, 38. Aunque los romances que Keaton establece con el galán "en plenitud" y con el galán efectivamente joven son más o menos creíbles (todo depende del humor del que una se haya levantado), la historia marca un contraste realmente notable con la actitud que el cine de consumo masivo desplegó respecto de las mujeres "mayores" entre 1950 y 1990.


Una buena encarnación Quizás el ejemplo más célebre de aquel tratamiento narrativo se dé en El graduado (The Graduate, Mike Nichols, 1967), donde la señora Robinson —caracterizada por la bellísima Anne Bancroft a la edad de 35 años— resulta demasiado vieja para un Dustin Hoffman de 29 —aunque personifica a un muchacho de 21—; de modo que el chico reconsidera —no sólo la edad, es cierto, sino tal vez de manera bastante aguda también el adulterio— y decide romper con la amante "madura" para luego fugarse con su hija Elaine —estelarizada por Katharine Ross, que en ese momento tenía 26 años— en el mero día de su boda. Hagan cuentas por favor: la diferencia entre Hoffman y Bancroft es de seis años —en la vida real—, mientras que la señora Robinson (cuya edad no encuentro en ninguna de las sinopsis a la mano), si acaso tiene la edad de la actriz que la representa, habría parido a Ross a los nueve años (coo, coo, ca-choo). La magia del cine permite estirar y encoger las edades con bastante elasticidad; no obstante, el manejo del relato en El graduado subraya el tabú que representaba el sexo entre personas de diferente generación, sobre todo cuando la persona "mayor" era una mujer. El disgusto que generaba la sexualidad de las "maduras" tal vez era sólo expresión de una actitud mucho más generalizada en Occidente sobre la sexualidad femenina —y sobre la sexualidad en sí misma— que tenía una ansiosa necesidad de manifestarse en ese momento en argumentos cinematográficos donde se habló sobre la "voracidad sexual" de "la mujer en el ocaso de su vida" —es decir, ¡cuando estaba a punto de cumplir 40 años!—, dispuesta a arrastrarse por la peor de las denigraciones con tal de disfrutar de su "última oportunidad".5 El contraste es notable: en el siglo xxi todo parece indicar que aprobaremos complacientes a una señora de 56 años (Keaton) que sucede a su hija en el amorío con un señor de 65 (Nicholson) y luego se deja seducir por un admirador suyo (Reeves), ¡que tiene 18 años menos que ella! Desde luego, el desenlace reinstaura el orden en este caos cuando al final Keaton elige al "adulto en plenitud" —que la ha tratado, por cierto, con la punta del pie— en lugar de quedarse, como habría hecho cualquier mujer sensata, con el bomboncito enamorado e incondicional. Están ocurriendo cambios interesantes: en la cinematografía popular, la edad de la "dama joven" —es decir, el personaje principal de la comedia romántica— se ha extendido hasta un límite que ya no está signado ni siquiera por el climaterio. No obstante, ciertos amores siguen estando proscritos. Quizás una de las barreras más protegidas sea la que mantiene una prudente distancia entre hombres muy jóvenes y mujeres muy mayores. Esa barrera la rompió hace cuarenta años una película extraordinaria, Harold and Maude (Hal Ashby, 1971), con el enamoramiento —romántico, erótico e intelectual— de un apenas postpúber y una mujer de 79 años. De todas formas, aunque Harold and Maude se ha convertido en una obra de culto, la tendencia predominante insiste en que la diferencia de edad no debe ser demasiado pronunciada. De esta forma, el siguiente experimento de Nancy Meyers con "la mujer madura" será Enamorándome de mi ex (It’s Complicated, 2009), donde Meryl Streep personifica, a los sesenta años de edad, a una casi-recién-divorciada que mantiene un casual pero vengativo affair con Alec Baldwin, su ex marido. Ya que estamos en esto de las edades, conviene indicar que Baldwin tiene 51 años, mientras que Steve Martin —quien estelariza al galán que, al final del cuento, le ofrece a Streep una "relación seria"— tiene 64 años. Aparentemente, se da por descontado que los ex cónyuges tienen más o menos la misma edad o se acepta como algo natural que una mujer se case con alguien bastante —caray, casi una década— menor que ella. Seguramente, las representaciones de la "mujer madura" cambian conforme se abandona, en las prácticas sociales, la estrecha identidad entre sexualidad y reproducción todavía vigente en la primera mitad

Vale la pena señalar que aquí la generación no está determinada por la edad, sino por la posición en el conglomerado familiar-social, es decir, el personaje de Hoffman pertenece al grupo de los hijos/as, mientras que el de Bancroft está entre los progenitores; sin embargo, la lectura más inmediata implica la de una confrontación entre una mujer vieja y un hombre joven. 5

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas del siglo pasado. Por una parte, la radical modificación de las costumbres a que condujo el uso masivo de anticonceptivos —el cual originó, en las décadas de los setenta y los ochenta, la denominada "revolución sexual"— alteró por completo la valoración de las prácticas sexuales. Por la otra, la prolongación de la esperanza de vida media tiene como resultado que la sentencia "hasta que la muerte los separe", pronunciada aún en cantidad de ceremonias nupciales, se haya vuelto una condena excesiva.6 Tal vez la mera posibilidad de vivir durante más de medio siglo con la misma persona esté perdiendo su aura ideal, sobre todo en una época en que un importante sector de mujeres ha logrado la emancipación económica y tiene entre sus prácticas comunes algo que se parece mucho a la autonomía. Lo que el romance de la edad madura refleja es la aceptación social de que las mujeres tengan más de una —y en muchas ocasiones, muchas más de una— pareja sexual a lo largo de su vida, así como un ejercicio puramente recreativo de la sexualidad. Ciertamente, para Meyers, la edad que viene después de la menopausia es un remanso de tranquilidad donde ya no hay que preocuparse de ningún método anticonceptivo. En busca del sesentón perdido

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No sé dónde exactamente, pero existe en algún lugar de nuestro imaginario el mito inefable de que los varones envejecen mejor que las mujeres.7 Se lo he oído decir incluso a mis amigas feministas con irrebatible convicción. La opinión sostendría que a los hombres les va bien la madurez, mientras que a las mujeres nos atropella con inclemencia atroz. Armada, pues, del mito y de mi natural instinto etnográfico, me he dedicado durante los últimos diez años a observar ese fenómeno in situ, es decir, en el escenario de mi experiencia subjetiva. Mi conclusión es, por supuesto, discutible y contenciosa. Desde luego, tengo la intuición de que los hombres y las mujeres envejecemos de manera diferente; pero para entender esto sólo se necesita hacer una extrapolación de lo que ocurre en las otras etapas de la vida. Si las mujeres y los hombres vivimos de manera diferente, no tiene remedio: envejecemos diferente; pero todavía no estoy segura de que se puedan establecer líneas generales sobre dos —y únicamente dos— formas de envejecer, una de las cuales es mejor que la otra. Pongamos que la historia de la madurez plateada del xy es un mito y, como todos los mitos, funciona al margen de la materialidad concreta.8 Es decir, no es precisamente una mentira, sino una manera más bien torcida de decir cierta verdad. No voy a tratar de descifrar aquí esa verdad, porque no estoy de humor para cantarle sus netas al patriarcado. Trataré, en cambio, de reportar los resultados de mi investigación.

6 En A History of the Wife (2002), Marilyn Yalom afirma que: "En la Europa medieval, donde el matrimonio era la norma para casi todos las personas adultas, esposas y maridos estaban generalmente unidos hasta la muerte de uno de los cónyuges. Desde luego, la vida matrimonial entonces, dada la diferencia entre las edades de esposo y esposa [un promedio de quince años] y una menor longevidad para ambos sexos (la esperanza de vida media era alrededor de treinta años), usualmente significó que los esposos raramente estaban juntos por más de diez o quince años" (la traducción es mía). En cambio, ahora, si una pareja se casó entre los veinte y los treinta años tiene una alta probabilidad de celebrar sus bodas de oro. 7 Esto, en última instancia, no es nada raro, dado que todo lo que hacen los hombres, en el imaginario se convierte en algo valioso, mientras que si lo hacen las mujeres tiene muy poco valor, y esto ocurre inclusive con las actividades convencionalmente "femeninas": cuando un hombre se dedica a cocinar, lo que desarrolla es la gastronomía. Una reflexión muy aguda sobre el asunto la lleva a cabo Estela Serret, sobre todo en El género y lo simbólico / La constitución imaginaria de la identidad femenina (2001). Entonces ¿por qué habría de sorprendernos que también "envejezcan mejor" que las mujeres? 8 El mito despliega ambivalentemente las reglas y valores que organizan la cultura y es un modo de presentar sus contradicciones; por medio de mitos, las comunidades exponen puntos de vista, discuten y llegan a acuerdos. Los mecanismos míticos no son solamente ideológicos, sino también utópicos. Buscan y exploran soluciones (inclusive imposibles) a los problemas humanos. Sus reglas son las del deseo y, por lo tanto, sus escenarios son ilimitados.


Una buena encarnación Inicio —por razones metodológicas— con el sector más damnificado: las personas mayores de 75 años (o sea, la esperanza de vida media al nacer en el momento actual). Mi materia de observación parece estar en todas partes: en donde trabajo, donde vivo, en el transporte público, la calle, el deportivo, las tiendas, los centros vacacionales. Para que los hallazgos tengan sentido, hay que buscar entre la gente común y corriente, porque si mi sujeto de estudio va a ser Sean Connery o Clint Eastwood, estoy en el hoyo, sobre todo si se siguen negando a contestar mis cartas de amor. Preguntas de investigación: ¿serán estos sujetos capaces de moverme la hormona? ¿Me gustaría sostener con ellos aunque sólo fuera un intercambio deportivo y amistoso? ¿Lograría enamorarme de alguno? ¿Me interesan como amigos? ¿Estaría ansiosa por establecer algún tipo de relación, aunque sólo fuera para asegurarme compañía en la matinée del domingo en Altavista? ¿Habrá por ahí algún espécimen siquiera presentable? Escandalizada yo misma de la frivolidad de mis preguntas, me planteé casi de inmediato objetivos menos ambiciosos, en particular porque después de varias semanas de pesquisa no lograba encontrar todavía un solo sujeto que cumpliera ni de lejos con las condiciones de la definición. La edad de corte —me dije— es muy alta. No hay una adecuación convincente entre el sujeto de la investigación y el sujeto investigado (la diferencia de edad en aquellos entonces era como de treinta años). El atractivo no tiene que ser necesariamente sexual. Podría guiarme por otros indicadores del encanto y el glamour, la gracia y la seducción, es decir, eso que —según el mito de marras— pierden las mujeres, pero los varones conservan o hasta incrementan con el paso del tiempo. Uno de mis puntos más frecuentes para la observación es el taxi. El taxi tiene una característica muy importante: en la ventanilla del pasajero viene pegado un tarjetón con una fotografía enorme a color y, un poco más abajo, generalmente en el anverso que da hacia el exterior, el registro federal de causantes del chofer. El taxi tiene entonces dos ventajas metodológicas: lo manejan mayoritaria y abrumadoramente varones, y aporta sin ninguna dificultad el dato relevante: la edad del sujeto estudiado. La primera conclusión es obvia: envejecer, como todo en la vida, no ocurre por fuera de las condiciones de esa vida. No es lo mismo envejecer en la riqueza, disfrutando de un acceso irrestricto a todas las tecnologías del cuerpo que mantienen la vejez a raya, que consumirse en la carencia crónica de satisfactores, en ocupaciones desgastantes o embrutecedoras, en ambientes adversos y desdichados. También hay que contar, por supuesto, los atributos personales, que se reparten de maneras tan variadas y con tan poca equidad. Todo eso, más el factor suerte, determina la gracia o el infortunio con que cada quien va transcurriendo por la tercera o la cuarta o la quinta edad. Abordo, pues, el taxi, y observo con atención la fotografía a mi derecha. Hay un efecto de la ley de gravitación universal que produce lo que denominaré aquí la "cara de pera". Consiste en un ensanchamiento del rostro a partir de las mejillas y hacia abajo, de modo que el cuello queda oculto por una profusión de carne. O sea, en virtud de la gravedad se cae todo, inclusive la piel de la cara y lo que hay dentro. De modo que cada día nos parecemos más a esos perros de caricatura que tienen los cachetes colgantes. Quién sabe por qué la foto de identificación de mis taxistas resalta esa característica de manera encarnizada en casi todos mis sujetos de investigación. Hay otros rasgos que indican la edad, pero este es el más conspicuo en las fotos: cara de pera, pienso, y consulto el rfc. Para mi creciente horror, muchos choferes con cara de pera reportan fechas de nacimiento posteriores a 1953, o sea, son menores que yo. Y tal vez esto sea lo que da al traste con el proyecto. De todas formas, decir que los hombres envejecen mejor que las mujeres es dar crédito a una generalidad sin sentido, particularmente en este siglo, porque el propio mito proveyó razones muy poderosas a muchas mujeres para oponerse de manera activa a los estragos del tiempo, a diferencia de lo que ocurre con muchos varones, que quizá se confiaron del mito y se dejaron arrollar por la edad. Y para cada caso habrá un contraejemplo, como ocurre siempre con las generalidades en el mundo de lo humano.

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Desde luego, conozco hombres que han envejecido de manera deliciosa, señores a los que les sienta bien la edad y cuyo atractivo se incrementa con el paso de los años; pero la enorme mayoría de la gente —hombres y mujeres por igual— sufrimos el proceso a duras penas y vamos quedando, como los toros de lidia, pa’l arrastre. Tal vez el peor problema de este mito de género sea el postulado de una "manera de envejecer" virtuosa —y recuérdese que "virtud" tiene la misma raíz que "viril"— con una carga tan importante de implicaciones morales. La vida misma enseña que se envejece como a cada quien le toca; es un asunto determinado en mucha mayor medida por el azar que por la virtud.9 Por lo que respecta a mi experiencia personal, mi punto de vista está sesgado por mi contacto con una enorme cantidad de mujeres, de tal vez no muy diferentes extracciones, las cuales me permiten presenciar formas de envejecer en femenino que no le piden nada a las míticas expresiones de la madurez masculina. En particular, me tocó atestiguar la llegada al medio siglo de una generación de líderes que a esa edad estaba comenzando a cosechar los frutos de toda una vida de trabajo y dedicación. Habría que entender con más precisión por qué estas mujeres llegaron a la cúspide de su carrera a los cincuenta años. Lo cierto es que hoy tienen tal capacidad de acción, reconocimiento social, influencia, prestigio y poder, que ciertamente me cuesta mucho trabajo asociarlas con los manidos estereotipos de la vejez femenina. ¿Significa que no envejecieron? ¿Significa que están envejeciendo "mejor" que el resto de la gente? Además, estoy cerca de un grupo de mujeres extraordinariamente longevas —entre ellas mi madre— en mi propia familia. He visto envejecer a algunos hombres, pero sobre todo, he visto envejecer mujeres. Debe tener que ver con el hecho demográfico fatal de que la esperanza de vida media al nacer es diferente entre los sexos.10 Ocurre que en mi familia, la generación que me precede conserva un solo representante de la especie xy. De los diez vástagos de mi abuela materna —que nacieron entre 1916 y 1933—, sólo quedan las siete mujeres; los tres varones murieron no precisamente jóvenes, pero sí todos. De las seis hermanas que se casaron, cinco son viudas. De las tres cuñadas quedan otras dos viudas. Es decir, de 19 personas (diez mujeres y nueve hombres, o sea, nueve matrimonios y una soltera) que constituyen mi muestra familiar quedan vivas diez (siete hermanas + dos cuñadas + mi papá), nueve de las cuales son mujeres. Tienen entre 77 y 91 años. Ciertamente, la escasez de personal masculino impide hacer comparaciones internas, pero sí se puede establecer alguna clase de apreciación respecto de cómo envejecieron las mujeres. Dos años de viudez La abuela paterna de mi hija Mónica —ese retoño al que no tuve que concebir, gestar, parir ni criar, que llegó a mi vida cuando ella tenía 18 años ya y me nombró su segunda o tercera madre con la condición de que yo nunca adoptara otra hija— era hermana de Fernando Soto "Mantequilla", y cuenta su nieta que era inclusive más simpática que él. Cuando murió su marido, la abuela Marina solía decir con indudable autoridad: "una mujer decente debería tener derecho por lo menos a dos años de viudez". Y no es que renegara de su esposo o de su matrimonio de casi cinco décadas; a menudo escenificaba un ritual amoroso que consistía en escuchar Te extraño de Armando Manzanero mientras se tomaba una

El doble estándar se manifiesta aquí de manera flagrante: cuando es una mujer la que se opone al envejecimiento, resulta particularmente sospechosa, de modo que las cirugías estéticas de las actrices siguen causando mucho más escozor que las técnicas corporales de los varones famosos, cualesquiera que estas sean. 10 Para la población del mundo en 2009, la esperanza de vida es de 67 y 71 años, respectivamente; para todo el continente americano, de 72 y 78; para México, de 73 y 78; o sea, la diferencia es de cuatro, seis o cinco años —siempre a favor de las mujeres— según dónde estemos paradas. Véase Population Reference Bureau (2009). 9


Una buena encarnación copa de tequila y dejaba escapar unas cuantas lágrimas. Pero reconocía con clarividencia que la viudez tiene ventajas. Para muchas mujeres de esa generación —sobre todo después de matrimonios muy largos a los que habían llegado directamente de su casa paterna— era la primera experiencia de una verdadera autonomía. En 1965, René Allio exploró el tema en La vieja dama indigna (La vieille dame indigne). Cuando vi la película no entendía aún —porque en aquel entonces, caray, yo era demasiado joven— que la indignación del hijo (la cual reflejaba quizá la del público en general) ante la desfachatez de una viuda entregada al disfrute bajo la influencia de una joven de mala reputación no provenía en realidad de un escrúpulo moral, de una exigencia de recato o del amor filial ultrajado ante un duelo que no había sido suficientemente llorado. El escrúpulo y la exigencia eran nada más una forma de tapar la verdadera motivación de la censura: la viuda se estaba gastando la herencia en frivolidades. En vez de llevar una vida austera y discreta, derrochaba a manos llenas el de por sí escaso patrimonio familiar en viajes y lujos que no necesitaba; porque en el esquema tradicional, una mujer —y sobre todo, una esposa, una madre— no debería necesitar nada para sí misma. Los bienes la atravesarían para ser transmitidos de generación en generación. En última instancia, ella vendría siendo a su vez un bien más o menos mueble. En fin, la vieja dama indigna no entendía eso. Y malaconsejada por su amiguita, peor. En esta fábula se resquebraja la visión tradicional en dos frentes; por un lado, para la vieja dama indigna, la muerte del marido no era una tragedia, sino una liberación. Además, se sentía en pleno derecho de usufructuar de unos bienes que también le pertenecían, dado que llevaba mucho tiempo trabajando en el cuidado y el mantenimiento de su hogar. Pero esta mirada implica considerar a una mujer —la viuda— como un fin en sí mismo, cuando la mayoría de las culturas y de las épocas niegan esa consideración con asombrosa uniformidad. Por ejemplo, en Agua (Deepa Mehta, 2005) se devela una visión mucho más cruda de la viudez; basada en hechos históricos, la película cuenta cómo en India, todavía en la primera mitad del siglo xx, ciertas viudas pertenecientes a la tradición hindú eran recluidas en casas especiales. En el ashram de Varanasi, donde transcurre la trama, las condiciones de vida son particularmente críticas: en ciertos momentos, la casa no cuenta con otros recursos que los que aporta la explotación de una de las reclusas gracias a una pequeña red de prostitución. Las mujeres ahí encerradas no sólo tienen completamente restringida la posibilidad de movimiento —con mecanismos de identificación tales como la ropa y el corte del cabello—, sino que además viven en la pobreza (para contrarrestar el karma) durante el tiempo que les resta de vida después de la muerte de sus maridos. El problema se agrava cuando vemos que todavía en 1938 subsiste la tradición de casar niñas pequeñas con hombres de edad avanzada; pero aquella es harina de otro costal. Lo interesante es constatar la existencia de imaginarios donde las mujeres no tienen existencia como sujetos; donde son consideradas como objetos, bienes o propiedades. En la vejez, esta consideración es especialmente desventajosa. Por eso la frase "viuda pobre" resulta casi un pleonasmo. Mi experiencia más cercana de la viudez es de segunda mano, a través de las seis hermanas viudas de mi madre. Es probable que ellas coincidan muy poco con mis apreciaciones; quizá mi mirada se orienta demasiado hacia una interpretación sobre el sentido de la vida de las mujeres, mientras que la vivencia de sus propias biografías, desde dentro, es imposible de enmarcar en una teoría, por brillante que esta sea. Creo que los seis matrimonios fueron "buenos" en el mejor sentido de la palabra, aunque ninguno perfecto. Todos se enfrentaron a los problemas comunes de la vida y fueron saliendo a marchas forzadas de los atolladeros. Y cuando se terminaron todos a causa del determinante absoluto de la muerte, dieron lugar a una nueva etapa que las viudas abrazaron con bastante naturalidad. Es decir, de ninguna supe que tuviera ni la más mínima intención de volver a casarse. Tengo la impresión de que, con diferentes grados de dolor y diferentes expresiones de la tragedia, las seis han sobrevivido a los finados con entereza. Para las seis se han abierto oportunidades y todas ellas las han asumido, cada una en su estilo personal. Todas han sabido "seguir viviendo". Todas han vuelto a

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas conocer la alegría y la algarabía de la fiesta. Todas se han consolado más o menos en sus descendientes. Algunas ya son bisabuelas y una —la mayor— ya se graduó de tatarabuela. Para muchas, la viudez y la vejez llegaron más o menos al mismo tiempo. Siempre que las veo reunidas alrededor de una mesa en la celebración de algún bautizo, cumpleaños, boda, día de las madres o navidades, recuerdo el dictum de Marina Soto, la prestación social que debería elevarse a derecho constitucional, y creo que tenía razón: mis tías no son unas "viejas damas indignas", pero tampoco son viudas inconsolables y desamparadas. Aparentemente, disfrutan la posibilidad de tomar sus propias decisiones y algunas se la pasan realmente bien. Es decir, no hace falta suponer que el matrimonio de una viuda feliz hubiera tenido que ser especialmente inmundo para que ella disfrute su nuevo estado. En fin, el caso es que, de las siete hermanas, la única que no es soltera es mi mamá. Y, para como van las cosas, es bastante probable que no le toquen sus dos años de viudez. La de Fierro

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Tal vez todos los seres humanos creemos que nuestra madre es extraordinaria. O quizá sea sólo yo; no me pienso detener a averiguarlo en este momento. En marzo de este año, mi madre cumplió 89 años. Antes de ese momento, tenía yo muy pocas razones para reflexionar acerca de la vejez. Desde luego, los momentos son fracciones del tiempo muy elásticas; en el uso más común del término, un momento dura menos que un segundo, pero de pronto lo usamos para denominar un proceso mucho más lento y tardado. Creo que la mejor manera de explicar mi perspectiva sobre la vejez de mi madre pasa por la reflexión de ese momento en que dejó de ser una muchacha de más de ochenta años para convertirse en una anciana frágil. Desde luego, la historia tiene que remontarse un poco más atrás. La familia de origen de mi madre es una especie de clan, un grupo heterogéneo y cerrado donde no faltan las rencillas inmemoriales, pero que ha funcionado como el centro del mundo para cada uno de sus integrantes. Las siete hermanas que sobreviven a la debacle del tiempo siguen conformando una tribu muy estrechamente unida. Una de mis primas asegura que cuando se muera una, "las otras se van a ir yendo como las perlas de un collar cuando se rompe el hilo". Para resumir, digamos solamente que a mi mamá sus hermanas la apodan "La de Fierro". Además de la obvia ironía, hay una profunda admiración compartida; mi mamá es la segunda de las mujeres, y la primera se casó muy joven, de modo que mi madre quedó al frente de las demás y ejerció una autoridad que todavía no termina de disolverse. Una de mis tías —la que este año cumplirá 85 años— me dijo hace pocas semanas: "tu mamá era la persona más libre que yo haya conocido en mi vida… hasta que se casó". De las siete mi madre es, entonces, la de fierro. No creo que el apodo venga de muy lejos. Sospecho que empezaron a aplicárselo cuando les llegaron los achaques de la edad madura y se reunían a reseñar las dolencias y dolores que estaban haciendo presa de ellas. Mi madre, que tiene un asombroso umbral para el dolor, no se quejaba nunca de nada, nunca se enfermaba, nunca estaba cansada. Y lo más probable es que mirara a sus atribuladas hermanas con cierto desdén, sin preocuparse en disimularlo. Ella es dura, fuerte, resistente, fría, inflexible, inagotable. Como el fierro. De manera especial, siempre estuvo muy orgullosa de hacer todo rápido y bien. La más veloz y la más eficiente de las personas en los asuntos de la vida práctica. Se pasó la vida trabajando dentro y fuera de casa. No se retiró de su pequeñísimo negocio comercial sino hasta los ochenta años. Y cuando veo el desastre en que se va convirtiendo paulatinamente el pequeño departamento en que ahora viven, me doy cuenta de la enorme cantidad de trabajo doméstico que mi madre hacía hace apenas unos meses. Mi medida del momento en que mi madre "dio el viejazo" está pautada por nuestra ida al club. Desde hace unos diez años, me la llevo conmigo dos veces a la semana a nadar. Esto, desde luego, sentó un cambio sin precedentes en nuestras vidas: hasta entonces, era ella la que nos llevaba y se llevaba a sí misma a todos lados sin necesidad de ninguna ayuda (una de sus frases preferidas es la de que "yo no


Una buena encarnación necesito vejigas para nadar"). Pero hace como diez años, mi mamá dejó de manejar. Es imposible determinar la cantidad de autonomía que pierde una persona cuando se vuelve incapaz de utilizar un medio de movilidad tan portentoso. Dejar de manejar significó para mi madre que había que llevarla y traerla a donde fuera. Llevaba décadas decidiendo por sí misma —dentro del margen de libertad que le dejaba el hecho de estar casada… con mi papá— a dónde y a qué horas moverse. Ahora, dependía de que alguno/a de sus hijos/as la sacara (porque su marido dejó de manejar antes que ella). Al principio, íbamos al club a las siete de la mañana; yo me metía a nadar en la alberca y ella caminaba, pero un día se cayó y entonces le pedí que mejor nadara. Como yo tenía que llegar a la oficina a las nueve, la urgía a que estuviera lista a tiempo. Nadábamos media hora y en otra media hora había que bañarse, vestirse y arreglarse. No me vean así: ¿saben quién me imbuyó esos ritmos (junto con mis obsesivos hábitos de higiene)? Obviamente: La de Fierro. No sé en qué momento decidí que las siete de la mañana era demasiado temprano para nadar en una alberca al aire libre. En todo caso, tenía la coartada perfecta: no podía exponer a mi mamá al frío de la madrugada. Quizás uno o dos años seguimos yendo a las siete de la mañana durante el verano y en el invierno comenzamos a ir por la tarde. Y luego la tarde se volvió la norma: yo pasaba por mi mamá al salir del trabajo y me la llevaba al club. Al principio, en el momento en que traspasábamos la puerta del baño del club, cada una se organizaba por su lado. Nos encontrábamos a la salida, yo siempre con prisa: tengo mucho qué hacer, por favor apúrate. Para ella era tan importante como para mí hacer un poco de ejercicio, aunque a veces creo que lo más anhelado para mi mamá era salir de su casa y ocuparse un ratito nada más de sí misma. Entregarse al disfrute, darse tiempo en el arreglo personal, en fin, hay algo muy hedonista en bañarse. Pero además, le encanta el agua. En la alberca es como una niña: no se quiere salir. Cada una seguía su rutina sin que nadie se metiera en la intimidad de la otra. Yo no sabía cuánto apreciaba mi mamá su intimidad hasta que tuve que empezar a ayudarla a vestirse. Esa primera intrusión en su espacio no le gustó nada, y hoy sigue sin gustarle que alguien tenga que ayudarla, pero entonces se podía oponer con toda claridad y entonces yo me tuve que armar de paciencia, porque cada día se tardaba un poquito más. Y es que cada día le costaba más trabajo moverse. Movimientos elementales, como los necesarios para calzarse los calcetines o abrocharse la blusa, se iban convirtiendo en proezas. Conforme las esperas se fueron volviendo cada vez más largas, yo traté de tomarme la vida con calma. Durante años, me llevaba un libro y leía mientras salía mi mamá. Debo haberme echado la mitad de la bibliografía del doctorado en las banquitas. Era relajante. Yo leía y ella se tomaba todo el tiempo que necesitaba. No sé cuándo empecé sospechar que ya no estaba pudiendo sola. Tal vez hace sólo unos meses. No era nada más que se tardara demasiado en salir, sino que además empezó a tener una cantidad inusual de accidentes en casa, y empezamos a preocuparnos por esa pérdida del equilibrio que después de una interminable batería de estudios clínicos todavía no se sabe a qué se debe. De pronto me di cuenta de que mi madre requería ayuda en ese su espacio de intimidad tan celosamente guardado. Primero, ayuda para vestirse y, mucho más recientemente, inclusive ayuda para bañarse. Un alarmante foco rojo se encendió el día en que ya no pudo salir de la alberca por la escala vertical. Hasta entonces, se tardaba un poquito y era evidente que cada vez le costaba más trabajo trepar hasta el nivel del suelo. Esta vez, simplemente se quedó trabada a mitad del camino sin poderse incorporar. Nos tuvieron que ayudar varias personas para sacarla del atolladero. Junto con este deterioro de las habilidades físicas, mi madre se ha ido quedando sorda desde no sabemos hace cuánto, porque mientras pudo ocultarlo, lo ocultó. Es decir, hay un orgullo exacerbado en la capacidad de mi madre para autocontrolar su cuerpo. Una disciplina tenaz, cerrada. No en balde, mi madre es la única de las siete hermanas que nunca ha tenido problemas de obesidad: desde que nació su primer hijo —embarazo durante el cual subió creo que veinte kilos— aprendió técnicas para bajar de peso —y para hacer desaparecer la panza— que aplicó siempre, sin ninguna alharaca, ella solita por su cuenta.

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La sordera avanzó gradual y fatalmente hasta que era imposible ignorarla. Y luego comenzó la gran batalla para obligarla a usar aparatos auditivos. Les decimos "los oidores". Simplemente no quiere ponerse ninguna clase de prótesis. La misma historia se repite con el bastón, y ahora con la andadera. Por no hablar de los pañales. Sospecho que no soporta la mera idea de entregar a un aparato el pleno dominio de su envoltura corporal, ese único territorio donde quizás ha podido experimentar una verdadera soberanía. La sordera la fue aislando. Y no sé si a consecuencia de la falta de oído, mi madre pierde lenta e irreversiblemente el habla. Aunque siempre quedará la duda al respecto: ¿hay una causa física, medible, algo que tiene que ver con la irrigación sanguínea o el funcionamiento de los sistemas neurológicos, o es una manera en que el inconsciente se niega a seguir respondiendo a las exigencias de una vida férrea? Porque, curiosamente, cuando la llevamos a la clínica de la memoria, mi madre saca 27 de 30 aciertos en un test donde le preguntan desde la fecha del día hasta su estado civil. Habla con fluidez, sin titubeos, sin equivocaciones. Pero esta es una respuesta que ella siempre ha desplegado cuando de médicos se trata, pues si de algo no quiere depender mi madre es de la profesión médica. Desde siempre, se resiste como gato boca arriba a los tratamientos, las medicinas, las intervenciones quirúrgicas. Para que mi mamá vaya al médico tiene que estarse muriendo, y recuerden que su umbral del dolor es asombrosamente alto. Si hiciera falta alguien para capitanear un barco de bucaneros perdido bajo una tormenta en los mares del sur con una amenaza de motín a bordo y un brote declarado de peste bubónica, mi mamá sería la indicada para el cargo. Pero no es el tipo de persona más adecuado cuando de lo que se trata es de cuidarla y curarla. Al barco lo llevaría a puerto en tiempo récord con sólo un par de ejecuciones para escarmiento general y medidas higiénicas suficientes para que la enfermedad no progresara. En cambio, a mí me trae en chinga y no hay manera de que haga caso de las indicaciones más elementales. Está empeñada en seguir al mando de su vida y resiente de manera profunda todas las intrusiones que perpetro en contra de su preciosa intimidad. Durante el más reciente de sus accidentes, me tocó cuidarla durante más de una semana; coincidió con mis vacaciones. Estuvo increíblemente frágil. En ciertos momentos la vi pequeña y endeble como un bebé. Pero, en alguna conversación con mi padre, comentamos la fortaleza y el vigor que todavía tiene La de Fierro. "Como dicen en mi tierra", dijo mi padre, "tiene muy buena encarnación". Se refería a la capacidad para cicatrizar, a la rapidez con que los tejidos se regeneran; pero la frase puede aplicarse a todos y cada uno de los detalles que configuran su persona: una buena encarnación. Dudo haber heredado esa fortaleza. Después de toda esta historia, no puedo evitar una serie de pensamientos que me abruman, todos ellos relacionados precisamente con la encarnación, con nuestro estar en el mundo en la forma de cuerpos materiales entregados fatalmente a la miseria del desgaste y la decrepitud. Me temo que llevamos un rato largo perdiendo el tiempo en la búsqueda de la fuente de la eterna juventud, en vez de encarar el irremediable y previsible futuro. En The Coming Population Crash (2010), Fred Pearce comenta que entre el momento actual y 2030, alrededor de ochenta millones de baby boomers se jubilarán en Estados Unidos. Para entonces representarán la quinta parte de la población total de ese país. En 1945, por cada jubilado había 42 trabajadores; en el momento actual ese número se ha reducido a tres y hacia 2030 será de dos. En Alemania, Francia y Japón hay escasamente dos trabajadores por cada pensionista; en Italia, menos de 1.3. En Francia y Alemania, la proporción promedio del producto interno bruto dedicada a pensiones y cuidados médicos para los adultos mayores se está acercando a 20%. En Italia, hacia 2030 será de 30%. Según Pearce, el momento actual es quizá el último en la historia en que tendremos más jóvenes que viejos. En 2015 rebasaremos ese pico. En América Latina y el Caribe, hacia 2030 la proporción de gente vieja será el doble que la gente joven. Hacia 2050, China tendrá 400 millones de mayores de sesenta y 150 millones de mayores de 75 años; en el planeta habrá 1 500 millones de mayores de 65 años, y 1 200 millones de esos


Una buena encarnación estarán en el lado pobre del mundo. La pregunta relevante es: ¿quién va a cuidar a todas esas personas? En este siglo, como dice María de Jesús Izquierdo, la gran cuestión será la del cuidado. Cada día que me enfrento a la delicada y compleja actividad de cuidar a mi madre me doy cuenta de la escasa —si alguna— racionalidad de nuestro mundo con respecto a las personas que necesitan ser cuidadas. Nuestra ciudad es hostil a toda la gente, pero inmisericorde con las criaturas, con las personas enfermas, con quienes tienen que andar con muletas o en silla de ruedas, con quienes no ven u oyen y, ciertamente, es brutal con la gente vieja. Es difícil desplazarse por las calles con dos buenas piernas y todos los sentidos despiertos; para alguien que ha perdido o no ha tenido nunca esas ventajas, es casi imposible. Y también es difícil vivir en nuestros interiores llenos de escaleras, con muebles diseñados para espacios más grandes que donde los embutimos. En fin: el ambiente para las personas de edad avanzada es muy poco hospitalario. Y no estamos haciendo nada para cambiarlo ahorita que quizá todavía es tiempo. Pero, sobre todo, estamos ignorando un trabajo —realizado en su inmensa mayoría por mujeres— que no se paga y es indispensable, urgente, demandante y agotador. La generación que nos precede cuenta todavía con cierto colchón en la familia y en la tradición de cuidado que se alberga en las prescripciones de la feminidad. En México, las mujeres —que viven en promedio cinco años más que los varones y se casan en promedio con varones un poco mayores que ellas— han estado haciendo ese trabajo y han amortiguado un problema que en el mundo industrializado comenzó a verse mucho antes: las esposas y las hijas se encargan de los viejitos y el asilo se considera un abandono. A nuestra generación, que soñó con la inmortalidad, que practica una técnica de resistencia al envejecimiento cada vez más falsa, le va a tocar una familia bastante más escuálida. ¿No será el momento de prever nuestra vejez, en lugar de necear con que seguimos siendo jóvenes? • Bibliografía Belausteguigoitia, Marisa (coord.), 2009, Güeras y prietas. Género en la construcción de mundos nuevos, Programa Universitario de Estudios de Género, unam, México. inegi, 2001, Indicadores sociodemográficos de México (1930-2000), disponible en: http://www.inegi.org.mx/prod_ serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/integracion/sociodemografico/indisociodem/2001/indi2001. pdf. inegi, 2009, Esperanza de vida por entidad federativa según sexo, 2005 a 2009. Pearce, Fred, 2010, The Coming Population Crash and our Planet’s Surprising Future, Beacon Press, Boston. Population Reference Bureau, s.f., Graphics Bank: Population Basics, disponible en: http://www.prb.org/Publications/ GraphicsBank/PopulationTrends.aspx [consulta: 4 de mayo de 2010]. Population Reference Bureau, 2009, Cuadro de datos de la población mundial 2009, disponible en: http://www.prb. org/Publications/Datasheets/2009/2009wpds.aspx [consulta: 4 de mayo de 2010]. Serret, Estela, 2001, El género y lo simbólico / La constitución imaginaria de la identidad femenina, Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, México (Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades, Serie Sociología). Yalom, Marilyn, 2002, A History of the Wife, Perennial, Nueva York.

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Secretos y silecios en torno a la sexualidad de las mujeres mayores

Secretos y silencios en torno a la sexualidad de las mujeres mayores* Anna Freixas Farré, Bárbara Luque Salas y Amalia Reina Giménez Mis silencios no me han protegido. Vuestros silencios no os protegerán. Audre Lorde (2003)

La cultura de la sexualidad A todas las edades hay muchos temas de los que no se habla. La sexualidad es uno de ellos, pero cuando se trata de las mujeres mayores el mutismo es total. Hay un silencio denso en torno a la vida sexual de estas, a pesar de la evidencia científica que confirma que la edad no supone una dificultad para sus deseos y posibilidades de disfrute. Los estudios pioneros acerca de la sexualidad de las mujeres llevados a cabo por Masters y Johnson afirmaron que la capacidad de goce sexual de las mujeres no decrece con la edad (Masters y Johnson 1966), aunque es posible que no les resulte nada fácil conseguir llevarla a la práctica por una conjunción de factores que se alían en contra del erotismo femenino. La creencia popular no sólo dice que el deseo sexual desaparece con la edad, sino que debería desaparecer y que en la vejez seguir teniendo una vida sexual activa es inapropiado y reprobable. Además, de acuerdo con tal prejuicio cultural, las personas mayores no pueden esperar ser atractivas sexualmente, por lo que, aun en el caso de que tengan deseos, no les resulta fácil encontrar con quién manejarlos. Se niega el derecho a la pasión y al sexo en la vejez, imperativo que se convierte en una profecía de autocumplimiento. Las ideas y prácticas relacionadas con la sexualidad que hemos tenido en la juventud se convierten en un sistema de creencias que hará más o menos factible la vivencia satisfactoria de la sexualidad en la edad mayor. En nuestra sociedad podemos identificar algunos mitos —convertidos en mandatos culturales— que han configurado el pasado y el presente de hombres y mujeres, y que interfieren de manera clara en la sexualidad de las mujeres mayores. Entre ellos destacamos los siguientes: a) La identificación entre sexualidad y genitalidad, derivada de la centralidad que se otorga al coito en la práctica de la sexualidad, deja fuera del espectro de posibilidades otras prácticas de gran interés para las mujeres, centradas más en el afecto y la sensualidad. b) La suposición de que cuando hablamos de sexualidad nos referimos a la heterosexualidad —el mandato de la heterosexualidad— complica la fluidez del deseo en las mujeres de todas las edades (Rich 2001). Al igualar sexo con coito, este aparece como si fuera lo único real, por lo que otras dimensiones del placer —el intercambio de caricias, afecto y sensaciones, sin metas que alcanzar obligatoriamente— se identifican como insatisfactorias y se entienden como "no sexo", excluyéndose con ello otras opciones sexuales de alto valor para las mujeres en la edad mayor.

* Una versión más extensa de este artículo se publicó con el título "El secreto mejor guardado: la sexualidad de las mujeres mayores" en la revista Política y Sociedad, 2009, vol. 46, núms. 1 y 2 (enero/agosto), pp. 191-203, issn 1130-8001, bajo la coordinación de Raquel Osborne. Se reproduce con permiso de las autoras, la coordinadora y la dirección de dicha publicación.

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c) La cultura estigmatiza el autoerotismo en términos de pecado, lo que no favorece la incorporación de las mujeres a la satisfacción individual de los deseos sexuales, práctica necesaria en todos los estadios del ciclo vital pero de gran importancia en la edad mediana y mayor, cuando esta puede resultar la principal, o la única fuente de placer. d) La vinculación entre sexo y amor, la idea frecuentemente sostenida por las mujeres de que hacer el amor requiere estar enamorada —"amar"—, impone un límite a la práctica lúdica coyuntural de la sexualidad en determinadas situaciones e introduce elementos de trascendencia prescindibles. e) La identificación entre sexualidad y reproducción —entre sexo y maternidad— lleva a considerar que la menopausia supone el fin del deseo legitimado y en algunos casos incluso el fin de la feminidad. Un buen número de mujeres, a las que la suma de los diferentes mitos ha impedido disfrutar en su juventud de una sexualidad plena, aprovechan esta creencia para dar por clausurado un aspecto de la vida que les ha aportado más incomodidad que felicidad. f) La relación entre feminidad y pasividad enfatiza la falta de iniciativa y de interés sexual por parte de las mujeres, por lo que la mujer que se muestra activa e interesada en el sexo puede recibir el castigo social del estigma de puta. El cóctel que supone este sistema de creencias conlleva un fuerte lastre para la vivencia despreocupada de la sexualidad en todas las edades, pero de manera especial ha limitado estructuralmente la experiencia erótica de las mujeres que hoy son mayores. Todo ello les imposibilita a estas alturas del ciclo vital escuchar su cuerpo y su deseo, incluso llegar a identificarlo. La larga historia de control social y político de la expresión sexual ha creado pozos de ignorancia y desconocimiento que hacen difícil que muchas personas entiendan y vivan la sexualidad con satisfacción y tranquilidad; además, la cultura popular ha valorado en exceso las expectativas de las personas acerca de la función sexual y la importancia del sexo para la satisfacción personal y en la pareja, creando frustraciones donde podría haber un espacio de libertad. El doble estándar de la sexualidad En nuestra sociedad, la aceptabilidad social de la sexualidad es diferente para los hombres y para las mujeres, produciéndose un doble rasero sociocultural que ofrece permisividad a los varones para actuar como agentes sexuales, pero desvaloriza y estigmatiza a las mujeres que responden a sus necesidades y deseos sexuales, colmándolas de términos denigrantes que no se utilizan con los varones en las mismas circunstancias. El ideario acerca del doble estándar del envejecimiento (Sontag 1972) incluye una serie de ideas dicotomizadas acerca de la sexualidad, como la idea de que las mujeres sólo deberían tener sexo por amor; el silencio sexual que enfatiza que las mujeres no deberían mostrar interés por el sexo; la idea preconizada por la educación represora que entiende el sexo como medio estricto para la reproducción, del que no se espera que medie el deseo, y la consideración social de los cuerpos de las mujeres como objeto de deseo, que incluye altas expectativas acerca del atractivo y la imagen corporal, con las inevitables repercusiones sobre la autoestima de las mujeres en el proceso de envejecer. En definitiva, la conjunción de los múltiples y diferentes dobles códigos ahoga la capacidad de las mujeres de experimentar el deseo como parte de su respuesta sexual y sirve para que se produzca un alejamiento progresivo de sus apetencias, llevándolas a renunciar a su capacidad de gestión de la sexualidad y a situar el deseo fuera de su experiencia personal. Todos estos elementos se han conjugado para desanimar la manifestación del deseo sexual de mujeres de todas las edades y tienen graves consecuencias en la edad mayor, dado que envejecer con frecuencia supone una pérdida de la oportunidad de disponer de un contacto sexual más o menos regular, reconocido, aceptado, no estigmatizado, para las mujeres mayores que lo desean.


Secretos y silecios en torno a la sexualidad de las mujeres mayores La sexualidad a lo largo de la vida La sexualidad y sus diversas manifestaciones cambian a lo largo de la vida en función de la situación personal, emocional, coyuntural, física, etc. En este caso, parafraseando a Simone de Beauvoir (1998), también podemos decir que la sexualidad no es algo que exista per se, sino que "se hace". La expresión de la sexualidad cambia con los años, se sensualiza, más allá de las urgencias de otros tiempos. Se aprende a disfrutar de otros elementos, como una sexualidad más calmada y tranquila. Los abrazos, los besos, el contacto piel a piel, las caricias, la cercanía en la relación y el autoerotismo adquieren un espacio nuevo, más allá de la estricta genitalidad tan cotizada en otros tiempos. La sensualidad favorece una sexualidad mucho más satisfactoria para las mujeres a todas las edades, pero especialmente en la edad mayor. De la misma manera que podemos decir que envejecemos como hemos vivido, también la sexualidad se plantea como una continuidad respecto a cómo se experimentó en otras edades y, desde luego, se relaciona íntimamente con las ideas y creencias que sobre ella se sostienen. La vivencia y práctica de la sexualidad, a partir de la mediana edad, está condicionada por algunos elementos clave como el significado cultural otorgado a la menopausia, la calidad de la relación de pareja, la interiorización de la heterosexualidad obligatoria, la asunción de un único modelo de belleza, la libertad interior y las prácticas de autoerotismo, entre otras. A pesar del cúmulo de elementos que juegan en contra de la vivencia del placer femenino, numerosos estudios afirman que la sexualidad de las mujeres a partir de la mediana edad mejora. De hecho, en algunas mujeres se da un aumento de la actividad sexual, al menos en el caso de quienes legitiman su deseo y lo ponen en práctica, o en el de quienes consiguen transformar su relación con su cuerpo y/o con su pareja; también en el de aquellas que se animan a explorar nuevos caminos (Freixas Farré 2006). Aunque algunos estudios transculturales sostienen la idea de que la actividad y el deseo sexual disminuyen con la edad (aarp 2005), otros se preguntan si esta disminución de la actividad sexual de las personas mayores se debe al envejecimiento, a diferencias generacionales de carácter cultural y educativo, o a posibles sesgos en la toma de datos (Skultety y Whitbourne 2004). Otros estudios demuestran que un buen número de personas mayores tienen intereses sexuales a lo largo de todo el ciclo vital y que disfrutan del sexo, aun en edades avanzadas. En este sentido, el estudio llevado a cabo en el Instituto de Neurociencia de Gotemburgo por Beckman et al. muestra que la actividad sexual se mantiene en poblaciones septuagenarias. Afirma que las mujeres de la generación que hoy tiene setenta años están más realizadas sexualmente que las que tenían su edad hace treinta años. Se destaca una mejora en la calidad de la vivencia de la actividad sexual y se valoran los sentimientos relacionados con el coito como una parte fundamental del bienestar sexual (Beckman, Waern, Gustafson y Skoog 2008: Bretschneider y McCoy 1988). El valor y la vivencia de la sexualidad en la edad mayor, al igual que otras facetas de la vida, no se rige por un modelo único. Del mismo modo que no hay una sola menopausia, ni la jubilación es vivida de igual manera por todas las personas, ni se afronta la enfermedad o el envejecimiento con los mismos recursos materiales y espirituales, la sexualidad en la vejez varía en función de un buen número de elementos que constituyen el ser mayor de cada individuo. De hecho, cuanto mayores somos los seres humanos más diferentes vamos resultando, de manera que, en el transcurso del ciclo vital, la heterogeneidad es más cierta que la homogeneidad. No es verdad que las personas mayores sean todas iguales; al contrario, son cada vez más diferentes, puesto que acumulan experiencias individuales, concretas y personales que las hacen únicas (tampoco la experiencia corporal o la educación han sido las mismas). Así, se llega a la vejez con un cúmulo de individualidades en cuanto al cuerpo, a la vivencia de la sexualidad, a la experiencia, a la construcción del deseo y también con un buen número de tabúes y prejuicios culturales. En cuanto a la vivencia de la sexualidad en el ciclo vital, en función de la opción sexual, la investigación suele partir del presupuesto de la heterosexualidad normativa, según el cual el sexo "real" se

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas produce entre mujeres y hombres. No es de extrañar, pues, que no dispongamos de mucha información documentada acerca de la evolución de la sexualidad de las mujeres no heterosexuales. Las mujeres lesbianas mayores tienen que afrontar un triple estándar del envejecimiento: a la invisibilidad de ser mujeres y mayores se añade la de ser lesbianas (Macdonald y Rich 1983; Quam 1992). La investigación académica acusa también una doble fuente de ceguera: una proveniente del ocultamiento histórico de las poblaciones homosexuales y otra que tiene su origen en los diseños de investigación llevados a cabo por investigadoras/es heteronormativos que ignoran las peculiaridades de las distintas poblaciones. Sin embargo, algunos trabajos indican que las mujeres lesbianas mayores disfrutan de algunas ventajas en lo que hace referencia al significado otorgado a los cambios en su vida sexual, que son vividos de manera menos problemática que en el caso de las mujeres heterosexuales, quienes se encuentran más claramente constreñidas por el significado cultural de la menopausia y, sobre todo, por el icono heterosexual de la belleza. Los efectos colaterales de envejecer —como son la pérdida de la capacidad reproductora y el sentimiento de pérdida de atractivo sexual, ligado al mercado de la cacería amorosa masculina— no afectan a las lesbianas en la misma medida que a las heterosexuales (Winterich 2003). Luces y sombras de la sexualidad en la edad mayor

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Es tal la presión cultural acerca de la desvalorización de la sexualidad en las mujeres mayores que a las propias protagonistas les resulta difícil identificar los puntos fuertes de la sexualidad en este momento vital. Sin embargo, con la edad algunos elementos cambian y permiten una relación más relajada y hedonista. El hecho de que a partir de la menopausia desaparezca el temor al embarazo no deseado supone un cambio cualitativo en la calidad de las relaciones heterosexuales, por lo que la capacidad de disfrute se amplía exponencialmente. En este momento también se puede iniciar una relación sexual más calmada y menos estrictamente genital, en la que adquieren protagonismo otras prácticas que suelen ser de mayor agrado femenino, como las caricias, los abrazos, la proximidad física. De hecho, las mujeres que constatan una mejora en su sexualidad a partir de la mediana edad (Beckman, Waern, Gustafson y Skoog 2008) destacan diversos elementos contribuyentes, como la toma de conciencia de las necesidades personales y un mayor conocimiento del cuerpo y el deseo, así como los beneficios derivados de la renegociación de la relación afectiva con la pareja. Otras señalan el papel liberador que ha supuesto en su vida la identificación y validación de los deseos lesbianos y su puesta en práctica; otras más, los procesos de autoconciencia fruto del pensamiento feminista del que se beneficiaron las mujeres de su generación, herederas de la gran reflexión epistemológica feminista acerca del cuerpo, el deseo y la necesaria revisión y redefinición de las relaciones de poder (Freixas 2006). Por otra parte, en el proceso de identificación del deseo, los pocos estudios de los que se dispone indican que la masturbación es una práctica a la que recurren numerosas mujeres mayores: a pesar del tabú que la envuelve y de su falta de legitimación social, un tercio de las mujeres mayores de setenta años y el 50% de las de más de cincuenta años que viven solas la practican (Vásquez-Bronfman 2006). Sin embargo, la mayor parte de los estudios acerca de la sexualidad de las mujeres mayores están plagados de consideraciones negativas acerca de la vivencia de la sexualidad en la etapa posreproductiva (Malatesta 2007). El gran argumento es la pérdida de deseo, que se suele tratar de justificar y explicar a partir de los cambios hormonales producidos a raíz de la menopausia. La disminución de la actividad sexual en la edad mayor tiene que ver con los cambios hormonales, pero fundamentalmente se relaciona con un amplio espectro de elementos que tienen una importancia de gran calado en la sexualidad femenina. Elementos de carácter sociocultural. Las numerosas y complejas interrelaciones entre cultura, sociedad y envejecimiento afectan la manera en que las personas mayores se perciben y se permiten actuar como seres sexuales. Las expectativas culturales niegan, censuran e incluso ridiculizan la sexualidad en la vejez, descalificando a las potenciales practicantes. También hay que considerar los efectos de la ignorancia


Secretos y silecios en torno a la sexualidad de las mujeres mayores y la ansiedad debidos a una educación sexual inadecuada y a la asociación entre sexualidad y reproducción, que identifica la menopausia como el "principio del fin". La consideración de la belleza y el atractivo sexual como algo inherente a la juventud genera dificultades en la aceptación de la imagen corporal de las mujeres al hacerse mayores. El imposible deber de la belleza empobrece la capacidad femenina de ser agente de su propia sexualidad, especialmente en el caso de las mujeres heterosexuales, para las que sentir la pérdida del atractivo implica con frecuencia dejar de actuar con libertad en la búsqueda de la satisfacción de los deseos y necesidades sexuales. Los estudios de Insa Fooken muestran que se da una relación entre actividad sexual en la edad mayor y satisfacción con la propia imagen corporal y aceptación de los signos de la edad (Fooken 1994). El imaginario de la belleza está en el origen de la ira y vergüenza que las mujeres pueden sentir en relación con el cuerpo envejeciente, al carecer de una estética cultural validada de mujeres viejas y bellas (Furman 2000). Aspectos de carácter relacional y de pareja. La condición básicamente interactiva de la sexualidad se ve afectada por diversos elementos en la edad mayor, entre ellos: las relaciones de pareja de larga duración que con frecuencia conllevan monotonía y disminución de la pasión, las dificultades prácticas de la pareja masculina en las relaciones en las que no se ha modificado el imaginario acerca de la sexualidad de penetración, las parejas poco hábiles y también la incidencia de algunos problemas de salud en uno de los miembros de la pareja. Las dificultades que las mujeres experimentan en su relación de pareja también incluyen las discrepancias y conflictos sobre temas específicamente sexuales o referentes a la vida en común y las que tienen su origen en las características negativas de la pareja en sí misma (dominación, abuso, etc.). Todas ellas inciden negativamente en su vida sexual dado el peso que para las mujeres tiene la calidad de las relaciones, la expresión de las emociones y la comunicación emocional (Connidis 2006). Ahora bien, probablemente la barrera más importante para las mujeres mayores a la hora de llevar a la práctica sus deseos y fantasías sexuales sea la falta de pareja y/o las dificultades para encontrarla a partir de la mediana edad. También influyen otros elementos, como la falta de aceptación de la práctica del sexo esporádico que permitiría disponer de una sexualidad puntual, placentera y no comprometida, y también el hecho de que las mujeres posmenopáusicas no suelan ser vistas por la sociedad como sujetos y objetos de deseo sexual. Aspectos psicológicos. Para algunas mujeres mayores, su implicación en la sexualidad se ve limitada por el estrés de una vida cotidiana repleta de responsabilidades familiares y laborales. La falta de tiempo para dedicar al juego sexual y el cansancio acumulado las lleva a sentirse tensas y poco interesadas por el sexo (Wood, Mansfield y Kock 2007). También los cambios que se han ido produciendo en su vida y los recuerdos generados por experiencias previas negativas de carácter sexual o relacional producen aversión e inhibición sexual y las mantienen al margen de cualquier iniciativa al respecto. Otras dificultades, sin embargo, tienen su origen en los propios procesos internos y en determinados factores psicológicos que pueden partir de problemas de personalidad, depresión, ansiedad y en factores relativos a la salud y algunas patologías biopsicosociales —enfermedades de transmisión sexual, drogas, medicación, etc.— (Gannon 1998). Elementos de carácter práctico y coyuntural. Algunas situaciones concretas, normalmente derivadas de los arreglos de vida, contribuyen a dificultar la vida sexual en la vejez. Con gran frecuencia las personas mayores, tanto si viven en residencias como si lo hacen con alguno de sus hijos o hijas, carecen de privacidad y les resulta imposible disponer de un espacio de intimidad. En las residencias no se suele facilitar las relaciones afectivo-sexuales entre sus usuarios y tampoco resulta un asunto fácil y discreto cuando no se vive sola. Además, las personas mayores que desean tener alguna relación sexual, especialmente cuando no están casadas y/o no viven con su pareja sexual, tienen que enfrentarse a las actitudes negativas de la familia, por lo que con frecuencia prefieren no plantearlo siquiera. Las mal llamadas "disfunciones sexuales". La terminología utilizada para hacer referencia a las dificultades o los problemas sexuales a los que las mujeres se enfrentan a lo largo de su vida suele emplear

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas frecuentemente el término "disfunción", que implica un concepto medicalizado de la sexualidad. Las pensadoras feministas preferimos referirnos a ellas con términos menos marcados clínicamente, optando por "problemas o dificultades sexuales", que se refieren al malestar o la insatisfacción que se experimenta con cualquier aspecto de la vida sexual, sea de carácter emocional, físico o relacional. No existe un consenso claro acerca de lo que se entiende por "disfunción sexual"; desde principios de los años noventa del siglo pasado se han propuesto en diversas reuniones científicas distintas definiciones y redefiniciones, en las que normalmente no se tiene en cuenta el carácter multidimensional de la expresión de la sexualidad femenina y la influencia que tienen los factores socioculturales, de pareja, relacionales y emocionales en la vivencia de la sexualidad por parte de las mujeres. La literatura disponible constata el hecho de que los problemas sexuales de las mujeres son multifactoriales y tienen mucho que ver con la educación y con la relación que se mantiene con la pareja o consigo misma. También se destaca la importancia que tiene el hecho de no disponer de pareja, que supone una variable de gran alcance práctico en la vida de las mujeres mayores que desean tenerla (Wood, Mansfield y Kock 2007). Las dificultades que con mayor frecuencia identifican las mujeres a partir de la mediana edad son la sequedad vaginal, la disminución del deseo y la dificultad para alcanzar el orgasmo. Las dos que se reseñan como más frecuentes son la disminución en la facilidad para conseguir el orgasmo y la falta de deseo, que en las parejas de larga duración pueden resumirse en la falta de ilusión y emoción derivada de la historia sexual de las mujeres heterosexuales, plagada de episodios de sexo complaciente y desinteresado (Freixas Farré 2006). A vueltas con el deseo

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Entendemos el deseo sexual como un sentimiento que abarca todo el cuerpo, en el que se incluyen aspectos físicos y emocionales (Wood, Mansfield y Kock 2007), así como un interés en la actividad sexual, tanto si se satisface con una pareja como con una misma. Para Helen Kaplan, el deseo es una sensación específica que mueve a la persona a buscar o a ser receptiva a la experiencia sexual (Kaplan 1979). Muchas mujeres asocian el deseo sexual con sentimientos emocionales, incluyendo el sentimiento de cercanía con la pareja o el deseo de experimentar intimidad con ella a través del sexo. Estos sentimientos emocionales incluyen también el compromiso afectivo, el sentimiento de atracción, el placer físico y otros factores de carácter relacional, de manera que las mujeres pierden el deseo sexual cuando no se sienten respetadas o cuando se sienten devaluadas o degradadas, además de cuando sus parejas utilizan técnicas deficientes o tienen problemas sexuales. La comprensión de la experiencia y el desarrollo sexual femeninos requiere valorar el peso que tiene disponer de una intimidad emocional suficiente para la emergencia y el mantenimiento del deseo sexual en las mujeres. De acuerdo con los numerosos estudios realizados a partir de la segunda mitad del siglo pasado (Hite 1977; Kinsey, Pomeroy, Martin y Gebhard 1967; Masters y Johnson 1966), la capacidad para sentir deseo no varía prácticamente a lo largo de la vida. ¿Cómo explicar, entonces, la disminución en el deseo que constata un buen número de mujeres? Para comprender la pérdida de interés sexual de algunas mujeres a partir de la mediana edad, conviene también tener en cuenta elementos que se han obviado a partir de la mirada fundamentalmente biológica sobre la sexualidad. Así, la presión del sexismo institucional aparece como un tema clave en la experiencia de deseo sexual de las mujeres posmenopáusicas, quienes identifican los numerosos mensajes negativos que han recibido acerca del deseo sexual —de parte de sus familias, escuelas, comunidad, religión, compañeros y medios de comunicación— como la fuente del bloqueo de su deseo en la edad mayor. Para algunas mujeres, también una insuficiente intimidad emocional puede contribuir a la falta de deseo sexual, junto con otros elementos como la dispareunia (coito doloroso), los recuerdos del pasado y el abuso sexual. Los modelos biológicos consideran el deseo sexual como un impulso innato, biológicamente determinado, por lo que explican su disminución


Secretos y silecios en torno a la sexualidad de las mujeres mayores como consecuencia de la falta de testosterona libre en la segunda mitad de la vida, a pesar de que las investigaciones acerca del papel del estrógeno demuestran que la relación entre deseo sexual y estradiol (hormona sexual femenina) no es directa (Kaplan 1992). De hecho, cuando hablamos de dificultades en la sexualidad, el gran tema que debería ser develado y nombrado es el del deseo, que en el caso de las mujeres reside en gran medida en la cabeza y las emociones, por lo que resulta imposible estimularlo con una píldora. El deseo de las mujeres suele estar dañado por historias de incomunicación, abuso, violencia, rutina y aburrimiento: no es medicalizable, pues. En realidad, el tema central deberíamos situarlo en el nexo entre deseo sexual y calidad de la relación, sin olvidar el papel del sexismo institucional como freno para la iniciativa sexual de las mujeres mayores. La incitación a la enfermedad El término "disease mongering" —definido en 1992 por Lynn Payer y que traducimos como "incitación a la enfermedad"— pone en evidencia las estrategias de la clase médica y la industria farmacéutica para tratar de convencer a la gente básicamente sana de que está enferma, o a las personas que están algo enfermas de que lo están mucho (Payer 1992). Las investigadoras feministas llevamos muchos años denunciando el gran negocio organizado alrededor del cuerpo femenino al tratar de definir como enfermedad determinados procesos del ciclo vital, como la menopausia, y también los tejemanejes relacionados con la mal llamada "disfunción sexual femenina". Esta es una creación de los últimos diez años que surge, curiosamente, al mismo tiempo que sale al mercado Viagra en 1998, cuando la industria farmacéutica empieza a ver la creciente población de mujeres mayores como un interesante mercado. Estamos, pues, ante un proceso muy parecido al de la medicalización de la menopausia —que se analiza con mayor profundidad en Nuestra menopausia (Freixas 2007)—, cuando la maquinaria de la "industria menopáusica" define este proceso como un déficit hormonal que debe ser tratado médicamente, a pesar de la evidencia de que los riesgos derivados de tal medicalización son muy superiores a los posibles beneficios. En este caso, lo que podemos definir como la "industria sexológica" pone en marcha un proceso semejante con la llamada "disfunción sexual femenina". Ray Moynihan y Alan Cassels denuncian la creación, por parte de las compañías farmacéuticas, de un clima de temor a determinados procesos del ciclo vital o estados de la vida cotidiana que son transformados en enfermedades de comercialización intensa, como la osteoporosis, el síndrome premenstrual, la depresión y las ya nombradas menopausia y disfunción sexual femenina (Moynihan y Cassels 2006). El concepto de "disfunción sexual femenina" se desarrolla ligado al de la "disfunción sexual eréctil" de los varones que tantos beneficios ha reportado a los urólogos, quienes han considerado la erección como la esencia de la sexualidad de los hombres y en consecuencia una "responsabilidad" femenina y una fuente de preocupación —una tarea más— para las mujeres. Entre 1997 y 2004, la industria farmacéutica Pfizer fue la principal promotora del concepto de "disfunción sexual femenina". Con el fin de conseguir la aprobación de una pastilla tipo Viagra para la población femenina, inició un estudio en un grupo de 3 000 mujeres que, sin embargo, tuvo que abandonar a causa de los insuficientes resultados clínicos encontrados: no se mostraban datos concluyentes acerca de la eficacia de esta droga (Mayor 2004). El modelo médico ignora la realidad fundamentalmente política e interpersonal de la vida sexual de las mujeres que sí es reconocida por el modelo feminista. Este promueve una perspectiva sensitiva que trata de comprender las causas de los problemas sexuales de las mujeres en la calidad de las relaciones, en las limitaciones de la sociedad y en factores psicológicos y de salud (Tiefer 2006). La vida íntima de las mujeres mayores Ya no vivimos en una sociedad de personas en pareja. A nuestro alrededor encontramos todo tipo de relaciones, con arreglos de vida diferentes y plurales, que nos indican que las prácticas de la sexualidad han evolucionado. Y puesto que las mujeres que a nuestro alrededor viven vidas no tradicionales parecen de

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas lo más normales y felices, podemos deducir que, poco a poco, las mujeres han sabido construir espacios de sexualidad satisfactoria, más allá del matrimonio heterosexual de toda la vida —que era lo único que autorizaba la sexualidad oficial— en el que también se encuentra estabilidad y armonía. Algunas prácticas heterosexuales habituales en nuestra cultura, como el matrimonio con hombres varios años mayores, convierten a las mujeres en candidatas a la viudedad y a vivir sin pareja masculina durante un largo tramo de su vida. Algo similar ocurre con el divorcio, que actualmente supone una experiencia cuasi normativa para una parte importante de la población que empieza a no casarse "para toda la vida". Estas circunstancias civiles no suelen suponer una limitación para el curso vital de los hombres, que disponen del beneficio cultural de la aprobación de su sexualidad a todas las edades —otra cosa es que puedan llevarla a la práctica—, pero sí suponen una dificultad para la continuidad sexual de las mujeres heterosexuales, a quienes les resulta complicado encontrar nuevas parejas afectivas masculinas más o menos ocasionales que, además, sean competentes en este terreno. ¿A solas, o en compañía de quién?

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Nuestra sexualidad está marcada por la falta de una educación para la iniciativa sexual y para el autoerotismo. Una importante asignatura pendiente en la vida sexual de las mujeres de todas las edades trata del autoerotismo, que no constituye una práctica suficientemente instalada en la resolución cotidiana del deseo y que, realizada en solitario o en compañía, puede convertirse en un recurso interesante a tener en cuenta en la edad mayor. En su contra se sitúan los prejuicios religiosos y culturales que la han estigmatizado y, sobre todo, el hecho social de que las mujeres eludimos hablar de ella, por lo que difícilmente podemos darle carta de naturaleza e intercambiar entre nosotras emociones y éxitos al respecto. Se enfatizan poco los efectos benefactores de la masturbación a lo largo de toda la vida, como espacio de intimidad personal, como elemento que ayuda a afrontar el estrés, a liberar tensiones, como placer y margen para la fantasía y el capricho y, sobre todo, como garantía de continuidad de la actividad sexual a lo largo del tiempo, cuando otras posibilidades se desvanecen o no están coyunturalmente al alcance. Probablemente, la legitimación íntima de esta práctica contribuiría a un descenso en el consumo de ansiolíticos. Animar a las mujeres desde niñas a explorar esta posibilidad como fuente de placer y autoconocimiento permitiría una mejor relación de las mujeres con el deseo a todas las edades y en la edad mayor nos daría un hálito de libertad. Dejar de tener relaciones sexuales puede ser también una opción activa de sexualidad, similar a la de desearla o buscarla; opción que debe entenderse como una legítima y voluntaria puesta en práctica de un deseo, una opción perfectamente válida, cuando proviene de la libertad individual y no del desencanto o la ignorancia, del miedo o la vergüenza. Algunas mujeres han vivido penosas vidas sexuales, así que la menopausia se presenta como una oportunidad para dar por clausurada esta parcela de su vida. Cuando el sexo se ha vivido como un mandato, prescindir de él puede suponer una liberación. Algunas mujeres aprovechan este momento para hacer un replanteamiento de su erotismo: unas eligen prescindir del sexo, otras descubren en compañeros anteriormente nunca considerados al amante tierno y atento que explora con delicadeza su cuerpo y sus deseos; otras aun reorientan sus intereses sexuales y encuentran en otras mujeres una insospechada felicidad y la posibilidad de un nuevo y reconfortante desarrollo de su sensualidad.


Secretos y silecios en torno a la sexualidad de las mujeres mayores Tratando de encontrar el mapa Es el miedo a nuestros deseos el que los convierte en sospechosos y los dota de un poder indiscriminado, ya que cualquier verdad cobra una fuerza arrolladora al ser reprimida. Audre Lorde (2003)

Con relación a estos últimos aspectos, algunas autoras en su edad mayor —Sandra Bartky, Adrienne Rich y Betty Friedan (Bartky 2000; Friedan 1994; Rich 1983)—, cada una en su estilo, han planteado reflexiones interesantes que nos invitan a evaluar el significado de las relaciones entre mujeres en el segundo tramo de la vida; vínculos en los que históricamente las mujeres hemos encontrado la satisfacción de numerosas necesidades emocionales, afectivas y relacionales. En un momento determinado del curso vital pueden también permitir la satisfacción de la "necesidad de piel" que todos los seres humanos tenemos, en forma de proximidad física, que puede (o no) ser sexual, en función de la capacidad de superación de la homofobia que nos acompaña desde hace tanto tiempo. La nueva visibilidad y aceptación social de las relaciones homosexuales, derivada de las leyes que se están aprobando en los países occidentales, puede ser un elemento de gran interés para las mujeres de todas las edades. La deconstrucción social de la heterosexualidad obligatoria abre el espectro de posibilidades para la satisfacción sexual y emocional de las mujeres en la edad mayor, que pueden pensar en legitimar su deseo de adentrarse en nuevas relaciones, sin el lastre de la ideología del romance heterosexual que ha dominado la vida de una gran parte de nosotras (Rich 2001). Los cambios evolutivos en la vida sexual son vividos de diferente forma por las mujeres lesbianas y las heterosexuales, quienes pueden sentirse más constreñidas por las ideas culturales acerca de la menopausia, la representación heterosexual del orgasmo o su fingimiento y el mito de la belleza. La construcción de un ámbito propio de placer legitimado Podríamos concluir afirmando que disponer de una vida sexual satisfactoria en la edad mayor no es algo que se dé por sí solo, fluida y fácilmente. El estatus de pareja —tener o no tener y en qué condiciones—, así como la disposición interior hacia las relaciones afectivo-sexuales, es decir, el tipo de relaciones que se está dispuesta a tener o explorar y la comodidad que se siente al considerar la sexualidad como una posibilidad en el marco de la vida actual, son elementos de gran importancia en la edad mayor. El carácter multidimensional de la sexualidad hace imposible encerrar en pocas palabras los diversos requerimientos que están en juego después de la mediana edad; sin embargo, conseguir ser agente de la propia sexualidad, actuando como sujeto sexual, nos parece un elemento central. Esto requiere recuperar la capacidad perdida de gestionar la propia sexualidad, de hacer elecciones propias acerca del sexo, de percibirse como agente y ser sexual con derechos y necesidades (sin deberes); es decir, modificar creencias acerca del espacio apropiado para la sexualidad en la vejez. Pero ¿cómo recuperar, cómo negociar la capacidad de gestión de la sexualidad después de haber renunciado a ella durante toda la vida, después de que se haya producido lo que Michelle Fine denomina "la pérdida del discurso del deseo"? En este proceso algunas habilidades se hacen imprescindibles: el diálogo, la comunicación, la negociación de intereses y deseos, con una misma, con la posible pareja, con la sociedad (Fine 1988); llevar a cabo una política activa de cambio, tanto con las propias creencias como con la pareja sexual y, en la edad mayor, con otros agentes como la familia o el sistema de salud. Queda mucho por explorar y, sobre todo, mucho por nombrar en el terreno de la sexualidad de las mujeres mayores. Si no hacemos mención explícita de los múltiples ángulos de nuestro deseo nunca lo haremos visible, nunca podremos ser viejas que disfrutan utilizando toda la libertad disponible •

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estudios etarios y perspectiva de género. aproximaciones teóricas Bibliografía

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Equipo de trabajo Director Adán Salinas Alverdi Coordinadora de vinculación social Ariadna Molinari Tato Coordinadora de programación y derechos de exhibición Hipatia Argüero Subtitulaje Ariadna Molinari e Hipatia Arguero Productora evento y cineminuto Larisa Argüero Cineminuto Percival Argüero Medios Ileana García Gonzalo Lira Taller de diseño Alina Barojas Alejandra Rodriguez @alitarockea Fotografías del catálogo Rodrigo González @eneas Fotógrafo Miguel Ángel Galo Función Transversa (Músicos) Myriam Albor Erika Flores David Sanginés Apoyo técnico externo Laura Ramírez Delgado Jefa de staff Julia Portillo


Agradecimientos Marta Lamas, Acela Barojas, Marisa Belausteguigoitia, Rían Lozano de la Pola, Helena López, Arvin Avilés, Lorena Sosa, Eduardo Rosas, Patricia Zavala, Rocío Gaytán, Carlos Vargas, Armando Mata, Amalia Fernández, Paula Astorga, Abel Muñoz, Nelson Carro, Guadalupe Ferrer, Ximena Perujo, Alejandra Moreno, Carmen Carrara, David Arriaga, Mariana Padilla, José Carlos Balaguer, Rodrigo García, Ainoa Pérez, Livier Jara, Ixel Rion, Myriam Albor, Gemma Arguello, Mariana Pérez Viveros, Eric Montenegro, Marcelo Oliver, Nancy Almaraz, Nila Guiss, Alejandra Martínez, Juan Pablo Roldán, Henner Hofmann, Claudia Prado, Gilberto Salinas, Anita Alverdi, Carlos Béjar, Ana Miranda, Emmanuel Miranda, Jimena Gómez, Sabina Dunayevich, Laura Berrón, Elizabeth Ajá, Mariana Miquelajauregui, Daniela De la Barreda, Mario Romero, Estefani González, Stephanie Goytortua, Pablo Falcone, Carmen Lira, Paloma Galván, Mario Ruiz, Céline González Schont, Ana Teresa Hernández Sarquis, Nattie Golubov, Irene Artigas Albarelli, Rodrigo Parrini, Deborah Dorotinsky Alperstein, Hortensia Moreno, Olga L. Bustos Romero, Patricia Piñones, Cecilia Olivares, Irma Saucedo González, Minerva Valenzuela, Busi Cortés, Ilana Boltvinik, Paola Gabriela Ortega Garay, Mónica Mayer, Lucero González, Ana Quiroz, Vicente Castellanos, Alicia García Berqua, Carlos Bonfil, Lucía Melgar, David Wood, Maricarmen de Lara, Julia Constantino, Noemí Novell, Jacqueline Gómez Mayorga, Romina Martínez Dávila, Rodrigo González Olivares, Marcela Talamás Salazar, amigos de Canana films, Gussi y Cine Video y televisión.


Esta muestra es patrocinada por:


Con el apoyo de:

BroadcaStudio Web Video Solutions




Este catálogo se termino de imprimir en la ciudad de México en julio de 2012, en los talleres xxxxxxxxxxxx dirección.... Consta de 1000 ejemplares






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