El fuego de la memoria aula 0

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EL FUEGO DE LA MEMORIA (5ยบ de Primaria)

Aula 0


Esta vez hemos escrito sobre algunos recuerdos que forman parte de nuestra memoria y de nuestra

historia

y

que

esconden bonitos sentimientos.


MI PRIMERA SOPA Cuando tenía un año, mi madre trabajaba en El Cuervo, un pueblo no muy grande. Ella trabajaba en una óptica. No tenía a nadie con quién dejarme. Su compañera le habló de unos ancianos y le dijo que eran personas buenas. Aquellos ancianos decidieron quedarse conmigo. Al principio, cuando llegué a su casa tuve miedo, pero yo sabía que no me iban a hacer nada malo. Después de algún tiempo, empecé a llamarlos “tates” y ellos me cuidaban como si fuera su propio hijo. Recuerdo que me fui un día con el tate Paco a su campo y jugué en la piscina con Julia, mi prima. Me lo pasé muy bien. Cuando llegó la hora de cenar me pusieron una sopa. Nunca la había comido. La probé y me encantó. Quise repetir y, por hacer un poquito de gracia, me metí una cucharada de sopa en la boca y entonces hice una “pedorreta”. Salpiqué la sopa en la cara de mi tata Ita (así la llamo yo). Todos nos reímos. Fue tan divertido que todos nos partíamos de risa. Cuando vino mi madre a recogerme yo no me quería ir y me dejó aquel día dormir allí.


Aunque no os lo creáis aún sigo con esos tates y me lo sigo pasando igual de bien. Cuando voy allí y estamos cenando sopa siempre me viene a la cabeza este recuerdo.

Ángel Medina Gutiérrez


MI PELUCHE CONEJÍN El otro día, mi amiga Ana me enseñó el conejo nuevo que le ha regalado su madre. Recordé entonces el peluche con el que yo jugaba de pequeñita. Me acuerdo que me lo llevaba a todas partes. Una vez mi padre no se dio cuenta, cuando recogía la casa, que guardó a mi peluche que se llamaba “Conejín” en una bolsa dentro de un armario. Estuve unos días llorando hasta que se me fue olvidando, pero cuando llegó mi cumpleaños (no recuerdo bien si cumplía nueve o diez años), mi madre me dio una bolsa y le dije que qué tenía dentro. Cuando lo abrí, estaba Conejín. Me puse supercontenta. Desde entonces lo tengo en mi mesita de noche, pero a veces mi hermano lo coge cuando nadie lo ve y se esconde en algún sitio aunque cada vez que se va a la cama lo deja en mi mesita.

Desirèe Peña López


LA MEJOR AMIGA DEL MUNDO Hoy, en el patio, he visto a unas niñas juntas hablando y entonces he recordado aquellas veces que quedaba con mi vecina Marta (aunque ella tenga catorce años, nos gusta estar juntas). Me he acordado de mi juguete preferido que tanto me gusta y que ella me regaló, también cuando se montó en el tendedero y acabó en el suelo e incluso cuando nos disfrazábamos y jugábamos a las casitas. Ahora, cuando nos vemos, hacemos bailes y muchas cosas más. Y si nos peleamos, a la media hora volvemos a estar juntas. Para mí ella es un cielo y me ha enseñado a hacer cosas que antes no sabía, como

por

rítmica,

ejemplo:

bailes

gimnasia

hip-hop,

bailes

modernos y tantas otras cosas. Me gustaría que volviésemos a ser pequeñas

y

recordar

aquellas

pequeñas cosas que pasaron hace mucho tiempo.

Claudia Soto López


EL “APUM” Un día en la playa, cuando estaba jugando en la arena con mi hermana, cogí una piedra y la tiré al lado de una barca que estaba amarrada a un muelle. Recordé entonces cuando tenía dos años y vivía en Tenerife. Cuando tenía dos años me fui a vivir allí con mis padres y pasaba mucho tiempo llenando una barca con piedras. Mi abuelo vino a visitarnos, me llevaba de paseo. Yo, al juego de las piedras le llamaba “apum” y siempre le decía: “bebo apum” una y otra vez y él decía: “pero ¿qué es apum?

Nicolás Quintero Gil


MI OSO Cuando era pequeño tenía un juguete favorito que era un osito de peluche, era marrón y tenía un jersey blanco y azul de rayas. Me encantaba jugar con él y era mi mejor amigo. Siempre estaba con él. Cuando mi madre lo lavaba me ponía muy triste, esperaba delante de la lavadora. Me ponía a llorar porque veía que se estrujaba contra la puerta y creía que se estaba rompiendo. Luego esperaba y esperaba impaciente a que se secara, preguntándole a mi madre cada dos por tres que cuánto faltaba para que estuviera listo y así poder jugar con él. Ese osito fue muy importante para mí porque me ayudaba a dormir, ya que cuando me lo rozaba por debajo de la nariz me quedaba “frito” y también, en mis primeros días de guardería, lloraba mucho, pero gracias a mi osito me tranquilizaba y dejaba de llorar.

Javier Jiménez Galván


MI PEQUEÑO DINOSAURIO Hace unos días estaba ordenando mi habitación, como hago semanalmente. Estaba sacando cajas con gran inquietud por acabar y, sorprendentemente, al abrir uno de esos paquetes tan pesados que para mí son mortíferos, encontré algo que me hizo retroceder en el tiempo. Era el peluche que dio paso a mi alocada infancia y a mi gran pasión por los dinosaurios. Ese juguete fue el primero que tuve y nunca se me olvidará. Era para mí el centro del mundo: comía con él, jugaba con él, dormía con él… Era de piel azul, orejitas redonditas y tenía un rostro alegre. El recuerdo que me vino a la memoria en aquel momento fue el día en que se me olvidó mi querido dinosaurio en una tienda. Me pasé el día llorando y apenas dormí; por suerte al día siguiente llamaron de la tienda, un hombre lo encontró en un paragüero y lo recuperé. Ahora que lo he encontrado no lo volveré a perder.

Antonio Dávila Sánchez


LOS FUTBOLISTAS El otro día, jugando a la pelota con mi hermana de cuatro años, me vino un recuerdo a la memoria. Era un recuerdo que me llegó al corazón. Me acordé de cuando yo tenía cuatro años y jugaba con mi padre con una pelota que todavía tengo y una portería. Cuando metía un gol, mi padre me llevaba al cielo de lo que me balanceaba. Cuando terminábamos íbamos a almorzar y después entrábamos en la salita para dormirme con las marchas de Semana Santa, ya que me relajaban mucho. ¡Qué buenos recuerdos!

Antonio Moreno Orellana

UNOS CHURRITOS La primera vez que comí churros tenía uno o dos años. Me encantó. Recuerdo que cuando me los comía me llenaba de aceite y pringue hasta los codos. También me manchaba la camiseta porque era chica y no entendía y me limpiaba con ella hasta que me hice más mayor y ya, aunque todavía no entendía mucho, sabía que debía limpiarme las manos con la servilleta.

Adriana González


LA COMUNIÓN DE MI AMIGO Ahora estoy hablando con mi amigo y acabo de recordar cuando fui a su comunión. Había piscina y todo. También me acuerdo de su tío porque hicimos una guerra de globos de agua y ganamos él y yo porque se rindieron. Después jugamos al escondite y por suerte no me la quedé. Comimos de todo y después nos dimos otro chapuzón en la piscina y al jugar en la colchoneta me llevé una gran sorpresa porque había un cañón de espuma. Tragué un poco de espuma sin querer y no me sentó nada bien, pero después volví otra vez. Por fin llegó la hora de la tarta, que era de gomitas y estaba riquísima. Tenía jugadores de fútbol, aunque a mí me gusta más el baloncesto. Ya estaba llegando la noche cuando encontré un nido de murciélagos. Me lo pasé “superbien” viendo como subían y bajaban y, al final, acabé durmiendo en su casa.

Javi González Jiménez


LAS CASAS DE MI ABUELO Cuando voy paseando por el centro de Jerez recuerdo las calles de Madrid, que es donde viven mis abuelos. Allí todo me llama la atención. Cuando voy a visitarlos juego a muchas cosas, voy al parque, vamos al museo, es decir, vamos a muchos sitios. Pero una de las cosas que más me gustan es la casa de mi abuelo. Es una casa

gigantesca,

con

varios

comedores,

con

bastantes

habitaciones como para albergar veinte personas. En algunas ocasiones nos reunimos allí todos los primos. Tiene varias televisiones y una mesa en la que pasamos buenos ratos con los juegos de mesa. No es esa la única casa de los abuelos, también tienen otra en Sevilla con un jardín inmenso y una piscina y también otra

en Santiago de la Ribera con un jardín, no tan

grande como el de la casa que dije antes, pero lo suficiente para jugar al fútbol. Allí, en esa casa, tenemos un balneario bastante cerca y una piscina también. Y eso solo son unos detalles de las casas donde mi abuelo ha vivido, porque su trabajo le ha hecho cambiar de casa muchas veces. Es por eso, que cuando paseo y me acuerdo de ellos, los echo de menos y me entran muchas ganas de que lleguen las vacaciones, puesto que los visitamos (o ellos nos visitan a nosotros) todas las vacaciones.

Carlos Carrasco Parrado


MI NICO Todos los días, cada vez que entro en mi cuarto y miro a mi perrito de peluche Nico, recuerdo que de pequeña usaba de pipo su nariz. Cuando era pequeña el peluche era igual de alto que yo y jugaba a que era mi caballo. Todas las noches dormía con él. Me acuerdo que una vez, con tres años, en una vacuna yo estaba llorando y mi madre sacó de su mochila a Nico.

Catalina Mateos Padilla

MI VIAJE Cuando tenía seis años fui a París y visité la Torre Eiffel y, cuando vengo al colegio recuerdo aquella semana en la que me lo pasé tan bien. Lo recuerdo porque en mi clase hay un trabajo sobre la Torre

Eiffel

y

además

un

compañero hizo un monumento de esa torre en cartón. Desde aquel viaje me encanta viajar y ojalá fuese otra vez allí.

Ángela Gil Galloso


MI PRIMERA MUÑECA Cuando era pequeña los Reyes Magos me trajeron una muñeca. Fue mi primera muñeca. Comía con ella, dormía con ella…Nunca me separaba de ella. Era como mi ángel de la guarda, como si me protegiese. Un día mi madre la lavó porque estaba muy sucia de tanto utilizarla y, cuando volví de la guardería, fui a buscarla para jugar con ella y como no la encontraba me puse a llorar hasta que mi madre me dijo que la estaba lavando. No me separé de ella hasta que me hice mayor, más o menos con siete años. Todavía la sigo teniendo. Es una muñeca muy especial para mí. Toda mi vida está en ella.

Gema Medina Abadía


MI ANILLO Cuando lo veo o me lo pongo recuerdo cuando me lo regalaron los Reyes Magos. Estaba ilusionada. Lo tengo guardado en una cajita rosa puesta en una estantería de mi cuarto. Ese anillo es algo que guardo desde pequeña. Me recuerda que nunca hay que dejar de soñar. Tenía seis años, mi hermana era chiquitita y gordita, era muy mala y todo me lo quitaba. Mi madre me reñía porque me señalaba mi hermana llorando y se creía que le había pegado, pero al final yo le contaba lo que había pasado y ella me abrazaba. Un día le enseñé el anillo a mi prima Manuela. Ella también tenía el mismo anillo, pero en azul. Fuimos a mi casa y jugamos a los disfraces, nos lo pasamos muy bien y mi hermana se disfrazó de princesa. Estaba muy graciosa y esa tarde me lo pase muy bien. Por eso cuando veo ese anillo me acuerdo de todo esto y eso me gusta.

Naiara Muñoz Fernández


NEGRI Hace tiempo fui al campo de mi tío y como siempre hago, primero saludo a mi familia, después voy a ver a una perra a la que le tengo mucho cariño: "Negri". Siempre que me ve se pone a correr y a saltar como loca hacia mí. Me divierto mucho jugando con ella y acariciándola. Muchas veces, no sé porque, cuando me pongo de pie, se me pone al lado, mejor dicho pegada a mis piernas y se va dejando caer poquito a poco hasta que acabo cayéndome al final; pero por su peso claro. Ella parece que solo piensa en jugar y... ¡no veas como le gusta! Hace tiempo le lance un limón para que lo cogiera. Se llevó UN DIA ENTERITO SIN SOLTAR EL LIMON.

Alfonso Nieto Pulido


MI RECUERDO SOLAR No hace mucho tiempo, hace dos semanas aproximadamente, mi madre me dijo que fuera a coger la bola de cera de mi armario para poder irnos a disfrutar de las hermandades que salen en procesión el Domingo de Ramos. Abrí el armario y empecé a buscar pero nada, no la encontraba por ninguna parte. Hasta que topé con ella. ¡Allí estaba! Creeréis que topé con la bola de cera pero no, topé nada más y nada menos que con la pelota con la que mi primo y yo nos pasamos horas y horas jugando cuando veraneamos en El Puerto de Santamaría. Recuerdo que cuando éramos pequeños nos despertábamos los primeros para ir a la playa y, una vez allí, decíamos que la playa en ese momento era nuestra. Pero de mayores ya no, porque nos acostamos más tarde y entonces nos levantamos más tarde también. Aquel es un lugar muy importante para mí porque es donde aprendí a nadar. También fue allí donde pasé unos de los días más felices de mi vida. En 2010, cuando tan solo tenía cinco años, España jugó la final del Mundial de Sudáfrica. Por la mañana me encontré un euro en la piscina. Pasamos todo el día en la playa y sobre las ocho de la tarde fuimos a ducharnos y a ponernos la equipación española. ¡Qué guay! Mi primo me hizo el peinado de David Villa y yo le hice a él el de Xavi Hernández. Lo más gracioso del día fue


cuando marcó Andrés Iniesta. A mi primo se le cayó el helado de los nervios, pero los dos estábamos tan felices que no nos dimos cuenta de que yo había pisado el helado y había manchado toda la casa. Mi primo me dijo: “Nacho, da igual. ¡España ha ganado el Mundial!”. Y dije yo: ¡Vamos! Después fuimos a una colchoneta de Homer Simpson y más tarde a la playa por la noche, ¡chulísimo! Todo el mundo estaba gritando: “Yo soy español, español, español…” Más tarde nos encontramos a una mujer que imitaba a Shakira bailando la canción del Mundial y yo le eché el euro que me había encontrado aquella mañana en la piscina. ¡Ojalá que España llegue a la final de la Eurocopa!

Nacho Carreras Díaz


SAMU Echando una vista atrás a mis recuerdos se me vienen muchas emociones a la cabeza, emociones que me hacen recordar bonitos momentos vividos. El nacimiento de mi hermano es mi mejor recuerdo. Yo tenía casi cinco años, estaba muy nervioso y ansioso de ver a mi hermanito. Nació el 17 de marzo de 2010. Yo estaba muy contento de ver a mi hermano. Lo veo crecer, cómo hace nuevos amigos, estoy feliz de tener a alguien así a quién cuidar en el futuro. Es lo mejor que me ha pasado en la vida y no me gustaría perderlo por nada del mundo. Hay muchos más recuerdos. Mi comunión es mi segundo mejor recuerdo. Mis vacaciones en Benalmádena, el cumpleaños de Alfredo (en el que me subí a una cabra), ir al pantano de los Hurones con mis padres y ver un hurón encima de las piedras. Pero el del nacimiento de mi hermano Samuel es inigualable, algo que no se olvida jamás.

Luis Alfonso Lozano Muñoz


LA RANA POPI Cuando nací

me regalaron una rana. Al cabo de un tiempo,

empecé a pensar en un nombre y le puse Popi por dos razones: una de las cosas que más me gustaba hacer eran las pompas y, siempre que soplaba, como no podía, soplaba tan fuerte que siempre me caía al suelo; la otra era porque mi abuelo Juan tenía muchos pájaros y cuando yo iba a su casa escuchaba sonidos muy bonitos y eran los trinos de los pájaros. Yo los imitaba piando porque me encantaban y por eso son los animales que más me gustan. Ahora tengo un pajarito en casa. A los cinco o seis años mezclé las primeras palabras que fueron Po de pompas y Pi de piar y salió Popi. A Popi la llevaba a todos sitios a rastras, a Mercadona, a Carrefour, a Hipercor… No me separaba de ella. Mi madre me hizo una pregunta un día que yo creí que era muy tonta. Me preguntó si yo quería tener un hermano. Yo de momento dije que sí, pero si hubiera dicho que no le hubiese dado igual porque cuando me lo preguntó ya estaba embarazada. Me empecé a preocupar más por mi hermano y a la rana no le hacía nada de caso y siempre que me quedaba en casa de mi abuela, mi ranita la cogía mi hermano porque le encantaba y él se la llevaba a todos sitios. Cuando se hizo mayor empezó a dejar de hacerle caso y nació mi primo Enzo. Entonces la rana pasó a mi primo pero nunca se la llevaba a ningún sitio. Él prefería jugar en casa de mi abuela. Y así seguirá Popi hasta que pase algo especial.

Claudia García Borrego


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