Razones para Gestión Cultural - Octubre 2016

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LA EXPERIENCIA COMO DESARROLLO

Comenzamos ya la decimocuarta edición de nuestro Máster. Y no está de más recordar la misión que lo impulsó y que, naturalmente, sigue muy presente. Nuestro primer objetivo era y es contribuir a la necesaria profesionalización de la Gestión Cultural formando profesionales con unas capacidades actualizadas, amplias y versátiles. Nuestra visión fue, desde el principio, ofrecer para ello una formación que posibilite una adecuada inserción laboral a nuestros egresados y que convierta nuestros cursos en referentes internacionales en nuestro campo.

Pero eso no nos hace olvidar que, como explicaba Clifford Geertz, la Cultura son los relatos, los cuentos, las historias que contamos para comprendernos a nosotros mismos y a los demás. Es decir, la Cultura no solo contabiliza sino que relata. Entre la gestión, pues, no hay que perder de vista la experiencia, el modo de comunicarla. En momentos de crisis cultural, la formación en gestión cultural es responsable de buscar no solo un enfoque utilitarista, de viabilidad, sino que ha de ser también especialmente sensible en el conocimiento de contextos y lógicas diversas para mediar y posibilitar experiencias con sentido.

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Para ello, el Máster cuenta con un panel de más de cien profesores -la mayor parte profesionales-, un programa en constante renovación, una extensa oferta de prácticas en prestigiosos centros e instituciones, un gran equipo de coordinación y administración y un grupo de estudiantes muy seleccionado de entre los muchos solicitantes. En esa comunidad, buscamos estimular el espíritu colaborativo por encima del competitivo, recordar que la cultura no es solo un mercado sino, sobre todo, un plaza. En cierto modo, nuestro modo de entender un proyecto de largo recorrido como este Máster

es concebirlo como un laboratorio, la cultura requiere atención y constante experimentación. Nosotros preferimos arriesgar innovando que complacernos en la repetición. Con ese espíritu comenzamos un nuevo curso con renovadas propuestas, fruto de los ensayos que en el laboratorio probamos con las aportaciones de todos. Y damos una acogedora bienvenida a todo el que quiera acercarse y acompañarnos en nuestra comunidad.


La primera pregunta que se debería hacer quien pretenda conocer las razones por las que andan tan afligidos los profesionales de la cultura en España, es qué les mueve a dedicarse a ese oficio. Y pronto comprobarán que se trata de una mezcla de orgullo y desamparo. Aunque por naturaleza todo el mundo posee capacidad creativa, muy pocos son los que gozan de aptitudes para convertirla en algo extraordinario; y aún menos los que pueden sacarles provecho hasta el extremo de vivir de ellas. Quien descubre tales facultades y el fruto de las mismas obtiene el reconocimiento preciso, siempre querrá a continuación obtener algún beneficio. Los diferentes agentes que operan en el mercado cultural se encargarán entonces de ofrecer ese producto y sacarle el máximo rendimiento. A partir de ese momento, todo

dependerá de una serie de factores que determinan el éxito o el fracaso de la operación, entre los cuales la calidad queda en un plano secundario al supeditarse a la demanda. La excelencia se obtiene del resultado de una suma de subjetividad gregaria: a más consumo, mayores beneficios, reconocimiento social y apoyo financiero. Y todo a pesar de que para quienes saben distinguir el grano de la paja, tales productos creativos sean nefastos. Este fenómeno no es nuevo. Los artistas han vivido siempre de sus mercados: la mayoría como asalariados cuya excelencia se expresaba en un mayor volumen de encargos. Muchos de ellos ni siquiera disfrutaron del reconocimiento unánime que han recibido sus obras pasado el tiempo. Shakespeare era un buen dramaturgo en su época, así como Mozart un excelente músico en la suya, pero ninguno de sus contemporáneos pensó que llegarían a ser

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considerados genios imperecederos. En realidad sus opciones. Tampoco eran populares. La popularidad es un hecho relativamente no eran populares. reciente, y se debe fundamentalmente al progreso de los medios de comunicación de Cuando Strauss estrenó su ópera Salomé en Viena causó un enorme escándalo al ofrecer una masas. Con el desarrollo de la radio, la música obra que se alejaba de su estilo de forma radical. alcanzó una difusión tan extraordinaria que los promotores comenzaron a tener en cuenta los Los promotores temían que afectara a la gustos de la audiencia, determinando el genio popularidad del compositor y se redujeran los creativo de los artistas. En tal medida que hizo ingresos. Sin embargo, la obra tuvo éxito y le exclamar a Mahler: «Si es arte, no es arte para permitió presentar tiempo después otra de sus todos, y si es arte para todos, no es arte». óperas más arriesgadas: Elektra. Tales obras se representaban entonces para un público y una Aquella resistencia tenía los días contados desde crítica entendidas, capaces de apreciar los el momento en que el peso de la audiencia (la valores de las mismas y determinar su calidad. demanda) terminaría por imponerse, sobre todo con el desarrollo de la industria discográfica y editorial, provocando un cisma entre la cultura popular y esa contracultura inconformista que abrazó la libertad creativa. No obstante, aún privaba la calidad sobre la audiencia, gracias a la autoridad de unos expertos capaces de percibir el genio artístico. Fruto de ello ha sido que podamos disfrutar de maravillosas obras literarias, musicales y plásticas que quizás hoy pasarían desapercibidas por su escasa popularidad.

JÜTTNER, Felix “Die ‘elektrische’ Hinrichtung (La ejecución eléctrica)”, 1909, caricatura tras el estreno de Elektra.

De ahí que sus autores supieran de antemano los riesgos a los que se enfrentaban y midieran

La irrupción de las nuevas tecnologías permitió una globalización descomunal del mercado, aumentando exponencialmente la audiencia potencial y, con ello, esa demanda que genera beneficios. Esta realidad no hubiese supuesto un problema de no haber sido porque los promotores despreciaran la cualidad de esa demanda, centrándose exclusivamente en la cantidad. Los terrores de Mahler se han hecho realidad: el arte ha sucumbido ante todos. Y de esa forma, hoy no sólo cualquiera puede expresar su innata capacidad creativa, por nefasta quesea, sino que puede alcanzar una insólita fama y, a partir de ahí, convertirse en un


ídolo de masas. Nada habría que reprochar a tal ecumenismo cultural si, a la vez, se conociese la existencia y se valorase adecuadamente una cultura alternativa que atiende a una demanda más exigente, pero no lo suficientemente numerosa para ser rentable. Sin embargo, el propio mercado ha impuesto un silencio no sólo a la discrepancia, sino también a las alternativas. La audiencia es soberana y nadie que se sirva de ella está dispuesto a que le agüen la fiesta.

gratis. Nace así una cultura restringida a sectores selectos, con escasa difusión, menor rentabilidad, pero de gran calidad. Esta producción cultural está expuesta en mayor medida a los rigores económicos, pero no por ello condenada a desaparecer.

Aun con la esperanza de que un cambio de Gobierno permita una mayor protección a la actividad creativa en España y una mejora de la formación académica para proporcionar esa En ese punto de inflexión irrumpió en su día la audiencia tan necesaria, es necesario que esa cultura real resurja de sus cenizas y comience a política para capitalizar esa enorme difusión aportar sus frutos. Para ello es imprescindible cultural en beneficio propio desde las que su voz vuelva a escucharse a través de los Administraciones públicas. Durante los años medios de comunicación y espacios de prodigiosos, las instituciones fomentaron (y promovieron) esa cultura de masas en busca del expresión artística independientes, para que así el público aprecie sus valores y la consuma. aprecio popular, creando en el público una percepción falaz del mercado cultural. El efecto Solo de esa forma será posible que esa cultura de tales políticas fue doble. Por un lado devaluó que expresa la auténtica capacidad creativa sea un buen negocio para todos. el producto cultural al costear con dinero público las producciones y ofrecerlas al público



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Coordinador de contenidos Jaime Cubas Edición y maquetación Ángela Lupiáñez Imágenes de portada y artículo Ángela Lupiáñez Textos La opinión de Murcia Octubre 2016


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