Dar la voz a los invisibles: prevención del delito a través del Hip Hop

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Congreso Nacional de Extensión Universitaria Universidad Nacional de Cuyo

Ponencia:

Dar la voz a los invisibles. Extensión universitaria para incidir a través del hip hop en las políticas públicas hacía jóvenes de comunidades vulnerables

Autores: Martín Appiolaza Dragón (Alejandro Fernández)

Mendoza, agosto de 2010

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Sumario

La bulimia social que caracteriza a las sociedades en la modernidad tardía incluye culturalmente pero expulsa económicamente, convierte a los jóvenes de las comunidades vulnerables en objeto de intervenciones de las políticas públicas desde una lógica del control. El resultado es una doble criminalización: por un lado la decisión política de castigar algunas formas de conflictividad vinculadas a la privación de derechos y por otra una implementación enfática de esos mecanismos sobre estas comunidades. En este contexto económico y social, proliferan las búsquedas de inclusión en la exclusión que se manifiesta en la producción estética de grupos subculturales. La extensión universitaria puede ser la herramienta que de la voz a estos grupos invisibilizados, productores de sentidos a través de expresiones estéticas como el arte callejero y el hip hop, que hablan de sus entornos, privaciones, conflictos por las políticas públicas de seguridad. Iniciativas que se aproximan, analizan y potencian expresiones de estos grupos, pueden contribuir a la transformación de las políticas públicas a partir de las oportunidades de conceptualización, articulación, fortalecimiento de la subjetividad y compromiso con el cambio a partir de acciones políticas. El desafío metodológico es aproximarse a estos los grupos juveniles vistos como actores sociales.

Palabras claves: Exclusión, cultura urbana, hip hop, prevención de la violencia, políticas públicas, juventud.

Autores: Martín Appiolaza: Especialista en prevención del delito, seguridad pública y gestión social. Estudió comunicación social. Es director del Centro de Estudios de Seguridad Urbana. En América Latina fue funcionario de ONU en temas de seguridad humana. Ha publicado en varios países. Co dirigió el documental: Hip Hop: el 5to elemento. Martin.appiolaza@gmail.com

Dragón (Alejandro Fernández): Rapero y referente comunitario. Es autor de decenas de canciones. Integra Shuriken, grupo pionero del Hip Hop en Mendoza. Ha grabado discos simples y compilados en la Argentina. Desde hace 15 años organiza periódicamente eventos comunitarios para preservar los principios de la cultural del Hip Hop. dragon@rapstar.com.ar

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“El poder real del hip hop y su verdadero significado reside en su capacidad para darle poder a los jóvenes para que cambien sus vidas” Afrika Baambaata, padrino del Hip Hop

“En la división lógica entre jóvenes y viejos está la cuestión del poder, de la división de los poderes” Pierre Bourdieu

Introducción Las culturas urbanas pueden ser pensadas como respuestas al modo de construcción de ciudadanía en la sociedad post industrial, que integra a partir de las expectativas de consumo pero excluye ante la evidencia que el consumo no es para todos. Es la sociedad bulímica que devora culturalmente pero vomita desde lo económico (Young, 2001). Esa tensión entre expectativas y medios disponibles para satisfacerlas (privación relativa) genera conductas innovadoras (Merthon, 1938), que pueden ser consideradas transgresoras y a veces delictivas. Las subculturas son una herramienta innovadoras para conseguir por otros medios aquello que se ofrece pero no hay medios para alcanzar. Algunas de estas subculturas pueden ser consideradas delictivas o bien, son criminalizadas por organismos de control. Pero estas respuestas que se reelabora también como culturas urbanas, pueden ser una respuesta integradora ante la bulimia social, creando relatos, subjetividades, articulando grupos juveniles capaces de gestionar conflictos y conquistar derechos (Lea y Young, 1984; Kessler 2004; Brotherton 2007; Hagedorn 2008). La juventud es una construcción social producto de la disputa entre jóvenes y viejos. Es decir, la juventud no es una creación divina sino el producto de tensiones y luchas por derechos entre grupos sociales diversos. Dice Bourdieu (1990) que la juventud es “la división lógica entre jóvenes y viejos está la cuestión del poder”. Los grupos y culturas urbanas en sus distintas expresiones (subculturas callejeras, movimientos contraculturales, tribus urbanas) aportan herramientas para sobreponerse a un orden de lo social. Genera identidades de resistencia y permite construir identidades de proyecto que desafíen ese orden de lo existente (Castells 1998; Hagedorn 2008). El hip hop es una cultura surgida en los entornos urbanos segregados de Nueva York en los años ’70, en una capital multicultural que expulsa hacia la marginalidad geográfica y

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económica a las comunidades migrantes más pobres y a grupos raciales. El hip hop nació en el Bronx cuando ya habían sido asesinados los referentes del movimiento por los derechos de los negros en Estados Unidos, en medio de una fuerte política gubernamental de control sobre negros y latinos implementada en nombre de la “seguridad”. Como cuenta Afrika Baambaata, el padrino del hip hop, el movimiento surgió en el contexto de segregación y encierro en los guetos neoyorkinos con alto nivel de violencia entre los grupos juveniles. Llevaban a cuesta el aprendizaje de los movimientos de lucha contra el racismo. Así, se transformó en una herramienta de mediación de conflictos, reafirmación de las identidades y toma de conciencia sobre los problemas de las comunidades para promover la transformación desde la juventud. Dice Baambaata: “El poder real del hip hop y su verdadero significado reside en su capacidad para darle poder a los jóvenes para que cambien sus vidas” en el sitio web Zulu Nation. Muchos de los principios que rigen la cultura del hip hop están en la llamada “declaración de paz”. Sostiene que: el hip hop representa la conciencia independiente, repeta la vida y se opone a la discriminación de cualquier tipo, repeta a las leyes y culturas, apuesta por el auto reconocimiento y la autoestima, los hip hoperos deben compartir recursos entre ellos, la esencia de la cultura va más allá del entretenimiento, por eso se declara en contra de formas de delitos, violencias y guerras1. El hip hop como género cultural está compuesto por cuatro elementos: el breakdance que es el baile, el rap como expresión poética musical, el DJ’s que genera ritmos y melodías fragmentando y combinando grabaciones musicales, y el graffiti que es la expresión pictórica. El relato oficial en voz de Baambaata cuenta que los elementos fueron evolucionando en la calle de los barrios bajos, en las fiestas improvisadas en tiempos en que las comunidades estaban sitiadas por las políticas de seguridad de tipo represivas y segregatorias. El hip hop se ha extendido por el mundo y se ha diversificado: se combinó con otros géneros, se convirtió en negocio discográfico, en movimiento social, en motivo de persecuciones, en símbolo de juventudes, en fenómeno contracultural y en producto funcional al mercado. Nos interesa especialmente su componente de conciencia social (el conocimiento de la propia cultura y de la propia situación social), sus posibilidades expresivas al alcance de todos, su compromiso con el cambio, su arraigo territorial, su universalización estética, la capacidad organizativa y movilizadora del movimiento que se expresa en muchos grupos.

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Diponible en www.zulunation.com

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Muchas de las formas estéticas del género funcionan como alternativas no violentas a la resolución de conflictos. Las disputas poéticas de los raperos en que deben demostrar su capacidad de improvisación rítmica desafiando a otros en las llamadas “peleas de gallo”, juega con agresiones normalizadas en un estilo artístico. Los “combates” en el break-dance, por ejemplo, incluyen simulaciones de peleas con movimientos estilizados y previamente practicados que no llegan a agresiones físicas. El potencial incluyente de la cultura y sus posibilidades para resolver conflictos, es una herramienta de transformación en aquellas comunidades más afectadas por la violencia expresadas a través de las privaciones económicas, la segregación y la violencia institucional. Existen muchas iniciativas que desde el hip hop trabajan para el cambio de esas condiciones de exclusión violenta, apostando a construir una juventud protagonista. Proyectos como el de Fundación Ayara en Bogotá, Afroreggae en Rio de Janeiro, Manifesto en Canadá, son buenos ejemplos.

Una historia local La conversación sobre el curso de posgrado sobre prevención de la violencia juvenil llegó al café de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Hablábamos de la historia trágica de Jonathan Chadía, un b-boy (bailarín de breakdance), muerto en un procedimiento policial en Mendoza. Lo detuvieron junto a su hermano y un amigo por su apariencia. Después del disparo, fraguaron pruebas para simular un enfrentamiento y maltrataron al hermano de la víctima, Diego, intimidándolo. Ese día, Diego Chandía esta por casualidad en el café. Escuchó la conversación, contó detalles y se convirtió en repentino profesor sobre las virtudes del hip hop para prevenir la violencia. Explicó que enseña a cambiar la realidad de violencia de los barrios pobres y reclamar los derechos. La explicación sobre el significado y componentes del hip hop, testimonios sobre la discriminación que sufren los niños, niñas y jóvenes que se visten de acuerdo a los códigos estéticos del movimiento, la violencia institucional y social en que se expresan, y la historia de los Chandía, se convirtieron en un documental. “Hip Hop: el 5to elemento” buscó dar visibilidad a los jóvenes artistas urbanos que se desarrollan en barrios pobres, que no son reconocidos adecuadamente por sus talentos y sus obras. El documental se estrenó en el Cine de la Universidad Nacional de Cuyo a instancias de la Secretaría de Extensión Universitaria, a sala llena y con un debate que incluyó funcionarios de las áreas de Seguridad y de lucha contra la discriminación.

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El documental termina con las palabras de Diego Chandía diciendo que, después del homicidio de su hermano, el hip hop lo ayudó a salir de la depresión y el odio. Entonces, cuenta, buscaron fortalecer el movimiento. El proceso de producción del documental movilizó el compromiso de muchos artistas callejeros. Dragón, un dinámico referente de la comunidad y co autor de este documento, fogoneó la participación. El resultado, además del documental, fue una fuerte presencia mediática del hip hop como herramienta de transformación social. Más importante aún, la formación de un grupo de artistas que se propusieron crearon la Cooperativa del Hip Hop: organización cultural que enseña arte y derechos humanos en barrios populares como herramientas de transformación social. El proyecto Cooperativa del Hip Hop2 fue el segundo proyecto más valorado por el comité de selección y ganó fondos Mauricio López de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Cuyo. Sumó alianzas con cuatro municipios del Gran Mendoza, la Dirección de Derechos Humanos de Mendoza y el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo. Con los recursos aportados se trabajó en consolidar el grupo, sus conocimientos, organizar talleres comunitarios y hacer incidencia social para intentar revertir las prácticas discriminatorias contra niños, niñas y jóvenes de barrios populares.

Tensiones y autonomías El movimiento del hip hop en Mendoza tiene dos décadas de vigencia. Ha tenido momentos de alto despliegue y otros de vida latente. Los grupos o crew tienen un fuerte arraigo territorial, con discursos centrados en la denuncia de la injusticia, la representación del barrio pero con dificultades para articular proyectos comunes. Subyace en muchos la esperanza de “triunfar”, de convertirse en artistas reconocidos y ganar dinero. Otros adhieren con más énfasis a los principios de la cultura y al compromiso por el cambio social. Aparece una primera tensión que dinamiza el proyecto: la salvación personal contra el proyecto colectivo. La mayor parte de los artistas provienen de barrios populares, de entornos sometidos a privaciones y violencias. Durante los últimos años, las actividades han migrado hacia gimnasios públicos o privados. El lugar es adecuado para las actividades de baile, pero no tan favorable para el rap. Segunda tensión: hip hop de academia contra el hip hop callejero. Por otra parte, es notable el nivel de autonomía que suele mostrar los protagonistas del hip hop. Alto nivel de organización y facilidades para gestionar recursos económicos que les permitan desarrollar actividades. Esa independencia es evidente en relación con los 2

Más referencias en: www.cooperativadelhiphop.org

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medios masivos de comunicación como espacios de legitimación: a diferencia de otros artistas, no se acostumbra enviar comunicados a la prensa para que informen sobre los eventos que organizan. La información fluye por redes tecnológicamente más democráticas y económicas, como los blog y los mensajes de texto. Parte de la cultura “hágalo usted mismo”. Primera autonomía: la cultura casi no establece vínculos con otros actores políticos y económicos. Puede entendérselo como términos subculturales: muestran una serie de códigos y concepciones comunes que les permiten resolver en términos individuales y colectivos muchas de los necesidades propias de la socialización en jóvenes y adolescentes. El hip hop da identidad, da respeto, da pertenencia, da reconocimiento, da distinción, propone desafíos y sueños. En otras palabras, permite abordar las tensiones que surge de la privación en relación con las expectativas y encontrar prácticas innovadoras en un encuadre legal. Ayuda a prevenir la violencia y el delito. Segunda autonomía: la cultura aporta un relato incluyente para los jóvenes de barrios populares basado en el conocimiento de su comunidad y que articula colectivamente demandas sociales.

Conclusiones El hip hop es una herramienta valiosa para los niños, niñas y jóvenes en la sociedad excluyente de la modernidad tardía. La cultura reflexiona sobre las condiciones de exclusión, contribuyen a prevenir la violencia entre los miembros, tiene capacidad de articular y movilizar por el cambio. La universidad a través de las políticas de extensión puede establecer alianza con los grupos. En la tradición de políticas orientadas a las juventudes, especialmente las que se ocupan de los grupos afectados por la violencia, predomina el enfoque de control. Un abordaje orientado a construir juventudes emancipadas, desde una perspectiva de derechos y que considere a los jóvenes y las jóvenes como actores sociales del cambio, debe fortalecerlos como individuos y como organizaciones, contribuyendo a crear las condiciones sociales para la real inclusión. A partir del ejemplo que mencionamos, la universidad puede establecer alianza con grupos de la cultura, abriendo sus espacios académicos para que los jóvenes artistas urbanos participen en ámbitos de análisis y deconstruyendo los discursos que legitiman las lógicas de exclusión. Los programas de extensión, además, pueden apostar a fortalecer los grupos que exigen derechos y que cuestionan las prácticas de control violento transfiriendo el prestigio que les permitiría acceder a grupos de poder que les son inaccesibles.

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Bibliografía BOURDIEU, Pierre (1990). La “juventud” no es más que una palabra. En: Sociología de la cultura. México: Grijalbo. BROTHERTON, David (2007). Toward the gangs as a social movement. En: Hagedorn (2007) edit: Gangs in the global city. Alternatives to Traditiona Criminology, Illinois University. CASTELLS, Manuel (1998). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Volumen 3. El fin del milenio. Madrid: Alianza Editorial. HAGEDORN, John (2008). A world of gangs. Armed Young Men and Gangsta Culture. Chicago: University of Minnesota Press. KESSLER, Gabriel (2004). Sociología del delito amateur. Buenos Aires: Paidós. LEA, John y YOUNG, Jock (2001). ¿Qué hacer con la ley y el orden? Buenos Aires: Editores del puerto [1984]. MERTON, Robert (1938). Social structure and anomia. En: MERTON, R.: Social theory and social structure. The Free Press. New York. YOUNG, Jock (1999). The Exclusive Society: Social Exclusion, Crime and Difference in Late Modernity. London: Sage.

Video y películas “Hip Hop: el 5to elemento”. 2009. Dirección: Martín Appiolaza y Dany Pacheco.

Sitios web Cooperativa del Hip Hop: www.cooperativadelhiphop.org Zulu Nation. www.zulunation.org

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