concurso literario 2007/2008

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Concurso de Literatura Sección cuentos

Concurso literario Por segundo año consecutivo, el IES el Pinar convocó el certamen literario “Rafael Alberti y Mª Teresa León”, conjuntamente con el AMPA. En esta segunda convocatoria se añadió la modalidad de poesía, así que este año podremos disfrutar no sólo de excelentes relatos que nos harán viajar a otros lugares y vivir historias increíbles, sino también de poemas que despertarán nuestra sensibilidad. La creación literaria es siempre un motivo de satisfacción personal y más cuando la obra creada se pone a disposición de los lectores para que disfruten de ella. Disfrutemos un año más de las creaciones literarias y el buen hacer de los ganadores del pasado curso 2007/ 2008. Esperemos que todos os animéis a participar en la convocatoria de este año. ¡Os esperamos! Marisa de la Peña ( Depto. De Lengua y literatura)


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Miguel Gallardo

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engall aferró su espada mientras esperaba tras el peñasco. Miró a uno y otro lado. Le respaldaban veinte de los mejores guerreros del poblado. Se asomó al frente. Vio la gran y abrupta pendiente que caía hasta el angosto valle de no más de cinco metros de ancho, pero que al contrario era extremadamente largo. El sitio ideal para una emboscada. El guerrero íbero Hengall había estado viajando de pueblo en pueblo uniéndose a las guerrillas y luchando contra los romanos desde que su pueblo, Bílbidis, había sido asaltado y posteriormente quemado por los romanos. Un silbido sacó a Hengall de su ensimismamiento. Era la señal, y todos aprestaron las armas. El valle era la forma más directa de llegar a Numancia, y los romanos creían que el paso estaba despejado, pero no era así. Los primeros hombres empezaron a

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asomar por la garganta. Todavía no, debían esperar más. Cuando el tiro de sus jabalinas iba a ser certero y más de medio centenar de legionarios estaban a su alcance, los guerrilleros tocaron trompas y arrojaron sus armas a los distraídos y condenados legionarios. El acantilado era demasiado alto y no podían contraatacar con sus jabalinas, así que buena parte de los legionarios se organizó en formación testudo, avanzando lentamente. Ilusos. Los expertos guerreros hispanos sabían que se presentaría este problema, y por eso tenían a mano pesadas piedras. Fueron arrojadas con precisión a los escudos rojos, y el sonido de la madera al crujir estremeció a Hengall. Fue fácil acabar con el resto de romanos. Una victoria hispana contra decenas de romanas. Al día siguiente regresaron a la villa, donde fueron agasajados antes de partir al amanecer, al norte, en busca de más romanos. Cuánto daño era capaz de causar esa República en la libre Iberia, cuánto sufrimiento. ¿Y todo por qué? Por riquezas. Los romanos alegaban


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el peligro que suponía la salvaje península para ellos y su comercio, pero no. No era a la riqueza de Roma la que apelaban sus gritos, era a la gloria de su república. <<Hipócritas>>, pensaba Hengall. Eso no es gloria, eso es la necesidad sanguinaria de poner un estandarte romano en cada provincia del mundo, de enriquecer aún más los cofres de las familias nobles romanas a cambio de esclavizar el mundo conocido. ¿Hasta dónde no llegarían las maléficas garras del Senado? Hengall se encontraba reflexionando sobre esto en su camastro cuando sonaron las trompetas. -¡Romanos!- gritaron desde algún lugar. El poderoso Hengall se armó de valor y salió corriendo de su cabaña para encontrarse con una encarnizada batalla que enfrentaba a los desprevenidos hispanos contra la galopada de los équites romanos y contra flechas de brea ardiente que hacían arder los edificios. Hengall derribó a un équite de la silla y montó su caballo, repartiendo tajos a diestro y siniestro, lo que se alargó durante una agónica hora que cesó cuando un escudazo en la cabeza le hizo perder el sentido. Despertó atado junto a más guerrilleros a la mañana siguiente. Se

encontraban en la plaza, y decenas de cadáveres aparecían ahora desperdigados por el suelo. Hengall, frustrado, cerró los ojos al ver el cuerpo de un niño muy querido por él. -¿No te gusta, basura? Abrió los ojos ardientes para ver al maldito legionario que le hablaba. Su sola mirada desalentó al soldado republicano. De repente se hizo silencio en el poblado excepto por los quejidos de los prisioneros, seguido de un murmullo entre los soldados. Se abrió paso un pretor republicano que precedía a la guardia de un pomposo cónsul romano. Desmontaron y parecían conversar entretenidamente sobre la batalla, cuando se detuvieron cerca de Hengall. Le dirigieron miradas ociosas y siguieron hablando, ahora lo suficientemente cerca como para que escuchase lo que decían. -Como puede ver reducimos a estos bárbaros tras la derrota de una centuria en aquel valle que atravesamos la pasada tarde. Bueno, no más distracciones… por favor, le ruego que hable a nuestros fieros legionarios, y les anime antes de unirse al asedio de Numancia.-continuó nerviosamente el pretor. -Sí, ahora mismo…-el obeso y alto cónsul intentó afanosamente subirse a unas tablas de madera para 2


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hacerse oír entre los soldados romanos. Hengall rió con ganas, al borde de la desesperación. Se sentía tan impotente… fue castigado con un azote. -¡Silencio!-proclamó el pretor.-El cónsul Quinto Cecilio va a hablar. -¡Romanos! ¡Estoy gratamente sorprendido por esta aplastante victoria sobre otra tribu rebelde! ¡Seguid así, y pronto exterminaremos la resistencia de esta región! Mi sueño como cónsul de la magnánima República de Roma es ver en cada pueblo, en cada casa, un rojo estandarte romano. La resistencia es fútil, nadie logrará oponerse a los designios de los dioses.el cónsul Quinto Cecilio fue interrumpido por el clamor de la centuria. Hizo un gesto para acallarlo.-Intentan arrebatar lo que es nuestro por derecho, el Mare Nostrum, y… -La tierra es de todos los habitantes que la caminan. Nadie tiene derecho a proclamarse rey.-La sorprendente intromisión de Hengall hizo ruborizarse al cónsul. Inmediatamente le hicieron arrodillarse ante él. -¡Y que esto os sirva de lección, chusma íbera!-dijo mirando a

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los prisioneros y enarbolando una espada.-Nadie se opone al senado y al pueblo de Roma… ¡Conquistaremos el mundo porque es nuestro derecho como romanos que somos! Se preparó entonces para asestar el golpe mortal. Lástima que Hengall no fuese sumiso. Apartó a los legionarios que le flanqueaban de un empellón y propinó una patada en el abdomen a Quinto, que cayó detrás del banco de madera. Hengall se liberó de sus ataduras y provocó un gran revuelo destrozando a varios legionarios con los golpes de la espada arrebatada al cónsul. Pero eran muchos y fue reducido en unos segundos. Quinto Cecilio se levantó enrojecido de la ira. El pretor no pudo más que aguantarse la risa. Su sonrisa se esfumó cuando el airado cónsul romano le atravesó un pulmón con la espada. -¡Yo represento a Roma! ¡Nadie se ríe de Roma! Tú- dijo ahora señalando a Hengall.-Muere… ¡Por la gloria de Roma! Mientras la sangre salía a borbotones de su cuello, Hengall tuvo un último pensamiento. Había muerto por los suyos defendiendo sus vidas, las vidas de la gente a la que amaba sin ningún otro fin. Eso si era la verdadera gloria. Estalló en un último


Concurso de Literatura Sección cuentos . susurro a la cara del cónsul

cambiaba de canal y daba otro

-¿Gloria? No.

bocado a su hamburguesa.

Cayó al suelo con la mirada perdida en el vacío. Murió feliz, sin temor.

<<La milicia de Afganistán ha publicado hoy que no parará la guerra santa hasta que todo el mundo adore a su dios, mientras tanto en Chechenia un nuevo atentado acaba con la vida de treinta personas…>>

Álvaro cerró pesadamente su libro de relatos. Lo había cogido de la biblioteca del instituto el día anterior. Se dirigió a la cocina para cenar, y puso la televisión. <<Hoy el presidente de los Estados Unidos ha dicho en una rueda de prensa que aumentará el número de tropas en Iraq. Mientras, en la ONU, se deliberan las posibles acciones militares contra Irán ante su programa de enriquecimiento de uranio…>> Parpadeó cansado mientras

Apagó la televisión y echó un vistazo a una ilustración del relato de Hengall, en la que posaba heroicamente en lo alto de un peñasco. Álvaro sonrió y dijo en voz baja: -Parece que tu historia se repite por todas partes… -¿Dices algo, hijo?-le preguntó su madre, desde la cocina. -Nada, mamá.

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Amanda Gonzalo Martín

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n un bosque tenebroso y más oscuro que la misma penumbra, un ser con un espíritu que resplandecía como el sol en su máximo esplendor y dejaba ciego a la mas bellas estrellas, vivía alegremente, sin ninguna preocupación, sin obligaciones ni deberes. Pero el destino es caprichoso y por simple gracia y diversión, le mandó una desdicha. Aquel ser tan maravilloso era una pequeña centaura que apenas llegaba a los quince años, pero aun así era curiosa y bondadosa, se puede decir que había heredado el alma de su ya fallecida madre, Galatea, que era una ninfa de los elementos La pequeña centaura, llamada Tempestad, tenía un dilema, un pequeño duende con c ara siniestra y sonrisa pícara la entregó un brillante cofre, junto a cuatro llaves que cegaban sus pequeños ojos amarillentos, la primera tenía forma de gota, la segunda, de llama de fuego, la tercera forma de árbol y la última, aunque no menos importante, forma de huracán. Dentro del cofre se encontraban dos pergaminos, cogió el primero que vio y ponía:

Si deseas encontrar el inmenso tesoro que posee el bosque maldito debes seguir el mapa y utilizar las llaves del modo correcto, porque si usas mal una llave el mal que alberga el bosque absorberá tu alma y te verás obligado a vagar eternamente por el elemento que contenga dicha llave. Usa tu ingenio y astucia, pues el mapa es difícil de descifrar.

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El segundo pergamino contenía un antiguo mapa polvoriento. Dentro de él había un papiro que decía:

El mapa fue divido en cuatro partes por los antiguos maestros de la magia, para protegerlo de la oscuridad y para que no cayera en malas manos, pues es poder que contiene el tesoro oculto sería capaz de desatar una fuerza que escaparía a cualquier dominio. Esta parte del mapa, contiene el primer valle, lo que quiere decir, que tendrás que utilizar la primera llave, pero: ¡ten cautela! Pues cómo se explica en el otro pergamino, puedes quedarte atrapado eternamente.

Tempestad se encaminó hacia el valle de Piscis, pasó por una puerta construida con el rocío que caía en la verde maleza después de cada negra tormenta o refrescante lluvia. Más tarde se encontró con un monstruo del río, que le dijo: Piscis es la reina que gobierna este valle y si deseas que te entregue el cofre que contiene la segunda parte del mapa, tendrás que entregarle un tributo, pero el único regalo que aceptará será la gema diamantina que custodia el gusano de agua Artropunus, y yo solo te diré donde se encuentra si me traes un narciso del jardín de la reina, ¡pero ten cuidado! , pues el hermoso jardín que cuida la poderosa reina lo protegen dos troles de aspecto descuidado y terrorífico, y la única forma de vencerles es darle con una espada forjada en el calor de la amistad y el helado viento de la penumbra. Esto es lo que te pido y si realmente deseas el tesoro, tendrás que salvar estos obstáculos. Tempestad fue al jardín y tal como le había dicho el monstruo, ahí estaban aquellos apestosos y mugrientos troles, Tempestad se acordó de lo que le explicaron en el instituto, ¡a los troles les atrae el queso podrido! Y por suerte tenía de sobra, ya que

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cuando venía al valle se encontró con una granja Láctea. Puso el queso lejos del jardín, para que se alejaran y ella pudiera cogerlo sin armar ningún jaleo. Más tarde fue al monstruo del río y le dio el narciso, y él le dijo la ubicación del Artropunus. Artropunus se encuentra en el lago perdido de las mil sirenas. Ya que me has traído este obsequio, te diré como derrotar a Artropunus. A un gusano, por muy feroz que sea, hay algo que siempre le superará, y en este caso tendrás que dominar al águila azul, pero la única forma de derrotarla es gritando lo mas fuerte y agudo que puedas, pues como ya te habrá enseñado, las águilas poseen un excelente oído. Esa es la única forma de vencer al gusano de agua. Tempestad puso a caminar sus cuatro patas hacia el águila azul. Después de andar y andar llegó al monte dónde habitaba el monstruo y cogió un cuerno hueco de unicornio y empezó a gritar por él. El águila al escuchar tal estruendo cayó rendida ante sus pies. Tempestad se subió encima de Atenea, que así fue como llamó al águila. Ella venció y Artropunus le entregó la gema y un hada. Tempestad le dio la gema a la reina y con primera llave abrió el cofre. Tanta ansia tenía, que enseguida se encaminó hacia el valle verde. Por muy raro que parezca le sucedió exactamente lo mismo que en el valle de Piscis. Primero un topo, el monstruo del río, más tarde Artroterra, como Artropunus, después el águila verde, el águila azul, y a continuación la reina Laterna con la que se llevó bastante bien, porque eran del mismo signo; pero sin embargo, ésta le tendió una trampa; pues en el cofre que le entregó no debía meter la llave de tierra pero gracias al hada que le dio Artropunus salió ilesa, pues la llave servía para abrir el libro que encerraba el mapa. Fue al valle viento, pero este obstáculo era diferente aquí todo fue muy fácil pues el viento la temía, sería por su valor, sería por su fuerza, o simplemente por su nombre; Tempestad, que nombre tan hermoso y a la vez temible. En la antigua Grecia existía una sangrienta amazona que era temida por todos; desde la más pequeña hormiga hasta el más bravo toro la temía; ¿sería por aquello? ¿Acaso el nombre de aquella terrible amazona había perdurado tras los siglos? Fuera lo que fuera Tempestad llegó al final, pero había un terrible problema, había cuatro cofres colocados en forma de rombo y una tablilla que ponía: Esta adivinanza te mostrará el camino a seguir. “Norte este, oeste, este, sur, oeste, sur: 1 Los árboles son la solución” 7


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Tempestad pensó y pensó, y de pronto dijo: ¡Claro el musgo de los árboles crece en el norte de sí mismo y norte es la única palabra que solo una sale una vez!, ¡debo abrir el de arriba! Tempestad abrió el cofre, cogió el mapa y se fue hacia el valle de fuego. Tempestad estaba aterrada pues como ya se sabe lo que más miedo le produce a un caballo es el fuego. No sabía que hacer. Su parte de caballo le decía: Huye, huye para no más volver, aléjate y no mires atrás, no merece la pena correr el riesgo por un tesoro que ni siquiera sabes si existe, ¿acaso tienes pruebas?, ¿sabes con certeza que es real? O ¿simplemente es un cuento chino?, y si es verdadero ¿sabes que puede contener? Puede contener un monstruo o solamente una simple moneda ¿o quizá una maldición?, puede tener dentro mil cosas. Si eres lista, por favor ¡aléjate! Su parte Humana la decía: No creo que sea sensato arriesgarse, pero tampoco es de listos desaprovechar tal oportunidad, después de todo lo que has luchado, trabajo y los riesgos que has pasado para conseguirlo. Pero hasta a tu parte humana le aterra el fuego. Tempestad no se decidía: ¿Voy?, ¿no voy?, ¿Voy?, ¿no voy? ¡Estoy hecha un lió! Entonces nada más terminar la frase una armadura forjada con el metal más resistente que jamás nadie se podría imaginar, apareció ante sus ojos sin ninguna explicación. Tempestad se la puso. Llena de valentía y armamento, corrió como si la vida le fuere en ello. Su corazón le latía tan fuerte que casi se desmaya. Tempestad pasó la puerta corriendo, el viento la impulsaba, estaba de su lado. Veía como el fuego consumía las ánimas de los que habían intentado conseguir el tesoro antes que ella y habían perecido en el intento. Aunque su espíritu la impulsaba a ayudarlos no podía cesar de correr, o si no ella también acabaría así. Estaba aterrada pues su fantasía armadura cedía antes el fuego y lentamente se derretía formando ríos plateados. A cada paso que daba, sentía que un cuchillo le atravesaba la pata .Ella pensaba: Esto es un laberinto. El fuego blanco no me deja concentrarme. Ella corría y corría y en cada esquina un peligro la esperaba, estaba desesperada no sabía que hacer, el miedo la invadió, entonces con un ligero silbido llamo a Atenea,

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el águila, se subió encima, gracias a ella. Tempestad pudo ver por donde podía ir, y cuando se dirigían a volar, el fuego atacó a Atenea y más tarde la consumió. Tempestad no se entristeció porque sabía que durante el equinoccio de la luna las águilas elementales renacerían de sus cenizas y volverían a su nombre sagrado sin notar algún sufrimiento . Volvió a correr una vez más, ya no tenía fuerzas para seguir. Ella misma sentía que el bosque la ayudaba, pero por mucho que quisiera salvarse y dar media vuelta no podía pues aunque quisiera salvar la vida no podía dar un paso más, la lucha contra los titanes del valle le había quitado toda su energía. Entonces cuando estaba rodeada y no tenía ninguna esperanza, una luz cegadora desprendió una gota púrpura que al contactar con el blanquecino fuego, lo evaporó. Esto dejó a Tempestad el camino libre en el laberinto, pero antes de que pudiera dar siquiera un paso la luz le advirtió: De tu alma he Salido, y del fuego te he librado pero de los monstruos no te puedo salvar, pues aunque tu espíritu es fuerte no puedo hacer más. Ten cuidado Tempestad. Tempestad tuvo mucha cautela al pasar y llegó hasta el tesoro, pero cuando estaba apunto de cogerlo un espadachín de fuego apareció, el espadachín la iba a atacar, ella se puso detrás del cofre, y el espadachín por arte de magia se paró y se tranquilizó, era como si jamás hubiera visto a Tempestad. Cuando Tempestad redisponía a abrir el cofre un pergamino cayó el cielo, de el salió un espejismo que le dijo: Mira dentro del cofre pues no hay nada, para conseguir el tesoro tendrás que salir de aquí sin que te pase nada, es decir sin un solo rasguño, y para que puedas demostrar que tu espíritu es honrado el espadachín te perseguirá. En ese instante el espadachín dio media vuelta y clavó su mirada en Tempestad. Tempestad sintió que aquella mirada se convertía en una flecha de tres puntas que atravesaba el aire sin piedad. En ese mismo instante, por el miedo a poder quedarse sumida en un profundo sueño. Las pezuñas de Tempestad empezaron a correr. Tras ella el guerrero enmascarado la seguía como el cazador sigue a su presa. Apenas a unos pasos de la puerta el guerrero lanzó una flecha, parecía que no la había dado en el blanco, pero aunque Tempestad lo ignoraba, la flecha fallida había arrancado unos cuantos pelos de su cola de caballo. Unos segundos después el misterioso holograma volvió a aparecer, y la dijo: Valiente Tempestad no me alegra en absoluto mencionarte que as fracasado en tu intento, pues unos pelos de tu cola te han sido arrebatados, por lo tanto tendré, con mucho pesar, que condenarte a vida fantasmal en este valle. 9


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¿Qué? Dijo Tempestad. ¡Cómo te atreves a decir tal barbaridad! Tú no sabes lo que he luchado, la sangre de monstruos que he derramado, ni la vitalidad que yo he dejado por llegar hasta aquí. Jamás permitiré que me arrebates este tesoro por el que tanto he luchado y por el que tantos peligros he afrontado. Y si crees que me das miedo con tu traza remilgada y tus avances tecnológicos, ¡estás muy equivocado! Tú te pasas la eternidad ahí sentada mirando como otros yacen en el fuego viendo sus sueños e ilusiones destrozados por la cruel realidad. Si te levantaras y contemplaras la energía, la vitalidad y el amor que siente un ser vivo, podrías ver con claridad el valor y la fortaleza que tienen en su corazón cada uno de los seres que ha afrontado este reto. Al recapacitar el holograma: Tempestad, nadie jamás me había plantado cara, tú me has abierto los ojos, y por eso ahora no podré vivir con esta pena, y aunque quisiera cambiar este día, no puedo, pues el destino ya ha elegido por ti. En ese instante Tempestad se desplomó en el suelo cayendo en un profundo sueño. Nada más caer una gota de sangre cayó en el suelo tiñendo el blanquecino fuego de rojo. Pero los dioses que durante aquellos días habían contemplado, asombrados, las hazañas de Tempestad, llamaron enseguida a las divinidades que habían dispuesto el destino de aquella joven, y las ordenaron que en inmediato le devolvieran su esencia vital, y así lo hicieron. El padre de los dioses, ante el valor y el coraje que había demostrado Tempestad, decidió crear una conspiración que perduraría tras los siglos y que se concedería con el nombre de Sagitario. Y hoy en día de la valiente Tempestad sigue contándose en los pueblos más remotos de la Tierra.

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Carlos García Albalad

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iró el retrato de su madre que tenía entre sus manos y lo moteó junto a si ropa. Repasó la lista de cosas que había preparado para no olvidar nada. En silencio, echó un vistazo a su alrededor, sintiendo que algo invisible impregnaba la habitación y se resistía a salir de allí, sin querer acompañarle. Después cogió su maleta y con la tristeza que desde hacía algún tiempo le invadía, salió de su habitación cerrando la puerta con sigilo, como no queriendo hacer ruido. Afuera esperaba papá, sentado al volante. Al verle salió del coche para cerrar con llave la puerta principal. -¿Habrás apagado todas las luces?-dijo su padre. -Sí, papá, he apagado las luces y he cerrado las puertas-dijo Fidel. Se dirigieron al coche, metieron la maleta del muchacho en el maletero e iniciaron su viaje rumbo al pueblo de sus abuelos. Fidel se sentía extraño. Nunca antes había ocupado el asiento al lado del conductor. Siempre era mamá quien se sentaba allí. Pero ella ya no estaba y sin consultarlo siquiera, optó por ocupar su lugar en el vehículo como si supiese que por su altura y por su edad pudiera hacerlo. El viaje se hizo largo. Lleno de silencios. Apenas algún comentario aislado. Fidel sintió que aquel era el viaje más triste de su vida. Tenía trece años y siempre al llegar el verano salía de vacaciones con sus padres, con los dos, a la playa o a cualquier otro lugar. Este año ni él ni su padre se sentían con el ánimo suficiente para jugar con las palas en la arena o correr entre risas persiguiéndose el uno al otro a la orilla del mar. Divisaron a lo lejos del pueblo. A medida percibían más y más el Una bandada de el vuelo alrededor de la iglesia y un pequeño rebaño pacientemente cerca de la cuneta de la carretera.

las pequeños cosas que se acercaban olor del campo. pájaros levantaba de ovejas pastaba

El reloj de la iglesia dio las doce campanadas que marcaban el mediodía. El coche corría despacio entre las callejuelas estrechas que llevaban a la parte alta del pueblo. Allí en un rincón de la plaza estaban sentados al sol los abuelos de Fidel. Al ver llegar el coche se levantaron presurosos para abrazar a los dos. El primer día de vacaciones estaba lleno de nuevas cosas. Fidel poco a poco fue recorriendo con ayuda de su abuela las distintas habitaciones de la casa. Hacía 11


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mucho tiempo, desde que él era pequeño, que no había vuelto a estar allí. Fidel apenas tenía ganas de salir. No conocía a nadie y la tristeza le invadía de tal forma que no se veía capaz de entablar una conversación más o menos animada con nadie. No comentó nada, pero para sus adentros creía que los días iban a ser largos, aburridos, sin aventuras ni diversión. Aquella tarde, su padre, viendo que Fidel se consumía cabizbajo sentado en una silla a la sombra del jardín le invitó a dar una vuelta por el pueblo. Fidel, no quiso negarse, pero tampoco le apetecía demasiado. Dejaron pasar las horas de la siesta y a media tarde partieron rumbo a la zona más alta del pueblo, atravesando la plaza. El padre de Fidel, comentaba esto y aquello, cosas que recordaba en cada rincón que descubrían. -Aquí-decía-jugaba yo a los bolindres con mis amigos en la escuela. Pasaron debajo del viejo arco que unía la calle del Mercado con la calle del Pilar y sonriendo el padre de Fidel dijo: -Aquí jugábamos los días de lluvia y en aquel rincón había un agujero donde escondíamos papeles con mensajes secretos cuando jugábamos a espías. Fidel escuchaba a su padre con mucha atención. Le entusiasmaban las historias graciosas, llenas de travesuras y de aventuras que él en la ciudad apenas había podido disfrutar. Llegaron a la calle de la Luna y Fidel ció como la pequeña sonrisa que su padre reflejaba se vino abajo al llegar a unos ventanales de rejas forjadas. -¿Qué pasa, papá?-preguntó Fidel. -Nada, hijo nada. -Algo te pasa. Cuéntamelo-dijo Fidel. -Recuerdos. Sólo recuerdos-respondió su padre -Háblame de esos recuerdos, papá, ¡por favor!... -Mira, aquí… pregunté a mamá si quería ser mi novia. Ella entonces era una bonita muchacha. Con veinte años, cabello rubio y grandes ojos verdes. Los dos se quedaron en silencio. Siquiera caminando, bajaron por las empinadas escaleras desde la iglesia unían la calle del Aire con la calle Mayor.

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Encontraron y saludaron a mucha gente y punto para la cena a las nueve ya habían regresado a casa. Los días transcurrían tranquilos. Las salidas al campo, a visitar las perdidas y olvidadas cuevas eran divertidas. Las calurosas tardes en el río con merienda incluía recordaban un poco a aquellos días de juegos en la playa. Para Fidel, la casa de sus abuelos, olía a limpio, a aires fresco, a campo, a silencio y muy a menudo la cocina, le traía recuerdos del aroma, que en casa tenía la comida de mamá. Todo le estaba resultando a Fidel más agradable de lo que había esperado. Un día antes de regresar a la ciudad Fidel encontró, en uno de los cajones de la habitación de su madre, un viejo diario. Fidel no quería leerlo pero su curiosidad pudo más y abriendo el diario al azar leyó: “Ahora soy joven, muy joven, pero llegado el momento me gustaría ser madre. Un hijo es el mejor regalo. Me gustaría que fuera bueno, simpático, guapísima y que me quiera tanto como yo a él. Espero que sea feliz porque desearé con todas mis Dos lágrimas se mejillas de Fidel. debajo de su chaqueta. eso que jamás olvidaría a su comprendía también que allí estaban para luchar y para procurar ser feliz a momento que estaba viviendo.

yo allí donde esté así lo fuerzas…” deslizaron por las Escondió en diario Fidel sabía antes de madre, pero ahora los motivos para seguir, pesar de la dureza del

Y así pasó el verano. Aquel que Fidel había imaginado aburrido, se había transformado en un gran verano. En el verano que había transformado su corazón. No era necesario ir a la playa para disfrutar en vacaciones.

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Rubén López

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ran las siete y media de la mañana, me estaba vistiendo cuando recibí una llamada de teléfono, era mi jefe. La reunión se había retrasado debido a una cancelación en el avión de los japoneses con los que teníamos la cita. Salí del portal una hora más tarde que

de costumbre (gracias al retraso del avión) y por primera vez pude ver un amanecer en Madrid, toda mi vida había pasado este momento trabajando o en el metro. Caminé hasta la estación. Bajé las escaleras y escuché el sonido del tren. Me apresuré para no perderlo no me apetecía tener que esperar al siguiente. Me senté en el sitio habitual, todo era igual excepto la gente. No era la misma que estaba habituado a ver. Las personas que normalmente viajaban conmigo, debían de llevar una hora en sus puestos de trabajo. Por lo demás todo era normal. Unos leían, otros dormían y otros mantenían su vista perdida mirando por la ventana. Distinta gente pero las mismas costumbres. Saqué el periódico y lo leí durante el transcurso de

un par de paradas. No encontraba ningún artículo interesante. Pasé las páginas hasta llegar a la sección de Bolsa. Soy economista y al menos estos temas siempre tienen algún interés para mí. Al llegar al túnel, la luz se redujo impidiendo seguir con la lectura. Levanté la cabeza y un escalofrío me recorrió el cuerpo, fue una sensación muy extraña y corta. Me recosté en el asiento y dejé la mirada perdida en el vagón de metro. Llamó mi atención una mujer. Era bastante guapa, sus cabellos eran de un rubio extraño, tenía unos ojos verdes profundos. Estaba mirándola y pensando que debía de sentirse agradecida con la naturaleza, realmente me parecía muy guapa. Un hombre alto y fornido se acerco hacia ella. No me extrañó, una mujer así es normal que esté acompañada. Alcé la cabeza un poco vencido por mi curiosidad, seguíamos en el túnel y no podía volver a la lectura por la escasez de luz. De repente, el hombre la agarró fuertemente del cuello, no me lo podía creer, no se trataba de su acompañante sino de un atracador (eso pensé en ese momento), no podía creer que ese hombre se atreviese a atracarla en medio del metro, con las cuatro o cinco personas que viajábamos en ese mismo vagón. Todo ocurrió en poc os segundos. El hombre sacó la otra mano de su bolsillo. Mis ojos fueron directos a ella. Sujetaba un cuchillo bastante grande, con una empuñadura de brillantes. Agarró a la bella mujer de los pelos y sin pensarlos dos veces desplazó el

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cuchillo por su hermoso cuello dejando ver como se derramaba aquel color tan horroroso, no paraba de sangrar, la chica calló tendida en el suelo; Miré a mí alrededor, nadie estaba mirando. Todo el mundo seguía en su pequeña actividad mientras esta pobre mujer moría asesinada. Parecía que me habían clavado en el asiento. Tenía la boca abierta pero ningún sonido salía de ella. Hice lo posible por levantarme pero era inútil no podía, cuanto más lo intentaba más me costaba, no sabía que hacer. Nadie escuchaba mis gritos, no podía levantarme ni ayudar de ninguna manera a aquella pobre chica que poco a poc o estaba pereciendo en aquel vagón de metro lleno de gente que siquiera se inmutaban del terrible suceso que estaba teniendo lugar frente a mis ojos, era inaudito. Me pareció extraño que el asesino tampoco oyese mis gritos, al menos no parecía darles ninguna importancia, pero ese no era mi mayor temor. ¿Pensaba matarme como había hecho con aquella indefensa mujer? De repente, el asesino me miró con una mirada tan fría que sentí como si mil témpanos de hielo se me clavasen al instante. No sabía que hacer, noté como una gota de sudor caía por mi frente, todo era tan inverosímil, acababa de matar a aquella pobre mujer, posiblemente ahora me matase a mi, y lo

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más increíble es que ese hombre iba a salir de aquel vagón de metro sin que nadie que hubiese visto lo que había ocurrido. Empezó a caminar hacia mi, traté de cerrar los ojos para evitar ver el destino que parecía evidente, pero me fue imposible, ya estaba cerca, unos pocos pasos más y aquel hombre acabaría con mi vida como el que acaba con la de una mosca, sin ningún reproche sin ninguna preocupación. Agarró su puñal, pero... ¿Por qué lo tenía de aquella manera? Lo agarró al revés, es decir en la palma de su mano tenía la hoja de la cuchilla dejando ver la empuñadura con aquellos preciosos brillantes que relucían de una extraña manera. Cuando estaba frente a mí, levantó su brazo. En menos de un segundo prácticamente, y justo cuando se disponía a golpearme, se desplegó de la empuñadura un cuchillo con forma de sierra que sin duda acabaría con mi vida en cuanto penetrase en mi inmóvil cuerpo. Empezó a bajar la mano, la punta tocó mi pecho. De repente, salimos del túnel y... “Señores pasajeros les informamos que si desean continuar su trayecto hacia Cuatro Vientos deben de poseer el tipo de billete correspondiente”. ¿Qué er a t odo aquello?, ¿Habría sido todo un sueño? Mejor dicho, ¿Una pesadilla? Intenté moverme,


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todo parecía normal. Alcé un poco la voz para comprobar la reacción de los pasajeros y un par de ellos giraron la vista hacia mí durante unos segundos. Todo apuntaba a que me había quedado dormido mientras leía el periódico. Aún seguía sudando y aquella sensación de intranquilidad no se me iba de la cabeza, me recosté en el asiento con el fin de descansar hasta llegar a mi parada, cuando miré en la dirección donde en mi supuesto sueño la chica había muerto...NO ME LO PODÍA CREER, había una mancha de sangre en el suelo. En ese momento, mis nervios se avivaron. Notaba como el corazón me latía a mil, estaba claro que no podía haber sido un sueño, o tal vez ¿aquella mancha de sangre era fruto de mi imaginación? Me froté los ojos y cuando los abrí, deseaba que aquel color hubiese desaparecido y solo pudiese ver aquel suelo azul característico del metro. La mancha seguía allí. En ese momento sentí un pinchazo en le pecho en el mismo lugar donde el cuchillo llegó a tocarme, me puse la mano y cuando la separe pude ver una pequeña gota de sangre. Cerré el periódico rápidamente, no podía respirar, sentía como la ansiedad y la angustia crecían en mí. No entendía nada, las puertas del vagón se abrieron y salí rápidamente. Caí al suelo de rodillas, el aire empezaba a fluir por mi nariz, notaba

como poco a poco me iba recuperando. Mi cabeza daba vueltas tratando de reproducir los hechos. Tenía que haber una explicación razonable para todo aquello que me estaba ocurriendo. Miré a la ventanilla donde me había estado sentado hacía escasos segundos. No podía dar crédito a lo que veía. Allí estaba sentado, justo enfrente de mí, aquel hombre, el asesino de aquella pobre chica. El tren arrancó y este me sonrió con una expresión tan fantasmagórica que.... es la misma que veo cada vez que me miro en el espejo. ... Hoy a mis 65 años doctor, pensará usted que estoy loco ó que habrá sido una historia que yo mismo me he inventado para poder venir a hablar con un psicólogo después de la misteriosa muerte de mi mujer y mi hijo, pero usted debe de saber que todo lo que le cuento es verdad, de todas formas usted mismo lo podrá comprobar pues después de este terrible suceso que viví a todas aquellas personas a las que le he contado esto, han muerto en unas condiciones bastante extrañas a manos de un desconocido que solo yo he podido ver. En ese momento alguien abrió la puerta de la consulta. Era la enfermera. Un grito salió de su garganta. El doctor yacía en el suelo con un gran corte en su garganta. Mientras el paciente con un cuchillo en la mano y cubierto de sangre exclamaba: lo ha vuelto a hacer, ha vuelto a

matar…

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Mina Rey Herráez.

E

l sujeto X salió de su casa. Tenía algo que hacer. Seguramente fuese a comprar el pan. O quizás fuera policía y se dirigiera a la comisaría. O podía ser profesor, o profesora, e ir a la escuela. Claro, que también podía ser estudiante. No sabía por qué salía de su casa, así que lo mejor era que lo preguntara. − Oye – dije. − ¿Sí? – el sujeto X se giró y me quedó mirando, frente a frente. − Tengo que escribir un relato sobre ti y se me acaba el plazo. Así que sería un detalle por tu parte que me ayudaras... ¿Qué quieres ser? − ¿Y tú me lo preguntas? − Si no anduviera mal de tiempo, no. Pero es que esta vez necesito ayuda. − No lo sé, tengo que pensarlo. − Suspiré. ¿Cómo se me ocurría preguntarle eso a un personaje? − Serás un... − Una mujer. Quiero ser una mujer y me quiero llamar Verónica. − ¡Sí! ¡Verónica! No tengo a nadie con ese nombre. Bien pensado. ¿Eres policía? ¿Vas a comprar el pan? Verónica seguía siendo una cara y un cuerpo desenfocado delante de mí, de hecho, ni siquiera era eso, aún no tenía ni edad. − Pues... ¿puedo tener un hijo? − No, quiero un único personaje. ¿Qué edad tienes? − Veinte años – contestó tras pensárselo. − Entonces eres mayor que yo. Me gustaría más que tuvieses mi edad ¡Eh! ¡Podrías ser una nueva amiga mía! − Entonces me quedaré sólo con en una amiga imaginaria, y, no te ofendas, pero aspiro a algo más. − Bueno, no te emociones, que aún ni siquiera existes, ¿eh? Verónica se calló, intimidada. Aquí mandaba yo, por suerte. Aquí yo era quien decidía.

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Concurso de Literatura Sección cuentos

− La verdad es que necesito un reto – le confesé momentos después -. Hace mucho que no escribo algo como es debido porque no tengo ni una mísera idea... ¿se te ocurre algo? − A mí es que no me da miedo ya, después de lo de la amiga imaginaria... − No, no, tranquila. Tengo que buscarte apellidos. El primero será Herráez, ¿cuál quieres que sea el segundo? − Ah, no sé, tú eres mi... ¿madre? − No, yo sólo te he creado. Verónica Herráez de la Rúa, ¿Qué te parece? − Que no pega ni con cola − Esta bien... verónica Carrión de la Rùa. Verónica Ortiz de la Rua. Verónica... − ¿De donde narices sale el de la Rua?- me interrumpió. − ¿Quién te ha enseñado a hablar así? – ella se encogió de hombros – Es por una amiga. Verónica de la Rua Carrión. ¡Si! ¡Verónica de la Rua Carrión! Qué bonito nombre. Verónica aún seguía sin tener rostro, ni trabajo, ni pasado, ni futuro. Por no tener, no tenia casi ni presente. Se encontraba todavía en un proceso de gestación en mi mente. Lo cual la podía convertir en un interesante personaje en potencia o en uno de los tantos que no llegaban a nada. − ¿Y que piensas hacer conmigo? – me pregunto - ¿Tienes ya algo pensado? − Pues aun no lo se... − ¿Y si te conviertes en personaje tu? – me propuso. La mire con cierto recelo... ¿Qué pretendía? Yo era quien escribía, no podía ser un personaje también. − Es mas – continuó Verónica -: Ya eres un personaje. Estamos en el mismo relato. Esta vez la mire con furia. ¿Me estaba desafiando? Yo no estaba en ningún relato, solo me hallaba allí de paseo y por pura necesidad. − Ten cuidado que todavía te borro, te cambio el nombre, te hago desaparecer – le dije, aunque no con el tono convincente y poderoso que esperaba -. Y no me lleves la contraria que sabes que... − Si me haces desaparecer te quedaras sola en este relato. Y te perderás, porque ni siquiera tienes una identidad aquí, eres como yo hace un momento. − Eso no es cierto, yo tengo cara al menos. − Hasta que se te olvide, hasta que empieces a cambiarte cosas. Olvidaras tu rostro, y lo olvidara todo el mundo, y solo existirás aquí. Es lo bueno de ser personaje: si no vives, no mueres. Y sin vivir ni morir puedes pasar a la Historia. Y repetir una y otra vez – continuo con voz pesada – todo lo que te han impuesto en el relato, porque siempre que alguien abre un libro y lee tu vida, vuelves al principio. Llega un momento en que sabes que tienes que decir a continuación.

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− ¡Cállate! – dije, intentando disimular mi miedo. ¡Había creado un monstruo! ¿Cómo sabes todo eso? ¡Si solo eres un nombre! ¡El esbozo de un esbozo! En ese momento, o en otro cualquiera, vi moverse la cara emborronada de verónica, hasta formar lo que debía ser una sonrisa, no sabría decir si maliciosa o comprensiva... Y fue entonces cuando recordé a varias profesoras mías explicándome Niebla, de Miguel de Unamuno. Verónica me estaba ganando, había conseguido confundirme, y ahora me encontraba planteándome si era ella quien existía, si era yo, si mis profesoras verdaderamente me habían explicado o no la famosa novela. ¿Seria yo un personaje obligado a crear personajes? ¡Y creyéndome privilegiada por poder hacer con ellos lo que quisiera! Me lo estaban ordenando. Algo había obligado a confundirme. ¡O quizás algo en mi obligaba a Verónica a obligarme! Y la prueba de que yo no era más que un personaje que estaba ahí, en ella: yo ya no podía controlarla, el único poder que había tenido alguna vez me había sido arrebatado. Tras el trauma que me supuso tal descubrimiento, me senté. No se donde lo hice, ya que al principio había imaginado una calle cualquiera como escenario para la primera salida de aquel primer “sujeto X”, y ahora todo era borroso. − Bienvenida a mi mundo – me dijo verónica, dándome un par de cariñosas palmaditas en el hombro-. Los personajes somos así. Vagamos esperando que nos den una identidad y... − Eso ya me lo has dicho – respondí secamente, mirando lo que debía de ser el suelo -. Menos mal que no te he creado yo, me arrepentiría solo oyéndote. ¿y donde estamos entonces? ¿Qué se puede hacer aquí? − No puedes hacer más que esperar. Tengo un amigo que pensaba hacer huelga, podríamos apuntarnos. Nos tienen muy poco valorados... nos crean, nos matan, y nos hacen volver a nacer y volver a morir, y si te dan una vida miserable te tienes que aguantar. No hay derecho. Mírate tú, que venias pensando ser la mente creadora... Mire a la chica, que se había sentado junto a mí. Lo cierto era que tenía razón. Yo siempre había hecho lo que me había dado la gana con mis personajes, así, dicho mal y pronto. Nunca me había parado a preguntarles que querían. Aunque, visto lo visto, habría sido mejor que me hubiera callado antes de preguntarle nada a “sujeto X”. De todas formas, por mucho que me hubiera resistido, si yo era también un personaje nada podría haber hecho. Un personaje. Ahora esa palabra me provocaba escalofríos. − Bueno, ¿qué? ¿Te apuntas a la huelga? − No, me niego. Yo soy real, yo existo. No puedo ser objeto del pensamiento de nadie, ¿lo entiendes? ¿Qué hay de toda mi vida? No hay nadie capaz de 19


Concurso de Literatura Sección cuentos

imaginar cada momento de la vida de otro, ni siquiera cuando los personajes se inventan. ¿Quién imagina el primer diente de leche de su protagonista? ¿Sus primeros pasos? Nadie. Yo existo − ¿Cuándo se me cayó a mí mi primer diente?-me preguntó de pronto. − Pues... no sé... cuando tenías seis años. − Y con la facilidad con la que inventas, ¿de qué te sorprendes? Mi cara de horror debía de ser cada vez más expresiva. Creo que desde que sé que no existo ese ha sido mi peor trauma, enterarme de que realmente no soy mente, sino personaje. Quizás de mis propios escritos, eso ya no lo sé. Quizás hasta me he inventado yo: hay demasiadas posibilidades, todas distintas, cada cual más descabellada que la anterior. Sin querer, sentada en medio de la nada, me puse a llorar. ¿Serían todos mis recuerdos un invento también? Qué triste, sólo era un pelele en manos de una mente que no conocía y que podía hacer conmigo lo que quisiera. ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba? ¡Quería saber quien me había creado! ¡Quería plantarle cara! ¡Eh! ¿Y si era parte de una máquina? ¡Como en Matrix! Empezaba a divagar... El caso es que en aquel momento no me contuve (o no me dejaron) y lloré delante de Verónica. Me arrepentía tanto de haber querido hablar con ella... − Tranquila, esto no está tan mal. Te acostumbrarás. Volví la mirada hacia ella, con unas ganas de cruzarle la cara como pocas veces había tenido. Pero algo me hizo apartarme de ella: ya no estaba tan difusa. − ¿Qué? – me dijo – no te lo esperabas, ¿eh? A todos os pasa lo mismo. Yo era incapaz de hablar. Verónica estaba completamente definida ante mi, su rostro me recordaba inevitablemente a alguna villana de película, tanto que aún hoy sigo teniéndolo grabado en la mente y sin saber a quién se parece. Tal y como había salido de donde yo imaginara hacía un momento, el antiguo “sujeto X” se levantó y me dio la espalda. Comenzó a andar en cualquier dirección, sin girarse, sin mirarme una última vez, alejándose tanto que terminó por desaparecer ante la niebla que difuminaba lo que antes eran posibles escenarios para historias que nunca escribí. Quise correr tras ella y encontrarla, pedirle explicaciones, intentar entender aquel nuevo mundo que se me imponía. Pero no lo conseguí. La primera vez que parpadeé tras irse Verónica me hallé saliendo de mi casa y caminando como un autómata, sin poder controlar mis propias piernas. Quizás iba a comprar el pan, o a la comisaría, o a la escuela. Miré a mí alrededor para ubicarme, pero todo era difuso. Todo hasta mis manos... ¿era yo el nuevo “sujeto X”?

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David Molina del Rey

S

eis treinta de la madrugada, aprieto los dedos índices sobre mis ojos, que sensación, que sentimientos, cuantas cosas juntas que no soy capaz de poder explicar y lo que es peor, no se si soy capaz de poder

asimilar. El olor de la habitación es algo a lo que no puedo acostumbrarme, es más , ese olor era algo que había llegado a repudiar, me recordaba a muchos días de sufrimiento, días en una espesa agonía. Otra vez ese maldito olor, era algo que llevaría dentro de mí. Empezaron a llegarme las fuerzas suficientes para abrir los ojos y levantar la cabeza, era como si pesara toneladas, supongo, que sería de la propia confusión del momento. Los primeros rayos de luz de la mañana empiezan a florecer, mis manos, están aún temblando. Es la primera vez en mi vida que estos nervios, que se apoderan de mí, son de felicidad. Empiezo a coger la fortaleza suficiente para levantarse del sillón, un sillón tosco, de gran volumen, pero a su vez me había parecido el lugar más cómodo del mundo, un tipo de sofá de esos que anuncian en televisión y que hacen cualquier tipo de masaje aunque este la verdad estaba un poco cuarteado y desgastado para salir en anuncios. Mis primeros pasos son hacia la cama de la habitación, una cama blanca, como jamás había visto, y allí se encontraba ella; mi mujer, medio adormilada, cansada, dolorida, con los ojos cerrados, y a pesar de ello, su expresión, la expresión de su cara derrochaba aires de felicidad, refleja en su rostro algo que jamás podré volver a ver y que con palabras cuesta explicar. El silencio es patente, aunque un leve murmullo, se escuchaba de fondo, el cual te hace sentir que no estás solo. Acerco mis manos temblorosas, sobre su mejilla, en ese momento muy fría, quizás por el esfuerzo que hace poco acababa de padecer. Un pequeño susurro me alerta, giro la cabeza, me acerco con miedo y con cierto recelo al lado izquierdo de la cama. Ahí esta, pequeño muy pequeño, totalmente indefenso, su expresión es muy parecida a la de su madre, acaba de nacer y el parecido con ella es asombroso. Que increíble es todo, mis ojos contemplando aquella inigualable 21


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imagen, no dejo de mirarles, aunque al segundo empiezan a brotar mis primeras lagrimas... ¿Que es esto?, ¿Cómo puedo explicar lo que estoy sintiendo? De repente...un sensación contradictoria se apodera de mi, una imagen que no puedo quitar de mi mente, algo que sabía que estaría siempre presente y me acompañaría el resto de mi vida, la imagen de mi padre, un gran hombre, hace poco que falleció y entre mis lágrimas empiezan a darse miles y miles de respuestas a todos los sentimientos que florecen en mi interior a consecuencia del acontecimiento que esta sucediendo en estos momentos. Todo empezaba a esclarecerse, todas la cosas que me habían descrito durante mi vida, todo eso que yo nunca supe entender, todo lo que debatí, incluso acaloradamente, durante mi tiempo de juventud. Mi interior no quería darle la razón de todo aquello que estaba sintiendo en esos momentos, no quería admitir que todo lo que me explicaba y decía era verdad, pero a su vez, es el momento en el cual mas le he echado de menos. Necesitaba sus consejos, que me explicara lo que tenia que hacer ahora, a lo que me tenía que enfrentar, como me tenía que comportar, quería volver a discutir con él, como lo habíamos hecho en otras muchas ocasiones, pero eso ya no era posible. Me pare a pensar e inmediatamente me di cuenta que día a día el me lo había logrado explicar todo antes de irse. Le tenia en mi mente con el gesto alegre e incluso sonriente, como diciéndome, lo ves esto es lo que te decía, ya sabes a partir de ahora lo que te toca hacer a ti, te paso el testigo. Eso me dio mucha tranquilidad porque su rostro delataba confianza en mí, en su hijo. Sabía que lo que iba a hacer bien, y estaba preparado para todo lo que me había sucedido. Me quite ese primer miedo de padre inexperto al instante y poco a poco me acerque al bebe, lo cogí en mis brazos y mis lagrimas cesaron. Mi esposa empezó a despertar, el sol ya estaba incesante por la ventana, abrió los ojos lentamente, estaba preciosa, radiante y al vernos, simplemente sonrió.

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Volví a ese sillón tosco y empecé a valorar por primera vez la vida todo el sacrificio y dedicación que habían tenido que hacer mis padres, la verdad que me confortaba hacerlo la mitad de bien que ellos lo había hecho antes. Ahora sabía el valor de lo que hicieron, ellos sí eran unos verdaderos héroes y empecé a sentir de verdad lo que me habían querido. Ahora creo que esa si es la mayor de las verdades, la verdad del sacrificio, del esfuerzo y la entrega, esa verdad se llama ser padre y es la única verdad que te sigue en el camino, ese largo camino llamado VIDA. Ahora, sabiendo lo que sé, y sintiendo lo que siento, inundado por la tremenda felicidad, solo pienso, solo pienso en darles las gracias, gracias por las cosas tan insignificantes como un balón, gracias por mi primer cromo, gracias por las risas, gracias por todo. Me gustaría que mi padre pudiera verme, ver en lo que me he convertido, aunque para él siempre seré su niño creo que lo podría decir que soy un hombre, darle las gracias por haber dejado que me equivocara, pos haber dejado que llegue a mi propio destino y que sin su ayuda nunca lo hubiera conseguido. Sé que todas estas cosas se las tendría que haber dicho hace mucho tiempo, pero la pena es que nunca lo había sentido y comprendido hasta este momento. Ahora sé que me tengo que despedir, sé que tengo que decir hasta pronto y afrontar que ya tengo mi propia familia, tengo lo que el siempre me intento inculcar. Saber que esté donde esté, esta tan orgulloso de mi como lo estoy yo de él. Gracias por todo esto y que sepas que todo esto es parte de ti, MUCHAS GRACIAS PAPA.

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Concurso de Literatura Sección poesías

Mario Hambrona Jiménez Sumergiéndose en mis sentimientos Encontrándote en cada uno de estos versos Me puede el temor y la falta de valor Producida por el miedo de la incomprensión Y me resigno a escribir Todo lo que no te conté Todo lo que me guardé Me rendí al pensar que no te quería Por si era obsesión y así no me dolía Dicen que sin hablar no me puedo enamorar Pero de que sirve una palabra sin sentimiento Si con tu mirada ya se lo que siento Es difícil encontrarte y no mirarte Verte a la noción del tiempo En cada tiemblo de mi voz En cada abrazo idealizado En el beso nunca recibido Porque no hay historia más bonita Que mi lucha por tu amor Miles fueron los fracasos Y no estoy para la labor No dejaré que el pensamiento subestime al corazón Porque mis lágrimas luchan contra la razón Que te quiero hasta el final

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Concurso de Literatura Sección poesías

Que te quiero hacer realidad Los sueños que soñé Las noches que sin dormir Solo pensaba en ti Y construir un mundo para los dos Donde no haya miedos ni dolor Sólo estemos tú y yo Recordar aquella madrugada en que entré en tu habitación y ver cómo dormías hasta llegar el día Pero de qué servía si tú lo sabías ¿Dónde quedaron las noches que te arropaba mientras dormías? ¿Dónde guardaste el momento que me enseñó a ser feliz? Porque sonreír se me ha olvídalo Desde que no estas a mi lado Que nunca te olvidaré No puedo negarte Si al cerrar los ojos Sólo puedo imaginarte.

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Concurso de Literatura Sección poesías

Hanan Hahour

S

i por mí fuera, nunca me alegaría de ti.

Eres la esperanza de mi vida y mi alma gemela. Si por mí fuera, te hubiera hecho una estatua en todas las plazas del mundo, Hubiera escrito tu nombre en las portadas de todas las revistas, De todos los periódicos y de todos los libros de historia. Si por mí fuera, te convertiría en esclavo de mi corazón para toda la vida. Si por mí fuera, te llevaría a lo más lejos del universo. Te escondería en un castillo amurallado Y te protegería de los ojos de la gente como si fueses un tesoro. Si por mí fuera, montaría en una nave espacial, Te enviaría un beso con las estrellas y te pediría abrazarme en el espacio. Si por mí fuera, dibujaría tu cara sobre un planeta Y te enviaría con el viento del invierno o con las olas del mar. Si por mí fuera, relampaguearía mi amor en el cielo como un trueno Y cogería de la niebla un poco de blancura fascinante para ti. Me parece ver tu cara en la luna y si fuera, Te llamaría para que bajases y te obligaría a pasar tu vida conmigo. Ven, ven que la noche se adormiló de tanto oírme hablarte.

S

i por mí fuera.

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Concurso de Literatura Sección poesías

Miguel Gallardo

No tengo hogar, No tengo amada, No tengo con que alimentar Mi tripa ya menguada. Pero, ¿de qué me quejo? Si de andar y rogar Mi viejo viejo pellejo Acostumbrado ya ha de estar. Soy vagabundo, Nadie me quiere, nadie me quiere. Excepto el mundo. Nadie me quiere, nadie me quiere. De una vida afortunada trastabillando salí, Y No me quiso ni mi familia ni mi perro.

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Concurso de Literatura Sección poesías

Haiba En las noches oscuras, Noto tu respiración en mi espalda Y siento que son horas De angustia enamorada Las que recuerdo que pasé enfadada Yo solo quiero volver Para decirte lo que por ti siento Y nacer, y fallecer, Y verte a ti contento, Y así pensar que no fue un intento

Miro el mundo y el cielo, Ese mundo lleno de incomprensión, La gente como hielo, Todo es una prisión, Pero nunca nadie presta atención Y cuando llega el final Sé que todo tiene que terminar Y puede ser esencial El verlo todo acabar Y de nuevo poder volver a amar

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Concurso de Literatura Sección poesías

Antonio León Muñoz

Primavera Es tal tu hermosura Que no vacilo si digo ¡más mantengo en vilo! que hasta la rosa más hermosa y preciosa a tu lado no es gran cosa, y digo ¡y lo digo con soltura! que es tal tu ternura y dulzura que hasta el bombón más goloso y sabroso a tu lado no es más apetitoso que tu ser valioso.

Verano Una sonrisa verdadera cuesta poco pero vale mucho hasta el más pobre la puede dar pero ni tan siquiera el más rico la puede comprar una sonrisa verdadera dura poco ¡pero a veces! puede perdurar toda una vida. Una sonrisa sincera hace que en un infierno quepa un trozo de cielo ¡valioso regalo incondicional! por eso yo pido: cuantas tantas sonrisas sinceras podamos dar tantas cuantas sonrisas sinceras nos pueden regalar. 29


Concurso de Literatura Sección poesías

Otoño Y tú niña de ojos tristes me preguntas ¿qué es la poesía? la poesía es el corazón de mundo que ha perdido la razón de ser. Y tú niña de ojos tristes me preguntas ¿y para qué sirve la poesía? siempre que haya belleza que resaltar, conocimiento por estudiar e injusticias que denunciar, habrá poesía.

Invierno Desafortunado es aquel corazón que mira desde la soledla felicidad ajena. Pobre e ingenuo corazón, pues ilusiones se hace por ver un rayo de esperanza. Mísero de éste pues mendiga un beso de amor, pero qué poderoso y afortunado sería este pobre pero valioso corazón si tenerte pudiera..

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Concurso de Literatura Sección poesías

Daniela Andrea Glinschi

Esta triste historia de amor y que no nos quiso esperar Como duele ver el sol brillando, Y mi corazón entre tantas nubes negras estar Como duele ver la mañana Serena, Y yo en continua lucha con la loca tempestad, De tu amor. Como duele ver la tristeza en tus ojos, Acorralada por el ansia de poder, Bebemos el cuerpo y callados Esperar el grito del amanecer. Como me gustaría sentir cada mañana, El olor de tu piel a felicidad Tu corazón lleno de sinceridad Y ver tus ojos repletos de humildad. Como me gustaría que, Cada lágrima que nazca en tus ojos Se apague lentamente en mi hombro, Y que cada sonrisa que salga de tu boca, Sea himno de alegría en mi corazón. ¿Cómo empezar? ¿Cómo acabará? Esta triste historia de amor, Que no nos quiso esperar.

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