El Caleidoscópico. El último ciclo económico

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• Quítate ese morrión… • ¿ lo cualo..? • El yelmo, el casco…la cacerola esa que te has puesto en la p**a cabeza, calamar. Al punto de quedarme solo pensé que para defender mi oro necesitaba un arma. Sé por un colega de un colega de un cundero ( los taxis de la dronja ) que en las chabolas de la cañada real venden pipas de extranjis así que sólo tenía que pillar una. Para relacionarse con esa chusma es imprescindible hacerse pasar por uno de ellos pues de otro modo es factible y por añadidura probable salir esquilado, por tanto me quité el suéter de angora, los pantalones de pinzas , los zapatos castellanos color Burdeos, la corbata de Hermes…y me di un pirulo por la parte outsider de Salchicharro para coger vocabulario : el peluco , los calcos , achanta la mui , la farla , el perico…todo esto sin salir del Caprabo. Más dificultoso a la par que de pletórico denuedo fue el cambio de aspecto , de look , las pintas en jerga. Empecé con el coche ( el buga). Es un citroen con más años que la tos lo cual facilita el mimetismo grupal con la tribu chungalera, de modo que para no excederme con el dispendio tunning le cambie el pomo de la palanca de cambios por una pequeña calavera con rubíes en los ojos y una serpiente que se enroscaba en derredor , una discreta cola de mapache del tamaño de un plumero colgando pendulona del retrovisor y , como colofón , puse en el capó atornillada con los pernos de la máscara una cabeza de cabrito que me dio mi suegro después de comerse la asadura. Tras blanquearla en agua oxigenada le improvisé unos cuernos artesanos que manufacturé retorciendo el papel albal del bocadillo de la niña y se los pegue a la noble calavera ( que diría Miguel Hernandez de Ramón Sijé) con Loctite. Impresionante y sobrecogedor son los adjetivos que mejor definen la estampa. Luego añadí los inexcusables ideogramas chinos , las pegatinas de llamaradas en la carrocería , los conejos fornicando , el puño cerrado con el dedo corazón enhiesto en la zaga, leds azules…en fin sólo los clásicos. Para mi humilde persona me atavié con unas mallas ajustadas negras ,unas zapatillas John Smith rojas y una sudadera de los Scorpions de mi época adolescente cuando en el Barrabás o en el Canci vaporizaba con el sudor de mi melena a la chatis heavies que me rodeaban extasiadas antes mis riffs de air guitar ajenas e ignaras de mi, ya entonces impresa, posterior e ineluctable condición de perroflauta. Unas gotas de Varon Dandy en el pecho, la toalla del bidé marcando paquete bajo el gayumbo y unas seudo patillas que me pinté con el Kanfort de lustrar zapatos completaron el armónico conjunto. En la recoleta soledad del cuarto de baño me miré al espejo en posición de tres cuartos agarrándome con la mano izquierda la muñeca del brazo derecho y con la mano de este simulando una pistola con el índice a modo de cañón y el pulgar de percutor, levantando una ceja como Carlos Sobera mientras soplaba displicente sobre el imaginario cañón empecé a trempar ebrio de poder.


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