Revista 2384 Nº2

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OCTUBRE DICIEMBRE 2012

VOCES Y SOMBRAS

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Precisamente frente al Aleph estaba siendo edificado un zigurat que acabaría desbordando aún más las cloacas de la Dezenove en los días de lluvia. Aún así, no me preocupaba una posible demolición del Aleph. Se veía claramente que el destino de las casitas transversales de Botafogo no era necesariamente funesto: la mayoría acababa convirtiéndose en guardería, en laboratorio, en restaurante. Algunas, menos afortunadas, albergaban sectas de lo más extraño. Pero todas con alguna deducción en el IBI1. El Aleph era un edificio pequeño, gris, con un símbolo sinuoso tatuado en la fachada que tardé en reconocer como una “a” con un ligero remate dentro de un círculo. Me quedé atemorizada. Me encogí de hombros y retomé mi camino. Cuando llegué, me encontré a Ana Paula extenuada en la cinta:

—Mira quien sale en la TELE —señaló.

Era Eunuco, el joven juerguista literario. Ana Paula sabía que él era mi motivo de mal humor favorito. Eunuco se esforzaba en dar la impresión de que pasaba de todo, de que todo lo que quería era tomarse otra caña con los amigos. Yo creía que la inercia debía emanar de la verdadera desidia interior.

—He traído el libro que te dije. El Valis.

— ¿Valium? —rió ella.

— No, Valis. De Philip K. Dick.

Vivo prestando libros a Ana Paula, justamente porque tiene el hábito de devolverlos. La última vez que nos reunimos, para ver una película de vampiros sueca, indagó en mi estante y me preguntó qué le recomendaría. Y ahora yo le entregaba Valis. Ella me miró no muy convencida. Pero yo sabía exactamente cómo convencerla: — Ese libro aparece en Perdidos, Ana Paula. En el episodio 4 de la cuarta temporada.

— ¿Aparece en Perdidos?

— Te interesa, ¿eh? —reí, subiéndome a la cinta y empezando a caminar—. Todas esas series hacen muchas referencias a Valis. Lost,


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