Caronte

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CARONTE

Manv Gรณmez



CARONTE

VEINTE VIÑETAS DE HORROR



Para todos los que han compartido el viaje en la barca literaria.



CAVEAT EMPTOR

Me propuse escribir este libro como un pequeño regalo a mis amigos para celebrar Halloween. La idea original era escribir relatos mucho más largos, pero en vez de eso aquí dejo a su consideración veinte viñetas, cada una con cien palabras exactas.



Dalina fue invitada a la presentación de una tesis doctoral. Asistir y poner buena cara formaba parte de sus obligaciones como profesora y nada pudo hacer al respecto. El cansancio la vencía con solo ver que el tema a tratar versaba sobre el ser humano. “La posmodernidad absoluta”, pensó ella. Tomó su lugar entre los invitados de honor y, a diferencia de otras presentaciones, los canapés fueron servidos antes del evento. Un sabor peculiar llamó su atención lo suficiente como para pedir la receta. “Si quiere, le puedo enseñar” le dijo quien, después de ese día, sería el doctor Lecter.


Cynthia consiguió una presentación para su banda. El mejor amigo de su hermana festejaría su cumpleaños en una quinta a las afueras de Monterrey. De regalo pidió música en vivo. Acordaron un pago que, además, incluía algunas botellas de alcohol. Después de la tocada, el grupo decidió quedarse a disfrutar las bebidas producto de su esfuerzo. Iban en el segundo trago cuando escucharon ruidos entre los árboles. Se acercaron y lo que apenas era audible, muy pronto se convirtió en un escándalo insoportable. Al día siguiente, junto a los cuerpos mutilados, la policía solo encontró la sierra eléctrica de Leatherface.


Caracol no quería subirse al barco. A pesar de la comodidad de la tierra firme, su novia insistió tanto que no le quedó más opción que acceder. Sabía que seguramente tendría algún motivo especial para hacerla abordar, quizá las esperaba una cena romántica o un salón de baile para ellas solas. Imaginó todo menos que una tormenta volcaría la embarcación. Entre brazada y brazada, Caracol logró asirse a un pequeño madero, pero ya no vio a nadie más. Quedó a la deriva y nadie escuchó sus gritos cuando a su alrededor, una tras otra, aparecieron las aletas de los tiburones.


Alejandra, insatisfecha por la vida de oficinista, buscó distraerse. Pensó en tejer, como su amiga Susana, pero no tenía la paciencia necesaria. Tal vez unirse a un colectivo de bicicletas, pero era un poco floja. En vez de eso, decidió cumplir su sueño adolescente y fundar un club de la pelea. Al principio sus papás se preocuparon por los moretones con los que regresaba a casa. Incluso pensaron que su novio la maltrataba, pero ella los tranquilizaba diciendo que todo estaba bien. Supieron que todo era mentira cuando, en la morgue, tuvieron que reconocer su cuerpo deforme por los golpes.


Carlos llegó a su consultorio. Tenía la agenda llena. Un paciente y otro, todos con casos urgentes. Preparó un café y se sentó a esperar al primero. Una señora que no lograba superar su divorcio; luego un chico que solo podía relacionarse con mujeres que le recordaran a su madre. Carlos sonrió a la foto de Freud en su escritorio. Un día pesado. Otro café. Por fin, el último. A la sala entró un hombre encorvado, como si trajera un peso encima. En la mesa dejó un cuchillo y, muy despacio, dijo “Necesito que me escuche. Me llamo Norman Bates…”


Julieta revisó su correo. Sonrió. Había viajado a Los Ángeles con su portafolio bajo el brazo, decidida a quedarse en una casa de animación. Dos semanas después, parecía que la fortuna se negaba a ser favorable con ella; por eso no pudo sino emocionarse cuando en el buzón encontró una invitación a cenar con Michael Myers. Hollywood la esperaba, lo sabía, cuestión de aprovechar las oportunidades. Preparó todo para causar una buena impresión; sin embargo, supo que sería la última cuando en vez de la persona que esperaba, su anfitrión llevaba una máscara blanca y un cuchillo en la mano.


Paulina miró a su alrededor. Otra vez el aeropuerto. Aunque lucía molesta porque el vuelo de Seattle a Monterrey tenía dos horas de retraso, por dentro iba contenta; vería a su novia después de una larga temporada en el extranjero. Cuando abordaron, notó que el avión despedía cierto olor desagradable, pero no le dio importancia. Se iría a dormir y no lo notaría. Al menos así hubiera sido de no ser por la baba del pasajero junto a ella, que la despertó justo a tiempo para ver los ojos hinchados de sangre del zombi que mordería su carne hasta matarla.


Llegaron las vacaciones para Luna. Todo el año se mantuvo ocupada con clases de batería, waterpolo y mucha tarea, pero se vería recompensada con un viaje familiar. Pasarían una temporada en un hotel en las montañas, así que podría esquiar, jugar en la nieve y relajarse. Así fue en un principio, pero después de un par de semanas, el aburrimiento se hizo presente. Luna iba y venía por el hotel sin nada que hacer hasta que, entre los pasillos, encontró a unas niñas: las gemelas Grady. Lo último que se supo de Luna fue que entró en la habitación 237.


Raquel miró al perro con ojos tristes. No podía quedarse con él, sus gatos ya eran dueños de la casa; sin mencionar la bronca que se armaría tan pronto se apareciera con el animalito. No obstante, tampoco podía dejarlo ahí, como si nada. Decidió llevárselo, ya vería como se las arreglaba. Pronto se convirtió en el terror de la cuadra. A veces se iba toda la noche y volvía por la mañana con rasguños y heridas terribles. Una furia sangrienta. Raquel supo que debió quedarse con los gatos cuando, con rabia, el perro le hincó los dientes en la yugular.


Mónica era retraída. No se le daba hacer migas de inmediato y en general se sentía incómoda con gente nueva. Sus amigos cada vez pasaban temporadas más largas sin saber de ella. Esto la preocupaba un poco, no quería que se acostumbraran a su ausencia. En ocasiones, incluso sus padres la desconocían, como si hubiera muerto sin que nadie le avisara; pero no, no era así. Después de todo, tenía a su novio, ¿no? Él no la olvidaría, ¿o sí? Despejó todas sus dudas cuando, después de que la ignoró todo el día, vio cómo llevaba flores a su tumba.


Otro día en el trabajo para Rogelio. Entre correcciones ortográficas y revisiones a textos, aprovechaba el tiempo en platicar con su novia y, de vez en cuando, mirar videos en internet. Así fue como dio con un sitio que tenía videos snuff supuestamente verdaderos. Movido por la curiosidad, lo exploró a fondo, como si buscara algo que lo asustara en serio. Uno de los videos le llamo la atención. Se obsesionó tanto con él que pasó toda la noche viéndolo una y otra vez. A la mañana siguiente, su cuerpo fue encontrado en la computadora. Sus ojos estaban en blanco.


Stephanie se despertó con un sobresalto. Revisó su reloj y notó que aún era temprano y no se había perdido la fiesta organizada por sus amigos de la facultad. Emocionada, dispuso todo para pasar una noche increíble; sin embargo, cuando llegó al lugar, no vio celebración alguna. Se hubiera ido de no ser porque unas manos la hicieron pasar. Adentro, fue desnudada por gente con el rostro cubierto por máscaras, que después la colocaron en el centro de la habitación y, mientras entonaban cantos en lenguas que desconocía, la bañaron en sangre. Entonces la bruja mayor dijo “Bienvenida al aquelarre”.


Penélope llegó temprano al salón de clases. El primer día como maestra en el colegio y quería que todo saliera a la perfección. La escuela, de corte católico, pedía a sus profesores rezar antes de comenzar sus clases; lo que no resultó problema alguno, pues su formación también había sido religiosa. Durante el receso, unas compañeras le advirtieron de espíritus que asolaban el campus y que pronto se manifestaron en su aula. Voces, ruidos, llantos, gritos. Imágenes fantásticas y terrores sobrenaturales llenaron la mente de Penélope, quien se convirtió en la primera maestra a la que le practicaron un exorcismo.


Daniela recibió un mensaje. Un chico quería invitarla a salir. Ella aceptó, nerviosa. Verían una buena película e irían a cenar. Casi se muere de la pena cuando su cita la tomó de la mano, pero lo permitió. “Guapo, muy guapo” pensó ella. Una noche de ensueño que pronto terminaría. La llevó hasta su casa y, mientras jugaba con las llaves, supo que estaba a punto de dar su primer beso. Se acercó a él, lo tomó del rostro y de su boca salió una especie de gusano con dientes que atacó su cara. Nunca llegaron a salir de nuevo.


Pamela finalmente desempacó la última caja de la mudanza. Ahora sí, oficialmente vivía en un departamento nuevo. El siguiente paso: buscar un mejor trabajo; sin embargo, eso ya sería después, aún había tiempo y ahora solo deseaba disfrutar la tarde con su perro, Lucas, en su nueva habitación. Encendió la tele y una estática se apoderó de ella. Frunció el ceño. Intentó ver una película, pero los subtítulos eran macabros. “No hay salvación”, decía la pantalla. Quiso abrir su puerta. El seguro nunca cedió. Hoy es fecha en que los vecinos no logran descansar de los gritos espeluznantes de Pamela.


Sergio preparó sus herramientas. Estrenaría una máquina nueva y ansiaba comenzar de inmediato. Pasó todo el día trabajando; en la cena, notó a su familia un poco extraña, como si tuvieran la mirada fija en el infinito. Intentó hablarles, pero obtuvo respuestas frías. Lo mismo pasó con un par de sus amigos. “Como si hubieran sido reemplazados por clones idénticos”, pensó, pero pronto desechó la idea. No podía ser, no tenía sentido. Sin embargo, cuando regresó a su taller encontró, entre el material, una vaina con una réplica exacta suya, lista para sustituirlo en cualquier momento, cuando menos lo esperara.


Susana estaba al aire. Su programa de radio se había convertido en algo de culto, sus seguidores llamaban constantemente, pero nunca pedían canciones, solo mandaban saludos en una especie de clave que ella nunca lograba descifrar. Las líneas sonaban y sonaban todo el tiempo. Pensó que tal vez se trataba de bromistas, pero pronto supo cuán serio era su público. Un radioescucha se comunicó y, con una voz extraña, dijo que hablaba desde Innsmouth. Mientras tanto, el resto de los que sintonizaban el programa escucharon, entre la estática del radio, un canto que decía “Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn”.


La noche estrellada le dio la bienvenida a Gerardo. Hacía poco que escalaba, pero muy pronto se había vuelto un apasionado. Subiría de noche, las constelaciones como única compañía. A medio camino, un calambre atacó su pierna. Aguantó el dolor, sabía que estaba a salvo. Continuó el ascenso. Cerca del cénit, comenzó a perder la fuerza en las manos. “Tranquilo, tienes la cuerda de seguridad” se dijo. A lo lejos, un coyote baño la noche con su aullido. La cuerda se venció. Gerardo hubiera caído a una muerte segura, pero se detuvo. Su destino cambió: ahora, su muerte era incierta.


José decidió que era hora de tomar unas vacaciones. Recién había comenzado su maestría y, después de un duro semestre, sentía que necesitaba un respiro. Alguien de su clase le recomendó pasar un tiempo en un campamento lejos de todas sus tribulaciones. Era una buena idea, tal vez su novia incluso podría pedir un par de días en el trabajo. Cuando llegaron al lugar, una vista sorprendente les dio la bienvenida: un lago de cristal. Tomaron un chapuzón que les refrescó el cuerpo y los puso en un ánimo romántico; por desgracia, no duraría mucho. Jason Voorhees ya los esperaba.


Toño dejó el piano. Había estado interpretando una versión libre de “Blue Rondo A La Turk” para distraerse un poco. Su nuevo libro le provocaba dolores de cabeza y de vez en cuando tenía que refugiarse en la música. A punto de retomar una escena difícil, alguien llamó a su puerta. Frente a él, un cañón de pistola. “¿Antonio Malpica? Tengo todos sus libros, pero aún no ha escrito mi historia”. El autor quiso protestar, pero un disparo en la mano lo hizo recapacitar. “Escriba mi libro si quiere tocar el piano de nuevo”. Abrió Word y tecleó “Capítulo uno”.




Contacto:

@manvgomez



Este texto estรก realizado bajo una licencia Creative Commons.

http://creativecommons.org/licenses/ by-nc-sa/2.5/mx/

Los derechos de la ilustraciรณn de la portada le pertenecen a Pamela Villarreal.




Monterrey, 2013


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