El Secreto del monte Salfaraf

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

 Manuel Martínez Moreno. Portada: Fragmento del mapamundi de Abraham y Jafuda Cresques, 1375. Biblioteca Nacional de Paris. Contraportada: Fragmento del mapa de Albino de Canepa, 1489. Diseño de la cubierta y foto del autor: David Martínez Mulero. Dibujo Plano página 154. Juan Martos de la Casa. Edición: Propia del autor. manueldelope@gmail.com Imprime: Graficas La Paz de Torredonjimeno. D.L.: JISBN.: 978-84-614-3532-6

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PRÓLOGO En estos tiempos de

mediocridad que

corren, leer un texto como el que sigue es un alivio. Manuel, a quien conozco desde que jugábamos a la pita en pantalones cortos, ha abierto un nuevo uni verso en la literatura de la Sierra de Segura. Su primera obra es un paseo literario p or la bella Segura de la Sierra, en donde quedó nuestra niñez atrapada entre callejuelas retorcidas y sueños de inocencia, una guía sin par, como la

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sin par Dulcinea del Toboso, que adentra al viajero en los misterios del lugar, más allá de las descripcion es

artísticas

o

las

exquisiteces

gastronómicas. La segunda vez que se sentó frente al teclado nos mostró un emocionante itinerario desde

Las

Gorgollitas

a

Villarrodrigo,

desentrañando las miserias del crimen de La Cumbre, y la belleza del entorno y de las gent es, ya deterioradas por los siglos, que vivieron entre nosotros no hace mucho. En esta tercera ocasión nos sorprende de nuevo con una historia apasi onante, misteriosa y mágica, que recorre el al ma de Segura desde la Edad Media hasta nuestros días. Leer las obras de Manuel Martínez Mor eno es tanto como descubrir un mundo nuevo, y a su vez un mundo antiguo y remoto, perdido en la

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memoria de los tiempos y recuperado ahora par a el lector contemporáneo. Más

allá

de

recorridos

turísticos

de

charanga y pandereta, Manuel se adent ra en las entrañas de la tierra, y las remueve hasta hacer aflorar a la superficie la más fértil de sus semillas, consiguiendo que germine un bello jardín de flores literarias que, como él, formarán parte en el futuro de nuestro subcon sciente colectivo. Decía Milán Kundera en “El libro de la risa y el olvido”, que cuando se quiere conquistar a un pueblo, primero se le borra su histori a y luego se

le

escribe

conquistadores historiador,

el

otra; de

pero

porcelana

escritor,

el

olvidan que

existe

intelect ual,

esos el que

consagra sus días a recuperar la memoria de la historia y a poner las cosas en su sitio.

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En Segura son muchas las cosas -piedras que no están en su sitio, no es que ahora se le vaya a dar la vuelta al tiempo, es que es el tiempo el que se da una vuelta por nuestros días, y nos recuerda quién somos y qué somos. La

Sierra

fortalezas

y

desconocidas,

de

Segura

es

territorio

atalayas,

muchas

pero

claro

en

de pel igro

de ellas de

desaparición por el abandono que padecen, en ésta novela se nombran más de treint a, en una extensión muy reducida de terreno. Si rva pues, esta

obra,

como

testi monio

del

aún

rico

Patrimonio Cultural de estas Sierras, que se extinguirá, como tantos otros, en no muchos años si algui en no lo remedi a. Y el protagoni sta indiscutible de esa vuelta del tiempo por nuestra memoria, por lo que concierne a la Sierra de Segura, es Manuel

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Martínez; quien quiera acercar se al conocimi ent o de nuestra cultura que lea sus obras, quien no lo haga si empre tendrá una asignatura pendiente.

Ignacio Martínez

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Manuel MartĂ­nez Moreno_______________________________

A David y Pablo

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“Dulce bellum i nexpertis est” Píndaro, 519-444 a.C.

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Manuel MartĂ­nez Moreno_______________________________

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S iempre he preferido viajar a los mundos que ofrecen las montaĂąas, donde sus gentes aĂşn tienen algo que contar porque conse rvan sus tradiciones y su arraigo, con lo que mantienen sus remedios y su medicina tradicional par a cuantos males achacan a los humanos, esa calidad de vida que se entremezcla con la dureza del terreno que asumen , que hace del hombre de

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estos lugares un ser en armoní a con el entorno en donde vive y, lo que es más important e, consigo mismo. Son esos lugar es en el reino de España do nde aún no ha llegado el vehículo de cuatro ruedas ni el alzhéi mer, donde los hombres matan sus ratos de ocio cascando entre ellos o con los que llegan, a quienes atienden como Dios manda, como me ocurrió a mí al llegar a un sitio que le dicen Cabeza Gorda, en la Sierra de Segur a, donde Mario, sent ado debajo de un nogal y mientras nos apurábamos la bota del vino , entre trago y trago me explicó que remanecía de Parolís y que, al casarse con Emilia, se mudó aquí pa los restos. -¿De dónde es uno? Poh del pue blo de la muj er –bromeaba Mario medio en serio. Y es que en España las mujeres mandan lo suyo, por mucho que no lo reconozcan.

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La gente a menudo se cree que en la si erra sólo se crían setas y guízcanos, o que estas tierras sólo dan jamones serranos y serra nas jamonas, e ignora que, los montes a los que hoy solamente se mira para ir de caza, albergaron en otro tiempo tesoros indescriptibles de nuestra cultura de los que, si les prestáramos algo de atención, podríamos aprender mucho, tesoros que hablan del pasado y del presente, como voces que yacen en el fondo de una orza, a la espera de que alguien las qui era oír. Estuvi mos hablando de las gent es de este sitio, de cómo cada vez quedaban menos, porque los jóvenes aspiran a otras comodi dades; pero no siempre fue así, hubo otro tiempo en la historia de estos pagos en que estuvieron muy poblados, con un comercio rico y florecient e, donde se dieron

cita

grandes

hombres

que

hicieron

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historia, haciendo de este lugar un destino de peregrinación conocido de oriente a occidente, según dan fe tanto s escritos de astronomía, de medicina o de poesía, como las famosas cartas portulanas, causantes al fin y al cabo de esta aventura. En mi plática con Mario, me habl ó de algo que atrajo especial mente mi atención .

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I

S e trataba de unos papeles de mucho valor, según el cura de Las

Casi cas, que

Mari o

transportó a Yeste durante la guerra civi l. –Yo no entendía aquellas letras torcíasdecía

Mario-,

pero

las

páginas

estaban

adornadas en oro, con unas imágenes mu bonicas de cuevas y ciudades con castillos y atalayas ,

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que nai de reconocí a el sitio ande estaban, aunque por el terreno , que era mu abrupto, y los vegetales

que

los

adornaban,

tratarse de estas sierras.

bien

podría

Las hojas -siguió

contándome-, estaban cosidas a unas pastas gruesas de cuero muy bien tratado . Mario, cumpliendo el encargo del cura de Las Casicas, los llevó a Yest e, donde los hermanos franciscanos descalzos los guardaron durante años; los papeles estuvieron un t iempo en la Casa del Vicario para que los estudiara y, cuando los devol vieron, los hermanos se los llevaron a su otro convento de Hellín , allí durmieron entre estolas y libros sagr ados hasta que un vecino de la localidad, según me contó el cronista de este lugar , los depositó en el archivo eclesiástico, tras haber recorrido el convento de

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las clarisas, y de allí a la Iglesia Parroquial de Santa María de la Asunción . – No sé si hablamos del mi smo documento, quizá se tratara de un escrito en arábigo, pero no recuerdo que estos legajos tuvieran los planos y dibujos de fortalezas y atalayas que me dices me comenta el cronist a despreocupado-, sólo vas a encont rar papel en mal estado y, con suerte, no te aseguro que se conserve. Antes ya han pasado otros por aquí. Esa misma semana me fui para Hellín y, sin perder tiempo, di con el sacristán de la iglesia de Santa María de la Asunción quien, sin hacer preguntas, me ofreció una pequeña habitación para que pudiera trabaj ar tranquilo en mis investigaciones. Después de indicarme desde una capilla lateral las zonas donde se apilaban legajos y miles de Boletines Oficiales del Estado

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llenos de polvo , me recordó el horario de apertura y cierre y , sin mediar palabra , se largó. Tras semanas de búsqueda e ntre los papeles polvorientos del archivo , aparecieron por fin los legajos de los que Mario me había habl ado hacía dos años; no había duda, aunque le faltaban hojas, de que eran los mismos papeles que, allá por el año 1937, había depositado el vecino de Hellín del que no conseguí saber su nombre. Este veci no era un maestro republicano que estuvo est udiándolos algún tiempo. Ant es de entrar en la cárcel, viéndoselas venir el pobre hombre, se los pasó a su sobrino para que no cayeran en manos d e los falangist as, que por est o y por menos eran capaces de darl e una paliza a cualquiera, pues buenos eran aquellos cuando encontraban

un

papel

que

no

estuviera

en

español, en alemán o en italiano; lo mismo les

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daba que fuera un ejemplar del manifiesto comuni sta, que un sutra escrito en sánscrito. El sobrino los escondi ó en la bodega de su casa pero, por miedo a que se los encontraran en algún registro, que por entonces estaban a la orden del día, y porque los tiempos que corrían no era muy buenos que digamos, se los quitó de enci ma en cuant o vio la ocasión y se los vendió a un tratante de Hellín por cuatro duros. De esa manera, además de quitarse el muerto de enci ma, mató el hambre mientras le duró el dinero , que tampoco fue por mucho tiempo . Se trataba de un documento sin catalogar escrito en lengua arábiga, como tantos otros, arrinconado y manido por la humedad. Me costó Dios y ayuda encontrar alguien que lo tradujera, tuve que trasponer hasta Hinojosa del Duque, en la provincia de Córdoba, donde me dijeron que

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vivía un prestigioso traductor y p rofesor de lenguas semíticas ya jubilado, Don Juan de Villar y Caño. Lo hizo con mucho gusto, porque era su pasión y, casi todo el tiempo libre que tenía lo empleaba en sus estudi os y traducci ones , me advirtió de algunos pasaj es que le inter esaron, a los que yo prestaría mayor a tención. Nada más leerlo me di cuenta de que complementaba y daba más luz si cabe a la famosa carta que Don Rodrigo Manrique , como buen súbdito y caballero que era, enviara a su Rey narrando la toma de la ciudad granadina de Huéscar, el 12 de noviembre del año de 1434 . -Se trata de un documento de la época escrito en árabe, titulado en su cabecera como “ El caballero del epitafio” , que hace referenci a a Don Rodrigo Manrique, lo firma Rui Díaz y narra su relación con tan ilust re caballero -me

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comentó Don Juan Villar-, que no fue otra cosa – añadió- que su

paso venturoso por la vida, y

explica las razones por las que su hijo Jorge escribi ría

sus

famosas

coplas

cuatro

años

después de la muerte de su padre (que reproduce en el document o) , como una especie de epitafio para cada uno de los hombres y mujeres de cualquier tiempo y lugar. -Además –continuó Don Juan-, describe un mapa

del

lugar,

al

cual

le

dan

mucha

importancia por algún secreto que se esconde allí. Hace referencia también a las distintas órdenes

militares

que

pasaron,

o

bien

se

asentaron en el territorio que describe. Me despedí agradecido por su generosidad, por cuanto me contó y por el excel ent e trabajo que hizo, y anoté al margen del texto traducido opiniones de gran valor q ue darían luz a mi s

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investigaciones posteriores , y que esclarecían algunos pasajes del documento , en principio, de dudoso rigor histórico. Nada más llegar a mi casa, ya entrada la noche, no pude esperar más y , sobreponiéndome al cansancio del viaje, me dispuse, acomodándome en mi estudio con una taza de mej orana con miel de tomillo bien caliente, a adentrarme en la aventura que suponía leer el legajo que firmara Rui Díaz.

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II

B ismillah ar- Rahman ar- Rahman ( ) –así 1

comienza el documento -, me llaman Rui Díaz , nací en La Graya, en el territorio de Yeste, con el nombre de Ibn Al-Jatib pero, al caer en manos de los cristianos, me vi obligado a renegar de mi

(1) En nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso…

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religión y me bautizaron como Rui Díaz, quien “tornó cristiano”. La Graya es una pequeña po blación situada en las sierras surorientales de la Península Ibérica, donde habitan las hermanas Penfredo, Enio y Dinio, hijas de Forcis y Ceto, guardianas de las Gorgonas , con el cabello blanco de naci mient o, con un solo ojo y un solo diente del que disponen para las tres, y que se prestan entre sí cuando tienen necesidad. El agua es su gran riqueza, riega sus fértiles huertas y se vierte al rio Segura; su producción en nueces, seda, pez, esencias y telares

la

hicieron

junto

a

Góntar,

Las

Gorgollitas y otros pequeños asentamientos de la zona, población de referencia para navegant es que

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esperaban

en

el

litoral

levantino

tan


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codiciadas mercancías, dando como resultado un comercio floreciente hacia esas rutas. Algunos hermanos con los que jugué y me bañé de niño en estos ríos, fueron personalidades notables del mundo musul mán y, aunque nacieron en estas sierras, desarrollaron sus tal entos en ciudades tan importantes como Córdoba, Granada o Sevilla; no obst ante, debi do al avance de los cast ellano s, esta zona se convirtió en territorio fronterizo, por lo que todos nosotros nos v imos sumidos para siempre y sin remedio en un paulatino cambio que transfor mar ía el mundo que habíamos construido . Nuestro mundo. Ya pasaron mi s años mozos en los que viví la alegría y el desenfado de la niñez, viajé con el tío Karim, con el que aprendí a comerciar en el negocio de los telares que mi madr e , y mis tías tejían con motivos tan bellos que los hacían

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famosos

por

todo

el

Levante,

y

con

eso

sacábamos un buen dinero. En uno de estos viajes conocí a Fátima, que me cautivó y con la que sólo llegué a criar un hijo, porque la vida me arrebató a otros dos y me llevó por caminos que yo nunca busqué. Aquellas tierras

que

me

vieron

nacer

y

crecer

se

convirtieron en frontera entre dos mundos que aún

ahora,

en

mis

últimos

días,

siguen

enfrentados; que el Misericordioso me conceda una muerte dulce. No fue muy lejos de mi aldea donde conocí a mi pesar a un hombre que me inspiraría respet o y miedo, a la vez que admiración y odio , por sus acciones contra mis her manos, pero que la vida me ató a él hasta su muerte; yo ayudé a enterrarlo, conocí a su hijo y leí los escritos que sobre él se publicaron cuatro años más tarde, los

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leí y los releí como los augures romanos analizaban el vuelo de los pájar os. A la postre, fue un hombre que dejó vivo su nombre. Se llama ba Rodrigo Manrique. Don Rodrigo era u n hombre de tez morena, curtido en las luch as de familias poderosas con la suerte no siempre a su favor, inteligente, culto, aguerrido, sufridor de penuri as en la batalla, que llegó a estas sierras al sur de Castilla ondeando el pendón de la Orden de Santiago. Las sierras son vistas por los castellanos como frontera con el musul mán, donde las escaramuzas de los moros ziríes de Granada y abadíes

de

Sevilla,

hace

tiempo

que

nos

mantienen a los habitantes de la zona en un constante

estado

de

alerta

frente

a

las

incursiones, saqueos de mercancías y personas , y las disputas de las numerosas atalayas y castillos

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que salpican este Sinaí de bellos lugar es, donde la yedra cubre extensos roquedal es con agua en abundancia , y donde las cornicabr as llenan de colores peñascos agrestes revestidos de musgo, como si fuera la paleta de un afamado pintor. El Conde de Paredes llega a est e territorio como los ríos imparabl es se apresuran hacia la mar. En el lugar de Matilla es atendida su esposa, y por eso lo llamó Bienservida de la Condesa, Belmonte le pareció un “lugar donde cualquier home pudié rase bien preparar para entregar su alma a Dios”, y lo llamó Villamanrique ; y Albadalej uelo de la Sierra lo bautizó Villa Rodrigo, con lo que mostraría su manifiesto poderío, tomando así “ante Di os y ante los omes” posesión de un territorio extenso y escarpado: la Encomienda de Segura.

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El ya a su joven edad legendario Don Rodrigo se establece en Siles, y desde aquí se propone realizar un reconoci miento de las villas, atalayas, fortalezas y torres fuertes de aquel los lugares

donde

aún

se

mantienen

ricas

producciones de pez, alquitrán, maderas, seda y miner ales, que hacen de estas sierras un punto de referencia para las caravanas de mercaderes , que llegan desde los lugares más remotos para conseguir esos productos tan preciados. Se sorprende cuando atraviesa la cerca rectangular de la fortaleza de Siles , a través del adarve de la muralla con sus tres torres, y ve la principal o del homenaje, de forma cilíndrica. Tras pasear por las retorcidas call es, toma aposento en una buena casa intramur os , donde más tarde se recogerán los diezmos del pan.

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Inspecciona meticulosamente , bordeando el Guadalimar, los castillos de Peña Fleita, Tasca y, especial mente, el de Puent e Honda, en el cerro de Bucentaina, parando en el castillo de El Cardete, con su patio de armas de madera y partes de calicanto almorávide. Unas leguas más al sur, se topa con las torres de los Llanos de Sant a Catalina, habitadas por moriscos que cultivan las huertas al lado del río Or çera. Se trata, en principio, de una torre mayor con saeteras vaciadas al exterior , y más adelante dos gemelas de vigilancia de unos catorce metros de altura, coronadas por al menas con saeteras al interior, que tienen su entrada por escaleras de madera a más de siete metros de altura. La fortaleza de Valdemarín le lleva a columbrar entre las nubes el inmenso Yel mo y, casi sin dar se un respiro, se encuentr a ant e la

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imponente fortaleza de Segura, alcázar del que tenía referencia por las crónicas de algunos allegados que relataron su conquista, o más bien la toma de dicha fortaleza , pocos años atrás, tras penosos días de asedio para sus moradores. Advirtió que tenía buena cer ca, la cual abrazaba a la Villa, muy fuerte a maravilla, de calicanto petrificado con cinco puertas, torres y torrejones almenados dentro de ella , y muchos huertos en las afueras de la Villa. -Apreçio –dijo con la mirada fija en el alcázar- que aquesta villa f undada en peña viva, no se podrá arremeter por ninguna parte della, que en alguna part e, está tan hondo lo bajo e tan alto y empinados los peñascos,

que si todo el

mundo viniere a la tomar, no le dará pesadumbre a la dicha fortaleza con q uatro omes bien dispuestos arriba.

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Tal visión deter mina su posterior traslado a Segur a, tras remozar el sistema defensivo con diversas obras de mampostería menor. Saqur a, la que Sicoris, hijo de Atlante, llevara como castigo el resto de sus días sobre su s hombros . Mi señor pasa largas tempo radas en su buena casa de Siles, surtida de orzas con los mejor es manjares del lugar, carne de caza, cest as de fruta, setas fritas en aceite para todo el año, exquisitos pellejos de vino de La Mancha, y aguardiente para las noches y la mañana. Ya afincado en Segura conoce a Doña Mençia de Figueroa, de familia que procedía de Veas, con quien se casará , y de quien llegará su hijo Jorge que, impr egnado por el carisma de su padre e inculcado por éste a las letras y al arte de la guerra, le dedicará bellas coplas. El epitafio del caballero que en vi da dejó su nombre .

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III

D on

Rodrigo gusta de la caza, y ningún

paraje mejor para este menester que el bosque que va desde Siles hasta el naci mient o del río Mundo, de donde presume haber abatido a venados y jabalíes tan grandes que “ hobo que despiaçarl os y cargarlos en varias caballerí as”.

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Aconteció que, una mañana temprano , salió hacia estos lugares con su todavía jovencísi mo hijo Jorge y varios de su servidumbre, era un día otoñal, con las nieblas sumidas en el

río

Guadalimar y algunas nieves que ya despuntaban orgullosas en los calares de los montes más cercanos. -Que nuest ras vidas son como esos ríos, hijo, que todos se van a parar a la mar , grandes e chicos -decía con los ojos puestos en los lugareños hacendados que trabajaban l a resina. -Por eso -le responde Jorge-, no tendremos más consuel o que aquello que dexemos fecho en aquesta vida, y cuibdar debemos, si nuestra persona quiere açertar de nuest ros fechos, pues quedarán en memoria de los omes para ser juzgados por los venideros.

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Don Rodrigo asiente mientras las bestias hacen camino, resbalando a cada paso por la vereda que serpentea entre pinos salgareños , negrales, quejigos y enci nas. A la entrada a la población de Riopar, oyen la algarabía de un gentío que huye despavorido , a lo que, sin pensarlo dos veces, los caballeros se acercan espada en mano. –¡¡Ah de la Villa, por Santiago !! -gritan. Un viejo aldeano se les acer ca y les dice, entre sollozos: -Ayúdennos vue sas merçedes, nos atacaron en la noche y se han llevado a nuestras mull eres. -¿Qué clase de omes fueron? – pregunta Don Rodrigo. -Paresçen abadíes de Sevilla con gentes del lugar, no pueden estar muy lejos.

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Rodrigo y el joven Jorge, con los escuderos y sirvientes que les acompañan, salen al galope hacia el sur, en pos de los secuestradores . No tardarán muc ho en pasar por el castillo de La Yedr a, cerca de Torres, pero la puert a levadiza está subida y la guardia les advierte de no haber visto nada, por lo q ue cambian el rumbo hacia el Castellón del Moro, en Sierra M orena. No eran estos buenos tiempos y me dedi qué con un grupo de hermanos en la fe a correr la tierra, con más o menos fortuna , como continuaré narrando. Tras dos horas de cabal gata , sin saber si nos seguían o no, tuvimos que detenernos por la densa polvareda que íbamos dejando y que nos podía delatar, no pudiendo ir muy deprisa debido a la carga, por lo que preferimos parar en una cueva llamada de Salfa raf, en el monte del mismo

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nombre, más allá del monte Oruña, donde guardábamos

un

pequeño

botín

y

algunos

manuscritos en latín, en pan de oro, robados a la Orden cesaraugustana, con dibujos , símbolos y señales de la religión cristiana que no sabrí a describir. Ignorantes

de

nuestros

perseguidores,

quienes se nos acercaron sigilosos observando los que éramos, nuestras caballerías y las quince cautiva s que prendimos nos dispusimos a pasar allí la tarde para guardar los objetos de más valor, como era costumbre, descansar y proseguir la marcha hacia Baza en la seguridad de la noche , donde nos darían unos buenos cuartos por las escl avas. Los cristianos se detuvi eron en un monte cercano a nosotros.

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-Ya ven vuesas mer çedes – les dice Don Rodrigo en voz baja a los suyos- como ante los avatares de aquesta vida pasajera, el áni ma ha de revel arse con la fuerça nesçesaria para vençer las injustici as e tornar siempre a la fabla, mas si con aquesta no fuera suficiente, se tendrá que abatir a fuerça de mandobles. -Y … ¿Qué debemos facer agora señor? -le susurra uno de ellos. -Don Rodrigo se yergue sobre su rocín y les explica, sin levantar la voz: -Contados todos los enemigos, su fuerça y posi çión, habrá que atacar cuando más descuido hubiera, pues son en número superior e fabrá ansí de ponerse el mayor cuibdado de no ferir a los cautivos. Nosotro s, los moros, ingenuos, atareados en esos momentos en quitar los aparejos a las

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bestias para que descansen y abreven en el pequeño

riachuelo

que

mana

de

la

cueva;

mientras, las muj eres maniatadas llorando y maldi ciendo su suerte por verse ya cautivas y vendidas en algún zoco de Granada o Sevilla , con la

protección

y

seguridad

que

nos

da

el

escondite, no nos damos cuenta de la proximidad de los cristianos . Los cristianos, cada vez más cerca de la cueva, tienen ya preparada su estratagema . De repente, espadas en mano y al galope oímos un grito: ¡¡ Santiago y a ellos!! Son Don Rodrigo y los suyos. Cinco en total que parecen cientos, con sus cabalgaduras relucientes y armaduras que los cubren por todo el cuerpo, nos sorprenden

des armados;

nos

defendemos

valientemente, pero no llevamos tanta munición como ellos, aunque sean menos; impl oramos a

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Alá por nuestras vidas, pero fácilmente n os abaten sin piedad y liberan a las mujeres que teníamos atadas, por lo que ellas mismas llenas de ira se encargan de remat ar a los heridos con palos, piedras y cualquier cosa que cai ga en las manos. Todos los mis hermanos en la fe murier on, y yo creí que perdería mi vida al caer sobre unas piedras donde me quedé atrapad o pero, en el último moment o, alguien dispuso que fuera apresado y llevado de vuelta a Siles par a ponerme a la venta en el arco de La Mal ena. Medio tullido por el combate, a mitad del camino , se me ocurrió proponerle al escudero de Don Rodrigo que me intercambiara por una gran cantidad de oro, era de una familia acomodada y les asegur é que no dudar ían en pagarl e lo que

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pidieran por mi rescat e, a lo que Don Rodrigo me contestó: -Como has aventurado nuestras vidas y haciendas, con el mesmo preçio has aventurado la tuya , por lo que en llegan do a Siles te bautizarás tornando en cri stiano, estando a mi serviçio fasta la muerte, y te nombrarán como Rui Dí az, que muncho arrepentimi ento m eresçes con Di os e con los omes por tus fechos. Así es como en el camino a Siles narraron sus peripecias, de las que ahora doy fe, y cómo y de qué manera descubrieron la cueva y cuá ntos éramos, por lo que nos venci eron, viéndome yo cautivo. No hubo más que alegar, yo sabí a que no podía negar me o me mat arían. Mal asunto, per o por lo menos estoy vivo –pensé- y ya tendré ocasión de escapar, así es que, con fuertes

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dolores en las costillas y el brazo izquierdo medio roto, callé y el silencio nos acompañó a la comitiva camino de S iles para dor mir en Segura . Se hizo de noche llegando a Siles, dej aron allí a los heridos má s graves y encargaron al alguacil que entregara las mujeres rescatadas a sus familias de Ri opar; las mujer es agradecidas no para ban de besar las manos de mi Señor, ofreciendo toda clase de promesas al cielo, gritando y bendiciendo al caballero que las habí a salvado del cautiverio ; a mí me bautizaron y después nos fui mos a Segura.

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IV

E ntram os en la Villa, ya de noche, por la llamada Puerta de Or çera, y me llevaron con ellos a la residencia del Comendador, donde lo esperaba su esposa Doña Mençia y Lope de Vergara,

escudero

de

su

her mano

Diego

Manrique, quien le traía una carta que leyó en

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voz alta, con el deseo de ami stad y unión para “cuantos fechos de guerra fuese menester”. Yo ya conocí a la mítica medina de Saqura ¿Quién no por aquellos tiempo s? Fue la cuna de mis antepasados durant e el reinado de Ibn. Hamusk, cuando era el centro de nuestr o mundo, donde rezaran y escucharan hermosas poesí as de El-Jisal,

entre

músi ca

de

laúdes,

darbukas,

zurnas, bendires y el qamún, en esa hermosa lengua que no s transmitieron y que nos elevaba al paraí so entre bellas odaliscas , donde se discutía de política, filosofía, astronomía y medicina, y adonde el viajero venido de Orient e se sentía maravillado nada más verla , coronando el viejo mont e que abría sus cinco p uertas, cual madre loba amamantando a su prole , bajo la atenta mirada protectora de su padre, el Yel mo.

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Durante la cena coment aron el episodio de la cueva de Salfaraf, conversando a la luz de los candiles y cerca del fuego reparador , avivado por leña

de

ch aparro

chisporroteaba proyectando

en

en la

sombras

abundancia ,

chimenea sobre

la

que

del

salón,

pared,

como

fantasmas de l a reciente contienda. Yo estaba instalado en un rincón de la casa, maniatado y con fiebres entre unos sacos de harina, pensando en la triste suerte que habían corrido mis her manos; los caballeros hablaban en voz alta, y sus voces se oían por toda la estancia , mientras yo escuchaba . Tras repartir el botín h allado en la cueva, Don Rodrigo manda encender más velas y leer a su escribano los legajos encontrados. -Paresçen ser de los cesaraugustanos – comenta revisándol os, a la vez que los ordena-

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…relatan su decisi ón de unirse a los caballeros templarios… y en este otro, con el sello del temple, habla de una “gran reliqui a milagrosa de Cri sto Nuest ro Señor”, traí da en secret o a Sigura de una ciudad de Turquía, de la ciudad de Çorum, que depositan en algún mont e de estas sierras… -¿Dónde? ¡¡Po r Cri sto!! ¿De qué se trata? ¡¡Sigue leyendo!! -No

mi

Señor

-expresa

el

escribano

alterado-, no indica el lugar exact o, sólo habla de los “art esanos de Cristo que se guían en la noche por la aguj a medi anera entre la estrella et la piedra”, aquí est á roto el legajo… -En el tercer document o menci ona a los caballeros

de

la

Orden

Templaria

en

las

cercanías de la ciudad de Huéscar, donde acampan cami no de Caravaca. Allí dicen haber

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

dejado

en

buenas

manos

documentos

qu e

certifican la entrega dellos en el Valle de Sigura, la “gran reliquia muy milagrosa de Cristo Nuestro Señor”, el rest o del pergamino est á deteriorado, no se puede leer. Está fechado en el año de 1265, con el sello de los templarios. -No

podemos

perder

esta

ocasión

comenta el escribano -, los dichos documentos son de

una

gran

i mportancia

para

el

mundo

cristiano, y más si se encuentran en est as tie rras fronterizas con el musulmán… si los consegui mos nos revelarán el lugar donde se esconde tan preciada reliqui a …, podría ser un trozo de madero de la cruz de Cristo, o… el cáliz sagrado donde se depositó su sangre … -No podemos dej ar huella alguna de la Orden Templaria –apunta Don Rodrigo - por eso

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

tomamos esta Encomienda ¿No? –replica Lope de Vergara, Don Rodrigo baja la cabeza y no le responde, al cabo de unos momentos de silencio, pensativo, document os

sentencia: a

toda

Conseguiremos costa,

aunque

esos fuera

nesçesario tomar la çiudad de Huéscar. -Se

necesitarían

por

lo

m ás

bajo

trescient os rro çines e mil peones para tomar la dicha Villa granadina - comenta Lope de Vergara, a lo que Don Rodrigo le responde: -Partiré para la cibdad de Úbeda a buscar gente , me lo deben; escribi ré a Garçi Mendez, al comendador de Yest e, a los alcal des de Veas, Alcaraz, Fornos e del Campo de Mont iel si así fuere necesario, a fin de tomar la villa de Huéscar, a la que ha tiempo que vengo en como haberla.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Yo conocía muy bien la s vegas, alquer ías, fuentes y campos de aquella ciudad, y ellos lo sabrían antes o después, por lo que me adelanté: -Perdonad

mi

atrevi mient o ,

señores,-

exclam é, ante la sorpresa de los comensales -, tengo gran conocimi ento desta villa, y s é de la muncha gent e que dent ro della está para la defender, por lo que, a mi juicio, sería menester muncha y recia gent e para la acometer. -¡¡Vive Dios que fallamos una buena caza, Jorge!! –Gritó Don Rodrigo- ¡¡Y un buen botín por abyudar a tan desamparados labriegos!! pues… -continuó desbordante de alegría - Rui Díaz nos ha de indicar el camino y por donde se podrá escalar la fort ale ça de la dicha Villa. Don Rodrigo coge pluma, tinta y papel, y escribe:

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

“Plega ( 2) saber a mi muy poderoso príncipe, rey y señor, que estando yo en la villa de Siles, llevaba mucho tiempo pensando en hacer algo que a vuestro servicio complaciese, por lo que anduve contactando con varios adalides deseosos de servir a vuest ra señoría como yo… … Y especial interés tengo en la villa granadina de Huéscar que… Esa noche, mediado el mes de octubre de 1434, yo Rui Dí az, llamado por mi s padres Ibn Al-Jatib, fui testigo excepcional del gran ánimo de aquel hombre, que aún sin haber curado las heridas que le causamos en la cueva de Salfara f, ya había convencido a sus caballeros y se disponía a una nueva contien da, est a vez de mayor grado y casi milagrosa , a causa de tan importantes documentos , que yo lo entendí así. (2) Me complace hacerle saber...

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

El día sigui ente amaneció con mucha escarcha y un frío que pelaba, tanto que todos nos arremolinamos alrededor del fuego , toma mos caldo de romero con escaramujo y bayas de enebro, a ver si así templábamos el cuerpo. Don Rodrigo apar eció habl ando con Juan Enríquez y me llam ó a la antesala de la estancia. -Este es mi deseo: He dispuesto, Rui Díaz, que partirás de inmediato con çiert os escuderos mios para ver por donde se podría mejor asentar la escal a, e cuantas al mas guardan la fortaleça, e toda aquella información que vieres e fuera necesaria para tomarla e ponerla a los pies de mi Rey y S eñor. Hacía ya bastant e tiempo que no veía a Fátima, mi muj er , ni a mi hijo de doce años, últimamente se ganaba más haci endo pequeñas incursiones por las sierras que comerci ando, aun

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

a riesgo de caer en desgracia como me pasó a mí; pues, como iba narrando, mi mujer pensaba ir a Huéscar, donde vivía su padre, comer ciante ya mayor

y

con

muy

buena

reputaci ón ,

que

controlaba el comercio de las telas desde allí hast a Baza. Si por fin se ha trasladado , como pensaba hacer, a Huéscar, tendr ía que hacer algo par a advertirle de lo que se apr oxi ma pero, ¿Cómo podré deshacer me de los escuderos q ue me acompañan? ¡Quizás en algún momento podría entrar en la ciudad o dejar alguna señal …! Anduvi mos dos jornadas acortando por abruptas veredas, con mucho sufrimient o para mí por el estado en que me hallaba, y al atardecer del segundo día pudimos divisar el humo de las chimeneas y la muralla de la ciudad , que parecí a desi erta, los labriegos ya se habían refugiado

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

intramuros y la guardia se disponía a cerrar las puertas. La fortaleza de Huéscar no es como las de Orce o Galer a, sus puertas esplendor osas, por donde el comercio propiciado por el Altiplano la llena de riquezas, hacen de esta un núcleo muy importante para la estrategi a militar del Emirat o de Oriente, por lo que se venderá cara al cristiano.

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Manuel MartĂ­nez Moreno_______________________________

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

V

A l caer la noche , dejamos las caballerías al abrigo de un pequeño bosque y nos acercamos tanto a la muralla que se podía oler la resina quemada de las teas de pino. Nos dispersamos alrededor y est uvi mos dos horas reconociendo los adarves, intentamos ver los mejores lugares por donde se podí a tomar la fortaleza, discutimos

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

sobre dichos sitios y llegamos a la conclusión , al notar que en el lugar donde nos encontrábamos sólo había un hombre rondando por cada cuatro velas, por lo que determinamos que est e debería de ser el lugar indicado. Yo reconocía aquel sitio porque había una puerta llamada de La Cava, al lado por donde entrábamos a visitar al padre de Fátima cuando nació nuestro hijo Ibn . Hamid, de esto hace ya doce años, y en estos dos últimos he malvi vido saqueando a los cristianos y sufriendo sus saqueos, cuando no he tenido que dar cuentas al alcalde o al alfaquí, tan solo estas sierras de Segur a, donde mi s antepasados reinaron, me dieron segur idad de joven, y fue allí, en Furgalit, donde conocí a Fátima rezando la sura Bi smillah ar- Rahman ar- Rahman …

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

No he vuelto a oír hablar aquel delicado y culto arábigo desde entonces, la presi ón de los cristianos es cada vez más fuerte , y mi forma de vida en estos últimos años me ha convertido en apátrida en tierra de nadie, un ser errante en tierras fronterizas, donde la lucha natural por la supervivencia exige estar por enci ma de todas esas farsas que aliment an tanto a un bando como al otro. ¡¡ Benditos recuerdos los de aquella época lejana ya en mi memoria!! Al volver a recoger los caballos intenté quedar me rezagado, estaba tan cerca de la casa de Brahim, el padre de Fátima, que no podía irme sin intent ar cont actar con él, o p or lo menos asegurar me de que aún vivía, que todavía seguí a allí, que podí a tener la certeza de que su hija y nieto estaban bajo su protección , aunque las fuerzas me fallaban cada vez más.

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

-¿Dónde vas? – Me advirtió un escudero - he de asegurarme de algo -le respondí-, pensé que ya habíamos acordado el sitio por donde tirar la escala… -No es eso, creo que… -no me dio tiempo a decir más, al moment o se abalanzó el más grande y fornido de los dos sobre mí y, cogi éndome del brazo que tenía magullado , me arrastró unos metros, me acercó al cuello la daga que portaba y me advirtió: -Mi ra

moro,

con

este

cuchillo

he

dest ripado a cientos de los tuyos, y créeme si te digo que me satisf aría degollar a uno más… -Déjalo-

le

ordenó

el

otro

-nos

es

necesario-, has de saber,-continuó apretándome el cuello- Rui Dí az, que te vigilaré día y noche, y como se te ocurra intentar escapar te, disfrut aré desollándote como a un conejo para enterrarte

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

después en sal- y me despidió con un puntapié que me hizo caer entre las patas de los caballos, golpeándome una d e ellas en un tobillo . Cogi mos las caballerías y , mirando atrás, partí decepcionado en mi pensamiento y dolorido en mi cuerpo por mi poco arrojo y con la penosa duda, más cruel si cabe, de no saber de mi esposa e hijo. Durante la vuelta no s ólo me vigilaron, sino que me tuvieron sin probar bocado en tod o el camino , para que la flojera apaci guara mi áni mo de fuga , me dijo uno de ellos. Llegamos a Siles donde al fin pude tomar un caldo caliente y nos informaron de que Don Rodrigo se había ido a Úbeda en busca de gent e para la contienda, allí conocía a Di ego de la Cueva, quien más tarde le envi aría provisiones ; tardó dos días en volver a Segur a, llegó con

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

muchas cargas de legajos y escrituras

que

intervino a sus contrarios y al mismo Concej o ; otorgó para sí bienes y oficios, y algunos despojos para personas fieles y seguras a su persona. Durante este tiempo se apaciguaron los ánimos de mi s mal humorados vigilantes quienes , por ahora, se olvidaron de mí , no informaron a Don Rodrigo de lo que pasó en nuestra misió n, y yo fui mejorando de mis magulladuras . Nada más llegar mi Señor le informamos del

sitio

al

detalle,

a

lo

que

respondi ó

alegremente: -¡¡Ahora se despejan mi s dudas, creo firmement e y con la ayuda de Nuest ro Señor, que se podrá facer, no sin muncho esfue rço y buen áni mo!! ¡¡Dadles vino a mi s escuderos y ropa de

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

abri go a Rui Díaz, que no se tardará en escribir otra página de gloria para mi Señor!! Y al instante se puso a escribir misivas y cartas a sus allegados reclamándoles tropa par a la toma de Huéscar. Escribía alumbrado por antorchas de tea y resina, siempre con un jarro de vino sobre la mesa, para templar mej or la letra, frente

a

una

chimenea

que

no

paraba

de

chisporrotear. En cuanto terminaba cada carta ordenaba a un caballero que la llevara sin dilación a su destino. No habría pasado una semana

y

ya

había

conseguido

cerca

de

doscientos rocines y seiscientos peones , con los que se disponí a a partir. Garçí Méndez envió a su hijo Gómez de Sotomayor con “veynte e çinco rroçines e fasta cinquenta pe ones”, que fueron los pri meros en llegar. El comendador de Veas atravesó las

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

cañadas de Cat ena , llegando a las estribaciones del valle de Sigura, asentándose en los castillos de Gutamarta y Altamira con “catorce rroçi nes e fasta cinquenta peones” . Desde Yeste, su alcalde, con “veynt e e çinco rroçines e cinquenta peones” , atravesó la Sierra de Sigura con muncho esfuerzo, pues tuvo que hacer noche a causa de una nevada en la casería

fortificada

del

montuoso

Miller,

estableciéndose a su llegada en Orçera. De

Alcar az

partió

Gonzalo

Díaz

Bustamante, quien pasó por Villamanrique y Bienservida

de

la

Condesa

sumando

“diez

rroçines e treynta peones” , de Úbeda; Diego de la Cueva salió por la puerta del Losal con “ocho rroçines” , y Di ego López, desterrado en Fornos, aportó “ ocho rroçines” que fueron a Siles.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Acampado s en los Ll anos de Santa Catalina , quedaron

Rodrigo

de

Paterna

con

“cuatro

rroçines” , Pero Sánchez de la Calancha con “catorze rroçines” , y los del Campo de Montiel que aportaron “ diez rroçines y sesenta peones”. Los días junto a sus noches pasaban muy rápidos y, en su cabeza, frente al fuego, sólo reinaba la idea de servicio a su Señor por hallar tan codiciado documento, poseedor del secreto de la reliquia milagrosa de Nuestro Señor, por lo que no t ardó en aprovi sionar a la tropa. Una mañana, en la que el cielo amaneció con atisbo de una gran nevada, me mandó a Orçera con cinco rocines para que los herrasen; salí por la Puerta de Catena , y en el barranco Colorao, ya cerca de mi destino , oí unas voces: ¡Ibn. Al-Jatib, Al-Jatib, Al-Jatib! Hacía mucho tiempo que no me llamaban así, era mi nombr e

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

original, el de mis padres, volví la cabeza entre el espanto de los mulos y , en los huertos que había a un tiro de piedra , divisé a un anciano que estaba rozando unas zarzas. -¿No me conoces? -me gritó; al dejar unos pasos el camino y acercarme a él lo reconocí. Era el tío de Fátima, pero mucho más viejo y desfigurado que la última vez que le vi en su tienda de t elares, en Yeste. -Ibn. Al-Jatib ¡Qué alegrí a de vert e! -¿Qué haces aquí Kari m? –Soy cautivo de los cri stianos en estas huertas de Orçera, ¿Y tú? Pa rece que a ti no te va tal mal. -No creas Kari m, yo tambi én soy cautivo a su servici o. Esa noche nos fuimos al barrio alto del pueblo, a una cueva donde vi vía con otros

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

cautivos, y la pasamos allí , hablando hast a que nos sorprendió el alba . Me contó, a la vez que servía un té de roca, cómo lo capturaron en uno de sus viajes a Hellín, le quitaron su mercancía y se resi stió, por eso perdió un ojo, pero peor parados

salieron

los

familiares

que

le

acompañaban, atados a un árbol fueron torturados y pasados a cuchillo. Tambi én le dolió que entre los verdugos hubiera gent e de los nuestr os. -¿Porqué

esas

atroces

torturas?

-le

documento ,

un

pregunté-Iban importante

buscando

un

documento

que

mis

padres

me

entregaron y que yo guardé celosament e durante algunos años en mi tienda de telares en Yest e. Este

documento

era

el

salvoconducto ,

la

salvación en caso extremo de nuestro pueblo si nos veíamos en apuros con los cri stianos, pero

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

no se lo di. Les dije, tras la muert e de mi s pari entes en duros interrogatorios, que est e document o estaba en la medi na de Huéscar. -¿Tan i mportante es? -Debe de serlo -me dijo-, encierra un secret o

arcano

para

quien

lo

sepa

descifrar…creo que el ataque a Huéscar no es sino una excusa para hacerse con él; espero que cuando lleguen a la medina esté en buenas manos, camino del Emirato de Oriente. - Pon atención: se trata de un map a en el que se insertan leyendas encargadas a discípulos de Al-Idri si El- Xecuri o de Ibn. S’aid, pero de muy buena caligrafía, con dibujos de atalayas, ani males y plantas de estos lugares. ¿De aquí? -Sí- del I qulim de Saqura...

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

En el centro del plano aparece una torre a modo de al minar, con dos montes a su costado, de estos surgen dos líneas que orientan hacia los mares, es la “ciudad alfa”, donde , según los cristianos

de

Caravaca

que

pasaron

con

anterioridad por estos camino s, se halla una reliquia muy milagrosa del mismí simo Cristo, que contiene el secreto de la vida, el principio, alfa... De una a otra línea que surge de los montes, como te dije, se dibujan en forma de media luna una estel a de brillantes punt os , sobre montículos tan precisos como las estrellas en el cielo... Este mapa que te doy es u na copia, sól o existe ésta y el original, por eso debes guardarla hast a el fin de t us días. Enrollado en un canuto de tela de lino , me entregó la copia del pergamino que más tarde me deslumbrara por sus dibujos , y por ver allí

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

reflejados los sitios donde m e crié y fui feliz un día. Recordamos los buenos tiempos en Góntar, con las faenas del esparto y la seda, rezamos juntos y al despuntar el día, al despedirnos , me dijo: –Tu muj er y tu hijo Hami d están en Huéscar, con su abuelo . Un senti miento agridulce me vino a la cabeza, íbamos a atacar la seguridad de mi familia, con mi ayuda, y debía de hacer algo para informar a Fátima y a los suyos, no sé, algo se me ocurriría. Kari m sabía del inminente ataque a Huéscar, pero resultaba imposible avisar a los de la villa granadina. Todas

aquellas

partidas

de

tropa

y

caballería día y noche por la zona eran algo excepci onal.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

-Malos tiempos para nosot ros Ibn. Al-Jatib -me susurró a las primeras luces del día - guarda este documento como te dije , y que Alá el Misericordios o

se

apiade

de

nosot ros

procurándonos

una

muerte

dulce

–dijo,

señalando con su dedo y su mirada al monte Salfaraf, y nos despedimos con lágrimas en los ojos

y

la

certeza

de

que

ya

nunca

más

volveríamos a vernos. Al día siguiente, miércoles, parti ríamos hacia Huéscar con la tropa y caballería en buena disposición, y con avituallami ento sobrado, nos esperaban tres jornadas de abrupto camino por veredas entre pinares, molinos, sierras de agua, aldeas y montes que yo conocía muy bien. Todo estaba dispuesto para la batalla, de donde nunca se sabe si se volverá, pero como río que nace y va a parar inexorablemente a la mar,

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

que es el morir, todos vamos por el camino certero hacia ese mar donde nos medimos por igual, “omes e mullieres, de los nuest ros e cont rarios, poderosos, siervos e captivos, e toda s las cl ases de áni mas” .

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

VI

R eunidos

en

formaci ón

cuatrocientos

rocines y más de ochocientos peones con sus estandartes, carros, muni ción y los señores que los mandaban, a todo lo largo y ancho de los Llanos de Santa Cat alina, con el monte de El Yel mo al fondo y Segura a nuestra compaña , recibimos una misa mayor con la bendición del

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obispo de Toledo , que habí a venido ex profeso para la ocasión, parec í a como si los cristianos necesitaran de las bendiciones par a alimentar su ira. Los pendones y estandartes al viento se multiplicaban entre el monte bajo, la cruz de Santiago era una yaga al rojo vivo en las blancas capas de los caballeros, todos a una excla maron ¡¡Santiago!! ¡¡Santiago!! navarros, extremeños, vascos, castellanos, prietas las filas al son del chasquido de las armaduras , y con alegres cánticos partimos por el puerto de F urnus hacia el monte de El Yel mo que, a pesar de lo cerca que se mostraba, nos supuso una subida muy dura, menuda caminata que me esperaba, y yo sin rocín. Al poco tiempo de la partida perdimos dos carros por el mal est ado de los caminos, y los dejaron para ser reparados en un lugar que nombraron como La Capellanía, pertenecient e al

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Hisn de Furnus, espl éndida fortaleza con su castillo hecho de calicanto y sus cuatro puertas dobladas. Cabalgamos

por

una

antigua

calzada

romana a los pies de El Yel mo septentrional, cual Gea y Urano engendrando a Pontos, y nos dirigimos hacia El Pontón y, cuando teníamos a la vista la población de los horni lleros, tuvimos que acampar en tierras yer mas con un aire frí o y machacón, que aún apegados unos a otros entr e las bestias para calentarnos, el dicho frío nos calaba hasta los huesos por más mantas de abrigo que nos pusiéra mos. Entre altos pinos laricios y roquedales por donde fluían chorros de agua a borbot ones, mi s pensamientos no eran otros que el poder avisar a tiempo a Fátima, mi muj er, y salvarla, a punto estuve de referirle a Don Rodrigo, mi S eñor, est e

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

cuidado que continuament e me desvelaba, per o ¿Y

si

perdía

su

confianza ?

Los

escuderos

olvidaron mi fugaz intento na en Huéscar y no le contaron nada, lo noté porque él me trataba de la misma manera que aquel día en que me “fizo cristiano” y, ante la falta de cartas y mapas del terreno por el que transit ábamos, era a mí a quien se consultaba, era yo quien los guiaba por est e o aquel camino, entre veredas de laricios, arroyos y mantos de helechos; me sentía un privilegiado entre ellos, mas, cuando terminaran mi s servicios ¿Qué sería de mí? Nos dirigimos hacia La Puebla acortando cuanto pudi mos, y tras dos jornadas más de sufrimientos por el tiempo tan adver so y los carros tan pesados, que teníamos que arr astrar por unos terrenos escabrosos, ramblas y calares , llegamos a divisar la ciudad de Huéscar.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Acampamos a media legua de la Villa, era viernes, ya entrada la noche. Durante las pocas horas que dormí busqué a Fátima entre mis sueños , en un duermevela de caricias y recuerdos de su mirada , ante la incertidumbre de la pronta madrugada, que marcó la despedida y t erminó con el descanso. Nada más despunt ar el alba fui requerido por

Lope

de

Vergara,

escudero

de

Diego

Manrique, hermano de mi Señor, quien me presentó ante él para que le mostrara el lugar exacto por donde se debí an de poner las escal as de asalto. Les señalé el lugar por la puerta de La Cava y se reunieron Don Rodrigo, Juan Enríquez, Manuel Benavides y Pedro de Pard o, quienes con setenta hombres de armas y doscientos peones , se lanzaron al asalto llegando hasta La Cava, muy

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honda y no muy bien proteg ida, pero nos encontramos dos rondas que patrullaban el sitio elegido para poner las escalas , por lo que a última hora pararon mi s señores ante la razonabl e duda de si seguir o no, por el gran número de bajas que podrían sufrir. Quedáronse discutiendo los dichos señores una hora larga, tiempo que aproveché para acercarme con el mayor cuidado y sigilo más allá de La Cava, donde pude ver como se concentraba la población desordenada haci a el alcázar, pero no vi rastro alguno de Fáti ma o su padre; al volver, los señores habí an deter minado seguir con el asalto, por lo que encomendándose a su Señor Jesucristo, Don Rodrigo dio la orden de lanzar las escalas nada más vieron alejarse las rondas de ar ábigos.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Juan Enríquez fue el primero en lanzar la escala al sitio d onde le indiqué por La Cava, subieron por ella dos de sus escuderos , Lope de Frías y Pedro Curiel, al instante les siguió el alcalde de Segura Alvar Rodríguez, y después Pero S ánchez de F ornos y Pedro de Veas. Ant es de que el alcalde segureño pudiera subir se percató la guardia , y les arrojaron un serón de piedras, pero no les fren ó la subida, aunque hirieron a algunos. Al grito de la guardia , los tejados y almenas se llenaron de moros hostiles, de tal manera que mataron a algunos de los cristianos desde una saetera contigua donde había dos moros apostados y, gracias al alcal de de Segura, que consigui ó mat ar a uno de ellos, huyendo el otro, nos libró de un daño mayor; au n así murió un her mano del alcalde, Pero de Fornos y cuatro escuderos de Don Rodrigo, ent re los que

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estaban los dos que me acompañaron para ver el sitio, y otros ocho más que hirieron, que quedaron magullados y sin apenas poder caminar. Al huir los moros de la saetera y tras dur a lucha con los centinelas, subimos el estandarte de Don Rodrigo, su tío Manuel de Benavides y el alcalde de Yeste, quien a ú n resultando herido, fue peleando y ganando torres por la cerca hast a descender

por

una

rampa

en

el

interior ,

consiguiendo abrir la puerta por donde entró mi señor con su gente, peleando hasta recluir a los moros en el alcázar, ganándoles así las calles. Corriendo como pude cogí el estandarte de mi señor y, entre el griterío de las gentes que allí se encontraban, busqué a Fátima y a mi hijo Ibn. Hamid , hasta llegué a la casa de mi suegro, pero no había nadie, sólo vigas caídas y escombros, por lo que me fue imposibl e seguir avanzando

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entre tanto bullicio y fuego cruzado . Fue un sábado muy duro, pues mataron a muchos de mi gente en ambos lados, las retorcidas y estrechas calles eran ratoneras par a unos y otros, donde se formaron numerosas barricadas que acometi mos , y tuvimos que tomar casa por casa mat ando a quien allí se encontraba n, mujeres, niños, viejos y enfer mos rezagados. Yo sólo gritaba al entrar en cada una de ellas

¡¡Fáti ma!!

¡¡Fátima!!

sin

ninguna

respuesta; ese día con su noche no hubo un momento en que cesara la pelea, los gritos y quejas de la mucha gente allí herida resonaban hast a el alcázar, por doquier el humo, la pólvora y la sangre, que convertía el ambiente en un hedor de infierno, del que pocos pensamos salir, pero nuestros pensamientos est aban puestos en la toma de la ciudad, la reflexión no tenía cabida en

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estos momentos de angustia y confusión en los que, como alimañas, o matabas o morías.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

VII

A manece

domingo y, celebrando la misa

de campaĂąa, nos comunican la llegada de unos quinientos caballeros moros y alguna tropa provenientes de Baza y su hoya, no pasarĂĄ mucho tiempo para que los del lugar se encuentren reforzados y dispuestos a una nueva bat alla, mas mi SeĂąor, al ver que se incorporan los caballeros

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moros por una puerta lateral al alcázar, si n mediar palabra se lanza sobre ellos cerrando dicha puerta,

encerrando a unos cuarenta o

cincuenta de ellos y , de lo que doy fe, que matar a a unos ocho o diez él solo, que viéndolo los caballeros moros se desviaron a otro sitio , volviendo mi Señor herido por un pasador que le atravesó el guardabrazo y el brazo derecho de parte a parte. Ant es de ser atendido por el médico y los cirujanos, mandó a Ál varo de Mad rid con algunos hombres de armas al ataque para no perder el envite, y les fueron ganando terreno a los moros casa por casa hasta arrinconarlos en una torre; tanta gente se refugió allí que deter minó mandar a Manuel de Benavides, quien con sus hombres estableció una dura lucha que duró hasta bien entrada la noche de aquel domingo.

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El asedio era duro y la gente estaba cada vez más cansada, los moros se sentían fuertes por los refuerzos que les venían de Baza y asentaron su real en las huertas de la villa ; mi Señor que se percató , y al no poder escribir por la her ida de su brazo, se quitó una sortija, llamó a un mensajero y le dijo: -Toma aquesta sortija y lléval a presto al Adelantado de Caçorla en señal para que mande a Quesada refuerços de toda gente que hu biera en di sposçión para f acer la guerra”. Esa misma noche, su primo Pedro de Quiñones llegó cabalgando sin parar con sesenta hombres de armas y cien peones arremetie ndo contra algunas torres del a darve, las cuales logró tomar. Don Rodrigo padecí a fiebre y su brazo no respondía a la medi cina que los galen os le habían

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aplicado, pero él, hacien do caso omi so de sus consejeros y con la venda del brazo sangrando , se dirige a los suyos: -No debemos arremeter aún la Villa. -Con la gente que trae rá el Adelantado de Caçorla y con otra más que le da ré deberá traernos el agua que nos quitaron los moros ayer, que nos es de mucha necesidad. -Faceros ver entre los moros con vuestros estandartes et pendones para que est os vieren que nos llegan refuerços. Paseó por la muralla almenada herido hasta bien cerca de los moros, que hasta tuvo que intervenir en un intento de subir de ellos, y gracias a los ballesteros fueron repelidos. Al día siguiente, martes por la mañana, vimos al ejército moro posicionado donde solía, o sea, en las huertas y cerca del lugar. Acordaron

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mi Señor y el Adelantado salir sin pausa al campo de batalla, por lo que mi Señor se dirigió a Juan Enríquez, al alcalde de Segura y a otros caballeros heridos, rogándoles le acompañaran en aquel envite, cosa que hicieron aún de est ar heridos, y muy cerca de la primera línea que se instalaron, los otros compañeros, al verlos, se enardecieron, así como la tropa, y es que nunca es de mal gusto ver a tu Señor a tu lado en las empresas de penuria y que requieren peligr os. Se dio la orden y estuvi mos en lucha sin parar toda la mañana hasta la hora de vísperas, los moros nos doblaban en número de caballos y , cuando peor lo teníamos, nos llegaron noticias de que debíamos de seguir aguantando a toda costa, nos llegaban gent es de Caçorla y Quesada, era Fernán Álvarez, quien, con cien caballos y algunos peones, anduvo toda la noche por calares

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y barrancos, pero pudi mos respirar algo más tranquilos al ver el gran refuerzo que suponía. Mi Señor, que permanecía en la villa guardándola y defendiéndola con mucho esfuerzo y fatiga , vio el estandarte de Fernán entre la muralla; salió a su encuentro y le ofreci ó acomodo donde descansar tras el tortuoso viaje, a lo que este le contest ó: -Yo vengo aquí para defender el campo, para asentar en él mi real, y para serviros a vos, que de la villa me fío de quien la guarda y defiende- por lo que sin ni siquiera bajarse del caballo se entregó a la lucha hasta conseguir sent ar su real afuera. Los moros, como vieron que la villa est aba prácticamente

toma da

y

el

campo

también,

mandaron el miércol es a un emi sario para hablar

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

con mi SeĂąor, pero ni ĂŠl ni los caballeros lo recibieron, de lo que se arrepintieron mĂĄs tarde.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

VIII

Al

siguiente día volvieron los mor os a

mandar otro emi sario , con el que pactaron en previsión de que pudieran tener más bajas y heridos, que ya había bastantes . Cuando llegamos al castillo, los señores de Baza y algunos más ya se habían ido, y en el pacto les aseguraron las vidas de todos los demás que allí quedaban, mas

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deberían salir con lo puesto, sin armas ni enseres. Así es como el jueves desfiló un rosario de gentes castigadas por el asedio y maltrechos, y entre ellos mi querido hijo Ibn. Hamid y Fátima, mi adorada mujer, a quien le grité y salí sin pensarlo dos veces a abrazarla, un escudero me detuvo y en este momento tan trágico y doloroso para mí, se me pasó por la cabeza entregar las copias de los documentos a cambio de la libertad de mi familia, pero al momento, mi Señor Don Rodrigo le ordenó dejarme; más tarde , cuando la fortaleza y la Villa estuvo rendida , intenté hablar con él para explicarle que aquellas dos personas eran toda mi familia, mas no tuve tiempo, se me adelantó di ciéndome: -No ten és nada que deçi r, tus buenos fechos fablaro n por ti -y cogiendo pluma y papel

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

escribió a su Señor , el Rey, dando cuent a de todo lo allí ocurrido, como buen súbdito y caballero que era, pidiéndol e además un quinto de lo que le correspondía para “compensar las cal ami dades que habíamos pasado con muchos de los nuest ros heri dos y muchas bestias muert as también ”. Er a el día doce de noviembre de mil cuat rocientos treinta y cuatro , cuando le ofreció la Villa de Huéscar a su Señor en la dicha car ta , y yo recuperé a mi familia tras duros años de n ostal gia y sufrimiento por no saber de ellos . Con estos hechos, que no fueron sino parte de su gran aventura por la vid a, Don Rodrigo fue labrando y sembrando en el espíritu de su hijo Jorge la semilla para que más tarde éste plasmar a su fruto en sus escritos, cual epitafio para cada uno de los hombres y mujeres de cualquier tiempo y l ugar.

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

El

viaje

de

vuelta

fue

rápido

y

desordenado, un nutrido grupo de hombres que quedaron de la contienda más los heridos se disper saron desde El Pontón a sus lugares de origen: Quesada, Caçorla, Montiel, Úbeda,… y el resto nos dirigimos a la Encomi enda de Segura, con

dos

mulas

muy

vigiladas

por

cuatro

escuderos, cargadas con los legajos que pudimos salvar en el alcázar. Pasando por Fornos, Fátima me contó como durante la toma de la ciudad, le cayó a su padre sobre las piernas una viga del techo de la tienda que regentaba, y como no pudieron retirarla entre ella y su hijo, sufrió una muerte lenta y dolorosa, ellos tuvieron que huir haci a el alcázar ante el avance de los cristi anos. Otros hermanos en la fe se refugiaron en las huertas y se unieron a los

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

caballeros de Baza, huyendo en último término con ellos camino del Emirato de Oriente. Durante algunas semanas me percaté de que salían todas las patrullas con un escriba no hacia distintos puntos del Valle, Fornos, Torres de Albanchez, Siles y las montañas cercanas al naci mient o del Río Mundo, donde inspeccionaban meticulosament e cada torre, atalaya, restos de fortificación

o

vestigios

de

asentami ent o

humano. Las anotaciones de los escribanos eran leídas y comentadas de forma rigurosa ante Don Rodrigo y los más allegados, estando siempre presente el escribano que las realizara, luego se guardaban en el archivo y, después se las llevaban a su casa de Siles, donde nunca falta ba quien las vigilara, t anto de noche como de dí a.

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Manuel MartĂ­nez Moreno_______________________________

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

IX

En

las noches venideras volvieron a

nosotros las añoradas caricias y la plenitud de una relación fortalecida por la presencia de nuestro hijo Ibn. Hamid, que cada vez se pare cía más al tío Karim, lo que nos llenaba de orgullo y alegría. Fátima, al igual que hiciera en nuestras primeras noches de casados, se preparaba para

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

mi,

complaciendo

con

dulzur a

mis

requeri mientos, cuidando su cabello negro con alheña en tonos rojizos que rivalizaban con los de las tierras serranas, sus manos, pechos y pies cuidadosamente tatuados con la misma alheña bajo suaves tejidos de seda que ella misma bordaba,

donde,

a

pesar

de

sus

años,

se

adivinaban unos pechos firmes con pezones irresistibles y generosas caderas que, movía al ritmo de un deseo apasionado que invitaba al goce, entre cojines y velas al olor del jazmín y las cañitas de esencias que se agitaban con la agradable brisa del estío, cual reflejo de las sombras de nuestros cuerpos en la pa red hasta llegar a un orgasmo que ella parecía querer mantener,

sujetándome

entre

sus

piernas

apretadas hast a que las luces del amanecer nos despertaban.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Ambos fueron bautizados en Segura junto con otros treinta moros un domingo frío del mes de noviembre, Fáti ma se llamaría Elvira, y mi hijo Fernando. Teníamos que asistir a mi sa tres veces por semana,

donde

se

nos

preguntaban

ciertas

oraciones que debíamos saber, bajo pena de fuerte multa o azotes, que hasta con fiebres altas tuvo que ir Elvira, pues el sa cerdote pasaba list a y los vecinos, cristianos viejos, eran vigilantes atentos a cual quier blasfemi a u ofensa, por lo que nuestros

rezos

más

íntimos

al

Profeta

los

llevábamos a cabo cuando salíamos a las moreras y recogíamos hojín para los gusanos de la se da, que nos darían tan apreciado hilo, el cual en manos de Elvira se transfor maba en bellos telares y alfombras , a las que mi hijo sabía sacar un buen dinero como hiciera el tío Kari m.

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En Segura nos acomodaron en una casita pequeña de una planta, cerca de los baños árabes de la Villa, que los llamaban “de la mora”, por lo que pronto pudi mos hacernos de unas huertas próximas al lugar, el agua era abundante, creo que podríamos haber sido felices allí, pero la incesante presión de los cristianos y el crecient e número que de ellos venían a instal arse a la Villa, al amparo de señores e hijosdalgos, nos hizo dejar la casita so pena de ser denunciados por los cristianos viejos, que poco a poco se adueñaron de todos los huertos de l a zona. Don Rodrigo no cesaba de c ampear, esta vez contra la casa de Iranzo, arrebatándole con la ayuda de su yerno, Don Pedro Fajardo , y la de su hijo Jorge, la Encomienda de Montizón, por lo que cada vez era menor el tiempo que podí a verlo; él me liberó de la servidumbre y de alguna

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

manera perdí su protección, de lo que se percataron mis vecinos. Aconteció que una tarde, en los huertos cercanos a nuestras viviendas, en un lugar que llamaban La Junci a, divisamos el revoloteo de más de treinta buitres sobre su presa. Había tantos y se veían tan cerca que nos acercamos hast a el punto de poder tocarlos, pero cuál no fue nuestra sorpresa al ver que estaban devorando el cadáver de un hombre con ricas vestiduras . De inmediato los espant amos con palos y ascuas con mucha precaución y trabajo, pues estaban muy alborotados y luchando entre ellos por la presa y se mostraban hostiles. El cadáver se hallaba con la barriga abi erta y algunas tripas que le quedaban fuera, ya le habían picado los ojos por donde le succionaban

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las partes más blandas de la ca beza, no acertamos a identificarlo. Cuando llegó el alguacil con dos soldados retiraron lo poco que quedaba y, al día siguiente le dieron cristiana sepultura. Esa misma noche prendieron a tres de mis vecinos, acusados de haberlo matado, robado su bol sa y o bjetos de valor y arrojado el cadáver a La Juncia, más allá de sus huertos según algunos testigos cri stianos . Se trataba de un mercader llamado Fer nán Alvarado, oriundo de Salamanca, odiado por nuestros

hermanos

en

la

fe,

debido

al

comportamiento tan vejat orio que ejercía en sus tratos con los “herejes” , como nos llamaba. Dos de los acusados alegaron estar conmigo de viaje en Iznat oraf la jornada en la que se supuso que acontecieron los hechos, como así fue, mas no les valió de nada, poco pude hacer,

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

ya que el cristiano con el que tratamos en Iznatoraf se negó a declarar en nuestro favor, por lo que me vi invol ucrado en el asesinato y en prisión con ellos durante una semana, el tiempo que tardó en volver mi S eñor de la triunfal defensa de Almagro contra los Calatrava quien , intercediendo por mi persona, me libró del presidio. Mis vecinos, pobres labriegos inocentes, quedaron

sin

tierras

ni

propiedad

alguna,

recibieron treinta latigazos en la plaza de la villa en presencia de sus familiares y de todos nosotros,

para

escar miento

de

los

“moros

rebeldes” y cuant os “causaran gran daño a tan dignos señores”, pregonó a gritos el alcaide y, acto seguido, fueron ahorcados, per maneciendo en el patíbulo hasta la noche , durant e la cual

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pudieron sus familias hacerse con l os cuerpos de los tres desgraciados. Así es como tuvi mos que partir junto con otras familias hacia Trujala o Cat ena unos, y los demás

haci a

Moral ejo s,

La

Toba

y

otros

asentamientos más adentro de las sierras. Nosotros decidi mos quedarnos lo más cerca de la Villa, para que nuestro floreciente negoci o siguiera dándonos el bienestar que teníamos y, de camino, poder ayudar a nuestros hermanos en la fe, que lo estaban pasando muy mal y lo necesitaban,

por

lo

que

nos

asent amos

en

Moralejo s, una aldea bien situada y desde donde podríamos

llevar

a

buen

término

nuestros

intereses, como así fue durant e unos años, pero como dijera el tío Kari m , eran malos tiempos para nosotros, escl avos de los cristianos, y aquel documento tan important e para ellos pasó a ser

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

una leyen da, yo no tuve que emplear la copia que me confió porque cada vez me fiaba menos de los cristianos , y mi Señor siempre estaba guerreando, casi no lo veía, por lo que me aferré a la comuni dad de donde procedía y a la natural libertad que me daba el oficio d e hortelano. Que el Misericordi oso se apiade de todos nosotros y nos procure una muerte dulce. Los cristianos no paraban de rastrear la zona, y esta vez le tocó al castillo de La Yedra . Los

escribanos

habían

restaurado

el

tercer

documento encontrado en la cueva y citaba el valle de Onçares, “a donde se derramaban las lágri mas del sepulcro” , por lo que dieron en establecer que sobre el dicho valle, al lado del monte Pi carzo, debía de estar la ansi ada reliquia. Don Rodrigo tenía conoci mient o de que muchas exp ediciones habí an atacado la fortaleza

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de La Yedra, por lo que utilizó ante su rey la excusa de su destrucción para que “ansí no fueren molestados nunca jamás los habitantes della” y, manos a la obra, investigó “çiertos bujeros que comunicaban con el interi or por baj o del pasadiço”, minándolos y destruyendo cuantos había, que “tardó varias semanas en el fecho” , no dejando piedra sobre piedra. Los habitantes se trasl adaron a una torre fuerte cercana, fundando la villa de Torres de Albanchez, y los escribanos de Don Rodrigo se trasladaron con sus investigaciones a la villa de Caravaca, ya que Huéscar había sido ganada en estos tiempos a los cristianos por mis hermanos del Levante. En esos años nacieron dos niños más de Elvira, pero murieron de fiebres antes de llegar a cumplir los tres años, su madre llegó primero a la

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desesperación, y más tarde se sumió en una profunda apatía y desgana que la llevó a la muerte; fue un invierno con las nieves en las crestas de las montañas que rodeaban la aldea, y en el silencio más absoluto le dimos sepultura al lado de sus hijos, mirando hacia L a Meca.

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X

T ras

esta desgracia mi hijo Ibn. Hamid,

llamado ahora Fernando, se despidi ó de mí y partió hacia el Levante, donde intent ar ía vivir mejor. No lo volví a ver más. Yo sufrí una parálisis

del

brazo

izqui erdo

y

malvivo

agradecido a mis her manos , que no dejan de visitarme cada noche como si mi casa, o lo que

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queda de ella, fuera un “jaut”, donde el sacerdote funerario deposita l as ofrendas líquidas y sólidas que

necesitan

los

necesarias

para

aportando

además

difuntos

la

para

subsistir,

permanencia

póstuma,

leña

para

el

fuego

que

mantengo la mayor parte del año. Así me veían mis her manos, aunque yo , sintiendo los dient es cortantes y afilados del Cerbero penetran do hast a el tuétano de mi s huesos desgastados, no me asust an sus ladridos, aun acariciando las almas de los difunt os que se preparan para adentrarse e n el mundo del fuego eterno, aunque a veces también pienso que quizá sea la necesaria penitencia que me prepara para entrar en el paraíso que nos prometió el profeta. Cada vez distancio más las visitas a la Villa de Segura por mi pési mo estado, en una de estas últimas conocí al Marqués de Santillana,

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

que disfrutaba con Jorge de los combate s de rimas y versos sobre el amor y la muerte. En la casa de la Encomienda, muy cercana al Pósito, me informó Jorge de la muerte de su padre tras una dura bat alla contra una rara enfermedad que le desfiguró el rostro , así como de una parte de los 20.000 ma ravedís que dejó en su testamento para redi mir cautivos. C orría el año de 1476, no podía haber muerto de otra manera , después de vencer en vei ntisiete batallas contra moros y cristianos. Afligido , vi a su hijo desaparecer por un recodo de las retorcidas y empinadas calles de la Villa hacia su morada. Años más tarde recibí unos escritos que Jorge dedicara a la muerte de quien en vida dej ó su nombre y su huella, para bien o par a mal , en el corazón de quienes le conocimos.

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Y, aunque cualquiera tiempo pasado no fue mejor, si es verdad que nuestras vidas van a dar en la mar, que es el morir, y la mía estaba ya a punto de finalizar desembocando cual río después de una tormenta con toda clase de bártulos arrastrados en un pesado equipaje en busca de un merecido descanso. Así decían: Recuerde el alma dormida avive el seso e despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer , cualquiera tiempo pasado fue mejor. Pues si vemos lo presente cómo en un punto se es ido e acabado,

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si juzgamos sabiamente, daremos lo non venido por pasado. Non se engañe nadi, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir;


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allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos; i llegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos. Dejo las invocaciones de los famosos poetas y oradores; non curo de sus ficciones, que traen yerbas secretas sus sabores; a Aquél sólo me encomiendo, Aquél sólo invoco yo de verdad, que en este mundo viviendo, el mundo non conoció su deidad. Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nascemos, andamos mientras vivimos, y llegamos

al tiempo que fenecemos; así que, cuando morimos, descansamos. Este mundo bueno fue si bien usásemos dél como debemos, porque, según nuestra fe, es para ganarse aquel que atendemos. Aun aquel Fijo de Dios, para sobirnos al cielo, descendió a nascer acá entre nos, y a vivir en este suelo do murió. Si fuese en nuestro poder hacer la cara hermosa corporal, como podemos hacer el alma tan gloriosa, angelical, ¡qué diligencia tan viva toviéramos toda hora e tan presta, en componer la cativa, dejándonos la señora descompuesta!

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Ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, que en este mundo traidor , aun primero que muramos las perdemos; dellas deshace la edad, dellas casos desastrados que acaescen, dellas por su calidad, en los más altos estados desfallescen. Decidme: la hermosura, y gentil frescura y tez de la cara, la color e la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuál se para? Las mañas e ligereza e la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega al arrabal de senectud. Pues la sangre de los godos,

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y el linaje e la nobleza tan crescida, ¡por cuántas vías e modos se pierde su gran alteza en esta vida! Unos, por poco valer, por cuán bajos e abatidos que los tienen; otros que, por non tener , con oficios non debidos se mantienen. Los estados e riqueza, que nos dejen a deshora ¿quién lo duda? non les pidamos firmeza pues que son de una señora que se muda, que bienes son de Fortuna que revuelve con su rueda presurosa, la cual non puede ser una ni estar estable ni queda en una cosa. Pero digo que acompañen e lleguen fasta la fuesa con su dueño, por eso non nos engañen, pues se va la vida apriesa


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como sueño. E los deleites de acá son, en que nos deleitamos, temporales, e los tormentos de allá, que por ellos esperamos, eternales. Los placeres e duIzores desta vida trabajada que tenemos, non son sino corredores, e la muerte, la celada en que caemos. Non mirando a nuestro daño, corremos a rienda suelta sin parar ; desque vemos el engaño e queremos dar la vuelta no hay lugar. Esos reyes poderosos que vemos por escripturas ya pasadas, con casos tristes, llorosos, fueron sus buenas venturas trastornadas ; así que no hay cosa fuerte, que a papas y emperadores e perlados,

así los trata la muerte como a pobres pastores de ganados. Dejemos a los troyanos, que sus males non los vimos, ni sus glorias; dejemos a los romanos, aunque oímos e leímos sus hestorias, non curemos de saber lo de aquel siglo pasado qué fué dello ; vengamos a lo de ayer, que también es olvidado como aquello. ¿Qué se hizo el rey don Joan? Los Infantes de Aragón, ¿qué se hicieron? ¿Qué fué de tanto galán, qué de tanta invinción que trujeron? ¿Fueron sino devaneos? ¿Qué fueron sino verduras de las eras, las justas e los torneos, paramentos, bordaduras e cimeras?

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¿Qué se hicieron las damas, sus tocados e vestidos, sus olores? ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos, de amadores? ¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían? ¿Qué se hizo aquel danzar, aquellas ropas chapadas que traían? Pues el otro, su heredero, don Enrique, ¡qué poderes alcanzaba! ¡Cuán blando, cuán halaguero el mundo en sus placeres se le daba! Mas verás cuán enemigo cuán contrario, cuán cruel se le mostró habiéndole sido amigo, ¡cuán poco duró con él lo que le dio! Las dádivas desmedidas, los edificios reales

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llenos de oro, las vajillas tan fabridas; los enriques e reales del tesoro. los jaeces, los caballos de sus gentes e atavíos tan sobrados, ¿dónde iremos a buscallos? ¿Qué fueron sino rocíos de los prados? Pues su hermano el inocente que en su vida sucesor le ficieron, ¡qué Corte tan excellente tuvo e cuánto gran señor le siguieron! Mas, como fuese mortal, metióle la muerte luego en su fragua. ¡Oh juicio divinal, cuando más ardía el fuego, echaste agua! Pues aquel gran Condestable maestre que conoscimos tan privado, non cumple que dél se hable, mas sólo cómo lo vimos degollado.


___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Sus infinitos tesoros, sus villas e sus lugares, su mandar, ¿qué le fueron sino lloros? ¿qué fueron sino pesares al dejar? E los otros dos hermanos, maestros tan prosperados como reyes, que a los grandes e medianos, trujieron tan sojuzgados a sus leyes; aquella prosperidad que en tan alto fue subida y ensalzada ¿qué fue sino claridad que cuando más encendida fue amatada? Tantos duques excellentes, tantos marqueses e condes e varones como vimos tan potentes, di, muerte, ¿do los escondes e traspones? E las sus claras hazañas que hicieron en las guerras y en las paces,

cuando tú, cruda, te ensañas, con tu fuerza las atierras e desfaces. Las huestes innumerables, los pendones, estandartes e banderas, los castillos impugnables, los muros e baluartes e barreras, la cava honda, chapada o cualquier otro reparo, ¿qué aprovecha? Cuando tú vienes airada todo lo pasas de claro con tu flecha. Aquél de buenos abrigo, amado por virtuoso de la gente, el maestre don Rodrigo Manrique, tanto famoso e tan valiente; sus hechos grandes e claros non cumple que los alabe, pues los vieron, ni los quiero hacer caros pues que el mundo todo sabe, cuáles fueron.

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Amigo de sus amigos, ¡qué señor para criados e parientes! ¡Qué enemigo de enemigos! jQué maestro de esforzados e valientes! ¡Qué seso para discretos! ¡Qué gracia para donosos! ¡Qué razón! ¡Qué benigno a los sujetos! ¡A los bravos e dañosos, qué león! En ventura, Octaviano, Julio César, en vencer e batallar; en la virtud, Africano; Aníbal, en el saber e trabajar; en la bondad, un Trajano; Tito, en liberalidad, con alegría, en su brazo, Aureliano; Marco Atilio, en la verdad que prometía. Antonio Pío, en clemencia; Marco Aurelio, en igualdad

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del semblante; Adriano, en elocuencia; Teodosio, en humanidad e buen talante. Aurelio Alexandre fue en disciplina e rigor de la guerra; un Constantino, en la fe; Camilo, en el grand amor de su tierra. Non dejó grandes tesoros. ni alcanzó muchas riquezas ni vajillas; mas fizo guerra a los moros, ganando sus fortalezas e sus villas; y en las lides que venció, cuántos moros e caballos se perdieron; y en este oficio ganó las rentas e los vasallos que le dieron. Pues en su honra y estado, en otros tiempos pasados, ¿cómo se hubo? Quedando desamparado, con hermanos e criados se sostuvo.


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Después que fechos famosos fizo en esta misma guerra que hacía, fizo tratos honrosos que le dieron más tierra que tenía. Estas sus viejas hestorias que con su brazo pintó en joventud, con otras nuevas victorias agora las renovó en senectud. Por su gran habilidad, por méritos e ancianía bien gastada, alcanzó la dignidad de la grand Caballería dell Espada. E sus villas e sus tierras ocupadas de tiranos las halló; mas por cercos e por guerras e por fuerza de sus manos las cobró. Pues nuestro rey natural si de las obras que obró fue servido, dígalo el de Portugal

y en Castilla quien siguió su partido. Después de puesta la vida tantas veces por su ley al tablero; después de tan bien servida la corona de su rey verdadero; después de tanta hazaña a que no pudo bastar cuenta cierta, en la su villa de Ocaña vino la muerte a llamar a su puerta, diciendo: -«Buen caballero, dejad al mundo engañoso e su halago; vuestro corazón de acero muestre su esfuerzo famoso en este trago; e pues de vida y salud fecisteis tan poca cuenta por la fama, esfuércese la virtud para sufrir esta afrenta que vos llama.

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No se os haga tan amarga la batalla temerosa que esperáis, pues otra vida más larga. de la fama gloriosa acá dejáis. Aunque esta vida de honor tampoco no es eternal ni verdadera, mas con todo es muy mejor que la otra temporal perecedera. El vivir que es perdurable non se gana con estados mundanales, ni con vida delectable donde moran los pecados infernales; mas los buenos religiosos gánanlo con oraciones e con lloros; los caballeros famosos, con trabajos e aflictiones contra moros. E pues vos, claro varón, tanta sangre derramaste de paganos, esperad el galardón

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que en este mundo ganaste por las manos; e con esta confianza e con la fe tan entera que tenéis, partid con buena esperanza, que estotra vida tercera ganareis.» «Non tengamos tiempo ya en esta vida mesquina por tal modo, que mi voluntad está conforme con la divina para todo; e consiento en mi morir con voluntad placentera. clara e pura, que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera es locura.» «Tú, que, por nuestra maldad, tomaste forma servil e bajo nombre; Tú, que a tu divinidad juntaste cosa tan vil como es el hombre ;


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Tú, que tan grandes tormentos sofriste sin resistencia en tu persona, non por mis merecimientos, mas por tu sola clemencia me perdona.»

Así, con tal entender, todos sentidos humanos conservados, cercado de su mujer y de sus hijos e hermanos e criados, dio el alma a quien se la dio -el Cual la dio en el cielo, en su gloria-, que aunque la vida perdió, dejónos harto consuelo su memoria.

Ilumino mi alma angustiada leyendo y releyendo estos hermosos escritos, acepto incluso su dolor, pero me rebelo a contempl ar la vida como si cada inst ante de ella fuese de muerte.

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Así, pasados algunos años , decidí volver a La Graya , donde había guardado todo este tiempo los documentos tan buscados por los cristianos, volví ante la llamada de Penfredo, Eni o y Dino, las tres grayas con el pelo blanco como yo, hijas de Forcis y Dino, para disponer del único ojo y diente que se prestaban unas a otras cuando tenían necesidad, como la t enía ahora yo. Al lado de estas her manas quiero hacerme guardián con ellas de las Gorgonas , par a que así mis manos se transfor men en bronce , y aparezcan en mí las alas doradas que me lleven a morar donde se encuentran los lí mites de la noche. Dej o pues, en esta mi última hora, escrita mi vida y todo cuanto de importancia me aconteció junto, con la copia de los planos que Kari m me confió, para conocimiento de otros

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hombres a los que les pudier an interesar en otros tiempos venideros. Bi smillah ar- Rahman ar-Rahman… Ibn. Al-Jatib, llamado Rui Díaz por los cristianos. En

La

Graya,

encomienda de Se gura.

territorio

de

Yeste,

En el año

de mil

cuatroci entos setenta y nueve.

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XI

Un

año después de la traducción, tras

estudi ar muy bien el legajo , intenté localizar al cura de Las Casi cas para enviarle una copia de éste, pero acabé en Cartagena donde me dieron la noticia

de

su

reciente

fallecimiento.

Mari o

tambi én había fallecido, y a las personas con las que habl é en Yest e y Hellín no creo que les

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

interesara

demasi ado,

pues

aunque

fueron

correctas conmigo, no mostraron interés alguno por el escrito, por lo que decidí entregarlo en el Archi vo General de Simancas, donde en varias ocasiones me había documentado sobr e diversos temas de mi int erés por la Sierra de S egura. Aquel día Simancas amaneció con una luz preciosa, y la media tarde invitaba a sentarse en la terraza del hotel donde m e alojaba, así lo hice, entre varias personas que ocupaban las mesas a mi alrededor junto al Pisuerga. Acompañado del griterío de los chiquillos , fui repasando algunos de mis apuntes ; al cabo de una media hora se sentó a mi lado un señor que me saludó muy educado él. – Buenas tardes, ¿ Est á ocupada? -me dijo retirando una silla de hierro pintada de blanco de la mesa donde tenía el té y algunos papeles -

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– No- le respondí- Puede sent arse. -Hace buena tarde -me comentó mirando alrededor- ¿De dónde es usted? –insistió . –De Jaén- le respondí- ¡Vaya! Mi padre recogió en sus lienzos diversos paisajes de Jaén, Cazorla y Segura... ¿Es usted pintor? – No, soy cartógrafo -respondi ó tajant e. Pascual, que así se llamaba , me habló esa tarde apasionadamente de las bellas c artas de navegación , de hombres como Juan de la Cosa, Gabriel Vallseca ,

Mario Sanuto o

Martelus

Ger manus, del colorido, la precisión ya en esa época, y el afán de viajar y descubrir nuevos mundos, sí mbolos, personas, ani mal es... él era capaz de viajar dela nte de un mapa, me comentó , y de leer en él más allá que cualquier a, porque atendía a signos, sí mbolos, marcas de mapas o astros, que dibujan caminos que más tarde se

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

abren al conoci miento y nos desvelan otras culturas, pueblos e información que pueden cambiar algunas páginas de la historia . Yo le hablé del documento que al día siguiente pretendía registrar , le expliqué su contenido, le comenté, asi mismo , que le faltaban precisamente las páginas que más le hubieran gustado, donde se hallaban ciertos planos de atalayas y castillos que me coment ara Mario allá en Cabeza Gorda. –Se ha perdido tanto - susurró-, ten en cuenta que los mapas de los que me hablas s on de una época en la que se trataban como verdaderos tesoros por la escasez que había , y daban

poder

a

quienes

los

poseían,

yo

precisament e acabo de llegar de París, donde estuve estudiando un mapa cat alán de 1375 , que representa una parte de Europa occidental y del

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

nort e de Áfri ca, se conserva en la Biblioteca Nacional de Parí s desde 1381, envi ado por Pedr o de Aragón como obsequio al rey de Francia, lo elaboró

la

familia

Cresques,

y

en

él

se

identifican ciudades no portuarias ubi cadas en las cabeceras de los ríos, precisament e aparece Segura como ciudad muy principal , se representa con preci sión el hasta en tonces desconocido perfil

de las

costas

africanas

y asiáticas,

señalando los puert os más importantes e islas de las

que

no

se

tenía

constanci a .

Abraham

Cresques fue un gran conocedor de los secretos de los navegantes árabes y de la ciencia legada por los g riegos. -¿Por qué se señalan esas ciudades, si los planos son para navegantes? –Le pregunté con curiosidad-

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

– Porque est as ciudades les servían de referencia en sus largos viajes, muchas veces a lo desconocido

-me

afirmó,

a la

vez

que

gesticulaba con las ma nos sin parar -, la principal fuente de información de los cartógrafos desde antiguo fue la experi enci a náutica de la gente de mar, escrita en libros llamados portul anos, que existían desde la antigüedad, y como las cartas port ulanas se limitaban a represen tar una zona geográfica poco extensa, puede considerarse como carta plana trazada al norte magnético . Te aconsejo que le eches un vistazo, precisament e ahora lo van a envi ar a Barcelona para su publicación. Yo est udiaré los datos que aporta este documento para intentar plasmarlos en la regi ón segureña a la que se refieren. Tomé la dirección y el teléfono de Pascual , rogándole que me tuviera al tanto de sus

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

investigaciones, y me fui pensando que los planos que le faltaban al documento de Ibn. Al Jatib podrían ser los de las atalayas y castillos que

tan

meticulosamente

inspeccionara

Don

Rodrigo Manrique entre Siles, Segura, Hornos y Torres de Albanchez. Tras el registro del legajo en el Archi vo , partí haci a el Museo Marítimo de Barcelona con el deseo de saber más acerca de la carta de la familia Cresques. Allí me explicaron c ómo esta carta de navegación pertenecía al judío Abraham y a su hijo Jafuda Cresques, mallorq uines al servicio del Infante Don Enrique, bautizado en Segur a de la Sierra. –Son estos cartógr afos quienes introducen la carta plana -me indica orgulloso el archivero como una revolución en la época… y el valor del

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

grado también se le debe a esta familia -continuó narrándome, asentí y me centré en el mapa en cuestión que se estaba preparando para

su

reproducción y publicación con motivo de la Expo’92– se titulará Atlas del mundo 1492 -1992, con cartografía antigua, por eso aparecerá este , que data de 1375- concluyó el joven archivero. Era de crucial importancia el detalle que me comentara Pascual, a parecía Segura entre dos montañas de las que nací an dos ríos, uno vertía sus aguas al Atlántico, el Guadalquivir, y el otro lo hacía en el Mediterráneo, el río Segura. Pascual me comentó también como en muchos mapas de navegación anteriores a este de 1375, aparece Segura, algo llamativo para población tan pequeña, a no ser que encerrara algún secret o por descubrir, en todos aparece con sus dos montañas y los ríos que nacen de ellas pero, a

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través del tiempo y con motivo de la desaparición de la Orden Templaria en 1307, las copias que de él se efectúan desde la época de Felipe II ya desechan a Segura, que no es tenida en cuenta para

posteriores

ediciones ,

aunque

siguen

manteniendo la confluenci a de los trazados de los ríos Segura y Guadalquivir . Es a partir de Felipe V, cuando Segura es borrada literalmente de los mapas. Una noche, estando aún en Barcelona, recibí una carta de P ascual: V en ecia , ot o ñ o de 1 9 9 2 . A p r ecia do a m igo :

Tom a no ta , alg u n o s tem p l ar io s p ar tier o n de Ç or u m , en T ur qu ía, p asar o n p or P y ro i ( C hipr e) a E l C air o, y desd e all í hacia o cciden te y , p o sibl em ente ll eg ar an a l as S ierr as de S e gur a.

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

C o mo sab es ell o s fu er o n lo s dep o sitar io s de ciertas r el iqu ias sagr adas, p er o acab ar o n p or desap ar ecer p er segu ido s p or l a I gl esia y l as au tor idade s, y co n ell o s to da r efer encia, hasta las car tas de

nav eg ació n do nde ap u ntab an

símb ol o s y cl av es de al gu no s asentam ient o s no p or tu ar io s (m ir a el de J o a n de V il adestes) , por eso desap ar ece S eg ur a a p ar tir de l a fecha qu e te co m enté en S im ancas, p er o ¿Q u é se cr eto gu ar dar o n en estas sier r as? ¿Po r q u é elig ier o n este asentam iento ? F íjate en el dibu jo de S egu r a entr e do s mo ntañas y l o s r ío s q u e m anan de el l as!! E s u na señal, u na cl av e... el p l ano co m bina co sm ogr afía, astr ol og ía, to p o nimia, g eogr afía y

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

to da fantasía del im ag inario viajero de l a ép o ca co n u na gr an calidad en el tr azado …

Los templarios no construían en cualquier parte, corrientes telúricas, sitios muy especiales como Segur a la Vi eja , Buj alamé y, sobre todo el monte Salfaraf, lo son, pero est án arrasados, casi sin vestigios de asentamient os humanos… Yo sabía de la existencia de documentos en la casa parroquial de Segura , si n clasificar y dejados de la mano de Dios , que aludían a la Orden española cesaraugustana, la cual se integr ó en la de los templarios cuando estos fundaron algunas

ermitas

en

estas

sierras

bajo

la

advocación de mártires cristianos, allá por el año de 1265, de paso a la conqui sta de Murcia (está descrito en la portada de la Iglesi a de la Asunción

de

Or cera,

de

factura

de l

gran

Vandelvira); también sé de un sello encontrado

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

en el archivo parroquial de Orcera , del siglo XIII, con la inscripción: “ SI GI LLUM MI LI TU M XPIS TI ”, el sello de los soldados de Cristo, en un documento escrito en latín, que expr esa c ómo el hombre podrá alca nzar el conoci miento por la revelaci ón por la que puede atravesar el cielo hast a Dios mismo. “Aquel que sea instruido sobre los seres, comprend er su naturaleza y llegar a Dios… se trata de un pensami ento total, capaz de contener todas las cosas y salvagua rdar todos los seres, cuyos rayos son la Verdad y el Bien… porque el Bien es inalienable e inseparable de Dios, óptimo art esano de la creación … aquel que es y no es. Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici. Fi rmado en la parroquia de Bi enservida .

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

Pero

a

estos

poseedores

del

saber,

discípulos de Hermes Tri megi sto, se les volverán las tornas, ya que en los primeros años del siglo XI V se produce el arresto de un gran número de personas de todas las clases sociales en estos pueblos serranos que, inducidos a conf esar bajo tortura, son quemados en la hoguera, un año antes de que el papa Cl emente V cedi era a las presiones del rey de Francia y disolviera la Orden Templaria, lo que afectó a estas sierras, estos aconteci mient os fueron aprovechados por los caballeros de la Orden de Santiago para hacerse con ellas; ya el Papa había castigado con la

excomunión

participaron

en

a el

todos

los

cruzados

ignominioso

saqueo

que de

Const antinopl a y el Cuarto Concilio Lateranense en 1215 decretó la misma pena a quien es traficasen con reliquias.

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

… D eb e s vol v er

a l a S ierr a

y ano tar

cu alq u ier indicio o r ev el ació n de l as to r r es y atal ay as m anr iq u eñas m ás r el ev antes, m e l as env ías, co m p ar ar é tu s dato s co n l o s q u e ten go de lo s car tóg r af o s M ar io S anu to , A ndr ea B r anco y el de

Ju dah I b n Z ar a y y a v er em o s l o s

r esultado s, es p o sib l e qu e hu b ier a q u e r ees crib ir al gu nas p ág inas de l a histo r ia. T en pr esent e q u e las car tas de l as qu e te habl o están or ientadas al nor te m ag nético y así p er mitían al m arino or ientar su r u ta sig uiend o u no de l o s tr einta y do s v iento s dibu jado s en l a car ta, p ar a así cal cul ar l a distancia qu e deb ía n de r ecor r er . E sto s ru m bo s cor r esp o nden a l a r o sa de l o s v iento s y for m an u na tr am a de tel a de ar aña do nde se ob ser v a co n

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

insistencia señal es en do s dir eccio nes, al este, indicado co n u na cr uz po r l a cr eencia de q u e allí estuv o el p ar aíso terr enal , y el no rte, señ al ado co n l as siete estr el l as de l a O sa M eno r , q u e lu eg o se co nv er tir ía en u na fl or de l is. S a l u do s.

P a scu al

P .D . S igo ilu sio n a do en l a in v est ig a ció n . E sp er o a n sio so tu s n o ticia s.

Regresé a la Sierra de Segura en medio del espl endor de la primavera del noventa y tres, y con una brújula y mi bloc de notas , anduve la ruta que siglos atrás realizara Rodrigo Manrique en su relación tan detallada de las fortalezas segureñas, algunas de ellas estaban desaparecidas y de otras nada se sab í a, sólo quedaba algún

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

vestigio, pero sí que pude consegui r alguna información bastante interesant e que le pasé a Pascual, y que sería crucial para la resol ución del enigma .

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XII

E ste

año, debido a las intensas l luvias y

nevadas invernales, apa recía la primavera como una explosión de colores, ol ores, luz y vida. Alquilé una casita en La Puerta de Segura, junto a la plaza de abastos, cerca del río Guadalimar, me gustaba

oír pasar la masa

cotidiana e incesante de agua color rojizo por la

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

arcilla

que

transportaba,

muy

pocas

veces

transpar ente, donde se bañaba la chiquil lería para sobrellevar el agobiante calor estival, mientras que los adultos, sentados en los veladores de las márgenes del río, nos refrescábamos con unas cervezas. Inicié mi viaje de buena maña na subiendo al monte de Bujalamé , que debió ser uno de los principales centros urbanos de la zona por s er paso natural desde el Levante hacia la Alta Andalucía, en torno a los siglos V - IV a.n.e., época del “sacrificador de Bujalam ed ”, tomé nota de algunas construcciones derruidas , al igual que en el mont e Salfaraf, desde donde se divisan bonitas vistas del Yel mo y Segura, luego recorrí La Fuente, La Laguna, El Cardete, P eña Fleita, Puent e Honda y otras fortificaciones que fui señalando en el plano que llevaba, al anotarlos en

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

mi

cuaderno

de

campo,

me

sorpr endió

el

recorrido, estaba dibujando una media luna con respecto a Segura , pero aún más me sor prendió el repetitivo dibujo grabado en la piedra que hallé extramuros en casi todas las fortalezas, se trataba de una figura parecida a un compás medio abierto, como los sí mbolos que utilizan algunas logias masónicas. Anoté la descripción de estos dibujos y calqué con carbón en un papel uno de ellos par a enviárselo a Pascual, quien nada más recibir mis notas me llamó: -¿Te das cuenta? -me dijo entusiasmado y casi sin saludar me- Está s dibujando con tu recorrido la descripción que Kari m hi ciera del mapa perdido del documento de Ibn. Al -Jatib... estás en el buen camino.

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Ten presente que, según los escritos, “los marineros se guían en la noche por el aguja que les es medianera entre la estrella y la piedra, et le muestran el buen camino por do vayan” ... Olvídate de la simbología del compás, existe una constelación

con

dicha

simbología

llamada

Circinus, que obedece a tu descripci ón, pero no es posibl e divisarla desde el área mediterránea, y tampoco creo que la aportara el geógrafo ceutí Al –Idri si... est a no es “la piedra” , más bien, apuntaría yo, al calco del símbolo que me envía s del monte Salfaraf, pues está orientado al norte magnético, es uno de los trei nta y dos vientos dibujados en la carta de Cresques, y en ese monte fue donde se refug iaron los templarios serranos y donde fueron masacrados. ¿Por qué se dirigirían allí, si sabían de su muerte segura?

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

¿Esperaban alguna superior protección? ¿A caso un milagro?... Las estrellas brillantes obedecen a la posi ción de estos castillos, sitios y atalayas, no mires sólo al suelo, mira al cielo est rellado y guíate por la Estrella Polar , de ahí llegarás a las siete estrellas de la Osa Menor,

y ella te

dibujará un mapa preci so de esos asent ami entos, que van desde Torres de Alba nchez, en el norest e, a Hornos, en el suroeste, formando una media luna en torno a las líneas que relatara Kari m, estas son, como ya habrás deducido, los ríos Segura y Guadalquivir, que se trazan con el naci miento

común

como

una

sola

línea,

representando l a frontera entre el árabe y el cristiano, la torre, a modo de alminar, es ”la piedra”, la villa de Segura de la Sierra y, las montañas son El Yel mo, de donde parten otros

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

dos rí os, el Trujala y el Madera, y e l mont e Picazo, o Picarzo, como le llaman los l ugareños, entre los márgenes d e los ríos Onsares y Mundo, de donde partieron los judíos sefarditas serranos a su destierro en el norte de África ... … Así pues, estamos dibujando , no un comp ás medio abierto como me sugerías, sino una letra, la

“A” ,

alfa, el principio. Calcando

la extensión mayor de los mapas portulanos en otra más reducida que abarque el territori o de los sitios que te he indicado , persiste la

“A”.

…En esta área de terreno se escondió algo de gran valor, parece un trozo de la cruz de Cristo, la corona de espinas o el cáliz donde se vertiera su sangre , a juzgar por la gran cantidad de sí mbol os con estas referencias que aparecen en más de una docena de mapas de la época y

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

post eriores de Al-Idrisi, Abraham y Jafuda Cresques, Gabriel Valseca, et c… señalando a ciudades no portuarias en ellos como Segura de la Sierra... Es verdad eso que dicen de que la Sierra de Segura es la sierra de los castillos, a juzgar por el número de estos por hect área que aparecen

en

mapas,

amén

de

los

que

desconocemos. Te insist o en que estudies el de Joa n de Viladestes

con

el

sello

de

los

templarios

conservado en el Museo Topkapu Sarayi, de Estambul. Ten presente otra vía, la restauración por los escribanos de Don Rodrigo del “tercer document o” encontrado en la cu eva del mont e Salfaraf, y que te cito textual mente: “ el Vall D´ Onça, adonde se derram aban las lágrimas del sepulcro”; y pon mucha atención a los vértices

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

de la

“ ∆”,

creo que conforman la uni ón de las

tres religiones: la judía, la cri stiana y la musul mana, a través de los mont es que te mencioné . Pascual

siguió

enviándome

sus

conclusiones, yo me hice con algunos preciosos mapas de la época, a falta de los que buscab a, porque los de Ibn. Al -Jatib, a mi parecer, debieron de tomar rumbo a Oriente. Pasé todos mis apuntes a limpio, intentando situar los lugares sobre un mapa a escal a y disfruté de su perspectiva, a la espera de l ansiado desenlace con las aportaciones de P ascual.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

XIII

E se

mismo verano quedamos en ver nos

para poner en común diversos temas y discutir sobre nuestras averiguaciones, más allá de fútiles teorías que nos llevaran a errores difícilmente enmendables.

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

El caráct er científico del trabajo de Pascual estaba fuera de toda duda, a tenor de los estudios de investigación que sobre algunas cartas había presentado y publicado en diversas universidades europeas, por lo que yo nunca dudé de su profesionalidad, pero debíamos de concretar nuestras teorías, dada la impor tancia de las investigaciones y su posible trascendencia. El encuentro se produjo en Siles, donde celosamente guardábamos documento s de cierta importancia hallados en lo que fuera la casa de Don Rodrigo Manrique, hoy poseída por otros menos interesados en los viejos documentos y más

en

sus

actuales

escrituras,

y

que

manteníamos en casa de un amigo común. El verano llegaba a su fin , y aprovechamos lo poquito que nos quedaba de esas espléndidas tardes serranas , donde el sol rojizo del h orizonte

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

se pierde entre los altos pinos , que dibujan con sus sombras fugaces figuras que nos recuerdan el paso de tantos hombres y mujeres de otras tantas culturas que poblaron estas sierras, dejando lo mejor de su hacer y, en otros casos, esos terribles actos que los identifican a unos y a otros con la verdadera naturaleza del ser humano. -Mi ra –m e dice extendiendo en la mesa un plano de tamaño medio - observa el maravilloso triángulo que forman las villas de Segura, Hornos y Torres de Albanchez cerrado por la media luna de las distintas atal ayas y castil los que, a l a vez los comunican. En efecto, había extraído de varios mapas este plano-resumen, centrado en el territorio que nos interesaba, donde en c apas transparentes superpuestas aparecían encajados los mismos

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detalles,

siempre

mar cados

por

el

mágico

triángulo que for maban las tres villas. -Fíjate

en

el

ostent oso

punto

de

la

superfici e de este monte, ¿Lo ves? –Claro -le respondí- destaca bast ante sobre los demás. -Pues este es el epicent ro de “la piedr a”, bajo el cual tiene su ori gen algún misterio o revelaci ón… A mi parecer –aseveró- es allí donde se encontraría la reliquia que te comenté. Al presentar mi s anotaci ones a escala sobre el plano-resumen, apareció una figura con marcas en hebreo, latín y ár abe entre la intersección de las líneas que habíamos trazado y los montes, atalayas y marcas señal adas por P ascual. – Estas son las que deslumbraran a Ibn. AlJatib -me comentó sonriente -, en el plano que le entregó Kari m, y que post eriormente deli mitaran

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en forma parcelada por secciones los escribanos que mandó Don Rodri go , y que tan celosamente guardó en su casa de Siles. Al contemplar todos esos detalles que nos dibujaban

una

constelaci ón,

quedamos

en

silencio, fue como si sufriéramos una ósmosis que nos mantuvo perplejos con la mirada fija en aquel hermoso dibujo que nos indicaba la ansiada clave: “el monte S alfaraf”, denominado así por los sefarditas, judíos oriundos de España, como asentamiento “alfa” de gran importancia, una milenaria ciudad con sus calles y edificios notables, pero totalmente destruida en nuestros días y, donde confluían, interaccionando, todos los datos y marcas muy explícitas de los mapas estudi ados, las señales labradas en las rocas, leyendas… por lo que conclui mos en que de bía de ser en ese lugar donde se guardaba aquel

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secret o importante que ni Kari m, ni Ibn. Al -Jatib, ni Don Rodrigo con su gent e pudieron hallar. El Norte, era el mismo monte Salfara f, POLARI S, en la Osa Menor, que enlazaba perfectamente con la torre d e El Cardete, ésta con la sucesión de las Torres de Sant a Catalina, cerrando “el carro” con las antiguas torres segureñas del monte de San Vi cente y la Poça Lucas, ambas en el extrarradio de la Vill a. La constelación de la URS A MI NOR, desde Segur a al mont e Salfaraf, se mostraba como una extensión

de

terreno,

al

que

vigilan

y

salvaguardan más de treinta fortalezas o atalayas, según

la ubicación

POLARI S,

pero

con

todas

respecto ellas

al Norte,

fuera

de

la

constelaci ón de las siete estrellas, que se sitú an en

el

universo

de

DRACO,

CEP HEUS

CAMELO P ARDALIS . Tan solo el Vall D´ Onça,

153

y


___________________________ El secreto del monte Salfaraf

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(Onsares) se cita “bajo una gran ciudad frente a la Yedra donde se derraman las lágrimas del sepulcro” .

Pauperes

commilitones

Christi

Templique Solomonici; esta zona fue arrasada por Don Rodrigo Manrique, en busca del arcano. Teniendo en cuenta est a zona, concluimos en que

el

triángul o

se

amplía

de

Torres

de

Albanchez a Siles, y la ciudad “alfa” no es Segur a, sino la antiguamente situada en el monte Salfaraf,

POLARI S,

entrecruzan

los

tres

o

aledaños, símbolos

de

donde las

se tres

religiones más importantes en aquella época: La hebrea, con la estrella de David, la crist iana, con la cruz, y l a musul mana, con la media luna. Con las primeras luces del día sigui ente nos

dirigimos

bien

equipados

de

brújulas,

altímetro, linternas, una talega con el almuerzo y una bota de vino, al monte Salfaraf y, tardamos

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

menos de lo que creíamos en un principio en descubrir

la

cueva,

aunque

la

entrada

se

encontraba muy derruida por el paso del tiempo, no habí a duda, era la cueva donde fue capturado Ibn. Al-Jatib, según narrara en su manuscrito. Nos adentramos en ella por una estrecha oquedad por donde manaba una delgada línea de agua cristalina y, ya adentro, se nos mostró grandiosa con variadas y her mosas figuras de estalactitas que el agua había ido formando siglos atrás. Al fondo de aquella oquedad pudimos ver restos de algún animal entre las est alagmitas y, alumbrando con las linternas, justo a la altura de nuestras cabezas, en la ún ica pared lisa que había, descubri mos el mi smo dibuj o de la constelaci ón del mapa allí, labrado en la roca . Se trataba de un dibujo esculpi do por algún buen

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cantero dentro de un triángulo, baj o una figura bafomética (la cabeza de Juan, el baut ista) con una inscripci ón algo deteriorada por la humedad, en latín, árabe y hebreo, al modo de comunión de las tres religiones, que rezaba: “HIC LATET ARCANUM MAXIMA REVERENTIA DIGNUM,

NEMINI

PERTURBANDUM

NEQUE

LAEDENDUM” M I LI T U M X P I S T I

‫وهنا تكمن سرا ان تستحق االحترام االستثنائية التى ال ينبغى ان‬ .‫يكون تغيير او الحقت بها اضرار على احد‬ .‫الجنود المسيح‬

‫שני מסתיר חולשות סוד שווים הכבוד יוצאי דופן לא צריכים‬ ..‫לא שינוי או להקט מזיק בונא‬ ..‫החיילים המאסיאה‬

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

“Aquí

se

halla

un

secreto

que

merece

extraordinario respeto y que no debe ser alterado ni dañado por nadie”. “… soldados de Cristo”. Al leerlo Pascual y yo enmudeci mos, porque

aquel

texto

despejaba

aún

más

las

posibl es dudas y nos posicionaba ante un hech o irrefutable. Tres lenguas de tres religiones unidas por el mi smo secreto , dos puebl os expulsados: los judíos y los musul manes, y otro masacrado o eliminado:

los

cristianos

templarios.

¿Qu é

deter minó estos hechos? ¿Guardaban algún secret o que no interes aba que se supiera porque podría cambiar el orden deter minado desde hacía muchos años entre estas tres religiones y afectar de forma muy negativa a los intereses del poder establecido?

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La gran piedra , de tres metros por dos, se hallaba unida a la roca natu ral por sus cuatro vértices con un material parecido al est año, muy fusible y quebradizo, Pascual me apuntó que podría ser telurio, muy escaso en la naturaleza. Con los ojos fijos en los dibujos de la piedra, pensamos que t eníamos al alcance de nuestras manos la clave para descubrir al mundo uno de los mayores secretos buscados por el hombre: ¿El Santo Grial? ¿El Sepulcro de…? ¿La reliqui a que unía definitivamente a las tres r eligiones?... Nos miramos sin decir nada, satisf echos del hallazgo, y nos vin o a la mente una comunión de recuerdos de aquellas personas que en distintas épocas hablaron, pensaron, soñaron e incluso murieron o mataron por defen der u ocultar aquello que ahora nosotros ten íamos delante de nuestros ojos.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

El dibujo era de época remota, mostraba, a través de diversas perspectivas, el firmamento que recogieran en apuntes los marinos en sus viajes, algo anacrónico, ext emporáneo: ¡ ¡la tierra dibujada

en

su

redondez

con

las

costas

suramericanas señaladas !! Inmóvil en el centro del universo, y en otro plano, superpuesto, la teoría

heliocéntrica

de

Copérnico

(que

se

publicaría en 1543) con señales alusi vas a las teorías defendidas desde Parménides y Eudoxo de Cnido a Calipo y Aristótel es, todo un universo celeste tallado en un mosaico de figuras cual tahalí en un panel de sei s metros cuadr ados, que confluía en POLARIS , justo en el monte Salfara f, más allá del monte Oruña . Fue un momento increíble, en el que todo cuadraba, cerrándose el círculo en torno a aquel mensaje. El miedo que tenían aquell as personas

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Manuel Martínez Moreno_______________________________

por que se descubriera estaría motivado por la creencia de que saliera a la luz su interpretación por los grandes desastres que podría provocar , y fue lo que les llevó a esconderlo en estos confines del mundo. Tras

unos

momentos

de

r eflexión

decidi mos no mover aquella roca y dej ar dor mir allí el ansiado secreto junto con todos los documentos

que

nos

llevaron

a

vivir

est a

aventura, los depositamos dentro de una cajita met álica a los pies del mensaje esculpido en la roca. Pensamos que era mej or no contarlo a nadie, o eso creímos en aquellos momentos. Volvi mos a Siles sobre la media tarde, tomamos unas cervezas fresquitas en una terraza bien situada en El Paseo . Pascual, mirando los montes que nos circundaban me dijo:

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

-Merece

la

pena

vivir

cada

día

con

intensidad, como si fuera el último, porque alguno de ellos lo será”. Nos despedimos con la seguridad de que volveríamos

a

encontrarnos

en

alguna

otra

terraza de al gún otro lugar .

Úbeda, lluvioso invierno de 2 010.

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___________________________ El secreto del monte Salfaraf

padre, el Yelmo.

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