UN CUENTO GOYESCO POR LA PAZ

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EN HOMENAJE A “LA PEPA”

“UN CUENTO GOYESCO POR LA PAZ” PARA CELEBRAR EL DÍA 30 DE ENERO: DÍA ESCOLAR POR LA PAZ Y LA NO VIOLENCVIA


Érase una vez un pueblo en el que sus habitantes estaban muy avanzados. Junto a ese pueblo había otro en el que sus gente estaban muy atrasadas.

Este pueblo atrasado tenía un Rey que era muy poderoso y muy rico.

Defendía

a los nobles que no pagaban impuestos a la vez que obligaban a los campesinos a que les dieran una parte de sus cosechas a los ricos nobles que eran dueños de las tierras donde ellos trabajan.


El rey vivía en palacios, igual que la nobleza;

en cambio, los campesinos vivían en

chozas. Era una situación muy injusta.

Unos soldados del pueblo avanzado se rebelaron contra las injusticias que sufrían en el pueblo atrasado. Los soldados se fueron al pueblo atrasado a ayudarles. Pero el Rey, los nobles y los monjes no querían que ayudaran a la gente pobre porque así perderían sus privilegios.


Para

conseguir que el pueblo rechazara la ayuda de los soldados se inventaron muchas historias y decían a la gente:¡Vienen a robarnos!, ¡Vienen a exterminarnos!, ¡No han invadido!, ¡Son herejes!...

El pueblo no sabía bien lo que ocurría, pero estaban seguros que si desobedecían al Rey les podría encarcelar y hasta matar, y tenían mucho miedo.

Esa

confusión hizo que el pueblo se dividiera. Unos defendían al rey y otras defendían a los soldados que venían a ayudarles. Esa situación hizo que se produjera una guerra y que los ciudadanos se pelearon entre sí. La gente estaba asustada, murieron animales domésticos y salvajes, los niños lloraban porque se habían quedado huérfanos sin padre o sin madre... Fue todo un desastre, una masacre; fue horroroso, catastrófico... Ocurrió una tragedia.


Una noche oscura, sin estrellas y sin luna junto a la Gran Roca donde estaba un grupo de niños y niñas jugando al escondite se oyeron disparos a las afuera del pueblo. Los niños se asustaron y corrieron a esconderse y vieron una fila de vecinos y vecinas tristes y con miedo, que obligados, se dirigían hacia la Gran Roca donde los soldados disparaban a las personas.

Los niños veían desde su escondite un faro amarillo con el que alumbraban a las personas que iban a matar. Escuchaban gritos de dolor, llantos, el rezo de algunas personas, voces de auxilio: ¡Socorro!, !Socorro! …


Había mucha sangre que salía de los cuerpos de las personas muertas.

La sangre iluminada por el faro era de un rojo vivo que se mezclaba con la tierra y corría chorreando desde la ropa de los muertos. Los cadáveres estaban tendidos boca abajo y otros boca arriba, unos encima de otros, con las bocas abiertas y con los ojos cerrados, tenían un aspecto pálido y de horror.

Detrás de las personas que estaban de pie a punto de que las mataran había una mujer protegiendo a su hijo pequeño; lo abraza contra su pecho fuertemente.


Había otra mujer que sentía mucho miedo y se tapaba la cara con sus manos para no ver como morían sus amigos.

Delante de la mujer estaba un monje

rezando, con las manos apretadas, pidiendo no ser fusilado... Junto al cura estaban unos hombres que le habían ayudado, porque eran amigos del cura, a luchar contra los soldados que habían venido a defender al pueblo.

Uno de aquellos hombres

tenía la cara descompuesta y los ojos tan abiertos que parecía que se les iba a salir; estaba mirando a los que les iban a fusilar, a los soldados, con mucha rabia y con un puño cerrado les amenazaba.


Otro

hombre vestido con camisa blanca y pantalones amarillos, que era el más alumbrado por el farol, estaba de rodillas sobre la roca ensangrentada y con los brazos y manos abiertos hacía arriba, como dando la cara por los demás, gritaba a los soldados; estaba como dando la cara con valentía y parecía que amenazaba, que les retaba, que les decía a los soldados que no les tenía miedo.

Los soldados estaban quietos, de espalda

a los niños y niñas que les miraban. Sin ningún movimiento apuntaban con las escopetas y disparaban contra las personas indefensas. Cada disparo era un sobresalto para todos y... ¡Todas las personas iban a morir!


Los

niños y niñas escondidos sintieron miedo, mucho miedo, y atemorizados lloraban desconsoladamente al comprobar que estaban matando a Pepe, el padre de Joselito , a González “El Panadero” , a Benito “El Sastre”, a María “La Aceitunera”, al padre Damián que daba la misa en la Ermita del pueblo... En el suelo estaban ya muertos Antonio “El Pescadero”, Amador “El Afilador”, Enrique “El Herrero”...

A

lo lejos se veía el pueblo y la iglesia con una torre muy alta. Los niños corrieron hacia sus casas y comprobaron asustados como la fila de gente llegaba hasta casi el pueblo. ¡Todos iban a ser fusilados!

Al

día siguiente todo el pueblo comentaba la tragedia y decían que aquellos soldados que vinieron para liberarles de los privilegios del Rey y de los nobles se convirtieron en verdugos de una parte de ese pueblo. Todos estaban en contra de esta violencia.

Aquel día nadie fue a trabajar y los niños y niñas tampoco. Normalmente todos ellos iban a trabajar al campo ya que no había escuela en el pueblo; todos se iban con sus padres y madres a trabajar a las tierras de los nobles. Hasta el otro día no fueron al campo y allí estaba Prudencio, “Seño Prudencio”, como se le conocía en el pueblo. Los niños y niñas le contaron lo que habían visto la noche anterior. El Seño Prudencio les dijo muy despacito, como para que nadie les oyera: “¡Ssss! Mirad escuchadme. La violencia trae más violencia. La violencia no puede ser justificada ni con buenas intenciones. Los soldados querían ayudarnos y al final se ha producido una tragedia. Aquí seguimos en el campo del Señorío de La Gran Roca. Ahora, sólo nos queda esperar y rezar para que los amos de estas tierras nos dejen ser más libres y abran una escuela en el pueblo para que vosotros y vosotras os


preparéis, estudiéis y aprendáis a leer y escribir. Solamente así seremos más libres.

Así aprenderéis a dialogar, a ser justos. Porque sabemos que que los problemas hay que resolverlos hablando, dialogando pacíficamente y no matando a la gente.

A

partir de aquellos sucesos en el pueblo se hizo una Constitución en la que se escribió todos los derechos y deberes de los ciudadanos de aquel señorío, por fin la ley reconocía que todos tenían los mismos derechos y deberes. Esa Constitución se conoció con el nombre de “La Pepa” porque el día que la firmaron en el Ayuntamiento fue el 19 de Marzo, que es el día de todos los José y todas las Josefas.


:AUTORES Y AUTORAS: Niños y niñas de 6ºB del Colegio Lope de Vega de Almonte Huelva: Joaquín Gil Rodríguez, Curro Martín López, Laura Medina Díaz, Francisco José Hernández Gómez, Belén Martínez Domínguez, Juan Miguel Mesa Lagares, Álvaro López Caro, Ángela Pérez Blanco, Esther Márquez Antón, Alejandro Larios Huelva, Antonio Diego Medina Cabrera, José Carlos Espinosa Márquez, Iván Marius Alexandru, Alba Martínez Ruiz, Cristina Iglesias Pichardo, Nayra Iglesias Albarrán, Paloma Hidalgo Báñez, Pedro Martínez Acevedo, Rafael Márquez Boixo, Raúl Delgado Domínguez, Juan Jesús López Ruíz Maestro: Manuel López Vega. malove1954@gmail.com Maestra en práctica: Rocío Jimérez Ramirez

Este

cuento está basado en la descripción del cuadro titulado ``LOS FUSILAMIENTOS DEL 3 DE MAYO´´ que pintó Francisco de Goya y Lucientes, em la actividad “Miro un cuadro”, del Taller de Investigazción Literaria en Vivo del Proyecto Educativo “Aula Abierta”


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