Mantarraya No. 3

Page 49

encuentran los vestigios del México encantador que les contaron perdido en las calles de la ciudad. La otra; cerveza y música. Sobra decir qué es lo que queremos. La calle Constitución se llenaba, trajinamos con dirección a la playa, llegamos, sólo yo pude pasar un poco más lejos de la muralla de personas, tomé tres vasos y los repartí, estiré la mano calculando que la espuma ya la hubieran servido a alguien más, mi vaso y mi mano derecha se bautizaron de cerveza oscura, me alejé de la carreta, platiqué, y seguí caminando por calles muertas de tráfico, acuchilladas de ilegalidades, y llena de rumores blancos como la saliva de un ebrio joven cruzando el Paseo Olas Altas: voy en mi cuarto trago continuo, se sienten en mi cabeza, los demás no se cuántos llevarán, me olvidé de la gente por estar pegado a la carreta, conseguir que te llenen dos vasos seguidos no es fácil. Tratamos de seguir las carretas calle abajo. Sixto Osuna conecta la Plazuela Machado con el mar, tal vez entrábamos al museo. A esa hora, el cometido inicial del evento se iba transformado poco a poco; de las ofrendas, el papel picado, las veladoras y los retratos, el peregrinaje del recuerdo y la reflexión tímida sobre la muerte, las muertes, nuestras muertes diarias en la soledad y la indiferencia fue cambiando: eran tres cometas a) burro, b) cerveza y c) ebrios sedientos. Seguimos a los astros que derramaban alcohol por sus heridas y nosotros bebíamos su dolor para no morir

de hambre. Ya todos se veían un poco más “alegres”, incluso yo veía alegres a los burros que jalaban la carreta, a los niños de siete años que tenían trabajando entre alcohol y ebrios, a los vecinos que al despertar encontrarían sus banquetas olorosas a cerveza y excremento de burro, flores de vasos, botes, colillas de cigarro en sus maseteros, ruido, ¡ruido!, ¡RUIDO! Qué va, todos éramos una fiesta… mazatlecos con alguna hache entre la lengua, (mi amigo tenía en su mano tres vasos, mientras pedía uno más) este es el espíritu de delirio que da la callejoneada con su música y gente unida por el alcohol, es único. Carnaval es marketing y dinero seguro, hola Gobierno. Seguíamos por calles históricas e histéricas de música y arquitectura, años de vida, muertes altas, días secos y largos, donde los atardeceres se aburren de soledad, y en el calor se ponen a jugar con su sombra. Eran las ocho de la noche, y las carretas casi llegaban a su final, o lo sentíamos así, pasamos nuestro periplo entre un museo y un bar de gringos, donde es raro si hablas español. El canto de los grillos nocturnos ha muerto. Terminamos en la calle Carnaval, algunos van detrás de las carretas a mendigar un poco de cerveza; cometas, heridas, sangre, borrachos. El contacto directo con el rostro de las personas no se da en la caminata, pero cuando la música cae al asfalto, todos volteamos a vernos las caras en un gran vidrio con pedazos de confusión, ¡qué hacer, a dónde ir! La cera de las veladoras y el naranja del zempasuchitl quedaron apenas como una estampa borrosa confundida entre los rebuznos. Aquí nos ramificamos, pero todos terminamos en una calle paralela al comienzo de la caminata, una U de alcohol y música sinaloense.

Acerca del Autor: Tino Quiroz (Mazatlán, Sinaloa 1988) Poeta. Actualmente estudia en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). Trabajó durante el 2009-2010 en un programa de radio cultural, en la sección de cine y literatura. Ha participado en diferentes lecturas de poesía: Letras para romper olas en el Paseo Olas Altas, Atonía poética en fa bemol para 3 voces de arena en el kiosco de la Plazuela Machado, además de lecturas esporádicas en el Mercado Pino Suárez, Zona Dorada y a las afueras de bares en un movimiento conjunto con dos poetas mazatlecos llamado Asaltos poéticos. Es uno de los organizadores del Festival de Poesía Mazatlán 2010.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.