Tres Obras de Daniel Serrano

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Libros Malaletra Teatro


Diseño de portada: Ricardo Caballero Primera edición electrónica, diciembre 2010 © Daniel Serrano © Publicaciones Malaletra Internacional La adquisición de esta obra no incluye los derechos para llevarla a escena. Para adquirir los derechos escribir a daniel@dramared.com http://libros.malaletra.com Milwaukee 78-10 / Col. Nápoles / 03810 México, D. F. ISBN: 978-607-95520-0-8 Hecho en México


Hay cierta presión por parte de la comunidad teatral, la crítica y por supuesto del mercado extranjero, que promueve la producción de obras donde se aborden los temas de su tiempo y su sociedad, casi de manera periódistica. Uno de los temas con más actualidad y que une a países del primer y del tercer mundo es la migración/inmigración. Evidentemente, un autor como Daniel Serrano que radica en una de las fronteras más recurrentes en los noticiaros tiene la “obligación” de escribir sobre el bordo. Acaso es la obligación de los dramaturgos latinoamericanos ser periodístas de la miseria, como lo reclama Rafael Spregelburd. En los últimos años, las carteleras de las ciudades en la frontera norte del país, contienen cada vez menos obras con temáticas del narcotráfico y la migración. Será que tiene razón Javier Daulte cuando afirma que el espectador no necesita ver en escena los problemas con los que convive todos los días. Sin embargo, hace más de una década, los autores del norte del país se destacaban por la violencia de sus textos y un fuerte compromiso de conciencia social. Proliferaron estudios y publicaciones sobre “la dramaturgia del norte” y “el teatro del norte”. En algunos de ellos, los más recientes, se encontrará a Daniel Serrano a pesar de que él no encaja en esta descripción. La dramaturgia de Serrano no se limita a su región, se nutre de ella, pero su escritura vale por sí misma y no por su ubicación geográfica. Sus obsesiones, sus temas recurrentes no están en la frontera y probablemente esto haya contribuído a que no se conociera fuera del noroeste del país, hasta hace unos tres o cuatro años. Irónicamente, las obras de Serrano están muy permeadas por ideas fronterizas, a través de encierros voluntarios, de exilios, de marginalidad. Es común en sus personajes el deseo de partir, el pensar que la vida puede ser mejor en otro lado y a la vez tener la certeza de que, sin importar a dónde se vaya, la cosa siempre será igual. Las obras que componen este volumen, El cazador de gringos (2005), Los corolarios de la oruga (2007) y Anela (2004), poseen personajes al margen de la sociedad, llenos de anhelos que esperan en otros parajes, pero a la vez se saben incapaces de aprehenderlos, por lo que optan por mantenerse inmóviles, omitir el paso del tiempo voluntariamente, evitar el cambio. En este sentido, estos personajes se asemejan a héroes trágicos en una cruzada contra el destino, aunque en este caso se trata de una cruzada en contra de la realidad, lo que los sitúa en el terreno de lo patético, de lo absurdo. Los personajes que más claramente ilustran esta idea, es la pareja de ancianos en El cazador de gringos. Ellos ya no esperan, porque no queda esperanza, pero prefieren olvidar qué esperaban, de ese modo, pueden seguir esperando, sin esperar nada, una manera de engañar al destino. Estas Tres obras de Daniel Serrano forman parte de la primera etapa de su producción dramatúrgica. En El cazador de gringos, se observan mecanismos dramáticos que están presentes desde Anela, pero que se descubren ahora más depurados, con mayor confianza y con menos explicaciones por parte del autor. Anela presenta múltiples posibilidades en su primera escena, conforme avanza la obra, él mismo acomoda cada pieza del rompecabezas, hasta llegar al final. En El cazador de gringos, confía más en la estructura del juego y le importa menos si el lector/espectador comprende en su totalidad su planteamiento original, fomentando la multiplicidad de lecturas, lo cual se agradece doblemente en un tema tan manipulado como la migración y la frontera. Finalmente, Los corolarios de la oruga es más cercana a El carbón en la boca de Porcia, perteneciente a su última etapa, sin embargo, a diferencia de ésta última, en Los corolarios de la oruga, utiliza medios menos elaborados para proporcionar la información. Anela es la única de las tres obras donde hay cambios de escenario y una especie de epílogo en voz de los personajes que narran las consecuencias finales de la historia, también es la única obra donde recurre a la narración. Anela se ubica en “la sierra” —así de ambiguo y marginal— donde se gesta una guerrilla. Por lo que se


sabe de tal guerrilla sus únicos militantes bien pueden ser un puñado de prófugos y una mujer, la hermana de Anela, que no entiende qué hace ahí. La figura del Estado en esta obra es muy peculiar, casi contradictoria o, mejor dicho, sincrética. Por un lado se encuentra el Estado que ubicamos en el imaginario mexicano, ausente excepto para el abuso y por otro lado, está Anela, quien es damnificada del Estado y sujeto de estudio del mismo, lo cual es una idea más cercana a las formas como procede nuestro vecino del norte. Anela versa sobre la soledad, la responsabilidad, la culpa, la indiferencia. Los corolarios de la oruga se desarrolla en un puente impasable por una línea invisible convenida por los mismos personajes que desean cruzarla. En esta obra, como en muchas obras posteriores de Serrano, los personajes debaten entre sus deseos de irse y su imposibilidad de hacerlo. Quizá sea esta la marca más profunda de Serrano, en cuanto a lo que significa vivir en la frontera con Estados Unidos. Hilda Saray escribió al respecto: Los corolarios de la oruga muestra un espacio en juego permanente, porque en su indefinición abre la mirada hacia múltiples posibilidades significativas. Por principio de cuentas estamos en un espacio físico que se entiende de frontera. El puente que refiere la primera acotación es lo mismo un paso de un sitio a otro, que la marca que separa el “aquí” del “allá”. Y es que para los dramaturgos del Norte de México, como Daniel Serrano, la frontera es cosa cotidiana, asunto que aparece como definición no sólo geográfica, sino anímica y cultural. La frontera como el lugar de la construcción de lo que se es, pero también como espacio donde los límites son difusos; sabemos que ninguna frontera es definitiva en señalar lo que termina y lo que empieza pues en su territorio se entremezclan, se confunden, se contaminan, se forman nuevas texturas fascinantes que llaman a ser cruzadas, que impelen al movimiento, a la transgresión, que invitan a asomarse al “otro lado”.

Con El cazador de gringos, Serrano aborda directamente el tema de la frontera, sin ánimos escandalosos ni de nota roja. Esta obra, bajo la dirección de Ángel Norzagaray se estrenó en el 2007, y ha girado por muchos estados de la república, presentándose en la Muestra Nacional de Teatro en el 2009 y por primera vez en el Distrito Federal, en el Festival Otras Latitudes 2010. Sobre la recepción de la obra, Daniel Serrano comentó: "En Tijuana la gente se ríe de manera catártica. En Los Ángeles funcionaba de otra manera, había otras cosas que le llegaban al público de allá, incluso había público sajón, se presentó con subtítulos en inglés. En Mexicali y en Monterrey era diferente. El público recibe la obra de acuerdo a donde vive y a la experiencia que tiene con este fenómeno de cruzar la frontera, hay quienes tienen como única referencia las noticias o películas. En la frontera ha funcionado muy bien porque tenemos la referencia del cruce" (Octubre 2009). Es con El cazador de gringos que Daniel Serrano se proyecta a nivel nacional como dramaturgo, sus obras comienzan a llevarse a escena en diferentes regiones del país. El cazador de gringos es un juego de espejos, apartando el obvio espejo distorsionado que se propone desde el título, cada personaje y situación representada tiene un reflejo dentro de la misma ficción. Guadalupe Bejarle Pano escribió al respecto: Es pues El cazador de gringos la trayectoria en trasgresión de las fronteras de la confrontación con nuestros propios miedos. El temor de reconocerse en el otro, transformado, trasgredido, trastocado. Vernos despojados de aquello que creemos como único y que determina y valida nuestra existencia, ya sea en el pasado, el presente o proyectada en el futuro. Es la propia conquista de nuestro lenguaje, perdido entre las batallas de lo cotidiano. Es la añoranza de lo dicho al mismo tiempo que la sanación de las palabras mediante el único recurso que queda en la desesperanza: el silencio abrumador.

Como se mencionó anteriormente, las tres obras que aquí se presentan son parte de una primera etapa, les sigue la trilogía Ciudades imposibles (Editorial Artificios, 2008), compuesta por París detrás de la puerta, Roma al final de la vía y Berlín en el desierto. Ésta es una etapa intermedia en la producción de Serrano, en la que las obras tienen una fuerte cohesión entre sí, en la forma de sus personajes, en sus relaciones con otros y por supuesto en sus ejes


temáticos, de entre los cuales se acentúa la obsesión de Serrano sobre la incapacidad de salir. Esta trilogía es un paso profundo sobre la construcción con personajes complejos, conmovedores y con relaciones complicadas. Finalmente son historias de amistad y de utopías. Con El carbón en la boca de Porcia comienza una nueva etapa en la producción de Daniel Serrano, pero sin abandonar los hallazgos y características que se encuentran desde Anela: la sonoridad del lenguaje, el arraigo a una tierra, un teatro regional que no es costumbrista, un realismo absurdo y una construcción de personajes cada vez más clara y potente, que se compone con diálogos más precisos y contundentes. Daniel pertenece a la última generación de autores mexicanos, una generación difusa, cuyos integrantes nacieron entre 1968 y 1984, con temáticas, estilos y tendencias muy diferentes. Sin embargo es un grupo muy comunicado —a pesar de su dispersión geográfica—, que se promueve entre sí y que ha roto con los estigmas de “teatro regional” y costumbrismo. Serrano es quizá el autor más conservador formalmente de este grupo, él escribe con los códigos teatrales acostumbrados, con acotaciones de distribución escénica y reacciones de los personajes. La mayoría de sus colegas han reducido al mínimo este aparato formal. También es el autor que más juega con los elementos culturales de su región, un terreno resbaloso donde fácilmente se puede caer en estereotipos acartonados, sin embargo transita por él sin el menor desliz. Otra característica de esta generación es que por primera vez en la historia del teatro mexicano la producción dramática de mayor interés se desarrolla fuera del centro del país. Daniel Serrano (1968), originario de Magdalena de Kino, Sonora, radica en Tijuana, Baja California, y desde ahí ha construido su carrerea sin ocuparse de lo que sucede en la ciudad de México. Desde hace varios años es una figura reconocida en el noroeste, mientras en el centro se consideraba “un dramaturgo emergente”. Por fortuna, a pesar de las etiquetas de “teatro del norte” o “teatro regional”, su dramaturgia ha llegado a los escenarios y a las ediciones por sus propios méritos. En ella pueden leerse costumbres y tesituras de una tierra, sin ser costumbrista. Es una escritura pensada para la escena, que busca "contar una historia, conmover y divertir", como tantas veces él lo ha afirmado. Sin duda Tres obras de Daniel Serrano, debe ser una invitación para conocer la dramaturgia aún por venir de este autor, ya que Serrano es hoy por hoy, uno de los dramaturgos más interesantes del país. Alejandra Serrano


Personajes: Heberto: Es un hombre de alrededor de cincuenta años, blanco, castaño claro, con poco pelo y un gran bigote. Aunque es mexicano, su pinta es de gringo. Esto es importante para la obra. Clara: Su esposa, un año menor que él. Ha perdido la figura y se ve mucho más vieja de lo que es. Su personalidad refleja a una mujer sencilla, conforme con la realidad que le tocó vivir. Nico: Un poco menor que Heberto. Es un pordiosero. Tony: Agente de la patrulla fronteriza, de origen latino. Es moreno y sus facciones son muy mexicanas. José: Anciano. Remedios: Anciana, esposa de José. La acción sucede en la azotea de la casa de Heberto y Clara, que está ubicada en la avenida Internacional de Tijuana, en la que sólo es necesario cruzar la calle para toparnos con la línea divisora entre México y los Estados Unidos. Heberto ha colocado en la azotea una trinchera que copió de alguna película de Hollywood. La trinchera está equipada con múltiples objetos que le hacen la estancia más fácil. En la parte de abajo de la casa hay una porche. Es ahí donde estarán todo el tiempo José y Remedios.

Escena I Es de noche. La acción arranca con Heberto que asoma apenas la cabeza por la trinchera, saca un rifle calibre .22, apunta y simula que dispara, haciendo el ruido con la boca. Toma unos binoculares y ve por ellos el resultado de sus disparos. Sonríe. Entra Clara. CLARA:

¿No vas a cenar?

HEBERTO: CLARA:

A lo mejor era.

HEBERTO: CLARA:

Con ese tamaño tendría que haber sido liebre.

O conejo de pascua.

HEBERTO: CLARA:

(Sin verla) Parecía conejito.

O canguro.

¿Vas a cenar, pues?

HEBERTO:

A menos que hablen.


CLARA:

¿Te vas a esperar a que esos dos hablen? De seguro hablan todo el tiempo, pero tú no los oyes.

HEBERTO: CLARA:

No te entiendo, Heberto.

HEBERTO: CLARA:

Tú tienes un buen rato que no me entiendes.

Como un año. Porque ya va a ser un año. Y no ha servido de mucho.

HEBERTO: CLARA:

Los canguros o los conejos de Pascua.

No exageres; además, no se ha vuelto a colar ninguno.

Eso es lo que tú crees.

HEBERTO:

Por lo menos por aquí no.

(Incrédula y de mal humor) Dime tú, ¿quién chingados se va a querer cruzar para acá, eh? Y menos un gringo de esos.

CLARA:

HEBERTO: CLARA:

(Burlona) Seguramente ya saliste en las noticias.

HEBERTO: CLARA:

Seguramente ya saben que por lo menos por aquí no se puede.

Aunque te burles, dijo el Nico que salí.

Y tú que le crees, pues. Entiende que el Nico no tiene televisión.

HEBERTO:

La ve en los aparadores de Elektra. Allí dice que salí, y si dice, pues salí.

Ahora sí le crees, ¿verdad? Porque te conviene. Ese mentado Nico, siempre viene a ver qué saca. Además, ¿cuándo se ha visto que esos gringos necesiten brincarse pa' ca? Pasan como Pedro por su casa, así nada más. Nomás falta que nos bajemos los calzones…

CLARA:

HEBERTO: CLARA:

Eso es lo que tú crees. Por la garita pasan los gringos normales, no los otros.

¿Cuáles otros, Heberto? ¡Estás loco! Además yo no conozco normales…

HEBERTO:

Es un decir. Hablo de los que quieren desestabilizar al país.

Pues allá tú, porque si quisieran desestabilizar al país, como dices, no se iban a meter justamente por enfrente de la casa de Heberto Matías Palma.

CLARA:

HEBERTO: CLARA:

Me han llegado informes…

¡Ándale! ¿Y quién te los trajo?, ¿el Nico?

Mira Clara, tú te burlas, pero cuando esos cabrones se vengan contra nosotros, me lo vas a agradecer, me vas a tratar como héroe, vas a estar tan orgullosa de mí, que apenas vas a creer que eres mi mujer.

HEBERTO:

CLARA:

(Escéptica) Ah. (Pausa) ¿Vas a cenar, sí o no?


HEBERTO: CLARA:

Todavía no.

Pues allá tú. Ahí te calientas. Yo ya me voy a dormir, a ver si sueño con un héroe.

Clara se va metiendo a la casa. HEBERTO:

Búrlate, no le hace.

Heberto saca sus binoculares y da otro vistazo. Después saca su bitácora. Es un cuaderno viejo con un lápiz partido por la mitad y sin borrador. Empieza a escribir. Se detiene. HEBERTO: CLARA:

(Desde dentro) ¡La metí al horno!

HEBERTO: CLARA:

¿Qué día es hoy?

(Ídem) ¡Ay, Heberto!, ¿yo qué voy a saber? Seis o siete.

HEBERTO: CLARA:

(Hacia dentro) ¡Clara!

¿A quién metiste al horno?

¿Cómo que a quién? Al conejo de Pascua seguramente.

Ha de ser siete. En esos días suceden cosas trágicas. (Escribe en su cuaderno. Murmura lo que escribe) Septiembre siete…

HEBERTO:

Entra Clara. CLARA:

Heberto.

HEBERTO:

(Sin verla) ¿Qué?

¿Y cuando mates a un gringo y te conviertas en héroe y toda la cosa, voy a ser tu mujer otra vez de veras, o así le sigo como esposa nomás?

CLARA:

Heberto voltea a ver a Clara. Se hace una breve pausa. HEBERTO:

Ay, Clara…

Escena II En el porche de la casa, están Remedios y José. Son dos ancianos sentados en sus poltronas. REMEDIOS: JOSÉ:

(Sin intención) ¿A poco?

REMEDIOS: JOSÉ:

No va a venir.

Ya para qué te digo.

Es lo que yo digo.


Personajes: Iván Ismael Cecilia Marcos Espacio escénico. Un puente paralelo al proscenio. De preferencia un lago pequeño debajo. No poner espejos para simular agua. Al prenderse la luz vemos a Iván e Ismael de espaldas uno con otro. Como cuando se va a iniciar un duelo. Ismael tiene nueve años, Iván ocho. ISMAEL:

Uno.

Avanzan. IVÁN:

Dos.

Avanzan. ISMAEL:

Tres

Avanzan. ISMAEL e IVÁN:

Cuatro.

Avanzan. ISMAEL e IVÁN:

Cinco.

Avanzan. ISMAEL:

Seis.

Avanzan. IVÁN:

Ocho.

Sólo avanza Iván. ISMAEL:

¡Épale!


IVÁN:

Nueve.

ISMAEL: IVÁN:

No te hagas…

¡Y diez!

Iván se voltea y le dispara a Ismael. IVÁN:

¡Te maté!

ISMAEL: IVÁN:

Pero ya te maté.

ISMAEL: IVÁN:

¡Que no!

Que sí. Mírate los agujeros.

ISMAEL: IVÁN:

¿Por qué?

Porque ya estás muerto.

ISMAEL: IVÁN:

Vamos a volver a empezar.

No se puede.

ISMAEL: IVÁN:

No vale.

¡Pero ya te maté!

ISMAEL: IVÁN:

Hiciste trampa.

¿Dónde?

(Le señala la nariz) Allí.

ISMAEL:

¡Vamos a volver a empezar, dije!

Ismael se coloca en el lugar que empezó. Iván lo ve, pero no se mueve. ISMAEL: IVÁN:

¿Listo?

(Camina al lugar inicial) Pues si tu quieres…

ISMAEL:

Uno.

Avanzan. IVÁN:

Pero conste que no me puedes ganar.

ISMAEL:

Dos.

Avanzan.


IVÁN:

Porque tú ya estás muerto.

ISMAEL:

Tres.

Avanzan. IVÁN:

Pero para que veas, te voy a dar una oportunidad.

ISMAEL:

Cuatro.

Avanzan. IVÁN:

Y fin de la historia…

ISMAEL:

(Rápidamente) ¡Cinco, ocho, diez!

Ismael se voltea y le dispara varias veces a Iván. Este recibe la ráfaga de disparos por la espalda y se deja caer de frente. Se queda inmóvil, como muerto. ISMAEL:

¡Muere, bellaco! El honor de los Mendoza está limpiado.

Iván no se mueve. ¡Nunca más un Mendoza desertor manchará el decoro de nuestra estirpe! ¡Porque con esto aprenderán la lección! ¿Entendiste, Bellaco?

ISMAEL:

Iván no contesta. Después de una pausa, Ismael se acerca a él. ISMAEL:

Te estoy hablando a ti.

Iván no se mueve. ISMAEL:

¡Nadie deja a un Mendoza con la palabra en la boca!

Iván no se mueve. ¡Háblame! (Pausa) ¿No estás muerto, verdad? (Pausa) Digamos que no te di. (Pausa) Digamos que es un juego y que no estás muerto. (Pausa. Sin acercarse a Iván) ¡Contéstame! (Pausa) ¿No me escuchas? (Pausa) ¿No hablo claro?

ISMAEL:

IVÁN:

(Sin moverse) ¿Qué significa “el decoro de nuestra estirpe”?

Ismael corre enojado a donde está Iván. Este se levanta. ISMAEL: IVÁN:

Yo sí cumplo. Por eso me caí.

ISMAEL: IVÁN:

¡Me asustaste!

¿Y por qué te levantaste si estabas muerto?

Porque no me diste. Te vi cuando te volteaste.


ISMAEL: IVÁN:

Sí. Yo tengo un ojo en la nuca. Además hiciste trampa.

ISMAEL: IVÁN:

Pero luego no andes chillando que no quiero jugar contigo.

Yo no chillo… Tú sí.

ISMAEL: IVÁN:

Por eso ya no juego.

Yo soy el que ya no juega.

ISMAEL: IVÁN:

No sé.

¿Ya ves?

ISMAEL: IVÁN:

Porque no me entiendes.

Pues sí. No te entiendo. ¿Qué significa bellaco?

ISMAEL: IVÁN:

Yo ya no juego.

¿Por qué?

ISMAEL: IVÁN:

¿Yo?

Sí. Nos teníamos que voltear hasta que dijéramos diez.

ISMAEL: IVÁN:

¿Me viste?

¡Ya cállate!

Ya. Me callo.

Se separan. Pausa. En uno de los barandales del puente Iván encuentra una oruga. IVÁN:

Mira.

Ismael no contesta. IVÁN:

¿Ya viste?

ISMAEL: IVÁN:

Una oruga.

ISMAEL: IVÁN:

¿Qué?

Mentira.

Y es de las que queman.

ISMAEL:

¿Cómo sabes?

Iván toca a la oruga. Separa la mano luego luego.


IVÁN:

Porque está roñosa.

Ismael se acerca. ISMAEL: IVÁN:

¡No!

ISMAEL: IVÁN:

Pues eso es lo mismo que matarla.

No es lo mismo.

ISMAEL: IVÁN:

¿Para qué?

Para que se muera sola.

ISMAEL: IVÁN:

¿Y qué hacemos?

Vamos a echarla al agua.

ISMAEL: IVÁN:

¿Y tú crees eso?

Yo sí, ¿y tú?

ISMAEL: IVÁN:

¿Por qué no se pueden matar?

Porque dicen que si las matan, te van a traer mala suerte.

ISMAEL: IVÁN:

¿Por qué?

Porque no se pueden matar.

ISMAEL: IVÁN:

A ver. Es cierto. Vamos a matarla.

Sí es lo mismo.

(Toma una hoja de árbol) Mira, con esto la agarramos.

ISMAEL:

Ten cuidado.

Iván mete la hoja de árbol debajo de la oruga. La va a levantar. ISMAEL: IVÁN:

Te da miedo, que.

ISMAEL: IVÁN:

¿Cómo crees que me va a dar miedo?

¿Jugamos a las orugas?

ISMAEL: IVÁN:

(Alejándose) Me da asco.

No.

Ándale.


Personajes: Meche Anela Fernanda Pancho La escena representa el exterior de una casa de adobe en algún lugar de alguna sierra mexicana. En algún extremo del escenario, hacia proscenio, se puede ver un pozo con un redondel de cemento que está manchado de verde por la lama que provoca.

I Es de madrugada. Está a punto de amanecer. Se escuchan los ruidos propios de la naturaleza. Dentro de la casa se prende una luz. Es una veladora. Un poco después, sale Meche, una mujer de unos 25 años. Es evidente que se acaba de levantar. Camina rumbo al pozo. Atrás de ella sale su hermana Anela. Tiene un poco menos de 20 años. Anela se esconde de Meche. Ésta llega hasta el pozo y saca un poco de agua en un balde. Cuando está a punto de retirarse, llega Anela por detrás y la asusta. ANELA: MECHE:

Buuuu. (Suelta un grito) Ahhhh.

Anela ríe y corre hacia dentro. Meche derrama el agua. MECHE: ANELA:

Por qué hiciste esto, chamaca del demonio. (Asoma la cabeza) ¿Del demonio? Hablas como viejita.

Anela sale del todo. Meche voltea para llenar de nuevo el balde. Anela sale y la nalguea. ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA:

Te mueves como viejita… Parece que tienes cincuenta años, no 25. Y tú parece que tienes 10, no 20. Diecinueve. Ay sí. Los cumples el domingo. Pero todavía tengo 19.

Meche camina hacia la casa con el balde de agua.


MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE:

Diecinueve o 20, me tienes que ayudar a limpiar… ¿Ves? Eres una ancianita irremediable. ¿Qué tiene que ver la juventud con la mugre? (Da una giro sobre su propio eje) ¿Te parezco mugrosa? Sí, y mucho. Ni siquiera te has lavado los dientes.

Ni duda que estás envejeciendo. Habrás comido algo que te hizo hacerte viejita antes de tiempo. ¿Alguna hierba? Porque ahora hasta ciega "resultastes".

ANELA:

MECHE: ANELA: MECHE:

Resultaste. No, tú. Se dice resultaste.

(Después de una brevísima pausa, se da con la mano en la frente, cada vez que repite la frase) ¡Qué tonta! Resultaste… Resultaste… Resultaste.

ANELA:

MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE:

Bueno, no es para tanto... Es que ya se me olvidó. ¿Se te olvidó? Sí. Yo no sabía, y luego supe, y después se me olvidó. ¿De qué hablas? Anoche soñé que ya sabía y que se me había olvidado. (Ve a Meche) No me entiendes, ¿verdad? Pues, la verdad, no.

Soñé que era bebé. Y que los adultos se me acercaban y me decían cosas que yo no entendía. No sabían hablar, decían cosas como cuchi cuchi cuchi…quemonita, quepechocha. Adiviné algunas cosas, como eso de quemonita. Quería decir que yo estaba muy bonita. Pero como que no les salía. Como si tuvieran paralizada la boca… O la mente. (Pausa) ¿Será que mientras más crecemos, más se nos olvidan las cosas?

ANELA:

MECHE:

A ti hay cosas que no se te han olvidado.

Son puros recuerdos. Los sueños no existen. Y pues es lógico, como todas las cosas, mientras más viejas, más inútiles. Así es la mente, ¿no? Los bebés tienen la mente nuevecita, por eso les sirve mucho. Por eso no andan diciendo estupideces por la vida, como cuchi cuchi, o quemonita.

ANELA:

MECHE: ANELA:

Bueno, estás exagerando un poco. De veras que no. Mírate tú. Eres más estúpida que el año pasado.


MECHE: ANELA: MECHE:

(Ríe y juega) Y tú más que el mes pasado. (Ídem) Y tú más que ayer… Eres 1968 veces más estúpida que yo. ¿Qué?

Saca la cuenta. Me llevas cinco años, cuatro meses y 20 días. Eso da un total de 1968 días. Podemos no contar los domingos. Porque los domingos se descansa, y pues no se cuenta, así que eso me da un total de…

ANELA:

MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE:

¿De dónde sacaste eso? De las matemáticas. No, no. Eso de la estupidez. ¿No quedamos? (Un poco molesta) ¡No! No quedamos.

Bueno, entonces no. Pero no es para que te enojes. Fíjate, si yo tengo 19 años 11 meses y 26 días, eso quiere decir que desde que nací a ahora, soy exactamente 7 mil trescientas veces más estúpida.

ANELA:

MECHE:

¡Anela, ya!

Anela se suelta riendo. ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA:

¿Ya ves? Ya te enojaste. No, no me enojé. Sólo me molesta que saques esas cuentas. ¿Qué tiene de malo? Nada. Sólo que no me gusta. ¿Pero verdad que no sabes por qué te enojas? ¿Por esto? ¡Claro! ¿Pues de qué estamos hablando? De los días, y de todo eso. (Insinuando) Y de la estupidez… Exacto, de la estupidez. De que tú eres exactamente 1968 veces más estúpida que yo. ¡Ya! Y que por eso te da tanto coraje una estupidez.


MECHE: ANELA: MECHE: ANELA: MECHE: ANELA:

¡Anela! ¿Y sabes una cosa? ¡No, no sé! Ya ves. No sabes porque eres exactamente… (Interrumpe) ¡Ya! Deja eso. (Transición) Te quiero mucho. Mil 968 veces más de lo que tú me quieres.

Pausa. Meche y Anela se ven. Meche se ablanda, pero no se acerca a Anela. MECHE: ANELA:

Está bien. Aunque seas más...

Anela se interrumpe en seco. ANELA:

Bonita que yo.

MECHE:

¡Ay, Anela!

ANELA:

¡Ay, Meche!

MECHE:

Yo también te quiero.

No te terminé de contar el sueño. Resulta que yo me sentaba en la cama. Todo mundo se sorprendía y se abrazaban entre ellos, unos lloraban; emocionados; como si ellos hubieran sido los que se sentaron a los cuatro meses. Y yo los veía y les decía, clarito les decía: Déjense de cosas y háblenme bien, que parecen idiotas. Y sí. Estaban bien idiotas, porque no me entendían... ¿Cuántos años tenía mamá cuando yo nací?

ANELA:

MECHE:

No lo sé… 30… o 32.

Pongámosle 30, para no perjudicarla mucho. Ella nació el 18 de enero y yo el 20 de mayo, así que serían 30 años con cuatro meses y dos días.

ANELA:

MECHE:

¿Vas a volver a empezar?

¡Once mil setenta y nueve veces más estúpida! Y tomando en cuenta que papá era cinco años mayor que ella, entonces era 12 mil…

ANELA:

MECHE:

(Interrumpe) Vamos a tener visita.

El caso es que los vi tan estúpidos, que decidí volverme a acostar. No tenía ningún caso. Me dio miedo matarlos de la emoción.

ANELA:

MECHE: ANELA:

Recuerdos. Esos son puros recuerdos. ¿Es posible que recuerde la compasión que me daban?


MECHE:

Es posible… Muy posible.

Meche entra a la casa. ANELA:

No me gusta recordar compasiones. (Pausa) ¿Visita? ¿Y ahora quién?

II Mismo lugar… Por la tarde. En el centro del patio, arriba de una piedra que sirve como mesa, Anela y Fernanda están ante un tablero de damas. Fernanda es una mujer joven con aires de intelectual. Mientras que Anela está metida en la partida, Fernanda la observa. ANELA:

¿Por qué no puedo moverla para un lado?

FERNANDA: ANELA:

Eso es lo que no entiendo.

FERNANDA: ANELA:

¿Por ejemplo?

Yo no puedo decirte. Sería como traicionarla.

FERNANDA: ANELA:

¿De veras?

Bueno, ella dice que no… Más bien cree que no. Pero hay muchas cosas que ella no sabe.

FERNANDA: ANELA:

Sólo es una pregunta.

Sería lo mismo si tuviera ochenta, ¿no? Meche tiene 25 y hay muchas cosas que no entiende.

FERNANDA: ANELA:

¿Cuántos años tienes?

¿Y eso qué tiene que ver?

FERNANDA: ANELA:

Pues porque si no existieran, todo sería el caos.

Sigo sin entender.

FERNANDA: ANELA:

¿Qué?

Eso de las reglas. ¿Para qué existen?

FERNANDA: ANELA:

Son las reglas del juego.

¿Ves?, esa es una regla.

¡No! (Pausa) ¿En serio?

FERNANDA:

Claro.


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