Orionmag Winter 2013 #2

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LA PASIÓN DE CLINT / JOSE MARÍA PICÓN / HANNIBAL / #61SSIFF

(Casi) todo cine (VOL. I)

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WINTER 2013


“LA GENTE COMPRA EXPERIENCIAS”


“El trabajo no consiste solo en estar en un único lugar todo el tiempo, sino en tener la libertad para trabajar en cualquier momento, en cualquier sitio y en cualquier parte del mundo” Trevor O’Hara CEO of One City

8 de Noviembre en el Auditorio Novagalicia Banco.


WOODGLASS & DELIRIOUS CLOTHING & MAELOC

Las mejores marcas se han unido al mejor aniversario. Woodglass, Delirious Clothing y Maeloc han sido los encargados de ponerle la guinda a este pastel del primer aniversario de Orionmag.


Ibamos a decir algo pero ya no, lo vamos a solucionar con un Feliz Aniversario y gracias por seguir ahĂ­.



The Seventh Seal

Ingmar Bergman. 1957



HANNIBAL matar,comer,vivir

Vivir del cine, o morir, o sobrevivir al menos. Esa podría ser una de las premisas de esta historia, si la llevamos hasta el extremo y a la convivencia con un canibal. Ante el trabajo culinario de José Andrés solo nos queda decir: el placer ha sido nuestro.

por La Madre del Cordero Últimamente se usa mucho la frase esa de que del cine no se puede vivir. El tema de la crisis y todos esos asuntos que vemos en la prensa, que no hacen otra cosa que hundirnos en la maldita miseria mundana. Pues un cojón. Para demostrar que del cine se puede vivir llegó a nosotros la serie Hannibal, de Bryan Fuller, una serie que aparte de tener una calidad exquisita es capaz de captar más púbico día tras día. Pero el detalle de por que se puede vivir del cine, pues la cosa va de que en Hannibal tenemos una gran y selecta colección de platos que nos sacarán del hambre en más de una ocasión. Y no es para menos, los platos en este caso son el hilo central, cada capítulo tienen nombre de plato, y el asesor culinario de la serie no es otro que el chef José Andrés. Para que veáis lo poco que les importa la comida en este caso. La paradoja está en que Hannibal es caníbal, y claro, lo que te pueda plantar en la mesa puede ser de dudosa procedencia. Si obviamos ese detalle, todo lo demás es una relación de exquisiteces.

No olvidemos que el Doctor Hannibal Lecter, el reputado psiquiatra, es caníbal, con lo que la importancia de la comida es, en este caso, si cabe mayor. Si nos paramos a pensar en los casos de canibalismo históricos (sobre los cuales hay cientos de documentales que nos hemos tragado para hacer este artículo) el caníbal es un personaje intelectual de costumbres refinadas, como Hannibal; pero en lo que se refiere a matar y descuartizar cuerpos, son más bien toscos, pero no le hemos buscado explicación a esto por miedo a acabar trastornados nosotros también. En el caso de Hannibal esto es totalmente diferente. Sus asesinatos tienen que ser obras de arte, tienen que llevar ese toque de elegancia que sólo un artista de su capacidad podría realizar, e incluso cuando se le ve cortando la carne de sus víctimas en su casa, la imagen no provoca más rechazo que el que provocaría el carnicero de tu barrio despedazando a un cerdo. Incluso su forma de guardarla está cuidada: un envoltorio de plástico limpio y pulcro que se depositará cuid-


-dadosamente en el congelador, apilado en un perfecto orden con el resto de bolsas. Meticuloso hasta el límite. Hannibal es un trabajador refinado, lo cual también se aplica en su faceta de asesino y en los ingredientes que usa en su cocina. Esos ingredientes, de la mejor calidad, son el reflejo de su personalidad: el mejor vino, las mejores legumbres y... la mejor carne. Cierto es que al final todo es cuestión de gusto personal; pero alejándonos de eso, a la productora le han salido bastante caros algunos de los productos usados en esta alta cocina, como dato: en uno de los capítulos han usado un jamón ibérico que les ha costado la friolera cifra de 2000 euros, o eso se dice por ahí. No se escatima en comida, eso está claro, y esta pasará a engrosar la lista de gastos de altura en el mundo audiovisual. Sobra decir, que a pesar de que el jamón que se ve en la serie tiene forma y color de jamón, sabiendo lo que sabes del personaje, todo te parece carne humana o al menos de dudosa procedencia.

El libro, que no es tal, pero es bonico.

Para hacer más hincapié en el tema culinario de la serie, el cartel promocional de la misma es, nada más y nada menos, que una foto del señor Hannibal limpiándose los labios después de una de sus suculentas cenas. Tanta es la fascinación gastronómica que genera el doctor que en internet se suceden las webs que hablan sobre sus recetas, los bocetos con las instrucciones sobre su preparación e incluso pulula por la red la portada de un libro con las recetas del cocinero Hannibal Lecter, que aún estamos intentando buscar la forma de conseguirlo.


¡Ah! Y además, ni cortos ni perezosos, los amigos de producción se las han ingeniado para sacar unas pocas botellas de vino CHIANTI a modo promocional para su aventura. Ahora, hagamos un breve repaso de la colección de joyas culinarias que la serie nos ha aportado y gracias a las cuales podemos quedar como auténticos marqueses: Casi desde el principio de la serie podemos apreciar esa expresión culinaria siempre con matices al canibalismo. Sin ir más lejos, se usa una fresa en un plato con un claro simbolismo al corazón, o se usa una salsa de frutos rojos con un color y una textura más propia de la sangre. Cenar con Hannibal es como ir a un restaurante con varias estrellas michelin, obviando el detalle de que quizá puedas acabar siendo el plato y no el comensal. Pero digamos que estas son las cosas más light que nos podemos encontrar. Para una cena con invitados, Hannibal preparará un menú bastante completito: “Hígado de ternera al limón”, “Paté de hígado de pato” y “Pulmón de ternera estofado”. Pueden parecer platos escogido al azar, propios de un restaurante “innovador”, pero si repasamos los acontecimientos hasta el momento, nos encontraremos, entre otras cosas, a una víctima a la que le fueron extraídos los pulmones y unas (muy) agradables escenas de nuestro querido doctor cortando las piezas de los platos anteriormente mencionados, en la cocina de su casa. ¿Lo que se estaban comiendo? Lo dejamos todo a vuestra imaginación. Ahora, ¿que nos diríais si os invitásemos a cenar lengua? Si, lengua sin más. A nosotros no nos importaría, pero si estamos sentados en la misma mesa que el protagonista de este artículo posiblemente nos estuviésemos comiendo las blasfemias de alguien. Lo importante, en definitiva, de esta historia, no es en si la importancia de la comida, sino más bien el papel central que se le da, siempre unida a las fechorías homicidas de Lecter y a su presentación ante la cámara, con esa apariencia tan apetitosa y a la vez tan... desconfiada. Pero podríamos resumir todo esto en una de las frases que se puede escuchar en la serie: ¿Aún te siguen gustando las comidas raras, Hannibal? Cuanto más caras y difíciles de conseguir, mejor. Ahora os queda solo juzgar si os parece que la carne humana es fácil de conseguir. Pero toda es parte y esos detalles escabrosos los dejamos a vuestra cuenta, no queremos saber de nadie que tras leer estas lineas se haya puesto a cocinar al vecino.



Metropolis

Fritz Lang. 1927


“Design is thinking made visual”. Saul Bass

el diseño gráfico y el cine por Jose María Picón Una de la partes importantes del cine es lo que se ve (obvio). Pero ¿cual es la parte más importante del cine antes de que veas pasar el rollo de película en tu sala de cine? A esa pregunta se intenta responder en este artículo, que hay más allá de un simple cartel de cine.


El diseño gráfico en el cine. De un tiempo a esta parte se ha ido cuidando más la imagen y el diseño en los productos audiovisuales, aunque a pesar de esto todavía siga extendido el pensamiento de ser entendido como un puro trámite para que la obra parezca más profesional ante el público. Más como un: “Ahora que ya tenemos la película terminada, tenemos que hacer un poster para enviar a festivales/distribuidoras/lo­que­sea, no?”. Pero este pensamiento cada vez se va diluyendo más y más, gracias, en parte, a las nuevas generaciones de cineastas y productores, que han comprendido la importancia de poder diferenciar su película de otras similares. Éstos, al haber crecido en el mundo de la imagen, y estar literalmente su vida invadida de imágenes, han interiorizado el poder evocador de un poster de una película. No se trata de venderla solamente mediante la aparición de los protagonistas como si con su sola presencia fuera a ser reclamo suficiente para competir con otras producciones. Se trata de entender que un poster es lo primero que un espectador ve de nuestra película al llegar al cine y es ahí en donde, entre todos los carteles, debemos conseguir destacar nuestro producto y que el espectador se decida por nuestra película. No nos gusta que nos juzguen por cómo llevamos el pelo, por la camisa que vestimos, por las gafas que usamos... en definitiva, por nuestra apariencia; pero vivimos en un mundo en el que la imagen lo es todo, y en el del cine, el cartel se convierte en la primera puerta a nuestra película, el primer peldaño de la escalera de la promoción. Y hablando ya más correctamente, en realidad no se trata de juzgar, sino de llamar la atención del cliente, de pulsar ese botoncito invisible que consiga que la mirada del espectador se gire unos grados más y se decida por nuestra película, dejando en la lista de espera las demás. En muchos casos, el poster no hace justicia a la propia cinta, aunque también es justo decir que en otros muchos la supera con creces. Quizás, una de las mayores razones de que el poster pueda no provocar la atención deseada, sea la escasa variedad que demuestran algunas producciones actuales (de lo que hablaremos más adelante).


En ese segundo caso, los productores se supone que han querido llevar el poder de la cartelería al máximo exponente y jugar con las espectativas del espectador ofreciéndoles un poster de una calidad que no se corresponde con el producto que ofrecen. Siempre hay matices, como en todo, pero la verdad es que hay cosas sangrantes, por ejemplo 2012 Ice Age. Cómo las películas ven el diseño gráfico. Han sido varios los filmes en la historia del cine que muestran el desempeño profesional de los diseñadores gráficos. Esta es una pequeña lista en donde se muestran diferentes puntos de vista del mundo del diseño gráfico; desde una chica que comienza a hacer sus primeros trabajos y trata de ganarse la vida compaginándolo con un trabajo de día hasta un diseñador que se obceca en una idea hasta sus últimas consecuencias llegando incluso, a peligrar su trabajo. Esta es una pequeña lista y seguro que habrá más ejemplos. En Cape fear (1991) la protagonista es una diseñadora gráfica que se ayuda de su hija para conseguir plasmar en un logotipo la esencia de la empresa. Nos muestra que realmente no se trata de hacer un par de manchones y poner una tipografía que te encuentres por internet; sino que hay que intentar buscar una solución para plasmar de la mejor manera la esencia del cliente. En Heat (1995) una joven diseñadora compagina su trabajo de día con trabajos de diseño gráfico para poder lanzar su carrera. Entonces, Robert De Niro, le hace una pregunta que creo que le han hecho a un alto porcentaje de diseñadores: ¿Eso se estudia? En American Psycho (2000) resaltan los peores aspectos de Patrick Bateman; el psicópata protagonista de la novela y la película; en la escena en que los altos ejecutivos de


Pierce & Pierce se muestran y envidian el diseño de sus nuevas tarjetas de visita. Esta secuencia resume muy bien lo que significa el diseño, sobre todo en una sociedad que se ampara en las apariencias como la que se plasma en American Psycho, y cómo unos pequeños detalles del acabado puede significar tanto para según quién lo mire. En The aviator (2004) se puede apreciar una buena muestra de cómo el cliente cree tener razón en todo momento. Quizás esta-

ría bien que el diseñador pudiera aconsejar qué es lo mejor para su empresa y no intentar imponer su caprichoso criterio.

de realizar unos dibujos sino, además, entender y conceptualizar una idea propia o aportada por el cliente.

En The Beginners (2010) el protagonista es un diseñador gráfico que tras unos acontecimientos relacionados con su familia, se encierra en su mente y no le permite evolucionar una idea, perdiendo horas de trabajo y pudiendo, incluso, peligrar su sustento económico. Además, también podemos comprobar que el trabajo de diseñador no se trata solamente

Fotografías: 1. Cartel promocional de 2012 Ice Age 2. Patrick Bateman en pleno apogeo psicótico (queremos ser sus amigos). 3. Ewan McGregor, un jedi venido a menos que llora por todos nosotros en The Beginners


Spartacus, Saul Bass


Influencia del diseño gráfico en el cine En la Wikipedia se habla del diseño gráfico como “actividad que posibilita comunicar gráficamente ideas, hechos y valores procesados y sintetizados en términos de forma y comunicación, factores sociales, culturales, económicos, estéticos y tecnológicos.” El diseño gráfico está íntimamente ligado al cine desde sus inicios, desde el momento en que la tipografía tenía un papel importante para mostrar los diálogos y las narraciones del cine mudo. También desde las ilustraciones, inspiradas en escenas propias de la película, que decorabanlos teatros donde éstas se proyectaban. No creo que sea muy descabellado pensar que muchos espectadores supongan que el trabajo de un diseñador gráfico se limite a hacer los logos y “poner las fotos de los protagonistas” en los carteles de las películas... Durante los inicios del siglo XX, en los vestíbulos de los teatros o salones en que se proyectaban los filmes, ya se exhibían pósteres con ilustraciones basadas en escenas de la.

la propia cinta. Pero no sólo de crear cartelería y demás material de promoción viven los diseñadores gráficos en el cine actual. Va más allá. Como decía antes, todo comienza a principios del siglo XX, con las primeras proyecciones, cuando se pensó una forma de presentación de las películas. Entonces y dado que el cine era mudo había que buscar una forma de mostrar al espectador que había comenzado ya el film. Habían nacido los títulos de presentación. Se trata de una obra compuesta por tipografía, imagen y sonido, en donde ell papel del diseñador suele ser el de interpretar y sintetizar la idea del director sintetizando la trama y presentando a los personajes participantes de la cinta. Con el paso de las décadas los títulos de crédito evolucionaron a un ritmo endiablado, gracias a la competencia directa con la televisión, en donde ésta última tomó mucha ventaja al hacerse muy populares los títulos de crédito de los programas; hasta el punto en que en la actualidad ningún programa de TV carece de títulos de créditos o cabecera, como se le suele conocer.

Fueron apareciendo varios diseñadores que se implicaron en la utilización de nuevas técnicas para crear composiciones originales en la creación de estos títulos de presentación. Uno de los mayores referentes fue Saul Bass, creador de multitud de carteles y títulos, como: Vertigo, Psicosis, It’s a Mad Mad Mad Mad World; al igual que Pablo Ferro que con El caso de Thomas Crown, A Clockwork Orange, alcanzó casi la realización de un centenar de títulos de crédito. Otros diseñadores destacados fueron Maurice Binder (James Bond 1962­-1989; La mujer indomable, etc), Robert Brownjohn (Desde Rusia con amor,), Daniel Kleinman (James Bond 1995-­ 2012), Dan Perri (El Exorcista), Jean Fouchet (El día más largo, El gendarme se casa, etc), Stephen Frankfurt (La semilla del diablo, etc). En la actualidad y por méritos propios se podrían considerar los títulos de presentación como una parte imprescindible de una película, además de poder considerarse un género aparte debido al excelente nivel cosechado por algunos de ellos, superando, incluso, la calidad de la película en que están insertados.


It’s a Mad, Mad, Mad, Mad World. Saul Bass

Vertigo. Saul Bass

Anatomy Of A Murder. Saul Bass

Love In The Afternoon. Saul Bass

Such Good Friends. Saul Bass

West Side Story. Saul Bass


The Thomas Crown Affair. Pablo Ferro

A Clockwork Orange. Pablo Ferro

Aterriza como puedas. Dan Perri

Desde Rusia Con Amor. Robert Brownjohn

La Semilla del Diablo. Stephen Frankfurt

James Bond-Skyfall. Daniel Kleinman


TipologĂ­a de carteles 1. Blanco, negro y fuego.

3. Tonos azules.

2. Fondo amarillo.

4. Mujeres en rojo.


5. Cabezas.

7. En la cama.

6. Ojos

8. De espaldas.


9. Protagonistas.

11. Piernas.

10. Supercabezas.

Repaso de carteles. 1. La Jungla de Cristal. 2. Everything is Illuminated. 3. Flipper. 4. La Parisienne. 5. I’m Still Here. 6. Requiem For A Dream. 7. Match Point. 8. Watchmen. 9. Wild Target. 10. City Of Angels. 11. For Your Eyes Only.


CINESTESIA FILM ICON PROJECT

creado por Jose Mar铆a Pic贸n



“Decía Johan Huizinga que todo juego significa algo. Así, para el Homo ludens el reto no es mero divertimento, sino instrumento, herramienta al servicio de la construcción de su propio universo. Porque el ser humano, es, también, faber y depictor. El juego. La herramienta. La imagen. Todos ellos cobran verdadero sentido en la interacción entre los individuos y el entorno. Todos ellos invitan al diálogo. El que nos propone José María Picón en su particular antología del séptimo arte es doble: Así, el artista se sumerge en Cinestesia en distintos filmes en busca de su esencia, despojándolos, con gran inteligencia, de cuanto considera accesorio. Busca capturar, en otras tantas imágenes reducidas a su mínima expresión, sus rasgos más icónicos: kilómetros de celuloide destilados en trazos y figuras geométricas que guardan, latente, toda la potencia de la obra que los hizo posibles, y que aguardan, también, la chispa que desencadene, en un instante, una asociación. Pues el sentido está en la mente del que mira. Tal es la segunda meta del autor, inseparable e indisoluble de la primera: sumergir con él a los espectadores para que, al contemplar su obra, seamos partícipes de ella al re­conocerla, cojugadores en un proceso de construcción y reconstrucción continua. El juego. El arte. Ambos, en apariencia, carentes de interés material. Desprovistos de provecho alguno. Completamente inútiles. No obstante y pese a todo, hagan juego, señores. Pues pocas cosas nos hacen tan humanos.” Texto por Santiago G. Sanz El germen de este proyecto surgió hace unos cuantos años como propuesta para mi PFC de Ilustración. La idea era la de versionar carteles de películas clásicas. Esa era la única premisa. Además de ésta, tenía varias ideas pensadas para proponer como proyecto. Me aconsejaron que descartase realizar esta ya que la imaginería de la cartelería de cine clásico estaba muy arraigada en el subconsciente del público. Fue por ello que decidí guardar la idea en la recámara unos años para poder madurarla y abordarla desde otro punto de vista. El tiempo pasó y hace un año y en una etapa fuertemente influenciada por el diseño gráfico minimalista decidí retomar aquella idea y darle una vuelta de


tuerca. En esta ocasión no intentaría versionar los carteles sino buscar una forma de representar cada una de las películas con el elemento más icónico de la misma. Se trataba de idear un juego. Un juego en donde, el código, el idioma en que el emisor y el receptor se comunican cobrase mayor importancia. Un juego en donde se le plantease al espectador una adivinanza a través de dichas imágenes. Está pensado para una exposición de gran envergadura, alrededor de 150 imágenes recorriendo toda la historia del cine; desde las primeras películas de cine mudo a los últimos blockbusters, sin limitación temática o de género a la hora de la selección de los títulos de las películas representadas. Los carteles están realizados en blanco, negro y gris, manteniendo en todos una coherencia cromática con la única intención de no interferir en la observación del espectador. Os dejo una pequeña muestra del proyecto como aperitivo.








Das Cabinet des Dr. Caligari

Robert Wiene. 1920


EL TRAJE A MEDIDA El cine de lo mejor vestidos SerĂ­a de necios pasar por alto un mundo tan ligado al cine como es el de la moda, por eso mismo no vamos a hacerlo, y como somos unos muchachos muy bien vestidos a la par que elegantes, os vamos a hacer un repaso de los que son, para nosotros, los mejores vestuarios de la historia del cine, a riesgo de recibir un lluvia de crĂ­ticas. Empecemos pues.


por El Hijo de la Madre del Cordero Decía Audrey Hepburn, que la belleza de la mujer procede de su mirada, que es la puerta exterior de su corazón, acertadamente (creo), nos hacemos eco de sus palabras al decir que la belleza en este caso se refleja a través de la pantalla, donde la cámara sería la mirada objetiva, que muestra tal cual las realidades que el creador desea exponer, también en la moda cinéfila. La moda es pieza clave en el cine, y define al público que lo ve, a fin de cuentas, todos intentamos emular alguna vez esas pintas de jovenzuelo desviado que tenía John Travolta en Grease, o ser ese James Dean rebelde y perdido que

enamoraba solo con la mirada. Para darnos cuenta de la influencia que llega a tener, pensad en la fiebre de ventas de “el anillo”, esa copia cobriza que todos los denominados “freaks” de la saga de El Señor de los Anillos se compraron (cadenita incluida) para llevar muy dignamente por la calle como si fuesen hobbits de pies peludos. Pues hasta esos extremos llega el asunto señores. Figúrense, si un anillo es capaz de hacer eso, que no han hecho ya los peinados míticos, los vestidos más famosos de Desayuno con diamantes, los trajes de Mad Men o la gabardina de Jack Lemmon de El Apartamento.

Los iconos del cine siempre fueron los mejor engalanados del mundo, y su influencia no dejó al universo de la moda dormido, sino que se aprovechó de ello para que todo teenager (de acuerdo a su época) quisiera ser estrella de cine, al menos en apariencia. Curiosamente, aún no he visto a nadie por la calle vestido como Paul Scofield en Un hombre para la eternidad, ni esperaba verlo, pero teniendo en cuenta que en su día fue uno de los vestuarios más laureados del cine... Aunque en este punto nos damos cuenta de una cosa, la moda del cine


influye, si, pero no necesariamente condiciona las pintas que lleva la gente por la calle. Nadie se vestiría de caballero del medievo solo porque Orlando “Legolas” Bloom lo haga. Para esos casos, aquí en Galicia aprovechamos nuestras múltiples feiras medievais para ponernos una buena cota de malla a las espaldas y pasearnos por el casco viejo en busca de damiselas en apuros, jarras de cerveza y duelos de guante blanco, y os prometo que son algunas de las fiestas más apasionantes de todo el año. Pero no hemos venido a hablar de eso, y como nos estamos liando como las persianas, vamos al lío. Los mejores vestuarios de cine, in our opinion...


Mr. Moro rindiendo pleitesĂ­a, o como Paul Scofield no sabe decirle que no a Robert Shaw



1. Blade Runner (1982). Diseño futurista de vanguardia que aún hoy nos deja boquiabiertos, una estética tan oscura como la película, que aportaba a los personajes una gota más del misterios que ya de por si tenía la historia. Charles Knode y Michael Kaplan fueron los encargados de gestionar tal cantidad de vestidos y diseños sin que desentonaran con los espacios en los que se desenvuelve la acción. Su trabajo fue reconocido con un premio BAFTA al mejor diseño de vestuario, perdiendo en los premios Óscar contra Gandhi que, y permítanme la broma, se llevó la gloria con mucha menos tela de por medio.



2. Carros de fuego (1981). Un año antes, y volviendo al pasado, nos encontramos uno de los vestuarios de cine más premiados de la historia con una de las películas más premiadas de la historia. Una historia épica dirigida por Hugh Hudson que necesitaba destilar elegancia. Una elegancia aportada por la mano firme de Milena Canonero, quien se alzó gracias a su trabajo, con un premio BAFTA y un Óscar al mejor diseño de vestuario.



3. Barry Lyndon (1975). Una historia de época para uno de los directores más estudiados del cine. Stanley Kubrick tuvo que retratar la vida del señor Lyndon y vestirlo de acuerdo a lo marcado por la novela de de William Makepeace. La película se alzó con un premio Óscar al mejor vestuario en el 75, un vestuario creado de nuevo por Milena Canonero, fetiche de los directores de la escuela british y una de las más laureadas, aunque en esta ocasión contó con la ayuda de Ulla-Britt Soderlund. Sin duda acertaron con sus trajes, desde la estética de la soldadesca, a la de la aristocracia rancia y viciosa.



4. Nine (2009). Aunque el film sea de una calidad dudosa, nadie puede negar que goza de uno de los mejores vestuarios del cine, cuanto menos, uno de los más elegantes, y si encontráis a un Daniel Day Lewis mejor vestido en algún sitio, ruego vengan y me lo cuenten. Colleen Atwood fue la encargada de vestir a sus protagonistas de la forma más elegante o más provocativa, según prefiramos. Sin embargo, la cinta no recibió ningún premio en esta categoría, algo que vino de la mano de su mala prensa. Pero podemos decir que estamos ante de una de las mejores diseñadoras de vestuario de nuestro tiempo, a fin de cuentas, títulos como Chicago, The Rum Diary, Sweeney Todd o Memorias de una Geisha, adornan su palmarés.



5. Anna Karenina (2012). De la pasada remesa, la más cercana, sacamos uno de los mejores vestuarios del cine actual. En un film que tropieza entre la cámara y el teatro, nos encontramos con Jacqueline Durran y su estética romántica para retratar una historia de la Rusia Imperial, evocando al tiempo la decadencia de un imperio y la fastuosidad de una clase alta alejada de la realidad. La cinta e alzó con sendos BAFTA y Óscar en el 2012, siendo así un de las pocas películas que puede presumir de la doble corona de vestuario.



6. El Señor de los Anillos (2001-2003). Da igual en que punto temporal nos queramos parar, el diseño de vestuario de esta adaptación cinematográfica de la obra de Tolkien se merece una mención solo por entramado y la variedad de diseños que se tuvieron que crear para la película. Un proyecto ambicioso dirigido por Peter Jackson, que dio lugar a una venta masiva de anillos y al despegue del frikismo. Los diseños fueron creados por Ngila Dickson y Richard Taylor, recibiendo un premio BAFTA en el año 2002 y un Óscar en el 2003.



7. Con la muerte en los talones (1959). Aquí nos bastaría con mencionar que hablamos de una película de Hitchcock con la estética propia de Hitchcock, y con eso nos iríamos de aquí con la conciencia muy tranquila. Pero os diremos además que si queremos ser hombres de bien, deberemos vestir como Cary Grant lo hizo en este film, beber como bebía el y comportarnos del mismo modo. Pero además también os diremos que no le dieron ningún premio de vestuario, ni falta que le hizo, ahora si nos vamos tranquilos.



8. El último emperador (1987). El preciosismo visual del que goza la película de Bernardo Bertolucci se ve acrecentado con la participación de la mano de James Acheson, el encargado del un vestuario nada fácil, que supo salvar el día de una forma espectacular, siendo así merecedor de un premio Óscar en 1987. Y la película no se merece más comentarios, lo que si se merece es ser vista, que es algo que os toca hacer a vosotros.



9. El Aviador (2004). Entre las joyas visuales del nuevo siglo nos encontramos pequeñas joyas como esta de Martin Scorsese en la que se retrata a un pulcro y elegantísimo Howard Hughes, al que le da vida un Leonardo Di Caprio crecidísimo al que todo le sienta como un guante. Aunque puede que parte de la culpa la tenga Sandy Powell, responsable de vestuario que se alzó con una estatuilla de los Óscar por este film, sumándose así a los que ya posee por HUGO, The Young Victoria o Shakespeare in Love. También lo podéis usar como referente de lo que compraría un millonario, aunque no creemos que sea un criterio extremadamente fiable.



10. Memorias de una Geisha (2005). La cinta de Rob Marshall se ha ganado una mención a pulso. Ganadora de un Óscar, un BAFTA y un premio Satellite, se ha convertido en motivo de estudio y de charla entre el gremio. La responsable, la ya mencionada Colleen Atwood. Se habló, se habla y se hablará de ella hasta desgastarla, y aún así su delicadeza y preciosismo seguirán intactos siempre.



Nosferatu, eine Symphonie des Grauens

F.W. Murnau. 1922


#61ssiff SAN SEBASTIĂ N DONOSTIA

#61zinemaldia #61sansebastianfes


Festival de San Sebastián 2013. Nueve anotaciones cinéfilas por Miguel Muñoz fotos de Carmen Lucas-Torres Ocho días y 41 películas dieron para muchos descubrimientos. El de un panorama de enorme riqueza asomando en el cine latino, que este año se ha llevado la primera Concha de Oro para Venezuela con Pelo malo. El debut de un español, Fernando Franco, que respira autenticidad en su forma de contar el dolor. El acierto de un público que dio su nota más alta a la ternura de Kore-eda, uno de los veteranos más ilustres del festival. La grandeza de las historias de Lav Diaz, un filipino que acostumbra a hacer películas con duración mínima de seis horas. El nuevo director de moda, Denis Villeneuve. Varias sensaciones sobre la carrera hacia los Oscar. Apuntes sobre el cine español y francés que viene. Y también decepciones, algunas por partida doble bajo el nombre de Colin Firth. Así fue el paso de OriónMag por el Festival de San Sebastián.


Poder latino en Donosti Durante la ceremonia de entrega de premios se hizo significativa una ausencia: la de abucheos. A cada anuncio le siguieron aplausos y un murmullo general de aprobación, señal de que el jurado de esta edición, presidido por el cineasta independiente Todd Haynes, ha hecho bien su trabajo. Encontrar el equilibrio entre lo arriesgado y lo accesible sin caer en ningún extremo. Entre la concurrencia, eso sí, dominaba la sensación de que Pelo malo ganaría por su condición latina. Era el momento. Una de las fortalezas en la que San Sebastián ha querido trabajar en los últimos años es su condición de faro del cine en español que llega desde el otro lado del Atlántico. En esta edición, además, el jurado contaba con

dos actores latinos: el mexicano Diego Luna y la chilena Paulina García. Con todo, este pequeño favoritismo no ha disminuido la idea general de que Pelo malo ha hecho méritos propios. La ganadora de la Concha de Oro encaja muy bien en ese equilibrio entre lo arriesgado y lo accesible. Tiene lo suficiente de compleja y rica a la vez que resulta abarcable si se le regala un esfuerzo. Una película “pequeñita”, según la definió su propia directora, de grandes resonancias. Con un fuera de campo, mucho más valioso que el propio argumento, que habla de toda una sociedad. A Mariana Rondón le bastan pinceladitas para construirlo. Planos en los que enfoca un noticiario o unos murales para contar la presencia de una política y una religión polarizadas hasta lo absurdo.

El temor a la diferencia explicitado en la trama principal: el rechazo de una madre a su hijo, Junior, por su obsesión de alisarse el pelo. La amenaza de la violencia, trazada en la abuela de Junior, que alimenta la presunta homosexualidad del niño porque prefiere que sufra rechazo social a la posibilidad de que se meta en una banda y lo terminen matando. La superficialidad expresada en los concursos de belleza infantiles, a los que la mejor amiga de Junior es adicta. Pelo malo, por tanto, exige al espectador que ponga de su parte para comprender que cuando está hablando de una infancia sombría, opresiva y desesperanzada, está hablando de Venezuela. El mexicano Fernando Eimbcke redondeó la jornada de éxito latino con una Concha de Plata


La directora de Pelo malo recibiendo su premio y una imagen de la pelĂ­cula


al Mejor Director. Si bien Club sándwich juega en otra liga. Lejos de querer retratar a una sociedad, se conforma con utilizar apenas tres personajes, un tono ligero y un argumento mínimo (una madre y su hijo adolescente que pasan unos días de temporada baja en un hotel playero). Eimbcke aplica un estricto minimalismo que, no obstante, le termina pesando. Porque, pese a quince minutos finales de delicioso humor seco, se hace inevitable sospechar que Club sándwich tiene su origen en estirar una idea para un corto. La sección Perlas (recopilación de las mejores películas presentadas en otros festivales) trajo otra obra latina que debe mucho al Zinemaldia. La chilena Gloria, ganadora del premio Cine en Construcción de la edición pasada. Una distinción que permitió al director Sebastián Lelio terminar de financiar su película. Un año después, el resultado final se dejó querer: Gloria es una comedia muy refrescante sobre el amor a los cincuenta años que experimenta su protagonista homónima, interpretada por Paulina García (la misma que formó parte del jurado de este año). El papel le valió el Oso de Plata a la Mejor Actriz en Berlín. No es para menos. García da vida a una mujer tierna, extravagante y con un puntito de locura adolescente que hace difícil no quererla. Una especie de Diane Keaton a la chilena, pero con el añadido de una serie de desnudos integrales de enorme valentía.

El director Fernando Eimbcke, junto a los tres actores principales de Club sándwich


El placer de recibir un puñetazo (emocional) En una Sección Oficial más bien conservadora en cuanto a propuestas, La herida puso el toque de audacia. Fernando Franco, hasta ahora conocido por su trabajo como montador (No tengas miedo, Blancanieves, Alacrán enamorado...) firma una opera prima de enorme potencia visceral que le valió el Premio Especial del Jurado. Su cámara persigue con pulso firme a su protagonista Ana, una chica que sufre un trastorno límite de la personalidad sin saberlo. Cuajando, sin separarse jamás de ella, la tensa intimidad de una mujer extrema y su modo destructivo de relacionarse tanto con los demás como con ella misma.

mundo egoísta hunde más en su miseria a una chica con problemas, o la historia de cómo una chica está tan encerrada en sus propios problemas que es incapaz de dejarse querer por el mundo que la rodea.

Lo interesante es que Franco, con mucha inteligencia, evita repartir culpas. La herida desmenuza todo lo que rodea a la vida de Ana desde un prisma a la vez subjetivo y objetivo. Porque los planos siguen la mirada de Ana, pero a la vez es inevitable que el espectador la contemple como alguien ajeno. De este modo, Franco permite pensar a su público: si lo que ha visto es la historia de cómo un

Aunque Franco tiene mucho que agradecer al trabajo de Marian Álvarez, que se llevó una justísima Concha de Plata a la Mejor Actriz. Su actuación hipnotiza. Su forma de construir un personaje con esa autenticidad que vista en pantalla aparenta ser lo más fácil del mundo: con su voz rota, con su forma de mirar, con cada trazo de expresión corporal... La encarnación perfecta para la pobre Ana, tan

desquiciada. Con la que es imposible no encariñarse, no querer traspasar la pantalla y salvarla de su desgracia. A la vez que la película nos va explicando, con una dolorosa sensación de certeza, que no hay nadie que pueda salvarla más que ella misma. Es decir, La herida es de esas películas que te arruinan el día. La experiencia de compartir durante hora y media la verdad del sufrimiento. El masoquismo de ir al cine para recibir un puñetazo en el estómago. No podemos hacer otra cosa, por tanto, que recomendarla encarecidamente. Algo parecido debió pensar el jurado, que le concedió su Premio Especial.


Kore-eda, premio a un parroquiano habitual San Sebastián puede presumir de tener una serie de habituales de lujo entre su concurrencia. Cineastas del lustre de Oliver Stone, Terry Gilliam e Hirokazu Kore-eda no suelen fallar a la cita, tengan o no material que presentar a Sección Oficial. En esta edición, los tres estuvieron por allí. Stone presentando un nuevo montaje de Alejandro, y su serie documental La Historia no contada de Estados Unidos, y Gilliam en la sección Perlas con The Zero Theorem, su más difícil todavía de ese barroquismo existencialista que solo él sabe hacer. Pero quien salió con premio a su fidelidad fue Kore-eda, un “maldito” del Zinemaldia: ha presentado cuatro largos en la pelea por la Concha de Oro, hasta ahora sin éxito pese a ser uno de los favoritos de crítica y público del festival. After Life, la cinta que lanzó su carrera internacional, se fue de vacío en la edición de 1998, al igual que Hana en 2006 y Still Walking en 2008. Si la derrota de esta última ante la turca La caja de Pandora ya fue discutida, aún más polémica levantó que en 2011 Isaki Lacuesta se llevase la Palma de Oro por Los pasos dobles frente a Kiseki (Milagro). Esta vez fuera de la gran competición, Kore-eda acudió a Perlas con De tal padre, tal hijo, que salió de Cannes con el Premio del Jurado bajo el brazo. Y de San Sebastián se va galardonado por quien ha sido siempre su gran valedor en el Zinemaldia: el público, que lo colocó primero en las votaciones por encima de huesos tan duros como Gravity, Dallas Buyers Club (ambas carne de Oscar) o The Wind Rises (la nueva de Miyazaki). Un argumento para reivindicarle como gran retratista del Japón contemporáneo. La filmografía de Kore-eda ha ido virando cada vez más hacia las historias detrás de los visillos. Hacia los dilemas que asoman de un tema tan clásico como la familia. Sobre todo desde que el director decidiera inspirarse en la suya para escribir Still Walking. Al igual que sucedía en aquella, De tal padre, tal hijo juega con una de las sensaciones más maravillosas que puede dejar el cine: que las emociones son universales. Kore-eda tiene una mano única para situar al espectador en lo más profundo de la sociedad japonesa. Para sentarlo en el tatami y servirle sake como si fuera un invitado más. Pero a la vez, sus historias siempre hablan de algo capaz de involucrar a cualquiera que se asome. Sin importar de qué parte del mundo venga. De tal padre, tal hijo también da cuenta de la habilidad del nipón para plantear dilemas morales huyendo de todo discurso. El guión brota de una pregunta


imposible de ignorar: ¿qué hacer si descubres que tu hijo de seis años fue cambiado por otro al nacer y surge la posibilidad de volver a hacer el intercambio? Mientras cada uno elabora su propia respuesta, Kore-eda hace avanzar una trama agridulce, llena de autenticidad y rica en matices que va ahondando en el misterio de la paternidad. Si lo que convierte a un hombre en un padre son los lazos de sangre o el tiempo que pasa junto a su hijo. Y en general, en el misterio de la vida, abriendo otros temas como la fragilidad del éxito y el descubrimiento de los auténticos valores para finalmente dejar un poso tierno en la memoria. Merced a escenas como la secuencia de apertura que recorre los juguetes de los niños (correspondencia con los títulos de apertura de Matar a un ruiseñor) o el baño que uno de los protagonistas disfruta con sus hijos.


Denis Villeneuve, director de Enemigo, junto a la actriz Sarah Gadon

Denis Villeneuve está on fire Denis Villeneuve va erigiéndose como uno de los directores de moda. Dos años después de que la nominación al Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa a Incendies diera un empujón a su trayectoria, el realizador canadiense vuelve por partida doble. Sus nuevos trabajos, Enemigo y Prisioneros, fueron presentados en San Sebastián. Comparten, además de la presencia de Jake Gyllenhaal, la evidencia de que Villeneuve tiene algo que lo hace especial tras las cámaras.

Enemigo, su apuesta para la Sección Oficial, es la más arriesgada. Un filme de una rareza peculiar que se inspira en El hombre duplicado, de José Saramago: la historia en clave existencialista de un profesor que descubre que tiene un doble. Villeneuve la narra sirviéndose de una atmósfera tétrica (el skyline nublado de Toronto siempre amenazante e interiores claustrofóbicos) y guiños a Alfred Hitchcock y David Lynch. Del primero toma su forma de estructurar la intriga y, según él mismo admitió, su fijación por las rubias. Y del

segundo, su creación de ambientes oníricos y su forma de convertir a la película en un acertijo mediante un argumento que sirve sobre todo para dar pistas sobre el significado real de lo que vemos. Especialmente por lo desconcertante de su final y su principio puesto en relación, Enemigo dará lugar a numerosas teorías, lo que la condena a una fuerte división de opiniones entre sus espectadores. Aunque tiene dos virtudes difíciles de negar: la solvencia de Gyllenhaal en su doble interpretación, y el buen hacer en la dirección de


Villeneuve. El canadiense se luce mediante movimientos de cámara con ángulos retorcidos, composiciones enrevesadas y una fotografía oscura y barroca que lo convertían en un firme candidato a la Concha de Plata. Lástima que la vorágine latina le dejara fuera del palmarés. Prisioneros se presentó fuera de concurso como aperitivo al Premio Donostia de Hugh Jackman, la celebrity que más pasiones ha levantado en esta edición. Resulta difícil no querer al australiano cuando saca al gentleman moderno que hay en él y se arranca con comentarios con chispa, sonrisas y anécdotas. Por ejemplo, contó que pudo dar una vuelta en bicicleta por la ciudad sin ningún problema: “He descubierto que el truco para que nadie se fije en ti en España es levantarte temprano. Entre los pocos que había por la calle me crucé con un grupo de universitarios con cervezas tirados en el césped, que me miraron como diciendo ‘¿qué hará este tío en bici a las ocho de la mañana?’”. La presencia del australiano en Prisioneros da fe de la capacidad que Villeneuve está logrando para alternar entre producciones más libres como Enemigo y productos comerciales como este. Lo que no quiere decir que desaparezca el estilo del director. Simplemente, queda canalizado hacia las convenciones que impone filmar un thriller de manual. Que aún así le permiten dar rienda suelta a su creación de ambientes oscuros y su modo de indagar en los miedos de sus personajes. Aquí, el de Jackman abre una cuestión moral (hasta dónde eres capaz de llegar cuando uno de tus seres queridos está en peligro) que resulta de lo más interesante en un desarrollo que atrapa, pese a caer en algunos lugares comunes.

fotograma de Enemigo


Que alguien le dé un toque a Colin Firth Una de dos: o Colin Firth ha perdido el criterio, o una vez ganado el Oscar ya está de vuelta de todo. Tras un 2012 fallido, dio la casualidad de que las dos apuestas del británico para este año se encontraron en la Sección Oficial del Zinemaldia. Y, aún más casualidad, ambas se convirtieron en las mayores decepciones. Van demasiadas malas decisiones consecutivas para uno de los mejores actores que se encuentran en activo. Si por alguna casualidad el británico aprende español y lee OriónMag, le aconsejamos que cambie de agente con urgencia. Un largo viaje (The Railway Man), una historia sobre las heridas sin cerrar de un veterano de la Segunda Guerra Mundial, no pasa de ser un drama bélico plagado de lugares comunes, personajes acartonados, explicaciones demasiado subrayadas, una subtrama de amor con Nicole Kidman que termina por no llevar a ninguna parte, y una dirección solo correcta. Es decir, un aprobado raspado que queda por debajo de las expectativas. Con todo, lo mejor del filme es el propio Firth, que aguanta un papel protagonista desde la contención y la fuerza de las miradas. En Condenados (Devil’s Knot), ni eso. El grito de “¡telefilme!” que siguió a su proyección de prensa y los posteriores comentarios ácidos dieron cuenta del mal momento que vive el que, a priori, era el más jugoso de los realizadores que competían por la Concha de Oro: Atom Egoyan. O quizá un doble que, imitando a Jake Gyllehaal en Enemigo, suplantase su identidad, rodase en su lugar la película y fuese a San Sebastían a defenderla en solitario (ni sus actores ni su equipo técnico estuvieron con él en la rueda de prensa). Cuesta creer que un director con un universo fílmico tan personal y tan rico como el canadiense haya podido estampar su nombre en un producto que cae en los peores defectos del docudrama de sábado a la hora de la siesta. Protagonistas vacíos, una trama simplona de asesinatos, juicios y falsos culpables, y algunos momentos de sentimentalismo de baratillo provocan el naufragio total. Por no hablar de sonrojantes líneas de guión, como el argumento que esgrime el fiscal para condenar por el asesinato que abre la película a los tres “chicos raros” del pueblo: no hay nada malo en vestir de negro, ni en escuchar heavy metal, ni en leer libros de ocultismo. Pero, ojo, ya si pones las tres cosas juntas...



“Ici on parle français” Entre la Sección Oficial y las Perlas, San Sebastián ha reunido este año las nuevas obras de cinco autores franceses de prestigio, que forman un compendio bastante completo de varias generaciones del cine galo. En la pelea por la Concha de Oro estuvieron dos veteranos: Bertrand Tavernier y François Dupeyron. El primero salió bien parado con Quai d’Orsay, una comedia política con doble lectura. Por un lado, se trata de una caricatura de Dominique de Villepin y sus excentricidades en el ministerio de Exteriores galo. Pero a la vez es un elogio a su oposición a la guerra de Irak y su fijación contra los neocons. Su ritmo frenético y sus diálogos chispeantes le valieron el Premio al Mejor Guión, aunque no es lo único que hace descacharrante a Quai d’Orsay. También ayuda un estilo visual que remite al cómic en el que está basado, con planos fugaces adaptando la agilidad de las viñetas y la recurrencia a gags hiperbólicos, como la manera que tiene su protagonista de atravesar los despachos haciendo que todos los papeles vuelen a su paso. Y, sobre todo, un reparto en estado de gracia liderado por Thierry Lhermitte (estaba en las quinielas para la Concha de Plata al Mejor Actor), que da una lección de cómo ser cómico pretendiendo no parecerlo. Todo ello le valió, además, el FIPRESCI (premio de la crítica) de esta edición. Dupeyron, el mismo que levantó la Concha de Oro en 1999 con ¿Qué es la vida?, no convenció con Mon âme par toi guérie, sobre un hombre que huye del don que ha recibido para sanar hasta que se ve involucrado en un accidente. No convenció ni su guión disperso, que abre demasiados frentes para luego dejarlos sin resolver, ni una realización que patina con malas elecciones en la banda sonora o abusos de los planos a contraluz. Tampoco levantaron pasiones los hermanos Larrieu, que mostraron El amor es un crimen perfecto en Perlas. Una extraña mezcla entre thriller, comedia y cine surrealista que termina cayendo víctima de esa indefinición. A veces, jugar con el desconcierto no da buen resultado. Jean-Pierre Jeunet clausuró la Sección Oficial con el estreno mundial de El extraordinario viaje de T. S. Spivet, resultado de mezclar el “encanto Amélie” con el Medio Oeste Norteamericano y una versión infantil de Sheldon Cooper de protagonista-niño prodigio que atraviesa medio país para presentar su invento ante la comunidad científica. Si a la reunión de extravagancias se le añade la presencia de Helena Bonham Carter, se adivina algo jugoso. Y, aunque Jeunet empieza a repetirse, sigue siendo un placer volver a visitar su universo de colo-


res Polaroid. Nadie le puede negar la mano para trazar personajes que se definen con un par de rarezas, ni esa magia de cuento que flota en su cine. Si uno pertenece a ese grupo social que aún está enamorado de Amélie, tiene las sonrisas aseguradas. Al menos en las dos primeras películas que hay en ella (el costumbrismo estilizado de una familia en un rancho de Montana, y el viaje como polizón de tren del niño), ya que en la tercera baja el listón. Por último, una de Perla que hace honor a la denominación aterrizó en San Sebastián tras concursar en Cannes. Jeune et jolie, lo nuevo de François Ozon, constata que el anterior ganador de la Concha de Oro por En la casa está en plena forma. De nuevo, demuestra una capacidad única para hipnotizar al espectador situándole ante temas espinosos con la libertad que le da el no juzgar a sus personajes. En este caso, su cámara desnuda (metafórica y literalmente) de una menor que decide dedicarse a la prostitución de lujo (las referencias a Belle de jour son inevitables) y husmea en su intimidad, componiendo un inteligente paralelismo entre el descubrimiento del sexo (de la mano del desencanto adolescente ante el amor) y las cuatro estaciones en las que estructura la narración. Pero, ante todo, Jeune et jolie es la obra de un director enamorado de su actriz principal, Marine Vacth. Imposible sacarle más jugo a su belleza.


Aquí huele a Oscar Hay títulos que parece que ya lleven la leyenda de “Nominada a los Oscar” mucho antes de que se anuncien los premios. Por tocar fibras sensibles, por alcanzar niveles técnicos nunca vistos, o por intérpretes que se dejan cuerpo y alma en su personaje. Los tres casos, por lo general, suelen derivar en otro que ayuda mucho a entrar en la carrera por las estatuillas: el de taquillazo para todos los públicos. La sección Perlas trajo un ejemplo de cada uno. La fibra sensible la aportó Fruitvale Station, que trae además dos argumentos muy potentes. La moda en los últimos años de colar una ganadora de Sundance entre las nominadas a Mejor Película, y lo que podríamos llamar el “Aval Oprah Winfrey al Cine Contra la Discriminación”. En su primer largo, el director Ryan Coogler se revela como una versión dulce de Spike Lee. Porque su forma de criticar la violencia policial contra los afroamericanos consiste en contraponer la calidad humana de su protagonista frente a la brutalidad sin sentido. Coogler reconstruye las últimas 24 horas de vida de Oscar Grant (el personaje es real), un joven negro que fue asesinado por la policía en la mañana de Año Nuevo de 2009. El desenlace fatal queda anunciado desde el principio. Así que, frente a este hándicap, el filme opta por el canto a la vitalidad y la familia como una cotidianidad cuya alteración va anunciando mediante planos de trenes reconvertidos en memento mori. Y consigue su propósito: el superponer este elemento de tragedia anunciada a tareas tan rutinarias como una compra en el supermercado hace de Fruitvale Station una película que se ve con intensidad. De la parte de romper un techo técnico se encargó Gravity. Alfonso Cuarón ha parido una cinta con vocación de escribir una página en la Historia del cine. Una cinta fruto de la obsesión del mexicano por querer ir un paso por delante de todo, por contar algo que hasta entonces había sido imposible contar. Tardó cuatro años en desarrollar la tecnología necesaria para filmar con realismo científico el movimiento de un astronauta a la deriva en el espacio, pero lo ha conseguido. Y de ahí surge el argumento básico. Sandra Bullock de astronauta a la deriva aguantando todo el peso la trama, George Clooney para aportar un pequeño contrapunto cómico, y el resto es, literalmente, dejarse llevar. Sentir la misma deriva que ellos, con la misma intensidad, en cada fibra del cuerpo. De esta tecnología punta combinada con el mimo en el resto de apartados salen 90 minutos de emoción pura. Gravity viene a demostrar que los avances tecnológicos, los efectos visuales y el 3D (que alcanza una nueva cumbre) solo cobran su verdadero sentido si están al servicio de esa emoción. Los aplausos masivos que cosechó tras su pase de prensa y su potente primer asalto a las salas dan cuenta de que se han hecho las cosas bien. A primera vista, parece que estamos ante la gran rival de 15 años de esclavitud en la pelea por los Oscar. Y que tenemos a otro posible caballo ganador en Sandra Bullock, que ha firmado el papel de su vida.


Puestos a apostar fuerte por un actor, Matthew McConaughey resulta otra gran opción. El texano ya venía avisando con papeles como los de Killer Joe o Mud del giro que había tomado su carrera. Dallas Buyers Club sirve de confirmación: el guaperas que lucía palmito con nuestra Pe en Sahara se ha convertido en uno de los mejores actores de su generación. Como mínimo, se espera la nominación al Oscar al Mejor Actor para un papel con transformación corporal incluida, algo muy del gusto de la Academia. Precisamente, gran parte del renacimiento de McConaughey consiste en el detalle con el que está trabajando la composición física de sus personajes. Ha perdido cerca de 15 kilos para interpretar a Ron Woodruff, el activista enfermo de SIDA en cuya historia real se basa Dallas Buyers Club. Pero además del adelgazamiento extremo, hay otros detalles que hacen hipnótica la encarnación: cada gesto de chulo de rodeo, cada sílaba con acento sureño y la humanidad que se va descubriendo en sus ojos. McConaughey ha hecho nacer a un personaje que tiene tanto de pintoresco como de fascinante.


Un Shakespeare en tagalo El último día de festival, un sábado a las diez de la mañana, alrededor de una veintena de valientes se atrevieron con una sesión de cinco horas de cine filipino. Lav Diaz presentó ante la prensa una doble sesión con el prólogo de su nuevo proyecto, The Great Desaparecido, y su última película finalizada: Norte, el fin de la Historia. El hambre de cine tuvo recompensa. Para los que lo descubrieron por primera vez, Diaz se reveló como un narrador inmenso. Un director con la ambición de convertir a sus obras en la gran crónica de la Filipinas moderna, que no tiene miedo de tomarse su tiempo (hasta Norte, todos sus largos rebasaban las seis horas de metraje) y de apostar por formas radicales: rueda siempre a base de largos planos fijos, sin música extradiegética, suele emplear el blanco y negro y sus historias abarcan periodos muy amplios de tiempo real. Norte dura cerca de cuatro horas y media, y merece la pena por todos y cada uno de sus minutos. Con el mismo tono solemne de las tragedias de Shakespeare y su misma indagación en lo más profundo del ser humano, su desarrollo sigue durante años la vida de dos hombres, sus tormentos y sus tribulaciones morales. El primero, un joven de ideas políticas radicales que comete un asesinato. El segundo, un pacífico padre de familia que es acusado y encarcelado injustamente por el asesinato del primero. Diaz intercala sus historias y rueda sin prisa sus rutinas, sus conversaciones, sus modos de vivir la vida. Convirtiendo cada encuadre en un baño de humanidad. Aunque Norte se componga de historias privadas, da cuenta de la mayor obsesión de Diaz: la política de su país, que se hace presente mediante críticas implícitas al sistema judicial, a las desigualdades sociales y a las semillas de violencia que han dejado las dictaduras y revoluciones. Lo que no quita que al director le salga una vena lírica cuando filma los paisajes y los colores filipinos. Es decir, que tiene el privilegio de hacerlo todo bien. De contar historias, de pintar paisajes, y de firmar crónicas sociales.



Tres aproximaciones a la España negra Lo que llamamos la “España negra” resulta una parte importantísima de nuestra identidad cultural. Entendida en su doble sentido: la España oscura y violenta que evocan los cuadros de Goya, y la España decadente e ignorante a la que la Generación del 98 quiso combatir. Aunque quizá este doble sentido desemboque en lo mismo y los monstruos de la primera no sean más que el reflejo del sueño de la razón que sufre la segunda. En cualquier caso, esta vertiente negra sigue marcando nuestra obra cultural, como pudimos comprobar en varias de las películas españolas presentadas en San Sebastián. Primero con Las brujas de Zugarramurdi. No

solo el título ya hace obvia su conexión con el tema. El propio Álex de la Iglesia ha hecho crecer gran parte de su mundo artístico en esa España negra de leyendas ancestrales. Casi siempre en clave de humor desmadrado, y solo una vez, con Balada triste de trompeta, poniéndose serio. Irse a rodar a un espacio tan mítico como la localidad navarra donde quedaron documentadas varias quemas de brujas parecía un paso lógico en su carrera. Lo extraño es que cuando la película termina virando hacia los aquelarres y asuntos satánicos, pierde todo su fuelle. Mientras que se mueve en sus mayores niveles de hilaridad justo en lo opuesto a parajes tan remotos: en una secuencia de apertura en la Puerta del Sol, kilómetro cero español, donde la España decadente queda reflejada ya no en


la bruma de las tradiciones de brujería, sino en un surtido de perdedores, enfundados en trajes de Mickey Mouse, o víctimas de la pensión compensatoria. En Caníbal, la idea de España negra aparece de forma más abstracta, flotando en la bruma sombría que la impregna. Algo sugerida en la fuerte presencia que tiene la religión en la vida de su protagonista, Carlos, un asesino de mujeres con la costumbre de comerse a sus víctimas hasta que se enamora de la hermana de una de ellas. Y a la vez, un devoto de la Semana Santa, un elemento del guión que permite juegos macabros con el sacramento de la eucaristía y los cuerpos más profanos que Carlos cocina. La negrura baña a un telón de fondo (Granada y Sierra Nevada) al que se suele asociar con sentimientos más alegres. Esa negrura de Caníbal no puede ser de otra forma, porque se trata de una película que bucea en el corazón del mal, en el alma irracional de una especie de Saturno devorador, una versión del diablo con la mirada gélida de Antonio de la Torre. La negrura tiene lugar en España, pero España no es más que un escenario cualquiera desde el que el director Manuel Martín-Cuenca intenta la pirueta más ambiciosa. Hacer que su público sienta empatía con el diablo, porque a este diablo se le concede el don más humano: la capacidad de enamorarse.


Vivir es fácil con los ojos cerrados no tiene, a primera vista, demasiada relación con la España negra. Al contrario, lo nuevo de David Trueba recuerda mucho más a un cuadro de Sorolla con paisajes costeros y los colores vivos de Almería. El lugar al que acude de viaje un profesor llamado Antonio (Javier Cámara), acompañado por los dos adolescentes a los que recoge en el camino, para intentar conocer a John Lennon mientras rueda How I Won the War en el sureste andaluz. Hay mucho en ella de “película anticrisis”: la simpática historia de Antonio (que además está basada en hechos reales), su tono de neorrealismo italiano mezclado con road-movie, las consignas vitales positivas que lanza el guión, y en general sus intenciones no ocultas de arrebatar las sonrisas. Pero aún así, la España negra está presente en Vivir es fácil con los ojos cerrados. En fuera de campo. En esa amenaza latente que supone el contexto histórico, la España de los 60. En la ignorancia y opresión a la que aborrece Antonio: los grises, los curas que pegan con reglas y los brazos derechos en alto. Incluso se hace explícita mediante un personaje que la simboliza, el parroquiano paleto que pega al adolescente por llevar el pelo largo. Frente a esta España negra, y puede que en un paralelismo con la situación actual, Trueba proclama su esperanza en el futuro de los que tienen ganas de vivir.




Paths Of Glory

Stanley Kubrick. 1957


RICHARD M. NIXON MAKING OFF


Si nos ponemos a hablar de cine y política no podemos obviar esta parte. Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos de América durante una legislatura y parte de otra, más conocido por ser el enemigo número 1 de John F. Kennedy en su carrera a la presidencia y por ser causa y causante (junto a otros) del escándalo Watergate. Pero más conocido es aún en el mundo del celulóide, quizá fue la figura política que más ha sido tratada por el cine, o al menos una de las que más guiones ha provocado en la era moderna del cine. Su controversia y su misteriosa personalidad, impropia de un presidente, le han llevado a ser tratado por muchos como villano y víctima, y eso queridos señores, es carne de cañón para cualquier guionista o director que se precie. Su historia, o parte de ella, fue llevada al cine por grandes directores como Oliver Stone, Alan J. Pakula o Ron Howard. Algunos retratos son tan extraños como lo fue el propio Nixon; tanto el film de Stone como el de Howard consiguen que por momentos lleguemos a sentir pena, incluso aprecio por la figura del ex-presidente, hasta me aventuraría a decir que podemos llegar a pensar por momentos en su inocencia, sobre todo en el relato de Oliver Stone. Hoy os desgranamos esas historias aquí, y en pequeñas monodosis para que no os resulte muy tedioso.



1. Todos los hombres del presidente (All The President’s Men). 1976. Director: Alan J. Pakula. Pakula presenta a los dos periodistas del periódico The Washington Post, Bob Woodward (Robert Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman) en su investigación sobre los acontecimientos en el cuartel general del Partido Demócrata. Basada en el libro homónimo de Woodward y Bernstein publicado en 1974, la película no se limita a narrar los eventos políticos acaecidos durante el Escándalo Watergate, sinó también a retratar las decisiones periodísticas que se producen entre los jefes y los reporteros del Washington Post. Su forma de narrar la historia entre la acción y la pausa y la incertidumbre del investigador le han merecido 4 premios Oscar. Reparto: Robert Redford, Dustin Hoffman, Jack Warden, Jason Robards, Martin Balsam, Hal Holbrook, Jane Alexander.



2. Nixon (Nixon). 1995 Director: Oliver Stone Es, sin lugar a dudas, el mejor retrato del 37º Presidente de los Estados Unidos. La dirección correcta de Oliver Stone va acompañada de un implacable Anthony Hopkins, que consigue tranformarse en el mismísimo Richard M. Nixon que hemos visto tantas y tantas veces en las fotos. La película narra la vida de Nixon desde su niñez, su ascenso al poder y su dimisión por el Watergate, dejando entrever teorías sobre escándalos más graves como los que tienen que ver con la muerte de John F. Kennedy. Para los amantes del cine político, esta es una pieza indispensable. Reparto: Anthony Hopkins, Joan Allen, James Woods, J. T. Walsh, John Diehl, Paul Sorvino, Ed Harris, Bob Hoskins.



3. El desafío Frost contra Nixon (Frost/Nixon). 2008 Director: Ron Howard La película de Howard se centra en la figura del periodísta británico David Frost (Michael Sheen), aunque en ella podemos ver a Frank Langella en el papel del presidente, pero, y a pesar de que su interpretación es correctísima, su acercamiento a la figura del presidente queda aún muy alejada de la que consiguió Hopkins en su día. En la película se cuenta la historia del periodísta Frost en su afán por desenmascarar a Nixon cuando este ya se había retirado de la vida política, consiguiendo que confesase en televisión todo el escándalo Watergate. La entrevista sigue siendo un precedente periodístico que todos recuerdan. Merece la pena verla por la actuación de un Sheen poco acostumbrado a estos papeles tan “serios” y por los momentos íntimos de las entrevistas que hacen que el espectador se sienta metido en la historia. Reparto: Frank Langella, Michael Sheen, Sam Rockwell, Kevin Bacon, Oliver Platt, Rebecca Hall, Matthew Macdafyen.



Otto e mezzo

Federico Fellini. 1963


SO NO RI CA MEETING


por El Genio de Morricone Música y cine. Parecían estar destinados al matrimonio perfecto, algo necesario. Desde sus comienzos, el cine ha necesitado la ayuda de a música para dotar de color a sus imágenes, para aportarles vida, para despertar las sensaciones que duermen tras el frío y solitario fotograma. La música ha sido siempre un conductor de sentidos, un aporte necesario a la vida. Se podrá recordar, quizá, la primera partitura que el hombre haya escrito, pero no la primera vez que el hombre ha cantado. La música, la unión armónica del sonido, tiene tanta historia que sería imposible alcanzar el principio de la misma. Si la música es, entonces, generadora de sensaciones, el cine es su médula. En un asalto imaginativo desbordante, he visualizado un cuerpo perfecto, en donde el cine sostenía la estructura, era su esqueleto, mientras la música empujaba, con músculo y sangre, la pulida estructura creativa del cine. El cine, al igual que la música, es capaz de evocar recuerdos, de crear situaciones extravagantes, románticas, graciosas, horribles y dolorosas. El cine es capaz de todo eso, pero no consigue expresarlo sin un hilo conductor. Imaginemos una situación. Sobre la pantalla aparecen tres muchachos en la playa, de noche. Están en el agua, con sus cuerpos flotando bajo el oscuro manto de la noche, se levantan y se vuelven hacia la orilla, en tierra, una ciudad medio en ruinas y con lenguas de humo los observa ellos

bandonan el agua hacia la ciudad. ¿Que estamos viendo? ¿Una aventura futurista? ¿Un mundo post-apocalíptico? ¿Una guerra? Quizá eso último se ajuste más a la escena en si. Acabamos de describir, queridos lectores, una de as escenas clave de la película Waltz With Bashir, una película con una de las mejores bandas sonoras que hayamos encontrado. Los silencios están presentes cuando se requiere el silencio, el ruido cuando se requiere ruido y la suave sonoridad musical cuando es necesario destacar algo al espectador, cuando se avisa del peligro o del dolor. Estamos ante una increíble película de Ari Folman, aclamada en Cannes, despreciada en los Óscar y adorada por nosotros. Un retrato animado y duro, la película desprende dureza hasta en lo que no muestra, y lo que se intuye es todavía peor. Pero además, a la capacidad narrativa de Folman, tenemos que añadirle la capacidad transmisora de Max Richter, el responsable de la banda sonora, un compositor alemán que dará mucho que hablar en el futuro, aunque ya empieza a ser parte de la gran escuela. Uno de los motivos por los que recuerdo esa escena con total nitidez es precisamente por eso. Estamos ante una banda sonora que te invita a recordar todo lo que estás viendo en la pantalla en ese momento, una razón de acordes perfectos que te invitan a ver, a imaginar a recordar e incluso a emocionarte si se diera el caso. La canción conductora de la película es precisamente esa:


“Haunted Ocean”, una canción que tiene hasta cinco versiones diferentes que se usan en función de las necesidades narrativas de Folman. Y ese es también uno de los motivos por los que vemos cine, por los que devoramos la pantalla a veces. En nuestro archivo mental de recuerdos, se almacenan quilos de bandas sonoras que recordar, grandes películas que lo son en parte por su capacidad de emocionar con la música, y los responsable de ellas, los grandes compositores, nos han dejado a nosotros, humilde púbico, uno de los recuerdos más valiosos de esta vida: la imagen, bella, dotada de emoción. Y no estamos hablando del simple hecho de seleccionar música para una película, no es la simple elección azarosa de música. Hablamos de algo más, de la creación de algo más. Por eso vamos a hacer un viaje, un pequeño paseo por el almacén musical del cine, buscando las que nosotros consideramos grandes bandas sonoras y a sus creadores. Desde lo más vanguardista a lo más clásico, repasaremos la furia, la calma, la potencia y el sosiego sonoros del cine. Y para empezar, que mejor que coger a una de las ahora grandes figuras de la música, Hans Zimmer, con un historial que podría provocar vértigo, es uno de los más aclamados por profesionales y público, capaz de provocar la tempestad y la potencia, pero también hábil a la hora de encontrar el tono épico y sosegado, propio de los héroes, de su presentación en escena como tales. Ha sido siempre capaz de innovar, aún cuando parecía que se le acababan las ideas, este muchacho aparecía con un sonido nuevo, algo que incluía en medio de una canción y que te desmontaba por completo todos tus esquemas en cuanto a la música y el cine. Culpa suya son algunas de as mejores bandas sonoras que se recuerdan: Black Hawk Down, Pearl Harbor, Gladiator, Inception, Batman de Christopher Nolan, El Rey León... El hombre le ha puesto música a casi todo y no le queda nada por ganar, gran amigo de Nolan, responsable de que la saga de Piratas del Caribe no sea tan cansina, el mismo culpable que hizo que todos nosotros, generación Disney, cantemos como si fuésemos viejos de una tribu africana... Todo. Lo peor es que su listado de composiciones no para de crecer. Ganador de un Óscar, al menos 4 premios BAFTA, dos Globos de Oro, un Tony, dos Grammy y un sinfín de galardones que ningún sentido tendría enumerar aquí.


Max Richter


John Williams


Pero si hablamos de los maestros, no podemos obviar a John Williams, el es responsable de la gran mayoría de las bandas sonoras de los que podemos considerar clásicos del cine moderno: Tiburón, Superman o la saga Star Wars fueron en su día responsabilidad suya, y a día de hoy es difícil haber dirigido tantas sagas como el, Indiana Jones y Harry Potter se sumaron después, y en un alarde de amistad con Spielberg, puede presumir de haber compuesto cuatro de las bandas sonoras de sus últimas producciones, entre las que destaca la de Munich, y leyendo sobre el tema, la siguiente frase: bien cierto es que los compositores superan con mucho a los directores de cine, ahí os dejamos el mensaje. Como la lista es muy larga y queremos mencionar al menos algo de casi todos, vamos a cortar por lo sano y hacer un repaso a vuelo raso. Vangelis, una persona grata para todo aquel amante del cine de ficción, compositor de la banda sonora de Blade Runner, destaca también por otras obras como la banda sonora de Carros de Fuego o 1492: La conquista del paraíso; todo un genio sacado de la mismísima Grecia (si, esa cuna de sabiduría que hoy se derrumba sola). Alexander Desplat destaca también entre otros, por su trabajo para El Velo Pintado, mientras que Pascal Gaigne, menos ortodoxo tiene grandes piezas para la parte sonora de Azul oscuro casi negro. Otros clásicos imprescindibles: Michael Nyman y su trabajo en Gattaca, un adorno preciosista a una ya de por si preciosista películas, música perfecta para la fábrica de hombres perfectos. Y no podemos olvidarnos de Philip Glass, aquel que nos acompañó mientras soñábamos y temíamos en El Show de Truman. Entre otros clásicos, los grandes que ya nos han abandonado: Ennio Morricone, con grandes, enorme composiciones para la memoria; el maestro Mancini, Maurice Jarre, Thomas Newman y otros grandes que permanecerán siempre en nuestras memorias gracias a sus perfectas aportaciones musicales a la humanidad, la cual nunca será capaz de agradecérselo todo lo que quizá merezcan. Grandes promesas vienen ahora a ocupar su lugar, entre ellos, el ya mencionado Max Richter, que se va abriendo camino poco a poco en el mundo del cine, así como Nathan Johnson, quien a pesar de haber ganado fama, ya ha demostrado sus tablas con la banda sonora de Looper, aunque no debemos de dejar de poner el ojo sobre otros como Jon Hopkins, que además de componer numerosas bandas sonoras de una enorme calidad, sacan sus propios discos con los que están alcanzando más éxito, algo no habitual entre estos genios musicales..


Ennio Morricone

Ah! Y otro que nos quedaba por mencionar, a priori no tan reconocible porque podemos encasillarlo más bien en el apartado de músicos al uso. Saca discos cada dos años, más o menos, hace giras... Pero también es responsable de que nos guste más Paris después de musicar Amelie, o de que un documental sea algo más que eso que ponen en la sobremesa para la siesta, como hizo con la música de Tabarly. Estámos hablando del inimitable Yann Tiersen, con aires de chico pop y un poco desaliñado a veces. Una estrella pero disimulada, tímida, entre las grandes figuras de la música del cine en la actualidad. Es inmensa e inabarcable la cantidad de compositores y bandas sonoras que se van creando día a día, y más aún seleccionarlas bajo un criterio único y que pueda satisfacer a todo el mundo, por eso nosotros hemos hecho la nuestra, y a continuación, os la contamos.


LA BANDA SONORA DE NUESTRAS VIDAS


1. El Padrino. (1972). Compuesta por Nino Rota, Carlo Savina y cantada por Al Martino


2. American Beauty (1999). Compuesta por Thomas Newman

3. Amadeus (1984). Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio Salieri

4. Tibur贸n (1975). John Williams

5. Apocalypse Now (1979). Compuesta y seleccionada por Carmine Coppola


6. Singing In The Rain (1952). Compuesta por Nacio Herb Brown y escrita por Arthur Freed

7. Amelie (2001). Compuesta por Yann Tiersen

8. Pulp Fiction (1994). Seleccionada por Quentin Tarantino

9. Casablanca (1942). Compuesta y seleccionada por Max Steiner


10. Doctor Zhivago (1965). compuesta por Maurice Jarre



The Third Man

Carol Reed. 1949


LA PASIÓN DE CLINT por Arnold & Friends


Aunque no sea el primero (ni el último) de los actores hollywodienses que invaden el estrado para reclamar sus ideas, al menos si es el más activo en ese aspecto y, aparentemente, el más íntegro. Hablamos de Clint Eastwood, el político, porque si hablásemos de Clint el actor y director tendríamos que escribir una novela. Puede que la imagen que tengamos del actor político sea esa de Orson Welles interpretando al millonario Charles Foster Kane en su carrera para gobernador del Estado de Nueva York en su más que conocida “Citizen Kane”. Esa imagen sobre un estrado, gritando y gesticulando como si la vida le saliese por el mismo sitio que sus ideales. Pero podríamos aventurar que sus intenciones no eran las mismas que las de nuestro amado Clint. Eso, o el señor Eastwood nos está engañando a todos vilmente, algo que las malas lenguas no se preocupan en desmentir. Si en “Citizen Kane” encontramos a un hombre cuyas ideas se rigen por el afán e poder y dinero, en Clint Eastwood encontramos el contrapunto de la defensa de los valores del pueblo, aunque esto puede deberse a que no necesita más billetes porque ya le salen por las orejas.


Decía Rhys Ifans en su papel de Edward de Vere, Conde de Oxford (Anonymous, 2011): “Todo el arte es política, Jonson, sino sería simplemente decoración. Y todos los artistas tienen algo que decir, sino harían zapatos”. Esto se podría aplicar a rajatabla a la aventura política de Clint Eastwood. Tanto como artista como fuera de ese papel. Se conoce que Clint es republicano de conciencia, aunque no se lo podría decir directamente si no quieres que le entre la mala leche. En un principio se declaraba políticamente moderado, para pasar definirse como libertario. Después creó un nuevo término para si mismo “liberal de los derechos civiles”, pero como vio que esto no funcionaba y se lo tomaban en broma acabó dejándolo en que era un libertario, sin más. No podríamos decir entonces que sea de derechas o de izquierdas, el siempre dijo que nunca se consideró a si mismo en ninguno de ambos bandos. Esto me recordó irremediablemente a la frase de Un, dos, tres de Billy Wilder en donde Otto y Scarlett discutían sobre como criar a su hijo y Scarlett respondía con una frase tajante: “Cuando tenga 18 años dejaremos que decida que quiere ser, un capitalista o un comunista rico”. Sin duda el amigo Clint podría estar entre esa delgada diferencia. Aprovecho para regalar esta frase como argumento de defensa en vuestras discusiones políticas (si las hay). Sin embargo, dejando de lado todas nuestras especulaciones, Clint ha sido republicano de siempre, al menos desde que se tenga constancia de su actividad en el mundillo. Sin ir más lejos, en el año 1952 el susodicho se alistaba en las filas del Partido Republicano para mostrar su apoyo al candidato a la presidencia Dwight D. Eisenhower, y además apoyó las campañas presidenciales del, siempre controvertido, ex-presidente Richard Nixon, tanto en la de 1968 como en la de 1972. Y aquí apuntemos otro dato: la capacidad de movilización de las grandes estrellas del mundo del arte alrededor de una figura política es un elemento clave que puede inclinar la balanza, sin ir más lejos, el apoyo de artistas a las campañas presidenciales de Obama han sido cruciales desde el principio. ¡Ah! Y otra frase para el inventario. Si habéis visto Blow de Ted Demme os acordaréis de esta perlita: “Si conseguimos que famosos y artístas consuman nuestro producto lo podemos vender”. Bien, pues esto, que en el contexto de la película se aplicaba a la cocaína, también se puede aplicar a la políticas, mis queridos, ahí lo dejo. Sin embargo, volviendo a lo anterior, Clint criticó muy duramente a Nixon por su moral y la mala gestión de la Guerra de Vietnam tras el escándalo Watergate, algo que hirió y mucho su republicanismo, por lo que se ve, pero que no le hizo abandonar las filas de un partido que se volvía más rancio cada día.


Alguien me dijo que, si lo deseabas con mucha fuerza, Clint podría ser tu presidente y promover los bosques de gatitos monos sacados de internet, para después perseguirlos y ”aniquilar a esas sucias ratas”.


Pero suavicemos nuestro todo, no queremos hablar de la droga y su relación con los políticos. Volviendo a Clint Eastwood, os vamos a repasar un poco de su carrera hacia el estrado para que veamos de que pierna(s) cojea. Desde que empezó el largo y tedioso debate de las armas en Estados Unidos, que ya es viejo, Clint siempre se mostró a favor que estas estuviesen controladas y registradas, así lo afirmaba en 1973, con la frase: “No entiendo que necesidad tiene una persona normal de llevar consigo un arma de asalto”. No es textual pero venía a decir eso. Claro, si ponemos al lado la imagen de villano y pistolero que daba en la mayoría de sus películas, pues podríamos verter opiniones al respecto. Lo que está claro es que esta es una opinión que no cae muy bien en los Estados Unidos de América, sobre todo por las zonas sureñas, y más si cabe entre las filas del Partido Republicano, que, recordemos, saca la mayoría de sus votos de esos estados “sureños” pro-armas y con muchas ganas de dar guerra en el parlamento.

Clint el actor

Para hacer algo más activa y entretenida su actividad política, en 1986 se convirtió en alcalde de su localidad Camel-by-the-sea, en California. Un puesto por el que pasó sin pena ni gloria, una buena gestión, unas firmitas y ala, a seguir filmando. Otro puesto en el que si hizo más labor, al menos de cara a público y prensa, fue el puesto que ocupó en la California State Park and Recreation Comission, para la que fue elegido en el 2001 y reelegido en el 2004 por Schwarzenegger, otro que también encontró en el atractivo poder un fiel amigo. Durante su periodo en esta comisión bloqueó la construcción de un autopista y una carretera que invadían la playa de San Onofre, lo que provocó que en 2008 lo apartaran de la comisión, a el y a su compañero Bobby Shiver. Aquí ya podemos apreciar otra de sus cojeras: los recursos naturales. Siempre han estado en su punto de mira y su férrea defensa de los mismos es lo que le hizo llegar a ser portavoz de la Take Pride in America, una agencia del Departamento de Interior que aboga por asumir la responsabilidad sobre los recursos naturales e históricos del país.


Después ocupó su parte como marioneta propagandística. Desde su condición de republicano y figura pública, los muchachos del ala dura del congreso pensaron que sería buena idea de Clint Eastwood apoyara la carrera de John McCain en el año 2008, y así fue, aunque al salir Obama elegido presidente se posicionó a su favor, apoyándolo bajo la máxima de que ahora el era su presidente y le debía fidelidad y pleitesía, a modo de caballero medieval. Pero se ve que sus ideales republicanos fueron carcomiéndolo por dentro, porque dos años después empezó una campaña de críticas hacia Clint el alcalde el presidente con el pretexto de que lo había decepcionado totalmente. Así es como llegamos a 2012 y llega con el el circo. Clint muestra su apoyo desde el primer día al candidato a la presidencia Mitt Romney y durante la Comisión Republicana de 2012 montó el show de Clint y sus amigos: se puso a hablar con una silla vacía en la que figuraba estar Obama, al cual le hacía preguntas sobre todas las cosas que nunca llegó hacer. Falta de razón no tenía, aunque, querido amigo Clint, no estás en la edad de ser el mono de feria de nadie, ni siquiera de los republicanos, ni siquiera por tu amada patria, no. Y este queridos amigos, es el síntoma de que Harry el Sucio es republicano y ahora le empiezan a chochear los conceptos, aun manteniendo la integridad que lo caracteriza. Teniendo en cuenta su edad, que siga metido en esos saraos puede parecer imprudente, pero se ve que es un tío al que le gusta currar y lo hace, defendiendo lo que tenga que defender siempre que ello sea bajo el amparo y la bendición de sus ideas. Quizá, y de la misma forma, podemos aplicar a su vida política aquello que dijo de su carrera en el cine cuando le preguntaron si no estaba ya muy mayor para estas cosas: va a seguir haciendo películas mientras la gente se lo pida, y seguirá en política mientras la gente necesite que el siga ahí. Pues eso, podemos estar tranquilos amigos, sigue velando por los intereses del pueblo, pero esta vez lo hace en las grandes esferas, con voz firme, puño en alto y trajes caros. Resumiendo: Clint es un tio mayor, republicano y raro en su especie, a favor del control de las armas y defensor del medio ambiente y los recursos naturales. Clint, queridas y queridos, es el llanero solitario hasta las últimas consecuencias.



“Yes, London. You know, fish, chips, cup o’ tea, bad food, worse weather, Mary Poppins … London!” Dennis Farina as Cousin Avi. (1944 - 2013)


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