La historia de Pedro

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La historia de Pedro 'Representación sobre la Historia de Andalucía' Prólogo Esta pequeño relato lo escribí allá por los años ..., de cuya cifra no quiero acordarme. Soy mujer y aunque, no en demasía, algo coqueta. Seguro que con un poco de ingenio y ayuda de la memoria los podréis situar con facilidad. Realizaba por aquel entonces los estudios de Magisterio (Diplomada en Ciencias de la Educación por Filología Francesa, ¿a qué suena más fino y elegante?). Dejando bromas aparte, me tocó vivir la situación de los inicios de las llamadas Comunidades o sistema autonómico actual. Y, claro, en plena efervescencia del fenómeno político-social como de costumbre a los personajes y organismos oficiales correspondientes, disculpen la expresión, les cogió en bragas. De esta guisa, nos encontramos con una asignatura 'Didácticas de las Sociales', en la que teníamos que desarrollar nosotros mismos los talleres de Historia y Geografía de nuestra comunidad autonómica porque no existían como tales. En ellos, ideé esta representación para celebrar el tan discutido por su fecha día de Andalucía. Para ser sincera, me indujeron o, más bien, me vi en la palestra con la medio obligación de hacerlo puesto que mis compañeros dieron mi nombre a la profesora por las habilidades que se me presumían en la escritura e imaginación, especialmente mi querido Pedro. De ahí que el protagonista se llame como él, una venganza que me permití, ¡tendría que actuar!. Ese es el nacimiento de la La Historia de Pedro, recorrido, por otro lado superficial y rápido, a través de las culturas y pueblos que han pasado por esta tierra. Hecho en una o dos noches, con prisas y mucha ilusión de hablar de otras cosas del asunto que no las políticas, ya entonces bastante enmarañadas y pesadas. La primera vez, debido al poco tiempo disponible en fechas de exámenes, se representó sin memorizar el texto. Los diálogos con voz en off y mímica, música ambiente, juego de luces y la participación entusiasta de un grupo de alumnos de la XX promoción de la Escuela Universitaria de Magisterio “María Inmaculada” en Antequera. Unos cuántos años después, la segunda representación, en Palenciana, localidad cordobesa de mi familia, con la colaboración de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento, lo que supuso


un gran honor y reconocimiento personal, que aquí y ahora, les agradezco. En esta ocasión, los diálogos llevados a cabo por los actores, personas del pueblo, dieron una nueva perspectiva a su puesta en escena, no menos interesante que la primera. La rescaté para publicarla en seis post de mi blog, “Laaventuradeunreto.blogspot. com”, divididos según la aparición de algunos personajes de los pueblos más determinantes de nuestra cultura andaluza. Ahora, lanzo también a través de la plataforma que me ofrece la red, este formato digital. No espero grandes pretensiones, me conformo con que logre su objetivo de creación, acercar a muchos, de una manera creativa y lúdica, pequeñas y modestas pinceladas del impresionante bagaje cultural de la historia de nuestra tierra.

‘Andalucía, serena y blanca inmaculada, de verdes campos y frescura eterna, Andalucía, por emblema el ser universal, del sol amante y señora de la mar; con la calidez del sur por escudo, estandarte de orgullo es su bandera y en sus entrañas la semilla abierta de un canto para todo el mundo, ’


La historia de Pedro 'Representación sobre la Historia de Andalucía' Un muchacho, llamado Pedro, mañana tiene examen. Sentado en un sillón del salón, lee una enciclopedia sobre la Historia de Andalucía. No entiende porqué y se aburre. Poco a poco, le envuelve un soporífero duermevela y sucumbe al sueño. Luz tenue, tocan a la puerta. Despierta de forma repentina por el sonido insistente de la llamada. Mira a su alrededor, se halla en un lugar extraño, no lo reconoce. Camina hacia la puerta, no dejan de llamar, abre, comienzan a entrar gentes desconocidas y ataviadas con vestimentas no usuales para la época en la que vive. Atónito se aparta de ellos. Para él, es una incomprensible visión onírica, desconcertado, angustiado, camina sin rumbo, a un lado y otro de la habitación. Aquellos personajes, muy quietos, sólo le miran. PEDRO: VOZ :

PEDRO: VOZ:

¡¡¿Quiénes soy?!!, ¡¡¿no os conozco?!!, ¡¡¿de dónde venís?!!. (en off) La Humanidad ha de volver la vista a sus antepasados y orígenes para comprender su hoy, su presente. Tu, pobre joven, te encuentras pérdido ante una realidad que desconoces: la que ahora observas. Por ello, nos presentamos ante ti. Necesitas saber de tu pueblo, de tus ancestros, no sentir que el absurdo te rodea y te engulla la no identidad. Debes ser consciente que tu eres producto de una cadena, cuyos eslabones sucesivos han marcado con su impronta tu pequeña historia y la de tu gente. (Deambulando aturdido) Pero...¡¿quién eres?!, ¡¿qué queréis de mi?!. ¡¡¡Ten paciencia y calla!!! Para conocer, primero, has de saber guardar silencio, escuchar atento y, al final, comprenderás. Hasta este instante, has vivido en un mundo que para tu mente no iba más allá de tu limitado entorno. No sabías de tu historia y la Historia de todos. Acomódate con buena disposición hacia lo que veas y oigas, la función va a comenzar.

Pedro se queda solo y dubitativo en una esquina, el grupo se ha ido. De repente, aparece alguien con el rostro cubierto. - ¡¡Hola, Pedro!! Ante el inesperado saludo, se gira. Una aparición casi espectral, un personaje con túnica de seda blanca se sitúa frente a el. El joven, sorprendido aún,


- ¿por qué no te muestras con claridad?. Te escondes, acaso, ¿tienes algo que ocultar? - No, al contrario, tengo que contar y descubrir aún muchas cosas que de mi desconoces. Curioso, se acerca. Mientras el otro permanece quieto, impasible, en su cabeza un remolino de ideas danzan, intenta ubicar quién es el que habla, de dónde viene, qué es lo que quiere. Pedro, sacude todas las elucubraciones de su mente y con tono de voz, atenuado por la zozobra, apenas puede hablar, - y..., ¿ a qué, tu presencia velada? - Pueden ser varias las causas... - Responde directamente, no.... - ¡No seas impaciente, hombre!. Es fácil de explicar. Hace miles de años de mi existencia. Se adelanta lentamente y extiende su brazo sobre los hombros de Pedro. Pasean juntos. - El tiempo, las circunstancias históricas de cambios hacen perder la noción de épocas antiguas, lo añejo. - Sí. ¿pero, di al menos quién eres, cómo te llamas?. Se detienen y aquel personaje, pausado, lleva sus manos al velo y se lo quita. Le dirige una sonrisa complaciente, sus ojos de mirada profunda, se le antojan a Pedro, dos dagas clavadas en los propios suyos. - Me conocéis por Argoantonio, rey del pueblo Tartesso, en nombre de quien te hablo. Instantáneamente, un resorte de su memoria le evoca lo que ha oído sobre ellos. Se siente más cómodo y seguro. A borbotones, recuerda. - Ah, ya sé de vosotros..., tienes razón, todavía hoy ignoramos mucho de vuestra civilización..., poco sabemos .... ¡Cuenta de Tarsis, de su modo de vida y cultura!. Está inquieto, se agolpan sus emociones, su raciocinio hace rato le abandonó. Toda su atención se centra en la experiencia que vive, espera espectante. - Eramos un pueblo rico, descendientes de las primeras culturas de esta zona, - ¿¡ricos!?...y ¿¡trabajabais los metales preciosos!? - Sí, Pedro. La base de nuestra economía era la agricultura y la minería. E, incluso, cambiábamos nuestros productos por otros con distintos pueblos del Mediterráneo, origen del actual comercio. Aturdido por la información, deambula, no entiende. Imagina un pueblo inmensamente organizado. Argoantonio, le sigue con la mirada triste. Pedro se vuelve hacia él, en su cara una pregunta que le lanza, - ¿¡cómo es que teniendo una cultura tan desarrollada para vuestro tiempo desaparecisteis?, os envolvió la nada... - (con amargura) Claro, no es comprensible. Eramos gente pacífica y ante


el empuje de Cartago desaparecimos. - Es extraño para mi..., toda la Historia es un continuo cambio, un devenir de apariciones y desapariciones. Oscurece, se apaga la luz. Se enciende la luz, Pedro y Argoantonio sentados en el salón. Alguien aparece en la entrada quebrando el silencio creado entre los dos. - ¡Desde luego, Pedro, aún no entiendes nada!. Los cambios no son totales ni radicales, sino como tu bien has dicho un devenir, una transformación continua llena de enriquecimiento. - Tu, tu eres romano, ¡inconfundible con tu toga praetexta! - ¿Qué sabes del pueblo romano? Contento de empezar a reconocer a quien se presenta, se levanta. - ¡Cantidad de cosas!, se os estudia bastante, ¿¡sabes!?. Sé que sois uno de los sustratos culturales que más determináis nuestra forma de vida: nos cedisteis todo el amplio bagaje de la cultura latina, fundasteis las ciudades con calzadas y os debemos el trazado de las primeras carreteras. ¡Ah, y claro, vuestra lengua desde entonces madre de la nuestra!. - Cierto. Nos encontramos con una tierra rica y próspera a la que aportamos importantes conocimientos técnicos y culturales. ¡Fíjate hasta construimos un monte en Roma a base de jarrones de cerámica de esta tierra! - Y, nosotros, no nos limitamos a acoger pasivamente esos conocimientos sino que de aquí nacieron hombres tan relevantes para tu imperio como la familia Séneca, emperadores como Adriano y Trajano ...; aunque creo que en Andalucía ... Se interrumpe, no termina la frase porque el romano, enfadado y con un gesto seco, le hace callar. - ¡Andalucía!.... No, nosotros no conocimos ningún pueblo que llevara ese nombre. Disimula su desconcierto ante esta reacción, busca en su memoria, en aquel tiempo tenía otro nombre, recuerda, - Bueno..., hombre, la llamabais (dudando)... la..., la Bética, ¡eso, la Bética! - Así es, muy bien. De repente, a lo lejos se oyen sonidos de cornetas y estruendos de fuertes golpes, en tromba entran unos guerreros. Pedro se acongoja y , poco a poco, contrariado por tanto bullicio. - Pero, qué..,¿¡qué pasa!?. - Mi pueblo fue el que llamó a tu tierra 'Vandalusia'. El orgullo del tono del vándalo, impacta duramente en el romano que se dirige hacia el despectivo. - Las invasiones de bárbaros como éste resquebrajaron mi imperio. - Tienes razón, romano. Pero, tu caída no se debe a los nuestros, es por tus propios problemas internos.


Cansado ya y en un intento de apaciguar los ánimos de ambos, el joven interviene. - No me lieis, ahora, ¿quiénes sois vosotros?. - Somos vándalos, pertenezco a lo que gente, como este, han dado en denominar pueblos bárbaros. - ¿¡Estuvisteis en Andalucía!? - ¡Por supuesto!, aunque por tan corto período que apenas si nos dio para ponerle su nombre, sobre nosotros vencieron los visigodos. Visigodos, es extraño, Pedro intenta evocar algún recuerdo de ellos y en su cabeza se entremezclan con los romanos. No sabe muy bien, cree que se embebieron de la cultura de estos. Nota la llegada de otro personaje, sale de su embelesamiento y se dirige hacia él. - ¡¡Hombre!!, a ti te conozco más, ¿qué tienes tu que decir? - Soy Boabdil. Mi pueblo penetró al sur de la Península desde el norte de Africa. - Estuvisteis ocho siglos entre nosotros. - Un sabio médico de mi pueblo dijo una vez: ¨Andalucía ha conquistado siempre a sus conquistadores¨, y eso ocurrió con nosotros, nos conquistasteis. No tuve por menos que llorar al entregar las llaves de nuestra última ciudad. - ¿Quién fue ese sabio? - Averroes, muchacho. La actitud del rey de granada, de la dinastía nazarí, era de orgullo contenido, lo que alentó al vándalo para preguntarle. - ¿Por qué le quitasteis la 'V' al nombre dado por nosotros a esta tierra, Vandalusia?. No puede contenerse el romano ante esta irrupción y le espeta con tono ladino, - ¡muy gracioso!, pues por la misma razón que tu dejaste de llamarla La Bética. Furioso por el tono en que le habla, va con agresividad, se interpone entre ellos el árabe. - No, no, quietos. La explicación es de lenguaje, nuestra escritura aljamiada no posee la letra 'V'. Es la única razón de su eliminación. El semblante de Pedro se ilumina, sonríe, - Y le pusisteis vuestro artículo, Al ..., Al Andalus. Al romano le gusta y así lo hace saber, - Suena bien. El vándalo resabiado aún por la situación anterior replica, - Ni bien ni mal; simplemente un nombre como otro cualquiera. - De verás que eres bárbaro, contesta el romano, a lo que inmediatamente, airado y amenazante, grita, - ¡¡Oye!! Esta vez interrumpe el delicado momento, Argoantonio. El tartesso, que había permanecido largo tiempo en segundo plano, se adelanta. Todos se


vuelven a él mientras habla. - Bien, bien, sed pacíficos y guardad la compostura que más, que la fuerza, vale la cultura. - Anda, sí, si no va a parecer que le doy la razón en lo de bárbaro. Se separan y se produce un corto silencio. Pedro pasea pensativo y los demás le siguen sus pasos con la mirada. Le arranca de sus pensamientos, Boabdil. - ¿Qué piensas, dinos? - Precisamente, en tu pueblo, tan importante en la Península y, especialmente, en Andalucía, época de esplendor de los califatos de Córdoba y Granada. - Representamos un nuevo estilo de vida. En aquellos años, la romanización en la que os hallabais, os encuadraba dentro del espíritu occidental. - ¡Qué ruptura de estilo y esquema de vida debió ser! - Sin duda, en un principio, totalmente cierto. Sin embargo, Pedro, tu pueblo supo asimilar nuestra cultura y nosotros nos envolvimos con el ser de tu hermosa tierra. Y se produjo el parto de una nueva criatura, la cultura arábigo-andaluza, ¡la nuestra y la vuestra! Se oye un sonido seco y cae la luz. Oscuridad total. Poco a poco, la habitación en penumbra, aparecen iluminadas dos nuevas figuras, un hombre y una mujer. Ella con su doble cofia, la inferior de lienzo blanco grueso, la superior transparente, unidas con ornamentos de pedrería a su pecho por la cruz de Santiago. Viste saya ajustada, de amplias mangas, bordada completa con distintos motivos y en sus manos porta un pequeño libro. El con sus calzas y jubones bajo su capa forrada de armiños y martas. - Por fin, después de numerosas batallas, conseguimos vencer al pueblo árabe, el 2 de enero de 1942. - ¡Ay, Fernando, cuánto esfuerzo nos costó!. Ese año 1942 nos cambió la suerte, además se produjo el descubrimiento de América. - Isabel, gracias a tu tesón, zarparon las tres carabelas del puerto de Palos surcando los mares hacia un nuevo mundo. ¿Recuerdas?, otra vez, Andalucía, protagonista crucial de un hecho de nuestra historia. ¡Sus marinos pendones esenciales de ella!. - Nunca ha dejado de influir la presencia andaluza en la vida española. Se ensombreció un poco su panorama a partir de la Reconquista, sin embargo, no dejó de estar ahí. - Sí, Isabel, Andalucía con Sevilla era el eje central del comercio y cultura de entonces. Siglos después, me han contado, valiosa fue su ayuda en la guerra contra los franceses; en su territorio y con sus hombres se cristalizó la Constitución Liberal, la Pepa, ¡viva la Pepa!, gritaban todos en las Cortes de Cádiz. Andaluces fueron hombres como Cánovas o Castelar, políticos de alto rango en pleno siglo XIX. - Y, no olvides, Fernando, la cultura. He leído que sólo entre el XIX y el XX, de esta tierra nacieron al mundo almas de poetas como Bécquer, los Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti, Cernuda, Aleixandre, Altolaguirre... - Para, para, Isabel....


Callados se miran, él le ofrece su mano medio alzada en la que ella apoya su palma, dan varios pasos al frente y Fernando dice nostálgico, - Con todo su situación económica hay que reconocer, era mala. Con añoranza, voz muy queda, alejándose los dos, Isabel responde, - Es una tierra que enamora, con duende y embrujo..., nuestra última voluntad que nuestro descanso eterno fuera en Andalucía. Desaparecen, mientras las luces se encienden. Pedro se muestra muy desconcertado, inquieto no para de andar. El árabe se le acerca, no puede creer que su Al Andalus cayera en la miseria, - ¡Andalucía pobre!, ¿cómo?, ¿no entiendo?. Su alarmante pregunta no encuentra respuesta porque se oyen unos golpes en la puerta. Todos se giran hacia el ruido constante, únicamente el romano reacciona rompiendo el silencio y abre, - Adelante, pasen . Pedro perplejo, no da crédito a sus ojos, ante sí un campesino con pantalones de pana, camisa y sombrero de ala ancha muy alborozado, - ¡¡Muy buenas!!, al ver que nadie le contesta, repite, ¡¡muy buenas!!. - Pasa, hombre, pasa, Pedro asume que algo vendrá a decir, ¡muy buenas!, al parecer te estábamos esperando, aunque yo no lo supiera. El campesino sonriendo repasa con una mirada de soslayo toda la habitación y dudando le dice, - ¿Tu..., eres Pedro? - Sí. El hombre vuelve a observar los personajes de su alrededor, ríe, - ¡Vaya no tenía que haberlo ni pensado, se nota!, ¡hola, familia!. Saludan los demás con un gesto, excepto el adolescente. - Y tu, ¿quién se supones que eres?. - Yo soy uno de tus antepasados más cercanos. Incluso, si me apuras, puede que aún viva. - Ah si, entonces, dime, ¿cómo empezó este siglo?. - Mal, bastante mal, no nos engañemos. La depresión por la pérdida para España de las colonias americanas y la filipina; el mundo entero hacia la primera Guerra Mundial, la Gran Guerra la llamaron, aunque como nada se solucionó le otorgaron el otro nombre, desgraciadamente en previsión de lo que luego ocurriría; la crisis y el gran crack del 29, acontecimientos que arrastraron a un empobrecimiento económico general. También a Andalucía dónde se sucedieron los hechos de 1918 y 1919. - ¡Claro te refieres a las ideas de Blas Infante y sus consecuencias!. - Estas ideas ya tuvieron su precedente en el siglo anterior. Recuerda, Antequera desempeñó un papel importante. - No sabía...,¿que ocurrió? - En ella y Ronda se constituyeron los cantones de 1883, provocados por la situación de miseria del pueblo de la que intentaban salir desde ideas regionalistas. El árabe alucinado por estas revelaciones, si cabe más que antes, exclama, - ¡¡Al Andalus pobre, no me la imagino!!. - ¡¿No se la imagina?..., y tan empobrecida!. Entre otras cuestiones, la mala distribución de las tierras que, viene de lejos, le han producido mucho daño. Se adelanta el romano, en su memoria los años transcurridos aquí, los añora,


- Es una verdadera pena, la riqueza de la Bética es copiosa. Posa su brazo en Pedro, nostálgico, arropando de consuelo al obnubilado muchacho. La calidez y cercanía de este abrazo de su antepasado de Roma le ayudan a recomponer el ánimo, mudando su preocupación por una renovada esperanza. - ¿¡Sabéis!?, ahora comprendo un poco más, me queda mucho por conocer... Argoantonio le interrumpe, - A partir de este instante es obra tuya el investigar, reflexionar sobre tu propio pueblo y sus huellas. las pasadas y las que vendrán. De ti dependerá, tu eres el protagonista. El tartesso se va e invita al resto a seguirle caminando hacia la puerta. Corre Pedro para impedirlo, - ¡¡No, esperad, todavía tengo dudas...!! Caso omiso a su súplica, desaparecen. Retrocede lento al sillón. Su rostro demudado, medita. Con lasitud por el cansancio, se acomoda con pesadez, su espalda y cabeza reclinadas. En cada tramo de respiración el duermevela gana terreno y, por fin, le arrebata el sueño. Se cierne la penumbra. Tocan al timbre, cambian los focos de una luminosidad mayor abarcando el salón por completo. Turbado se despierta, se yergue y se dirige a abrir, - ¡Qué raro!, acordándose de lo vivido, ha sido un sueño... En ese momento, había quedado la puerta entreabierta, entran unos amigos... Su cara cambia radicalmente al verlos. Con alboroto, sin disimulo alguno de su alegría, - ¡¡Si!!, ¡¡eráis vosotros!! Ahora comprendo... - ¿Qué te pasa, Pedro?. Tranquilízate, tu no estás bien. Los cuatro amigos sorprendidos y asustados por su actitud, pero él ensimismado y sabiendo que eran ellos con otros ropajes, continúa, - Si..., le cortan, - Tu has bebido o qué. - No, no, os cuento. - Mejor será, explícanos. - He tenido un hermoso sueño, en el que he descubierto horizontes muy bellos... Sus amigos aturdidos, creen que está loco, le siguen la corriente, rodeándole, se sientan todos, - Ah, si, empieza. - Veréis..., leía un libro sobre Andalucía a cuenta del examen (con la voz más queda y bajándose la luz) cuando de pronto me dormí y.... Cae el telón,

fin.


Mi agradecimiento a todos mis compañeros Magisterio 'Maria Inmaculada' de Antequera probablemente, sin el apoyo y ánimo de ellos

de la XX promoción de la Escuela Universitaria de y sor Luisa, profesora de Didáctica de las Sociales, esta historia no hubiera existido.

Gracias, asímismo, al Ayuntamiento y grupo de teatro De Palenciana por su colaboración y recreación de su segunda representación



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