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reportaje

marzo ‘12 por: Javier Rubio

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Vacaciones solidarias Hay muchas maneras de pasar las vacaciones de verano: tumbado en la playa, descubriendo recónditos lugares del mundo, visitando a la familia y/o amigos, acampando en la montaña o descansando en el pueblo de tus padres. Hoy os presentamos una vía alternativa, altruista y enriquecedora de emplear vuestro tiempo de asueto en el periodo estival: vacaciones solidarias. Esta fórmula se conjuga de diferentes formas. Son muchas las organizaciones que pellizcan por estas fechas la conciencia de los jóvenes reclamando su presencia en las decenas de proyectos que tienen preparados para ayudar a los más necesitados. Es el caso de la ONG De Amicita, que ha convocado una nueva edición de sus Campos Internacionales de Voluntariado, o de la asociación Pandora, con sus Microproyectos de Cooperación al Desarrollo.

Más

de

3.000

apoyar en la organización de un festival de música, trabajar con niños, inventar un programa para discapacitados, hasta contar los huevos de las tortugas en México. Los escenarios giran alrededor del mundo. De Amicitia tiene campos de voluntariado repartidos por Bolivia, Alemania, Estados Unidos, China (Hong Kong), Italia, Gran bretaña, Francia o Corea. El altruismo de estas prácticas anida en que el voluntario se financia su viaje y ayudará sin recibir dinero a cambio. En contrapartida, ‘cobra’ con el alojamiento, se le provee de comida y “se le asegurará una experiencia extraordinaria”, tal y como asegura Ignacio González Martínez, presidente de De Amicitia. En un solo click -www.deamicitia.org/workcamps- se puede acceder a los más de 3.000 proyectos que, a través de la Red Alliance, ofrece la ONG madrileña.

campos por todo el mundo

De Amicitia es una asociación sin ánimo de lucro centrada en el medio ambiente, el voluntariado y el desarrollo rural que decidió establecer su sede en Gargantilla del Lozoya, un pueblo pequeño de 400 habitantes en la Sierra Norte a 80 kilómetros de Madrid. Desde hace años viene organizando campos de voluntariado internacionales y nacionales. En ellos se encuentran jóvenes de varios países, pasan juntos su tiempo libre y ayudan a la comunidad que les acoge con un trabajo beneficioso. El empleo de estos jóvenes no desemboca en ninguna empresa, sino que lo hacen generalmente para asociaciones, entidades públicas u ONGs con un objetivo solidario. El típico trabajo con el que nos podemos encontrar en uno de estos campos puede ir desde limpiar el bosque, ayudar a reconstruir un castillo viejo,

Microproyectos

de cooperación

“Promover una cultura de la solidaridad de la convivencia y de la paz a partir de la implementación de una metodología de participación y desarrollo”. Estos son los objetivos que sirven de motor a la Asociación para la Integración y el Progreso de las Culturas Pandora (AIPC Pandora). Declarada de utilidad pública por el Ministerio de Interior, esta asociación sin ánimo de lucro pretende, en palabras de Angie Kohon, responsable de Microproyectos de Cooperación, la “implementación de una metodología de participación y desarrollo”. Y esto lo hacen a través de unos programas de movilidad internacional en los que más de 600 personas al año se mueven por todo el mundo con fines solidarios e interculturales. Los Microproyectos de Cooperación al

“Te marca para toda la vida” Para Ignacio González Martínez, presidente de De Amicitia, lo que encontrarán todos aquellos jóvenes que decidan realizar una Campo Internacional de Voluntariado este verano es “una experiencia única que te marca para toda la vida”. En ellos, entendidos como una actividad de educación no formal, lo que se hará fundamentalmente es “aprender a través de la vivencia, valorar el trabajo físico y desarrollar alguna destreza”. Para Ignacio un campo de voluntariado no son solo unas vacaciones baratas (la cuota genérica es de 159 euros), “sino una herramienta para promover la paz y la tolerancia, entendimiento entre las culturas y la protección del medio ambiente”. En cada campo, explica, “se crea una comunidad que vive el presente a tope, en un clima de confianza en el que se tejen amistades que duran para siempre”. El presidente de De Amicitia entiende que en una experiencia como ésta debe olvidarse el buscar una rentabilidad inmediata al trabajo, derivada de la presión a la que están sometidos los jóvenes con la competencia por acceder al mercado laboral. Una vivencia así tiene tal calado que “puede incluso llegar a influir en la escala de valores que cada participante tiene, reenfocando en ocasiones sus expectativas vitales y laborales”.

Desarrollo, que así se denominan, son experiencias en las que 6/12 personas voluntarias (más coordinador) viajan a un país para desarrollar una intervención en una organización no lucrativa local durante 21 días. Los proyectos tienen como objetivo cubrir alguna necesidad que la organización local demanda a AIPC Pandora para poder seguir adelante, mejorar los servicios prestados a la comunidad y fomentar el intercambio y la convivencia intercultural. Estos programas son financiados por las cuotas de los voluntarios, todos los costes relativos al proyecto corren a cuenta de los participantes: gestión y administración, manutención, alojamiento, transportes o formación previa. En este sentido hay que destacar que la gran mayoría de las universidades cuentan con becas y/o ayudas a la movilidad. La Europea de Madrid (UEM), por ejemplo, ofrece becas que cubren todos los costes de estancia para participar en los proyectos que desarrolla Pandora. La Asociación ofrece 23 proyectos repartidos entre Guatemala, Ecuador, Perú, Brasil, Paraguay, Malí, Palestina, India, Kenia, Tanzania o Palestina. Más información en: www.aipc-pandora.org.

“Es una experiencia única” Basada en la vivencia de Angie Kohon, responsable de Microproyectos de Cooperación de AIPC Pandora, hablamos de “una experiencia única y muy enriquecedora a nivel personal”. Kohon reconoce que acudir a uno de estos proyectos e involucrarse a nivel personal va unido: “Aprendes a ver tu día a día con otros ojos, a valorar mucho más lo que tenemos y, sobre todo, a respetar el intercambio cultural y la riqueza que conlleva”. Cada uno de los participantes “encuentra comunidades que los reciben con los brazos abiertos y durante la convivencia recibirán mucho más de lo que aportaron”. Kohon magnifica la función de estos microproyectos, a los que no sólo dota del rol de apoyo en áreas diversas como educación, desarrollo o empoderamiento de mujeres. En esencia de lo que tratan es de “crear lazos de solidaridad con otros seres humanos, sensibilizar a las personas sobre la realidad de los países del Sur y aprender valores olvidados en esta sociedad consumista en la que vivimos”. Para acabar, Kohon pone una serie de condiciones a todos aquellos que quieran enrolarse en esta aventura: “Tener un interés por el intercambio cultural, mucha flexibilidad, apertura mental y voluntad para trabajar y convivir en equipo”.


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