ANTOLOGIA

Page 1

Luisa Fernanda GarcĂ­a Jerez Cuentos, Moralejas, Poemas, Adivinanzas, Chistes, Trabalenguas, Canciones, Rondas, Fabulas, Rimas y Leyendas.

MI ANTALOGIA

MI ANTOLOGIA


EL COHETE DE PAPEL


Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo hacia la luna, pero tenía tan poco dinero que no podía comprar ninguno. Un día, junto a la acera descubrió la caja de uno de sus cohetes favoritos, pero al abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño cohete de papel averiado, resultado de un error en la fábrica.

El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un cohete, comenzó a preparar un escenario para lanzarlo. Durante muchos días recogió papeles de todas las formas y colores, y se dedicó con toda su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y planetas para crear un espacio de papel. Fue un trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que la pared de su habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral. Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de papel, hasta que un compañero visitó su habitación y al ver aquel espectacular escenario, le propuso cambiárselo por un cohete auténtico que tenía en casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y aceptó el cambio encantado.

Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete nuevo, el niño echaba de menos su cohete de papel, con su escenario y sus planetas, porque realmente disfrutaba mucho más jugando con su viejo cohete. Entonces se dio cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba con aquellos juguetes que él mismo había construido con esfuerzo e ilusión.

Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y cuando creció, se convirtió en el mejor juguetero del mundo.


EL ARBOL MAGICO Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.

El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.

El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras mágicas


EL JARDINERO Y EL PERRO El perro de un jardinero había caído en un pozo. El jardinero, por salvarle, descendió también. Creyendo el perro que


bajaba para hundirlo más todavía, se volvió y le mordió. El jardinero, sufriendo con la herida, volvió a salir del pozo, diciendo: - Me está muy bien empleado; ¿quién me llamaba para salvar a un animal que quería suicidarse? Moraleja: Cuando te veas en peligro o necesidad, no maltrates la mano de quien viene en tu ayuda.

LOS HIJOS DEL LABRADOR Los hijos de un labrador vivían en discordia y desunión. Sus exhortaciones eran inútiles para hacerles mudar de sentimientos, por lo cual resolvió darles una lección con la experiencia.


Les llamó y les dijo que le llevaran una gavilla de varas. Cumplida la orden, les dio las varas en haz y les dijo que las rompieran; mas a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una; los hijos las rompieron fácilmente. - ¡Ahí tienen! les dijo el padre-. Si también ustedes, hijos míos, permanecen unidos, serán invencibles ante sus enemigos; pero estando divididos serán vencidos uno a uno con facilidad. Moraleja: Nunca olvides que en la unión se encuentra la fortaleza.


EL GRILLO Y LA LUNA Un grillo cantaba cri cri muy contento, mirando a la luna en el firmamento.


Cri cri le cantaba «eres la más bella» y la luna reía junto a las estrellas.

Cri cri le cantaba «eres tan hermosa» y la luna brillaba creyéndose diosa.

TRISTE MARIPOSA LINDA Volando de flor en flor la vieron en primavera, envidiaron su hermosura y no vieron su ceguera.

Sus grandes ojos oscuros


dejaban ver su tristeza, aĂşn siendo una mariposa de extraordinaria belleza.

Triste mariposa linda entre todas la mĂĄs bella, aunque sus ojos no vean todos la miran a ella.


En la ciudad o el campo es un amigo del hombre. Adivina cuรกl es este animal sin que te diga su nombre.


(Perro)

En el circo lo veo en el zoo, tambiĂŠn. Tiene la nariz mĂĄs grande que en el mundo pueda haber.


(Elefante)


La maestra:


- Jaimito, si en esta mano tengo 8 naranjas y en esta otra 6 naranjas ¿Qué tengo? - Unas manos enormes, señorita.

- ¿Cuál es el pez que huele mucho? - El Peztoso!!!


Había una vez un hombre tan pequeño que se subió encima de una canica y dijo:


- ¡El mundo es mío!


Comprรณ Paco pocas copas y, como pocas copas comprรณ,


pocas copas Paco pagó.

El cielo está enladrillado, ¿quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille,


buen desenladrillador serรก.

Pablito clavรณ un clavito en la calva de un calvito, en la calva de un calvito


Pablito clavรณ un clavito.


Tengo, tengo, tengo

Tengo, tengo, tengo. TĂş no tienes nada. Tengo tres ovejas en una cabaĂąa. Una me da leche,


otra me da lana, y otra me mantiene toda la semana. Caballito blanco llévame de aquí. Llévame hasta el pueblo donde yo nací. Tengo, tengo, tengo. Tú no tienes nada. Tengo tres ovejas en una cabaña.

Cinco ratoncitos

Cinco ratoncitos de colita gris, mueven las orejas, mueven la nariz, abren los ojitos, comen sin cesar, por si viene el gato, que los comerá,


comen un quesito, y a su casa van, cerrando la puerta, a dormir se van


A la víbora de la mar A la víbora, víbora, de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar. Los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán, tras, tras, tras, traaas. Una mexicana que frutos vendía, ciruela, chabacano, melón o sandía.


Una mexicana que frutos vendía, Ciruela, chabacano, melón o sandia. Verbena, verbena, jardín de Matatena. Verbena, verbena, jardín de Matatena. Campanita de oro, déjame pasar, con todos mis hijos, menos el de atrás, tras, tras, tras, tras. Será melón, será sandia, será la vieja del otro día, día, día, día, día.

El patio de mi casa El patio de mi casa es particular. Cuando llueve se moja como los demás. Agáchate, y vuélvete a agachar, que los agachaditos no saben bailar.

otra chica me querrá.


Chocolate, molinillo corre corre, que te pillo A estirar, a estirar que el demonio va a pasar. El patio de mi casa es particular. Cuando llueve se moja como los demás. Agáchate, y vuélvete a agachar, que los agachaditos no saben bailar. hocolate, molinillo corre corre, que te pillo A estirar, a estirar que el demonio va a pasar. Hache, I jota, ka ele, elle, eme, a, que si tú no me quieres


El ratón campesino y el cortesano Un ratón campesino tenía por amigo a otro de la corte, y lo invitó a que fuese a comer a la campiña. Pero como sólo podía ofrecerle trigo y yerbajos, el ratón cortesano le dijo: - ¿Sabes amigo que llevas una vida de hormiga? En cambio yo poseo bienes en abundancia. Ven conmigo y a tu disposición los tendrás. Partieron ambos para la corte. Mostró el ratón ciudadano a su amigo trigo y legumbres, higos y queso, frutas y miel. Maravillado el ratón campesino, bendecía a su amigo de todo corazón y renegaba de su mala suerte. Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta. Espantados por el ruido los dos ratones se lanzaron temerosos a los agujeros.


Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona incursionó en el lugar, y al verla, los dos amigos se precipitaron nuevamente en una rendija para esconderse. Entonces el ratón de los campos, olvidándose de su hambre, suspiró y dijo al ratón cortesano: - Adiós amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás muy satisfecho; pero es al precio de mil peligros y constantes temores. Yo, en cambio, soy un pobrete y vivo mordisqueando la cebada y el trigo, pero sin congojas ni temores hacia nadie.

La Lechera Había una vez una niña, hija de un granjero, que ayudaba a sus padres en las tareas de casa y en el cuidado de los animales de la granja. Una mañana, tras recoger la leche de las vacas, la madre de la niña se sintió mal y no se encontraba bien para salir de casa. Entonces, pidió a su hija que llevara la leche al mercado para venderla. La niña, muy responsable, le contestó muy contenta que sí. Y más contenta se quedó cuando su madre le prometió que todo el dinero que ella ganase con la venta de la leche, sería para ella. La niña cogió el cántaro lleno de leche y salió de la granja en dirección al pueblo. Por el camino, ella empezó a hacer planes futuros con lo que ganaría: - Cuando yo venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos. Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en


lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas. Y seguía ensimismada en sus pensamientos: - Cuando esté en el baile todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno. Pero en ese momento la niña se despistó y no se dio cuenta de que había una piedra en el medio del camino y acabó tropezando en la piedra y cayendo en el suelo. El cántaro voló por el aire y se rompió derramando toda la leche al suelo. La niña, decepcionada y herida, se levantó y lamentó: - ¡Qué desgracia! Ya no tengo nada que vender, no tendré huevos, ni pollitos, ni vestido... eso me pasa por querer demasiado. Y fue así como la niña, frustrada, se levantó, volvió a la granja y reflexionó sobre la oportunidad que tuvo y que la derramó por el suelo.





El zapatero feliz


Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre zapatero. Era, probablemente, una de las personas más felices de la tierra a pesar de su gran humildad. Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar la gran alegría del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar: Señor zapatero, si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana usted con su humilde trabajo? Es tan poco dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada día el pan de mis hijos, y a mí me basta con terminar decentemente el año, aunque tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero orgulloso. Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al banquero que, poco después, dijo muy conmovido: Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad. A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exigía mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegría y buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le hacía llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias. Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a visitar a su vecino banquero: Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi mayor deseo es vivir como lo hacía antes. Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuperó su alegría.

EL POETA Y EL HERRERO


Existe una leyenda, acerca de un poeta muy famoso de la antigüedad, que conoceréis ahora. El poeta, natural de Florencia, Italia, se llamaba Dante Alighieri. Dice su historia que, dando el poeta una tarde un agradable paseo, quiso el destino que se cruzase con el taller de un herrero que se hallaba batiendo el hierro sobre el yunque, al tiempo que canturreaba. En ese momento Dante distinguió algunas frases de la letra de aquellas canciones que el herrero canturreaba, y pudo entender que lo que cantaba el hombre era justamente su gran e importantísima obra de la Divina Comedia, adulterada con invenciones propias y al ritmo de la música. Dante entró entonces en el taller del herrero, y, agarrando su martillo lo tiró a la calle. Arrojó después también las tenazas, la cizalla y cuantas herramientas encontró a su alcance. Pero, ¿qué demonios hace? – Exclamó el herrero. ¿Qué hace usted?- Preguntó a su vez Dante. ¿Pues no lo ve? Trabajar en mi oficio. Y usted, sin más, arroja a la calle mis herramientas, echándolas a perder. ¡Debería avergonzarse! Si no quiere que le estropee sus herramientas, no maltrate usted las mías. Pero, ¿qué dice? Está usted loco. ¿Qué es lo que he echado a perder, si se puede saber? Y, ¿qué tengo yo que ver con usted? Está cantando lo que yo escribí con mucho esfuerzo un día, y no lo canta como lo escribí yo, sino quitando y poniendo lo que se le antoja al ritmo de una canción. De este modo usted echa a perder mi oficio, y yo no tengo otro que el de escribir. Entonces, tras aquella conversación, fue el herrero el que sintió que debía avergonzarse y agachó las orejas marchándose. En lo sucesivo, el herrero tuvo mucho cuidado de lo que cantaba, y dejó en paz la Divina Comedia de Dante.



Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.