El cáliz de la amargura

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José Miguel Casanueva Werlinger, nacido el 21 de enero de 1957, ha publicado cuatro libros; tres de ellos individuales (El odio como lenguaje. Crítica a todas las formas de discriminación e intolerancia, 2004; La vida en un abrir y (tres) cerrar de ojos, 2011; y en formato electrónico El Cáliz de la Amargura, de Iniciados y Revolucionarios, 2012) y el otro colectivo, Ser niño en América Latina, que vio la luz en la ciudad de Buenos Aires en 1991. El oficio de escribir lo inició tempranamente en su etapa de estudiante secundario y lo ha acompañado toda su vida, como lo demuestran sus numerosos artículos estampados en la revista Marka y diario Correo de Lima; Página Abierta de Santiago y diario El Sur de Concepción. También fundó y dirigió, a fines de los años 80’, la revista regional Periferia. Y su interés por las comunicaciones, que ha merecido distintos reconocimientos, lo llevó a incursionar además en la producción de programas radiales tanto en Chile como en el Perú, así como en la elaboración de diversos videos de carácter documental. En todos los ensayos del autor se percibe la influencia de su formación antropológica y de sus intensas búsquedas espirituales; así como se advierte elocuentemente la impronta de una praxis existencial orientada permanentemente al análisis crítico en los campos del quehacer cultural, político y social. Ello explica, entonces, su constante y definitiva desconfianza hacia todas las formas de poder e intolerancia históricamente manifestadas en la dominación económica y en el control ideológico o mental de las personas y de las poblaciones humanas.

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¿Puede vivir alguien sin su propio Axis Mundi? Creemos que no. La mayoría posee, a veces sin saberlo, uno personal. Sin embargo, necesitamos seres humanos autónomos y libertarios, libertarios, que construyan su eje existencial desde y para los demás, entregándose a una causa que traspase todas las fronteras. Ése sí que es un auténtico centro; y es un sueño que merece ser iluminado en todos los mundos.

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A la noble tradición masónica universal, materializada luminosamente en la figura de Edgardo Enríquez Frödden, ex Gran Maestro del Gran Oriente Latinoamericano, G:.O:.L:.A:.

A las fuerzas sociales que en distintos tiempos han luchado por un mundo mejor, encarnadas en la munificencia y valentía de Miguel Enríquez Espinosa, Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, hasta el día de su muerte, ocurrida el sábado 5 de octubre de 1974.

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“Entiendo cada vez más mi religión y mi sacerdocio como un compromiso con la sociedad en que vivo; un compromiso con aquellos hombres y mujeres que luchan por la instauración de un orden social que impida la esclavitud; que capacite al hombre para acercarse cada vez más a su plenitud; que haga la injusticia y la explotación cada vez más difíciles y no el pan nuestro de cada día”. Antonio Llidó Mengual * (Extracto de carta a sus familiares)

“Debo confiar en mis ojos, y admitir que no soy miembro de un partido político, pero sí del partido más grande, el partido de los pobres, de los oprimidos, de los torturados y de los que padecen las consecuencias de una situación injusta”. Helmut Frenz (Pastor y obispo luterano alemán, defensor de los derechos humanos)

* Sacerdote valenciano, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, y de Cristianos por el Socialismo. Desaparecido, luego de ser detenido por agentes de la DINA, en el centro de Santiago de Chile, el martes 1 de octubre de 1974.

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Mis agradecimientos especiales a quienes me alentaron constantemente en esta nueva aventura de escritura, emociones y vivencias. Y en recuerdo de mis antepasados Antonio de Casanueva y de Barrenola, originario de Portugalete, Vizcaya, quien llegó a Chile a mediados del siglo XVIII; y de Josef Werlinger Stettmeier, quien arribó a este país, procedente de Alemania, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX.

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ÍNDICE

LIBRO PRIMERO: MASONES Y MIRISTAS Prólogo 0.-La palabra perdida 1.-Libertad para pensar, sentir y actuar 2.-Aprendiz, Compañero y Maestro 3.-Simpatizante, Aspirante y Militante 4.-Política y cultura en la rebelión juvenil de los años 60 5.- Democracia, educación y laicismo 6.- Principios y dilemas 7.-En la encrucijada de la historia LIBRO SEGUNDO: CONTRA VIENTO Y MAREA Prólogo 8.-El último sueño de Miguel 9.-Reformismo y contrarrevolución 10.- Los nuevos ciclos Bibliografía

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LIBRO PRIMERO: MASONES Y MIRISTAS

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Prólogo

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11 El tiempo vuela de prisa, la vida se empieza a escapar de las manos y las experiencias que marcaron nuestras biografías comienzan a entrar en una nebulosa que se aleja cada vez más de nuestro presente. Por eso “El Cáliz de la Amargura, de Iniciados y Revolucionarios”, texto integrado que incluye dos libros, el primero “Masones y Miristas” y el segundo “Contra Viento y Marea”, se inscribe en la perspectiva de contar y rescatar episodios que no pueden ser arrojados al silencio. No debemos y no podemos olvidar, porque sin memoria nos convertiríamos en náufragos a la deriva, en un océano sin hitos en los cuales anclar lo que fuimos y entender lo que somos actualmente. El desafío, entonces, es hacer arqueología en nosotros mismos, para reconstruir y recapturar los momentos, las ideas y los sueños que nos han acompañado hasta el día de hoy. Seguramente que muchas cosas pudieron ser distintas; o al menos siempre se puede especular respecto del cauce alternativo que pudimos seguir si es que no hubiéramos optado por los senderos, no siempre fáciles, que finalmente transitamos. Pero la vida es así, y su trazado no es un programa inmodificable, sino que está más bien sujeto a distintos imponderables propios de nuestra condición de actores históricos y sociales. De una u otra forma, todos dejamos una huella de nuestro paso por esta forma de existencia. Todos hemos creado algo; hemos forjado relaciones y también hemos llorado y reído. Hay muchas experiencias que nos son comunes, pero cada uno de nosotros las ha procesado de acuerdo a su propio equipamiento o bagaje personal. Este libro primero, “Masones y Miristas”, se refiere precisamente a las huellas colectivas y personales; a aquéllas que ni siquiera el agua de mar es capaz de borrar al inundar la arena de tierra firme. Nos trae evocaciones de utopías, alegrías, sueños y amarguras. Nos habla de iniciados y revolucionarios, o si se prefiere de masones y miristas. Los primeros son parte de una antigua y respetable institución filosófica e iniciática, mientras que los segundos lo son de una muy joven y audaz organización política revolucionaria. Sin embargo, ambos en distintas épocas de su desarrollo debieron funcionar bajo el más estricto secreto o en condiciones extremas de clandestinidad, en uno y en otro caso, para enfrentar los embates de poderes interesados en acallar su voz y en clausurar su influencia social. En esta mirada socio-antropológica, no hay cabida para la soberbia ni para el narcisismo, pero sí late en ella el propósito de exponer ciertas realidades y de compartir un enfoque interpretativo de las mismas. Es una perspectiva más, entre tantas otras, que legítimamente pueden proponerse sobre el tema principal de este texto. No hay tampoco culto a la personalidad de nadie, ni menos el afán de construir monumentos estériles y fosilizados. Sin embargo, hay reconocimientos individuales y sociales que se desprenden naturalmente de la praxis de actores que alcanzaron un protagonismo sobresaliente en el tiempo histórico en el que les correspondió actuar, adoptando decisiones que impactarían a otros muchos seres humanos. Este autor experimentó lo que se denomina técnicamente observación participante, porque fue simultáneamente testigo y protagonista en algunos de los trazos históricos contenidos en estas páginas, lo que inevitablemente lleva consigo también su propia apreciación o análisis crítico de los sucesos vividos, que forman ya parte integrante de su experiencia y de su testimonio como actor social.

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12 Según cual sea el horizonte generacional de quien recorra estas páginas, las historias expuestas aquí podrán parecer muy cercanas al presente o quizá se verán alojadas muy distantes en un ya lejano pretérito. Pero de todas maneras, en uno o en otro caso, los relatos esbozados en los siguientes párrafos desempolvan acontecimientos que, tangencial o directamente, se conectan también con las urgencias de este siglo XXI. Y ello es así porque la actualización de ciertos temas o situaciones, no se produce en ningún caso en el vacío, sino que cobra su significado mayor en los emprendimientos compartidos de los sujetos contemporáneos que hoy marcan la ruta de las luchas sociales. Nunca se avanza totalmente a ciegas, porque lo cierto es que todos nos construimos en una línea de tiempo y en un contexto cultural determinado. En consecuencia, podemos leer críticamente lo que sucedió antes de nosotros y así caminar con menos ataduras por la senda de la liberación integral. Y cada uno coloca lo propio de su ser en cada acción y planteamiento, y debe ser capaz también de luchar en contra de sus defectos y errores individuales. Y lo mismo vale para las instituciones, que en ningún caso están exentas del juicio histórico, ya sea por sus aciertos, omisiones o frontalmente por sus equivocaciones. Como se sugiere sabiamente en algunas tradiciones ampliamente conocidas, debemos perseverar en la búsqueda de una armonía entre pensamiento, palabra y acción, porque premunidos de tal equilibrio seguramente que haremos una superior contribución a la causa mayor que decimos defender. El maestro interior debe resguardarse de las trampas del ego y de las tentaciones de la comodidad, porque si no lo hace sucumbirá en las redes de la complacencia y del egoísmo. Nunca debe perder su espíritu crítico, y menos su rebeldía frente a un mundo signado por la ausencia de equidad. Y el revolucionario, debe aprender de los errores del pasado, y resistir a las maquinarias, aparatos y estructuras que, en nombre de superiores principios, terminan asfixiando los sueños de libertad y de justicia. Debemos avanzar sin dogmas ni modelos preconcebidos, confiados en que los ideales que enarbolamos no son una entelequia que opera como una camisa de fuerza, sino que constituyen más bien una apuesta dialéctica liberadora hacia una nueva antropología que nos emancipará, a todas y todos, del sufrimiento espiritual y de la esclavitud física y mental que hemos padecido a lo largo de tantas vidas, y de innumerables generaciones. El autor

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La palabra perdida

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14 “Ignoramos qué ocurrirá a continuación y cómo será el tercer milenio, pero sabemos con certeza que será el siglo XX el que le habrá dado forma”. Eric Hobsbawm Este libro histórico y testimonial, a veces más de lo uno que de lo otro y viceversa, se plantea como propósito fundamental el mostrar algunos puentes que, a nuestro juicio, permiten el encuentro antropológico cotidiano entre masones y miristas, iniciados y revolucionarios, hermanos y camaradas o compañeros, en un contexto político y social de grandes cambios y definiciones a nivel nacional. Él pretende mostrar episodios o bardos de la praxis de ambas organizaciones, y a la vez aprehender sus respectivas esencias fundacionales, intentando así encontrar y descifrar la palabra perdida que se oculta tras las coyunturas y avatares de su existencia colectiva e individual. En consecuencia, en los distintos pasajes del relato, el lector descubrirá referencias también a la reforma universitaria, sobre todo a la penquista; al triunfo electoral de la Unidad Popular, un 4 de septiembre de 1970; a las dos estrategias predominantes en la izquierda durante el período 1970-1973: la reformista y la revolucionaria; al Golpe de Estado, y a las violaciones sistemáticas a los derechos humanos; al papel de la jerarquía masónica oficial de la época; a la Resistencia contra la dictadura, especialmente a la de base, etcétera. Y cuando corresponda, se enriquecerá el análisis contextual con información referida a otros procesos históricos nacionales e internacionales. La idea que se concreta hoy en estas páginas se remonta a varios años atrás, reconociendo en su gestación a diversas conversaciones sostenidas con algunos compañeros con los cuales compartimos un cierto recorrido común en la vida. En primer lugar, nos unió el ser miembros de familias en las que predominaba claramente una antigua cultura humanista y laica, de raíz librepensadora masónica. En segundo término, y en etapas muy juveniles, el haber abrazo cada uno en su momento las ideas de cambio social desde la elocuente perspectiva transformadora del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Y por último, al menos en mi caso y en el de algunos otros contemporáneos nacidos a fines de los 50 y comienzos de los 60, el habernos vinculado después, bastante tardíamente en nuestras existencias, con o sin experiencias juveniles previas en el mundo organizativo laico, a la mencionada tradición filosófica universal de la francmasonería, y por supuesto que luego de concluida al menos formalmente la dictadura militar en el país. El solo título de este texto general, “El Cáliz de la Amargura”, con su primer libro denominado “Masones y Miristas”, remite claramente al universo específico de la indagación que se presenta a los lectores. Es decir, se hablará principalmente de personas y de sus vivencias concretas en cada uno de los dominios institucionales mencionados; o en ambos cuando haya ocurrido así. Pero también, en términos generales, se incursionará por los paisajes ideológicos y orgánicos de las dos instancias, lo que permitirá a algunos, quizá por primera vez, interiorizarse con mayores fundamentos de ciertas características que brindan identidad a la masonería. Asimismo, puede ser que para otros lectores resulte novedoso conocer los antecedentes que se relacionan directamente con la historia del MIR, que como sabemos fue objeto de una feroz persecución que buscaba su total aniquilamiento. Entonces, el simbólico Cáliz de la Amargura, con su evidente misterio esotérico, se manifiesta de distintas maneras en este relato. Él se expresa trágicamente en el horizonte de las decepciones, de las derrotas y de las traiciones, que emergen como oscuros nubarrones que colocan a prueba la fortaleza de espíritu de quienes se ven enfrentados a ellos.

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15 En efecto, el MIR fue objeto de una política de exterminio por parte de los organismos de seguridad e inteligencia de la dictadura chilena. Y la masonería oficial, en tanto, logró seguir funcionando, lo que sorprendió y desorientó a no pocos de sus adeptos. Pero la mencionada concesión, fue a costa de muchos hermanos que abrazaban ideas de izquierda, quienes fueron excluidos de las logias, iniciándose así el ingreso a ellas de nuevos elementos con otros perfiles ideológicos.

01. Chile y España No deja de ser curioso entonces lo que aconteció aquí en Chile, y constituye además motivo de una investigación adicional, porque por ejemplo en el caso español, luego de que el franquismo ultra católico y conservador derrotara a los republicanos, la masonería como organización fue enérgicamente perseguida y se le proscribió por ley, convirtiéndose en un delito de Estado el integrarse a sus filas. Incluso, en 1940, se creó un ente especial denominado Tribunal para la Represión de la Masonería. Pero en nuestro medio, entre nosotros, no ocurrió lo mismo, y la masonería nacional vio empañarse su bien ganado prestigio, democrático y progresista, al no asumir una postura institucional clara y categórica, de acuerdo a sus principios y valores, respecto de los golpistas y de las masivas violaciones a los derechos humanos que se vivieron durante años en el país. Jasper Ridley, en su libro “Los masones, la sociedad secreta más poderosa de la tierra”, apunta lo siguiente acerca de la situación histórica española: “En la década de 1920, los francmasones estuvieron prohibidos durante la dictadura derechista del general Primo de Rivera y fueron tolerados después de la revolución de 1931, la abdicación del rey Alfonso y la caída de la monarquía. Pero los francmasones estaban a punto de encontrarse con su enemigo más salvaje. Cuando el general Francisco Franco encabezó un intento de golpe de estado en julio de 1936 y comenzó la guerra civil, declaró que estaba combatiendo para liberar a España del comunismo y la francmasonería. En septiembre de ese mismo año firmó un decreto prohibiendo a los francmasones en el territorio ocupado por sus ejércitos. Sus victorias militares y la conquista de ciudades que antes habían estado bajo dominio republicano eran, por lo general, seguidas de masacres de prisioneros. Todos los prisioneros identificados como francmasones eran invariablemente fusilados. En febrero de 1939, después de haber capturado Barcelona y cuando estaba al borde de la victoria final, Franco dictó la Ley de Responsabilidades Políticas, que contenía una larga lista de organizaciones e individuos que serían castigados por su responsabilidad en los pesares de España. Los francmasones estaban mencionados expresamente en el decreto y todas las logias masónicas fueron clausuradas. Al parecer, en una oportunidad Franco consideró la posibilidad de ordenar que se ejecutara a todos los francmasones, pero lo convencieron de que eso contravendría los términos de rendición que había otorgado a los republicaos derrotados”. Sobre el papel de la jerarquía masónica chilena durante el Golpe de Estado de 1973, volveremos más adelante.

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02. Hogares librepensadores En las generaciones de militantes que se correlacionan con la etapa fundacional del MIR, hubo destacados casos de revolucionarios que nacieron y se formaron en hogares de librepensadores, siendo evidentemente el modelo más emblemático de todos ellos el de los hermanos Miguel y Edgardo Enríquez Espinosa. Como el lector habrá ya advertido, lo que intentaremos en este libro, a partir de nuestra propia experiencia cualitativa personal y de lo conocido e investigado respecto de otros compañeros, es dar cuenta de la realidad de un determinado medio cultural familiar, culto e ilustrado, que en gran medida proveyó las condiciones de amplitud política y un marco de respeto por la libertad individual que, tiempo más tarde, cristalizarían para nosotros en opciones de vida más comprometidas y avanzadas en todos los planos. Sin embargo, bajo ningún concepto se trata de establecer aquí una suerte de relación de causa y efecto entre masonería y mirismo, y menos de estricta continuidad ideológica, porque ello no corresponde a lo que efectivamente sucedió. Lo que se pretende mostrar es algo distinto; que en los casos en que se tendió este puente virtuoso, no constituyó un hecho casual o extraordinario el que una formación cimentada en los grandes ideales y valores de la Ilustración, pudiera posteriormente dar un salto dialéctico y desembocar en las concepciones teóricas del marxismo y del cambio social revolucionario que atravesó, con mayor o menor fortuna, buena parte del siglo XX. Aquí en Concepción, como ya hemos adelantado, se produjo una hermosa convergencia, un verdadero impulso al futuro, que no deja de emocionar a todos quienes, como este autor, están también cruzados por las mismas dos historias y tradiciones. Por un lado, un masón de excelencia, ex Gran Maestro del Gran Oriente Latinoamericano, un hombre de ideas profundas y progresistas, como Edgardo Enríquez F.; y por el otro, su hijo, médico como él, un destacado dirigente de estatura continental y mundial: un joven que entregó su vida por la causa de los pobres del campo y de la ciudad, Miguel Enríquez, secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. En este punto nos parece apropiado citar al propio Dr. Edgardo Enríquez F., en un pasaje de la entrevista que le concedió a Nancy Guzmán, el 15 de noviembre de 1995, autora del libro “Un grito desde el silencio”. “Algunas personas me han dicho que lo que les sucedió a mis hijos es culpa de la educación que yo les di. Yo siempre he respondido que a pesar de todo el dolor de perder a un hijo, que es más cuando se pierde a tres (aquí asume como tal también a Bautista), para mí habría sido más doloroso haber tenido hijos vivos que fueran hombres conformistas, pusilánimes y acomodaticios. Siempre enseñé a mis hijos a pensar como ellos escogieran y a actuar en consecuencia. Es la única forma de vivir con honor. Si por esa razón los mataron, me siento orgulloso de la forma que eligieron sus vidas, entregándolas generosamente por una sociedad más justa”. Pero nos interesa que quede absolutamente entendido el punto, pues no todos los hijos de masones de la época que delineamos se hicieron miristas; claro que no. No obstante lo anterior, en distintas ciudades del país es posible constatar que son numerosos los casos de militantes del MIR que directamente eran hijas o hijos de masones. Y cuando ello ocurrió, como es lógico, no se comprometió, en ninguna circunstancia, la especificidad y propósitos particulares de las dos instancias mencionadas. Asimismo, también es necesario apreciar y reconocer el camino inverso, es decir el de miristas hijos de masones, quienes una vez disuelta su organización política y cuando ya el país había salido de la dictadura militar, tomaron individualmente la decisión de incorporarse a las filas de la francmasonería. Pero en los años precedentes, en el período de la larga represión política que sufrió el país, con las enormes exigencias de entrega que implicaba el movimiento de resistencia popular, resultaba altamente improbable que algún militante del mirismo, ya sea de base, de los niveles

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17 intermedios o de dirección nacional, hubiera siquiera considerado su pertenencia a instancias extra partidarias. Si las hubo, fueron excepcionales. Y también existe la tipología de quienes proviniendo de hogares librepensadores e integrándose posteriormente al MIR, tuvieron previamente diversas experiencias juveniles en las canteras del laicismo social y político chileno, las que no necesariamente desembocaron mucho más adelante en participación orgánica en alguna logia masónica. Esta aseveración se confirma en el testimonio que entrega Juan “Patula” Saavedra Gorriateguy en su libro “Te cuento otra vez esa historia tan bonita”: “En mis últimos años de Liceo participaba en la Federación Laica Estudiantil Chilena, institución impulsada por la masonería, que nos permitía reflexionar sobre diversos temas filosóficos y sociales. Nos reuníamos todos los sábados en la escuela Industrial, que para tal efecto era facilitada por don Valentín Henríquez, su director. Allí nos relacionábamos con jóvenes de otros colegios, pero, lo más importante, con las alumnas del Liceo de Niñas y del Instituto Comercial, donde estudiaban mis hermanas, que también participaban de esta organización. El paso siguiente eran los Clanes, la llamada Fraternidad Juvenil Alfa Pi Epsilon, organización juvenil de clara inspiración masónica. Su ingreso era iniciático, con rituales tomados de las Logias. Poco antes de terminar el Liceo, fui iniciado en una ceremonia cargada de simbolismo y emoción. Mi paso por esta institución dejó una marca indeleble en mi formación como libre pensador con fuerte vocación social, donde el interés público tiene supremacía sobre el interés personal y donde la injusticia social no debe ser sujeto de contemplación, sino generadora de reacción para buscar el cambio que la erradique”. Como todos sabemos, a lo largo de la historia mundial no han sido pocos los revolucionarios de distinto carisma que fueron simultáneamente miembros estables o que frecuentaron alguna logia masónica en sus diversas tradiciones u orientes. Pero ello no sucedió en el caso o tiempo histórico generacional y social que nos ocupa ahora en este texto, donde más bien hubo algunas conexiones familiares y formativas que alcanzaron mayor notoriedad sobre todo en aquellas situaciones en que existió una alta y expuesta figuración pública y política de los personajes emparentados.

03. El número 3 Masonería y mirismo, comparten en sus principios y valores un universalismo e internacionalismo marcadamente altruista y teleológico: el perfeccionamiento ético y moral individual y la fraternidad colectiva; el hombre nuevo comprometido y solidario y la sociedad sin explotación, respectivamente. ¿Quién podría estar en contra de tan sublimes ideales y propósitos? Curiosamente, y aunque sea por simple azar o por alguna otra misteriosa razón, el número 3, con fuerte connotación esotérica y simbólica en masonería, representando la superación de la dualidad, aparece también frecuentemente en la historia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. En efecto, tres son las letras de su propio nombre; tres fueron sus figuras más emblemáticas: Bautista, Luciano y Miguel; tres son los conceptos esculpidos en una de sus consignas más conocidas: “Pueblo, conciencia y fusil”; y tres son sus niveles orgánicos iniciales de participación partidaria En fin, una tríada que también remite a la idea de equilibrio, y que en una hermenéutica heterodoxa, puede entenderse además como conexión con el movimiento dialéctico hacia formas evolutivas más avanzadas en el plano del pensamiento, del espíritu y de la acción humanas.

04. Reflexiones finales En las páginas de este libro no se encontrará una historia detallada de la masonería chilena, como tampoco del MIR, porque ello excede por lejos su propósito inicial. Sin embargo, se podrá distinguir en distintos párrafos algunos de sus principios fundacionales y también se

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18 exponen, para un ulterior análisis y juicio del público, ciertos trazos del ser orgánico interno y social externo de ambas organizaciones. Asimismo, en este cruce de orígenes, utopías y relatos, sobresale luminoso el deseo de rendir un homenaje a Edgardo Enríquez Frödden, destacado maestro de la masonería universal; y a Miguel Enríquez Espinosa, dirigente máximo de la izquierda revolucionaria nacional. Este propósito se grafica también en la misma dedicatoria del presente libro. Además, las dos citas principales y de entrada a las páginas de este texto, correspondientes al sacerdote valenciano Antonio Llidó, y al pastor-obispo luterano alemán, Helmut Frenz, constituyen un reconocimiento muy sentido al papel que jugaron muchos creyentes e instancias del mundo cristiano, tanto católico como protestante, en la defensa de los derechos humanos arrasados durante la prolongada dictadura militar. Nos habría gustado ofrecer datos cuantitativos, pero dadas las circunstancias por las que atravesó una de las organizaciones reseñadas aquí, ello resultó imposible de materializar. No obstante lo anterior, poseemos información histórica confiable, complementada con la que hemos podido acopiar directamente vía conversaciones, entrevistas personales y de distintos testimonios llegados a nosotros, que nos permiten aseverar que, a nivel nacional, no son pocos los casos de hijos de masones que se convirtieron en adherentes del MIR. Y de acuerdo a lo que hemos logrado investigar en este terreno, los antecedentes disponibles parecen indicar que, por otro lado, son menores los casos de estos mismos miristas, hijos de masones, que se incorporan posteriormente a las distintas logias masónicas existentes en el país. Finalmente, este texto no tiene más pretensión que esbozar quizá una primera mirada sociotestimonial respecto de un tema apasionante, que enlaza en lo humano a masonería y mirismo. Probablemente, un asunto atractivo además por sus reverberaciones históricas y políticas, y que esperamos sea también de interés para todos nuestros lectores. Asimismo, anhelamos que el recorrido por estas páginas sea un aliciente para que todas y todos transiten interiormente por el sendero que conduce hacia la palabra perdida. Si la vida tiene efectivamente algún sentido, en una perspectiva de eternidad cósmica, entonces hay que encontrarlo, adherirse a él, alegrarse con el hallazgo y compartirlo con la alteridad.

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Libertad para pensar, sentir y actuar

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20 “Yo conocía bien a mis hijos. Me respetaban y querían mucho, pero por lo mismo no habrían comprendido jamás que tratara de presionarlos para que hicieran algo en contra de sus principios”. Edgardo Enríquez Frödden (Ex Rector de la Universidad de Concepción) Los hogares masónicos chilenos, en las décadas de los años 50, 60 y parte del 70, compartían una serie de atributos que nos permiten arriesgar una esquemática generalización para destacar algunos elementos o rasgos comunes de los mismos. En términos socio-económicos, se les puede situar en la franja correspondiente a las capas medias, próximas o políticamente vinculadas a las ideas que defendió y promovió el Partido Radical en sus mejores momentos. En muchísimos casos, se trataba de familias que contaban con profesionales entre sus miembros, lo que inmediatamente marcaba una impronta en cuanto a los niveles culturales y educacionales que poseían. Eran hogares preocupados de los acontecimientos internacionales y de los procesos políticos nacionales, sobre todo en una década como la de los 60, que vería a nivel mundial la emergencia e irrupción de la rebeldía juvenil, tanto en el plano del cuestionamiento generacional como en el de las tesis que planteaban la superación radical del injusto orden imperante.

1.1 Respeto a las distintas opiniones Veamos a continuación qué es lo que sostiene el ex rector de la Universidad de Concepción sobre el particular, es decir sobre el ambiente socio-cultural familiar, de acuerdo a lo consignado en el libro “Edgardo Enríquez Frödden, testimonio de un destierro”, de Jorge Gilbert: “Es mi respuesta a aquellos que tantas veces me han preguntado por qué no me opuse a que mis hijos se iniciaran en actividades políticas. No podía hacerlo. Estaba en contra de mis principios de sincero masón”. “Mis hijos fueron lo que ellos quisieron ser. No podía yo prohibirles pensar en una forma u otra. Mis hijos eran estudiosos, serios y responsables para sus edades. Lo mismo debo decir de Bautista, Bauchi, de quien yo guardaba muchos de sus libros. Por todo esto, creo tengo responsabilidades en la formación de mis hijos, pero yo no podía presionarlos para que pensaran de otra forma. Me lo impide mi propia formación familiar y mi calidad de masón. No lo iba a hacer, ni pienso hacerlo. Tampoco lo he hecho nunca con un alumno, por lo tanto, ¿cómo iba a hacerlo con mis hijos?”. Una vez más, el mundo estaba cambiando… Y en muchos hogares de librepensadores, ello también fue percibido. Éstos eran ambientes en donde siempre hubo muchos libros, se hablaba libre y frecuentemente de política, y además se escuchaba habitualmente música clásica y de la conocida en la época como de protesta. Y los más jóvenes, también conectaban con los acordes provenientes del rock y de otros ritmos similares.

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21 En sus versiones más puras, nunca hubo formación metafísica de ningún tipo, salvo el conocimiento que correspondía adquirir del fenómeno religioso como parte de las creaciones culturales de la humanidad. Nadie pertenecía a ninguna iglesia; a nadie se le imponía ninguna creencia. Primaba la tesis de que cada cual tenía que hacer su propio camino, para así en la vida personal y colectiva buscar y forjar sus propias convicciones. Muchos padres de hogares librepensadores fueron fieles seguidores de Salvador Allende G., y votaron invariablemente por él en todas las elecciones presidenciales en que se presentó (1952, 1958, 1964 y 1970). Ellos aspiraban a una sociedad socialista, laica y democrática, muy en consonancia con las tesis progresistas que caracterizaron durante largo tiempo en el país el más avanzado imaginario político del radicalismo y de la masonería. Sin embargo, como desgraciadamente ocurrió al final con muchos integrantes de los sectores medios, a algunos les invadió el temor de que a la Unidad Popular se le escapara el control de las cosas y que el proceso estallara en mil pedazos, ya sea hacia formas dictatoriales o totalitarias de gobierno. En ese contexto socio-cultural, surgieron niños políticamente precoces, que a los 11 años de edad podían entablar una discusión con compañeros de curso en el patio del colegio, recurriendo a toda la argumentación que entonces les era posible, para intentar demostrar la equivocación cometida por la URSS al invadir con tanques Checoslovaquia, para así ahogar la llamada “Primavera de Praga”. De una u otra forma, ya se dibujaban las dos visiones estratégicas y programáticas entre la denominada izquierda reformista y la revolucionaria. También los jóvenes de la época fueron hondamente impactados por la noticia de la muerte del Che en Bolivia, de quien muchos de ellos poseían retratos colgados en su dormitorio. Pero no sólo eso, asimismo otros tantos recibían por correo distintos materiales desde China, Cuba y otros países que contaban a su haber el haber realizado revoluciones en su suelo patrio.

1.2 La hora de la política Pero volvamos nuevamente a don Edgardo Enríquez Frödden, recurriendo a continuación a sus propias memorias, “En el nombre de una vida”, Tomo II: “Los que pertenecemos a mi clase social, que no tiene dinero, ni latifundios, ni empresas, ni ambiciones por llegar a ser ricos y poderosos, lo único que aspiramos a tener es una familia bien constituida, sólida, culta, capaz, feliz, unida, de acrisolada honestidad, de gran preparación. Y eso me lo destruyó la ambición demócrata cristiana de los años 1969-70 y 73. Seguramente, esto que acabo de escribir, va a traer protestas airadas y cargadas de odio. Quien pretenda negar esa ambición del Sr. Frei y del Sr. Pérez Zujovic y otros, no tiene nada más que revisar cuál fue la conducta de esos personajes y de sus directivas, en la gestación del Golpe Militar y en la mantención de la más sangrienta dictadura que ha tenido América, cuando menos durante los primeros diez o doce años. Injusto sería que no reconociera también la responsabilidad de mis hijos en lo que les sucedió. Respondieron en forma errada al ataque simultáneo del Gobierno Ejecutivo y del Poder Judicial. Diferentes habrían sido las cosas para ellos y, quizás, para el país, si no hubieran respondido como lo hicieron”. Pero la verdad es que la situación nacional se presentaba absolutamente encrespada, y los sectores dominantes no estaban ni siquiera dispuestos a permitir las reformas graduales impulsadas por el gobierno de la Unidad Popular, al que boicotearon, como se comprobó fehacientemente después, incluso antes que Allende tomara el mando de la nación. La desclasificación de documentación confidencial en Estados Unidos, ha sido ciertamente

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22 fundamental para apreciar la magnitud de las presiones que se ejercieron para desprestigiar a la llamada “Vía Chilena al Socialismo, con vino tinto y empanadas”. Y cuando la atmósfera se hizo ya prácticamente irrespirable, el desorientado y desarmado campo popular no fue capaz de oponer una resistencia organizada y de masas a una contrarrevolución que se hizo presente con todos los recursos a su favor. Ni el propio presidente Salvador Allende, según lo conocido hasta aquí, intentó salvar la situación final recurriendo a las fuerzas que pocos años antes lo habían llevado a la primera magistratura del país.

1.3 La dura realidad A algunos jóvenes, el Golpe de Estado de 1973 los encontró con apenas 16 años de edad. El mundo conocido se derrumbaba; se inauguraba un nuevo período. Pero había que seguir caminando. Se abrió un tiempo de dificultades crecientes, con costos no sólo personales sino que incluso en el orden de las relaciones familiares. Pero fue la opción que se escogió libremente, sin ningún tipo de presión externa que violentara la propia decisión de conciencia. Las historias personales son múltiples. Algunos adolescentes, por ejemplo, y a escondidas de sus padres, se propusieron salvar algunos materiales bibliográficos. Así, una maleta repleta de libros que pasaron a ser automáticamente peligrosos, entre ellos muchos de la editorial Quimantú, fueron depositados en el entretecho de una casa que posteriormente fue destruida. Obviamente, nunca fueron recuperados. En el descrito escenario, muchos cuadros de dormitorio, con bellas y queridas fotografías del Che, se vistieron de nuevos ropajes, y el guerrillero heroico se mantuvo por años cubierto ante la nueva socialización represiva que había emergido en el país. Definitivamente, los tiempos habían mudado, y tendríamos que asumirlo tarde o temprano. La resistencia había comenzado. Don Edgardo no es culpable de nada. Lo que ocurría en su hogar también sucedía en otros lugares semejantes. Espacios ilustrados, abiertos y tolerantes, donde no existía el proselitismo de ningún tipo; donde efectivamente se respetaba la libertad de conciencia y se promovía la propia autonomía moral. Pero, además, había un contexto mundial y ciertamente que perfiles biográficos individuales que definitivamente hacen la diferencia entre un caso y otro. Ya lo dijimos antes, no todos los hijos de masones se hicieron miristas; así como tampoco no todos los miristas provinieron exclusivamente de familias izquierdistas. Hubo de todo, tanto en relación a los enclaves ideológicos, socio-económicos, culturales y geográficos, como también en su extensión a diferentes orígenes nacionales. Como si fuera un llamado activado desde el centro de la tierra y dirigido hacia los cuatro puntos cardinales, el idealismo era la argamasa que reunía a esta generación de niñosadolescentes, muchísimos jóvenes y también de adultos. Comunidad de profesionales e intelectuales; de capas medias y hasta altas de la sociedad; del mundo poblacional urbano y del campesinado rural; de los pueblos originarios, etcétera. Siempre confiados en la corrección del camino que habían escogido para sus vidas. Muchos murieron en la lucha, incluyendo a sacerdotes y extranjeros que trabajaban y/o estudiaban en Chile; otros tantos resistieron las salvajes torturas; demasiados engrosaron las listas de los detenidos desaparecidos. Y los familiares estuvieron a su lado, descubriendo en algunos casos recién ahí la militancia de sus hijas, hijos u otros parientes, como ocurría asimismo más en el pasado que en el presente, cuando se develaba la pertenencia a la masonería de un ser querido en la instancia o estación terminal de esta vida y en el comienzo de su viaje misterioso hacia el Oriente Eterno.

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1.4 Reflexiones finales Para numerosos de nosotros, fue evidentemente un privilegio el haber nacido y posteriormente ser formados en el gratificante contexto cultural e intelectual de los hogares que tuvieron la impronta laica y libertaria, sobre todo en el Chile republicano y democrático anterior al Golpe de Estado de 1973. En distintos aspectos, la comentada experiencia abrió los surcos de los caminos que recorreríamos más adelante en nuestras vidas. Por supuesto que no se trata de idealizar los mencionados núcleos familiares de raíz masónica, porque en ellos también se evidenciaban situaciones que ameritaban revisiones y cambios. Pero sí corresponde rescatar sinceramente el que se nos permitiera crecer libres de adoctrinamientos dogmáticos, fanáticos y excluyentes. Jamás se nos impuso verdad alguna, y mucho menos las conocidas como reveladas. Siempre se respetó la conciencia individual, lo que implicaba que cada uno de nosotros debía hacer, de manera independiente, su propio camino reflexivo que le permitiera arribar a un sentido o propósito para su propia existencia. En suma, no podemos menos que agradecer el que se nos haya alentado hacia el propio y autónomo desarrollo moral; y el que se nos haya permitido crecer libres en una sociedad que, a pesar de los discursos con que pretende encubrir su dominación, está efectivamente mucho más interesada en adoctrinarnos y en controlarnos mental y espiritualmente.

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2 Aprendiz, Compañero y Maestro

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“En una democracia cada ciudadano es responsable del bien común. No lo olvidéis vosotros, que en calidad de Maestros masones debéis ser educadores”. Oswald Wirth (De la Gran Logia de Francia) La francmasonería o masonería es una institución antigua, depositaria de diversos conocimientos y linajes de pensamiento, que busca formar ética y moralmente a sus adeptos para que, ya alejados de la ignorancia y de los prejuicios, los hermanos puedan hacer una contribución individual y colectiva a las distintas sociedades en las cuales se desenvuelven como sujetos históricos. Sin embargo, es conveniente precisar que hablar de masonería en general es una suerte de abstracción, porque lo que en verdad existen son distintas construcciones o tradiciones que comparten elementos comunes y que en otros aspectos se pueden diferenciar radicalmente. En su conocida y ya citada obra “Los masones, la sociedad secreta más poderosa de la tierra”, Jasper Ridley comenta la idea anterior a partir de un hecho significativo: “Pero la decisión que tomó el Gran Oriente de Francia en 1877 de eliminar todas las referencias a Dios y al Gran Arquitecto de sus ceremonias, de apartar la Biblia de sus logias y de admitir a agnósticos y ateos, fue demasiado para la Gran Logia inglesa”.

2.1 Escalera docente masónica Hecha la importante aclaración anterior, debemos indicar ahora que el recorrido docente e iniciático de la masonería simbólica o azul reconoce tres grados de perfeccionamiento progresivo y de iluminación que deben recorrer todos los hermanos: Aprendiz, Compañero y Maestro. Como se advierte siempre ritualísticamente, la masonería escoge hombres libres que extrae de las canteras de la sociedad para convertirlos, luego de un extenso camino docente, en mejores personas y ciudadanos. En este camino el primer paso es el de Aprendiz, grado al que se ingresa luego de un proceso administrativo previo que culmina con una hermosa y significativa ceremonia de iniciación. Aquí no hay más tarea que la de trabajar la propia “piedra bruta”, y nótese la no casual analogía con el oficio de los constructores y picapedreros del medioevo, enmarcada en la siguiente pregunta: ¿De dónde venimos (vengo)? En “El Libro del Aprendiz”, el hermano Oswald Wirth nos entrega las siguientes claves: “QQ:.HH:., al iniciaros en sus Misterios, la Francmasonería ha querido hacer de vosotros hombres escogidos, sabios o pensadores, elevándoos por sobre la masa de los seres que en nada piensan. No pensar, es consentir en ser dominado, conducido, dirigido y tratado comúnmente como una bestia de carga”. Y concluye su reflexión de la siguiente manera:

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“El pensador se forma por sí solo, es hijo de sus obras. La Francmasonería lo sabe, y evita inculcarle dogmas. Contrariamente a las religiones, no pretende estar en posesión de la verdad. La Masonería no sólo se limita a ponerlo en guardia contra los errores (el error), sino que además se afana en que cada uno busque la Verdad, la Justicia y la Belleza. La Francmasonería repudia la fraseología y las fórmulas, con las cuales los espíritus vulgares se enseñorean para engalanarse de todos los oropeles de un falso saber. Quiere obligar a sus adeptos a pensar y da, en consecuencia, su enseñanza bajo el velo de las alegorías y de los símbolos. Invita, asimismo, a reflexionar a fin de que se apliquen a comprender y a descubrir”. Después viene el grado de Compañero, que constituye una etapa intermedia en la cual las ventanas del mundo llaman a la acción; instancia donde se maduran los conocimientos de la fase interior y se trabaja en responder a la pregunta: ¿Qué o quiénes somos (soy)? Al respecto, en un antiguo manual de instrucción, el mismo Oswald Wirth, de la Gran Logia de Francia, señala que: “El Segundo Grado es la consagración del primero, y es en este sentido que el Aprendiz, por el solo hecho de que como tal ha realizado progresos suficientes, es admitido en la clase de los obreros o Compañeros. Es la terminación de su aprendizaje lo que le vale su aumento de salario. Por muy lejos que podamos ir, sepamos permanecer siempre aprendices, porque nunca habremos terminado de aprender. Convencido de que el verdadero sabio no terminaría nunca de estudiar, el ilustre Chevreul se llamaba estudiante, aunque era más que centenario. Recordemos esta enseñanza y no dejemos jamás de trabajar en nuestro propio perfeccionamiento tanto intelectual como moral. Es este aprendizaje incesante el que debe proseguirse con perseverancia porque sólo él confiere el verdadero Compañerismo, dicho con otras palabras, el poder de acción fecunda y de realización verdaderamente práctica”. Y así llegamos al tercer grado de instrucción, correspondiente al de Maestro, al que se accede a través de una última, inquietante y sorprendente nueva ceremonia de iniciación. Esta es la etapa superior a la que se puede aspirar en la masonería simbólica o azul. Los trabajos aquí no terminan, así como tampoco cesan las preguntas, que se plantean principalmente de la siguiente manera: ¿A dónde vamos (voy)? El recorrido gradual ha presentado distintos desafíos personales y colectivos, que cada uno de los hermanos debe considerar y guardar como parte de su propio viaje hacia la luz. Recurramos otra vez a Oswald Wirth, pero ahora en su texto titulado “El Libro del Maestro”, editado por primera vez en francés a fines del siglo XIX: “Venerables Maestros: Habéis sido elevados al supremo grado de la jerarquía masónica; vuestro diploma da fe de ello. Pero, ¿sois maestros verdaderamente?”. “Juzguemos también a las instituciones a que pertenecemos. No tengamos la superstición de creer que somos libres porque nuestros antepasados han muerto por la libertad. La independencia no es transmisible por herencia: es preciso sacudir el yugo cada día para hacerse y permanecer libre. Bajo una infinidad de formas pérfidas, , la esclavitud nos acecha sin cesar; se impone a nuestro espíritu si la pereza intelectual nos impide buscar por nosotros mismos la verdad; nos paraliza moralmente si nuestra voluntad se adormece en las preocupaciones egoístas; se nos impone, en fin, políticamente, desde que descuidamos nuestros deberes y olvidamos nuestra dignidad de ciudadanos.

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27 Se ha reprochado a menudo a la Francmasonería ocuparse demasiado de política. En realidad, ella no ha sabido intervenir como habría debido. Las Logias no están destinadas a hacer el oficio de comités electorales y aún menos de agencias que procuran favores del gobierno; pero deben ser hogares de educación democrática”. En las palabras del Q:. H:. Wirth, escritas a mucha distancia temporal de nosotros, se percibe una dosis de frustración que puede extenderse perfectamente a ciertas realidades actuales. Es que el autor reconoce que una cosa es alcanzar ciertos grados y otra, muy diferente, es haber penetrado en el núcleo de sabiduría que ellos suponen. Estamos objetivamente frente a una realidad que afecta prácticamente a todas las creaciones institucionales. Los principios parecen estar siempre en un nivel superior de abstracción y pureza, mientras que quienes pretenden guiarse por ellos deben lidiar con sus propias debilidades de construcción interior, y también con las influencias paradigmáticas externas del medio en que intervienen cotidianamente.

2.2 Cáliz de la Amargura En el libro ya citado, “Edgardo Enríquez Frödden, testimonio de un destierro”, de Jorge Gilbert, el ex rector de la Universidad de Concepción, quien lamentablemente debió beber el ingrato Cáliz de la Amargura, emite duros juicios sobre el comportamiento de muchos hermanos masones y de la misma Gran Logia de Chile. Calumnias y destierro. “Cuando vino el golpe militar, yo ya era masón de alto grado y conocido en Chile. Al momento de caer preso, se me calumnió y se me desterró. En ese momento tuve ya un pequeño conflicto. Mis hermanos masones de Concepción y con los cuales yo había convivido por muchos años, ninguno se acercó a hablar conmigo, ni me enviaron recado alguno para decirme: -Hombre, sentimos lo que te está pasando”. Luego vendría su arbitraria expulsión de la masonería chilena. “Pasó un tiempo, un año, cuando recibo la noticia de que el Serenísimo Gran Maestro y el Gran Comendador habían dictado un decreto expulsándome de la masonería chilena. Esto fue ejecutado en la forma más hipócrita y cobarde que uno pueda imaginarse. Sin decir una palabra, sin someterme a proceso ni a nada, decretaron que había perdido mi condición masónica”. El triste espectáculo de una jerarquía que abjura de los principios institucionales. “Porque los que dirigían la Gran Logia de Chile, Horacio González Contesse y Pedro Castelblanco Agüero, estaban asociados, eran aliados, eran cómplices de la dictadura chilena, visitaban al dictador”. Colaboracionismo e infiltración. “Después del golpe, la Gran Logia de Chile fue infiltrada por oficiales de las fuerzas armadas y carabineros. Estos eran soplones infiltrados en las logias y por eso está ‘esterilizada’ en su labor”. Sectores de creyentes levantan las banderas de la masonería.

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28 “Aquí tenemos otro punto, el cual mencioné públicamente cuando estuve en Chile en enero de 1989: -¿Qué ha hecho la masonería en términos de derechos humanos y la democracia en Chile? -Lo digo con mucho dolor –respondí-. No ha defendido los principios masónicos. Quien está defendiendo los principios masónicos en Chile es la Iglesia Católica”. Sentidos y críticos pronunciamientos, ¡qué duda cabe de ello! Es que no deja de sorprender que una institución que había reconocido en múltiples ocasiones su adhesión al régimen democrático de gobierno haya sucumbido después al embrujo de la dictadura militar. ¿Qué ocurrió verdaderamente para que sus máximas autoridades cayeran en tal despropósito? ¿Cómo se explica que hubieran contado con la fuerza necesaria para actuar incluso en contra de destacados y honorables hermanos? Impacta mucho más cuando organizaciones democráticas, fundadas en principios libertarios, extravían su rumbo y desnaturalizan sus propios fines. Porque ciertamente que a nadie extrañaría que el fascismo, el nazismo y las más diversas formas de fundamentalismo e integrismo conservador, se levanten en contra de los principios republicanos. Pero que la masonería, adalid de la emancipación, se niegue a sí misma, por supuesto que resulta absolutamente inesperado y traumático. Pues bien, así como existe un dicho que reza “el hábito no hace al monje”; éste se podría extrapolar también a “el mandil no hace al masón”. En otras palabras, las insignias, cargos y signos exteriores de jerarquía no pasan de ser un traje vacío si es que no se ha transitado por la senda del cambio espiritual interior, y del compromiso social con quienes sufren y son excluidos por todos los sistemas de dominación. Reafirmando lo sostenido líneas arriba, Juan “Patula” Saavedra G. señala lo siguiente en su texto citado anteriormente: “Don Edgardo había sentido una profunda decepción con la actitud asumida por la masonería después del Golpe de Estado. La institución libertaria a la que él perteneció por tantos años tuvo más bien una actitud de silencio y complicidad con hechos de barbarie y contrarios a toda dignidad humana; es decir, con hechos que eran la antítesis de lo que habían predicado. Por lo anterior, en el exilio participó de la creación de una nueva masonería chilena, formada por aquellos que emigraron del ‘Rito Escocés’, como se denomina la masonería existente en Chile, al ‘Rito Francés’, que asumió esta nueva, la que obviamente estaba fuera de Chile. Con el retorno, varios de sus miembros, entre ellos el propio don Edgardo, le habían dado vida en el país, creando nuevas Logias. Ahora, una de esas logias del rito francés lleva su nombre como homenaje”. Para el ex rector de la Universidad de Concepción, no podía ser un tema menor lo sucedido con la masonería chilena, a la que lo unían tantos vínculos, y en la cual durante la década de 1960 desempeñó el cargo de Delegado Regional de dos ex Grandes Maestros. Así lo confirma el propio Edgardo Enríquez Frödden en sus ya citadas memorias, titulada “En el nombre de una vida”, Tomo II: “Fui siete años seguidos Delegado de dos Ser. Grandes Maestros y presidente del Consejo de Venerables Maestros. Lo dejé cuando, voluntariamente, renuncié al cargo, al ser elegido Rector de la Universidad de Concepción, en diciembre de 1968. De eso me ocuparé más adelante. En general, no tuvimos problemas en los siete años de mi presidencia. La Orden pasó a gozar de gran prestigio en la región y nuestras opiniones fueron muy respetadas y escuchadas por los Grandes Maestros.

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29 De acuerdo a mi manera de pensar, nunca oculté mi calidad de masón y hasta salí en defensa de la Masonería y de sus obras cuando fue atacada por la prensa y unos sacerdotes que creían que, como era habitual, nadie les respondería. Tuve una a dos polémicas en que salí muy bien ante la opinión pública. Gran cantidad de gente joven, universitarios, profesores y profesionales, se iniciaron en nuestras logias. En Concepción, dejó de ser efectiva aquella afirmación de que la Masonería estaba formada por viejos; que no tenía juventud”. Ciertamente que nadie escapa a las dificultades para elevarse hacia una mejor condición humana. Esta es una tarea constante y de mucho esfuerzo, y en no pocas ocasiones supone también experimentar la decepción y el sufrimiento ante situaciones infaustas en lo personal y en lo colectivo. Y en el camino docente del simbolismo encontraremos siempre a una suerte de anti-maestro que, como en un juego de máscaras, nos hará creer que es lo que en verdad no es. Se vestirá con el ropaje de la tolerancia, cuando en realidad está atrapado en prejuicios que lo hacen despreciar a los pobres, a los judíos, a los izquierdistas, a las parejas homo-afectivas y un largo etcétera. ¿Cómo reconocer a este oscuro anti-maestro? No hay receta para ello, pues en la vida misma vamos aprendiendo a descubrir la luz interior de la iluminación que nos advierte de los peligros que representan las imposturas de diversa naturaleza. Por todo lo anterior, los hermanos deberían reflejarse constantemente en lo que se afirma en “El Manual de Instrucción para el Grado I del Rito Escocés Antiguo y Aceptado”: “El verdadero masón no puede contentarse con lo externo, con la forma del símbolo, sino que debe hacer cuanto le sea posible para captar su contenido esotérico, descubriendo la idea que el símbolo representa. Sólo entonces, será realmente masón; comprenderá las nobles ideas de la Orden, y como iniciado en el Arte Real, se acercará al camino que conduce a la Verdad”. Pero regresemos a la realidad. Sabemos que los principios y valores se colocan en juego a cada instante, en todo contacto que establecemos con otro ser humano. Pero la prueba mayor sobreviene cuando como comunidad organizada enfrentamos trastornos de dimensiones históricas y sociales. Por ejemplo, ¿cómo actuó cada uno de nosotros cuando en Chile se violaba sistemáticamente el derecho a la vida de tantos miles de indefensos compatriotas? ¿Cómo se comportaron los hermanos maestros individualmente y las correspondientes jerarquías institucionales? Nos consta que a ciertas personas las preguntas anteriores les resultan incómodas y majaderas, porque quisieran dar vuelta la página y cerrar un capítulo que consideran como parte de un pasado ya lejano. Pero se equivocan rotundamente. Hay que mirar de frente la cara más oscura de nuestra propia sociedad. En palabras de Silvana Veto, Santiago 2011, extraídas de su artículo “Prácticas genocidas en la dictadura chilena”: “Los campos de concentración, la tortura y la desaparición de personas, son los dispositivos o prácticas genocidas preferentemente utilizados en nuestro país durante el período en cuestión, a través de los cuales se intentó llevar a cabo el proyecto reorganizador de relaciones sociales”. No podemos clausurar la historia si pretendemos aprender algo de lo sucedido en nuestro país durante la dictadura militar; menos cuando la verdad todavía no está completa ni reconocida en todos sus detalles.

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30 No hay que cerrar los ojos; más bien hay que abrirlos para que la plenitud de lo ocurrido se establezca en toda su magnitud. Así como los familiares de las víctimas se han negado a olvidar a sus seres queridos torturados, asesinados y desaparecidos; la sociedad tampoco puede dar la espalda a las víctimas de un genocidio amparado y promovido desde el propio Estado. La memoria histórica debe permanecer para siempre. Si queremos educar para la paz y la justicia a las nuevas generaciones; si optamos efectivamente por una mirada transversal en valores que considere irrenunciablemente la defensa y promoción de los derechos humanos, entonces seamos consecuentes y asumamos como comunidad (individuos e instituciones) el reconocimiento sin mentiras de lo ocurrido en Chile y la plena reparación democrática de un holocausto que clama y duele más todavía en un país tan injusto y segregado como el nuestro. Las generaciones siguen pasando, los gobiernos se suceden uno tras otro, y en muchos casos la verdad continúa esperando. ¿Hasta cuándo? Desde las canteras masónicas, especialmente desde las progresistas, estamos seguros que se trabaja con un claro compromiso por los derechos humanos. Y no podría ser de otra manera, porque muchos hermanos iniciados también padecieron el atropello a sus derechos más elementales. A modo de testimonio para las nuevas generaciones, quisiéramos simbólicamente mencionar a tres de ellos: Salvador Allende G., presidente constitucional de Chile al producirse el Golpe de Estado; Edgardo Enríquez F., ministro de Educación del gobierno de la Unidad Popular; y Alberto Bachelet M., general de aviación, leal a sus principios democráticos. Gracias a la gentileza de un muy querido amigo, puedo citar aquí extractos de un homenaje a Salvador Allende realizado en el extranjero por una ahora hermana maestra masona del rito francés, quien en otra época histórica integró el Grupo de Amigos Personales (GAP) encargado de la seguridad del ex mandatario chileno. “Era como un sabio Venerable Maestro que sabía aprovechar las virtudes de todos sus hermanos, al tiempo que bajaba el perfil de nuestros defectos pasando cariñosamente la cuchara de albañil. Se preocupaba así por todos y cada uno de nosotros. En mi caso, como militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria –el MIR-, y a pesar de las diferencias con el Partido Socialista, el partido político al que pertenecía el presidente, nos sentíamos identificados con él íntima y plenamente”. “Si bien no compartía para Chile la revolución armada cubana, pudo hacer de Cuba un amigo incondicional. De igual modo no compartía la defensa armada del estado socialista, pero a pesar de ello apoyó sin tapujos la lucha del pueblo vietnamita frente al imperialismo estadounidense, expresando su admiración por quien fuera también su hermano masón, Ho Chi Minh, iniciado muchos años antes en París”. “Como masón era un hombre libre, con absoluta libertad de conciencia, y como tal tenía derecho a ejercer esa libertad. En este caso, el suicidio es un recurso político de dignidad que representa el final coherente de un proyecto de vida político y social. Esa fecha, 11 de septiembre de 1973, hoy en día no es más que una entre miles para el conjunto de la humanidad, pero nosotros –como hermanos suyos- reconocemos esa semilla que fructificará en las espigas que recogerá la historia”.

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2.3 Reflexiones finales El ejemplo de los mencionados tres hermanos masones chilenos está inscrito sólidamente en la roca del futuro, y hacia él deben mirar quienes comienzan hoy su búsqueda de la verdad y de la luz. En consecuencia, que se multipliquen los eslabones de la cadena eterna de obreros que trabajan por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. No estamos ni en la hora ni en la edad para sucumbir a los cantos de sirenas de los fútiles y fugaces apegos profanos. Ello significaría alejarnos cada vez más de la inspiración de los arcanos misteriosos que llegan a nosotros desde tiempos inmemoriales. Unamos nuestros espíritus y voluntades y permanezcamos, siempre enlazados en nuestra hermandad, entre la escuadra y el compás. Si alguna resonancia pudiera quedar de nuestro paso por esta vida y universo, pensamos que no será otra que la que provenga de todas las acciones de luz que hayamos emprendido para desterrar cada una de las formas de opresión y de sufrimiento humano.

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3 Simpatizante, Aspirante y Militante

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“La historia ha seguido la línea de menor resistencia. La época revolucionaria ha hecho su entrada por las puertas menos fortificadas”. León Trotsky Es necesario señalar que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) fue una organización política que surgió formalmente un 15 de agosto de 1965, agrupando en su seno a una variedad de perspectivas que se extendieron desde el anarquismo, el cristianismo, el trotskismo, el guevarismo, el sindicalismo clasista, etcétera, abarcando asimismo las visiones que aportaron quienes se habían separado recientemente del comunismo y socialismo chilenos. Esta novel organización se planteó dos importantes y significativos desafíos políticos: disputar a los partidos tradicionales de izquierda la influencia que habían ganado en el movimiento popular y de manera simultánea levantar una estrategia de poder alternativo que llevara revolucionariamente a las masas, a los pobres del campo y de la ciudad, a la conquista de una sociedad socialista. Y cuando se produjo el sangriento Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, se propuso primero la defensa del gobierno de Salvador Allende; y luego ante la derrota que se hizo ya evidente, levantó la consigna de permanecer en Chile y de iniciar la resistencia en contra de la dictadura militar. En su libro “Todos los días de la vida, recuerdos de un militante del MIR chileno”, Enérico García Concha puntualiza lo siguiente sobre la actitud de la organización revolucionaria tras el colapso de la Unidad Popular: “Cuando el MIR en 1973, después del Golpe de Estado, lanza su consigna ‘el MIR no se asila’, ¿de qué se trata? El MIR había integrado dentro de sus fuerzas a un montón de miembros de la sociedad que indiscutiblemente no iban a tener acceso a la posibilidad de salir del país. Por lo tanto, el MIR que había hecho de la lucha revolucionaria, durante todo el gobierno de la Unidad Popular, su gran fuerza, su gran potencia, no podía en un primer momento salir arrancando, desligándose de la gente que él había comprometido. Por lo tanto, la justeza de la posición del MIR en el ‘no al asilo’ es fundamentalmente una política moral, ética. Era el hombre nuevo ejerciendo su derecho a seguir conduciendo la lucha política en Chile. Por lo menos a tratar de dirigir la retirada de ese gran pueblo que nos había seguido, que había estado con nosotros y así lograr, en momentos posteriores, un proceso revolucionario triunfante”.

3.1 Formación y cultura miristas El tránsito por la senda partidaria mirista contemplaba un proceso de formación e instrucción de tres pasos o niveles ascendentes: Simpatizante, Aspirante y Militante. Y en cada uno de ellos se pondrían a prueba las capacidades y entrega de los postulantes a la causa que libremente decidían abrazar. Naturalmente, que esta entrega de la correspondiente educación interna sufrió cambios severos al quebrarse dramáticamente la democracia que el país conoció hasta 1973, aumentando las dificultades y riesgos para quienes ingresaban a una instancia que se encontraba derechamente fuera de la ley, y que además era perseguida con saña por los distintos organismos represivos con que se dotó tempranamente el nuevo orden dictatorial. El Simpatizante era una persona que mostraba interés por la línea política de la organización, y que podía además hacer una colaboración efectiva en diferentes ámbitos. Algunos permanecían

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34 simplemente como “ayudistas”, y otros muchos tomaban el rumbo de una opción más integral y constante. Después venía la etapa conocida como la del Aspirante, correspondiente a quienes ya se encontraban en la perspectiva de asumir un compromiso sin ambages. Aquí las exigencias formativas y de acción iban en aumento, porque se trataba de un nivel intermedio en el cual se debían depurar los resabios que provenían del pasado y que podían asimismo impedir el salto hacia el escalón más alto. Y así se llegaba al estado superior de participación y de responsabilidad, el del Militante, en el cual se coronaban todos los atributos que se esperaban de un cuadro revolucionario, con sus deberes y derechos, que incluso era capaz de sacrificar su propia vida en aras de un ideal mayor y de la construcción de una sociedad más justa. Y en el caso del MIR, lo señalado anteriormente no fue pura poesía o hueca retórica, sino que ello se expresó cotidianamente en las existencias de la mayoría de sus adherentes. Al respecto, y a modo de homenaje a tres valientes militantes, recordemos aquí los nombres de María Angélica Andreoli B., 27 años, desaparecida el 6 de agosto de 1974; Diana Aron S., 24 años, desaparecida el 18 de noviembre de 1974; y Muriel Dockendorff N., 23 años, desaparecida el 6 de agosto de 1974. En “Revolución Socialista y Poder Popular. Los casos del MIR y PRT-ERP 1970-1976”, Sebastián Leiva Flores apunta lo siguiente: “…su militancia de base estaba organizada en torno a los Grupos Político Militares (GPM), órganos de carácter territorial que, por composición y tareas, estaban vinculados directamente con los diferentes frentes de masas –obrero, campesino, estudiantil y poblador-. La articulación orgánica de estos GPM daba origen a su vez a los Comités Regionales (CR) un nivel de organización y dirección intermedia que tenía como función el articular los GPM con los organismos superiores del partido, que cumplían al estar integradas sus jefaturas al Comité Central (CC). Por su parte, el Comité Central era el más importante órgano de dirección, siendo conformado por los señalados jefes de los Comités Regionales, aquellos miembros que habían sido electos en el congreso de 1967 (III Congreso) y aquellos militantes destacados que habían sido ‘cooptados’ por el propio comité. Finalmente, algunos miembros del Comité Central conformaban la Comisión Política (CP), de donde a su vez se originaba el Secretariado Nacional, a quien correspondía la dirección y representación cotidiana del partido”. El descrito tejido organizacional no es nada extraño para la época, pues se trata evidentemente de una matriz orgánica inspirada en los referentes teóricos y políticos revolucionarios que predominaban en el escenario en cuestión. Pero leamos nuevamente a Sebastián Leiva Flores: “Evidentemente jerárquica, esta estructura debía asegurar la conexión fluida de sus diversos niveles, cuestión central para integrar distintos grados de conocimiento de la teoría política, de la propia estrategia y táctica del partido y de la experiencia que se iba recogiendo del trabajo en los frentes de masas, todo lo cual debía redundar en la capacidad de articular una política que le permitiera a la organización participar de la disputa por el poder que se estaba desarrollando, donde debería lidiar no sólo con las clases dominantes sino que además con la propia alianza de gobierno y, no menor para el agudo período que se vivía, con un ‘tiempo político’ que se demostraba demasiado corto para, entre otros, resolver los desajustes que se observaban en el funcionamiento de la organización”. Pero el MIR era mucho más que una orgánica revolucionaria; era más bien una opción de vida en la cual se encontraron y crecieron juntos cientos y miles de proyectos personales de militantes esparcidos por la geografía territorial y social de Chile. Y en esta praxis política cotidiana, se constituyó lo que se ha dado en llamar “cultura mirista”, que finalmente viene a ser la forma específica en que sus miembros comparten y construyen simbólica, psicológica y colectivamente su línea política y su compromiso con un nuevo mundo.

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35 Las ideas que esbozamos anteriormente son recogidas también en el libro “Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Coyunturas y vivencias 1973-1980”, cuando su autor, Carlos Sandoval Ambiado, plantea lo siguiente: “El MIR fue un crisol político-militante para un heterogéneo contingente de jóvenes. Auque hubo sectores de la izquierda que trataron de aminorar la importancia del MIR en la escena nacional, alegando que era un grupo ultraizquierdista, pequeño-burgués de jóvenes universitarios e intelectuales, al revisar tranquilamente la composición social de los miristas, a lo largo y ancho del país, no calzan para nada los intentos -con buena o mala intención- de dejar en la retina histórica a lo que efusivamente se le ha llamado ‘vanguardia más sexy de Latinoamérica’”. El compromiso asumido se expresaba de múltiples maneras, alcanzando incluso a la realización de acciones temerarias aunque fueran de carácter limitado. Al respecto, recordamos nítidamente que una vez conocida públicamente la noticia de la muerte en combate de Miguel Enríquez, el sábado 5 de octubre de 1974, dos adolescentes caminan de noche hacia el sector del Barrio Universitario de la ciudad de Concepción. Subrepticiamente, abandonan sus hogares y se desplazan por las calles desiertas, y en los lugares que les parecieron más apropiados, rayaban con plumón una sencilla y emotiva leyenda: “Miguel Vive, MIR”. En ese instante adverso y de hondo pesar, en que sentían que habían perdido casi a un familiar muy cercano, ellos no podían menos que hacerse presente y manifestar, de alguna forma, su homenaje al compañero secretario general. Mucho más adelante, todos comprenderían, a cabalidad y en todo su dramatismo, el abismal vacío espiritual que dejó la ausencia de Miguel, y aquilatarían además la tremenda falta que hizo como conductor de la mencionada y joven organización revolucionaria. Nadie había enviado a dos muchachos de 17 años a entintar paredes, con el inmenso riesgo que ello implicaba. No había ninguna orden partidaria sobre el particular, que al menos ellos conocieran. Nada de eso. La incursión nocturna tenía más bien mucho de respuesta emocional. Era la manera de expresar la admiración y afecto que sentían por Miguel. A la distancia, querían transmitirle que no estaba solo; que su sacrificio no había sido en vano. Deseaban que supiera que él renacía en ese sencillo acto; así como lo haría también en tantos otros gestos similares que recorrían el territorio nacional. Miguel representaba, en gran medida, el alma del MIR; organización que encabezó como secretario general desde el año 1967 hasta el mismo día de su muerte, en la ahora inmortalizada casa de Santa Fe 725. Y que conste que estamos hablando del año 1974, período en el que el miedo dominaba todos los intersticios sociales y la represión se había desatado como un Leviatán que todo lo devora, al estilo de la temida y monstruosa bestia marina mencionada en el Antiguo Testamento (Gn 1:21). Es que ciertamente se estaba imbuido de una gran lealtad hacia el pueblo, que se encarnaba en el episodio relatado en la figura de Miguel-Héroe y Padre-Fundador, como ocurre en los hermosos y poéticos mitos de origen, con sus correspondientes arquetipos o modelos plenos de mensajes y de enseñanzas. Y con lo años descubriría las semejanzas de esta perspectiva con la leyenda masónica de Hiram Abif. Sobre el particular, en el libro “La vida en un abrir y (tres) cerrar de ojos”, desarrollo la siguiente idea: “Sin embargo, y seguimos en el plano simbólico, los criminales fracasaron en su cometido, porque Hiram, en una suerte de continuidad del linaje iniciático, murió en carne pero se

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36 transformó en espíritu en el ‘héroe primordial de la Francmasonería’ y renace nuevamente cada vez que un hermano alcanza la verdadera maestría”. Pues bien, ya están colocados los principales hitos que deseábamos resaltar de la historia y cultura de una organización política chilena, que fue capaz hasta de cuestionar el dominio generalizado de la dictadura y de llamar a todas y todos a luchar en las filas de la resistencia popular y social.

3.2 Adelante hasta vencer Sin embargo, y retrocediendo algo más en el tiempo, no está demás anotar aquí las dificultades personales que debió afrontar, tanto en la universidad como en ciertos círculos masónicos, el propio Edgardo Enríquez Frödden, como consecuencia de la militancia revolucionaria de sus hijos. Uno de los tantos episodios sobre el particular, está consignado en el Tomo II de sus ya citadas memorias, referido concretamente a una Tenida especial organizada por una R:.L:., del Valle de Concepción, para analizar la situación universitaria, huelga en contra del Curso Propedéutico, que contó además con la presencia del rector, Ignacio González Ginouvés. Don Edgardo, debió iniciar su intervención respondiendo a una desafortunada alusión familiar que realizó en su contra un conocido hermano de la zona. Las ideas revolucionarias de Miguel. “Estaba metido en una trampa fraguada por algunos, entre los que nos podía faltar el Rector y sus ‘favoritos’. Tenía que hablar. Era una ‘enecerrona’. Empecé diciendo que, aludido directamente…, tenía primero que referirme a su intervención. En efecto, le dije, no es un misterio para nadie que mi hijo Miguel es fundador y dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y que ese movimiento ha tenido gran crecimiento dentro de la Universidad de Concepción, tanto dentro de su alumnado como profesorado y empleados. De eso, no me corresponde ocuparme. Además, mi hijo es alumno de sexto año de Medicina, excelente alumno, como pueden atestiguar muchos de los presentes que son o han sido sus profesores. Él es mayor de edad y tiene derecho a participar en política y, de acuerdo a los derechos y garantías constitucionales, goza de libertad para expresar y difundir sus ideas, las que no serán tan disparatadas cuando ya hay muchos universitarios que las siguen, a pesar de que el movimiento, por él y otros fundados, tiene apenas dos años desde que fue creado. Como masón, no puedo impedir, prohibir, a mis hijos que tengan sus propias ideas y que ejerzan sus derechos constitucionales. No tengo las mismas ideas, pero no puedo interferir en ellas. No todos los padres que somos de partidos de centro izquierda, tenemos la que para él… parece ser una suerte, de que su hijo sea dirigente de un partido reaccionario como es el liberal. Mis hijos son de izquierda, más avanzados que yo, en su derecho están; el suyo es liberal, en circunstancia de que él es radical; en su derecho están ambos. No veo, pues, a qué viene esto de que él… venga aquí, a un Templo Masónico, en Tenida, con una especie de denuncia porque mi hijo, no masón, tiene ideas diferentes a las mías, a las de él y de sus hijos. Tampoco se justifica que pretenda culparme a mí, como delegado del Gran Maestro, de que mi hijo no esté de acuerdo con el Curso Propedéutico y, haciendo uso de sus derechos estudiantiles, legales y constitucionales, esté apoyando a aquéllos que piden su supresión o modificación profunda, para hacerlo mejor, carente de los defectos que indudablemente tiene, como paso a probar a continuación”. Huelga de estudiantes y el MIR. “No es ésta la primera huelga de estudiantes universitarios de Concepción. Yo lo estuve varias veces en 1930 a 1933, cuando era estudiante. ¿Por qué tanta sorpresa ante la huelga actual? ¿Porque la dirige un Centro presidido por un miembro del MIR? ¿Será porque el MIR fue fundado y lo dirige a nivel nacional mi hijo Miguel Enríquez Espinosa? Hace poco, en una

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37 sesión celebrada en este mismo Templo, demostré que las huelgas se producen cuando los que deben resolver los problemas se cierran y no escuchan ni estudian las peticiones. Si van Schouwen no fuera el presidente del Centro de Medicina, también habría habido huelga, pero dirigida, quizás, por un Demócrata Cristiano. Si nadie resuelve los problemas graves que denuncian los estudiantes, lo más seguro es que haya huelga”. Fin del Curso Propedéutico y sensación de amargura. “Como masones, estudiemos seriamente el Propedéutico. No nos afirmemos en el error. Si hay modificaciones que hacerle, pues que se le hagan. Así se acordó en definitiva y, tiempo después, se llegó a la supresión del Propedéutico. Aunque había triunfado mi posición, salí de esa Tenida con una sensación de amargura. No me cupo duda de que se había tratado de hacerme una encerrona y quizás llevarme a renunciar al cargo de Delegado del Serenísimo. Se me quería poner en evidencia en base a que van Schouwen era el presidente del Centro de Medicina, el mismo que había tenido una polémica por la prensa con el rector y se sabía, además, que era el novio de mi hija. Lo que me amargaba más era que se trataba de hermanos coludidos para perjudicarme. Pero éstos eran una minoría. La inmensa mayoría de los hermanos estuvo siempre conmigo, como probaré más adelante. El Consejo de Venerables Maestros también se mantuvo férreamente unido a mí y me acompañó sin reservas en mis iniciativas”. Las citas anteriores constituyen una inobjetable muestra de las dinámicas sociales, tensiones políticas, enfrentamientos ideológicos y distanciamientos personales que atravesaron a la provinciana comunidad penquista durante prácticamente toda la década de 1960. Para el MIR nada fue fácil, y lo señalado aquí es válido tanto para las generaciones de militantes de los años 60, de los 70 y de los 80. En efecto, cada etapa de la lucha de clases le demandó no sólo el análisis de los correspondientes períodos y coyunturas, sino que además implicaba la elaboración de diseños tácticos y estratégicos para intervenir adecuadamente en las distintas situaciones de flujo y reflujo del movimiento de masas. Concluyendo con este capítulo, y entroncando a la vez con lo planteado en el párrafo anterior, recogeremos algunas interesantes observaciones sobre el período contrarrevolucionario que realiza Robinson Silva Hidalgo, en su libro “Resistentes y clandestinos: La violencia política del MIR en la dictadura profunda 1978-1982”: “Cuando planteamos la idea de las libertades conculcadas se hace evidente que el conflicto se instala históricamente. En este punto consideramos a la violencia de los años ochenta en Chile, como una forma de hacer política en espacios donde no existe la posibilidad de mediaciones, ni de manifestaciones políticas, ni de debate público, la acción pasa a estar marcada por el ocultamiento clandestino de la vida y de la lucha política”. “Para la izquierda latinoamericana que vivió las dictaduras en Sudamérica, la idea de Resistencia fue tomando la forma de una política de violencia con un fuerte componente ético. De ahí que los derechos humanos y los derechos del pueblo fueran parte activa de esa resistencia,, añadiéndole al carácter netamente político, una nueva dimensión”. Como señalamos recientemente, en el contexto del lanzamiento de un libro, tanto en la Universidad de Concepción como en la Universidad del Bío-Bío sede Chillán, en la historia del MIR hay mucho de epopéyico; de ir siempre hacia adelante; de caminar rumbo a la frontera de todo; de vivir el sacrificio hasta las últimas consecuencias. Y en esta manera de ser y estar en la política, se perciben evidentemente distintas influencias teóricas, entre ellas: el racionalismo humanista y laico que inspiró a la Revolución Francesa (Libertad, Igualdad y Fraternidad); el

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38 marxismo y los diversos procesos revolucionarios triunfantes y frustrados a nivel mundial; y más específicamente la Revolución Cubana, la ética del Che y el ejemplo de Vietnam heroico. Asimismo, es posible encontrar en él un cierto carisma profético, vinculado a las sensibilidades de creyentes (religiosos y laicos) que hicieron suyo el mensaje anunciador de un nuevo tiempo, Tierra Prometida-Socialismo, proveniente principalmente de la Teología de la Liberación. Como ocurrió, por ejemplo, con dos sacerdotes. Joan Alsina, nacido en Gerona, Cataluña, quien a los 31 años fue ejecutado, en septiembre de 1973, en el puente Bulnes sobre el río Mapocho. Y Antonio Llidó, originario de Valencia, desaparecido luego de su detención, en el centro de Santiago, el 1 de octubre de 1974. Y aunque parezca increíble, porque la muerte acechaba y rondaba en toda su oscura omnipresencia, los sentimientos profundos de la vida siempre estuvieron presentes en la cotidianeidad de los militantes, en las distintas etapas por las que navegó la organización política en el contexto de la lucha de clases a nivel nacional. Lo que decimos se refleja bellamente en el libro “Vuelo de mariposa. Una historia de amor en el MIR”, de Eva Palominos Rojas, quien relata su intensa relación afectiva juvenil con un revolucionario uruguayo, integrante del mítico MLN-T, Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. “Una noche regresando tarde, cerraba la puerta tras de mí cuando lo vi salir del dormitorio, y venir a mi encuentro con un saludo encantador y tierno. Una sonrisa dulce y franca había borrado las marcas de incertidumbre que le ensombrecían el rostro en las semanas precedentes. Un instante después mi corazón alborotado leía su enamoramiento en aquella expresión transfigurada. Mientras me apretaba en sus brazos pensaba ‘ahora sí que estamos dando vuelta una página’. Estábamos solos y todo era tan distinto, recuerdo que en torno a la mesa, yo sentada sobre sus piernas, nos contamos con la espontaneidad de la ternura recobrada nuestro sentir y las ideas que ocuparon nuestros pensamientos durante su ausencia. Sin sobreentendidos ni tergiversaciones dialogábamos repitiendo preguntas y explicaciones por el placer de ofrecernos, como un libro abierto, una comunicación fluida y transparente. Un desplazamiento intempestivo y de destinación desconocida lo había alejado de Santiago, y en la prolongación de su viaje le había afligido no poder llamarme, decía”.

3.3 Reflexiones finales En síntesis, con sus muy escasos años de vida, el MIR entregó mucho más en dignidad que la que aportaron otros en décadas de existencia. Porque, más allá de los errores cometidos en su accionar revolucionario, y de los tremendos costos que debió pagar por su osadía, fue una de las pocas organizaciones políticas que denunció, sin tapujos, las injusticias y arbitrariedades del poder dominante. Y entiéndase bien, no se trata de un legado menor, pues la semilla que plantaron las generaciones revolucionarias de ayer constituye un patrimonio social y cultural, ético y moral, que germina hoy en las nuevas contiendas libertarias por un mundo sin explotadores ni explotados. Y una última cita de cierre para este capítulo, extraída del documento La táctica del MIR en el actual período, diciembre 1973; publicado en el libro “Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile”: “Nacimos en 1965; existimos realmente desde 1967; actuamos desde 1969; y entre 1970 y 1973 logramos constituir una vigorosa, sólida organización, arraigada ya en casi todas las capas del pueblo, con una estructura político-militar relativamente sólida; constituida ya una estrecha coordinación y solidaridad revolucionaria en el Cono Sur de América Latina, entre el ERP, los Tupamaros y el ELN, que hoy rinde ya sus frutos, habiendo atravesado ya difíciles experiencias: inexperiencia, clandestinidad en 1969, ensanchamiento político y de masas entre 1970 y 1973, los combates de septiembre y hoy la represión.

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39 La ilusión reformista de la UP no nos involucra; la deserción provocada por su fracaso sólo nos rasguña. Hemos constituido orgánica, política e ideológicamente una generación de revolucionarios profesionales, que son una posibilidad revolucionaria abierta en Chile y en el Cono Sur. La situación chilena nos ofrece un desafío que somos y debemos ser capaces de vencer. Con una táctica adecuada, con serenidad, valor y audacia lo lograremos”. En la lógica del MIR, lo que fracasó en Chile fueron las tesis reformistas y la ilusión de avanzar hacia un cambio revolucionario con la anuencia de los sectores dominantes. Sin embargo, tampoco se puede obviar que la derrota del gradualismo ocasionó finalmente un repliegue y reflujo de todo el campo popular, fenómeno que inevitablemente influyó en la real capacidad de maniobra para levantar la resistencia de masas en contra de la dictadura militar. Así las cosas, el MIR terminó sufriendo golpes demoledores por su afán de mantener viva la esperanza en la victoria de la causa revolucionaria. Pero, porfiadamente, siguió el sino de su génesis y desarrollo como opción alternativa de transformación social. Y ello, no pudo ser de otra manera, porque ése era su centro existencial terrenal y su Axis Mundi cósmico.

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Política y cultura en la rebelión juvenil de los años 60

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“La arcilla de nuestra obra es la juventud; en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera”. Ernesto Che Guevara En la segunda década del siglo XX, la masonería penquista fundó la Universidad de Concepción, en la que quizá sea por lejos su obra más emblemática e importante en todo el país. Su impronta humanista y laica se estableció meridianamente en su himno, como en otros símbolos que sustentan la identidad institucional: “Por el desarrollo libre del espíritu”. La iniciativa en comento recibió el apoyo entusiasta de distintas instancias masónicas, pero como idea surgió principalmente de la Respetable Logia “Paz y Concordia” Nº 13. El tiempo pasó y a fines de los años 60 se produjo en el país un fuerte movimiento estudiantil que se planteó la necesidad de modificar sustantivamente las estructuras de gestión existentes en los planteles universitarios. No es nuestro propósito historiar en detalle el proceso en cuestión, sino que más bien llamar la atención sobre el impacto de éste a nivel de los dos actores que son el objeto prioritario de nuestra indagación: masonería y mirismo. Asimismo, nos parece fundamental encuadrar el fenómeno social de la reforma en un contexto internacional mucho más amplio, en que emergen los jóvenes con un protagonismo que se expresa concretamente en una combinación de rebelión política y cultural.

4.1 La Reforma Universitaria Así como en el plano de los hogares, la visión libre pensadora aporta una base favorable para una formación crítica de sus miembros, también se puede concluir lo mismo respecto de una institución mayor que surgió y se desenvolvió con el mismo paradigma en valores. La casa de estudios superiores de Concepción, no estuvo ajena al mencionado fenómeno social y político de reforma, pero se integró en él con rasgos específicos que la diferencian, por ejemplo, de las dinámicas que se generaron en las Universidades Católica y de Chile. Estos aspectos propios, distintivos, dicen relación principalmente con los espacios de participación ganados por los estudiantes penquistas y con la dinámica actividad política desarrollada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, en el señalado contexto. Sobre el particular, conviene tener a la vista que en el segundo semestre de 1967, Luciano Cruz Aguayo, carismático dirigente de masas mirista, accedió a la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción. En el libro ya citado de Jorge Gilbert, don Edgardo Enríquez apunta lo siguiente: “La verdadera reforma universitaria se vino a realizar en el período 1967 a 1970. Antes hubo progreso, pero en términos reales la verdadera reforma universitaria comenzó sólo al final de la década del sesenta”. “En el año 1967 se produce la reforma”. “La reforma se terminó y aprobó en Concepción el año 1968. Sus resultados se publicaron en los estatutos de la universidad en diciembre de ese año. Se procedió entonces a la elección del rector y todas las demás autoridades, siguiendo el procedimiento aprobado por la reforma. Ya no botaba entonces sólo el claustro pleno antiguo, sino que la comunidad universitaria en su totalidad participaba”.

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42 Este es un momento de la historia en que se tensó al máximo lo que podríamos denominar la “cohabitación” entre las posturas del MIR y de la masonería en el principal plantel de estudios universitarios del sur del país. Y según algunos autores, se trató de un enfrentamiento no menor en profundidad. Al respecto, Jaime Rosenblitt B., señala lo siguiente en su artículo “La Reforma Universitaria, 1967-1973”: “En este escenario, la reforma en la Universidad de Concepción puede sintetizarse como una confrontación abierta entre la masonería y el MIR”. Sin embargo, los antecedentes disponibles indican que si bien existió una fuerte controversia y discusión en torno al tipo de paradigma que guiaba la administración del plantel de estudios y sobre otros temas de política general, también pesó en el clima interno un hecho que no resultó para nada insignificante. En efecto, el 27 de diciembre de 1968, y con un abrumador respaldo de toda la comunidad universitaria, asumió la rectoría el Dr. Edgardo Enríquez F., un hombre progresista, destacado miembro de la masonería de la ciudad, quien era además padre de Miguel Enríquez. Don Edgardo se mantuvo como rector durante 5 años, período en el cual avanzó en su programa de reforma universitaria, ganándose el aprecio de los estudiantes, sobre todo cuando en 1969 marchó con ellos en repudio del allanamiento policial que sufrió el Barrio Universitario penquista. En julio de 1973, asumió como Ministro de Educación del gobierno de Salvador Allende, en cuyo puesto fue detenido tras el Golpe de Estado. Además es necesario reconocer que el control de la masonería sobre la universidad, no siempre utilizado ecuánimemente en todas las circunstancias, no sólo fue criticado por el MIR, sino también por comunistas, socialistas y nacionales, y por supuesto que desde las filas de la Democracia Cristiana. Hay que decirlo, y aunque no fuera el punto esencial de los debates de la coyuntura, que más bien colocaba el acento entre proyectos sociales de cambio versus las posturas más conservadoras, muchos sectores pro clericales, captando las diferencias que se producían entre las fuerzas en acción, aprovecharon la situación para desquitarse de alguna manera del carácter laico y racionalista que siempre tuvo la casa penquista de estudios superiores. Es decir, la masonería, que también es justo señalar exhibía evidentemente distintas sensibilidades en su seno, aparecía en los hechos recibiendo un fuego cruzado que tenía múltiples orígenes y propósitos políticos e ideológicos. En un artículo de la revista Punto Final Nº 40, correspondiente a la segunda quincena de octubre de 1967, y recién de conocida la muerte del Che en Bolivia, se consignan algunas ideas de Miguel Enríquez sobre la reforma en la Universidad de Concepción. Ellas son muy interesantes, porque expresan exactamente las ideas del joven líder revolucionario penquista y porque a la vez grafican la intensidad del debate que se estaba produciendo a nivel local. “En la universidad, en síntesis, la lucha por el objetivo estratégico fundamental, la revolución universitaria, entendida como la necesaria transformación que saque a esa superestructura al servicio de la sociedad de explotación y oprobio, y la coloque al servicio de obreros y campesinos, pasa por la lucha, por las reivindicaciones fundamentales de los estudiantes contenidas en la Reforma Universitaria, enfatizando sí el cuestionamiento del poder universitario, esto es, el cogobierno estudiantil, como elemento indispensable para luchar en este período por la democratización de la universidad, la defensa de su autonomía, el acceso a ella de obreros y campesinos, y la lucha contra la penetración norteamericana”. No pueden quedar dudas respecto de los planteamientos enarbolados por Enríquez, quien concluye su argumentación de la siguiente manera: “Los estudiantes de Concepción comprendieron que su papel no es el de trepadores sociales a la caza de los beneficios de un título universitario, sino que, como ‘grupo de edad’ y en su calidad de ‘joven intelectualidad’, al cruzarse con la agudización de los conflictos sociales a nivel nacional y latinoamericano, se integran al movimiento revolucionario entendiendo que a la universidad no vienen sólo a estudiar, sino también a luchar”.

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43 El ímpetu y radicalidad de las posturas reformistas, indudablemente que chocarían con una forma y un estilo de gestión más acostumbrado a los entendimientos y acuerdos entre actores similares que a los apasionados y vehementes cuestionamientos y emplazamientos ideológicos. En el libro ya citado, “Te cuento otra vez esa historia tan bonita”, Juan “Patula” Saavedra Gorriateguy, aporta interesantes antecedentes de la época en cuestión: “En las elecciones de la Federación de Estudiantes de noviembre de 1967, ganó Luciano Cruz. En esta ocasión, el Partido Socialista se abstuvo de llevar un candidato, lo que facilitó nuestro éxito. Con ello, el MIR pasó a gobernar la Federación de Estudiantes (FEC) durante cuatro años, en los que yo sería su secretario general. Luciano Cruz ingresó a la universidad un par de años después que nosotros y, por lo tanto, se integró al MIR con algún retraso. De físico alto y corpulento, muy ágil, alegre, simpático y espontáneo, orador de excepción, era sin dudas nuestro dirigente con mayor popularidad. Lo sucedieron, en la presidencia de la FEC, Nelson Gutiérrez, Jorge Alarcón y, nuevamente, Nelson Gutiérrez. Durante dos de los cuatro años que el MIR controló la Federación de Estudiantes, yo fui el secretario general; es decir, tuve la responsabilidad de toda la gestión administrativa. Ella incluía dos eventos que eran mayores, por su magnitud y complejidad en la organización y realización: los Juegos Florales y las Escuelas de Verano”. La creación de la Universidad de Concepción significó un gran salto adelante para la zona por su identificación con el pensamiento humanista y laico libertario, pero en la coyuntura del proceso de reforma, los estudiantes querían mucho más que lo que tenían, porque no sólo aspiraban a democratizar las estructuras universitarias, sino que simultáneamente anhelaban revolucionar toda la injusta dominación de clases a nivel nacional.

4.2 La escena internacional El escenario internacional bipolar o de Guerra Fría estaba experimentando entonces profundas transformaciones, como los procesos de descolonización, la emergencia del feminismo y del ecologismo, entre otras, y en tal contexto los jóvenes se levantaron como actores protagónicos (identificación colectiva) para hacer su propia contribución a los vientos de cambio y rebelión política y cultural que soplaban desde distintas direcciones del planeta, pasando por los países capitalistas desarrollados y por el atrasado Tercer Mundo. Son los años también del referente intelectual de izquierda Herbert Marcuse, a quien se le llamó el “filósofo de la rebelión juvenil”, tributario en sus escritos tanto de Marx como de Freud. Entrevistado por María José Ragué Arias, él se refirió en los siguientes términos a los movimientos juveniles de protesta de la década del 60: “Se sustentan en un derecho natural que hay que respetar: el derecho de todo individuo a no soportar una situación determinada. El movimiento juvenil protesta y rechaza las normas y exigencias de la sociedad consumista. Los jóvenes desean ahora, en la medida que ello es posible, decidir por sí mismos. Muestran una incapacidad casi física, podríamos decir fisiológica, para soportar lo que está sucediendo y participar en ello, y no lo hacen de modo abstracto, sino que lo experimentan con todo su organismo”. Resumiendo, en América Latina, la década de 1960 se inicia prácticamente con el triunfo de la Revolución Cubana, 1 de enero de 1959; y concluye con la victoria electoral de la Unidad Popular en Chile, un 4 de septiembre de 1970. Es la década del Che y de su muerte en Bolivia, ocurrida el año 1967; de los movimientos guerrilleros, urbanos y rurales, en distintos países del continente; del surgimiento de la Teología de la Liberación; de la fundación del MIR chileno en

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44 1965; de la caída en combate, el año 1966, del sacerdote y guerrillero colombiano del ELN, Camilo Torres; de las dictaduras locales; de ciertos nacionalismos militares reformistas, etc. Y en el ancho mundo sobresalen, fuera de los otros acontecimientos ya mencionados en párrafos anteriores, la tesis de la “coexistencia pacífica” y la pugna chino-soviética; la guerra de Vietnam, iniciada en 1964 y concluida en la década siguiente; la Revolución Cultural China; el asesinato del presidente John F. Kennedy, Dallas 1963 y del pastor bautista Martin Luther King, defensor de los derechos civiles de los negros, Memphis 1968; la Primavera de Praga, 1968; el Mayo Francés, 1968; la carrera espacial y la llegada del hombre a la luna, 1969; el movimiento hippie y el Festival de Woodstock, celebrado en una localidad del estado de Nueva York, los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969, etc.

4.3 Reflexiones finales En esos años estaba en curso una revolución mayor, colectiva e individual, que no sólo reclamaba el fin de las estructuras de explotación económica a nivel internacional y nacional, sino que propugnaba a la vez, en la praxis, y con mucha creatividad y energía, la liberación de las costumbres y el término del control mental disciplinario y moralizante ejercido desde la ideología y aparatos de domesticación con que cuenta el poder para su permanencia y reproducción. Fue una época formidable e inspiradora en muchos aspectos, sobre todo porque en ella se escenificó, en definitiva, una lucha por una nueva hegemonía y por un mundo absolutamente distinto.

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Democracia, educación y laicismo

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“En todo caso, creo que la Masonería en Chile debió haber tenido un rol más activo en la defensa de principios que le son propios”. Luis Riveros Cornejo (Actual Gran Maestro de la Gran Logia de Chile) El origen formal de la masonería chilena se remonta claramente al siglo XIX, período en el que constatamos los primeros esfuerzos por cimentar una corriente e institucionalidad librepensadora nacional que funcionara de acuerdo a los criterios de regularidad o vinculación con algún poder u Oriente externo extranjero, como es tan propio de las construcciones espirituales y filosóficas que fundamentan su quehacer en la iniciación y en la tradición que se traspasa ininterrumpidamente de generación en generación.

5.1 Génesis de la masonería chilena En una esquemática línea de tiempo, se pueden considerar como parte de este proceso orgánico a las Logias Lautarinas, vinculadas directamente con los movimientos políticos y armados de independencia nacional, que buscaban prioritariamente la autonomía del poder colonial español; después encontramos, en un lugar destacado, porque ya es una instancia propiamente masónica, a la Logia “Filantropía Chilena”, de 1827. Más adelante, y producto de la acción de inmigrantes franceses, se verifica el surgimiento en Valparaíso de “L’ Etoile du Pacifique” (“La Estrella del Pacífico”), en 1850. Asimismo, al poco tiempo, masones ingleses y norteamericanos levantan la Logia “Bethesda”, la que funciona con carta constitutiva de la Gran Logia de Massachussets. Y en 1853, se crea “Unión Fraternal”, que trabaja en español, y que contó con la participación de destacadas personalidades e intelectuales de la época. Posteriormente, el día 24 de mayo de 1862, logias de Concepción, Copiapó y de Valparaíso, fundan en esta última ciudad la Gran Logia de Chile. Entidad que rápidamente se desvincula del Gran Oriente de Francia, por situaciones políticas que se vivían en el país europeo, logrando seguidamente el reconocimiento de otras potencias masónicas. Las Logias que participan de este acontecimiento histórico son las siguientes: “Unión Fraternal” Nº 1, de Valparaíso; “Fraternidad” Nº 2, de Concepción; “Orden y Libertad” Nº 3, de Copiapó; y “Progreso” Nº 4, de Valparaíso. Con el correr de los años y de las décadas, hasta llegar al siglo XX, surgen numerosos y dinámicos talleres masónicos que se asocian a la Gran Logia de Chile, la que alcanza de esta manera presencia en prácticamente todas las zonas del país. Y también corresponde destacar a otras instancias masónicas autónomas de la Gran Logia de Chile, como son la Gran Logia Mixta de Chile, la Gran Logia Femenina de Chile y el Gran Oriente Latinoamericano, GOLA, fundado en el exilio por Edgardo Enríquez Frödden y otros destacados hermanos. Es necesario puntualizar que la denominación de GOLA se comenzó a utilizar a partir del año 1990, ya que el primer nombre con que se le conoció en Europa, desde el 21 de junio de 1984, fue el de Gran Oriente de Chile en el Exilio. Ciertamente que sería mucho más lo que se podría consignar respecto de la génesis y evolución orgánica institucional de la masonería chilena, pero ello excede largamente el objetivo que nos hemos planteado en esta oportunidad, que no es otro que mostrar panorámicamente la contribución específica de ésta, asumiendo además que no actuó sola, al desenvolvimiento de las ideas democráticas y progresistas a nivel nacional.

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Pero antes de proseguir, nos parece apropiado consignar dos citas muy ilustrativas tomadas del libro La Masonería, su influencia en Chile, de Fernando Pinto Lagarrigue: “Analizar la influencia de la Masonería en la evolución política, social y jurídica de Chile es una labor delicada. Significa buscar su acción a partir de los orígenes de la Independencia para ir, gradualmente, examinando el papel que le ha cabido en la formación de la República, en la secularización de las costumbres, en las reformas educacionales y en la evolución ideológica creadora del pensamiento democrático. Paralelamente es menester seguir la actuación de los miembros de la Orden en el Gobierno, en las sesiones del Congreso, en los cargos de la docencia, en las letras, en los cenáculos o asociaciones, en la prensa y, en fin, en las más variadas actividades de la vida nacional”. Y la segunda cita, también muy interesante, y en un ámbito de análisis más filosófico, señala textualmente lo siguiente: “Así como la Masonería no tiene ni propicia religión alguna, carece también de una doctrina política o económica determinada. Como institución, no puede intervenir en política porque si lo hiciera provocaría, de inmediato, la división de sus miembros., es decir, su autodestrucción. Los masones, en cambio, gozan de plena libertad para hacerlo y la Orden, con sus enseñanzas, trata de encauzarlos, no siempre con éxito, dentro de los principios fundamentales en que está orientada. En lo que sí ha sido y será siempre observante la Francmasonería, es en la propagación y cumplimiento de los ideales de ‘libertad’, ‘igualdad’ y ‘fraternidad’. Los dos primeros ha podido realizarlos, en parte, con su influencia en los movimientos de emancipación política y religiosa de los pueblos y con su lucha por la liberación de la enseñanza y secularización de las costumbres, lo que ha permitido la democratización de las colectividades. El más importante de los ideales, el de la ‘fraternidad’, es una aspiración permanente de la Orden que cree poder lograrla extendiendo su cadena de hermandad por todos los rincones de la tierra para que puedan subordinarse, las pasiones e intereses egoístas de la vida, al concepto noble y altruista de amor a la Humanidad”.

5.2 Laicización de la sociedad Por razones derivadas de su propia matriz filosófica, como resulta evidente a estas alturas de nuestro análisis, los librepensadores, tanto masones como no iniciados, perfilaron su quehacer social o de extramuros en torno a tres ejes o ideas fuerza principales: democracia, educación y laicismo. En términos políticos, se apostaba a un orden democrático liberal que debía ampliar gradualmente la participación de todos los sectores de la sociedad, sobre todo de los que aparecían más marginados de los beneficios cívicos, económicos y culturales. Y para lograr tal propósito, era fundamental que el Estado nacional universalizara y ampliara la cobertura educacional a todas las capas de la población, y muy especialmente al mundo popular, la que debería ser además prescindente del cualquier adoctrinamiento religioso. Este sistemático esfuerzo, estratégico para la masonería, en el caso chileno, permitiría con los años el surgimiento de una vigorosa, ilustrada y emergente clase media. Sin embargo, para llevar adelante las tareas democratizadoras y educacionales, era necesario que se superara un gran obstáculo: el poder que exhibían los poderes clericales. Y para ello, fue

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48 pertinente que se impulsara un fuerte movimiento laico en orden a lograr la absoluta separación entre la Iglesia y el Estado, que como sabemos en el caso nacional continúa siendo todavía un proceso incompleto. Recurramos ahora a unas citas de fondo sobre el particular, tomadas del libro El Laicismo, de Guy Haarscher. “El concepto de laicismo es, al mismo tiempo, amplio y limitado. Es amplio porque se refiere, en un primer análisis, a los regímenes de gobierno que respetan la libertad de conciencia, en el sentido que el Estado no pertenece sólo a una parte de la población sino que a todo el pueblo (laos, en griego), sin que los individuos puedan ser discriminados en función de sus ideas. Y es limitado porque, si bien el término mismo y su connotación de lucha contra el clericalismo religioso están fuertemente arraigados en la tradición francesa (donde además de la afirmación de la libertad religiosa se propugna una separación del Estado y las confesiones religiosas), es ignorado en otros países que respetan rigurosamente la libertad de conciencia y el principio de no discriminación”. “Qué es, en una primera mirada, el laicismo. Antes que nada, un concepto político. Un Estado “laico”, en el sentido más amplio del término, no privilegia ninguna religión ni concepción ideal de vida, garantizando la libre expresión de todas, dentro de ciertos límites. En materia de conciencia, la autoridad política puede cumplir, en líneas generales, dos funciones muy diferentes. Desde luego, es susceptible de ponerse al servicio de una visión del mundo, de una concepción del Bien. En este caso, desempeña el papel de un “brazo secular”, es decir, de un poder que actúa en el siglo, en el mundo, para imponer esta visión a los que no adherían a ella espontáneamente, en conciencia. Es necesario reconocer que los Estados han asumido tradicionalmente este papel y lo hacen todavía. Durante largo tiempo, lo político se subordinó, de modo más o menos total y no sin conflicto, a una religión dominante. Esta última, enraizada en la trascendencia, se imponía a las actividades puramente humanas. En el universo intelectual del creacionismo monoteísta, en particular, la Ley del Creador prevalece lógicamente sobre aquella de la criatura; el derecho divino sobre el derecho de los hombres. Pero el siglo XX ha enseñado que la presencia de una religión dominante no era una condición necesaria para el establecimiento de un poder político como instrumento de una concepción del mundo. El comunismo, bajo su forma estaliniana, nos ha dado incluso el ejemplo de un ateísmo oficial, imponiéndose a los reacios de una manera infinitamente más eficaz que las religiones tradicionales. Estas últimas, en efecto, descansaban siempre en un fundamento místico, el cual genera de un modo u otro obstáculos a la modernización de la sociedad”. Los tres ejes mencionados, es decir democracia, educación y laicismo, se correlacionan directamente con diversas legislaciones que se van plasmando en sucesivos gobiernos del país. Así, por ejemplo, resulta obligatorio mencionar las llamadas “Leyes Laicas”, aprobadas y promulgadas entre 1883 y 1884, que en el período de Domingo Santa María (1881-1886) establecieron los Cementerios del Estado, la Ley de Matrimonio Civil y la Ley de Registro Civil; iniciativas que sustrajeron tales dominios de la esfera y control de la Iglesia Católica. Hay otras medidas anteriores que se inscriben en la misma perspectiva, pero las nombradas son las más emblemáticas de la época que se denominó República Liberal, que va de 1861 a 1891, y que propendió a la secularización de la sociedad y de las instituciones. Más adelante, se harían realidad la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, el 26 de agosto de 1920; y la separación nominal de Iglesia y Estado, con la Constitución de 1925.

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49 En el ya citado libro La Masonería, su influencia en Chile, Fernando Pinto Lagarrigue apunta lo siguiente sobre la materia: “Durante todo el período de prácticas parlamentarias iniciadas a partir de 1891 y hasta la promulgación de la Carta Fundamental que actualmente nos rige, los partidos de avanzada llevaron, en varias oportunidades, como programa de lucha, la separación total y definitiva entre la Iglesia y el Estado. No obstante, aquellos anhelos no pasaron más allá de algunas voces aisladas en el Congreso o en las columnas de la prensa. Fue menester la reforma integral, con la nueva Constitución de 1925, para que el programa de la Orden, en materia de secularización de las costumbres, pudiese llegar a feliz término. Le cupo al masón don Arturo Alessandri Palma, ser el intérprete más decidido y el verdadero realizador de la separación entre los poderes espiritual y temporal. Ya en su improvisado discurso político en la Convención Liberal de Santiago, el 25 de abril de 1920, destinado a agradecer a sus amigos la designación que le habían hecho como candidato a la Presidencia de la República, dijo textualmente, al destacar la necesidad de una reforma constitucional: ‘… Todos los pueblos han luchado por sus libertades y, ante todo, por la libertad de conciencia… Debemos concluir la obra de laicizar todas nuestras instituciones, sin propósitos de persecución, sin provocar odios ni divisiones en la familia chilena, inspirándonos sólo en el sagrado espíritu de tolerancia que, en la lucha de las ideas, es tienda bajo la cual pueden cobijarse todas las conciencias a respirar el aire puro de la libertad… Propendamos con todas nuestras energías a alejar de las luchas candentes de la política las banderas o credos religiosos, cualesquiera que ellos sean, evitando que se mezclen en el terreno temporal cuestiones de orden meramente espiritual, que son del fuero interno y cuyo violento choque no cuadra ya con las exigencias marcadas por las necesidades nacionales del momento histórico en que vivimos…’”. En su conjunto, las señaladas y otras acciones se planteaban garantizar y respetar la libertad de conciencia individual, constituyendo avances significativos en la perspectiva de la laicización de las instituciones republicanas del país. Lo interesante de este largo proceso, que en alguna medida alcanzó su cima bajo los llamados gobiernos radicales, con su impulso también a la industrialización del país, es que alentó lo que podríamos denominar energías intelectuales progresistas, estableciendo una clara demarcatoria ideológica respecto de las visiones más conservadoras del momento. En aquellos años, por ejemplo, de lo que se trataba era de establecer una sólida educación pública para todos, y no de gestionar iniciativas particulares como ocurriría muchas décadas más tarde. Se podrá decir que eran otros tiempos. Pero ello no es totalmente cierto. Para desmentir tal afirmación, basta con observar las reivindicaciones que esgrimió el movimiento estudiantil chileno, tanto secundario como universitario, durante todo el año 2011. En efecto, lo que tales actores demandaban era nada más, y nada menos, que una educación pública gratuita, laica y de calidad. Y como sabemos muy bien, el desmantelamiento de la educación pública en todos sus niveles se produjo durante la gestión gubernamental de la dictadura militar, que abrió las puertas a su privatización y municipalización, con toda su secuela de inequidades que se mantienen invariables hasta el día de hoy.

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5.3 Inflexión histórica A la luz de todos los antecedentes históricos y teóricos suministrados en este capítulo, resulta más que evidente el papel progresista que jugó la masonería chilena en coyunturas muy significativas del devenir nacional. Y quizá el punto de inflexión, de pérdida de tal rol, se comenzó a dibujar paulatinamente durante el gobierno de la Unidad Popular, y culminó con la postura oficial que adoptó (o no adoptó) la estructura jerárquica masónica en la época de la dictadura militar. La masonería, como tantas otras instituciones del país, evidentemente no escapó a las fuertes tensiones sociales que se desataron entre 1970 y 1973, y no es descabellado afirmar que en su seno se fue gestando una corriente que observaba con mucha preocupación y malestar los sucesos que se desencadenaban en torno a la llamada “vía chilena al socialismo”. Pero también, hay que decirlo, existió un importante sector que manifestaba su total adhesión a la experiencia conducida por Salvador Allende, que como consta, porque él nunca lo desconoció, era maestro masón y además nieto de un ex Gran Maestro de la Gran Logia de Chile en 1884, Ramón Allende Padín. Es cierto que los miembros individuales de la masonería no siempre compartieron los mismos bandos en momentos álgidos del acontecer nacional. Sin embargo, de una u otra forma se forjó una suerte de identidad respecto de lo que significaba ser parte de la mencionada institución. En este sentido, no fue casual el dicho que rezaba así: “Radical, bombero y masón”. Pero tal percepción se quebró cuando se produjo el Golpe de Estado de 1973, pues la masonería oficial jerárquica empezó a transitar por senderos que la alejaron ostensiblemente, no sabemos si definitivamente, de la praxis institucional conocida hasta entonces. Efectivamente, no son pocos los hermanos que por sus ideas izquierdistas fueron expulsados de sus filas; y otros tantos abandonaron los templos desencantados del ambiente que predominaba en su seno. Y no hay duda que la gran deuda que cargará en sus espaldas es la de no haber levantado la voz cuando en el país se violaban sistemáticamente los derechos humanos.

5.4 Alberto Bachelet Martínez Para profundizar más en este aspecto, resultan de máximo interés las cartas del general de Aviación Alberto Bachelet Martínez, quien falleció de un infarto, el 12 de marzo de 1974, en la Cárcel Pública de Santiago, como consecuencia de las torturas y malos tratos recibidos después de su arbitraria detención. En esos emotivos escritos, el general que colaboró con el gobierno constitucional de la Unidad Popular, como secretario de la Dirección Nacional de Abastecimiento y Comercialización (DINAC), manifiesta vívidamente toda su tristeza y dolor por el comportamiento desleal y represivo de sus compañeros de armas, y por la ausencia de fraternidad de sus hermanos masones, comenzando por los miembros de su propia Logia. “Me quebraron por dentro; en un momento, me anduvieron reventando moralmente”. Una de las cartas que más impresiona es la que le enviara, con fecha 6 de diciembre de 1973, al Venerable Maestro de la Respetable Logia “La Cantera” Nº 130, la que por su hondo contenido reproducimos completa en las líneas que siguen.

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“Valle de las Condes Venerable Maestro Respetable Logia “La Cantera” Nº 130 Presente Venerable Maestro: Hoy he recibido una nota, de parte del querido hermano Tesorero, por la que me comunica que se me ha otorgado carta de retiro obligatorio por inasistencia. Inicialmente pensé en enviarle a usted, Venerable Maestro, una larga nota explicando las razones de mis inasistencias en el presente año, que ustedes sobradamente las conocían y que, por último, ni siquiera me las preguntaron, y por lo inconsecuente de la medida tomada. Sin embargo, no apelaré a ella. Quedo sí, sorprendido y extrañado de dicha determinación, especialmente cuando se han erigido en jueces y han tomado una resolución sin siquiera dar la oportunidad de defenderme. Eso, en términos profanos, es una canallada. Para usted, Venerable Maestro, no es ningún misterio lo que me ha ocurrido en estos últimos meses. Sin embargo, en los momentos más difíciles ningún hermano de “La Cantera” trató de tender la mano al hermano momentáneamente caído y menos a su familia. Eso se llama cobardía moral. Usted, Venerable Maestro, olvidó los principios que nos son tan caros como la fraternidad y la solidaridad para con los hermanos necesitados, olvidando además lo que juró cuando fue exaltado a Maestro. Eso se llama traición. En estas condiciones sólo debo agradecerle la determinación tomada por usted y el Consejo. Fácilmente comprenderá que en ningún caso habría podido llegar a golpear las puertas de “La Cantera” nuevamente, especialmente cuando el odio se está enraizando en él, en un Taller que tuvo tan auspiciosos comienzos y en donde tanto se preconizó sobre la fraternidad como columna más sólida. Gracias, Venerable Maestro, por su determinación. Mi espíritu sale más reconfortado y mis convicciones de masón se reafirman una vez más en estas horas difíciles, pues sigo siendo consecuente con los principios que me inculcaron en la Orden, sin claudicaciones. Gracias, Venerable Maestro, por su determinación, ya que así puedo precisar aún más, cuan grande es la filosofía de nuestra augusta Orden y cuan pequeños son algunos hermanos que no han logrado entenderla y se permiten erigirse en jueces. Gracias, Venerable Maestro, por tan deplorable determinación. Muy fraternalmente. Alberto Bachelet Martínez”. Conmovedora carta, y un valioso documento para entender en propiedad lo que les sucedió a muchos masones que, después del 11 de septiembre de 1973, fueron perseguidos y olvidados por sus hermanos de fraternidad. Y como los ciclos de la vida son impredecibles, los responsables de la muerte del general de Aviación jamás imaginaron que, con el correr de los años, su hija Michelle Bachelet Jeria se transformaría en la primera Presidenta de la República de Chile (2006-2010).

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5.5 Aprender del pasado Es evidente que no todos se comportaron de la misma manera, que hubo gestos individuales notables de fraternidad y solidaridad, pero ellos no hacen sino destacar aún más la carencia de compromiso humano en circunstancias tan aciagas por las que atravesaba la nación. Y paradoja de la existencia, cuando se cerraban todas las puertas y la amenaza de muerte se cernía sobre tantos chilenos, incluyendo también a masones, el auxilio provino precisamente y fundamentalmente de dominios filosóficamente muy distantes en apariencia: el mundo cristiano católico y protestante. Hay que reconocerlo; hay que recordarlo; y sobre todo, hay que agradecerlo. Al respecto, detengámonos en una muy interesante entrevista realizada por Punto Final (Edición 715, 6 al 19 de agosto de 2010) al actual Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, Luis Riveros Cornejo. -Claudicante ante la dictadura -¿La Masonería fue conciliadora o prescindente frente a la dictadura militar? “Fue indulgente, especialmente en materias tan delicadas y esenciales para el humanismo como la protección de los derechos humanos. Hubo una actitud de prescindencia, casi de aislamiento de la realidad del país. Esto causó problemas al interior de la institución. Muchos sectores reclamaban una actitud más activa en defensa de los principios fundamentales. Fue una etapa conflictiva que hemos ido superando. Hubo una actitud inconsecuente con nuestros principios. Por otro lado, también la Masonería ayudó a personas perseguidas: en lo mínimo que se podía hacer. Pero se le dio la espalda a prominentes masones en un momento crítico y doloroso. Por ejemplo, al general Alberto Bachelet. Se indujo la clausura de la logia en que trabajó Salvador Allende. Los masones de todo el mundo han sacado lecciones de esto. En muchas partes la Masonería fue perseguida y el temor abundó en Chile durante los primeros años de la dictadura. En todo caso, creo que la Masonería en Chile debió haber tenido un rol más activo en la defensa de principios que le son propios”. -¿Esta omisión tiene sus causas en la estructura institucional de la Masonería, o en posiciones ante el Golpe de Estado y la dictadura? -“Los que vivimos esa época recordamos la polarización que afectó también a la Masonería. En el país estaban creadas las bases para el desencuentro estructural que se produjo. Creo que, dada la importancia de la figura fundamental del Gran Maestro en la Masonería, quien ocupaba ese cargo no tuvo la energía, la visión ni tampoco la claridad para poner a la Orden en una posición diferente. No de oposición a la dictadura militar, pero sí de defensa de principios contra los cuales ese régimen atentó sistemáticamente”. -En esos años, masones chilenos desterrados –como el Dr. Edgardo Enríquez Fröddencrearon logias en el extranjero. -“Sí, había muchos hermanos en Francia, por ejemplo, donde se fundó la Logia Lautaro. En Argentina la Logia Salvador Allende, lo mismo en Venezuela y México”. Riveros Cornejo es muy claro en sus apreciaciones, y por supuesto que entiende perfectamente el manto de duda que se cernió en la época sobre la institución respecto de su verdadera adhesión al sistema democrático, fundamentada en su “postura” ante la dictadura y en la JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


53 carencia de una defensa, sin ambages, como requerían las circunstancias, de los derechos humanos. A lo mejor algunos, y aquí estamos netamente en un terreno ideológico, le temían tanto al “comunismo”, como se decía en la época, que vieron en la dictadura militar una suerte de mal menor o un sólido muro de contención a las ideas revolucionarias. En el fondo, la mayoría tenía una visión de lo que sucedía, y adoptó legítimas posiciones, ya sea de manera activa o pasiva. No obstante lo señalado anteriormente, lo acontecido en el ámbito de las violaciones a los derechos humanos colocaba en entredicho dimensiones mucho más fundamentales. Y frente a ellas, aunque se hubiera sido opositor a Salvador Allende, no cabían la complacencia, la condescendencia, la indiferencia, ni tampoco la neutralidad. La experiencia de otras instituciones espirituales que sí se comprometieron abierta y rápidamente con la defensa de los derechos humanos, demuestra que tal opción no era compartida necesariamente por todos sus adherentes e instancias jerárquicas, pero de todas maneras se insistió y perseveró en la comentada dirección. Es decir, hubo fricciones y disensos conocidos y desconocidos sobre el particular. Ello es válido, por ejemplo, para la Iglesia Católica y para algunas denominaciones del mundo protestante. Uno de los casos más emblemáticos lo expresó la decidida acción pro derechos humanos del pastor-obispo luterano alemán, Helmut Frenz, fallecido en septiembre de 2011, que determinó escisiones eclesiales internas y su final expulsión del país, por la dictadura militar, en el año 1975. Vaya nuestro reconocimiento y sentido homenaje para él. Los que son parte generacional de aquellos tiempos dolorosos de persecución, identifican las posturas en las que estuvieron sus contemporáneos; y reconocen perfectamente a quienes causaron daño y sufrimiento por propia acción directa, por complicidad, por delación o por simple omisión. Y también se percibe a quienes hoy camuflan su colaboracionismo con la dictadura militar, recurriendo a la protección de diversas entidades o amparándose subrepticiamente en la amnesia que se ha pretendido inocular a toda la sociedad. Pero nadie puede eludir o escapar de su pasado, y ello es válido tanto para los individuos como para las instituciones. La verdad, aunque demore, siempre aparece. Y es preferible enfrentarla, mirándola a la cara. Aprender de ella, si es posible. Las violaciones a los derechos humanos no prescriben, y los que logren eludir la acción de los tribunales, jamás tendrán paz en su conciencia, ni en éste ni en ningún mundo venidero.

5.6 Reflexiones finales Las características que asume la escena nacional de hoy posibilitan que cobren actualidad muchas de las banderas que levantó históricamente la masonería. Por un lado, la deslucida democracia que se instauró en el año 1990 cayó en un absoluto desprestigio, lo que alienta nuevamente a que distintos sectores ciudadanos enarbolen la demanda por una Asamblea Constituyente. Por otro lado, el modelo de educación vigente está siendo cuestionado desde diversas sensibilidades, y su eje centrado en la apropiación privada y el lucro han acentuado las asimetrías y desigualdades económicas, sociales y culturales. Por último, la separación Iglesia-Estado se ha convertido más en una aspiración que en una efectiva realidad. Son múltiples las situaciones que así lo demuestran, pasando por los

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54 obstáculos que debieron sortear para su aprobación, hace no mucho tiempo, la nueva Ley de Matrimonio Civil y la de Culto; la existencia de aportes fiscales a instituciones que promueven y realizan proselitismo religioso; las características de muchos días feriados; y las innumerables desavenencias y polémicas en torno a la “Pastilla del “Día Después” y otras materias, como el matrimonio entre homosexuales, relacionadas indudablemente con los valores y la libertad de conciencia del individuo. Entonces, existe hoy un amplio campo de acción para impulsar un proceso ciudadano que permita la discusión sobre los que actualmente se denominan temas país, pero que es más exacto catalogar de proyecto nacional. En efecto, de lo que se trata es de desarmar todo el andamiaje estructural heredado de la dictadura y permitir que todos los sectores del país debatan, libre y soberanamente, en torno a las distintas visiones que puedan garantizar un Chile inclusivo y viable para el siglo XXI. Ésta es una oportunidad que no se puede desperdiciar, porque con un sistema tan deslegitimado como el actual, lo mejor que puede suceder es que se escuche, al fin, la voz de todos los excluidos de ayer y de hoy. Los pueblos de Chile, ya no quieren seguir esperando.

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Principios y dilemas

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56 “Dije y debo repetirlo: si la victoria no era fácil; difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad…”. Salvador Allende Si bien los principios que se profesan constituyen un aspecto significativo de la identidad de todas las personas, no se puede desconocer que ellos se van cimentando siempre en una realidad históricamente determinada. Y en tal perspectiva, son precisamente las circunstancias contextuales, económicas, políticas y sociales, las que de una u otra forma van colocando a prueba la coherencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace concretamente cada individuo. En este capítulo se rescatarán someramente algunos hitos de las biografías masónicas de dos personalidades que llevaron su impronta iniciática a las distintas actividades profesionales y políticas que desarrollaron a lo largo de sus vidas en el mundo profano. Ello tiene mucho sentido en el marco de este libro, porque ambos, principalmente por razones de orden familiar, tuvieron una estrecha relación con los principales dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. En el caso de Salvador Allende Gossens, su hija Beatriz (“Tati”) expresó evidentes simpatías hacia la mencionada organización; y con el correr de los años y de los acontecimientos, su propio sobrino, Andrés Pascal Allende, hijo de su hermana Laura, se convertiría en su secretario general. También corresponde reconocer que Allende siempre mantuvo relaciones muy cordiales y de respeto mutuo con Miguel Enríquez, y que en algún momento se refirió a los miristas como “jóvenes idealistas”. Y en lo concerniente a la otra figura que interesa destacar aquí, Edgardo Enríquez Frödden, él fue nada menos que el padre de Miguel y de Edgardo Enríquez Espinosa, y además tuvo un vínculo muy próximo con Bautista van Schouwen Vasey, quien con el tiempo llegaría a ser su yerno, al contraer matrimonio con su hija Inés. Es interesante constatar entonces cómo en el gran escenario de los sucesos nacionales, las vidas de los actores se ven enfrentadas a múltiples dilemas no siempre fáciles de resolver.

6.1 Salvador Allende Gossens En el caso de Salvador Allende, nacido en Valparaíso el 26 de junio de 1908, sobresale su esfuerzo por conciliar o compatibilizar armónicamente su filiación masónica y socialista, aunque muchos en la época lo consideraran algo imposible de alcanzar. ¿Lo pudo lograr? ¿Fue más masón que socialista o viceversa? Y en el ámbito de Edgardo Enríquez F., resalta nítido su afán de respetar la libertad de conciencia de sus jóvenes hijos, quienes habían adoptado claras opciones políticas revolucionarias, las que a él le provocarían más adelante muchas críticas y dolores indecibles. El caminar masónico de Salvador Allende, se vio fuertemente influenciado por la tradición de su familia paterna. En efecto, su abuelo, Ramón Allende Padín, médico de profesión y militante del Partido Radical, fue Serenísimo Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, en el año 1884. Y su propio padre, Salvador Allende Castro, de profesión abogado, y también radical, fue igualmente miembro activo de la masonería. A diferencia de sus antepasados, Allende no ingresa al Partido Radical, y se incorpora entusiastamente al Partido Socialista de Chile, fundado el 19 de abril de 1933. Éste tuvo entre

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57 sus forjadores a destacados masones, entre ellos a Marmaduque Grove y a Eugenio Matte Hurtado, Serenísimo Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, 1931-1932. Como se suele decir internamente en la hermandad, Salvador Allende Gossens vio la luz masónica el 16 de noviembre de 1935, en la ciudad de Valparaíso, oportunidad en que se inicia como Aprendiz en la Logia “Progreso” Nº 4. En este mismo Taller del puerto, sería Aumentado de Salario, convirtiéndose en Compañero, el 27 de octubre de 1937. Después se trasladaría a Santiago, afiliándose a la Logia “Hiram” Nº 65, el 8 de noviembre de 1940. En ella fue exaltado al sublime grado de Maestro, el 31 de octubre de 1945, y se mantuvo en su cuadro hasta el fin de sus días. Su vida masónica fue extensa, abarcando varias décadas de pertenencia a la Orden. Sin embargo, por diversas situaciones, en 1965 tuvo la intención de abandonar el Taller, pero su carta de retiro voluntario fue rechazada por la unanimidad de la Cámara del Medio. El pensamiento masónico de Salvador Allende se encuentra diseminado en diversos textos, planchas y discursos. Sin embargo, por su profundidad, se recogerá aquí fragmentos de su intervención ante la Gran Logia de Colombia, que tuvo lugar el 28 de agosto de 1971. “Por eso desde el primer instante se fortaleció mi convicción de que los principios de la Orden, proyectados al mundo profano, podían y debían significar una contribución al gran proceso renovador y bullente, que buscan los pueblos en todo el orbe y, sobre todo, los pueblos de este continente cuya dependencia política y económica acentúa la tragedia dolorosa de los países en vías de desarrollo. Por eso, teniendo la seguridad de que la tolerancia es una de las virtudes más profundas y sólidas, a lo largo de mi vida masónica, que alcanza ya muchos años, planteé en las planchas masónicas, en las diversas Logias, de mi patria, la seguridad, cierta para mí, de que podía coexistir dentro de los Templos con mis HH:., a pesar de que para muchos era difícil imaginar que lo pudiera hacer un hombre que en la vida profana públicamente dice que es marxista. Este hecho, comprendido dentro de las Logias, fue muchas veces incomprendido en mi propio partido. Más de una vez en los congresos del partido, que fundara nada menos que un ex Serenísimo Gran Maestro de la Orden Masónica de Chile, Eugenio Matte Hurtado, se planteó la incompatibilidad entre ser masón y socialista. Es más dura la intolerancia en los partidos políticos. Yo sostuve mi derecho a ser masón y ser socialista. Manifesté públicamente en esos congresos, que si se planteaba esa incompatibilidad, dejaría de ser militante del Partido Socialista, aunque jamás dejaría de ser socialista en cuanto a ideas y principios. De la misma manera, sostuve que el día que en la Orden se planteara,, cosa que no me podía imaginar, la incompatibilidad entre mi ideario y mi doctrina marxista y ser masón, dejaría los Talleres, convencido de que la tolerancia no era una virtud practicada. He podido sortear esta realidad y creo que tan solo puedo ofrecer a los HH:. de la Gran Logia de Colombia, una vida leal a los principios de la Orden, dentro de la Orden, y en el mundo profano”. “Hemos sostenido que no puede haber igualdad cuando unos pocos lo tienen todo y tantos no tienen nada. Pensamos que no puede haber fraternidad cuando la explotación del hombre por el hombre es la característica de un régimen o de un sistema. Porque la libertad abstracta debe dar paso a la libertad concreta. Por eso hemos luchado. Sabemos que es dura la tarea y tenemos conciencia de que cada país tiene su propia realidad, su propia modalidad, su propia historia, su propia idiosincrasia. Y respetamos por cierto las características que dan perfil propio a cada nación del mundo y con mayor razón a las de este continente. Pero sabemos también, y a la plenitud de conciencia, que estas naciones emergieron rompiendo el correaje por el esfuerzo solitario de hombres que nacieron en distintas tierras, que tenían banderas diferentes, pero que se unieron bajo la misma bandera ideal, para hacer posible una América independiente y unida”. “Es por eso que yo pienso y sueño. Sueño con la noche de la iniciación, cuando recibimos estas palabras:’que los hombres sin ideas arraigadas y sin principios, son como las JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


58 embarcaciones, que perdido el timón, encallan en los arrecifes’. Yo quiero que los hermanos de Colombia sepan que no voy a perder el timón de mis principios masónicos. Es más difícil una revolución en que no haya costo social y es duro estrellarse contra poderosos intereses internacionales y poderosos intereses nacionales. Pero lo único que quiero es llegar a mañana, cumplido mi mandato, y entrar por la puerta de mi Templo, como he entrado ahora siendo Presidente de Chile”. Como sabemos, Salvador Allende no terminó su mandato y perdió trágicamente la vida el mismo día 11 de septiembre de 1973. Sin embargo, a pesar de la represión desatada y más allá de la actitud ambigua de la jerarquía masónica de la época, Salvador Allende habría recibido un merecido homenaje en el contexto de la Tenida Fúnebre organizada por su Logia, “Hiram” 65, como corresponde a reglamento, el día 12 de noviembre de 1973. Posteriormente, este Taller, fundado en 1928, fue suspendido en 1974 y clausurado definitivamente en 1977. Y su reapertura, se produjo recién en 1990. Asimismo, y como desagravio póstumo, uno de los Talleres afiliado a la Gran Logia de Chile, lleva en la actualidad el nombre de Salvador Allende. Según ha trascendido con el correr del tiempo, en la comentada ceremonia fúnebre, en memoria de los hermanos de Logia fallecidos durante el año 1973, y que habían pasado a Decorar el Oriente Eterno, se vertieron los siguientes conceptos: “Tenemos la difícil tarea de expresar el profundo dolor, el inefable sentimiento que representa para los hermanos de Hiram 65, la pérdida del Q:.H:. Allende. El Templo está enlutado, y un sentimiento muy hondo de consternación se apodera de los espíritus, de cada uno de los hermanos. Allende se había formado en los Templos entre la escuadra y el compás, y había saciado su sed en las aguas cristalinas del manantial viviente del simbolismo masónico”. “Estamos conscientes de que este hermano, con su muerte, realizó el acto supremo de la existencia. Las fuerzas visibles del Hermano Allende, podrán desvanecerse, pero nos quedará su nombre y su recuerdo”. “Hermanos míos, en su recuerdo purifiquemos nuestras almas. Encendamos de nuevo y acrecentemos nuestra fe en los elevados propósitos de la Francmasonería Universal”. “Hermano Salvador Allende Gossens, descansa para siempre en paz”. Se podría decir mucho más de la vida masónica de un personaje de la talla de Salvador Allende, como también de su abuelo y de su padre, pero las señales entregadas hasta aquí son suficientes para los efectos de este capítulo.

6.2 Edgardo Enríquez Frödden Al igual que Salvador Allende Gossens, Edgardo Enríquez Frödden, nacido en Concepción el 9 de febrero de 1912, también fue médico y masón. Pero no perteneció al Partido Socialista, sino que al Partido Radical. Su iniciación se produjo en 1941, en la Respetable Logia “Caupolicán” Nº 37, de Talcahuano, comenzando así una fructífera vida masónica en la zona, el país y el extranjero. Y el máximo escalón de la masonería simbólica lo obtuvo algunos años más tarde. En sus memorias, él relata este significativo momento de la siguiente manera: “A fines de 1944, ascendí en Masonería al Sublime grado de Maestro. Fue una ceremonia inolvidable. Con esto, adquiría todos los derechos de un franc-masón y acceso a toda la bibliografía vedada a aprendices y compañeros”. Más adelante, en la década de 1960, fue Delegado para las provincias de Concepción y Arauco de dos Grandes Maestros, Aristóteles Berlendis Sturla y Sótero del Río Gundían, respectivamente. También incursionó en la masonería capitular, donde alcanzó los más elevados grados. Y concluyó su dilatada vida masónica en el Gran Oriente Latinoamericano, GOLA, del cual fue su primer Gran Maestro.

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59 En el tomo I de sus ya mencionadas memorias, Edgardo Enríquez Frödden hace los siguientes e interesantes recuerdos: “A fines de octubre de 1941, me inicié como aprendiz masón en la Respetable Logia Caupolicán número 37, del Valle de Talcahuano. La ceremonia me pareció impresionante y de profundo contenido filosófico y moral. Según me dijeron después algunos de mis nuevos hermanos, mis respuestas habían sido acertadas y muy sinceras. Me llamaron la atención, en primer lugar, la extrema pobreza del Templo de las Logias de Talcahuano y la excelente calidad de los integrantes de ellas, aunque muchos eran modestos empleados y personal subalterno de los Arsenales de Marina. Inicié ese día una vida masónica que todavía no termina, pero que, como relataré más adelante, ha tenido altos y bajos dignos de ser anotados. Los veremos a su debido tiempo. Debo adelantar, no obstante, que el balance, para mí, ha sido positivo, pero en mi concepto, negativo para la Gran Logia de Chile en los últimos 16 años. Como masón activo, podía participar en las Logias de Concepción. Asistí a varias Tenidas en un local muy ‘terremoteado’ por el sismo de 1939, pero ya en reconstrucción. Recuerdo una de esas Tenidas que me fue muy reveladora del verdadero espíritu que reinaba en la Orden. Se trataba de la Fiesta Anual del Aprendiz de las Logias de la provincia de Concepción. A presidirla, vino una delegación de Altos Dignatarios de la Gran Logia de Chile. El que actuaba como orador, importante personaje de la política y la educación chilena en esos años, Dn. Horacio Arduena, si la memoria no me traiciona, hizo un discurso en que criticó a la juventud moderna, preocupada, según él, de cosas banales, de la música de jazz, de leer, punto menos, que exclusivamente tiras cómicas y revistas eróticas, cuando no pornográficas. Me llamó profundamente la atención y me desagradó que, en el discurso oficial del representante de la Gran Logia dirigido a los Aprendices, es decir, a los jóvenes de la Masonería, se hiciera ese tipo de afirmaciones, generalizando errores que, naturalmente existían, pero que no debían estar presentes en jóvenes ya iniciados y, por tanto, seleccionados por los respectivos Consejo y Cámaras de Maestros de las respectivas logias. Cuando el Venerable Maestro ofreció la palabra en el Bien General, o sea, en ‘Varios’, la solicitó un joven español recién llegado después de la victoria de Franco sobre los republicanos. Con voz entera y decidida, se refirió a las palabras del Orador. Ustedes, los mayores, dijo, critican y censuran a los jóvenes, pero olvidan que ellos nacieron y crecieron entre dos o más guerras, la Primera de 1914 a 1918, y la Segunda que todavía no termina. Agreguemos la de España que acaba de terminar con la derrota de los republicanos y el ajusticiamiento, a manos de los franquistas, de miles de libertarios y masones. ¿Cómo se atreven a culparnos a nosotros, los jóvenes, de los errores que muchos podamos cometer? ¿No podríamos nosotros criticar a nuestros mayores que no han sabido, todavía, evitar las guerras? ¿No son ustedes, los mayores, los que están envenenando la mente de la juventud para convencerla de la justicia de sus guerras y de que vayan a matar a otros jóvenes? Se produjo un profundo silencio. Tomó la palabra el Miembro del Consejo de la Gran Logia, Maestro Dn. Juan Fuentes Pumarino, que ocupaba el sitial del Venerable Maestro. Su intervención, improvisada, fue sencillamente hermosa, una de las mejores que había oído en mi vida. Suavizó las cosas, les encontró la razón a los dos: al Orador, porque lo que quería era, precisamente, fustigar a la juventud para que reaccionara, y al Aprendiz español, porque había reaccionado y protestado. No me cabe duda, terminó, de que aquí, ni en ninguna de nuestras Logias hay jóvenes como los que ha censurado el muy querido hermano Orador. Al término de la Tenida, durante el almuerzo, me senté junto a ese muchacho de España; lo felicité calurosamente. Vengo, me dijo, de la Guerra de España y de campos de concentración españoles y franceses. He sufrido la ‘No intervención’ con que, cómoda y cobardemente, salió Francia para no ayudar a los republicanos españoles. Ahora ellos están bajo el yugo nazi. ¿Lo estarían si Franco hubiera sido derrotado?

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60 Hoy día, 48 años después, al recordar las palabras de ese joven víctima del franquismo, no puedo dejar de pensar en lo que nos ocurrió en Chile en 1973, cuando el nazismo derrotó a la democracia y al Gobierno Popular de Allende. Y lo más triste es que la Gran Logia de Chile ha estado apoyando a la Dictadura Militar, y hasta persiguiendo a los masones que, de acuerdo a sus juramentos, han protestado por esa absurda cooperación”. Como ya se ha consignado en otros capítulos, incluyendo varias citas sobre el particular, la vida masónica de Edgardo Enríquez Frödden exhibe dos momentos claramente definidos, marcados indeleblemente por los acontecimientos políticos que se sucedían en el plano nacional. El primero de ellos, se refiere a su incorporación a la Orden, en un Taller que funcionaba bajo los auspicios de la Gran Logia de Chile. A partir de ese instante inicia un largo y prestigiado recorrido masónico en la ciudad de Concepción. Sin embargo, este camino se interrumpe abruptamente tras el Golpe de Estado de 1973, cuando es internado en un campo de concentración, luego arrestado en su domicilio y finalmente debe conocer el exilio. Y como ya se ha precisado en otros acápites, después vendría su expulsión de la masonería y más adelante su destacada participación en la creación del Gran Oriente Latinoamericano. Con toda seguridad, son tres los hechos que van determinando el proceso que se puede caracterizar como la “caída en desgracia” de Enríquez Frödden al interior de la masonería oficial chilena. Probablemente resulte extraño colocarlo en tales términos, pero en estricto rigor fue lo que finalmente aconteció. En primer lugar, su calidad de padre de Miguel y de Edgardo Enríquez Espinosa, altos dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, se convirtió en un flanco de ataque permanente hacia su persona. Efectivamente, hubo sectores que siempre lo hicieron responsable de las ideas de sus hijos, como si él no hubiera tenido las propias, y estuviera obligado a responder por las de ellos. Son muchos los episodios que dan cuenta de este hecho, y que sirven además para graficar los niveles de intolerancia que ya se manifestaban en la época. En segundo lugar, tampoco se le perdonó su gestión progresista como rector de la Universidad de Concepción (1969-1972), dominada por el impulso que le otorgó a los proyectos de reforma del plantel superior penquista. Al respecto, se le recuerda encabezando una multitudinaria marcha hacia el centro de la ciudad en protesta por el allanamiento policial que sufrió el Barrio Universitario en 1969, bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970). Esto fue demasiado para algunos grupos de poder, que no podían aceptar que se permitieran tantos aires de libertad y de participación. Y en tercer lugar, se tiene el hecho que seguramente selló definitivamente su suerte ante los ojos conservadores y suspicaces de quienes observaban constantemente sus movimientos: la aceptación en 1973 del Ministerio de Educación en el gobierno de la Unidad Popular, a muy pocos meses de que se produjera el Golpe de Estado. Él consideró que era su deber asumir el ofrecimiento que le había hecho el presidente Salvador Allende, y sobre todo en instantes tan críticos por los que atravesaba la coalición izquierdista. Asimismo, constituía también un gesto de lealtad y de fraternidad de su parte hacia un hermano masón, a quien admiraba y respetaba. Y así como en 1969 defendió con pasión la autonomía de su universidad; en 1973 consideró que su deber era estar al lado del gobierno popular en horas tan decisivas y dramáticas. El pensamiento masónico de Edgardo Enríquez Frödden era muy claro, como su vida misma, sobre todo en lo que se refiere a la coherencia que debe existir entre las materias que se analizan en los Templos y la práctica de los hermanos en el mundo profano. En otras palabras, a su juicio, un masón auténtico debería esforzarse siempre por llevar a toda la sociedad los principios de libertad, igualdad y fraternidad que le inculcaron en su formación.

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61 Él se esmeró a conciencia por ser digno del mandil de obrero que portaba, tal como lo demuestran sus múltiples acciones orientadas al mundo profano. Y en los momentos más difíciles de su vida, mantuvo muy en alto los valores que invariablemente adornaron su fructífera labor en beneficio de la sociedad. Y fue gracias a esa entereza, forjada en tantas contiendas, que pudo soportar los crueles tormentos que le trajeron la desaparición de Bautista; la muerte de su tercer hijo, Miguel; y la posterior desaparición de su segundo hijo, Edgardo. Fiel a su consistente formación masónica, y aunque no estuviera necesariamente de acuerdo con todo lo que pensaran e hicieran ellos, él siempre respetó las ideas de cambio y el derrotero revolucionario que habían escogido sus hijos y amigos para sus vidas. Se podría recurrir a nuevas e inobjetables citas para ilustrar el pensamiento masónico de Enríquez Frödden, pero en este caso ello no es necesario, porque su maestría fluye caudalosamente por los distintos pasajes de su existencia simbólica y profana. En síntesis, él fue un gran masón; y también fue un gran padre; de hijos altruistas que desecharon las comodidades que podrían haber alcanzado profesionalmente, brindando sus vidas en aras de un proyecto colectivo revolucionario. Edgardo Enríquez Frödden, falleció en Santiago de Chile el 1 de noviembre de 1996. Y de todos los discursos que se pronunciaron en su funeral, recogeremos aquí parte del que realizó Nelson Gutiérrez Yáñez (fallecido el 11 de octubre de 2008), destacado dirigente del MIR y quien fuera también un día presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (FEC): “Edgardo Enríquez F., pertenece a ese tipo de hombres que influyen en las generaciones de un país, de una ciudad, de una universidad; a través de su propia acción y a través de sus hijos. La generación de los sesenta de la Universidad de Concepción, una generación de miles de jóvenes que se hicieron socialistas, que se asumieron como revolucionarios, que iniciaron la construcción de una nueva cultura emancipadora: la cultura mirista. Queremos recordar el legado de este cruzado de la modernidad, de la razón, de la justicia, de la igualdad y de la esperanza”. Hermosas palabras para despedir a quien fue su rector en la universidad penquista, y además padre del máximo dirigente revolucionario chileno: Miguel Enríquez. Algún día, la ciudad de Concepción dejará atrás su ingratitud y sabrá reconocer la valía de dos miembros de esta comunidad que se encumbraron, por sus propios méritos y acciones, al sitial inmortal de la leyenda y de la historia.

6.3 Reflexiones finales Tanto Allende como Enríquez, se empeñaron en ser consecuentes con sus ideales masónicos y políticos, y supieron sortear con dignidad los obstáculos y dilemas que se les presentaron en su calidad de hermanos y de militantes. Y los dos transitaron por el mosaico claro y oscuro de la vida, conociendo simultáneamente la nobleza y la traición. Pero ellos eran maestros, y simbólicamente se habían preparado para enfrentar los momentos más difíciles, pues cada uno, en su hora y edad, bebió el Cáliz de la Amargura. Uno perdió la vida en La Moneda, en su calidad de Presidente de la República; y el otro, siendo ministro de Educación, fue detenido y posteriormente exiliado del país.

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62 Sus viajes misteriosos no fueron en vano. Muy por el contrario, la luz que irradiaron permanece entre columnas, en muchos templos del planeta, y se convierte en un trazado de honorabilidad que traspasa el tiempo y las generaciones. Los falsos maestros, aquéllos que se nutren de la oscuridad, de la adulación y de la pompa, fracasaron en su intento de apagar el resplandor de tan superiores hermanos. En su propio estilo, ambos no defraudaron al arquetípico maestro Hiram, porque supieron sobreponerse a sus limitaciones y renacer para los demás. Asimismo, jamás rompieron la cadena iniciática que permite seguir soñando con el Templo Universal, que hará algún día realidad la ansiada hermandad entre todos los pueblos del planeta. Con toda justicia, sus nombres han quedado inscritos en las páginas más sublimes de la Francmasonería. Y en recuerdo y en homenaje de ellos, masones de principios sólidos y de un actuar sin dobleces, se cierra este capítulo con la fórmula S:.F:.U:., en la esperanza que la luz triunfará definitivamente sobre las tinieblas interiores y exteriores de la humanidad y del mundo.

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En la encrucijada de la historia

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64 “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Antonio Gramsci Como ya lo hemos establecido a lo largo de este texto, masonería y mirismo corresponden, clara y definitivamente, a dos tipos diferentes de organización social. La primera de ellas, es de carácter filosófico e iniciático, mientras que la segunda se define a sí misma como un partido político dotado de una estrategia y de un programa revolucionarios. Sin embargo, ambas comparten su pretensión de capacitar y formar a sus miembros para que actúen en la sociedad en la cual les corresponde vivir. Es decir, en los dos casos, no se trata de permanecer al margen de los acontecimientos, encrucijadas y procesos históricos, sino más bien de intervenir de acuerdo a las finalidades de cada una de las mencionadas instancias. Y así como la masonería en ciertos momentos de su historia debió recurrir al secretismo para resguardar sus misterios y protegerse de los poderes que la combatían implacablemente, el mirismo también conoció la clandestinidad en los tramos finales del gobierno de Eduardo Frei Montalva y durante toda la larga dictadura militar de Augusto Pinochet Ugarte.

7.1 Universalismo e internacionalismo En las dos entidades opera una praxis que tiene consecuencias internas y externas. Y ello es así porque se está en la sociedad y, se quiera o no, inevitablemente se asume una perspectiva y se toma partido en las distintas coyunturas históricas que colocan en movimiento los hilos de la política y del poder. Como se suele caracterizar ahora, ambas organizaciones poseen un horizonte superior hacia el cual dirigen sus emprendimientos; o mejor dicho, se guían por una visión y una misión. No caminan a tientas, pues hay un sentido o propósito en todo lo que se dice y en todo lo que se materializa; una conexión entre lo subjetivo y lo objetivo. En otras palabras, activos en logias o en “sueño”, militando en bases o “congelados”, la impronta masónica y mirista permanecen indelebles en el ser más profundo de quienes auténticamente hicieron suyos sus postulados y prácticas de acción social. En masonería, el trabajo de desbaste de la “piedra bruta” de cada hermano iniciado masón, “templo interior”, no se propone sólo el perfeccionamiento intelectual y moral individual, sino que tiene además como propósito externo el que posteriormente cada uno de los compañeros y de los maestros, máximo grado simbólico, hagan una contribución en el llamado mundo profano, aportando así su “piedra cúbica” a la construcción del “Templo Universal de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad”. En el MIR, la formación combativa de los cuadros, o miristas, casi como un anticipo del ansiado “hombre nuevo”, tiene también una clara vinculación con las tareas políticas que se deben acometer, que no son otras que luchar en todos los frentes en contra del “viejo sistema”, para luego de un largo proceso de acumulación de fuerza social, alcanzar la utopía que orienta todos los emprendimientos colectivos: el socialismo. Como nos lo recuerda Eva Palominos Rojas, en su ya citado “Vuelo de mariposa. Una historia de amor en el MIR”:

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65 “La entrega era una noble aspiración que algunos de mis camaradas entendían como una disponibilidad de todos los instantes y una lealtad a toda prueba a las ideas y al programa del partido. Otros, en cambio, no la concebían como un activismo frenético ni sumiso, sino como un quehacer acompañado de una formación política incesante. Pero en definitiva, la entrega, era un valor fundador con el que creíamos diferenciarnos de los partidos políticos tradicionales, una especie de auto referencia sobre nuestra voluntad inquebrantable de lucha. De ella derivaba toda una serie de valores subsidiarios variables según el sector de actividad y las tareas desempeñadas”. En masonería, se habla de un trabajo realizado en un ambiente “secreto o discreto”, que busca proteger a los hermanos de la “indiscreción de los profanos” o derechamente de la persecución que, en no pocas ocasiones, afectó a la Orden a lo largo de la historia. Por eso existen las señales de reconocimiento, de alerta y de auxilio. Y para el caso del siglo XX, ya destacamos en páginas anteriores la represión que sufrió bajo la dictadura derechista franquista. Asimismo, es necesario recordar también que en su IV Congreso Mundial, celebrado en Moscú el año 1922, la Internacional Comunista estableció la absoluta incompatibilidad entre masonería y comunismo. En el libro ya mencionado precedentemente, Jasper Ridley anota lo siguiente sobre el particular: “La resolución que dio a conocer la Internacional Comunista en 1922 declaraba que la francmasonería era un movimiento pequeño burgués que en diferentes épocas del pasado había obtenido el apoyo de los radicales y de los sectores insatisfechos de la burguesía, y que había cumplido un papel revolucionario, pero que ahora se oponía a la acción revolucionaria del proletariado y debía ser repudiado por los comunistas. Pero no se produjeron persecuciones serias a los francmasones en la Unión Soviética comunista”. En el mirismo, también se debió actuar en distintos momentos bajo formas de severa clandestinidad, asumiéndose cotidianamente exigentes medidas de compartimentación para proteger la vida de los militantes, sobre todo durante la época de la dictadura militar. Se hicieron necesarias fórmulas de reconocimiento visual; santo y seña, y contraseña verbales, etcétera. Considérese que entre los años 1974 y 1975, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) se propuso la exterminación total del MIR, recurriendo para tal cometido a todos los medios de tormento y represión a su alcance. En masonería, el ritualismo y el simbolismo son componentes esenciales de su identidad, ya que ellos contienen mucho del conocimiento que se pretende traspasar gradualmente a los iniciados. Asimismo, son frecuentes las alusiones a los tiempos heroicos, cuando la adscripción a la francmasonería constituía una opción no exenta de peligros y de hostigamiento por parte de los totalizadores poderes clericales. En el mirismo, aunque no siempre haya sido de manera consciente y explícita, también se dio mucha importancia a los rasgos no estrictamente intelectuales de su ser, cultivándose una ética, mística y estética que componen todavía parte de los elementos emocionales de lo que se conoce o se ha dado en llamar como “cultura mirista”. Al respecto, son ilustrativas las historias de heroísmo juvenil que atravesaron a la organización, entre ellas la de los hermanos Vergara Toledo, así como el cariño que se expresaba hacia los emblemas, himno y canciones partidarias del período formativo, del prerrevolucionario y de la posterior resistencia a la dictadura militar. Y ello no pudo ser de otra manera, porque fuera de los ejemplos provenientes de otras experiencias revolucionarias, los miristas contaron también con innumerables referentes éticos propios en todos los niveles de su militancia. Partiendo por su misma dirigencia superior, que se mantuvo inalterablemente fiel a la línea política trazada por la organización y permaneció consecuentemente en Chile en las nuevas y desiguales condiciones abiertas tras el Golpe de Estado. Por tal conducta, tempranamente se pagó costos altísimos y devastadores, como la JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


66 desaparición de Bautista van Schouwen Vasey, miembro de la Comisión Política, tras su detención en Santiago, el 13 de diciembre de 1973; y la posterior muerte de su secretario general, Miguel Enríquez Espinosa, el sábado 5 de octubre de 1974. Ambos dirigentes compartían una fuerte amistad forjada en la ciudad de Concepción, vínculos familiares y además eran médicos de profesión. Más adelante, en 1976, vendría la desaparición de Edgardo Enríquez Espinosa.

7.2 Derechos Humanos En masonería, se sostiene insistentemente que la Orden actúa en extramuros a través de la mayor o menor excelencia de los hermanos, lo que es correcto en una primera lectura. Pero ello no debería excluir que la institucionalidad toda se pronuncie sobre asuntos relevantes y urgentes para la sociedad, como ocurrió en Chile en el pasado, por ejemplo, en el polémico tema de la separación de la Iglesia y el Estado, y también respecto de la problemática educacional. Tampoco se pueden olvidar las conexiones que en algún momento existieron con el radicalismo político. Porque una cosa es definir y precisar que el carácter de la institución no es ni religioso ni partidista, y otra muy distinta es inhibirse de opinar sobre situaciones políticas que se relacionan directamente con los principios enarbolados y que ameritan una intervención que no se puede eludir. En un antecedente digno de consignar, resaltó la escasa vocería de la línea organizacional masónica más antigua del país en orden a repudiar, categórica y oportunamente, las sistemáticas violaciones a los derechos humanos que se comenzaron a producir en Chile desde el mismo día 11 de septiembre de 1973. Si bien es cierto que hubo hermanos y algunas logias que se comprometieron con la suerte de las víctimas, en general no se estuvo a la altura de las circunstancias, y verdaderamente muy lejos de la decidida acción emprendida en la materia por algunas instancias cristianas protestantes y católicas. Esta es una deuda que permanecerá registrada en la historia. Y tanto es así, que hermanos que padecieron en sus propias existencias las consecuencias de la represión y del exilio, así como la ausencia de fraternidad en los momentos más apremiantes de dolor, se vieron obligados a levantar nuevos orientes en cuyos trazados se erigió de manera indeleble la defensa y promoción de los derechos humanos. Edgardo Enríquez Frödden, es más que elocuente para graficar su pensamiento sobre el particular, y en instantes en que tardíamente se escuchaban voces de que podría acordarse una suerte de “reparación” masónica para él: “Aunque la Gran Logia de Chile declarara la nulidad absoluta de la acción llevada contra mí, jamás formaré parte de alguna de sus Logias, porque ya no puedo tener la seguridad en el futuro de no encontrar, sentado a mi lado en las Columnas, algún agente o colaborador de la dictadura”. (Cita extraída de un homenaje del G:.O:. L:.A:., al cumplirse dos años de su fallecimiento, el que ocurrió el 1 de noviembre de 1996.) Martin Luther King, el gran defensor de la no violencia activa, tiene una frase esclarecedora sobre lo que estamos analizando en este momento: “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”. Porque no hay que confundir las cosas, y tampoco se puede ser ambiguo en el asunto tratado, pues la tolerancia posee también un límite ético, y ella nada tiene que ver con el acomodaticio relativismo moral. No puede existir neutralidad axiológica cuando está en juego la vida de miles de compatriotas perseguidos y exterminados. Y así como los alemanes de hoy se preguntan

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67 consternados por las razones que explicarían la obsecuencia que tuvieron muchos de sus compatriotas de ayer con el accionar del nazismo y el horror del holocausto, también entre nosotros cabe la misma inquietud respecto del genocidio que se vivió en nuestro país. En el mirismo, por el contrario, y por la naturaleza de sus principios y desafíos asumidos, no podía existir tanta flexibilidad o relativismo en los temas de fondo, lo que explica que generalmente se mantuviera una evidente sintonía entre la praxis de los militantes individuales y del conjunto de las instancias orgánicas del partido. Sin embargo, ello no excluyó que hubiera también intensas discusiones y disensos en distintos asuntos políticos relevantes para el desarrollo organizacional y para la protección de los militantes. Como todos sabemos, la masonería es una institución muy antigua y que seguramente perdurará por mucho tiempo más en sus distintos orientes, que en algunos aspectos pueden llegar a exhibir evidentes diferencias de apreciación respecto de los procesos sociales y políticos contemporáneos. Por su parte, la historia oficial del MIR comenzó un 15 de agosto de 1965, y se extinguió a fines de la década de los 80, luego de su resistencia a la contrarrevolución y de padecer un genocidio en sus filas, como resultado de la acción represiva de la dictadura militar en contra de todos sus cuadros. Afortunadamente, la masonería en su conjunto, y muy en particular la progresista, puede todavía seguir caminando por la historia, perfeccionándose a sí misma y trabajando mucho tiempo más por el bien de la humanidad. Estamos seguros que eso es lo que querría el Gran Maestro Edgardo Enríquez F. Porque las tareas pendientes son monumentales y la historia esboza ya nuevas encrucijadas. Pues tal como sucedió en el pasado, sectores importantes de la sociedad chilena adhieren todavía hoy, casi ciega y acríticamente, a las ideas de orden, estabilidad y bienestar, elevándolas a una jerarquía superior a los valores de libertad, igualdad y fraternidad. En tal matriz de pensamiento, no es casual entonces que se justifiquen las crueles, masivas y criminales violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura encabezada por Augusto Pinochet, las que son apreciadas por algunos con una liviandad que horroriza. ¿Eran en verdad constitucionalistas las FF.AA. chilenas? ¿Dónde quedó el honor militar y la adscripción al cristianismo cuando violaban, torturaban, ejecutaban y hacían desaparecer a miles de indefensos compatriotas? Si querían dar una lección y controlar cualquier tipo de oposición, ¿no habría bastado simplemente con detener y enjuiciar a los izquierdistas? ¿Cuál es el origen de tanto odio que desembocó en el genocidio inaugurado a partir del 11 de septiembre de 1973? Si hasta se coordinaron y orquestaron planes de distracción y ocultamiento de la verdad, con apoyo de órganos externos de inteligencia, como la conocida Operación Colombo del año 1975, en que se intentó hacer creer a la opinión pública que 119 detenidos-desaparecidos, en su mayoría jóvenes del MIR, habían muerto en distintos países extranjeros como resultado de disputas producidas al interior de la misma organización política. Como se lee en el prólogo del impactante libro “119 de Nosotros”, LOM Ediciones 2005, de la periodista Lucía Sepúlveda Ruiz: “Grupos completos de jóvenes en la mejor etapa de la vida, los veintitantos, literalmente desaparecieron”. ¡Qué descaro para mentir! Todo inventado; partiendo incluso por el ridículo “Plan Z”. JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


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Desgraciadamente, lógicas amenazantes parecidas a las de ayer continúan todavía operando en nuestra realidad nacional, según hemos podido apreciar directamente en el país durante la coyuntura del 2011 y 2012. En efecto, se han realizado homenajes a represores que pagan sus incontables delitos en la cárcel, al propio Augusto Pinochet, y además se han ido activando paulatinamente las típicas argumentaciones, conceptos, descalificaciones y manipulaciones que advierten a las claras sobre la construcción de un clima de opinión que pueda ser favorable a las acciones de fuerza del poder en contra del movimiento social en constante ascenso. En un recuadro de la nota editorial de la revista Punto Final, año 46 Nº 747, edición del 25 de noviembre al 8 de diciembre de 2011, se lee textualmente lo siguiente: “¿Cuántos diputados, senadores, alcaldes, concejales y otras autoridades que hoy posan como intransigentes demócratas fueron funcionarios de la dictadura? ¿Cuántos esbirros de sus aparatos criminales andan sueltos, desempeñándose en empingorotadas empresas? Muchos engolados derechistas que aparecen en la televisión deberían estar entre rejas por apología del genocidio, en sus versiones soterradas y abiertas”. Entonces, hay mucho que hacer aún para cimentar entre nosotros una cultura auténticamente democrática y de respeto intransable a todos los derechos humanos.

7.3 Reflexiones finales Pero prosigamos con el hilo conductor de nuestras últimas disquisiciones. El mirismo, en cambio, y en contraste con lo que sucede con la masonería, ya no posee existencia orgánica formal. Es decir, jamás podrá ser lo que fue. No existe para él la opción de retorno; como tampoco la de continuidad plena. No obstante ello, y a pesar de la derrota y de tantas compañeras y compañeros caídos, el MIR no ha sido vencido. Y ello es política y espiritualmente así, porque sus mejores ideales siguen vivos hoy en las luchas del presente de los pobres y excluidos del campo y la ciudad, en este Chile tan injusto del siglo XXI. Y lo señalado anteriormente se refrenda además con lo que ya está ocurriendo en distintos lugares del planeta, y se confirma también por medio de voces intelectuales muy autorizadas, entre ellas la del historiador Eric Hobsbawm, quien en su reciente libro “Cómo cambiar el mundo”, puntualiza textualmente: “El liberalismo político y económico, por separado o en combinación, no pueden proporcionar la solución a los problemas del siglo XXI. Una vez más, ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx”. Si bien cada época aporta sus propias circunstancias y desafíos, no es menos cierto que las movilizaciones sociales de la hora actual representan un indicio y una demostración que el ejemplo rebelde ha retornado para quedarse. En suma, tanto masones progresistas como miristas revolucionarios, y a pesar que sus horizontes estratégicos no hayan sido necesariamente los mismos o exhibieran diferencias en las metodologías de intervención y de acción social, han compartido en distintos momentos de la historia nacional el mismo anhelo de cambiar el país y el mundo.

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69 Y al final de este texto, ésa es la idea que queremos rescatar a modo de cierre. Aunque parezca un sueño, una ilusión, una utopía, debemos seguir luchando para que la justicia y la paz puedan imperar para siempre, y para todas y todos, en este hermoso planeta azul. Y por el bien de la humanidad, y de los demás seres sensibles: ¡Que así sea, y que nunca olvidemos el sentido más profundo de tantas lágrimas y sonrisas! Libertarios, democráticos, espirituales y revolucionarios, hasta el fin. La palabra perdida, el secreto por excelencia, se encuentra mucho más cerca de lo que pensamos.

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LIBRO SEGUNDO: CONTRA VIENTO Y MAREA

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Prólogo

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73 Este libro segundo y final, “Contra Viento y Marea”, parte integrante del texto mayor “El Cáliz de la Amargura, de Iniciados y Revolucionarios”, se propone desarrollar un recorrido abierto y crítico por un tiempo de la historia de país que todavía sigue siendo motivo de análisis y de controversia, sobre todo porque lo que allí ocurrió explica en gran medida las características estructurales que exhibe la sociedad chilena en el presente, heredadas ciertamente del período contrarrevolucionario que se inauguró con la instauración de la dictadura militar, luego del trágico fin de la experiencia del gobierno de la Unidad Popular, como resultado del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. El texto en cuestión consta de tres capítulos, que continúan la numeración del libro primero, los que a su manera van dibujando los acontecimientos coyunturales que fueron otorgando contexto a los distintos enfrentamientos que marcaron la lucha de clases durante la época de la llamada “vía chilena al socialismo”, hasta que la misma se clausuró con la violenta y definitiva arremetida de los sectores dominantes. En el capítulo 8, en una suerte de aproximación libre a una narrativa más literaria, se materializa a modo de ficción un periplo onírico simbólico representado por el último sueño de Miguel Enríquez Espinosa, secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que tiene lugar en la madrugada del día sábado 5 de octubre de 1974, que como sabemos es la fecha en la cual encuentra la muerte en combate, en la calle Santa Fe 725, en Santiago de Chile. El relato se enriquece también con diversas citas de documentos, declaraciones y discursos, lo que aporta ciertamente mayores antecedentes respecto del clima ideológico, político y psicológico de la época. El capítulo 9 intenta una mirada algo más histórica y política de los sucesos que permitieron que Salvador Allende arribara en el año 1970 a La Moneda, en calidad de Presidente de la República; relevando seguidamente las dos estrategias principales de la izquierda para el período y las consecuencias que debió enfrentar el movimiento popular como resultado de la profunda derrota que le propinó el campo enemigo. Asimismo, en este apartado se incrustan además algunas experiencias y meditaciones más personales del autor, en un guiño complementario del texto hacia el género testimonial. Por último, el 10 y más breve capítulo, a modo de conclusión, esboza reflexiones generales que se desprenden de los dos anteriores, planteando adicionalmente algunas ideas respecto de los ejes significativos e ineludibles que deberían dar forma y carácter a las propuestas democráticas, libertarias y revolucionarias del siglo XXI. Esperamos que este libro segundo contribuya también en algo a la comprensión y toma de conciencia activa de los jóvenes respecto de un momento muy difícil y doloroso del acontecer nacional, sobre todo en lo referente a las injustificadas violaciones a los derechos humanos que sufrieron muchos compatriotas, incluyendo a personas de muy corta edad. En el fondo aspiramos a comunicar al lector una interpretación comprometida, racional y emotiva, de un tiempo épico inolvidable; dejando en evidencia simultáneamente la radical distancia que nos separó del tiempo fundacional traumático que le sucedió; el que marcó de manera indeleble nuestras propias construcciones existenciales como generación juvenil provinciana, y más adelante como adultos con objetivas y severas dificultades para integrarnos en un país que había transitado a la fuerza hacia una transformación total en todos los planos de su ser. El autor

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El último sueño de Miguel

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Santiago de Chile, madrugada del sábado 5 de octubre de 1974. La primavera se hace sentir en esta parte del planeta, pero la preocupación y tristeza en los rostros de los chilenos parecen demostrar otra cosa. Las calles de la ciudad son controladas y patrulladas permanentemente, y la militarización de la cotidianeidad no puede pasar inadvertida. Las Fuerzas Armadas llevan más de un año en el poder, luego de derrocar al presidente constitucional, Salvador Allende. El miedo se cuela, como ráfagas de viento, por todos los poros e intersticios de la sociedad. Los triunfadores no se sienten seguros todavía e intensifican los operativos de exterminio, violando desembozadamente los más elementales derechos humanos. Un sector importante de la población continúa apoyándolos, aunque la mayoría simplemente baja la cabeza y acata sumisa los nuevos dictámenes dictatoriales. Pero, existen otros, los más osados y perseguidos de todos, aunque quizá minoritarios, que optan por permanecer en sus frentes de lucha y que levantan los primeros focos de una resistencia que será desigual y extremadamente larga. Es ya muy de noche, la jornada del día viernes 4 de octubre ha concluido, y los moradores de la casa signada con el número 725, en la calle Santa Fe, se aprestan a dormir. Las tensiones se acumulan y se hacen visibles en todos los que allí pernoctan, quienes agotados se abandonan al cansancio, luego de haber conversado extensamente. Es la casa en la cual habita clandestinamente el médico Miguel Enríquez Espinosa, secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, organización política que enfrenta una despiadada persecución y represión de parte de los cuerpos de inteligencia de la dictadura militar chilena. Desde fines de 1973, comparte habitualmente el lugar con su pareja, Carmen Castillo Echeverría, además de otros acompañantes no siempre permanentes, como el médico Humberto (“Tito”) Sotomayor Salas y su mujer, María Luz García Ferrada, miembros también de la proscrita entidad revolucionaria. Asimismo, se suma a los nombrados José Bordas Paz (“Coño Molina”), otro alto dirigente del mirismo chileno. La hija de ella y la de él vivieron allí durante un tiempo, pero la prudencia indicó que esa convivencia familiar no podía continuar y ambas tuvieron que salir hacia otros destinos. Miguel, el hombre más buscado del país, está tendido en su cama. Cierra los ojos y las imágenes de su vida desfilan sin cesar ante él. Algunas de ellas pasan increíblemente veloces, casi como relámpagos; mientras que otras permanecen interrogadoras y persistentes. Hace ya varias horas que la noche ha caído sobre la capital y ha cubierto a todo el país. Son sus momentos finales. Miguel, está experimentando su último sueño… Oníricamente, recorre buena parte de sus pasos pretéritos; habla, reflexiona y siente; salta entre territorios y paradigmas; se enfrenta a sí mismo en el espejo existencial de su propia vida. Viaja por el tiempo en dirección al puerto de Talcahuano, lugar que le vio nacer un día 27 de marzo de 1944, en el Hospital Naval. Recuerda a sus padres y hermanos. Edgardo Enríquez Frödden y Raquel Espinosa Townsend. Marco Antonio, Edgardo e Inés. Él era el tercero de los hijos, y su hermana la menor.

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76 Ingresa a su hogar familiar, primero en el Apostadero Naval, y desde los dos años, en la calle Roosevelt 1674, de la ciudad de Concepción. Con anterioridad, sus padres habían residido en Caupolicán 112. Visita el Colegio Inglés y el Liceo de Hombres de Concepción, establecimientos educacionales donde estudió. Emergen los rostros de condiscípulos y profesores. Recorre el parque Ecuador, el cerro Caracol, el Barrio Universitario, la desembocadura del Bío-Bío, San Pedro, la zona minera, Penco, Lirquén, Tomé, Chiguayante, Hualqui, etcétera. La Plaza Perú y la Diagonal Pedro Aguirre Cerda, testigos de innumerables y masivas marchas hacia el centro de la ciudad. Siente la lluvia sureña que cae copiosa sobre su cara; y experimenta la calidez del chaquetón azul marino en esos días ventosos y húmedos tan propios del invierno de Concepción. Escucha nuevamente los acordes de la música que más le gustaba; ve los libros que siempre atesoró y que leyó con fruición; y su cuerpo conecta con los deportes que practicó con verdadero placer. Se reencuentra con las interminables conversaciones compartidas con sus hermanos y amigos, y también con los primeros amores de su época estudiantil. ¿En qué momento comenzó todo? ¿Qué influencias le hicieron seguir el camino sin atajos que adoptó como sentido? La explicación se encuentra en el entrecruzamiento de circunstancias familiares, nacionales e internacionales. La irrupción de los jóvenes como actores colectivos en diversos puntos del planeta. La Revolución Cubana y el Che. La coexistencia pacífica y la polémica chino-soviética. La escisión del campo socialista. Y en un instante significativo, su auto profecía, del 1 de enero de 1962. “Juro que si he de escribir o hacer algo en la vida será sin temor ni pusilanimidad; sin horror al qué dirán; con la franqueza que salga de mi cerebro; que ha de ser libre de prejuicios y dogmas. Si no soy de constitución valiente, me haré valiente por la vía racional”. Su juvenil interés por la política y su temprana vinculación al Partido Socialista. Después, la ruptura y la búsqueda de otras instancias desde donde asentar su compromiso. La Universidad de Concepción y sus estudios de medicina, combinados con la participación organizacional en nuevos núcleos. Llega la hora de la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM). Las compañeras y compañeros de medicina, como su amiga Beatriz (“Tati”) Allende, hija de quien sería posteriormente presidente de la república. Sus viajes a China, Perú y Cuba.

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77 La Guerra de Vietnam. La fundación del MIR, un 15 de agosto de 1965. ¿Movimiento o partido? “El MIR fundamenta su acción revolucionaria en el hecho histórico de la lucha de clases. Los explotadores, por un lado, asentados en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio; y por otro, los explotados, mayoría aplastante de la población, que sólo cuentan con la fuerza de trabajo, de los cuales la clase explotadora extrae la plusvalía. El MIR reconoce al proletariado como la clase de vanguardia revolucionaria que deberá ganar para su causa a los campesinos, intelectuales, técnicos y clase media empobrecida. El MIR combate intransigentemente a los explotadores, orientado en los principios de la lucha de clase contra clase y rechaza categóricamente toda estrategia tendiente a amortiguar esta lucha” (Congreso de Fundación, Declaración de Principios). Secretario General en el año 1967, a los 23 años de edad. ¿Cómo huir de los riesgos de una conducción política que se deslizara hacia el personalismo? Una muy mala noticia: la muerte del Che en Bolivia. Su matrimonio en 1968. El Mayo Francés. Se recibe de médico, junto a Bautista, su inseparable amigo. La tajante condena del MIR a la invasión soviética a Checoslovaquia. “Sabemos que este rechazo a la intervención será utilizado por la reacción y el imperialismo. Esto es responsabilidad de la URSS. Ya se escucha el griterío del imperialismo y sus secuaces radicales, nacionales, democristianos, etc., que rasgan sus vestiduras por el principio de la ‘no intervención’. Son los mismos que nada dijeron para las criminales intervenciones yanquis en Santo Domingo, Vietnam y Cuba. Pretenden descalificar así el camino socialista. No lo conseguirán. Es tarea de la izquierda revolucionaria del mundo demostrar que ése no es el socialismo por el cual combatimos, sino que es una desfiguración heredada de los períodos más negros de las primeras repúblicas socialistas del mundo”. La Reforma Universitaria, en el plantel superior penquista. Discusiones, propuestas, marchas y enfrentamientos. El nacimiento de su hija Javiera, en octubre de 1969. La primera clandestinidad y represión en las postrimerías del gobierno de Eduardo Frei Montalva y las acciones directas. Así actuaba la llamada “Revolución en Libertad” del Partido Demócrata Cristiano (1964-1970). El triunfo electoral de la Unidad Popular, 4 de septiembre de 1970, y la “vía chilena al socialismo”. De las dudas iniciales, al “apoyo crítico” del proceso que se iniciaba con tanto entusiasmo y expectativas. “Actualmente muchas cuestiones fundamentales son aún interrogantes. Habremos de observar objetivamente el proceso, con el socialismo como única meta, entendiendo que nuestras posibilidades de apoyo u oposición a lo que la UP realice, no significarán desviaciones oportunistas nuestras, en la medida que tenemos claros nuestros objetivos y nuestro camino. Por incorporarnos al proceso que la UP conduce, corremos el riesgo de ayudar a sepultar en el JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


78 desprestigio el camino del socialismo en Chile y América Latina, si sus vacilaciones priman sobre sus avances y el proceso se frena. No obstante una oposición ‘purista’ y ciega puede aislarnos de un proceso que, pasando por un enfrentamiento de clases históricamente significativo, pueda ser el inicio del camino al socialismo. En lo inmediato, pues, empujaremos desde aquellos aspectos que coincidan con nuestra política” (Secretariado Nacional MIR, 28 de septiembre de 1970) Un grupo de derecha asesina al comandante en jefe del Ejército; y por su parte el PDC exige una Carta de Garantías Constitucionales a la coalición triunfante. La asunción del mando el 4 de noviembre de 1970. Allende se instala en La Moneda. El Grupo de Amigos Personales (GAP), creado para proteger al primer mandatario. La relación siempre franca, cordial y leal con el presidente Salvador Allende. La anulación de su matrimonio. El dolor ante la muerte accidental de Luciano Cruz Aguayo, a los 27 años de edad, el 14 de agosto de 1971, carismático e indiscutido líder de masas del MIR. Y a los pocos días, el 19 de agosto de 1971, el suicidio con gas de cañería, de su compañera francesa y militante del MIR, Martine Hugues Jouet, quien en su carta de despedida solicitó “que la imagen de Luciano nunca se transforme en aval para una burocratización del partido y de las ideas revolucionarias”. Y como si lo anterior ya no fuera suficiente, el intenso sufrimiento que le produjo el suicidio de su ex mujer, Alejandra Pizarro, madre de su hija Javiera, el 5 de noviembre de 1971. El período prerrevolucionario y el acelerado crecimiento partidario en distintos frentes del movimiento social y de masas (estudiantes, pobladores, campesinos, mapuche). Los pobres del campo y de la ciudad. Las dos perspectivas estratégicas, organizacionales, programáticas y tácticas al interior de la izquierda chilena. La disyuntiva planteada entre reformismo o revolución. La apuesta por la creación de Poder Popular, alternativo e independiente del Estado burgués. “La tarea política fundamental planteada hoy a la clase obrera y al pueblo es pasar a una posición esencialmente ofensiva frente a la arremetida patronal en desarrollo. Es acumular fuerza de masas necesaria para impedir o ganar la guerra civil, si los patrones y los sectores reaccionarios deciden desatarla; para impedir la capitulación frente al peligro de la guerra civil, y para conquistar posiciones decisivas en la lucha por la conquista del poder para la clase obrera y sus aliados, imponiendo un verdadero Gobierno de los Trabajadores. Este proceso de acumulación de fuerzas persigue la constitución de un bloque social revolucionario donde la clase obrera dirija socialmente a los pobres de la ciudad y del campo y a la pequeña burguesía y reconozca como su conducción a una alianza política en la cual los revolucionarios y los sectores radicalizados de la izquierda sean predominantes. La construcción de este bloque social revolucionario y el desplazamiento de la conducción reformista al movimiento de masas requiere de un impulso a la agitación del Programa Revolucionario del Pueblo en el seno del movimiento de masas y la creación de los Comandos Comunales de Trabajadores como tareas principales” (Resoluciones del Comité Central sobre la situación política nacional, mayo de 1973).

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79 Y el sueño de Miguel, continúa desplegándose… La exigencia no menor de saber distinguir entre las contradicciones fundamentales y las secundarias; entre las que separan al pueblo de sus enemigos y las que se generan dialécticamente en el propio campo del movimiento de masas. La capitulación del gobierno de la Unidad Popular y la incorporación de militares al gabinete. La presión política y sediciosa de la oposición que no da tregua. El 12 de junio de 1973, nace su hijo Marco. El “Tancazo” del 29 de junio de 1973. Y las posibilidades que también se esfumaron o perdieron luego de ser sofocado este preparatorio y restringido alzamiento militar. ¿Se podría haber detenido el reflujo que ya empezaba a experimentar paulatinamente el movimiento de masas? El último discurso público en el Teatro Caupolicán de Santiago. Las cartas habían sido echadas. “Por eso, por encima de la presión reaccionaria, no es éste el momento de cuestionar o limitar el desarrollo del Poder Popular como lo hacen algunos vacilantes de la izquierda. Dejemos que griten los politicastros reaccionarios, aterrados con el desarrollo del poder popular. Pese a todo, a lo largo y ancho del país se oye un solo grito que resuena en las fábricas, fundos, poblaciones y liceos, en los cuarteles del pueblo: el llamado a crear, a crear, fortalecer y multiplicar el Poder Popular, el poder de los Comandos Comunales, el poder de los obreros y de los campesinos, el poder de la revolución” (17 de julio de 1973). El Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y el período contrarrevolucionario. La resistencia contra la dictadura y las dificultades para preservar a la organización revolucionaria y proteger a sus cuadros de la represión. La pena, angustia y rabia frente a la detención y desaparición del médico Bautista van Schouwen Vasey, alto dirigente del MIR, un 13 de diciembre de 1973. Los intensos movimientos realizados en su búsqueda, sin ningún resultado positivo. Un amigo de toda la vida; su cuñado, casado durante un lapso con su hermana Inés; un compañero de estudios y de partido; un verdadero hermano, en todo el sentido de la palabra. ¿Por qué no hubo un mejor escondite para él y Patricio Munita, su ayudante personal? ¿Quién los denunció? ¿Algún miembro perteneciente a la parroquia de los Padres Capuchinos donde se encontraban transitoriamente hospedados? ¿Acaso no era mucho más factible una delación debido a las numerosas personas que circulaban por la mencionada comunidad religiosa ubicada en pleno centro de Santiago? ¿Por qué estaban tan escasos de infraestructura y de medios materiales? Por razones de seguridad, junto a Carmen Castillo, toma la decisión de que Javiera (su hija con Alejandra) y Camila (hija de Carmen y Pascal), salgan al extranjero, abandonando la casa de calle Santa Fe. Su otro hijo, Marco, cuya madre es Manuela Gumucio, hace ya tiempo se encuentra a salvo fuera del país. ¿Cómo pudo cargar con tanto dolor y con la inmensa responsabilidad de conducir su joven partido, igual que él, que bregaba por convertirse en el faro de la opción revolucionaria para Chile?

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80 Él sabía que su papel no sería fácil, que tendría que sortear muchos obstáculos, y superar las incomprensiones personales y las diferencias políticas e ideológicas propias de la época. Pero siempre va hacia adelante, convencido de sus elaboraciones intelectuales y de la justicia de su causa revolucionaria. Nada lo detiene. Ni el reformismo, ni la dictadura. ¿Es capaz de reconocer sus propios errores de percepción en materias políticas? ¿Puede visualizar sus propias limitaciones? ¿No estará oponiéndose a fuerzas increíblemente superiores en todos los planos? Miguel, se mueve inquieto en la cama, su sueño hace un giro y retorna otra vez al mes de septiembre de 1973. La madrugada del 11 ya presagiaba lo que estaba ocurriendo a nivel nacional. Entonces, una tempranera y urgente reunión de la Comisión Política para evaluar los acontecimientos en curso y la ansiosa discusión en torno a diversas y rápidas medidas para enfrentar el golpe. No había tiempo que perder. Y en tal contexto, emerge nítido el llamado telefónico que le hizo a Salvador Allende, a través de su hija Beatriz (“Tati”), el mismo día 11 de septiembre de 1973. Él se jugó esa posibilidad, y también su organización, porque les pareció que en la desesperada situación de esa mañana había que actuar con premura y sin vacilación. Para que no se repitiera lo acontecido durante el “Tancazo”. ¿Y si el presidente hubiera aceptado su ofrecimiento de sacarlo del palacio de La Moneda para resistir desde algún barrio popular de Santiago? Un movimiento táctico que permitiera elevar el estado de ánimo de las masas; que hiciera sentir que aún no estaba todo concluido. Resistir con más fuerza el golpe; jugar quizá una carta de más largo aliento… Piensa, que a lo mejor se podría haber ganado tiempo, transformando la acción de rescate en un elemento subjetivo que estimulara el deseo de combate de las fuerzas izquierdistas, porque a fin de cuentas los aspectos emocionales también juegan un papel importante en los cursos de acción, tanto en los enfrentamientos de clases como en las guerras convencionales. Algo así como que Allende no acepta las condiciones de los golpistas y desafía la arremetida sediciosa desde el seno del propio pueblo que, según se escuchaba decir corrientemente en la época, se levantaría como un solo hombre para defender a su gobierno y a su presidente. Así se habría podido, incluso, erosionar en algo la monolítica obediencia que mostraban hasta el momento las fuerzas militares golpistas, que ya antes habían perseguido a los uniformados proclives a las ideas izquierdistas, permitiendo que aflorara alguna brecha de disenso, aunque fuera menor, a nivel de ciertos oficiales y de la tropa. Pero, el primer mandatario rechazó su oferta e insistió en mantenerse al interior del edificio ubicado en pleno centro capitalino. Sin embargo, recuerda también claramente que éste en algún sentido le traspasó la posta directamente a él, cuando le envió el siguiente mensaje: “Ahora es tu turno, Miguel”. Ello importaba una doble lectura, pues por un lado el presidente se mantenía dentro de los cauces de su proyecto reformista; pero, por el otro, abría la puerta a una resistencia armada que no estaba dispuesto a conducir desde territorios que no fueran los institucionales. Extraña manera de sacrificarse heroicamente en el eje simbólico del mismo orden que ahora lo atacaba desde tierra y aire. ¿Acaso Allende quería pasar a la historia como el presidente reformista fiel a su programa de gobierno y que se mantuvo hasta el final dentro de los límites legales de la institucionalidad burguesa? ¿Temió cargar con la responsabilidad de una guerra civil y optó por su inmolación personal, pensando evitar así la represión que de todas maneras se dejó caer en contra del pueblo indefenso?

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81 Pero aún así, su mensaje telefónico no dejaba dudas que comprendió cabalmente que la política había entrado inexorablemente por el camino de las armas, y que la contienda de clases tendría un desenlace violento. La negativa del presidente, le indicó inmediatamente a Miguel que la situación se tornaba cada vez más crítica, porque seguramente el primer mandatario ya se había formado la convicción que los golpistas tenían el campo abierto para controlar rápidamente las distintas zonas del país. La “vía chilena al socialismo” se caía a pedazos y a balazos. Ni siquiera las concesiones ni los gabinetes cívico-militares lograron salvarla. Y fueron muy pocos los que la defienden en su hora más crítica. Y hasta sus partidarios más acérrimos la abandonan a su suerte. Los focos de resistencia fueron mínimos, sorprendiendo incluso al mundo que colocaba entonces su atención en lo que sucedía en Chile. Seguramente, la situación parecía irremontable. Pero también, como es sabido, hubo miedo y faltó audacia. Y lo más importante: conducción. Más tarde, el mismo día 11, a eso del mediodía, se verifica en Indumet una reunión de coordinación con otras fuerzas de izquierda; después se produce un intenso enfrentamiento con unidades golpistas que habían llegado al sector, pero se logra eludir el cerco. Y subrepticiamente se comienza a instalar en todos una amarga sensación: que la única opción que se abría ante los ojos era la del inevitable repliegue. Todo podría haber sido distinto si los obreros se tomaban las fábricas; si lo pobladores bloqueaban los accesos y se atrincheraban en sus espacios territoriales; si los estudiantes se hacían de sus establecimientos, etc. Una multiplicidad de focos que hubieran dispersado a las unidades golpistas… Pero la correlación de fuerzas se presentaba demasiado desequilibrada, y prácticamente nadie contaba con armamento para emprender una resistencia seria. Las masas desaparecieron de escena, y muchos confiados en que de alguna parte surgiría el aprovisionamiento logístico que permitiera alterar la desesperada situación, esperaron en vano y tuvieron que rumiar su frustración. ¿Qué estaría sucediendo en otras provincias del país? ¿Existiría alguna esperanza de revertir lo que parecía ser una aplastante realidad? La reacción conservadora había tomado por asalto el palacio de La Moneda y abortado todos los intentos espontáneos por contrarrestar el alzamiento militar. Las masas, desgastadas, confusas y carentes de dirección, se sumieron en el reflujo que desde meses antes le venían restando el ímpetu que se requería para enfrentar un golpe que asestaría una de las peores derrotas que haya conocido el movimiento popular chileno. Salvador Allende había muerto. La contrarrevolución había llegado para quedarse. “No es el momento de dar u ofrecer batallas decisivas, tampoco de fijar objetivos inalcanzables a los trabajadores e impracticables para ellos (tácticamente) por su grado de desarticulación, su estado de ánimo y por la represión. Las formas de lucha, también, por heroicas que aparezcan y por atractivas que resulten para sectores de vanguardia, no pueden pretender pasar por encima del nivel de conciencia y estado de ánimo de las masas, de su capacidad de recepción y acción. Al mismo tiempo, eso sí, el movimiento de masas no irá espontáneamente mucho más allá de su actual estado de ánimo y desarticulación, menos aún cuando la clase dominante ha desenfundado por completo su aparato militar frente a los trabajadores y lo deja caer implacablemente sobre ellos. Si bien no podemos pasar por encima de su estado de ánimo y

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82 conciencia, debemos y podemos, por medio de una táctica política y militar adecuada, acelerar esa reanimación e incorporación a la lucha contra la dictadura y por la revolución. Habremos de desarrollar dos grandes líneas que se crucen en su desarrollo y en las que el desenvolvimiento de una depende de la otra y viceversa. Estas serán: por un lado la línea política de masas, y por el otro la línea militar de masas, donde la palanca impulsora de ambas será el partido” ((La táctica del MIR en el actual período, diciembre de 1973). ¿Habrán sido suficientes los esfuerzos para contrarrestar la contundente arremetida golpista? En lo inmediato, ¿qué se podría lograr sin el concurso del pueblo? ¿Qué pensarán mañana las futuras generaciones respecto de lo que sucedió en Chile un día 11 de septiembre de 1973? Y así como comenzó, el sueño y viaje de Miguel llega a su término. Ahora lo que cuenta, es otra vez el incierto presente.

Santiago de Chile, mañana del sábado 5 de octubre de 1974. Miguel, despierta… También todos los demás que durmieron en el lugar durante la noche. Estamos en la misma casa de su último y largo sueño, la de calle Santa Fe 725. Es el día final. Le quedan muy pocas horas de vida. ¿Habrá intuido algo? No lo sabemos. Pero, seguramente, estaba muy consciente que la caída de muchas compañeras y compañeros estrechaba el cerco que conducía hacia él. Como era habitual, sale a realizar las tareas que le eran propias, en su calidad de secretario general del MIR. También dejan el inmueble el médico Humberto Sotomayor Salas y José Bordas Paz (“Coño Molina”), encargado de la Fuerza Central. Según se ha sabido, ambos tienen la misión de brindar la máxima protección al líder revolucionario. Por su parte, Carmen debe tratar de encontrar lo más pronto posible una nueva vivienda. Se reencuentran todos en la casa aproximadamente a las 13:00 hrs., y no a las 15:00 hrs., como había quedado establecido inicialmente en la mañana. Carmen ingresa a las dependencias, y advierte inmediatamente que los tres hombres se deshacían de papeles a toda prisa. No tuvo que preguntar nada. Estaba claro lo que acontecía en ese instante. Los primeros contingentes enemigos ya se desplazaban en el exterior y habían dado con el inmueble. Pronto, llegarían al lugar muchos refuerzos más. Comienza el enfrentamiento. Probablemente, él sabía que tarde o temprano lo encontrarían. ¿Pero habrá imaginado alguna vez que en los momentos terminales de su existencia combatiría prácticamente solo? El pueblo no está.

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83 Su partido transita por infaustos momentos. Y él lucha pensando en el futuro. La escena lo dice todo. Carmen, yace en el suelo, herida gravemente; y los otros dos compañeros huyen del teatro de operaciones al creer que Miguel, también alcanzado por los impactos provenientes de la calle, se encontraba irremediablemente muerto. Sin embargo, él seguía vivo. Una soledad que duele cuando nos lo imaginamos levantarse, disparando por horas a un contingente represivo numeroso y ávido de capturar a quien encabezaba el proyecto revolucionario más osado que haya conocido Chile a lo largo de su historia. ¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué demoró el cambio de casa? ¿Por qué se atrasó la opción de una parcela más alejada y con mejores condiciones de seguridad? El líder abandonado a sus circunstancias; el conductor incomprendido que se sacrifica en su propia enseñanza. Pasan los segundos, los minutos y las horas… Resuena su grito desgarrador a todos los vientos, a los cuatro puntos cardinales, reclamando el fin de los disparos, porque una mujer que se desangra necesita inmediata atención médica. Ella es Carmen, la compañera que lo amó y siguió hasta donde pocos pueden llegar. ¿Alcanzaría a susurrarle algunas palabras a modo de adiós? De pronto, todo se detiene. Miguel deja de disparar. Miguel ya no respira. Miguel se ha ido. El secretario general ha muerto, acribillado por diez balazos, luego de resistir valientemente a un enemigo muchas veces superior en hombres y en material bélico. ¿Habrá pensado en un desenlace de tales características? Posteriormente, Sotomayor se asila y termina siendo expulsado del MIR. En cambio, Bordas persiste en la lucha y muere a los pocos meses en manos de los organismos represivos. Son tantas las preguntas que quedarán sin respuestas. Era muy joven para morir, dirán algunos. ¿Existe una edad para ello? En su caso, fue a los 30 años. Pero en tres décadas, entregó lo que otros no brindan ni en un siglo. A lo mejor concentró en sus manos más de lo que debía, inspirado seguramente por la ortodoxia de ciertas tesis referenciales. Quizá, también, su excesiva energía y vehemencia no siempre fueron bien entendidas. JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


84 Pero él representaba, en gran medida, el alma de la organización revolucionaria, y para todos los militantes constituía un estímulo superior saber que se encontraba en algún rincón de la capital; que no se iría del país y que seguiría resistiendo a las fuerzas reaccionarias. “Si el MIR se exilia, de hecho deserta; lo que no sólo tiene valoraciones éticas negativas, sino que en el caso particular de Chile es renunciar a cumplir con tareas que son hoy posibles y necesarias... Si el MIR exilia a sus cuadros, atrasa por decisión consciente la revolución en Chile, desaprovecha condiciones favorables concretas, renuncia a su papel histórico, abandona, cuando puede y debe cumplir su papel, a la clase obrera y al pueblo a su suerte. El temor a la represión no justifica esto. La deserción histórica es siempre condenable por más que se disfrace de las más eufemísticas argumentaciones políticas” (Miguel Enríquez, 1974. Respuesta a un documento emitido por un grupo de compañeros de la ‘colonia’ Valparaíso). Su consecuencia está a la vista. Y su ejemplo traspasó las fronteras nacionales. Por eso su muerte fue tan devastadora. Él se negó siempre a salir del país. Era una opción que le parecía inconcebible, que no guardaba ninguna relación con la imagen que había construido de los revolucionarios. No aceptaba la idea de dirigir a la organización desde el exterior, mientras otros que no pudieran seguir igual camino, tendrían que permanecer en Chile con todos los riesgos que ello implicaba. Por lo que se sabe, en algún momento se barajó tal idea, pero él la eludió sistemáticamente. En otras experiencias revolucionarias existen variadas evidencias de que hubo destacados dirigentes que debieron abandonar temporalmente sus trincheras de lucha, pero él jamás la consideró para sí. Su temple de conductor y guerrero se lo impedían. En verdad, el MIR nunca se recuperó del impacto emocional, sentimental y subjetivo que le provocó la partida de Miguel. Aunque todos sabemos que la lucha continuó durante muchos años más, con diversas y elocuentes muestras de entrega y de heroísmo de numerosos militantes, nadie fue capaz de llenar el inmenso vacío que dejó el secretario general tras su muerte en la calle Santa Fe. Fue quizá un anticipo profético de lo que le ocurriría más adelante a toda la organización: el ocaso. Nada de mistificaciones. Pero, lo que sucede es que a Miguel se le extrañó. Se le admiró. Se le necesitó. Y junto a él, también se recordaba a Bautista, a Edgardo y a Luciano, y a tantas y tantos más. La suerte corrida por los hermanos Enríquez Espinosa, a la que se puede sumar también la de Bautista, se asemeja en muchos aspectos a la entrega sin límites a una causa y al trágico destino que rodeó, en otro momento histórico, a los hermanos Carrera Verdugo, y su avatar por la senda de la independencia nacional. Y en los 80, cómo no recordar a los asesinados hermanos Vergara Toledo. Y si esta es toda la vida que tenemos, la mejor forma de atravesarla es compartiéndola colectivamente junto a los demás, en los sueños de las noches y también de los días. Miguel, nunca sabría que el hijo suyo que esperaba Carmen, moriría en el extranjero a poco de nacer. JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


85 El genocidio padecido por el MIR, puede resonar como ocurrido en un espacio y tiempo muy distantes. Pero ello no es así. Sucedió aquí mismo, hace no muchas décadas. Nunca debería olvidarse. Cada tiempo tiene sus propios desafíos, y hay que saber descifrar los mensajes que contiene. Pero también existe una transmisión de experiencias que es necesario considerar y analizar. Por muchas razones, el MIR no ha cerrado el círculo y continúa de duelo. Y será capaz de fundirse plenamente en los nuevos procesos sociales, cuando se reconozcan dialécticamente las lecciones de sus errores y de sus aciertos; y sobre todo cuando nuevas manos sean capaces de forjar y levantar un proyecto de cambio libertario y revolucionario, que interprete las aspiraciones de todos los explotados y excluidos que sufren las consecuencias del actual capitalismo globalizado y neoliberal. El sortear con dignidad y éxito los desafíos sociales del presente, ya no es responsabilidad del MIR, pues esta organización ya cumplió con creces su ciclo político e hizo lo suyo en décadas pretéritas de la historia de Chile. Ahora, son otras generaciones, inspiradas seguramente en las luchas de ayer, pero sin copias ni traslados mecánicos de ningún tipo, las que tienen la misión de avanzar hacia el horizonte más alto de libertad y de justicia que sea posible alcanzar para todos los seres humanos que habitan este austral territorio del planeta. La vida continúa… Y el siglo XXI tiene la palabra.

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Reformismo y contrarrevolución

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87 Este capítulo examina la emergencia de la contrarrevolución capitalista que requería de un nuevo modelo de acumulación para el país y de cómo este proceso se comenzó a gestar mucho antes que Salvador Allende accediera democráticamente al gobierno. Asimismo, pasa revista a las dos principales estrategias presentes en el campo popular de la época (izquierda tradicionalreformista y la revolucionaria), escisión que en el período 1970-1973 impidió en los hechos que se enfrentara unificadamente a los sectores económicos y políticos que se habían propuesto vencer definitivamente a las ideas de transformación socialista de la sociedad chilena. Las siguientes líneas expresarán una combinación de testimonio personal y de apuntes históricos sobre la experiencia de la Unidad Popular y la posterior e impactante derrota sufrida por el movimiento de masas después del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, enmarcándose la descripción y el análisis en el particular desenvolvimiento político y social del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Asimismo, apreciaremos el entrecruzamiento que se produjo entre los dos líderes principales del período, en una suerte de colaboración y enfrentamiento que acercó y alejó a las dos posturas políticas que enarboló la izquierda chilena durante el período de la Unidad Popular, representadas en las figuras de los dirigentes más connotados del momento: Salvador Allende y Miguel Enríquez. En efecto, el ascenso de la Unidad Popular al gobierno no sólo evidenció el avance electoral y organizacional de las fuerzas progresistas, sino que demostró además las fisuras del modelo de acumulación y dominación capitalistas imperante en Chile. Así las cosas, desde el control del Ejecutivo, la coalición gobernante maniobró sinceramente para introducir cambios estructurales que favorecieran a los sectores más desposeídos. Sin embargo, tarde o temprano, como inexorablemente sucedió, la crisis general del sistema tendría que dirimirse frontalmente, ya sea en favor de las clases populares o de los sectores hegemónicos de la burguesía. En otros términos, triunfaba definitivamente la revolución o se imponía la contrarrevolución en todos los ámbitos y esferas de la sociedad. Por otro lado, los antecedentes contextuales confirman que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria fue perseguido sistemáticamente durante los 17 años que duró la dictadura militar, pero a la vez dejan en evidencia que desde el día 11 de septiembre de 1973 hasta el año 1975 se concentraron los mayores esfuerzos represivos del Estado en su contra. En consecuencia, no es exagerado afirmar que el MIR padeció en sus filas un auténtico genocidio, y ello es así porque el objetivo inmediato que se propuso el régimen autoritario no fue otro que derrotarlo globalmente en términos ideológicos, políticos y morales, para que nunca más pudiera levantarse y reponerse del prolongado holocausto que lo consumió. Este afán se demuestra palmariamente en las múltiples acciones de acoso y extermino que abarcaron a su dirección nacional, a las instancias intermedias y que alcanzó también a la militancia en general. No sólo se hizo desaparecer a muchos de sus cuadros, se les ajustició o fusiló, sino que además un número altísimo de sus miembros debió enfrentar la durísima prueba del secuestro, la privación de libertad y experimentar las más diversas y crueles formas de tortura física y psicológica. Asimismo, no se puede dejar de señalar que todo este odio institucionalizado, dirigido específica y prioritariamente hacia el MIR, tuvo como víctimas principales a una mayoría de cientos de jóvenes que no poseyeron jamás los medios suficientes para eludir a tan despiadada y sofisticada maquinaria de destrucción, que no escatimó en gastos (y recursos) para borrar de la faz del país a quienes tuvieron la audacia y valentía, francamente excepcionales, de resistir, en condiciones muy desiguales, el proceso contrarrevolucionario en curso. JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


88 El heroísmo demostrado por esta generación en circunstancias tan desfavorables para imaginar siquiera un resultado menos doloroso, ¿no habrá sido más bien el testimonio de un sacrificio que quedará grabado para siempre en la memoria de los luchadores sociales de todos los tiempos? En el caso del MIR, se buscó también alterar la realidad de los hechos, y se construyó una distorsionada imagen de la organización, a lo que se sumó gustoso el poder de la prensa que, faltando a la ética periodística más elemental, lo presentó como un grupo violento y se prestó asimismo para legitimar los montajes de falsos enfrentamientos y otras situaciones similares. Si bien se debe reconocer que para ciertos sectores el MIR podría haber aparecido como enarbolando una opción política demasiado radical, ello no significa –bajo ningún conceptoque desde tal apreciación se justificara la escalada represiva que se abatió en contra de los adherentes del mencionado movimiento. A fines de los 80, el MIR se disolvió como instancia orgánica única. Muchos de sus miembros lograron sobrevivir a los años de exterminio y hoy, lo quieran o no, son representativos de una historia y de las distintas sensibilidades que en el pasado integraron un proyecto común. Pero lo más importante es que la derrota no pudo acabar con lo que se ha denominado como “cultura mirista”, la que en esencia no es otra cosa que el compartir y comprometerse rebeldemente con la visión (y misión) de una sociedad sin explotación y sin exclusión. En suma, el sueño continúa incólume y quizá algún día, esperamos que no muy lejano, y bajo las formas y estrategias que los movimientos sociales reclamen, se haga realidad un mundo más feliz y mejor para todos los seres humanos. Realizo arqueología en mi memoria, y trato de recordar lo que hice durante aquel funesto día martes 11 de septiembre de 1973. También hago un esfuerzo por armar las piezas de los siguientes momentos. Yo tenía entonces 16 años de edad, y cursaba el tercero de enseñanza media. Mi formación política inicial reconocía los ecos del humanismo y del laicismo, fundidos en una perspectiva libertaria y revolucionaria del cambio social. Por lo mismo, creía mucho más en los movimientos que en los partidos y jamás acepté ningún “Vaticano” ideológico como poseedor de la verdad absoluta. El mismo día “11” correspondía desarrollar la presentación de las listas que postulaban al centro de alumnos en el liceo donde yo estudiaba. Previamente, se me había solicitado sumar mi nombre (me parece mucho que para algo así como Vocal de Cultura) a la lista más de ruptura de la izquierda secundaria, petición que obviamente acepté. Pero bueno, todo quedó hasta ahí, y como mudos testigos del acto, que fue sólo en potencia, se podían ver los numerosos panfletos o volantes llevados por el viento en el patio del establecimiento. Recuerdo haberme retirado temprano del colegio y caminado las 4 cuadras que lo separaban de la Plaza Independencia de la ciudad de Concepción, comprobando que todo parecía “estar controlado allí”. Más tarde, sabríamos del bombardeo a La Moneda y de la muerte de Salvador Allende. De pronto, todo se oscurecía. ¿Dónde estaban las fuerzas leales al gobierno y a la Constitución? JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


89 El Golpe de Estado se imponía en todas las ciudades. El dial de las radios se plagó de bandos y marchas militares. Cuando mi abuelo supo lo ocurrido con el presidente democrático de Chile, se colocó una señal de duelo en la solapa de su terno. Era su sentido homenaje a quien admiraba desde siempre. Por la tarde, disparos provenientes del centro de la urbe estremecieron el silencio de la agonía. A lo mejor todavía no lo percibíamos en toda su magnitud, pero en lo más íntimo de nuestro ser intuíamos que lo que estaba sucediendo en el país afectaría para siempre nuestras vidas individuales. A las pocas horas, fenómeno que se extendió después por días, semanas y meses, emergerían las pequeñas acciones aisladas y espontáneas, como preocuparse de la seguridad de algún compañero; seleccionar y esconder rápidamente los materiales y libros que pasaron de la noche a la mañana a convertirse en “subversivos”; reproducir y distribuir limitadamente en papel el último mensaje de Allende; dirigirse a ciertos puntos poblacionales donde supuestamente surgirían “focos de rebelión”. Y saltando en el tiempo, en octubre del 74, rayando paredes con plumones (lo único que había a mano) para rendir un sentido homenaje a Miguel, luego de conocida la triste noticia de su muerte en combate en una casa de la calle Santa Fe. Etcétera. El peligro no importaba. La resistencia había comenzado; pero la represión se tornó implacable. La derrota era incontrarrestable. Y un poco más adelante, se evidenciarían los largos años de repliegue casi absoluto. Salí del país en la segunda mitad de los 70, regresando en la década siguiente. Lentamente, comenzaron a emerger en la superficie distintas demostraciones de descontento social, que a partir de 1983 se fueron haciendo cada vez más masivas con las protestas urbanas, hasta llegar en 1988 al triunfo del “No”. Y luego amanecerían los 90, con una dirigencia política que traicionó la transición y que abdicó de los ideales democratizadores que guiaron la lucha antidictatorial. Nada fue fácil, como queda reflejado en las numerosas víctimas que dejó la larga dictadura militar. Por eso es penoso observar la realidad chilena actual, en la cual existe una ficción de libertad que reproduce impunemente las formas más diversas de explotación, exclusión y dominación. Nosotros no luchamos para esto. Y así como además repudiamos el socialismo que devino en vertical e intolerante y que, lamentablemente, costó muchas vidas inocentes en otras latitudes del globo; con la misma energía también rechazamos las caricaturas individualistas de democracia en que se han transformado la mayoría de los países del mundo, incluyendo naturalmente el nuestro. Ha pasado demasiado tiempo histórico, pero insuficiente en términos de una auténtica transformación social y mental de la humanidad. JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


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Entonces, la lucha continúa, y es política como ayer, pero también es ética y espiritual. Pero regresemos al período que ocupa en este instante nuestra mirada, para seguir recorriendo los avatares de una experiencia que concitó la atención de toda la comunidad internacional de la época. El presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, murió prácticamente aislado en el palacio de La Moneda, acompañado apenas por un puñado de colaboradores. Un poco más de un año después, un día sábado 5 de octubre de 1974, cayó en desigual combate Miguel Enríquez, secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, acribillado luego de resistir casi solo durante varias horas. ¿Es éste acaso el hado de una “revolución” que en los momentos cruciales de acción y definición sacrifica y abandona a sus mejores hombres? Y como lo adelantamos al comenzar este capítulo, nuevamente se encuentran las historias personales que vinculan a los dos proyectos de cambio de la época, de la mano y del carisma de los dos más destacados dirigentes de la izquierda chilena: Salvador Allende y Miguel Enríquez. Como ya lo señalé anteriormente, yo sumaba dieciséis años al producirse el Golpe de Estado de 1973, y ya poseía una incipiente preparación y experiencia políticas, las que con los años se harían más intensas. Y de ese tiempo hasta aquí, me he preguntado, innumerables veces, porqué la resistencia al alzamiento militar fue increíblemente nula. Al respecto, yo tenía presente en mi memoria las historias que se contaban de un pariente que viajó a España para combatir por la República, integrándose a las Brigadas Internacionales que reunieron a idealistas provenientes de distintos países. Resulta interesante consignar aquí una precisión sobre el mencionado período, extraída del libro “La guerra civil española”, de Antony Beevor: “Se suele presentar a la guerra civil española como el resultado de un choque entre la izquierda y la derecha, pero sabemos que eso es una simplificación engañosa. El conflicto tenía otros dos ejes: centralismo estatal contra independencia regional, y autoritarismo contra libertad del individuo”. No se trata en ningún caso de sostener que la condición de revolucionarios se mide exclusivamente por el hecho de levantar una opción militar, porque eso no es así ni en lo histórico ni en lo teórico. Sobre el particular, abundan los ejemplos. Nuestra reflexión va más bien por el lado de que el creciente enfrentamiento de clases producido en el período de la UP, caminaba inexorablemente hacia un choque de fuerzas que dirimiría la inevitable cuestión del poder también en la esfera militar, pero que de manera sorprendente -para muchos actores y analistas- en la práctica se consumó sólo en la rebelión total del sector dominante en desmedro del desarmado y entregado campo popular. ¿Qué pasó en Chile? ¿Cómo explicar a alguien que no vivió en la época lo que sucedió desde un poco antes del triunfo electoral de la Unidad Popular hasta el Golpe de Estado del martes 11 de septiembre de 1973? En este capítulo plantearemos 10 tesis o aproximaciones personales sobre el tema; algo semejante a una suerte de hermenéutica de las motivaciones emocionales e ideológicas que inspiraron a los actores sociales y políticos más protagónicos del período 1970-1973. Tesis 1: La “revolución chilena” por etapas contaba con poderosos enemigos internos y externos y estaba en consecuencia condenada a ser desestabilizada en todos los frentes.

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91 La Unidad Popular (integrada por socialistas, comunistas y radicales, entre otros) llegó al gobierno utilizando los mecanismos democráticos desprendidos de la Constitución Política de 1925. El Programa y las Primeras 40 Medidas de la coalición, que obtuvo el 36,3% de los votos en las elecciones presidenciales de 1970, era de carácter progresista avanzado y se planteaba un cambio gradual de las estructuras capitalistas del país. No obstante lo anterior, los sectores dominantes ni siquiera estaban dispuestos a tolerar reformas que consideraban un peligro para su hegemonía. Al respecto, conozcamos parte del discurso pronunciado por Salvador Allende luego de triunfar en la elección presidencial del 4 de septiembre de 1970: “Dije y debo repetirlo: si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria. Pero yo sé que ustedes, que hicieron posible que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la responsabilidad histórica de realizar lo que Chile anhela para convertir a nuestra patria en un país señero en el progreso, en la justicia social, en los derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra tierra. Hemos triunfado para derrocar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una profunda reforma agraria, para controlar el comercio de exportación e importación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo”. Tesis 2: El imperio atacó desde el primer momento. A pesar de esta inalterable Vía Pacífica, la gran burguesía nacional e internacional (principalmente el gobierno de Richard Nixon)) se había propuesto a priori que debía abortarse o “reventarse” la llamada “Revolución chilena con vino tinto y empanadas”. Según se infiere claramente, véase información desclasificada del mismo país del norte, de las distintas acciones de presión, tanto comunicacionales, económicas y políticas emprendidas desde incluso antes de la elección del 4 de septiembre de 1970. Tesis 3: La sedición fue la metodología principal usada por los opositores derechistas al cambio. Lo anterior quedó meridianamente demostrado con los sucesos terroristas y sediciosos que se produjeron en el período que media entre el triunfo electoral de Salvador Allende (4 de septiembre de 1970) a la asunción del mando (4 de noviembre de 1970). En otras palabras, los enemigos de la UP no necesitaban que ésta llegara al gobierno para empezar a conspirar en su contra; ni tampoco requerían de la excusa –como algunos lo sostuvieron en su tiempo- que se volvieron cada vez más beligerantes y golpistas por temor a la ultra izquierda. Tesis 4: Todos los medios de presión resultaron válidos para la reacción. El hecho más elocuente al respecto fue el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider Chereau, en manos de un comando ultraderechista que, apoyado por la CIA, lo atacó el 23 de octubre de 1970. Pero la Unidad Popular logró sortear esta coyuntura, y con el voto favorable de la Democracia Cristiana en el Congreso, que previamente le exigió un Estatuto de Garantías Democráticas, Salvador Allende Gossens logró tomar posesión de su cargo el 4 de noviembre de 1970. No se olvide que al no haber alcanzado la mayoría absoluta en las elecciones de 1970, la UP necesitaba del voto de la DC para que Allende fuera ratificado como presidente por el Congreso JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


92 Nacional (lo que ocurrió el 26 de octubre), evitándose así la maniobra que algunos quisieron implementar y que buscaba que el Parlamento terminara apoyando a la segunda mayoría relativa, o sea a Jorge Alessandri Rodríguez. Tesis 5: El pacifismo sin conciencia y movilización es una ilusión. Es decir que a pesar que la Unidad Popular, y de acuerdo a su propio Programa, se había planteado utilizar sólo los medios institucionales y pacíficos para llevar adelante las reformas sociales que se proponía, al final (y casi como en una tragedia griega) la disputa de poder se iba a definir, lo quisieran o no los dirigentes gradualistas del momento, en el campo de la guerra declarada. En otras palabras, como se verificó posteriormente, el carácter pacífico del proceso no garantizaba que él no fuera puesto en jaque en términos violentos; como tampoco aseguraba que el pueblo indefenso (en su gran mayoría sin armas) escapara a la cruenta represión que se desencadenó sobre él. Tesis 6: En una sociedad dividida en clases no se puede eludir una definición respecto del tema del poder político. Desde esta perspectiva, la izquierda revolucionaria estaba en lo correcto cuando en sus análisis colocaba el acento en la cuestión de la correlación de fuerzas, criticando también la ingenuidad de la visión UP al no contar con una política en el ámbito militar. Entonces, ¿qué sucedió que no se pudo articular una respuesta contundente? Tesis 7: Sin hegemonía cultural sobre la sociedad civil no hay verdadera acumulación de fuerza transformadora. Cuando la DC viró a la derecha sin retorno, y sectores de las capas medias sucumbieron al miedo, restando unos su apoyo al gobierno y otros directamente engrosando las filas de la sedición, se generaron todas las condiciones sociales y políticas internas (porque el apoyo exterior ya estaba) para el golpe que vendría. Frente a una realidad que se tornaba cada vez más polarizada en todos los ámbitos, en el mes de julio de 1972 se difundió la posición oficial del MIR respecto de la coyuntura, que entre otras consideraciones hacía (desde la ciudad de Concepción) un urgente llamado a la formación de una Asamblea del Pueblo, el que contó con la adhesión del PS y del MAPU, pero no de los comunistas. Como antecedentes adicionales del contexto, señalemos que en octubre de 1972 se inicia la huelga de los camioneros, con aportes financieros de la CIA. Y apenas un mes antes, se había creado el CODE (Confederación Democrática), alianza que agrupaba a los partidos opositores a la UP (PDC, Nacional, etc.). Ni el desesperado recurso de los Gabinetes Cívico Militares logra calmar la generalizada situación de confrontación. Tesis 8: El 29 de junio de 1973 se perdió la última oportunidad de levantar una opción nacional de masas que evitara la posterior hecatombe estratégica del campo popular. Quizá la única ocasión verdadera que se tuvo de orientar la situación favorablemente para la opción popular, fue la coyuntura que se abrió luego de que se derrotara el intento golpista del 29 de junio de 1973, conocido como “Tancazo o Tanquetazo” porque el coronel Roberto Souper levantó en armas o sublevó al Regimiento Blindado N° 2.

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93 A pesar de ciertas preocupantes señales de agotamiento, dudas e incertidumbre por el “qué hacer” que planteaba la crítica realidad de los meses de junio, julio y agosto de 1973, existía todavía una arraigada conciencia política y una moral alta a nivel de los frentes y movimientos más comprometidos con el proceso. Pero, para estructurar una sólida alternativa dual, de poder popular, había que sumar mayor fuerza social y convencer a la coalición gobernante del peligro que implicaba su camino titubeante de pérdida de iniciativa. No está demás recordar que en este mismo tiempo de definición, los militares comenzaron a aplicar la Ley de Control de Armas, aprobada el año 1972, y que curiosamente se hizo afectiva sólo con allanamientos a fábricas y sectores populares proclives a la izquierda. No cabe ninguna duda de que el golpe ya estaba en marcha, considerando como un antecedente relevante que luego de la elección parlamentaria de marzo de 1973, la oposición a Allende no logró obtener los suficientes representantes para acusar constitucionalmente al gobierno, lo que inmediatamente puso en agenda la estrategia del enfrentamiento frontal. Los militares actuaron, en consecuencia, representando los intereses de los sectores dominantes, buscando así resolver en un nuevo contexto la crisis del sistema de dominación, que se expresaba también en el propio seno de la burguesía. Y ahora, sólo quedan preguntas rondando en los análisis y en los testimonios. ¿Por qué el campo popular no optó derechamente por una Huelga General con perspectiva insurreccional? ¿Y qué habría pasado si las fuerzas de la UP hubieran luchado y defendido masivamente a su gobierno al menos el mismo día 11? ¿Se podrían haber ganado horas decisivas si Allende hubiera aceptado el ofrecimiento de Miguel de sacarlo de La Moneda para dirigir la resistencia al golpe desde algún bario popular de Santiago? ¿Por qué no operó la Fuerza Central del MIR? En términos políticos, la decisión de Allende de permanecer en el palacio de gobierno no es indiferente o casual. Con ella, él remarcó simbólicamente su opción reformista e institucional, alejándose notoriamente de una línea de resistencia revolucionaria, como habría significado su desplazamiento hacia un territorio social popular. Si con su valerosa decisión personal, orientada al martirio individual, pensó que podría aminorar la represión posterior en contra de sus partidarios, lo cierto es que su sacrificio, encerrado en el centro de la capital, no desalentó para nada la furia que se desataría después en contra de las fuerzas de izquierda y del campo popular. Tesis 9: La ausencia de un contra poder autónomo, unitario y revolucionario, selló la suerte de la experiencia chilena. Lamentablemente, y renovando su confianza en la aparente actitud leal del mando militar demostrada en la asonada del 29 de junio, en el Ejecutivo pareció fortalecerse aún más la tesis de la efectiva constitucionalidad y prescindencia política de las FF.AA. chilenas. Esto es lo que algunos sectores caracterizaron alarmados como “capitulación” definitiva, porque en los hechos se desalentó la movilización popular como única contención real al golpe que llegaría en pocas semanas más. Así las cosas, la derrota aplastante de la experiencia chilena fue sellada mucho antes del 11-09-73, cuando no se tuvo la claridad y la voluntad para levantar una alternativa de respuesta que no desmovilizara a las masas y que contrarrestara a la reacción desde las bases de apoyo de la propia sociedad. Al respecto, nos parece muy ilustrativo citar aquí algunos extractos del conocido discurso de Miguel Enríquez en el Teatro Caupolicán de Santiago, fechado el día 17 de julio del año 1973. Palabras pronunciadas a menos de dos meses de la ofensiva final de las clases dominantes. “Este es un momento histórico fundamental en el que las grandes tareas son atajar al golpismo, enfrentar al emplazamiento, neutralizar a los vacilantes, empujar y profundizar una vigorosa y resuelta contraofensiva revolucionaria y popular. No hay otra alternativa para los JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


94 revolucionarios. Puede haberla para los reformistas más recalcitrantes, pero para eso la historia sabrá marcarlos de acuerdo a su conducta. La situación ofrece dos caminos: la capitulación reformista o la contraofensiva revolucionaria… Toda forma de capitulación en fin de cuentas conducirá más temprano que tarde aplastamiento de los trabajadores a través de una dictadura reaccionaria y represiva.

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Dos tácticas se ofrecen a la clase obrera y al pueblo. Una que establece que no es posible profundizar la ofensiva popular pues encendería de inmediato el enfrentamiento. Que es necesario ganar tiempo. La otra táctica es la revolucionaria. Es la táctica que han puesto en práctica la clase obrera y el pueblo en las semanas recientes. La táctica revolucionaria consiste en reforzar y ampliar la toma de posiciones en fábricas, fundos y distribuidoras, no devolver las empresas tomadas, incorporarlas al área social bajo dirección obrera, imponiendo en la pequeña y mediana industria el control obrero, desarrollando la fuerza de los trabajadores fuera de la institucionalidad burguesa, estableciendo el PODER POPULAR en los Comandos Comunales, en los Comités de Defensa, multiplicando y extendiendo la ofensiva popular, incorporando a ella a los pobladores, campesinos y estudiantes, extendiendo la movilización a todo el país, desarrollando la alianza de los trabajadores con los soldados y suboficiales, con los oficiales antigolpistas, rescatando la base obrera y popular de la Democracia Cristiana, fortaleciendo la alianza revolucionaria de la clase obrera y el pueblo, impulsando la reagrupación de los revolucionarios y la acción común de la izquierda por la base. La tarea inmediata de esta táctica revolucionaria es profundizar y ampliar la contraofensiva popular y revolucionaria en curso y por ello proponemos la realización de un Paro Nacional por 24 horas. Proponemos la realización de este Paro a todas las organizaciones populares de este país, a la Central Única de Trabajadores, a los Comandos Comunales, a los Consejos Campesinos, a las federaciones campesinas y estudiantiles, a todos los trabajadores. Proponemos que este Paro notifique, de una vez por todas, a los golpistas, que la clase obrera y el pueblo aplastará todo intento golpista”. El recientemente citado discurso de Miguel Enríquez, que al momento de ser pronunciado fue transmitido inmediatamente por cadena nacional a todo el país, constituye un documento esencial para apreciar lo álgido de la situación política y de la lucha de clases, a muy pocas semanas del Golpe de Estado. Tesis 10: El modelo neoliberal impuesto a la fuerza ha marcado negativamente a generaciones de chilenos y aún lo continúa haciendo. La llamada izquierda revolucionaria no estaba errada cuando visualizó que, en el caso nacional, el agudo enfrentamiento de clases se dirimiría irremediablemente en el terreno militar. Y también estaba en lo correcto cuando sostenía que en este cuadro el campo popular no podía confiar en la “neutralidad” de las FF.AA., como se evidenció clara y aleccionadoramente el mismo día “11”, instante en que ninguna unidad o regimiento adhirió o se mantuvo leal al gobierno constitucional y democráticamente elegido. En definitiva, nada detuvo a la contrarrevolución, y la UP, con su legalismo iluso, ni siquiera logró evitar la masacre de un pueblo desarmado, al que tampoco le quedó el consuelo de haber al menos defendido con más dignidad las conquistas alcanzadas. Como sí lo hicieron los españoles del Frente Popular, que a partir de 1936 no sólo tuvieron que lidiar con el alzamiento de Franco, sino también con el apoyo concreto que éste recibió de la Alemania nazi y de la Italia JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


95 fascista, en una guerra civil que se extendió a los años 1937, 1938 y parte del 1939. Y en este punto recurramos otra vez al ya citado libro de Antony Beevor: “Los partidarios de la autogestión argumentaban que no había ningún motivo para la lucha contra el fascismo si no se avanzaba en la revolución social. Si los anarquistas habían soportado el mayor esfuerzo de la batalla de Barcelona en julio, abandonados por un gobierno que se negó a armarlos, ¿por qué razón esperaba ese gobierno que ahora le restituyeran todo lo que ellos habían conquistado. Las posturas irreconciliables dentro de la zona controlada por la República minaron fatalmente la unidad de la alianza republicana”. “El fracaso del golpe militar de los rebeldes, emparejado con el fracaso del Gobierno y de los sindicatos en aplastarlo, significaba que España tenía que enfrentarse a una larga y sangrienta guerra civil. La necesidad de armas para esta dilatada contienda obligó a las dos partes a buscar ayuda en el exterior. Y eso supuso dar el paso crucial en la internacionalización de la guerra civil española, ya que la victoria o la derrota iban a depender sobremanera de cómo reaccionaran las principales potencias extranjeras”. Pero volviendo al caso chileno, si bien es evidente que la izquierda revolucionaria supo vislumbrar mejor que nadie las características del período, tampoco estuvo a la altura de las circunstancias y su respuesta del mismo día “11” fue –por decir lo menos- elocuentemente insuficiente, aunque no por ello menos comprometida y decidida. ¿Qué faltó o qué falló? ¿La conciencia? ¿La organización? ¿Un mando único? ¿Una política militar alternativa? ¿La dirigencia? ¿La voluntad? ¿Los análisis no daban cuenta de la realidad? ¿El apoyo internacional? Pueden ser tantas cosas. Pero lo cierto es que fue inesperado lo que sucedió el fatídico día “11”, porque ello no se correspondió con el estado de conciencia del momento y hasta con los significativos resultados electorales (y a pesar de todas las dificultades existentes en el plano de la economía)) obtenidos por la UP en las municipales de abril de 1971 (51%) y sobre todo en las legislativas de marzo de 1973 (43,4% de los votos). Y no se puede obviar aquí que en el mes de julio de 1971 logró hacer aprobar, por la unanimidad del Congreso, la nacionalización del cobre. En fin… Podrá sonar a fatalidad, pero es que en una coyuntura tan radicalizada de la “Guerra Fría”, y aunque pretendiera insistir –como lo hizo hasta el final- en su camino pacífico, la UP jamás lograría sobrevivir si es que no se preparaba para neutralizar a los sectores que, desde el primer día, conspiraban para derrotarla porque se sintieron afectados en su dominación económica y en la conservación de sus privilegios sociales. No se trata aquí de ser “más o menos” partidario de una salida de ruptura, sino de una mínima comprensión del proceso de cambio y de las posibilidades reales de mantenerlo en el tiempo. Efectivamente, la sensación es muy confusa o extraña, porque parece como si de pronto se hubiera esfumado todo lo aprendido y conquistado, y ya nada –ni nadie- pudiera detener la caída libre de la “revolución” chilena. La histórica acumulación de fuerza popular se desvaneció entre las consignas y los gritos, y las masas fragmentadas y sin conducción, quedaron a merced de la salvaje represión que se desató sobre ellas, y que quería tomarse revancha también de las luchas pasadas del mundo obrero y popular. El desbande fue generalizado y los más humildes los más sacrificados. En este contexto, y a diferencia de lo que hicieron muchos otros altos dirigentes de la época, sobresale el ético compromiso (aunque estratégicamente aislado) de aquellas mujeres y hombres que no buscaron su propia salvación personal y que estuvieron dispuestos a padecer y sufrir (junto a los pobres y excluidos del campo y de la ciudad) los años más duros vividos por el pueblo chileno. JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


96 Al respecto, a pocas semanas de producido el Golpe de Estado, Miguel Enríquez entregó las siguientes precisiones a modo de balance político, en una entrevista realizada desde la clandestinidad. “No nos parece el momento de revivir antiguas diferencias en el seno de la izquierda, pero a la vez, nos parece necesario que los trabajadores y la izquierda obtengan todas las enseñanzas que la experiencia chilena entrega, para nunca más incurrir en errores. Por ello preciso: en Chile no ha fracasado la izquierda, ni el socialismo, ni la revolución, ni los trabajadores. En Chile, ha finalizado trágicamente una ilusión reformista de modificar estructuras socioeconómicas y hacer revoluciones con la pasividad y el consentimiento de los afectados: las clases dominantes”. Y así se pasó trágicamente de un período prerrevolucionario, colmado de esperanzas y oportunidades, a otro diametralmente distinto; definido como contrarrevolucionario por su carácter opresivo y constituyente de una nueva y dictatorial dominación.

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Los nuevos ciclos

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98 Obviamente que nunca conoceremos lo que podría haber sucedido si fracasaba el Golpe de Estado y si posteriormente se imponía una opción revolucionaria en el país. Tampoco sabremos cómo se habría resuelto el tema de la hegemonía en el bloque popular triunfante y las características precisas en términos más o menos libertario que asumiría el nuevo orden. Todo lo anterior es parte de la política ficción, lo mismo que pensar en cómo habría afectado internamente –y también cómo se habría procesado- la desintegración del llamado “socialismo real”. Fuimos innumerables los jóvenes que ayer a nivel planetario, y sobre todo en América Latina, abrazamos las ideas de un mundo mejor, pero que desgraciadamente en muchos casos específicos siguió la senda de un socialismo autoritario, burocrático y dogmático, como cuando en 1968 los tanques rusos aplastaron sin miramientos la esperanzadora Primavera de Praga. Por eso, hay que aprender las lecciones del pasado, y reconociendo lógicamente las complejidades y limitaciones históricas que tuvieron las construcciones revolucionarias del siglo XX, habrá que insistir (una vez más) en que la perspectiva transformadora para este tiempo no puede ser más que esencialmente libertaria, en todos los planos individuales y comunitarios, sin partido único, asumiendo sin prejuicios los cambios dialécticos que se operan en las ideas, en las ciencias y en el desarrollo material de la humanidad. El “socialismo real” fracasó al negar las propias potencialidades de la sociedad. Y el capitalismo neoliberal, por su lado, sigue demostrando su voracidad depredadora y su conocida incapacidad de aportar equidad colectiva y felicidad o sentido espiritual a los sujetos. Entonces, está a la orden del día el llamado a trabajar por una hegemonía integral que abra las puertas a un nuevo paradigma, que contenga las más nobles aspiraciones de una sociedad justa y respetuosa de los derechos humanos y de todos los seres que habitan el planeta. La lucha continúa, y nunca olvidemos que las ideas deben triunfar y legitimarse culturalmente primero en las “trincheras” cotidianas de los días, semanas, meses y años. No se puede soslayar la evidencia factual de que todo el campo popular fue derrotado el día 11 de septiembre de 1973. Pero no fue vencido el ideal de un sistema distinto, porque por ejemplo en el caso de la izquierda revolucionaria, y sin aminorar o desconocer los errores humanos y políticos de una organización que para el golpe alcanzaba recién los 8 años de existencia, la verdad es que perduraron en el tiempo, y como un legado distintivo al imaginario colectivo, el sentido superior de la entrega de sus adherentes y la convicción de que las injusticias deben ser combatidas en todo lugar y circunstancia. El MIR no logró conquistar el poder; todos lo sabemos. Sin embargo, en muy corto tiempo revolucionó la política chilena e insufló una nueva perspectiva, mística, estética y energía a todos quienes anhelaban ser parte de un monumental cambio histórico. Ahora, las nuevas generaciones deberán movilizarse creativamente y completar las tareas republicanas pendientes para que este país sea socialmente más igualitario y políticamente más libre; levantando además las banderas de respeto irrestricto e integración total de las parejas homosexuales y lésbicas, de los pueblos originarios, de las mujeres, y de todos quienes sean discriminados o excluidos por el actual modelo de dominación. Los que integramos las generaciones pasadas, debemos reconocer hidalgamente que lo experimentado históricamente por muchos de nosotros fue una aleccionadora y dura experiencia existencial y política que cambió para siempre nuestras vidas, y que en gran medida sigue estando presente en lo que somos hoy como personas. Y lo más importante, es que continuamos soñando y luchando por un mundo libertario, sin injusticias, sin aparatos controladores, y sin dominación de ningún tipo. JOSÉ MIGUEL CASANUEVA WERLINGER CONCEPCIÓN-CHILE 2012


99 La historia del siglo XX es generosa en ejemplos de procesos de cambio que concluyeron abjurando de sus principios aurorales, generando modelos de sociedades burocráticas que instauraron nuevas y sofisticadas formas de coerción en contra de los individuos y de la población. Entonces, las nuevas generaciones deben ser capaces de aprender las lecciones del pasado, para no incurrir en los errores que ayer causaron tantos pesares y frustración a quienes ansiaban vehementemente un mundo distinto. El que se sea o no revolucionario se define mucho más por los proyectos que por los métodos de lucha. Es decir, se es más revolucionario en la medida que los objetivos que se plantean propenden efectivamente, y sin subterfugios, al surgimiento de sociedades más democráticas, más libertarias y más justas, alentando a que sean las propias personas y comunidades organizadas las que vayan siendo gestoras conscientes de sus propios procesos de emancipación en todas las dimensiones de la vida. Un nuevo ciclo se está abriendo a nivel nacional y planetario, dejando en evidencia el agotamiento progresivo del asimétrico modelo capitalista neoliberal mundial. Y conjuntamente con el mencionado proceso, surgen también las esperanzas en torno al advenimiento de formas superiores de convivencia que destierren definitivamente las racionalidades patriarcales construidas sobre la base de la guerra y de la explotación. El camino hacia un nuevo tipo de mundo no será corto y tampoco estará exento de convulsiones y trastornos. Eso está muy claro. Sin embargo, desde distintas direcciones se escuchan voces y perciben movimientos que reclaman y exigen cambios urgentes. Ello quiere decir que sectores importantes de la humanidad se niegan a seguir permaneciendo pasivamente en el actual estado de cosas, y que lentamente van sumando fuerzas en la perspectiva de un cambio paradigmático multidimensional, que algún día expresará un estado superior de conciencia y de relaciones que abrirán todas las puertas que han permanecido cerradas durante ya demasiado tiempo.

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Curiosamente, y aunque sea sea por simple azar o por alguna otra misteriosa razón, el número 3, con fuerte connotación esotérica y simbólica en masonería, representando la superación de la dualidad, aparece también frecuentemente en la historia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Revolucionaria, MIR. José Miguel Casanueva Werlinger

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