Prerrenacimiento

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PRERRENACIMIENTO ÍNDICE LITERATURA ITALIANA.............................................................................................................1 DANTE (1265-1321).......................................................................................................................1 Divina comedia................................................................................................................................1 PETRARCA (1304-1374)................................................................................................................9 Cancionero ......................................................................................................................................9 BOCCACCIO (1313-1375)...........................................................................................................15 Decamerón (1351-1353)................................................................................................................15 LITERATURA INGLESA.............................................................................................................28 CHAUCER (1340-1400)...............................................................................................................28 Cuentos de Canterbury ..................................................................................................................28

PRERRENACIMIENTO LITERATURA ITALIANA DANTE (1265-1321) Divina comedia. INFIERNO. CANTO I A mitad del camino de la vida, (1) en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado. (… ) Y vi, casi al principio de la cuesta, una onza (2) ligera y muy veloz, (…) y de delante no se me apartaba, mas de tal modo me cortaba el paso, que muchas veces quise dar la vuelta. (…) mas no tal que terror no produjese la imagen de un león (3) que luego vi. Me pareció que contra mí venía, con la cabeza erguida y hambre fiera, y hasta temerle parecía el aire. Y una loba que todo el apetito 1


parecía cargar en su flaqueza, (…) Tantos pesares esta me produjo, con el pavor que verla me causaba que perdí la esperanza de la cumbre. (…) Mientras que yo bajaba por la cuesta, se me mostró delante de los ojos alguien que, en su silencio, creí mudo (4) (…) “Apiádate de mí” -yo le grité-, “seas quien seas, sombra a hombre vivo.” Me dijo: “Hombre no soy, mas hombre fui, y a mis padres dio cuna Lombardía pues Mantua fue la patria de los dos. (…) Poeta fui, y canté de aquel justo hijo de Anquises que vino de Troya, cuando Ilión la soberbia fue abrasada. (…) “¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente de quien mana tal río de elocuenccia? (…) Oh luz y honor de todos los poetas, (…) Eres tú mi modelo y mi maestro; el único eres tú de quien tomé el bello estilo que me ha dado honra. Mira la bestia por la cual me he vuelto: sabio famoso, de ella ponme a salvo, pues hace que me tiemblen pulso y venas.” (…) Por lo que, por tu bien, pienso y decido que vengan tras de mí, y seré tu guía, y he de llevarte por lugar eterno, donde oirás el aullar desesperado, verás, dolientes, las antiguas sombras, gritando todas la segunda muerte;

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y podrás ver a aquellas que contenta el fuego, pues confían en llegar a bienaventuras cualquier día; y si ascender deseas junto a estas, más digna que la mía allí hay un alma: (5) te dejaré con ella cuando marche; que aquel Emperador que arriba reina, puesto que yo a sus leyes fui rebelde, no quiere que por mí a su reino subas. (1) en aquella época, se consideraba que la mitad de una vida normal correspondía a los 35 años. (2) onza: leopardo, alegoría de la lujuria. (3) Símbolo de la soberbia. (4) Imagen de un espectro muerto hace siglos. (5) Beatriz, quien será la que guíe al poeta hasta el Paraíso. Actividades 1.- ¿En qué persona está narrada la Divina comedia? Quién es, por tanto, el narrador. 2.- ¿Cuál es el sentimiento que predomina en el poeta una vez que se ha adentrado en una selva oscura? ¿Qué impedimentos encuentra para poder salir de la sima donde ha caído? 3.- ¿Quién acude en ayuda del poeta y qué dice que le va a enseñar? ¿Qué opinión tiene Dante de él? ¿Hasta dónde le llevará? ¿Por qué no puede ir más allá? INFIERNO. CANTO III POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE, POR MÍ SE VA AL ETERNO SUFRIMIENTO, POR MÍ SE VA A LA GENTE CONDENADA. (…) DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA.

Estas palabras de color oscuro vi escritas en lo alto de una puerta; y yo: “Maestro, es grave su sentido.” Y, cual persona cauta, él me repuso: “Debes aquí dejar todo recelo; debes dar muerte aquí a tu cobardía. (…) Luego tomó mi mano con la suya con gesto alegre, que me confortó, y en las cosas secretas me introdujo. 3


Allí suspiros, llantos y altos ayes resonaban (…), y yo me eché a llorar al escucharlo. Diversas lenguas, hórridas blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, roncos gritos al son de manotazos, un tumulto formaban, el cual gira siempre en el aire eternamente oscuro, como arena al soplar el torbellino. (…) Y he aquí que viene en bote hacia nosotros un viejo cano de cabello antiguo, gritando: “¡Ay de vosotras, almas pravas!” (1) No esperéis nunca contemplar el cielo; vengo a llevaros hasta la otra orilla, a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego. (…) Blasfemaban de Dios y de sus padres, del hombre, el sitio, el tiempo (…) y de su nacimiento. Luego se recogieron todas juntas, llorando fuerte en la orilla malvada que aguarda a todos los que a Dios no temen. Carón, demonio, con ojos de fuego, llamándolos a todos recogía; da con el remo si alguno se atrasa. (…) Así se fueron por el agua oscura y aún antes de que hubieran descendido ya un nuevo grupo se había formado. (1) pravas: perversas. Actividades: 1.- ¿En qué círculo están entrando Dante y Virgilio? Interpreta la inscripción que se halla sobre su puerta. 2.- ¿De qué modo se expresa que Virgilio no solo acompaña sino que también apoya a Dante?

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3.- ¿Qué figura mitológica aparece en este fragmento? ¿Se corresponde con lo que sabemos de él? Justifica tu respuesta. 4.- ¿Con qué significado se emplea habitualmente el adjetivo “dantesco”? Justifícalo a partir del texto que acabas de leer. INFIERNO: CANTO V (…) “Francesca (1), tus pesares (…) dime, en la edad de los dulces suspiros ¿cómo o por qué el Amor os concedió que conocieses tan turbios deseos?” Y repuso: “Ningún dolor más grande que el de acordarse del tiempo dichoso en la desgracia; y tu guía lo sabe. Mas si saber la primera raíz de nuestro amor deseas de tal modo, hablaré como aquel que llora y habla: Leíamos un día por deleite, cómo hería el amor a Lanzarote; solos los dos y sin recelo alguno. Muchas veces los ojos suspendieron la lectura, y el rostro emblanquecía, pero tan sólo nos venció un pasaje. Al leer que la risa deseada era besada por tan gran amante, este, que de mí nunca ha de apartarse, la boca me besó, todo él temblando. (…) no seguimos leyendo ya ese día.” (1) Francesca es un personaje real a quien Dante conoció. Estaba casada con Gian Ciotto Malatesta pero se enamoró de su cuñado y fue correspondida. Cuando su marido lo supo, los asesinó a ambos. (2) Galeotto: caballero que favoreció los amores entre Lanzarote y Ginebra. Actividades: 1.-¿Cómo se denomina el círculo en el que han entrado Dante y Virgilio? ¿Por qué motivo crees que será el segundo círculo infernal y no uno más inferior? Recuerda en qué círculo acabará Dante su viaje, y con quién. 2.- Infórmate sobre quién era Lanzarote y qué relación encuentras entre su historia y la de Francesca.

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INFIERNO. CANTO VII “¡Papé Satán, Papé Satán aleppe!” (1) dijo Pluto con voz enronquecida; y aquel sabio gentil que todo sabe, me quiso confortar: “No te detenga el miedo, (…)» (…) Así bajamos por la cuarta fosa, entrando más en el doliente valle que traga todo el mal del universo. (…) Vi aquí más gente que en las otras partes, y desde un lado al otro, con chillidos, haciendo rodar pesos con el pecho. Entre ellos se golpean; (…) Así giraban por el foso tétrico de cada lado a la parte contraria, (2) (…) y yo, que estaba casi conmovido, dije: “Maestro, quiero que me expliques quienes son estos, y si fueron clérigos todos los tonsurados (3) de la izquierda.” Y él a mí: “Fueron todos tan escasos de la razón en la vida primera, que ningún gasto hicieron con mesura. (…) Clérigos fueron los que en la cabeza no tienen pelo, papas, cardenales, que están bajo el poder de la avaricia.” (…) Se han de chocar los dos eternamente; estos han de surgir de sus sepulcros con el puño cerrado, y estos, mondos; (4) mal dar y mal tener, el bello mundo les ha quitado y puesto en esta lucha: 6


(…) Hijo, ya puedes ver el corto aliento, de los bienes fiados a Fortuna, por los que así se enzarzan los humanos; que todo el oro que hay bajo la luna, y existió ya, a ninguna de estas almas fatigadas podría dar reposo.” “Maestro” -dije yo-, “dime ¿quién es esta Fortuna a la que te refieres que el bien del mundo tiene entre sus garras?» (…) Aquel cuyo saber trasciendo todo, los cielos hizo (…), distribuyendo igualmente la luz; de igual modo en las glorias mundanales dispuso una ministra que cambiase los bienes vanos cada cierto tiempo de gente en gente y de una a la otra sangre, (…) Mas ella en su alegría nada escucha; feliz con las primeras criaturas mueve su esfera y alegre se goza. (1) Exclamación de rabia ante la presencia de los viajeros. (2) Unos van en una dirección; y otros, en otra, por eso chocan. (3) tonsurados: la tonsura consiste en cortar una parte del cabello, generalmente por la coronilla. Era un rasgo que distinguía a los clérigos. (4) mondos: limpios, desprovistos de todo. Actividades: 1.- Localiza quién era Pluto en la mitología latina; de este modo, sabrás también en qué círculo se adentran nuestros protagonistas. Más adelante, encontrarás los versos que lo confirman; localízalos. Fíjate en que, entre esos condenados, se encuentran personas pertenecientes al estamento eclesiástico: ¿cómo se les presenta? 2.- De nuevo, vemos cómo Virgilio anima a Dante, no solo le acompaña. 3.- ¿Qué tormentos padecen los pecadores en el cuarto círculo? 4.- El término “Fortuna”, que hoy en día suele identificarse en la lengua española (no así en la italiana) con “buena suerte” o “riqueza”, era inicialmente el nombre de una diosa romana. ¿Qué sentido tiene en el texto? ¿Qué mensaje quiere transmitir Virgilio a la humanidad en relación con ella? 7


En la literatura española, Juan de Mena y el Marqués de Santillana utilizaron esta imagen de la Fortuna que planteaba Dante: infórmate sobre el título de las obras en las que la recogieron. INFIERNO. CANTO XII Era el lugar por el que descendimos alpestre (…) al llano, tan hendida está la roca que ningún paso ofrece a quien la sube; (…) y allí en el borde de la abierta sima, el oprobio de Creta estaba echado que concebido fue en la falsa vaca; (1) cuando nos vio, a sí mismo se mordía, tal como aquel que en ira se consume. (…) Y como el toro se deslaza cuando ha recibido ya el golpe de muerte, y huir no puede, mas de aquí a allí salta, así yo vi que hacía el Minotauro; y aquel prudente gritó: “Corre al paso; bueno es que bajes mientras se enfurece.” (…) “Mas mira el valle, pues que se aproxima aquel río sangriento, en el cual hierve aquel que con violencia al otro daña.” (…) Y nos marchamos con tan fiel escolta por la ribera del bullir rojizo, donde mucho gritaban los que hervían. Gente vi sumergida hasta las cejas, y el gran centauro dijo: “Son tiranos que vivieron de sangre y de rapiña:” (…) Al poco rato se fijó el Centauro en unas gentes, que hasta la garganta parecían, salir del hervidero. 8


Díjonos de una sombra ya apartada: “En la casa de Dios aquél hirió el corazón que al Támesis chorrea.” (1) (…) Así iba descendiendo poco a poco aquella sangre que los pies cocía, y por allí pasamos aquel foso. (1) Guido de Monforte quien, en 1272, en el transcurso de una misa solemne, asesinó a Enrique, hijo del rey de Inglaterra. El corazón del príncipe fue colocado en una copa que sostenía una estatua en la abadía de Westminster; de ahí que su corazón aún chorre sangre sobre el Támesis. Actividades: 1.- ¿En qué círculo se encuentran Dante y Virgilio? ¿quiénes, por lo tanto, se hallan en él? En este sentido, ¿quién es el oprobio de Creta (…) concebido en la falsa vaca? ¿Qué otra denominación se le da en el poema? Infórmate sobre por qué estará ahí. 2.- Dentro de la fosa, los condenados se disponen a distinta altura. Comenta qué tipo de mentalidad refleja esta disposición. 3.- Localiza el cuadro El jardín de las delicias, de El Bosco (1450-1516) y, en concreto, el Infierno, o también llamado el Infierno musical. Fíjate en los tormentos que aplica a sus condenados pues se cree que este pintor se basaría en la obra de Dante para crear la suya.

PETRARCA (1304-1374) Cancionero SONETO XXXV Solo e pensoso i più deserti campi vo mesurando a passi tardi e lenti, e gli occhi porto per fuggire intenti ove vestigio uman l'arena stampi. Altro schermo non trovo che mi scampi dal manifesto accorger de le genti, perché negli atti d'alegrezza spenti di fuor si legge com'io dentro avampi: sì ch'io mi credo omai che monti et piagge e fiumi et selve sappian di che tempre sia la mia vita, ch'è celata altrui.

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Ma pur sì aspre vie né sì selvagge cercar non so ch'Amor non venga sempre ragionando con meco, et io collui. Voy midiendo —abstraído, el paso tardo—, los campos más desiertos, lentamente; por si he de huir, mi vista es diligente: que ante una huella humana me acobardo. No sé hallar más defensa ni resguardo del claro darse cuenta de la gente, porque en el comportarme tristemente desde fuera se ve que por dentro ardo: tanto, que creo ya que monte y río, ribera y selva saben el talante de mi vida, pues no hay otro testigo. Mas camino tan áspero y bravío no hallo en que Amor no sea mi acompañante: yo con él razonando, y él conmigo. Actividades: 1.- Tema de este soneto. 2.- Se dice de Petrarca que tiene una tendencia a la soledad y la reflexión. ¿Crees que este poema es una muestra de ello? Justifica tu respuesta. 3.- Una de las muchas innovaciones de Petrarca fue el papel determinante del paisaje dentro de sus poemas pues llega ser cómplice de su estado anímico. Encuentra expresiones o versos que corroboren esta afirmación. 4.- Recuerda la definición de soneto e indica si su esquema métrico se corresponde con el que acabamos de leer. Ten en cuenta que esta forma poética tiene su origen en Italia y fue introducida en la la literatura española por Garcilaso, a través de su amigo Boscán. 5.- Localiza una antítesis y un polisíndeton. Recuerda su definición y aplícala a los versos. SONETO LXI Benedetto sia'l giorno e'l mese e l'anno e la stagione e'l tempo e l'ora e'l punto e'l bel paese e'l loco ov'io fui giunto da'duo begli occhi che legato m'ànno; E benedetto il primo dolce affanno ch'ì ebbi ad esser con Amor congiunto, e l'arco e le saette ond'ì fui punto, e le piaghe che'nfin al cor mi vanno. 10


Benedette le voci tante ch'io chiamando il nome de mia donna ò sparte, e i sospiri e le lagrime e'l desio; e benedette sian tutte le carte ov'io fama l'acquisto, e'l pensier mio, ch'è sol di lei; si ch'altra non v'à parte. Bendito sea el año, el punto, el día, la estación, el lugar, la hora, el instante el rincón y el lugar en donde ante sus ojos fue prendida el alma mía; y bendita la dulcísima porfía que a Amor me liga como firme amante, y el arco y la saeta lacerante cuya herida le abrió en mi pecho vía. Benditas las palabras con que canto y siembro el nombre suyo en cualquier parte, y mi ansia, mis suspiros y mi llanto. Y benditos mis versos y mi arte pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento, puesto que ella tan sólo lo comparte. Actividades: 1.- Una de las aportaciones de la lírica del dolce stil nuovo es el valor de la mirada. Localízalo en el poema. ¿Crees que esta situación sigue manteniéndose hoy en día? Argumenta ampliamente tu respuesta. 2.- Identifica la alusión mitológica que encontramos en el soneto y su valor dentro del mismo. 3.- A pesar de que Petrarca no creía que pasaría a la posteridad por sus poesías escritas en italiano (ten presente que también escribió en latín), hay un verso que parece desmentir esta idea, ¿cuál? 4.- Indica qué figura literaria sostiene todo el poema. Recuerda su definición y su valor estilístico. Rememora también la definición de anáfora y fíjate en qué versos la utiliza Petrarca: ¿por qué crees que lo habrá hecho? SONETO CXXII Diecisiete años ha girado el cielo desde que ardo, y jamás me he apagado; mas cuando pienso en mi presente estado en medio de las llamas siento un hielo. 11


(…) ¡Ay, triste!, ¿llegará el día dichoso en que mirando huir a la edad mía, salga del fuego, libre ya de enojos? ¿Podré mirar cuando desee un día ese aire dulce de su rostro hermoso y un sensato placer dar a mis ojos? Actividades: 1.- ¿Cuántos años tenía Petrarca cuando escribió este poema? 2.- ¿En qué expresiones se aprecia que su amor no es correspondido? 3.- Comenta el significado de los dos últimos tercetos. 4.- Analiza (nombre, definición y aplicación al verso) las siguientes figuras literarias: 4.1.- mirando huir a la edad mía 4.2.- aire dulce Indica también por qué figura literaria quedan enmarcados los dos tercetos y qué valor posee.

SONETO CXXXII Si no es amor, ¿qué esto que yo siento? mas si no es amor, por Dios, ¿qué cosa y cual? Si es buena, ¿por qué es áspera y mortal? si mala, ¿por qué es dulce su tormento? Si ardo por gusto, ¿por qué me lamento? Si a mi pesar, ¿qué vale un llanto tal? Oh, viva muerte, oh deleitoso mal, ¿por qué puedes en mí si no consiento? Y si consiento, error es quejarme. Entre contrarios vientos va mi nave -que en alta mar me encuentro sin gobiernotan leve de saber, de error tan grave, que no sé lo que quiero aconsejarme y, si tiemblo en verano, ardo en invierno. Actividades: 1.- El poema se construye a partir de sentimientos radicalmente opuestos, ¿qué nombre recibe este recurso estilístico? ¿Qué relación guarda con el tema y el sentido del poema? 2.- Recuerda el soneto de Lope de Vega, Desmayarse, atreverse, estar furioso https://www.youtube.com/watch?v=1ldYbsq5oXY (extraído de la película Lope) y 12


compáralo con este de Petrarca. ¿Cuál te gusta más? ¿por qué? SONETO CXXXIV: SONETO A LAURA Paz no encuentro ni puedo hacer la guerra, y ardo y soy hielo; y temo y todo aplazo; y vuelo sobre el cielo y yazgo en tierra; y nada aprieto y todo el mundo abrazo. Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra, ni me retiene ni me suelta el lazo; y no me mata Amor ni me deshierra, ni me quiere ni quita mi embarazo. Veo sin ojos y sin lengua grito; y pido ayuda y parecer anhelo; a otros amo y por mí me siento odiado. Llorando grito y el dolor transito; muerte y vida me dan igual desvelo; por vos estoy, Señora, en este estado. Actividades: 1.- Infórmate sobre quién era Laura y la importancia que tuvo dentro de la vida y la obra de Petrarca. 2.- Otro de los grandes temas del Cancionero, y que también tuvo una enorme influencia en la lírica posterior, es el de la amada enemiga. ¿Qué versos podemos relacionar con este tema? 3.- Como ves, este soneto guarda una estrecha relación estilística con el que hemos leído anteriormente. Argumenta esta afirmación. SONETO CLXII ¡Flores felices, biennacidas hierbas que, pensativa, pisa mi señora; campo que oyes su voz cautivadora y de sus bellos pies huellas conservas; arbustillos de frondas aún acerbas, violetas cuyo tinte me enamora, umbrosas selvas que os mostráis ahora, llenas de sol, más altas y superbas; oh sitio ameno, oh río de agua pura que le bañas la faz, y de su vista tomas la viva luz que es tu hermosura; yo envidio que de honesto amor os vista! No habrá entre vosotros una piedra dura que a arder entre mis llamas se resista. 13


Actividades: 1.- Indica el tema del soneto. 2.- ¿Qué clásico tópico literario emplea Petrarca en este soneto? Enúncialo, defínelo y aplícalo al poema. 3.- Para expresar la intensidad de su pasión amorosa, el poeta utiliza en los dos últimos versos una hipérbole. Recuerda la definición de esta figura literaria y el porqué de su uso por parte de Petrarca. SONETO CCXII Sus ojos que canté amorosamente, su cuerpo hermoso que adoré constante, y que vivir me hiciera tan distante de mí mismo, y huyendo de la gente, Su cabellera de oro reluciente, la risa de su angélico semblante que hizo la tierra al cielo semejante, ¡poco polvo son ya que nada siente! ¡Y sin embargo vivo todavía! A ciegas, sin la lumbre que amé tanto, surca mi nave la extensión vacía... Aquí termine mi amoroso canto: seca la fuente está de mi alegría, mi lira yace convertida en llanto. Actividades: 1.- ¿Qué ha sucedido con Laura? El más grande e influyente poeta de la literatura castellana, Garcilaso de la Vega, recibió una enorme influencia de Petrarca; entre otros motivos, porque los dos pasaron por la misma triste experiencia sentimental. Recuerda: ¿de quién estaba enamorado Garcilaso? ¿qué sucedió con esta mujer? ¿en qué obra reflejará claramente su vivencia? 2.- Otra de las características del dolce stil nuovo es la deificación de la amada. Localiza los versos en los que este hecho se produzca. 3.- ¿Qué rasgos físicos conocemos de Laura hasta el momento? Argumenta si sería así realmente o se correspondería con la mujer ideal presente a lo largo de toda la literatura universal. SONETO CCCLXIII Muerte ha extinguido al sol que me ofuscaba y en tinieblas sus ojos ha dejado; olmo es, y roble, el lauro marchitado, y tierra quien me ardía y me enfriaba: 14


que es bueno sé, mas mi dolor no acaba. Falta quien haga tímido y osado mi pensamiento, y frío caldeado: quien de esperanza y duelo me colmaba. Lejos de aquel que igual hiere que cura, y que en mi pecho abrió tan honda herida, mi libertad es gozo y amargura, y vuelvo con el alma agradecida al que gobierna la celeste altura, ya muy cansado y harto de la vida. Actividades: 1.- Otra vez, ¿en qué figura literaria se basa Petrarca para crear este soneto? Con ella, ¿reflejará la relación que mantuvo con Laura? ¿era el suyo un amor correspondido? Extrae los versos en los que te basas para justificar tus respuestas. 2.- El lauro, el laurel, es una referencia a Laura. Recuerda que ya hemos analizado su significado en el mito de Apolo y Dafne recogido en las Metamorfosis, de Ovidio, y por extensión, en el Soneto XIII de Garcilaso. ¿Crees que Petrarca lo está empleando con el mismo significado? 3.- Agrupa los sonetos que hemos leído según se sitúen in vita o in morte de Laura. 4.- Elige uno de los sonetos que hemos analizado y realiza un comentario completo del mismo. Para ello, sigue estos apartados: 1. Introducción: autor, siglo, obra, movimiento literario y características del mismo. 2. Tema. 3. Estructura interna. 4. Estructura externa: análisis métrico. 5. Análisis de las figuras literarias u otros recursos expresivos. 6. Epílogo o conclusión.

BOCCACCIO (1313-1375) Decamerón (1351-1353) PROEMIO COMIENZA EL LIBRO LLAMADO DECAMERÓN, (…), EN EL QUE SE CONTIENEN CIEN NOVELAS CONTADAS EN DIEZ DÍAS POR SIETE MUJERES Y POR TRES HOMBRES JÓVENES. (…) me he propuesto prestar algún alivio, en lo que puedo (…). ¿Y quién podrá negar que, por pequeño que sea, no convenga darlo mucho más a las amables mujeres que a los hombres? Ellas, dentro de los delicados pechos, temiendo y avergonzándose, tienen ocultas las amorosas llamas (…); y además, obligadas por los deseos, los gustos, los mandatos de los padres, de las madres, los hermanos y los maridos, pasan la mayor parte del tiempo confinadas en el pequeño 15


circuito de sus alcobas, sentadas y ociosas, y (…) si (…) les invade alguna tristeza, les es fuerza detenerse en ella con grave dolor si nuevas razones no la remueven, sin contar con que las mujeres son mucho menos fuertes que los hombres; lo que no sucede a los hombres enamorados, tal como podemos ver abiertamente nosotros. Ellos, si les aflige alguna tristeza o pensamiento grave, tienen muchos medios de aliviarse o de olvidarlo porque, si lo quieren, nada les impide pasear, oír y ver muchas cosas, darse a la cetrería, cazar o pescar, jugar y mercadear, (…). Por consiguiente, (…) entiendo contar cien novelas, o fábulas o parábolas o historias, como las queramos llamar, narradas en diez días, (…), por una honrada compañía de siete mujeres y tres jóvenes, en los pestilentes tiempos de la pasada mortandad, (…). En las cuales novelas se verán casos de amor placenteros y ásperos, así como otros azarosos acontecimientos sucedidos tanto en los modernos tiempos como en los antiguos; de los cuales, las ya dichas mujeres que los lean, a la par podrán tomar solaz en las cosas deleitosas mostradas y útil consejo, por lo que podrán conocer qué ha de ser huido e igualmente qué ha de ser seguido: cosas que sin que se les pase el dolor no creo que puedan suceder. Y si ello sucede, que quiera Dios que así sea, den gracias a Amor que, librándome de sus ligaduras, me ha concedido poder atender a sus placeres. Actividades: 1.- ¿A quién, y por qué, se dirige expresamente el autor? Recoge cómo sería la vida de las mujeres en el s. XIV en contraste con la de los hombres. 2.- ¿Cuál será el tema principal del libro? 3.- ¿Por qué la obra se titulará Decamerón? ¿Quiénes serán las y los protagonistas? 4.- ¿A qué pasada mortandad se refiere Boccaccio y por la cual surgirán estas historias? 5.- Al final de este proemio o introducción de la obra encontramos una referencia mitológica. ¿Cuál? ¿por qué? 6.- Como has leído, Boccaccio piensa que las mujeres son mucho menos fuertes que los hombres en el amor. ¿Estás de acuerdo con él? Argumenta ampliamente tu respuesta.

LOS TRES ANILLOS Años atrás vivió un hombre llamado Saladino, (…). Habiendo gastado todo su tesoro (…), y como le hacía falta, (…), una fuerte suma de dinero, (…), le vino a la memoria un acaudalado judío llamado Melquisedec, que prestaba con usura en Alejandría, (…); mas era tan avaro, que por su propia voluntad jamás lo habría hecho, (…); por lo que, apremiado por la necesidad y decidido a encontrar la manera de que el judío le sirviese, resolvió hacerle una consulta que tuviese las apariencias de razonable. Y habiéndolo mandado llamar, lo recibió con familiaridad y lo hizo sentar a su lado, y después le dijo: -Buen hombre, a muchos he oído decir que eres muy sabio y muy versado en el conocimiento de las cosas de Dios, por lo que me gustaría que me dijeras cuál de las tres religiones consideras que es la verdadera: la judía, la mahometana o la cristiana. El judío, (…), comprendió de sobra que Saladino trataba de atraparlo en sus propias palabras para hacerle alguna petición, y discurrió que no podía alabar a una de 16


las religiones más que a las otras si no quería que Saladino consiguiera lo que se proponía. Por lo que, aguzando el ingenio, se le ocurrió lo que debía contestar y dijo: -Señor, intrincada es la pregunta que me haces, y para poderte expresar mi modo de pensar, me veo en el caso de contarte la historia que vas a oír. Si no me equivoco, recuerdo haber oído decir muchas veces que en otro tiempo hubo un gran y rico hombre que entre otras joyas de gran valor que formaban parte de su tesoro, poseía un anillo hermosísimo y valioso, y que queriendo (…) dejarlo a perpetuidad a sus descendientes por su valor y por su belleza, ordenó que aquel de sus hijos en cuyo poder, por legado suyo, se encontrase dicho anillo, fuera reconocido como su heredero, (…). El hijo a quien fue legada la sortija mantuvo semejante orden entre sus descendientes, haciendo lo que había hecho su antecesor, y en resumen: aquel anillo pasó de mano en mano a muchos sucesores, llegando por último al poder de uno que tenía tres hijos bellos y virtuosos y muy obedientes a su padre, por lo que este los amaba a los tres de igual manera. (…). El buen hombre, (…), pensó en dejarlos contentos, puesto que a cada uno se lo había prometido, y secretamente encargó a un buen maestro que hiciera otros dos anillos tan parecidos al primero que ni él mismo, que los había mandado hacer, conociese cuál era el verdadero. Y llegada la hora de su muerte, entregó secretamente un anillo a cada uno de los hijos, quienes después que el padre hubo fallecido, al querer separadamente tomar posesión de la herencia y el honor, cada uno de ellos sacó su anillo como prueba del derecho que razonablemente lo asistía. Y al hallar los anillos tan semejantes entre sí, no fue posible conocer quién era el verdadero heredero de su padre, cuestión que sigue pendiente todavía. Y esto mismo te digo, señor, sobre las tres leyes dadas por Dios Padre a los tres pueblos que son el objeto de tu pregunta: cada uno cree tener su herencia, su verdadera ley y sus mandamientos; pero en esto, como en lo de los anillos, todavía está pendiente la cuestión de quién la tenga. Saladino conoció que el judío había sabido librarse astutamente del lazo que le había tendido, y, por lo tanto, resolvió confiarle su necesidad (…). El judío entregó generosamente toda la suma que el sultán le pidió, y este, después, lo satisfizo por entero, lo cubrió de valiosos regalos y desde entonces lo tuvo por un amigo al que conservó junto a él y lo colmó de honores y distinciones. Actividades: 1.- Resume este cuento. 2.- ¿Cuál es el tema del relato? Hay, además, algún subtema significativo, ¿cuál? 3.- ¿Cuántos niveles narrativos encuentras en la historia? Ten en cuenta, además, que estaría narrado, en principio, ¿por quién? En este caso, por Filomena. 4.- ¿Qué función cumple el cuento del judío con respecto a la propia situación de este personaje? ¿Se puede hablar del poder de la palabra como uno de los motivos del texto? 5.- ¿Cómo son los personajes, planos o redondos? Justifica la respuesta. Ten en cuenta que este rasgo es característico de este tipo de subgénero narrativo. 6.- El engaño y las muestras de ingenio son frecuentes en los relatos de Boccaccio, ¿cómo se muestran en este? ¿Por qué crees que es una cualidad tan valorada por el Humanismo y la literatura prerrenacentista y renacentista? Recuerda que en el Renacimiento todo 17


giraba en torno al ser humano, por lo tanto, ¿cómo se denominaba este tipo de cultura? 7.- En el cuento se aprecia un rasgo característico de la narrativa popular: ¿cuál es el número importante en el relato? ¿Qué otros textos conoces donde también sea significativa esa cifra? También es habitual en las narraciones populares el conflicto entre padres e hijos. 8.- Al principio de la historia, qué visión de los judíos en el siglo XIV se nos muestra. ¿Crees que sigue vigente esta imagen? Argumenta ampliamente tu respuesta recordando las persecuciones a que ha sido sometido este pueblo a lo largo de la historia.

CUENTO V, JORNADA II: ANDREUCCIO DE PERUSA (…) -empezó Fiameta, a quien le tocaba la vez de novelar- (…). Hubo, según he oído, en Perusa, un joven cuyo nombre era Andreuccio de Prieto, tratante en caballos, el cual, habiendo oído que en Nápoles se compraban caballos a buen precio, metiéndose en la bolsa quinientos florines de oro, (…) allá se fue; (…) bajó al mercado, y (…), para mostrar que a comprar había ido, como rudo y poco cauto, muchas veces (…) sacó fuera la bolsa donde tenía los florines. (…) sucedió que una joven siciliana bellísima, pero dispuesta por pequeño precio a complacer a cualquier hombre, sin que él la viera pasó cerca de él (…) Y estaba con esta joven una vieja igualmente siciliana la cual, al ver a Andreuccio, (…), afectuosamente corrió a abrazarlo; (…). Andreuccio volviéndose hacia la vieja la conoció y le hizo grandes fiestas prometiéndole ella venir a su posada, (…). La joven, que primero la bolsa de Andreuccio y luego la familiaridad de su vieja con él había visto, por probar si había modo de que ella pudiese hacerse con aquellos dineros, (…), cautamente empezó a preguntarle quién fuese él y de dónde, y qué hacía aquí y cómo le conocía. Y ella, (…) le dijo, (…), como quien largamente en Sicilia con el padre de este y luego en Perusa había estado, e igualmente le contó dónde paraba y por qué había venido. La joven, plenamente informada del linaje de él y de los nombres, (…), con aguda malicia, fundó sobre ello su plan; y, volviéndose a casa, dio a la vieja trabajo para todo el día para que no pudiese volver a Andreuccio; y tomando una criadita suya a quien había enseñado muy bien a tales servicios, hacia el anochecer la mandó a la posada donde Andreuccio paraba. Y llegada allí, (…) le dijo: -Señor mío, una noble dama de esta tierra, si os pluguiese, querría hablar con vos. Y él, (…), pensó que aquella tal dama debía estar enamorada de él, (…) y le preguntó dónde y cuándo aquella dama quería hablarle. A lo que la criadita respondió: -Señor, cuando os plaza venir, os espera en su casa. Andreuccio, (…) dijo: -Pues vamos, ve delante; yo iré tras de ti. Con lo que la criadita a casa de aquella le condujo, (…). él, (…), entró en su casa; y (…), la vio arriba de la escalera asomarse y esperarlo. Y ella era todavía bastante joven, alta de estatura y con hermosísimo rostro, vestida y adornada asaz honradamente. Y al aproximarse a ella Andreuccio, bajó tres escalones a su encuentro con los brazos abiertos y echándosele al cuello un rato lo estuvo abrazando sin decir nada, como si una invencible ternura le impidiese hacerlo; después, derramando lágrimas le besó en la frente, y con voz algo rota dijo: -¡Oh, Andreuccio mío, sé bien venido! 18


(…) Ella, después, tomándole de la mano le llevó abajo a su (…) cámara, la cual a rosas, a flores de azahar y a otros olores olía toda, y allí vio un bellísimo lecho encortinado y muchos paños colgados de los travesaños (…); por las cuales cosas, como inexperto que era, firmemente creyó que ella no era menos que gran señora. Y sentándose sobre un arca que estaba al pie de su lecho, así empezó a hablarle: -Andreuccio, (…) yo soy tu hermana; (…). Y si esto tal vez nunca lo has oído, te lo voy a decir. Pietro, padre mío y tuyo, (…), vivió largamente en Palermo, (…), mi madre, que fue una mujer noble y entonces era viuda, fue quien más le amó, tanto, que depuesto el temor a su padre, a sus hermanos y su honor, de tal guisa se familiarizó con él que nací yo, y estoy aquí como me ves. Después, llegada la ocasión a Pietro de irse de Palermo y volver a Perusa, a mí, siendo muy niña, me dejó con mi madre, y nunca más, por lo que yo sé, ni de mí ni de ella se acordó: (…). mi madre, que era muy rica, me dio por mujer a uno de Agrigento, gentilhombre y honrado, que por amor de mi madre y de mí vino a vivir en Palermo; y allí, como muy güelfo, comenzó a concertar algún trato con nuestro rey Carlos. Lo que, sabido del rey Federico, antes de que pudiese llevarse a cabo, fue motivo de hacerle huir de Sicilia (…) donde, (…) nos refugiamos, donde al rey Carlos (…), nos ha dado posesiones y casas, y da continuamente a mi marido, y a tu cuñado que es, buenos gajes, (…). Y dicho así, empezó a abrazarlo otra vez, y otra vez llorando tiernamente, le besó en la frente. Andreuccio, oyendo esta fábula tan ordenada y tan compuestamente contada (…), acordándose ser verdad que su padre había estado en Palermo, y (…), y viendo las tiernas lágrimas, el abrazarle y los honestos besos, tuvo aquello que esta decía por más que verdadero. Y después que calló, le repuso: -Señora, no os debe parecer gran cosa que me maraville; porque en verdad, sea que mi padre, (…), de vuestra madre y de vos no hablase nunca, (…); y me es tanto más grato aquí haber encontrado a mi hermana cuanto más solo estoy aquí y menos lo esperaba. Y en verdad no conozco a nadie de tan alta posición a quien no debieseis ser querida, y menos a mí que soy un pequeño mercader. Pero una cosa quiero que me aclaréis: ¿cómo supisteis que estaba aquí? A lo que respondió ella: -Esta mañana me lo hizo saber una pobre mujer que mucho me visita porque con nuestro padre, por lo que ella me dice, largamente en Palermo y en Perusa estuvo: (…). Después de estas palabras, empezó ella a preguntar separadamente sobre todos los parientes, por su nombre; y sobre todos le contestó Andreuccio, creyendo por esto más todavía lo que menos le convenía creer. (…) Andreuccio (…) queriéndose ir porque era la hora de la cena, en ninguna guisa lo sufrió ella, sino que poniendo semblante de enojarse mucho, abrazándole le dijo: -¡Ay, triste de mí!, (…). ¿Cómo va a pensarse que estés con una hermana tuya nunca vista por ti, y en su casa, donde al venir aquí debías haberte albergado, y quieras salir de ella para ir a cenar a la posada? En verdad que cenarás conmigo: (…). (…) Andreuccio respondió que (…), pues ello le agradaba, dispusiese de él a su gusto. Ella entonces (…), astutamente la hizo durar (la cena) hasta la noche cerrada: y (…) Andreuccio queriéndose ir, ella dijo que en ninguna guisa lo sufriría porque Nápoles no era una ciudad para andar por la calle de noche, y máxime un forastero, (…). El, creyendo esto, y agradándole, engañado por la falsa confianza, quedarse con ella, se quedó. (…). Y era el calor grande; por lo cual Andreuccio, al ver que se quedaba solo, prontamente (…) se quitó las calzas y las puso en la cabecera de la cama; y siéndole menester la natural costumbre de tener que disponer del superfluo peso del vientre, dónde se hacía aquello preguntó al muchachito, (…) 19


Andreuccio, que había pasado dentro con seguridad, fue por acaso a poner el pie sobre una tabla la cual, de la parte opuesta desclavada de la viga sobre la que estaba, volcándose esta tabla, junto a él se fue de allí para abajo: (…) ningún mal se hizo en la caída, aun cayendo de bastante altura; pero todo en la porquería de la cual estaba lleno el lugar se ensució. El cual lugar, (…). Era un callejón estrecho como muchas veces lo vemos entre dos casas: sobre dos pequeños travesaños, tendidos de una a la otra casa, se habían clavado algunas tablas y puesto el sitio donde sentarse; de las cuales tablas, aquella con la que él cayó era una. Encontrándose, pues, allá abajo en el callejón Andreuccio, quejándose del caso comenzó a llamar al muchacho: pero el muchacho, al sentirlo caer corrió a decirlo a su señora, la cual, corriendo a su alcoba, prontamente miró si sus ropas estaban allí y (…) con ellas los dineros, (…), teniendo ya aquello a lo que ella, (…), había tendido la trampa, no preocupándose de él, prontamente fue a cerrar la puerta por la que él había salido cuando cayó. Andreuccio, (…), comenzó a llamar más fuerte, pero sin servir de nada; por lo que, ya sospechando y tarde empezando a darse cuenta del engaño, súbito subiéndose sobre una pared baja (…) y bajando a la calle, a la puerta de la casa, (…), se fue y allí en vano llamó largamente, (…), llorando como quien clara veía su desventura, empezó a decir: -¡Ay de mí, triste!, ¡en qué poco tiempo he perdido quinientos florines y una hermana! Y después de muchas otras palabras, de nuevo comenzó a golpear la puerta y a gritar; y tanto lo hizo que muchos de los vecinos circundantes, habiéndose despertado, (…), se levantaron, y una de las domésticas de la mujer, (…), asomándose a la ventana, reprobatoriamente dijo: -¿Quién da golpes abajo? -¡Oh! -dijo Andreuccio-, ¿y no me conoces? Soy Andreuccio, hermano de la señora Flordelís. A lo que ella respondió: -Buen hombre, si has bebido de más ve a dormirte y vuelve por la mañana; (…): vete en buena hora y déjame dormir, si te place. -(…), devuélveme al menos mis ropas que he dejado ahí, y me iré con Dios de buena gana. A lo que ella, casi riéndose, dijo: -Buen hombre, me parece que estás soñando. Y el decir esto y el meterse dentro y cerrar la ventana fue todo uno. Por lo que la gran ira de Andreuccio, ya segurísimo de sus males, con la aflicción estuvo a punto de convertirse en furor, (…), por lo que, para empezar, cogiendo una gran piedra, con mucho mayores golpes que antes, furiosamente comenzó a golpear la puerta. Por lo cual, muchos de los vecinos (…), empezaron a decir: (…) uno que había dentro de la casa, alcahuete de la buena mujer, y a quien él no había visto ni oído, se asomó a la ventana y con una gran voz gruesa, horrible y fiera dijo: -¿Quién está ahí abajo? Andreuccio, levantando la cabeza (…), vio uno (…), con una barba negra y espesa en la cara, (…). A lo que él, no sin miedo, repuso: -Yo soy un hermano de la señora de ahí dentro. Pero aquel no esperó a que Andreuccio terminase la respuesta sino que, más recio que antes, dijo: -¡No sé qué me detiene que no bajo y te doy de bastonazos mientras vea que te estás moviendo, asno molesto y borracho que debes ser, que esta noche no nos vas a dejar dormir a nadie!

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Y volviéndose adentro, cerró la ventana. Algunos de los vecinos, que mejor conocían la condición de aquel, en voz baja decían a Andreuccio: -Por Dios, buen hombre, ve con Dios; no quieras que esta noche te mate este; vete por tu bien. Por lo que Andreuccio, espantado (…) y desesperando de recuperar sus dineros, hacia aquella parte por donde de día había seguido a la criadita, (…), tomó el camino para volver a la posada. Y disgustándose a sí mismo por el mal olor que de él mismo le llegaba, deseoso de llegar hasta el mar para lavarse, (…); y (…), vio que (…) venían hacia él dos con una linterna en la mano, (…), cautamente se escondió. Pero estos, (…), acercándose con la luz, le preguntaron que qué cosa tan asquerosa estaba haciendo allí, a los que Andreuccio, lo que le había sucedido les contó por entero. Ellos, imaginándose dónde le podía haber pasado aquello, dijeron entre sí: (…) -Buen hombre, aunque hayas perdido tus dineros, tienes mucho que dar gracias a Dios (…); porque, si no te hubieras caído, está seguro de que, al haberte dormido, te habrían matado y habrías perdido la vida con los dineros. (…). (…) -Mira, nos ha dado compasión de ti, y por ello, si quieres venir con nosotros a hacer una cosa que vamos a hacer, (…) la parte que te toque será del valor de mucho más de lo que has perdido. Andreuccio, como desesperado, repuso que estaba pronto. Había sido sepultado aquel día un arzobispo de Nápoles, llamado micer Filippo Minútolo, y había sido sepultado con riquísimos ornamentos y con un rubí en el dedo que valía más de quinientos florines de oro, y que estos querían ir a robar; y así se lo dijeron a Andreuccio, con lo que Andreuccio, más codicioso que bien aconsejado, con ellos se puso en camino. Y andando hacia la iglesia mayor, y Andreuccio hediendo muchísimo, dijo uno: -¿No podríamos hallar el modo de que éste se lavase un poco donde sea, para que no hediese tan fieramente? Dijo el otro: -Sí, estamos cerca de un pozo en el que siempre suele estar la polea y un gran cubo; vamos allá y lo lavaremos en un momento. Llegados a este pozo, encontraron que la soga estaba, pero que se habían llevado el cubo; por lo que juntos deliberaron atarlo a la cuerda y bajarlo al pozo, y que él allí abajo se lavase, y cuando estuviese lavado tirase de la soga y ellos le subirían; y así lo hicieron. Sucedió que, habiéndolo bajado al pozo, algunos de los guardias de la señoría (…) teniendo sed, a aquel pozo vinieron a beber; los que, al ver a aquellos dos (…) se dieron a la fuga, (…). Y estando ya en el fondo del pozo Andreuccio lavado, meneó la soga. Ellos, (…), dejando en el suelo sus escudos y sus armas (…), empezaron a tirar de la cuerda, creyendo que estaba colgado de ella el cubo lleno de agua. Cuando Andreuccio se vio del brocal del pozo cerca, soltando la soga, con las manos se echó sobre aquel; lo cual, viéndolo aquellos, cogidos de miedo súbito, sin más soltaron la soga y se dieron a huir lo más deprisa que podían. (…) Andando así, vino a toparse con aquellos sus dos compañeros, que venían a sacarlo del pozo; y, al verle, (…), le preguntaron quién del pozo le había sacado. Andreuccio respondió que no lo sabía (…). Y sin más palabras, siendo ya medianoche, se fueron a la iglesia mayor, y en ella muy fácilmente entraron, y fueron al sepulcro, el cual era de mármol y muy grande; y con un hierro que llevaba la losa, que era pesadísima, la levantaron tanto cuanto era necesario para que un hombre pudiese entrar dentro, y la apuntalaron. Y hecho esto, empezó uno a decir: 21


-¿Quién entrará dentro? -(…) que entre Andreuccio. -Eso no lo haré yo -dijo Andreuccio. (…) -¿Cómo que no entrarás? A fe de Dios, si no entras te daremos tantos golpes con uno de estos hierros en la cabeza que te haremos caer muerto. Andreuccio, sintiendo miedo, entró, y al entrar pensó: “Esos me hacen entrar para engañarme porque cuando les haya dado todo, mientras esté tratando de salir de la sepultura se irán a sus asuntos y me quedaré sin nada”. Y por ello pensó quedarse ya con su parte; y acordándose del precioso anillo del que les había oído hablar, cuando ya hubo bajado se lo sacó del dedo al arzobispo y se lo puso él; y luego, dándoles el báculo y la mitra y los guantes, y quitándole hasta la camisa, todo se lo dio, diciendo que no había nada más. Ellos, afirmando que debía estar el anillo, le dijeron que buscase por todas partes; pero él, respondiendo que no lo encontraba y fingiendo buscarlo, un rato les tuvo esperando. Ellos (…) en el momento oportuno, quitaron el puntal que sostenía la losa y, huyendo, a él dentro del sepulcro lo dejaron encerrado. Oyendo lo cual lo que sintió Andreuccio cualquiera puede imaginarlo. Trató muchas veces con la cabeza y con los hombros de ver si podía alzar la losa, pero se cansaba en vano; por lo que, de gran valor vencido, perdiendo el conocimiento, cayó sobre el muerto cuerpo del arzobispo; (…). Pero luego que hubo vuelto en sí, empezó a llorar sin tino, (…), sintió por la iglesia andar gentes y hablar muchas personas, las cuales, (…), andaban a hacer lo que él con sus compañeros habían ya hecho; por lo que mucho le aumentó el miedo. Pero luego de que aquellos tuvieron el sepulcro abierto y apuntalado, cayeron en la discusión de quién debiese entrar, y ninguno quería hacerlo; pero luego de larga disputa un cura dijo: -¿Qué miedo tenéis? ¿Creéis que va a comeros? Los muertos no se comen a los hombres; yo entraré dentro, yo. Y así dicho, puesto el pecho sobre el borde del sepulcro, volvió la cabeza hacia afuera y echó dentro las piernas para tirarse al fondo. Andreuccio, viendo esto, poniéndose en pie, cogió al cura por una de las piernas y fingió querer tirar de él hacia abajo. Lo que sintiendo el cura, dio un grito grandísimo y rapidamente del arca se tiró afuera: de lo cual, espantados todos los otros, dejando el sepulcro abierto, (…) se dieron a la fuga (…). Lo que viendo Andreuccio, alegre contra lo que esperaba, subitamente se arrojó fuera y por donde había venido salió de la iglesia. Y aproximándose ya el día, con aquel anillo en el dedo andando a la aventura, llegó al mar y de allí se enderezó a su posada, donde a sus compañeros y al posadero encontró, (…). A los cuales contándoles lo que le había sucedido, pareció por el consejo de su posadero que él debía irse de Nápoles; la cual cosa hizo prestamente y se volvió a Perusa, habiendo invertido lo suyo en un anillo cuando a lo que había ido era a comprar caballos. Actividades: 1.- Resume este relato y señala su estructura interna. Como verás, los hechos se van encadenando. 2.- Justifica si esta narración se fundamenta sobre la regla de las tres unidades. 3.- En este relato se pueden apreciar rasgos de la futura narrativa picaresca (de hecho, Boccaccio será uno de los autores que influirá en la misma): - ¿quién o quiénes desempeñan el papel de pícaro/-a?

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- ¿qué motivación tienen sus engaños? ¿Cuál es, por tanto, el motor de la acción de en este relato? - Fíjate, además, en la evolución psicológica de Andreuccio desde su inocencia inicial hasta su comportamiento final. ¿Por qué se habrá producido ese cambio? En este sentido, recuerda el progreso psicológico que también se produce en el primer pícaro de la literatura española, ¿quién es? ¿quién le había enseñado a sobrevivir? 4.- ¿Crees que se desprende algún tipo de moraleja? De ser así, ¿te parece correcta? Justifica tu respuesta recordando que las moralejas tienen un fin didáctico. 5.- En qué momento, Boccaccio no pierde ocasión para criticar al clero. 6.- ¿Cómo se presenta a la mujer? No olvides que este relato está contado por Fiameta, una joven. 7.- En el siglo XIV, cómo hacían sus necesidades en las ciudades italianas ¿Por qué querrá Andreuccio lavarse en el mar? 8.- Los diálogos en estilo directo son escasos en el Decamerón, y son sustituidos con frecuencia por el estilo indirecto. Señala algunos ejemplos. 9.- El humor es un rasgo esencial en los relatos del Decamerón: localiza ejemplos. ¿Te parece un tipo de humor actual? Justifica tu respuesta. 10.- La repetición es un elemento propio de la narrativa popular: por ejemplo, se repite una misma acción que, sin embargo, finaliza de forma inesperada gracias a un procedimiento denominado variato. Localiza algún ejemplo. CUENTO I, JORNADA III: MASSETTO, EL JARDINERO DEL CONVENTO (…) Existía y aún subsiste en nuestro país un convento de religiosas muy famoso por su santidad, (…). En el que, no hace mucho, residían ocho mujeres y una superiora, jóvenes todas, (…). (…) (Massetto era) demasiado mozo y bien parecido. (…). “Si finjo ser mudo, de fijo me recibirán". (…) entró en el convento, (…) y, por señas, cual mudo, pidióle de comer (al administrador del convento) por amor de Dios y ofrecióle, si quería, partir leña. (…) y el mayordomo, para que le sirviese en algunas cosas que le eran precisas, le tuvo consigo más días. Y, viéndole una vez la abadesa, preguntó quién era, y el otro repuso: -Un pobre sordomudo, señora, (…). Si supiese trabajar el huerto (…), creo que nos prestaría buenos servicios, porque (…) es fuerte, y podría hacer lo que quisiera. Y, además, no existiría peligro de que platicase con vuestras jóvenes. A lo que dijo la abadesa: -A fe de Dios que hablas en verdad. (…) (…) Masetto, (…), lo oyó todo y díjose, contento: "Si aquí me ponéis, yo os labraré el huerto como no os lo habrán labrado nunca". (…). Y, trabajando un día tras otro, comenzaron las monjas a molestarle e importunarle y, como a menudo pasa con los mudos, le decían, no creyendo ser atendidas, las más injuriosas palabras imaginables. De lo cual la abadesa se curaba poco o nada, creyéndolo privado de oído 23


como de habla. Y una vez que él había trabajado mucho y descansaba, dos monjas jovenzuelas que andaban por el jardín llegáronse a donde estaba y, creyéndole dormido, le miraron. Una, que era más atrevida, dijo a la otra: (…) -No sé si habrás parado mientes (…), y en que aquí ningún hombre osa entrar, salvo el mayordomo, por viejo, y este por mudo. Y yo muchas veces a mujeres que nos han visitado les he oído decir que todas las dulzuras del mundo son una burla por comparación a la que siente la mujer con el hombre. Por lo que muchas veces he determinado que, si con otros no puedo, con este mudo me he de ensayar, y más que es para el caso el mejor del mundo, puesto que nada puede ni sabría decir. (…). -¿Y qué haremos? La otra respondió: -Ya ves que es sobre la nona (1). Creo que todas las monjas duermen menos nosotras. Miremos si hay alguien en el huerto y, si no, ¿qué otra cosa tenemos que hacer sino echar mano a este y llevarlo a esa cabaña junto al manantial? Una puede estar con él y la otra estar al cuidado. Y como él es necio se plegará a lo que queramos. Masetto oía este razonamiento y, presto a obedecer, (…) y mientras él reía neciamente, llevole a la cabaña, donde Masetto, sin hacerse rogar mucho, accedió a lo que ella quería. Y la monja, como leal compañera, una vez satisfecha, llamó a la otra y también Masetto se plegó a lo que ella quiso, (…). Y así, antes de partirse, otra vez cada una quisieron saber cómo el mudo cabalgaba, y luego, departiendo entre sí, decíanse que aquello era tan dulce y más que lo que se hablaba. Y desde entonces, escogiendo horas adecuadas, iban a retozar con el mudo. (…) un día, una compañera suya las vio desde la ventanilla de su celda y se las mostró a dos compañeras más. (…) empezaron a participar también de Masetto, (…). (…) la abadesa, andando un día de gran calor sola por el jardín, encontró a Masetto, el cual, durante el día, por la fatiga del mucho cabalgar por la noche, se había tendido a dormir a la sombra de un árbol. Y habiéndole el viento alzado las ropas, hallábase todo él descubierto. Lo que, mirándolo la mujer y hallándose sola, hízola caer en igual apetito que sus monjitas y, despertando a Masetto, se lo llevó a su cámara, donde le tuvo varios días, con gran desolación de las monjas al ver que su hortelano no salía a labrarles el huerto. Y la abadesa probó y reprobó aquella dulzura (…) y buscole otras veces, y como las demás le buscaban también, no pudiendo el hombre satisfacer a tantas, pensó que el seguir siendo mudo podría arrojarle gran daño, y una noche, estando con la abadesa, al separarse de ella, comenzó a decir: -He oído, señora, que un gallo se basta para diez gallinas, pero que ni aun diez hombres se bastan para satisfacer a una mujer, de suerte que a mí me conviene servir a nueve. (…), he venido a tal extremo, que ya no puedo hacer ni poco ni mucho, por lo que, o me dejáis ir con Dios, o buscáis remedio a este caso. La mujer, oyendo hablar al que tenía por mudo, pasmóse y dijo: -¿Cómo es esto? Te creía mudo. -Señora -dijo Masetto-, lo era, pero no por naturaleza, sino por una enfermedad que me privó del habla, la cual solamente desde esta noche me ha sido restituida, (…). Creyolo la mujer y le preguntó qué significaba aquello de haber de servir a nueve mujeres. Lo contó todo Masetto, y la abadesa, (…), convino buscar remedio al mal con sus monjas, para que por Masetto no fuese el monasterio vituperado. Y como en aquellos días había muerto el administrador, ellas, de común acuerdo, y revelándose entre sí lo hasta entonces hecho a escondidas, convinieron, con placer de Masetto, en hacer creer a las gentes del contorno que sus oraciones y 24


los méritos del santo bajo cuya advocación estaba el monasterio habían restituido a Masetto el habla tan largamente perdida: y le hicieron administrador, y tan habilmente se distribuyeron entre todas las fatigas del hombre, que él pudo fácilmente soportarlas. (…) nada se supo hasta después de la muerte de la abadesa. Siendo ya Masetto viejo, padre y rico, sin el trabajo de nutrir a sus hijos y costear sus gastos, (…), volvió al sitio de donde había salido con la segur al hombro, afirmando que así trataba Cristo a quien le ponía cuernos en la cabeza. (1) hora nona: sobre las 3 de la tarde. Actividades: 1.- De nuevo nos encontramos con el ingenio como un elemento que caracteriza a los personajes de estos relatos. Justifica esta afirmación en el caso de Massetto. 2.- ¿En qué se diferencian y en qué se asemejan las monjas y su abadesa? ¿Crees que el narrador (Filostrato) está manteniendo o cuestionando la jerarquía social del s. XIV? Justifica tu respuesta. 3.- La ironía, subrayada con el uso de la dilogía, genera el humor que, como ya hemos visto, es característico en el Decamerón. Recuerda en qué consisten estas dos figuras literarias y extrae algún ejemplo 4.- ¿Qué intención puede tener esta historia, además de divertirnos? 5.- Comenta el final de la narración y especialmente la reflexión última de Massetto, todo un sacrilegio para la sociedad medieval, ¿por qué? ¿Qué visión del mundo pretende transmitir el autor con un cierre como este, por qué está anunciando el Renacimiento?

CUENTO I, JORNADA IV En nuestra ciudad, hace ya mucho tiempo, hubo un ciudadano que fue llamado Filippo Balducci, hombre de condición asaz modesta, pero rico (…); y tenía a una señora por mujer a quien tiernamente amaba, y ella a él, (…). (…), sucedió que, (…), la buena señora falleció y nada dejó suyo a Filippo sino un único hijo concebido de él, que de edad de unos dos años era. Él, (…), se decidió por completo a no pertenecer más al mundo sino dedicarse al servicio de Dios, y hacer lo mismo de su pequeño hijo. Por lo que, (…), (…) se fue a lo alto del Monte Sinerio y allí en una pequeña celda se metió con su hijo, (…), no dejándolo nunca salir de la celda ni mostrándole ninguna cosa más que a sí mismo. Acostumbraba el buen hombre a venir alguna vez a Florencia, (…) siendo ya el muchacho de edad de dieciocho años, (…) dijo (…): -Padre mío, vos sois ya viejo y mal podéis soportar los trabajos; ¿por qué no me lleváis una vez a Florencia, (…)? El buen hombre, (…), lo llevó consigo. Allí el joven, viendo los edificios, las casas, las iglesias y todas las demás cosas de que toda la ciudad se ve llena, como (…), comenzó a maravillarse grandemente, y sobre muchas preguntaba al padre (…) por ventura se tropezaron con un grupo de bellas muchachas jóvenes y adornadas que de una fiesta de bodas venían; a las cuales, en cuanto vio el joven, le preguntó al padre que qué eran. El padre le dijo: -Hijo mío, baja la vista, no las mires, que son cosa mala. 25


Dijo entonces el hijo: -Pero ¿cómo se llaman? El padre, (…) dijo: -Se llaman gansas. ¡Maravillosa cosa de oír! Aquel que nunca en su vida había visto ninguna, (…), súbitamente dijo: -Padre mío, os ruego que hagáis que tenga yo una de esas gansas. -¡Ay, hijo mío! -dijo el padre-, calla: son cosa mala. (…) -No sé lo que decís, ni por qué éstas sean cosas malas: en cuanto a mí, no me ha parecido hasta ahora ver nunca nada tan bello ni tan agradable como ellas. (…). ¡Ah!, si os importo algo, haced que nos llevemos una allá arriba de estas gansas y yo la llevaré a pastar. Dijo el padre: -No lo quiero; ¡no sabes tú dónde pastan! Y sintió (…) que la naturaleza era más fuerte que su ingenio, y se arrepintió de haberlo llevado a Florencia. Actividades: 1.- Analiza los elementos narrativos en este relato: perspectiva narrativa (narrador/-a), espacio, tiempo, personajes y estructura de la acción. 2.- Cómo se manifiesta el poder del amor. 3.- Comenta los rasgos de humor.

ALIBECH Y RÚSTICO: METER EL DIABLO EN EL INFIERNO En la ciudad de Cafsa, en Berbería, hubo hace tiempo un hombre riquísimo que, entre otros hijos, tenía una hijita hermosa (…) cuyo nombre era Alibech; la cual, no siendo cristiana y oyendo a muchos cristianos que en la ciudad había alabar mucho la fe cristiana y el servicio de Dios, un día preguntó a uno de ellos en qué materia (…) pudiese servir a Dios. (…). La joven, que simplicísima era y de edad de unos catorce años, (…), sin decir nada a nadie, a la mañana siguiente hacia el desierto de Tebaida, (…), sola, se encaminó; (…), (…) llegó a la celda de un ermitaño joven, (…), cuyo nombre era Rústico, (…). El cual, por querer poner su firmeza a una fuerte prueba, (…) que la retuvo en su celda; y llegada la noche, una yacija de hojas de palmera le hizo en un lugar, y sobre ella le dijo que se acostase. Hecho esto, no tardaron nada las tentaciones en luchar contra las fuerzas de este, el cual, (…) dejando a un lado los pensamientos santos y las oraciones y las disciplinas, a traerse a la memoria la juventud y la hermosura de esta comenzó, (…), a pensar en qué vía y en qué modo debiese comportarse con ella, para que no se apercibiese que él, como hombre disoluto, quería llegar a aquello que deseaba de ella. Y probando primero con ciertas preguntas que no había nunca conocido a hombre averiguó, y que tan simple era como parecía, por lo que pensó cómo, bajo especie de servir a Dios, debía traerla a su voluntad. Y primeramente con muchas palabras le mostró cuán enemigo de Nuestro Señor era el diablo, y luego le dio a entender que el servicio que más grato podía ser a Dios era meter al demonio en el infierno, adonde Nuestro Señor lo había condenado. La jovencita le preguntó cómo se hacía aquello; Rústico le dijo: -Pronto lo sabrás, y para ello harás lo que a mí me veas hacer. 26


Y empezó a desnudarse de los pocos vestidos que tenía, y se quedó completamente desnudo, y lo mismo hizo la muchacha; y se puso de rodillas a guisa de quien rezar quisiese y contra él la hizo ponerse a ella. Y estando así, sintiéndose Rústico más que nunca inflamado en su deseo al verla tan hermosa, sucedió la resurrección de la carne; y mirándola Alibech, y maravillándose, dijo: -Rústico, ¿qué es esa cosa que te veo que así se te sale hacia afuera y yo no la tengo? -Oh, hija mía -dijo Rústico-, es el diablo de que te he hablado; ya ves, me causa grandísima molestia, tanto que apenas puedo soportarlo. Entonces dijo la joven: -Oh, alabado sea Dios, que veo que estoy mejor que tú, que no tengo yo ese diablo. Dijo Rústico: -Dices bien, pero tienes otra cosa que yo no tengo, y la tienes en lugar de esto. (…) -¿El qué? (…) -Tienes el infierno, y te digo que creo que Dios te haya mandado aquí para la salvación de mi alma, porque si ese diablo me va a dar este tormento, si tú quieres tener de mí tanta piedad y sufrir que lo meta en el infierno, me darás a mí grandísimo consuelo y darás a Dios gran placer y servicio, si para ello has venido a estos lugares, como dices. (…) -Oh, padre mío, puesto que yo tengo el infierno, sea como queréis. (…) -Hija mía, bendita seas. Vamos y metámoslo, que luego me deje estar tranquilo. Y dicho esto, (…), le enseñó cómo debía ponerse para poder encarcelar a aquel maldito de Dios. La joven, que nunca había puesto en el infierno a ningún diablo, la primera vez sintió un poco de dolor, por lo que dijo a Rústico: -Por cierto, padre mío, mala cosa debe ser este diablo, y verdaderamente enemigo de Dios, que aun en el infierno, y no en otra parte, duele cuando se mete dentro. (…) -Hija, no sucederá siempre así. Y para hacer que aquello no sucediese, seis veces (…) lo metieron allí, tanto que por aquella vez le arrancaron tan bien la soberbia de la cabeza que de buena gana se quedó tranquilo. Pero volviéndole luego muchas veces en el tiempo que siguió, y disponiéndose la joven siempre obediente a quitársela, sucedió que el juego comenzó a gustarle, y comenzó a decir a Rústico: -Bien veo que la verdad decían aquellos sabios hombres de Cafsa, que el servir a Dios era cosa tan dulce; y en verdad no recuerdo que nunca cosa alguna hiciera yo que tanto deleite y placer me diese como es el meter al diablo en el infierno; y por ello me parece que cualquier persona que en otra cosa que en servir a Dios se ocupa es un animal. Por la cual cosa, muchas veces iba a Rústico y le decía: -Padre mío, yo he venido aquí para servir a Dios, y no para estar ociosa; vamos a meter el diablo en el infierno. (…) Rústico, no sé por qué el diablo se escapa del infierno; que si estuviera allí de tan buena gana como el infierno lo recibe y lo tiene, no se saldría nunca. Así, tan frecuentemente invitando la joven a Rústico y consolándolo al servicio de Dios, tanto le había quitado la lana del jubón que en tales ocasiones sentía frío en que otro hubiera sudado; y por ello comenzó a decir a la joven que al diablo no había 27


que castigarlo y meterlo en el infierno más que cuando él, por soberbia, levantase la cabeza: (…). Y así impuso algún silencio a la joven, la cual, después de que vio que Rústico no le pedía más meter el diablo en el infierno, le dijo un día: -Rústico, si tu diablo está castigado y ya no te molesta, a mí mi infierno no me deja tranquila; por lo que bien harás si con tu diablo me ayudas a calmar la rabia de mi infierno, como yo con mi infierno te he ayudado a quitarle la soberbia a tu diablo. Rústico, que de raíces de hierbas y agua vivía, mal podía responder a los envites; y le dijo que muchos diablos querrían poder tranquilizar al infierno, pero que él haría lo que pudiese; y así alguna vez la satisfacía, pero era tan raramente (…); de lo que la joven, no pareciéndole servir a Dios cuanto quería, mucho rezongaba. Pero (…), sucedió que hubo un fuego en Cafsa en el que en la propia casa ardió el padre de Alibech con cuantos hijos y demás familia tenía; por la cual cosa Alibech de todos sus bienes quedó heredera. Por lo que un joven llamado Neerbale, habiendo en magnificencias gastado todos sus haberes, oyendo que esta estaba viva, poniéndose a buscarla y encontrándola (…), con gran placer de Rústico y contra la voluntad de ella, la volvió a llevar a Cafsa y la tomó por mujer, y con ella de su gran patrimonio fue heredero. Pero preguntándole las mujeres que en qué servía a Dios en el desierto, no habiéndose todavía Neerbale acostado con ella, repuso que le servía metiendo al diablo en el infierno y que Neerbale había cometido un gran pecado con haberla arrancado a tal servicio. Las mujeres preguntaron: -¿Cómo se mete al diablo en el infierno? La joven, entre palabras y gestos, se los mostró; de lo que tanto se rieron que todavía se ríen, y dijeron: -No estés triste, hija, no, que eso también se hace bien aquí, Neerbale bien servirá contigo a Dios Nuestro Señor en eso. Luego, diciéndoselo una a otra por toda la ciudad, hicieron famoso el dicho de que el más agradable servicio que a Dios pudiera hacerse era meter al diablo en el infierno; el cual dicho, pasado a este lado del mar, todavía se oye. Y por ello vosotras, jóvenes damas, que necesitáis la gracia de Dios, aprended a meter al diablo en el infierno, porque ello es cosa muy grata a Dios y agradable para las partes, y mucho bien puede nacer de ello y seguirse. Actividades: 1.- Como hemos leído en este cuento y los anteriores, el Decamerón presenta una visión gozosa, tolerante y vitalista de la realidad. ¿Qué tópico literario está presente en esta obra? Recuerda por qué se han reunido los jóvenes que están narrando estas historias. 2.- Analiza en este cuento todas las características de el Decamerón que ya hemos analizado.

LITERATURA INGLESA CHAUCER (1340-1400) Cuentos de Canterbury PRÓLOGO 28


(…) En esta época la gente siente el ansia de peregrinar, (…); especialmente desde los lugares más recónditos de los condados ingleses llegan a Canterbury (…). Un día, por aquellas fechas del año, a la posada de “El Tabardo”, de Southwark (1), en donde me alojaba dispuesto a emprender mi devota peregrinación a Canterbury, llegó al anochecer un grupo de 29 personas. Pertenecían a diversos estamentos, (…), e iban de camino hacia Canterbury. (…). Acordamos levantarnos pronto para emprender el viaje como les voy a contar. Sin embargo, creo conveniente, antes de proseguir la historia, describir, (…), cómo era cada uno de ellos (…), quiénes eran, de qué clase social y cómo iban vestidos. Empezaré por el Caballero. El Caballero era un hombre distinguido. (…). Nunca se dirigió con descortesía a nadie. (…). Acababa de llegar de sus expediciones y se disponía a peregrinar. Le acompañaba su hijo, que era un joven Escudero, (…) enamoradizo, (…). Frisaría, al parecer los veinte años. Era de mediana estatura, lleno de vida y fortaleza. (…). En tan poco tiempo se había comportado excelentemente y esperaba obtener el favor de su dama. (…). Todo el día tocaba la flauta o cantaba y era alegre como el mes de mayo. (…). (…). Podía componer la música y la letra de sus canciones, lidiar en torneos, bailar, dibujar bien y escribir. Era un amante tan apasionado, que de noche no dormía más que un ruiseñor. Era cortés, modesto, servicial y cortaba la carne para su padre en las comidas. El Asistente era el único criado que acompañaba al Caballero en aquella ocasión: (…) También había una Monja, una Priora que sonreía de modo natural y sosegado; (…). Se llamaba señora Eglantine. Cantaba bonitamente las horas litúrgicas, (…). Hablaba un francés bueno y elegante, (…). (…). Mostraba gran interés por los buenos modales. (…). Era muy alegre, agradable y amistosa. Se esforzaba en imitar la conducta cortesana y cultivar un porte digno, de forma que se le considerase persona merecedora de respeto. (…). Era todo sensibilidad y ternura de corazón. (…). A decir verdad, estaba bastante desarrollada (fisicamente). Sus vestidos eran, a mi entender, elegantes. (…) Como secretaria y ayudante le acompañaba otra Monja, su capellán y tres sacerdotes. Se hallaba también un Monje de buen aspecto, administrador de las posesiones del convento y amante de la caza; un hombre cabal con cualidades más que sobradas para convertirse en abad. (…). Como la regla (…) de San Benito le resultaba anticuada y demasiado estricta a este monje, descuidaba las normas pasadas de moda y se guiaba por otras más modernas y mundanas. (…) Su opinión me parecía correcta. ¿Por qué debía estudiar y malgastar su talento en libros de convento, o dedicarse al trabajo manual y trabajar como lo ordenó San Agustín? Que se quede Agustín con su trabajo manual. Por eso era un cazador empedernido de a caballo. (…). Todo su placer consistía en perseguir y cazar liebres, sin reparar en gastos. (...) Estaba rechoncho y gordinflón. (…) Nos acompañaba también un Fraile mendicante, (…). No existía (…) nadie que le superase en adulación y chismorreo. Había financiado el matrimonio de muchas jóvenes (2). Era una firme columna de su Orden. Se le tenía en gran consideración y recibía el trato familiar de los hacendados de toda la zona, así como de las señoras ricas de la ciudad. (…). Escuchaba las confesiones con dulzura y absolvía con gusto, si 29


estaba seguro de obtener un buen rancho. La generosidad con una Orden mendicante era, para él, la mejor señal de una buena confesión. (…). Por consiguiente, las oraciones (…) pueden ser sustituidas por la entrega de dinero a los pobres frailes. (…). (…) Conocía las tabernas, posaderos y mozas de mesón mejor que a los leprosos y mendigos. No resultaba adecuado a un hombre de tan distinguida posición alternar con enfermos leprosos ni era conveniente ni lucrativo tratar con semejante puma; pero sí con mercaderes y acomodados. Por esto ofrecía humilde y amablemente sus servicios allí donde podía sacar tajada. (…) Pagaba una cantidad fija por tener el territorio donde mendigaba; ningún miembro de su fratemidad “trabajaba” furtivamente en sus dominios. (…) Lo que recogía superaba con creces a sus ingresos legales. (…) (…) Este singular fraile se apellidaba Hubert. Había también un Mercader (…). Hablaba con engolamiento de los numerosos beneficios que obtenía. (…). (…) utilizaba su cerebro en provecho propio. Todos ignoraban que estaba adeudado (tan dignamente ejecutaba sus transacciones y peticiones de crédito). (…) También estaba un Erudito de Oxford que llevaba largo tiempo estudiando lógica (3). Su caballo era delgado como un poste y os aseguro que él no estaba más gordo. (…). No había encontrado todavía subvención y era demasiado poco mundano para ejercer un empleo. Prefería tener en la cabecera de su cama los 20 libros de Aristóteles encuadernados en negro o en rojo que vestidos lujosos, el violín y el salterio. A pesar de toda su sabiduría, guardaba poco dinero en su cofre. Gastaba en libros y erudición todo lo que podía conseguir de sus amigos, y en pago rezaba activamente por las almas de los que le facilitaban dinero para proseguir su formación. Dedicaba la máxima atención y cuidado al estudio. Nunca pronunciaba palabras innecesarias y hablaba siempre con circunspección, brevedad y concisión, y selecto vocabulario. Sus palabras impulsaban hacia las virtudes morales. Disfrutaba estudiando y enseñando. No faltaba también un Magistrado, prudente y habilidoso, (…) era muy conocido, discreto y distinguido; (…). Había actuado como juez en los procesos por real decreto y tenía jurisdicción plena para enjuiciar todos los casos; por su saber y reputación se había hecho acreedor a muchos regalos y vestidos. Nunca compró nadie propiedades por tan poco; los asuntos más embrollados los clarificaba y dejaba libres de carga. (…). Integraba también el grupo un Terrateniente, (…). (…). Si Epicuro sostenía que la plenitud de la felicidad consistía en el deleite perfecto, nuestro terrateniente era verdadero hijo suyo. En su casa ejercía la hospitalidad en sumo grado. (…). (…) Su comedor siempre se hallaba dispuesto a acoger posibles comensales. Presidía frecuentemente las sesiones de los jueces de paz y a menudo había sido elegido representante por su condado (4). (…) Había desempeñado también el cargo de sheriffy de supervisor en el pago de impuestos. En resumen, era un respetabilísimo terrateniente. Entre los demás se hallaban un Mercero, un Carpintero, un Tejedor, un Teñidor y un Tapicero, todos ataviados con librea uniforme, perteneciente a un gremio poderoso y honorable. (…). Cada uno parecía un auténtico ciudadano de burgo, digno de tener un lugar en el estrado de la casa consistorial y su capacidad y buen juicio, aparte de sufi cientes posesiones e ingresos, para ostentar el cargo de concejal. (…). Habían llevado con ellos, para tal ocasión, a un Cocinero (…). 30


Se encontraba, además, en el grupo un Marino (…); me imagino que procedía de Dartmouth (5). (…). El cálido verano había tostado su piel; (…). No tenía escrúpulos de ningún género: si luchaba y vencía, arrojaba a sus prisione ros por la borda y les enviaba a casa por mar, procedieran de donde fuera. (…) no había quien le igualara en conocimientos marinos (…). Era un aventurero intrépido y astuto; (…). Conocía todos los puertos existentes (…). Nos acompañaba un Doctor en Medicina. No tenía rival en cuestiones de medicina y cirugía, pues poseía buenos fundamentos en astrología. Estos conocimientos le permitían elegir la hora más conveniente para administrar remedios a sus pacientes; y tenía gran destreza en calcular el momento más propicio para fabricar talismanes para sus clientes. Sabía diagnosticar toda suerte de enfermedades y decir qué organo o cuál de los cuatro humores -el caliente, el frío, el húmedo o el seco- era el culpable de la dolencia. Era un médico modelo. Tan pronto como descubría el origen de la perturbación, daba allí mismo al enfermo la medicina correspondiente, pues tenía sus farmacéuticos a mano para suministrarle drogas y jarabes. (…). El Doctor estaba muy versado en los autores antiguos de la clase médica: Esculapio, (…), Rufo, (…), Galeno, (…), Avicena, Averroes, (…). Era moderado para su propia dieta: no contenía nada superfluo, sino sólo lo que era nutritivo y digestivo. Raramente se le veía con la Biblia en las ma nos. (…), no era ningún manirroto, sino que ahorraba todo lo que ganaba gracias a la peste. En la medicina, el oro es un gran reconstituyente; y por eso le tenía un afecto especial. Entre nosotros se hallaba una digna Comadre que procedía de las cercanías de la ciudad de Bath; por desgracia, era un poco sorda. Tejiendo telas llegaba a superar incluso a los famosos tejedores (…). Ninguna mujer de su parroquia osaba adelantársele cuando se dirigía al ofertorio; pues si alguna se atrevía, se enojaba hasta perder los estribos. (…). Toda su vida había sido una mujer respetable. Se había casado consecutivamente por la Iglesia con cinco maridos, sin contar sus varios amores de juventud, de los que no es preciso hablar ahora. Había visitado Jerusalén tres veces (…); había estado en Roma, en Boulogne, en la catedral de Santiago de Compostela y en Colonia, por lo que sabía muchísimo de viajes. Por cierto que tenía los dientes separados (6). (…). Cuando tenía compañía, reía con sonoras carcajadas. Sin duda conocía todos los remedios para el amor, pues en ese juego había sido maestra. Nos acompañaba también un hombre religioso y bueno, Párroco de una ciudad, pobre en dinero, pero rico en santas obras y pensamientos. Era, además, hombre culto, un erudito que predicaba la verdad del Evangelio de Jesucristo y enseñaba con devoción a sus feligreses. De carácter apacible y bonachón, buen trabajador y paciente en la adversidad -pues había estado sometido con frecuencia a duras pruebas-, se sentía reacio a excomulgar a los que dejaban de pagar el diezmo. A decir verdad, solía repartir entre los pobres de su parroquia lo que le habían dado los ricos, o lo que tenía de su propio peculio, pues se las arreglaba para vivir con muy poco. A pesar de regentar una parroquia extensa, con pocas casas y muy distantes entre sí, ni la lluvia ni el trueno, ni la enfermedad ni el infortunio le impedían ir a pie, (…), a visitar a sus feligreses más alejados, tanto si eran de alta alcurnia como de baja condición. A su grey le daba el hermoso ejemplo de practicar, luego predicar. Era un precepto que había sacado del Evangelio, al que añadía este proverbio: “Si el oro puede oxidarse, ¿qué es lo que hará el hierro?” Pues si el cura en el que confiamos está corrompido, nadie debe maravillarse de que el hombre corriente se corrompa también. ¡Que tomen nota los sacerdotes! ¿No es una vergüenza que el pastor se halle cubierto de estiércol mientras sus ovejas están limpias? Al sacerdote corresponde dar ejemplo a su rebaño con una vida pura y sin mácula. Él no era de los que recogían su beneficio y dejaban a las ovejas 31


revolcándose en el fango (…). Era un pastor de ovejas, no un sacerdote mercenano (7). Pero, a pesar de su virtud, no despreciaba al pecador. Su forma de hablar no era ni distante ni severa; al revés, se mostraba considerado y benigno al impartir sus enseñanzas. Se esforzaba en ganar adeptos para el cielo mediante el ejemplo de una vida modélica. Sin embargo, si alguien -sin importarle su rango- se empeñaba en ser obstinado, jamás dudaba en propinarle una severa amonestación. Me atrevería a decir que no existe en parte alguna mejor sacerdote. Nunca buscaba ser objeto de ceremonias o de especial deferencia, (…). Enseñaba, es verdad, el Evangelio de Jesucristo y sus doce Apóstoles; pero él era el primero en cumplirlo al pie de la letra. Venía con él su hermano, un Labrador. ¡La de cargas de estiércol que había llevado en el carro este buen y fiel trabajador! Vivía en paz y armonía con todos. En primer lugar, amaba a Dios con todo su corazón, tanto en los buenos tiempos como en los malos; luego amaba a su prójimo como a sí Mismo. Trillaba, cavaba y abría zanjas y, por amor a Jesucristo, cuando sus caudales se lo permitían, hacía lo mismo para cualquier persona pobre sin percibir emolumento alguno. Pagaba el justo diezmo (8), tanto por sus cosechas como por el aumento de su ganado, sin escatimar nada. (…) Por último, había un Administrador, un Molinero, un Alguacil, un Bulero, un Intendente y, el último de todos, yo. El Molinero era un sujeto alto y fornido, de osamenta grande y poderosos músculos (…); no había puerta que no pudiera sacar de sus goznes o derribarla embistiéndola con la cabeza. (…) su hablar era general mente obsceno y picante. Contaba chistes irreverentes y era todo un parlanchían (…). Y hay que ver lo bien que se sabía todos los trucos de su oficio, como sisar grano y cobrar tres veces el justo valor; sin embargo, era bastante honrado para ser molinero. (…). Otro personaje era Intendente de uno de los Colegios de Abogados, que podía haber servido de modelo a todos los proveedores por su astucia al comprar víveres; pues, tanto si pagaba al contado como si compraba a crédito, vigilaba los precios del momento, por lo que siempre era el primero en entrar y hacer una buena compra. (…). Era un hombre delgado y colérico. (…). Estaba al corriente de todos los trucos y timos realizados por los administradores, vaqueros y trabajadores de la granja, por lo que le temían como a la peste. (…). Sabía comprar mejor que su dueño y había sido capaz de almacenar bienes secretamente. Era muy ducho en obsequiar a su amo con regalos que ya le pertenecían, por lo que, al mismo tiempo que conseguía ganar su aprecio, obtenía el obsequio de un traje o una caperuza. (…) siempre era el que cerraba el cortejo cuando cabalgábamos. En la posada, entre nosotros, había un Alguacil (…). Era cachondo y lascivo como un gorrión. (…); cuando estaba realmente borracho de vino no hablaba más que en latín. Sabía dos o tres términos legales que había aprendido de algún edicto, (…). Sin embargo, si se hurgaba más en él, se descubría que era poco profundo (su conocimiento de esta lengua) (…) Era un tipo sinvergüenza y campechano, (…). Por un litro escaso de vino permitía a cualquier camarada conservar su concubina durante un año y, además, le perdonaba. Además era muy capaz de seducir a una mujer. Si alguna vez hallaba a un tipo amartelado con una chica, solía decirle que no se preocupara por la excomunión del Arcediano para tal caso, a menos que creyera que su bolsa se hallaba en el lugar de su alma, pues era precisamente en la bolsa donde sería castigado. (…), también debía estar al cuidado del mandato judicial que los metía en la cárcel. Todas las prostitutas jóvenes de la diócesis estaban enteramente bajo su dominio, puesto que era su confidente y único asesor y consejero. (…). Con él cabalgaba un digno Bulero de Rouncival, su amigo y compañero del alma, que había llegado directamente desde el Vaticano de Roma. Canturreaba en voz 32


alta “Acércate, amor” (10), mientras el alguacil entonaba la parte baja con mas estridencia que una trompeta. (…). Su cartera, (…), iba llena a reventar de indulgencias, todavía calentitas, procedentes de Roma. Tenía una voz delgada como de cabra y su rostro no mostraba ni el menor vestigio de barba, que parecía no tener ganas de crecer; su cutis era tan fino como acabado de afeitar. Lo tomé por castrado o invertido. Pero en cuanto a su profesión, (…) no había bulero que le llegase a la suela del zapato, (…), cuando tropezaba con un pobre clérigo campesino sabía hacer más dinero en un día con dichas reliquias que el clérigo en dos meses. Es decir, por medio de una descarada adulación y un poco de pases y visajes se metía al clérigo y a su gente en el bolsillo. Si queremos ser justos con él, en la iglesia era, desde todos los puntos de vista, un buen eclesiástico. Leía a la perfección un pasaje o una parábola, pero sobresalía en el himno del ofertorio, porque después de haberlo cantado, consciente de que tenía que predicar, sabía muy bien cómo hacer soltar dinero a los fieles con su hablar meloso. Por eso siempre cantaba con gran fuerza y alegría. Asimismo reparé en un monje, hombre de notoria autoridad, ya que era visitador de su Orden y personaje de pro y amante de la caza, con grandes partes para ser abad. (…) (…) (1) Southwark: barrio de Londres. (2) Primero eran sus amantes; luego, las casaba. (3) Había estudiado el trivium (Gramática, Retórica y Lógica). (4) miembro del Parlamento. (5) Dartmouth Puerto de Devonshire, famoso por ser nido de piratas y contrabandistas. (6) El tener los dientes separados era signo de lascivia. (7) mercenano: Los mercenarios eran sacerdotes que se sustentaban a base de celebrar misas. (8) diezmo: la décima parte de lo cultivado, que los labradores debían pagar al señor de la tierra. (9) Rouncival: Hospital en Charing Cross (Londres), que dependía de la Orden de Nuestra Señora de Roncesvalles (Navarra). (10) popular canción de amor. Actividades: 1.- ¿Quién es el narrador de este fragmento inicial de la obra? Deduce, por lo tanto, qué perspectiva narrativa se da en la misma. 2.- ¿En qué lugar se encuentran los peregrinos y las peregrinas antes de emprender su viaje? Realiza una breve descricpción de cada uno de ellos. 3.- En qué peregrino apreciamos el ideal que veremos en el Renacimiento: hombre de armas y de letras. 4.- En los Cuentos de Canterbury Chaucer realiza una dura crítica al estamento clerical: analízala en este fragmento. Sin embargo, hay dos personajes pertenecientes a esa clase social que se salvan de eso opinión: ¿quiénes? Señala el contraste entre unos y otros.

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5.- Entre los peregrinos, aparecen personajes a una nueva clase social que surge en este época y se afirmará posteriormente, ¿cuál? 6.- Recoge cómo se ejercía la medicina en aquella época. ¿Qué enfermedad se menciona en el texto? Recuerda en qué otra obra ya hemos visto su presencia. 7.- ¿Qué es un buldero? Fíjate su descripción: ¿en qué se parece a uno de los amos del Lazarillo. 8.- También la ironía es un rasgo característico en el estilo de Chaucer: localiza ejemplos de su uso.

EL CUENTO DE LA MUJER DE BATH En los viejos tiempos del rey Arturo, cuya fama todavía pervive entre los naturales de Gran Bretaña, todo el reino andaba lleno de grupos de hadas. (…). En los lugares que frecuentaban los elfos, ahora andan los frailes mañana y tarde, (…). Por lo que, actualmente, las mujeres pueden pasear (…), y todo lo que (los frailes hacen) es quitarles la honra. Pues bien, sucedió que en la corte del rey Arturo había un caballero joven y alegre. Un día que, montado en su caballo, se dirigía a su casa después de haber estado dedicándose a la cetrería junto al río, se topó casualmente con una doncella que iba sin compañía y, a pesar de que ella se defendió como pudo, le arrebató la doncellez a viva fuerza. Esta violación causó un gran revuelo. Hubo muchas peticiones de justicia al rey Arturo, hasta que, por el curso de la ley, el caballero en cuestión fue condenado a muerte. Y hubiese sido decapitado (…) si la reina y muchas otras damas no hubieran estado importunando al rey solicitando su gracia, hasta que al fin él le perdonó la vida y lo puso a merced de la reina para que fuese ella a su libre albedrío la que decidiese si debía ser ejecutado o perdonado. La reina expresó (…), al cabo de uno o dos días, encontró la oportunidad de hablar con el caballero, al que dijo: -(…) os concederé la vida si me decís qué es lo que las mujeres desean con mayor vehemencia. (…) si no podéis dar la respuesta inmediatamente, os concederé el permiso de ausentaros durante un año y un día para encontrar una solución satisfactoria a este problema. (…). El caballero (…) decidió partir (…). (…) pero en ningún país encontró a dos personas que se pusiesen de acuerdo sobre el asunto. Algunos decían que lo que más quieren las mujeres es la riqueza; otros, la honra; otros, el pasarlo bien; otros, los ricos atavíos; otros, que lo que preferirían eran los placeres de la cama y enviudar y volver a casarse con frecuencia. Algunos decían que (…) se sienten más felices cuando se nos consiente y lisonjea, lo que tengo que admitir está muy cerca de la verdad. La lisonja es el mejor método con que un hombre puede conquistarnos; mediante atenciones y piropos, todas nosotras caemos en la trampa. Pero algunos afirmaban que lo que nos gusta más es ser libres y hacer nuestro antojo y no tener a nadie que critique nuestros defectos, sino que nos recreen los oídos diciendo que somos sensatas y nada tontas; (…); por malas que seamos por dentro, siempre queremos que se piense de nosotras que somos virtuosas y juiciosas. No obstante, otros opinan que nos gusta muchísimo ser consideradas discretas, fiables y firmes de propósitos, incapaces de traicionar nada de lo que se nos diga. Pero yo encuentro que esta idea no vale un comino. ¡Por el amor de Dios! Nosotras las 34


mujeres somos incapaces de guardar nada en secreto. Ved, por ejemplo, el caso de Midas. ¿Os gustaría oír la historia? (…). Si queréis oír el resto del cuento, leed a Ovidio; todo lo hallaréis allí. Pero regresemos al caballero de mi historia. Cuando se dio cuenta de que no podía descubrirlo -quiero decir lo que las mujeres queremos por encima de todo-, sintió una gran pesadumbre en el corazón; pero, con todo, se puso en camino hacia casa, pues no podía esperar más. (…). Mientras iba cabalgando lleno de tristeza pasó junto a un bosque y vio a veinticuatro damas o más, que bailaban; se acercó por curiosidad esperando aumentar su sabiduría. Pero antes de llegar hasta donde estaban aquellas, por arte de birlibirloque, desaparecieron, sin que él tuviese la menor idea de hacia dónde habían ido. Excepto una sola anciana que estaba allí sentada sobre el césped, (…) era la persona más fea que uno pueda imaginar, se levantó del suelo al acercársele el caballero y le dijo: -Señor, no hay camino que siga desde aquí. Decidme lo que buscáis; (…). -Buena mujer -replicó el caballero-, la verdad es que puedo darme por muerto si no logro poder decir qué es lo que las mujeres desean más. Si me lo podéis decir, os recompensaré con largueza. -Poned vuestra mano en la mía y dadme vuestra palabra de que haréis la primera cosa que os pida si está en vuestra mano -dijo ella-, (…). -De acuerdo -dijo el caballero-. Tenéis mi palabra. (…) Entonces ella le susurró su mensaje al oído, diciéndole que se animase y no tuviera más miedo. Cuando llegaron a la corte, el caballero anunció que, (…) estaba dispuesto a dar su respuesta. (…). -Mi soberana y señora -empezó-, en general las mujeres desean ejercer autoridad tanto sobre sus esposos como sobre sus amantes y tener poder sobre ellos. (…). Ni una sola matrona, doncella o viuda en todo el tribunal contradijo tal afirmación. Todas declararon que merecía conservar la vida. En aquel momento la anciana, a quien el caballero había visto sentada en el césped, se puso en pie de un salto y exclamó: -¡Gracias, soberana señora! Ved que se me haga justicia antes de que este tribunal se disuelva. Yo di la respuesta al caballero, a cambio de lo cual él empeñó su palabra de que realizaría la primera cosa que pudiera que estuviese en su poder hacer. Por consiguiente, señor caballero, os lo ruego ante todo este tribunal: tomadme por esposa, pues sabéis muy bien que os he librado de la muerte. (…). -¡Ay de mí! -repuso el caballero-. (…) Por el amor de Dios, pedidme otra cosa: tomad todos mis bienes, pero dejadme mi cuerpo. -De ninguna manera -dijo ella-. (…), no quiero nada que no sea ser tu esposa y también tu amante. -¡Mi amante! -exclamó él-. Tú lo que quieres es mi perdición. ¡Hay que ver! (…). Pero no hubo nada a hacer. Al final él se vio obligado a aceptar el casarse con ella y llevar a la anciana a su lecho. (…). A la mañana siguiente, él la desposó en secreto y se ocultó (…) durante el resto del día. ¡Se sentía tan desgraciado por la fealdad de su mujer! El caballero sufrió mucha angustia cuando su mujer le arrastró a la cama. Él se volvió y revolvió una y otra vez, mientras su anciana esposa le miraba sonriendo acostada. Entonces ella dijo:

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-¡Bendícenos, querido marido! (…) Soy tu esposa y también tu enamorada: la que te salvó la vida. Verdaderamente, hasta ahora, no me he portado mal contigo. Por consiguiente: ¿por qué te comportas así conmigo en nuestra primera noche? (…) -¿Arreglarlo? -exclamó el caballero-. ¡Ay de mí! Eso nunca, nunca se podrá arreglar. Eres horrorosa, vieja y, además, de baja estirpe. (…). ¡Ojalá quisiera Dios que mi corazón reventase! -¿Esta es la causa de tu desasosiego? -preguntó ella. (…) Pues bien, señor -repuso ella-. Yo podría arreglar eso en menos de tres días si me lo propusiese, con tal que te portases bien conmigo. Pero ya que tú hablas de la clase de nobleza que proviene de antiguas posesiones y crees que la gente debe pertenecer a la nobleza, por tal razón ese tipo de orgullo no vale un pimiento. El hombre que es siempre virtuoso, tanto en público como en privado, y que trata siempre de realizar cuantos actos nobles puede, a ese, sí, tómalo por el más grande entre los nobles. Jesucristo quiere que obtengamos nobleza de Él y no de nuestros padres gracias a su riqueza ancestral; pues, aunque puedan darnos toda su herencia -merced a la cual pretendemos ser de elevado linaje-, no puede haber forma de que nos dejen en testamento su virtuoso sistema de vida, que es el único que realmente les faculta para poderse llamar nobles y que nos obliga con su ejemplo. Sobre este asunto, Dante, el sabio poeta florentino, es particularmente elocuente. (…). (…) la nobleza no depende de las posesiones, (….). El que quiera ser respetado por su rango (…) no es noble, aunque sea duque o conde, si él personalmente no realiza actos nobles o sigue el ejemplo de sus antepasados difuntos: las acciones malas y perversas son las que configuran a un sinvergüenza. (…) (…) Por ello, querido esposo, termino diciendo que aunque mis antepasados hayan sido de humilde cuna, Dios Todopoderoso me concederá la gracia de vivir virtuosamente. Solamente cuando empiezo a huir del mal y vivir en la virtud, soy noble. En cuanto a la pobreza que me reprocháis, el Señor que está en las alturas (y en quien creemos) eligió voluntariamente vivir una vida de pobreza. Me parece que resulta evidente (…), el rey de los Cielos, jamás hubiese elegido vivir un tipo de vida inadecuado. (…). El que está contento con su pobreza, le tengo por rico aunque ande descamisado. El que envidia a los demás es un hombre pobre, porque quiere lo que no puede poseer; pero el que no tiene nada ni ambiciona nada, es rico, aunque podáis pensar que no es más que un campesino. (…) Aunque pueda parecer difícil de soportar, la pobreza es una clase de riqueza que nadie tratará de quitarte. Si uno es humilde, la pobreza generalmente le aporta un buen conocimiento de Dios y de sí mismo. La pobreza es un prisma mágico -me parece-, a través del cual uno puede ver solamente a los verdaderos amigos. (…). Luego, señor, me echáis en cara el ser vieja. (…), los caballeros honorables como vos decís que la gente debe respetar al anciano (…). Luego decís que soy vieja y fea, (…), pues, (…), la fealdad y edad avanzada son los mejores guardianes de la castidad. Pero sé qué es lo que os deleita y satisface vuestros más torpes apetitos. Ahora, elegid. Escoged una de estas dos cosas: o me tendréis vieja y fea por el resto de mi vida, pero fiel y obediente esposa; o bien me tendréis joven y hermosa, y habréis de exponeros a que todos los hombres vengan a vuestra casa por mí, o quizá a algún otro lugar. La selección es vuestra, sea cual sea la que elijáis. El caballero se lo pensó largamente, suspirando profundamente todo el rato. Al fin, dio la respuesta:

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-Mi señora, queridísima esposa y amor mío. Me confío a vuestra sabia experiencia; haced vos misma lo que creáis que sea más agradable y honroso para los dos. No me importa la elección que hagáis, pues la que os guste me satisfará a mí también. -Entonces he ganado el dominio sobre vos -dijo ella-, ya que puedo escoger y gobernar a mi antojo. ¿No es así? -Claro que sí -replicó él-. Creo que es lo mejor. -Bésame -contestó ella-; no volveremos a pelear, pues por mi honor os aseguro que seré las dos (quiero decir que seré hermosa y también buena). Pido a Dios que me envíe locura y muerte si no soy una esposa buena y fiel como jamás se ha visto desde que el mundo es mundo. Y mañana por la mañana, si no soy más bella que cualquier señora, reina o emperatriz entre Oriente y Occidente, entonces disponed de mi vida como os plazca. Levantad la cortina y contemplad. (…) Y así vivieron alegres y felices por el resto de sus vidas. Que Jesucristo os envíe mandos obedientes, jóvenes y animosos en la cama y que nos conceda la gracia de sobrevivir a aquellos con los que nos casemos. También ruego a Jesús que acorte los días de aquellos que no quieren ser gobernados por sus esposas; y en cuanto a los esperpentos viejos, gruñones y tacaños, ¡que Dios les confunda! Actividades: 1.- Resume este cuento, indica el tema y señala su estructura interna. Recuerda por qué será castigado el caballero y, si en realidad, recibe algún tipo de pena. ¿Qué piensas sobre ello? 2.- Al inicio de la narración, Chaucer no pierde ocasión, de nuevo, para criticar a los religiosos: ¿en qué consiste esa crítica? Sin embargo, a través de las palabras de la vieja, se muestra como un seguidor de la verdadera fe, ¿por qué? 3.- ¿En qué momento, y cómo, consigue Chaucer aumentar la intriga de la acción? 4.- ¿Por qué el caballero no quiere acostarse con la vieja, qué llega a desear incluso? Indica qué argumentos emplean uno y otra. Cuando la vieja dice que la verdadera nobleza se encuentra en las virtudes personales, se basa en un poeta italiano, ¿quién? Recuerda que este rasgo también aparecerá en El Lazarillo y muestra el nacimiento de una nueva época, muy distinta a la Edad Media, ¿cuál? Recuerda el tipo de cultura en la que se enmarcaba. 5.- Explica la moraleja final y di si te parece adecuada al tema y, en general, propia como enseñanza. 6.- Señala la perspectiva narrativa: ¿quién lo narra? Por lo tanto, ¿cuántos niveles de narrativos encontramos en la obra? ¿A qué otra te recuerda? ¿En qué obra de Ovidio te parece que encontraríamos la historia del rey Midas, quien tenía dos grandes orejas de burro? Con la inclusión de estas historias dentro de la historia, apreciamos otro rasgo de estilo de los Cuentos de Canterbury: el uso de la técnica de la caja china. 7.- Visión de las mujeres: ¿estás de acuerdo con lo que dice la mujer de Bath sobre ellas? ¿Y con la respuesta que da finalmente el caballero a la reina, gracias a la vieja? Argumenta ampliamente tu respuesta. 37


Compara la relación hombre-mujer que se plantea en el cuento con la vigente en la actualidad. 8.- El que envidia a los demás es un hombre pobre, porque quiere lo que no puede poseer; pero el que no tiene nada ni ambiciona nada, es rico, La pobreza es un prisma mágico (…), a través del cual uno puede ver solamente a los verdaderos amigos ¿Estás de acuerdo con las palabras de la vieja? Argumenta ampliamente tu respuesta.

EL CUENTO DE COCINERO Currado Gianfiglazzi se distinguía en nuestra ciudad como hombre eminente, liberal y espléndido, (…) habiendo un día este caballero cazado con un halcón suyo una grulla (…), se la mandó a su vecino, excelente cocinero, llamado Chichibio, con orden de que se la asase y aderezase bien. Chichibio, (…) empezó a asarla con todo esmero. Estaba ya casi a punto (…), cuando se presentó en la cocina una aldeana llamada Brunetta, de la que (…) estaba perdidamente enamorado; y percibiendo la intrusa el delicioso vaho y viendo la grulla, empezó a pedirle con empeño a Chichibio que le diese un muslo de ella. (…) -Pues te juro por Dios que si no me lo das, de mí no has de conseguir nunca ni tanto así. (…) al fin, cediendo a su deseo de apaciguarla, separó un muslo del ave y se lo ofreció. Luego, cuando les fue servida a Currado y a ciertos invitados, advirtió aquel la falta y extrañándose de ello hizo llamar a Chichibio y le preguntó qué había sido del muslo de la grulla. A lo que el trapacero del veneciano contestó en el acto, sin atascarse: -Las grullas, señor, no tienen más que una pata y un muslo. (…) -¿Cómo diablos dices que no tienen más que un muslo? ¿Crees que no he visto más grullas que ésta? -Y, sin embargo, señor, así es, como yo os digo; y, si no, cuando gustéis os lo demostraré con grullas vivas -arguyó Chichibio. Currado (…) le dijo: -Puesto que tan seguro estás de hacérmelo ver a lo vivo (…) mañana mismo, yo dispuesto estoy. Pero por Cristo vivo te juro que si la cosa no fuese como dices, te haré dar tal paliza que mientras vivas hayas de acordarte de mi nombre. (…) al amanecer de la mañana siguiente, Currado, (…) hizo montar a Chichibio en un jamelgo y se encaminó a la orilla de una albufera, en la que solían verse siempre grullas al despuntar el día. (…) Chichibio, viendo que todavía le duraba el resentimiento al caballero y que le iba mucho a él en probar que las grullas sólo tenían una pata, no sabiendo cómo salir del aprieto, (…). Llegado que hubieron a la albufera, su ojo vigilante divisó antes que nadie una bandada de lo menos doce grullas, todas sobre un pie, como suelen estar cuando duermen. Contentísimo del hallazgo, (…) y, dirigiéndose a Currado, le dijo: 38


-Bien claro podéis ver, señor, cuán verdad era lo que ayer os dije, cuando aseguré que las grullas no tienen más que una pata: basta que miréis aquéllas. -Espera que yo te haré ver que tienen dos -repuso Currado al verlas. Y, acercándoseles algo más, gritó-: ¡Jojó! Con lo que las grullas, alarmadas, sacando el otro pie, emprendieron la fuga. Entonces Currado dijo, dirigiéndose a Chichibio: -¿Y qué dices ahora, tragón? ¿Tienen, o no, dos patas las grullas? Chichibio, despavorido, no sabiendo en dónde meterse ya, contestó: -Verdad es, señor, pero no me negaréis que a la grulla de ayer no le habéis gritado ¡Jojó!, que si lo hubierais hecho, seguramente habría sacado la pata y el muslo como éstas han hecho. A Currado le hizo tanta gracia la respuesta que todo su resentimiento se le fue en risas, (…) Actividades: 1.- ¿Es coherente el argumento del cuento con el oficio del personaje que cuenta la historia? 2.- En qué aspecto volvemos a apreciar la diferencia de clases sociales. 3.- Señala qué rasgos comunes encuentras entre Chichibio y los personajes que hemos analizado en el Decamerón. 4.- Sin embargo, a diferencia de Boccaccio, Chaucer emplea mucho más el estilo directo en sus cuentos. Señala su uso en este. ¿Crees que gana en vivacidad? ¿por qué? 5.- ¿Te parece que el cuento tiene un carácter moral o, por el contrario, resulta ambiguo? EL CUENTO DEL CAPELLÁN DE MONJAS Una pobre viuda, algo entrada en años, vivía en una casita situada junto a una arboleda en un valle. Había llevado una vida muy sufrida y sencilla, (…). Y, así, nunca cayó enferma por comer demasiado; una dieta moderada, ejercicio y un corazón satisfecho eran toda su medicina. (…) Tenía un patio vallado y rodeado de un foso seco por el exterior, en el que guardaba un gallo denominado Chantecler. Cantando no tenía rival en todo el país. Su voz era más dulce que la del órgano que sonaba en la iglesia los días de misa. Su canto era más exacto que un reloj o el del campanario de la abadía. (…) Este noble gallo tenía a su cargo siete gallinas para su goce; (…). La que tenía los colores más bonitos en el cuello la llamaban la hermosa Madame Pertelote. Era cortés, tenía mucho tacto, elegancia y sabía ser buena compañera. Poseía tanta belleza, que el corazón de Chantecler le pertenecía y estaba firmemente encadenado al suyo desde que ella tenía sólo una semana. ¡Qué feliz era él en su amor! Al romper el alba, ¡qué delicia oírles cantar en dulce acorde “mi amor se ha ido”! Pues, en aquellos tiempos, me han contado que los animales y los pájaros sabían hablar y cantar. Pues bien, sucedió que una mañana temprano, mientras Chantecler estaba sentado con sus esposas junto a la bella Pertelote sobre la percha de la vivienda, empezó a gemir (…). Al oír Pertelote aquel alboroto se asustó y exclamó: -Corazón, cariño, ¿qué te pasa? ¿Por qué gimes así? (…). 39


Chantecler replicó: -Por favor, no te preocupes. (…) Pues soñé que mientras paseaba de un lado a otro por nuestro patio vi a una criatura, parecida a un perro, con ademán de agarrarme y hacerme pasar a mejor vida. Tenía el color amarillo rojizo, pero la punta de la cola y las de las orejas eran negras, al revés que el resto de su pelo; tenía un hocico estrecho y dos ojos de mirada penetrante. Todavía estoy medio muerto de miedo por su aspecto. No es extraño que gimiera. -Vamos, vamos -replicó ella-. ¿No te da vergüenza, pusilánime? (…). Juro aquí mismo que no puedo amar a un cobarde. (…) ¿Cómo tienes la desfachatez de decir a tu enamorada que hay algo que te da miedo? (…) ¿Es que te asustan los sueños? (…) (…) Ahora dejemos este asunto y hablemos de otros más agradables. Doña Pertelote, (…), cuando por la noche noto tu blando costado junto al mío -¡qué lástima que nuestro barrote sea tan estrecho que no pueda montarte!-, me siento tan lleno de alegría y estoy tan contento que desafio todos los sueños y visiones. Diciendo esto, bajó, pues ya era de día, y todas las gallinas tras él. Cacareó (…) y ya no temía nada; emplumó a Pertelote veinte veces y la montó otras tantas, antes de terminar el día. (…); se pavoneaba andando de arriba abajo, (…) El mes de marzo (…) había transcurrido por entero (…), cuando Chantecler caminando orgulloso con sus siete mujeres al lado, (…) Sin embargo, un momento después se iba a encontrar en grave apuro, pues ya se sabe que a la felicidad le sigue la aflicción. Dios sabe muy bien que los goces terrenales pronto pasan; (…). Vaticinado con antelación por un “sueño” supraterrenal, sucedió que un zorro, negro como el carbón, taimado y sin principios, (…), había penetrado, a través del seto, en el interior del corral que el orgulloso Chantecler solía frecuentar con sus esposas. Se agazapó en un campo de coles donde permaneció oculto hasta casi mediodía, esperando el momento propicio de abalanzarse sobre Chantecler, igual que hacen los asesinos que aguardan el momento de matar. ¡Oh, traidor criminal que acechas en tu guarida! (…) ¡Ah, Chantecler; maldito el día en que bajaste volando desde los barrotes al corral! Tu sueño bien te advirtió de que aquél podía ser un día peligroso para ti. (…) Pertelote estaba muy feliz tomando un baño de polvo en la arena y todas sus hermanas se hallaban por allí cerca tomando el sol, mientras Chantecler cantaba con más alegría que una sirena en el mar (…), cuando su ojo se posó en una mariposa que revoloteaba por las coles y vio al zorro allí escondido, agazapado y al acecho. Se le heló un quiquiriquí en la garganta y sintió temor (…) y chilló: “coco-coc”; ya se sabe que un animal siente deseos irrefrenables de huir cuando ve a su enemigo natural, aunque jamás haya puesto sus ojos en él. Así, cuando Chantecler le divisó habría huido si el zorro no hubiera exclamado inmediatamente: -Buenos días, señor, ¿adónde va usted? ¿Cómo es que le inspiro temor, si soy su amigo? Sería un monstruo si le ocasionara algún mal o daño. No he venido a espiarle; la verdadera razón por la que estoy aquí es para oírle cantar. De verdad le digo que tiene una voz tan bonita como un ángel del cielo, (…). Su buen padre -¡que Dios le bendiga!- y también su madre solían tener la amabilidad de visitar mi casa para gran satisfacción mía. Me gustaría poderle agasajar en mi casa también. Pues en lo que se refiere a cantar, que me vuelva ciego si jamás escuché a alguien cantar por la mañana mejor que lo hacía su padre, a no ser vos mismo. (…). Ahora, señor, por caridad, ¡cantad! y veamos si sois capaz de imitar a vuestro padre. Chantecler empezó a aletear, encantado por este halago y sin sospechar traición 40


alguna. Vosotros, nobles, sabed que hay más sicofantes y aduladores en vuestras cortes que mienten para complaceros que los que os dicen la verdad. (…). Chantecler se empinó sobre las puntas de los pies con el cuello estirado para fuera y los ojos fijos y empezó a cantar lo más fuerte que pudo. En un santiamén, Maese Russef, el zorro, saltó sobre él, agarró a Chantecler por la garganta, se lo arrojó al lomo y se lo llevó al bosquecillo, pues no había nadie que pudiera perseguirle. ¡Oh destino ineludible! ¡Qué lástima que Chantecler abandonara los barrotes! (…) A buen seguro que las damas troyanas no profirieron tal grito de lamentación cuando (según se nos cuenta en La Eneida) cayó Ilión, y Pirro, con la espada desenvainada, agarró al rey Príamo por la barba y le mató, como el que lanzaron aquellas gallinas al huir despavoridas después de ver cómo se llevaban a Chantecler. Ahora bien, la que más chilló fue Doña Pertelote: (…) La pobre viuda, al oír chillar y lamentarse a las gallinas, salió corriendo de la casa con sus dos hijas, a tiempo de ver al zorro huir al bosque llevándose al gallo cargado sobre sus lomos: (…) Gritaron y corrieron detrás de él, seguidas de una multitud de hombres provistos de porras. Todos llegaron corriendo (…). Ahora, escuchen, señores, (…). El gallo, desde los lomos del zorro, se las arregló para hablarle, a pesar del terror que sentía, y le dijo: -Señor, yo de usted gritaría a los perseguidores: “¡Corred a casa, estúpidos! ¡Que la peste os atrape! ¡Ahora que he llegado al bosque, hagáis lo que hagáis no soltaré al gallo, y dad por seguro que me lo zamparé ahora mismo!” (…) Y, al hablar, el gallo aprovechó la ocasión: se zafó de las fauces del zorro y se subió a lo alto de un árbol. Cuando el zorro vio que el gallo se le había escapado, exclamó: -¡Ah, Chantecler! Me parece que me porté muy mal contigo cuando te asusté al arrancarte del corral. Pero te aseguro que no pensaba hacerte daño. Baja y te diré lo que iba a hacer. ¡Por Dios que te diré la verdad! -¡Oh, no! -replicó el gallo-. Que la maldición caiga sobre ambos, y más sobre mí si logras engañarme otra vez. No vas a convencerme con tus halagos (…). (…) Esto es lo que ocurre por ser descuidado y atolondrado y creer en la adulación. Amigos míos, si creéis que esta historia no es más que una farsa que concierne a un gallo y a una gallina, recordad la moraleja. San Pablo dice que todo lo que está escrito, lo está para nuestra instrucción y educación. Por tanto, tomad el grano y dejad la paja. Ahora, Padre nuestro, que sea tu voluntad, como dice Nuestro Señor, y que nos haga a todos buenos y nos lleve consigo al Cielo. Actividades: 1.- Resume este cuento. 2.- Como has visto, es una historia en la que los animales son los protagonistas; ¿cómo se denominan este tipo de narraciones? Por lo tanto, qué figura literaria se emplea en ellas. ¿A qué otra narración, o narraciones, ya conocida(s), te podría recordar parte del argumento de este cuento? Realiza un análisis comparativo señalando sus similitudes y diferencias.

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3.- Recuerda que uno de los rasgos característicos de los personajes de estos cuentos es la astucia. Localiza ejemplos de la misma, tanto en el zorro como en gallo. 4- Al igual que el juglar en la épica medieval, aquí también el narrador se muestra proclive al protagonista. Extrae algún ejemplo. 5.- Como en el Decamerón, en los Cuentos de Canterbury abundan las descripciones. Señala alguna e indica su valor dentro de la narración. 6.- El cuento se basa en numerosas comparaciones o metáforas; extrae alguna. En una de ellas, se hace referencia a otra obra literaria de la Antigüedad, ¿cuál? Explícala. 7.- Localiza una intervención del narrador por la que sabemos que su historia se contaba oralmente. ¿Quién sería su “público”? 8.- Dios sabe muy bien que los goces terrenales pronto pasan ¿Qué tópico literario se está empleando en este enunciado?

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