Arte y estética originaria en Venezuela

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Arte y estĂŠtica originaria en Venezuela Lelia Delgado


Los cambios producidos en el arte, han hecho estallar las categorías teóricas de la estética tradicional, las cuales, señalaron y ordenaron el sistema de las “Bellas Artes”. Este sistema se impuso a nuestras culturas con el colonialismo y la dominación económica, lo que permitió la aplicación de conceptos estéticos occidentales para valorar la cultura material y espiritual de nuestros pueblos originarios. Los objetos arqueológicos, catalogados como “artísticos”, se convirtieron en “obras del espíritu”, separadas de la vida social. De este modo, debían trascender los cambios históricos y la diversidad cultural, para ser “gozados” en cualquier época y por cualquier clase social, ya que eran producto anónimo del “genio” creador.


EL ARTE Y LOS COMPONENTES ESTÉTICOS DE LA PRÁCTICA SOCIAL

De acuerdo con la estética tradicional, los historiadores del arte prehispánico en Venezuela suponían que éste poseía una esencia invariable, tal “esencia”, nunca confirmada en la realidad, permitió una aplicación mecánica del concepto “arte” a objetos que fueron producto de situaciones históricas y culturales distintas, desconociendo, sus condiciones de producción, distribución y consumo. En un marco de exotismo, el “arte prehispánico” presentó una colección de objetos, que, como “fetiches”, se igualaron de manera un tanto incómoda a las obras de arte. Estos objetos decían muy poco, sobre la vida de los hombres y mujeres que desde tiempos antiguos habitaron nuestro territorio


“En el fondo todas nuestras definiciones del arte son definiciones del arte clásico” Worringer

Las definiciones del arte han afirmado la universalización de este fenómeno, atribuyéndole valores fijos, eternos y absolutos. Como afirma Worringer, “en el fondo, todas nuestras definiciones del arte son definiciones del arte clásico” (1953). Sn embargo, os fenómenos estéticos de las sociedades originarias, se dieron profundamente imbricados con todos los aspectos de la práctica social sea ésta mágicoreligiosa, política, económica, etc., esto los diferencia del arte, el cual es un sistema de producir objetos, que se fundamenta en la autonomía, sistema que es una forma peculiar, pero no excluyente, de estructurar la actividad estética.


Toda definición en el campo estético debe ser histórica. Al someter el fenómeno “arte”, o cualquier otro fenómeno estético a una definición única e inmóvil, corremos el peligro de catalogar como artísticos objetos que en su momento desempeñaron otras funciones sociales. El estudio de estas funciones sociales, en el contexto de cada cultura, debe entonces acompañar la valoración formal, plástica, cromática, temática, simbólica, etc., de los fenómenos estéticos del pasado.

Nuestra posición tiende, cada vez menos, a partir de definiciones apriorísticas, renunciando a situar los fenómenos estéticos de las culturas originarias dentro de estructuras inmutables, pues se trata más bien de una fenomenología, comprensible en el marco del sistema socio-cultural, en el cual los individuos adquieren gustos, actitudes, comportamientos, que no pueden ser definidos por medio de una fórmula mecánica e inmovilizadora

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“Una teoría del arte, compatible con la práctica actual y con lo que hoy sabemos sobre esta práctica en el pasado y en otras culturas, debe abolir esta formulación ahistórica y metafísica sobre el ser del arte, y partir de un planteamiento del problema que haga posible definiciones y categorías socio históricas” (N. García Canclini, 1977).

La interrogante no debería se que es el arte sino : ¿qué hace a un objeto obra de arte y qué permite diferenciarlo de los demás objetos? . Sabemos bien que los criterios de valoración estética, es decir, aquellas cualidades que caracterizan un objeto, acontecimiento, o acto como estético, dependen de los contextos socio históricos. Aunque lo estético se sustente en condiciones naturales humanas, como la sensibilidad, la percepción, etc., su carácter es eminentemente histórico y social. Por tal razón, grupos sociales diferentes decidirán sobre sus prácticas estéticas de manera diferente, un objeto estético es, como ha señalado Moravsky “un acto de fe cultural”.


Debemos ver con escepticismo la permanencia absoluta de cualquier valor estético, pues lo estético no constituye una esencia de ciertos objetos, ni corresponde a una disposición estable de lo que se llamó “la naturaleza humana”, aunque esto dificulte una demarcación general de los componentes estéticos de la práctica social, pues ellos, cargados de historicidad, son susceptibles a cambio y modificación de acuerdo a cada contexto cultural.


La demarcación dialéctica del campo estético en las sociedades antiguas de nuestro país, debe surgir del contexto histórico en el que estas sociedades se desarrollaron, pues los componentes estéticos de la práctica social son el reflejo (no mecánico) de las condiciones de dicha práctica, ellos como “formas fenoménicas singulares de la cultura” corresponden a lo que L. F. Bate (1979) ha llamado “conciencia habitual”. La cual se constituye a partir de “la relación empírica de los hombres con la naturaleza, los conocimientos y los hábitos adquiridos en el proceso productivo”


A la hora de analizar los componentes estéticos de la práctica social, hay que tener presente que lo estético no es sólo la expresión específica de la “conciencia social”. En las prácticas estéticas, como en cualquier otra forma cultural, se produce una dinámica interna que corresponde a los contenidos esenciales de la sociedad y una dinámica externa que es fenoménica y se distingue por su singularidad.

En tanto que los fenómenos estéticos varían procesalmente, debemos estudiarlos en su concreción, pero asumiendo el cuadro histórico-social en que ellos se ubican, tratando de observar en cada fenómeno la orientación que éste asume en el proceso de transformación y cambio social, para diferenciar en el fenómeno transformado, elementos de nexo o contradicción con respecto al fenómeno frente al cual está cambiando. Esto nos permitiría entender las razones y dinámica del cambio que da origen a nuevos fenómenos estéticos, cualitativamente distintos a los originarios.


Una de las dificultades de nuestro “arte prehispánico” ha sido la de pivotar permanentemente alrededor de lo fenoménico, sin entender nunca que lo externo opera por conducto de lo interno, manifestándose esto último, en los fenómenos estéticos de maneras muy diversas. Si bien las preferencias o aversiones estéticas de una sociedad forman parte de su “conciencia habitual”, y ella está determinada por el sistema productivo, toda indagación sobre tales fenómenos debe incluir necesariamente el análisis de las condiciones sociales, teniendo en cuenta que, cada grupo humano se expresa estéticamente de manera singular.


Diferenciar un campo problemático en el estudio de los componentes estéticos de la práctica social en las culturas aborígenes, distinto al del arte occidental, constituye una apertura teórica, sobre todo, si se entiende que los componentes estéticos de la práctica social se constituyen a partir de un constante proceso de creación y transformación de la realidad, que hunde sus raíces originarias en el trabajo humano.


Modo de vida de los cazadores antiguos ←12.000 aC Los primeros habitantes de Venezuela formaron pequeñas bandas que se desplazaban entre los valles montañosos y las costas del noreste de nuestro país, de acuerdo a la disponibilidad de caza, pesca, recolección de frutos y vegetales silvestres. Fabricaron : Puntas de proyectil que enmangaban en jabalinas, lanzas, flechas, cuchillos raspadores, raederas.



La estética funcional se ha definido como la búsqueda de las formas más “bellas” y eficaces en la fabricación de los útiles.

Nuestra observación de los objetos e instrumentos de uso cotidiano en las sociedades antiguas se aleja un tanto de la descripción formal de los objetos y del uso de calificativos tales como “belleza”, “elegancia”, “magnificencia”, que caracterizó a los teóricos de la estética funcional. Buscamos entrever prácticas estéticas peculiares, las cuales están directamente ligadas a la ejecución y al uso dentro de un contexto social.

Por ejemplo, sigamos el “hilo” de la ejecución de una punta bifacial de proyectil de las producidas en El Jobo, Estado Falcón, hace unos 15.000 años. Si la observamos con atención, podemos inferir que en su confección se conjugan acciones tales como ritmos, oposiciones simétricas o asimétricas, frecuencias e intensidades en el tallado, etc. En síntesis, podemos decir que esta punta es la obra de un conjunto de choques, de percusiones repetidas, que llevaron a su productor a desprenderse de las presiones de la forma natural (en nuestro ejemplo la piedra) para realizar una forma pensada.


Lo estético en este caso no radica precisamente en la belleza, que ha sido el valor máximo de la estética occidental, sino en la eficacia del objeto producido. Esta eficacia pudo estar tanto en los valores simbólicos como en la pureza de línea de la punta

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Su “creador” debió dominar una técnica para sacar el máximo provecho a las cualidades de la piedra, estableciendo con la materia una relación de conocimiento muy estrecha, para que cada gesto fuera modificando la piedra hasta convertirla en un objeto que poseyera significación a través del uso.


Este complejo de gestos, ritmos, símbolos y funciones, que concluyen en un objeto, llámese éste herramienta, utensilio o talismán, permitió al individuo y a su grupo social relacionarse de manera más satisfactoria con el mundo, a partir de un mayor dominio de la naturaleza.

La materia transformada en artefacto o utensilio por el trabajo del hombre, permitió un “bienestar técnico”, a partir del cual el hombre ya no estará libre de sus objetos, ni los objetos libres de los hombres. En esta participación de funcionalidad, hay una relación del hombre con los objetos, que puede interpretarse como un signo de satisfacción estética, aunque ésta sea un medio para la consecución de un fin práctico utilitario.



Tanto en los utensilios, como en los talismanes, en la técnica como en la magia, existen fuentes de satisfacción estética. Es estas prácticas están inscritos comportamientos estéticos indiferenciados, los cuales en términos occidentales se llamarán representación, figuración, danza, mimo, música, dramatización, etc.

No debemos olvidar que en los dominios de la técnica hay un diálogo íntimo entre el fabricante y la materia, además de una elemental participación del cuerpo. Esta “mediación gestual” entre el hombre y la materia, está intervenida por los sentidos, que se han hecho estéticos en el curso de la historia a partir del trabajo, a tal punto, que no hay “gesto” técnico que no posea un equivalente estético. Por esta vía nos hemos alejado completamente de las nociones renacentistas de creación, las cuales colocaban al “artista” en un plano divino; preferimos relacionar la creación directamente con la producción.



El término creación ha cambiado de significado. A lo largo de la historia ha adquirido una fuerte carga mítica, metafísica y religiosa. El cristianismo la entendió como creación exnihilo. Para nosotros la creación es una actividad práctica en la cual el hombre produce algo nuevo a partir de una realidad preexistente. Hay que tener presente también que esta actividad sólo puede atribuirse al hombre en tanto que ser social.


Modo de vida de los recolectores marinos •

4.000-2.300 aC

Estos pueblos, formados por sobrevivientes de los antiguos cazadores, habitaron en regiones litorales, cerca de manglares o en la desembocadura de los ríos en donde proliferaba la fauna marina principalmente de bivalvos y gasterópodos. Es posible que hacia los 2.300 antes de nuestra era, los recolectores practicaran también una agricultura rudimentaria.

Uso de la concha y hueso como materia prima. Fabricaron: Pesas para red de pesca. Instrumentos de concha de grandes caracoles marinos. Hachas, azadas y gubias. Armas arrojadizas, lanzas y flechas



Modo de vida tribal aldeano 900-650 aC→ Migración hacia la Costa de Paria Modo de vida Tribal aldeano Con la aparición de la alfarería, la horticultura y otros aportes de grupos provenientes de las tradiciones peruanas de Kotoch o Chavín, en el Bajo Orinoco, se fueron creando aldeas con una estructura social igualitaria y una economía de subsistencia, basada en la caza terrestre, pesca, recolección, y cultivo de yuca. Este modo de vida se extendió a lo largo del Orinoco y posteriormente alcanzó la costa noreste, el litoral central, la Guayana y el Orinoco medio



Migraciones hacia la costa de Paria •

160-200 dC

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Sucre, Paria, Carúpano Mayal. Cuartel, Puerto Santo Alfarería Decoración incisa y policroma Grupos que entran en contacto con poblaciones de recolectores


Poblamiento de las Antillas desde la costa de Paria


Modo de vida tribal aldeano en la costa central de Venezuela •

600-800 dC

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Cuenca del Lago de Valencia Costas de Aragua y Carabobo Los Roques.

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Cuentas de collar y adornos de concha Vasijas. Pipas de barro Figurinas femeninas “Venus de Tacarigua” Instrumentos musicales




Modo de vida tribal aldeano en el noroeste de Venezuela •

200 aC.

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Valle de Quibor Tocuyano Camay Alfarería, policroma Motivo de la Serpiente



Modo de vida tribal aldeano en la cuenca del Lago de Maracaibo •

600 aC – 800 dC

Influencia de las sociedades aldeanas de Colombia Cuenca del Lago de Maracaibo Fase Caño Grande y Caño Zancudo Construyeron viviendas en la cercanías de los ríos, caños o ciénagas Alfarería muy sencilla Hacia los 1.00 y 1.300 de nuestra era llegaron al suroeste del Lago de Maracaibo poblaciones fabricantes de una alfarería mas sofisticada que incluyó la pintura, la decoración incisa y el modelado Figurinas femeninas Vasijas multípodas.

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Modo de Vida tribal cacical •

200 aC – 200 dC

Los cacicazgos constituyeron un modo de vida que implicó la integración sociopolítica de diversas comunidades aldeanas, las cuales se subordinaron a un señor principal o cacique, cuyas relaciones podían incluir el pago de tributos y en consecuencia, diferencias sociales o de rango entre el señor y el resto de los individuos del común.


Sociedad tribal cacical en el noroeste de Venezuela •

300 dC

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Cementerio de Quibor Ofrendas funerarias de concha y hueso Pendientes y Cuentas de Collar. Pectorales Alados Vasijas de patas múltiples Figurinas Femeninas




Modo de vida tribal cacical en el noroeste de Venezuela •

1.400-1.500 dC

Aldeas integradas por un complejo de montículos artificiales sobre los que se ubicaban las viviendas Quibor y Carora Tierra de los Indios Alfarería decorada con motivos geométricos pintados.

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Modo de vida tribal cacical Altoandina •

600 DC

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Mérida. Trujillo Desarrollo de tecnologías agrarias que permitió el desarrollo de aldeas agrícolas estables. Trabajo agrario colectivo para construir y mantener las áreas de cultivo, terrazas, creación de acequias, canales de irrigación, estanques Aparición de los “Mohanes”, intermediarios entre los hombres del común y las divinidades

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Pendientes líticos en forma de murciélago Alfarería. Figuras Antropomorfas



Modo de vida tribal cacical en el suroeste de Venezuela •

200 aC-200dC

En los llanos altos de Barinas florecieron aldeas semipermanentes que crearon montículos y calzadas Región de inundaciones anuales Organización de una fuerza de trabajo en las tareas de excavar, rellenar espacios, etc para crear obras de terracería para permitir la permanencia de los asentamiento en un período largo

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Sociedad tribal cacical en el suroeste de Venezuela


HACIA UNA HISTORIA SOCIAL DE LOS FENÓMENOS ESTÉTICOS La tarea de síntesis que requiere la reconstrucción de los fenómenos estéticos del pasado, sus determinaciones múltiples, el papel que juegan en un momento histórico dentro de la estructura social, sólo puede ser abordada a partir de una teoría general de la sociedad, que permita ordenar y dar sentido a los datos empíricos en un marco de relaciones sociales

La acumulación de datos, propia del “arte prehispánico” es una interpretación de contenido aparentemente neutro; sin embargo, toda selección supone ya una toma de posición. Para superar el principio positivista de “objetividad”, según el cual el investigador no debe conocer nada de antemano, es necesario contar con una teoría sustantiva que permita el reconocimiento de los fenómenos estéticos, en su dimensión histórica y en su relación dialéctica con la estructura social

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El estudio de los componentes estéticos de la práctica social entre nuestras comunidades originarias alcanzará una mayor consistencia cuando éste se realice a partir de una teoría que dé cuenta de la manera cómo los fenómenos estéticos se imbricaron con los procesos históricosociales. De lo contrario, si no existe una teoría que sustente los datos, cualquier método corre el riesgo de perderse en lo fenoménico, pues lo concreto no es lo primero que se nos presenta a los sentidos.


Partiendo de una teoría sustantiva habría que delimitar un campo propio a los componentes estéticos de la práctica social. • A tal efecto proponemos determinar: El contexto histórico-social en el cual aparecen los fenómenos estéticos, en cada sociedad concreta (formación económico-social, modo de vida, modo de trabajo, etc.). • Ubicar los fenómenos estéticos en su relación con la estructura social, determinando en lo posible, el carácter de las relaciones e imbricación entre lo estético y los demás aspectos de la vida social (economía, política, magia, tecnología, etc.).

En el caso del modo de vida de las comunidades tribales cacicales, tomar en cuenta los procesos ideológicos que vinculan lo estético y lo sagrado, con la estructura y poder político de los linajes. Sin asignar autonomía, determinar como lo estético se imbrica con la organización material de la sociedad (producción, distribución, consumo). Habiendo cubierto esta primera fase, a partir de esta correlación insustituible, es que se puede entrar a un análisis formal de los objetos.


Es innegable que el estudio de los fenómenos estéticos de nuestros pueblo originarios, no puede realizarse al margen de la información sobre su vida social, de otra manera caeríamos en una suerte de intuición romántica. Si bien, el estudio de los fenómenos estéticos puede contribuir a esclarecer ciertos aspectos de la práctica social, es necesario ante todo ubicar lo estético en la estructura de las relaciones sociales. de lo contrario, estaríamos suponiendo que lo estético es el paradigma de toda práctica social, tomando erróneamente la forma por el contenido y el fenómeno por la esencia.


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