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elpoemaseminal es un proyecto independiente de divulgación sin afanes de lucro ni de promoción de una sola línea estética o cultural. no está vinculado a ningún grupo o institución, por lo que abre sus puertas a todos los autores/as de México y de cualquier parte del mundo. reconoce que los espacios para la poesía, con todo y que ahora son muchos dentro y fuera de la red cibernética, siguen siendo reducidos. el criterio de selección es únicamente la calidad poética, debido a lo cual se aceptan aportaciones en todos los sentidos. se citará siempre la fuente original. invitamos a los lectores/as y amigos/as a compartir poemas, libros, presentaciones, novedades y todo lo relacionado con la poesía, así como nuevas direcciones.


atisbos PPRREESSEEN NTTAACCIIÓ ÓN N AAnnggeelliinnaa M u ñ i z Muñiz--H Huubbeerrm maann La poesía de Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) con títulos como Hospital de inocentes, Ética confirmada, Tierras y recientemente Donde tirita el nombre navega por mares profundos donde la palabra se manifiesta en oleajes inesperados. Una poesía que exhibe, a la vez, su humildad y su misterio, lo cotidiano y lo excelso, las cosas simples y el territorio de lo sagrado. Una poesía plena, pero interrogante. Detenida en los recovecos de las ciudades, pero admirada del movimiento. Entre la imagen de la vida y de la muerte, y el ritmo y la arritmia. Lo suave y lo áspero en combinación simbiótica. Una reflexión sobre el sentido poético que se repite para afirmarse y proponer no sus reglas sino su inatrapable libertad. Una constante pregunta sobre el porqué de la palabra descontextualizada que halla su lugar preciso en cada verso. Como si cada palabra huyera de sí misma para encontrarse en un nuevo espacio sólo por el poeta adivinado. Es esa la esperanza de todo poeta: romper las cadenas del significado y alzar el vuelo en libertad impensada. Como planea el águila por el aire. Como la nube que escapa a su forma. Como la gota de lluvia en caída vertiginosa. La poesía es una serie inagotable de preguntas que no necesitan respuesta. O que ofrecen la posibilidad de la elección personal, libre de trabas y prejuicios. Aunque la poesía esclaviza, consagra y consume. Es delirio puro, como dice María Zambrano. Y, sin embargo, ¿por qué la poesía siempre está preguntándose para qué sirve? Mas no es esa la pregunta, sino ¿por qué existe y existirá necesariamente? Cualquier oficio tiene clara su meta, mas no así la poesía que es el propio poeta el que la define y el que la interroga, desde Platón hasta nuestros días, cuando la verdad es que no debe preguntar nada. Es. Tan es poesía la poesía que se da en cualquier espacio, que deja de ser espacio para ser tiempo. Por ejemplo, en un reducido automóvil, específico, para más señas, un taxi, el poeta halla una de sus respuestas. Que tampoco será única ni total, sino triunfante en cada palabra, con la voluntad del sonido. El taxista que lleva al poeta a una situación cotidiana: el traslado de su madre a la rehabilitación diaria, tiene a su lado un ejemplar de la poesía de William Carlos Williams. De tal momento peculiar el poeta concluye: La poesía siempre es sagrada y no podemos vulnerarla. En su verdad es como está más pura la vida.

Así parte la presente selección de poemas de Santiago Montobbio: con la poesía en movimiento y un pequeño gran suceso: de lo fugaz, lo eterno. A continuación “mana la fuente de las palabras” con un tejido similar al de la telaraña: tan sólida y tan frágil a la vez, tan vital y tan mortal. La transparencia y la hiriente luminosidad sorprenden al poeta que no sabe por qué ha dicho que “la vida es una araña”, pero que lo repite para comprender que la espera en la telaraña es la muerte misma, a su vez, dadora de vida. De esas paradojas se urde la presencia poética. Por eso, “para un verdadero poeta, todo momento debería / ser poético”. No su momento, sino el momento en sí, capaz de iluminar la vida misma. Ya que la vida es una manifestación del aliento divino y como tal debería ser venerada. Por eso, el acto de la creación fue un acto poético que dio a los seres su nombre. 22

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El poeta se debate entre el alba y la noche, ciclo de la vida misma: “soy canto, soy espera, soy agua”. Y si lo es, es también la gradación de lo mínimo y de lo máximo: del insecto del monte a “Dios acaso”, del azar, de la pérdida: “El hombre es siempre un fuego último, secreto”. El fuego secreto del hombre, del poeta, está destinado a extinguirse y el símil de la vida es como los “trenes que no van a ningún sitio”, a pesar de las vías trazadas su sino, en realidad, no llega a ninguna parte. La imagen del tren, desde la infancia, atrae e interroga: ¿a dónde van los viajeros? Siempre a un fin que se borra en lontananza, a una separación y a un punto final. El andén como lugar del llanto y de la inutilidad, de la despedida y de la muerte en espera. No puede evitarse el recuerdo de los trenes de la muerte de los condenados a los campos de exterminio. La imagen del tren perdido ahonda en la niñez sustentadora, la esencia que no se olvida, permanente, con las más afianzadas raíces. La memoria acumulada en imágenes, palabras, canciones, terrores, luminosidades: “todo es infancia.” Todo es rescate de esas horas perfectas porque son inamovibles, como las vías del tren. Y de la niñez a la gran pregunta sin respuesta, al intento de una afirmación: “Dios está escondido y se pierde en el olvido.” De nuevo el camino que debe ser encontrado: el trazo de la vida esbozado por la divinidad y que no es para nosotros sino para “que le seamos de ayuda.” Dios está perdido: “Cuando lo encontremos / hay que pararse para darle compañía y aliento en su camino.” Un Dios necesitado de materialidad: “Ofrecerle vino, darle abrigo, serle compañía / y en nosotros seguir su misterioso, singular latido.” Para regresar a la poesía, única forma de hallar la espiritualidad, de ordenar el caos, de crear de nuevo el mundo. ¿Qué hacer con los poemas escritos, dados a luz? ¿Cuál es el primero y cuál el que continúa? No hay orden, sino principio de creación. ¿Cual sería la palabra primera, la irremediable? ¿Y las siguientes? Tal vez, como pensaban los antiguos sabios cabalistas del Círculo de Girona, ninguna es la primera, todas se unen en una sola palabra inmensa, sin principio ni fin, que acabarían hallando la verdaderamente importante: la clave originaria de todas, la que se atreviera a pronunciar el nombre de Dios, como fuente de la poesía. Y, reinterpretando el Génesis, “la poesía es un fondo de agua marina”, es el principio de la vida: Así los poemas van seguidos, se suceden en sus motivos y en sus ritmos, se completan y persiguen en su música. De un poema nace otro, a veces son poemas por un mismo latido hermanados, y el orden de aparición permitiría ver cuánto tienen de música que se entreteje y se anuda... La poesía es un fondo de agua marina.

Una vez establecido el mar como origen poético, el regreso al tema de la infancia es de esperarse. Por eso, “el mar está al final de algunos niños”: les da vida, los atrapa con la marea como ritmo de la vida, de la respiración, de la absoluta libertad. Un mar que les enseña el latido del amor, su cifra y su entrega. Pero el amor es difícil, a veces no responde “y es oscuro el mundo”. Recurre el poeta a las llaves perdidas, a la casa de la infancia desaparecida y al amor que escapa: 33

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... Y yo quiero amor y no lo oscuro. Pero el mundo es así, casi negro, casi fiera, casi olvido. Con su pisada grave sobre la nada me borra y me sepulta.

O bien, el amor es un encierro, un cofre perdido, estar “en la esquina de la vida”, en el olvido, en la melancolía de la pérdida y de la memoria, cuya presencia sólo se dará a partir del poema escrito, detenido en el tiempo para siempre. En el consuelo de la palabra que viene y reviene. La palabra en la que el poeta “reclina la cabeza y el alma”. La palabra que nunca acaba con el misterio porque es misterio en sí, la transfiguración alcanzada: Yo estoy al fondo de todo, al fondo de nubes y poemas, de su música, y Dios está también al fondo, aún más hondo, manantial que sigue sus propios caminos y en el arte también se transfigura.

También el poeta necesita un respiro y regresa al tránsito cotidiano, al deambular por las calles, a conocer y reconocer los pasos dados por otros, a sumarse a la soledad de los caminantes, “a atravesar la vida / como un tren que circula por una vía desconocida.” Y en ese deambular los recuerdos inciden, como el estribillo de “una canción antigua hecha astillas” y de un amor roto imposible de recomponer, pero que se amarra en la memoria y en la repetición insistente de la antigua canción. Así “el canto es triste” y su persistencia mueve y remueve. Es un ritmo imparable desde la mañana a la noche, a veces deseado, a veces repudiado. En torno al nombre es otra preocupación del poeta que sabe que, al fin de los tiempos, “llegará un día en que todos los nombres serán distintos” y que toda memoria se perderá. Que las palabras que constituyeron la expresión de cada ser carecerán de significado y nadie más las pronunciará. Será el día del silencio finalmente asumido: “y nuestra vida será nada más un pozo cegado, seco.” De ahí que “la oscuridad tiene sus normas... / y no debes romperlas”. Normas que anuncian los secretos que se esconden dentro del alma, o de los entresijos de la mente, parecidos a las callejuelas de barrios intransitados. El miedo y su desconocimiento, el respeto a la asociación entre oscuridad y silencio, e incluso la vía mística que más aprecia el valor de la oscuridad, desde el bíblico Cantar de los Cantares hasta la Noche Oscura del Alma de San Juan de la Cruz. Para llegar a los poemas últimos en torno a la fragilidad del hombre: “El hombre está allí, a medio camino de ningún sitio, / y sólo el viento de él da noticia y lo recuerda.” La fragilidad se cierra con la paradoja noche-alba que deja de serlo para fundirse en un matrimonio de contrarios y esa es la realidad del hombre. El paso unificador de los opuestos se funde en uno solo, y cotidianeidad y espiritualidad olvidan sus límites para recrearse en una sola visión que propone su armónica visión del mundo. ...Cómo puede ser esto en verdad es un misterio. Pero como una herida es cierto, y como ella viene a mis versos. 44

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El ciclo se cumple y la poesía de Santiago Montobbio se interna por cauces donde la sabia palabra regidora se escoge a sí misma y sin desechar a las demás las incluye en una evocación del misterio que constituye todo acto creador. Mixcoac, México, D.F. 13 de enero de 2011

SSAAN NTTIIAAGGO OM MO ON NTTO OBBBBIIO O:: ““EESSCCRRIIBBO OD DEESSD DEE U UN N PPRRO OFFU UN ND DO O AAM MO ORR”” ¿Cuándo, cómo y por qué escribe versos? Escribo cuando se me impone, en cualquier momento y en principio estando dedicado, también, a otra tarea: así, he apartado libros y apuntes cuando estudiaba para ponerme a escribir un buen número de poemas de corrido. He escrito en bares, en bibliotecas, y en lo que encontraba a mano: papeles, servilletas, en un sobre de carta o en un recibo (como indica el título de uno de mis textos). A veces he sentido cómo se formaban unas palabras o una música mientras andaba por la calle. La poesía es una rama civil y laica de la soteriología, la ciencia de la salvación. Porque escribo para salvarme. Escribo por necesidad y desde un profundo amor; a la aventura, con libertad, con sinceridad y generosidad, con valor y en cierto sentido también con inocencia. ¿Qué nota cuando escribe versos? Al escribir se está, sí, en un estado especial, espiritual o de conciencia o integral de la persona toda, en el que el espíritu se dilata y, con intensidad y tensión afiladas, completas, crea. Cuando escribo estoy completamente volcado en ello. Una vez me preguntaron cómo se me había ocurrido un poema. Me pareció una pregunta absurda. Y pensé: a mí en la lengua las cosas no se me ocurren: me suceden. Es exacto, y da idea de cómo se crea: cuando escribimos, estamos encarnados en la lengua, o ella en nosotros, y en esta encarnación indagamos y nos suceden las cosas, que quedan cifradas en los poemas. ¿Cree usted que la perla no se explica por la ostra (Proust)? ¿Cómo ve la relación entre su poesía y usted? ¿Cree en la inspiración? Escribimos para revelarnos a nosotros mismos, y esto quiere decir expresar lo que más profundamente somos. El resultado no tiene por qué gustarnos y puede también sorprender a las personas que tratamos, ya que, como decía Pavese, en arte no vale la experiencia, sino la experiencia interior, y ésta puede no traslucirse en el trato diario. Otras veces los poemas se nutren de elementos biográficos más externos e identificables, que quedan en ellos transcendidos. Cuando los escribía pensaba que entre mis poemas y yo no había diferencia ninguna, y también que quien los leyera sabría más de mí que quien me conociera: dos pensamientos directos, sencillos, pero que dan fe de la medida en que me he dado a mí mismo en mis poemas. Lo anoto porque pienso que es bueno tener, ante los poemas, este estado de conciencia. En una entrevista de sus últimos años, Carmen Martín Gaite afirmaba que, a la hora de escribir, a la inspiración la veía llegar con alas y todo: también yo lo siento así, y creo que está en y es la base de la creación, y que resulta indispensable. Aparte de la prueba que constituye el que artistas muy jóvenes hayan alcanzado altas cimas, me ratifica en ello el modo en que escribo: de manera fulgurante e instintiva, con gran rapidez y facilidad, en unos textos que surgen ya definitivos. 55

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¿Cuál es la función de la metáfora en su poesía? La metáfora hace a la poesía. ¿Hay quien lo dude? No creo que sea indispensable, definitorio ni consustancial a la calidad poética, como a veces se ha pretendido, una nutrida presencia de metáforas, ni siquiera de imágenes. Pueden resultar anodinas, o no producir efectos, o resultar un artificio cargante, si no se emplean con acierto; pueden, también, resultar indispensables, según el tipo de quehacer lírico. Se han de emplear entonces, cuando tengan carácter necesario y constituyan un hallazgo natural, y no como aplicación de un programa previo que las exige. En definitiva, puede haber alta poesía con un intenso uso de metáforas e imágenes, y también sin ellas. Parte de mi poesía es sobria desde un punto de vista expresivo, y espero que no por ello sea de baja calidad. Así, Manuel Álvarez Ortega, al conocerla y tras leer mi primer libro afirmó que estaba escrita “con un lenguaje muy sugerente que alcanza gran belleza y hondura con un mínimo de elementos expresivos”. Esto ha de ser, sí, posible. Recuerdo aquellas páginas volanderas que escribió Ortega con atildamiento en relación a la metáfora y López-Picó, y en las que decía que ésta es un lugar forjado ex-novo. Pero no sólo ella tiene este carácter: también puede predicarse del ritmo, ya que ha de ser nuevo, original y único para cada poema o nueva etapa de nuestra poesía, y me parece un elemento más constitutivo. ¿Qué piensa de la métrica, de la rima (consonante y asonante), y del verso libre? Borges escribió: “Como todo joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora sé que es más árduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre, Whitman”. El patrón de la rima puede proporcionar hallazgos, ser una ayuda para los descubrimientos y la creación, y el verso libre es, en cambio, un salto sin red: en su absoluta libertad encierra una infinita gama de posibilidades, y así puede encarnarse de muy diversos modos y formas, según lo exijan los poemas, su naturaleza y sus reglas de construcción interna. Creo que esta variedad de posibilidades está presente en mi poesía, y que los poemas reclaman un sucederse de formas a cada paso renovadas. El verso libre, pues, se ha de cultivar con convicción, pero también con rigor (“Ningún verso es libre para quien quiera hacer un buen trabajo”, aseguraba T.S. Eliot). Pero éste se nos impone de manera natural e instintiva al escribirlo, ya que percibimos cómo el nuevo verso libre que empleamos va disponiéndose con determinación y exactitud, sin vacilación ninguna, como siguiendo el dictado de una ley matemática precisa. ¿Valora la originalidad? ¿Por qué? ¿En qué tradición se coloca? La originalidad es consustancial a la creación, si ésta es auténtica. Forma parte de su misma naturaleza, y por ello no me he dedicado a buscarla: siento que soy inevitablemente original, ya que lo que escribo es sólo propio de mí. Una obra poética que sea una creación verdadera constituye una parcela nueva y única de la realidad, que se ensancha con ella; es un descubrimiento, y conlleva una sorpresa. Por ello, firmaría lo que escribió Oliverio Girondo en uno de sus membretes: “La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta”. Y los poemas han de resultar originales también para uno mismo. Nos encontramos con ellos como con una luz entre los dedos. Era Cernuda quien decía que había escritores que creaban su propia tradición. Ajenos a influencias, es sólo de una manera muy laxa como podrían inscribirse mis poemas en una. ¿Qué le gusta de lo que han dicho los críticos (cítelos) de su poesía? Aparte del bello ensayo que el hispanista Giuseppe Bellini ha dedicado a mi poesía, citaría los testimonios espontáneos de varios escritores: “Muy pocas veces me produce alegría contestar a los autores que me envían sus obras. Este es un caso distinto. Me hace feliz escribirle porque su libro Hospital de inocentes es muy bueno y de manera misteriosa siento que coincide con mi estado de ser cuando estoy escribiendo” (Juan Carlos Onetti); “Matilde me ha leído algunos de tus poemas. Son magníficos” (Ernesto Sábato); 66

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“Envidio la fuerza de su verso” (Miguel Delibes); “sus poemas de Hospital de Inocentes, tan hondos y hermosos” (Camilo José Cela); “salen de un pozo muy oscuro y verdadero” (Carmen Martín Gaite). ¿Tiene idea de su público? Alguna anécdota relacionada con su poesía.He escrito siempre sólo que para mí mismo, por necesidad íntima, y lo he hecho desde una profunda soledad y un independiente silencio absoluto, por lo que la idea de público resulta así ajena a mi actividad de creación, y en cierto modo hasta extraña a ella. En “No volveré a ser joven”, su poema preferido, Jaime Gil de Biedma escribe unos versos que me parecen de una gran grosería moral y me resultan horrorosos: “-como todos los jóvenes, yo vine/ a llevarme la vida por delante.// Dejar huella quería/ y marcharme entre aplausos”. Es lo último que yo querría, y, de hecho, tengo un breve poema antitético, escrito a los veinte años y en el que me reconozco por entero. Se titula “Único motivo (y verdadero) de mi silenciosa, continua retirada”, y dice así: “Me aplaudían, y nada hay más molesto”. Así, mi poesía no ha necesitado del público para nacer y existir, ni ha pensado en él, ni se ha desgañitado por buscarlo. Pero pasa el tiempo, y los poemas se van divulgando. Es algo que va por su cuenta. No tengo una idea precisa de cuál es mi público, pero quizá sea variado, según señalan los comentarios, referencias y citas que se cruzan. En principio esta divulgación, aunque insospechada y sorprendente, resulta agradable. No diré, como Cernuda, que el público es el burro de Ocnos, que siempre quiere más juncos trenzados, pero sí que de vez en cuando me doy una vuelta por internet y que a veces no salgo de mi asombro. ¿Cómo ve la relación de su poesía con sus otros oficios o actividades? Una parte esencial de mi poesía está escrita sin poder dedicarme a escribir. Las dificultades pueden no ser buenas para la presión arterial, pero, a la vez que impedimentos, pueden en cierto modo resultar estimulantes para la creación, que se convierte, entonces, en un reducto de libertad especialmente preciado y en el que nos volcamos algo clandestinos pero con pasión e intensidad, aspecto que en cierta medida se pierde en una mayor acomodación. Puede no ser una mala forma de realizar una tarea, y de cumplir con un destino. Aunque, en principio, debería resultar más propicio dedicarse a una actividad relacionada con la literatura; otras actividades impuestas pueden frustrar o hacer variar proyectos, dificultar y agredir una vocación. En uno de mis poemas narrativos aparecen unas novelas que quedan abandonadas sobre el radiador: es un dato cierto, y el tipo de impulso que las alentaba quizá pervive de algún modo en esa serie y clase de poemas, cuya materia en principio podría haberse también encarnado en cuentos. (Salvador Espriu achacaba a su trabajo el no poder dedicarse a la narrativa larga. Entonces hubiera sido, según Pla, el mayor escritor. Pero quizá no habríamos tenido sus poemas. O quizá sí -más sus novelas). He sido unos años profesor de la Facultad de Derecho, y desde algunos más lo soy de la de Filología. La creación se sitúa en un reducto tan íntimo de uno mismo, tan en sus adentros, que puede pervivir de algún modo intocada, aparte del trabajo. El Ciervo, núm. 672, marzo de 2009

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testimonios EELLTTAAXXIISSTTAAQQUUEENNOOSS

lleva hoy a mi madre y a mí a su rehabilitación diaria tiene en el asiento delantero y al lado suyo un libro de poesía de la editorial Lumen: Viaje al amor, de William Carlos Williams. Estos días yo me siento delante, porque mi madre se ha caído y se ha roto de mala manera del brazo y la han operado y tiene difíciles aún sus movimientos y así le ayudo a entrar y salir, abrir y cerrar la puerta. Pero esta vez no me atrevo a que el taxista vacíe su asiento delantero. Porque la poesía, aun en los peores momentos, siempre ha de respetarse. La poesía no puede tocarse. No puede tocársele ni una coma, ni un suspiro. William Carlos Williams es un poeta que me gusta, y este taxista tiene todas mis simpatías. Pero lo que digo es general. La poesía siempre es sagrada y no podemos vulnerarla. En su verdad es como está más pura la vida.

La fuente volverá a manar con sus palabras. A cada momento en ellas me asalto, me adivino. La vida es esta araña que dije y que me pareció no tener mucho sentido. Me teje silenciosa tras mis palabras y –no sé si lo digo bien- al final de la muerte está la espera. ***

PPAARRAAUUNN VVEERRDDAADDEERROOPPOOEETTAA,,TTOODDOOM MO OM MEENNTTO O

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D DEEBBEERRÍÍAA ser poético, dice Borges en un libro de Diálogos. Me parece añade que no sabe si esto es posible o si sería sencillamente soportable. En estos días de marzo así están siendo todos mis momentos. De modo continuo, sin descanso. El alma y la mano trabajan, es una manera de decir, porque el arte es un destino y no un trabajo. El alma, la mano, el corazón y la mirada se entrelazan los dedos en los versos y los ven en las esquinas y los adivinan más allá de las ventanas y en el árbol y en la nube y en el pájaro y así en todo momento, que es poético. La vida puede tener esta intensidad, este misterio. Estos días de marzo son el acta que de ellos levanta. Los poemas están, no engañan.

M MAANNAALLAAFFUUEENNTTEEDDEELLAASSPPAALLAABBRRAASS

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y destilan mi sustancia. La vida es una araña. No sé porqué lo digo, porque la vida es sobre todo esa fuente, esas palabras. Pero en los versos aparecen cosas impensadas. Me paro un momento y me siento en un café. Miro a través de sus grandes ventanales. (Qué suerte. Esto es ser un buen café). Quiero decir limpio, decir sencillo. Es un deseo muy hondo y verdadero este que tengo y ya lo he dicho. Ahora tomo café, descanso. Será sólo un rato. 88

SSOOYYQQUUIIEENN SSEECCOONNOOCCEEYYAASSIIEENNTTAASSOOBBRREEEELL AALLBBAA..

Soy una esperanza, una mañana. Soy la noche que en ellos canta. Soy un camino que lleva a la nada. Adioses siempre como barcos de sus puertos zarpan. Soy este olvido que cultivo y en el que me hundo, diminuto. Soy canto, soy espera, soy agua. Dime si algo de esto para vivir te basta.

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LLAANNOOCCHHEEM MEE CCO N S T R U Y E ONSTRUYE,, M MEE D DAA FFO R M A . S O Y D E L ORMA. SOY DE LAA NNO OCCH HEE..

Todo es noche. Creo que he hablado de ella en palabras previas pero poco más hay que decir sino que, simplemente, constituye al mundo. Alienta tras el paso de los días y a la nada se avecina. Al hombre cerca, le da medida. No tengo particular inclinación o deseo de ahondar en sus misterios. Pero extiende sus manos de esparto sobre el tiempo y lo penetra. Todo es noche. ***

EELLIINNSSEECCTTOOPPEEQQUUEEÑÑOOYYPPEERRDDIIDDOOPPOORREELL M MO ONNTTEEÚÚLLTTIIM MO O..

No mucho más es en la vida el hombre, oscuro. Oscuro y malherido y devorado por el tiempo y el olvido. Hoja seca, rama partida, arroyo también seco, insecto pequeño y seres ya gastados, diminutos, van dándose en él la mano y trenzando con el paso de los días su destino. Ese monte último es la nada o Dios acaso, una moneda que siempre cae de canto y fija así se queda sobre los raíles del tiempo. Allí nos perdemos. Allí vivimos. El hombre es siempre un fuego último, secreto. ***

TTRREENNEESSQQUUEENNOOVVAANN AANNIINNGGÚÚNN SSIITTIIOO,,TTRREENNEESS poblados de vida y de cansancio, trenes últimos. Continuamente los despido desde andenes sin destino. Nunca hay nadie. Es una escena que repito. Pero yo me hiero, 99

me maldigo, de semejante modo pueblo mis sueños y mis días de esos trenes sin destino. Trenes perdidos, trenes últimos. La vida es también ir en esos trenes, en algún momento de descuido en ellos subirnos y ya todo es pérdida, extravío. Ha sido un momento, pero la vida ya va por ellos conducida. La empeñamos en fingir que la ignoramos o soportamos con olvido. Pero todo trayecto al final es último, verdadera la imagen del tren que no va a ningún sitio. Esa verdad no es amable y no nos gusta. Pero en ella nos marchamos un poco más cada día, en ella en verdad vivimos. Adiós y olvido. ***

H HEEHHAABBLLAADDOODDEELLAAIINNFFAANNCCIIAAEENN AALLGGÚÚNN SSIITTIIOO..

Hay mucha literatura sobre esto, pero yo sólo la he orillado o apuntado. La infancia es pozo secreto que sustenta el mundo, aire que entonces puro respiramos y de algún modo aún nos acompaña, raíz muy última de nosotros mismos. En los compases más altos de la vida la infancia perdura. Todo es infancia. Hoy quería decirlo de un modo sencillo pero también claro, definitivo. En ella hundo mis raíces, estoy de su tierra y sus recuerdos vivos. Entre las manos, si la acaricio, tiene el mundo menos olvido. ***

D DIIOOSSEESSTTÁÁEESSCCOONNDDIIDDOOYYSSEEPPIIEERRDDEEEENN EELL O OLLVVIID DO O..

Nos ha dado la vida para que lo encontremos en sus caminos y le seamos de ayuda. A veces aparece en ellos como un mendigo. Hay que saber reconocerlo. Hay que darle la mano, sacarle del zurrón algo de queso y pan y compartirlo. eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


Darle también un poco de vino. Cuando lo encontremos hay que pararse para darle compañía y aliento en su camino. Si no estará cada vez más perdido. También podemos encontrarlo dentro de nosotros mismos, en el fondo del corazón, en sus tierras últimas. En la noche y en la sombra pero también en el alma y en la luz. Como el agua fresca que reclaman. Podemos encontrarlo adentro y hemos de hacer lo mismo: ofrecerle vino, darle abrigo, serle compañía y en nosotros seguir su misterioso, singular latido.

La poesía es también una gruta en la que sin señales ni linternas ni equipo yo me adentro. La poesía es madriguera, fuente que mana, latido que puede seguirse tal y como va saliendo. Ya lo he dicho pero quiero repetirlo: la poesía es un fondo de agua marina. En él me adentro, navego y crezco. Sobre sus pasos desando el tiempo y también avanzo. Respira el mundo y se cifra la vida. En este fondo me sucedo, me hallo. Sí. La poesía es un fondo de agua marina.

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PPOORROORRDDEENN DDEEAAPPAARRIICCIIÓÓNN::AASSÍÍEESSTTAARRÍÍAABBIIEENN

PPO ONNEERR los poemas que estos días escribo, seguidos y al hilo de como me salen, de la rueca de la poesía de su luz. Rueca antigua que de nuevo las palabras hila. Al empezar a desatarse ésta y los poemas ser cuantiosos he comenzado también a numerarlos, para que ese orden de aparición no se pierda. Porque quizá sea una indicación, un signo. Quizá, sí, estaría bien juntar las palabras en el orden en que han surgido, según la sucesión en que han brotado, agua oscura y clara. Así los poemas van seguidos, se suceden en sus motivos y en sus ritmos, se completan y persiguen en su música. De un poema nace otro, a veces son poemas por un mismo latido hermanados, y el orden de aparición permitiría ver cuánto tienen de música que se entreteje y se anuda (he utilizado ya estos verbos, pero son precisos) y se entrelaza y vuelve en sus motivos. Al fondo de esta música está la poesía. La poesía es un fondo de agua marina. 1100

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N NOORREESSPPOONNDDEESSAAM MII AAM MO ORR YY EESS O OSSCCUURRO O EELL M U N D O . MUNDO.

El latido de los días se agazapa entre la sombra. He perdido las llaves de la casa de mi infancia, de la casa en que nací y que era un río que para mi vivir natural fluía. La casa que a mi corazón se acompasaba. No está ya, la he perdido. He perdido las llaves, tu amor, la casa. Y yo quiero amor y no lo oscuro. Pero el mundo es así, casi negro, casi fiera, casi olvido. Con su pisada grave sobre la nada me borra y me sepulta ***

EESSTTOOYYEENNCCEERRRRAADDOOEENNUUNN AAM MO ORR

y soy su cifra. Estoy en una esquina de la vida. Estoy en el olvido. Alguien me metió en un cofre que encontró precioso y lo ha perdido. Era la cifra de ese amor, en el que estoy, he estado, pero ya no vivo. Porque el tiempo se persigue a sí mismo y de la noche son sus pasos. El olvido en el que estoy del todo me ha engullido. Si desierto ha sido tu amor, también la vida he perdido. No estoy en ningún sitio, eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


sino, acaso, en el recuerdo de un olvido. ***

EELLM MAARR EESSTTÁÁAALL FFIINNAALL D DEE AALLGGUUNNO OSSNNIIÑÑO OSS..

Habita su corazón y es quizá su brújula, su respiración, su ritmo, su latido. El mar está al final de todo lo que resplandece en esta vida. El mar es una infancia. El mar es la libertad, la música. Yo quiero ser el mar que te encuentre y te adivine cuando se despierte la mañana y en tu alma su ritmo seguir, como un niño que al final o en su corazón lo cifra. ***

R REECCLLIINNOOLLAACCAABBEEZZAAYYEELLAALLM MAA EENN EESSTTEE PPO OEEM MAA.. El poema es ligero, y en él el alma tampoco pesa, porque en él se canta. El alma canta en el poema. Quizá como mármol en él se esculpiera, pero también debería ser mármol ligero, un mármol vivo y que fuera sólo espíritu. El alma se cifra en las palabras. Como las formas que Miguel Ángel sabía ya dentro del mármol, las palabras están ya en la lengua. Dentro de ella, y yo tengo que encontrarlas. Este es mi deber, mi tarea. Yo no invento, descubro sólo. Descubro lo que en Dios o la lengua para mi corazón ya está cifrado. La vida tiene aún más extraños destinos, pero éste es uno: encontrar palabras a través de su música, despertarlas desde el adentro para que se encuentren dormidas y hacerlas poesía. Cada día empieza otra vez este destino.

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PPAARREECCEEQQUUEEYYAANNOOHHAAYYSSEECCRREETTOOSSPPOORRDDEECCIIRR.. Pero, si el arte es verdadero, el misterio perdura. En nosotros continúa, y en sí mismo. Es siempre plural enigma, imprevisibles caminos que como semilla en las palabras contenía. Si el alma se jugó la vida en ellas una música no se acaba en los poemas. ***

M MEEEENNCCUUEENNTTRROOEENN EELLPPAASSOODDEELLAASSNNUUBBEESS

y me escondo en el poema, o me escondo en el paso de las nubes y el poema es donde me encuentro. Así empiezo, así termino. Las palabras sobre el alma se suceden y se anudan, desde su música, de la que ya he dicho tantas cosas, como que es extraña y es única y a la vez clara y oscura, extremos que por ser ciertos repito y a los que añado que es precisa. Sobre su propio precipicio sin vacilar en ni uno solo de sus pasos camina. Me encuentro y me escondo en las nubes y el poema, en sus formas maravillosas, sucesivas. Dios acaso en ellas me dibuja con mi rostro más verdadero. Las letras de mi nombre unen y conforman. En sus formas y su música con libertad lo dicen. Yo estoy al fondo de todo, al fondo de nubes y poemas, de su música, y Dios está también al fondo, aún más hondo, manantial que sigue sus propios caminos y en el arte también se transfigura. ***

LLAACCAALLLLEESSÓÓLLOOPPUUEEDDEESSEERREENN LLIIBBEERRTTAADD RREESSPPIIRRAAD DAA..

Abandonarse a su trazado espontáneo en los paseos, a los recodos que la ciudad sólo para nosotros guardaba

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y como nuevo aire al doblar una esquina nos muestra. La ciudad es también alma. En la ciudad alentamos. Sobre esta ciudad transito, vivo y muero. En esta ciudad quiero olvidarme y esconderme, filtrarme por la rendija de una sombra que se proyecte sobre una casa modesta de su casco antiguo. A veces quisiera no tener nombre. En mi vida o esta ciudad no quiero ser por nadie sorprendido, saludado, visto. De mí mismo a mí mismo camino, como Lope, que a las soledades iba y de las soledades venía, como es sabido. Así, con mi nombre sólo por mí conocido, quiero recorrer esta ciudad y atravesar la vida. Como un tren que circula por una vía desconocida. ***

U UNNAACCAANNCCIIÓÓNN AANNTTIIGGUUAAQQUUEESSEE HHAACCEEAASSTTIILLLLAASS.. Tiene un estribillo pegadizo y ya sólo lo tararea el olvido, cuando está de buen humor, como en domingo. Una canción sobre el recuerdo hecha astillas y así mi amor, hacia ti compuesto, hacia ti tendido, como unas manos o unas albas que tejieran esa canción para ti sólo nacida y que el viento te la susurrara en cualquier momento huérfano, al doblar la esquina. Mi amor era una canción. Pero tú la has hecho astillas. ***

TTOODDOOEESSTTRRIISSTTEESSIINNOOHHAAYYCCAANNTTOO,, pero también el canto es triste. Del hombre es el último linde. Allí me llego, allí me consumo, 1122

allí me acabo. En ese final comienzo. Y todo es triste en ese canto y sin él todo es muy triste. El hombre entona perdido un estribillo que escondió de las fauces del olvido. El canto sigue, persiste. Y es muy triste. ***

LLLLEEGGAARRÁÁUUNN DDÍÍAAEENN QQUUEETTOODDOOSSLLOOSSNNOOM MBBRREESS SSEERRÁÁNN D DIISSTTIINNTTO OSS,,

y nada nos recuerde adonde vivimos. Nada dirá la infancia, ni el patio del colegio, ni el amor de los padres, ni las aventuras, ni los juegos, los hermanos. No quedará nada. Porque las cosas son sus nombres. La vida es siempre la forma en que se la nombra. -En esa forma se la congrega y se recuerda-. Pero llegará ese día en que todos los nombres serán otros, y nuestro tiempo se habrá roto, como un juguete viejo que en el desván acumula polvo, y nuestra vida será nada más un pozo cegado, seco. ***

LLAAOOSSCCUURRIIDDAADDTTIIEENNEESSUUSSNNOORRM MAASS,, LLAASS M MÚÚLLTTIIPPLLEESS

oscuridades que te nombran. Y no debes romperlas. Pide ser dicha con precisión, sin vacilar un momento seguido su ritmo, registrar exacto su latido. Has de seguir su sinuoso o brusco curso con instrumento de

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médico o de músico o acaso un escalpelo, y en tu corazón aventarla cual ceniza que perdura, no se acaba, mientras la vida dura. Las oscuridades tienen sus normas y nos nombran. Hemos de retratarlas desde dentro y respetar las tierras en que se asientan. De algún tiempo que también nos dice son la suma, la cifra, la cisterna, que el olvido llena y en silencio un día se termina. ***

EELLPPOOEEM MAAQ QUUIIZZÁÁAACCAABBAACCO ONN UUNN SSEENNTTIID DO O

D DIISSTTIINNTTO O AAAAQ QUUEELLCCO ONNQ QUUEEEEM MPPEEZZAABBAA,, pero en la vida y el poema esto ya pasa. Tienen sus repechos, sus meandros, sus contrasentidos e impulsos equivocados. El hombre se encuentra siempre a medio camino de algún sitio y nunca recuerda hacia dónde ha de retomarlo. Tiene una fruta entre las manos. Quizá es el amor, o el alba que guarda también en ellas y conserva limpia y pura para dársela a ella, si le espera. Pero no hay sentido claro. Está en medio del camino y ningún pájaro lo orienta. El hombre es viento, viento que pasa y las hojas levanta. En las hojas la vida duerme y está exacta. Son hojas resecas. Hace mucho que no saben del agua. El viento no se pierde nunca porque no tiene caminos, está siempre perdido o llega a todos sitios. El hombre

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es viento, la luna que lo acompaña, un animal pequeño que ya no se sostiene en su espera, a veces un destello en la sombra o el camino, esa sombra y ese viento que las hojas alborotan. Son ligeras, lo dije, están secas. Al hombre el agua del alma se le acaba. Dije que es viento simplemente porque el viento esparce su recuerdo. El hombre está allí, a medio camino de ningún sitio, y sólo el viento de él da noticia y lo recuerda. ***

LLAANNOOCCHHEEEESSSSIIEEM MPPRREE AALLBBAA.. E ENN LLAAVVIIDDAA,,

que es o puede ser la dicha, también está el infierno. Esto es del todo cierto. El principio de no contradicción, que asegura que una cosa no puede ser a la vez ella misma y su contrario, y que es eje filosófico, se utiliza en los juicios y mi padre recordaba que a su tío jesuita le hicieron jurar en Roma siempre defenderlo no funciona en realidad, desde una perspectiva profunda del sentir y de las cosas. La noche es alba y vivir también infierno. También el amor puede ser agua y la fiera que en ella se abreva. Así vivimos, así palpita el tiempo y somos en él su aliento. Cómo pueda ser esto en verdad es un misterio. Pero como una herida es cierto, y como ella viene a mis versos.

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zonas U UN NAA PPO OEESSÍÍAA PPAARRAA EELL CCAAN NCCIIO ON NEERRO O:: M A R Í A E L E N A W A L S H ( 1 9 3 0 2 0 1 1 ) MARÍA ELENA WALSH (1930-2011) JJoorrggee AAuulliicciinnoo

En las tres últimas antologías importantes de la poesía argentina, María Elena Walsh está incluida, mayormente con canciones. Se trata de Los cien mejores poemas de la poesía argentina, de Juan Carlos Martini Real (Corregidor, 1974), la ambiciosa recopilación en tres tomos que Raúl Gustavo Aguirre realizó para la librería Fausto en 1979, y la reciente 200 años de poesía argentina de Jorge Monteleone, publicada por Alfaguara. Martini Real, como ahora Monteleone, no hicieron diferencias entre canciones y poemas, y también incluyeron letras de tango en sus compilaciones, aunque no demasiadas letras de canciones de otros géneros populares. Es claro que María Elena Walsh recurrió a la baguala, al carnavalito y a otros ritmos folclóricos para su cancionero infantil. Pero pocas letras del cancionero folclórico figuran en las antologías de poesía argentina. Walsh, o por su enorme popularidad en las capas medias de la población urbana, o por la modernidad de su inspiración, basada tanto en la literatura paradojal de Lewis Carroll como en la imaginación del coplero (El pobre del armadillo / ‘ta muy malo en su aposento / arreglando sus cositas / haciendo su testamento), obtuvo el privilegio de que sus letras estuvieran junto a grandes poemas de la literatura argentina, un lugar que no tuvieron “La tristecita”, de María Elena Espiro, “La nochera”, de Jaime Dávalos o “La telesita”, de Agustín Carabajal, así como tampoco las antiguas coplas anónimas que 1144

ella misma cultivó: “aquel –diría su compañera, Leda Valladares– canto milagroso que habita en los ranchos y montañas del norte argentino”. Las letras que hicieron populares a María Elena son a la vez modernas y antiguas, europeas y americanas: la imaginería y el ritmo folclórico guardan misteriosas semejanzas en los dos continentes. Pero la Walsh era también una estupenda poeta literaria, formada en la poesía tradicional española y luego marcada por los cambios de lenguaje y ritmo de mediados del siglo XX. Sólo una enorme cultura podía alimentar esa enorme popularidad. En el trasluz de su figura y de su cancionero está su dimensión poética mayor. Eñe, supl. de Clarín, 14 de enero de 2011

CCO OM MO O LLA A CCIIGGA AR RR RA A TTAANNTTAASSVVEECCEESSM MEE M MAATTAARRO ONN,,

tantas veces me morí, sin embargo estoy aqui resucitando. Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal porque me mató tan mal, y seguí cantando. Cantando al sol como la cigarra después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra. Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui sola y llorando. Hice un nudo en el pañuelo pero me olvidé después eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


que no era la única vez, y volví cantando. Tantas veces te mataron, tantas resucitarás, tantas noches pasarás desesperando. A la hora del naufragio y la de la oscuridad alguien te rescatará para ir cantando.

A AH HO OR RA A A AHHOORRAACCOOM MO O UUNN ÁÁNNGGEELLAAPPAARREECCEESS y me rodeas sin decirme nada. Ángel que yo cuidara tantas veces sin saberlo, callada.

En todo lo que miro permaneces como el aire feliz de la mirada. Me parezco a tu ausencia y te pareces a mí resucitada. Porque viniste cuando me moría a devolverme a vivas caridades; porque mi noche muda se hizo día por gracia de tu voz iluminada, en esta eternidad con que me invades yo que no era, soy tu enamorada. ***

LLEEZZAAM MAA LLIIM MAA:: CCIIEEN N AAÑ ÑO OSS Q QU UEE SSO ON N D DÍÍAASS PPlliinniioo CChhaahhíínn La poesía es un acto imaginario, multiplicador y diverso. La poesía cuyo terreno no es la realidad, sino, lo imaginario—la realidad de lo imaginario--, busca en el mundo de la imaginación, las regiones que están entre la fantasía cruda, mecánica (el “fantaseo”), y las que desaparecen más allá de las 1155

últimas terrazas visibles. Busca una imaginación que, no obstante ser espontánea por el mecanismo mismo que la produce, puede tener un sentido cuyas claves no sean exclusivamente individuales, una imaginación que remita continuamente al mundo. Entre las noches profundas del racionalismo y la imaginación, la poesía pretende encontrar un fragmento de lo simbólico, tan nítidamente rescatado y brillando con una luz tan propia, que induzca a lo real a parecérsele, que induzca a la vida en situación de transformar el arte, a crear, una nueva visión, tanto del poema como de la vida misma. Tal es la preocupación del poeta cubano José Lezama Lima (1910-1976). Su objetivo no es esclarecer un misterio, para que este se vea reducido, empobrecido, a una verdad clara y distinta. Lo que preocupa a José Lezama Lima es el “eterno reverso enigmático” del mundo. En su libro La fijeza (1949), hay varios poemas en prosa que tratan de este tema, el cual, por cierto, se inscribe dentro de una concepción católica del mundo. Desde el momento—dice en uno de ellos—en que Dios (“el principio”) pareció separarse de lo Otro, los hombres se han dividido en dos grupos: “los que creen que la generosidad del Uno engendra el par, y los que creen que lo lleva a lo Oscuro, a lo Otro”. Lezama, por supuesto, comparte más la segunda creencia. El advenimiento del Cristo—que vino a traer la guerra y no la paz, nos recuerda, casi como Unamuno—trastocó las perspectivas habituales. Con él “se ponían claridades oscuras. Hasta entonces la oscuridad había sido pereza diabólica y la densidad insuficiencia contenta de la criatura”. La poesía, según Lezama trastrueca también esa simetría de opuestos. La poesía nace de la resistencia que encuentra el “súbito” (la imagen) al eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


querer penetrar en lo “intensivo” (lo real). Pero, advierte Lezama, en el mundo de la poiesis, la diferencia física, “la resistencia tiene que proceder por rápidas inundaciones, por pruebas totales que no desean ajustar, limpiar o definir el cristal, sino rodear, romper una brecha por donde caiga el agua tangenciando la rueda giradora” o como lo dice en otro poema, de manera más elíptica pero quizás más eficaz y sorprendente: “el dado mientras gira cobra el círculo,/pero el bandazo es el que le saca la lengua al espejo”. Parece, pues, evidente: la poesía no es tanto esclarecimiento como revelación, ese instante en que la imagen nos pone ante una totalidad, en que ese “bandazo” rompe con la “embriaguez viciosa del conocimiento” y nos hace vivir, ver el esplendor. Aun podría añadirse: la revelación, pero del misterio mismo. No hay claridad separada del misterio: revelar es también velar para que lo irreversible encarne, sea inteligible en el cuerpo mismo de su oscuridad. En la base de la poética de Lezama están los conceptos de lo maravilloso, de la contemplación asombrosa, de lo sobrenatural, mágico, religioso. Sustituye el concepto griego de metamorfosis (aun cuando los modos estéticos griegos y especialmente homéricos pesen tanto en su obra) por el concepto católico de transfiguración. Así, para Lezama, el alma, el espíritu, y su forma más aprenhensible, imagen, se vuelven sinónimos de poesía. La poesía, en él, es la forma de la espiritualidad y de la religiosidad, porque la poesía es lo maravilloso, lo sobrenatural, lo mágico. De ahí que se relacionen estrechamente, en su sistema misterio y poesía. Lo que provoca esta fórmula “la poesía como misterio clarísimo o, si usted quiere como claridad misteriosa”. La visión de Lezama no es la agustiniana del hombre buscando a Dios en su interior, sino, según Cintio Vitier, utilizando el sello de la semejanza, la capacidad creadora que en él es la potencia imaginativa, “para llenar ese retiramiento, ese vacío que se abre entre el ascendere (uno primordial, diada de participación, ternario que gana el 1166

testimonio) el redondear en la tetractis de los pitagóricos el venerable bostezo de lo extenso (reposo del séptimodia), y el descendere órfico del septenario”, aparición del ritmo y de la imagen, interpretada en relación con el descenso del Ser a los infiernos, que es, en definitiva, el espacio de la caída. Ahora bien, esto supone un desgarrón, una ruptura, una hostilidad, mientras que la intuición clásica del catolicismo, de Dante a Claudel, consistía en sentir esa región dolorosa como un espacio, a pesar de la caída y como a través de ella, comunicativo y resonante. Luz y aliento que permiten la transformación incesante. Una vez más lo que define la poesía de Lezama es su sincretismo donde orfismo, alquimia, taoísmo, catolicismo o gnosticismo parecen enlazar en su intento de ilustrar una visión del mundo y una poética. Así encontramos en su libro Fragmentos a su imán (1977) la noche órfica en su capacidad generatriz. Hesíodo la llamaba la madre de los dioses por su creencia, griega, de que precedía la creación de todas las cosas. En Lezama se asocian el mito órfico y su realidad de asmático, que le impide conciliar el sueño, para hacer de la noche el momento “propicio y mágico” para la creación: “noche monosilábica/con sílabas que avanzan hacia una fruta”. Noche germinadora que trae la calma y multiplica el sueño. Desde el gnoscitismo de Muerte de Narciso (1937) hasta la visión órfica de Dador (1960), la poesía de Lezama sitúa al hombre en lo que Cintio Vitier ha llamado “los dos confines”: lo estelar y lo oscuro; lo puro y lo siniestro. El bien y la ausencia que hacen que “los demonios y los ángeles se escondan sonriendo”. Es el mismo hálito que se disuelve en el espíritu y que el taoísta transforma, dentro de sí mismo, en el elíxir de la vida. eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


Todo el universo literario de Lezama—se comprende entonces—parte y regresa continuamente desde y hacia la poesía: es su intimidad con ese territorio donde las palabras mueren incesantemente para resucitar la que apuntala el resto de su producción en prosa; la que hace que hasta el más banal de sus comentarios se someta a la sabiduría analógica, establezca secretos pactos con el desordenado orden de la creación. Como los grandes místicos, como los anónimos poetas sufíes o los creadores de las Upanishads, Lezama sabe que el fin último del lenguaje es el escamoteo de las esencias, la magnificación de lo innombrable por ese perfecto ejercicio de la agonía que está implícito en toda aventura sustantiva: nombrar a la Divinidad es una tarea sin destino posible, ya que el nombre es el velo que la cubre antes que la acción que la desnuda. Y sin embargo, no debe creerse que la base ideológica católica, la versión órfica de la poesía, la visión de cierto visionarismo onírico, la convicción sustantivista del acto poético; no debe creerse que esta diversa familia que Lezama convoca desde su barroca biblioteca lo condena simplemente a una forma derivada del idealismo o del trascendentalismo; tampoco, a una práctica sustitutiva de la realidad y sus repertorios, y, mucho menos a la especulación abstracta filosofante. Aquí radica la complejidad real de su obra: en ella ocurre, al mismo tiempo que aquellas resonancias de su linaje poético, una proliferante presencia material; y, por ello, el ejercicio de los sentidos y las expansiones de la sensorialidad. Lezama no nos propone otro mundo: “es este mundo lo que su obra se propone reinterpretar, celebrar, significar.

PPO OEEM MA AA A LLEEZZA AM MA A LLIIM MA A

PPlliinniioo CChhaahhíínn

LLIIM MPPIIO OSS SSUUSS LLAABBIIO OSS EENNLLO OSS M MÍÍO OSS

su cáliz de bestia introdujo El que hubo de morir en el instante de su definición mejor

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¿En éste por qué ha de morir? Instante donde la imaginación percibe el tacto ambiguo del deseo moviendo sus abstracciones apolíneas más profundas que bellas como Epicuro tasó el placer en mil litros de fuego y Constantino se escondió en un vahído erótico y sensual que luego fragmentó en odios sueños y tantísimos crepúsculos y espejos Hoy que todavía es mañana y todavía hoy Yo José Lezama Lima he gozado tu miembro de búho entorpecido ***

AAN NTTOOLLOOGGÍÍAA D DEE PPOOEESSÍÍAA LLAATTIIN NOOAAM MEERRIICCAAN NAA CCOON NTTEEM MPPOORRÁÁN NEEAA,, SSEELLEECCCCIIÓ N D E P I E D A D B O N N E T T . ÓN DE PIEDAD BONNETT. SSaannttiiaaggoo EEssppiinnoossaa Leemos antologías de nuestro tiempo para volver a sorprendernos. Para viajar a través de las palabras y vernos desde afuera, como habitantes de un mundo extraño. La perspectiva podría mostrarnos que no éramos aquello que creíamos ser; distinto era el espacio que habitamos a diario, sus calles y sus voces, distinto y poderoso nuestro mismo lenguaje, usado y abusado hasta el cansancio. Quizás sea eso lo que nos pase con esta Antología de poesía latinoamericana contemporánea, preparada por Piedad Bonnett para la editorial Norma: vuelve a conmovernos con lo que ya conocíamos, como si asistiéramos a lo propio por primera vez. Le mide el pulso a una tradición con la mirada joven del que descubre. El recorrido, que incluye dos poemas de cada poeta, comienza con Oliverio Girando y César Vallejo. Pasa por los grandes poetas del siglo XX eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


como Eduardo Lizalde y Blanca Varela, Eliseo Diego, por aquellos que de un tiempo para acá se han vuelto imprescindibles: Coral Bracho o Aurelio Arturo, Marosa Di Giorgo o Juan Manuel Roca, y hasta rescata y redescubre voces espléndidas como las del boliviano Jaime Sáenz o el cubano Raúl Hernández Novás. La muestra termina con algunos poetas nacidos en la década del sesenta. No existe aquí la pedantería del que hace una muestra rebuscada para su autismo académico. La antología pretende, hasta donde puede, dar cuenta de lo más representativo. Tampoco existiría un afán de “americanidad” o de equidad geográfica. El libro parecería mostrarnos que la mayor gracia de esta poesía, entre el exilo y la dispersión de las estéticas, la diversidad de las lecturas, es su sorprendente cruce de caminos. Es más, en muchos casos parecería que estos poetas, más que para representar lo americano, encontraron en la escritura una alternativa para tratar de sobrellevar esta dureza atávica de nuestras sociedades y países. Pero lo más importante es que en un mundo acostumbrado a las lógicas de cuotas y de géneros, convocatorias y pequeños grupos, lecturas absolutamente necesarias pero donde puede que lo que menos importe sea la poesía, la antología de Piedad Bonnett volvería a recordarnos la importancia del criterio. Que para el vértigo o el viaje basta el poema. Incluso sospecho que a la hora de la escogencia se privilegiaron aquellos poemas “que andan solos”, que borran sus huellas de origen para volverse propiedad del lector. Como en toda muestra se podría discutir la ausencia de muchos poetas insoslayables, la escogencia misma de tal o cual poema. Pero esto es apenas natural. No existe una selección unívoca, y más en estos tiempos de permisos editoriales y balcanización de los medios culturales. Tampoco habría un libro lo suficientemente grande como para dar cuenta completa de la poesía latinoamericana, que es sin mayores discusiones una de las tradiciones más variadas y fecundas del planeta. Lo que hay que destacar de esta muestra es que asume todos estos retos con frescura e inteligencia. Desde ya puedo imaginar a los lectores jóvenes, entrando en los recintos de este libro como frente a un desván de los fantasmas. Haciéndose lectores o 1188

poetas en el asombro de estas voces extrañas que en secretos los preceden, y que seguramente los van a acompañar por siempre. La antología tiene como lado B (“Cara y cruz”), un texto de Juan Gustavo Cobo Borda detallado y preciso, con más prejuicios que la antología pero que puede ilustrar mucho al lector que comienza. A pesar de que ambos lados no parecen coincidir del todo, tanto en criterios como el carácter de la mirada, del contrapunto nace un libro necesario. Los ecos de todo continente reinventado una vez más en sus registros lingüísticos. www.revistaarcadia.com/opinion/critica/articulo/c ruce-caminos/24220

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EELL PPO OEETTAA M MEEXXIICCAAN NO O JJO ORRGGEE VVAALLD DÉÉSS D DÍÍAAZZ--VVÉÉLLEEZZ GGAAN NAA EELL II PPRREEM MIIO O IIBBEERRO A M E R I C A N O D E P O E S Í A OAMERICANO DE POESÍA H HEERRM MAAN NO OSS M MAACCH HAAD DO O

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l

poeta mexicano Jorge Valdés DíazVélez ha sido galardonado con el I Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado convocado por el Instituto de la Cultura y las Artes del Ayuntamiento de Sevilla (ICAS) y la Fundación Caja Rural del Sur, en colaboración con la Fundación José Manuel Lara. Según se ha indicado en nota de prensa, la delegada de Presidencia y Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Maribel Montaño, acompañada por los miembros del jurado, ha anunciado este fallo cuya dotación es de 12.000 euros y que supone la publicación del poemario presentado Mapa mudo en la colección Vandalia de la editorial Fundación José Manuel Lara, con una tirada inicial de 2 000 ejemplares. El jurado ha estado formado por la profesora y poeta Julia Uceda; el poeta y editor Uberto Stabile; eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


el escritor y profesor de la Universidad de Sevilla y director de la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara Jacobo Cortines; el editor y crítico literario Ignacio Fernández Garmendia; y el vicerrector de la Universidad de Huelva, Manuel José de Lara. Así, Ignacio Cortines, en representación del jurado, ha asegurado que la obra premiada destaca por "su profundidad y coherencia poética, por su multiplicidad de temas y escenarios y por tener una voz muy personal que mantiene un altísimo nivel a lo largo de todo el poemario". Al mismo tiempo, ha asegurado que supone un libro "de gran lucidez y de perfección formal". Por su parte, la delegada ha destacado la "buena acogida" de esta iniciativa, en la que se han presentado 174 obras y la "alta calidad de los finalistas". Montaño también ha querido agradecer a los miembros del jurado "de gran prestigio" su participación en la convocatoria de este premio que "tiene vocación de permanencia" y ha anunciado que la entrega del premio se realizará el próximo mes de febrero en el convento de Santa Clara. El ICAS convoca este premio, que nace con el objetivo de promocionar la creación poética en el ámbito iberoamericano, en el que la ciudad de Sevilla reconoce un nodo central de su historia y su presente. Además, el premio rinde homenaje a dos de sus más insignes hijos, los poetas Antonio y Manuel Machado, en el año en que la ciudad de Sevilla asume la presidencia de la Red de Ciudades Machadianas, abre sus puertas al mundo la Casa de los Poetas de Sevilla, y se organiza la correspondiente edición del Otoño Cultural Iberoamericano promovido por la Fundación Caja Rural del Sur. Trayectoria del autor Javier Valdés Díaz-Valdés nació en Torreón, Coahuila, México, el 24 de septiembre de 1955. Ha publicado 12 libros de poesía desde Voz temporal 1199

(La Habana, FCBC, 1985) hasta Otras horas (Santander, Cantabria, Quálea editorial, 2010). Se le ha otorgado el Premio Latinoamericano Plural (1985), el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1998) y el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007). Parte de su obra está incluida, entre otras, en las antologías: Ruido de sueños. Panorama de la nueva poesía mexicana (México, El Tucán de Virginia, 1995); Cien años de sonetos en español (Madrid, Hiperión, 2000); La coma de la luna. Antología de poesía mexicana 1945-2005 (Bogotá, Común Presencia, 2005); Tan lejos de Dios, poesía mexicana en la frontera norte (México-España, coedición de la Universidad Nacional Autónoma de México y Baile del Sol (2010). Como miembro del Servicio Exterior ha sido Director del Centro Cultural de México en Costa Rica y del Instituto de México en España, países donde además fue consejero cultural. También ha servido en las embajadas de México en Cuba y en Argentina, y en el Consulado General de su país en Miami, Florida. www.20minutos.es, 10 de enero de 2011

N NA AD DIIEE VVOOLLVVÍÍAAÍÍTTAACCAA,,AASSUUSSM MÉÉD DAANNO OSS

de bruma evanescente, al sol que la traspasa y a las calles que mi memoria soñó hermosas. Degusté el sexo de los higos, la pulpa de un dátil, el cálido resplandecer de la aceituna. Fui un extranjero entre los míos. Nadie advirtió que tras la máscara tallada por la espuma, iba yo, el heroico (ese mendigo sin sombra que salió una noche de lágrimas al mar) Ulises, el pródigo en historias vuelto del más allá de su leyenda. Antes que el alba, regresé a la costa y enfilé al sur. No reconoceré los muelles a donde vaya mi deliro. eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


Sólo sabré que estuve en Ítaca para reinar sobre mi espectro. La Jornada Semanal,núm. 825, 26 de diciembre de 2010

EELL M MÁÁSS CCO ORRAAZZO ON NAAD DO O JJoorrggee VVaallddééss D í a z V é l e Díaz-Vélezz

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iguel Hernández, viento del pueblo, poeta autodidacta, natural de Orihuela, pastor de cabras, intelectual y militante activo de las causas de la democracia que defendió en las zanjas y en las trincheras de la República quebrantada fue, al decir de Claudio Rodríguez, “el más corazonado de los hombres”. Su obra construyó el relámpago que, a un siglo de su nacimiento, sigue deslumbrando a sus lectores. En las dos orillas del Atlántico, Miguel Hernández continúa siendo el rayo que no cesa de iluminar una tradición que en él se renueva porque, encima de los tópicos, mantiene vigentes su furiosa frescura, su proximidad y cercanía. Su lenguaje poético, tan novedoso en el momento, por su relación directa con el mundo rural y urbano; su participación en la convivencia humana; su admiración por el Góngora más culterano, además de su maestría en el dominio de los metros clásicos; la dureza de su expresión, su utilización de tantos términos no poéticos por definición; su aspereza de barro con el que se simbolizó y desde el que alzó el discurso de un lirismo superlativo; su ética y compromiso políticos; su trabajo en los frentes de batalla; su dignidad incorruptible también en los presidios, impregnan la acción de este enorme “corazonado”. O, para decirlo en la tradición mesoamericana, de este hombre “del corazón endiosado”.

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Si bien sus primeras incursiones en las letras fueron marcadas por los clásicos del Siglo de Oro, Javier Díez de Revenga, uno de sus más prestigiados estudiosos, apunta que cuando Miguel empieza a formarse uno de los modelos literarios que sigue es el de Jorge Guillén. También afirma que su primer libro, Perito en lunas, de 1933, publicado en Murcia, está influido por Cántico, de Jorge Guillén, publicado cinco años atrás, en 1928. Podríamos añadir que esta decisiva influencia, como muchas otras adquiridas en su corta vida literaria, fue un incentivo que, sin embargo, no anuló la claridad expresiva de Miguel Hernández, quien sólo en diez años consiguió consolidar una voz poética personal y original. Ésta se afianza sobre un tríptico existencial que lo acompañará en su breve trayectoria, cuyos años de joven adultez fueron marcados por el entorno de la Guerra civil y sus posteriores períodos en la cárcel. Poetas como Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia han señalado además que la obra del gran poeta orielense: “gira en torno a tres temas básicos: la vida, el amor y la muerte. Estas tres heridas que marcan al poeta son en realidad una sola a fin de cuentas”; y cito: “Llegó con tres heridas:/ la del amor,/ la de la muerte,/ la de la vida.// Con tres heridas viene:/ la de la vida,/ la del amor,/ la de la muerte.// Con tres heridas yo:/ la de la vida,/ la de la muerte,/ la del amor.” Después de estas doce líneas, nada se ha escrito en nuestra lengua que no se hubiera apuntalado sobre estos tres pilares y sus derivaciones. En ellos se sostienen y confrontan la realidad existencial y su significación íntima, a la vez que abierta y plural, en el cuerpo de las letras contemporáneas. La vida como pulsión del Eros que desafía a la muerte, y el amor como sustancia y disparador de la conducta humana. Las penurias de los años madrileños, trabajando en la editorial Espasa Calpe por un salario modesto, le dieron la posibilidad de acercarse a diferentes vertientes de la poesía de su época, superando con mucho, en su producción propia, a las modas y posiciones facilistas y cómodas de una comunidad de autores a la que criticó por su indiferencia o abierto rechazo, y por su falta de solidaridad.

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Una solidaridad que defendió hasta impregnar con ella los actos de su vida, que es decir de su obra literaria enriquecida por su relación con autores como Alberti, María Teresa León, García Lorca, Aleixandre y Neruda, quien además ayudó a la sobrevivencia de su familia, cuando Hernández fue confinado a los calabozos del franquismo. Lamentablemente nunca sabremos qué hubiera sucedido si, como Ángela Figuera, Cernuda, GilAlbert, León Felipe, Rejano, Garfias, Max Aub, María Zambrano, Prados, Larrea, Bergamín, Xirau, Gaos, Remedios Varo, Buñuel, Díez-Canedo y tantos otros creadores, Miguel Hernández hubiera llegado a México para hacer de ésta su segunda patria y seguir edificando aquí su obra en libertad. Es en el cautiverio del sentenciado a muerte donde escribe uno de los poemas más conmovedores, al enterarse que su esposa sólo se alimentaba de cebollas en el tiempo de la lactancia de su segundo hijo. Junto con la “Elegía” a la muerte de su amigo Ramón Sijé, quizá el mejor de sus poemas, seguirá siendo referente de esas tres heridas que marcan la entraña de su producción. “Nanas de la cebolla” es obra de un autor que contaba entonces con sólo veintinueve años. Para finalizar esta breve intervención, me voy a permitir citarlo, porque creo que para sus lectores de España y de México nada es más importante en un homenaje que dar la voz a quien aquí nos ha reunido: “La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre./ Escarcha de tus días/ y de mis noches./ Hambre y cebolla,/ hielo negro y escarcha/ grande y redonda.// En la cuna del hambre/ mi niño estaba./ Con sangre de cebolla/ se amamantaba./ Pero tu sangre,/ escarchada de azúcar,/ cebolla y hambre.// Una mujer morena,/ resuelta en luna,/ se derrama hilo a hilo/ sobre la cuna./ Ríete, niño,/ que te tragas la luna/ cuando es preciso.// Alondra de mi casa,/ ríete mucho./ Es tu risa en tus ojos/ la luz del mundo./ Ríete tanto/ que mi alma al oírte,/ bata el espacio.// Tu risa me hace 2211

libre,/ me pone alas./ Soledades me quita,/ cárcel me arranca./ Boca que vuela,/ corazón que en tus labios/ relampaguea.// Es tu risa la espada/ más victoriosa,/ vencedor de las flores/ y las alondras./ Rival del sol./ Porvenir de mis huesos/ y de mi amor.// La carne aleteante,/ súbito el párpado,/ el vivir como nunca/ coloreado./ ¡Cuánto jilguero/ se remonta, aletea,/ desde tu cuerpo!// Desperté de ser niño:/ nunca despiertes./ Triste llevo la boca:/ ríete siempre./ Siempre en la cuna,/ defendiendo la risa/ pluma por pluma.// Ser de vuelo tan alto,/ tan extendido,/ que tu carne es el cielo/ recién nacido./ ¡Si yo pudiera/ remontarme al origen/ de tu carrera! // Al octavo mes ríes/ con cinco azahares./ Con cinco diminutas/ ferocidades./ Con cinco dientes/ como cinco jazmines/ adolescentes.// Frontera de los besos/ serán mañana,/ cuando en la dentadura/ sientas un arma./ Sientas un fuego/ correr dientes abajo/ buscando el centro.// Vuela niño en la doble/ luna del pecho:/ él, triste de cebolla,/ tú, satisfecho./ No te derrumbes./ No sepas lo que pasa/ ni lo que ocurre.” La Jornada Semanal, núm. 795, 30 de mayo de 2010

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PPU UBBLLIICCAA LLAA U UN NAAM M AAFFLLUUEEN NTTEESS,, D DEE PPU R A L Ó P E Z C O L O M É URA LÓPEZ COLOMÉ Diversos ensayos en torno a la poesía y las artes plásticas, son reunidos por la poetisa y ensayista Pura López Colomé (Ciudad de México, 1952) en su libro Afluentes, publicado por la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Equilibrista. Dividido en tres capítulos, el libro ofrece la visión de la autora acerca de la obra de diversos poetas de largo aliento. Analiza el quehacer del irlandés Seamus Heaney, de Hilda Doolittle y Paul Celan, así como de los eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


mexicanos Octavio Paz, Nobel de Literatura, José Emilio Pacheco y Juan Carvajal. López Colomé dedica la última sección a dos pintores connotados: Phil Kelly –recién fallecido- y Frida Kahlo, así como a algunas artistas representativas de la pintura mexicana del Siglo XX. Se trata de un texto de madurez intelectual, donde la prosa alcanza grandes revelaciones. El libro ofrece datos antes inadvertidos y certidumbres icásticas a la manera de un poliedro iluminado. Afluentes también representa una culminación reflexiva para la maestra Pura López Colomé, una poeta y ensayista que se cuenta entre las mejores de la lengua española del mundo contemporáneo. Este volumen incluye un poema dedicado por la autora a Juan Carvajal, intitulado “Para siempre”', mismo que escribió con la intención 'de animarlo en el supuesto tránsito hacia la salud en que se hallaba', como refiere ella. López Colomé y sus versos son una prueba de que los vasos comunicantes de ambos poetas en realidad, probaron ser sólo un eco del Anima mundi. Será por ello que la obra de esta autora mexicana ha sido ampliamente reconocida. Ella escribió: “Pongo el oído ahora, entonces, / contra tu pecho: El yunque y el martillo / marcarán el tiempo. / Tu corazón, metrónomo de tantas estrategias / ex nihilo, / ensordece los gritos de mi infancia. / Silba… Y así, su verso sigue”. El Informador, Guadalajara, 5 de enero de 2011

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LLAA PPO OEESSÍÍAA,, U UN N EEJJEERRCCIICCIIO O PPAARRAA PPO OCCO OSS Quien escribe poesía lo hace desde un principio. J.LÓPEZ

La prosa y la poesía discurren por caminos muy distintos en lo que respecta al mercado; Mientras que la narrativa intenta llegar a todos los lectores, el género lírico está dirigido a un público mucho más especializado, incluso Octavio Paz decía que en el 2222

fondo la poesía es una práctica que funciona como una sociedad secreta, es decir, unos poetas se leen a otros, porque aunque México tiene una producción riquísima textos, siempre ha tenido un número limitado de lectores. “La única limitación de la poesía es que hay muy pocos lectores, pero creo que es un género bastante permeable a la realidad de nuestro tiempo y a las mutaciones sociales”, explica el poeta jalisciense Jorge Souza Jauffred sobre la situación del género literario. En Jalisco, Ciudad de México, Tijuana, Monterrey, Nayarit, Estados Unidos, China, Alemania, España y “en cualquier parte del mundo el poeta, el que hace poesía sabe que su trabajo no repercutirá en las masas. No es una situación particular de un país, Estado, ciudad o región, sino que siempre la poesía ha sido de minorías”, agrega el también titular de Literatura de la Secretaría de Cultura (SC) de Jalisco. Quien escribe poesía lo hace desde un principio, “interiorizando que no se trata de un arte masivo, consciente o inconscientemente”, señala Luis Vicente de Aguinaga, poeta tapatío, con más de 20 años de trayectoria. Como sí podrían serlo el cine o la música popular. “El éxito editorial y la novela van de la mano, así viene dado desde los inicios de la literatura”. Sin embargo, Luis Vicente descarta que se trate de un ejercicio que realicen “los elegidos” o “alguna élite”, “simplemente no es para muchos. Es como cuando se te antoja cocinar; uno prepara un platillo para un par de amigos, para unos cuantos, no invitas a todo mundo. Porque la poesía al igual que la cocina, tiene un proceso ceremonial”. No se trata tampoco de que los tirajes editoriales del género lírico sean pocos, aunque tampoco alcanzan el volumen de la narrativa. “Son tirajes diferentes, pero nadie puede lanzarse de manera eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


suicida a hacer grandes tiradas de poesía porque las evidencias nos dicen que no hay tantos lectores como quisiéramos”, afirma Souza Jauffred. Por ello, señala que cualquier iniciativa o estrategia destinada a difundir la poesía será bienvenida. “Me gustaría que se leyera más poesía en el autobús, en un café, en un bar. Es más complicado leer un capítulo de una novela que un poema. Por eso, a veces creo que la poesía es un género portátil, creo que para este tiempo de prisas es la mejor lectura, como los microrrelatos”. Sin alarmas encendidas Que la poesía sea un nicho para minorías o que ocupe un lugar sagrado –que no tiene nada que ver con lo religioso-, “no debe escandalizar a nadie, en la medida que la poesía a diferencia de la novela o de la traducción, incluso de otras actividades como el guionismo de cine, la lírica no exige la misma duración del esfuerzo, porque no puedes escribir una novela durante una noche, cuando un poema sí. Tampoco exige la misma especialización técnica como es el caso de la escritura de un guión para cine o un libreto de teatro. Mientras que un verso, aunque esté escrito en una servilleta, existe. No necesita musicalizarse, dramatizarse, publicarse para ser, ya lo es así como está. Por ello, se trata de una vocación económica”, apunta De Aguinaga. Objeto sofisticado Aunque la poesía puede ser un ejercicio “primitivo” como expresa De Aguinaga, también puede utilizar otros recursos. “Como la pintada con spray en bardas, o distribuida por internet, como hace muchos años en tiempos de los dinosaurios fue casi con sonidos guturales. Lo cual no se puede hacer con un cuento, una novela, un reportaje. No se puede difundir así de golpe en un espacio donde la lea alguien que no sabe nada de esto”.

hombre. Es un género que no tiene público, tiene lectores. Eso sí, es un sector fiel y como otras manifestaciones del arte, la poesía llena una necesidad humana. La posibilidad de que por sí sola modifique la conciencia humana es un poco remota, pero sí satisface en los lectores algo que no tiene definición”, añade. La poesía local En Guadalajara la creación poética se mantiene viva, latente, gracias a la vocación desmedida que desde hace algunos años han estado practicando Ángel Ortuño, Luis Armenta, Hugo Plascencia, Leticia Cortés, entre los más jóvenes, “pero hay otra generación de autores entre los 50 o 60 años de edad, que tiene relación con poetas emergentes como es el caso de Ernesto Flores, que considero de lo destacable”, añade Luis Vicente y agrega que en la Entidad destaca el trabajo de poetas como Raúl Bañuelos, Jorge Esquinca, Karla Sandomingo, Ricardo Castillo, Raúl Aceves y Patricia Medina. El dato De los lectores mexicanos sólo el 2% prefiere leer poesía, mientras que el 11% opta por las novelas y el 7% elige el género del cuento, según se expone en el apartado de Literatura de la Encuentra Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales, documento que cada año realiza el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). 

La única limitación de la poesía es que hay muy pocos lectores, pero creo que es un género bastante permeable a la realidad''. Jorge Souza, poeta. El éxito editorial y la novela van de la mano, así viene dado desde los inicios de la literatura''. Luis Vicente de Aguinaga, poeta El Informador, Guadalajara, 2 de enero de 2011

No recala en el pensamiento humano Por alguna extraña razón la poesía viene desde el comienzo de la historia y nada la interrumpe: “ni catástrofes naturales y tampoco las causadas por el 2233

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PPEERREE GGIIM MFFEERRRREERR RREEGGRREESSAA AA LLAA PPO E S Í A C OESÍA CO ON NU UN N LLIIBBRRO O EESSCCRRIITTO O EEN N SSEEIISS D DÍÍAASS VVííccttoorr FFeerrnnáánnddeezz

El mal tiempo suele inspirar a veces buena literatura. Mientras el pasado año la lluvia y la nieve caían sobre Barcelona, el académico Pere Gimferrer escribía los versos de su nuevo libro, Rapsodia, editado por Seix Barral. Ese “poema unitario”, tal y como lo llama su autor, es también el regreso de una de las más intensas voces poéticas de nuestro tiempo, alguien de quien el escritor Octavio Paz dijo que es “un poeta joven, un poeta dueño de esa perfección que sólo lo joven tiene”. El volumen, dividido en 17 secciones, según explicó ayer su autor, “fue escrito en seis días”. Sin embargo, Gimferrer pasó varios meses, de enero a octubre, corrigiendo el texto, algo con lo que intentó mejorar el aspecto rítmico y la imagen de las palabras. Todo ello hace que la lectura recomendable para el poemario sea “de una sola tirada”. El gran poema que forma esta Rapsodia es, según su autor, “un compendio de todo lo que he podido vivir”, añadiendo también en los versos referencias a algunas de sus lecturas o películas favoritas. De esta manera, podemos encontrar referencias a escritores de la talla de Góngora, Dante, Proust o Cernuda, entre otros, sin olvidar el cine de Buñuel o de Cocteau. Otro elemento de Rapsodia es el uso de cultismos. «Siempre procuro que haya un grupo de cultismos, palabras documentadas». A este respecto, el autor de «Arde el mar» recordó a Foix, como poeta que empleaba cultismos y registros más 2244

populares. Gimferrer habló también de su sistema de trabajo, recordando que «la poesía consiste en guiar la palabra, hacerla existir de una manera autónoma». El poema surge a partir de un sonido en la cabeza «donde va más rápido que escrito a mano. Su ritmo es demasiado rápido». Luego se organizan las imágenes en el sentido lógico con el que serán captadas por el lector. Haciendo balance de su producción poética, Gimferrer reconoció que «cada libro es diferente, pero no ha ido variando la actitud ante la palabra». Una tarjeta para apuntar los versos Rapsodia no es el primer poema unitario en verso libre, escrito por Gimferrer. Anteriormente había publicado La muerte en Beverly Hills (1968), L’espai desert (1977) y Aparicions (1982). Entre los autores que más le han influido destacan desde Dante, Góngora a Ausias March, pasando por Baudelaire, el último Rimbaud –el de «Iluminaciones»– y Neruda, entre muchos otros. - Respecto a si está escribiendo de nuevo, comentó que ayer mismo por la mañana acabó un poema corto de catorce versos, que había empezado hace seis o siete días. «Pero no sé si haré otro libro», aseguró Gimferrer. Al poeta le gusta escribir en casa o en la calle, aunque tenga que utilizar, por ejemplo, una tarjeta para apuntar unos versos. La Razón, 19 de enero de 2011

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U UN N JJAARRD DÍÍN N CCO ON N SSAAPPO OSS D DEE VVEERRD DAAD D JJaavviieerr PPéérreezz EEssccoohhoottaaddoo Gil de Biedma, en Al pie de la letra, sostenía que su actitud respecto a la poesía coincidía con la que Marianne Moore, con distancia y precisión, había formulado en su poema 'Poesía': «A mí también me disgusta./ Al leerla, sin embargo, con absoluto desdén, uno descubre en/ ella, después de todo, un lugar para lo genuino». Añade Gil de Biedma otros versos, que corresponden a la primera y más larga versión del eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


poema, y parafrasea: «la finalidad práctica de la poesía reside en la creación de jardines imaginarios habitados por sapos de verdad». La publicación en castellano de la Poesía completa de Marianne Moore (St. Louis, 1887-Nueva York, 1972)' no sólo es un acierto editorial, sino toda una operación de justicia literaria, que sin duda va a tener una repercusión inmediata entre los lectores de poesía y los mismos poetas de este país, puesto que se trata de una indiscutible obra maestra. Marianne Moore pertenece al modernismo norteamericano, un movimiento que plantea la imperiosa necesidad de una poesía moderna, alejada tanto del romanticismo y su sentimentalidad, como del realismo. En ese movimiento, T.S. Eliot es el pope que pontifica sobre quién y qué es lo que responde a esa idea de modernismo, y lo que debe ser publicado bajo esa etiqueta, sobre todo a través de sus 'London Letters', que fue publicando en la revista 'The Dial', de NY, y luego en 'The Criterion', que él dirigió con criterio firme. El núcleo duro que forma este movimiento -un grupo de escritores casi exclusivamente neoyorkino- lo componen hoy nombres ineludibles de la poesía occidental: la propia Marianne Moore, T. S. Eliot, Wallace Stevens, William Carlos Williams, A. Kreymborg, e.e. cumming, Mina Loy, Gertrude Stein y el mismísimo Pound, que fue el verdadero aglutinante de todos ellos y el que puso en contacto a escritores y pintores. Marianne Moore, interviene en la poesía de su tiempo combatiendo el realismo mostrenco del siglo anterior y se coloca frente esa tradición de poesía sentimental elaborada por mujeres «poetisas», que cultivan la sentimentalidad como un ámbito casi exclusivo de ellas. A Marianne Moore, por el contrario, hay que situarla en ese otro lado de 2255

las «antipoetisas», más aceptado estéticamente y cuyo antecedente era Emily Dickinson. La ocupación y preocupación de Olivia de Miguel por Marianne Moore viene de lejos -ya nos había dado un anticipo en su antología Pangolines, unicornios y otros poemas-, por lo que la traducción de esta Poesía completa es un trabajo meta, que la traductora ha coronado con exquisita dedicación y éxito en una etapa de la más alta y empinada montaña. Se ha especializado Olivia, al parecer, en textos complejos. Recuerdo ahora, por encima, su traducción de los retorcidos relatos de Barry Hannah, 'Como almas que lleva el diablo', o su 'Banco de la desolación', narraciones de H. James del que los propios americanos decían que escribía en una lengua que no era el inglés-, y, para colmo, esta 'Poesía completa de Marianne Moore', poemas de extrema dificultad contra los que otros se han estrellado sin remedio. Contextualización La edición que ha traducido, prologado y editado Olivia de Miguel sigue la que, en 1967, con ochenta años, la propia Marianne Moore adopta como definitiva de su Poesía completa. La autora -decisión que respeta la traductora- sigue unos criterios de selección y corrección muy estrictos, y restrictivos, lo que nos permite deducir que esta edición que ahora se publica en castellano es la que recoge mejor que ninguna otra el juicio maduro y meditado de la propia Moore. Esta y otras noticias que contextualizan la obra se dan en el prólogo a esta edición, en la que, además, se aportan otros materiales muy útiles para la lectura y entendimiento de la poesía de Moore: un brillante epílogo de T. S. Eliot y una extensa entrevista que la autora concedió a Donald Hall sobre el proceso de su creación y las interferencias con la propia autobiografía. Marianne Moore, que estudió Biología aunque le gustaba la medicina, se quedó en la poesía para suerte de sus lectores; pero sus estudios y sus pasiones contagiaron sus poemas de manera decisiva. Nadie en la poesía moderna occidental posee una voz más original. Sus fuentes eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


son, por supuesto, literarias, pero, sobre todo, provienen de ese espectáculo que es la naturaleza en sus variadas formas. Marianne Moore, que por encargo de Auden tradujo al inglés las Fábulas de La Fontaine, usa en sus poemas una amplia panoplia de bichos y demás parientes, cuya conducta observa a través de un microscopio moral y literario: el jerbo, el pangolín, el pelícano fragata, el erizo, el buey ártico, el tigre, el camaleón, el caracol... Parece recurrir, con este método, a ese recurso, tal vez idealista, de considerar la Naturaleza como un modelo todavía vigente para los humanos, al menos como fuente de observación y conocimiento. Ese es el jardín de la poesía con sapos de verdad dentro, con sapos morales, tal como lo entendía Gil de Biedma; con animales que, como el jerbo, una pequeña rata del desierto, «no posee nada sino la abundancia»; como el pelícano fragata, «el más romántico de los pájaros», que es capaz de neutralizar el poder constrictor de la pitón; como el cisne -de engañoso plumaje-, que demuestra en su belleza material «que el rey ha muerto». Otra vez aflora la vieja discusión: ¿La Naturaleza imita al Arte? ¿Son los animales un espejo en el que todavía podemos contemplarnos? En otros poemas, recurre a objetos, tapices, cuadros emblemáticos o anécdotas de la Historia para bucear en ese espacio plástico, material y narrativo. Como nieta de un pastor presbiteriano, su estricta moral, a través de ese gran espejo de la Naturaleza y la Cultura, le lleva a replantear muchas situaciones que para los comunes mortales pasan desapercibidas. Su postura literaria y moral es de una novedad, de una modernidad apabullante. Suena, finalmente, en esta traducción, un castellano en el que se mantiene la distorsionada sintaxis del original, la particular y modernista disposición tipográfica del poema, en el que brilla, 2266

como un lomo de caballa, la imagen plástica, el encabalgamiento feliz, la aliteración juguetona, el hipérbaton necesario, la observación minuciosa, la cita oportuna, la sentencia rotunda: «El estudioso estudia/ voluntariamente, negándose a ser menos/ que un individuo./ 'Da su opinión y la mantiene'”. La Rioja, Cultura, 2 de enero de 2011 ***

M MAAN NU UEELL U ULLAACCIIAA,, PPO OEETTAA D DEELL TTIIEEM MPPO O R a ú l O l v e r a Raúl Olvera

Foto: Lourdes Almeida

Sería allá por agosto de 2004 cuando una tarde, no teniendo algo mejor que hacer, me detuve ante una librería de viejo. A diferencia de las grandes urbes, en las ciudades medianas como la mía no hay muchos libros y los pocos que se encuentran no ofrecen interés. Después de tentalear entre pilas de libros y llenarme las manos de polvo, ese polvo fino que se acumula entre las hojas y que tanto perjuicio causa a los pulmones, aparté la pesca del día con extremo sigilo, casi como si alguno me observara para arrebatármela. Entre las redes de mis dedos habían quedado atrapados tres esbeltos e incautos volúmenes, dos en inglés, creo que novelas, y uno de poemas en español, publicado por la unam. No es común encontrar, especialmente en el norte de México, libros de la Universidad Nacional en virtud de la pésima distribución, aunque, a decir verdad, lo eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


que me atrajo hacia aquel cuadernillo de pastas claras fue abrir la primera página y encontrarme con una dedicatoria, de puño y letra del propio autor, con fecha de abril de 1993: A Armando Oviedo este primer libro de su amigo Manuel. En el colofón se asentaba el título del volumen, La materia como ofrenda, con fecha de publicación en marzo de 1980. El nombre del autor era Manuel Ulacia. No era la primera vez que me topaba con ese apellido de francas resonancias vascas. No sé por qué pensé en Luis Ignacio Helguera. Por encima de la calidad de los poemas, con el obligado epígrafe de Borges y la dedicatoria general (A mis amigos), aquel modesto cuadernillo me intrigaba por la intimidad escueta de la letra, trazada con una caligrafía sobria de estilo americano, en cursivas desde luego, reforzada por una elocuente raya, escrita al bies bajo el nombre de Manuel. Todos estos elementos me hicieron sospechar un verdadero hallazgo. La lectura de esa noche sólo confirmó mi corazonada. Ya desde es-te su primer poemario, Ulacia tenía una voz propia, mesurada y expresiva, cualidades más bien raras en un joven poeta, de ninguna manera un primerizo. Meses después, hurgando entre saldos de la editorial El Tucán de Virginia, me topé con la primera edición de Origami para un día de lluvia (1990), uno de los poemas de gran aliento más notables en español de las últimas tres décadas. Las preferencias íntimas del poeta que ya barruntaba se confirmaron, al igual que se cumplieron ciertas promesas y atisbos presentes desde su primer libro. Lo que no sabía es que desde julio de 2004, James Valender tenía preparada una edición bajo el título de Poesía (1977-2001), con la totalidad de la obra en verso de Ulacia (1954-2001), la cual no vio la luz sino hasta octubre de 2005. Cuarenta y siete años tenía el poeta cuando perdió la vida en un accidente muy extraño (he ahí la semejanza con Helguera), aun hoy en día se desconoce si fue suicidio, asesinato o auténtica muerte accidental. Simplemente se metió a bañar al mar en Zihuatanejo y jamás habría de salir con vida. Dado 2277

su carácter liberal y afición por los vapores y el mundo árabe, no sería raro que Ulacia estuviera enfermo (como Sarduy, Arenas, Foucault y tantos otros) y que sólo hubiera querido adelantar el fatídico desenlace. En el libro, Valender declara la existencia de un archivo de texto, titulado “Primeros poemas”, donde Ulacia efectuó una depuración radical de sus primeros libros, La materia como ofrenda y El río en la piedra (Pre-Textos, 1989). Sus siguientes poemarios, Origami para un día de lluvia (Pre-Textos, 1991 y, posteriormente en traducción italiana, Neopoesis, 1995) junto con El plato azul (Ditoria, 1999), incluyendo igualmente obras inéditas como Arabian Knights and Scottish Mornings y Otros poemas. De cualquier modo, Valender, editor y amigo cercano, no pecó por defecto sino por exceso. Al parecer, el autor quería dejar una versión algo más recortada de su etapa inicial. Valender se escuda en la indeterminación al pretender averiguar cuál hubiera sido el último designio de Ulacia y cuánto más material habría podido legar si no hubiera desparecido de forma tan intempestiva. El tiempo parece ser un concepto central en la poesía de Manuel Ulacia. Origami para un día de lluvia, su mayor obra, está relacionada con el término japonés on que implica la idea de obligación, compromiso, deuda, lealtad, gentileza, dulzura, amor. Esa era precisamente la relación del poeta con la vida: a la vez de deuda, dulzura y amor. A partir de los versos: “Esta lluvia que bate los cristales/ es la misma de ayer”, Ulacia establece una reiteración que va confiriendo unidad al poema. El tiempo, su propio tiempo, desde la niñez hasta la edad adulta, desde la frescura primera hasta la época no precisamente de la desilusión, pero sí del interminable repetirse de escenas e imágenes, signa los límites, la extensión misma de la obra. Casi con un ritmo tan vertiginoso como el del pincel y la tinta eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


china cuando éstos infieren sobre la inmaculada superficie del papel, modificándola por medio de acciones deliberadas y accidentes, donde el Azar inscribe sus propias líneas, el estilo del poeta, el andamento mismo el poema, se va desenvolviendo, erigiéndose a la vez como consagración y remate de la vida, el inicio y el fin de un ciclo, una línea circular, perfecta, que en realidad carece de principio o término. No fue sino hasta noviembre de 2009 cuando tardíamente, debo confesarlo, me fue posible revisar el volumen con su obra poética reunida. La lucha por conquistar un respeto y dignidad ante sus preferencias alternativas se hace sensible en sus obras. Hubo tantos entre los Contemporáneos (Villaurrutia y Pellicer marcadamente) que no supieron enfrentar en forma pública sus inclinaciones. Otros, como Salvador Novo y Luis Zapata, han hecho incluso teatro de sí mismos. Algunos más, como Monsiváis y Pitol, se administran con discreción. Para Ulacia, no obstante, educado en la alta burguesía y de familia peninsular, no fue fácil, si bien, al final, logró superar el reto. La Jornada Semanal, 23 de enero de 2011

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JJO OSSÉÉ M MA AN NU UEELL M MA AT TEEO OG GA AN NA A VVIIIIII CCO ON NCCU UR RSSO O IIN NT TEER RN NA ACCIIO ON NA ALL D DEE EEN NSSA AYYO O SSIIG GLLO O XXXXII Mateo Calderón, miembro del comité editorial de elpoemaseminal, ha obtenido el galardón por su trabajo En el umbral de Antígona. Notas sobre la poética y la narrativa de José Revueltas. El premio, otorgado por la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) , El Colegio de Sinaloa (Colsin) y Siglo XXI será entregado el 3 de marzo en la Feria 2288

Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM). Enhorabuena, amigo. ***

N NO O VV EE D DA AD D EE SS H HAACCÉÉLLD DAAM MAA,, D DEE JJU ULLIIO OH HU UB BA AR RD D M Mééxxiiccoo,, CCoonnaaccuullttaa,, 22001100

H HU UB BA AR RD D,, LLA AR REED DEEN NCCIIÓ ÓN NO OLLVVIID DA AD DA A JJaavviieerr SSiicciilliiaa Pese a nuestra época, que ha perdido su relación con sus raíces espirituales; pese también al jacobinismo que mantuvo en las márgenes a la poesía de inspiración católica, ésta continúa fluyendo hoy en día. Julio Hubard es uno de sus más altos representantes. Aunque parco, como su admirado Juan de la Cruz, al grado de habernos dado sólo dos libros, Presentes sucesivos (1989) y Una turba de gente adorable (1992), Hubard no ha dejado de producir. Recientemente, en 2009, nos ha entregado un nuevo libro, Hacéldama. La palabra, aparentemente críptica para una época que perdió su tradición espiritual, guarda una profunda referencia evangélica: “Campo de Sangre” (Hagel dema, en arameo), nombre que, según el Evangelio de San Mateo (27, 3-8), se le dio al Campo del Alfarero después de que se adquirió, con los 30 denarios que Judas arrojó en el templo, para “sepultura de extranjeros”. Una tradición posterior (Hech. 1, 18-19) dice, en voz de San Pedro, que, en realidad, Judas compró ese campo “con el precio de su iniquidad [...] cayó cabeza abajo, reventó [...] y se le salieron las entrañas [...] de modo que el campo se llama en su lengua Akeldama (Campo de Sangre)”. Hubard, sin embargo, no elige una u otra tradición. Toma las dos y con un verso que juega con diferentes metros, una fina ironía, característica eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


de su temperamento, y una intención apofática, es decir, que sólo menciona alusivamente su fuente, su Hacéldama se vuelve el mundo moderno en donde la traición se vincula con la condición extranjera del hombre de fe en el mundo de hoy. Traicionado Cristo, al grado de que, como lo dice en su graciosa y terrible “Epístola a Santa Teresa”, “las íntimas moradas [se han vuel to] pocilgas/ y el castillo, un multifamiliar./ Ropa tendida en los pasillos, barandales,/ niños mugrosos y desatendidos, plásticos/ que cubren las ventanas interiores”, su presencia –escribe en el canto II de “Campana de ceniza”, que alude a la misa dominical– se vuelve, para el hombre de fe, la búsqueda de sus signos en medio del desastre: “Es toser y rezar,/ es orar y rascarse/ los codos, las narices/ entre la pelotera de las almas/ que avan za por el pan.// Todos [...] culpables y llorosos [...] por el crujir y el humo/ de unas velas baratas.// La lumbre es breve, irrepetible el crepitar/ del pabilo, tam bién irrepetible,/ las velas del altar las mismas, desde niños.” Allí, en esa pocilga interior, en esa iglesia reducida a un tumulto de velas y “sonsonetes nasales y salvíficos”, surge de pronto el encuentro genial, el descu brimiento del misterio de la salvación en el pobre vestigio de la luz irrepetible del pabilo: “La lumbre es un desastre/ común. Y purifica./ Mira la vela: el aura/ de su lumbre/ vuelve líquido el aire,/ maleable la madera.” En medio de un mundo donde las mediaciones visibles se han convertido –a fuerza de ser interpretadas por la con ciencia racional y traicionadas por la ignorancia– en la triste cotidianidad que nos rodea, la mirada poética de Hubard logra descubrir la redención donde todo parecía ocultarla. Lejos de la expresión ideológica del catolicismo y su lenguaje trasnochado, pero enclavado en su sustancia, su poesía es el testimonio de una redención que, como en la noche de la resurrección, es sólo perceptible para aquellos extranjeros que, en el hacéldama del traidor, han adelgazado su alma y, al contemplar el milagro, vueltos hacia la pureza 2299

olvidada piden su pre serva ción: “Señora de los girasoles/ reza por todos nosotros/ y entre tus flores/ llévate/ algo/ de esta deriva oscura,/ y sálvalo de mí/ y de todos los pecado res.” Tarea ardua –de allí quizás la par quedad de su obra– y llena de una fe desnuda que en la conciencia de la traición no deja de contemplar el pequeño mi lagro de la redención. Lo dice en su poe ma “Hölderlin descrito por el carpinte ro Zimmer”, donde el poeta –alter ego de Hubard–, después de haber revelado la ver dad del mundo, “que las fuentes de la vida/ están envenenadas; que los frutos/ de la sabiduría son nueces secas [...] vuelve al asombro/ y va y se sienta al sol, de nuevo, un rato”. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca. La Jornada Semanal, núm. 787, 4 de abril de 2010

AALLGGAAIID DAA,, D DEE EED DU UA AR RD DO O LLIIZZA ALLD DEE M Mééxxiiccoo,, CCoonnaaccuullttaa,, 22001100

De la poesía de Lizalde se desprenden la fuerza y la belleza, una profunda preocupación estética y una búsqueda por empatar las referencias cultas y las tradiciones clásicas con el rompimiento de la métrica contemporánea; sorprende ante todo el sentido de poder que la música de sus versos le da a la poesía. Algaida hace una revaloración del mundo natural y de su fascinación por el universo, además en esta obra expone las metamorfosis que inevitablemente sufre el hombre. “Algaida” significa duna de arena. “Dunas somos”, afirma Lizalde, “nos lleva el viento para reconstituirnos después, en otro lugar”. Eduardo eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


Lizalde ha escrito en forma constante y elocuente, y es un poeta que sigue cultivando el decasílabo, las formas clásicas de la poesía y el verso libre.

H HEERRIID DAA LLU UM MIIN NO OSSAA,, D DEE M MIIN NEER RVVA A M A R G A R I T A V I L L A R R E A L MARGARITA VILLARREAL

SSAATTO ORRII,, D DEE LLEEÓ ÓN N PPLLA ASSCCEEN NCCIIA AÑ ÑO OLL

Minerva Villarreal habló con Zócalo sobre su más reciente producción poética y el arte de actuar en el mundo interior para lograr la poesía. “Herida Luminosa”, su nueva obra, es una llaga de espera, un respiro que transita entre el amor, la partida, el deseo y la divinidad. “Es un solo poema fragmentado, es un escrito al amor, del amanecer al vacío. Creo que para llegar a un sentido de la trascendencia es justamente en esa zona en donde se puede trabajar por verdadero amor, recuperar su plenitud”, comentó. La poeta logró palabras radiantes, sin una coma, sin un punto, completamente puras. “El poema consta de 37 fragmentos hilados, no tienen quiebre”, respondió. ¿Cómo surgió esa herida incandescente?, ¿en qué parte de su obra poética se encuentra? Minerva responde que Herida luminosa mana de todos lados, del cuerpo, desde dentro. “Es ingresar en lo femenino, en el otro lado de las cosas”. La autora describe su obra como un “desgarramiento que lleva a otra cosa, una exploración, la trascendencia”. Villarreal comentó que está muy contenta porque su libro inédito, Tálamo, ganó el Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz 2010. El 22 de septiembre será la ceremonia de premiación. “Empecé a escribirlo hace mucho, forma parte de La condición del cielo, publicado en 2003”, informó.

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EELL PPR REEM MIIO O SSA AB BIIN NEESS T TIIEEN NEE SSU U SSA AT TO OR RII La traducción de la palabra japonesa “satori” indica que ésta significa “iluminación”. De ser así, entonces el Premio Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines para Obra Publicada puede presumir, desde el viernes, de estar bien iluminado: Satori, poemario autoría del escritor tapatío León Plascencia Ñol, fue elegido como ganador del certamen. Y además de iluminado, el premio también puede sentirse protegido: dada la calidad de los poemarios, el jurado calificador también concedió el primer lugar a Perros muy azules, autoría de Claudia Hernández. El jurado calificador de esta emisión del certamen estuvo integrado por David Huerta, Elva Macías y Marcelo Uribe. Tras revisar las 20 obras que entraron al concurso, los poetas tuvieron que partir su veredicto debido, argumentaron, a la originalidad y excelente riesgo de cada volumen, que además se distinguen por la seriedad y riqueza en sus propuestas. Con esta decisión, el importe del premio, dotado con 300 mil pesos, será dividido en partes iguales entre ambos autores. Satori fue publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2009. En aquel entonces, Plascencia Ñol explicaba que el volumen se escribió en tres tiempos: en las playas de Jalisco, en Colombia y en una estancia que tuvo en Japón. Del proceso, el poeta explicaba que “fue algo azaroso. Jamás pensé escribir poemas en el Pacífico jalisciense, Colombia y Corea. Al final, lo interesante fue ver la relación que hay entre los distintos pasados, que tratan de ser iluminados desde los textos”. Milenio, 7 de noviembre de 2010 3300

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Largo aliento Ante la pérdida y el amor el pensamiento delira. En segundos, cientos de palabras inundan la cabeza y se pelean por llegar a la garganta. Algunas lo logran y nacen con una voz emocionada, con un tino que lesiona a otros o a sí mismo. Pero a veces la fortuna bendice al verbo y lo coloca en la mente y en los labios de un poeta. Es el caso de Minerva Margarita Villarreal, quien expuso sus ideas como un tornado de sensaciones e imágenes que se condensaron en eellp pooeem maasseemmiinnaall 114499//eennee..22001111


un poema de largo aliento. La tarde del martes se presentó la obra en la Feria del Libro. Blanca Lozano, promotora de bibliotecas, abrió el evento, invitando al público para que conociera la obra de la galardonada poeta. Posteriormente, la poeta Claudia Berrueto presentó un breve ensayo al que tituló “La Tristeza que se Ilumina”. La escritora dijo que el poemario es una “declaración de amor en llamas” y que se trata de hallarse en “ese perderse”, entre lo bíblico y lo erótico. La presentadora encontró tres elementos:

maternidad, erotismo y pérdida. “Cicatrices que sueñan con ser herida de nuevo”. Llegó el turno de la autora regiomontana, ganadora del premio internacional de Poesía Jaime Sabines. “La herida que provocó este libro fue la herida del lenguaje”, dijo. Para la escritora el lenguaje es “todo y nada” y señaló que le gusta trabajar con ello. En vez de hablar sobre su obra, la poeta leyó unos alucinantes versos, cargados de imágenes. La escritora tomó la invitación a la Feria del Libro con un festejo en sus logros poéticos. Zocalo.com, 16 de septiembre de 2010

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