'Los pepes' capítulo libro 'Así matamos al patrón'

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Los Pepes «El único grupo paramilitar que ha existido en Colombia son Los Pepes» —Berna

Recibí una llamada que me llenó de alegría. Merchán, el secretario de Fidel y Carlos Castaño me decía que me invitaban a cenar a Montecasino, la lujosa vivienda y cuar­ tel general en Medellín de los hermanos Castaño, cabezas visibles de los paramilitares en Urabá, Antioquia y Cór­ doba. Le pedí al mayor Danilo González que me acompa­ ñara a la cita. Luego del efusivo saludo a Fidel y Carlos Castaño, les presenté al mayor González. Los hermanos me confirmaron que habían regresado a la ciudad dis­ puestos a enfrentar a El Patrón. Intercambiamos algunas noticias y cualquier co­­ mentario relacionado con el conflicto contra Escobar. Aun­ que habíamos avanzado bastante, la fortaleza de Pablo era sorprendente: poco antes había asesinado en Mede­ llín al capitán Posada37, comandante de la Dipol (Dirección de Inteligencia de la Policía). El destacado oficial vivía en

«El 19 de diciembre de 1992, un grupo de veinte hombres hizo estallar va­­rias cargas de dinamita camuflada entre cantinas de leche frente a la re­­sidencia del capitán Fernando Posada Hoyos, jefe de Inteligencia de la Sijín en Medellín. Posteriormente, hombres armados irrumpieron en la residencia y remataron a tiros al oficial. Pablo Escobar participó perso­ nalmente en el ataque». Fuente: diario El Tiempo, en edición de diciem­ bre de 1993. 37

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el sector de Laureles; Pablo llegó con más de veinte hom­ bres, rodearon la vivienda y pusieron una poderosa bomba en la puerta. Cuando el capitán salió, aturdido por el im­­ pacto, El Patrón en persona le disparó más de veinte tiros y abandonó el lugar con toda tranquilidad. El incidente cau­só mucha zozobra en la opinión pública de Antioquia. El gobierno también estaba muy preocupado y nervioso. El fiscal General (Gustavo de Greiff) fue más allá y tildó a los integrantes del Bloque de Búsqueda de cobar­ des e ineptos, un señalamiento muy injusto teniendo en cuenta todos los ingentes esfuerzos que se habían hecho. Fidel Castaño sugirió al mayor Danilo González, repre­ sentante del presidente César Gaviria en esa reunión y enlace del Cartel de Cali, que se creara una organización que aglutinara no solo a todos los que habían sido afecta­ dos por Escobar, sino también a los que no estaban de acuerdo con sus métodos terroristas y a los que querían una Colombia en paz y armonía. Después de varios minutos de silencio, Carlos Cas­ taño propuso que la organización se llamara «Los Pepes» (Perseguidos por Pablo Escobar) y todos estuvimos de acuerdo; el menor de los Castaño agregó que, «más ade­ lante los Pepes serían la continuación del proyecto con­ trainsurgente y que solamente habría que cambiarle el nombre por AUC (Autodefensas Unidas de Colombia)». Se decretó que el comandante de la organización sería Fidel Castaño, que Carlos Castaño se encargaría de los operativos y yo me encargaría de recopilar la informa­ ción y de las relaciones con el Cartel de de Cali, además de organizar a las otras personas que estaban colaborando. 100

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El mayor Danilo González nos comentó que hacía poco se había reunido con el presidente de la República y con el ministro de Defensa, quienes lo habían autori­ zado para utilizar los métodos que fueran necesarios para acabar con Escobar; ellos se encargarían de desviar y de ocultar cualquier investigación. Carlos Castaño propuso que se enviara un comu­ nicado a la opinión pública que anunciara la creación de la organización de los Pepes38 e invitara a la ciudadanía a colaborar y a que se uniera a ella; también debíamos lle­var a cabo una acción contundente que marcara su lanzamiento. Terremoto era uno de los caballos más costosos y finos de Colombia y se encontraba en una pesebrera, pro­ piedad de Roberto Escobar, en un sector llamado El 12, cerca de Manizales. Un comando de Los Pepes lo hurtó y lo trasladó a una pesebrera del municipio de Sabaneta, perteneciente a un ganadero afectado por los desmanes de Pablo, en donde un médico veterinario lo castró. Lue­ go lo dejaron tirado en el intercambio vial La Aguacatala con un letrero que rezaba: «Este es Terremoto, propiedad

«El 31 de enero de 1993 aparecen Los Pepes (Perseguidos por Pablo Es­­ cobar), y anuncian una guerra a muerte contra el delincuente. En su primera acción, dinamitan la casa campestre de la madre del jefe del Cartel de Medellín en El Peñol (Antioquia). También se atribuyen el estallido de dos carros bomba en El Poblado, cerca a las residencias de los familiares del capo». Fuente: diario El Tiempo, en edición de diciembre de 1993. 38

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del siniestro Pablo Escobar. Atentamente: Los Pepes39». El hecho tuvo un gran cubrimiento mediático por parte de los diferentes medios de comunicación. Pablo en su re­­ fugio vio las noticias y con rabia ordenó a sus hombres que llamaran a los noticieros para anunciar que cubriría a Colombia de muertos y sangre. A los Castaño les llegó una información que de­­ cía que Pablo se iba a trasladar a una finca ubicada en el municipio de Venecia, en el Suroeste antioqueño. Mon­ tamos entonces un operativo con el Bloque de Búsque­ ­da. Para llegar al lugar había que cruzar el caudaloso río Cauca, pero solo disponíamos de la frágil canoa de un pes­cador de la zona, quien hizo varios viajes para cruzar a los hombres. En el último recorrido debía cruzar en com­ pañía del comandante del operativo, el mayor Riaño, co­­ nocido con el seudónimo de Andrés pero, debido al peso del arnés, el fusil y la munición que llevaba el alto ofi­cial, se hundió en las caudalosas aguas del río. A pesar del gran esfuerzo que hicieron los hombres que integra­ban el comando fue imposible rescatarlo, y después de tres días de angustiosa búsqueda, varios pescadores en­­con­ traron su cadáver flotando en el río Bolombolo. Mien­tras tanto, en algún lugar de Antioquia, Pablo Escobar cele­ bró la muerte del valiente oficial. «El 1 de febrero de 1993, Los Pepes asesinan a un obrero y dejan sobre su cadáver un mensaje que señala: “Por trabajar para el narcoterrorista mata niños Pablo Escobar. Por Colombia, Los Pepes”. Este fue su primer ajusticiamiento». Fuente: diario El Tiempo, en edición de diciembre de 1993. 39

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El esfuerzo conjunto de las autoridades y las fuer­ zas que integrábamos Los Pepes empezó a dar resultados: varios de los hombres clave de El Patrón empezaron a caer: el Palomo, Tyson, Tilton, Truquia y Conavi. Tam­bién le destruimos varias de sus propiedades más costosas; en una bodega ubicada en la zona industrial de Guayabal, al sur de Medellín, Pablo tenía ocultos sus vehículos más valiosos, entre ellos un Ford modelo 1930 avaluado en un millón de dólares. Destruimos todos los carros con varios rockets. Un estadounidense, coleccionista de vehículos antiguos, llevaba varios años tratando de ubicar el Ford 1930 para adquirirlo; luego de ver el estado en que quedó, lloraba como un niño, gritaba que se había cometido una infamia contra la historia. En cuanto al seguimiento de Escobar, el Chapulín, experto en comunicaciones, se reunió con el teniente Bo­­ lívar, alias Frecuencia, quien había hecho un curso en telecomunicaciones en Israel. El gobierno estadouniden­se también había donado algunos equipos de interceptación de comunicaciones, pero debido a la irregular topografía antioqueña, los equipos fallaban al dar la ubicación des­de donde se emitía la señal. Sin embargo, gracias a su ha­bi­ lidad, capacidad y persistencia, los dos técnicos empeza­ ron a reducir los márgenes de error. La cacería de Pablo Escobar continuaba de ma­nera implacable: cada día su margen de maniobrabilidad era más limitado gracias a la alianza entre el gobierno y Los Pepes. Desafortunadamente, en un clásico de fútbol entre el Me­­dellín y Nacional, los hombres de El Patrón logra­ ron de­­tonar un poderoso carro bomba contra un camión 103

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de la Policía que prestaba la seguridad a dicho evento40. Mu­­rieron diez policías y más de tres civiles, y hubo alrede­ dor de veinte heridos. El presidente, indignado, presionó a las auto­ridades para que se obtuvieran resultados contra el capo. Como Pablo Escobar recrudecía cada vez más su ola de violencia, el mayor Danilo González citó a una reu­ nión urgente en Montecasino; el objetivo era evitar a toda costa que Escobar instalara una bomba más, por lo que se inició una intensa labor de Inteligencia. En la carrera 70 de Medellín, cerca al estadio Ata­ nasio Girardot, en un patrullaje de rutina junto a varios de mis hombres de seguridad, descubrí que en uno de los negocios de la zona se encontraba Alejandro Arrieta Po­­ lanía, alias Boliqueso41, uno de los hombres cercanos a Escobar. Llamé, vía radio, al Bloque de Búsqueda y des­ pués de rodear el lugar lo capturamos, lo sometimos a un intenso interrogatorio y empezó a colaborar con las autoridades. «El 3 de diciembre de 1992, a cinco cuadras del estadio Atanasio Gi­­ rardot de Medellín, un carro bomba explota y mata a 10 agentes y a 3 civiles; 17 ciudadanos y 2 agentes resultan heridos. El hecho se atribu­ye a una retaliación del cartel por la muerte de Johny Edison Rivera Acosta, alias El Palomo, uno de los hombres de confianza de Escobar». Fuente: diario El Tiempo, en edición de diciembre de 1993. 40

«Alejandro Arrieta Polanía, alias Boliqueso, conocido también como El Gato y El Costeño, fue capturado en Medellín por el Bloque de Bús­ queda de Escobar, el pasado 3 de noviembre y trasladado bajo estrictas medidas de seguridad a la Cárcel Modelo en Bogotá. Las autoridades indicaron que Boliqueso hace parte de la organización que encabeza Alberto Castaño Molina, alias Chopo, quien está encargado de la seguri­ dad de Escobar». Fuente: diario El Tiempo, febrero 12 de 1993. 41

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Boliqueso nos entregó la caleta donde había es­­ condidos más de 5.000 kilos de dinamita y dos vehículos listos para su detonación; también señaló al responsable de conseguirla en Ecuador. Cuando el Bloque de Búsqueda fue a capturarlo, este opuso re­­­sis­tencia y murió en el ope­ rativo. Gracias a los datos apor­­tados por el Boli le dimos de baja a alias El Canoso, el encargado de las finanzas. El cerco sobre El Patrón se estaba cerrando cada día más. Ante esta situación, Escobar tomó una decisión drástica y desesperada: se refugió en un apartamento en el barrio Conquistadores, junto con su esposa e hijos. No volvió a salir y cerró todas las comunicaciones. Como re­­ sultado, durante casi dos meses, no se volvió a tener nin­ gún rastro o pista de Pablo Escobar. A los dos meses doña Herminia Gaviria, la madre de Escobar, recibió una llamada en clave a su teléfono –interceptado por el Bloque de Búsqueda–: «El pintor Bo­­ tero la invita a su exposición, donde siempre». De inmediato se armó un gran operativo para se­­ guirla: ella abandonó su residencia en El Poblado, con­ cretamente cerca al centro comercial San Diego y abordó un taxi que le dio varias vueltas al parque El Poblado, tal vez para tratar de eludir cualquier seguimiento. En el ope­ rativo participaron unos veinte vehículos, que se turnaban para no generar sospechas. El taxi finalmen­te paró en la calle Colombia, cerca del estadio Atanasio Gi­­rardot. Doña Herminia ingresó a un reconocido restauran­­te de la zona; el mayor González ordenó que entrara una pareja al si­­ ­tio; luego de varios minutos de espera, llamaron para de­­ cir que el objetivo no estaba en el lugar. De inme­diato el 105

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restaurante fue allanado y para nuestra sorpre­sa, este tenía otra salida a una calle adyacente. De doña Her­minia no había rastros; con habilidad había logrado eludir al Blo­ que de Búsqueda y a Los Pepes. Pero no éramos los úni­ cos: algunos de los hombres de Escobar intentaban por todos los medios comunicarse con él, estaban desespera­ dos y nadie les respondía. Nuestros esfuerzos no fueron en vano: El Patrón se vio forzado a utilizar correos humanos, especialmen­te mujeres, quienes dejaban las cartas y notas en un pues­to de ventas ambulante en la Avenida Oriental42. Des­pués de intensas labores de inteligencia, interceptamos uno de los correos, y ante el temor de que pudiera ser ubicado en su refugio, Pablo abandonó abruptamente el lugar. La Fiscalía General le brindó protección a la es­po­sa e hijos de Pablo Escobar ante la negativa de asilo por parte de los gobiernos de Estados Unidos y Alemania. La fami­ lia de El Patrón se alojó en un edificio llamado Al­­tos del Campestre, propiedad de Pablo, ubicado en el exclu­sivo sector cercano al Club Campestre de Medellín. Cin­cuen­ ­ta hombres del CTI (Cuerpo Técnico de Investi­gaciones) adscrito a la Fiscalía General de la Nación les brindaban protección; dos hombres de dicho cuerpo in­­vestigativo identificados con los códigos de Diamante 1 y Diamante 2, transmitían información al Bloque de Búsqueda y a las fuerzas que integrábamos Los Pepes. Por su parte, el Cha­ pulín y el teniente Bolívar, alias Frecuencia, mejoraban Una de las vías que sirve de conexión entre el sur y el norte de Medellín. 42

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cada día los equipos de radiogoniometría, o localizadores de señal. Camilo Zapata era un reconocido narcotrafican­te, dueño del famoso Castillo de Marroquín en Bogotá. En ese momento se encontraba oculto en la ciudad de Me­­ dellín por un conflicto con algunos antiguos socios; era muy aficionado al esoterismo y a menudo consultaba bru­ jas y santeros. A diario hablaba con su adivina de cabece­ ­ra, quien le leía la carta astral y lo orientaba sobre lo que debía hacer. Por lo general, le recomendaba tomar unos baños con hierbas y recitar en voz alta una oración a un babalao, una especie de sacerdote en la san­tería cubana. Camilo Zapata habló con su adivina desde un te­­ léfono móvil y el teniente Bolívar captó la señal. Según la información, estaba ubicado en la zona rural del mu­ni­ cipio de Copacabana, al norte de Medellín, en áreas mon­ tañosas y de difícil acceso; la señal solía caerse varias veces y perderse, pero gracias a nuestra persistencia, se logró ubicar el punto exacto en un mapa. El Bloque de Búsqueda montó un gran operati­vo para capturarlo. Ya sabíamos que siempre a las doce del día, Camilo Zapata hablaba con su adivina. Ella le dijo ese día que los astros estaban en su mejor posición: Jú­­ piter y Marte estaban alineados, y como él era de signo Aries, iba a tener un día muy positivo. El vehículo que llevaba los equipos de ubicación avanzó hasta el lugar desde don­de se emitía la señal. Camilo hablaba con su adivina cuando notó algunos movimientos extraños: era demasiado tarde para él. Trató de huir pero estaba com­ pleta­­mente rodeado; lo conminaron a que se rindiera pero 107

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respondió con un arma de fuego. Acto seguido fue dado de baja por los policías del Bloque de Búsqueda43. Lo más exitoso de la operación fue comprobar que los equipos localizadores de señal sí funcionaban y que las brujas y adivinos solo sirven para engañar a los más incautos. Había llegado la hora de obtener resultados más efectivos. El mayor Danilo González y varios ofi­ciales se reunieron con todos los que pertenecíamos a Los Pepes. El objetivo era diseñar un plan que obligara a Esco­bar a cometer un error para que, de esa manera, dela­tara su ubi­ ­cación. Después de escuchar algunas sugerencias, acor­ damos lanzar una granada de fusil contra alguno de los apartamentos que estaban vacíos en el edificio don­de re­­ sidía su familia. En efecto, lanzamos la granada con un fusil Galil 5.56, la cual causó un gran estruendo. La familia de Es­­ cobar, asustada, envió varias cartas a través de correos humanos, algunos de los cuales fueron interceptados. De­­ safortunadamente ellos también desconocían dónde se encontraba El Patrón, pero a partir de ese momento Pablo cambió de estrategia de comunicación y comenzó a ha­­ blar con su hijo vía radio.

«Al lado de José Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, Zapata había acuñado desde 1980 una inmensa fortuna que en la última dé­cada fue penetrando 180 compañías de diversa razón social para lavar dine­ro, producto de los embarques de cocaína al exterior. Por eso los agentes del Bloque lo consideraron hasta el viernes pasado, cuando cayó aba­ tido por la Policía en Medellín, uno de los traficantes más poderosos de la organización del cartel de Medellín». Fuente: diario El Tiempo en edi­ ción de diciembre de 1993. 43

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Usaban una tabla de códigos y señales para tratar de confundir a quienes los escuchaban. Diamante 1 y Diamante 2 –los hombres infiltrados dentro del esquema de seguridad de la familia de Pablo Escobar– informaron que su hijo se comunicaba casi a diario con su padre, por lo general entre las seis y las ocho de la noche. Gracias a la primera conversación, los equipos de ubicación indicaron que la señal provenía de un recono­ cido colegio y seminario ubicado en el barrio Boston44, al oriente de Medellín. Cuando rodeamos el lugar e hicimos un registro minucioso del sitio, nos dimos cuenta de que no había rastro de Escobar, y sentimos frustración y des­ contento. Una vez más los técnicos Chapulín y Bolívar dijeron que, debido a la topografía de la zona donde ha­­ bía montañas muy altas, la señal rebotaba y podía indi­ car algún lugar equivocado. Había algo que nos generaba cierta tranquilidad, tal vez la certeza de saber que Pablo estaba en algún si­­ tio de la ciudad y que por el momento no la abandona­ ría. Aunque El Patrón continuaba hablando con su hijo vía radio, los ingentes esfuerzos de los técnicos no lo­gra­ ban ubicar con exactitud desde dónde se emitía la señal. Por fin su persistencia dio resultados: según los equipos de interceptación, Pablo Escobar estaba ubicado en el occidente de Medellín, en una zona rural conocida como Belén Aguas Frías. En esa extensa región, sembrada de pinos, hacer Inteligencia era muy difícil ya que había muy poca población. El barrio Boston se encuentra al costado oriental del centro de la ciu­ dad de Medellín. 44

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A pesar de los obstáculos del terreno, logramos determinar que Escobar estaba en una humilde casa, jun­ to con una señora que le cocinaba y una bella joven de las comunas de Medellín. Solo había dos vías de acceso al lugar y estaban en muy malas condiciones, una por el barrio Belén y otra por el corregimiento San Antonio de Prado. Montamos un gran operativo para llegar por vía aérea y terrestre; participaron casi quinientos hombres. Cuando Pablo hablaba con su hijo se ubicaba en lo más alto de la montaña. Por eso cuando los cuatro helicópte­ ros sa­­lieron de la Escuela de Policía Carlos Holguín, el ruido de las aeronaves lo alertó y huyó tan deprisa que abandonó el radio y una pistola 9 mm. Registramos la zona con ayuda de perros especia­ lizados. Algunos campesinos que conocían bien la re­gión estaban asombrados, pues jamás se imaginaron que en esa humilde vivienda estuviera escondido Pablo Esco­bar. Al finalizar la intensa búsqueda, no teníamos ningún ras­ tro de él. Además, a las seis de la tarde, la zona se cubría con una espesa neblina que dificultaba mucho la búsque­da. Ante el desespero, los generales ordenaron que la zona fuera bombardeada. Por su parte, El Patrón iluminaba su recorrido con una pequeña linterna de bolsillo. Caminó casi diez horas hasta que llegó a la vía que va desde Santa Fe de Antio­ quia hasta Medellín, abordó un taxi que pasaba en ese momento y saludó al conductor. Le preguntó cómo es­­ ta­ba todo y el taxista le respondió: «En las noticias infor­ maban que Pablo Escobar estaba completamente rodeado en Belén Aguas Frías y que su captura sería inminente». 110

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El Patrón, con una sonrisa, dijo que eso era lo que siem­ pre decían, y el taxista –ignorando por completo quién era su pasajero– le contestó que estaba de acuerdo con él y agregó: «Pablo es casi invencible». En los días posteriores, los secuaces de Escobar llamaron a las líneas telefónicas habilitadas para recibir información ubicadas en la Escuela de Policía Carlos Hol­ guín. Decían que Escobar estaba en algún centro comer­ cial o en alguna iglesia, a toda costa querían desinformar y desviar cualquier dato sobre El Patrón; otros decían que se encontraba oculto en la Alcaldía de Envigado cuyo bur­ gomaestre, Jorge Mesa, era un aliado incondicional de Escobar. Por su parte, Carlos Castaño quería enviar un men­ saje contundente: los que se atrevieran a apoyar a Pablo Escobar, morirían. Por eso resolvió utilizar a uno de sus suicidas o «suizos45» (como se denominan en el bajo mun­ do). Un joven llamado Óscar Iván Rave Corrales, alias Marcos, proveniente del barrio veinte de Julio, ubicado en la comuna nororiental de Medellín, tenía una enferme­ dad terminal y antes de morir quería dejarle una casa a su humilde familia. Carlos Castaño le compró un traje ele­ gante y una corbata; además le proporcionó una podero­sa ametralladora MP5 con dos proveedores, cada uno con capacidad de treinta disparos de 9 mm. El sicario entró a

Sicarios suicidas entrenados por Carlos Castaño para cometer asesina­ tos, como los de Bernardo Jaramillo Ossa, candidato presidencial de la UP, y Carlos Pizarro, comandante amnistiado del M-19. Estos crímenes fueron ordenados por Carlos y Vicente Castaño. 45

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la Alcaldía de Envigado haciéndose pasar por un agente del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad). Al lle­gar al despacho del alcalde, descubrió que este no se en­­contraba pues hacía poco había salido a una reunión en el Tránsito Municipal. Marcos disparó su ametralladora contra el escritorio y los muebles de Jorge Mesa46 y cuando abandonaba el lugar, se vio rodeado por varios policías, quienes lo conminaron a que se rindiera. Marcos ingirió una cápsula de cianuro que llevaba en su bolsillo y murió de inmediato. Al cabo de cinco días de intensa búsqueda en el sector de Aguas Frías no teníamos rastro de Escobar. Ante el agotamiento de los hombres, desmontamos el opera­ tivo; de nuevo, El Patrón había contado con suerte, pero lastimosamente esta también se acaba. En la escuela de Policía seguíamos recibiendo varias llamadas. En una de ellas un ciudadano afirmaba haber visto a Pablo Escobar salir solo de un edificio ubicado en la calle Maracaibo en pleno centro de Medellín. El sargento encargado de recibir las comunicaciones le trasmitió el mensaje al ma­­ yor Danilo González, quien me consultó sobre las posibi­ lidades de que eso fuera cierto; yo le respondí: «Es muy

«Óscar Iván Rave Corrales, un sicario, quien posteriormente se suici­dó, ingresó a la Alcaldía de Envigado presuntamente a matar a Jorge Mesa Ramírez, alcalde de esa localidad. Según testigos, cuando Rave iba sa­­ liendo de la edificación se metió en la boca varias cápsulas, llegó hasta el carro pero, mareado, fue incapaz de huir. Desmayado, fue traslada­ ­do al hospital Manuel Uribe Ángel de Envigado, a donde llegó en estado crí­tico y falleció». Publicado en diario El Tiempo, el 26 de febrero de 1993. 46

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difícil que El Patrón, un hombre tan reconocido y el más buscado de Colombia, se exponga de esa manera». Sin embargo, accedí a ir al sitio para constatar la información. Llegué al lugar con varios hombres, todos vestidos de civil. Entre las oficinas y algunos negocios vimos un billar ubicado en un segundo piso desde donde se tenía muy buena vista de la calle. Tras varias horas de vigilan­ cia, como no hubo indicios de que Pablo estuviera en ese lugar, abandonamos la zona con gran frustración. Mientras tanto, los miembros del CTI infiltrados en el esquema de seguridad de la familia de Escobar (Dia­ mante 1 y Diamante 2) fueron descubiertos por el hijo de Pablo cuando llamaban por radio al Bloque de Búsqueda. Este le informó de inmediato a su padre quien los de­claró objetivos militares. Por razones de seguridad, se les or­­ denó abandonar en el acto el edificio, y luego fueron tras­ ladados a otras ciudades del país. El segundo hombre de Pablo Escobar era Mario Castaño Molina, alias El Chopo. Este personaje se jacta­ba de ser el Pablo Escobar de la calle cuando su Patrón esta­ ­ba recluido en la cárcel de La Catedral. Era el responsa­ble de la mayoría de los atentados terroristas y el asesinato de policías y tenía a más de quinientos hombres a su servi­ cio. Su mano derecha era Juan Carlos Londoño Sánchez, alias Juan Caca. Este hombre tenía concertada una cita con un mensajero de Pablo en pleno centro de Medellín, junto a la clínica Soma, un sitio muy congestionado por donde transitan miles de personas cada día. Teníamos que capturarlo y preparamos un gran operativo. Logré que fuera a esa cita un antiguo empleado de Pablo que nos estaba colaborando y que conocía a Juan 113

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Caca. Mi contacto, en el sitio, estaba muy nervioso y alerta, a pesar de que Los Rojos y Los Pepes estaban bien mime­ tizados entre los ciudadanos. Juan Caca captó al­gu­nos movimientos sospechosos y trató de huir; la súbita reac­ ción de nuestros hombres no le dio ninguna posibili­­dad de escapar. Lo capturamos47 y, asustado, nos pidió que no le hiciéramos nada, que estaba dispuesto a colaborar­nos. Nos contó que El Chopo estaba cerca de ahí pero que si en media hora él no llegaba al lugar de la cita, este se iría. Le dijimos que no había problema y que el gobier­no ofre­ cía una gran recompensa por colaborar. Juan Caca nos llevó hasta el lugar donde se e­n­ contraba El Chopo, en la calle 53 con la carrera 49, Ju­nín con Maracaibo, en el edificio Bancoquia. Un comando compuesto por diez hombres derrumbó la puerta del apar­ tamento y, al verlos, El Chopo sacó su pistola 9 mm pe­ro no le dieron tiempo de disparar: recibió más de veinte impactos de bala48. Revisamos el lugar y encontramos una lista con los más de doscientos policías que había man­ dado ase­sinar El Pa­­trón, cada nombre tenía una cruz al

«Se capturó a Juan Carlos Londoño Sánchez, Juan Caca, segundo hombre en importancia del aparato militar del cartel, después de Cas­ taño, y a los sicarios Luis Fernando Acosta Mejía, Ñangas, y Guillermo Gerardo Sose Navarro, Memo Bolis. Juan Caca y Ñangas confesaron su participación en los atentados dinamiteros con carros bomba en Bogotá, Medellín y Barrancabermeja». Tomado de diario El Tiempo, 20 de marzo de 1993.

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«La muerte de El Chopo ocurrió hacia el mediodía de ayer en el edi­ ficio del Banco Comercial Antioqueño (Bancoquia), situado en la calle 53 con la carrera 49, Junín con Maracaibo, en pleno corazón de la ciu­ dad». Tomado del diario El Tiempo, 20 de marzo de 1993. 48

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lado. Juan Caca tam­bién nos informó que Pablo estuvo varias veces en ese sitio. Del apartamento salía con toda tranquilidad caminando a la calle y según lo que había oído El Patrón vivía cerca de allí, pero desconocía el lu­­ gar exacto. Recibimos la información con asombro, pues no podíamos creer que Pablo Escobar caminara tan tranqui­ lamente por el centro de Medellín, como cualquier simple transeúnte. En efecto el ciudadano que en días pasados había llamado a la escuela tenía toda la razón. A pesar de que preparamos una intensa vigilancia en la zona, no había pistas de Pablo. El área era muy extensa; era como buscar una aguja en un pajar. Debido a que el cerco sobre Pablo Escobar se iba cerrando como consecuencia de los golpes que el Blo­ que de Búsqueda y Los Pepes le propinaban a su estructu­ra, varios de sus antiguos colaboradores empezaron a en­­ tregar información al Bloque de Búsqueda. Alias El Ama­ rillo –uno de ellos– nos dijo que conocía a alias El Grillo, el hombre más importante para Hernán Henao, alias HH, cuñado de Pablo y quien estaba al frente de la organiza­ ción. Como el Grillo frecuentaba un taller de reparación de vehículos cerca al barrio Colombia, el Bloque de Bús­ queda vigiló el lugar durante una semana pero este no daba señales de vida. Por fin, un lunes casi al anoche­cer, el hombre llegó al taller y de inmediato lo capturaron sin que opusiera resistencia alguna. Tras un exhaustivo interrogatorio, confesó que no sabía en ese momento dónde se escondía Hernán Henao; sin embargo, este solía llamarlo de improvisto para ci­­tarlo 115

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a su escondite. El Bloque de Búsqueda le preguntó si es­­ taba dispuesto a colaborar y sin dudarlo El Grillo res­pon­ dió que sí. El mayor González se reunió con la cúpula de Los Pepes y acordamos confiar en El Grillo, pues no teníamos nada qué perder. Le entregamos un radio de comunica­ ción y lo dejamos ir a su casa. Luego de una semana de angustiosa espera y pensando que el hombre nos había traicionado, recibimos una llamada: Hernán Henao, alias HH, lo había contactado para citarlo en una casa del ba­­ rrio Laureles. Se preparó un gran operativo para capturarlo. HH llegó al lugar del encuentro en horas de la noche. El sitio estaba completamente rodeado. Cuando iba a ser dete­ ni­do, opuso resistencia y cayó muerto49 en medio de la balacera. Lamentablemente, las posibilidades de obte­ner alguna información acerca de Pablo se frustraron con su muerte. Lo positivo era que la capacidad de reacción de El Patrón era cada día más limitada. A pesar de sus amena­ zas, prácticamente su última gran acción fue el secues­tro

«Hernán Darío Henao Quintero, alias HH, asesor de seguridad y hom­ bre clave y de toda confianza del jefe del Cartel de Medellín, Pablo Emi­ lio Escobar Gaviria, fue muerto anoche por unidades del Bloque de Búsqueda en una operación en la calle 46 carrera 79 de Medellín en el barrio Laureles. La operación se registró hacia las 9:30 pm, con base en información suministrada por un delator sobre la ubicación exacta de Henao, conocido dentro del cartel como HH». Tomado del diario El Tiempo, 2 de marzo de 1993. 49

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con fines extorsivos de Lisandro Ospina Baraya, herma­no de Rodolfo Ospina Baraya, alias El Chapulín, el hom­bre que me puso en contacto con los del Cartel de Cali. Lisan­ dro Ospina estudiaba en una prestigiosa universidad en Bogotá, y el 4 de diciembre de 1992 lo abordaron va­­rios hombres armados, enviados desde Medellín por Escobar. El Patrón exigía que Rodolfo Ospina Baraya se retrac­ tara de las imputaciones que había presentado en su con­ tra, ante la Fiscalía General de la Nación, por el asesinato de los hermanos Moncada Galeano50. El día 31 de marzo de 1993, un comando del Grupo de Operaciones Especiales (Goes) de la Policía de Bo­­­gotá intentó rescatarlo, pero sus captores, al verse des­­cu­bier­ tos, asesinaron a Lisandro Ospina Baraya en el acto. En medio de la balacera, todos los secuestradores murieron51.

«Rodolfo Ospina Baraya, indica la información en poder de las autori­ dades, se ocultó bajo un vehículo blindado y observó el momento en que los demás miembros de las familias Galeano, Moncada y Lopera eran obligados a salir de la finca y a acompañar a los hombres del cartel. Tras el cruento episodio, Ospina se entregó a la Fiscalía General en Bogotá en donde acusó a Escobar de ser el autor intelectual y material del ase­ sinato de esas familias. Además, entregó información sobre las activida­ des ilegales del capo en La Catedral». Tomado del diario El Tiempo, 1 de abril de 1993. 50

«Las unidades del Goes lograron ingresar por el garaje y penetraron al primer piso. Allí fueron muertos dos de los secuestradores, oriundos de Itagüí y Envigado. Uno de ellos, identificado inicialmente como Jhon James Arbeláez Morales. Un tercer hombre, quien disparaba a los agen­tes desde el tercer piso, descendió disparando con una subametralladora mini Uzi y una pistola calibre 9 milímetros. Los agentes lograron abatirlo en la escalera que conducía del segundo al último piso de la residencia. Los investigadores presumen que mientras se suscitó la bala­cera, uno de los secuestradores, identificada inicialmente como Mer­cedes González, 51

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En aquellos operativos para dar caza a Pablo Es­­ cobar estuve a punto de morir. Los Castaño recibieron información que decía que Pablo estaba oculto en el mu­­ nicipio de La Estrella, lugar de donde eran oriundos ca­si todos sus hombres. Nos alistamos y trasladamos hasta una sede de Comfama, pero como no había rastros de El Patrón, aban­doné la zona por una vía llamada Calle Ne­gra. Eran casi las nueve de la noche cuando pasábamos por un tramo oscuro y nos dispararon varias ráfagas de ame­ tralladora; a pesar de que mis escoltas reaccionaron con rapidez, mi vehículo recibió más de veinte impactos de bala calibre 9 mm. No sé cómo salí ileso. En el taller de re­­paración, al ver el estado del vehículo, me dijeron: «Nos imaginamos que los que iban en este Renault 9 deben haber muerto». En los meses siguientes, no supimos nada de Pa­­ blo, y los equipos de ubicación de señales no captaban nada. Para encontrarlo, el mayor Danilo González con­ vocó otra reunión en Montecasino. El objetivo: idear una estrategia que permitiera volver a escuchar a Pablo por vía telefónica o radio pues si seguía callado, sería imposible ubicarlo. Entre varias propuestas, el mayor González con­ sideró que la mejor era convencer al gobierno, y en espe­ cial a la Fiscalía, de trasladar a su familia a Bogotá. Mientras ellos estuvieran en Medellín, El Patrón tendría muchas formas de comunicarse con ellos sin ser de aproximadamente 24 años, disparó por la espalda, en dos ocasiones, contra Ospina Baraya». Tomado del diario El Tiempo, el 1 de abril de 1993.

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detectado. Todos los que participamos en la reunión estu­ vimos de acuerdo. Danilo González52 viajó a la capital y después de un intenso lobby, logró persuadir al gobierno nacional del traslado de la familia de Escobar. El operati­vo para su desplazamiento fue enor­­me: participaron cerca de cien hombres de la Fiscalía y ubi­ca­ron a la familia en Residencias Tequendama donde el Blo­que de Búsqueda instaló una oficina de Inteligencia electrónica. Al princi­ pio no sucedió nada, pero poco a poco Pablo empezó a llamar a su familia por teléfono. Primero usó a alias Limón, el último hombre de confianza que lo acompañaba –hacía poco y ante el cer­co que se les habían tendido, se habían entregado a las auto­ ridades El Arete53 y El Mugre–. Las llamadas de Limón eran breves y provenían de diferentes puntos de la ciu­ dad, lo cual le causaba dificultades a los técnicos a la hora de ubicarlas. Para comprobar que los equipos de localiza­ ción de señales estuvieran funcionando a la perfección, se hizo una prueba que hubiera podido llevar al fracaso la búsqueda de Escobar: el teniente Bolívar me pidió que mandara a uno de mis hombres a hablar por el teléfono

El jueves 25 de marzo del año 2004, el coronel retirado Danilo Gon­ zález fue asesinado de varios tiros cuando ingresaba a un edificio en el norte de Bogotá. Un poderoso capo del Cartel del Norte del Valle (Wílber Varela, alias Jabón) lo sentenció a muerte tras enterarse –por boca del propio Danilo– que el coronel estaba en conversaciones con el go­bierno de Estados Unidos para someterse a la justicia estadounidense. 52

«El 18 de febrero de 1993, Carlos Alzate Urquijo, alias El Arete, uno de los hombres más cercanos a Escobar, se entregó a funcionarios de la Fis­ calía». Fuente: diario El Tiempo en edición de diciembre de 1993.

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móvil con él mientras ubicaba la señal. Envié a Jeringa, uno de confianza. Cuando empezaron a dialogar, el te­­ niente Bolívar, con su equipo, trató de ubicar el sitio desde donde se emitía la señal; al cabo de media hora de bús­ queda, llegaron al sitio donde se encontraba Jeringa: el equipo funcionaba de maravilla. Lo que ignorábamos era que Jeringa se había estacionado junto a la casa en la que se escondía Escobar. Por fortuna no se dio cuenta de lo que sucedía afuera; la suerte ya estaba de nuestro lado. Pues bien, como lo supusimos, El Patrón, deses­ perado por enviar a su familia a un país seguro, come­ tió el error más grave de su vida: llamó en persona. La re­­cepcionista de Residencias Tequendama inicialmente reci­bió la llamada con desconfianza pues se trataba de un hombre que se identificaba como Pablo Escobar. Los miem­bros de Inteligencia electrónica que se encontraban en Bogotá le habían dado instrucciones para que dilata­ra el tiempo de las llamadas. Al comienzo fueron breves, pero el capo fue cogiendo confianza y luego se demoraba más de la cuenta. Los equipos en Medellín trataban de ubicar la se­­ ñal. Como podía provenir de varios puntos, después de un exte­nuante trabajo de investigación, concluyeron que Pablo hablaba desde un vehículo en movimiento. En­ton­ ces conseguí un parqueadero cerca al estadio Atanasio Girardot que me prestó una persona afectada por los des­ manes de Pablo y lo convertimos en nuestro cuartel gene­ ral. Después de dos años de persecución, combates y de exterminio, todos teníamos un evidente cansancio. Había muchas presiones para que diéramos resultados. Además, 120

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varios oficiales de la Policía debían salir para el curso de ascenso. Por su parte, la cúpula de la Policía te­­nía pensa­ ­do enviar a Medellín como nuevo comandante del Bloque de Búsqueda a un mediocre oficial, de esos de escritorio, que solo sabe hablar y que nunca ha puesto el pecho. El teniente Bolívar, técnico en interceptaciones, me informó que había un ruido que no permitía obtener claridad en la señal. Yo escuché varias veces las graba­ ciones y concluí que el ruido parecía el sonido del agua. De modo que dedujimos que lo producía una quebra­da. La señal de los equipos indicaba que El Patrón se movía entre la América y el Estadio; investigamos y la única que­ brada que había en esa zona era la quebrada La Hueso. Mientras tanto, Pablo Escobar, en su refugio, pasaba por momentos difíciles: por el estrés, había desarro­llado una gastritis y guardaba frascos de Milanta por todas par­ tes, en la cocina, en la sala y en su cuarto… Había au­­men­ tado considerablemente de peso y sus movimien­tos eran lentos. Era un hombre solo, por completo acorra­lado; de su poder y fortuna prácticamente no quedaba nada. El 30 de noviembre de 1993, un día antes de su cumpleaños, El Patrón se reunió con Milton Hernández, miembro de la dirección del ELN, la segunda guerrilla más importante del país. Escobar era, desde tiempo atrás, cer­ cano a esta organización. Incluso varios de estos guerri­ lleros le colaboraron en la guerra contra el Cartel de Cali pero fueron descubiertos y asesinados en la zona de Pan­ ce, cerca de la capital vallecaucana. Milton le ofreció refugio a Pablo –con la aproba­ ción de la organización– en el Oriente antioqueño, bajo 121

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la protección del frente Carlos Alirio Buitrago. Pablo le agradeció su ayuda y le anunció que abandonaría la ciu­ dad el viernes 3 de diciembre para convertirse en uno más de sus militantes. Le regaló a Milton una pistola SIG Sauer 9 mm. Durante esos días, Escobar había llamado a su fa­­ milia en Bogotá. Cada día se desesperaba más: insistía en encontrarles un refugio en el exterior. Ese 30 de noviem­ bre los equipos localizadores de señal, gracias a la habili­ ­dad del teniente Bolívar, escuchaban y corroboraban que sin lugar a dudas Pablo usaba su teléfono móvil desde un vehículo en marcha. En uno de sus recorridos, pasó jus­to al frente del parqueadero que habíamos improvisado como cuartel general, y aunque salimos con rapidez para buscarlo, fue imposible localizarlo ya que había una gran congestión vehicular. Nos costaba creer que Pablo Esco­ bar, el hombre más buscado del mundo, saliera solo en un carro como cualquier ciudadano común.

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