Papel Salmón, marzo 23

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EDICIÓN 1.114 domingo 23 de MARZO de 2014 Manizales - Colombia

creación y vida

En el extremo sur de la Patagonia

Laguna Capri en Chaltén.

Foto/Tomada de http://singlewomantravel. files.wordpress.com//Papel Salmón

El Calafate y Punta Arenas, el confín de América

La biblioteca del dragón

Harold Alvarado Tenorio y la crítica como el arte de la lucidez

Gaseosa

El ‘enfant terrible’ del cine manizaleño

Blue Jasmine

Encuentros y desencuentros de Woody Allen

Crónicas El Tiempo

El pulso del tiempo


2 | E NSAYO |

domingo 23 de MARZO de 2014

La biblioteca del dragón

Harold Alvarado Tenorio y la "Tú de verdad escribes sobre literatura de la única manera que le resulta interesante a todo el mundo, salvo a lo académicos, como una ocupación real semejante a la banca o a follar, con todas sus servidumbres de egoísmo, aburrimiento, excitación y terror”. Carta de W.H. Auden al gran crítico Cyril Connolly

Orlando Mejía Rivera* Papel Salmón

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xisten nombres propios que terminan representando cualidades, defectos o tendencias colectivas. En literatura ellos aluden a ideologías, sentimientos o estéticas. Lo “proustiano” o lo “kafkiano” o lo “macondiano” son ya adjetivos enciclopédicos. Sin embargo, otros nombres son sinónimos de amores u odios. En Colombia el nombre de “Vargas Vila” significó para los políticos e intelectuales de la hegemonía conservadora y católica de la época lo “demoníaco, monstruoso, impío, bellaco”, etcétera. Pero, ahora, en estos tiempos de las “costumbres civilizadas” en las que nuestros escritores e intelectuales son, en una proporción escandalosa, muñequitos ególatras, lacayos agradecidos, limosneros indignos, estrellitas de farándula, cobardes aduladores y lagartos de la fama otorgada por los analfabetas que nos gobiernan, es saludable que existan personajes como Harold Alvarado Tenorio. Por supuesto, cuando digo “Alvarado Tenorio” me refiero al nombre propio que agrupa una legión de “yoes” contradictorios que lo habitan: el exquisito poeta, el terrible borracho, el lúcido crítico, el chismoso cruel, el erudito asombroso, el paranoico peligroso, el moralista

Fotos/Cortesía Orlando Mejía/Papel Salmón

Harold Alvarado Tenorio (izquierda) y Antonio Caballero.

confuciano, el sibarita alucinado, el certero panfletario incendiario, el parodiador de clásicos, el gigantesco guerrero con cara adusta de legionario medieval, el niño solitario y triste al que lo abandonó su amigo imaginario y que ha deambulado por calles y literaturas durante más de cincuenta años de su vida, con el verbo y la pluma con que ha derrumbado tantos ídolos vacuos, como también ha ejercido, a veces, la injusticia contra algunos que no lo merecían.

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Sin embargo, el autor de Ajuste de cuentas. La poesía colombiana del siglo XX (Editorial Agatha, Palma de Mallorca, 2014) ha escrito un libro deslumbrante y voluminoso (660 páginas) que, desde ya, será un referente indispensable en la verdadera historia de la cultura colombiana. Su prologuista, el indomable Antonio Caballero, quien afirma que “creo ser uno de los muy pocos amigos que le quedan en la vida a Harold Alvarado Tenorio,

poeta desaforado y paranoico, crítico errático y contradictorio y paranoico, persona habitada por muchos demonios”, ha sido un tanto injusto con su autor, tal vez huyendo de las complacencias del elogio y dándole a Tenorio cucharadas de su propio medicina “sulfurosa”, al decir que: “debo decir que este libro es muy divertido, a su malévola manera. Descuidado, como dije atrás. Irregular: párrafos espléndidos alternan con otros de prosa desaliñada. Enredado, caótico, escrito como por erupciones venenosas de palabras y de imágenes, y que casi en cada página cede a la tentación de dar absurdas explicaciones ideológicas a los caprichos del autor. Salpicado de obsesivas y repetitivas y fatigantes enumeraciones de nombres de las personas que el autor aborrece, que son todas, y de incursiones no muy felices en el género de la economía política”. En realidad, buena parte de este libro contiene “párrafos espléndidos” o, por

lo menos, bien escritos, y la contextualización de los poetas, en su momento histórico, son casi siempre afortunadas y, en ocasiones, novedosas. Estamos, a mi modo de ver, ante uno de los libros de crítica literaria poética más importantes de los últimos cien años en Colombia, al lado de los ensayos de Gutiérrez Girardot y de algunos fragmentos de Andrés Holguín y Gustavo Cobo Borda. La clave orientadora de esta antología se encuentra en el siguiente párrafo del libro, cuando al criticar la burocracia de la Casa Silva dice: “Todas esas enormes sumas fueron dilapidadas en eventos espectaculares como las suntuosas ediciones de la llamada Historia de la poesía colombiana donde se ha ignorado, como en los tiempos de Stalin y a conveniencia de los directores de la Casa, los poetas incómodos u odiados”.

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Ajuste de cuentas es, entre otras cosas, la respuesta heterodoxa y alternativa al canon oficial

de la poesía nacional del libro publicado por la Casa Silva. Sin embargo, Harold no comete el error de “ignorar” a los poetas que “detesta”, sino que los incluye también, a pesar de sí mismo, y aunque cuenta de sus mezquindades como seres humanos, también sabe reconocer su obra cuando la estética lo convence. Los poetas escogidos por Harold alcanza la cifra de cincuenta: los modernistas Julio Flórez, José Asunción Silva, Guillermo Valencia, Luis Carlos López, Porfirio Barba Jacob, Claudio de Alas, Miguel Rasch Isla; los Nuevos como León de Greiff, Luis Tejada, Luis Vidales, Jorge Zalamea, Aurelio Arturo; los piedracelistas Carlos Martín, Arturo Camacho Ramírez, Helcías Martán Góngora, Antonio Llanos, Eduardo Carranza; los poetas agrupados alrededor de la revista Mito: Álvaro Mutis, Fernando Charry Lara, Olga Chams Eljach, Jorge Gaitán Durán, Fernando Arbeláez, Gabriel García Márquez, Eduardo Cote Lamus; los nadaístas Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo Escobar, Mario Rivero, Amilkar-U, Juan Manuel Roca, Vidal Echavarría; el grupo de la generación desencantada: Alberto Rodríguez Cifuentes, Armando Orozco Tovar, José Manuel Arango, Giovanni Quessep, Elkin Restrepo, Ignacio Escobar Urdaneta de Brigard (que es el personaje de ficción de la novela Sin Remedio de Antonio Caballero), Raúl Gómez Jattin, María Mercedes Carranza, Juan Gustavo Cobo Borda. Por último, menciona a los poetas de la época de “La república del narcotráfico” (de los ochenta del siglo XX hasta la actualidad): Piedad Bonnett, Eduardo García Aguilar, Hernán Vargas Carreño, John Better Armella, Jorge García Usta, Rómulo Bustos Aguirre, Miguel Iriarte Díaz-Granados y los recientes Mauricio Contreras Hernández, Fernando Molano Vargas, Antonio Silvera Arenas y el poeta de Riosucio Edgar Trejos. Es posible que sobren varios,


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crítica como el arte de la lucidez pero no falta ninguno. Como refiere, con evidente ironía, Caballero: “Y bastantes se quedan por fuera: el engolado José Umaña Bernal de los años treinta, el laborioso Andrés Holguín de los cincuenta, el pomposo William Ospina de los noventa, el ilusionado Fernando Denis de después del año dos mil”. Claro está que algunos de los nombrados y citados están ahí para ser desmitificados por Harold: Eduardo Carranza, Álvaro Mutis, Gonzalo Arango, Mario Rivero, Juan Manuel Roca, Piedad Bonnett, Rómulo Bustos Aguirre y Miguel Iriarte Díaz-Granados. Por ejemplo, de la obra de Gonzalo Arango dice: “Una obra que ha envejecido prodigiosamente, demostrando cómo era de pobre su prosodia y su sintaxis y su vocabulario. Casi todo suena a discurso de culebrero y en materia de ideas todo raya en la más absoluta ausencia.

Quedan algunos reportajes y algunas cartas como piezas de arqueología”. En general ataca sin piedad al movimiento piedracelista y a los nadaistas (con dos grandes excepciones: Amilcar y Jaramillo Escobar) a los que considera politiqueros, farsantes y nefastos para la poética colombiana.

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No obstante, la lucidez de su critica se encuentra en la valoración de las obras fundamentales de la poesía nacional, que me recuerda la reflexión que hizo Cyril Conelly en su libro Enemigos de la promesa: “la tarea más ardua de la crítica moderna es descubrir quienes fueron los verdaderos innovadores”. De ahí su afortunada lista de las, para él, obras esenciales y renovadoras: Ritos (1914) de Guillermo Valencia, las Crónicas (1924, en prosa) de Luis Tejada, Tergiversaciones (1925) de León de

Portada del libro Morada al sur de Aurelio Arturo.

Greiff, Si mañana despierto (1961) de Jorge Gaitán Durán, Morada al sur (1963) de Aurelio Arturo y Poemas de la ofensa (1968) de Jaime Jaramillo Escobar. A este último lo considera el más grande poeta colombiano de todos los tiempos, aunque también le brinda generosos comentarios a otros poetas como Amilcar Osorio, José Manuel Arango, Giovanni Quessep, Elkin Restrepo, Gómez Jattin, Mauricio Contreras Hernández (1960), Fernando Molano Vargas (1961), Antonio Silvera Arenas (1965) y Edgar Trejos (1969). Con estos últimos, jóvenes y poco conocidos, demuestra generosidad e intuición, y se lamenta de la muerte temprana de Molano (gran novelista también) y de Trejos. Es decir, Harold cumple otra función del buen crítico: descubrir talentos no consagrados, arriesgarse a incluir voces en desarrollo. Incluso, se atreve a pronosticar que “Silvera es un merecido sucesor de Silva”. Veamos un ejemplo que cita. Un fragmento del poema Residencias Luis XV, sin aviso a la calle de Contreras: “Hoy amanecí degollado./ Un tajo limpio,/ una irónica sonrisa de oreja a oreja,/ adornaba mi garganta./ Era de ver mi lengua colgando como corbata/ y las de mis vecinos babeando sobre la alfombra/ queriendo meterse en mi cuarto./ La empleada del servicio recoge sábanas/ y cientos de colillas de cigarros/ mientras me aconseja comportarme como un buen muerto/ y no dar esos espectáculos./ Mi ocasional amante chilla/ que todo no es más que un pretexto para no pagarle./ Y mi madre,/ ya la escucho,/ reprochando la desfachatez/ de andar por ahí sin tan siquiera una bufanda./ Claro que si tuviera una bufanda roja/ me colgaría de la viga más alta/ y escribiría un poema titulado el ahorcado del Café Bonaparte”.

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Aunque Ajuste de cuentas debería ser reeditado en Colombia y estar a disposición de todos los lectores, estoy seguro que a Harold le pasará lo que le sucedió a Vargas Vila en su época. Las edi-

Portada del libro Ajuste de cuentas de Harold Alvarado Tenorio, donde aparece el poeta Jaime Jaramillo Escobar a sus 36 años de edad.

toriales comerciales bogotanas lo vetarán, porque para nuestros caricaturescos editores lo “políticamente correcto” es sinónimo de “congraciarse y humillarse ante el poder”. Son estos editores, que inventan genios que no lo son y bautizan a politiqueros de poetas, los que se han encargado de construir un falso canon de mediocres y lameculos que fungen de pensadores e intelectuales. Por eso, solo cuando Alvarado Tenorio esté muerto y ya no genere tanto miedo su lengua viperina, pero lúcida, esta obra tendrá los lectores que se merece y se descubrirá uno de los escasos libros colombianos contemporáneos donde la crítica es autónoma y contundente. La fascinación de Harold por los poetas más irreverentes y malditos de nuestra literatura es el reconocimiento de su pertenencia a esta misma especie de “hijos de Saturno, de Baco y de Lesbos”, como lo fue el “mariguano” de Barba Jacob o el “alucinado” de Jattin. Por eso, sus enemigos, que lo odian y le temen (casi siempre con razón), podrían desear lo que el mismo Alvarado cita de Octavio Gamboa hablando de Antonio Llanos: “A cambio de la cicuta, nuestra sociedad le ofreció su equivalente moderno: el electrochoque”. Solo así Harold se volvería dócil, afable y melifluo, como esos seudo intelectuales que ronronean y lamen como perritos de lujo las manos de los poderosos; esos “poetas” que

escriben “odas” a sus “amos” mientras saborean las sobras que les arrojan los Señores de la guerra y de la corrupción; esa misma ralea de intelectuales colombianos cuya estirpe ya había identificado el filósofo Fernando González hace décadas: “En Colombia, si un intelectual molesta mucho, lo mejor es conseguirle un empleo, bien o mal remunerado, y con eso basta”. Harold ha sido lo contrario: un “kamikaze” consigo mismo, un anarquista furibundo que no es cierto que sea de izquierdas ni de derechas, un moralista confuciano que escupe y muerde a los poderosos y es generoso y sutil con los débiles. Eso, claro está, envuelto en su ropaje de malevo borgiano, terco, malgeniado y paranoico. Sin embargo, para la auténtica salud de la cultura colombiana, su existencia y la de su libro Ajuste de cuentas son una bocanada de aire fresco en medio de tanto farsante y de libracos best sellers como los de un “genio” actual que escribe y opina de “todo”, con la “bonitura” que aman las lectoras de Cromos y la superficial “curiosidad” de los colegiales que encuentran que su erudición está a la altura de los saberes dispersos de Wikipedia y él les sirve, también, para hacer las tareas de la escuela *Escritor. Profesor titular Departamento de Salud Pública. Universidad de Caldas.


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Bitácora Ubicación: El Calafate, provincia de Santa Cruz, Argentina. Punta Arenas, Región de Magallanes, Chile. Distancia: vuelo directo Bogotá-Buenos Aires 6 horas aprox. Conexión Buenos Aires-El Calafate 3 horas y 20 minutos aprox. Requisitos de viaje para colombianos: pasaporte Idioma: español Moneda: peso argentino (1 peso argentino = 250 pesos colombianos aprox.). Peso chileno (1 peso chileno = 4 pesos colombianos aprox.) Clima: frío y seco

Debe su nombre a la planta calafate cuyo fruto sirve para hacer dulces, licores y cremas para la piel. El glaciar Perito Moreno que a diferencia de otros glaciares en vez de retroceder, avanza. ¿Regreso? Santiago Mejía Orejarena* Papel Salmón

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ara viajar se necesitan tres cosas: tiempo, dinero y claro, salud. El principal inconveniente es que muchas veces uno tiene el tiempo pero no tiene un peso, y otras veces uno tiene plata pero no el tiempo para irse de paseo. Con ese dilema, –¿o sería ‘trilema’?– hace tiempo estaba con ganas de conocer el extremo austral del continente, la punta de la Patagonia y de América. Hasta que por fin, hace poco pude coordinar tiempo y dinero, y armé mochila con rumbo al Sur.

En el extremo sur de la Patagonia

El Calafate y Punta

Me fui a El Calafate, una pequeña localidad en la provincia argentina de Santa Cruz, que en los últimos años se convirtió en uno de los principales lugares turísticos del país gracias al auge del Parque Nacional Los Glaciares, que queda ahí cerca, y que ofrece infinidad de excursiones, recorridos y paisajes deslumbrantes. Debe su nombre a la planta de calafate, un pequeño y espinoso arbusto endémico, cuyo fruto es una baya azul oscura, muy apreciada para la elaboración de dulces, mermeladas, licores y hasta cremas para la piel. El Calafate es el destino turístico más caro de Argentina. Aparte de lejos –queda a 2.082 km. de Buenos Aires– los precios de las excursiones, el alojamiento y la comida son altos y pensados para un público primordialmente extranjero y de elevado poder adquisitivo. De hecho, al caminar por la Avenida del Libertador, la calle principal del pueblo, uno puede cerrar los ojos e imaginar que está en algún sitio vacacional de Europa. Prácticamente solo se escucha alemán, francés, italiano, inglés, etc. Un argentino promedio no tiene forma de conocer este rincón del país.

Bajo cero

Luego de casi tres horas y media de vuelo desde Buenos Aires, por la ventanilla se empiezan a apreciar los picos nevados y el azul verdoso casi inagotable del

lago Argentino, el mayor y más austral de los grandes lagos patagónicos de este país, con una superficie de 1.466 km². En su orilla sur está El Calafate, un municipio de 20 mil habitantes que propiamente no tiene mucho de llamativo, pero que es el punto de partida para recorrer las maravillas naturales de la zona. Al día siguiente de llegar, muy temprano, salí a conocer el más famoso atractivo del lugar: el glaciar Perito Moreno, situado a unos 80 km al oeste de El Calafate. Se trata de una inmensa masa de hielo de 258 km², que se caracteriza porque a diferencia de la mayoría de otros glaciares del mundo que están en proceso de retroceso, el Perito Moreno avanza. Este glaciar se origina en el Campo de Hielo Patagónico Sur, una vasta extensión de hielos continentales situada en los Andes meridionales (la tercera más extensa del mundo tras la Antártida y Groenlandia), y en su descenso llega hasta el lago Argentino, donde se abre y alcanza un frente de 5 km de longitud y una altura promedio de 60 metros sobre el agua. Con los ojos aún sorprendidos ante semejante obra natural hice el recorrido en barco hasta la base, donde comencé la caminata o trekking sobre el glaciar. Antes de empezar, los guías ayudan a los turistas a ponerse los crampones, unos dispositivos metálicos con púas que sirven para escalar o andar por el hielo o la nieve. La caminata por el glaciar es una

Las Torres del Paine, donde cientos de guanacos pastan por las laderas del parque.

experiencia única. Subir por una montaña de hielo sin límite a la vista, entre una variedad de blancos con visos azulados, atravesar miles de grietas, formaciones irregulares, gélidas extensiones de filos cortantes y pequeñas lagunas internas con agua pura que mana directamente del propio témpano. Además, escuchar los estruendosos crujidos internos del glaciar, indicios de los procesos de formación en sus entrañas, es algo incomparable. Al finalizar la caminata el circuito sigue por las pasarelas, ubicadas al frente del glaciar, desde donde se puede contemplar la magnitud de este álgido coloso, ver cómo se pierde en el horizonte, y sentir los desprendimientos de inmensas partes de hielo, que se resquebrajan y caen al agua generando un ruido prolongado por el eco y fuertes ondas a su alrededor. Uno de los espectáculos naturales más impresionantes. Y aunque es el más famoso, el glaciar Perito Moreno no es el único ni el más grande. El Parque Nacional Los Glaciares tiene cerca de 47 glaciares. El Upsala es el de mayor tamaño, con unos 765 km², un largo de 53 km. y un ancho de 13 km.

A pata

En el sector norte del Parque Los Glaciares se encuentra el imponente macizo Fitz Roy, con una altura de 3.405 metros. Y aunque no estoy para escaladas de ese tipo, una buena idea era viajar hasta la


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a Arenas, el confín de América pequeña localidad de El Chaltén, a tres horas al norte de El Calafate, denominada “capital nacional del trekking” debido a una cantidad de caminos establecidos para hacer senderismo. Así que al día siguiente bien madrugado, indumentaria para caminar, chaqueta rompevientos, zapatos cómodos, mucho líquido, una buena vianda, y rumbo a El Chaltén. Luego de una breve parada técnica en el Centro de Visitantes en la entrada del pueblo, donde dan una charla explicativa de los distintos recorridos, dificultad y duración, opté por hacer la caminata hasta la laguna Capri. Una pareja de cóndores planeando muy bajo, casi sobre mi cabeza, me dieron la bienvenida antes de emprender las dos horas de subida entre el bosque patagónico, que tienen su recompensa al llegar a la laguna, con la vista del majestuoso Fitz Roy al fondo. Un lugar onírico, de una calma inamovible, con un aire frío, penetrante, de olor fresco, impoluto, virginal. Ideal para recostarse un rato en la playa de finísimas piedrecillas a pensar en nada, y simplemente escuchar el suave oleaje de las aguas translúcidas. Luego del picnic y la respectiva siesta para recobrar fuerzas, a iniciar el descenso hasta El Chaltén para tomar el último bus de regreso a El Calafate. Al día siguiente me esperaba la otra parte de esta aventura: Chile.

Al otro lado

En la mañana, de nuevo muy temprano, agarré carretera con destino al país trasandino para conocer las Torres del Paine, otra majestuosa maravilla natural enclavada en la Patagonia chilena. Con la correspondiente demora en migración y aduana, luego de cinco horas arribé a la puerta del Parque Nacional Torres del Paine, y comencé la excursión de un día en camioneta, que es la visita rápida. Existen muchas alternativas para los que deseen hacer travesías más extensas y pernoctar allí: camping, senderismo, escalada y otras actividades al aire libre dentro de los innumerables recovecos de la reserva. El interés principal son las Torres del Paine propiamente, que son tres monumentales elevaciones de granito. La torre Sur con 2.500 msnm –la más alta–, la torre Central con 2.460 msnm y la torre Norte con 2.260 msnm. Durante el recorrido es fácil observar

Fotos/Cortesía Santiago Mejía/Papel Salmón

Desde las pasarelas resulta poco el tiempo que se dedique para apreciar la majestuosidad del glaciar Perito Moreno.

manadas de guanacos, un camélido natural de la región emparentado con la llama, y con suerte también pude ver zorros, armadillos, ñandúes, águilas y muchas otras especies de aves. En toda esa zona las condiciones climáticas son extremas y las variaciones meteorológicas impredecibles, por lo que el paisaje puede estar completamente nublado y frío, y de repente despejarse y hacer calor. Ese día el avistaje de las Torres se complicó, porque los picos estaban completamente tapados. Recién al final de la tarde el cielo se abrió un poco, como para tomar las fotos respectivas. Al terminar la visita a Torres del Paine, en lugar de regresar a El Calafate le pedí a la gente de la excursión que me dejara en Puerto Natales, el pueblo más cercano, para tomar un bus hacia mi próximo destino: Punta Arenas, la ciudad más sureña de América continental. Tres horas de viaje por delante, apreciando el paisaje de la estepa patagónica chilena con sus inmensos lotes ganaderos. Llegué pasadas las 10 de la noche, pero en pleno verano en aquel recodo del mundo a esas horas el sol todavía despunta sus últimos rayos en el horizonte. Sin embargo, hacía un frío que helaba, así que a buscar hospedaje y a dormir. Punta Arenas es la capital de la Región de Magallanes y Antártica Chilena, una

de las 15 regiones en las que está divido políticamente Chile. Se encuentra a orillas del Estrecho de Magallanes, el paso que comunica al océano Atlántico con el Pacífico, y a pocos kilómetros del cabo Froward, que es exactamente el punto más austral del territorio continental de América. La ciudad tuvo su época de gloria a finales del siglo XIX por su ubicación estratégica que la convertía en paso obligado del tráfico comercial entre ambos océanos, pero con la apertura del canal de Panamá en 1914 su predominio empezó a declinar.

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Allí se hace un corto paseo demarcado por un sendero hasta el faro, ubicado en la parte más alta de la isla. Durante el breve trayecto los pingüinos deambulan entre la gente, y con sus graciosos movimientos curiosean a los visitantes y ‘posan’ para las fotos. Como no podía faltar la parte histórica del viaje, al otro día me fui a conocer el Fuerte Bulnes, un antiguo enclave chileno ubicado a 62 kilómetros al sur de Punta Arenas, y a pocos kilómetros del cabo Froward. Se fundó el 30 de octubre de 1843, cuando el gobierno central avanzaba en su política colonizadora de los territorios del sur, por lo que se envió una embarcación al mando del capitán Juan Williams para que tomara posesión del Estrecho de Magallanes y los territorios adyacentes a nombre del gobierno de Chile. La incipiente villa no prosperó debido a las inclementes condiciones climáticas, por lo que luego de seis años de penurias se trasladó un poco más al norte, a una zona tranquila que había sido denominada por exploradores ingleses como Sandy Point (punta arenosa), y ahí comenzó la historia de la actual Punta Arenas. Objetivo cumplido. Luego de llegar hasta el extremo más austral del continente era hora de retornar a Buenos Aires. Dicen que el que prueba el dulce de calafate regresa. Yo no sé si voy a regresar a El Calafate, pero sí sé que quiero volver a sentir ese aroma frío y puro, a admirar esa belleza infinita, a recorrer ese inmenso manantial de paisajes gélidos que es la Patagonia *Diseñador visual/Comunicador social y periodista santiorejarena@hotmail.com

Destino sur

La principal excursión que tenía en mente era visitar las pingüineras, así que al día siguiente madrugué para embarcarme en uno de los buques que van a la isla Magdalena, 35 km. adentro en el Estrecho, donde se encuentra la más grande colonia de pingüinos magallánicos, con una población de 120 mil ejemplares. Durante la temporada, que va desde mediados de octubre hasta mediados de abril, estas aves arman sus nidos en la tierra y se apoderan de todos los rincones de la isla, donde habitan en total armonía con las gaviotas. Desde que el barco se aproxima, los curiosos pingüinos y su simpático andar reciben a los turistas en la orilla.

El Chaltén, pequeña localidad al norte de El Calafate, ofrece varios senderos para hacer trekking y avistar el cerro Fitz Roy al fondo.


6 | C I N E A S T A | domingo 23 de MARZO de 2014 Pablo Villa no es tan distinto a esos sujetos que construyen automóviles de lujo en los garajes de sus casas y que aparecen en los informativos de televisión con ademanes de: “Miren lo que hice”. Andrés Rodelo* Papel Salmón

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l destino de Villa y el de Ken Imhoff (británico fabricante de su propio “Lamborghini”) giran en torno a una declaración de principios: el desmarque al sistema industrial, el emprender un norte que a la luz de la cordura solo llegaría a buen puerto bajo el amparo del sistema mismo, pero que encarrilado por impulsos antitéticos y disciplinados puede gozar de resultados sorprendentes. La perseverancia les ha concedido el momento de limpiar el sudor de sus frentes y de mirar a los demás con rostro de ilusión para proclamar: “Se puede”. Imhoff culminó su automóvil y Villa su primer largometraje, Gaseosa, que hizo de forma independiente con solo diez millones de pesos. Pero habría que guardar distancias entre ambos casos, debido a que el cineasta manizaleño no solo debe la importancia de su logro al fruto del esfuerzo personal (como le sucede a Imhoff), sino también al de un grupo de colaboradores cuyo trabajo se traduce en una sensibilidad que corre en oposición a la del cine mayoritario, ajena al carácter comercial e hiperbólico de este último. Un tipo de cine radical y de corte artesanal, mas no por ello simple y desangelado, que pretende ejercitar (también retar) la mirada del espectador desprevenido para desplegar en las fronteras de lo corriente y de los pequeños acontecimientos -aquellos que, en apariencia, no tendrían potencial cinematográfico alguno- una puesta en escena que deslumbra por su espontaneidad y su realismo. Tal vez sean las palabras del cineasta ruso Victor Kossakovsky las que definan con mayor exactitud el ideal artístico de Pablo Villa y el de la Fundación Fellini, de la cual es director. “Quizá lo único que sé hacer es

El ‘enfant Gaseosa

terrible’ del cine manizaleño

Benjamín González y Valentina Álvarez, protagonistas de Gaseosa.

no dejar pasar las cosas. Como el colador que detiene la piedrecita valiosa. Es decir, la gente que esté sentada en la misma habitación que yo no verá, y yo sí” (1), una frase que pone de manifiesto una incapacidad de observar -a pequeña y gran escala- el esplendor de lo insignificante, que deviene en materia prima conceptual y narrativa para este cineasta local.

Un cine posible

Por sencillo que parezca tomar una cámara para

grabar una película con fragmentos de la cotidianidad -en la línea de la aclamada democratización tecnológicaes el método de la Fundación Fellini el que adquiere una silueta en cuanto academiza un proceso que podría parecer deliberado, informal e inconsciente. Un método que afirma y contrasta sus inquietudes estéticas en el marco de un panorama saturado de propuestas a grandes rasgos similares, pero que no son más que filmes que incorporan las señas de identidad del cine realista para vender gato por liebre. Preceptos como el flujo vital, la negativa a ilustrar una idea de manera simple e inmediata, la improvisación en todos los aspectos, la espontaneidad de las interpretaciones -siempre caracterizadas por actores naturales y no profesionales-, la verosimilitud taxativa del relato, la intervención inapreciable de la obra desde cualquier departamento involucrado en su realización, la ausencia de música extradiegética y la sutileza del conjunto configuran el manifiesto de Villa y el de su fundación. Es decir, una disposición del lenguaje cinematográfico que se perfila como un tipo de realización austera, pero de cualidades narrativas y formales competentes. Un cine posible, que corrobora hoy más que nunca aquella frase dicha por el cineasta brasileño Glauber Rocha en los años sesenta, en la que aseguraba que para hacer cine solo se necesita una idea en la cabeza y una cámara en la mano. Una manera de proceder que, sin duda, ofrece también espacio para la disidencia (el vapuleo constante de Villa hacia el cine hollywoodense como coartada para exaltar su sensibilidad), pero que en últimas se antoja como reverso estimulante de aquella idea que promulga que dedicarse al cine es solo para los ‘hijos de papi’ *ironmaiden994@hotmail.com

Fotos/Cortesía Pablo Villa/Papel Salmón

Pablo Villa durante el rodaje de su película, Gaseosa.

(1) “Victor Kossakovsky. ¡Corten!, gracias, ya está vivido”, sitio web: Revista Contrapicado, disponible en: http://contrapicado. net/article/3-victor-kossakovsky-corten-gracias-ya-estavivido/


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Blue Jasmine

Encuentros y desencuentros de

Woody Allen Es el hombre que tiene una simbología personal y es identificado en cualquiera de sus escenas, personajes o historias. La música es una actriz más. Innovador. Jorge Abel Carmona Morales* Papel Salmón

C

on un genio su público suele ser demasiado exigente. No importa que las películas que haya dirigido ese genio cinematográfico puedan ser buenas. La comparación inevitablemente se realiza con las mejores de sus obras. Ese es el caso de Scorsese, o de Ford Coppola o de Brian De Palma, por ejemplo. Uno entiende que los parámetros para juzgar a los directores son diversos. También se entiende que el hecho de haber encuadrado su cine dentro de los estereotipos del cine comercial aminora un poco las posibilidades de producir unas buenas películas. No obstante, quien alguna vez creó cierto tipo de obra estética: una pintura, una novela, una sinfonía, un film, cuya calidad se pudo justipreciar como sobresaliente, excelente, eximia, etc., no por engrosar la nómina de los grandes estudios, de las grandes productoras de cine, no conserven sus potencias de artistas superdotados y llenos de ese plus que sólo ellos tienen.

Sin embargo, existen aquellos hombres que, dedicados a llevar a cabo su trabajo contra viento y marea, a desafiar a contradictores, a conseguir el dinero de todos modos, en contra de las adversidades que la falta de aquél genera en la realización de cualquier obra cinematográfica, mantienen una línea estética clara. Ellos, si su talento es suficiente para hacer buenas obras, tienen un mérito más loable que los que se plegaron, que los que por comodidad trabajan para otros y abandonan sus proyectos íntimos, los personales, aquellos que enriquecen mucho más el alma de creador que aún conservan, si es que alguna vez la tuvieron.

Innovador en sus mismos parámetros

Woody Allen ha tenido la fortuna de contar con amigos que siempre han creído en su talento. Productores, actores, directores lo han visto como el niño rebelde del cine estadounidense. Y no es que esa haya sido su propósito. Es que su personalidad, es que ese ingenio lleno de ironía, son dardos espontáneos de alguien que ha sido capaz de mostrar algunos rasgos de la clase media de ese país, criticando valores y prácticas tan acendradas para fracciones sociales que se creen privilegiadas. Aquel director de frases grandilocuentes a veces, o de diálogos insulsos en sus películas, el de la ocurrencia casual

Foto/Tomada de http://media.zenfs.com/fr_FR/News/Papel Salmón

Cate Blanchett, ganadora como mejor actriz en los pasados premios Oscar, en una escena de Blue Jasmine, de Woody Allen.

en sus personajes, o el de la sobre caracterización de intelectualoides, pseudo escritores, estudiantes universitarias desubicadas o el de los temas salidos de cualquier hilo conductor anterior, ha creado obras maestras de toda la historia cinematográfica. Películas como El dormilón, Hannah y su hermanas, Septiembre, Interiores, Poderosa Afrodita, lo catapultan como un auténtico, un verdadero… genio. Es el hombre que tiene una simbología personal, con la cual es identificado en cualquiera de sus escenas, en cualquiera de sus personajes, en cualquiera de sus historias. Woody Allen representa en sí mismo una manera de hacer cine, es un innovador dentro de los parámetros que él ha creado y nos ha legado a los que nos gusta esa mezcla de ligereza y trascendentalismo desplegados en las imágenes.

Entre las mejores

En los años recientes, parece haberse dedicado a viajar por el mundo, en tanto utilizaba sus películas como una simple excusa para seguir en el medio. Match Point, Vicky Cristina Barcelona y la horrenda A Roma con amor, son vestigios fílmicos de las más grandes de sus creaciones. Al parecer, hasta allí uno se inclinaba a pensar que ya no iba a encontrar una obra que

realmente valiera la pena destacar. Pero… cuando alguien ha sido genio alguna vez puede sacar de su sombrero un conejo, una obra importante que devuelva un poco la esperanza a su público de reencontrarse con una de sus mejores películas. Blue Jasmine, un film que cuenta con la magnífica Cate Blanchett, muestra a un Woody Allen, lo suficientemente “cruel”, a un director que conserva su energía intacta, ese talento maravilloso capaz de combinar la tristeza, la sátira, las situaciones cómicas con un halo de perversidad y crear así una muy buena película. Las situaciones exponen las bajezas, las intenciones enternecedoras, la bondad humana a través de la estratificación tan marcada en los Estados Unidos por la clase de trabajo, los hábitos, los comportamientos sutiles en cada uno de los personajes, que son marionetas de las apariencias sociales y en donde el dinero lo domina absolutamente todo. En las rachas malas y en las rachas buenas, afloran nítidamente los sentimientos de todos los calibres. Esa potencialidad dual para lo bueno y para lo malo se advierte de modo magistral por la lente prodigiosa del director newyorkino. Esta vez, el péndulo geográfico ondula entre Nueva York y

San Francisco, dos ciudades que sirven de contexto a esa aproximación a lo que el mundo de las mujeres contiene de especial. Mientras ellas no se independicen económicamente, mientras supediten su vida a la elección de una pareja, y mientras el reconocimiento esté determinado por la belleza física, las posibilidades de objetivación disminuirán notablemente. En cualquier momento, los castillos de arena se derrumban y es en ese instante cuando nos damos cuenta de qué tan sólidas son nuestras relaciones con los otros. De lo estético, las actuaciones son fantásticas, la fotografía muestra magníficamente esas bellas ciudades; la música, como suele ser en las películas de Woody Allen, es una actriz más, un personaje omnipresente que crea estados de ánimo y se adentran en la psicología de los actores para descargarla en los espectadores. Blue Jasmine es, en síntesis, la mejor película de la última etapa de este artista sobresaliente, un producto enteramente estadounidense que, por ello mismo, ha sido un crítico agudo de su sociedad, una especie de fiscal de la cultura que ese país ha construido durante su larga historia *Dalisur99@yahoo.com.mx


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domingo 23 de MARZO de 2014

EN ESTANTERÍA

CONVOCATORIA Ciencias sociales y humanas

Que pase el rey

¿Quién no ha soñado con ser un príncipe o una princesa? Tener los juguetes más entretenidos, los libros de cuentos más bonitos y la comida más deliciosa puede ser muy divertido. Sin embargo, los príncipes y las princesas también tienen deberes y obligaciones. La vida en palacio no siempre es tan divertida. Que pase el rey son cuatro cuentos sobre reyes, palacios y pequeños príncipes, quienes con su imaginación, habilidad e inocencia, aprenderán que para convertirse en buenos reyes solo necesitan descubrir la nobleza que hay en sus corazones. IZURIETA, Ana María. Que pase el rey. Editorial Norma. Colección Torre de Papel Roja. Bogotá. 2014. Pp. 72. $21.500.

Novelas

Además de sus cuentos, Flannery O’Connor publicó también dos novelas excelentes, reunidas en este volumen. Sangre sabia, editada en 1952, cuenta la historia de Hazel Motes, quien, tras servir en el ejército, regresa al evangélico y profundo sur de Estados Unidos, donde iniciará una guerra privada contra la religiosidad de los lugareños. En 1960 apareció Los violentos lo arrebatan, en la que el huérfano Francis Marion Tarwater y su sobrino desafían la profecía según la cual Tarwater se convertirá en profeta. Radical y sobrecogedora, la obra de Flannery O’Connor constituye una de las aventuras más intensas de la literatura de todos los tiempos. O’CONNOR, Flannery. Novelas. De Bolsillo. Random House Mondadori. España. 2014. Pp. 432. $ .

La partícula al final del universo

El 4 de julio de 2012 se anunció en el CERN, en Suiza, el descubrimiento de la última pieza del puzzle de componentes elementales de la materia, el bosón de Higgs. Para entonces, Sean Carroll llevaba meses escribiendo este libro. Carroll da una panorámica completa del descubrimiento del bosón de Higgs, desde los aspectos puramente teóricos hasta cuál es el conocimiento de la materia, y qué interrogantes se nos plantean tras el descubrimiento, pasando por la historia del CERN y de la construcción del LHC, una máquina al servicio del experimento más ambicioso y costoso de la historia de la ciencia. CARROL, Sean. La partícula al final del universo. Debate. Bogotá. 2014. Pp. 384. $49.000.

La Fundación Alejandro Ángel Escobar convoca al premio en Ciencias Sociales y Humanas. Serán tenidas en cuenta investigaciones en las áreas de las ciencias sociales y humanas que constituyan un aporte creativo y riguroso para responder a la realidad de la sociedad contemporánea como historia, antropología y sociología. También están los premios en

Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. La convocatoria es solo para personas naturales. El participante debe realizar antes del próximo 4 de abril la preinscripción diligenciando el formulario disponible en la página web www.faae.org.co donde también encontrará mayor información.

RECOMENDADO Crónicas El Tiempo

El pulso del tiempo Ángel Castaño Guzmán* Papel Salmón

V

aticinan los arúspices de la posmodernidad -vaya cargo- el fin de la prensa escrita. Hablan de los avances tecnológicos, de los nuevos dispositivos de transmisión de datos. Lo hacen cada vez que pueden, no desaprovechan oportunidad para ponerle la lápida a los periódicos de papel. Convencidos de los alcances de sus facultades adivinatorias, predicen el fin del libro, de la historia, del arte figurativo, de los museos. A simple vista, tienen razón. Las ventas en quioscos y las suscripciones cada día son menores, no alcanzan para nada. Entonces, los dueños de los diarios, presas del pánico, buscan la manera de mantener a flote el barco. Ofrecen vajillas, cupones de descuento en los autoservicios, regalos a quien pagué la afiliación por un año. Los resultados no los satisfacen. Si las cosas no mejoran, anuncian con voz quebrada en los consejos de redacción, apaguen y vámonos. Alguien, quizá un asesor contratado a medio tiempo, les recomienda ir de rodillas a los despachos de aquellos que anunciaron la catástrofe. Por supuesto, cooperan. Los reciben con sonrisas de neón. Cobran altas sumas de dinero. Dan recetas de lo permitido y lo bien visto. Sin embargo, profundizan la crisis. Recomiendan abandonar las herramientas con las cuales los medios impresos pueden competir con los demás: la buena escritura y la profundidad. Escriban menos, aumenten el tamaño de las fotografías, desprecien a los lectores, afirman con aire de suficiencia. Así, de buenas a primeras, crean un ente confuso: un periódico disfrazado de tv. No, no aciertan. Mienten los sacerdotes de la imagen. El internet y la televisión no son los únicos responsables de las dificultades financieras de los diarios y las revistas. Buena parte de la culpa reposa en los hombros de las víctimas. La baja calidad del trabajo periodístico y la redacción de juzgado promiscuo les restan atractivo. Abandonaron la palabra. Su público objetivo, para utilizar un concepto publicitario, son los lectores. Y ningún lector invierte plata en un producto que no le depare estímulos intelectuales. No es difícil hacerlo. Ni siquiera es necesario relegar la noticia. Basta concederle más espacio a otros géneros, en especial a

la crónica y al reportaje. La respuesta a las penurias económicas de la prensa escrita comienza con aumentarle los centímetros al periodismo narrativo y al de opinión. Nada del otro mundo. Puso sentido común. Hace poco Intermedio Editores imprimió Crónicas El Tiempo, una selección del novelista y pichón de sabio Juan Esteban Constaín de los mejores artículos publicados por ese diario en 2013. Prologado por Roberto Pombo, el volumen reúne disímiles registros estilísticos. En estricto sentido, apegándose a las cambiantes definiciones de la naturaleza de la crónica, no todos los textos compilados lo son. Hay informes especiales, ensayos literarios, perfiles, columnas de opinión. Lo anterior no menoscaba la pertinencia del libro. La lista de autores es amplia, va de nombres conocidos en el campo de las letras a otros no tanto. Entre los primeros se destacan Enrique Santos Calderón, Daniel Samper Pizano, Juan Gossaín, Plinio Apuleyo Mendoza, Harold Alvarado, Javier Darío Restrepo, Salud Hernández, Hugo Chaparro. Los estragos del insomnio, la vida de una colombiana en Egipto, la malaventura de los pueblos vecinos de las minas de carbón, la cotidianidad de los jubilados, el elevado precio de los medicamentos, las estratagemas de las Farc, las locuras de Mourinho; el homenaje a protagonistas del siglo XX de la talla de Alfonso López Michelsen, Lucas Caballero, la Madre Laura, Leandro Díaz, Álvaro Mutis y Pablo Neruda, son algunos de los temas abordados en las 256 páginas de la antología. Como en todas, hay textos excelentes, buenos, regulares y malos. Los últimos, por suerte, son poquísimos. Quien compra el periódico en las mañanas y combina su ojeada con la liturgia de los huevos revueltos y el café caliente, agradece la entrega de los periodistas si el producto está bien hecho, si no se le trata de tarado. Pocas cosas gratifican tanto como un diario en cuyas hojas el mundo palpita. En Crónicas El Tiempo se sienten esos latidos *cortazar_73@hotmail.com AUTORES VARIOS. Crónicas El Tiempo. Intermedio Editores. Bogotá. 2013. Pp. 256.


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