HIPÉRBOLE DEL AMOROSO Te amo tanto que duermo con los ojos abiertos. Te amo tanto que hablo con los árboles. Te amo tanto que como ruiseñores. Te amo tanto que lloro joyas de oro. Te amo tanto que mi alma tiene trenzas. Te amo tanto que me olvido del mar. Te amo tanto que las arañas me sonríen. Te amo tanto que soy una jirafa. Te amo tanto que a Dios telefoneo. Te amo tanto que acabo de nacer. Carlos Edmundo de Ory
Ella es mi escarabajo sagrado Ella es mi cripta de amatista Ella es mi ciudadela lacustre Ella es mi palomar de silencio Ella es mi tapia de jazmines Ella es mi langosta de oro Ella es mi kiosko de música Ella es mi lecho de malaquita Ella es mi medusa dorada Ella es mi caracol de seda Ella es mi cuarto de ranúnculos Ella es mi topacio amarillo ella es mi Anadiómena marina Ella es mi Ageronia atlantis Ella es mi puerta de oricalco Ella es mi palanquín de hojas Ella es mi postre de ciruelas Ella es mi pentagrama de sangre Ella es mi oráculo de besos Ella es mi estrella boreal. Carlos Edmundo de Ory
Tus manos son mi caricia mis acordes cotidianos te quiero porque tus manos trabajan por la justicia
y por tu rostro sincero y tu paso vagabundo y tu llanto por el mundo porque sos pueblo te quiero
si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos
y porque amor no es aureola ni cándida moraleja y porque somos pareja que sabe que no está sola
tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro
te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente viva feliz aunque no tenga permiso
tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía
si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos.
si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos
Mario Benedetti
Me gustas cuando dices tonterías, cuando metes la pata, cuando mientes, cuando te vas de compras con tu madre y llego tarse al cine por tu culpa. Me gustas más cuando es mi cumpleaños y me cubres de besos y de tartas. O cuando eres feliz y se te nota, o cuando eres genial con una frase que lo resume todo, o cuando ríes (tu risa es una ducha en el infierno), o cuando me perdonas un olvido. Pero aún me gustas más, tanto que casi no puedo resistir lo que me gustas, cuando, llena de vida, te despiertas y lo primero que haces es decirme: «Tengo un hambre feroz esta mañana. Voy a empezar contigo el desayuno».
Luis Alberto de Cuenca
XVII
Hoy la tierra y los cielos me sonríen, hoy llega al fondo de mi alma el sol, hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado..., ¡hoy creo en Dios! Bécquer
“Soberana y alta señora:
El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte, El caballero de la triste figura”
Mientras tú existas, mientras mi mirada te busque más allá de las colinas, mientras nada me llene el corazón, si no es tu imagen, y haya una remota posibilidad de que estés viva en algún sitio, iluminada por una luz cualquiera... Mientras yo presienta que eres y te llamas así, con ese nombre tuyo tan pequeño, seguiré como ahora, amada mía, transido de distancia, bajo ese amor que crece y no se muere, bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
Ángel González
Perdámonos más allá, más allá todavía,
en las lomas de las piedras de bronce, en las montañas negras de septiembre, en cuyas hondonadas pronto alzarán los chopos sus hogueras.
Perdámonos, o deja que me pierda en ti, o acaso tras las tapias, también de bronce, de este mínimo huerto. Detrás veo un nogal y, a su sombra, hallaríamos tu paz y la mía.
Llévame, o tráeme, o piérdeme por esta amarga y dulce tierra nuestra, pero este anochecer del verano moribundo, no me saques del laberinto sin salida de tus ojos.
Antonio Colinas
La casa como barco en alta mar de junio. Las calles como trenes de noche sosegada. Estas cosas no pasan en el mundo. Estoy por afirmar que ahora vivo en un libro de poemas. Pero si tú me miras, decidida a existir desde el fondo templado de tus ojos, también existe el mundo. Y muy probablemente yo acabaré por existir contigo. Luis García Montero
Ayer te besé en los labios. Te besé en los labios. Densos, rojos. Fue un beso tan corto que duró más que un relámpago, que un milagro, más. El tiempo después de dártelo no lo quise para nada ya, para nada lo había querido antes. Se empezó, se acabó en él. Hoy estoy besando un beso; estoy solo con mis labios. Los pongo no en tu boca, no, ya no —¿adónde se me ha escapado?—. Los pongo en el beso que te di ayer, en las bocas juntas del beso que se besaron. Y dura este beso más que el silencio, que la luz. Porque ya no es una carne ni una boca lo que beso, que se escapa, que me huye. No. Te estoy besando más lejos.
Pedro Salinas
«La quiero tanto -dijo sin mirar a su tía, y encontrando palabras relativamente fáciles para expresar sus sentimientos-, la quiero tanto, que toda mi vida está en ella, y ni ley ni familia ni el mundo entero me pueden apartar de ella... Si me ponen en esta mano la muerte y en esta otra dejar de quererla y me obligan a escoger, preferiré mil veces morirme, matarme o que me maten... La quise desde el momento en que la vi, y no puedo dejar de quererla, sino dejando de vivir... de modo que es tontería oponerse a lo que tengo pensado, porque salto por encima de todo y si me ponen delante una pared la paso... ¿Ve usted cómo rompen los jinetes del Circo de Price los papeles que les ponen delante cuando saltan sobre los caballos? Pues así rompo yo una pared si me la ponen entre ella y yo». Maxi Rubín a Fortunata
Fortunata y Jacinta Benito Pérez Galdós
SONETO XXV
Antes de amarte, amor, nada era mío: vacilé por las calles y las cosas: nada contaba ni tenía nombre: el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos, túneles habitados por la luna, hangares crueles que se despedían, preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo, caído, abandonado y decaído, todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza y tu pobreza llenaron el otoño de regalos. Pablo Neruda
Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
Y dura este beso más
que duró más que un relámpago,
que el silencio, que la luz.
que un milagro, más.
Porque ya no es una carne ni una boca lo que beso, que se escapa, que me huye.
El Tiempo después de dártelo
No. Te estoy besando más lejos.
no lo quise para nada ya, para nada lo había querido antes. Se empezó, se acabó en él.
Hoy estoy besando un beso; estoy solo con mis labios. Los pongo no en tu boca, no, ya no -¿adónde se me ha escapado?Los pongo en el beso que te di ayer, en las bocas juntas del beso que se besaron.
Pedro Salinas