LA LITERATURA DEL ARTE 2

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LA LITERATURA DEL ARTE NUEVOS CUENTISTAS Y POETAS DE COLOMBIA


Patricia Iglesias, fotógrafa de Argentina. Obra, Mariposa amarilla.


CONTENIDO

GÉNESIS 4-6

LOS MAESTROS 7 - 14

LOS ARTISTAS CONSAGRADOS 15 - 24

LOS DE HONOR 25 - 30

NOTAS MÁGICAS 31 - 36

LOS OTROS ARTISTAS 37 - 60

NUESTRO TEMPLO 61 - 63


GÉNESIS GÉNESIS

EL UNIVERSO DEL CUENTO En principio; sobre todo, la creación del cuento es una invención compleja. El literato debe ser muy laborioso si desea realizar el escrito con perfección. Ciertamente, requiere esta composición artística de dedicación, hay que ser orfebres del lenguaje. Cuando narramos la anécdota, toca ponerle las palabras precisas a la historia. De a poco, cabe formar la significación sobre una propia surrealidad, para irle dando el imaginario explícito. Además conviene mostrar los acontecimientos de trascendencia con creatividad y pertinente sintetizar las descripciones superfluas, prefiriendo mantener así concienzudamente, lo comprensible. En tanto, por este sentido, la ficción irá saliendo bien. De recíproca concordancia, importante es que lo relatado sea verosímil para desarrollar el equilibrio dramático con eficacia, que en sí, cada ocurrencia tenga coherencia durante toda la narración. Pues provocar este procedimiento, le da mayor uniformidad al cuento. En crescendo, siempre que haya cuidado lo escritural, seguirá surgiendo una obra sobresaliente. Ya respecto a la trama; corresponde principalmente idear un conflicto o por lo menos, debe plasmarse una situación impactante, generadora de asombros. De lo contrario, perderá fuerza la representación fantástica. A lo más posible, quedarán flojas y débiles las argumentaciones, vertidas en el papel. Así que mejor, poner momentos intrigantes o percances compulsivos, traumáticos, que generen emociones en el lector. De por cierto, tal como dice, Gabriel García Márquez: “La intensidad y la unidad interna son esenciales en un cuento. Por lo mismo, cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el después, y todo eso seguirá siendo parte de la materia y la magia de lo que se leyó en el cuento”.


Así bien; para el escritor, lo más valeroso es tender una narración sugestiva, provista de pulsiones con historicidad. A ingenio, debe él contar los hechos de relevancia sobre genialidad. Y ahí, realzar a los protagonistas y desenvolverlos en una apropiada época. Conformemente a lo progresivo, ir compactando el drama. De acuerdo a como forma su creación; propio que encauce los personajes, perspicazmente particularizarlos en lo abstracto, trascendental que los encuentre a ellos y los implique en su dimensión, ya sea por medio de una eventualidad o una fantasía. En cuanto a lo próximo, cabe pensar el principio de conformidad con la urdimbre y el final revelado. Pues lo más propicio es hacerlo de manera minuciosa. De hecho le pertenece al cuentista, preocuparse por el juego de la temporalidad histórica. A lo escritural, hay que saber combinar toda la cuentística. Cada suscitación prosaica, toca definirla y fusionarla con los sucesos figurativos. Las cosas puestas, fijarlas con una juiciosa proposición. De por sí, que se conciba el cuento como un todo obrado. A propósito, Julio Cortázar plantea: “Un cuento es significativo cuando quiebra sus propios límites con esa explosión de energía espiritual que ilumina bruscamente algo que va mucho más allá de la modesta anécdota que cuenta”. Entonces a uno como literato, le concierne revisar el escrito durante varios días y noches para volverlo artístico. De consecuencia y por lo fraguado, quedará genial el cuento para el lector.

De los creadores, La Literatura del Arte.


Yeni Rocío Benitez, fotógrafa colombiana. Obra, Mar caribe.


LOS MAESTROS


LOS MAESTROS

JOSÉ NIVIA MONTOYA

Filósofo moderno; Licenciado y especialista en matemáticas, laureado por la Universidad del Tolima. Maestro en docencia universitaria. Tiene dos libros científicos publicados. Es además novelista y cuentista colombiano. Ha publicado tres novelas; Violencia en el Paraíso, El Demonio de la Sierra y El Canciller de los Tulipanes. Se encuentra en la mayoría de bibliotecas de habla hispana. Ha tenido varios reconocimientos a nivel nacional. Y fue finalista del concurso internacional de cuento; La Cesta de las Palabras, España.


UNA NOCHE INVERNAL Una noche de invierno en un país austral, fuerte de esos inviernos que nos azota el alma el mes de junio, resurgió bajo mis frazadas casi húmedas por la niebla que se extendía sobre mi lecho. Esa noche entre dormida y a veces casi despierta en un estado de letargo fantasmal; una torre de marfil hizo presencia en mi sueño, adornada con flores místicas. Y una estrella al norte que iluminaba una estrella angelical, pasó rauda frente a mí como si viera el alba de aquel día de invierno, fugaz como el instante que vivía. La figura en su presencia espiritual, iluminaba en su alma hermosuras, sus ojos angelicales, llenos de ternura, ojos presentes suyos, me proyectaban a la juventud junto al enigmático recuerdo de mi padre en un estado celestial. Yo sentí que la frente me besaba, la sensibilidad de sus labios fulgurantes, me hicieron recordar la ternura recibida, cuando aquella figura junto a mi madre, me decía; mi reina, mi chiquilla adorada. Con canciones de cuna, lo susurraba, no importaban las noches de invierno con niebla de locura, siempre el cántico de sus melodías, no me dejaba desvelar, suavemente yo me dormía. De más después, su paso triunfante, sus caricias inmateriales, junto a mi lecho como una visión que deslumbra, me iluminó de consejos para mi bien futuro, que en vida preservaré siempre. Y yo como pintora de recuerdos, hacedora de imágenes infantiles, vi en el vestido luminoso, la figura paterna de idílica presencia. Sólo en la aurora celestial de aquella madrugada, todavía medio dormida, hice conciencia de que debía regresar a casa. Y asombrada, desperté abrazada al álbum familiar donde la foto de mi padre, yacía mojada en lágrimas, brillando con su rostro varonil.

De José Nivia Montoya; el cuento, que perdura en su libro, Prosas de la conciencia.


LOS MAESTROS

MICHELLE ALEXANDRA RINCÓN

Poetisa de Bogotá; Licenciada en literatura y lengua castellana por la Universidad Santo Tomás. Es docente del español para extranjeros. Ha tomado talleres de creación poética con el maestro, Federico Díaz Granados. Hace parte del grupo literario; Los impresentables, Relata. Es mención de honor del premio nacional de poesía, Eutiquio Leal. Destaca sus poesías en reconocidas antologías nacionales y varios de sus poemas han sido presentados en programas radiales como My Insomnia Radio y Esquirla Poética.


ENGENDROS Nada de tiempo queda en nuestras manos. Al vaivén se va lo vivido. El tiempo es irreal, mentiroso. Han pasado días avaros de horas.

FRAGANCIA Las sábanas tienen todo tu pasado de amor y frío. Como tu ausencia entre ellas reposa oculta la noche.

De Michelle Rincón, los poemas, que inspira en vigilia.

REMINISCENCIA Amargura del silencio caminas últimas huellas del recuerdo. Trasciendes los días y regresas manos de luces a mis sombras.


LOS MAESTROS

RUSVELT NIVIA CASTELLANOS

Cuentista y poeta de la ciudad musical de Colombia. Es al mérito, Comunicador Social y Periodista, graduado por la Universidad del Tolima. Y especialista en Inglés, reconocido por la Universidad de Ibagué. Tiene un poemario y cinco libros de relatos publicados. Ha sido finalista de varios certámenes internacionales de cuento y poesía. Fue segundo ganador del concurso literario, Feria del Libro de Moreno, organizado en Buenos Aires, Argentina, año 2012. De crecimiento, fue premiado en el primer certamen literario, Revista Demos, España, año 2014.


VIDA INMORTAL Era de noche y no podía dormir. Sucedía, porque el nocturno de la melancolía estaba presionando a mi espíritu. El insomnio, vino a su marcha con horrenda depresión. Así que tuve que ir al fondo del universo. Pasadas las horas, reaparecí en un espacio de exagerada vacuidad. Allá en frío, me vi con una sola desgana. La pesadez era muy fuerte. Se paseó luego la dolencia por mi carne, mientras surgía una sombra toda fantasmal, que salía de un cementerio. En seguida ilación, ella vino fugazmente a mi presencia demacrada. Sola, era como una mujer negra. Yo desnudaba la podredumbre de su ánimo facial. La visión, claro que fue maléfica para mí. Saberla así de crápula; frente al otro espejo del mundo, me puso más que decaído. Por estos defectos, la existencia se me revolvió entre un grito desgarrador. Sobre lo creciente, no podía soportar la emanación embrujadora suya. Era muy densa, provocaba pesadez. Sin embargo, ya conocía su energía. Cuando ella venía a mi claustro, podía percibirla con horror. Siempre que tenía ocasión, expandía todos sus fluidos por los vacíos para intentar asesinarme. Menos mal, yo la entreveía y conseguía huir de sus garras cegadoras. Así que por lo tormentosa, yo tomé ayer la decisión de ir al fondo del abismo. Estuve por allá donde viven los otros seres inmortales. Todo estaba desequilibrado. Se reflejaba la miseria. Sólo había crueldad. Cuando al poco tiempo, yo la advertí a ella, vi correr su ser espiritual junto a su pobre lobreguez. Desde su posición agónica; se supo furiosa, apenas reconoció mi cuerpo. Entonces, se me aproximó con furia y evocó unas maldiciones, luego trató de empujarme al vidrio de la perversión, quiso hacerlo con recelos y odio. Aunque lo luchó, no pudo conmigo. Por precavido, puse atención a su figura oscura. Para lo otro virtuoso; la esquivé a ella y de golpe cobré mi justa venganza, la quemé con mis manos, la purifiqué en el bien. En cuanto volvió la madrugada, yo fui libre, me despedí del mundo pecador. De Rusvelt Nivia Castellanos; el cuento, que realza en su libro, Afuera de la nada.


Wilson Vergara, fotógrafo colombiano. Obra, Atardecer en el golfo de Morrosquillo.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

ISMAEL YEPES ORDUS Poeta de Bogotá, Colombia. Caminante de la vida. Ha sido seleccionado en varias convocatorias literarias. Entre ellas destacan; Creación poética en la Casa de Poesía, José Asunción Silva y taller en escritura de literatura, Ideartes. Por tal desenvolvimiento, sus poemas han sido elegidos por publicaciones digitales como Editorial Zenú y Revista Reloj de Arena.

YEFRI GERMÁN PARRA Cuentista de Bogotá, Colombia. Sus inicios siempre fueron la poesía; esa dama escarlata de vestido corto y versos robo su niñez, juventud y estado permanente de delirio. Músico y diseñador, lleva el arte como paradigma de tiempos. Su escritura es fuerte y de unos tonos impredecibles de tonalidades rojos como oscuros. Su mayor arma el recomponerse por medio de un néctar al que llama letras. Su sueño; limitar la ausencia del arte en todo concepto humano y mutarlo. En la actualidad, trabaja en su primer libro cargado de versos y narrativa; Marian, La Fetichista de los pies el odio, obra que será publicada en inicios del año 2015.


ANDREA DEL GALLEGO Poetisa de Barranquilla, Colombia. Destaca honores en sus estudios del bachillerato académico. Es comunicadora social y periodista, graduada por la Universidad Autónoma del Caribe. Personalmente, su pasión son las letras. Ha realizado diversos escritos durante su juventud. También ha liderado el proyecto cultural, prensa escuela. Con el paso del tiempo, crece su sensibilidad por la naturaleza humana y el descubrimiento de Jorge Luis Borges y Pablo Neruda. En la actualidad, trabaja como comunicadora especializada en el Sena.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

ISMAEL YEPES ORDUS AMAR ANDINO A MAR CARIBE

Silencian las huellas los contornos de la costa, tirita la mañana en la atalaya fría andina, borra la marea a la historia de los hombres, marchitos eucaliptos que interrumpen su marcha, pasan los pasos, desean los deseos, confluyen; olor a selva mojada con visos grises de concreto, huele a sal caribe y a rosas blancas sabaneras, entrelazados los rumbos de cachacos y costeños, confabulan en amores sus culturas diferencias, allanados los espacios de disímiles conciertos, recuentan con sus cuerpos al mar de las montañas, las cordilleras atlánticas de océanos inmensos; cumbres de abismos entre verdes sabanales, nevadas son las sierras que guardan los corales, elevan sus naufragios entre carreteras y regatas, atolón de los bajíos en escarpados farallones, asienten con sus verbos los secretos de las aguas, indulgencias que concurren entre paramos y algas, vallenatos con bambuco a través de los pasillos, cumbea el tiple, guabina la tambora, repiten; canciones mestizas de geografías dispersas, coplas campesinas bajo el acento de las urbes, ritmos que contienen sabores ancestrales, recetas de la abuela entre dulces de colores, esencias de los cerros y de ceibas grandifloras, respiran las caricias curubos verdes y corozos, en la presencia de los valles, pálida negra mía: “Me llevarás en ti como la sombra”.

Del bogotano, poema a nuestro folclor.


YEFRI GERMÁN PARRA UNA DAMA ROTA Y NUBLADA Los gatos rondan enfurecidos por la rabia constante de no maldecir gritos al satírico vaivén del olvido, las luces enmarcan un silbido diáfano donde la radioactiva ola del humo citadino, acecha bruscamente pulmones y miradas de lo fino. Y ahí está ella, vestida con tacones y minifalda de sirena en un mar de vodka y sales corporales. Está ella drogada y a veces destruida, maldecida, pero siempre gritando en el avispero cruel de la sentencia que le fue impuesta, ser la damisela más grande, sucia, bohemia y gris de Colombia; país de alquileres en cerebros, crueles e indecentes, país de diversas gentes con tonalidades de voz distintas; arrastradas, eróticas, sublimes, bruscas, simples, relucientes. Y sigue ella, representada en autobuses que como cadáveres podridos se menean y la pisotean sin descuido. Ella, la finalista del amor, la fatalista del perdón, la altruista de los cigarrillos y la banda que toca entre bares sucios y malditos una canción de amor. ¿Recuerda usted mis desdichas e ilusiones, Bogotá, recuerda mis canciones, recuerda mis ausencias y lecciones? Recuérdeme o dama rota y nublada, querida fina luna empañada por la nada. Aquí está su más fiel progenitor que le ensucia y reescribe este poeta erótico y pionero que en usted vive, ser este que disfruta cuando se rasga, cuándo sin censura se corrompe en el adulterio de pergaminos y mercados pulgosos repletos de lujos y magos, repletos de embrujo y artesanos. Su centro, esa alquimia. Esa columna fija deshilachada que se embriaga de plazas y monumentos a Dioses, repletos de próceres y jovencitos con palitos que visten de verde siendo autoridades, sin vértigo. Un pavimento rebosado de urbanas líneas de pintura y cuentos de fantasmas desde donde el Zipa Muisca divisaba la sabana de su aire supremo y antiguo.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

Sigo aquí, caminando libre, chapoteando su desgracia infinita por la carrera trece, una franja de estudiantes inconclusos con apuro y mérito de alcohol la subliman como se sublima la nada, como nace la muerte, como el otoño crece y la lluvia que no cesa delinea su espacio con infinitas aguas de promesas. La tormenta es su escudo, sus palomas la armadura que siempre estará gris y alada, suprema, invicta y reluciente desde picos que comen pedacitos de sol desde las manos de niños en la plaza que ve dormir a Bolívar. Nazco donde ella muere, vivo desde el señorial de sus lascivas mujeres en medias de fetichista seda y cortos vestidos, desde la hambruna de sus moteles y bares adictivos, desde su reproche eterno de combustible, cercado en fila india. Recorro su aire y ahogarme hace parte del acto, del rito, del caos; de la pantomima de echarle humo a sus palacios, a sus edificios con luces que danzan bajo esa luna ambientada de neblina y frío. Amo este frío, amo esta dulzura con que revienta mi resistir hasta hacerme temblar de ansía y sueño. Bogotá, sígame recordando, que yo como dama que soy, le seguiré dando injertos de poesía desastrosa, lujuriosa, sed y credos.

Del bogotano, cuento simbólico.


ANDREA DEL GALLEGO MI VIEJO MUELLE

Presurosa la brisa golpea en tus cimientos las olas que te vieron nacer, hoy te quitan el aliento mi viejo muelle, cuantas penas y lamentos ilusiones, logros y extranjeros llegaron por ti, con progreso Entre aguas grises, sol y luna la arena dorada la cocada y la cumbia me envuelves entre la historia y la poesía entre el mango biche y mis memorias Mi puerto querido no vivo en ti, no soy tuya me enamoraste una tarde de abril mientras recorría descalza, aquella extensión tuya Hoy me duele el alma, se cae como tu estructura a pedazos, por montón mi corazón se desmigaja mi viejo muelle, como a ti me han olvidado, sin razón.

De la barranquillera, poema al amor.


LOS ARTISTAS CONSAGRADOS

A USTEDES COLOMBIANOS DE FANTASÍA


LOAS ESTUPENDAS


De los creadores, La literatura del arte. Obra, Flores de primavera.


LOS DE HONOR


LOS DE HONOR

MARÍA MOLINA VILLALOBOS Cuentista y diseñadora gráfica de Bogotá. Es además Psicóloga, titulada por la Universidad Abierta y Distancia, Unad. En 2011, ganó junto con la escritora Martha Pulido la beca de creación artística, Fondo Mixto de Cultura, San José del Guaviare. Ha publicado relatos y ficciones para diferentes revistas y antologías nacionales, tales como Renata. Aparte de todo, ha realzado destacadas exposiciones artísticas en varias ciudades de Colombia. En la actualidad, vive y obra literatura en San José del Guaviare.

JHONATAN HARRYS RODRÍGUEZ Nació en el municipio de Becerril, departamento del Cesar, Colombia. Allí desarrolló sus estudios de primaria y vivió hasta los diez años, pues su familia tuvo que trasladarse a la ciudad de Barranquilla y posteriormente a Bucaramanga, debido al conflicto armado. Actualmente estudia Derecho en la Universidad Santo Tomás de Aquino, Bucaramanga. Escribe poesía desde que tiene memoria. Le gusta leer, escribir, dibujar y perderse en sus pensamientos y le gusta admirar todo aquello que hay en este universo y siente que la poesía es una forma de plasmar todo lo que dentro de su vida.


MARÍA MOLINA VILLALOBOS LA CANDELARIA Despierto por el ruido de la puerta del almacén. Estiro el cuerpo para desperezarme y los que se pisan para evitar que me lancen agua. Camino alejándome de la Carrera Décima por la calle Once, conocida como Calle de los Sombreros. Me detengo frente a la Sombrerería de San Miguel, una de las más antiguas de la ciudad y observo los sombreros exhibidos; el marlboro, el cervo, el zafari, el cachaco, el charlot, el stetson, para mí todos son iguales. Como siempre, los humanos caminando de prisa, dirigiéndose a sus trabajos, vestidos de gris, ensimismados en sus pensamientos, desconociendo su entorno rodeante, sin tener contacto visual con sus congéneres. Al llegar a la Plaza de Bolívar, embisto a las palomas que dan papaya para asustarlas. Los lambones me dan un par de paraguazos en la espalda, pero no importa. Hacer eso es una chimba. Me echo en la plazuela hasta la media mañana para asolearme un poco y calentarme. Observo a las mensajeras comer arroz arrojado por los transeúntes mientras espero un poco de comida de algún humano presente en la protesta del momento, pero pailas, recibo solamente indiferencia. Luego de orinar en una de las losas del nuevo Palacio de Justicia, continúo mi camino. Me dirijo hacia La Puerta Falsa, sitio en el que Manuela Sáenz, compraba sus golosinas hace poco menos de doscientos años, hoy mecateadero de los bogotanos donde disfrutan del tamal con chocolate, agua de panela con almojábanas y queso, cocadas y otros dulces tradicionales. Llevo unos minutos frente a la entrada del local, pensando que se ampollaría mi rabo por estar sentada en el piso por el cual transitaron personajes como Jorge Eliecer Gaitán, Alberto Lleras Restrepo, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay y otras tantas eminencias. De pronto escucho una voz desde el fondo del salón: ¡Ahí llegó Candelaria¡ Y sale doña Lucila, matrona del establecimiento, quien luego de acariciar mis orejas, me sirve unas sobras de tamal en una taza dispuesta para mí, con las que quedo llena, gracielas a esa bacana. Continúo la marcha. Al llegar frente al centro cultural; Gabriel García Márquez, me acerco al ventanal de la librería que da a la calle, veo los libros en exhibición: Breve Historia de la Locura; Cordura, Locura y Familia; Demonios de la Mente, Biografía de una Esquizofrénica; Dialéctica de la locura. Y recuerdo a mi amo. Los humanos son muy complicados, ven el mundo al revés. A los sensatos los tildan de chiflados y a los cafres de cuerdos, incluso votan por estos últimos. El libro que llama mi atención es este; Siete maneras de matar a un Gato.


LOS DE HONOR

Luego de echarme el motosito de medio día, camino de prisa entre los estudiantes y gentes que van y vienen de la Biblioteca Luis Ángel Arango, lugar donde años atrás, vi salir constantemente a quien es hoy mi llave, mi amo. A él, le llaman de diferentes maneras; El Loco, El Poeta, El Profe. Es matemático de la Universidad Nacional, pero trabajó pocos años y terminó como yo, viviendo en la calle, sencillamente porque su pensamiento no contuvo tanta incoherencia de la damier de la sociedad. Hace días no sé de mi parcero, tal vez está en el barrio Egipto o en Las Aguas, haciendo que camella o quizás está encanado como la última vez por haberse encaletado una caja de caldo maggie. Otro día lo encontré a las afueras del Teatro Jorge Eliecer Gaitán, escuchando a la sinfónica juvenil, tocaban música de un tal Gentil Montaña. Bien, si no aparece el parcero, voy y lo busco por allá. Siempre me echa historias solladas de su infancia, tales como cuando jugaba con carros de balineras y trompos de madera. También me habló del juego en el que pateaban un tarro o frasco de plástico y mientras alguien iba a recogerlo los demás niños se escondían. No sé qué se fuma en esos momentos cuando habla todas esas cosas raras, porque yo sólo veo niños absorbidos por juegos digitales, que me recuerdan a mi primer amo, quien me faltoneó al preferir cuidar una mascota virtual, un gato de su celular. Por la Carrera Cuarta encuentro en una esquina a mi Heriberto de la Calle, lustrabotas, nacido en el barrio La Perseverancia, hombre a quien le va muy bien embolándole zapatos a políticos y personajes de la farándula. A veces lo invitan a hablar en la tele. Luego qué Candelaria, me dijo. Por qué tan sola, por ahí pasó el poeta. Yo solo le bato mi cola, sacó de uno de los bolsillos de su chaqueta un mojicón que tanto me gusta y me lo dio. Siguiendo en la búsqueda del amado; Transito, paso por la Casa de Poesía Silva y subo por la Calle Trece hasta la Carrera Segunda y a lo lejos, en la plaza del Chorro de Quevedo, creo ver a mi amo, Transito. A medida que me acerco escucho su voz en medio de una multitud recitando a Cesar Vallejo: “Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!”. Le aplauden y le dan unas monedas. Al percatarse que estoy aquí, se le ilumina el rostro mientras dice: “Llegó La Candelaria”. Me acerco y me apretuja entre sus brazos como lo hace todas las veces cuando piensa que me ha perdido. Y yo empiñatada pienso; sikas este es mi ñero.

De la bogotana, relato de ciudad.


JHONATAN HARRYS RODRÍGUEZ LA BALADA DE LA FLOR MUERTA Los vi, arbustos decapitados, sus flores mutando a marchitas en un fútil yacer, fue quimérico el crepúsculo de su vida, lirios, violetas y margaritas por doquier. Desgarraban mis ojos, colores estrepitosos irradiaban mi piel, la luz de Apolo se ceñía a los poetas y los poetas llenaban de colores su pincel. Fúnebre caravana cual ceda o papel, un bordado traslucido se adhería a mis pies y sentí a mis oídos los cantares del profeta, la escena del magnicidio, la balada de la flor muerta.

Del caribeño, poema con mística.


Patricia Iglesias, fotógrafa de Argentina. Obra, Mariposa roja.


NOTAS MÁGICAS


NOTAS MÁGICAS

JUAN ROMERO Comunicador Social y Periodista, graduado por la Universidad del Tolima. Egresado por la misma universidad del Diplomado en Comunicación Organizacional. Ha sido reportero de AFACOM. Resalta diferentes publicaciones en medios nacionales como los siguientes; En Órbita, Revista Roja, Periódico Arteria, Revista Arcadia, Palabra Realizada y otras tantas revistas. Actualmente, hace parte del taller Relata, Ibagué.

DESCANSO Un hombre vuelve de la muerte. Sale del cementerio. Corre entre los autos hasta la casa; ingresa, toma de una mesa los recibos del gas, la luz y el agua. Sale de la casa. Corre hasta el banco, empuja a las personas, llega a una de las ventanillas, cancela los recibos con los huesos de las piernas, el tronco, la cadera y los brazos, quedando tan sólo el cráneo, que rueda tranquilo al cementerio.


RUBÉN CAMPOS ARIAS COFEE SHOP AMSTERDAN

Poeta de México. Es Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica, Universidad Nacional de México. Magister en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana. Ha publicado los libros; La obscuridad es la reina, Coffee Shop Amsterdam, el libro colectivo, Perduración de la palabra, Tocan a la puerta. Antología de escritores mexicanos. Y la obra, Un claro en la ciudad. Ha recibido además varios reconocimientos de poesía en su país, México.

Miradas encendidas. Rostros africanos bajo las farolas humeantes. Luces rojas en mis colmillos de amante silencioso. Serpientes en mis manos se extienden a los brazos de las estrellas, experiencia de los dioses. Las máscaras de las paredes sonríen, me observan los retratos. Todo se distorsiona: Delirios se diseminan en la claridad de las visiones. Se expande la percepción, giran las puertas. Chispas de fuego en mis manos.


NOTAS MÁGICAS

LORENA PRECIADO CÉSPEDES

Cuentista de Colombia. Estudia psicología en la Universidad de Ibagué. Realizó su bachillerato en la institución educativa, Liceo Nacional. Desde pequeña, tuvo enorme interés por la escritura. Ellas entonces, crea ahora narraciones y novelas. Además es una fiel amente de grandes poetas como Charles Baudelarie y Artuhr Rimbaud. Toca también el teclado y gusta del teatro. Ya entre sus obras se destacan; El hueco que tiene el cielo, La real autofagia, El enigma de la vida, Oye recuerdo y otros tantos cuentos.


LA REAL AUTOFAGIA Desde el baño, lograba ver unas luces intermitentes. No sabía siquiera en que baño de tantos baños de la ciudad podría estar. El sudor era una lluvia constante y helada que descendía hasta por debajo de mis rodillas, podía sentirlo todo, olerlo, saborearlo. Sentía un montón de caballos galopando cada rincón de mis venas, cada gota de licor haciéndose fuego en mi interior, hundiéndome una vez más en el sarcófago donde habita la soledad, donde siempre está la sequía y hay un repertorio completo de memorias caídas. Desperté y no sólo traté de levantarme sino que también intenté desprender la sangre seca que yacía sobre mi cara. Dormí sobre la carretera, recuerdo haber caminado por tantos mundos, unos con montañas rocosas y rojas donde el viento sólo pegaba fuerte los martes, otros donde los lunes no eran tan infelices como en la ciudad y otros donde el día domingo no era propio de los ancianos. Nuevamente me siento en una silla, me hago un tinto y fumo. Rio, lloro, fumo, duermo, rio, veo televisión, me trepo en el techo, fumo, rio, riego las maticas, la llamo, no está, fumo. Yo espero que la noche traiga consigo melodías mucho más tenebrosas, que me hagan temblar las piernas, que traiga piernas locas que me den refugio unas cuantas horas, que me preste risas incoherentes con olor a ron. Algunas veces pretendo pasar un día consiente y la ansiedad parece que se apropiara de mi ser, que se adueñara de las pocas ganas que me quedan. Después viene la ira y más vasos rotos, no sé en qué momento mis demonios me alejaron tanto de la realidad, me alejaron de la tranquilidad. Mi vida ha sido un vals constante como una enfermedad que es lenta, los pensamientos son mi más grande perturbación. A veces sueño y tengo los ojos bien abiertos, pero prefiero una asfixia de furia, prefiero perderme en esos ojos que algún día me despidieron en una calle, esas palabras que hicieron corroer mi corazón débil y ese silencio que me hacía temblar cuando aún me daba hambre. Ya ni los besos, ni la bondad, ni la inocencia de los niños me conmueve, ya cuento cada parpadeo y me peino el cabello cien veces cada noche; Jesús ha venido varias noches porque quiere charlar conmigo, echarse los tintos, él cruza la pierna y sólo me ve borracho, ahí tirado en medio del cuarto. He querido conquistar el mundo, he querido cortar a varios humanos en pedazos para que quepan en mi nevera, he querido amor, he soñado con la vida. Sólo cuento cada parpadeo. Una y otra vez esperando a relatar otro día en cualquier baño de la ciudad.


Jesica Fernanda Mendoza, fotógrafa colombiana. Obra, Chamba.


LOS OTROS ARTISTAS


LOS OTROS ARTISTAS

CUENTISTA: ANGIE MELISA HERRERA BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: DESVANECER EL FIN DE NUESTRA EXISTENCIA CUENTISTA: CARLOS ANDRÉS ROCHA CALI, COLOMBIA OBRA: SANGRE DE FUEGO

CUENTISTA: GIOVANNY JARAMILLO ROJAS BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: SOY YO

CUENTISTA: BRANDON RENÉ BARRIENTOS BOGOTÁ, COLOMBIA OBRA: BOB

CUENTISTA: CRISTIAN MAURICIO DÍAZ CAICEDONIA, COLOMBIA OBRA: UN HUERTO SIN NOCHE

CUENTISTA: OMAR JAVIER UMAÑA VILLAVICENCIO, COLOMBIA OBRA: CARTAGENA


CUENTISTA: PABLO ANTONIO DÍAZ BUCARAMANGA, COLOMBIA OBRA: CAFÉ Y CAJÉ

POETA: ALMICAR BERNAL CALDERON IBAGUÉ, COLOMBIA OBRA: LO QUE NO FUE

POETA: NELSON ACEVEDO BETANCOURT MEDELLÍN, COLOMBIA OBRA: PISTA DE BAILE

POETISA: LUZ JANETH NARANJO APARTADÓ, COLOMBIA OBRA: ESTA ES COLOMBIA


LOS OTROS ARTISTAS

NUESTROS CUENTISTAS


ANGIE MELISA HERRERA DESVANECER EL FIN DE NUESTRA EXISTENCIA La muerte se acerca, la muerte más lentamente está de uno más cerca, la enfermedad mata el sueño, la muerte es un profundo recogimiento en el limbo, aunque el reloj desvanezca, aun te tengo en mi mente. En mi corazón aún estas y sigues presente como un sueño poético de Morfeo. Los sueños desvanecen, se desaparecen, aunque te tengo en mi mente. Yo sólo pienso en ti, pues puedo decir el te amo en mi corazón, mi corazón latió muy fuerte cuando nos miramos, salieron chispas entre nosotros, tú, joven enamorado, me hiciste en las entrañas un bebe. Más ya de dar a luz, nadie se preocupaba por mi barriga, toda estaba llena de amor por ti. Y al explotar mi barriga, salió un niño muy parecido a ti, pues pensé que era el inicio del mundo, que el mundo era juvenil donde la prehistoria hace su aparición y desaparición. Allí es donde pasan los siglos y las razas se extinguen. Pude sentir tus labios junto a los míos, pensé que era un nuevo mundo, el universo dividido en dos, tu y yo donde las estrellas interface su luz y la luminosidad, luego todo se oscurece donde lo bueno es malo. Y pensé el principio del fin del universo, tú y yo, veo como el tiempo pasa y los segundos se hacen horas. Ya el nuevo milenio es hecho para los débiles, para los que no piensan donde el fin se apodera de nosotros. Ahora, veo cómo salen de mi mente mis pensamientos, el sueño de cada día se ahuyenta y ahora sólo pienso en mí, veo cómo pasa el tiempo, puedo oír a los muertos como están en el limbo o en el infierno, pero más aún el fin se supone que está por venir. Entre mil quejidos y llantos, puedo sentir un latir muy fuerte junto a mí como un nuevo niño, se desespera la noche oscura y entre las tinieblas aún puedo ver su luz. La muerte gana a la existencia y al fin se concluye que la pubertad está entre los más jóvenes.


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BRANDON RENÉ BARRIENTOS BOB Hay días fríos, los hay oscuros, otros cortos y otros largos. Aquél día, no fue más que eso o al menos así lo pensé hasta que me enteré de la muerte de Bob. Lo conocí apenas hace dos días. Un hombre que encontró en las calles, bancos y zonas verdes bogotanas, su hábitat. No conocí su familia, ni su casa, ni su nombre. Le puse Bob porque su cabello sucio siempre estaba envuelto en un gorrito que tenía los colores jamaiquinos. Su fuerte no era la estética. En realidad, sólo era una persona que de la indigencia hizo su estilo de vida. Una indigencia a la colombiana. Siempre lo observé sentado en el mismo banco frente al hospital que operaba los ojos de los ricos de Colombia. Nunca pedía dinero ni comida. Aunque siempre estaba comiendo y vestía atuendos diferentes. Callado, solitario y a la expectativa; ese era el entorno de Bob. Decidí hablarle. No parecía el méndigo común que sólo prolonga su existencia mediante los bolsillos de los demás, era un hombre indefenso. Le pregunté si estaba hambriento. En realidad, tenía unas empanadas del desayuno y sentí que no había problema en que él se aprovechara de mi falta de apetito. Sólo asintió con la cabeza, tomó la bolsa y prosiguió a observar el mundo desde su banco como si estuviera a la mitad de la playa de puerto Colombia, mirando el atardecer. No fue una conversación particularmente larga. No podía esperar más, yo era un desconocido para él y viceversa. Abandoné su santuario de dos puestos y me largué. Aunque mi curiosidad se quedó a su lado. Así que al día siguiente tuve que volver por ella. ¿Por qué era tan silencioso? ¿Por qué no quejarse de esta ciudad indiferente y desconsoladora como lo hacen los vendedores de dulces en los buses? Era temprano y tenía que volver por mi curiosidad; sin ella se pierde el interés, y sin interés el conocimiento no crece, y si éste no crece lo hace la ignorancia, y entonces estaré jodido. Caminaba de nuevo cerca al hospital con prisa; no se hacían esperar mis deberes laborales. Sin embargo, primero debía hacer la parada por la casa de Bob. . Sin falta allí estaba, sentado y esparcido en su silla principal observando las cientos de personas que pasaban por allí, los autos, las motocicletas y el ambiente de intolerancia que todo colombiano despide. Me acerqué a aquella banca.


Bob me reconoció de inmediato, me agradeció por las empanadas del día anterior y me invitó a pasar a su casa, una casa sin techo, ni puertas, ni baños, ni cocina, sólo un asiento de madera. Me abrió espacio haciéndose un poco hacia la derecha lo cual le agradecí. Era un hombre indefenso en verdad. Tomé algunos maníes de sal que tenía entre la maleta y se los ofrecí a lo que me respondió con un todo bien, que no parecía un gracias. En realidad, mi única intención de visitarlo fue por rescatar mi curiosidad, quería llevármela de vuelta al resto del mundo donde no sirve para nada, pero es mía y no le pertenece a nadie más. No tenía intención de saber sobre su vida o la razón por la que lucía como un miserable. Con saber que esperaba allí sentado era suficiente. Se lo pregunté. Volteó su cara sucia y barbada y sonrió, aún le quedaban algunos dientes suficientes para mostrarme que no necesitaba muchos para alegarle alegría a cualquier situación. Esperé una respuesta larga y fatalmente interesante. Tan sólo me dijo: “Amor, solo espero amor”. Mi curiosidad aumentó. Le mencioné que no me quedaba claro y en un tono pasivo contestó: “Está bien sardino, pero eso te va a costar más que un par de empanadas frías y maníes baratos”. Fue una jugada astuta, ahora debía traerle más comida y de la costosa. ¡Qué desfachatez! Sin embargo, accedí a su extorsión. Después de todo el tiempo es oro para el que tiene oro y nada para que el que no tiene nada; tenía tiempo. Compre algunas cosas en el súper mercado de enfrente, se las ofrecí. Terminó de comer, tomó las servilletas y limpio su boca, listo para comenzar la función. Su voz era la de un fumador persistente; ronca y casi perdiéndose por momentos. Me dijo: “Fui un empresario de la industria, alguna de la que ya no me acuerdo”. Entendí que Bob comenzaba con su parte del trato. Luego sostuvo: “Tuve mucho dinero y nada me faltaba. Tuve tanto que hasta pude comprar el amor; el amor por el dinero. Y ese es más barato que el de una mujer”. Yo no pude ocultar mi buen humor y rompí a carcajadas. Bob continuó: “Tuve una esposa, pero jamás hijos. Tuve una casa pero nunca un hogar. Tuve un elitista camino con un pobre destino. Tuve todo y nada al mismo tiempo”. Enseguida, se me vino a la cabeza Colombia con su riqueza y sus políticos.


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Y él prosiguió con su historia: “Perdí la vista por una enfermedad hereditaria. Aunque no sería lo único que perdería. Cuando me enteré que estaba a punto de perder los ojos, pagué la más costosa operación experimental en el hospital que está a nuestra espalda. Salí bien de la operación, tan sólo necesitaba algunos meses de reposo y recuperaría la vista en poco tiempo. Tomado de la mano de mi esposa, caminamos hacia la salida del hospital, era el momento de irse. Ella sin hablar soltó mi mano en algún momento y desapareció y sucesivamente desapareció mi empresa, mi dinero, mi alma y mi amor. Sin mucho esfuerzo caminé hacia algo de lo cual aferrarme para poder estar seguro. Sentí una tristeza y allí me senté justo donde estás tú. Después del tiempo, recuperé la vista y disfrazado de mendigo he sobrevivido, realmente no me va tan mal. La única diferencia entre los ricos que salen de este hospital y yo, es que yo no hago nada para prolongar la vida y esa es la única forma de hacerlo”. Bob, quedó en silencio y yo y mi curiosidad, reventamos en interrogatorio. Le pregunté de inmediato: -¿Qué tanto amaste a tu esposa? Él respondió: -No lo sé, aún la amo y el amor sólo puede medirse cuando se termina. Hice una segunda pregunta: -¿Y por qué no levantarse, conseguir trabajo y continuar la vida como lo hizo tu esposa después de ti? Miró hacia el hospital y me dijo: -Porque no lo necesito. Mi apariencia es de loco, vago e indigente, pero no es locura, vagancia o indigencia lo que aparento. Es amor y así se ve por fuera cuando se arranca desde adentro. Bob, se levantó de la banca, tomó el resto de las bolsas y se fue lejos. Ni adiós ni gracias dijo. Lo mismo hice yo. Hacía demasiado frio, el tráfico comenzaba su transformación intratable de las seis de la tarde y se avecinaba un aguacero. El dueño de aquel hospital, murió de hipotermia esa noche en el parqueadero de ambulancias, decía un periódico importante con su foto en la mitad de la página. En la imagen estaba mi amigo Bob, posando en traje y corbata.


CARLOS ANDRÉS ROCHA SANGRE DE FUEGO Yo que estoy tan dentro de ti como esos insectos de colores que te habitan, que vuelo sobre la tierra buscando tus fantasmas perdidos entre los antidepresivos, que se me llena la mente con películas de Godard, amarrándote a mi futuro. Yo que te construí una casa con el esqueleto de una flor, que soy un sabio en la anatomía de la melancolía, que soy el gran problema de mi vida y en mis citas con los psiquiatras, me han dejado plantado tan hondo como el árbol del gran Buda. Yo el gran señor del sufrimiento, que no se deja morir, el de la cómoda tristeza, te condeno, te condeno a andar con mi amor a cuestas, como un elefante de mil años, para que la lluvia se te vuelva un estado de ánimo, que refleje mi cara, para que siempre sepas que cuando Dios te cierra una puerta, yo te sueño. Te someto a la vida, la vida de los que saben que el amor es saber doler, que desnudos y somos alguien soñando. No es un castigo, afán es de supervivencia, tal como un acto reflejo, que sin intención golpea de alguien un ojo. Es una medida preventiva de mi amor para no quedar sin ti, mi amor camuflándose en tus libros, que ojalá fueran nuestros y también mi cáncer diciéndote: "No insistas, yo no existo". Es mi pena, intentando escapar de mi cadáver perdido y demasiado triste, pegándose a ti como los problemas. Mi vida contigo se siente más cómoda que conmigo como una serpiente en templo de la India perdida, las de los monjes que me rezan, porque saben que somos más lluvia que personas y que la lluvia todo se lleva, rezan para que la estatua de la eternidad, que es mi llanto, sonría por ti. Rezan a ti Fulana, cuerpo de niebla, puñal de sal, mi carne de luz.


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CRISTIAN MAURICIO DÍAZ UN HUERTO SIN NOCHE Pensó un día un Maíz, que su mundo era un huerto sin noche mientras contemplaba lo que creía era la luz del sol; aunque no comprendía muy bien lo que era el día y la noche, tal pensamiento se sembró en su cabeza. Pasaron los días y las noches y la idea se fue abonando en su mente como un pensamiento radical, como un manzanazo en la cabeza; como si se le hubiera encendido la bombilla o la musa de la inspiración, hubiese tocado sus puertas como si fuera un problema matemático o un descubrimiento científico, fue tejiendo el significado de esta frase y se la repetía todos los días, sin comprenderla y le preguntaba al sol y al viento sin obtener respuesta. Hasta que un día después de muchas lunas; llegó el momento preciso. Y aquel Maíz con sus hojas extendidas, hacia lo que él creía que era el sol, fue percibiendo internamente como las moléculas de luz permeaban su cuerpo inquieto; y una misteriosa sensación clorofílica le hizo pensar, que aquella luz guardaba un profundo enigma. Sintió pena y sintió miedo y aunque su idea iba contras las leyes naturales y ancestrales de su huerto; decidió compartir su descubrimiento a todas las plantas del lugar. -¡Vivimos en un huerto sin noche! Grita por todo el lugar. Para este momento todas las plantas del huerto, hablaban de esa idea que Maíz había sembrado en sus cabeza, como una semilla germinando dentro de la mente de cada planta, fue esta creciendo, haciéndose fuerte y peligrosa. Lo que había empezado como un juego, tal vez infantil se había convertido para este momento en una maza de plantas inquietas y pensantes, porque muchas plantas ya habían contemplado su huerto día y noche, dándose cuenta que de alguna forma su tierra se había quedado sin noche, sin estrellas y sin luna, inexplicable pero real, ya no se hablaba de otra cosa en aquel lugar. Lo que antes era un huerto tranquilo y fértil, ahora se preparaba encendidamente para el cambio, la evolución; la nueva era como los más místicos, lo profetizaban.


Y el huerto sigilosamente se precipitaba al caos y a la sequía y también a la guerra. El sereno nocturno que para las plantas del huerto era desconocido, se sentía en las fibras más profundas de todos los moradores del lugar; la niebla helada y el roció de la madrugada, deslizándose por los surcos silenciosos de un huerto que se preparaba para estallar; los rumores cada vez mas ocultos zumbado por el aire, empujados por el viento cómplice, que tejía entre nubarrones de niebla, las verdades más profundas de una misteriosa realidad. -¡Un huerto sin noche! Eso era lo que se escuchaba, unas contadas gotas de lluvia y los rezos taciturnos de las plantas mayores que guardaban la buena esperanza dentro de sus corazones. Todas las plantas se reunieron y entre aquel alboroto, Maíz se presento, acompañado de su amigo Girasol, todas las plantas quedaron en silencio un momento, ante la presencia de aquellos dos. Eran tanto los acontecimientos y sacrificios que habían ocurrido para que ese momento se estuviera dando y el Maíz había preparado tantas veces lo que debía exponer, que la verdad fue que en ese momento no se le ocurría nada para decir. Creía que el huerto en si mismo ya había hablado todo lo que él tenía para expresar y en eso tenía mucha razón porque el sol nunca dejaba de alumbrar. Ante el silencio y la expectativa prolongada de todos los asistentes, el Maíz dijo: -Seré breve. Y luego se quedó callado una eternidad, que la multitud aprovecho para elogiar la presencia de aquellas plantas legendarias. El Maíz, tiempos después, continúo: -Como ya sabemos, vivimos en un huerto sin noche. La maza que ya lo había comprobado y sabían que aquella luz nunca descansaba, apoyaron fulgurantes la idea de aquel Maíz, que había penetrado la esencia de aquel huerto, que por mucho había dejado de ser un simple cultivo. -Ahora les diré porque este huerto, que se alimenta de un sol infinito, tiene sentido y propósito; tenemos energía ilimitada para crecer de tal forma que algún día alcancemos la luz del sol y así iluminar nuestro pensamiento, yo creceré y llegaré hasta el sol y tal vez algún día yo mismo pueda convertirme en sol -dijo Maíz, un poco equivocado. Y él cegado por la luz del conocimiento, tal vez por la fama y el ego tuvo atrofiadas sus ideas, sin embargo el instinto de su corazón era el que piloteaba su destino.


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Ante el alboroto colectivo y la resonancia de esta nueva posibilidad, las plantas eufóricas reaccionaron masivamente y en un pensamiento unísono creyeron que tal vez aquella anomalía mágica tenía sentido. El sentido era que todo el huerto podría llegar al sol. En serio, tanto pensamiento y tanta quemadera de corriente las estaba distanciando bastante de la realidad. Entonces las plantas más ancianas, que todo lo saben, se presentaron en el lugar, todos eufóricos o más bien frenéticos se quedaron en silencio ante la llegada del consejo de sabios; el primero en hablar fue Tabaco: -No poder llegar al sol, ser plantas, nada más. -Pero en este huerto es diferente -refutó alguien de entre la multitud. -¡Sí! -gritó la multitud apoyando la intervención anterior. -Las leyes son inviolables -explicó Tabaco. -Las leyes hablan del día y la noche. Como sabemos aquí sólo hay día, sólo el sol, sólo energía, nos están preparando para ser sol, para ser Dios -dijo Maíz desafiante, como ya dijimos cegado por el conocimiento y ante el apoyo unificado de todo el huerto. Ya por fin, se presentó Mamá Coca, la más sabia de todo el huerto; indignada como cuando una madre pierde a sus hijos. -Yo he estado en el principio de los tiempos, cuando el día y la noche era una danza ancestral, yo que conozco los cambios del mundo y he vivido más que todos ustedes juntos, yo que he estado en muchos huertos y he recorrido muchas tierras, yo sé la verdad, porque he visto la luz y la oscuridad -expresó Mamá coca tranquila y profundamente. Todos atentos la escuchaban sin pestañar. -La verdad es que vivimos en un huerto sin noche, pero eso es una ilusión; antes de que la vida cambiara existía el día y la noche, pero llegaron los tiempos turbulentos de maquinarias y estruendos, de postes y cableados, de hombres y fue allí que la lógica de nuestro pensamiento se trastocó. Cuando allí, donde ustedes ven la luz; los hombres vestidos de azul, instalaron una lámpara eléctrica y la energía artificial fue encendida por primera vez, matando nuestra noche, silenciando nuestra vida, encerrándonos en un día perpetuo. Aunque no la conozcan, la luna existe y está más allá de esa luz artificial a la que ustedes llaman sol; pero sencillamente es una lámpara de energía, que los humanos llaman bombilla. Esa es la verdad y duele, los sé, no somos tan especiales como creen, simplemente vivimos en un huerto iluminado por una lámpara eléctrica. Así bien, se explicó cuidadosamente, Mamá Coca. Todos ante tal novedad, quedaron taimados en la cabeza, porque convincente había sido la planta y paradójica había sido la verdad.


GYOVANNY JARAMILLO ROJAS SOY YO Soy yo, hijo de dos seres, hoy separados por sus tumbas. Hermano menor de un alcohólico. Estudio la vida. En la calle. Y la calle. En la vida. Porque es la única opción que tengo para huir de la odiosa ignorancia heredada. Antes creía saber qué era el dolor, ahora sé que hay cosas peores. Me invitaron para escribirle a mi hermano por causa de su tercer aniversario dentro del ejército colombiano. O algo así parecido. No sé. Espero la pases bien siguiendo órdenes. Espero no te haya pasado nada de eso que las películas muestran sobre la vida en cuartel. Imposible hayas dejado de beber. Algo harás. Aprendí que la vida no es para aburrirse y que la vida es exageradamente aburrida. Recuerdo la navidad del 2002. Ese año fue muy largo. Se demoró mucho en pasar. Mi padre moribundo vivía un letargo que duraría 7 años. Por eso digo que fue un año muy largo. Tú te pegaste a mamá para trabajar de seguridad en una whiskería de la 23 con caracas en la que ella trabajaba por las noches. Yo quedaba con mi padre en casa y tenía 6 años. Él me daba calor, pero no cualquier calor. Su calor. Tengo contacto muy regular con este tipo de recuerdos. Y siento que se me quema la cabeza. En término medio. Despacito. Como si dejarás tu cerebro a la mitad de la potencia del fuego de la brasa durante 12 horas. ¿Quién se haría de tu cerebro? ¿Quién? Crecí con mi silencio. Como les toca a todos. Creo. Crecí y aquí estoy. Y no me quejo. Por nada del mundo me quejo porque prefiero pelear contra la vida imposible de afuera y acariciar la vida posible de adentro. Noctámbulo. Yo sigo las sombras de toda la ciudad recogiendo sus sobras y transitando sigilosamente sus sosiegos de barrigas llenas. Como no lo que puedo, sino lo que veo. Y a veces creo ser feliz. No feliz de felicidad satisfecha, sino feliz de felicidad tranquila. Es mi camino que no escogí, el de mi vida y el de la vida en general. Yo soy todo oídos, todo singular, me dicen los chicos del bazuco, que son todo bien, pero que roban a todo el mundo. Incluso han matado. Lo sé. Y abusan de mujeres entre susto y susto. A veces les cuido la espalda y a veces me dan monedas. Están enfermos. ¿Qué sentirán cuando se asustan? Se transforman en horribles monstruos, pero en sano juicio son capaces de transmitir grandes enseñanzas. No vocalizan. Hablan como si tuvieran la boca llena todo el tiempo.


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Como nuestra madre antes de morir. ¿Te acuerdas? Ella tenía sus entrañas llenas todo el tiempo. De desconocidos. Y yo mi estómago vacío todo el tiempo. De conocidos. A veces, gracias al padre y esto me une a mi madre, también mi cuerpo lleno. Y viscoso. Ambos eran buenos, pero me dan lástima ahora que los recuerdo. Uno sólo recuerda lo que ha olvidado. Para recordar se precisa olvidar. ¿Era el destino olvidarlos? No creo que ese sea destino para cualquier persona. Me gustaría hablarles y hacerles saber muchas cosas. Nunca fui a visitarlos al cementerio. Deben estar regados por todos lados. Cualquiera puede ser la tumba de cada uno. La más noble o la más indigna, digo yo. Quizá la fosa común número 7 o la 3. En este país nadie sabe a dónde irá a parar. He sabido salvaguardarme del invierno. Me ha dado duro. Aunque me gusta. Porque es silencioso como el pensamiento. No es bullicioso como las palabras. No he tenido la mejor de las adolescencias, pero me esfuerzo por aprender cosas nuevas todos los días. Por mejorar lo que soy. Idea que en un principio consideré absurda, pero que con el tiempo he sabido eludir. Ahora mismo tengo hambre, no paso bocado desde el lunes y hoy es miércoles, pero ya comeré algo. El otro día me golpearon unos chirris porque pensaron que los iba a robar. ¡Yo robar a unos chirris! De hecho yo retrocedía no porque me fueran a robar sino porque no me quería ganar una paliza de gratis. Yo sólo aguanté, no dije nada a nadie, porque no me gusta que nadie vea por mí. La gente vive reprimida. Violenta. La violencia es eslabón de cadena infinita. Parece que esos estados de defensa y ofensa tranquilizan a la gente o por lo menos la hace sentir viva. Prefiero dar pasos al costado. A veces llorar sin que nadie me vea. No me gusta que nadie vea por mí. Aunque sea estúpido me da vergüenza. Tengo un perro que se llama Jaime buenacara. Es pequeño y marrón de pelo enredado. Un animal inteligente. Y cobarde. A él también le dan sus leñazos. Siempre me pregunto por qué pasan esas cosas. Y siento que desnudo mi incredulidad ante la falta de una respuesta coherente y sensata a mi condición. A buena cara le transmito la romántica idea de que soñar es lo que más vale la pena en la vida y fue con él con quien entendí que se podía existir por encima de la maldad. Lo he visto sonreír. Llorar. Masticar andenes y todo tipo de porquerías. Pero nunca enojado. Lo veo como un hombre. Lo vi siempre y lo sigo viendo como un amigo de sentimientos muy elevados, como el hombre puro de la transparencia ideal. Un hombre digno de afecto, de adhesión y simpatía que me pidió que no le hablara, porque eso es de humanos.


Ya me acostumbro a no hablar. A lo sumo es como un hermano, pero no como tú, sino como el aliado con el que yo me arrojaría a cualquier hueco. A cualquier abismo. No tengo denuncias para ti, hermano mío. Ni reproches. Lo único que me resta por decir, es que te odio. Pero no tanto como para no escribirte. Me recuerdas a nuestros padres. Que son para mí un pantano. Y buenas las tengan allá donde estén. Y que para mí el mejor de los ejemplos ha sido el mal ejemplo y que ojalá tanto tus pasos en falso como tus errores de los cuales sólo tú ha sido testigo te sirvan para no caer en la engañosa carrera de tu vida. Los aciertos son sólo necias medallas que lo único que enseñan es la vanidad. Palabrita que entiendo como sinónimo de tristeza. Debes saber que soy yo. Y que esta es la primera y la última vez que sabrás de mí. Ve pensando. Entonces. Te digo que no me interesan tus años. Porque son de muerto y si algo nos dejaron nuestros padres y todo este lugar llamado país, fue este horror: la muerte. Tú debes tener un conocimiento de primera mano de esta realidad. Ya el año pasado aprendí a leer y a escribir. ¿Les dijiste a tus superiores que ni lo uno ni lo otro? No. Seguramente por eso paraste allá. Feliz aniversario y espero que seas tú y por si no te acuerdas de mí, soy yo: tu hermano menor, aquel que abandonaste en el centro de Bogotá, herido de fiebre nocturna y sin nombre, por una botella de aguardiente.


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OMAR JAVIER UMAÑA CARTAGENA Las películas aquí son al medio día, a la tarde, a la noche y en la mañana hay charlas, pues todo el tiempo hay algo: un corto, un baile, un concierto, algo al aire libre y algo en el teatro, quedando apenas tiempo para caminar o para sentarse bajo un árbol o bajo la nada de la brisa y el sol o para comer y reposar en una hamaca o en la cama o en el sofá sobre la nada del todo o para dormir como no es debido dormir en los lugares desconocidos, porque el tiempo se va en las filas para la película y avanza sobre todo cuando no debe hacerlo, pero en cambio se ralentiza cuando el sol pega en la cara o cuando en la pantalla lo que pasa es lo que nadie recordará. Se hace flaco y liviano el tiempo y acaba pareciendo uno solo en donde el lunes y el martes son lo mismo que el otro lunes o que cualquier día que podría ser el inicio y el final de la realidad de que Cartagena es un viaje para ver cine y otro para caminarla y no el viaje para todo en el que no alcanzan los minutos para cualquier cosa y la nada y el me perdí. El viaje debería ser entonces gordo y pesado para comer despacio y probar cosas de acá y de allá y para caminar de ida por un sendero y devolverse por otro y así contemplar la nada, la todopoderosa nada que transporta el mundo al hombre que viéndolo da cuenta de la morena piel y de los tropicales olores, de los loros y de las obleas y de ese todo que es mejor contemplarlo plácida muy plácidamente en una silla o en un muro o en lo alto y abierto o en lo fresco, acompañado del silencio de los diálogos y del sonido de la tierra de los hombres y de la tierra de la tierra que en un viaje de cine está siempre, pero no para los que se encierran con la fotogenia o lo que es lo mismo con esa otra espectacularidad en la que encuentran la otra gracia, pero evadiendo la otra grande y trayendo entonces a colación la infinita pregunta de cuál realidad es mejor y cuál es mejor mundo y cuál fue primero y cuál está arriba y cuál esto y cuál ello, como si en el mundo de los hombres el hombre fuera real, porque real es lo que muestra la nada: el terracota de Cartagena y lo grumoso de sus paredes, el coco Cartagena y las trenzas Cartagena, los techos Cartagena y las noches Cartagena, las vendedoras Cartagena y los turistas Cartagena de la Cartagena que eres y no eres y más allá todavía todo lo eres por los pasados y los futuros siglos y los pasados y los presentes crímenes.


Y así eres por la desigualdad de la eternidad en que Catalina se postró con su pelo para decirle al mundo que en la Colonia nos mataron y nos robaron y nos violaron y nos hicieron pagarles y quedamos debiendo y nos dicen todavía eres o no eres o qué eres con esos caídos senos representativos de la tumbada civilización y que a pesar de lo mucho levantan la ciudad, esa ciudad en la que son las aves la música, las estrellas del paraíso, la muralla otro de los cielos de la tierra, otro sueño de las parejas, otra aventura de los amigos y el todo de las generaciones que cachorras juegan, jóvenes se emborrachan y adultas danzan acompañadas de cerveza con lo que venga y con lo que sea y con la brisa, con esa brisa de la anaranjada hora del mundo de la que se acordarán por los años de los años y por los siglos de los siglos de la Cartagena que conocen y de la que no conocerán, pero que en la madera habla y en ocasiones canta y le dice al caballo del coche que aguante como el pobre aguanta el olvido y el turista las miradas y como la ciudad de afuera del muro lo hace con los monopolios y los bancos y como los jóvenes lo hacen con su ideología y en la segunda ciudad más desigual de América se divierten como lo hacen en la menos desigual o en la más porque eso ya no importa, pues el mundo está enfermo y en él somos todos, todas las caras, todas las situaciones, todas las respuestas y en un minuto un legado y en el otro la vergüenza de la Cartagena que también como lo hacían con la capital de Zacarías, maquillan y son entonces escondidos los niños, prendidas las blancas luces, lavados, trapeados y brillados los pisos, adoctrinada la gente y el visitador exaltado e inflado en su infinito ego de los libros y la música y el cine y claro, el arte o sea la pintura a la que le dicen el arte y a la comida a la que le dicen el arte y al paseo al que le dicen el arte y a las perradas a las que les dicen el arte, todo el arte, su mismísimo arte que obeso y costoso se tragan como pasta, como bocado de cardenal, como la mierda del Coronel, porque para no olvidar es Cartagena la segunda ciudad más desigual de América: hay una extrema cantidad de intelectuales humanistas y también, una correlativa de idiotas que mientras tocaba la sinfónica, pensaban en lo que dirían después del concierto.


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En cambio, la otra gente piensa en la sed y en la noche y en salir y en hablar y tomar y bailar y saludar y en ver y en sentir y en conocer el mundo que a los hombres coquetos por en frente se les pasa, el ferviente mundo de la húmeda noche que a las mujeres toca, el rebelde mundo de las risas y el olvido, ese mundo mismo que hecho una anécdota es el mundo del mañana y del pasado mañana y también del día y por supuesto, de aquel día que pudo ser el inicio y el final de la realidad de que Cartagena es un viaje para ver cine y otro para caminarla, pero siempre y a pesar de la luz de la noche y la sombra del día, una muralla sobre la que en la tarde se camina envuelto en la completa, completica brisa que al calor engaña y una blanca playa de homónimo nombre frente al azul y picado mar que hasta el cierre de las pupilas es mar y allá en el fundido es el mismo cielo y la mismísima vida con sus coloridos y coreográficos peces y con su transparente y liviana sal de agua en la que la mujer y el hombre vuelan, respiran, escuchan, contemplan, memorizan, sienten, giran, tocan y saltan hasta colmarse para luego por tres o cuatro o hasta por cinco segundos, suspirar.


PABLO ANTONIO DÍAZ CAFÉ Y CAJÉ Un hombre humilde se sienta a la mesa en una cafetería y levantando la mano solicita el servicio. Una mesera acude hasta el señor y le pregunta: -¿Qué va tomar el caballero? A lo que él responde: –Quiero cajé caliente. La mesera sonríe y pasa a la siguiente mesa después de tomar nota del pedido. Un hombre de apariencia culta, que está en otra mesa, se le acerca muy cortésmente al hombre humilde y sin reproches le dice en voz baja: –Café, café, no cajé. Al poco rato, llega la mesera con dos pocillos de café y sirve para el hombre culto y para el hombre humilde. El hombre culto le hace una seña de brindis al humilde a lo que este último responde con una sonrisa sin levantar el pocillo. Tiempo después el hombre culto se va de la cafetería, despidiéndose con la mano desde la otra mesa. El hombre humilde, que todavía no ha entendido nada, se levanta y prueba el «cuncho» de café que dejó el hombre culto y entre enfurecido y confundido, le grita a la mesera: – Yo no veo la dijerencia.


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NUESTROS POETAS


ALMICAR BERNAL CALDERON LO QUE NO FUE Iba a hablar de las cosas que no llegan a cumplir el deseo de su sangre. El árbol de la luz que fue mesa de noche, la ventana de las pestañas libres condenada a ser cárcel, el saludo sin amigos de la mano cortada, el contador de las cifras finales que en la infancia de sus sueños contaba ovejas, la carta del labio que la cierra y sus palabras sin destino al otro lado de la boca. Iba a hablar de las cosas que no llegan a cumplir el deseo de su sangre, y di conmigo. En mí, perdido todo, algo ordenó al silencio que llenara de olvido cuanto amé.


LOS OTROS ARTISTAS

LUZ JANETH NARANJO ESTA ES COLOMBIA Esta es Colombia con bosques en armonía colmada de belleza por todos los lugares. Majestuoso templo con su propia música sonora encarnada en la vida con oscuro milagro en la historia. Esta tierra tiene palmada en su piel la sangre de los hombres en fiestas de violencia.

Ella pide que la tengan en cuenta en este brindis de porciones de besos y de odios. Nos invita a bailar con el canto de las aves la brisa del mar y las estaciones como eco susurrado en el tiempo. Esta es Colombia cargando un martirio al holocausto de nuestro cruel destino como pintura de colores diluidas en el agua de la memoria.


NELSON ACEVEDO BETANCOURT PISTA DE BAILE

¡Las gentes simples deben ser algo muy especial, pues el creador las hizo en suma mayoría¡ Abraham Lincoln

Conciertos sin reservas, galones o necias previsiones; un ladrido de guitarras, pepitas alegres de rabiosas canciones, blasones pechos donde acunar tiples y perfumados anises, atontar el pudor, encolerizar pasiones; y la nueva tarde orgía que promete. Lo más simple, lo mas llano de la plebe llana; lo vago como atributo, una licencia al desparpajo, al desapego, sólo el palpito en la carne; la danza un rabioso arreglo. El polo de atracción, de cierto lo mas emblemático, lo mas libertino; la plaza de Don Justo Berrío, una pálida iglesia, una alcancía para ricos, y montón de rebuscadores, de itinerantes; los residentes vecinos. Ojos hambrientos, rico solaz, mutuo engreimiento, cuerpos electrizados y la Viejoteca un culmen al zafarrancho. Ardiente intercambio de muecas, halito y sudor para la rica recompensa. Ya algunos cuerpos deslucidos, desparramados dan cuenta de lujurias pasadas.

Círculo anudado a circo de expectantes; pringados levantan voces y amañan la juerga, pasos alterados, volcados, marchantes galopan citadina tonada; un remedo batán a rutina cansina en manos ajadas; unas marchitas, callosas, sumisas, las siempre atadas. El arrebato se rinde, se eclipsa, cuando la sofocante rondalla desmorona, sus bordes deshace. Rancias despedidas y a la vista otra danza, monótona danza de rieles aplastados; los tragados por la enorme cola, penetración de racimos, baile de esfinges arrinconadas, entumecidas, tallos hacinados, rígidos, embargados; sólo recrean giros mecánicos al apresado y perezoso anuncio. Avenirse, solaparse, purgar lujurias, delirar, volver a nacer, arrebatar, rodar, engañar el sustento, soñar tarde embriagante; el infinito péndulo batán.


De los creadores, La literatura del arte. Obra, Pájaro de lo Andes.


NUESTRO TEMPLO


NUESTRO TEMPLO Amigos y artistas, nos pueden encontrar en este portal web. Aquí estamos presentes, entre los escritos y las lecturas.

literaturadelarte.blogspot.com También estamos en Facebook, allá tenemos nuestra página, para tener mejor tertulia con ustedes y por una mayor difusión literaria, nos encontramos en el espacio virtual de Issu.

https://www.facebook.com/laliteratura.delarte http://issuu.com/laliteraturadelarte Y claro; aquí están nuestros correos electrónicos para que nos escriban, conforme a cualquier solicitud o colaboración.

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GRATITUDES a nuestros literatos y poetas, reconocemos sus obras superlativas, ellas nos prendieron de fantasía, sublevan lo profundo de sus almas. Al tanto; por lo preciosas, resaltan en este espacio artístico, creado para todos ustedes, amigos de la patria, queridos a lo espiritual, colombianos y colombianas.

CREADORES DE LA REVISTA JOSÉ NIVIA MONTOYA RUSVELT NIVIA CASTELLANOS

NUESTROS COLABORADORES ESPERANZA CASTELLANOS ARIAS patricia iglesias MARCO PEÑA AYA

Michelle Alexandra rincón

lorena preciado céspedes Alirio quimbayo durán RUBéN CAMPOS ARIAS Juan Romero

DISEÑADOR DE LA PORTADA Y EDITOR GRÁFICO RUSVELT NIVIA CASTELLANOS

ISSN: 2357 - 5085 . SEGUNDA EDICIÓN. LA LITERATURA DEL ARTE. AÑO 2014.


LA LITERATURA DEL ARTE


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